El Cuchitril (Archivo I)

Recuerdo del primer mensaje :

Observamos multitud de casas en la zona de la Plaza de los Colaespina y… lo cierto es que no resulta fácil encontrar un buen lugar, pues los edificios que sí cumplen con los requisitos que buscamos, después por dentro son inhabitables. Caso destacable aquel que parecía ser un candidato perfecto… hasta que me llevé un buen golpe en el culo en el suelto bajo el que pisaba. ¡Y las astillas tampoco perdonan! Y Gael se ríe… “¡No tiene gracia!”, pero no me oye en la burbuja que acaba de crear.

Me llama la atención un edificio grande que veo a un lado de la calle. No tardo nada en señalárselo y decirles de acercarnos a él, aunque algunos ya se habían fijado en él. Dentro del edificio, cuya puerta se conserva en un estado decente –aunque chirría como mil demonios–, encontramos un panorama que, de haber estado en mejor estado, podría jurar con las manos en el fuego que se trata de una posada. ¡Y eso significa muchas habitaciones! Además, es prácticamente toda de pierda. Mientras pienso esto, nos repartimos todos entre el salón, aunque yo no tardo en subir las escaleras para observar cómo está el piso de arriba. Este edificio está muy pero que muy bien, el suelo es mucho más resistente que el de otros edificios y los desperfectos que tiene se pueden arreglar. Las ocho habitaciones de las que consta el piso son más que suficiente para todos, aunque los muebles sí es necesario cambiarlos.

—¿¡Cómo va por ahí abajo?! –grito a los que se han quedado–. ¡Por aquí cumple con los requisitos mínimos de calidad, aunque mejor que por ahora ahuyentemos a los de sanidad!–observo mirando los insectos que recorren los muebles carcomidos.

Mantuvo una expresión seria todavía con la mirada fija en Toima durante largos segundos después de escuchar su respuesta. Hasta que esbozó una media sonrisa. En realidad no le había cogido de sorpresa en absoluto.
—Suponía que dirías algo así. Sé que ha sido... Repentino y que no es una perspectiva agradable. Pero es una posibilidad que no puedo obviar y necesito tener alguna clase de seguro... Algo que aligere, por poco que sea, el peso de la incertidumbre. Porque más de una vez he tenido miedo —confesó volviendo a adquirir una expresión seria, casi sombría en aquella ocasión y apartando la mirada del argos—. Ese es el motivo por el que te lo estoy pidiendo —concluyó volviendo a alzar la vista. Una nueva sonrisa se abrió paso en su rostro—. Pero con lo que me has dicho creo que puedo darme por satisfecho.
El draco dirigió entonces sus pasos hacia las escaleras, pero se detendría en el caso de que el ulterano volviese a decir algo.

Toima

El ulterano asintió levemente con las palabras del draco. No parecia querer añadir nada más y, aunque intentaba ocultarlo, la petición de su amigo le habia dejado algo amargo, por decir poco. Con otro movimiento de cabeza se despidió de él, mientras los ojos intentaban penetrar en el psique del mismo, otra vez más, sin efecto alguno. No era capaz- No entendia el porque podria llegar a pensar. ¿Qué le faltaba en este mundo a Noel? ¿Por qué desearia algo tan siniestro? Desde que empezó su vida en la ciudad habia tenido una total libertad de la que nunca habia disfrutado antes. Podia elegir muchas cosas y, para él, la más importante era que personas podia matar y cuales no.
Nunca se habia planteado tener que pensar en matar a un amigo.

Por ello, cuando el draco se perdió en la lejania, el watahré tensó la mandíbula y se mordió el labio, resoplando con ira. Se sintió estúpido. Y aquello no tenia solución alguna.

Al día siguiente, temprano por la tarde, Gael se dirigió con bastante prisa al mercado, con su cartera y una breve nota con lo que quería. Necesitaba hacer una modificación de última hora en una quimera en la que notó que algunas partes no se encontraban tan firmemente unidas como pensaba. Estaba falto de materiales debido a que había tirado de lo que le quedaba sin ir a comprar desde antes de empezar el torneo, por no perder el tiempo en ello. No tenía en mente tardar mucho. Pidió lo que necesitaba a su proveedor habitual y volvía ya al cuchitril con todo guardado en un pequeño zurrón.

―Hey, amigo, ¿quieres echar un vistazo?
Gael iba a pasar de largo del dueño de la voz sin prestarle atención, pero al mirar de reojo vio que el comerciante tan solo tenía cajas vacías y sucias, a excepción de una.
―¿A qué? ―preguntó escéptico, dirigiéndole una mirada casi burlona. «¿Y para qué?». Lo único que tenía era un animalillo orondo y peludo. Cuando levantó el hocico vio que era un suido muy joven.
―Escucha primero. He estado investigando por Ordesta desde que se abrió el portal y, voy a ser honesto, estoy tratando de sacarle lucro a lo que he encontrado. Esta maravilla de animales solo se dan en una zona, que yo haya visto, y la he descubierto yo mismo. No tienes ni idea de lo rica que está esta carne…
―Véndemelo cuando dé para comer seis personas, ¿vale? ―dijo a modo de despedida, haciendo un movimiento de desdén con la mano y comenzando a marcharse. Ni le sonaba la cara de aquel comerciante, probablemente no era un vendedor ni esporádico. Por otro lado, no tenía sentido pagar cuando ya conseguían carne por sus propios medios. Algo repetitiva y siempre con ese fuerte sabor característico de los animales criados en lo salvaje, pero carne al fin y al cabo.
―Creía que a los tipos como tú siempre os sobraba carroña. Este animal come de todo, son como basureros vivos. Crecen rápido y mucho, no dan trabajo y tienen la carne más suave que he probado en años.
―No voy a preguntarte el precio ―respondió con voz cansada. Aunque había cometido el error de pararse en vez de seguir avanzando.
―Ah, pero te lo voy a decir de todos modos ―repuso el tipo con una sonrisa.


―Os presento a Tocino. ―Veinte minutos después, eso es lo que el fuego fatuo diría al entrar por la puerta del cuchitril. Lo seguía un cerdito peludo que levitaba moviendo las patas con miedo detrás de él―. Antes de que me matéis, no tiene por qué quedarse en el patio, si estorba adecentaré el mini patio del taller. ―La seguridad con que mostraba su adquisición era su forma de negarse a sí mismo que lo había cogido de forma impulsiva y se arrepentía. Sabía que una vez escuchaba demasiado tiempo a un comerciante le costaba horrores decir que no. El animal le había empezado a hacer gracia, y lo habían pintado tan bien y tenía un precio tan bajo para lo que terminaría siendo en kilos de carne que había terminado por llevárselo. Una experiencia nueva, a fin de cuentas huerto ya tenían―. Le he puesto Tocino para no olvidar que es para lo que es ―admitió riendo―. Basta con que se coma todo lo que me sobra y las partes no comestibles de las plantas del huerto y dentro de pocos meses tendremos como setenta kilos de carne sin sabor a bravío.
Gael lo había visto con tanto optimismo que ni siquiera se le pasaba por la cabeza que aquella estimación pudiera ser una mentira descarada. El lechón era enano, pero tampoco le habían dicho cuánto tenía de vida.

Cuando Gael llegó con el animal, Giz se encontraba enfrascado en el estudio de uno de los grimorios por si encontraba algo útil para las semifinales. Como solía pasar cuando un animal desconocido entraba dentro de su campo de percepción, el genemago que el goliat llevaba dentro salía a la luz. Giz dejó el grimorio sobre la mesa y se acercó a la puerta, agachándose para examinar de cerca al animalillo.

―Así que Tocino, ¿eh? ―lo saludó, acariciándole el lomo. En su laboratorio tenía genes de una gran multitud de especies, pero ninguno que perteneciera a aquella rama―. Puedo robarle un par de pelos, ¿no? ―le preguntó a Gael antes de levantarse.  

La respuesta fue la esperable y Giz se agenció un par de muestras con intenciones de futuro poco claras. Al goliat le pasaban por la cabeza ideas que sabía inútiles de sobra, como crear un cerdo que se envolviera en llamas pero sin piel ignífuga, para que se cocinara solo. Imaginaba que lo más útil que podía hacer con un animal así sería tratar con algún carnicero, lo cual no era mala idea, si tenía como referente el dinero que sacaba ya con el pub y la casa de los dulces.

―Nos vamos a poner las botas cuando crezca ―añadió al tiempo que se levantaba del suelo―. ¿Sabes de dónde es?

Toima

El ulterano observaba la escena de brazos cruzados, viendo a la bola de pelo diminuta que habia traida Gael. Cuando les confió su plan, el albino chasqueó la lengua y hubiera rodado sus ojos de tenerlos en la cara.
-Me parece un malgasto de comida y recursos.-dijo siendo directo.-¿Para que vamos a alimentar a una bola de pelo para luego comernosla? ¿No seria mejor buscarnos un bicho un poco más grande?-preguntó, ligeramente consternado, pues a todos les habia parecido una idea lógica y para el ulterano aquello tenia de todo menos eso.

Concluyó el día en el burdel, ya que no volvió al cuchitril hasta la mañana siguiente. Tras lo ocurrido se sentía más calmado permaneciendo cerca de Wen, además de que, tal y como le dijo a su pareja una vez se encontraban en su cuarto, tenía que “aceptar la propuesta a la que no le había sido posible acceder el día anterior”.

No mucho después de volver a casa, se encontró con que el fuego fatuo volvía acompañado de un “nuevo habitante”. El draco se levantó de la silla en la que se había acomodado para dibujar y se acercó con el inicio de una expresión jocosa mientras su amigo les presentaba a su futurible cena. No se molestó en contener una risilla al ser testigo de una escena que ya se había convertido en una absoluta rutina en el modus operandi del asreniano.
—Son de Ordesta —se adelantó a responder a la pregunta de Giz—. Los he visto durante Samhein —aclaró aunque probablemente no hiciese falta—. Los parqios los crían, por lo que pude comprobar…

No añadió nada más por el momento ya que el argos tomó el relevo, reprendiendo al fuego fatuo.
—Venga, hombre, si ha dicho que le dará de comer restos inservibles —le replicó al ulterano, defendiendo al fuego fatuo—. Y me parece que no eres consciente de la diferencia de calidad entre la carne procedente de un animal bien criado que de uno salvaje. Además, con su dinero puede hacer lo que le dé la gana. Probablemente sea una mejor inversión que gastarlo en cantidades ingentes de alcohol, ¿no crees? —añadió con socarronería, dándole un pequeño codazo al interpelado—. Aunque ahora que has hablado de su tamaño —se giró entonces hacia el español de nuevo—. En su momento no lo concebí como algo que no cuadrase, pero todos los “Tocinos” que tenían aquellos parqios eran poco más grandes que este —finalizó señalando al animalito, pensativo—. Espero que todos ellos fuesen recién conseguidos o me sé de un mercader que va a quedarse sin brazos con los que contar el resultado de sus estafas —añadió en tono amenazante y componiendo una expresión suspicaz.

Que Toima fuese a poner pegas no era nada nuevo, pero tenía pensadas suficientes excusas –aunque ya las había usado casi todas–. Fue una suerte que los demás no se opusieran. Mientras Giz lo miraba y tomaba muestras el fuego fatuo sonreía porque la acogida había sido buena.
―Vamos Toima, es cuestión de paladar. Ya lo entenderás. ―En realidad, sabía que no lo entendería. ¿Qué paladar iba a tener el ulterano si se bebía aquellos venenos puros que destilaba?

Noel se le adelantó en la respuesta al goliat y el fuego fatuo sonrió sorprendido por el reconocimiento… hasta que entendió lo que implicaba, antes incluso de que Noel lo especificase. Se quedó con esa sonrisa congelada, empezando a estar internamente nervioso.
―Yo… exageré un poco, más que sesenta serán… unos cincuenta… o cuarenta… sigue siendo mucha carne… y hay que engordarlo bien ―comenzó a recuperar el hilo poco a poco―. Y como no es salvaje tenemos que cuidar que esté limpio de parásitos para poder… curar jamón y hacer chorizos. ¿No hace siglos que no comemos de eso? Y… el hígado encebollado, está de muerte ―continuó, tratando de distraerlos del asunto del timo. Parte de él se debatía por volver al mercado, pero había cogido la última mercancía y el tipo ya no estaría allí. Dudaba que fuese tan tonto como para dejar su rastro visible. «Bueno… tampoco pagué tanto» pensó con un suspiro. Si no hubiera estado dentro de su presupuesto para empezar, se habría ido de allí sin comprar nada. Le rascó una oreja al lechón, con tan mala suerte de que se asustó al ver las llamas acercarse y emitió un guarrido cargado de pánico. El fuego fatuo se quedó totalmente hundido, todavía con la sonrisa forzada en la cara.

―Interesante. ―Giz había pasado por alto las quejas del argos, al fin y al cabo Toima pagaba por adelantar su muerte por cirrosis. Ya cambiaría de opinión cuando probara la carne―. Tengo que visitar pronto Ordesta, los genes de ese planeta dan algo de guerra, pero estoy seguro de que tiene cosas muy interesantes. ―Raro era el planeta que no las tuviera.

>>Lo importante es que estará rico, independientemente de la cantidad de carne que nos dé ―retomó el tema de Tocino, agachándose de nuevo para calmarlo tras el susto que se había llevado por Gael―. Venga, que cuidarlo no será difícil y, si diera problemas, siempre podemos domarlo.

No había razones para desanimarse. Comprar un cerdo no desencadenaría el fin del mundo.

Toima

El ulterano se hundió de hombros profiriendo un sonido apagado para indicar que estaba de acuerdo con el draco en que era mejor invertir en carne que en bebida alcoholica. Pero una era un vicio suyo y otra era una necesidad, así que intentó poner sus ideas en palabras.
-La carne es carne.-le respondió al draco.-No he llegado a ser la persona que soy siendo picajoso con lo que como.-
Sin embargo los cuchitrileros presentes intentaban convencerle de que era una buena idea. El ulterano todavia dudaba. Se frotaba la mandibula, confuso, observando al pequeño ser. No era por atacar a Gael ni mucho menos, pero a él le parecia que aquello de alimentarle para hacerle crecer y que "ya si eso" se lo comerian cuando fuese más grande no le terminaba de convencer. ¿Qué pasaria si no crece? ¿Qué pasaria si cae enfermo y muere? Y, lo más preocupante, ¿Qué pasa si le cogen cariño y acaban decidiendo quedarselo como mascota? ¿¡Qué clase de nombre para una mascota es "Tocino"!?

Estas y muchas preguntas circulaban por la mente del argos quien no omitió un quejido casi sordo mientras pensaba sobre el tema. Pero no podia debatirles que tenian razón a fin de cuentas.
-Es tu dinero, Gael. Si crees que va a servir de algo, te apoyare. Pero todavia no se porque no seria mejor coger uno crecidito, calidad de carne o no, es mucho más rápido y económico cogerlo grandecito.-Tras añadir aquello último, sacó su petaca.-Por Tocino, entonces.-y entonces le dió un buen trago.

Rodó los ojos cuando el ulterano apostilló que no era quisquilloso con la carne.
—Hemos estado alimentándonos a base de manjares desde que nos mudamos y no me he enterado, al parecer —replicó en tono sarcástico—. Por una vez no nos vamos a arruinar ni a volvernos finolis como los gatos. —Dirigió una mirada significativa a Odin, cuya aparición había sido la causante de que hubiera hecho aquel símil.

Lo cierto era que él por cuenta propia nunca habría realizado aquella compra, pero dado que no suponía realmente un problema y Gael lo había pagado con su propio dinero, el draco no veía motivos para recriminárselo. Mucho menos cuando notó que el fuego fatuo comenzaba a mostrarse inseguro al respecto, motivo por el que no añadió nada más acerca de si había sido buena idea o no, ya había resumido Giz más o menos lo esencial de todas formas. A este último se dirigió, no obstante, a continuación.
—No conozco el continente ordés, pero las islas de los parqios me las he pateado todo lo que se puede patear durante las horas de Cosecha. Cuenta conmigo para esa incursión cuando quieras llevarla a cabo.

Toima volvió a hablar, por suerte pareciendo ya convencido esta vez y sonrió con jocosidad cuando el argos hizo una especie de brindis por el suido, el cual, por cierto, se encontraba siendo olisqueado por Odin en aquellos momentos. El gato lo observaba con curiosidad, sin dejar de menear el rabo y estiraba una de sus patas delanteras hacia él para retirarla casi al instante con indecisión. Se llevó un buen susto cuando el animal chilló al rascarle el español las orejas. Al felino se le erizó el pelaje y se ocultó, de un salto, tras las piernas de su dueño. Noel observó a su mascota por encima del hombro con expresión burlesca, aunque no hizo comentario alguno al respecto.
—Yo de lo que contiene esa petaca prefiero mantenerme alejado, pero, ¿a alguien le apetece una cerveza? —inquirió mientras ya dirigía sus pasos hacia el sótano. Al pasar al lado del fuego fatuo, quien todavía parecía cabizbajo, le colocó una mano sobre el hombro y le dedicó una sonrisa antes de continuar—. Alegra esa cara, que estás asustando a Tocino. Y la comida estresada no sabe bien —bromeó dejando escapar una leve risa.

―Sí, hombre, claro que va a servir. No es nada común encontrar algo como un cerdo en nuestra caza, apenas he probado carne de este palo desde que dejé la tierra, y me apetecía, no tiene más. Creo que en la mayoría de sitios donde nos abastecemos no hay o no están fáciles de pillar, y tanto da. Tampoco voy a ir a robarle a granjeros para que venga grandecito, prefiero criarlo por mí mismo. ―Empezó hablando con Toima pero acabó haciéndolo para todos―. Por mí nos comeríamos al lechón pero como va a rentar realmente es amortizando el gasto. De verdad que con las sobras y los deshechos llega para alimentarlo. Mis abuelos tenían algún cerdo, he visto cómo iba el tema de criarlos.

Aceptó con gusto el ofrecimiento de cerveza, pero al pasar Noel a su lado se sobresaltó por lo que le dijo.
―¿Quién, yo? ―forzó una risotada―. Si ya estaba sonriendo. Oye ―añadió mientras iba hacia el sótano―, llénamela hasta el borde, ¿vale? ―Se volvió una vez más hacia los demás y, un poco perdido, hizo otra pregunta―. Y bien… ¿dónde lo meto?
Tocino soltó otro guarrido y volvió a empezar a mover las patas en el aire, esta vez más rápido. Parecía preocupado por la presencia de Odín.

A Giz le alegró ver que la opinión de Toima se había vuelto algo más favorable, así como los ánimos del fuego fatuo. La invitación a una cerveza casi le pudo, pero en aquellos momentos tenía que ir al laboratorio a llevar comida a Lean y Miloslava y a hacer el chequeo rutinario a los animales.

―Creo que lo más sano sería dejarlo dentro, o nos arriesgamos a que estropee el huerto o que Garras se lo coma... ―opinó antes de nada―. Y bueno, creo que yo me tomaré la cerveza más tarde, que toca hacer visita rutinaria al laboratorio y Miloslava me regañará si voy contento de más. ―No le hacía mucha ilusión tener que irse en aquel momento, pero en el fondo sabía que tampoco se lo iba a pasar mal en las mazmorras del castillo.

El asreniano subió a su habitación a por todos los bártulos necesarios para salir y, tras volver abajo, se despidió de sus amigos.

―No os comais a Tocino mientras no estoy ―bromeó antes de abandonar la vieja posada.

Toima

-Apuntame a esa cerveza.-le contestó Toima con una carcajada seca, tamborileando con los dedos sobre su petaca. Cualquier momento era el momento para beber algo. Aunque con el tema de donde meter al bicho no veia que podia aportar, estuvo deacuerdo con Giz.-Será mejor que no se cruce con ella, si. Y eso que procuro mantenerla bien alimentada, pero es que esta todo el día comiendo. No se de donde lo habrá aprendido. No se de donde lo habrá aprendido.-admitió, desconcertado mientras echaba otro trago a la petaca a la espera de la cerveza.

—Ah, ¿es que se puede llenar de otra manera? —Le replicó jocosamente al fuego fatuo cuando le pidió que le llenase la jarra hasta arriba—. Vale, pues que sean tres —dijo cuando Toima también se apuntó a la cerveza y Giz explicó que debía irse al laboratorio—. Qué poca tolerancia al alcohol tenéis algunos —comentó con jocosidad mientras su cabeza se perdía por la trampilla del sótano.

Volvió enseguida, llevando dos jarras de cerveza en las manos y una tercera levitando por delante de él. Le tendió una a Gael y la que levitaba la hizo flotar hacia Toima, dejándola frente a su cara mientras empezaba a darle un trago a la suya propia. Podría haber agarrado dos jarras con una mano, pero le pareció más divertido “servírsela” al ulterano de aquella manera.
—Dicen que las mascotas se parecen a sus dueños —comentó en tono socarrón ante la última apreciación de Toima mientras se mesaba la barba—. Aunque en el caso de Odin creo que… —Se detuvo, porque el felino mencionado se había subido a la mesa y de ahí había saltado hasta su hombro para después frotarse contra su cuello, en una de aquellas escasas muestras de afecto que le daba. Noel se quedó mirando a su gato con suspicacia—. Lo hace a propósito —anunció con tranquilidad sin mirar a nadie en concreto y señalando al felino mientras se llevaba una vez más la jarra a los labios.

>>No creo que haya problema alguno en que se quede aquí dentro, salvo que no se lleve bien con los gatos. ¿Te vas a portar bien con Tocino? —le preguntó a Odin girando la cabeza hacia él y dedicándole de nuevo una mirada suspicaz. El felino, por toda respuesta, volvió a frotarse contra su cuello y ronroneó—. Es un falso.

―Aún está la opción del otro patio… cuando crezca al menos… bueno, no sé si será buena idea compartir la casa con un cerdo… jabalí, lo que sea. Supongo que estos son más dóciles, pero les gusta demasiado romper cosas, prefiero no arriesgarme. ―Había pensado meterlo allí desde el principio, a fin de cuentas era lo más lógico y no molestaba tampoco a los demás por algo que no habían pedido.

Despidió a Giz y cogió su cerveza empezando a beber a cortos tragos. El lechón había dejado de patalear en el aire pero seguía pareciendo asustado, y quizá solo un poco curioso. Trató de prestarle atención, esta vez con un poco más de éxito.
―Buen tocino, eres un tocino bueno ―le dijo con una sonrisa mientras le raspaba la oreja. Parecía gustarle el calor que emitía el guante del fuego fatuo, ahora que veía que no se quemaba. «Si las mascotas se parecen a… una está muerta, la otra es comida. Muerto y comida. ¿Uh?». Salió de su empanamiento abriendo ligeramente más los ojos y miró a Noel y Odín, y luego a Toima. Se terminó la cerveza y la dejó sobre la barra para recorgerla más tarde.
―Nah, definitivamente voy a adecentar el patio de allá. Sí. De momento algo provisional, tengo muchísimas cosas que hacer, y se me ha ido la tarde con esto. ¡Hasta luego!

Salió por la puerta llevándose al cerdo detrás de sí. Lo dejaría suelto por la casa mientras apartaba escombros del patio con levitación. El patio era de tierra pisada, muy pequeño en comparación con el del cuchitril, y a un lado había una vieja caseta de madera con unas letrinas inutilizadas que, por el momento, serían el lugar para que el lechón durmiera. Lamentó no tener paja para hacerle una cama decente, pero a cambio le colocó una pieza de ropa vieja. Mientras estuvo en el taller, arreglando aquella quimera, dejó al cerdo investigar el interior del edificio. No rompió nada, pero sí dejó algún que otro regalo por el suelo. Ahí Gael agradecía enormemente que se pudiera limpiar con magia.

Toima y Tania

Con el torneo tan cerca, ninguno tenia pinta de querer entrenar. El ulterano por su parte habia hecho sus ejercicios matutinos y en esos momentos se hallaba descansando en la hamaca, fingiendo que leia un libro mientras dormitaba entre las páginas.
Tania por su parte estaba ocupada ordenando el armario compartido con el ulterano. Entre el caos de la zona del watahré y al tamaño de sus prendas y zapatos, dejaban a la nublina con muy poco espacio de acción. Mientras se encontraba empujando las sudaderas desordenadas del ulterano como una excavadora con el lodo en un sitio de construcción, se encontró con un monton de paquetes entre la ropa empantanada. Todos ellos envueltos torpemente en papel de cebolla. Cada uno de ellos tenia una etiqueta atada a una cutre cuerdecita de yesca y cada etiqueta tenia un nombre de un cuchitrilero, muchas veces con alguna que otra falta ortográfica, por no hablar de la caligrafia. La nublina se sintió enternecida por un momento, hasta que vio que habia uno con el nombre de "Tanhia". En ese momento no pudo evitar emocionarse. Y el ulterano la captó entonces, porque se habia parado y habia visto que andaba haciendo.

El ulterano se levantó de la hamaca algo torpemente y cayó contra el suelo. Pero se recuperó al instante sin inmutarse y se dirigió a la nublina, muy nervioso. Los ojos se dispararon en ese momento, fijandose en varias cosas a la vez.
-E-Esos son...-dijo, con la voz ahogada.
-¡Son regalos, Toima!-dijo la nublina girandose con un poco común gritito en su voz.-¿Cuánto tiempo llevas escondiendolos?-no le dió tiempo a contestar al titubeante ulterano pues enseguida le planteó otra pregunta.-¿Cuándo pensabas darnoslos?-

El ulterano se cruzó de brazos, haciendose el interesante, arqueando una ceja, pero su tono de voz, vacilante, dejaba que desear para creerse el acto.
-Oi que en muchos planetas se regalan cosas a la gente que cumple en ese dia... Oi que habia fiestas...-
-Pero... aqui hay regalos para todos... ¡Incluso tienes uno para Nia! Aunque ponga "la Vrujha".-comentó conteniendo una risilla.
El ulterano se sonrojó entonces.
-¿¡Qué quieres que ponga, sino!? ¡Todavia no se como se escribe su nombre! Si es con "i" de "iiiii" o de "i" de "ieeee".-dijo, algo enfurruñado.

La nublina contuvo entonces otra risa. Estaba claro que al ulterano le importaba bien poco como se escribian los nombres de sus amigos a juzgar por las demás etiquetas. La nublina le conocia y sabia que habia puesto ese nombre en la etiqueta ya que deseaba picar a la ulterana. Bromas aparte, habia sido un detalle por parte del ulterano. Podia leer en él un intento de mostrar su afecto, una muestra de cariño, una disculpa y un agradecimiento. Habia regalos para los cuchitrileros, para garras, para ella misma, para Nia y para Wen. Por último, encontró una etiqueta con el nombre de Vac. Su mirada se ensombreció unos instantes al recordar al chico pero decidió apartar aquel pensamiento de su mente y centrarse en el niño gigante que se estaba poniendo como un tomate a menos de un metro de ella.
-¿Piensas esperar a los cumpleaños de cada uno para darlos, entonces?-le preguntó

-Eso esperaba...-dijo con el gesto amargo.- Pero ahora que lo has descubierto, pierde todo el sentido de sorpresa... Además, son tonterias... No se si quiera si las van a querer... Aunque me he gastado pasta en ellas...-dijo cabizbajo.-¿Les gustará?-

-No lo sé, Toima.-dijo la nublina, trazando un circulo con los ojos.-Para eso solo hay una solución.-comentó con una sonrisa.
-¿Darselos ya?-preguntó el ulterano, esbozando lo que podria ser un mohin, sopesando lo que aquello significaba.
-Exacto.-

;-;

Toima

Encontró a Giz en el salón. Llevaba sus regalos, una caja mediana y ancha y otra más fina y pequeña. Ambas tenian etiquetas a su nombre que rezaban "Gis" y "Jiz". El ulterano tamborileó con los dedos en el rellano, cabilando como entrar al asreniano, sumido en una lectura de grimorio, concentrado. Le sudaban las manos. Miraba el envoltorio. Se sentia orgulloso de como habia envuelto los regalos, pues casi le lleva más tiempo el envolverlos que el encontrar lo que queria comprarles a sus amigos.
Practicó la manera de caminar hacia el chico dos veces hasta que un orden correcto de pasos hasta verse plantado enfrente del goliat, muy nervioso. Las pupilas empequeñecieron y actuaron casual cuando el asreniano notó la presencia del argos.
-E-Esto son... Regalos.-dijo con una voz carrasposa.-Pense que te gustarian... Eso...-dijo y finalmente dejó caer las dos cajas con cerca de poca delicadeza.-Ábrelos... y... si no te gustan... Eso...-dijo, igual de incongruente, metiendose las manos en los bolsillos.

Regalos de Giz: