Primer sueño de Lara

Lara empezaba a sentirse orgullosa por lo mucho que había conseguido con esta oportunidad. Llevaba tres días y había conseguido organizar a todo el grupo, la ordesa empezaba a pensar que le sonreiría la suerte y que conseguiría llegar más allá de sus visiones. Pero se equivocaba, porque sus pequeños cambios aquí y allá en la línea del tiempo habían desbaratado de nuevo cualquier plan que la madre tuviera. En esta ocasión, Lara no tuvo estómago para sobrellevar la imagen de la araña gigante masticando a Shaco. Tampoco tuvo tiempo de vomitar, sin embargo, pues una de la patas del aráncido la atravesó de lado a lado.

Como si se hubiera vaciado por el agujero que le habían dejado de vientre a espalda, Lara había perdido todo el ánimo para afrontar la escena que sabía que vendría. De nuevo no pudo moverse en la negrura y, esta vez, tampoco quiso hablar. Seguía enfadada con dama Aroma, con sus compañeros, con la ciudad y, sobretodo, consigo misma; pero ya sabía que no servía de nada expresarlo con insultos, ni gritando. <<Me quedan dos oportunidades. Dos hijos...>> era todo lo que la ordesa pensaba en ese momento, mientras veía irse a Taz con la ogra ciega.

Y volvía a estar de pie en mitad del barrio laberíntico. Las palabras de Xalkoth le resultaron inquietantemente irritante y Lara descubrió que tenía más ganas de partirle la cara de lo que podría haber pensado en un principio. Estaba cansada de vivir siempre lo mismo y de morir independientemente de como evolucionaran las cosas. No le parecía que les estuvieran dando unas oportunidades justas. <<O avanzas y mueres, o avanzas y te matan. Puta mierda...>>.

La ordesa dejó de nuevo las circunstancias en su sitio inicial. No trastocó nada, no contó nada que no fuera contable y se guardó todo el pesimismo que giraba entorno a su marsupio ahí mismo, en su marsupio. El tiempo pasó irremediablemente y Lara sufrió en silencio. Se dejó morder por los serpelinos, dejó que a Xalkoth le jodieran la carcasa y su carácter se fue agriando con cada día que pasaba, a pesar de que considerara un logro sobrevivir tanto.

Pasaron las semanas y, por segunda vez en cuatro vidas, los letarguinos visitaron Maciel. Lara no había olvidado en absoluto la repercusión que tendría aquella visita y mantenía una fijación casi enfermiza por Kora. Solo le quitaba el ojo de encima para parpadear.

—Yo no diría que sea tan peligroso, parecía que solo jugaba. Como si nos llevara tantos niveles de ventaja que no le mereciera la pena molestarse con nosotros. Está claro que es un jefe de zona(...)—Lara estaba hablando sobre Astra. El bicho se encontraba solo por la ciudad con el brazo roto, estaba a punto de llegar.

Sin Nero, Lara no podía saber qué había ocurrido realmente el día de la visita, pero fuera como fuere, en ese presente los botes de miel habían quedado intactos. La mirada de Kora antes de irse no le hizo ninguna gracia, pero decidió que era un matiz intercultural que no entendía.

Al final llegó el día en el que supuestamente visitaría Letargo. Lara cogería por fin su libro y disfrutaría de una visita normal, sin puñaladas. Seguía irritada por todo lo que estaba pasando internamente, pero en todo ese tiempo había aprendido a pensar en otras cosas para paliar su humor de cara al público. Se aferraba a cualquier idea positiva aunque fueran clavos ardiendo y así, embargada por ese falso positivismo, la ordesa decidió vestirse de gala para la visita. En lugar de llevar el cosplay de renacida entre la mugre, se puso el vestido que había confeccionado a partir de su antiguo disfraz de afín al aire.

Se enganchó su tocado en la cabeza con ayuda de la pinza y se preparó para salir. Fingió estar con el mismo humor que ese día real y golpeó varias veces su escudo con la daga (que ahora se llamaba TresTres) para llamar la atención de todos. Sin embargo, su nerviosismo seguía latente en pequeños gestos: pies inquietos, orejas agitadas y un tic nervioso que la obligaba a girar su molinillo de vez en cuando. Lara no estaba contenta, estaba asustada. De lo que pudiera ocurrirles y las decisiones que podría verse obligada a tomar. A estas alturas ya no sentía ningún cargo de conciencia por Shaco y la pareja sinhadre y le daba miedo ser capaz de abandonar a más compañeros por salvar a sus hijos.

—¡Vámonos!

Lara sopesó lo que ocurría ese día. Era el último del que tenía conciencia y eso le agobiaba y aliviaba a partes iguales. Se acabaría tener que seguir guiones, pero también cualquier ayuda que la información que conocía pudiera darle. De momento tenía que salvar a los excursionistas. La ausencia de Taro era un herido menos, pero sin Ri y Nero contaban con dos de los que colaboraron en el rescate también.

—Yo os acompaño—decidió—. Pero creo que lo primero es prepararse para la salida. Estaría bien que los que no saben hacer magia o saben pero se quedan en el torreón nos traspasaran magia a Shaco, Archi y a mí. No me gustaría que nos vieramos indefensos ante... yo que sé... ¿Un ataque de halcones playeros?—Lara no sabía si reír o llorar en esos momentos—La ciudad no es segura...

<<Oh, no...>>. Fue todo lo que se le pasó a Lara al ver a los tres perdidos. <<¿Y ahora que hago?>>. Había conseguido todo este tiempo a base de no contar nada y ahora se encontraba con estos en una situación así. Lara sintió que debía advertirles, que no debía dejar que la ballena-calamar les atrapara. <<Puta dama Aroma y puto todo>>. Lara sacó el silbato de uno de sus bolsillos y lanzó una mirada a Archi llena de dudas. Era él quien conocía el hechizo paralizante y lo tendría que usar. La ordesa cogió aire, cerró los ojos y les silbó haciendo señas para que se acercaran.

—¡ES PELIGROSO QUEDARSE AHÍ! ¡VENID CORRIENDO!—Silbó. Los nervios de la ordesa iba en aumento. Era como siempre: una situación de la que habían escapado con un final favorable en sus visiones y que ahora se volvía contra todos y, en concreto contra ella, en su cruzada particular por salvar a sus niños. Dio impulso al molinillo de su tocado mientras sacudía la cola con inquietud. <<¿Puedo hacer algo más?>>—. Por todo lo que más queráis en este o cualquier otro mundo, NO os acerquéis a la orilla—pidió a los que habían llegado con ella. Lara estaba convencida de que los daños eran inevitables y, para su grupo actual, sería más fácil de superar la muerte de tres desconocidos que la de uno de sus compañeros. Internamente pedía perdón a Ri, Nero y Taro, pero si no corrían, ella no sería la que fuera hacia ellos.

Esta vez Lara volvió llorando de la negrura. Dirigió una mirada asesina a Xalkoth cuando habló y esta vez no quiso callarse.

—¡ME TENEIS TODOS PUTO HARTA!—gritó entre sollozos—. NO PODÍAIS SOBREVIVIR. NO, QUE VA, TENÍAIS QUE VOLVER A MORIROS. ERA DEMASIADO PARA VOSOTROS HACER LAS COSAS BIEN, ¿VERDAD? NO PODÍAIS SALVAROS. NO PODÍAIS SALVARME. Y LA CULPA ES MÍA POR CONFIAR EN VOSOTROS Y AHORA NO ME QUEDA NADIE. ¡ME LOS HAN QUITADO A TODOS! ¿ESTÁIS CONTENTOS YA?—Lara estaba histérica y respiraba con dificultad, estaba teniendo un ataque de ansiedad en esos momentos y solo quería irse. Sus gritos carecían de sentido u orden, eran quejas incongruentes que se invalidaban entre ellas—. NO QUIERO VOLVER A VEROS EN LO QUE ME QUEDE DE EXISTENCIA. ¿OS QUEDA CLARO?—echó a correr hacia la plaza de la que habían venido, tanto como sus piernas tambaleantes se lo permitieron.

En cuanto llegó, saltó el borde de la fuente y se metió dentro, se encaramó a las serpientes y trepó con más bien poca destreca hasta que consiguió sentarse en lo alto. Sacó el silbato y se quedó absorta mirándolo. Seguía llorando de forma ruidosa y de vez en cuando hipaba. <<No tengo nada...>>. Lara no se merecía sobrevivir a sus hijos, con mucha más razón ahora, que había sido ella la que los había condenado. Había fallado como madre una vez, y otra, y otra... y el vacío de su marsupio le dolía demasiado como para seguir luchando por sí misma. Se llevó el silbato a la boca y sopló con tanta fuerza como sus pulmones le dejaron. La ciudad estaba llena de monstruos, era cuestión de tiempo que alguno se apiadara de ella si seguía haciendo ruido.