- Raven
Ficha de cosechado
Nombre: Ethan
Especie: Humano
Habilidades: Buen oído, valor y motivaciónPersonajes : Ethan: Humano, Ingles/Japonés 1.75
Síntomas : En ocasiones, se le desenfocará brevemente la vista. El amuleto curativo se carga el doble de rápido a su contacto y además es más eficaz si lo usa sobre sí mismo.
Armas : Ethan Lanza partesana y una daga
Status : Ciego y cojo, el chiste se cuenta solo.
De oca en oca y tiro porque Ethan me toca - RV Gakuen (+18)
07/06/23, 01:48 pm
Recuerdo del primer mensaje :
La noche estaba siendo cuanto menos, caótica. Desde el inicio aceptando viajar en moto, hasta esos instantes donde se habían convertido en un centro de atención no deseado. Si al Ethan de hace unos meses le dijeran que iba a tener no sólo la libertad, si no la esperanza de conseguir algo más que amistad con Nohlem no se lo habría creído.
Pero ahí le tenía, sacando de la manga una excusa que nadie se creía solo para arrastrarlo lejos de aquel foco. El Londinense le siguió sin rechistar, procesando aún la vergüenza tan grande del momento. Su rostro congelado en la más absoluta timidez se fue tornando en una sonrisa cuando habían cruzado la esquina y esa sonrisa se convirtió en una risa que acompañó a la del gato cuando le escuchó desfogarse.
Si quiera llego a responder bien, asintiendo entre resoplidos para que volviera a besarle. Tan torpe como tierno se juntaron otra vez, pero lejos de tener la misma intensidad que el inicio, aquella cercanía se había vuelto comedia. Y es que las risas continuaron a intervalos irregulares, interrumpiendo el contacto y volviéndose aún más sonoras con las cosquillas que el felino le estaba haciendo en el cuello. Sólo cesaron cuando entraron al despacho. Donde la sorpresa ocupó la primera plana y un Ethan curioso empezó a investigar el lugar.
-Vaya, no sabía que tenías este tipo de gustos... -Le respondió burlón, dedicándole una mirada de medio lado mientras recorría con un dedo una de las estanterías. El lugar era extremadamente elegante y en parte le recordaba al escritorio de su madre. Solo que este rezumaba dinero y contaba con suficiente decoración como para volverlo acogedor. Pronto algo captó su atención, un objeto mucho mejor que los libros o plantas del lugar. Una foto que le arrancó una risa suave, cargada de ternura.
-Oh nooo! Eras aún más adorable de pequeñín! -Tomo el marco en sus manos para observar mejor la imagen, huyendo a carcajada limpia en cuanto Nohlem intentó quitársela. Acabo dando la vuelta en torno al escritorio, hasta que vio a su perseguidor rendirse y confiado decidió apoyarse en el, sin llegar a sentarse. La espalda baja descansaba sobre el costado de la mesa, evitando así pisar o tirar ninguno de los objetos que descansaban sobre la misma. Por respeto al valor y orden que el lugar parecía guardar.
-¿¿Cómo es que nunca había visto yo ninguna de estas?? -Su tono era una mezcla entre sorpresa e indignación, disfrutando de las vistas adorables que le daba. Nohlem se veía tan pequeñito y tierno… Le volvió a enseñar el marco, colocándolo a la altura de su mejilla para acentuar lo adorable de la imagen. -Pero mirateee, no se porque no llevas más a menudo gafas. ¡Con lo bonitas que te quedan, si es que te comía toda la carita!
Esto último lo pronunció en un tono más bajo, con una sonrisa inocente que escondía cierta picaresca. Al fin y al cabo no mentía, ya que no podía achuchar a su versión pequeñita, se conformaba con llenar de besos a la joven.
La noche estaba siendo cuanto menos, caótica. Desde el inicio aceptando viajar en moto, hasta esos instantes donde se habían convertido en un centro de atención no deseado. Si al Ethan de hace unos meses le dijeran que iba a tener no sólo la libertad, si no la esperanza de conseguir algo más que amistad con Nohlem no se lo habría creído.
Pero ahí le tenía, sacando de la manga una excusa que nadie se creía solo para arrastrarlo lejos de aquel foco. El Londinense le siguió sin rechistar, procesando aún la vergüenza tan grande del momento. Su rostro congelado en la más absoluta timidez se fue tornando en una sonrisa cuando habían cruzado la esquina y esa sonrisa se convirtió en una risa que acompañó a la del gato cuando le escuchó desfogarse.
Si quiera llego a responder bien, asintiendo entre resoplidos para que volviera a besarle. Tan torpe como tierno se juntaron otra vez, pero lejos de tener la misma intensidad que el inicio, aquella cercanía se había vuelto comedia. Y es que las risas continuaron a intervalos irregulares, interrumpiendo el contacto y volviéndose aún más sonoras con las cosquillas que el felino le estaba haciendo en el cuello. Sólo cesaron cuando entraron al despacho. Donde la sorpresa ocupó la primera plana y un Ethan curioso empezó a investigar el lugar.
-Vaya, no sabía que tenías este tipo de gustos... -Le respondió burlón, dedicándole una mirada de medio lado mientras recorría con un dedo una de las estanterías. El lugar era extremadamente elegante y en parte le recordaba al escritorio de su madre. Solo que este rezumaba dinero y contaba con suficiente decoración como para volverlo acogedor. Pronto algo captó su atención, un objeto mucho mejor que los libros o plantas del lugar. Una foto que le arrancó una risa suave, cargada de ternura.
-Oh nooo! Eras aún más adorable de pequeñín! -Tomo el marco en sus manos para observar mejor la imagen, huyendo a carcajada limpia en cuanto Nohlem intentó quitársela. Acabo dando la vuelta en torno al escritorio, hasta que vio a su perseguidor rendirse y confiado decidió apoyarse en el, sin llegar a sentarse. La espalda baja descansaba sobre el costado de la mesa, evitando así pisar o tirar ninguno de los objetos que descansaban sobre la misma. Por respeto al valor y orden que el lugar parecía guardar.
-¿¿Cómo es que nunca había visto yo ninguna de estas?? -Su tono era una mezcla entre sorpresa e indignación, disfrutando de las vistas adorables que le daba. Nohlem se veía tan pequeñito y tierno… Le volvió a enseñar el marco, colocándolo a la altura de su mejilla para acentuar lo adorable de la imagen. -Pero mirateee, no se porque no llevas más a menudo gafas. ¡Con lo bonitas que te quedan, si es que te comía toda la carita!
Esto último lo pronunció en un tono más bajo, con una sonrisa inocente que escondía cierta picaresca. Al fin y al cabo no mentía, ya que no podía achuchar a su versión pequeñita, se conformaba con llenar de besos a la joven.
- Raven
Ficha de cosechado
Nombre: Ethan
Especie: Humano
Habilidades: Buen oído, valor y motivación
Re: De oca en oca y tiro porque Ethan me toca - RV Gakuen (+18)
15/08/23, 03:09 pm
Las caricias que Nohlem le dedicaba iban más allá de las palabras, pues si bien estas eran preciosas el lenguaje físico era uno universal que comunicaba de una manera tan cercana como dulce. El sutil camino que trazaba sobre su mejilla dejando que la suavidad de sus yemas sobre la cicatriz contrastará contra la fría y sutil presión de sus anillos, el cuidado con el que acariciaba su cuello como si se tratase de alguna escultura de hielo tan cristalina como frágil… Cada gesto trenzado en aquel beso le devolvía la cordura tanto como se la arrebataba para seguir sumido en un trance liviano.
Y sobre todo, le daba confianza, amor, seguridad. Las primeras veces había pasado desapercibido, pero a cada nuevo intercambio era difícil no darse cuenta del detalle. Nohlem siempre buscaba aquella cicatriz que cortaba su labio, una que tantos reparos le había dado en su día y una a la que ahora agradecía en silencio por existir. La calidez de sus labios sobre ella y el mimo con el que trazaba su recorrido a besos le sacaba pequeños suspiros cargados de una ilusión tan nueva como extraña. Que no tuviera reparos era de agradecer, ahora bien, que encima las tratara como un detalle más al que querer y por el que darle mimos era una sensación que le llenaba su corazón de calor, como una hoguera en mitad de una noche oscura hecha para mantener a los malos espíritus alejados.
-Oh vamos, sabes que adoro todos tus besos no me seas dramático.
Comentó aún a sabiendas del tono burlesco de su pareja, solo para poderle recordar lo mucho que le encantaba. En su rostro seguía dibujada una sonrisa brillante, parcialmente oculta al presionar sobre la mano de Nohlem, aquella que aún descansaba sobre su mejilla. Como si fuera un cachorrito falto de mimos a pesar de que precisamente se veía desbordado por los mismos. Una caricia tonta en la que restregaba su moflete hasta que a la escena se le sumó una pequeña risa, avergonzado al ver que el pelirrojo seguía su juego absurdo de popu y delegado. Era una confesión ficticia pero escucharle decir de nuevo esas palabras conseguía que sus latidos se volvieran nerviosos, conscientes de su soñada relación. El problema es que antes de poder decir un ¨Sí, quiero¨ el tema cambio tan brusco como las emociones del Londinense.
De todas las cicatrices que decoraban su cuerpo, esa, en especifico sangraba abierta en lo más profundo de su corazón y si bien Nohlem hacía bien en querer hablar del tema, Ethan solo podía rehuir con la mirada tan incómodo como estaba. No es que el beso hubiera sido horrible, a él le gustó tanto como a su compañero. El problema era que en aquel mejunje emocional no podía desligar esa situación de contexto que lo rodeaba y querer tratarlo significaba explorar una herida tan reciente que el solo pensar en ello ya dolía. Su sonrisa pasó a convertirse en una mueca nerviosa que a pesar de intentar mantenerse alegre acaba convertida en un temblor desigual, apenas una sombra de la inocente alegría que transmitía hacía unos segundos.
No quería alejarse y no lo hizo, pero tampoco supo ocultar lo desagradable que le estaba resultando la conversación. No podía dirigirle la mirada, y sus manos suavizaron el agarre que tenían sobre el felino, dejando de envolverle para quedar apoyadas sobre ambos hombros. Era un mecanismo sutil por si en algún momento sentía la necesidad de huir.
Para su suerte no fue necesario pues sus labios se encontraron acogidos en los de Nohlem y cerrando ambos ojos decidió encontrar un refugio en ellos. Aquel beso fue un salvavidas para que pudiera alejarse de forma cobarde del mar en llamas que creaba su cabeza, escapando del tema para dejar que todos sus miedos regresaran al fondo del océano aún a sabiendas de que ese arreglo era una mera tirita temporal.
Ignorando todo lo anterior decidió centrarse en el último pique que el varmano le dedicaba, una frase cargada con segundas tan directas como la picaresca sonrisa que le regalaba. Ethan recuperó un poco de su porte asintiendo a medida que recuperaba parte de su alegría.
-Ya sabes que soy tuyo, no tienes por qué preguntar para saber qué puedes hacer lo que quieras. -Su sonrisa no era perfecta, pero esta vez era sincera. Devolviéndole un susurro igual de burlesco a medida que se iba adaptando a un juego que conocía mucho mejor.
Soltó el agarre para bajar en búsqueda del contacto que Nohlem tenía sobre sus caderas, tomando sus manos entre las suyas para guiarle con suavidad hacía la cama. Ethan se movía de espaldas, dando pasos cortos hasta que chocó levemente contra el borde y supo que habían llegado.
-Ven aquí anda.
Quería alejarlo de cualquier duda o trasfondo malo que hubieran podido tener, que se centrará en el ahora como Ethan deseaba hacer. Este se sentó sobre la cama, desplazándose hacia el interior para darle algo de espacio donde apoyarse y desde allí flexiono la pierna mala, dejando que se elevará sobre la otra.
-No puedo… No eh, no me siento cómodo hablando de esos temas ahora mismo. -Confesó intentando que sus sentimientos no cayeran en saco roto, le había escuchado, solo no podía responderle de una forma que quizá el pelirrojo hubiera preferido. Una de las manos que aún le sostenía la encaminó hacia su mejilla, donde se frotó en un perdón inocente sin saber muy bien cómo disculparse del todo. La otra en cambio, la guió hasta su rodilla, donde soltó el agarre para dejar que solo la de Nohlem reposara ahí.
-Pero… Puedo tratar otros yo… Si quieres verla, está bien. Contigo no me da miedo. -Una sonrisa dudosa intentó validar sus palabras, obvio que seguía dándole un poco de miedo, pero si no intentaba avanzar iba a tropezar con la misma piedra una y otra vez. Era una recompensa a cambio de otra, quizá no tenía el mismo valor pero estaba intentándolo de igual forma, dentro de toda la torpeza con la que nadaba entre sus problemas.
-Di que vas a ser el primero fuera de mi familia y bueno los médicos en verla. Solo, ve con cuidado porfi.
Y sobre todo, le daba confianza, amor, seguridad. Las primeras veces había pasado desapercibido, pero a cada nuevo intercambio era difícil no darse cuenta del detalle. Nohlem siempre buscaba aquella cicatriz que cortaba su labio, una que tantos reparos le había dado en su día y una a la que ahora agradecía en silencio por existir. La calidez de sus labios sobre ella y el mimo con el que trazaba su recorrido a besos le sacaba pequeños suspiros cargados de una ilusión tan nueva como extraña. Que no tuviera reparos era de agradecer, ahora bien, que encima las tratara como un detalle más al que querer y por el que darle mimos era una sensación que le llenaba su corazón de calor, como una hoguera en mitad de una noche oscura hecha para mantener a los malos espíritus alejados.
-Oh vamos, sabes que adoro todos tus besos no me seas dramático.
Comentó aún a sabiendas del tono burlesco de su pareja, solo para poderle recordar lo mucho que le encantaba. En su rostro seguía dibujada una sonrisa brillante, parcialmente oculta al presionar sobre la mano de Nohlem, aquella que aún descansaba sobre su mejilla. Como si fuera un cachorrito falto de mimos a pesar de que precisamente se veía desbordado por los mismos. Una caricia tonta en la que restregaba su moflete hasta que a la escena se le sumó una pequeña risa, avergonzado al ver que el pelirrojo seguía su juego absurdo de popu y delegado. Era una confesión ficticia pero escucharle decir de nuevo esas palabras conseguía que sus latidos se volvieran nerviosos, conscientes de su soñada relación. El problema es que antes de poder decir un ¨Sí, quiero¨ el tema cambio tan brusco como las emociones del Londinense.
De todas las cicatrices que decoraban su cuerpo, esa, en especifico sangraba abierta en lo más profundo de su corazón y si bien Nohlem hacía bien en querer hablar del tema, Ethan solo podía rehuir con la mirada tan incómodo como estaba. No es que el beso hubiera sido horrible, a él le gustó tanto como a su compañero. El problema era que en aquel mejunje emocional no podía desligar esa situación de contexto que lo rodeaba y querer tratarlo significaba explorar una herida tan reciente que el solo pensar en ello ya dolía. Su sonrisa pasó a convertirse en una mueca nerviosa que a pesar de intentar mantenerse alegre acaba convertida en un temblor desigual, apenas una sombra de la inocente alegría que transmitía hacía unos segundos.
No quería alejarse y no lo hizo, pero tampoco supo ocultar lo desagradable que le estaba resultando la conversación. No podía dirigirle la mirada, y sus manos suavizaron el agarre que tenían sobre el felino, dejando de envolverle para quedar apoyadas sobre ambos hombros. Era un mecanismo sutil por si en algún momento sentía la necesidad de huir.
Para su suerte no fue necesario pues sus labios se encontraron acogidos en los de Nohlem y cerrando ambos ojos decidió encontrar un refugio en ellos. Aquel beso fue un salvavidas para que pudiera alejarse de forma cobarde del mar en llamas que creaba su cabeza, escapando del tema para dejar que todos sus miedos regresaran al fondo del océano aún a sabiendas de que ese arreglo era una mera tirita temporal.
Ignorando todo lo anterior decidió centrarse en el último pique que el varmano le dedicaba, una frase cargada con segundas tan directas como la picaresca sonrisa que le regalaba. Ethan recuperó un poco de su porte asintiendo a medida que recuperaba parte de su alegría.
-Ya sabes que soy tuyo, no tienes por qué preguntar para saber qué puedes hacer lo que quieras. -Su sonrisa no era perfecta, pero esta vez era sincera. Devolviéndole un susurro igual de burlesco a medida que se iba adaptando a un juego que conocía mucho mejor.
Soltó el agarre para bajar en búsqueda del contacto que Nohlem tenía sobre sus caderas, tomando sus manos entre las suyas para guiarle con suavidad hacía la cama. Ethan se movía de espaldas, dando pasos cortos hasta que chocó levemente contra el borde y supo que habían llegado.
-Ven aquí anda.
Quería alejarlo de cualquier duda o trasfondo malo que hubieran podido tener, que se centrará en el ahora como Ethan deseaba hacer. Este se sentó sobre la cama, desplazándose hacia el interior para darle algo de espacio donde apoyarse y desde allí flexiono la pierna mala, dejando que se elevará sobre la otra.
-No puedo… No eh, no me siento cómodo hablando de esos temas ahora mismo. -Confesó intentando que sus sentimientos no cayeran en saco roto, le había escuchado, solo no podía responderle de una forma que quizá el pelirrojo hubiera preferido. Una de las manos que aún le sostenía la encaminó hacia su mejilla, donde se frotó en un perdón inocente sin saber muy bien cómo disculparse del todo. La otra en cambio, la guió hasta su rodilla, donde soltó el agarre para dejar que solo la de Nohlem reposara ahí.
-Pero… Puedo tratar otros yo… Si quieres verla, está bien. Contigo no me da miedo. -Una sonrisa dudosa intentó validar sus palabras, obvio que seguía dándole un poco de miedo, pero si no intentaba avanzar iba a tropezar con la misma piedra una y otra vez. Era una recompensa a cambio de otra, quizá no tenía el mismo valor pero estaba intentándolo de igual forma, dentro de toda la torpeza con la que nadaba entre sus problemas.
-Di que vas a ser el primero fuera de mi familia y bueno los médicos en verla. Solo, ve con cuidado porfi.
- Kanyum
Ficha de cosechado
Nombre: Nohlem
Especie: Varmano granta
Habilidades: Puntería, intuición, carisma
Re: De oca en oca y tiro porque Ethan me toca - RV Gakuen (+18)
17/08/23, 03:59 pm
Sus palabras no tuvieron el efecto que esperaba e igual que había sido fácil leer la incomodidad de Ethan lo sería leer la suya. Su seguridad menguó como un castillo de arena hecho a orillas del mar, comido por un oleaje que no necesitaba ser fuerte para tumbar murallas. Sus orejas apuntaron abajo y su sonrisa ladina dejó de serlo, aunque se mantuvo por obligación. Estaba visto que no debería haber sacado el tema y que su recién proclamado novio aún no le había perdonado. Lo entendía, no había sido bonito, solo... había guardado esperanzas a otra cosa. El peso de la culpa volvió a posarse sobre sus hombros, ligero como la chaqueta que le faltaba e igual de sobrante. Se tragó los suspiros como si de pastillas se tratasen. Al menos no todo habían sido fallos (y no le había hecho la cobra), cuando Ethan dijo que era suyo sus mejillas se encendieron y sus ojos recuperaron parte de su brillo.
—¿Puedes decirlo otra vez? —añadió a modo de broma-no-broma en un tono que quería trasmitir ánimo—. Me gusta como suena.
Se dejó guiar con una pequeña sonrisita. Que su objetivo fuera la cama no significaba que el tema estuviera encauzado, de hecho se sentía como cuando Kahlo le hacía sentarse antes de darle su opinión y soltarle verdades como puños con todo el tacto que tenía, que a veces no era mucho.
—Claro. Lo siento —sus orejas seguían gachas aunque se esforzó en sonreír al sentir su tacto y hacer contacto visual, uno que desvió pronto a sus rodillas. Su cabeza estaba como la sala del piano cuando Abel la había puesto patas arriba en busca de ropa, siendo en su caso busca de formas de excusarse: "estuvo mal", "no debería haberlo hecho", "siento haber arruinado el momento otra vez"... todo para que al final lo único que soltase fuera—: Perdón.
El suspiro acumulado ya era demasiado fuerte como para aguantarlo, así que exhaló el aire por la nariz antes de que se volviera exagerado. No supo a que se refería Ethan hasta que mencionó a los médicos, momento en el que sus orejas cambiaron de ángulo para tirar hacia atrás en una expresión entre asombrada y comprometida.
—Oye, no... no hace falta Ethan. No necesito que me compenses por nada, más bien... —más bien era él quien tendría que hacerlo. Pero tampoco quería que creyera que su rechazo venía por disgusto a su herida, de verdad que apreciaba la confianza que depositaba en él al dejar esa puerta abierta y eso no caería en saco roto. Suspiró otra vez, inquieto, aunque fue más un "ains" que agobio malo—. ¿Seguro, flaco? No es que yo no quiera, es que no quiero que te sientas tú obligado...
No se retractaba en su deseo de besar todas sus cicatrices, fuera hoy, mañana o dentro de un mes, pero se sentiría peor forzando a Ethan a algo que no por una cagada suya. Ante la duda se acercó a besarle la frente, presionando con los labios como si así pudiera sellar toda incertidumbre, propia y ajena. Obtenida una positiva Nohlem abandonó su sitio en el borde de la cama y se arrodilló delante suya en movimientos suaves, como si lo que tuviera delante fuera un animalillo herido que pudiera espantar con un paso en falso. Si tuviera un zapato entremanos bien podrían recrear la escena de la Cenicienta.
—¿Te has puesto el liguero? —eran tirantes pero le parecía más divertido llamarlos así. Al palpar su pierna y notarlos sonrió—. ¡Te lo has puesto!
Besó brevemente su rodilla, acariciando con sumo cuidado la longitud de esta para abajo, hasta el borde del pantalón, y lo recogió hacia arriba hasta hacer visible media, tira y piel. Lo bueno del material y el tipo de prenda es que bien podía llegar arriba sin cortarle la circulación a uno. Sonrió un poco más al ver lo bien que le quedaba.
—Ah. Me da pena quitártelo. Mira que el sexo con calcetines es un no como una casa, pero... —rozó las tiras—. La lencería son otras palabras.
Técnicamente tampoco era lencería pero bah. Con un click soltó las ligas de la media y, habiendo buscado fugazmente su mirada como confirmación, se la quitó. Ahí estaba en primer plano, una línea blanca de piel cicatrizada, tan larga y recta como el hueso que debería haber dentro. Era mucho más gruesa y no tenía la irregularidad y el "encanto" de las otras, lo que denotaba que fuera quirúrgica. Incluso curada era terrorífica. Se quedó observándola, trazando tímidamente su forma con la yema de los dedos de una sola mano, procurando que su rostro concentrado no demostrase ni por un segundo como de intimidado se sentía, aunque una de sus orejas tiraba inevitablemente hacia atrás. El accidente tuvo que ser horrible, y más si pensaba que ahí dentro había metal, o en todo lo que había perdido que no se podía ver. Se sentía igual cuando veía la unión entre brazo y prótesis de su hermana, y eso que a ella sus heridas le avergonzaban mucho menos que al londinense.
—¿Te sigue doliendo...? —colocó una mano tras su gemelo, tirando de este para levantarlo y acercárselo con la misma delicadeza que venía usando. Sin añadir más besó el centro de la marca sin apenas ejercer presión, tan lento como lo examinaba—. Te quiero flaco. Te quiero mucho —otro beso, un poco más arriba—. Me siento privilegiado —pasó el pulgar por la cicatriz vagamente y exhaló una leve risa—. Este es el padre de todos los truenos.
Le dio un último beso y una caricia antes de recolocarle la media y el tirante. Cuando lo tenía arriba del todo, no obstante, frunció el ceño confuso consigo mismo.
—Espera. La idea era desvestirnos. Vestirnos para poder desvestirnos ¿Por qué te estoy vistiendo otra vez?
Con una risa atolondrada Nohlem se irguió apoyándose en los bordes de la cama para besar sus labios, sin dejar que ni eso interrumpiera la gracia que le hacía la serie de ideas de bombero que tenían. Ya no se sentía tan enturbiado como antes, y es que si Ethan le había permitido aquello es porque, bueno, tan mal no podían estar.
—Que desastre —masculló aún en sus labios. Sus manos fueron rápidas al primer botón que pudieran desabrochar en la camisa del moreno, liberándolo con un tironcito intencionado—. Siempre lo hago todo alrevés...
—¿Puedes decirlo otra vez? —añadió a modo de broma-no-broma en un tono que quería trasmitir ánimo—. Me gusta como suena.
Se dejó guiar con una pequeña sonrisita. Que su objetivo fuera la cama no significaba que el tema estuviera encauzado, de hecho se sentía como cuando Kahlo le hacía sentarse antes de darle su opinión y soltarle verdades como puños con todo el tacto que tenía, que a veces no era mucho.
—Claro. Lo siento —sus orejas seguían gachas aunque se esforzó en sonreír al sentir su tacto y hacer contacto visual, uno que desvió pronto a sus rodillas. Su cabeza estaba como la sala del piano cuando Abel la había puesto patas arriba en busca de ropa, siendo en su caso busca de formas de excusarse: "estuvo mal", "no debería haberlo hecho", "siento haber arruinado el momento otra vez"... todo para que al final lo único que soltase fuera—: Perdón.
El suspiro acumulado ya era demasiado fuerte como para aguantarlo, así que exhaló el aire por la nariz antes de que se volviera exagerado. No supo a que se refería Ethan hasta que mencionó a los médicos, momento en el que sus orejas cambiaron de ángulo para tirar hacia atrás en una expresión entre asombrada y comprometida.
—Oye, no... no hace falta Ethan. No necesito que me compenses por nada, más bien... —más bien era él quien tendría que hacerlo. Pero tampoco quería que creyera que su rechazo venía por disgusto a su herida, de verdad que apreciaba la confianza que depositaba en él al dejar esa puerta abierta y eso no caería en saco roto. Suspiró otra vez, inquieto, aunque fue más un "ains" que agobio malo—. ¿Seguro, flaco? No es que yo no quiera, es que no quiero que te sientas tú obligado...
No se retractaba en su deseo de besar todas sus cicatrices, fuera hoy, mañana o dentro de un mes, pero se sentiría peor forzando a Ethan a algo que no por una cagada suya. Ante la duda se acercó a besarle la frente, presionando con los labios como si así pudiera sellar toda incertidumbre, propia y ajena. Obtenida una positiva Nohlem abandonó su sitio en el borde de la cama y se arrodilló delante suya en movimientos suaves, como si lo que tuviera delante fuera un animalillo herido que pudiera espantar con un paso en falso. Si tuviera un zapato entremanos bien podrían recrear la escena de la Cenicienta.
—¿Te has puesto el liguero? —eran tirantes pero le parecía más divertido llamarlos así. Al palpar su pierna y notarlos sonrió—. ¡Te lo has puesto!
Besó brevemente su rodilla, acariciando con sumo cuidado la longitud de esta para abajo, hasta el borde del pantalón, y lo recogió hacia arriba hasta hacer visible media, tira y piel. Lo bueno del material y el tipo de prenda es que bien podía llegar arriba sin cortarle la circulación a uno. Sonrió un poco más al ver lo bien que le quedaba.
—Ah. Me da pena quitártelo. Mira que el sexo con calcetines es un no como una casa, pero... —rozó las tiras—. La lencería son otras palabras.
Técnicamente tampoco era lencería pero bah. Con un click soltó las ligas de la media y, habiendo buscado fugazmente su mirada como confirmación, se la quitó. Ahí estaba en primer plano, una línea blanca de piel cicatrizada, tan larga y recta como el hueso que debería haber dentro. Era mucho más gruesa y no tenía la irregularidad y el "encanto" de las otras, lo que denotaba que fuera quirúrgica. Incluso curada era terrorífica. Se quedó observándola, trazando tímidamente su forma con la yema de los dedos de una sola mano, procurando que su rostro concentrado no demostrase ni por un segundo como de intimidado se sentía, aunque una de sus orejas tiraba inevitablemente hacia atrás. El accidente tuvo que ser horrible, y más si pensaba que ahí dentro había metal, o en todo lo que había perdido que no se podía ver. Se sentía igual cuando veía la unión entre brazo y prótesis de su hermana, y eso que a ella sus heridas le avergonzaban mucho menos que al londinense.
—¿Te sigue doliendo...? —colocó una mano tras su gemelo, tirando de este para levantarlo y acercárselo con la misma delicadeza que venía usando. Sin añadir más besó el centro de la marca sin apenas ejercer presión, tan lento como lo examinaba—. Te quiero flaco. Te quiero mucho —otro beso, un poco más arriba—. Me siento privilegiado —pasó el pulgar por la cicatriz vagamente y exhaló una leve risa—. Este es el padre de todos los truenos.
Le dio un último beso y una caricia antes de recolocarle la media y el tirante. Cuando lo tenía arriba del todo, no obstante, frunció el ceño confuso consigo mismo.
—Espera. La idea era desvestirnos. Vestirnos para poder desvestirnos ¿Por qué te estoy vistiendo otra vez?
Con una risa atolondrada Nohlem se irguió apoyándose en los bordes de la cama para besar sus labios, sin dejar que ni eso interrumpiera la gracia que le hacía la serie de ideas de bombero que tenían. Ya no se sentía tan enturbiado como antes, y es que si Ethan le había permitido aquello es porque, bueno, tan mal no podían estar.
—Que desastre —masculló aún en sus labios. Sus manos fueron rápidas al primer botón que pudieran desabrochar en la camisa del moreno, liberándolo con un tironcito intencionado—. Siempre lo hago todo alrevés...
- Raven
Ficha de cosechado
Nombre: Ethan
Especie: Humano
Habilidades: Buen oído, valor y motivación
Re: De oca en oca y tiro porque Ethan me toca - RV Gakuen (+18)
21/08/23, 12:46 am
Las disculpas, el tono afligido y las orejas gachas fueron una combinación tan efectiva como dolorosa, Nohlem era el vivo caso del arrepentimiento y al igual que el muchacho, Ethan no podía evitar caer en el mismo ciclo, pensando que aquella situación era su completa responsabilidad. Con la ligera opresión creciendo en su abdomen no quiso hacer públicas sus dudas, pues añadir un perdón haría de aquella cadena una infinita. Aún estaban lejos del foso, estaban a tiempo de frenar en seco.
El inglés quería explicarse correctamente, evitar el malentendido y demostrar en todo lo que se le permitiera lo mucho que le quería, pero también era consciente de sus dificultades para hacerlo. Intentar hablarlo sería como abrir la riada acumulada en su interior y si bien ahora la acequia estaba seca, no quería tentar a la suerte llamando a posibles lluvias. Por esos motivos dejó la compuerta cerrada y las persianas bajadas, ignorando una tormenta lejana para centrarse en la cálida calma que le aportaba el felino. Ya tendrían tiempo de hablarlo, hoy no era el día oportuno.
Ancla al suelo y con una serenidad que se le iba asentando de forma tímida decidió borrar sus dudas para centrarse en lo que su pareja quería decirle.
-No me estás obligando a nada, no te preocupes. De verdad quiero hacerlo, confío en ti y quiero que puedas verla. -Sus palabras se veían teñidas de una confesión vergonzosa, un deseo nimio que hacía latir su corazón de igual manera que lo ralentizaba. Ahí donde se juntaba la añoranza de ser querido en su conjunto, cicatrices visibles y no tan visibles incluidas, como el miedo a no ser aceptado por las mismas. Donde los pálpitos se volvían irregulares y aún estando nerviosos cortaban su respiración a la espera tensa del resultado.
-Eran bonitos.
Respondió más directo a la alegría mostrada por los ligueros. En otras circunstancias habría bromeado sobre ello, añadido sarcasmo o cierta picaresca divertida, más la cercanía del gran evento le hacía permanecer atento a cada movimiento y sutil cambio en el ambiente. La vulnerabilidad que había decidido regalar ganaba conciencia. Nohlem tenía razón, era como un animal asustado, atento a la mínima señal de peligro para salir corriendo.
-¿Lencería? -Preguntó sin preguntar con el único propósito de llenarse la boca de algo y mantener su mente ocupada en cualquier burda excusa.
La tensión era palpable en lo rígida que estaba su postura. Al ruido que hizo un calcetín desabrochado lo acompañó una toma de aire exagerada, un mecanismo para poder retener todos sus males y aguardar con paciencia un tacto que sabía que no era malo. No había sonrisa en un rostro que también se había congelado en la alarma, centrado en buscar cualquier síntoma que indicará un mínimo malestar. La tensión acumulada evitaba que su pierna generará movimientos indeseados ante una invasión permitida, pero si bien no podía relajarse con su gentil contacto al menos estaba aprendiendo que no era una sensación desagradable, solo extraña.
Una ligera risa nasal escapó presa del nerviosismo, evidenciando un miedo que trataba de enmascarar tras una sonrisa. No quería retractarse a mitad de camino por asustado que pudiera estar y es que si no era con Nohlem dudaba que volviera a atreverse a hacer algo así. Le costaría llegar a una meta satisfactoria, pero al menos quería intentarlo.
La mano sobre el gemelo le hizo aflojar el hierro que en esos momentos era su pierna, y por primera vez desde que su calcetín había tenido la desdicha de bajar se atrevió a despegar su mirada de la herida para buscar el rostro del pelirrojo. Ver sus labios posarse sobre la piel desde esa perspectiva le permitió adquirir un matiz más positivo: no estaba obligándole a besar una cicatriz fea, Nohlem le estaba besando porque le quería, ahí tuviera la pierna rajada en dos.
Fue tras esa breve pausa y las cálidas palabras del felino que encontró consuelo suficiente como para empezar a echar leña a una hoguera que nunca había acabado de apagarse. La sonrisa que se le dibujó en el rostro con el segundo beso fue tan sincera como la suavidad con la que empezaba a destensarse. Sus hombros fueron bajando acompañando un estado más relajado y si bien la calma no era completa, al menos se notaba en una postura más dejada que estaba consiguiendo retomar su confianza.
-Lo es, vaya, si. Podría llamarse Zeus, ya sabes por… El, bueno claro si, ya lo sabes, qué tontería. -Su torpeza le llevaba a trabarse en ese tipo de tonterías a medida que lograba desperezarse y aunque se había alejado un poco de su miedo, agradeció en silencio que volviera a colocar el calcetín en su lugar. Era un desliz del que no iba a quejarse.
Ethan en su juventud había sido bastante cabra loca y en verdad, la ropa no le suponía un impedimento para el disfrute. Los baños del instituto habían sido partícipes de demasiadas situaciones no aptas para todos los públicos y si bien ahora tenía más margen a la intimidad (que no mucho al vivir en una residencia estudiantil) nunca había hecho ascos a algún rapidin con todo puesto en sitios recónditos pero públicos. Que eso no significaba que dado este caso no quisiera arrancarle la ropa igual, su mente solo estaba tejiendo una excusa razonable y poco creíble para mantener la cicatriz escondida.
-Bueno… A mi la idea de volverte a desvestir me vuelve loco, me empieza a sobrar muchisimo tu chaleco.
El calor iba y venía como un hormigueo familiar, renovando las ascuas cuando Nohlem selló el momento con un beso. Apenas salió de entre sus labios una interrogante pequeña ante la separación nula de su compañero y el suave "click" del botón desabrochado. Que fácil se alimentaba el incendio interior, y que natural se le hacía responder a la picaresca del felino con una media sonrisa. Sus manos se apoyaron en su cuello, buscando con unas caricias algo más firmes afianzarse tras su nuca, en el inicio de un pelo donde podía agarrarse con comodidad.
-Oye, qué injusto eres… yo ya venía un poco suelto y tu en cambio con todo dado. -Le sacó la lengua con aire juguetón, aprovechando la cercanía para saborear con ella los labios del felino, un rápido lametón cargado de tantas segundas como quisiera imaginarse Nohlem o de tantos recuerdos como pudiera anhelar de una estantería ruidosa… Enredó algunos rizos entre sus dedos a medida que apretaba con suavidad y tiró del chico hacía sí para dejar que el aire entre ellos fuera meramente anecdótico.
Un beso que aún tomándose su tiempo iba cargado con una pasión creciente, confiada y segura. Dejó que una de sus manos se mantuviera agarrada a su cabello pero la otra se desplazó al pecho, en un recorrido lento donde su palma iba presionando las formas por donde pasaba, queriendo definirlas aún teniendo la ropa como impedimento. Bajo hasta su abdomen y allí busco el final del chaleco, la abertura perfecta por donde poder colarse para sentir la tela suave de la camisa de forma directa.
Ah, mierda ¿Por qué le había dado tanta ropa? Ahora le sobraba la mitad.
El inglés quería explicarse correctamente, evitar el malentendido y demostrar en todo lo que se le permitiera lo mucho que le quería, pero también era consciente de sus dificultades para hacerlo. Intentar hablarlo sería como abrir la riada acumulada en su interior y si bien ahora la acequia estaba seca, no quería tentar a la suerte llamando a posibles lluvias. Por esos motivos dejó la compuerta cerrada y las persianas bajadas, ignorando una tormenta lejana para centrarse en la cálida calma que le aportaba el felino. Ya tendrían tiempo de hablarlo, hoy no era el día oportuno.
Ancla al suelo y con una serenidad que se le iba asentando de forma tímida decidió borrar sus dudas para centrarse en lo que su pareja quería decirle.
-No me estás obligando a nada, no te preocupes. De verdad quiero hacerlo, confío en ti y quiero que puedas verla. -Sus palabras se veían teñidas de una confesión vergonzosa, un deseo nimio que hacía latir su corazón de igual manera que lo ralentizaba. Ahí donde se juntaba la añoranza de ser querido en su conjunto, cicatrices visibles y no tan visibles incluidas, como el miedo a no ser aceptado por las mismas. Donde los pálpitos se volvían irregulares y aún estando nerviosos cortaban su respiración a la espera tensa del resultado.
-Eran bonitos.
Respondió más directo a la alegría mostrada por los ligueros. En otras circunstancias habría bromeado sobre ello, añadido sarcasmo o cierta picaresca divertida, más la cercanía del gran evento le hacía permanecer atento a cada movimiento y sutil cambio en el ambiente. La vulnerabilidad que había decidido regalar ganaba conciencia. Nohlem tenía razón, era como un animal asustado, atento a la mínima señal de peligro para salir corriendo.
-¿Lencería? -Preguntó sin preguntar con el único propósito de llenarse la boca de algo y mantener su mente ocupada en cualquier burda excusa.
La tensión era palpable en lo rígida que estaba su postura. Al ruido que hizo un calcetín desabrochado lo acompañó una toma de aire exagerada, un mecanismo para poder retener todos sus males y aguardar con paciencia un tacto que sabía que no era malo. No había sonrisa en un rostro que también se había congelado en la alarma, centrado en buscar cualquier síntoma que indicará un mínimo malestar. La tensión acumulada evitaba que su pierna generará movimientos indeseados ante una invasión permitida, pero si bien no podía relajarse con su gentil contacto al menos estaba aprendiendo que no era una sensación desagradable, solo extraña.
Una ligera risa nasal escapó presa del nerviosismo, evidenciando un miedo que trataba de enmascarar tras una sonrisa. No quería retractarse a mitad de camino por asustado que pudiera estar y es que si no era con Nohlem dudaba que volviera a atreverse a hacer algo así. Le costaría llegar a una meta satisfactoria, pero al menos quería intentarlo.
La mano sobre el gemelo le hizo aflojar el hierro que en esos momentos era su pierna, y por primera vez desde que su calcetín había tenido la desdicha de bajar se atrevió a despegar su mirada de la herida para buscar el rostro del pelirrojo. Ver sus labios posarse sobre la piel desde esa perspectiva le permitió adquirir un matiz más positivo: no estaba obligándole a besar una cicatriz fea, Nohlem le estaba besando porque le quería, ahí tuviera la pierna rajada en dos.
Fue tras esa breve pausa y las cálidas palabras del felino que encontró consuelo suficiente como para empezar a echar leña a una hoguera que nunca había acabado de apagarse. La sonrisa que se le dibujó en el rostro con el segundo beso fue tan sincera como la suavidad con la que empezaba a destensarse. Sus hombros fueron bajando acompañando un estado más relajado y si bien la calma no era completa, al menos se notaba en una postura más dejada que estaba consiguiendo retomar su confianza.
-Lo es, vaya, si. Podría llamarse Zeus, ya sabes por… El, bueno claro si, ya lo sabes, qué tontería. -Su torpeza le llevaba a trabarse en ese tipo de tonterías a medida que lograba desperezarse y aunque se había alejado un poco de su miedo, agradeció en silencio que volviera a colocar el calcetín en su lugar. Era un desliz del que no iba a quejarse.
Ethan en su juventud había sido bastante cabra loca y en verdad, la ropa no le suponía un impedimento para el disfrute. Los baños del instituto habían sido partícipes de demasiadas situaciones no aptas para todos los públicos y si bien ahora tenía más margen a la intimidad (que no mucho al vivir en una residencia estudiantil) nunca había hecho ascos a algún rapidin con todo puesto en sitios recónditos pero públicos. Que eso no significaba que dado este caso no quisiera arrancarle la ropa igual, su mente solo estaba tejiendo una excusa razonable y poco creíble para mantener la cicatriz escondida.
-Bueno… A mi la idea de volverte a desvestir me vuelve loco, me empieza a sobrar muchisimo tu chaleco.
El calor iba y venía como un hormigueo familiar, renovando las ascuas cuando Nohlem selló el momento con un beso. Apenas salió de entre sus labios una interrogante pequeña ante la separación nula de su compañero y el suave "click" del botón desabrochado. Que fácil se alimentaba el incendio interior, y que natural se le hacía responder a la picaresca del felino con una media sonrisa. Sus manos se apoyaron en su cuello, buscando con unas caricias algo más firmes afianzarse tras su nuca, en el inicio de un pelo donde podía agarrarse con comodidad.
-Oye, qué injusto eres… yo ya venía un poco suelto y tu en cambio con todo dado. -Le sacó la lengua con aire juguetón, aprovechando la cercanía para saborear con ella los labios del felino, un rápido lametón cargado de tantas segundas como quisiera imaginarse Nohlem o de tantos recuerdos como pudiera anhelar de una estantería ruidosa… Enredó algunos rizos entre sus dedos a medida que apretaba con suavidad y tiró del chico hacía sí para dejar que el aire entre ellos fuera meramente anecdótico.
Un beso que aún tomándose su tiempo iba cargado con una pasión creciente, confiada y segura. Dejó que una de sus manos se mantuviera agarrada a su cabello pero la otra se desplazó al pecho, en un recorrido lento donde su palma iba presionando las formas por donde pasaba, queriendo definirlas aún teniendo la ropa como impedimento. Bajo hasta su abdomen y allí busco el final del chaleco, la abertura perfecta por donde poder colarse para sentir la tela suave de la camisa de forma directa.
Ah, mierda ¿Por qué le había dado tanta ropa? Ahora le sobraba la mitad.
- Kanyum
Ficha de cosechado
Nombre: Nohlem
Especie: Varmano granta
Habilidades: Puntería, intuición, carisma
Re: De oca en oca y tiro porque Ethan me toca - RV Gakuen (+18)
23/08/23, 03:09 pm
—Claro, Zeus. Como el famoso perro de mi amigo Mathias —dijo con una naturalidad cargada de ironía, seguida de una breve risita.
Su liada anterior había sido compensada, y aunque si se paraba a pensar en ello todavía se le achicase el corazón, que de verdad llegase a hacerlo era una posibilidad bastante remota ahora mismo. Después de todo aquel al que temía haber ofendido era el mismo que le estaba confesando un deseo que le involucraba a él sin ropa. Que difícil se lo ponía Ethan para no ronronear ni pedir más de sus labios, dos tentaciones prácticamente imposibles cuando los dedos del japonés se enrredabab en los mechones de su nuca.
—¿Hm?
La interrogación salió atolondrada. No había entendido su comentario y menos que lo iba a entender tras el lametón, el tirón de pelo (que le arrancó un ronroneo particularmente grave y abrupto) y el beso, el cual si no llega a ser por iniciativa del londinense habría sido obra suya igualmente. Resopló por la nariz, una exhalación breve que nada disimulaba sus ganas, como una máquina de vapor que arranca a trabajar con temperaturas demasiado altas y aún así reclama más leña. Prendido Nohlem, prendido el beso, cuya paciencia y lentitud más pronto que tarde sería anecódita. Sus manos abandonaron ese primer botón para ir a por el segundo y el tercero, abriendo aquella ventana de tela para deslizar rápidamente las manos por su piel, rodeando y abarcando con los dedos tanta superficie como fuera posible en torno a su cadera, subiendo a sus costillas y danzando por su espalda en un intercambio cada vez más avaricioso. Ladeó la cabeza a la izquierda como ya venía siendo habitual, más las ganas que le tenía no eran tan meticulosas y pronto se vió abarcando cada ángulo sin discriminar que hubiera o no cicatriz que saborear. Tenía calor, y aunque podía apaciguarlo dando una tregua a los lentos tirones de labio que le propinaba a Ethan, prefería sacrificar el dulce tacto de su cuerpo con tal de ayudarle a deshacerse del chaleco. Él tenía más ropa que el británico, aunque aquella compensación tan lógica no formaba parte de su tren de pensamientos. Actuaba en un razocinio mucho más humilde, motivado por la presión que notaba por debajo del ombligo, el imán que le hacía empujar y hacerse hueco entre las piernas de su amante.
"Ethan", pensó, mas solo emitió un quejido amortiguado. No quería romper el vínculo, jadeaba cuando su boca se lo permitía para tomar más aire, pues activo como estaba lo que recibía por la nariz resultaba insuficiente. "Ethan", se repitió. Mamá pato, el chico lindo en todos los sentidos del cumplido, el de la historia trágica, partícipe de ese friends-to-lovers tan accidentado como los romances que leía su hermana. Su novio. Una sonrisa irrumpió entre la fogosidad del beso, a tiempo que interrumpía el contacto para hacerse atrás de pie y quitarse el chaleco que tan poco tiempo había durado adornando su silueta. Después de aflojarse la corbata con ambas manos y una sonrisa de medio lado consciente de su ego, regresó entre ronroneos a Ethan.
Reclamó más terreno con una rodilla hincada sobre la cama para echarse más sobre el moreno y el colchón, retomando el beso por donde lo había dejado. Quería besarle el cuello y bajar, hambriento por morderle y comerle entero, pero eso implicaría abandonar sus labios, algo por lo que no estaba dispuesto a pasar aún. Le tentaba liberar un primer botón en su camisa, pero algo le decía (su particular Pepito Grillo de los vicios) que su novio estaría más contento encargándose de ello. Se equivocase o no él tenía las manos ocupadas presionando las yemas de los dedos contra las margaritas que adornaban la espalda de Ethan, recorriendo el borde de su pantalón o lamiendo su lengua con la propia. No le importaba que se quedase la camisa (de hecho, le encantaba) pero la parte de abajo empezaba a ser un problema.
—Flaco —jadeó, yendo rápidamente a su cuello para besarlo y, de manera aún suave, morderlo, mientras se reacomodaba sobre él. Sus manos actuaron con la misma velocidad, quitando el botón y la cremallera del pantalón. Que sí le hacía una cintura muy bonita, pero más bonita era sin nada. Le agarró la cadera firmemente y le levantó para bajar un par de centímetros más la prenda, siendo los ronroneos su única comunicación "verbal".
Su liada anterior había sido compensada, y aunque si se paraba a pensar en ello todavía se le achicase el corazón, que de verdad llegase a hacerlo era una posibilidad bastante remota ahora mismo. Después de todo aquel al que temía haber ofendido era el mismo que le estaba confesando un deseo que le involucraba a él sin ropa. Que difícil se lo ponía Ethan para no ronronear ni pedir más de sus labios, dos tentaciones prácticamente imposibles cuando los dedos del japonés se enrredabab en los mechones de su nuca.
—¿Hm?
La interrogación salió atolondrada. No había entendido su comentario y menos que lo iba a entender tras el lametón, el tirón de pelo (que le arrancó un ronroneo particularmente grave y abrupto) y el beso, el cual si no llega a ser por iniciativa del londinense habría sido obra suya igualmente. Resopló por la nariz, una exhalación breve que nada disimulaba sus ganas, como una máquina de vapor que arranca a trabajar con temperaturas demasiado altas y aún así reclama más leña. Prendido Nohlem, prendido el beso, cuya paciencia y lentitud más pronto que tarde sería anecódita. Sus manos abandonaron ese primer botón para ir a por el segundo y el tercero, abriendo aquella ventana de tela para deslizar rápidamente las manos por su piel, rodeando y abarcando con los dedos tanta superficie como fuera posible en torno a su cadera, subiendo a sus costillas y danzando por su espalda en un intercambio cada vez más avaricioso. Ladeó la cabeza a la izquierda como ya venía siendo habitual, más las ganas que le tenía no eran tan meticulosas y pronto se vió abarcando cada ángulo sin discriminar que hubiera o no cicatriz que saborear. Tenía calor, y aunque podía apaciguarlo dando una tregua a los lentos tirones de labio que le propinaba a Ethan, prefería sacrificar el dulce tacto de su cuerpo con tal de ayudarle a deshacerse del chaleco. Él tenía más ropa que el británico, aunque aquella compensación tan lógica no formaba parte de su tren de pensamientos. Actuaba en un razocinio mucho más humilde, motivado por la presión que notaba por debajo del ombligo, el imán que le hacía empujar y hacerse hueco entre las piernas de su amante.
"Ethan", pensó, mas solo emitió un quejido amortiguado. No quería romper el vínculo, jadeaba cuando su boca se lo permitía para tomar más aire, pues activo como estaba lo que recibía por la nariz resultaba insuficiente. "Ethan", se repitió. Mamá pato, el chico lindo en todos los sentidos del cumplido, el de la historia trágica, partícipe de ese friends-to-lovers tan accidentado como los romances que leía su hermana. Su novio. Una sonrisa irrumpió entre la fogosidad del beso, a tiempo que interrumpía el contacto para hacerse atrás de pie y quitarse el chaleco que tan poco tiempo había durado adornando su silueta. Después de aflojarse la corbata con ambas manos y una sonrisa de medio lado consciente de su ego, regresó entre ronroneos a Ethan.
Reclamó más terreno con una rodilla hincada sobre la cama para echarse más sobre el moreno y el colchón, retomando el beso por donde lo había dejado. Quería besarle el cuello y bajar, hambriento por morderle y comerle entero, pero eso implicaría abandonar sus labios, algo por lo que no estaba dispuesto a pasar aún. Le tentaba liberar un primer botón en su camisa, pero algo le decía (su particular Pepito Grillo de los vicios) que su novio estaría más contento encargándose de ello. Se equivocase o no él tenía las manos ocupadas presionando las yemas de los dedos contra las margaritas que adornaban la espalda de Ethan, recorriendo el borde de su pantalón o lamiendo su lengua con la propia. No le importaba que se quedase la camisa (de hecho, le encantaba) pero la parte de abajo empezaba a ser un problema.
—Flaco —jadeó, yendo rápidamente a su cuello para besarlo y, de manera aún suave, morderlo, mientras se reacomodaba sobre él. Sus manos actuaron con la misma velocidad, quitando el botón y la cremallera del pantalón. Que sí le hacía una cintura muy bonita, pero más bonita era sin nada. Le agarró la cadera firmemente y le levantó para bajar un par de centímetros más la prenda, siendo los ronroneos su única comunicación "verbal".
- Raven
Ficha de cosechado
Nombre: Ethan
Especie: Humano
Habilidades: Buen oído, valor y motivación
Re: De oca en oca y tiro porque Ethan me toca - RV Gakuen (+18)
29/08/23, 09:23 pm
Ethan creía estar en la cresta de la ola, cabalgando con seguridad unas aguas que daba por controladas. Confiaba en su actitud y en sus virtudes para encandilar a tan grande felino, pero si bien sus manos tenían un buen agarre, también las tenían las garras traviesas de un tigre que se impacientaba por momentos. Sintió el tirón de la tela a cada botón desabrochado pero el baile alocado que trazaban sus lenguas era suficiente distracción como para ignorar lo que estaba sucediendo. El calor y el deseo que se localizaba entre sus bocas crecía como un incendio descontrolado, extendiéndose por su cuerpo allí donde las manos de Nohlem acariciaban y apretaban. Jadeos entrecortados que iban a morir en labios ajenos, respiraciones en desincronía y sonrisas fugaces por cada mordisco dado. Él hacía lo propio, regalando marcas con sus colmillos y fogosos besos que cortaban cualquier intento de tregua que el felino quisiera regalarle. Tan rápido como se acostumbró al beso, se acostumbraron sus piernas, rodeando la cintura del felino con un gesto tan desesperado como necesitado. Que fácil se le hacía querer y que difícil desear en aquel revoltijo emocional donde buscar más no era una posibilidad si no una orden imperiosa.
-Eh… -La queja apenas fue un susurro, un gruñido alargado tras presionar los labios de Nohlem en su inesperada fuga. Iba a pronunciar algo después, algún lamento victimista que no llegó a vocalizar, absorto en las nuevas vistas. Con la boca a medio abrir y una mirada perdida en la niebla densa de su mente, joder tenía que ser ilegal ser tan sexy. Se mordió el labio en un reflejo de lo que le gustaría hacerle sobre la piel, pero a falta de ella dejó que su mente volará a un pecho, cuyo único impedimento ahora era una bonita camisa blanca.
Aún sin entender el hechizo que una simple corbata desatada podría hacer sobre su psique recibió su vuelta con una amplía sonrisa y una lengua golosa por recuperar el tiempo perdido. Ya no había paciencia, ni el concepto de tiempo, la eterna noche se había acortado al ahora y en este ahora simplemente quería y quería con la avaricia de quien ya había esperado suficiente. Le abrazó en torno a los hombros a medida que ambos se iban desplazando hacía las sabanas, anulando cualquier distancia que hubiera entre sus cuerpos mientras luchaba entre las dudas de recuperar el aliento o seguir en un asfixiante beso que le volvía loco. Solo cuando sintió la comodidad de la cama tras su espalda abandonó sus problemas de aire para centrarse en otros en forma de botones. Sus manos jugueteaban en la bajada por su espalda alta, adentrándose en el hueco menos ínfimo que había entre ambos para empezar a soltar la camisa. Sus movimientos eran torpes pero no por ellos menos certeros, pues las ansias compensaban los fallos y si a la primera no conseguía desatarlo lo hacía a la tercera, en un espacio de tiempo tan corto que bien podría haber sido un único intento. No paró hasta que consiguió que ambos lados de la prenda cayeran en los costados de Nohlem de forma independiente y fue en ese preciso momento cuando notó sus caderas levantarse.
No hubo resistencia, al contrario, colaboró levantando ligeramente ambas piernas para que pudiera bajarle el pantalón cuanto antes. Su cadera se movía sola y ante un roce más cercano el calor abrumador de su entrepierna se juntaba con la zona sensible de su cuello en ese ataque doble. -Nohlem… quiero… -Las palabras se difuminaban en su mente a cada frote insistente que él mismo hacía, le daba igual que el fuego ya estuviera prendido, quería seguir hasta que las llamas acabaran de consumirlo. -Nohlem… -El ruego era tan incoherente como la procesión de suaves sonidos que lo acompañaban. Sus manos se habían quedado sin destino con tanta sorpresa, pero ahora, prendidas cual gasolina se asentaron en el pecho del pelirrojo y lejos de contentarse con el destino decidieron empujarlo hacía uno de los costados.
Fue rápido, con la fuerza suficiente como para hacer girar a Nohlem y tan pronto Ethan estaba observando el techo, ahora tenía vistas magníficas a la cama. Sentado sobre el regazo de su novio le dedicó una sonrisa lasciva, como quien iba a confesarse aún a sabiendas de que no se arrepentía de sus malos actos. Sus manos volvieron a ejercer presión sobre su pecho, obligando al granta a permanecer tumbado, y ya que le había impedido el acercamiento, fue él mismo quien recortó distancias agachándose sobre él para dedicarle un beso tan suave sobre el cuello que resultaba disonante. Su única respuesta a cualquier queja sería otro beso cerca de su nuez, y el siguiente donde sus labios presionaron más se acercó a sus clavículas. En cuanto llegó al pecho todo amor quedó atrás para dar paso a unos dientes cuidadosos y mientras las caricias sobre esa zona se volvían circulares, fui turnando boca y mano para que ambas dieran un mejor juego. Pulgares que presionaban en zonas sensibles cesaron su labor para dar rienda a una lengua que saboreaba con lentitud y dientes que apretaban con el suficiente cuidado para que el placer no se convirtiera en dolor, le tenía tantas ganas a esa zona que todo aquello que no pudo hacer durante el reto gracias al público indiscreto, lo podía disfrutar ahora sin vergüenza.
Quería dejar sus marcas, que el tono moreno del joven acabará rojizo por su culpa. Cuando se separó observó su obra orgulloso de la misma, desplazando las yemas de sus dedos hacía su bajo vientre, donde residía el dichoso pantalón. Nohlem seguía cubierto de mordiscos y chupetones, un mapa precioso cuando sabía que el autor era él, su novio, su pareja, su amante. -¿Cómo puedes ser tan jodidamente sexy? -Soltó al aire entre jadeos desesperados que buscaban recuperar cierto control, su abdomen no paraba de subir y bajar, faltó del mismo, dejando sus pensamientos expuestos en una voz demasiado alta. Hincó ambas rodillas en los costados para levantarse un mínimo, lo suficiente para que una vez la cremallera se desabrochase entre sus dedos pudiera empezar a bajarle los pantalones sin complicaciones. No los desplazó demasiado pues solo quería tener a la vista los calzoncillos.
-Nohlem… quiero. -Se repitió como un disco rallado en un pensamiento tan cíclico como sencillo. Por si acaso quedaban dudas de aquella frase incompleta volvió a sentarse, dejando que el roce necesitado hablara por sí solo. Haberle apartado la ropa interior era la opción fácil, pero si el Londinense se estaba volviendo loco, ahí haría que ambos lo estuviesen. En un desplazamiento suave, lento y agónico empezó a mover las caderas, colocando parte de su peso en las palmas de sus manos ahora afianzadas al vientre del varmano. El contacto físico tan cercano le empezó a arrancar un murmullo malamente contenido al morderse los labios y fruto de esa sensación tan placentera como nerviosa acabó cerrando los ojos para que fuera solo la presión entre ambos lo que provocará cada escalofrío de su cuerpo.
-Eh… -La queja apenas fue un susurro, un gruñido alargado tras presionar los labios de Nohlem en su inesperada fuga. Iba a pronunciar algo después, algún lamento victimista que no llegó a vocalizar, absorto en las nuevas vistas. Con la boca a medio abrir y una mirada perdida en la niebla densa de su mente, joder tenía que ser ilegal ser tan sexy. Se mordió el labio en un reflejo de lo que le gustaría hacerle sobre la piel, pero a falta de ella dejó que su mente volará a un pecho, cuyo único impedimento ahora era una bonita camisa blanca.
Aún sin entender el hechizo que una simple corbata desatada podría hacer sobre su psique recibió su vuelta con una amplía sonrisa y una lengua golosa por recuperar el tiempo perdido. Ya no había paciencia, ni el concepto de tiempo, la eterna noche se había acortado al ahora y en este ahora simplemente quería y quería con la avaricia de quien ya había esperado suficiente. Le abrazó en torno a los hombros a medida que ambos se iban desplazando hacía las sabanas, anulando cualquier distancia que hubiera entre sus cuerpos mientras luchaba entre las dudas de recuperar el aliento o seguir en un asfixiante beso que le volvía loco. Solo cuando sintió la comodidad de la cama tras su espalda abandonó sus problemas de aire para centrarse en otros en forma de botones. Sus manos jugueteaban en la bajada por su espalda alta, adentrándose en el hueco menos ínfimo que había entre ambos para empezar a soltar la camisa. Sus movimientos eran torpes pero no por ellos menos certeros, pues las ansias compensaban los fallos y si a la primera no conseguía desatarlo lo hacía a la tercera, en un espacio de tiempo tan corto que bien podría haber sido un único intento. No paró hasta que consiguió que ambos lados de la prenda cayeran en los costados de Nohlem de forma independiente y fue en ese preciso momento cuando notó sus caderas levantarse.
No hubo resistencia, al contrario, colaboró levantando ligeramente ambas piernas para que pudiera bajarle el pantalón cuanto antes. Su cadera se movía sola y ante un roce más cercano el calor abrumador de su entrepierna se juntaba con la zona sensible de su cuello en ese ataque doble. -Nohlem… quiero… -Las palabras se difuminaban en su mente a cada frote insistente que él mismo hacía, le daba igual que el fuego ya estuviera prendido, quería seguir hasta que las llamas acabaran de consumirlo. -Nohlem… -El ruego era tan incoherente como la procesión de suaves sonidos que lo acompañaban. Sus manos se habían quedado sin destino con tanta sorpresa, pero ahora, prendidas cual gasolina se asentaron en el pecho del pelirrojo y lejos de contentarse con el destino decidieron empujarlo hacía uno de los costados.
Fue rápido, con la fuerza suficiente como para hacer girar a Nohlem y tan pronto Ethan estaba observando el techo, ahora tenía vistas magníficas a la cama. Sentado sobre el regazo de su novio le dedicó una sonrisa lasciva, como quien iba a confesarse aún a sabiendas de que no se arrepentía de sus malos actos. Sus manos volvieron a ejercer presión sobre su pecho, obligando al granta a permanecer tumbado, y ya que le había impedido el acercamiento, fue él mismo quien recortó distancias agachándose sobre él para dedicarle un beso tan suave sobre el cuello que resultaba disonante. Su única respuesta a cualquier queja sería otro beso cerca de su nuez, y el siguiente donde sus labios presionaron más se acercó a sus clavículas. En cuanto llegó al pecho todo amor quedó atrás para dar paso a unos dientes cuidadosos y mientras las caricias sobre esa zona se volvían circulares, fui turnando boca y mano para que ambas dieran un mejor juego. Pulgares que presionaban en zonas sensibles cesaron su labor para dar rienda a una lengua que saboreaba con lentitud y dientes que apretaban con el suficiente cuidado para que el placer no se convirtiera en dolor, le tenía tantas ganas a esa zona que todo aquello que no pudo hacer durante el reto gracias al público indiscreto, lo podía disfrutar ahora sin vergüenza.
Quería dejar sus marcas, que el tono moreno del joven acabará rojizo por su culpa. Cuando se separó observó su obra orgulloso de la misma, desplazando las yemas de sus dedos hacía su bajo vientre, donde residía el dichoso pantalón. Nohlem seguía cubierto de mordiscos y chupetones, un mapa precioso cuando sabía que el autor era él, su novio, su pareja, su amante. -¿Cómo puedes ser tan jodidamente sexy? -Soltó al aire entre jadeos desesperados que buscaban recuperar cierto control, su abdomen no paraba de subir y bajar, faltó del mismo, dejando sus pensamientos expuestos en una voz demasiado alta. Hincó ambas rodillas en los costados para levantarse un mínimo, lo suficiente para que una vez la cremallera se desabrochase entre sus dedos pudiera empezar a bajarle los pantalones sin complicaciones. No los desplazó demasiado pues solo quería tener a la vista los calzoncillos.
-Nohlem… quiero. -Se repitió como un disco rallado en un pensamiento tan cíclico como sencillo. Por si acaso quedaban dudas de aquella frase incompleta volvió a sentarse, dejando que el roce necesitado hablara por sí solo. Haberle apartado la ropa interior era la opción fácil, pero si el Londinense se estaba volviendo loco, ahí haría que ambos lo estuviesen. En un desplazamiento suave, lento y agónico empezó a mover las caderas, colocando parte de su peso en las palmas de sus manos ahora afianzadas al vientre del varmano. El contacto físico tan cercano le empezó a arrancar un murmullo malamente contenido al morderse los labios y fruto de esa sensación tan placentera como nerviosa acabó cerrando los ojos para que fuera solo la presión entre ambos lo que provocará cada escalofrío de su cuerpo.
- Kanyum
Ficha de cosechado
Nombre: Nohlem
Especie: Varmano granta
Habilidades: Puntería, intuición, carisma
Personajes :
● Jace: Dullahan, humano americano. 1’73m (con cabeza 1’93m)
● Rox: Cambiante, humano australiano/surcoreano. 1’75m
● Kahlo: Aparición nocturna varmana granta. 1’62m
● Nohlem: varmano granta. 1’69m
● Xiao Taozi: Fuzanglong carabés. 1’55m
Unidades mágicas : 5/5
Síntomas : Mayor interés por acumular conocimiento. A veces, durante un par de segundos, aparecerán brillos de distintos colores a su alrededor.
Status : Prrrr prrrrr
Re: De oca en oca y tiro porque Ethan me toca - RV Gakuen (+18)
30/08/23, 11:34 am
Nohlem no respondió a sus llamados, estaba más interesado en lamerle el cuello que en hablar. Quizás, igual que Bettlejuice, algo sería invocado si pronunciaba su nombre una tercera vez. Igual que un gato que no piensa soltar a su presa, una vez bajado parte del pantalón sus manos formaron un candado cerrado en torno a su cintura y de ahí no se moverían hasta que una nueva constelación de nebulosas rosas, rojas y moradas adornase el cuello de Ethan. Tener la camisa abierta no era un alivio ni hacía que el aire entre ellos corriera mejor, si acaso el roce piel con piel volvía el calor más físico, presente. Ese vapor no visible y la desesperación de su novio se traducía irónicamente en un volante más nítido para él, carbón para un motor violento que rugía seguro de sí mismo y las reacciones que provocaba. Ese era el trabajo del que más orgulloso se sentía. Estaba en su terreno, tenía el control.
Y entonces descarriló. Metafórica y literalmente hablando.
El candado que eran sus manos le jugó la mala pasada de no tener un punto de apoyo superior con el que defender su puesto, por lo que cayó rápida e inevitablemente de lado, inestabilizado. Nohlem pestañeó un par de veces deprisa, habiendo rebotado ligeramente contra el colchón de torso para arriba, pues abajo otro peso le tenía bien anclado al sitio. Su primera intención fue erguirse, pero como si conociera perfectamente sus intenciones Ethan le detuvo. Esa sonrisa suya… ya había visto de que material estaba hecho, pero nuevamente le pilló de improvisto. Al menos, a diferencia de las anteriores donde la mejor forma de describir su reacción era con un pantallazo azul de Windows, esta vez Nohlem pudo responder (no sin cierto lag) con otra igual de desafiante. Exhaló un suspiro en forma de carcajada.
—Eres rápido —susurró después, echando la cabeza arriba despacio para dejarse besar en el cuello como recompensa a una maniobra bien hecha. Estaba meditado, la paciencia era actuación y a cualquier oportunidad volvería a la carga con el mismo ímpetu que antes. Una queja gutural se mezcló con un ronroneo al sentir sus dientes, formando algo parecido al gruñido bajo de un animal, sonidos que se volvieron algo más cuando el recorrido siguió en descenso—. Ethan…
No era una súplica sino una advertencia, no para el dueño del nombre sino para sí mismo: porque él quería estar arriba, no se le podía olvidar, quería estar arriba… ¿no? La tensión de unos brazos preparados a erguirse se convirtió en otra mucho más errática, una que hacía que sus dedos se arrastraran por las sábanas sin rumbo fijo, apretando y soltando tela sin arañar. Sus piernas se removieron el poco margen que tenían y sus ojos, cansados de comer techo o solo poder verle la coronilla al moreno, se ocultaron tras la palma de una mano para perderse así en el placer que le embargaba, una electricidad que nacía allí donde Ethan tocaba y moría en la punta de sus orejas. Sus ronroneos tenían la sutileza de un ventilador viejo y su respiración era cada vez más pronunciada, como los pasos de un astronauta sobre la luna. Su boca hecha agua se secaba y humedecía constantemente por tener que respirar por esta, aire que entraba y salía en forma de suspiros (o más bien, notas musicales que variaban según cuanto se mordiera el labio) que mataban poco a poco sus ganas de dominar nada. Lo único que quería era ronronear aún más fuerte y clavar el tobillo contra la cama, pero por desgracia lo recibía el borde de la misma. Cuando el otro acabó el varmano apartó la mano para mirarle, rojo hasta las orejas, con la expresión perdida de alguien que se acaba de levantar de un sueño agitado. Un letargo que se fundía con un ruego confuso: ¿quería más, quería tregua? Tragó saliva. Los mordiscos de su novio seguían calientes en su piel. Tenía una duda seria: ¿quién carajo iba a ser el top?
—Me lo preguntan bastante —dijo no sin esfuerzo. Sus ronroneos se oían más que sus palabras—. Cómo soy tan sexy… tan majo, tan hábil, tan… —perdió el hilo un segundo, distraído por el sonido de la cremallera—. Tan listo... —hizo una mueca. Ethan se le había sentado encima. Suspiró sonoramente y bajó mucho la voz—. No, eso no me lo preguntan tanto…
No jugaba contra un ligue cualquiera, los nervios y la ilusión iban en su contra. Su labia y su carisma solían ayudarle, sin embargo el torrencial que era Ethan se colaba por todos los recovecos de su fachada. Encontrarse en sus propios pensamientos estaba siendo tan fácil como nadar en oro líquido. Con las pupilas redondas y la boca entreabierta se quedó un rato eterno mirando hacia abajo, el punto en el que sus cuerpos se pegaban para hacer una L, atontado e indefenso. Sus ronroneos incesantes recuperaron violencia cuando el moreno empezó a moverse, dibujando formas evidentes en una tela tirante, incluso si estaba estampada en patitos de goma. Se irguió hacia delante, tan tembloroso como su voz, hasta quedar apoyado en los codos.
—¿Sabes...? Te iba a preguntar quien... de nosotros iba a ser... –inhaló. Le estaba costando no poner los ojos en blanco—. Quien top y quien bottom, pero... —suspiró lo que iba a ser un gemido y se mordió el labio—. Joder, creo que no hace... falta.
Iba a bromear sobre su buen gusto (se consideraba mejor top que bottom), pero sus neuronas estaban en cooldown. Se dejó caer para tener más comodidad y, sobretodo, maniobrabilidad, pues movería sus caderas por debajo del peso de Ethan para ayudar a que ambos perdieran la cabeza. Miraba abajo, imantado por la sincronía caótica de sus cuerpos convertirse en un son coordinado, mas una vez subió a deleitarse con su expresión (seguramente un reflejo de la suya) y sus miradas se encontraron, allí se quedó a morir. Se mordía el labio de pura concentración, sin pensar otra cosa que lo afortunado que era. Eso y que quería soltarle el cabello y hacerle gritar.
—Qué quieres... —iba a ser una pregunta, pero el tono fue tan débil que quedó en tierra de nadie. No le amedrentó. Ya no perdería la fuerza por la boca—. Quiero oírte decirlo... —se lamió los labios. Una mano subió robótica y a trompicones por una de sus piernas, aferrándose con sorprendente fluidez ahí donde se marcaba el hueso de su pelvis—. Porque yo te quiero a ti. Quiero esto, Ethan... —bajó la vista, apuntando—. Regálame esto, flaco... Quiero estar dentro tuya...
No habló en español por vergüenza, sino por asegurarse de que no se adueñaba de su respuesta. A la primera mano se le unió la segunda, pegándole contra sí pues el peso y la gravedad no bastaban. No conforme con la localización de estas fue hacia atrás, primero tentando los límites de su ropa interior, luego bajando a una mejor superficie a la que agarrarse. Apretó con ambas, dedicándole una sonrisa ladina que menguó bajo sus propias acciones al aumentar el ritmo. Entre resoplidos y ojos que a veces perdían el focus pronto una abandonó su puesto y se escabulló bajo la almohada en misión por encontrar el pequeño alijo que había preparado. Al dar con él lo cogió todo y lo expuso sobre su propio vientre, allí donde se sostenían las manos de Ethan, cesando el vaivén que él mismo ejercía con la pelvis a base de fuerza de voluntad. Aún así tuvo que atrapar el lubricante para que no rodase. La dureza bajo su ropa interior no podía ir a más, un pequeño punto humedecía la tela y le sobraba tanto la propia como la ajena, pero por supuesto sabía que tenía que ser paciente.
Ahora que ser paciente tampoco era ser tonto, y por mucho que le gustase que otro le cabalgase no quería quedarse de brazos cruzados hasta que sucediera. Dobló una rodilla para hacerle de respaldo al chico y sobre todo facilitar el incorporarse, renunciando a tenerle sujeto para abrir el bote de lubricante con el que empapó la yema de su índice. Ni corto ni perezoso de meñique a corazón se coló dentro de su ropa interior por su baja espalda, espectante. Le besó allí donde llegaba, a la altura de sus clavículas.
—¿Qué quieres? —le mordió y arañó suavemente, tentado a repetir lo que él había hecho con su pecho minuto atrás.
Y entonces descarriló. Metafórica y literalmente hablando.
El candado que eran sus manos le jugó la mala pasada de no tener un punto de apoyo superior con el que defender su puesto, por lo que cayó rápida e inevitablemente de lado, inestabilizado. Nohlem pestañeó un par de veces deprisa, habiendo rebotado ligeramente contra el colchón de torso para arriba, pues abajo otro peso le tenía bien anclado al sitio. Su primera intención fue erguirse, pero como si conociera perfectamente sus intenciones Ethan le detuvo. Esa sonrisa suya… ya había visto de que material estaba hecho, pero nuevamente le pilló de improvisto. Al menos, a diferencia de las anteriores donde la mejor forma de describir su reacción era con un pantallazo azul de Windows, esta vez Nohlem pudo responder (no sin cierto lag) con otra igual de desafiante. Exhaló un suspiro en forma de carcajada.
—Eres rápido —susurró después, echando la cabeza arriba despacio para dejarse besar en el cuello como recompensa a una maniobra bien hecha. Estaba meditado, la paciencia era actuación y a cualquier oportunidad volvería a la carga con el mismo ímpetu que antes. Una queja gutural se mezcló con un ronroneo al sentir sus dientes, formando algo parecido al gruñido bajo de un animal, sonidos que se volvieron algo más cuando el recorrido siguió en descenso—. Ethan…
No era una súplica sino una advertencia, no para el dueño del nombre sino para sí mismo: porque él quería estar arriba, no se le podía olvidar, quería estar arriba… ¿no? La tensión de unos brazos preparados a erguirse se convirtió en otra mucho más errática, una que hacía que sus dedos se arrastraran por las sábanas sin rumbo fijo, apretando y soltando tela sin arañar. Sus piernas se removieron el poco margen que tenían y sus ojos, cansados de comer techo o solo poder verle la coronilla al moreno, se ocultaron tras la palma de una mano para perderse así en el placer que le embargaba, una electricidad que nacía allí donde Ethan tocaba y moría en la punta de sus orejas. Sus ronroneos tenían la sutileza de un ventilador viejo y su respiración era cada vez más pronunciada, como los pasos de un astronauta sobre la luna. Su boca hecha agua se secaba y humedecía constantemente por tener que respirar por esta, aire que entraba y salía en forma de suspiros (o más bien, notas musicales que variaban según cuanto se mordiera el labio) que mataban poco a poco sus ganas de dominar nada. Lo único que quería era ronronear aún más fuerte y clavar el tobillo contra la cama, pero por desgracia lo recibía el borde de la misma. Cuando el otro acabó el varmano apartó la mano para mirarle, rojo hasta las orejas, con la expresión perdida de alguien que se acaba de levantar de un sueño agitado. Un letargo que se fundía con un ruego confuso: ¿quería más, quería tregua? Tragó saliva. Los mordiscos de su novio seguían calientes en su piel. Tenía una duda seria: ¿quién carajo iba a ser el top?
—Me lo preguntan bastante —dijo no sin esfuerzo. Sus ronroneos se oían más que sus palabras—. Cómo soy tan sexy… tan majo, tan hábil, tan… —perdió el hilo un segundo, distraído por el sonido de la cremallera—. Tan listo... —hizo una mueca. Ethan se le había sentado encima. Suspiró sonoramente y bajó mucho la voz—. No, eso no me lo preguntan tanto…
No jugaba contra un ligue cualquiera, los nervios y la ilusión iban en su contra. Su labia y su carisma solían ayudarle, sin embargo el torrencial que era Ethan se colaba por todos los recovecos de su fachada. Encontrarse en sus propios pensamientos estaba siendo tan fácil como nadar en oro líquido. Con las pupilas redondas y la boca entreabierta se quedó un rato eterno mirando hacia abajo, el punto en el que sus cuerpos se pegaban para hacer una L, atontado e indefenso. Sus ronroneos incesantes recuperaron violencia cuando el moreno empezó a moverse, dibujando formas evidentes en una tela tirante, incluso si estaba estampada en patitos de goma. Se irguió hacia delante, tan tembloroso como su voz, hasta quedar apoyado en los codos.
—¿Sabes...? Te iba a preguntar quien... de nosotros iba a ser... –inhaló. Le estaba costando no poner los ojos en blanco—. Quien top y quien bottom, pero... —suspiró lo que iba a ser un gemido y se mordió el labio—. Joder, creo que no hace... falta.
Iba a bromear sobre su buen gusto (se consideraba mejor top que bottom), pero sus neuronas estaban en cooldown. Se dejó caer para tener más comodidad y, sobretodo, maniobrabilidad, pues movería sus caderas por debajo del peso de Ethan para ayudar a que ambos perdieran la cabeza. Miraba abajo, imantado por la sincronía caótica de sus cuerpos convertirse en un son coordinado, mas una vez subió a deleitarse con su expresión (seguramente un reflejo de la suya) y sus miradas se encontraron, allí se quedó a morir. Se mordía el labio de pura concentración, sin pensar otra cosa que lo afortunado que era. Eso y que quería soltarle el cabello y hacerle gritar.
—Qué quieres... —iba a ser una pregunta, pero el tono fue tan débil que quedó en tierra de nadie. No le amedrentó. Ya no perdería la fuerza por la boca—. Quiero oírte decirlo... —se lamió los labios. Una mano subió robótica y a trompicones por una de sus piernas, aferrándose con sorprendente fluidez ahí donde se marcaba el hueso de su pelvis—. Porque yo te quiero a ti. Quiero esto, Ethan... —bajó la vista, apuntando—. Regálame esto, flaco... Quiero estar dentro tuya...
No habló en español por vergüenza, sino por asegurarse de que no se adueñaba de su respuesta. A la primera mano se le unió la segunda, pegándole contra sí pues el peso y la gravedad no bastaban. No conforme con la localización de estas fue hacia atrás, primero tentando los límites de su ropa interior, luego bajando a una mejor superficie a la que agarrarse. Apretó con ambas, dedicándole una sonrisa ladina que menguó bajo sus propias acciones al aumentar el ritmo. Entre resoplidos y ojos que a veces perdían el focus pronto una abandonó su puesto y se escabulló bajo la almohada en misión por encontrar el pequeño alijo que había preparado. Al dar con él lo cogió todo y lo expuso sobre su propio vientre, allí donde se sostenían las manos de Ethan, cesando el vaivén que él mismo ejercía con la pelvis a base de fuerza de voluntad. Aún así tuvo que atrapar el lubricante para que no rodase. La dureza bajo su ropa interior no podía ir a más, un pequeño punto humedecía la tela y le sobraba tanto la propia como la ajena, pero por supuesto sabía que tenía que ser paciente.
Ahora que ser paciente tampoco era ser tonto, y por mucho que le gustase que otro le cabalgase no quería quedarse de brazos cruzados hasta que sucediera. Dobló una rodilla para hacerle de respaldo al chico y sobre todo facilitar el incorporarse, renunciando a tenerle sujeto para abrir el bote de lubricante con el que empapó la yema de su índice. Ni corto ni perezoso de meñique a corazón se coló dentro de su ropa interior por su baja espalda, espectante. Le besó allí donde llegaba, a la altura de sus clavículas.
—¿Qué quieres? —le mordió y arañó suavemente, tentado a repetir lo que él había hecho con su pecho minuto atrás.
- ♪♫♬:
- Raven
Ficha de cosechado
Nombre: Ethan
Especie: Humano
Habilidades: Buen oído, valor y motivaciónPersonajes : Ethan: Humano, Ingles/Japonés 1.75
Síntomas : En ocasiones, se le desenfocará brevemente la vista. El amuleto curativo se carga el doble de rápido a su contacto y además es más eficaz si lo usa sobre sí mismo.
Armas : Ethan Lanza partesana y una daga
Status : Ciego y cojo, el chiste se cuenta solo.
Re: De oca en oca y tiro porque Ethan me toca - RV Gakuen (+18)
01/09/23, 02:07 am
Su respiración se volvía cada vez más irregular, al ritmo de un corazón que palpitaba con fuerzas renovadas, como si quisiera dejar claro con cada nuevo latido a quien se lo estaba dedicando. Unas pulsaciones que a esa velocidad encontraban un orden, marcando un compás en el que adecuar sus caderas. La desesperación inicial se adaptó a una música que seguir, un soneto compartido en el que empezaba a igualarse a los movimientos que el felino hacía. Quería más, pero en aquel vaivén coordinado el placer se incrementaba con un roce más agresivo. Nohlem habló de posturas predilectas, pero la única respuesta que recibió fue una sonrisa de medio lado por parte del londinense, que se deshizo tan rápido como su mente volvió a volcarse en la presión continua que malamente escondía su ropa interior.
Si había una ínfima posibilidad de ser top, se había difuminado al ver el trofeo que ocultaba el varmano entre sus piernas. Ethan no iba a dejar ese don sin explorar, menos cuando estaba sintiéndolo tan vivamente aún con la barrera de tela que ambos tenían de por medio. Se mordió el labio al ver al felino hacerlo y encontró en sus pupilas agrandadas el reflejo de un deseo que ambos irradiaban, su coleta era una anécdota apenas sujeta y el flequillo alborotado empezaba a molestar su rango de visión, alocándose a cada pequeño brinco nuevo. Guío una de sus manos hacía el mismo, apartándose el pelo hacía atrás al mismo ritmo que su espalda se arqueaba presa de una corriente eléctrica que se originó en las yemas del felino.
-No… no te entiendo… -Llegó a decir entre suspiro y suspiro, el problema de estar tan absorto en el felino es que la concentración se fragmentaba intentando abarcar todos los detalles posibles: Lo bonito que se veían sus gestos, lo bien que sonaban sus suspiros rotos, la sensación de sus anillos al apretar sobre su piel, la voz grave que le dedicaba… Pero tan pronto se fijaba en esos detalles, su concentración regresaba abrupta, como una explosión de fuego y llamas, cuando tras esa elevación su cuerpo regresaba a tierra y cual cohete cayendo en órbita chocaba contra una tierra montañosa y dura. Entonces sus labios dejaban escapar nuevas notas, algunas más sonoras que otras, unas cortas y otras alargadas en el tiempo según el compás que iban marcando. Claro, ¿Qué podía hacer él, indefenso y acalorado en una situación así? Había entendido sus primeras frases, pero quedaban tan perdidas como el intentar comprender si el final se había dado en otro idioma o es que estaba tan difuso, que de alguna manera Nohlem le estaba provocando que olvidase hasta su propia lengua.
-No… no entendí bien. -Resopló. -Pero, yo también te quiero… -Otra vez falto de aire tomó una bocanada con una sonrisa que iba y venía a contramarea. Embriagado de placer a la par que de felicidad. Pues sí, se sentía genial, pero la euforia que le daba cada vez que volvía a encontrarse con el pelirrojo iba más allá del deseo carnal. Quería todo eso, porque le quería a él, y en esos matices es donde se encontraba un disfrute mayor que el mero placer físico. La segunda mano y el cambio repentino de presión le deshizo en un gemido que le dejó falto de aire. Su agarre se afianzó con más fuerza, tirando con rudeza de la piel del felino a medida que sus uñas se clavaban superficialmente sobre la misma, adaptándose al nuevo ritmo tan frenético de su compañero. La visión se le volvió tan difícil de enfocar como a sus pulmones tratar de recuperar un aliento que perdía con cada nuevo gemido. Aún eran bajitos, interrumpidos y superpuestos por otros a cada choque donde unos no habían terminado pero otros ya querían salir. Ya no veía a su chico, su ojos se habían perdido en el bajo vientre, absorto en cada movimiento hipnótico de unas caderas que le estaban dando tanta vida como se la quitaba. Lo quería adentro, no, lo empezaba a necesitar adentro.
-¿Q-qué haces? -Gimoteo a medida que mantenía él solo el roce vivo a pesar de la pausa abrupta y sorpresiva de su compañero. Poco le importó entender el por que al ver como se colocaba los condones en el pecho. Su excitación era mayor que su lógica y Nohlem se había llevado la fuerza de voluntad de ambos, pues a diferencia del pelirrojo sus caderas seguían vivas, arrastrándose en pos de conseguir ni que fuera la memoria del roce anterior. No fue hasta que vio cómo el líquido invadía su mano que su ritmo también fue bajando, anhelando nuevas sensaciones. Una sutil mueca se dibujó entonces en su rostro, momentánea y confusa.
-Darling… -Inició la frase con dificultad, denso por el ambiente. Se había recolocado por inercia al notar como su compañero se incorporaba y ahora sus brazos descansaban en los hombros del granta. -Quiero algo más q- Tragó saliva, de forma tan notoria como el escalofrío que sintió cuando la mano de Nohlem traspasó las barreras de su ropa. La cabeza embotellada no le ayudaba a procesar como continuarla y tras morderse el labio presa de una expectación que lo estaba volviendo loco intentó continuar. -Mierda, para un segundo, por favor...
Era un ruego, pues los mordiscos no ayudaban. Impaciente llevó sus manos a las mejillas pecosas de su pareja y le obligó a levantar el rostro para que se centrará, por un segundo, en lo que tanto le estaba pidiendo responder. -Nohlem, quiero algo más que un dedo… Por favor. -Su rostro se torno en una plegaría, unos ojos que le rogaban por tanto amor que acabará agotado del mismo. -Dame todo, quiero todo.
Le dio un beso, uno suave y delicado en el que intentaba seguir implorando. Su voz ya bajita se convirtió en un susurro al volver a tomar una distancia nimia.
-Cielo, quiero que me quieras tanto, que me desborde de tu amor.
Si había una ínfima posibilidad de ser top, se había difuminado al ver el trofeo que ocultaba el varmano entre sus piernas. Ethan no iba a dejar ese don sin explorar, menos cuando estaba sintiéndolo tan vivamente aún con la barrera de tela que ambos tenían de por medio. Se mordió el labio al ver al felino hacerlo y encontró en sus pupilas agrandadas el reflejo de un deseo que ambos irradiaban, su coleta era una anécdota apenas sujeta y el flequillo alborotado empezaba a molestar su rango de visión, alocándose a cada pequeño brinco nuevo. Guío una de sus manos hacía el mismo, apartándose el pelo hacía atrás al mismo ritmo que su espalda se arqueaba presa de una corriente eléctrica que se originó en las yemas del felino.
-No… no te entiendo… -Llegó a decir entre suspiro y suspiro, el problema de estar tan absorto en el felino es que la concentración se fragmentaba intentando abarcar todos los detalles posibles: Lo bonito que se veían sus gestos, lo bien que sonaban sus suspiros rotos, la sensación de sus anillos al apretar sobre su piel, la voz grave que le dedicaba… Pero tan pronto se fijaba en esos detalles, su concentración regresaba abrupta, como una explosión de fuego y llamas, cuando tras esa elevación su cuerpo regresaba a tierra y cual cohete cayendo en órbita chocaba contra una tierra montañosa y dura. Entonces sus labios dejaban escapar nuevas notas, algunas más sonoras que otras, unas cortas y otras alargadas en el tiempo según el compás que iban marcando. Claro, ¿Qué podía hacer él, indefenso y acalorado en una situación así? Había entendido sus primeras frases, pero quedaban tan perdidas como el intentar comprender si el final se había dado en otro idioma o es que estaba tan difuso, que de alguna manera Nohlem le estaba provocando que olvidase hasta su propia lengua.
-No… no entendí bien. -Resopló. -Pero, yo también te quiero… -Otra vez falto de aire tomó una bocanada con una sonrisa que iba y venía a contramarea. Embriagado de placer a la par que de felicidad. Pues sí, se sentía genial, pero la euforia que le daba cada vez que volvía a encontrarse con el pelirrojo iba más allá del deseo carnal. Quería todo eso, porque le quería a él, y en esos matices es donde se encontraba un disfrute mayor que el mero placer físico. La segunda mano y el cambio repentino de presión le deshizo en un gemido que le dejó falto de aire. Su agarre se afianzó con más fuerza, tirando con rudeza de la piel del felino a medida que sus uñas se clavaban superficialmente sobre la misma, adaptándose al nuevo ritmo tan frenético de su compañero. La visión se le volvió tan difícil de enfocar como a sus pulmones tratar de recuperar un aliento que perdía con cada nuevo gemido. Aún eran bajitos, interrumpidos y superpuestos por otros a cada choque donde unos no habían terminado pero otros ya querían salir. Ya no veía a su chico, su ojos se habían perdido en el bajo vientre, absorto en cada movimiento hipnótico de unas caderas que le estaban dando tanta vida como se la quitaba. Lo quería adentro, no, lo empezaba a necesitar adentro.
-¿Q-qué haces? -Gimoteo a medida que mantenía él solo el roce vivo a pesar de la pausa abrupta y sorpresiva de su compañero. Poco le importó entender el por que al ver como se colocaba los condones en el pecho. Su excitación era mayor que su lógica y Nohlem se había llevado la fuerza de voluntad de ambos, pues a diferencia del pelirrojo sus caderas seguían vivas, arrastrándose en pos de conseguir ni que fuera la memoria del roce anterior. No fue hasta que vio cómo el líquido invadía su mano que su ritmo también fue bajando, anhelando nuevas sensaciones. Una sutil mueca se dibujó entonces en su rostro, momentánea y confusa.
-Darling… -Inició la frase con dificultad, denso por el ambiente. Se había recolocado por inercia al notar como su compañero se incorporaba y ahora sus brazos descansaban en los hombros del granta. -Quiero algo más q- Tragó saliva, de forma tan notoria como el escalofrío que sintió cuando la mano de Nohlem traspasó las barreras de su ropa. La cabeza embotellada no le ayudaba a procesar como continuarla y tras morderse el labio presa de una expectación que lo estaba volviendo loco intentó continuar. -Mierda, para un segundo, por favor...
Era un ruego, pues los mordiscos no ayudaban. Impaciente llevó sus manos a las mejillas pecosas de su pareja y le obligó a levantar el rostro para que se centrará, por un segundo, en lo que tanto le estaba pidiendo responder. -Nohlem, quiero algo más que un dedo… Por favor. -Su rostro se torno en una plegaría, unos ojos que le rogaban por tanto amor que acabará agotado del mismo. -Dame todo, quiero todo.
Le dio un beso, uno suave y delicado en el que intentaba seguir implorando. Su voz ya bajita se convirtió en un susurro al volver a tomar una distancia nimia.
-Cielo, quiero que me quieras tanto, que me desborde de tu amor.
- Kanyum
Ficha de cosechado
Nombre: Nohlem
Especie: Varmano granta
Habilidades: Puntería, intuición, carismaPersonajes :
● Jace: Dullahan, humano americano. 1’73m (con cabeza 1’93m)
● Rox: Cambiante, humano australiano/surcoreano. 1’75m
● Kahlo: Aparición nocturna varmana granta. 1’62m
● Nohlem: varmano granta. 1’69m
● Xiao Taozi: Fuzanglong carabés. 1’55m
Unidades mágicas : 5/5
Síntomas : Mayor interés por acumular conocimiento. A veces, durante un par de segundos, aparecerán brillos de distintos colores a su alrededor.
Status : Prrrr prrrrr
Re: De oca en oca y tiro porque Ethan me toca - RV Gakuen (+18)
01/09/23, 11:59 pm
¿Sincerísimamente? Nohlem no tenía idea de que estaba haciendo. Corrijo, sí sabía que hacía, lo que no se explicaba era cómo. Era perfectamente consciente de cada paso que daba y los venideros, como si aquello fuera un juego de estrategia que llevaba años perfeccionando, mas le sorprendía su capacidad para estar haciendo eso con él y seguir cuerdo. Había fantaseado tanto con ese momento que aún palpable la realidad, no se sentía como tal. Los arañazos en el vientre, la presión de sus dientes en el labio, el calor, las notas apremiantes que Ethan y el maravilloso ir y venir contra su cintura; el varmano no podía estar más vivo, y aún así, igual que era fácil desdibujar el humo definido de una vela recién apagada, cada pequeño sonido que Ethan le regalaba hacía vibrar su mundo como una enorme mancha.
Quería que respondiera, no le importaba lo mucho que le costase, y cuanto más difícil se lo pusiera el granta, mejor. Quería volcar en él todas las súplicas que guardaba su aliento, esas que se agitaban como animales hambrientos, hacer de su desesperación un arma. Nohlem era bueno en el sentido más amable de la palabra, todo un caballero, pero las ganas que le tenía al londinense incitaban pensamientos intrusivos menos delicados que se enrredaban con el amor que le provocaba, una dualidad que se veía en la forma que su boca besaba la misma zona que acababa de morder o acariciaba lo que había arañado para disculpar cualquier marca dolorosa.
—Habla —susurró una orden que no llegaba a ser todo lo dura que podría por las quinientas capas de cariño que la cubrían—. Dime que quieres.
La paciencia de Nohlem peligraba. Ethan paró por su culpa, espectante, y el varmano se encontró a sí mismo moviendo inconscientemente la cadera de alante a atrás (y a saber cuando habría empezado) en una petición silenciosa e incontrolable que no se molestó en cesar. Su mano había descendido pero seguía a distancia de su objetivo, empeñado en compartir la desesperación que sentían el uno por el otro hasta que Ethan no contestase. Iba a morderle de nuevo para tomar su venganza sobre aquellos piercings suyos, rozar su piel más sensible con el lubricante frío, pero el moreno pidió una pausa que le obligó a mirar arriba, literalmente. Su ronroneo se cortó formando una breve interrogación, alerta en su inconsciencia aunque no registrase un motivo por el que estarlo, dudas no escritas que a penas existieron lo que tardó una sonrisa de colmillos vistos en aparecer en su rostro. Le miró a los ojos con las pupilas disminuidas por pura malicia.
—Vaya —su sonrisa zorruna era sincera, pero su ingenio estaba fuera de servicio. Le podía el recrearse en ese deseo recién expresado. Se rió ligeramente, presa de un nerviosismo maquillado en fanfarronería—. Eso no es muy específico.
A pesar de lo mucho que se moría por picarlo, el beso fue tan dulce que el ruego del moreno se reavivó como suyo: adiós a toda su lucidez. A esto lo remató una frase tan hermosa como ardiente que recuperó la sincera oscuridad de sus pupilas.
—No seas impaciente… —Nohlem, que no creía en ningún dios ni en los Santos que tanto mentaba, rezó a todos y cada uno de ellos por ser capaz de obedecer sus propias palabras—. Te prometo que te daré todo lo que quieras, flaco, solo… —se interrumpió. No sabía como acabar la frase—. Bésame otra vez —susurró.
Si Ethan no lo hacía sería él quien lo hiciera, y en un alarde de hipocresía ahí moriría todo intento de aplicarse el cuento: no fue ni suave ni delicado, mucho menos paciente, aunque al menos existió un recóndito esfuerzo por aparentarlo los primeros dos segundos. Mientras impedía que la boca de Ethan se alejara de la suya su mano derecha abandonó su lugar para ir al encuentro de la izquierda, aquella con la volvía a sujetar el bote de lubricante. Sin interrumpir el beso echó a ciegas más cantidad que la ridícula muestra de antes sobre sus dedos índice y corazón, y tan pronto el líquido empapó bien sus falanges recuperó el terreno que había perdido, tirando antes de la ropa interior de su novio para bajarla al menos hasta la mitad de sus muslos, ayudándose de ambas manos en todo momento. Dio tregua a sus labios para colmar de breves picos su barbilla, migrando despacio por su cuello en una postura más relajada mientras dibujaba pequeños círculos en su entrada. El corazón de Ethan latía tan deprisa que podía sentirlo en todas las partes en las que su piel conectaba. O quizás fuera el suyo. Nohlem estaba colisionando.
—Te quiero —dijo con voz dócil, besando su clavícula. No le mordería, aunque su boca quería actuar por cuenta propia. Introdujo un dedo despacio, atento a sus reacciones sin romper la cercanía—. Mi flaco lindo...
Y guardó silencio. El escenario ya no era suyo.
Su respiración era manual, difícil, pero no haría ruido a pesar de que su pecho se lo exigía. Hasta sus ronroneos eran un rumor apacible, prueba de un cariño que no interrumpiría a aquel que quería como protagonista. Se deslizó fuera despacio, dejando tan solo la yema dentro para volver a repetir el proceso cada vez más profundo, lo cual, bueno, considerando sus manos de pianista… no se quedaba corto. Se abrió paso poco a poco en movimientos suaves y constantes, circulares de dentro a fuera, y cuando rozó aquella parte que por buena experiencia hacía maravillas fue tanteando hasta dar con el punto débil del londinense. Hallado el jackpot abriría paso a un segundo dedo con el que se concentraría en la zona y el músculo que lo cerraba, más obcecado en que Ethan rogase por la presión de sus yemas que en andar con prisas. Tampoco es que pudiera permitírselas para algo así: por mucho que se muriese por sentir su calidez de otras formas, en mayor profundidad, de nada serviría si no había ni cómo ni donde. Su mano libre apretaba por detrás la parte alta de su muslo (y lo que no era muslo), aunque cada vez se notaba más torpe y deseosa por ocuparse de otras cosas. Le apretaba contra sí en busca de “afecto” con consecuencias muy contrarias, y es que lejos de conformarse, sentir el fuego y la dureza del otro en su vientre le alteraba más todavía.
—Ethan… —masculló al haber incluido un tercero. A sus ronroneos in crescendo sa habían sumado los primeros suspiros y los sonidos de sus besos, besos cada vez menos reservados en añadir nuevas marcas y mordiscos en torno a los piercings que adornaban el pecho de su novio—. Flaco… —se quejó sin demasía. Su cintura y el lastimoso vaivén que ejercía hablaba por sí sola. No es que quisiera entrar ya (que también), pero… Frotó la cabeza contra él como un gato—. Bájame la ropa, por favor…
Quería que respondiera, no le importaba lo mucho que le costase, y cuanto más difícil se lo pusiera el granta, mejor. Quería volcar en él todas las súplicas que guardaba su aliento, esas que se agitaban como animales hambrientos, hacer de su desesperación un arma. Nohlem era bueno en el sentido más amable de la palabra, todo un caballero, pero las ganas que le tenía al londinense incitaban pensamientos intrusivos menos delicados que se enrredaban con el amor que le provocaba, una dualidad que se veía en la forma que su boca besaba la misma zona que acababa de morder o acariciaba lo que había arañado para disculpar cualquier marca dolorosa.
—Habla —susurró una orden que no llegaba a ser todo lo dura que podría por las quinientas capas de cariño que la cubrían—. Dime que quieres.
La paciencia de Nohlem peligraba. Ethan paró por su culpa, espectante, y el varmano se encontró a sí mismo moviendo inconscientemente la cadera de alante a atrás (y a saber cuando habría empezado) en una petición silenciosa e incontrolable que no se molestó en cesar. Su mano había descendido pero seguía a distancia de su objetivo, empeñado en compartir la desesperación que sentían el uno por el otro hasta que Ethan no contestase. Iba a morderle de nuevo para tomar su venganza sobre aquellos piercings suyos, rozar su piel más sensible con el lubricante frío, pero el moreno pidió una pausa que le obligó a mirar arriba, literalmente. Su ronroneo se cortó formando una breve interrogación, alerta en su inconsciencia aunque no registrase un motivo por el que estarlo, dudas no escritas que a penas existieron lo que tardó una sonrisa de colmillos vistos en aparecer en su rostro. Le miró a los ojos con las pupilas disminuidas por pura malicia.
—Vaya —su sonrisa zorruna era sincera, pero su ingenio estaba fuera de servicio. Le podía el recrearse en ese deseo recién expresado. Se rió ligeramente, presa de un nerviosismo maquillado en fanfarronería—. Eso no es muy específico.
A pesar de lo mucho que se moría por picarlo, el beso fue tan dulce que el ruego del moreno se reavivó como suyo: adiós a toda su lucidez. A esto lo remató una frase tan hermosa como ardiente que recuperó la sincera oscuridad de sus pupilas.
—No seas impaciente… —Nohlem, que no creía en ningún dios ni en los Santos que tanto mentaba, rezó a todos y cada uno de ellos por ser capaz de obedecer sus propias palabras—. Te prometo que te daré todo lo que quieras, flaco, solo… —se interrumpió. No sabía como acabar la frase—. Bésame otra vez —susurró.
Si Ethan no lo hacía sería él quien lo hiciera, y en un alarde de hipocresía ahí moriría todo intento de aplicarse el cuento: no fue ni suave ni delicado, mucho menos paciente, aunque al menos existió un recóndito esfuerzo por aparentarlo los primeros dos segundos. Mientras impedía que la boca de Ethan se alejara de la suya su mano derecha abandonó su lugar para ir al encuentro de la izquierda, aquella con la volvía a sujetar el bote de lubricante. Sin interrumpir el beso echó a ciegas más cantidad que la ridícula muestra de antes sobre sus dedos índice y corazón, y tan pronto el líquido empapó bien sus falanges recuperó el terreno que había perdido, tirando antes de la ropa interior de su novio para bajarla al menos hasta la mitad de sus muslos, ayudándose de ambas manos en todo momento. Dio tregua a sus labios para colmar de breves picos su barbilla, migrando despacio por su cuello en una postura más relajada mientras dibujaba pequeños círculos en su entrada. El corazón de Ethan latía tan deprisa que podía sentirlo en todas las partes en las que su piel conectaba. O quizás fuera el suyo. Nohlem estaba colisionando.
—Te quiero —dijo con voz dócil, besando su clavícula. No le mordería, aunque su boca quería actuar por cuenta propia. Introdujo un dedo despacio, atento a sus reacciones sin romper la cercanía—. Mi flaco lindo...
Y guardó silencio. El escenario ya no era suyo.
Su respiración era manual, difícil, pero no haría ruido a pesar de que su pecho se lo exigía. Hasta sus ronroneos eran un rumor apacible, prueba de un cariño que no interrumpiría a aquel que quería como protagonista. Se deslizó fuera despacio, dejando tan solo la yema dentro para volver a repetir el proceso cada vez más profundo, lo cual, bueno, considerando sus manos de pianista… no se quedaba corto. Se abrió paso poco a poco en movimientos suaves y constantes, circulares de dentro a fuera, y cuando rozó aquella parte que por buena experiencia hacía maravillas fue tanteando hasta dar con el punto débil del londinense. Hallado el jackpot abriría paso a un segundo dedo con el que se concentraría en la zona y el músculo que lo cerraba, más obcecado en que Ethan rogase por la presión de sus yemas que en andar con prisas. Tampoco es que pudiera permitírselas para algo así: por mucho que se muriese por sentir su calidez de otras formas, en mayor profundidad, de nada serviría si no había ni cómo ni donde. Su mano libre apretaba por detrás la parte alta de su muslo (y lo que no era muslo), aunque cada vez se notaba más torpe y deseosa por ocuparse de otras cosas. Le apretaba contra sí en busca de “afecto” con consecuencias muy contrarias, y es que lejos de conformarse, sentir el fuego y la dureza del otro en su vientre le alteraba más todavía.
—Ethan… —masculló al haber incluido un tercero. A sus ronroneos in crescendo sa habían sumado los primeros suspiros y los sonidos de sus besos, besos cada vez menos reservados en añadir nuevas marcas y mordiscos en torno a los piercings que adornaban el pecho de su novio—. Flaco… —se quejó sin demasía. Su cintura y el lastimoso vaivén que ejercía hablaba por sí sola. No es que quisiera entrar ya (que también), pero… Frotó la cabeza contra él como un gato—. Bájame la ropa, por favor…
- ♪♫♬:
- Raven
Ficha de cosechado
Nombre: Ethan
Especie: Humano
Habilidades: Buen oído, valor y motivaciónPersonajes : Ethan: Humano, Ingles/Japonés 1.75
Síntomas : En ocasiones, se le desenfocará brevemente la vista. El amuleto curativo se carga el doble de rápido a su contacto y además es más eficaz si lo usa sobre sí mismo.
Armas : Ethan Lanza partesana y una daga
Status : Ciego y cojo, el chiste se cuenta solo.
Re: De oca en oca y tiro porque Ethan me toca - RV Gakuen (+18)
04/09/23, 04:03 pm
De alguna manera sus palabras fueron efectivas, una recompensa justa tras un pique que solo había conseguido avivar las llamas de su impaciencia. Nohlem estaba jugando con fuego, con la única diferencia de que Ethan se sentía como la única víctima del mismo, apenas lograba contener a sus caderas quietas, con la promesa de que pronto podrían recibir un premio mayor que un roce que ya se le estaba quedando corto. Cuando el felino ofreció un trato tan nimio como desbalanceado a su favor no dudó dos veces antes de darle lo que le pedía. El beso fue candente, desprendiendo el mismo calor que retenía el cuerpo del londinense. Su lengua invadía, sus dientes mordían y sus manos presionaban las mejillas del pelirrojo en pos de que no quisiera alejarse de su lado.
Le quería, le quería demasiado. El sentimiento de apego se había inundado de tantas emociones que en ese estado se volvía una necesidad que repetía mentalmente. ¨Te quiero¨ pensó a cada toma de aire irregular que le permitía aquel beso, ¨Te quiero¨ pensó cuando se tuvo que elevar para permitirle apartar su ropa interior.
-Te quiero… -Acabo confesando en apenas un hilo de voz cuando vio su boca liberada, dejando que a aquel mensaje le acompañarán pequeños suspiros mientras sus manos buscaban el apoyo firme de unos hombros que no le habían fallado hasta ahora. El frío gel en contraste con el ardor de su piel llenó su cuerpo de pequeños cosquilleos, una sensación embriagadora que se volvió perfectamente nítida cuando traspasó la sutileza exterior para invadirlo como una corriente eléctrica desde el interior.
Y de nuevo, no es que le quisiera, es que le necesitaba. Una exhalación tan sonora como explícita hizo de apertura a un coro de notas desiguales. Ethan se vio embriagado en un sofoco que obligaba al aire tomado a bocanadas a convertirse en diferentes sonidos atropellados, unos tan suaves como un suspiro perdido en destiempo, otros tan vocales que ni aún mordiéndose el labio podía ocultarlos, intentaban acompañar en una desincronía irregular los suaves movimientos de su pareja, una respiración que se adecuaba al ir y venir de un hormigueo lento pero continuo.
-Más… más… -Le rogó convirtiendo el agarre sobre sus hombros en un abrazo improvisado. Uno de sus brazos le envolvió parte de la espalda, pero el otro se quedó sobre su pelo, enredando entre sus rizos. Una posición estratégica en la que, tras verse cortado momentáneamente de aire pudo refugiarse para tirar y arañar con fuerzas renovadas. Un gemido en forma de exclamación emergió cuando Nohlem pulsó la tecla adecuada, llevándolo a una corriente de sensaciones que le hizo estremecerse. La chispa que inició en su interior le provocó leves temblores en los muslos, ascendiendo por una espalda que se veía arqueada y terminando en unas manos que se afianzaron con fuerza sobre su piel y cabello. -Ahí, sigue… por favor sigue…
La desesperación en su voz se entremezclaba entre el pedir y el ordenar, entre verse atrapado en los designios del gato o buscar de forma hosca más presión y rapidez. Quería más, como un perro hambriento al que daba igual cuanta comida le dieses, pero también quería paciencia para dejar espacio a un postre suculento. Su raciocinio estaba disuelto en el mar de llamas que eran sus caderas, luchando a contramarea por mantenerse cuerdo entre cada nueva arremetida de placer que embriagaba su cuerpo. Los besos dedicados no hicieron más que volver del incendio un callejón sin salida, atrapado entre dos columnas de fuego convertidas en dientes y dedos. Tanto así, que aún le costó unos segundos sopesar lo que le había dicho, trazando en los pequeños espacios donde podía recuperar el aliento las palabras de Nohlem. La ropa, trató de focalizar bajando una vista un tanto perdida hacía la zona que le indicaba.
-V-vale… pero espera dame… -Otro suspiro le interrumpió, con la mente disipada en las sensaciones de su bajo vientre. Le costó un par de gemidos superpuestos y el intentar retener el siguiente apretando su labio inferior el volver a hablar. -Dame un momento… porfa. -Sus propias palabras no le convencían ni a él mismo pues estaba bastante lejos de querer parar, pero en su egoísmo y capricho interno había demasiado espacio para el varmano. No le quería tener en vilo cuando él estaba disfrutando tanto, por ello aún lamentando su decisión con el bajar del ritmo se desprendió del abrazo para encaminarse a un nuevo destino.
Tanteo con las yemas de sus dedos el inicio de su ropa interior, recorriendo la tira antes de decidir empezar a bajarla. Para su sorpresa el condón se había caído sobre la zona, asomando entre los pliegues de la tela. Ethan soltó una ligera risa agotada ante semejante descubrimiento, regalándole una suave caricia al bulto que hacía de muralla antes de obtenerlo entre sus manos. La expectación y las sombras de un cosquilleo que no se iba tan rápido le hizo de su pulso uno tembloroso. Bajar los calzoncillos fue tarea fácil, pero abrir el paquete le llevó más de un intento, los dedos se le resbalaban y la mirada se perdía con facilidad en unos bajos liberados que se veían demasiado imponentes ahora que no tenían contención alguna.
-Voy a… -No llegó a completar la frase, el titubeo acabo convertido en acción ante unos nervios que se volvían reales. Tragó saliva como un acto reflejo cuando empezó a colocarle el envoltorio, un masaje suave y contenido para que el preservativo bajara bien. En el escritorio estaban en penumbra, agitados por la emoción y en parte asalvajados ante la novedad, ya había visto que era grande, pero ahora, con esta calma intranquila, era consciente de todo el potencial que guardaba el felino y joder, daba un poco de susto… a la par le excitaba con fuerzas renovadas.
-Nohlem no aguanto más -Esta vez había firmeza en sus palabras y decisión en sus ojos, una un poco nublada por un ambiente caldeado pero con el ímpetu de querer que el incendio interior consumiera a ambos hasta dejarlos en meras cenizas. Ethan le dedicó una torpe sonrisa, con el rostro perlado del calor y parte del flequillo desastroso sobre la cara. Se reacomodo sobre él, utilizando de apoyo al felino para que hubiera suficiente distancia entre ellos. Su pecho iba y venía acompañando a un ritmo algo más liviano que buscaba recuperarse antes de la siguiente arremetida, y su voz… su voz apenas era un susurro cargado de matices, uno bajo a causa de la concentración que retenía al asiático de prestarle más atención. -Te necesito… dentro.
Ni siquiera era un mandato, más bien un aviso de lo que estaba por hacer. Se ayudó con una de sus manos a medida que volvía a tomar asiento sobre el granta. Poco a poco empezó a contener el aire en un descenso paulatino, no demasiado profundo antes de que parara a desprenderse de todo el oxígeno que aguardaba en sus pulmones, un gemido convertido en nombre salió de entre sus labios. ¨Nohlem¨ suspiró en la subida. ¨Nohlem¨ volvió a dejar escapar cuando a la siguiente bajada se permitió ganar un poco más de terreno. Sus uñas encontraron carne en la que agarrarse y su sonrisa quedó convertida en una boca entreabierta que dejaba escapar todo sonido de su interior. Ethan trató de centrar su mirada en los ojos esmeralda de su pareja, pues a pesar de lo difícil que le resultaba concentrarse con cada nuevo movimiento de caderas, quería ser testigo de cada reacción, gesto y suspiro de su compañero. Quería perder la cabeza siendo consciente de a quien estaba montando, y por ello, cada vez que la falta de aliento se lo permitía, volvía a llamarlo.
-Nohleem…
-Nohlemmm…
-Nooohlemmm…
Repetía una y otra vez abrazado a él, dejando que su cuerpo se acostumbrara a un ritmo que si bien había iniciado lento, iba perdiéndose poco a poco en sus ganas, y a una largura a la que aún le quedaba parte que recorrer. Ignorante de que entre sus altos suspiros y los latidos desbocados de su corazón ocultaba las fuertes pisadas que se aproximaban desde el final del pasillo.
-Nohlemm, dios, te adoro, te adoro…
Le quería, le quería demasiado. El sentimiento de apego se había inundado de tantas emociones que en ese estado se volvía una necesidad que repetía mentalmente. ¨Te quiero¨ pensó a cada toma de aire irregular que le permitía aquel beso, ¨Te quiero¨ pensó cuando se tuvo que elevar para permitirle apartar su ropa interior.
-Te quiero… -Acabo confesando en apenas un hilo de voz cuando vio su boca liberada, dejando que a aquel mensaje le acompañarán pequeños suspiros mientras sus manos buscaban el apoyo firme de unos hombros que no le habían fallado hasta ahora. El frío gel en contraste con el ardor de su piel llenó su cuerpo de pequeños cosquilleos, una sensación embriagadora que se volvió perfectamente nítida cuando traspasó la sutileza exterior para invadirlo como una corriente eléctrica desde el interior.
Y de nuevo, no es que le quisiera, es que le necesitaba. Una exhalación tan sonora como explícita hizo de apertura a un coro de notas desiguales. Ethan se vio embriagado en un sofoco que obligaba al aire tomado a bocanadas a convertirse en diferentes sonidos atropellados, unos tan suaves como un suspiro perdido en destiempo, otros tan vocales que ni aún mordiéndose el labio podía ocultarlos, intentaban acompañar en una desincronía irregular los suaves movimientos de su pareja, una respiración que se adecuaba al ir y venir de un hormigueo lento pero continuo.
-Más… más… -Le rogó convirtiendo el agarre sobre sus hombros en un abrazo improvisado. Uno de sus brazos le envolvió parte de la espalda, pero el otro se quedó sobre su pelo, enredando entre sus rizos. Una posición estratégica en la que, tras verse cortado momentáneamente de aire pudo refugiarse para tirar y arañar con fuerzas renovadas. Un gemido en forma de exclamación emergió cuando Nohlem pulsó la tecla adecuada, llevándolo a una corriente de sensaciones que le hizo estremecerse. La chispa que inició en su interior le provocó leves temblores en los muslos, ascendiendo por una espalda que se veía arqueada y terminando en unas manos que se afianzaron con fuerza sobre su piel y cabello. -Ahí, sigue… por favor sigue…
La desesperación en su voz se entremezclaba entre el pedir y el ordenar, entre verse atrapado en los designios del gato o buscar de forma hosca más presión y rapidez. Quería más, como un perro hambriento al que daba igual cuanta comida le dieses, pero también quería paciencia para dejar espacio a un postre suculento. Su raciocinio estaba disuelto en el mar de llamas que eran sus caderas, luchando a contramarea por mantenerse cuerdo entre cada nueva arremetida de placer que embriagaba su cuerpo. Los besos dedicados no hicieron más que volver del incendio un callejón sin salida, atrapado entre dos columnas de fuego convertidas en dientes y dedos. Tanto así, que aún le costó unos segundos sopesar lo que le había dicho, trazando en los pequeños espacios donde podía recuperar el aliento las palabras de Nohlem. La ropa, trató de focalizar bajando una vista un tanto perdida hacía la zona que le indicaba.
-V-vale… pero espera dame… -Otro suspiro le interrumpió, con la mente disipada en las sensaciones de su bajo vientre. Le costó un par de gemidos superpuestos y el intentar retener el siguiente apretando su labio inferior el volver a hablar. -Dame un momento… porfa. -Sus propias palabras no le convencían ni a él mismo pues estaba bastante lejos de querer parar, pero en su egoísmo y capricho interno había demasiado espacio para el varmano. No le quería tener en vilo cuando él estaba disfrutando tanto, por ello aún lamentando su decisión con el bajar del ritmo se desprendió del abrazo para encaminarse a un nuevo destino.
Tanteo con las yemas de sus dedos el inicio de su ropa interior, recorriendo la tira antes de decidir empezar a bajarla. Para su sorpresa el condón se había caído sobre la zona, asomando entre los pliegues de la tela. Ethan soltó una ligera risa agotada ante semejante descubrimiento, regalándole una suave caricia al bulto que hacía de muralla antes de obtenerlo entre sus manos. La expectación y las sombras de un cosquilleo que no se iba tan rápido le hizo de su pulso uno tembloroso. Bajar los calzoncillos fue tarea fácil, pero abrir el paquete le llevó más de un intento, los dedos se le resbalaban y la mirada se perdía con facilidad en unos bajos liberados que se veían demasiado imponentes ahora que no tenían contención alguna.
-Voy a… -No llegó a completar la frase, el titubeo acabo convertido en acción ante unos nervios que se volvían reales. Tragó saliva como un acto reflejo cuando empezó a colocarle el envoltorio, un masaje suave y contenido para que el preservativo bajara bien. En el escritorio estaban en penumbra, agitados por la emoción y en parte asalvajados ante la novedad, ya había visto que era grande, pero ahora, con esta calma intranquila, era consciente de todo el potencial que guardaba el felino y joder, daba un poco de susto… a la par le excitaba con fuerzas renovadas.
-Nohlem no aguanto más -Esta vez había firmeza en sus palabras y decisión en sus ojos, una un poco nublada por un ambiente caldeado pero con el ímpetu de querer que el incendio interior consumiera a ambos hasta dejarlos en meras cenizas. Ethan le dedicó una torpe sonrisa, con el rostro perlado del calor y parte del flequillo desastroso sobre la cara. Se reacomodo sobre él, utilizando de apoyo al felino para que hubiera suficiente distancia entre ellos. Su pecho iba y venía acompañando a un ritmo algo más liviano que buscaba recuperarse antes de la siguiente arremetida, y su voz… su voz apenas era un susurro cargado de matices, uno bajo a causa de la concentración que retenía al asiático de prestarle más atención. -Te necesito… dentro.
Ni siquiera era un mandato, más bien un aviso de lo que estaba por hacer. Se ayudó con una de sus manos a medida que volvía a tomar asiento sobre el granta. Poco a poco empezó a contener el aire en un descenso paulatino, no demasiado profundo antes de que parara a desprenderse de todo el oxígeno que aguardaba en sus pulmones, un gemido convertido en nombre salió de entre sus labios. ¨Nohlem¨ suspiró en la subida. ¨Nohlem¨ volvió a dejar escapar cuando a la siguiente bajada se permitió ganar un poco más de terreno. Sus uñas encontraron carne en la que agarrarse y su sonrisa quedó convertida en una boca entreabierta que dejaba escapar todo sonido de su interior. Ethan trató de centrar su mirada en los ojos esmeralda de su pareja, pues a pesar de lo difícil que le resultaba concentrarse con cada nuevo movimiento de caderas, quería ser testigo de cada reacción, gesto y suspiro de su compañero. Quería perder la cabeza siendo consciente de a quien estaba montando, y por ello, cada vez que la falta de aliento se lo permitía, volvía a llamarlo.
-Nohleem…
-Nohlemmm…
-Nooohlemmm…
Repetía una y otra vez abrazado a él, dejando que su cuerpo se acostumbrara a un ritmo que si bien había iniciado lento, iba perdiéndose poco a poco en sus ganas, y a una largura a la que aún le quedaba parte que recorrer. Ignorante de que entre sus altos suspiros y los latidos desbocados de su corazón ocultaba las fuertes pisadas que se aproximaban desde el final del pasillo.
-Nohlemm, dios, te adoro, te adoro…
- Kanyum
Ficha de cosechado
Nombre: Nohlem
Especie: Varmano granta
Habilidades: Puntería, intuición, carismaPersonajes :
● Jace: Dullahan, humano americano. 1’73m (con cabeza 1’93m)
● Rox: Cambiante, humano australiano/surcoreano. 1’75m
● Kahlo: Aparición nocturna varmana granta. 1’62m
● Nohlem: varmano granta. 1’69m
● Xiao Taozi: Fuzanglong carabés. 1’55m
Unidades mágicas : 5/5
Síntomas : Mayor interés por acumular conocimiento. A veces, durante un par de segundos, aparecerán brillos de distintos colores a su alrededor.
Status : Prrrr prrrrr
Re: De oca en oca y tiro porque Ethan me toca - RV Gakuen (+18)
04/09/23, 11:42 pm
Quería guardar cada “te quiero” que Ethan pronunciaba, hacer de todos un recuerdo clave en su historia y atesorarlos como canicas en un bote. Cada vez que pronunciaba su nombre, cada plegaria, cada aliento, todo. Colmarlo de tanto como pidiera y más, así se dejara a sí mismo de lado, creyéndose capaz de subsistir sin otra cosa que el timbre de su voz y el temblor de su piel. Nunca había estado tan dispuesto a tanto a cambio de nada… Una “nada” temporal y volátil que se convertía en “todo” tan pronto Ethan prendía en él el egoismo consecuente de sus gestos. Tirones de pelo, besos, arañazos, cuanto más tenía más quería y menos le importaba tomarlo con rudeza, presa de una avaricia monstruosa que todavía dormitaba. Aún cegado por la lujuria Nohlem pisaba tierra, pues aquella realidad poco tenía que envidiarle a ninguna fantasía.
Y pensar que esa misma mañana se habían levantado siendo amigos y solo amigos… Sonrió para sí, una sonrisa que podía tener cualquier contexto considerando el espectáculo que tenía encima. Nohlem asintió, deteniéndose obedientemente cuando así se le pidió sin alejar demasiado las manos, pues una cosa era ser bueno y otra inocente. No estaba dispuesto a soltar su premio, ni siquiera cuando a este le seguía otro. Solo cuando sus brazos empezaron a molestar más que favorecer el varmano se permitió bajarlos, deslizándolos como serpientes por su piel, una de ellas marcando el camino con los resquicios de una humedad generosa. Esperaron pacientes sobre sus piernas, él mirando la expresión concentrada del londinense mientras la liga que se ceñía a su vientre dejaba de hacerlo. Ni sin la prenda el ambiente era más fresco.
—Te quiero —si iba a romper su silencio que fuera con eso. La risa de Ethan, por débil que fuera, era capaz de fundir la central eléctrica que era su cerebro ahora mismo. De hecho, cuanto más débil y agotado sonase, mejor, demostración de un esfuerzo que reunía para él. El roce le hizo suspirar—. Te quiero muchísimo…
Poder decirlo sin tapujos era algo que no sabía hasta que punto necesitaba, y es que una vez liberado cada caricia que recibiese vendría seguido de otro; “te quiero” y “te adoro” lentos y desordenados colocados sobre una escala de ronroneos, palabras que empezaban a sentirse insuficientes. El hipnotismo con el que le miraba se rompió cuando el placer se volvió más físico, mirando abajo y frotando su cabeza torpemente como gato que hace demasiado tiempo no ve a su dueño. Sus manos se habían consolidado al centro de sus piernas como las garras de una rapaz, y verse listo así como conocedor de los límites de Ethan hizo que su mundo realentizado volviera a marchar.
—Por favor —la sonrisa que le dedicó el londinense fundió algo dentro suya. Quizás el freno. Nohlem tragó saliva, incapaz de responder inmediatamente. Sus pupilas parecían haberse roto y temblaban junto su corazón, creciendo y decreciendo sutilmente a cada latido. “Por favor”, se repitió.
Se echó ligeramente hacia atrás, usando sus manos de apoyo para facilitar el trabajo a Ethan sin necesidad de tumbarse. Además, quería mirar. Quería ver como su cuerpo se perdía en el suyo, como la expresión de su novio se derretía tanto como la propia y su torso tenso buscaba aguantar tanto aire como fuera posible para facilitar una bajada tan mortal como el pico de una montaña rusa, la espectación de los segundos que te mantenían en la cumbre. Por supuesto esta no fue tan rápida, ni tenía que serlo. Pronto incluso observar se convirtió en un reto. Sus ronroneos rebotaban en sus tímpanos con la agresividad de un motor puesto a punto, su nombre repetido como una oración aceleraba sus pulsaciones y la presión placentera que poco a poco le recorría más y más le arrebataba nuevos jadeos que nada hacían por guardar ese respetuoso silencioso al que antes aspiraba. Tenía que tragar saliva si no quería que su garganta se volviera papel de lija.
—Flaco… —musitó al tiempo que se lamía los labios. No, flaco no. Con todo el cariño el apodo era suyo, pero era Ethan y no un cualquiera quien se estaba fundiendo con él—. Ethan.
Al sentir su mirada se la devolvió tanto como pudo, ido en un amor tan intenso como la pasión que le profería. Cerró los ojos en un largo suspiro que hizo temblar sus hombros por una bajada más profunda, y cuando sus manos liberaron la sábana que asfixiaban las devolvió con firmeza a la cintura del moreno, ese reloj de arena perfectamente hecho a su palma, en una declaración de futuras intenciones. Nohlem hizo todo por no moverse, dejando que fuera él quien, al menos de momento, decidiera como marchar. Otro gallo cantaría una vez tuviera cupo, mas en la paciencia se encontraba el saber disfrutar de cada sonido, rubor y mirada perdida que le regalaba y era devuelta. Una imagen que grabaría a fuego en su retina. Nohlem le observaba con la fascinación de quien ve una pieza de arte, pero sus sonidos... Santos. Eran sus sonidos lo que podían matarle ahí mismo.
—Mierda. Ethan. Ethan… —como arrastraba las sílabas, como convertía la “m” del final de su nombre en un gemido cerrado, el crescendo de un tono sin vergüenza a ser oído pues sabe que solo tiene un espectador… Los ronroneos del granta bajaron como respuesta a su ensimismamiento, pero es que ni lo que era incapaz de controlar a completa voluntad iba a quitarle de vivir ese momento—. Suenas hermoso. Tu voz… —sus manos ascendieron a sus homoplatos, pegándole contra sí en busca de su boca. Le besó brevemente, sin ánimo a interrumpir aquella sinfonía a su locura—. Más alto. Más. Por favor, más… Di mi nombre. Dilo más alto…
Y según él mismo forzaba su cintura a bajar un poco más, solo un poco más, cuando estaba dispuesto a pedirle que gritase… Otro alguien se adelantó en hacerlo.
Porque por supuesto, si algo tiene que salir mal, saldrá mal.
Sus orejas hasta ahora agachadas por la concentración y la sumisión saltaron arriba, rectas en alerta máxima. Sus ojos se abrieron mucho y el abrazo con el que le tenía agarrado se hizo más fuerte solo para suavizarlo después.
—Connor.
Por unos segundos eternos se quedó como un conejo que se sabe muerto a escasos metros del lobo, tan inmóvil como su compañero. El motero había sonado tan alto que era obvio que estaba cerca, en el pasillo, y estaba pidiendo explicaciones, explicaciones a la sangre que él mismo había puesto en su plato. Él había abierto su apetito.
“El pestillo”, pensó. Estaba echado. Estaba 100% seguro de que lo había echado. Por gente como Marta, para evitar que otros como ella se colase en ningún cuarto en busca de un sitio cómodo donde echar un polvo. Bendita fuera ella y su impertinencia, pues ahora indirectamente les iba a salvar de la muerte. Aún así, era Connor, borracho, metro noventa de hijo de puta, podía echar la puerta abajo si quería…
Y ahí seguía él, bien enterrado en Ethan. Sus pupilas se afilaron. No. Connor no le iba a joder más la noche. Si quería matarle que esperase a mañana, eso o que le pillase ya en el mismísimo cielo. Sin ronroneos Nohlem profirió un bajo gruñido gutural y besó a Ethan con rabia contenida, rabia que iba enfocada no a él sino al subnormal que les estaba buscando fuera. Hizo acopio de fuerzas y le agarró con ímpetu para evitar que cayera o se alejase sin dar tregua a su boca, un beso cuyo objetivo era claramente una distracción... y una mordaza. Quería oírle, pero ahora no era el momento. Aprovecharía que Ethan había tardado más en salir de su estupefacción para inclinarse sobre él, reclamando con todo el equilibrio del que hacía uso un lugar encima suya, negándose a ser un puto conejo y soltar lo que tanto le había costado conseguir. O bueno, si tenía que ser un conejo sería uno en celo. Que fuera real la bromita recurrente.
“Es mío. Esta noche y todas, es mío. ¡Que te jodan, puto yankee!”
Resopló por la nariz como un toro bravo y finalizó el beso solo cuando se encontró arriba de Ethan, con este sobre el colchón. Al separarse para acomodarse, deshacerse totalmente de sus bóxers y asegurarse de que Ethan estaba bien se llevó un dedo a los labios para pedirle silencio (“nos ha encontrado. Me da igual”), y puesto que no se fiaba de la capacidad de contención del moreno posó una mano suavemente sobre su boca, mano que por supuesto se haría menos clemente si escuchaba cualquier sonido.
—Después —pronunció lento, habiéndose pegado a él—. Quiero que sigas montándome —lo susurró en su oído, tanto que podría haberse dado cosquillas a sí mismo. Le besó la mejilla con absoluto cuidado, como si hasta el chasquido de sus labios fuera a delatarles.
Así hizo con los siguientes, cuidadoso y cariñoso aún en la rudeza que hubiera podido demostrar, antes de alejarse para que sus cuerpos volvieran a formar una L de posiciones invertidas. Retomó su trabajo lento, ansioso por clavarse totalmente en él a pesar de las circunstancias. Se mordía el labio para aguantar unos quejidos que quemaban por salir, y sus ojos visiblemente esmeraldas ante el mix de sensaciones atendían a Ethan con el brillo de la adrenalina. Por supuesto pararía si veía el más mínimo indicio de que el chico así lo quería, pero ni en sueños iba a rendirse tan fácilmente por el idiota de Connor. Ni siquiera la terrorífica Sehrina, su madre, había interrumpido algunos de sus polvos. Algunos.
Despacio pero sin pausa, colmándole en ronroneos que recuperaban ánimo, Nohlem reclamó para sí el interior de Ethan. Ahí en su tope se mantuvo unos buenos segundos, mirándole con la sonrisa orgullosa de quien completa un desafío, entreabierta en un jadeo insonoro y constante. Pronunció sin habla un “te quiero”, y tan pronto se satisfajo en su alarde su cadera comenzó a moverse. No tenía claro cual era su reto (¿volver loco a Ethan o que Connor los pillase?), pero los aceptaba los dos. La corbata, que hasta entonces pendía de su camisa desabrochada, terminó por caer como una serpiente moribunda.
Y pensar que esa misma mañana se habían levantado siendo amigos y solo amigos… Sonrió para sí, una sonrisa que podía tener cualquier contexto considerando el espectáculo que tenía encima. Nohlem asintió, deteniéndose obedientemente cuando así se le pidió sin alejar demasiado las manos, pues una cosa era ser bueno y otra inocente. No estaba dispuesto a soltar su premio, ni siquiera cuando a este le seguía otro. Solo cuando sus brazos empezaron a molestar más que favorecer el varmano se permitió bajarlos, deslizándolos como serpientes por su piel, una de ellas marcando el camino con los resquicios de una humedad generosa. Esperaron pacientes sobre sus piernas, él mirando la expresión concentrada del londinense mientras la liga que se ceñía a su vientre dejaba de hacerlo. Ni sin la prenda el ambiente era más fresco.
—Te quiero —si iba a romper su silencio que fuera con eso. La risa de Ethan, por débil que fuera, era capaz de fundir la central eléctrica que era su cerebro ahora mismo. De hecho, cuanto más débil y agotado sonase, mejor, demostración de un esfuerzo que reunía para él. El roce le hizo suspirar—. Te quiero muchísimo…
Poder decirlo sin tapujos era algo que no sabía hasta que punto necesitaba, y es que una vez liberado cada caricia que recibiese vendría seguido de otro; “te quiero” y “te adoro” lentos y desordenados colocados sobre una escala de ronroneos, palabras que empezaban a sentirse insuficientes. El hipnotismo con el que le miraba se rompió cuando el placer se volvió más físico, mirando abajo y frotando su cabeza torpemente como gato que hace demasiado tiempo no ve a su dueño. Sus manos se habían consolidado al centro de sus piernas como las garras de una rapaz, y verse listo así como conocedor de los límites de Ethan hizo que su mundo realentizado volviera a marchar.
—Por favor —la sonrisa que le dedicó el londinense fundió algo dentro suya. Quizás el freno. Nohlem tragó saliva, incapaz de responder inmediatamente. Sus pupilas parecían haberse roto y temblaban junto su corazón, creciendo y decreciendo sutilmente a cada latido. “Por favor”, se repitió.
Se echó ligeramente hacia atrás, usando sus manos de apoyo para facilitar el trabajo a Ethan sin necesidad de tumbarse. Además, quería mirar. Quería ver como su cuerpo se perdía en el suyo, como la expresión de su novio se derretía tanto como la propia y su torso tenso buscaba aguantar tanto aire como fuera posible para facilitar una bajada tan mortal como el pico de una montaña rusa, la espectación de los segundos que te mantenían en la cumbre. Por supuesto esta no fue tan rápida, ni tenía que serlo. Pronto incluso observar se convirtió en un reto. Sus ronroneos rebotaban en sus tímpanos con la agresividad de un motor puesto a punto, su nombre repetido como una oración aceleraba sus pulsaciones y la presión placentera que poco a poco le recorría más y más le arrebataba nuevos jadeos que nada hacían por guardar ese respetuoso silencioso al que antes aspiraba. Tenía que tragar saliva si no quería que su garganta se volviera papel de lija.
—Flaco… —musitó al tiempo que se lamía los labios. No, flaco no. Con todo el cariño el apodo era suyo, pero era Ethan y no un cualquiera quien se estaba fundiendo con él—. Ethan.
Al sentir su mirada se la devolvió tanto como pudo, ido en un amor tan intenso como la pasión que le profería. Cerró los ojos en un largo suspiro que hizo temblar sus hombros por una bajada más profunda, y cuando sus manos liberaron la sábana que asfixiaban las devolvió con firmeza a la cintura del moreno, ese reloj de arena perfectamente hecho a su palma, en una declaración de futuras intenciones. Nohlem hizo todo por no moverse, dejando que fuera él quien, al menos de momento, decidiera como marchar. Otro gallo cantaría una vez tuviera cupo, mas en la paciencia se encontraba el saber disfrutar de cada sonido, rubor y mirada perdida que le regalaba y era devuelta. Una imagen que grabaría a fuego en su retina. Nohlem le observaba con la fascinación de quien ve una pieza de arte, pero sus sonidos... Santos. Eran sus sonidos lo que podían matarle ahí mismo.
—Mierda. Ethan. Ethan… —como arrastraba las sílabas, como convertía la “m” del final de su nombre en un gemido cerrado, el crescendo de un tono sin vergüenza a ser oído pues sabe que solo tiene un espectador… Los ronroneos del granta bajaron como respuesta a su ensimismamiento, pero es que ni lo que era incapaz de controlar a completa voluntad iba a quitarle de vivir ese momento—. Suenas hermoso. Tu voz… —sus manos ascendieron a sus homoplatos, pegándole contra sí en busca de su boca. Le besó brevemente, sin ánimo a interrumpir aquella sinfonía a su locura—. Más alto. Más. Por favor, más… Di mi nombre. Dilo más alto…
Y según él mismo forzaba su cintura a bajar un poco más, solo un poco más, cuando estaba dispuesto a pedirle que gritase… Otro alguien se adelantó en hacerlo.
Porque por supuesto, si algo tiene que salir mal, saldrá mal.
Sus orejas hasta ahora agachadas por la concentración y la sumisión saltaron arriba, rectas en alerta máxima. Sus ojos se abrieron mucho y el abrazo con el que le tenía agarrado se hizo más fuerte solo para suavizarlo después.
—Connor.
Por unos segundos eternos se quedó como un conejo que se sabe muerto a escasos metros del lobo, tan inmóvil como su compañero. El motero había sonado tan alto que era obvio que estaba cerca, en el pasillo, y estaba pidiendo explicaciones, explicaciones a la sangre que él mismo había puesto en su plato. Él había abierto su apetito.
“El pestillo”, pensó. Estaba echado. Estaba 100% seguro de que lo había echado. Por gente como Marta, para evitar que otros como ella se colase en ningún cuarto en busca de un sitio cómodo donde echar un polvo. Bendita fuera ella y su impertinencia, pues ahora indirectamente les iba a salvar de la muerte. Aún así, era Connor, borracho, metro noventa de hijo de puta, podía echar la puerta abajo si quería…
Y ahí seguía él, bien enterrado en Ethan. Sus pupilas se afilaron. No. Connor no le iba a joder más la noche. Si quería matarle que esperase a mañana, eso o que le pillase ya en el mismísimo cielo. Sin ronroneos Nohlem profirió un bajo gruñido gutural y besó a Ethan con rabia contenida, rabia que iba enfocada no a él sino al subnormal que les estaba buscando fuera. Hizo acopio de fuerzas y le agarró con ímpetu para evitar que cayera o se alejase sin dar tregua a su boca, un beso cuyo objetivo era claramente una distracción... y una mordaza. Quería oírle, pero ahora no era el momento. Aprovecharía que Ethan había tardado más en salir de su estupefacción para inclinarse sobre él, reclamando con todo el equilibrio del que hacía uso un lugar encima suya, negándose a ser un puto conejo y soltar lo que tanto le había costado conseguir. O bueno, si tenía que ser un conejo sería uno en celo. Que fuera real la bromita recurrente.
“Es mío. Esta noche y todas, es mío. ¡Que te jodan, puto yankee!”
Resopló por la nariz como un toro bravo y finalizó el beso solo cuando se encontró arriba de Ethan, con este sobre el colchón. Al separarse para acomodarse, deshacerse totalmente de sus bóxers y asegurarse de que Ethan estaba bien se llevó un dedo a los labios para pedirle silencio (“nos ha encontrado. Me da igual”), y puesto que no se fiaba de la capacidad de contención del moreno posó una mano suavemente sobre su boca, mano que por supuesto se haría menos clemente si escuchaba cualquier sonido.
—Después —pronunció lento, habiéndose pegado a él—. Quiero que sigas montándome —lo susurró en su oído, tanto que podría haberse dado cosquillas a sí mismo. Le besó la mejilla con absoluto cuidado, como si hasta el chasquido de sus labios fuera a delatarles.
Así hizo con los siguientes, cuidadoso y cariñoso aún en la rudeza que hubiera podido demostrar, antes de alejarse para que sus cuerpos volvieran a formar una L de posiciones invertidas. Retomó su trabajo lento, ansioso por clavarse totalmente en él a pesar de las circunstancias. Se mordía el labio para aguantar unos quejidos que quemaban por salir, y sus ojos visiblemente esmeraldas ante el mix de sensaciones atendían a Ethan con el brillo de la adrenalina. Por supuesto pararía si veía el más mínimo indicio de que el chico así lo quería, pero ni en sueños iba a rendirse tan fácilmente por el idiota de Connor. Ni siquiera la terrorífica Sehrina, su madre, había interrumpido algunos de sus polvos. Algunos.
Despacio pero sin pausa, colmándole en ronroneos que recuperaban ánimo, Nohlem reclamó para sí el interior de Ethan. Ahí en su tope se mantuvo unos buenos segundos, mirándole con la sonrisa orgullosa de quien completa un desafío, entreabierta en un jadeo insonoro y constante. Pronunció sin habla un “te quiero”, y tan pronto se satisfajo en su alarde su cadera comenzó a moverse. No tenía claro cual era su reto (¿volver loco a Ethan o que Connor los pillase?), pero los aceptaba los dos. La corbata, que hasta entonces pendía de su camisa desabrochada, terminó por caer como una serpiente moribunda.
- ♪♫♬:
- Raven
Ficha de cosechado
Nombre: Ethan
Especie: Humano
Habilidades: Buen oído, valor y motivaciónPersonajes : Ethan: Humano, Ingles/Japonés 1.75
Síntomas : En ocasiones, se le desenfocará brevemente la vista. El amuleto curativo se carga el doble de rápido a su contacto y además es más eficaz si lo usa sobre sí mismo.
Armas : Ethan Lanza partesana y una daga
Status : Ciego y cojo, el chiste se cuenta solo.
Re: De oca en oca y tiro porque Ethan me toca - RV Gakuen (+18)
07/09/23, 12:23 am
Ethan se sentía como un puzzle. Uno que a cada subida luchaba por reconstruirse antes de que el descenso de sus caderas terminará por volver a fragmentarlo en mil sensaciones diferentes. La electricidad que sobrecargaba su cuerpo desde el interior se desplazaba en cosquilleos que hacían temblar sus músculos y tensar su espalda. Chispas que no tenía miedo a contener, pues su único oyente era aquel al que precisamente se las quería dedicar. Nohlem quería más y el londinense estaba dispuesto a darle todo, como una sirenita ingenua que vendía su voz en un intento de obtener su amor verdadero.
Solo que si bien ese contrato estaba a medio firmar los ruidos del pasillo lograron que dejara de sentirse como una tormenta eléctrica para pasar a ser mera espuma de mar, burbujas tan frágiles que el mínimo soplo de viento podría romperlas. La bruja había regresado y no estaba dispuesta a que ese cuento tuviera un final feliz. Ethan paró en seco, aturdido aún en la neblina del ambiente, primero miró a su príncipe azul y luego desvió sutilmente la vista a su espalda con el terror de quien esperaba ver la puerta abrirse en cualquier momento. Nohlem le puso nombre a sus pesadillas y de alguna manera empezaron a cobrar una forma más real en su mente. Estaba patidifuso, perdido como un pez fuera del agua o un cervatillo que aguardaba cegado a que el coche terminará con su miseria. ¿De verdad les estaba buscando? Obviamente que lo estaba haciendo, entre pestañeos confusos recordó los últimos mensajes que tuvo la mala fe de mandar, había avisado de antemano sobre su traición, ahora solo le quedaba desaparecer en las corrientes marinas.
Un gruñido, un gruñido le tensó tanto que hizo recordar un dato vital. Si, tenía a un tiburón merodeando la zona, pero se había olvidado del tigre con el que compartía habitación. No tuvo tiempo para reaccionar pues tan lento pasaba el tiempo ante el temor de ser pillados que ahora explotaba tratando de ponerse al día y recuperar el tiempo perdido. El arrebato de calor regresando a su cuerpo fue tan rápido como la lengua de Nohlem deslizándose para buscar la propia, la presión de sus labios y la fuerza de su agarre le sonsacaron exclamaciones verbales que morían ahogadas entre sus bocas antes de tener tiempo a ser expresadas.
Era irónico que el que le acabara arrebatando la voz fuera el propio príncipe al que se había vendido.
Pero con qué gusto volvería a hacerlo. La suavidad de las mantas era una bienvenida que contrastaba con la agresividad que le dedicaba el felino y para cuando este se separó Ethan estaba empezando a razonar cómo de rápido se habían cambiado las tornas. El beso tan pasional le había arrancado la lógica con tanta fuerza que hasta que no desplazó una mano por la sedosa tela no fue plenamente consciente de que el cielo ahora era mar y que si antes estaba volando ahora le tocaba ahogarse en la profundidad deliciosa de aquel océano. El gesto de silencio cayó en saco roto no porque el moreno hablase, sí no porque estaba ocurriendo todo tan rápido que su mente iba con retraso a la hora de procesar, la mano sobre su boca fue más efectiva a la hora de entender lo que le pedía.
Ethan se quedó a las puertas de quejarse. Conservaba la alarma en el cuerpo ante unos gritos que lejos de callarse parecían acercarse, pero también se acercó el varmano y el contraataque de aquel susurro bastó para destruir cualquier intento que hubiera guardado de reprenderlo. En vez de eso contestó con un simple cabeceo, hipnotizado por sus suaves besos.
El primer sonido vino solo, un suspiro cargado que se volvió vaho al chocar contra la palma de Nohlem. A cada movimiento el fracaso por aguantar su propia respiración se hizo más evidente, a cada embestida le acompañaba un gemido ahogado y cuanto más profundo iba el gato más alto respondía él. Ya no había sílabas en sus palabras, ni el intento de formar su nombre, el murmullo que resonaba lejano era el placer escrito en prosa que Ethan le compartía en alto. Estaba perdido en el deseo, en cada pulsación que Nohlem le transmitía con cada nuevo movimiento. Sus piernas acabaron reposicionadas solas, ajustándose a unas caderas a las que empezó a seguir el ritmo incapaz de contener las suyas propias y en cambio sus manos dudaban, desorientadas se afianzaban a un colchón que le sabía a poco, donde agarrar y tirar no tenía recompensa. La derecha acabó desplazándose a aquella que tenía apresada su boca, apoyada sobre la misma la presionó hacía abajo a conciencia de que aquella prohibición lejos de robarle la voz se la estaba amplificando.
Joder, es que escuchaba la voz del pelirrosa tan apagada como la suya. Su atención estaba robada, captada en cada sutil nota que se le escapaba a su pareja y en cada ruido que indicaba tener sus cuerpos unidos de nuevo. Su espalda se arqueó levemente casi al momento y mientras Nohlem tomaba una pausa como victoría, él la tomaba como recuperación, permitiendo que su cuerpo se adaptará al placer invasivo que ahora atesoraba en su interior. Era grande, y si eso ya lo había captado desde fuera, ahora que estaba dentro la sensación se amplificaba. Cuando el felino volvió a la carga notó el inicio de un mar embravecido en sus caderas, unas olas que chocaban espaciadas pero con la suficiente intensidad como para que sus suspiros no lo fueran más. Se cubrió el rostro con la otra mano atrapado entre la fogosidad y la vergüenza a unos ruidos que apenas se contenían aún con las barreras impuestas. No servía, les iba a pillar, les iba a pillar porque si seguían por ese camino iba a acabar gritando, tenía suficiente autoconciencia aún con las nubes invadiendo su cabeza como para saberlo.
Su pecho bajaba y subía tembloroso, tomando aire a bocanadas para proceder a quedarse sin él a los escasos segundos de obtenerlo. Ya no existía la coleta, desaparecida entre el mar sinuoso de siluetas que formaba una manta obligada a deformarse con el continuo movimiento, por lo que su larga melena ahora liberada se desparramaba como un cielo sin estrellas y sus ojos… Nohlem no podía presenciar el ir y venir de unos iris ocultos bajo el brazo del joven, tan brillantes como el cuerpo blanquecino ahora decorado de multitud de pequeñas galaxias de tonalidades rojas y violáceas. Ethan se dejaba arrastrar por el ritmo que el granta marcaba, acompañando en una sintonía irregular los compases que su compañero creaba.
Hasta que, su brazo se apartó tímido, dejando entrever durante breves segundos la parte del rostro que ocultaba. Un lapso de tiempo tan breve como un suspiro, pues su mano había alcanzado otra víctima y con una vergüenza renovada al recuperar el contacto visual con Nohlem, el joven procedió a cubrirse con un cojín. Sujetado malamente con ambas manos y presionado de forma temblorosa contra su cara. Si antes su voz ya tenía de por sí acústica ahora no era más que el recuerdo de lo que una vez fue, silenciado bajo la presión blandita del objeto y protegido de alguna manera contra un sol tan ardiente que de solo mirarlo quemaba.
Solo que si bien ese contrato estaba a medio firmar los ruidos del pasillo lograron que dejara de sentirse como una tormenta eléctrica para pasar a ser mera espuma de mar, burbujas tan frágiles que el mínimo soplo de viento podría romperlas. La bruja había regresado y no estaba dispuesta a que ese cuento tuviera un final feliz. Ethan paró en seco, aturdido aún en la neblina del ambiente, primero miró a su príncipe azul y luego desvió sutilmente la vista a su espalda con el terror de quien esperaba ver la puerta abrirse en cualquier momento. Nohlem le puso nombre a sus pesadillas y de alguna manera empezaron a cobrar una forma más real en su mente. Estaba patidifuso, perdido como un pez fuera del agua o un cervatillo que aguardaba cegado a que el coche terminará con su miseria. ¿De verdad les estaba buscando? Obviamente que lo estaba haciendo, entre pestañeos confusos recordó los últimos mensajes que tuvo la mala fe de mandar, había avisado de antemano sobre su traición, ahora solo le quedaba desaparecer en las corrientes marinas.
Un gruñido, un gruñido le tensó tanto que hizo recordar un dato vital. Si, tenía a un tiburón merodeando la zona, pero se había olvidado del tigre con el que compartía habitación. No tuvo tiempo para reaccionar pues tan lento pasaba el tiempo ante el temor de ser pillados que ahora explotaba tratando de ponerse al día y recuperar el tiempo perdido. El arrebato de calor regresando a su cuerpo fue tan rápido como la lengua de Nohlem deslizándose para buscar la propia, la presión de sus labios y la fuerza de su agarre le sonsacaron exclamaciones verbales que morían ahogadas entre sus bocas antes de tener tiempo a ser expresadas.
Era irónico que el que le acabara arrebatando la voz fuera el propio príncipe al que se había vendido.
Pero con qué gusto volvería a hacerlo. La suavidad de las mantas era una bienvenida que contrastaba con la agresividad que le dedicaba el felino y para cuando este se separó Ethan estaba empezando a razonar cómo de rápido se habían cambiado las tornas. El beso tan pasional le había arrancado la lógica con tanta fuerza que hasta que no desplazó una mano por la sedosa tela no fue plenamente consciente de que el cielo ahora era mar y que si antes estaba volando ahora le tocaba ahogarse en la profundidad deliciosa de aquel océano. El gesto de silencio cayó en saco roto no porque el moreno hablase, sí no porque estaba ocurriendo todo tan rápido que su mente iba con retraso a la hora de procesar, la mano sobre su boca fue más efectiva a la hora de entender lo que le pedía.
Ethan se quedó a las puertas de quejarse. Conservaba la alarma en el cuerpo ante unos gritos que lejos de callarse parecían acercarse, pero también se acercó el varmano y el contraataque de aquel susurro bastó para destruir cualquier intento que hubiera guardado de reprenderlo. En vez de eso contestó con un simple cabeceo, hipnotizado por sus suaves besos.
El primer sonido vino solo, un suspiro cargado que se volvió vaho al chocar contra la palma de Nohlem. A cada movimiento el fracaso por aguantar su propia respiración se hizo más evidente, a cada embestida le acompañaba un gemido ahogado y cuanto más profundo iba el gato más alto respondía él. Ya no había sílabas en sus palabras, ni el intento de formar su nombre, el murmullo que resonaba lejano era el placer escrito en prosa que Ethan le compartía en alto. Estaba perdido en el deseo, en cada pulsación que Nohlem le transmitía con cada nuevo movimiento. Sus piernas acabaron reposicionadas solas, ajustándose a unas caderas a las que empezó a seguir el ritmo incapaz de contener las suyas propias y en cambio sus manos dudaban, desorientadas se afianzaban a un colchón que le sabía a poco, donde agarrar y tirar no tenía recompensa. La derecha acabó desplazándose a aquella que tenía apresada su boca, apoyada sobre la misma la presionó hacía abajo a conciencia de que aquella prohibición lejos de robarle la voz se la estaba amplificando.
Joder, es que escuchaba la voz del pelirrosa tan apagada como la suya. Su atención estaba robada, captada en cada sutil nota que se le escapaba a su pareja y en cada ruido que indicaba tener sus cuerpos unidos de nuevo. Su espalda se arqueó levemente casi al momento y mientras Nohlem tomaba una pausa como victoría, él la tomaba como recuperación, permitiendo que su cuerpo se adaptará al placer invasivo que ahora atesoraba en su interior. Era grande, y si eso ya lo había captado desde fuera, ahora que estaba dentro la sensación se amplificaba. Cuando el felino volvió a la carga notó el inicio de un mar embravecido en sus caderas, unas olas que chocaban espaciadas pero con la suficiente intensidad como para que sus suspiros no lo fueran más. Se cubrió el rostro con la otra mano atrapado entre la fogosidad y la vergüenza a unos ruidos que apenas se contenían aún con las barreras impuestas. No servía, les iba a pillar, les iba a pillar porque si seguían por ese camino iba a acabar gritando, tenía suficiente autoconciencia aún con las nubes invadiendo su cabeza como para saberlo.
Su pecho bajaba y subía tembloroso, tomando aire a bocanadas para proceder a quedarse sin él a los escasos segundos de obtenerlo. Ya no existía la coleta, desaparecida entre el mar sinuoso de siluetas que formaba una manta obligada a deformarse con el continuo movimiento, por lo que su larga melena ahora liberada se desparramaba como un cielo sin estrellas y sus ojos… Nohlem no podía presenciar el ir y venir de unos iris ocultos bajo el brazo del joven, tan brillantes como el cuerpo blanquecino ahora decorado de multitud de pequeñas galaxias de tonalidades rojas y violáceas. Ethan se dejaba arrastrar por el ritmo que el granta marcaba, acompañando en una sintonía irregular los compases que su compañero creaba.
Hasta que, su brazo se apartó tímido, dejando entrever durante breves segundos la parte del rostro que ocultaba. Un lapso de tiempo tan breve como un suspiro, pues su mano había alcanzado otra víctima y con una vergüenza renovada al recuperar el contacto visual con Nohlem, el joven procedió a cubrirse con un cojín. Sujetado malamente con ambas manos y presionado de forma temblorosa contra su cara. Si antes su voz ya tenía de por sí acústica ahora no era más que el recuerdo de lo que una vez fue, silenciado bajo la presión blandita del objeto y protegido de alguna manera contra un sol tan ardiente que de solo mirarlo quemaba.
- Kanyum
Ficha de cosechado
Nombre: Nohlem
Especie: Varmano granta
Habilidades: Puntería, intuición, carismaPersonajes :
● Jace: Dullahan, humano americano. 1’73m (con cabeza 1’93m)
● Rox: Cambiante, humano australiano/surcoreano. 1’75m
● Kahlo: Aparición nocturna varmana granta. 1’62m
● Nohlem: varmano granta. 1’69m
● Xiao Taozi: Fuzanglong carabés. 1’55m
Unidades mágicas : 5/5
Síntomas : Mayor interés por acumular conocimiento. A veces, durante un par de segundos, aparecerán brillos de distintos colores a su alrededor.
Status : Prrrr prrrrr
Re: De oca en oca y tiro porque Ethan me toca - RV Gakuen (+18)
11/09/23, 08:09 pm
Quien dijera que aquello no era un deporte de riesgo no había estado tan cerca de la muerte como ellos. Nohlem no podía sentirse más dividido y centrado a la par: toda su atención era para Ethan y los estímulos que le profería, su cuarto era una burbuja que le aislaba de todo mal, a la vez los gritos de Connor se volvían tan visuales en su cabeza como un cordón de dinamita consumiéndose en su dirección.
Su mano no era prisión suficiente para evitar que escapasen murmullos de la boca de Ethan, ni lo sería aun cuando a esta se le uniese otra de marca propia. Los ronroneos que había mantenido en un perfil bajo, por no decir casi existente, recobraron una pizca de fuerza al ver, ensimismado, la imagen a medio galope entre lo entrañable y lo sexy que le profería su novio, cada vez más convencido de la pena que merecía el riesgo. La esencia abstracta de mil halagos para Ethan rondaba su mente, sentimientos demasiado fuertes para que ninguna palabra les hiciera justicia. Un jadeo tembloroso, cerrado para no ser oído, era muchísimo más gráfico que ningún cumplido. La forma en la que le recibía, la curva de su espalda, la calidez y la suavidad de sus piernas, su linda expresión al taparse la boca… No es que le gustase la sensación de poder ser pillados, pero, ey. Si era así podía cogerle el gusto. No era tan desagradable cuando había un margen de seguridad como el pestillo que los protegía y la recompensa era tan dulce como esa. Sus caderas se abrían paso poco a poco, lento pero constante, frenado solo cuando la voz de Connor se perdía entre los susurros de la tela bajo sus cuerpos y el sutil choque de ambos, a la espera de captar la proximidad del pelirrosa por prudencia. Ahora que lo tenía todo de él no estaba dispuesto a perderlo, y aunque la timidez de Ethan era casi tan adictiva como la idea de quebrarla, no iba a ponerlos en riesgo por el duende que le tentaba a ser malo. Al menos lo que le aguantase la paciencia.
Spoiler, fue poco.
Haber oído su nombre en boca del londinense, tan cerca de recibirlo a gritos, era algo que indudablemente quería recuperar. Su vergüenza era lindísima y no le impedía el disfrute ni mucho menos, especialmente cuando iba acompañada de temblores y pelo revuelto, pero ya bastante experiencia estaba perdiendo al no poder oírle como para encima no poder verle. Que se tapase la cara le arrancó una sonrisa de colmillos visibles, le hizo sentir orgulloso, agarrar sus piernas y recolocarse mejor, que se cubriese con la almohada no obstante… Estuvo a punto de chasquear la lengua. Apartó la mano pues obviamente el chico tenía mejores métodos con los que cubrirse.
—Ethan… —murmuró todo lo bajo que pudo, un hueco en una respiración convertida en suspiros indoloros. Nohlem se hundió en él, cerniéndose encima suyo—. Amor… —frotó la cabeza contra él cual gato falto de mimos, más en concreto contra el lateral de la almohada en busca de cualquier espacio que le permitiera apartarla—. Déjame verte… quiero verte.
No solo no lo consiguió sino que Ethan se agarró con más fuerza a esta. Se reincorporó, resignado. Una mano sujetaba su pierna izquierda, la otra aprovechando su nueva libertad se deslizó por su torso visible hacia abajo, dirección a los tatuajes que lo decorasen para presionar sobre estos y acabar en su vientre, junto la ranita de papiroflexia. Sus nudillos rozaron “erróneamente” su entrepierna a modo de advertencia, advertencia que pronto se convertiría en un agarre firme como tal, fruto de un berrinche infantil por verse privado de aquello que exigía. Sus caderas cesaron en humildad, aumentando en ritmo al punto que él mismo tuvo que llevarse a la boca la medalla de oro que colgaba de su cuello para morderla y así evitar sumar más sonidos que los que sus cuerpos y el colchón ya hacían.
La mano que no estaba ocupada estimulándole se deslizó por su baja espalda para alzarle un poco más y tener mejor acceso, y aunque acababa de escuchar otro grito de Connor lo único que le dedicó a este fue un gruñido silencioso. Tenía el corazón acelerado y eso solo sumaba taquicardias. La electricidad del placer bullía y saturaba sus terminaciones nerviosas como fuertes chispazos y, o el oro mellaba sus colmillos, o sus colmillos mellaban el oro. A la mierda. Quería hacerle caso al duende.
Soltó a Ethan y le apartó la almohada con un tirón firme, mandándola fuera de la cama. Aún quedaba otra, pero antes de que al menos una de las manos del moreno dijera de ir en su búsqueda la apresó de la muñeca y, soltando su colgante, le besó con la torpeza violenta que precede a una situación como aquella. Su cadera había dado un poco de “tregua”, algo relativo al pasar a movimientos más profundos que permitían que sus vientres chocasen, profiriéndole nueva fricción abajo. Connor volvió a romper el hechizo con un grito que tensó sus hombros, perjurando que iría puerta por puerta, y un jadeo interrumpió el contacto de sus labios.
—La llave —dijo en susurros hechos de cristal quebrado. Su acento español estaba muy marcado. Con suma dificultad inspiró—. Está… echada. No puede entrar…
Su voz se rompía en leves gruñidos que aprovechaban cada letra para huir.
Su mano no era prisión suficiente para evitar que escapasen murmullos de la boca de Ethan, ni lo sería aun cuando a esta se le uniese otra de marca propia. Los ronroneos que había mantenido en un perfil bajo, por no decir casi existente, recobraron una pizca de fuerza al ver, ensimismado, la imagen a medio galope entre lo entrañable y lo sexy que le profería su novio, cada vez más convencido de la pena que merecía el riesgo. La esencia abstracta de mil halagos para Ethan rondaba su mente, sentimientos demasiado fuertes para que ninguna palabra les hiciera justicia. Un jadeo tembloroso, cerrado para no ser oído, era muchísimo más gráfico que ningún cumplido. La forma en la que le recibía, la curva de su espalda, la calidez y la suavidad de sus piernas, su linda expresión al taparse la boca… No es que le gustase la sensación de poder ser pillados, pero, ey. Si era así podía cogerle el gusto. No era tan desagradable cuando había un margen de seguridad como el pestillo que los protegía y la recompensa era tan dulce como esa. Sus caderas se abrían paso poco a poco, lento pero constante, frenado solo cuando la voz de Connor se perdía entre los susurros de la tela bajo sus cuerpos y el sutil choque de ambos, a la espera de captar la proximidad del pelirrosa por prudencia. Ahora que lo tenía todo de él no estaba dispuesto a perderlo, y aunque la timidez de Ethan era casi tan adictiva como la idea de quebrarla, no iba a ponerlos en riesgo por el duende que le tentaba a ser malo. Al menos lo que le aguantase la paciencia.
Spoiler, fue poco.
Haber oído su nombre en boca del londinense, tan cerca de recibirlo a gritos, era algo que indudablemente quería recuperar. Su vergüenza era lindísima y no le impedía el disfrute ni mucho menos, especialmente cuando iba acompañada de temblores y pelo revuelto, pero ya bastante experiencia estaba perdiendo al no poder oírle como para encima no poder verle. Que se tapase la cara le arrancó una sonrisa de colmillos visibles, le hizo sentir orgulloso, agarrar sus piernas y recolocarse mejor, que se cubriese con la almohada no obstante… Estuvo a punto de chasquear la lengua. Apartó la mano pues obviamente el chico tenía mejores métodos con los que cubrirse.
—Ethan… —murmuró todo lo bajo que pudo, un hueco en una respiración convertida en suspiros indoloros. Nohlem se hundió en él, cerniéndose encima suyo—. Amor… —frotó la cabeza contra él cual gato falto de mimos, más en concreto contra el lateral de la almohada en busca de cualquier espacio que le permitiera apartarla—. Déjame verte… quiero verte.
No solo no lo consiguió sino que Ethan se agarró con más fuerza a esta. Se reincorporó, resignado. Una mano sujetaba su pierna izquierda, la otra aprovechando su nueva libertad se deslizó por su torso visible hacia abajo, dirección a los tatuajes que lo decorasen para presionar sobre estos y acabar en su vientre, junto la ranita de papiroflexia. Sus nudillos rozaron “erróneamente” su entrepierna a modo de advertencia, advertencia que pronto se convertiría en un agarre firme como tal, fruto de un berrinche infantil por verse privado de aquello que exigía. Sus caderas cesaron en humildad, aumentando en ritmo al punto que él mismo tuvo que llevarse a la boca la medalla de oro que colgaba de su cuello para morderla y así evitar sumar más sonidos que los que sus cuerpos y el colchón ya hacían.
La mano que no estaba ocupada estimulándole se deslizó por su baja espalda para alzarle un poco más y tener mejor acceso, y aunque acababa de escuchar otro grito de Connor lo único que le dedicó a este fue un gruñido silencioso. Tenía el corazón acelerado y eso solo sumaba taquicardias. La electricidad del placer bullía y saturaba sus terminaciones nerviosas como fuertes chispazos y, o el oro mellaba sus colmillos, o sus colmillos mellaban el oro. A la mierda. Quería hacerle caso al duende.
Soltó a Ethan y le apartó la almohada con un tirón firme, mandándola fuera de la cama. Aún quedaba otra, pero antes de que al menos una de las manos del moreno dijera de ir en su búsqueda la apresó de la muñeca y, soltando su colgante, le besó con la torpeza violenta que precede a una situación como aquella. Su cadera había dado un poco de “tregua”, algo relativo al pasar a movimientos más profundos que permitían que sus vientres chocasen, profiriéndole nueva fricción abajo. Connor volvió a romper el hechizo con un grito que tensó sus hombros, perjurando que iría puerta por puerta, y un jadeo interrumpió el contacto de sus labios.
—La llave —dijo en susurros hechos de cristal quebrado. Su acento español estaba muy marcado. Con suma dificultad inspiró—. Está… echada. No puede entrar…
Su voz se rompía en leves gruñidos que aprovechaban cada letra para huir.
- ♪♫♬:
- Raven
Ficha de cosechado
Nombre: Ethan
Especie: Humano
Habilidades: Buen oído, valor y motivaciónPersonajes : Ethan: Humano, Ingles/Japonés 1.75
Síntomas : En ocasiones, se le desenfocará brevemente la vista. El amuleto curativo se carga el doble de rápido a su contacto y además es más eficaz si lo usa sobre sí mismo.
Armas : Ethan Lanza partesana y una daga
Status : Ciego y cojo, el chiste se cuenta solo.
Re: De oca en oca y tiro porque Ethan me toca - RV Gakuen (+18)
16/09/23, 12:58 pm
O los gritos de Connor se habían convertido en murmullos o el propio ruido que ellos hacían lograba ensordecer los del lobo. La respuesta daba igual, pues fuera cual fuera el caso Ethan se encontraba muy alejado de volver a recuperar el miedo en su cuerpo, lo tenía ocupado con otras cosas. La seguridad que le aportaba la almohada era en parte contraproducente, con la visión condenada a un oceano negro de sensaciones, cada nuevo gesto, caricia o empuje cobraba tanta vida que se volvía un relampagueo de colores en aquella espesura oscura. La sonrisa de Nohlem perduraba en su memoría como un recuerdo constante de quien estaba fuera moviendo el oleaje, y a cada ruptura chocando se veía obligado a contener el aliento o encontrarse con su voz devuelta por la cercanía de la tela.
La separación de la mano del felino le hizo suspirar en voz baja, convirtiendo un quejido en una respuesta que no iba a escucharse. No hubo tiempo a más pues se vio presionado cuando el cojín se hundió ante una nueva invasión. Su nombre dicho en apenas un susurro le hizo guardar aire, pero el apodo de ¨amor¨ dedicado tan suave como un mar en calma le logró sacar un dulce murmullo, una nota que se derretía al escapar de sus labios y que le obligaba a retener el cojín ante la alarma que le daba quedarse así de indefenso. Nohlem lograba romper cualquier barrera que intentara poner y no es que quisiera tenerlas en alza contra su persona, más bien que no estaba acostumbrado a sentirse tan bien como cuando estaba entre sus brazos, donde el calor resultaba a la par embriagador y reconfortante.
La vergüenza no tardó en volverse un lujo que no podía permitirse, con una pierna en alza y la otra abrazada el vaivén de su pecho acompañaba un tanto irregular a cada unión paulatina de sus cuerpos, notas aplacadas bajo la presión de la almohada que de vez en cuando se escapaban ante la confianza de poder expresarse en alto. El recorrido por su abdomen le regaló unos cosquilleos que centellearon como fuegos artificiales cuando aquella mano terminó su travesía en un mejor puesto y si aquello no bastaba, el romper de las olas se agitó tanto que sus propios gemidos se encontraron rápidamente superpuestos. Una sonata pisada y entrecortada en el que una nota no terminaba y ya estaba comenzando la siguiente. Falto de aliento ante el ritmo vertiginoso convirtió el suave agarre del cojín en uno desesperado, unas uñas que se agarraban con violencia pero que perdían fuelle en un incontrolable océano turbulento. No había sílaba alguna, solo la repetición constante de un ¨ah¨ que adquirió mil matices diferentes según el placer que cargaba consigo. Algunos venían rápidos y escuetos, cortados por una nueva embestida, otros eran altos cuando una nueva oleada de placer doble le asaltaba y otros en cambio, eran un simple susurro asfixiado por su propio recurso y unos pulmones carentes de oxígeno.
La luz se hizo de golpe y durante los escasos segundos que le duró la ceguera Ethan pensó fielmente que podría haber viajado al cielo, uno tan luminoso como el éxtasis que andaba acumulando en su interior, muerto por placer en vida o por felicidad, quizá ambas, pero si algo diferenciaba a un ángel de un demonio él ya lo desconocía. Los ojos esmeralda en los que se encontró atónito dieron paso a un beso torpe y a diferencia de lo que el gato pudiera prever lo que se encontró oculto bajo el cojín no fue un zorro astuto si no una dócil oveja. Ethan quería ese beso, dejó que en la irregularidad del mismo se perdieran todos los sonidos que le dedicaba, saboreando los labios del felino y compartiendo una respiración desacompasada cada vez que no llegaban a poder juntar las bocas.
-Ah, Nohleeem -Sus vocales se alargaban en sincronía con su respiración, dejando que su nombre saliera como un suspiro roto. No fue hasta que quiso desplazar sus manos que se percató del agarre firme sobre una de ellas, la captura le hizo dibujar una sonrisa tan efímera que se perdió en la siguiente unión que compartieron sus cuerpos pues la misma había olvidado tener más formas que la de una sutil o. -La mano.. dame la mano, porfa…
Había añadido un último ruego a una conversación desigual pues llegados a ese punto Connor no era más que una anécdota mal contada, un chiste aburrido que al lado del pelirrojo se volvía nulo en su atención. Toda la tenía su amante, su pareja, su novio. Cada vez que sus caderas chocaban se encontraba inmerso en un placer donde era difícil concentrarse, con unos besos sinuosos que perdían fuelle a cada ida pero que la recuperaban en los suspiros que acompañaban la venida. Si le quedaba algo de aire en su cuerpo se lo regalaba a Nohlem pues había encontrado en sus labios la mejor forma de callar. Quería más, pero sobre todo le quería a él. El cojín había tenido su uso temporal, una ayuda en un momento de crisis pero ya no era necesario, no quería que lo fuese, ahí les escuchase la fiesta entera. Ethan quería disfrutar de la cercanía de sus cuerpos sin tapujos, quería compartir su voz y escuchar los gruñidos que él provocaba, quería revolverse entre sus labios y encontrar agarre entre sus rizos. Si antes había timidez, ahora estaba devorada por el capricho, uno tan romántico como pasional que le hacía perder la cordura a la vez que le asentaba en una realidad que era tan perfecta como un sueño.
Su mano libre hizo un recorrido tambaleante, aguardo en la mejilla de Nohlem para sumirse mejor en sus besos pero pronto escaló hacía su pelo, tirando del mismo hacía abajo con el egoísmo de quien no quería que existiera separación entre ambos. Acabó asentada entre sus omoplatos, en un abrazo firme que se volvió tirante a cada nueva embestida, yemas que se clavaban en su espalda un poco más por cada ola de placer que recorría sus cuerpos, tirando y arrugando la tela de su camisa. Piernas acomodadas en torno a su cintura, caderas que se movían en sintonía buscando desesperada sensaciones electrizantes y un Ethan que a falta de poder incorporarse mantenía gacho a Nohlem, atrayendo hacía así con ruegos más que con ordenes.
-Abrazame… -Decía entre susurros compartidos, sumiéndose en otro beso como si aquellos deseos no fueran más que pensamientos soltados en cada respiración. -te quiero, te quiero, abrázame más, más. -Pedidos que perdían coherencia con los anteriores y que solo se centraban en las sensaciones que le embriagaban en esos momentos. Besos que no podía devolver cuando se encontraba falto de aire pero que buscaba al poco para poder enmudecer ante el riesgo de que su voz fuera cada vez más alta. -Nohlem… -Palabras soltadas tan suaves que acompañan la brisa de su respiración, aprovechando la complicidad que le daba la cercanía.
Y es que su voz apenas era un susurro contenido que encontraba refugio en labios ajenos. Gemidos ahogados en la boca de Nohlem y palabras enmudecidas a cada beso que le regalaba, ahí fueran todos desiguales. El placer era continuo y le obligaba a intentar centrarse en las sensaciones de arriba para no verse avasallado en las de su bajo vientre, tan electrizante que soltaba chispas de advertencia a cada nuevo encuentro. Mierda, quería que Nohlem le volviera loco de placer, pero que lo hiciera entre sus brazos, que si ardían fuera juntos.
-Nohlem… te adoro.
La separación de la mano del felino le hizo suspirar en voz baja, convirtiendo un quejido en una respuesta que no iba a escucharse. No hubo tiempo a más pues se vio presionado cuando el cojín se hundió ante una nueva invasión. Su nombre dicho en apenas un susurro le hizo guardar aire, pero el apodo de ¨amor¨ dedicado tan suave como un mar en calma le logró sacar un dulce murmullo, una nota que se derretía al escapar de sus labios y que le obligaba a retener el cojín ante la alarma que le daba quedarse así de indefenso. Nohlem lograba romper cualquier barrera que intentara poner y no es que quisiera tenerlas en alza contra su persona, más bien que no estaba acostumbrado a sentirse tan bien como cuando estaba entre sus brazos, donde el calor resultaba a la par embriagador y reconfortante.
La vergüenza no tardó en volverse un lujo que no podía permitirse, con una pierna en alza y la otra abrazada el vaivén de su pecho acompañaba un tanto irregular a cada unión paulatina de sus cuerpos, notas aplacadas bajo la presión de la almohada que de vez en cuando se escapaban ante la confianza de poder expresarse en alto. El recorrido por su abdomen le regaló unos cosquilleos que centellearon como fuegos artificiales cuando aquella mano terminó su travesía en un mejor puesto y si aquello no bastaba, el romper de las olas se agitó tanto que sus propios gemidos se encontraron rápidamente superpuestos. Una sonata pisada y entrecortada en el que una nota no terminaba y ya estaba comenzando la siguiente. Falto de aliento ante el ritmo vertiginoso convirtió el suave agarre del cojín en uno desesperado, unas uñas que se agarraban con violencia pero que perdían fuelle en un incontrolable océano turbulento. No había sílaba alguna, solo la repetición constante de un ¨ah¨ que adquirió mil matices diferentes según el placer que cargaba consigo. Algunos venían rápidos y escuetos, cortados por una nueva embestida, otros eran altos cuando una nueva oleada de placer doble le asaltaba y otros en cambio, eran un simple susurro asfixiado por su propio recurso y unos pulmones carentes de oxígeno.
La luz se hizo de golpe y durante los escasos segundos que le duró la ceguera Ethan pensó fielmente que podría haber viajado al cielo, uno tan luminoso como el éxtasis que andaba acumulando en su interior, muerto por placer en vida o por felicidad, quizá ambas, pero si algo diferenciaba a un ángel de un demonio él ya lo desconocía. Los ojos esmeralda en los que se encontró atónito dieron paso a un beso torpe y a diferencia de lo que el gato pudiera prever lo que se encontró oculto bajo el cojín no fue un zorro astuto si no una dócil oveja. Ethan quería ese beso, dejó que en la irregularidad del mismo se perdieran todos los sonidos que le dedicaba, saboreando los labios del felino y compartiendo una respiración desacompasada cada vez que no llegaban a poder juntar las bocas.
-Ah, Nohleeem -Sus vocales se alargaban en sincronía con su respiración, dejando que su nombre saliera como un suspiro roto. No fue hasta que quiso desplazar sus manos que se percató del agarre firme sobre una de ellas, la captura le hizo dibujar una sonrisa tan efímera que se perdió en la siguiente unión que compartieron sus cuerpos pues la misma había olvidado tener más formas que la de una sutil o. -La mano.. dame la mano, porfa…
Había añadido un último ruego a una conversación desigual pues llegados a ese punto Connor no era más que una anécdota mal contada, un chiste aburrido que al lado del pelirrojo se volvía nulo en su atención. Toda la tenía su amante, su pareja, su novio. Cada vez que sus caderas chocaban se encontraba inmerso en un placer donde era difícil concentrarse, con unos besos sinuosos que perdían fuelle a cada ida pero que la recuperaban en los suspiros que acompañaban la venida. Si le quedaba algo de aire en su cuerpo se lo regalaba a Nohlem pues había encontrado en sus labios la mejor forma de callar. Quería más, pero sobre todo le quería a él. El cojín había tenido su uso temporal, una ayuda en un momento de crisis pero ya no era necesario, no quería que lo fuese, ahí les escuchase la fiesta entera. Ethan quería disfrutar de la cercanía de sus cuerpos sin tapujos, quería compartir su voz y escuchar los gruñidos que él provocaba, quería revolverse entre sus labios y encontrar agarre entre sus rizos. Si antes había timidez, ahora estaba devorada por el capricho, uno tan romántico como pasional que le hacía perder la cordura a la vez que le asentaba en una realidad que era tan perfecta como un sueño.
Su mano libre hizo un recorrido tambaleante, aguardo en la mejilla de Nohlem para sumirse mejor en sus besos pero pronto escaló hacía su pelo, tirando del mismo hacía abajo con el egoísmo de quien no quería que existiera separación entre ambos. Acabó asentada entre sus omoplatos, en un abrazo firme que se volvió tirante a cada nueva embestida, yemas que se clavaban en su espalda un poco más por cada ola de placer que recorría sus cuerpos, tirando y arrugando la tela de su camisa. Piernas acomodadas en torno a su cintura, caderas que se movían en sintonía buscando desesperada sensaciones electrizantes y un Ethan que a falta de poder incorporarse mantenía gacho a Nohlem, atrayendo hacía así con ruegos más que con ordenes.
-Abrazame… -Decía entre susurros compartidos, sumiéndose en otro beso como si aquellos deseos no fueran más que pensamientos soltados en cada respiración. -te quiero, te quiero, abrázame más, más. -Pedidos que perdían coherencia con los anteriores y que solo se centraban en las sensaciones que le embriagaban en esos momentos. Besos que no podía devolver cuando se encontraba falto de aire pero que buscaba al poco para poder enmudecer ante el riesgo de que su voz fuera cada vez más alta. -Nohlem… -Palabras soltadas tan suaves que acompañan la brisa de su respiración, aprovechando la complicidad que le daba la cercanía.
Y es que su voz apenas era un susurro contenido que encontraba refugio en labios ajenos. Gemidos ahogados en la boca de Nohlem y palabras enmudecidas a cada beso que le regalaba, ahí fueran todos desiguales. El placer era continuo y le obligaba a intentar centrarse en las sensaciones de arriba para no verse avasallado en las de su bajo vientre, tan electrizante que soltaba chispas de advertencia a cada nuevo encuentro. Mierda, quería que Nohlem le volviera loco de placer, pero que lo hiciera entre sus brazos, que si ardían fuera juntos.
-Nohlem… te adoro.
- Kanyum
Ficha de cosechado
Nombre: Nohlem
Especie: Varmano granta
Habilidades: Puntería, intuición, carismaPersonajes :
● Jace: Dullahan, humano americano. 1’73m (con cabeza 1’93m)
● Rox: Cambiante, humano australiano/surcoreano. 1’75m
● Kahlo: Aparición nocturna varmana granta. 1’62m
● Nohlem: varmano granta. 1’69m
● Xiao Taozi: Fuzanglong carabés. 1’55m
Unidades mágicas : 5/5
Síntomas : Mayor interés por acumular conocimiento. A veces, durante un par de segundos, aparecerán brillos de distintos colores a su alrededor.
Status : Prrrr prrrrr
Re: De oca en oca y tiro porque Ethan me toca - RV Gakuen (+18)
17/09/23, 01:18 am
La lógica se había ido tan lejos como sus padres de viaje, lo suficiente para que entre ella y Nohlem hubiera diferencia horaria. Y es que cada pequeña tontería que hacía Ethan, por error, instinto o no, marcaba una diferencia. La música que él mismo había pedido escuchar y asegurado callar era la misma que ahora imploraba de nuevo, y empezaba a creer que aunque Connor se estampase con todo su peso contra la puerta el sonido se volvería sordo al lado de la aún tímida pero mucho más poderosa sinfonía de Ethan, un canto de sirena del que no era sino una presa. Era un descuido, en el fondo lo sabía, pero su decisión fue firmada el mismo momento en el que le arrebató la almohada al chico y no le importaban las consecuencias. Incluso si no hubo un pensamiento definido como tal, confiaba en sus propias palabras, que la llave actuaría como un talismán y mantendría lejos los malos espíritus.
Le besó una y otra vez, como si de esa forma pudiera saborear algo tan intangible como su voz. Sus quejidos se sumaban al aire cuando con pesar, además de por placer, se daba cuenta de que besándole apenas podía oírle. Así pues sus labios se separaban y volvía a empezar, títere de unas acciones que ni él controlaba, adicto a aquella ambrosía. Un ronroneo particularmente fuerte nació y murió en su garganta cuando el chico pronunció su nombre, alimentando no el ego, sino el descomunal deseo y el cariño que le dedicaba a cada nuevo envite. No dijo nada a su petición, la cumplió con una obediencia ciega, soltando el firme agarre con el que apresaba su muñeca para entrelazar con gentileza sus dedos con los de su novio. Nohlem ignoraba lo que sucediera fuera, ni los gritos en español de su hermana ni el sonido metálico de su prótesis al golpear a los pobres diablos que les buscaban iban a romper aquel hechizo, y es que si Ethan le guiaba a ahogarse él estaba dispuesto a hundir el barco entero. No solo su voz, la manera en la que su mano recorría su cuerpo con desespero era un amarre que le arrastraba al fondo del mar. Como un espejo, cuando el británico tiraba, arañaba o apretaba, Nohlem devolvía bruscamente de cualquier manera que le fuera posible, ya fuera tan simple como aferrándose más a su mano, hundiéndose o mordiendo, sin importar que en esa serpiente que se muerde la cola él mismo pudiera salir magullado.
Su siguiente orden tardó un poco más en ser acatada pues el varmano quería cumplirla sin dejar nada atrás, y a tanto no daba: la sed por sus labios no estaba saciada, ni ganas tenía de soltar su mano o dejar de moverse. Entre sus jadeos a veces irrumpía un ronroneo, pero estos eran más una rareza que una norma.
—Te quiero. Te quiero… —repitió tras él -"yo también” era insultántemente insuficiente-, sus orejas agachadas por el gusto de que esos susurros llevasen su nombre. Por fin la mano con la que evitaba que su peso cayera sobre el moreno se deslizó bajo la espalda de este para pegarle contra sí en ese abrazo que tanto quería, haciendo uso de fuerza para erguirlo consigo hasta quedar sentado sobre sus rodillas, Ethan arriba—. Dilo. Otra vez. Mi nombre —susurró—. Dilo alto… por favor…
No quería que se contuviera, y jadeando cada vez más alto, ajeno a su miedo al volumen, se aplicaba el cuento él. Hacía rato no oía a Connor, fruto de casualidad, fortuna o ensimismamiento, un dato que le hacía sentir lo suficientemente a salvo para que la tensión previa se volviera cautivante. Aprovechando que uno de sus brazos seguía rodeándole le instó en seguida a moverse encima suya, impaciente, notando la electricidad mandar señales cada vez más agresivas y apremientes de abajo a arriba, de esas que si continuaba a esa intensidad -o más, tal como le pedía el cuerpo- le harían ver el fin pronto.
Y si se hundía el barco no solo se iba el capitán, también su tripulación. Y por mucho que costase el capitán siempre era el último.
—Más alto —se alzó para llegar a su boca y besarle brevemente, tirando del labio inferior como provocación antes de mover lo que podía la cintura de ambos. Un solo brazo se volvió insuficiente así que soltó su mano para sumarla en torno a su cintura—. Ethan… —e igual que el londinense convertía la m de su nombre en un gemido, él convirtió el suave final del suyo en un jadeo—. No te contengas…
La expresión abrumada del chico, un reflejo de la que sería la suya (algo que quería cambiar) le hizo suavizar el gesto con una minúscula sonrisa. Poca picardía villana quedaba en ella, pues el granta solo contaba con la más básica necesidad de recuperar la cordura perdiendo la cabeza primero tan enamorado como estaba. Sus pupilas grandes y temblorosas rebosaban fascinación por el objeto de adoración que era su novio de mejillas ardientes y pelo asalvajado hasta que el fuego, letal, le nublaba la vista e impedía mirar, forzándole a morder sus hombros o frotar la mejilla contra estos según sus dedos se clavaban en su piel, como si buscaran atravesarle. Su diestra se desvió adelante, apretando con las yemas en su trayecto allí por donde pasaba hasta hacerse dueño del placer de Ethan. Avaricioso, complaciente, egoísta, poco importaba el adjetivo.
Le besó una y otra vez, como si de esa forma pudiera saborear algo tan intangible como su voz. Sus quejidos se sumaban al aire cuando con pesar, además de por placer, se daba cuenta de que besándole apenas podía oírle. Así pues sus labios se separaban y volvía a empezar, títere de unas acciones que ni él controlaba, adicto a aquella ambrosía. Un ronroneo particularmente fuerte nació y murió en su garganta cuando el chico pronunció su nombre, alimentando no el ego, sino el descomunal deseo y el cariño que le dedicaba a cada nuevo envite. No dijo nada a su petición, la cumplió con una obediencia ciega, soltando el firme agarre con el que apresaba su muñeca para entrelazar con gentileza sus dedos con los de su novio. Nohlem ignoraba lo que sucediera fuera, ni los gritos en español de su hermana ni el sonido metálico de su prótesis al golpear a los pobres diablos que les buscaban iban a romper aquel hechizo, y es que si Ethan le guiaba a ahogarse él estaba dispuesto a hundir el barco entero. No solo su voz, la manera en la que su mano recorría su cuerpo con desespero era un amarre que le arrastraba al fondo del mar. Como un espejo, cuando el británico tiraba, arañaba o apretaba, Nohlem devolvía bruscamente de cualquier manera que le fuera posible, ya fuera tan simple como aferrándose más a su mano, hundiéndose o mordiendo, sin importar que en esa serpiente que se muerde la cola él mismo pudiera salir magullado.
Su siguiente orden tardó un poco más en ser acatada pues el varmano quería cumplirla sin dejar nada atrás, y a tanto no daba: la sed por sus labios no estaba saciada, ni ganas tenía de soltar su mano o dejar de moverse. Entre sus jadeos a veces irrumpía un ronroneo, pero estos eran más una rareza que una norma.
—Te quiero. Te quiero… —repitió tras él -"yo también” era insultántemente insuficiente-, sus orejas agachadas por el gusto de que esos susurros llevasen su nombre. Por fin la mano con la que evitaba que su peso cayera sobre el moreno se deslizó bajo la espalda de este para pegarle contra sí en ese abrazo que tanto quería, haciendo uso de fuerza para erguirlo consigo hasta quedar sentado sobre sus rodillas, Ethan arriba—. Dilo. Otra vez. Mi nombre —susurró—. Dilo alto… por favor…
No quería que se contuviera, y jadeando cada vez más alto, ajeno a su miedo al volumen, se aplicaba el cuento él. Hacía rato no oía a Connor, fruto de casualidad, fortuna o ensimismamiento, un dato que le hacía sentir lo suficientemente a salvo para que la tensión previa se volviera cautivante. Aprovechando que uno de sus brazos seguía rodeándole le instó en seguida a moverse encima suya, impaciente, notando la electricidad mandar señales cada vez más agresivas y apremientes de abajo a arriba, de esas que si continuaba a esa intensidad -o más, tal como le pedía el cuerpo- le harían ver el fin pronto.
Y si se hundía el barco no solo se iba el capitán, también su tripulación. Y por mucho que costase el capitán siempre era el último.
—Más alto —se alzó para llegar a su boca y besarle brevemente, tirando del labio inferior como provocación antes de mover lo que podía la cintura de ambos. Un solo brazo se volvió insuficiente así que soltó su mano para sumarla en torno a su cintura—. Ethan… —e igual que el londinense convertía la m de su nombre en un gemido, él convirtió el suave final del suyo en un jadeo—. No te contengas…
La expresión abrumada del chico, un reflejo de la que sería la suya (algo que quería cambiar) le hizo suavizar el gesto con una minúscula sonrisa. Poca picardía villana quedaba en ella, pues el granta solo contaba con la más básica necesidad de recuperar la cordura perdiendo la cabeza primero tan enamorado como estaba. Sus pupilas grandes y temblorosas rebosaban fascinación por el objeto de adoración que era su novio de mejillas ardientes y pelo asalvajado hasta que el fuego, letal, le nublaba la vista e impedía mirar, forzándole a morder sus hombros o frotar la mejilla contra estos según sus dedos se clavaban en su piel, como si buscaran atravesarle. Su diestra se desvió adelante, apretando con las yemas en su trayecto allí por donde pasaba hasta hacerse dueño del placer de Ethan. Avaricioso, complaciente, egoísta, poco importaba el adjetivo.
- ♪♫♬:
- Raven
Ficha de cosechado
Nombre: Ethan
Especie: Humano
Habilidades: Buen oído, valor y motivaciónPersonajes : Ethan: Humano, Ingles/Japonés 1.75
Síntomas : En ocasiones, se le desenfocará brevemente la vista. El amuleto curativo se carga el doble de rápido a su contacto y además es más eficaz si lo usa sobre sí mismo.
Armas : Ethan Lanza partesana y una daga
Status : Ciego y cojo, el chiste se cuenta solo.
Re: De oca en oca y tiro porque Ethan me toca - RV Gakuen (+18)
26/09/23, 01:00 pm
En otro momento, en otro tiempo y contexto sentir los anillos presionar sobre su mano habría bastado para sacarle un suspiro de enamorado, pero en esos instantes aquel roce convertido en agarre no era más que una sensación secundaría, una brisa sutil en un mar embravecido donde los suspiros no eran más que gritos ahogados antes de hacerse reales. El enlace se volvió tan necesario como la tirantez que hacía su mano libre sobre una camisa blanca que ya estaba comenzando a estirar, pues cuando no lograba a alcanzar los labios del felino por un movimiento turbulento, una mala coordinación o la simple necesidad de tomar aire ese contacto se volvía su sustituto, la necesidad continúa de sentir a Nohlem tan cerca como fuera posible.
Por suerte tras ver su primer deseo cumplido llegó el segundo y tan pronto sintió la presión de la palma del gato sobre su espalda se reajusto para envolverle los omoplatos, abrazados a él para que levantarlo fuera más sencillo o porque simplemente quería ese apego, la necesidad constante de piel con piel solo interrumpida por una tela que cada vez le perdía más gracia. A su pedido acompañó una pequeña y entrecortada risa del londinense, tan corta como su respiración le permitía, saboreando el dulzor egoísta y orgulloso de que pidiera más su nombre y de que quisiera reclamar para sí su voz. Por supuesto que se la regalaría, el miedo una vez existente había desaparecido pues su cuerpo estaba tan saturado de emociones como para tener dos contrarias en ese momento. Acomodado encima empezó a moverse, aceptando la demanda de su impaciente pareja al compás de unos suspiros que dejaron de ser algo íntimo para volverse poco a poco públicos. Una voz que se proyectaba con la calma sosegada con la que se movían sus caderas, una melodía trazada de forma lenta en unas subidas y bajadas profundas y delicadas, quería retener la electricidad constante que recorría su abdomen, guardar las chispas un poco más a sabiendas de que subir el ritmo sería un riesgo en el que acabaría electrocutado más pronto que tarde.
-Nohlem… -La frase quedó a medias, perdida en un mar de pensamientos que se diluían cuando sus cuerpos volvían a juntarse y que intentaban cobrar forma en un ascenso que le sacaba de igual manera el aire. Encontrar las palabras era difícil pero formular su nombre no, lo sabía de memoría, cada sílaba, cada letra. Un nombre al que solo había deseado pronunciar así en sus sueños y del que ahora abusaba hasta desgastar la propia lógica de su palabra. -Nohlemmm… -Y a cada bajada lo convertía en un gemido, acabado en un decorado que se deshacía en su boca carente de respiración. -Nohlem… -Repetía como si la orden del mismo sirviera de control para el volumen de su voz, pues si él era quien se lo pedía le daría todo: cuerpo, voz y vida le daba igual el requisito siempre que su premio fuera arrebatarle una nota más de entre sus labios.
Los movimientos que iniciaron despacio, con una falsa calma no tardaron en acelerarse. Ethan dejó que las manos de Nohlem guiarán sus caderas y con solo notar su presión consiguió que aumentara la velocidad como un fuego que se extendía voraz por todo su cuerpo. El calor le hizo agarrarse con más fuerza y ante la incomodez constante de la camisa del varmano la empujó hacía sus hombros tirando sin ningún tipo de decoro de la prenda, no quería parar la maquinaría para quitarla del todo así que se conformaba con dejarla caída sobre los brazos del pelirrojo. Piel al descubierto y tras un beso que lo dejó más aturdido que consciente volvió a abrazarse a un felino que ahora si estaba bien expuesto para el contacto. Un ardor que quería compartir cuando sus uñas no encontraron barreras a la hora de agarrarse al joven, le abrazó desesperado con una voz que había perdido el hilo y en la incoherencia de repetir su nombre ahora solo gimoteaba de placer.
-Nohlem, Nohlem, Nohleem -Gritaba su nombre entre suspiros entremezclados, dejando que un toque de alarma recorriera las sílabas en una danza que estaba empezando a sacarle del escenario. -Nohlem voy a… a…
El ritmo vertiginoso cubría su piel de una estática sensible, una sensación eléctrica abrumadora que iniciaba de entre sus piernas y escalaba sin ningún pudor invadiendo cada recoveco de su cuerpo. Quería más, pues las ganas ya eran incontenibles y había perdido en el placer toda lógica, por eso aún sabiendo que cuanto más rapìdo iba más se acercaba a la meta no frenó, al contrario, aceleró guiado por unos instintos tan simples como el querer seguir electrocutados en la fiereza de cada unión.
-Ah, joder -No le dio margen a decir nada más cuando la tensión de su cuerpo se hizó participe y uno de sus gemidos quedo alargado en el tiempo, engullido en la oleada de emociones que le estaba invadiendo. Tragó saliva antes de intentar recuperar el aliento con una respiración forzada que prácticamente era manual, sus caderas no cesaron el movimiento de golpe pero sí empezaron a bajar paulatinamente el ritmo, quedándose sentado sobre el felino en un agotamiento que tras el subidón se le volvía a hacer real.
-Perdón -Susurró con una voz que no daba más de sí, bajando la vista a la mano del felino que había manchado como si aquello fuera la única parte perjudicada. Ni siquiera sabía el porqué de las disculpas, su mente estaba tan desconectada de todo procesamiento lógico que solo las había soltado como un método preventivo, una respuesta automatizada que había salido como bien podría haber sido cualquier otra.
Sus brazos desenvolvieron los omóplatos del pelirrojo para apoyarse en sus hombros dándole un beso que si bien fue fugaz y torpe, reflejaba el intento pobre de ser una pizca de romántico, apenas la suavidad de sus labios rozándose.
-Te quiero -Volvió a repetir por si acaso alguno de los dos había olvidado la parte más importante de ese encuentro. Dedicando una sonrisa suave cubierta de un pelo tan revuelto que apenas quedaban sus ojos visibles entre la cortina negra y enmarañada que le cubría el rostro.
Por suerte tras ver su primer deseo cumplido llegó el segundo y tan pronto sintió la presión de la palma del gato sobre su espalda se reajusto para envolverle los omoplatos, abrazados a él para que levantarlo fuera más sencillo o porque simplemente quería ese apego, la necesidad constante de piel con piel solo interrumpida por una tela que cada vez le perdía más gracia. A su pedido acompañó una pequeña y entrecortada risa del londinense, tan corta como su respiración le permitía, saboreando el dulzor egoísta y orgulloso de que pidiera más su nombre y de que quisiera reclamar para sí su voz. Por supuesto que se la regalaría, el miedo una vez existente había desaparecido pues su cuerpo estaba tan saturado de emociones como para tener dos contrarias en ese momento. Acomodado encima empezó a moverse, aceptando la demanda de su impaciente pareja al compás de unos suspiros que dejaron de ser algo íntimo para volverse poco a poco públicos. Una voz que se proyectaba con la calma sosegada con la que se movían sus caderas, una melodía trazada de forma lenta en unas subidas y bajadas profundas y delicadas, quería retener la electricidad constante que recorría su abdomen, guardar las chispas un poco más a sabiendas de que subir el ritmo sería un riesgo en el que acabaría electrocutado más pronto que tarde.
-Nohlem… -La frase quedó a medias, perdida en un mar de pensamientos que se diluían cuando sus cuerpos volvían a juntarse y que intentaban cobrar forma en un ascenso que le sacaba de igual manera el aire. Encontrar las palabras era difícil pero formular su nombre no, lo sabía de memoría, cada sílaba, cada letra. Un nombre al que solo había deseado pronunciar así en sus sueños y del que ahora abusaba hasta desgastar la propia lógica de su palabra. -Nohlemmm… -Y a cada bajada lo convertía en un gemido, acabado en un decorado que se deshacía en su boca carente de respiración. -Nohlem… -Repetía como si la orden del mismo sirviera de control para el volumen de su voz, pues si él era quien se lo pedía le daría todo: cuerpo, voz y vida le daba igual el requisito siempre que su premio fuera arrebatarle una nota más de entre sus labios.
Los movimientos que iniciaron despacio, con una falsa calma no tardaron en acelerarse. Ethan dejó que las manos de Nohlem guiarán sus caderas y con solo notar su presión consiguió que aumentara la velocidad como un fuego que se extendía voraz por todo su cuerpo. El calor le hizo agarrarse con más fuerza y ante la incomodez constante de la camisa del varmano la empujó hacía sus hombros tirando sin ningún tipo de decoro de la prenda, no quería parar la maquinaría para quitarla del todo así que se conformaba con dejarla caída sobre los brazos del pelirrojo. Piel al descubierto y tras un beso que lo dejó más aturdido que consciente volvió a abrazarse a un felino que ahora si estaba bien expuesto para el contacto. Un ardor que quería compartir cuando sus uñas no encontraron barreras a la hora de agarrarse al joven, le abrazó desesperado con una voz que había perdido el hilo y en la incoherencia de repetir su nombre ahora solo gimoteaba de placer.
-Nohlem, Nohlem, Nohleem -Gritaba su nombre entre suspiros entremezclados, dejando que un toque de alarma recorriera las sílabas en una danza que estaba empezando a sacarle del escenario. -Nohlem voy a… a…
El ritmo vertiginoso cubría su piel de una estática sensible, una sensación eléctrica abrumadora que iniciaba de entre sus piernas y escalaba sin ningún pudor invadiendo cada recoveco de su cuerpo. Quería más, pues las ganas ya eran incontenibles y había perdido en el placer toda lógica, por eso aún sabiendo que cuanto más rapìdo iba más se acercaba a la meta no frenó, al contrario, aceleró guiado por unos instintos tan simples como el querer seguir electrocutados en la fiereza de cada unión.
-Ah, joder -No le dio margen a decir nada más cuando la tensión de su cuerpo se hizó participe y uno de sus gemidos quedo alargado en el tiempo, engullido en la oleada de emociones que le estaba invadiendo. Tragó saliva antes de intentar recuperar el aliento con una respiración forzada que prácticamente era manual, sus caderas no cesaron el movimiento de golpe pero sí empezaron a bajar paulatinamente el ritmo, quedándose sentado sobre el felino en un agotamiento que tras el subidón se le volvía a hacer real.
-Perdón -Susurró con una voz que no daba más de sí, bajando la vista a la mano del felino que había manchado como si aquello fuera la única parte perjudicada. Ni siquiera sabía el porqué de las disculpas, su mente estaba tan desconectada de todo procesamiento lógico que solo las había soltado como un método preventivo, una respuesta automatizada que había salido como bien podría haber sido cualquier otra.
Sus brazos desenvolvieron los omóplatos del pelirrojo para apoyarse en sus hombros dándole un beso que si bien fue fugaz y torpe, reflejaba el intento pobre de ser una pizca de romántico, apenas la suavidad de sus labios rozándose.
-Te quiero -Volvió a repetir por si acaso alguno de los dos había olvidado la parte más importante de ese encuentro. Dedicando una sonrisa suave cubierta de un pelo tan revuelto que apenas quedaban sus ojos visibles entre la cortina negra y enmarañada que le cubría el rostro.
- Kanyum
Ficha de cosechado
Nombre: Nohlem
Especie: Varmano granta
Habilidades: Puntería, intuición, carismaPersonajes :
● Jace: Dullahan, humano americano. 1’73m (con cabeza 1’93m)
● Rox: Cambiante, humano australiano/surcoreano. 1’75m
● Kahlo: Aparición nocturna varmana granta. 1’62m
● Nohlem: varmano granta. 1’69m
● Xiao Taozi: Fuzanglong carabés. 1’55m
Unidades mágicas : 5/5
Síntomas : Mayor interés por acumular conocimiento. A veces, durante un par de segundos, aparecerán brillos de distintos colores a su alrededor.
Status : Prrrr prrrrr
Re: De oca en oca y tiro porque Ethan me toca - RV Gakuen (+18)
27/09/23, 11:38 pm
Y ahí estaba su premio, su nombre en boca de Ethan. Le observó con adoración, una imagen que… no, aquello no podía guardarse como un fotograma estático, igual que el vaivén que traza el arco de un violín es lo que da lugar a las más bellas sinfonías o un concierto no se puede congelar en un segundo. Una experiencia que para un creyente sería parecida a encontrarse con un Santo. Y era suyo. “Más”, pensaba a cada sonido, “más”.
Sin lugar a duda eso es lo que tenían que sentir los marineros que quedaban cautivados por una sirena. Nohlem se aisló de los gritos que habían inundado antes -y después- el pasillo, olvidó su apellido y su lugar en el mundo. Su nombre se convirtió en un hechizo que revivía y ahogaba sus sentidos en miel dulce y pegajosa, hermosamente decorado con el melódico placer del otro y su propia respiración agitada, siendo lo único que captaban sus oídos ensordecidos por unos latidos que retumbaban como la marcha de un ejército en guerra. Estaba perfectamente despierto, y a la vez, bajo los efectos del más profundo letargo donde lo único que oía eran sus ensoñaciones.
La camisa cayó hasta sus codos, donde quedó como una capa abierta. La ausencia de tela sobre sus hombros no le refrescó, de hecho el calor se volvió carnal cuando la piel de Ethan se juntó a la suya y ardió con los primeros arañazos. Un fuego que el varmano no dudaría en devolver con mordiscos, sin besos suficientes que aliviasen el surco que dejarían sus dientes sobre las clavículas y el pobre cuello del otro.
—Joder —gruñó entremedias, liberando un bocado para que ningún dolor eclipsase lo bueno que el chico sintiera. Disonante a la firmeza con la que su mano y cintura se movían, besó con mimo el mismo sitio que había mordido —. Ethan…
El pequeño coro de advertencia le hizo emitir un ronroneo que duró lo que duraban los intentos de risa del moreno. No abandonó su constancia para no interrumpir lo que ya funcionaba bien, dejando primero que fuera su novio quien marcase el cómo con su propio cuerpo para amoldarse a él. Sus pupilas menguaron y crecieron como una cámara que trata de enfocar su objetivo. No quería acabar aún. Suspiró por la nariz de manera tendida e irregular cuando el esfuerzo le hizo cerrar los ojos, morderse el labio y aferrarse a él. En la curva de su espalda, la rigidez de sus piernas, ese “ah” tan eterno como efímero y, sobre todo, la forma en la que su interior le atrapaba y reclamaba para sí, Nohlem aguantó la respiración con la boca entreabierta interrumpido por el éxtasis del otro. No como algo voluntario, sino como quien necesita guardar aliento para sobrevivir un segundo más. El aire salía y entraba tímidamente en sus pulmones sin llenarlos, y solo recuperó cierta “normalidad”, aún mecánica, cuando Ethan disminuyó el ritmo. Joder, se sentía tan bien que debía ser un completo idiota por no dejarse ir con él, pero…
La mano que le sujetaba suavizó su agarre, conforme con el tacto, y más lo hizo aquella que le había ayudado. Lentamente su cabeza se llenaba de cumplidos no expresados en lo que tenía que ser el tratado de paz más bonito que había firmado en años, y una risa hizo temblar su pecho cuando lo primero que hizo el otro fue pedir perdón. Apenas acertó a llamarle “tonto” por lo bajo.
Su mano no era la única manchada, pero sinceramente poco le importaba donde hubiera caído. De hecho, mirar abajo y ver su propio abdomen pintado fue un fantástico recordatorio de que su fuego estaba lejos de apagarse. Todo lo contrario: alimentado ahora amenazaba con quemar hasta las cenizas. Aún sentía calor, y no solo en la punta de las orejas. Se limpió la mano vagamente en el vientre y parte con un pequeño lametón. Después se dejó abrazar con una sonrisa comedida y atolondrada, pensando con sorna que las disculpas las tendría que estar dando él.
—Y yo a ti. Santos. Yo a ti… —la mano limpia, esa que no había usado, se posó sobre la mejilla de Ethan con cariño. Abajo no obstante, algo seguía respondiendo a cualquier espasmo, haciendo temblar su sonrisa—. Eres hermoso… —le apartó el pelo de los ojos y pronto ese velo de cariño fue abriendo paso a algo distinto. Impaciencia. El deseo de hacer trizas la paz. El negro de sus ojos creció como dos pozos profundos, los ojos de un gato que a media noche ha decidido que es hora de acabar con el ratón que está cazando—. Perooo… —frotó la cabeza brevemente, despeinando lo que no tenía arreglo—. Lo siento papi, a mi aún me queda un poco.
Le besó la comisura de los labios, la barbilla, mejillas, boca y cuello sin orden ninguno, yendo in crescendo de la suavidad y la prisa contenida a lo errático y ansioso. Nohlem se levantó sobre sus rodillas, con Ethan firmemente sujeto de cintura y media espalda para volver a tumbarlo en la cama en un movimiento brusco sin tiempo a quejas. Por mucho que le hubiera estado llenando de besos y ronroneos nada maquillaba sus intenciones. "Despacio" y con buena letra le dio la vuelta por completo, de vistas a su espalda, y una sonrisa de muchos dientes adornó su rostro al recuperar un lienzo en blanco. Un ronroneo particularmente fuerte le hizo cosquillas en los oídos cuando, a modo de advertencia juguetona, marcó un punto en sus hombros por encima de su camisa transparente. Que agarrase las sábanas y reventara la almohada que quedaba si quería.
—Solo un poco más —suspiró antes de arrancar a recuperar ritmo, apoyado en ambos brazos. Se rió sin fuerza alguna, dejando caer los párpados a media altura. El calor era embriagante.
Y con nuevos jadeos y orejas gachas por la renovada concentración, Nohlem volvería a la rapidez donde se había quedado antes, esa que su cuerpo le exigía como mínimo. El lejano murmullo de un ronroneo empezaría a vibrar con empeño en su garganta, así como las ganas de ser una mala bestia. Sin embargo por mucha lujuria que le quedara y lo egoista que quería ser, primero aguardaría atento por las reacciones de su novio. Un no y estaría fuera, literalmente.
Sin lugar a duda eso es lo que tenían que sentir los marineros que quedaban cautivados por una sirena. Nohlem se aisló de los gritos que habían inundado antes -y después- el pasillo, olvidó su apellido y su lugar en el mundo. Su nombre se convirtió en un hechizo que revivía y ahogaba sus sentidos en miel dulce y pegajosa, hermosamente decorado con el melódico placer del otro y su propia respiración agitada, siendo lo único que captaban sus oídos ensordecidos por unos latidos que retumbaban como la marcha de un ejército en guerra. Estaba perfectamente despierto, y a la vez, bajo los efectos del más profundo letargo donde lo único que oía eran sus ensoñaciones.
La camisa cayó hasta sus codos, donde quedó como una capa abierta. La ausencia de tela sobre sus hombros no le refrescó, de hecho el calor se volvió carnal cuando la piel de Ethan se juntó a la suya y ardió con los primeros arañazos. Un fuego que el varmano no dudaría en devolver con mordiscos, sin besos suficientes que aliviasen el surco que dejarían sus dientes sobre las clavículas y el pobre cuello del otro.
—Joder —gruñó entremedias, liberando un bocado para que ningún dolor eclipsase lo bueno que el chico sintiera. Disonante a la firmeza con la que su mano y cintura se movían, besó con mimo el mismo sitio que había mordido —. Ethan…
El pequeño coro de advertencia le hizo emitir un ronroneo que duró lo que duraban los intentos de risa del moreno. No abandonó su constancia para no interrumpir lo que ya funcionaba bien, dejando primero que fuera su novio quien marcase el cómo con su propio cuerpo para amoldarse a él. Sus pupilas menguaron y crecieron como una cámara que trata de enfocar su objetivo. No quería acabar aún. Suspiró por la nariz de manera tendida e irregular cuando el esfuerzo le hizo cerrar los ojos, morderse el labio y aferrarse a él. En la curva de su espalda, la rigidez de sus piernas, ese “ah” tan eterno como efímero y, sobre todo, la forma en la que su interior le atrapaba y reclamaba para sí, Nohlem aguantó la respiración con la boca entreabierta interrumpido por el éxtasis del otro. No como algo voluntario, sino como quien necesita guardar aliento para sobrevivir un segundo más. El aire salía y entraba tímidamente en sus pulmones sin llenarlos, y solo recuperó cierta “normalidad”, aún mecánica, cuando Ethan disminuyó el ritmo. Joder, se sentía tan bien que debía ser un completo idiota por no dejarse ir con él, pero…
La mano que le sujetaba suavizó su agarre, conforme con el tacto, y más lo hizo aquella que le había ayudado. Lentamente su cabeza se llenaba de cumplidos no expresados en lo que tenía que ser el tratado de paz más bonito que había firmado en años, y una risa hizo temblar su pecho cuando lo primero que hizo el otro fue pedir perdón. Apenas acertó a llamarle “tonto” por lo bajo.
Su mano no era la única manchada, pero sinceramente poco le importaba donde hubiera caído. De hecho, mirar abajo y ver su propio abdomen pintado fue un fantástico recordatorio de que su fuego estaba lejos de apagarse. Todo lo contrario: alimentado ahora amenazaba con quemar hasta las cenizas. Aún sentía calor, y no solo en la punta de las orejas. Se limpió la mano vagamente en el vientre y parte con un pequeño lametón. Después se dejó abrazar con una sonrisa comedida y atolondrada, pensando con sorna que las disculpas las tendría que estar dando él.
—Y yo a ti. Santos. Yo a ti… —la mano limpia, esa que no había usado, se posó sobre la mejilla de Ethan con cariño. Abajo no obstante, algo seguía respondiendo a cualquier espasmo, haciendo temblar su sonrisa—. Eres hermoso… —le apartó el pelo de los ojos y pronto ese velo de cariño fue abriendo paso a algo distinto. Impaciencia. El deseo de hacer trizas la paz. El negro de sus ojos creció como dos pozos profundos, los ojos de un gato que a media noche ha decidido que es hora de acabar con el ratón que está cazando—. Perooo… —frotó la cabeza brevemente, despeinando lo que no tenía arreglo—. Lo siento papi, a mi aún me queda un poco.
Le besó la comisura de los labios, la barbilla, mejillas, boca y cuello sin orden ninguno, yendo in crescendo de la suavidad y la prisa contenida a lo errático y ansioso. Nohlem se levantó sobre sus rodillas, con Ethan firmemente sujeto de cintura y media espalda para volver a tumbarlo en la cama en un movimiento brusco sin tiempo a quejas. Por mucho que le hubiera estado llenando de besos y ronroneos nada maquillaba sus intenciones. "Despacio" y con buena letra le dio la vuelta por completo, de vistas a su espalda, y una sonrisa de muchos dientes adornó su rostro al recuperar un lienzo en blanco. Un ronroneo particularmente fuerte le hizo cosquillas en los oídos cuando, a modo de advertencia juguetona, marcó un punto en sus hombros por encima de su camisa transparente. Que agarrase las sábanas y reventara la almohada que quedaba si quería.
—Solo un poco más —suspiró antes de arrancar a recuperar ritmo, apoyado en ambos brazos. Se rió sin fuerza alguna, dejando caer los párpados a media altura. El calor era embriagante.
Y con nuevos jadeos y orejas gachas por la renovada concentración, Nohlem volvería a la rapidez donde se había quedado antes, esa que su cuerpo le exigía como mínimo. El lejano murmullo de un ronroneo empezaría a vibrar con empeño en su garganta, así como las ganas de ser una mala bestia. Sin embargo por mucha lujuria que le quedara y lo egoista que quería ser, primero aguardaría atento por las reacciones de su novio. Un no y estaría fuera, literalmente.
- ♪♫♬:
- Raven
Ficha de cosechado
Nombre: Ethan
Especie: Humano
Habilidades: Buen oído, valor y motivaciónPersonajes : Ethan: Humano, Ingles/Japonés 1.75
Síntomas : En ocasiones, se le desenfocará brevemente la vista. El amuleto curativo se carga el doble de rápido a su contacto y además es más eficaz si lo usa sobre sí mismo.
Armas : Ethan Lanza partesana y una daga
Status : Ciego y cojo, el chiste se cuenta solo.
Re: De oca en oca y tiro porque Ethan me toca - RV Gakuen (+18)
29/09/23, 07:06 pm
Si le hubieran dicho al empezar la noche que la estaría terminando así habría dudado con extrema ingenuidad. Su propia broma cobraba intensidad a cada nuevo mordisco regalado pues si bien había dicho en su momento que estaba más que dispuesto a comerse a sus amigos en esos instantes se sentía como la presa, una más que dispuesta a ser devorada y es que los colmillos sobre su piel dejaban un cuadro que si pudiera expondría en su casa. Un lienzo que tenía al autor firmando en cada pequeño trozo de su cuerpo, como un gato que juega con su presa y tras hincar el diente compensa con suaves besos, tan dulces que bien podrían engañar hasta al más espabilado.
Ethan se sentía querido, abrazado y recompensado, en un éxtasis tembloroso donde cualquier sensación se veía incrementada. Él mismo presionó su rostro contra la palma del felino al sentirla contra su mejilla, envolviendose del calor más íntimo en esa tregua parcial. Era como una Caperucita roja que sin saberlo alimentaba el hambre del lobo, solo que no era tan estupido como para no razonar en qué cueva se estaba metiendo. Vio en las pupilas el avisó que le confirmó en palabras y ante el mismo respondió con una sonrisa tonta, una donde la expectación se creaba entre el amor que le profesaba y la picaresca más carnal, donde el romance dejaba convivir a la pasión en un mismo sitio para que ambos fuegos se pudieran retroalimentar. Ah no, esta historia era muy diferente al cuento clásico y definitivamente, no era para niños.
Nohlem era irremediablemente sexy, ahí con sus rizos revueltos y el calor perlando un rostro que luchaba por quedar compuesto. Hasta sus pecas siempre lindas lucían ahora en lo que parecía ser un caos desordenado y precioso. Ethan correspondió a los besos aún sintiendo los pequeños chispazos que seguían recorriendo sus piernas, afianzándose a él para soltar ligeras risas cuando los labios del varmano se desviaban lejos de su boca.
-No tienes remedio… -Le susurró en apenas un hilo de voz cansado cuando vio como lo elevaba. Una frase que fue a morir en un ¨Oh¨ cuando sintió de nuevo la suavidad de las sábanas sobre su cuerpo. Ni siquiera intentó reacomodarse, la cadera aún latía con ritmo propio y si seguía bajando notaba las consecuencias en unas piernas débiles, pena que su cuerpo y mente no estuvieran sincronizadas, Ya podía estar cansado que ver a Nohlem alzarse sobre él le seguía quitando todo el aire de la misma forma caprichosa que sus pensamientos olvidaban hasta su nombre para recrearse en su figura. -Aunque yo tampoco…
Murmuró para sí mientras se mordía los labios perdido en la lujuria de la escena. Si tenía que morir que menos que hacerlo a manos de semejante pelirrojo. La condena más bien se convertía en el premio y si bien seguía un tanto perdido por el espesor de su mente cuando le dio la vuelta prácticamente actuó de forma instintiva. Sus rodillas encontraron rápidamente cama en el que asentarse y refugio en el que apoyarse, toda la energía de la que carecía la compensaba las manos férreas del gato sobre sus caderas, ahora bien igual que su cuerpo recordaba de forma natural como acomodarse, él seguía perdido en una densa neblina que se vio inicialmente despejada cuando sintió arder su hombro bajo la presión de los colmillos del joven.
Disipar se disipó del todo a la primera arremetida donde como un cortocircuito donde todavía había electricidad estática una nueva corriente recorrió su espalda. Una nota de apertura en escala alta que volvió de las siguientes un atropello musical. Ethan no tuvo más margen que encontrar consuelo en el agarre fortuito de la manta, Sus manos apretaron y tiraron ante una carrera sin fondo para la que ya no le quedaba voz. Murmullos ahogados y suspiros mudos en un abecedario donde todas las letras se habían convertido en diferentes tipos de A.
Agarró la tela con toda la fuerza dudosa que le quedaba, hundiendo una de sus mejillas contra el suave dulzor de una mullida cama. El vaivén había vuelto de su pelo una maraña sin sentido, una negrura que contrastaba con una piel constantemente enrojecida por el placer y el esfuerzo físico. Boca abierta en un intentó de toma de aire y ojos cerrados concentrados en un placer sofocante del que no se había terminado de recuperar antes de que el asalto continuará. La mezcla explosiva recorría su columna sacando nuevos temblores en una piel que estaba aún más sensibilizada, erizada hasta el mínimo contacto y con el ardor dividiéndose entre las marcas aún recientes de su cuello y el tamborileo constante de su baja espalda.
En ese maremoto constante donde se veía arrastrado de forma continua una de sus torpes manos dio con la almohada que aún quedaba disponible. Un tirón irregular en la que se la acercó para envolverla desde abajo con ambos brazos y como en su día había hecho volvió a ocultar parcialmente su rostro en ella. Unos sonidos que ahora ahogaba por placer y no por miedo y una voz que se había convertido en gemidos irregulares completamente rotos por la velocidad. Un gimoteo de placer culposo que apenas lograba ocultar, pues en esos momentos no había firmeza en ninguna parte de su cuerpo, solo la rendición más básica ante la lujuria más carnal.
Ethan se sentía querido, abrazado y recompensado, en un éxtasis tembloroso donde cualquier sensación se veía incrementada. Él mismo presionó su rostro contra la palma del felino al sentirla contra su mejilla, envolviendose del calor más íntimo en esa tregua parcial. Era como una Caperucita roja que sin saberlo alimentaba el hambre del lobo, solo que no era tan estupido como para no razonar en qué cueva se estaba metiendo. Vio en las pupilas el avisó que le confirmó en palabras y ante el mismo respondió con una sonrisa tonta, una donde la expectación se creaba entre el amor que le profesaba y la picaresca más carnal, donde el romance dejaba convivir a la pasión en un mismo sitio para que ambos fuegos se pudieran retroalimentar. Ah no, esta historia era muy diferente al cuento clásico y definitivamente, no era para niños.
Nohlem era irremediablemente sexy, ahí con sus rizos revueltos y el calor perlando un rostro que luchaba por quedar compuesto. Hasta sus pecas siempre lindas lucían ahora en lo que parecía ser un caos desordenado y precioso. Ethan correspondió a los besos aún sintiendo los pequeños chispazos que seguían recorriendo sus piernas, afianzándose a él para soltar ligeras risas cuando los labios del varmano se desviaban lejos de su boca.
-No tienes remedio… -Le susurró en apenas un hilo de voz cansado cuando vio como lo elevaba. Una frase que fue a morir en un ¨Oh¨ cuando sintió de nuevo la suavidad de las sábanas sobre su cuerpo. Ni siquiera intentó reacomodarse, la cadera aún latía con ritmo propio y si seguía bajando notaba las consecuencias en unas piernas débiles, pena que su cuerpo y mente no estuvieran sincronizadas, Ya podía estar cansado que ver a Nohlem alzarse sobre él le seguía quitando todo el aire de la misma forma caprichosa que sus pensamientos olvidaban hasta su nombre para recrearse en su figura. -Aunque yo tampoco…
Murmuró para sí mientras se mordía los labios perdido en la lujuria de la escena. Si tenía que morir que menos que hacerlo a manos de semejante pelirrojo. La condena más bien se convertía en el premio y si bien seguía un tanto perdido por el espesor de su mente cuando le dio la vuelta prácticamente actuó de forma instintiva. Sus rodillas encontraron rápidamente cama en el que asentarse y refugio en el que apoyarse, toda la energía de la que carecía la compensaba las manos férreas del gato sobre sus caderas, ahora bien igual que su cuerpo recordaba de forma natural como acomodarse, él seguía perdido en una densa neblina que se vio inicialmente despejada cuando sintió arder su hombro bajo la presión de los colmillos del joven.
Disipar se disipó del todo a la primera arremetida donde como un cortocircuito donde todavía había electricidad estática una nueva corriente recorrió su espalda. Una nota de apertura en escala alta que volvió de las siguientes un atropello musical. Ethan no tuvo más margen que encontrar consuelo en el agarre fortuito de la manta, Sus manos apretaron y tiraron ante una carrera sin fondo para la que ya no le quedaba voz. Murmullos ahogados y suspiros mudos en un abecedario donde todas las letras se habían convertido en diferentes tipos de A.
Agarró la tela con toda la fuerza dudosa que le quedaba, hundiendo una de sus mejillas contra el suave dulzor de una mullida cama. El vaivén había vuelto de su pelo una maraña sin sentido, una negrura que contrastaba con una piel constantemente enrojecida por el placer y el esfuerzo físico. Boca abierta en un intentó de toma de aire y ojos cerrados concentrados en un placer sofocante del que no se había terminado de recuperar antes de que el asalto continuará. La mezcla explosiva recorría su columna sacando nuevos temblores en una piel que estaba aún más sensibilizada, erizada hasta el mínimo contacto y con el ardor dividiéndose entre las marcas aún recientes de su cuello y el tamborileo constante de su baja espalda.
En ese maremoto constante donde se veía arrastrado de forma continua una de sus torpes manos dio con la almohada que aún quedaba disponible. Un tirón irregular en la que se la acercó para envolverla desde abajo con ambos brazos y como en su día había hecho volvió a ocultar parcialmente su rostro en ella. Unos sonidos que ahora ahogaba por placer y no por miedo y una voz que se había convertido en gemidos irregulares completamente rotos por la velocidad. Un gimoteo de placer culposo que apenas lograba ocultar, pues en esos momentos no había firmeza en ninguna parte de su cuerpo, solo la rendición más básica ante la lujuria más carnal.
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