Primer sueño de Pam

La mona del queso se encontraba cómodamente sentada en su trono deforma lanuida y relajada, con sus ojos lavanda siguiendo como con cierta pereza el movimiento de los sus siervos trabajando. Mirándolos sin aparente interés, pero al mismo tiempo no perdiendo detalle alguno de que hacia lo que se les había sido ordenado con la dedicación que se les exigía y sin quejas. Mientras cumpliesen lo que se les había ordenado la Reina Pam, no les llamaría la atención y ninguno de los presentes era tan falto de razón como para desear desobedecerla.

En medio de su tranquila inspección el grito de Nime resonó por la tranquila sala y Pelusa, se irguió en el asiento clavando sus ojos en la alterada niña, que ante ella habló con presura. Y la información que le tenía no agrado al Reina Pelusa, de ninguna forma. Sus cejas se fruncieron con claro fastidio ante aquello. Al parecer, si había un 'falto de razón estúpido' entre las filas de sus esclavos.

-¿Holgazanear en mi palacio? Debe tener muy pocas luces para cometer semejante estupidez bajo mis propias narices, y pensar que va a salir indemne de este insulto a mi autoridad...que lo traigan ante mi -ordenó la Reina con un voz clara sin necesidad alguna de alzarla para que su penetrase en los oídos de todos, fría y decidida. No iba a permitir que nadie en ese lugar pensase que podía pasar por encima de su palabra y salir de rositas. Aquel era tan buen momento, como cualquier otro, para mostrar a sus sirvientes que le podría pasar si algún día osaban a no cumplir una orden de la Reina.

Pelusa no tenía muy claro aun como había acabado en ese trono, rodeado de sirvientes ordeses, con Nime siendo claramente una sirvienta también y ella como Reina. Pero a sus ojos, toda esa situación se veía normal y correcta, al grado de no darle mayor importancia pese a reconocer los rostros que entraron en ese momento por la puerta con los mismos ropajes que portaba Nime. Repetía, no tenía muy claro que estaba pasando, pero a sus ojos la única forma de descubrirlo era seguir el juego.

Ademas que estaba disfrutando, especialmente ser la gobernante de aquellos estúpidos felpudos. Un autentico placer del que no quería deshacerse tan fácil pues era de alguna forma como si el Karma les estuviera devolviendo la jugada. Aun con ese pensamiento sus ojos se quedaron mirando con claro estupor confuso a Zobriel y Adru trayendo a rastras consigo a un ordes, un ordes como ella bien los reconocía, lleno de pelos, con pequeñas orejas rodeados y aquellos espantosos dedos capaz de saborear lo que tocaban. Un ordes sin dudar, uno que tenía el rostro bien reconocible de Guille como si hubiese puesto su rostro malamente en el cuerpo de una de esas cosas, y que sonaba como el. <<Espera ¿que? ¿Porque ese ordes tiene la cara de Guille? O mejor...¿¡Porque mierdas Guille tiene cuerpo de ordes!?>> parpadeo despacio, pues se había dicho de seguir todos el asunto con placer, pues ¿que mas le daba castigar a unos cuantos desobedientes ordeses?, pero aquella imagen de Guille-ordes le había sentado como un balde de agua helada, dejándola momentáneamente confundida.

Miro a Zobriel y Adru, también a Nime, notando que ellos no parecían captar lo raro del asunto. Como si el mismo hecho de estar llamándole Reina y lo ropajes no lo fuese ya, para Pelusa lo único que verdaderamente no encajaba ahí, era ese 'Guille'.

La llegada de un cuarto miembro de su torreón portando un brillante y filosa hacha con claras intenciones de darle uso le hicieron inquietarse. La situación removió a Pelusa, que posó sus ojos en Milo que ya tenía su hacha preparada para asestar el tajo que separaría la cabeza del...¿ordes? ¿Guille? de su cuello. ¿Era alguna clase de truco de magia para buscar confundirla y que le perdonase la vida? No iba a ser engañada, debía asegurarse.

-Un momento...aun no-frenó a Milo con un firme ademan con voz sonara y clara, decidida y autoritaria como si fuese para ella normal el dar ordenes, algo tan errado de la realidad. Sin rastro alguno del titubeo que en el fondo sentía por lo desconcertante de la situación y con una fingida calma que no terminaba de sentir, se bajó de su trono acercándose con lentos pasos hasta estar como un metro de “el”, analizando con sus penetrante ojos y sintiendo como el aborrecimiento se acumulaba como bilis en su garganta ante la figura peluda frente a ella. Aborrecimiento que se convertía en un desconcierto profundo y titubeante en su interior, ante la visión del rostro lloroso de Guille plasmado en aquel ser.

-Dices no ser un ordes, aunque te veas exactamente como uno, huelas como uno y me produzcas tanto asco como uno – dijo la mona del queso sin apartar sus ojos lavanda del niño ordes con un mezcla de desprecio e interés ante lo extraño de la situación que se planteaba frente a ella, y que definitivamente, no comprendía y que deseaba comprender

Dime, si estas tan seguro de no serlo, entonces ¿que eres? - preguntó Pelusa mirándole de forma penetrante desde su corta estatura que lucia pequeña peor imponente, tan seria y helada como un temprano, no dejándose convencer ni confiando aun en esos ojos aguados tan reconocibles para ella.

La rabia subió por el esófago de Pelusa como si quemase al sentir las manos ordesas acercarse a ella, tocando su vestido, al grado de olvidar el rostro que ese ordes poseía o la voz suplicante que le decía que realmente era Guille. La mona del queso solo fue consciente de aquellas manos de largos dedos tocando su vestido con tan certeza como si en vez de este estuviera tocando directamente su piel. Retrocedió mirándole con rabia contenida, temblando imperceptiblemente ante la repulsa que sentía. Sentía tanto asco que prácticamente dolía, casi como si fuese un daño físico y no algo grabado en su memoria y en su piel, ante esa simple cercanía.

Pelusa sintió ganas de golpearle, de patear y pisotear esas manos hasta que no quedasen de ellas mas que piel y huesos rotos, impulsadas por lo recuerdos, que aunque lucían borrosos en ese momento, estaban tan llenos de emociones negativas que era difícil deshacerse de ellos. Por suerte para ella o mas bien para el niño frente a ella, no perdió la compostura pues Adru reaccionó con rapidez apartando las manos del ordes de Pelusa. La mona del queso miró de nuevo el rostro del niño frente a ella, sin poder evitar sentir el asqueo que el resto de su cuerpo le producía, algo notorio en su expresión, que lucia frío e inmóvil como si viera ante ella a una mero insecto. Se contuvo apenas de ordenar a Milo terminar con lo que había iniciado, no pudiendo sacar de sus mente las lagrimas de Guille, el único recordatorio que hacia que Pelusa no acababa con el ordes que había osado tocarla.

Sus ojos lavanda le escrutaron, intentando no dejarse llevar por sus emociones, pues nada en el lucia como Guille salvo su rostro y su voz. ¿Un truco de magia? Eso parecía ser si las palabras del niño, era ciertas << Suponiendo que sea cierto y no sea un engaño, ¿se ha convertido en una de esas bolas de pelo durante la noche? ¿Cómo? ¿Por qué? >> Pelusa no sabía que pensar y lo que su cuerpo mas le pedía era simplemente dejar de hacerse cuestiones y simplemente dejar que la sangre del ordes se derramara por el suelo de su palacio. No mas llantos, no mas gritos, no mas intentos de tocarla, no mas tener que pensar si lo que hacia era o no correcto.

Pero había algo que se lo impedía, pequeño y molesto. Porque recordaba al niño humano revoltoso que solo le producía dolores de cabeza por su insensatez, que le había pedido que le enseñase magia, que cosiera un tonto muñeco de peluche...

Milo, Adru, Zobriel y Nime ninguno de ellos veían al Guille que ella si veía; o si lo hacían no eran capaces de reconocerlo. ¿Acaso solo ella era capaz de ver esa diferencia? Aquello debía ser cosa de magia. Lanzada sobre el niño o lanzada sobre ellos para confundir su visión de lo que era real, de lo que no.

-Zobriel...dime ¿Cómo luce nuestro cielo?- preguntó Pam sin levantar aun la vista del ordes. No, no olvidaba esas vivencias con el niño de ojos marrones cuyo rostro lloraba frente a ella, como tampoco olvidaba las historias contadas por el mismo Zobriel sobre lo que aquel astro rojo provocaba en la gente. 

¿Y si sus sospechas eran ciertas y esa apariencia del niño se debía a esa condenada Luna? ¿Que pesaría mas para ella...su apariencia actual que tanto aborrecía...o sus vivencias con Guille? 

<<'Nada cambiara entre nosotros aunque nuestros cuerpos lo hagan'...je, que burda mentira de tontos soñadores e ilusos >>

Pelusa tuvo que resistir el impulso de chasquear la lengua ante la respuesta carente de información dada por Zobriel. Iba a tener que verlo ella misma entonces, pues ese "como siempre" no le daba buenas espina . Es decir, que era para ellos el "como siempre" cuando últimamente veían estrellas en el cielo y auroras, era algo que debia asegurar.

Estaba en un encrucijada y las palabras de Milo que parecia estar deseoso de cumplir su cometido de separar el cuello del cuerpo del ordes, no ayudaba a aclarar su ideas. ¿Que hacer?. Era la Reina, no sabía como ni por qué, pero lo era, no podía permitirse que lo esclavos del palacio o sus compañeros que la alababan y respetaban vieran duda en sus acciones. Era consciente de la diferencia de números y por nada del mundo podía permitirse que los ordeses presentes en la sala se pensase que podían llevarle la contra y salirse con la suya. No era una buena imagen si quería seguir teniéndolos respetuosos, intimidados y obedientes, menos cuando era por algo tan incierto como lo era ese Guille-ordes.

La aparición de Rox, vestida con esa indumentaria que el resto compartir atrajo su mirada lavanda hacia ella. El humano lucia seria con una expresión tan indescifrable que le era difícil de encajar con Rox que siempre era bastante expresivo a la hora de mostrar sus emociones. Sus palabras trajeron algo de paz interna a Pelusa, tenia no una via de escape con eso, sino mas bien una pausa para decidir que hacer sin precipitaciones que la hicieran cometer un error de calculo. Una cosa era matar a un ordes, que no le da apuro alguno, otra matar a Guille. Necesitaba descubrir que había ocurrido y si era reversible o algo así, porque no estaba segura de si iba a soportar teniendo el rostro de Guille pululando por el palacio con ese cuerpo.

-Me parece adecuado, no deseo precipitarme, hay algo aquí que no me encaja y quiero asegurarme que lo que esta ocurriendo no sea algún tipo de truco de magia para engañarme-dijo con voz clara y audible llena de autoridad mientras realizaba una barrida con su mirada a los ordeses presentes- Llevadlo a la mazmorra y encadenarle, pero no lo matéis hasta que yo lo diga. Rox, tu puedes quedarte aquí, quiero hablar contigo. Los demás, podéis marchar- dijo directamente mientras se dirigía de nuevo a su trono para tomar asiento no sabia si podía confiar en ellos o no, pero de los presentes era el único que le había dado otra opción que no fuese simplemente odiarle o matarle. Algo parecía realmente estar pasando y quería averiguar que era.

Pelusa espero que salieran todos salvo Rox, para observarle con cierta atención, este aprecia mantener  su apariencia indescifrable y esa postura rígida que inicialmente había captado su atención.¿Podría hablar de ello con el? ¿Cómo enterarse de lo que le preocupaba, sin ser totalmente evidente de su desconocimiento sobre que estaba pasando realmente en aquel lugar?

-Ante todo, ¿sabes quien es el Guille del que ese ordes hablaba?-pregunto queriendo cerciorarse de ello de primeras pues aun le resultaba extraño que ninguno hubiese dudado al escuchar al niño ordes diciendo aquellas palabras-Me gustaría saber tu opinión, sobre si piensas que hay  posibilidades que ese esclavo dice la verdad. Porque vi algo que en el que no es natural y que ustedes no parecéis haber notado- admitió Pelusa frunciendo levemente el ceño, no se sentía confiada del todo en aquella gente que lucian, como sus compañeros de torreón pero al mismo tiempo no se comportaban como estos.

Pelusa esperó pacientemente la respuesta de Rox, no sabia si debía confiaran en el, dado lo extraño del comportamiento general que todos presentaban. Cuando respondió que si sabia quien era Guille, le miró con suspicacia preguntándose entonces porque no había hablado antes a su favor cuando el niño-ordes había estado a punto de ser ejecutado, porque podría haberlo sido con relativa facilidad si la mona del queso no hubiese dudado al escuchar su voz.

La respuesta a aquella pregunta no tardo´en llegar cuando Rox mostró su brazo cubierto de aquel espeso pelo tan reconocido para la mona del queso, que apenas verlo y escuchar las palabras del humano, abrió los ojos inmensamente,retrocediendo instintivamente como si este poseyera algo sumamente contagioso. Todo empezó a cobrar sentido en su mente ante aquella espeluznante visión, Rox estaba sufriendo la misma metamorfosis que Guille, estaba convirtiéndose en un ordes también.¿Pero por qué?

-¿Desde cuando estas sufriendo eso? ¿Sabes por qué esto estaá pasándoos?- dijo procurando mantener cierta distancia de el,no pudiendo evitar el pensamiento de que eso fuese contagiosos y no había nada que le horrorizara mas, que la posibilidad de que eso también le pasara.¿Cabria solución? ¿Tendría cura? Tenia que haberla,porque de ningún modo ella podría convertirse en uno de esos asquerosos felpudos. Ademas había un factor ahí importante, Guille había dicho que se convirtió durante la noche y no sabia que había aposado, sin embargo Rox solo tenia el brazo cubierto de pelo ¿Si lo recordaría? Era posible, y también aprecia haber estado menos tiempo expuesto a lo que sea que le había provocado aquello.

¿Pero que era lo que estaba provocando aquello? Pam no olvidaba su pregunta anterior sobre el cielo, ni la respuesta que había recibido de Zobriel, por lo que sus ojos vagaron velozmente hasta encontrar las vidrieras por las que ese colaba una luz rojiza, con suspicacia e inquietud. ¿Esa luz roja era por causa de la Luna Roja? Quería asegurarse, pero temía exponerse bajo su luz directa por si esta era la causa de lo que había pasado con Guille y de lo que ahora estaba ocurriendo con Rox.

Mas aun ¿que narices hacía ahora? No podía evitar sentir repulsión por esas bolsas de pelos, incluso sabiendo que era sus compañeros lo que se estaban convirtiendo en ellos. Estaba frente a un gran dilema.