Torre Serpentaria

El acercamiento de la onyce de Alice hizo que Orgullosa, al ser la estirge mas cercana de las dos que tenia dentro de la habitación, abriera el pico cerrado en un sutil amenaza, clavando sus ojillos negros en ella.

-Se ve que no se llevan bien, seria curioso si algún día las hacemos trabajar juntas.Tus onyces y mis estirges- comento Dhelian con un risa ante la acción de la estirge, que giro lentamente la cabeza para asesinarlo con los ojos. O al menos esa fue la sensación que el ghoul obtuvo de su dominio.

-Podemos ir a cenar, aunque yo no lo haga. Si algo hecho en falta es poder comer todos juntos, dudo que pueda volver a hacerlo sin que sea desagradable a la vista -añadió riéndose viendo entrar a un par de estirges al cuarto, cargando una un ratón entre sus garras y la otra algo ensangrentado de origen difícil de identificar apresado en el pico- Bajemos, que estas también pretenden cenar...y me esta resultando apetitoso-murmuro sintiendo calor en sus mejillas levantándose de la cama. Con una orden implícita y muda, Orgullosa se subió en su hombro acurrucándose junto al gorro de su capucha, vigilante.

—Sería digno de ver. Creo que lo podríamos conseguir, sinceramente, con trabajo y esfuerzo por parte de los cuatro —comenté, pensándolo seriamente. Luego miré a la ónyce—. ¿Qué me dices?
Ni loca. ¿Te estás escuchando? ¿Trabajar con esas criaturas estúpidas? ¡Bah!

Luego el chico respondió a lo de bajar a cenar... y en seguida me di cuenta de mi error. ¿Pero qué había hecho? ¿De verdad había dicho eso? <<Eres tonta, Alice, rematadamente tonta>> Me levanté de un salto y exclamé:

—¡Losiento, lo siento, no pensé lo de... —pero me corté al ver que se lo había tomado bien—. ¿No te... no te ha molestado? Jope, aun así, perdona —me senté y suspiré, pero luego intenté sonreír y animarle—. A mí no me importará que comas conmigo... —y, al ver a las estirges trayendo su cena, añadí—. A ver qué cazamos mañana. Y, oye, a los amigos de Valek no les importaba verle beber sangre en la taberna, ¿por qué me iba dar a mí cosa? No te preocupes.

Dicho eso, me levanté y enfilé las escaleras camino de la cocina. Alguien debía estar cocinando, pues subía olorcito a carne. Allí nos encontramos con Skarog, que justo estaba sirviéndose un buen costillar de algo que en vida debía haber sido grande como un jabalí.

—Buenas noches. Estuve probando hechizos y cazando, así que si queréis, servíos. También compré cerveza. Pero no os acostumbréis.
—Hey. Vaya, gracias. Hmm... ¿Qué es?—pregunté, señalando el plato.
—No tengo ni idea del nombre. Pero comí lo mismo esta mañana y sigo vivo.
—Oh... Pues está bien saberlo, oye. Que aproveche.

Otro dato a tener en cuenta: criaturas peligrosas para la salud incluso después de muertas. Era de sentido común, pero a veces mi visión de fantasía lo contaminaba todo... <<Al final eso y no un bicho venenoso acabará matándote, so tonta>>Acto seguido me serví un plato y luego puse dos vasos en la mesa. No esperaba encontrarnos con alguien tan seco..., tan poco hablador, a la hora de cenar. Y más sabiendo que era fácilmente molestable, que aunque fueran pocos los días que llevábamos allí, sabía que si hablábamos Dhelian y yo podríamos molestarle y no se cortaría un pelo en demostrarlo...

—¿Cómo vais? ¿Os acostumbráis a la ciudad?—nos preguntó bastante animado con un vozarrón.

A punto estuve de derramar el vaso que estaba llenando. ¿Quizá era como algunos conocidos de la Tierra que cambiaban radicalmente con el estómago lleno?

—Pues de momento nos va relativamente bien, si descontamos que aún no puedo entrar a la biblioteca de aquí porque no me sale la intangibilidad. Y la ciudad... Aún no hemos salido mucho, realmente, solo por las zonas conocidas —dije, con la esperanza de que se colara algún dato útil en su respuesta.
—Odio ese asqueroso hechizo. Dicen que hay formas de contrarrestarlo, pero yo aún no las conozco. Si os ataca alguien intangible, sabréis de lo que hablo —gruñó. Dio un largo trago a su cerveza y añadió—. Yo tampoco lo he explorado todo, aunque merece la pena. Con suerte, siempre queda algo de valor por ahí. Quiero decir, lo que por ejemplo para ti es basura, para otro puede ser bastante útil. Y si no, siempre hay chusma que os comprará lo que encontréis o gente que os haga encargos... O gente que os quiera matar —remató. Creo que hizo a propósito lo de romper un hueso del costillar —con un sonoro crujido— justo en ese momento. Luego miró a Dhelian—. ¿Y tú? No tienes buen aspecto, chaval.
—Sobreviviremos, descuida. Y gracias por el consejo—respondí por mi parte, dejando que el daeliciano respondiera a lo suyo.
—No soy de los que creen que a los novatos hay que dárselo todo mascado, pero tampoco lo contrario.
—Pero no nos acostumbremos.
—Exacto.

-No pasa nada, me alegra que al menos siga recibiendo ese trato normal. Cuando caze algo intentare que se vea menos impactante a ojos ajenos- rió ante la preocupación de la bruja. Debía ser cosa de acostumbrarse. Ya abajo recibieron el olor a carne cocinándose y Dhelian curioso se adentro en la cocina viendo a Skarog con quien no había intercambiado muchas palabras. Tomó asiento y agradeció a Alice la bebida escuchando atentamente la conversación que mantenían.

-Yo podría entrar en la biblioteca, pero prefiero esperarte- añadió con buen humor. Las palabras de Skarog que sonaban a un intento extraño de consejo de supervivencia en la ciudad fueron asimiladas con rapidez. El olor a comida solo empezó a hacer que sus tripas se retorcieran, era carne al fin de cuentas.

La estirge se acurruco mas en su lugar mirando con sus ojillos negros la comida que estaba siendo servida en la mesa, por lo que Dhelian tuvo que ordenarle en un susurro estarse quietecita donde estaba o ya la veía robando en un despiste los costillares. No dudaba en lo mas mínimo que ese tipo mataría a la estirge si hacia eso y prefería evitarlo. No tenía como defenderla.

La pregunta repentina de Skarog, que era posiblemente la primera vez que se dirigió a el directamente, le aturdió. Tardo un poco en procesar el hecho de que el tener mala cara en su situación debía ser normal.

-Creo que eso suele pasar cuando tu pulso es inexistente- añadió sonriendo un poco incomodo pues realmente hablar con extraños le costaba y tampoco tenía mucho que decir, pues suponía que no era el primer ghoul que conocía cuando supuestamente habían mas en la ciudad- Ya hemos tratado con otros veteranos y realmente ninguno nos ha puesto todo sobre la mesa, nos ha tocado buscarnos las cosas nosotros...igual que en la criba. No creo que nos vayamos ha acostumbrar a ser mimados - añadió tomando un trago de su bebida y mirando con ojos curiosos a Skarog- Tú...¿eres de la criba anterior a la nuestra o llevas mas tiempo aquí? -pregunto tras un momento de duda.

Kudryavka

El vánara alzó una ceja ante la respuesta del kairos.
-Ohh... Suena interesante.-

Sus ojos viajaron entonces por el contenido de la biblioteca. Parecia bien empaquetada y habia todo tipo de lectura. De lo poco que pudo apreciar, fijandose en los tomos de los libros, era que eran muchisimo más avanzados de lo que habia tenido alcance hasta el momento. Dio un respingo y alargó un brazo para coger uno grueso tomo sobre hechizos de nivel avanzado. abriendolo por la mitad, comenzó a cotillear las páginas a toda velocidad.
-¡Esto es una mina!-exclamó el aprendiz con una enorme sonrisa pegada en su cara, aprovechando que estaban hablando del tema.

Zira entonces descendió de su testa, escurriendose por el hombro para finalmente avanzar por el brazo del vánara, acercandose a aquello que sostenia el ruso entre sus manos con curiosidad. Abrió la boca, lentamente, mirando de reojo al ruso. Dispuesta a mordisquear aquella cosa fuera lo que fuese, pero no queriendose arriesgarse a llevarse una reprimenda por parte del aprendiz, avanzó con todo el sigilo que pudo hasta que el sonido de Kud chistandola, mientras seguia leyendo, la hizo perder toda motivación que tenia.

—Oh, no te preocupes, mañana seguramente me salga ya el hechizo. Y si no, entra tú solo, so bobo.
—No tienes pinta de vampiro... ¿Ghoul, entonces? Uno no sabe la infinidad de transformaciones que hay en este mundo. Soy de la anterior, aunque a veces me parezca que llevo más tiempo aquí del real.
—¿Y eso?
—Muchas cosas por hacer, muchas cosas hechas... Han pasado y he hecho muchas cosas este año. No es una ciudad aburrida, al menos no para mí.
—Vaya. Bueno, yo no pensaba aburrirme, de todas formas. Hay mucho que aprender y explorar.
—Y criaturas que os descuartizarán o trampas que mandarán trocitos vuestros a cada mundo vinculado—dijo entre risas. Luego siguió comiendo como si nada.

Cuando dijo eso, dirigí una significativa mirada a Dhelian, esperando que no le afectara o que al menos le afectara poco... <<Suerte que habrá tenido él por no perder a nadie así, pero el comentario está un poco fuera de lugar... ¿O es que acabaremos bromeando de esa forma cuando nos acostumbremos a vivir aquí?>> Claro que al oír eso recordé a mis amigos, pero no les dediqué más que esos segundos fugaces; no merecía la pena cortar la conversación por eso, menos aún cuando el otro podía saber algo, por eso seguí hablando.

—Uf, no nos hables de trampas... ¿Quién demonios las hace? —inquirí. No esperaba respuesta, realmente.
—Ni idea. Algo he oído de que algunas se ponen para comerse a las presas... Imagino que serán trasgos, o vampiros, o ghouls, o yo qué sé. ¡Aquí se aprovecha todo! —remató riendo a carcajadas.

Entre tanto, me descubrí con hambre y la cena fue acabando rápidamente aunque me interrumpiera para hablar. Skarog también estaba terminando y cuando dejó de reír, acabó del todo, y se puso a recoger y fregar lo suyo mientras yo terminaba.

—Hasta otra, novatos —se despediría más tarde y desaparecería escaleras arriba.
—Cualquier comentario sobre él, en privado por si acaso nos escucha —bromeé en cuanto escuché una puerta cerrarse más arriba.

Aburrirse en esa ciudad dudaba que fuese algo fácil así como el quedarse sin anda que hacer había mucho que descubrir mucho que aprender, que investigar y curiosear. Dhelian era consciente de que sabia poco y dado que ahora tenia una vida eterna mientras se cuidara mejor aprovechar dicho tiempo. La alusión a todas las posibles transformaciones que podían encontrarse en ciudad maldita era algo que en algún momento en el futuro le gustaría poder ver. Había demasiado que desconocía.

-También queremos viajar a nuestros mundos, hay muchas cosas que queremos hacer- añadió Dhelian a continuación de las palabras de Alice. El comentario posterior de Skarog fue un tantos desagradable para el y la imagen de Akasha y Alvaro muertos, pues fue la que mas cercanamente vio morir, inundo todo sus pensamientos por unos momentos. El hecho de que ella no hubiese tenido realmente un rito real era lo que pero sabor de boca le dejaba. La misión en lo subterráneos no era solo por la búsqueda de presas, y en menor medida por ayudar a Valek, sino en cierta forma enfrentarse a los terrores desconocidos que habían vivido antes de transformarse y pasar pagina.

Dhelian se termino su bebida, observando a Alice comer con ganas y orgullosa quejarse con graznidos bajos. Quería marcharse a cenar, por lo que Dhelian tras que la chica termino y Skarog se marchara escaleras arriba decidió que era momento de irse cada cual a su nido.

-Creo que si realmente quisiera escucharnos una pared simple no le impediría- dijo encogiéndose un poco de hombros y haciendo que la estirge de su hombro casi se cayera y se agarrara a su pelo para mantenerse en su sitio, soltando un graznido de protesta por el. Definitivamente debía cortarse el pelo- Deberíamos acostarnos ya, mañana ser aun día largo si tenemos que hacer todo lo de esos subterráneos. Ademas, como no la deje irse a cazar me va a dejar sin pelo...debería cortármelo, no paran de jalarme de el y es imposible de peinar- añadió con un suspiro y un leve puchero, saliendo de la cocina para subir a las habitaciones junto a Alice. Su pelo fácilmente llegaba a media espalda, en su estado seco actual no le servia de mucho por lo que prefería la comodidad- A ver si me acuerdo hacerlo mañana a la vuelta...¿me ayudarías a cortármelo?- pregunto  mirándola dejando a la estirge entrar en su cuarto y salir afuera para que fuese a cazar, viendo a varias de ellas repartidas por la habitación.

—Sí, yo me acostaré pronto para estar descansados mañana.

Recogimos y subimos. Camino arriba, Dhelian habló de su pelo y pensé entonces en el mío. La larga trenza me quedaba bien, y con el nuevo color exageradamente oscuro molaba bastante. Si le daba forma, lo soltaba, y con ayuda de las ónyces, casi que podría parecer un sincorazón. Pero por otro lado, mañana vería si era cómodo llevarlo tan largo para pelear. En cuanto al daeliciano...

—Mientras no sugieras raparte, te ayudaré... —le sonreí pero me cortó un bostezo y estiré los brazos sin vergüenza alguna—. Bueno, que duermas bien.

En cuanto abrí la puerta, las ónyces me miraron con sus ojillos de mil formas. Era lo único ligeramente brillante en el dormitorio, ya que estaban acumuladas de tal forma que el lugar parecía inundado de oscuridad líquida. Las ignoré y me fui abriendo paso en silencio, con órdenes en susurros pero claras y directas. Empecé a buscar mis armas... pero entonces recordé que las habíamos dejado en Letargo al mudarnos. Sabía que en la Sede habría, pero pertenecerían a la Sede... <<¿Y aquí? Bueno, mañana temprano me enteraré. Y si no, las pedimos prestadas allí y luego las devolvemos>> Luego preparé la ropa: cómoda y ajustada, sin partes anchas que pudieran ser agarradas o se engancharan con facilidad, de colores oscuros y principalmente negro, hasta el punto de que si me la ponía con las ónyces alrededor, podría camuflarme entre estas. Y finalmente... Me cambié y me eché en la cama con los apuntes del hechizo. Al hacerlo, las ónyces lo engulleron todo menos el colchón. Y de nuevo, con su murmullo de ánimos venenosos de fondo, me puse a practicar el hechizo.

Al cabo de un rato lo conseguí... pero me quedé sin almohada. Intenté esperar a que el efecto se pasara, pero me quedé dormida antes de tiempo.

* * * *

Tal y como había ordenado, las ónyces me despertaron en cuanto salió el sol. De alguna forma, durante la noche debía haberme levantado y recoger del suelo la almohada tangible y ponerla en su sitio, aunque no me acordaba. Me costó un rato desperezarme, despatarrada en la cama. Estaba en ese estado en el que no recordaba nada del día anterior ni lo que iba a hacer hoy. Pero las pistas como la ropa doblada en la silla, mi bolsa de salida lista, las botas al lado de la cama, los apuntes del hechizo por el suelo...

¿Se puede saber a qué esperas? Ahí tirada no haces nada. ¡Levántate, niña vaga!

Y las ónyces. Las malditas ónyces que pretendían despertarme del todo tapando y destapando la ventana con sus cuerpos estirados para que el sol me deslumbrara cuando me acostumbraba a la oscuridad.

—Ya... va, ya va.

Rodé hacia un lado y me senté en la cama. <<Armas, desayuno, Valek. ¡Vaaaamos a ello!>> Pensé en probar de nuevo la intangibilidad, pero vestirme, asearme y desayunar sería imposible así que lo dejé para más tarde. Cogí la ropa y una toalla y salí camino del baño. Por el camino, ordené a una ónyce que comprobara si el daeliciano estaba despierto y la respuesta fue afirmativa <<Vale, luego le aviso>> Aseada y vestida, volví a las habitaciones y llamé a la puerta.

—Buenos días —dije en un susurro cuando abrió, porque era tempranísimo y no quería molestar—. Después de desayunar hay que buscar armas, que no tenemos y me di cuenta anoche... Te dejo que te prepares y te espero abajo, ¿vale?

Y dicho eso, bajé a desayunar.

Tras despedir a Alice, Dhelian se adentro en su habitación, no sin antes realizar el habitual hechizo de limpieza de minas. Ya adentro dejo a las estirges pulular por la habitación mientras el buscaba algo de ropa para ponerse al día siguiente. Iban a ir a un sitio bajo tierra y posiblemente estrecho, por lo que necesitaría ir cómodo.

Al final tras una búsqueda en armario y el baúl de la habitación encontró unos pantalones piratas grises, en conjunto con sus botas altas negras y una camiseta son mas del mismo color. Decidido no ponerse la sudadera, el gorro era fácilmente enganchable en cualquier superficie y no le convenía. Tras dejar eso preparado ordeno a las estirges ir a cazar algo de comer, clara y concisamente para que no vinieran con sorpresas, pues realmente iba a ser imposible dormir con su estomago clamando comida. Ya le daba igual que fuese poco moral o asqueroso, era insoportable.

Mientras las esperaba se entretuvo leyendo un poco sus apuntes sobre runas, el dibujar era lo que mas le entretenía, y se hizo una lista sobre los hechizos que había visto hacer a Ozzchreanos y que en algún momento tendría que aprender. La estirges tardaron un poco en volver y el aviso fue dado por una de las que se quedo a la que Dhelian ordeno avisarle cuando volvieran sus compañeras. Dhelian no esperaba milagros teniendo en cuenta que aquellas aves siempre buscaban la forma de incumplir sus ordenes, por lo que ver que realmente había traído una presa le sorprendió un poco. Parecía algún tipo de alimaña peluda y media viva ala que Dhelian miro con incomodidad.

-Ordene que que fuese una presa muerta- murmuro observando a las estirges que le habían traído aquello. Podia oler la muerte de aquella pequeña bestia peor su estomago no rugía ante aquella visión dejandole claro que a no ser que estuviese muerta realmente no serviría. Por una vez no quizo pensar demasiado, sujetando con sus manos el cuello de esta que apenas podían moverse, apretó...sorprendiendo cuando escucho el crujido de huesos romperse y el cese del pulso de aquella alimañas. Su estomago rugió ante el olor que inundo sus fosas nasales.

-Si me deprimo por matar a un alimaña y comerla, no podría hacerlo nunca con un humanoide- murmuro viendo sus dedos manchados de sangre. Dudo un momento, pero su estomago no lo soportaba por lo que agarro el cuerpo fláccido de aquella criatura para comenzar a comer con ansias.

Los restos de esta se lo entrego a sus estirges que se lo repartieron entre ellas, viéndose las manos manchadas de sangre así como la boca, suspiro sintiéndose raro, mas a nivel moral que físico, el no tener nauseas por comer carne cruda de esa forma. Antes de acostarse se fue a dar un baño para sacarse todo eso de encima y cuando volvió al cuarto ya limpio y despejado. Ordeno a las estirges como todas las noches a comportarse, antes de echarse a dormir con el vago pensamiento de nunca mostrarle a sus amigos como comía.

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Fue un coro de estirges el que lo despertó de su sueño, tan oportunas como ellas solas. No le dejaron seguir durmiendo por lo que Dhelian frustrado decidió vestirse  y en eso estaba cuando vio llegar a una onyce a su cuarto que tan pronto entró como se fue. Pocos después escucho el llamado de Alice comentándole algo que había olvidado completamente

Tras responderle termino de vestirse ordenando a las estirges esperarle fuera y como ya tenia puesto como orden general, una de las estirges se unió a el en el camino a la cocina.

-Buenos días Alice -saludo de un poco de mejor humor tras haber frenado un poco su hambre la noche anterior. -Menos mal que te acordaste de las armas, se me había olvidado por completo. Es una lastima que tuviésemos que dejar las nuestras atrás, cuando podamos deberíamos hacernos una nuevas y mejores- añadió preparando algo de té para hacerle compañía a la chica mientras desayunaba.

—¿No tenéis armas? Arriba tiene que haber algunas. Cuando tengáis dinero, pasaros por el Barrio de los Callejones sin Salida, que hay una herrería donde soy aprendiz y puedo haceros algo. Preguntad por Nesha si os perdéis —nos sobresaltó la voz de Skarog.

Venía del salón con una bandeja. <<Qué madrugador>> No dio tiempo a hablar porque en cuanto dejó sus cosas, salió en silencio.
—Hum... Vale. Ese chaval es muuuuy ra-ro —comenté, perpleja. Luego miré a Dhelian, aún con los ojos como platos—. Bueno, asunto resuelto. En cuanto termines, subimos a ver. Hmm... Estaba pensando... Que quizá me he adelantado al madrugar... Osea, Valek es un vampiro y en la Tierra a los vampiros el sol los mata en los cuentos así que quizá... No sé, habrá que ir a comprobarlo —dije entre risas.

En cuanto me acabara mis tostadas y Dhelian terminara, subiríamos a ver.

No esperaba que hubiese alguien despierto a esa hora parte d ellos dos, sus respectivos dominios habían hecho un buen trabajo como despertadores madrugadores, demasiado buen trabajo tal vez. Por lo que escuchar la voz de Skarog fue sorpresivo, así como  sus palabras sobre la herrería en la que trabajaba.

-Muy raro....incluso aunque fuésemos a la herrería no podríamos pagar nada, no tenemos dinero de este lugar aun...y no creo que nos lo haga gratuito- comento tomándose su té, también un poco sorprendido por la intervención de aquel chico. Ya había dicho que no estaba a favor de ponerle todo masticado a los novatos por lo que no tenia claro como tomarse aquella información- Al menos cuando queramos tener alguna arma especifico en el futuro sabremos donde ir- añadió con una risita terminando su té poco después de que Alice terminara sus tostada y fueron al cuarto donde estaba guardadas las armas. La calidad de las armas que allí había era definitivamente mejores que las de letargo aunque su cantidad fuese reducida en comparación.

-Supongo cogeré unas espadas cortas o dagas...solo se manejarme con eso- murmuro buscando alguna de estas entre la pequeña colección, fascinando al ver que estaban mucho mejor hechas, pulidas y afiladas en algunos casos- Deberíamos seguir entrenando con los demás para no olvidarnos ¿no crees? - añadió mientras le mostraba un par de dagas gemelas con un par de fundas y que se sujeto a la correo de su inseparable riñonera-Creo que con esto me basto, no sabemos si habrá mucho espacio para moverse y algo muy grande podría dificultarnos el movernos. ¿Ya decidiste?-pregunto a Alice, observando curioso como la estirge que lo acompañaba había agarrado un pequeño cuchillo arrojadizo con sus garras y que Dhelian le ordeno soltarlo, no fiándose ni un pelo de las intenciones del ave. "Lo que faltaba era un montón de pájaros lanzando cuchillos desde el aire..."

Terminado el desayuno, subimos a buscar las armas y me hice con lo que estaba acostumbrada a usar: espada corta y escudo.
—¿Yo? Lo que sé manejar, no me la voy a jugar con algo nuevo. Lo de los entrenamientos pues... No sé, yo preferiría dejar que Marsi y Sura aprendan a manejarse con sus transformaciones y luego entrenar todos juntos como antes, por ejemplo.

Cuando encontré lo que buscaba, colgué la espada al cinto y me guardé en un bolsillo los apuntes de intangibilidad por si acaso.
—¿Listo? Pues vámonos.

Nos dirigimos a la Sede. El vampiro apareció armado con unos extraños guanteletes por los que le preguntaría a la vuelta si no salía el tema antes. Desde allí fuimos hacia lo que Valek llamaba Subterráneos. No tenía ni idea de lo que encontraríamos allí.

—A menudo resulta más práctico estudiar aquí que en el cuarto —explicó a Cío sin alzar la vista del manuscrito, no entendiendo el sarcasmo en sus palabras y después se levantó del asiento cuando le realizó la petición—. Sí, en esta biblioteca es más sencillo hallar algo concreto y he encontrado tomos que tan solo contienen hechizos de escasa dificultad. Al parecer hay diferentes capacidades mágicas y depende de qué dones te haya dado la Luna el que puedas realizar o no hechizos de mayor complejidad. No he tenido demasiado tiempo para investigarlo a fondo, aunque parece que podría llegar a emplear la mayoría de los hechizos.

Mientras hablaba el irrense se había acercado a un pequeño montón apilado que se encontraba en una mesa cercana y comenzó a levantar un libro tras otro, colocándolos de nuevo en una pila perfectamente ordenada y a ritmo de tic-tac, hasta que dio con lo que buscaba y se lo tendió al otro irrense. Cuando empezaba a recolocar los tomos en el mismo orden que antes, el animal que trepaba por el cuerpo de Kudryavka captó su atención, ya que era la primera vez que se percataba de su presencia. Era una criatura extraña, de grandes orejas y una cola que le recordaban a las del propio vánara. El biomecánico se preguntó si había elegido a aquel ser como mascota precisamente por los parecidos con los atributos que le había conferido la Luna Roja. Sentía cierta curiosidad por saber de dónde había salido, pero no la suficiente como para preguntar. Se dijo, no obstante, que probablemente hubiera recargado una buena cantidad de magia de haber estado presente en el momento exacto en el que el humano adquirió a su mascota. Regresó a la tarea de apilar los libros en el orden correcto mirando de reojo al animal mientras organizaba en su mente lo próximo de lo que debería ocuparse una vez dominase aquellos hechizos de metrónomo.

Archi no pareció captar la broma, pero el raigaurum tampoco se molestó en explicarla. Atendió a su explicación, en cambio, que era una versión resumida de algo que había leído en algún lado y que había entendido a medias. Tenía una cierta idea al respecto de que las capacidades mágicas de un raigaurum eran menores que la media o algo por el estilo, pues lo mencionaba el libro que le había prestado Keiria, pero ignoraba cuál era cuantitativamente esa diferencia. Él era optimista con respecto a su nueva habilidad.

Como cada uno hojeaba sus propios libros, él no fue menos. Empezó a pasar páginas, pudiendo decir que le sonaba más de un hechizo de verlos hacer a lo largo de su cosecha. ¿Pero por dónde empezar? No se le ocurría siquiera, estaba ávido por aprender –a pesar de la principal traba, que era tener que estudiar–, y le servía cualquier cosa.
—Bueno, vamos a atentar contra la propiedad intelectual —declaró, pulsando un botón en su muñeca. El primer paso era hacerse una copia. Ya tenía por donde empezar, y en cuanto se supiese más o menos aquel libro, ya buscaría otro.

Un rato más tarde, ya estaba hecho. Abrió algunos archivos al azar hasta que encontró uno de los que le habían llamado la atención de primeras. Es decir, ofensivos. Dejó esa imagen abierta, así como la de levitación.
—Voy a bajar a practicar algunos hechizos. ¿Me ayuda alguno a salir de aquí? —Además, les preguntaría si preferían quedarse o bajar con él.

Lo siguiente fue comenzar la práctica, los movimientos primero, y luego tomar soltura recitando el hechizo. El primer intento fue trabado, el segundo un poco también. Intentaba hacer la levitación sobre un pedrusco, y dio gracias a haberse concienciado de que no debía frustrarse demasiado. Distaba mucho de ser tan sencillo como simplemente pensarlo. Fueron varios intentos hasta que la magia prendió, haciéndolo sentirse del mismo modo en que lo hacía el único hechizo que conocía justo antes de llevarse a cabo. Perdió la concentración al emocionarse y el hechizo se fue a pique, pero tendría más suerte a partir de ese momento. Lo cual no quería decir que intentase siquiera levantar algo que no fuese la piedra, y tampoco que no se aburriera al cabo de escasos intentos. El movimiento era errático, y terminó por admitir que no era el mejor hechizo para ser el segundo en aprender. Le venía mejor algo más sencillo en la ejecución, si bien no fuese un hechizo tan simple. Y ahí entró el hechizo abrasivo que había dejado seleccionado.

No paró hasta desmigajar un par de cascotes cerca de la torre. Igual que en el caso anterior, le costó adquirir soltura con el proceso. Después, necesitó afinar la puntería –y eso dejó también un par de boquetes en el suelo cerca de la torre–, pero finalmente se creyó dominando el hechizo, aun si uno de los aciertos se había llevado también suelo por delante y el otro solo había fragmentado el objetivo.

Emocionado por sus pequeños avances, no se percató de que ahora podía entender de primera mano que la magia era capaz de desgastar a su usuario. En lugar de eso, y una vez reunido con los demás de nuevo, empezó a sugerir paseos como si ya no hubiera nada que temer.
—Me gustaría seguir explorando la ciudad como antes. A partir de ahora van a ser las alimañas las que van a tener que correr —sonrió con malicia—. Hey, ¿os apetece salir mañana?

Optimista ante todo, el irrense sabía que aquellos hechizos no aportaban nada nuevo, pero sobreestimaba el cambio. Esa noche entrenaría de nuevo, probablemente se iniciaría en los hechizos defensivos para estar todavía más seguro, y eso sería todo. Pero se moría por salir de nuevo allí afuera, recuperado por fin, y eso era todo en lo que podía pensar. También le resultaba tremendamente gratificante poder devolver por fin los ataques a los monstruos que los habían atormentado con la fuerza suficiente.

Sigue en el Barrio Derruido.

Al cabo de unos días el biomecánico sabía conjurar algunos de los hechizos más básicos con utilidad ofensiva con una sola mano. Costaba realizarlos de aquella manera y por ello únicamente pudo aprender en aquel tiempo correctamente parálisis, impulso y petrificación. Invirtió su tiempo, además, en conocer en mayor profundidad los cambios que la luna había obrado en aquellos con los que había compartido criba, aunque todavía desconocía en qué clase de criatura se habían convertido algunos de ellos. Así mismo empezó a anclar hechizos de metrónomo de los lugares más habituales que visitaba, como la biblioteca de la Torre, la puerta de la Sede o su cuarto.

No obstante, su rutina se vio interrumpida porque el genemago fue a buscarlo para que realizasen el robo de muestras de genéticas en Irraria. El ingeniero tan solo le preguntó si disponía de medios para comprender el idioma irrense, ya que lo iba a necesitar para burlar la seguridad informatizada de las instalaciones. Quedó con el asreniano un día y una hora concretos en la explanada de los portales, lugar que visitó previamente una vez más para grabar su tempo, y se teleportó allí en el momento justo.

Sigue en Irraria.

Con el hombre bestia intangible y levitando, así como los apuntes de las runas que había copiado, volvimos a casa. Las onyces no pararon de señalar trampas inexistentes por el camino, consiguiendo que me empezara a enfadar, tanto con ellas como con la ciudad. Por eso dirigí mi atención a Dhelian, pensando en sacar conversación de cualquier cosa agradable. Pero entonces me fijé en que parecía preocupado y pensativo. No tuve que atar muchos nudos para relacionarlo con lo que llevábamos con nosotros. Así que me pegué a él y entrelacé mi brazo con el suyo, sin dejar de andar.

—Oye, Dhelian... Si necesitas ayuda o hablar o algo... cuenta conmigo, ¿vale? Te puedo ayudar a hacer algo con el cuerpo, si te hace falta. Lo que sea.

Consiguieron los apuntes de runas, un mapa de las zonas con hombres bestias y un cadáver. Podia considerarse que aquella excursión a lo subterráneos, aunque peligrosa, había sido fructífera. Tras salir de allí se despidieron de Valek para dirigirse a Serpentaria. Sus estirges al ver por fin cielo abierto se despegaron de su ropa y alzaron el vuelo para seguirles por aire, a excepción de aquella que había sido herida que se mantuvo en su hombro perezosa a pesar de estar ya curada. Junto a él el cadáver seguía flotando intangible, siendo aun el centro de los pensamientos de Dhelian cuando Alice se le acerco sobresaltándolo un poco.

-Intento pensar en el como en esa carne de las cestas, o las costillas de Skarog. Es un poco inhumano pensar así...pero bueno, yo ya no soy humano. O nunca lo fui realmente - añadió bromeando un poco al respecto para quitarle un poco de hierro al asunto también para el. mejor intentar bromear un poco con el tema así se le haría mas tratable- Aunque estoy preocupado sobre el tratamiento, ya sabes, los cadáveres se descomponen y eso. Pensaba buscar algún hechizo que funcione como nevera o para conservar cuerpos, me las tendré que ingeniar con hechizos térmicos por ahora, supongo. Intentare ver si lo hago mas...portátil para facilitarlo- dijo sin saber como decir que lo descuartizaría tras comer todo lo que pudiera de una vez, o lo intentaría al menos, para intentar conservarlo así sin que sonase tan horrible. Definitivamente tenia que acostumbrarse a no horrorizarse con esas cosas.

—¿Inhumano? No creo que sigamos siendo humanos... Nadie en la Tierra tiene el pelo de este color sin tintárselo ni estos rasgos... —dije pensativa, pero luego seguí hablando convencida de lo que decía—. Los humanos de mi mundo no os considerarían humanos por el mero hecho de ser de otro mundo, así que... Somos rocavarancoleses.

Por eso me había cambiado el nombre, entre otras cosas. ¿Cómo podía ver inhumano alimentarse de una criatura que había intentado matarnos para, seguramente, comernos después? ¿Acaso yo me estaba convirtiendo en rocavarancolesa demasiado rápido, pese a mi odio hacia lo que nos había hecho sufrir? <<Adaptarse o morir>> acabé pensando.

—Hmm... Creo que podríamos hacer una bolsa nevera con runas térmicas grabadas en la tela... En la Tierra, a los cuerpos se los conservaba tumbados en cámaras frigoríficas dentro de unas bolsas especiales. No creas, luego se los enterraba, pero recién muertos les hacían eso. Podríamos adaptarlo o algo similar.

Y así, andando y hablando, llegamos a casa.
—Hogar dulce hogar —dije, sincera, una vez dentro. Y una vez frente a los cuartos, añadí algo más—. Voy a comer... Y que te aproveche. Luego te cuento lo que te dije que me recordaras, ¿vale?

Antes de bajar a la cocina, dejé todas las cosas en el cuarto y me di una buena ducha. Olía a túnel, a humedad, a alimañas, a sangre, a... Cualquier cosa. No que me incomodara, que sí pero tendría que ir acostumbrándome, pero no era algo apropiado. Así sí, aseada y oliendo a limpio, me hice algo de comer en solitario, onyces incluidas, y luego subí a mi habitación. Lo primero que hice fue ordenar los apuntes que había salteados en la mesa y añadir a estos los de las runas de la trampa. Después estuve un rato anotando todo lo que había pasado hoy en una especie de diario de hojas apiladas y sujetadas por una piedra. Eso sí, no incluía nada que pudiera ser utilizado, tan solo mera descripción de lo que había hecho sin incluir nombres ni referencias a gente concreta. Lo de hoy, por ejemplo, rezaba así:

Diario de Abordo. Día 856: Hoy, Capitana Onyx ha descubierto una trampa y ha estado estudiando sus runas.

Las entradas tenían números aparentemente aleatorios. No era así: el número central era el número de días reales. Terminado eso, dejé todo en su sitio y me dirigí al cuarto del daeliciano, donde llamé suavemente. En cuanto abriera y dijera si podíamos hablar, le contaría toda la idea de destruir el circo y la casa que habían acabado con Akasha y Álvaro. A ver qué pensaba del asunto. No me importaría hacerlo sola, tampoco, pero no lo veía posible conociéndoles.