Prisión (Archivo II)

Abro los ojos. Qué aturdimiento.
Huele a cerrado; a polvo y a sangre. Mi sangre. Miro mi dedo y veo que tiene un ligero corte. Me levanto del suelo, y descubro que me encuentro en una celda.

Tengo miedo. Sólo recuerdo... lo que pasó por la noche. Aquel ser... 12. dijo que se llamaba, que me mandó aquí... a Rocavarancolia.

¿Era así como se llamaba? Tal vez lo recuerde mal.

Hay humedad en el ambiente. Mi cabello ondulado está ligeramente encrespado. Mis ojos verdes lo miran todo con desesperación, tratando de buscar una salida o... un indicio de que no estoy sola.

Abro la puerta y descubro que hay muchas más celdas, pero casi todas vacías. Sólo hay una en la que hay alguien. Un chico medio pelirrojo, alto, tumbado en el suelo.

"Por suerte no estoy sola", pienso, sin embargo, hago caso omiso al chaval y me vuelvo a mi celda. Me siento en un rincón: prometieron que habría un cambio en mí. Que este era mi sitio, pero...  ¿Verdaderamente lo era?

Estaba ahi, dentro de una mazmorra, en celdas, atrapados como hamsters o coballas de laboratorio, el ruido de la lluvia se oia entremezclado con los estruendos de la tormenta, a mi alrededor tambien se encontraban en celdas otras personas, entre ellas habia una chica, que me inspiraba especial odio.
-¿podeis oirme?
Parecia que si, pero me respondieron con vocabulario extraño, parecia que eramos de distintos paises, que sueño mas raro estaba teniendo hoy...o...¿No era un sueño? Me pellizque la mano, me hizo daño...no era un sueño, la visita de ese extraño ser llamado Doce Puntos no lo fue, estabamos atrapados¿QUE QUERRIAN DE NOSOTROS? Teniamos que salir de aqui, embesti contra la puerta, tenia que romperse, hable en los idiomas que sabia pero nadie me sabia contestar
-Tenemos que salir de aqui!!
Segui embistiendo la puerta, hasta que me hice bastante daño, ahi pare, solamente podiamos esperar.Estaba histerico aunque por fuera no lo aparentara...me calme y me sente en el suelo, respire hondo y me levante a hablar con la personaque tenia en la celda, esa chica tan odiosa de al lado
-hola?
Intente hacerle entender por signos, algo por lo visto inutil, su cara me irritaba a cada momento que la miraba, simplemente gire mi cara, esperando que ella hiciera algo, que ocurriera un milagro, nose...todo esto no era un sueño aunqe pareciera imposible no lo era, encerrado en una celda por un ser extraño llamado Doce Puntos (menudo nombre)supongo que llegaria o algo, por ahora con la tormenta que hacia lo mas prudente seria quedarnos aqui a pasar la noche.
Mire a mi alrededor otra vez, me habia ensuciado mucho mi pijama azul, que por cierto me molestaba que me vieran todos asi, pero vamos, todos estaban igual que yo excepto unos pocos...
La chica de al lado iba ridicula, reprimi una risa, y me volvi a girar, al final lo mejor seria acostarme en el suelo y dormir, pero aun y asi no dejaba de pensar en Doce Puntos el que nos habia raptado, eso era! Doce puntos
-Doce Puntos?
Le dije eso a la chica esperando que lo entendiera

Al muchacho castaño parece que se le ha ido la pinza... Creo que habla inglés. Menos mal que en el instituto nos enseñan a hablarlo:

-Oye, bonito... ¿te importa parar de gritar? ¿No ves que ya me he dado cuenta de que estamos atrapados, atontado?

Tras un breve silencio me levanto de mi esquina, me sacudo los vaqueros negros, y le digo en inglés:

-Me llamo Elisa. ¿Y tú?

Me fijo en que el chaval va en pijama... ¡Menudas pintas! Puf... ¿Por qué lo habrán traído aquí? ¿A caso él podía ser más especial que yo?

Va despeniado, y en sus ojos azules se denota cansancio. Lo habrán pillado ya dormido.

Mareado y con ganas de vomitar, el cuerpo empezó a responderme de golpe nada más recobrar la consciencia alejándome del sueño.

Abro los ojos lentamente y respirando con pesadez, intentando recordar que era exactamente lo que había hecho unos momentos antes. Parpadeo varias veces, pero no consigo ver más allá de sombras difusas y algún que otro rastro de nitidez.
Casi instintivamente me llevo las manos en un rápido reflejo al bolsillo del pantalón y cojo mis gafas, ocultas tras la estúpida capa de vampiro que mis amigos me habían obligado a llevar para el día de Halloween. Cuando me las pongo, mi visión no mejora demasiado, pero al menos los recuerdos empiezan a iluminarse.
Nada más llegar a mi casa, un tipo que creía un psicópata chalado se coló en la sala de estar. Roca-nosequé, había dicho que era su mundo y 'el mío', que podría ir con él. ¿Por qué rayos diría que sí?

Respiro con profundidad, calmándome a mi mismo antes de entrar en desesperación y analizo uno a uno los datos del lugar, hasta que decido ponerme en pie.
Parece una mazmorra de las que se relatan en libros antiguos de aventuras, pero con la leve diferencia de que es real, y en las historias no se suelen dejar la puerta abierta del calabozo.
Me quito el polvo de la capa puntiaguda, la chaqueta con el emblema de mi instituto y de los vaqueros negros, con repelús como si todo lo que hubiera tocado fuera venenoso, y me acerco con la duda en mano hacia la salida, tras escuchar unas voces más allá del ruido de la tormenta.

Me despierto en un lugar que me resulta totalmente ajeno. Estoy tirado en el suelo en un lugar húmedo y frío. El suelo es duro e incómodo. Me levanto con cautela pero parece que a parte de la incomodidad todos mis huesos están en su sitio. Miro a mi alrededor con aire ausente y noto que estoy en una especie de celda. A través de unas estrechas ventanas se veía y oía una fuerte tormenta acompañada por una lluvia torrencial.
-¿Dónde diablos estoy?-inconscientemente lo digo en voz alta en lugar de pensarlo, pero la voz apenas me sale, probablemente ni siquiera alguien que se hallase a escasos centímetros de mí me hubiese oído.
Mi mente empieza a recordar poco a poco algo que me inquieta. Lo último que recuerdo es algo que no es posible y que al mismo tiempo parece evidente que lo es.

Recuerdo estar en mi habitación quitándome mi disfraz de Halloween con hastío, apenas había llegado a utilizarlo cinco minutos. Salí a la calle con él puesto, durante los días anteriores había estado preparándome para el día con ilusión. Era un disfraz de nigromante bastante logrado, con su túnica y su capa oscuras y sus artilugios de magia negra. Recordarlo ahora hacía que me avergonzase de mi mismo, pues me hacía recordar una imagen muy infantil de mí mismo. ¿Qué importaban esas tonterías cuándo no podías confiar ni siquiera en tu familia?

Sin duda ese era el motivo por el cual había aceptado lo que aquel hombre de aspecto extraño me había dicho sin inmutarme. Puede que el humo de su pipa tuviera algo que ver, pero no estoy muy seguro. Aunque eso poco importaba, pues sin duda estaba convencido de que todo era un producto de mí imaginación, provocado por el estado de pesadez mental en el que me encontraba. Por otra parte, ahora que me hallaba en un lugar desconocido y con la cabeza un poco más fría era un pensamiento un poco estúpido. Sin duda yo estaba irascible y frustrado, pero eso no era motivo para tener una alucinación de tal calibre. ¿Un sueño? No lo parecía. Volví a mirar a mi alrededor y cavilé en lo que había pasado hasta el momento. No podía ser cierto, pero al mismo tiempo estaba muy claro que sí lo era. ¿Por qué? No lo sabía.

Decidí poner en orden mis pensamientos. Volví a sentir un acceso de rabia al recordar la revelación que me habían hecho mis padres escasas horas antes de despertarme en este lugar desconocido. ¿Cómo habían podido ocultarme algo tan importante hasta tal punto? Si lo pienso creo que lo que más me molesta es que eso significa que todavía me consideraban un crío. Tengo catorce años, demasiado tarde para enterarme de algo como eso... Decidí interrumpir ese hilo de pensamientos para avanzar en el tiempo y saltar al siguiente recuerdo. Me veo a mí mismo en mi habitación con mi atuendo habitual que, tras comprobarlo, es el mismo que llevo puesto ahora mismo. Una chaqueta de cuero y pantalones vaqueros, además de una muñequera en la mano derecha. Comprobé la mano izquierda y vi que mi reljo se había roto. Con una breve exclamación de fastidio me lo quito y lo guardo en uno de los bolsillos de la chaqueta. ¿Por dónde iba? Sí, me veía a mi mismo sentado en el suelo, en un rincón de mi habitación, con los brazos cruzados y una expresión sombría en la cara. Hasta minutos antes mi madre había estado intentando hacer que saliese a divertirme como tenía planeado, pero no le hice caso. Cuando se rindió, tras transcurrir lo que pudieron ser de minutos a horas, fue cuando aparecieron aquellos extraños cuervos. Empezó siendo un breve murmullo, pero cuando me quise dar cuenta un estruendo ensordecedor parecía haberse apoderado del ambiente. Me incorporé de golpe e instintivamente llevé la mano a la vara de mi disfraz de nigromante que se encontraba tirada en el suelo a mi lado. Con el corazón en un puño esperé a ver qué ocurría, hasta que apareció el extraño hombre que fumaba en pipa.
El humo de su pipa parecía nublar la mente mientras hablaba de, según él, una ciudad prodigiosa. ¿Cómo había dicho que se llamaba? Rocavaraalgo... Rocavarancolia, creo recordar. Me siguió contando lo maravilloso que sería vivir allí y me aseguró que si no me gustaba podría irme al cabo de un año. Según él no podía mentirme, pero la verdad es que creo que en ese momento no hubiera dudado nada de lo que me dijese. Convencido de que me había vuelto loco, acepté a todo lo que me dijo casi sin vacilar. Después de todo ya que mi familia no confíaba en mí, al menos debía fiarme de mí mismo. Vaya estúpidez, pero creo que podía echarle la culpa a ese extraño humo de la pipa del desconocido. Intenté recordar como había dicho que se llamaba pero sólo recordaba el número doce, por algún motivo. Bueno, eso no tenía importancia.

Así pues, ahora me encontraba en un lugar totalmente desconocido, frío y húmedo, con una estruendosa tormenta afuera. Genial, supongo. Ahora que lo recuerdo, momentos antes de que apareciese el hombre había deseado poder refugiarme en alguno de los mundos que me ofrecían mis libros preferidos. Así que si todo lo que me había dicho aquel hombre era cierto y había ocurrido de verdad, ¿es cómo si se hubiese cumplido mi deseo? Me reí mentalmente de tamaña estupidez. Pero la realidad era que estaba aquí. También cabía la posibilidad de que me hubiesen secuestrado. Eso último sería lo que cualquier persona normal pensaría. Pero yo había decidido hacía tiempo no ser una "persona normal". De momento iba a actuar como si de verdad estuviese en algún mundo fantástico, total, ¿qué podía perder? Quizás fuese cierto...

Con esos pensamientos salí de la celda sin ni siquiera pararme a pensar en el potencial peligro que eso podría suponer. Normalmente hubiese sido más cauteloso, pero no hoy. Una vez más me pregunté: ¿qué podía perder?

"-Mi más sentido pésame. -terminó de decir la única persona que todavía no había tenido la oportunidad de acercarse.- Ha sido una gran pérdida para todos.

El joven pelirrojo que se hallaba apoyado contra la pared, mirando al suelo, ni se molestó en levantar la mirada para observar a su padre estrechando la mano de otro desconocido. ¿Y decían que el edificio...? No, eso era imposible. Completamente imposible. Sintió una vez más la extraña sensación de que le estaban ocultando información. ¿Pero en qué les beneficiaba hacerlo? O quizás era que ni ellos mismos lo sabían."

Me revuelvo en el camastro de madera, mirando hacia la pared de piedra. Un leve resplandor entra por el pequeño orificio que hace las veces de ventana en este lugar oscuro y de aspecto apagado. Una celda, pienso. Estoy en una celda. Una celda fría y carente de toda hospitalidad. Y aun así, me siento mejor que en compañía de mi padre. Ese hombre estaba obsesionado con su maldita empresa.

"-¿Y qué piensas hacer? ¿Ser uno de esos locos que se pasan el día dibujando y montando tonterías? Tienes que pensar en tú...
-¡Cállate! ¿Crees que no pienso en mi futuro? Puedes pensar lo que quieras, pero estoy completamente seguro de que me irá mejor en un trabajo que me guste que en uno que tú me impongas siguiendo esa idiotez del negocio familiar.
-¿¡Cómo te atreves!? ¡Tu abuelo trabajó muy duro para levantar esta empresa! ¡Y tú...!
-¡Me da igual, ¿vale?! ¡No quiero heredar la puta empresa! ¡Me da igual lo que hiciese el abuelo, bien por él, pero yo no quiero entrar en esto!
-¡Alphonse, mientras vivas en esta casa haras...! ¿¡A dónde crees que vas?! ¡¡Eh!!

Pero Alphonse, irascible y completamente harto de todo, ya había cerrado la puerta bruscamente tras de sí."

Vuelvo a cambiar de posición sobre mi incómodo apoyo. Y llueve, añado mentalmente, llueve mucho. Tormenta, eso es. Es una tormenta. Parece como si cuanto más consciente soy del ambiente, más se acentuase este. Claro, por eso esta todo mojado debajo de la ventana. Tiene sentido. Pero estoy pasando algo por alto... No consigo recordar qué puede...

"-Es un mundo maravilloso.-repitió con impaciencia el muchacho por tercera vez en lo que iba de conversación.- No te arrepentirás.

No te arrepentirás. Esas palabras resonaron en su cabeza una y otra vez como la lluvia torrencial chocando contra el suelo, que había comenzado segundos después de poner un pie fuera de la mansión. ¿Qué hacía todavía allí, hablando con el extraño que acababa de encontrar al girar la esquina? Debería estar buscando cobijo bajo un soportal o algo.

-Rocavarancolia...-dijo para sí el pelirrojo.
-Así es. ¿Entonces? -preguntó el muchacho mientras dirigió su mirada hacia él, como si en el interior de su cuello un resorte se hubiera activado de pronto.- ¿Cuál es tu respuesta?
-Iré. Nada me ata a este lugar. Ya no."

Después de intentar buscar una posición más cómoda un par de veces más, desisto. Así que era eso. Eso era, por eso estoy aquí, en una celda azotada por el temporal. Ahora todo tiene sentido, o eso me gustaría poder decir. Viendo que seguir pensando en el pasado no me va a llevar a ningún sitio, decido ponerme en pie. Estiro brazos y piernas, emitiendo uno o dos crujidos mis extremidades. ¿Cuánto tiempo llevaré ahí tumbado? No es relevante.

Como ya sabía, hace frío, llueve, estoy sumido en la penumbra, posiblemente por efecto de las nubes de tormenta, y no mucho más. No, realmente hay poco que ver en el pequeño habitáculo de piedra desgastada.
Desgastada. Ahora que me fijo, todo esta bastante viejo. O simplemente, mal cuidado. Deduzco que quien sea que se encargue del mantenimiento decidió dejarlo de lado hace bastante tiempo, quien sabe si años o décadas. Lo que si está claro, por la capa de polvo que recubre algunas zonas de pared y las telarañas que me observan expectantes desde el techo y las esquinas, es que esta celda en concreto ha permanecido deshabitada durante mucho tiempo, y yo soy su último ocupante. Que honor. No sé si lo he dicho por mí o por la habitación. Devuelvo una mirada inquieta a las telarañas y examino los puntos interesantes.

Por la ventana no veo absolutamente nada, así que tampoco saco nada en claro. Vaya, eso ha sido rápido. Y de salir por ella ya ni hablemos. Tendría que abrir un poco más de hueco, y no tengo ni la fuerza ni las ganas para arrancar a pulso esos toscos ladrillos de la pared.

En cambio, la puerta parece prometedora: una puerta aparentemente resistente, enmarcada en no precisamente finas placas metálicas mal remachadas. Este sitio está hecho una pena. Cuando me decido a empujar la puerta me doy cuenta de algo maravilloso. La puerta no cede. A lo mejor es que se abre hacia dentro, solo que tampoco. Lo extraño es que observando la cerradura y con la poca luz que hay, diría que no está cerrada. Atascada diría. Atascada, y yo con ella. Genial.
Aporreo y aporreo para finalmente dejar la idea de lado mientras me froto mis doloridas manos. Deben haber engrasado las bisagras hace siglos. O quizás simplemente un trozo de la estructura esté bloqueándola desde fuera. O la cerradura ha saltado al cerrarse por última vez. Y podría seguir buscando más y más posibles fallos a este desastre en forma de acceso inútil, pero no lo haré. Me urge ver lo que me espera fuera.

Tras unos minutos de dar vueltas por el poco espacio disponible, vuelvo a ponerme frente a la puerta con un plan en mente. Estoy completamente seguro de que podría desatascar la puerta con un golpe en el punto preciso. Dadas las leyes de la física aplicadas a las fuerzas rotatorias, el punto más adecuado sería en la parte más alejada de las bisagras, el punto de apoyo, y por sentido común, añadiría que habría que dirigir el golpe hacia la zona donde se halla la cerradura, en el centro del tablón de madera.
He de reconocer que no tengo mucha fuerza, pero la fuerza es igual a la masa por la aceleración. Así que... con que la patada termine a más velocidad que como empezó, servirá, ¿no?

Me digo una y otra vez a mí mismo que funcionará, ya que aunque intente no pensar en ello, me aterra pasar el resto de mi vida encerrado en esta sala tan aburrida, un incómoda, húmeda y corta vida. Sí, creo que funcionará. Y si no lo hace, me habré mentido, y no me quedará más remedio que dejar de confiar en mí mismo. Dejándome de tanto monólogo interno, lanzo una imprecisa patada tan rápido como mis músculos y mi coordinación me permiten. La puerta parece absorber todo el golpe en las primeras décimas de segundo, mermando mis esperanzas, pero entonces cede y golpea bruscamente la pared exterior, rompiéndose una de sus oxidadas bisagras y quedando inmóvil y bloqueada en su posición actual.

Tras volver a tener los dos pies en el suelo, llevo ambas manos a la cintura en una suerte de posición triunfal, hasta que el subidón de egocentrismo pasa tan rápido como ha venido. Me aferro la pierna derecha, soltando pequeños alaridos de dolor mientas efectúo un ridículo baile a la pata coja. Esto me va a doler luego. Además de ahora. ¡Pero qué más dará! ¡He salido!

Me desperté algo aturdido, intentando, en vano, recordar lo ocurrido la noche anterior. Se sentía como el día que Jason consiguó alcohol y yo por curiosidad, me apunté a beber con ellos. La mañana siguente a aquella no podía con mi cabeza y casi me llevan al médico.

Miré por la ventana, con rejas. La ciudad que se veía a través de ésta era un completo caos, como en una película sobre la edad media.

"Qué divertido" - pensé - "Tiene mejor pinta que St. Petersburgo" - me dije y seguidamente sonreí.

Después de un rato, cuando no quedaba nada que ver en mi celda, decidí salir. Había cuatro habitaciones en el piso incluyendo la mía. Una parte de la pared, cercana a las escaleras, estaba derruída. Como si algo gigante lo hubiera golpeado.

Decidí bajar por las escaleras hasta lo que parecía el piso medio, pero me detuve: oía voces.

"¿Más gente?" - me asusté y me decepcióne - "Él me dijo que era mi mundo..."

Nunca me había gustado la gente, y seguía sin gustarme. Eran crueles, mentirosos, aprovechados, hipócritas y unos interesados. La soledad era mejor, sí.

Decidí sentarme en mitad de la escalera entre el segundo y el último piso, semi oculto entre las sombras, esperando a que la gente de ese piso se fuera, y poder seguir investigando el lugar tranquilo.

Me despierto algo desorientado en una habitación poco iluminada, estoy tumbado sobre un camastro un poco duro, blanco,sucio e incómodo.

No me encuentro muy bien, no recuerdo bien que ha pasado, trato de aclararme las ideas porque tengo embotada la cabeza y no puedo pensar con claridad.

Se me empieza a despejar la cabeza y el mareo se me va pasando. Empiezo a reconocer algunas formas en la habitación, esta bastante oscuro y cuesta saber como es lo que me rodea, pero parece que es una habitación pequeña con muy poca decoración. Detrás de la puerta se oye caer la lluvia. Parece una tormenta muy intensa como las de los monzones de casa. Hace bastante frío, así que me tapo con la manta. Cuando el chico me ofreció venir a otro mundo acepté sin pensarlo, después de tanto tiempo viviendo sólo en la jungla, cualquier cosa me parecía mejor, pero ahora no estoy tan seguro...

Oigo el viento en el exterior y me arrebujo entre las sábanas. No estoy acostumbrado a estas temperaturas.

Parece que aún es muy tarde y no oigo ningún ruido fuera, además tengo mucho sueño así que aún intentando mantenerme alerta por lo extraño del lugar se me van cerrando los ojos...

Un trueno me despierta cuando estaba a punto de dormirme así que decido aventurarme a ver si encuentro a alguien y me ayuda, decido abrir la puerta , me asomo hecho un vistazo y no veo a nadie así que decido investigar un poco.

Hay mas habitaciones que todavía no he entrado, haber si me encuentro a alguien que me ayude, seguí un pasillo muy largo , parecía interminable así que cuando vi una puerta la abrí lo mas silenciosamente posible estaba muy oscuro pero no había nadie en la habitación. Decidí seguir el pasillo para ver hasta donde llevaba...

Desperté con la cabeza palpitando, y la lengua pastosa y reseca como mis neuronas. La sensación de encontrarme soñando había desaparecido, pero TENÍA que estar soñando, ¿no?
No, yo había firmado con sangre, y aquí estaba. Robasandalias dijo?

Aquella vez, al alzar la mirada sobre el libro, me había visto envuelta en humo verdoso. Una figura me hablaba, pero no sentí ningún miedo. Remontándome atrás, era muy extraño. ¿por qué no grité? ¿es que acaso era normal tener a un desconocido en tu habitación? Aun llevaba puesta la ropa de aquel día. Me había acostado sin desvestirme.
Y la figura empezó a decirme que era especial, me habló de un "lugar" al que yo en realidad pertenecía y debía ir. Y contestó mis pocas preguntas mientras fumaba y soltaba volutas verde aceituna en el aire de mi dormitorio.
- ¿Vendrás?- preguntó al cabo de un rato, cuando creyó que yo ya había aclarado todas mis dudas. Me lleve una mano a la cara y la deje resbalar lentamente. Una parte de mi quería lanzarse, ir, aceptar. Pero aquello, aun pareciendo un sueño, sonaba tan... fantasioso. Como el discurso de un politico. Y ¿yo desde cuando soy especial?
- ¿cara o cruz?
- ¿eh? ¿Decías, muchacha?
- Tal como yo lo veo, no voy a llegar a ningún lado con su charla sobre rocavanadolia. Deje que el azar decida. ¿cara o cruz?- Me revolví el bolsillo de los vaqueros y di con mi moneda vieja. Una que ya no tiene nigun valor porque es de hierro, pero que me gusta porque tiene grabado tres peces en una cara. Repetí mi pregunta una tercera vez, lance al aire, y decidí.


Me incorporé algo mareada. Recordé mi sangre que sellaba el acuerdo. Recordé ver como todo rastro de mi desaparecía frente a mis ojos. Como si nunca hubiese existido. Y supe que no era un sueño. Y solo por eso tuve más ganas de despertar.

Mire a mi alrededor otra vez, mi cabeza estaba embotada, estaba mareado y todo daba vueltas, no dormi en toda la noche y estaba ademas muy cansado, de repente esa odiosa niña me hablo, en mi propio idioma y para insultarme
-¿Atontado yo? Me he estado intentando comunicar contigo todo el rato y hasta ahora no me has dicho nada!
Bueno, me deberia controlar, ella no me ha hecho nada, era un odio irracional, asi que decidi presentarme amablemente
-Me llamo Mark, tenemos que salir de aqui deberias probar a ver si tu celda esta abierta
Al parecer uno de nosotros ya habia salido de alli,yo sali dificilmente entre una rendija que dejaban dos barrotes que habia sido forzada por alguien o por algo, este hueco daba lugar a la habitacion de Elisa, alli juntos derribamos la puerta de la celda y salimos, una ves fuera teniamos que libarar a otra chica que parecia que se acababa de despertar, pero antes nos dirigimos hacia la gente que acababa de salir
-Hola? Alguien entiende mi idioma?
Al parecer no, aunque en vano segui intentandoles comprender.
(Sigue en la plaza de la fuente)

Hay más como nosotros. Más niños encarcelados.
Oh, ahora Mark pregunta si alguien entiende su idioma. Seguramente será más fácil que entiendan su idioma que el mío. Bueno, al menos podemos comunicarnos de alguna forma.

-Tenemos que salir de aquí... este sitio me da mala espina. -Sentencio yo en inglés.

Hay más muchachos en las celdas, aunque no demasiados. Algunos están aturdidos; otros siguen sin levantarse. Parece que un par de ellos están hablando en una de las celdas, pero no los espero.

Necesito salir de aquí. Tengo que salir. Tengo sed. Tengo hambre... Y miedo.

Voy sorteando pasadizos y otras celdas, hasta que, por fin, doy con una puerta que parece ser la salida. La abro, con decisión, y pongo un pie fuera.

Cerca de aquí hay una fuente.

[Sigue en la plaza de la fuente]

Abro los ojos con lentitud. ¿Qué narices...?
Entonces, a mi cabeza acuden muchas cosas de golpe. Aquel extraño en mi cuarto... Y yo estaba extrañamente tranquila, incluso cuando me habló de otro mundo, de que todo lo vivido hasta el momento no tendría importancia para mí. Me planteé por un lado que haría mi padre si me marchara, por otro la posibilidad de escapar de aquel mundo de mierda. Pero, sobre todo, tenía presente que todo era un estúpido sueño. Y... No recuerdo mucho más.
Sin embargo, al estar ahí saco dos conclusiones: una de ellas, que acepté. Y la otra, lo cual resulta más importante y compruebo al pellizcarme... Que todo aquello no fue un sueño.

Intento no pensar demasiado, y me incorporo. Mientras que me planteaba todo lo sucedido, mi vista se ha ido adaptando a la oscuridad. Miro alrededor. Vaya, parece que estoy en una mazmorra...
Me pongo en pie entonces. Agh. Llevo tan solo calcetines. ¿Quién me impediría calzarme algo? Sin embargo, conforme empiezo a andar hacia la puerta, me acostumbro a la sensación de las piedras clavándose en las plantas de mis pies.
Llego hasta la puerta, pensando en como forzarla. Y, para mi sorpresa, está abierta. Agradecida por esto, salgo y comienzo a caminar por los oscuros pasillos, dándole mil vueltas a distintas preguntas.
¿Cuándo volveré a ver a mi padre? ¿Cómo estará él? Y, sobre todo... ¿será posible realmente olvidar todo lo que ha pasado hasta ahora en mi vida? Siento lágrimas de impotencia que intentan salir de mis ojos al recordar tod a mi vida como una película y, sin embargo, no dejo que lo hagan.
No. No tengo intención de llorar.

-¿Hola? -pregunto en inglés, con la esperanza de que haya alguien más allí.
Entonces, oigo ruidos. Hay más personas que hablan. Las sigo a una distancia prudencial, y agradezco que salgan de allí.

(Sigue en la plaza de la fuente)