Tiro con arco en Silente

Le respondió a su pregunta Kolja en lugar de Qirra. Suspiró ligeramente antes de responder “ya veo” a lo que le contó. No le había molestado en aquella ocasión que fuese el humano quien le hablase, simplemente es que se cargaba su objetivo, que era animar un poco a la parqia.

Por supuesto no podía salir todo bien en aquel lugar, aunque el que todos hubieran vuelto con vida se trataba de una victoria más que suficiente para la enderth. Frunció el ceño ante la historia del asesinato, pero consideró que no era nada comparado con la matanza que habían presenciado nada más llegar. Igualmente se alegraba de haber formado parte del grupo que no tuvo problemas y no pudo evitar pensar “y algunos no querían que fuésemos” que se calló porque al menos un poco sí que sabía leer el ambiente. En cualquier caso prefería centrarse en el hecho de que ahora tenían mucha comida y en que había que buscar la forma de conservarla o no iba a ser demasiado ventajoso. No iban a poder hacer demasiado sin medios, pero al menos las raciones iban a ser generosas en los siguientes días.
Durmió bien esa noche, más que satisefcha con el balance general del día, pero con una idea rondándole la mente desde que había conocido la tarde anterior un nuevo dato sobre una de la compañeras con las que menos trato había tenido, para bien o para mal. Por ello, cuando tuvo oportunidad por la mañana se acercó a la humana y carraspeó ligeramente.

—Buenos días, Reina —la saludó y dejó espacio para que respondiese antes de proseguir—. Según lo que entendí ayer tu habilidad con el arco es notable, ¿no es así? ¿Estarías dispuesta a enseñarme a mejorar? A cambio yo puedo ofrecer consejos de supervivencia y de manejo básico de armas como las lanzas… Supongo. Mi mejor habilidad no la puedo compartir en un sitio como este me temo —resopló pensando una vez más en su caña rota.

Reina

La nipona se guardaría de mucha charla el día de vuelta. No podía ser que fueran tan imprudentes. Con la muerte tan evidente como aquella, la heredera no se digno a hacer acto público después de la confesión a corazón abierto del ruso. Gracioso era la evasión de cada uno, de este era el ser un prófugo, de Reina quien algunos podrían considerar un criminal era cuestión harto diferente. Se mantuvo de si misma bien en la pseudo fiesta emotiva de después. No conocía realmente a sus compañeros y tampoco creía posible algo como una amistad. Lo suyo era un compañerismo por victimidad, nada más ni menos. Otros lazos les unirían, como planeta de origen, sexo o identidad política, pero la joven mujer no era tan proclive a hacer amigos ya de antemano y dudaba que fuera a cambiar.

Se sorprendió cuando la Enderth se le acercó con un saludo matutino, apenas estaba recogiendo la cama y demás enseres nocturnos.
—Buenos días…— le salió de sopetón, la costumbre de los modales que sino se hubiera quedado callada de antes. Entonces asistió a la oferta de Lethe callada, su hierática cara esbozando la más mínima de las emociones cuando se acordó sobre haber dejado entender que se le daba bien el tiro al arco. Y, por supuesto, otra vez más cuando solicitó clases de tiro al arco a cambio de, bueno, Reina no entendía muy bien el propósito, pero de lanza. A lo mejor la chica-pájaro provenía de un planeta medieval. De hecho, había hecho poca pregunta sobre los mundos de los que venían, salvo a Kahlo, ya que le daba la mayor confianza en relación. Pero también por no entrometerse en la vida de otros, donde nadie la llamaba.

Se dio cuenta entonces que se había sumergido en una cadena de pensamientos un tanto larga y que llevaba un tiempo considerablemente largo sin hablar, dejándola en ascuas.
—Bien...— le salió de nuevo, más por norma que por deseo. —Hay… poco que aprender con estos arcos.—
Reina soltó los atuendos y dejó caer las manos al lado de su cuerpo. Había dejado el arco con el que había salido aquella vez, pero dejó bastante claro cuál arco, cuerda y flechas le pertenecían, cuidadosamente preparadas para uso inmediato al lado de una de las panopilas alejadas de los demás.
—La puntería estática tampoco nos va a servir de mucho, aún si…hay cosas que se pueden llegar a aprender.— esclareció, pero su voz sonaba lo contrario de buenas noticias. Con la pleitesía y buen carácter que podrían ocultar lo poco o nada que pensaba que enseñarles tendría algún sentido. —Después de unos cuantos años podríais empezar a ser consistentes, tú y todos los que querrais aprender —

En efecto, el Kyudo no era un arte marcial de aprendizaje rápido, y era una disciplina increíblemente espiritual y metódica antes de ser práctica. También tenía que admitir, se sentiria más insegura si los demás empezasen a portar arcos y a disparar en pánico a todo lo que se moviera. Otra de las razones más de evitar las salidas.
—Tendriamos mejores probabilidades de, por algún casual, encontrarnos algo parecido a una armería con armas de fuego y suficiente munición para practicar que si empiezo ahora a enseñaros Kyudo.— terminó de doblar las sábanas y optó por ir a tomar el pomo de la puerta, mirando antes si la Enderth pretendía continuar aquello o desistir.

La enderth no terminaba de entender muy bien el porqué de una respuesta tan pesimista. Sí, sabía que no iba a dar con una fórmula milagrosa para sobrevivir con facilidad solo por pedirle que le ayudase a mejorar su tiro, pero…
—No sé qué es eso de kyudo ni de qué armas de fuego estamos hablando, tan solo busco que corrijas aquello que haga mal y me proporciones consejos para mejorar. No soy una experta, pero eso es factible, ¿no? Por poco que sea será mejor que nada: soy una completa novata con el arco. Pero si no quieres no insistiré.
Se encogió de hombros y luego cruzó los brazos esperando la respuesta.

Reina

La nipona se detuvo, puesto que estaba claro que aquella cuestion no se resolveria tan fácilmente. Habia múltiples maneras de decir no, pero tenia que admitir que con esta lengua le era más dificul apoyarse en viejas costumbres y excusas.
—Siento haber asumido que supieras que era eso. Mea culpa.—se disculpó brevemente. —Simplemente digo, creo que las ventajas que nos puede aportar el educar a este grupo a usar un arco son considerablemente menos premientes que las posibilidades de accidentes que puedan causar.—

No queria asumir, por supuesto, pero se llevaba la impresión que era la única persona del torreón consternada sobre el hecho que les hubieran dado herramientas de guerra medievales. Cierto era, una examinación superficial podría descartarlo como defensa propia. Pero, de ser así, sus captores seguramente tengan armas y armamenos que ridiculicen aquello que pudieran conjurar ellos. Era eso lo que más le preocupaba. Si los peligros de la ciudad, hasta aquel momento, habian sido cosas tan fuera de su mano y sus captores eran los que les habian provisto con armas y refugio, la nipona no podía evitar pensar que el proposito de aquellas armas era el de usarlas los unos contra los otros. Puede que no para los que esten en el mismo refugio, pero sí para con otros crios secuestrados, como los que vió en la plaza.
No se volveria en responsable parcial de lo que pudiera pasar a terceros.
—Siento también decirlo así, pero aun no creo que me pueda fiar de nadie. No es en base a ningun principio salvo del de ignorancia. No os conozco. Las diferencias de valores, morales y atributos que cada uno pueda apreciar dentro de cada una de las sociedades de las que proviene pueden y seguramente no sean compartidas por otros. Preferiria no promover el uso de las armas si es posible.—

Dicho así a la ligera. No se quedó muy agusto siendo honesta, pero era una verdad que llevaba al alma. Los niños no deberian exponerse ni a violencia ni a armas. Si por ella fuera, sellarian la armeria para que nadie pudiera usar armas sin una verdadera necesidad de defensa propia.

La cautela de Reina con aquello le resultaba demasiado ajena. Necesitaban defenderse, había peligros allá afuera. Nadie le había dado motivos para pensar que representase un peligro para el resto del grupo, al menos no con intención claro. No sabía qué pensar de aquella respuesta, pero cumpliría con su palabra.
—Muy bien: es tu decisión —acordó comenzando a ponerse en marcha para irse—. Pero quiero que conste que tu negativa se puede interpretar de otros modos, respecto al tema de la confianza, digo —se encogió de hombros una vez más.
Sin explicarse, se fue.

Reina

No era que no estuviera acostumbrada a decir que no tan directamente. Sino que hubiera deseado que los demás estuvieran de acuerdo de ver y esperar a ver, antes de tan a la ligera decidir acostumbrarse a llevar armas en público con el pretexto de la defensa personal. El mero hecho de victimizar a niños, adolescentes y jovenes adultos sin duda alguna jugaba a favor de sus secuestradores. Eran pues estos grupos de gente quien ansiaban aventuras y estaban desprovistos de mentalidades más cautas, sobrados de heroicidades. La verdad era, que ninguno de ellos podría defenderse si los secuestradores quisieran jugar su despiadado juego. Si bien les habian abandonado, la excusa de montarse un 1776 occidental y lograr defenderse con armas de aquella sarta de horrores que habitaba la ciudad, se le antojaba hasta de idilica. Reina sabia a ese punto. Si les querian muertos, solo tendrían que dar la orden.

Con una reverencia prolongada Reina se despidió.
—Lo tendré en cuenta.— Fueron sus palabras de pleitesia. Pero la verdad era que lo último que le importaba era lo que podrían pensar de ella.