Prisión (Archivo IV)

RR abrió los ojos y, al comprobar que aquel techo de piedra no era el de su mugriento hogar, saltó de la cama sobre la que yacía, mirando a todos lados de forma histérica, medio analizando su situación, medio buscando su escopeta. El lugar debía de ser una cueva, por el aspecto de las paredes y el suelo. Pero aquella cama… y la puerta. ¿De qué cojones estaban hechos? Por no hablar de la antorcha… Debía de estar en algún punto de los sistemas de cuevas, pero… ¿dónde? Los krerontes, por lo que él sabía, no tenían costumbre de construir, ni de iluminar, ni de poner puertas, ni de esperar para comerse a nadie. Y si no eran antropófagos… ¿quién?

Y entonces, súbitamente, recordó a aquel muchacho rojo y a la mujer fumando en su habitación. Recordó cómo les había apuntado con la escopeta y les había sugerido sacar su culo de aquel mugriento agujero al que llamaba hogar antes de que les hiciera unos cuantos agujeros nuevos. La pareja no pareció ni mínimamente intimidada por la amenaza, y como respuesta le habían comenzado a sugerir un viaje a un mundo maravilloso y de fantasía. Haciendo un importante esfuerzo para rememorar lo acontecido, supuso que aceptó, seguro cómo lo estaba ahora de que se trataba de un sueño. Y era lo que mejor recordaba, el ambiente onírico que envolvía la escena.

Se sentó en el extraño camastro de material marrón, no sin antes comprobar si alguien le había dejado un regalito explosivo debajo. "Piensa, RR, piensa…."

Debían de haberle drogado y secuestrado. Pero, la cuestión era… ¿por qué? No tenía ninguna información importante, y por seguridad no guardaba paquetes que tuviera que enviar por las alcantarillas, sabedor de que el mejor truco para que no te pillen con mercancía ilegal es no llevarla encima. Podrían haberle registrado la habitación y haberle metido un tiro en la frente. ¿Para qué preocuparse de un fontanero cualquiera? ¿Qué podían ganar manteniéndolo preso? Aunque pidieran un rescate, y aun suponiendo que alguien estuviera dispuesto a gastarse un C en su pellejo, no podrían reunir ni para un trago de skaj.

La posibilidad de que el sueño fuera cierto le asaltó de repente, y estuvo a punto de echarse a reír, y lo habría hecho de no ser porque la carcajada se ahogó a mitad de camino en la garganta. La posibilidad era minúscula, sí, insignificante. Pero brillaba y atraía su atención cómo una astilla clavada en su cerebro.

Se detuvo a pensar durante unos segundos, hasta que finalmente se levantó y, apoyando el oído contra la puerta, comprobó que la quietud del silencio reinaba al otro lado de la estancia. Una vez cerciorado de ello, comprobó flugralmente palpándose que todos sus bolsillos y mochila llevaban todo lo que debían y, sin más dilación, lanzó una patada a la puerta, abriéndola y astillándola bajo sus suelas metálicas. Tras esto, se asomó al pasillo de piedra, mirando a todos lados en busca de algún peligro. Al no encontrarlo, se puso la capucha, las gafas y el pañuelo, y comenzó a recorrerlo a bien ritmo, decidido a sobrevivir un ciclo más y a no acabar en la cena de nadie.

Estoy en la biblioteca, tomando apuntes de un libro sobre las Brujas Antiguas para luego compararlo con otros apuntes que recogí ayer. Así comparando iré llegando al fondo del asunto, a la verdadera verdad. En una odiosa pausa para beber un poco de agua me doy cuenta de que estoy solo en la enorme sala. << ¿Dónde está todo el mundo? >> Esto suele estar abarrotado... Con el vaso de agua me doy una vuelta por todo el edificio, buscando a la gente o el suceso que haya vaciado el lugar, pero cuando descubro que estoy total y absolutamente solo, suspiro aliviado y vuelvo a mi mesa de trabajo. No me da tiempo a disfrutar del sonido de mi respiración y corazón, ya que en lugar de mis útiles encuentro un enorme libro negro con una carmesí luna en la portada. Miro a mi alrededor buscando al que haya puesto esto aquí, aparte de robarme mis cosas, pero no hay nadie.
-Aquí está pasando algo raro...
Pero nadie responde a mis palabras. Y no encuentro mis apuntes ni nada, así que abro el libro embargado por una repentina curiosidad. En cuanto comienzo a leer veo que se trata de un cuento sobre una misteriosa y oscura ciudad, leyendo a toda velocidad de arriba hacia abajo, pero de pronto caigo en algo que vi más atrás y repaso las páginas hasta dar con la palabra intrusa: Dama. Junto a esta se sucede un nombre de lo más curioso, pero sigue hablando y por lo que entiendo del texto, la sociedad no es para nada como la de aquí, ni siquiera las creencias.
-No puede ser... ¿Quién ha escrito esta herejía? ¡¿Quién se ha atrevido a escribir algo así y a dejarlo a mi alcance?!-grito buscando al culpable, pero solo el eco me responde.

El eco y un violento pasar de páginas del libro hasta una sección en la que confirma su existencia. Cojo el libro con fuerza y releo mil veces esa parte
-Existe... Tengo que verlo. Necesito verlo.

Frustrado por la perspectiva de un mundo donde todo sea tan diferente y a la vez curioso por saber cómo funciona algo así sin destruirse a sí mismo, sigo leyendo y pasando páginas con violencia, algunas las rompo incluso, mientras busco alguna indicación de dónde está. Hasta que me doy cuenta de un pequeño gran detalle...
-¿Cómo voy a ir a un mundo sin Magia? Es un maldito mundo maldito... No está a la vuelta de la esquina, ¿sabrán los Grandes Felinos de su existencia siquiera? Maldita sea...

Pero una fuerza inexplicable me hace retomar la lectura del tomo hasta que ya sólo veo las palabras y los dibujos pobres en detalles en mi cabeza, todo a mi alrededor desaparece mientras oigo una hipnótica voz que parece colarse por cada poro de mi piel, diciendo una única pero deliciosa frase:
-Ven, yo te llevaré a Rocavarancolia...

Despierta...
Abro los ojos lentamente, sintiendo un ligero mareo y un dolor de cabeza, pero logro sentarme en... << Esta no es mi cama... Ni mi habitación, ni nada >> Al menos llevo mi ropa, me percato aliviado.
-Pero dónde estoy es otra cuestión...

Desde la cama miro la ruinosa habitación, que más que un dormitorio parece una celda, por la puerta. Aunque de civilizado tiene poco, ya que todas las paredes tienen algún que otro boquete o golpe y la humedad es imperante en el ambiente. Lo peor es que no recuerdo cómo he llegado aquí, sólo logro recordar trazos de una extraña pesadilla. Decido levantarme y acercarme al pasillo, para luego asomarme y ver que estoy aparentemente solo en el sitio. << ¿Qué hago? Exploraré a ver >> Agarrando los arneses y asegurando que estén en su sitio, salto de la cama y doy un par de vueltas por el lugar, sin encontrar nada que explique mi presencia aquí. La sensación de mareo ya ha cedido, aunque el malestar general sigue presente.

Así pues, salgo al pasillo con las manos a los lados, moviendo los dedos y a paso silencioso con las rodillas flexionadas, listo para dar un zarpazo a cualquier cosa que se me cruce por delante. << Recuerdo algo de un libro... Estaba en la biblioteca, seguramente. Pero no recuerdo ningún edificio tan ruinoso en la Capital... ¿Quizá... ? No sé, ¡maldita sea! >> Empiezo a respirar agitadamente, pero me tranquilizo apretando fuertemente los puños y las garras contra las palmas. Luego sigo caminando por el pasillo mientras lamo los arañazos limpiando la sangre. Pero a medida que avanzo y voy cerciorándome de que esto es una especie de mazmorra, una idea va tomando forma... << Y si he hecho algo que no recuerdo y me han tomado preso? >> me paro a pensarlo, girándome y mirando mi habitación << Pero no hay nadie... No hay guardias, nadie, no escucho gritos ni nada, no puede ser eso... >> Me rasco la cabeza con los nudillos y decido seguir caminando, frustrándome a cada paso al no hallar una respuesta ni recordar la pesadilla ni nada...

La luz que entraba por la diminuta ventana iluminaba con delicadeza la celda, lanzando sombras y destellos sobre el suelo y las paredes. A Yrio se le antojó un foco insoportable. Gimoteó, maldiciendo a su edeel por trasnochar y dejarse las persianas levantadas... o a sí mismo por olvidarse de bajarlas. Se hizo un ovillo, cubriéndose con la blanca y mugrienta sábana, demasiado fina para protegerle del todo. << Espera un momento...>> Cayó de la cama de pura impresión y miró en todas direcciones, aterrado. Esa no era su cama, ni su habitación. Se frotó los ojos, confundido, y luego se hizo visera con la mano para poder mirar hacia la ventana. El sol dolía menos, pero era indudablemente de día. << ¿Debería esperar a la noche o...?>> No, aquello era demasiado extraño.

Se puso a dar vueltas por la habitación como un animal encerrado, haciendo tintinear sus cascabeles. Recordaba vagamente una discusión con su parte oscura y...

-Mierda, mierda, mierda!!!

Y habrelo tirado por las escaleras accidentalmente. Chillo de rabia, tirándose del pelo y maldiciéndose por el lío en el que se había metido.

-Vale, valevalevale... Cálmate, Yrio, has venido a arreglarlo. Nadie te juzgará aquí, al menos eso dijo el señor de negro

<< Bizarro señor de negro...>> pensó.

Había una puerta de madera entornada. Al asomarse, descubrió que los pasillos estaban agradablemente más oscuros. También que hacía un frio horrible, así que se envolvió con la sábana y avanzó por los pasillos con cautela... o más bien no.

-¿Hola?- preguntó al aire- ¿Hay alguien?

Abro los ojos pesadamente, siento la boca pastosa y la cabeza me da vueltas. Con algunas dificultades intento enfocar lo que me rodea, pero demoro varios segundos en lograr que el mundo deje de dar vueltas y vuelva a verse claro. Frente a mi solo veo un techo de roca, intento levantarme pero mi cuerpo parece aun más lento que mi adormilada mente. Con movimientos lentos y torpes logro sentarme en mi "cama", estoy en una superficie de la misma roca del techo, que resulta ser la misma roca de todos los muros, una especie de mazmorra, en cuanto me doy cuenta de la naturaleza de la habitación en la que me encuentro siento un ataque de claustrofobia, me levanto de golpe pero, para mi suerte, la puerta se encuentra abierta.
- ¿Que clase de criatura te encierra en una mazmorra y olvida cerrar la puerta? - Intento centrar mis pensamientos y recordar como llegue hasta allí, poco a poco las imágenes vuelven a armarse en mi cabeza.

Me encontraba solo, como siempre, en una de las profundas alcantarillas de F.O.N.E.R.A, esa misma tarde había tenido un encuentro demasiado cercano con los vastagos de la reina insecto,había logrado escapar por los pelos, pero había recibido una buena herida en el brazo. Por culpa de mi escape había perdido las únicas provisiones que había logrado juntar en los últimos días, y ahora estaba demasiado cansado y herido para cazar y más hambriento de lo que había estado en varios meses, maldije mi mala suerte. Fue en ese momento cuando los vi aparecer, al frente iba uno Foner, tenia el cabello blanco, como yo, alto y majestuoso, y con la mirada más dulce que vi jamas, le acompañaba una chica que se quedaba resegada, de vestido y cabello largo, aunque mi atención fue solo para el Foner. De vez en cuando recordaba a los míos, sabía que en alguna parte habían más, y recordaba que mis primeros años los pase con ellos, es por eso que e el fondo extraña su contacto, odiaba estar solo aunque no lo admitiera jamas.

Sonreí para mi mismo, los dos extraños no habían tenido que hacer ningún esfuerzo por convencerme, la chica estaba sacando una pipa que aun no encendía cuando yo ya había aceptado, la verdad es que estaba tan desesperado por salir de aquellas malditas alcantarillas que no me importo a donde iría, solo me importo alejarme de allí, ahora comenzaba a pensar que tal vez había sido un error.

En cuanto salí de mi celta descubro que estoy ahora bajo cielo abierto, había escuchado sobre aquello cuando pequeño, no recuerdo exactamente cuando ni como, pero no había vuelto a pensar en ello desde muy pequeño. Lo más cercano que había conocido era la gigantesca cúpula de la cuidad donde crecí, que fue luego reemplazada por la oscuridad del alcantarillado, la idea de un cielo extenso sobre mi me sobrecogía y al mismo tiempo me maravillaba.

- Bienvenido a Rocavarancolia - Dije para mi mismo, era la ultima frase que le había escuchado decir al Foner antes de venir a este mundo...

Alder despertó y buscó a su compañera con la mirada. Dormía a su lado, en un camastro identico al suyo, con una única sábana. La habitación, con paredes de piedra desnuda, solo las albergaba a ellas. Llamó a Seon, que se revolvió en la cama antes de abrir los ojos.
- Es esto, ¿no?- dijo desperezandose. La ropa arrugada, el pelo despeinado, con la trencilla que cubría normalmente su frente colgando a un lado de su rostro.
- Bueno, si lo que nunca hemos visto antes es una habitación sosa y vacía, lamento decepcionar a tu amigo, pero no me esta sorprendiendo.

Seon negó con la cabeza con una sonrisa. Se acercó a ella y le cogió de la mano con suavidad.
- Aceptaste venir.

-Acepté estar contigo. –replicó con una mueca. Esta vez fue Alder quien se levantó y abrió la puerta. La oscuridad reinante era agradable a la vista, pero el edificio era frío y húmedo, y nada adornaba las paredes. Los pasillos, con decenas de puertas identicas a la suya, se perdían de vista entre cruces y escaleras.

Un chico les había visitado una noche. La última noche que recordaba. Tenía un color de pelo extraño y vulgar, con menos dientes afilados en la sonrisa de los que debería. Había aparecido de repente ya en el interior de la casa, y lo envolvía un humo pesado que le impedia respirar bien. Seon estaba hablando con él y eso había sido lo único que había impedido que llamara a cualquiera de sus padres.
- Alder... estaba esperando a ver cuando despertarías, tienes un sueño profundo, desde luego.
- ¿quien eres? - a aquella pregunta le había seguido una respuesta que sonaba a galimatías. Y luego se había puesto peor. Frases sueltas de su discurso rondaban en la cabeza de las dos chicas. Promesas que una había querido creer, y que la otra solo había aceptado por hacer un regalo a su compañera.
Un sitio como no habeis visto antes ni vereis en vuestras vidas, el paisaje es muy diferente al que podais encontraros aquí. ... ni el rey del Sur imagina las maravillas de Rocavarancolia...

Vieron a un niño de espaldas que hablaba con alguien semidesnudo. Se acercaron para saludar, pero las palabras que soltaba el semidesnudo eran inidentificables. Seon no pudo evitar adelantar la mano hacia lo que cubría sus pezones-.. ¿o eran así? brillaban... - pero la apartó a tiempo avergonzada.
- ¿te golpearon muy fuerte en la cabeza para arrastrarte hasta aqui? - preguntó con sorna Alder al oirle hablar. Pero primero le miró de arriba abajo. Era realmente atractivo, a pesar de la indumentaria excentrica, y los ojos, rojos, lo definía como aurva. ¿y a quien hay que pedir permiso para meter a este en la cama? Luego se dirigió al niño, que era también un aurva, y demasiado pequeño, igualmente para estar emparejado con el raro.
- ¿y tu qué? Viniste a ver "cosas maravillosas y diferentes" o solo te golpearon con una piedra como a tu amigo y te arrastraron aqui?
- Ay Alder, por el Alma.. no seas desagradable. ¿como te llamas chico, y que haces aqui?- dijo Seon con dulzura.

Después de avanzas unos metros por el frío pasillo, oyó una voz cantarina a lo lejos. No parecía hostil para nada, así que apretó el paso para encontrarse con el dueño de la voz... y se topó con un tío muy raro. << Porque es un tío, ¿no?>> La vista se le escapó a un punto entre los múltiples cinturones que llevaba pero la apartó rápidamente con disimulo. << Muy bien, Yrio, tienes a un tio medio desnudo delante... ¿Ahora qué?>>

Acabó decidiéndose por ser amigable, ya que el tipo le había hablado en tono bastante agradable... aunque no tuviera ni idea de lo que le había dicho.

-Er... Hola, soy Yrio- le dijo con una amplia sonrisa- Y... esto... ¿por qué vistes tan raro?- preguntó inocentemente.

Alguien habló a su espalda, y para alivio del chico sí hablaban su idioma. Eran dos chicas mayores, evidentemente estaban juntas. Yrio las miró ensimismado unos segundos antes de entrar en histeria silenciosa por lo que le habían preguntado.

-Soy Yrio y... yo... claro, vengo a ver maravillas y cosas diferentes

<< No va a colar....>> Si alguna se enteraba de lo que había hecho podía decir adiós... << Pensarán que soy un desequilibrado mental, o bueno...>> La verdad es que era la perfecta definicion de desequilibrado. Quería llorar.

Acababa de despertar segundos antes totalmente desorientado y bastante mareado intentando recordar cómo y cuando había llegado a aquella extraña habitación que mas parecía una cárcel de piedra, donde únicamente había una cama maltrecha y polvorienta donde el ahora se encontraba sentado y una puerta medio podrida y rota que dejaba espacio para ver un pasillo ligeramente iluminado por antorchas. Una especie de ventanilla por donde no cabria un adulto en la pared, llamo momentáneamente su atención. D.L no le dio mucha importancia, la luz que entraba podría ser perfectamente de un fuego o de algún foco, por ahora era más importante ubicarse.

Definitivamente aquel sitio no era su hogar, no se le parecía en lo más mínimo, lo mas similar que D.L había visto a aquella habitación de piedra, eran lo subterráneo que en una sola ocasión había llegado a ver y donde por poco fue comido por un antropófago, del que consiguió librarse simplemente porque tenía la salida a un paso de distancia… y no, no era cobardía…era sentido común. Sacudió la cabeza, situándose en la realidad y en el problemático lugar donde seguramente había acabado llevado por su maldita curiosidad.

“¿Dónde demonios me he metido ahora?” pensó D.L mirando desconfiado a su alrededor pasándose las manos por el cabello, sintiendo una punzada dolorosa en la sien, tenia los recuerdos algo borrosos…aunque si recordaba haber visto a una chico realmente extraño, con cabello azul y ojos rojos acompañado de una mujer que no paraba de fumar, justo cuando había llegado a su casa. Ahí lo recordó, finalmente.

“¡Es cierto!...Ese chico raro me lo menciono…un lugar donde no sea controlado…aunque…” miro a su alrededor levantándose de la cama y observando aquella habitación tan poco cómoda, acercándose a la puerta y asomándose ligeramente con curiosidad “no se parece en nada a lo que imaginaba…” echando en falta algo, volvió a la cama y cogiendo su cuchillo para sujetarlo a su cinturón, nunca se separaba de él. Volvió a la puerta saliendo al pasillo iluminado y notando que todo el lugar parecía exactamente igual, incluso había algunas puertas iguales a la de su…cuarto o cárcel por el lugar.

-Bueno…no gano nada quedándome aquí quieto…-se dijo D.L recorriendo aquel sobrio lugar que emanaba un aire de advertencia y seguridad que le llamaba la atención, esperando encontrarse a alguien o al menos alguna indicación que le señalara en qué lugar se encontraba. Pensó que encontrarse a alguien seria más complicado, pero no tardo demasiado en escuchar voces…o al menos supuso que eran voces pues no entendía lo que decían. Llamado por su curiosidad se dirigió hacia la fuente del sonido, esperando no acabar en las garras o fauces de alguna criatura extraña, manteniéndose precavido, solo por seguridad.

Dolor. Eso fue lo primero que Pablo sintió antes de abrir los ojos, un dolor intenso en la mano derecha. Abrió los ojos, encontrándose frente a él un techo de piedra. Pasados unos segundos se incorporó, pero estaba algo mareado y tubo que volver a tumbarse. Dirigió una mirada a sus manos. "Nada, como siempre" pensó mientras revisaba la cicatriz en la palma. El dolor ya había desaparecido y a su mano no le pasaba nada. Siempre le dolía cuando se despertaba, como si la herida que provocó aquella cicatriz todavía siguiera abierta. Dirigió una mirada a la estancia en la que se encontraba, intentando orientarse.

Poco había que ver. Se encontraba en una habitación bastante deteriorada, apenas iluminada por una ventana diminuta y justo en la pared opuesta había una puerta que parecía que se fuese a caer en cualquier momento. "¿Donde estoy? ¿y cómo he acabado aquí?". Intentó hacer memoria pero solo le venían a la cabeza algunas imágenes a las que no encontraba sentido. "Bueno. Lo más importante ahora mismo es averiguar donde me encuentro". Se levantó, comprobando que ya no estaba mareado, y se acercó a la ventana, pero era demasiado pequeña y no consiguió ver nada, salvo un trozo de cielo. Decidió probar con la puerta, que se abrió sin dificultad y con mucho menos ruido del que esperaba dado su estado.

Ante él apareció un pasillo escasamente iluminado. Había avanzado un par de pasos cuando oyó un estruendo que parecía proceder de otra planta "¿Qué ha sido eso?". Se paró en seco intentando descubrir la causa del ruido, pero no fue capaz. "Será mejor que salga de aquí cuanto antes". En ese momento descubrió una escalera al final del pasillo y avanzó hacia allí.

RR recorría los pasillos a buena velocidad, aunque agachado y con cautela, pues suponía que no debía de estar solo. Se maldecía a si mismo aproximadamente cada dos pasos por haber olvidado coger su escopeta, dado que lo más parecido a un arma que llevaba en ese momento era una navaja, una llave inglesa y unos destornilladores. Nada especialmente amenazador, en caso de que se encontrase con algún simpático cien pies de cinco metros con ganas de almorzar.

Tras un corto periodo de tiempo cruzando las rústicas cavernas, el foner giró una esquina y se encontró con una extraña figura avanzando decididamente por el pasillo. Dio un silencioso y rápido respingo, ya no sólo por encontrar a otro en aquel lugar, si no por su extraña combinación de colores de su pelo y su ropa. ¿Un blanco allí? Imposible. Sobre todo porque, por lo que había oído decir de los contactos más altos, ellos siempre vestían de su color de pies a cabeza. Y sería absurdo encontrarlos en niveles tan bajos. Tras pensar unos segundos, se decidió por actuar rápido para averiguar quién era.

Se acercó con sigilo a su espalda, mientras sacaba la navaja, aprovechando el efecto sorpresa y confiando en que el tacto del objeto punzante sería más amenazador si no podía comprobar con sus propios ojos que le estaban asaltando con un artefacto pensado para abrir latas de raciones diarias y no tripas de savras.

Cuando se halló lo suficientemente cerca, apoyó la punta de su arma sobre la espalda del muchacho, buscando más intimidar que dañar.

-Nombre y casta, chaval. Si intentas hacer un movimiento brusco, te juro por las alcantarillas que reparto tu intestino por cuatro sectores.- dijo con tono frío y serio, protegido por el anonimato que le daba su ropa.- No tienes por que acabar en rodajas, así que contesta rápido y tan amigos, ¿eh?

Si RR omitió el “castista de mierda” fue únicamente por la incertidumbre provocada por no saber cual era su color de ojos. En cierto modo se sentía reconfortado por haber encontrado a otro foner en aquel inhóspito agujero, pero ante todo quería saber si era alguien en quien confiar o si debía apuñalarlo, increparlo y vaciarle los bolsillos, en ese orden.

Al fin logro recordar todo el sueño, el misterioso libro, el odioso descubrimiento y la extraña voz que me hablaba. << Rocavarancolia... ¿Con que aquí no hay ni Grandes Felinos ni adoran a la Gran Madre? >>
-¡Pues normal que esté todo en ruinas!-exclamo, mosqueado.

Luego sigo caminando casi al acecho, con los sentidos alerta hasta que escucho voces de lo más variopintas bajo el suelo << Así que estoy en una segunda planta... Escaleras >> Recorro el pasillo buscando alguna forma de bajar hasta encontrar a un joven de mediana estatura, con el pelo más corto que yo, de color castaño oscuro, bajando por la escalera. Me acerco sigiloso, pensativo << ¿Y este? ¿Quién será? Parece mayor que yo, pero las voces de abajo parecen todo lo contrario. ¿Será un hombre de este mundo? Maldito sea entonces... Pero no estoy seguro... ¿Y de dónde sino? Mira qué ropas más raras, ¡de Libo no es! >> Llego a la escalera y piso con fuerza para que me escuche y luego carraspeo
-¿Hola? ¿Quién eres? Habla y rápido.-digo con un tono imperante mientras escondo las manos a la espalda para que no vea las garras.

Pero no parece entenderme aunque le repita varias veces lo mismo, poniendo los ojos en blanco de pura frustración y acabo bajando las escaleras sin intentarlo más, resoplando << Diferente idioma? Tiene sentido si es un mundo distinto? ¡No lo tiene! ¡Nuestro idioma viene de la Gran Madre, sólo hay un idioma! ¡Por todos los... >> pero cuando veo al grupito que hay abajo me quedo congelado
-Por todos los demonios... Qué locura es esta...

Hay una pareja de chicas con ropas coloridas, un chico con el pelo violeta, otro que sería atractivo de no llevar esa ropa tan peculiar y oigo más voces que no vienen de aquí. ¿De dónde ha salido esta gente? No hay nadie de Libo... ¿De qué va esto?
-¿Hola? ¿Alguien me entiende? Seguramente no, diablos...-exclamo acercándome con las manos agarradas a los arneses.

<< ¿Y ahora? No entiendo nada de lo que dicen, sólo sonidos sin orden, esto es una locura... ¿Tan diversos son los habitantes de este mundo? >>
-¿Sois de aqu... Vale, no me entendéis, no os entiendo.
<< Pero esos parecen entenderse, incluso se parecen físicamente... ¿De qué va esta Rocavarancolia? >>