Torreón Sendar (Archivo I)

Lo primero relevante (y para mi alivio) que sucedió nada más salir, fue que Tap se despegó de mi espalda.
Tras la desconfianza inicial de Wintel ante la repentina aparición del repoblador, y un par de intentos de este por dormirlo, que logré disuadir por los pelos, descubrimos, vagando por la ciudad, algo que no esperábamos. Un torreón.

No había visto Maciel, así que al principio pensé que podíamos haber llegado por casualidad, pero tanto Wintel como Tap se dieron cuenta en seguida que no era el caso.

Este torreón era mucho más grande que el nuestro, al menos casi el doble de alto, y, por las marcas de la azotea, parecía que había sido aun más grande.
Tras compartir una mirada con mis compañeros acabamos acercándonos. La puerta estaba protegida por un foso, pero había un puente por el que podíamos acercarnos.

-Vaya... La verdad, no esperaba encontrarme otro torreón, y menos uno tan grande. ¿Qué hacemos? ¿Intentamos entrar?-

La aparición de Tap en el juego fue bastante inesperada. Por un principio creía que lo habían mandado los demás para investigarnos, pero Pablo me lo explico todo. Aun así me costó alguna que otra riña con el repoblador antes de tolerar que formara parte de nuestros planes.


Nos topamos con un torreón o lo que quedaba de él, en aquella ciudad todo eran ruinas pero al menos este torreón parecía bastante solido y seguro. Pero tenia algo que me inquietaba...


Pablo propuso explorar un poco más.


“¿Entrar? Quizás viva ya alguien dentro, otros cosechados quizás –Dije mientras avanzaba por el puente del foso hasta llegar a la puerta-“


Aporreé el porton y escuche como retumbó en el silencio que reinaba en aquel torreón. Volví a llamar pero no contestaba nadie.


“Aquí no hay nadie- dije con un bufido a Pablo que se acercaba con Tap en el hombro cruzandome de brazos- si queremos entrar habrá que buscar otra entrada-dije pensativo mirando de abajo arriba-“


El torreón era bastante alto y no parecía que hubiera otra entrada, solo las ventanas y la parte superior…. si pudiera volar no sería ningún problema…


“Eh Tap!-me acerqué al repoblador- ¿Donde tienes la mosca esa con la que volabas? Creo que es la única forma de entrar en el torreón es volando y se me ocurren dos ideas en las que en las dos eres el protagonista y por ello doy gracias a las lunas de que te hayas unido a nuestro cometido-termine con una sonrisa un tanto siniestra- las dos opciones son o que vengas con tu montura y entres ahi por una ventana como hicistes en mi torreón o que Pablo te amarre a una de sus flechas y te dispare a la azotea-dije lentamente señalando el carcaj de Pablo- si! eso sería una azaña digna para su pequeñez, así que-me quede por un momento pensando- tú decides pequeñajo”

Tap no se podía creer lo que estaba diciendo el Espárrago. <<Debería dejar de comer plumas antes de que los daños cerebrales sean irreparables>>. Se subió a la cabeza de Pablo, dispuesto a aferrarse a los pelos en caso de que fuera necesario, y alzó la voz para que el macielero le oyera bien a la primera. Por eso y porque llevaba desde hace días hablando frustrantemente bajo en Letargo.

-¡Decido que te metas la flecha por el culo y te tires al barranco!-le gritó-. Tienes la chota llena de plumas. ¡Lleeeena!-en una mano tenía preparada la cerbatana y más le valdría al nublino llevarse con la gravedad mejor que Macak-. El impacto con la flecha me mataría si no me mata antes la puntería de Pablo. Y, aunque entrara, ¿qué mierdas esperáis que haga? ¡No podría ni abriros! ¡Y encima me vienes con lo de la avispa! Tu idea apesta, Espárrago. Apeeeeeesta.

Calló durante unos minutos, cogió aire y volvió a hablar, esta vez en un tono más relajado.

-Pablo, explícaselo tú.

¿Otros cosechados viviendo en el torreón? Bueno, era posible, pero sería raro no habérnoslos encontrado en algún momento ¿No?

De todos modos Wintel se acercó y aporreó la puerta. No hubo respuesta. Volvió a hacerlo, con el mismo resultado. Parecía que no había nadie, pero... no cuadraba.

No pude pensar mucho más en ello, porque el nublino nos vino con una idea, una loca y peligrosa, para Tap sobre todo. No hizo falta esperar para que el repoblador contestara, a su manera, y a punto estuvo de disparar a Wintel otra vez.
Cuando terminó, y me pidió que entrara en la discusión lo primero que hice fue dar un suspiro muy largo.

-A ver. Lo primero que tengo que deciros, es que me gustaría que no me hicierais pasar la mitad del tiempo alerta por si decidís mataros. Las cosas se pueden explicar de otro modo, y si encima estamos en un sitio donde hay más cosas que nos quieren muertos pues razón de más para no tener estas discusiones. Aunque tengo que darle la razón a Tap. Dispararle con una flecha lo mataría, o como mínimo se llevaría un buen golpe. Ah y no menciones de nuevo a la avispa, está muerta-

Me quedé mirando la entrada un segundo, volviendo a centrar mis pensamientos en entrar.

-No hay ningún mecanismo en el exterior, así que la única forma de abrir o cerrar es desde dentro. Entonces lo mas probable es que haya alguien, pero si no ha abierto tras llamar... pues eso es que no nos quieren aquí.
O puede ser que no haya nadie y me esté equivocando totalmente también. El caso es que no se que deberíamos hacer. Quizás sea mejor irnos, no sé-

-¿Ves, Espárrago?-Tap alzó los cuatro brazos en un gesto más altanero que conciliador-. Hasta Pablo se ha dado cuenta de que tu plan apesta de la raíz a la copa. Así que descarta esas ideas y vámonos de aquí, que está claro que este panal no es para nosotros.

Tap saltó de la cabeza al hombro de Pablo y le espoleó con el pie para que echara a caminar. Tenía claro que si el gigante cuerdo tomaba la delantera, el loco lo seguiría. Aún así, a pesar de que el Espárrago parecía fiel a Pablo de alguna manera, no se fiaba lo suficiente como para no tener la cerbatana a mano.

Sigue en el Torreón Maciel.

La reacción del pequeño repoblador fue casi instantánea.


“¡¡ JAJAJAJA !! – Estallé a carcajadas y dije como buena mente pude entre las risas – me gustas pequeñajo, tienes lo que hay que tener para sobrevivir en esta ciudad de mierda – seguí riendo escuchando al alborotado repoblador – esparrago….jajaja ¿en serio?... jaja…plumaass…..jajaja”


Entonces Pablo me explicó que su avispa estaba muerta y eso explicaba más o menos el humor del pequeño.


“ya volveremos más preparado para entrar – dije limpiándome las lagrimas que se me habían escapado con las risas – este torreón parece mucho más solido que los nuestros”


Me quedé un rato mirando el torreón hasta que me percaté de que pablo con el pequeñajo encima se habían alejado ya bastante, me acerque corriendo a ellos.


“¡Soooo caballooo!- dije poniéndome a su par- No sabía que fueras tan buen corcel Pablo , ni tu tan buen jinete su pequeñez”

Sigue en Torreón Maciel.

RR había estado recorriendo las calles desiertas de la ciudad muerta con las precauciones típicas, quizás algo más paranoicas que de costumbre, por el hecho de que estaba sólo y que, a diferencia de sus otras incursiones al exterior, en las que habría jurado que había un par de ojos observándolo desde cada esquina, ahora realmente los veía, y no le hacía la más mínima gracia.

Había caminado en dirección este, esperando llegar a algún edificio cerca del anfiteatro que habían visitado tiempo atrás, pero había preferido desviarse un poco para evitar meterse de lleno en el territorio de las hienas. En su opinión, era mucho más sensato asentarse cerca de los límites de sus tierras, para poder hacer cómodas excursiones en su interior para conseguir chatarra y carne de aquellas bestias peludas, que parapetarse en sus nidos y esperar a que se lo comieran mientras durmiera en el momento que bajara la guardia.

De esta forma, alcanzó a ver el torreón.

En el mismo momento en el que lo divisó, el foner se ocultó para observarlo desde cobertura, y allí se mantuvo durante unos minutos, contemplando la destrozada construcción en busca de unos signos de vida que no pudo alcanzar a ver. Igualmente, era perfectamente consciente de que aquello no constituía una prueba sólida de que se hallara deshabitado, con lo que se decidió a ocupar las ruinas de uno de los edificios que se alzaba enfrente de la mole pétrea. Si llegaba a la conclusión de que estaba vacío, lo ocuparía, y de no estarlo, se encargaría personalmente de que quedara despejado.

Entró con todo el cuidado del mundo, y registró palmo a palmo cada centímetro cuadrado de su camino, lanzando objetos antes de pasar él primero, buscando cualquier indicio de vida o de trampas. Cuando estuvo seguro de que estaba limpio, estudió la estructura del lugar: El primer piso poseía tres habitaciones en buenas condiciones, organizadas alrededor de un pequeño patio cuadrado con un pozo cerrado por una pesada tapa metálica. Al final del pasillo, que dividía los aposentos de aquel patio en ángulo recto, se hallaba la escalera que ascendía al segundo piso, con la misma estructura, aunque una de las paredes exteriores hubiera caído, dejando el interior de dos de las tres localidades y las escaleras a la vista del público de la calle. La última habitación, intacta, era más pequeña de lo normal, pues una vieja letrina había consumido parte del espacio. El tercer piso debió de ser una azotea en otros tiempos, aunque ahora sólo quedara en pié un trozo de ella, sostenida sobre la habitación intacta del segundo piso. Esta debió de ser una separación independiente del espacio de la cámara, pues poseía paredes y una puerta que debían de dar paso al espacio común, ahora derribado e inexistente, convirtiendo el espacio en una especie de torre inalcanzable. Esta poseía un techo de teja con un pequeño tragaluz, que daban a la estancia la forma de un ángulo recto, evidentemente tortuoso.

RR se alojó en el segundo piso, en la habitación que aún tenía cuatro paredes y una ventana que daba al torreón. Lo primero que hizo fue tomar parte de los muebles del segundo piso y desmontarlos, para luego construir con sus piezas una escalera de mano rudimentaria, aunque estable. Seguidamente, se preocupó de hacer un pequeño agujero en la esquina del techo, lo suficientemente grande como para que él cupiera. Una vez hecho esto, ascendió hasta el ático a través de él, para encontrar allí un armario, una mesa y una silla cubierto por una manta apolillada, un somier bajo y un arcón, todo ello cubierto por una gruesa capa de polvo y telarañas.

Lo primero que hizo fue rebuscar en el armario, en el que encontró unas cuantas perchas y unos ropajes negros gastados, a la vez que unas viejas botas de cuero, que bien podrían haber servido perfectamente de colador.

El arcón, en cambio, estaba prácticamente vacío. En su interior halló una pequeña jaula cuadrada, abollada y medio oxidada por un lado, una taza metálica y un ratón de madera. El rudimentario juguete consistía únicamente en una pieza de madera con forma de medio huevo, al que se le había adherido dos pequeños trozos de cuero a modo de orejas y una cola del mismo material. El juguete estaba rematado por dos círculos negros que pretendían parecer un par de ojos sin mucho éxito y un par de ruedecillas.

Sin perder ni un segundo, RR dejó los trastos en su lugar, al igual que su equipaje, y se ocupó de recoger una manta y un jergón con los que preparó una cama en el somier del desván. En la habitación del segundo piso introdujo otro colchón mohoso para que hiciera bulto, a la vez que ponía las raídas botas a los pies del lecho junto con el resto de prendas viejas, simulando un hombre dormido. Tenía la esperanza de que en medio de la noche, la oscuridad ayudara a confundir aquel pelele con una verdadera persona. Un buen cebo nocturno.

En la sala del segundo piso, a parte de aquella cama, sólo había una mesa y tres taburetes, a parte de una discreta chimenea.

Después de aquello, corrió a buscar algunos muebles más del segundo piso para desmontar, y haciendo uso de la madera, los clavos y su cuerda preparó una trampa semejante a la que había creado en la puerta de su cuarto, instalándola en las escaleras que pasaban del primer al segundo piso.

A continuación levantó una de las tablas del suelo que daba a su habitación, dónde plantó un pequeño clavo, al que desproveyó de punta, boca arriba, y sobre él el cartucho de escopeta que había traído consigo, para luego volver a montar la tabla en su sitio. Tras colocar aquella mina, se encargó de preparar la defensa interior de su pequeño valuarte.

La ventana del segundo piso, enfocada al torreón, estaba protegida por un cuadro de hierro rudimentario, que de momento evitaba a RR la molestia de cubrirlo. En cambio el tragaluz del ático, a la altura de los hombros del muchacho, carecía de protección, y tubo que instalarle una alarma rudimentaria atando chatarra al extremo de un hilo, que hizo pender de dos escarpias que clavó a los dos lados de las paredes. Si algo o alguien cruzaba aquel espacio, se despertaría. Aún quedaba la puerta del ático, que ahora daba a una caída libre considerable a través del patio. Con el resto de cuerda y la madera de los muebles restantes de la primera planta, ahora vacíos, consiguió manufacturar una escalera de mano de mano que clavó al suelo del umbral. Tras un par de pruebas, concluyó que aquel ardid era suficientemente largo como para alcanzar la ventana del pasillo del segundo piso que daba al patio. Pero lo más importante es que era resistente, y se dio por satisfecho con el resultado.

En el patio del segundo piso, en una esquina, plantó la jaula que había hallado. En su interior introdujo un taco de queso, que con un simple nudo de cuerda hacía que el animal que entrara y tomara el cebo cerrara la puertezuela de esta, encerrándolo. Sabía que no era un método magistral para alimentarse, pero nunca estaba de más tener a mano reservas.

Tras toda aquella tarde de horrendo ajetreo, RR se recluyó en el ático, tumbándose en la cama y preparando las balas del rifle, llenándolas de pólvora y colocándoles el proyectil. Tras aquello, y tras cargar sus tres armas a distancia y manteniéndolas a mano, se permitió el lujo de un sueño febril. Las alucinaciones habían ido remitiendo a lo largo del día, y ya casi había olvidado las voces de los muebles gritando al ser descuartizados. A la mañana siguiente, vería qué demonios hacía…

-Maldita brecha en la tierra, ¿Es que cada vez que queramos ir a algún lugar en esta maldita ciudad tenemos que pasar por el mismo sitio?,- me queje no sin motivo, pues había tenido que pasar por aquel lugar lleno de huesos y a la vuelta me tocaría pasar por allí otra vez.

El resto del camino estuvo sin incidentes, casi caminamos en silencio hasta aquel lugar, salvo por lo que le pregunte a Pablo acerca de adonde íbamos y para que. Por lo demás estábamos mas atentos a que no nos saltara nada de ningún lugar.

Por fin llegamos a aquel lugar, se parecía mucho a nuestro torreón, con la diferencia de que era mas grande y sin enredaderas, lo que la verdad echaba en falta.

-Diréis lo que queráis, pero me gusta mas nuestro torreón, al menos hay alguna planta,- no pude evitar hacer ese comentario.- Bien, hagamos lo que vinimos a hacer, Pablo que demonios dice el libro ese.

Esta vez durante todo el trayecto llevé el libro abierto, y tomando nota de lo que ponía y los cambios que iba teniendo. Por un momento pensé que seguiría e blanco ya para siempre, pero cuando nos hubimos alejado unas manzanas, nuevas figuras comenzaron a dibujarse, de la misma forma que la otra vez, aunque hubo que alejarse un poco más antes de poder sacar algo en claro.
Como esperábamos, el torreón del que hablaba ahora era el nuestro.
“Predominancia de nublinos” leí en una página al azar “Lo que tu digas bonito, pero como no estén escondidos...”
Parecía información antigua, y no algo actual como habíamos temido en un principio. “Anda mira. Ya hemos averiguado algo que se puede clasificar como buenas noticias. Algún día tenía que salirnos bien algo”
“Vigilancia generalmente baja” “Ups. Ahí nos han calado. Al menos es algo que vamos a arreglar”

Cuando cruzamos la cicatriz casi hubo que arrastrar a Stefan “¿Es que siempre tiene que dar la nota?”
Mientras la distancia que nos separaba de Sendar se iba reduciendo, poco a poco nuevos apuntes surgían de las páginas del libro, datos que si bien no podía verificar porque seguramente eran antiguos, era posible que usándolos de referencia sacáramos algo útil, o eso esperaba.

De la misma forma que aparecían las palabras, empezaron a desaparecer lentamente, hasta que el libro quedó en blanco nuevamente. Habíamos llegado a Sendar.
“De modo que se pone en blanco por la proximidad a los torreones. Seguro que es para que las “presas” no podamos leerlo”

Todo parecía estar igual que como lo habíamos dejado en la ultima visita. Puerta cerrada, silencio inquietante... lo normal supongo.

-A partir de aquí el libro es inútil. Se queda en blanco al acercarnos a los torreones- Dije en repuesta a la pregunta de Stefan, mientras contemplaba el torreón pensativo.

-Bueno os haré una guía rápida. La única forma aparente de entrar es por la puerta, y está cerrada desde dentro. No os molestéis en llamar, si hay alguien dentro no va a responder, pero si no hay nadie... Bueno pensad que nuestros torreones tenían como poco armas, amuletos y algo de ropa. Yo creo que merece la pena echar un vistazo dentro-

“Pero si al final resulta que hay alguien dentro, no creo que sea amistoso, o ya nos habrían respondido el día que llamamos”
Terminé para mí mismo mientras guardaba el libro y preparaba el arco y una flecha por si acaso. No necesitaba decir eso a los demás, ya tenían que saberlo de sobra.

-¿Alguna idea para entrar?-

Tap se sintió algo reacio a seguir el libro, pero no expuso sus dudas sobre la fiabilidad del mapa en voz alta. La última vez que lo siguieron acabaron metidos de lleno en una madriguera enorme, hasta arriba de hienas, pero todavía conservaba cierta fe en los gigantes. <<Al menos sabrán distinguir el edificio para no volver a entrar>>. Y si no, ya les avisaría él mismo.

Tras una caminata tranquila, volvieron a la puerta del panal Sendar. Seguía igual de cerrada e impenetrable que el primer día. El comentario de Stefan le hizo resoplar. Hacía días que empezaba a dudar sobre la Flora de la ciudad y poco a poco, la idea de arrancar de cuajo todas las plantas del huerto le iba pareciendo más y más segura. Y agradable. Y en el fondo eso le asustaba. Por suerte o por desgracia, ver a Pablo sacando una flecha después de exponer las opciones que tenían lo asustó todavía más.

-Si estás pensando lanzarme con una flecha puedes olvidarte. Hemos venido a investigar, no a que me suicidéis atado a un palo. Aunque...-recordó lo que hizo Yrio con el escudo en la madriguera y se pensó por un instante si algo así funcionaría-. Tal vez... ¿Y si me hacéis flotar hasta la ventana? Podría intentar quitar pestillos, si es lo que cierra la puerta. Si fuera con algo más pesado simplemente tendría que volver a la ventana y me traeríais flotando de vuelta.

>>Eso sí-añadió en tono de broma, con un doble fondo más serio en realidad-. Si hago eso, tú y tú-señaló a Serok y Pablo-, ya podéis encargaros de que a Pechito y a Moscardón no les pasa nada aquí fuera. No me haría ni puñetera gracia que os atacaran mientras estoy dentro y se murieran precisamente los dos que pueden sacarme.

-Bien, me parece buena idea Tap, yo mismo te levitaré, que la magia de Yrio es mas útil que la mía,-dije con algo de resignación sabiéndome mas débil mágicamente hablando.- ]Y vosotros dos haced lo que os dice, si me desconcentro tendremos repoblador espachurrado de cena.- dije entre risas.

Le ofrecí la mano a Tap para que saltase sobre ella y le dije:

-No te preocupes, no dejare que te pase nada, si te encuentras en peligro vuelve a la ventana y te recogeremos.- Busque una de las ventanas del primer piso,- Quizás sea como nuestro torreón, si es así ya sabes por donde te tienes que mover,- le dije,- y por cierto, no te muevas mucho mientras te levito, no vaya a ser que te me caigas de verdad.

Comencé a trazar signos y a decir las palabras y cuando hube terminado Tap se alzaba de mi mano, en dirección a la ventana, mi concentración en el hechizo no flaqueo y lo termine dejando sobre la repisa de la ventana.

-Bien, ahora todo depende de el, pronto sabremos si lo consigue.