- Kanyum
Ficha de cosechado
Nombre: Nohlem
Especie: Varmano granta
Habilidades: Puntería, intuición, carismaPersonajes :
● Jace: Dullahan, humano americano. 1’73m (con cabeza 1’93m)
● Rox: Cambiante, humano australiano/surcoreano. 1’75m
● Kahlo: Aparición nocturna varmana granta. 1’62m
● Nohlem: varmano granta. 1’69m
● Xiao Taozi: Fuzanglong carabés. 1’55m
Unidades mágicas : 5/5
Síntomas : Mayor interés por acumular conocimiento. A veces, durante un par de segundos, aparecerán brillos de distintos colores a su alrededor.
Status : Prrrr prrrrr
Más polvo que sangre
16/10/24, 03:21 pm
—¡Auch! —exclamó, soplando después el aire entre sus dientes en un siseo.
La suerte que tenía el varmano para salir indemne era ridícula, la prueba de que los gatos tienen 7 vidas, tal así que las poquísimas veces que recibía daño tonto era peor por lo que se quejaba. El granta había vivido los mismos horrores que sus compañeros en Rocavarancolia, con la diferencia sustancial de que a él muy pocas veces le habían hecho sangrar. No es que fuera algo que envidiara, la sangre le ponía malísimo, pero en momentos como este notaba que esa experiencia y capacidad de aguante le faltaba.
La salida había sido buena (todo lo bueno que puede ser pelearte con alimañas por comida) con la excepción de que un puñado de espinas de las dichosas ratas que custodiaban las cestas le habían alcanzado y cortado en varios puntos del brazo y costados. No había órganos vitales comprometidos ni nada, solo daños materiales, unos rasguños y una punta rota poco clavada, lo justo y necesario para que el señorito montara una mala fiesta ahora que Ethan le estaba curando a la antigua usanza, pues no era tanto para recurrir al amuleto en carga, en una de las habitaciones que nadie utilizaba. Sería un quejica de manual, pero tenía el orgullo de no serlo delante de los más jóvenes. Además, así tampoco tendrían que preocuparse por manchar sábanas en uso.
—¿Es normal que pique tanto? No se me estará infectando, ¿no? —preguntó mirando el corte que el londinense le estaba limpiando en el brazo, nada más serio que un desliz de cuchillo. Tenía la manga remangada y a pesar de la sensación pegajosa de la sangre en su baja espalda, todavía no podía quitarse la prenda, pues la púa que ahí seguía la mantenía unida a su cuerpo como una triste chincheta—. ¿Me volverán a salir las pecas que había debajo de la herida...? —preguntó por lo bajini, una duda más personal y digna de un niño. No era lo suficiente profundo para dejar cicatriz, pero más allá de los raspones de rodilla y manos típicos de crío o los moratones de los entrenamientos brutos que tenía con Connor e Ethan, qué iba a saber él. Si fuera realmente grave seguramente estaría callado por el mismo miedo, peeero...
Quedarse callado y a solas con Ethan eran cosas que últimamente, por su propio bien, no combinaba.
La suerte que tenía el varmano para salir indemne era ridícula, la prueba de que los gatos tienen 7 vidas, tal así que las poquísimas veces que recibía daño tonto era peor por lo que se quejaba. El granta había vivido los mismos horrores que sus compañeros en Rocavarancolia, con la diferencia sustancial de que a él muy pocas veces le habían hecho sangrar. No es que fuera algo que envidiara, la sangre le ponía malísimo, pero en momentos como este notaba que esa experiencia y capacidad de aguante le faltaba.
La salida había sido buena (todo lo bueno que puede ser pelearte con alimañas por comida) con la excepción de que un puñado de espinas de las dichosas ratas que custodiaban las cestas le habían alcanzado y cortado en varios puntos del brazo y costados. No había órganos vitales comprometidos ni nada, solo daños materiales, unos rasguños y una punta rota poco clavada, lo justo y necesario para que el señorito montara una mala fiesta ahora que Ethan le estaba curando a la antigua usanza, pues no era tanto para recurrir al amuleto en carga, en una de las habitaciones que nadie utilizaba. Sería un quejica de manual, pero tenía el orgullo de no serlo delante de los más jóvenes. Además, así tampoco tendrían que preocuparse por manchar sábanas en uso.
—¿Es normal que pique tanto? No se me estará infectando, ¿no? —preguntó mirando el corte que el londinense le estaba limpiando en el brazo, nada más serio que un desliz de cuchillo. Tenía la manga remangada y a pesar de la sensación pegajosa de la sangre en su baja espalda, todavía no podía quitarse la prenda, pues la púa que ahí seguía la mantenía unida a su cuerpo como una triste chincheta—. ¿Me volverán a salir las pecas que había debajo de la herida...? —preguntó por lo bajini, una duda más personal y digna de un niño. No era lo suficiente profundo para dejar cicatriz, pero más allá de los raspones de rodilla y manos típicos de crío o los moratones de los entrenamientos brutos que tenía con Connor e Ethan, qué iba a saber él. Si fuera realmente grave seguramente estaría callado por el mismo miedo, peeero...
Quedarse callado y a solas con Ethan eran cosas que últimamente, por su propio bien, no combinaba.
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