Torreón Sendar

Recuerdo del primer mensaje :

Magia:

La divisaron a lo lejos. Una enorme cueva vertical se alzaba desde la tierra, colosal, majestuosa e imponente sobre la calle, y con una vista espléndida sobre esta. Aceleró el paso por curiosidad y esperanza, porque que algo estuviera en mejor estado que las calles que habían atravesado... ya era mucho. Además, no quería seguir hablando de los Hijos de Bakaiar allí, fuera, al descubierto, como si pensar en ellos o mencionarles pudiera atraer al de antes.

Cuando llegaron, sonrió al reconocer un foso, porque le era familiar del hogar, y se maravilló aún más al ver la enorme superficie de madera que lo atravesaba y que conectaba con el edificio.
—No sé si esto es lo que buscábamos, pero tiene buena pinta.

No esperó a los demás. Se había fijado en unos inventos nuevos que sujetaban la madera del foso y que se introducían en la cueva, y quería investigar tanto eso, como el interior como todo lo que pudiera. Se adelantó al grupo y caminó por la lámina de madera con toda la curiosidad del mundo, hasta llegar a la lámina vertical. La reconoció, parecida a las de esa cueva donde despertaron, así que empujó con el hombro hasta que se movió. Y... una vez dentro, se quedó parado en la puerta. ¡Era enorme! ¡Y había un sinfín de cosas sin determinar!  
—¡Esto es alucinante! —exclamó mientras liberaba el camino para entrar.

Le temblaba la pierna derecha, pero de anticipación por querer explorarlo y entenderlo todo. Su mirada saltaba de un artefacto a otro, de una pared a otra, de un punto a otro. Y aún tenía que investigar los hierros que entraban y salían de la cueva y se anclaban a la lámina de madera del exterior. Necesitaba nombres para aquellas cosas nuevas. Ahora sería él quien preguntara a los demás.

La sueca apenas era capaz de pensar y mucho menos de darse total cuenta de lo que pasaba a su alrededor, el dolor en su gente empezaba a ser desgarrador, la sangre capia cada vez más copiosamente por sobre su nariz, intentando cubrir sus ojos, sus mejillas, mantener los ojos abiertos se hacía difícil. Apenas si era conaciente de la presencia de Fleur y solo porque estaba cerca de ella.

- Joder…joder…- mascullo con los dientes apretados, entreabro apenas los ojos viendo los intentos de Fleur de intenta ayudarla y como Qwaya cuyos bultos sobresalientes en sus cabezas no dejaban de sangrar, corría tras Ulmara- ¡Qwara, no te va…ahhhg……dios!- se llevó una mano  que seguía emitiendo ese sutil brillo, a ala frente mareada, dejándose caer al suelo, cuando un punzada especialmente dolorosa pareció atravesar su cráneo y piel. Rua soltó un grito de dolor, tocando el bulto en su frente con terror cuando sintió contra sus dedos como algo afilado y puntiagudo se abría paso por sobre su piel y su cráneo, Rua de la impresión aparto lo dedos de su frente, pero el dolor no cesab, ni la sangre, sentía algo que parecía querer retorcerse bajo la piel más y más como un taladro abriendo paso sin ningún tipo de dentro a afuera de su frente. El sentimiento angustioso, dolorosos, d que por aquella obertura que se ensanchaba y se abría, podía verse lo que su cráneo cubría era doloroso, atroz e inquietante

- F-fleur…- llamo a su amiga entre lágrimas, que se mezclaba con la sangre que ya bañaba su rostro. Algo quería salir con fuerza de su frente, retorciendose bajo la pie, sin ningún reparo por el dolor de su dueña, centimetro a centimetro. Rua se encogió aún más sobre sí misma, intentando frenar cuanto podía la sangre que se deslizaba por su rostro, sentía que la cabeza le iba estallar, toda relación de su entorno se iba a desvaneciendo por el dolor.

Los relámpagos retumbaban sobre sus cabezas mitigando sus propios gritos y el resto de sonidos de la ciudad junto a la tormenta. Sin embargo nada perturbaba a la Luna en el cielo. Ninguno de los destellos era capaz de arrebatar el rojo que cubría la ciudad. Nada del caos perturbaba en lo más mínimo su estadía en el firmamento. La diosa inmortal de la ciudad no reparaba en tales nimiedades.

Bajo su vista, en una insignificante azotea otro más de sus pequeños se retorcía en la agonía de su nuevo nacimiento.

Todo crecía tanto en el interior como el exterior del frivy. Los huesos se expandían rearmando aquel puzle interior dentro suya para dar paso a los nuevos músculos y tamaños, la piel hacía lo propio para dar protección y cobijo a toda la estructura. Los cuernos rodearon su cabeza hasta cerrarse encima de su frente en un arco en cuyo centro las puntas parecían querer tocarse pero nunca lo lograban. Pese a todo ello, pese a la recolocación de todos sus huesos, órganos y músculos la mayor agonía brotaba de su espalda demandando su salida inmediata, revolviéndose fieramente en aquellas heridas para librarse de todo rastro de músculo, tendones y piel que las retenía. Sus anillos se rompieron así como el enganche del brazalete cayendo todos al suelo.

Y en un simple estallido, desgarrando aquello que aún las mantenía compactas y casi haciendo perder la consciencia a Nery´s, ambas columnas reventaron revelando su autentica forma. Y el dolor cesó.

Lo único que podía sentir era la luz de la Luna bañando su piel con aquella energía que le llenaba y lo impulsaba, todo lo demás había quedado apagado.

Aún de rodillas se irguió tan solo para que su cuerpo se dejara caer sobre sus propias piernas. Sumido en esa calma que solo se puede experimentar tras que el dolor te abrume sintió algo extraño. Algo le abrazaba, una sensación ligera y cálida que le trajo demasiados recuerdos. Abrió los ojos de golpe tan solo para verse completamente rodeado de plumas blancas haciendo que el asombro cubriera su cara. Las miró durante unos segundos, la lluvia estaba deshaciéndose de los restos negros de su sangre revelando un blanco puro y hermoso.

— ¿Me las has dado tú? —preguntó a su alrededor, tan solo para sí mismo. Acariciando el plumaje y abrazándose a su nuevo par de alas mientras una risa tonta se le escapó junto a un par de lágrimas nuevas, estas caídas de felicidad y nostalgia.

—Está bien, está bien. Lo sé. —Miró hacia el horizonte contemplando cómo Kiki observaba a la Luna y como esta formaba nuevos resplandores en los cuernos cristalinos de la finlandesa. Era la escena más hermosa que jamás había visto en su vida. Y una que no olvidaría hasta que la muerte apagase su conciencia.

—Sigue adelante. —Apoyando un pie y una mano sobre la rodilla de este se impulsó hasta levantarse. Trastabilló hasta casi caerse hacia atrás. Sus nuevas piernas ni siquiera sintieron el peso de su cuerpo impulsándolo más de la cuenta,  las alas aportaban un nuevo punto de equilibrio al conjunto y su cabeza estaba ahora bastante más alejada del suelo. Se quedó quieto de nuevo, extendiendo sus brazos e intentando controlar su nuevo cuerpo.

Una vez más seguro de no caerse relajó la postura. Con una corriente de aire sus alas reaccionaron extendiéndose. Eran enormes, de dos metros de envergadura y casi lo mismo de anchura hacían que tuviera la sensación de que si simplemente se ponía de puntillas las corrientes de viento le llevarían hacia el cielo.  Aunque él no se quedaba atrás, miraba el suelo y a su propio cuerpo extrañado preguntándose cuanto había crecido exactamente.

La Luna lo llamó de nuevo mirándole y él no pudo si no devolverle la mirada. Y con una última chispa sus cuernos y ojos se encendieron avivándose de un pequeño resplandor a un brillo total trayendo consigo su aura, la cual por fin fluyó libremente por todo su cuerpo.

Centró aquella vista radiante en un cabello blanco y unos cuernos de cristal y avanzó hacia ella. Estuvo tentado de intentar recoger sus notas, pero ya era demasiado tarde. Fue directo hacia ella descalzándose por el camino, los playeros le apretaban. Las pezoneras se habían caído en alguna parte del proceso dejando ahora tan solo los pantalones cortos como única prenda.

Al alcanzarla no dijo nada, tan solo la contempló observando cada detalle, cada nuevo cambio. Era preciosa. Extendió sus brazos con cuidado haciendo torpemente que sus alas los siguieran. No sabía si ella le volvería a rechazar por lo que fue despacio. Aunque cuando esta lo aceptó amos brazos la rodearon desde su espalda y sus alas empezaron a cubrir sus laterales.

Las manos del Ángel rozaron los antebrazos de la Jack Frost buscando sus manos, pero no para agarrarlas. Simplemente ofreció sus palmas bocarriba por si ella quería posar las suyas allí.

En silenció contempló el caos y la gloria, la belleza y el horror. Y lo hacía con la persona con la que más significaba para él.

Muchas veces el Frivy había estado feliz de haber ido a aquella ciudad, a aquel pequeño refugio que había acogido a un niño roto y sobrecargado, conocer a sus compañeros con los que había peleado y reído, descubrir nuevos sentimientos, destapar viejos... Redescubrirse a su mismo. Muchas veces había estado feliz de estar ahí y en aquel instante no pudo más que afianzar el hecho de que haber ido a Rocavarancolia había conseguido mostrarle esa felicidad que tanto deseaba.

Si la humana giraba la cabeza se toparía que ni siquiera llegaba a su cuello con la cabeza, y como destellos platas, blancos y rojos peleaban entre si azotados por el viento en el pelo del frivy.

Las sensaciones que La Luna roja le proporcionaba (la cual aún no había podido ver desde el salón) y las que le provocaba la situación que se estaba dando a su alrededor eran contradictorias. Por una parte, vivía el acelerado picor de su cabeza con el júbilo y las nuevas fuerzas que parecía poseer. Pero por otra el horror del caos desatado era palpable. Escuchaba a sus amigos gritar, algunos como a Maila desde el patio, pero otros cerca suya, como la sueca que la llamaba entre gritos y lágrimas.

—¡Rúa! —la francesa se acercaría con pasos gráciles a pesar de la velocidad y lo brusco que habría sido su movimiento, se arrodilló al lado de su amiga sin saber que hacer y poniéndose pálida por tanta sangre. No paraba de brillar, ni tampoco de sangrar. ¿Qué podía hacer?. Con toda la velocidad y concentración de la que era capaz realizó todos los hechizos de curación que tenían recopilados, pero ninguno parecía surtir efecto sobre lo que fuera que pretendía salir de la frente de la chica— tran-tranquila... te vas a poner bien, estoy aquí contigo, no pienso moverme de tu lado —el llanto de Rúa no tardó en contagiársele por verla sufrir de aquella manera y sin saberlo algo nuevo se activó dentro suya. Si ambas cruzaban miradas, Fleur desprendería sin intención una sensación fuerte y poderosa de miedo, el mismo que le atenazaba el pecho en esos instantes.

Tampoco era consciente, pero sus pestañas habían sido sustituidas por plumón negro y eran más voluminosas. El picor de su cabeza parecía disminuir, y en la línea de su cabello le estaban brotando ya las últimas plumas blancas, formando lo que parecía una corona.

La escarcha se formó sobre la piel de su mano haciéndole cosquillas y lego dándole pequeños pinchazos de dolor por el frio los cuales ignoró. Acababa de pasar por algo muchísimo peor como para que eso le molestase tan siquiera. El cuerpo frio de la finlandesa le transmitía a su piel esa sensación relajante que acompañaba a los escalofríos y le había intentado librar del dolor.

Retrocedió cuando la humana se lo indicó con suavidad aunque él mismo se sorprendió de la nueva fuerza de la humana. Estaba seguro de que hubiera podido apartarle y tumbarle si él no se resistía.

—Me esforzaré por ello... —le contestó divertido tan solo a la provocación antes de que cantara.

Se dejó arrastrar hacia el centro peleando con su propio cuerpo y su nueva movilidad, su espalda parecía totalmente cambiada y no manejaba las alas casi nada así que se centró en dejárselo todo a sus nuevas piernas para que compensaran su equilibrio con aquella nueva fuerza. Todas aquellas coreografías y todo aquel entrenamiento frivy ahora estaban pagando para bien.

Al principio se rio con la canción, pero estaba tan encandilado de ella y de todo el momento que pronto, tras rodearla con sus brazos y tomar una posición de baile, empezó a hacer un coro para la canción. Su voz impulsada por sus nuevos pulmones y diafragma envolvió la terraza con su calidez mientras que la humana empezó a girar a su alrededor y él con ella en un extraño vals improvisado. Giraban y giraban mientras los pies descalzos del frivy se hundían en los carcos de la sangre de ambos diluida por el agua de la tormenta y la Luna los contemplaba desde el cielo.

El ángel no podía dejar de mirarla embelesado, con crecientes ganas de acercarse a ella y acariciarla y probarla y fundirse. Cuando ella llevó le guió las manos a su cintura  el brillo de sus cuernos y ojos pareció intensificarse aún más. Y cuando aceleraron sus alas empezaron a dejar estelas en el aire, creando grandes olas en los charcos al pasar por las corrientes que generaban. El agua empezó a bailar alrededor de ellos  junto a la lluvia de la tormenta.

Al levantarla notó que no pesaba nada, que podría sostenerla apenas con los dedos de una mano como si fuera una de las plumas de sus alas, subiéndola por supuesto con la delicadeza de no querer dañarla pero la firmeza de llevarla más cerca suya perdido en su deseo. A penas aguantaba, esperando el permiso de la humana para perderse en ella.

Sin embargo aquellas terroríficas pero preciosas garras se posaron sobre su pecho adrede mientras él giraba para los dos clavándose y dejando líneas de hielo sobre su pecho. Jadeó, aún más encendido que antes, cortando aquel coro y dejando que la jack frost se expresara a su gusto. Le encantaba el dolor.

En aquellas estrofas finales, con la finlandesa en alza y las emociones llegando a su punto álgido el ángel giró con todo su cuerpo. Un giro de baile elegante y completo con todas sus fuerzas, sus alas crearon un remolino de agua y viento a su alrededor que al parar con las puntas de sus pies para estabilizarse se desprendió de ambos hacia afuera, como si un tornado creciera desde ellos tan solo para volver a caerse al suelo de la azotea. Paró en frente de la Luna, no quería darle la espalda aquella luz. Y observando cómo los reflejos de los truenos, su luz y la de la Luna bailaban en Kylliki no solo aceptó el beso si no que se lo devolvió con cariño y ansia. Podría recordarle a aquellos primeros días, cuando Nery´s apenas podía contener lo que quería cuando la besaba, antes de que el tiempo pasara y se acostumbrara a calmarse a su alrededor. Ella podía notar como la deseaba incluso más que eso, como estaba en su límite a punto de estallar.

Al separar sus labios por un momento al ángel exhaló la neblina que estaba colándose entre las lenguas de ambos, divertido por notar como se había formado una especie de granizado en su boca.

Con un movimiento suave y rápido paso de sostenerla de la cintura a pasar sus brazos por debajo  de las piernas y la espalda. Haciendo que se tumbase como aquel primer día. Ahora en vez de una curiosa y excéntrica humana llevaba una curiosa y excéntrica princesa helada bajo la mayor de las lunas llenas. Volvió a besarla. No podía apartarse de aquellos labios y aunque deseara otras cosas, aquello era lo que más quería.

—Nieve... —susurró. Una súplica conocida, aunque con tintes mucho más cariñosos.

Toni seguía moviendo la infusión fría con las manos temblando. Derramaba con cada movimiento el liquido frio de la taza. Miraba fijamente el fuego extinto mientras la lluvia caía sobre el cuerpo de Pefka. Algo había distinto en su piel, en su forma.
Maila estaba envuelta en arena, la veía mirarlo y mover los labios, pero él solo era capaz de escuchar el ruido de su acelerado corazón y el cliqueo de la cuchara. Tardo unos segundos en darse cuenta de que Maila le hablaba a él. No fue consciente de lo que estaba diciéndole, solo fue capaz de escuchar la última palabra.
— Rápido, rápido, rápido. RAPIDO JOSE ANTONIO COJONES—se dijo poniendo cara de cabreo- pero ¿qué cojones algo? ¿Te tiro un cubo de agua para quitarte la arena? QUE RUA ESTA BRILLANDO COMO SI FUERA UNA PUTA ESTRELLA, QUE MIRA ALGO DE ESTRELLA TENIA DE ANTES PERO TANTO COMO PARA BRILLAR NO. Hay gente sangrando tía, puto sangrando, ¿me lo explicas? Y yo aquí tomando una puta manzanilla.

Tiró la taza todo lo lejos que pudo y salió corriendo para el interior del saló. Al darse la vuelta vio como Rua le salía algo de la frente.

— TIA QUE TE ESTA SALIENDO UN PUTO PENE DE LA FRENTE, VAIS A MORIR TODOS Y TU CON UN PENE EN LA FRENTE. ¿Y YO EN QUE ME VOY A CONVERTIR? ¿A MI NO ME ESTÁ SALIENDO UN PENE EN LA FRENTE NO? — Se tocó la frente, aliviado, de que no tuviera ninguna protuberancia.

Cogió una manta y fue hacia Pefka para intentar ayudarlo. Cuando estaba a punto de tirarle por encima la manta, paro en seco con las manos ya alzadas.
—¿QUIERES LA MANTA? O MEJOR QUE TE MOJES UN POCO PARA QUE DEJES DE GRITAR. QUIERO DECIR, GRITA TODO LO QUE QUIERAS, PERO IGUAL PONES NERVIOSA A MAILA, ELLA ESTA AHÍ CON SUS COSAS. ¿QUIERES QUE TE AYUDE O TE ESTOY MOLESTANDO? ES COMPRENSIBLE, QUIERO DECIR, QUE YO TE MOLESTE NO QUE TE MOJES, QUE TAMBIEN PORQUE ESTA LLOVIENDO.

La lluvia le caía sobre el pelo haciendo que pareciese mas largo de lo que lo tenía. Notaba como le caía sobre los hombros. Tenía la misma sensación que cuando iba a la playa de pequeño y la arena movida por el levante le azotaba el cuerpo. Pero en esta ocasión esa arena estaba muy lejos, envolviendo a Maila y el levante había producido un tornado en su interior.

Rua escuchaba la voz preocupada de Fleur, mientras se cubría el rostro con las manos, sintiendo como el dolor de cabeza parecia querer partir la misma en dos Y eso era lo que realmente estaba ocurriendo, entre lágrimas y sangre, la abertura en su frente estaba ya abierta y de ella salía, como si un taladro atravesara su frente de dentro afuera, una forma puntiaguda, endurecida, que se sentía como si fuera una espiral salía de su frente, mas y mas. Rúa apretó los dientes ante el dolor, sintiendo a Fleur cerca suya, apenas pudiendo abrir los ojos. Escuchando los gritos de Toni hablando de un sinsentido.

- Cállate Toni…joder…cuando has visto tu, un pene en espiral- lo notaba con su mano, estaba en espiral lo que no tenía sentido tampoco, no tneia ni para que discutir- Que…que pare ya...- rogo con voz rota, posando sus ojos apenas entreabiertos sobre Fleur, una sensación de vértigo se anudo en su estómago. ¿Qué pasaba? ¿En que se estaba convirtiendo? ¿Cuánto duraría aquel dolor?  Aterrada por aquel sentimiento de pavor, comenzó temblar– Maldito…dolor…de mierda - soltando un quejido de dolor, agarrando la mano de Fleur con fuerza en una reacción instintiva mientras su piel, seguía emitiendo aquel brillo cada vez más notorio, blanco y hermoso tan en contraste con el sufrimiento que estaba sintiendo. La magia parecía fluir en su interior, a raudales, como si vertieras más agua de la que una copa parecía ser capaz de contener, la sentía erizando sobre la piel, mas no atenuaba la angustia, el miedo ni el dolor. Se estaba ahogando en dolor, en sangre, en lágrimas y en magia, era una mezcla de sensación de exuberancia de sentirse pletórica y adolorida en partes iguales. Necesitaba soltarla, liberarla por mínima que fuera, y su cuerpo parecía obedecer a aquel mandato a través de su misma piel, transmitiéndose hacia la mano de Fleur que agarraba fuertemente en un intento de soporte, apretando los dientes y cerrando los ojos.

Y en algún punto su mano dejo de tocar la de Fleur, sintió que al menos por tres segundos perdió el conocimiento, aquella forma espirada, que se había hecho paso atravesó de su frente como si fuera de mantequilla, dejo de intentar abrirse paso a a través de su cuerpo. El dolor también parecía dejar de taladrarle la frente y los nervios.

Se sintió extraña, repleta, la magia parecía llenarla a raudales, su cuerpo se sentía pesado, como si la pequeña copa que antes era ella y parecía a punto de romperse por la magia parecía haberse vuelto inmensa para ser llenada sin límites. Tras todo el dolor, esa sensación se sintió increíblemente plena, desbordante.

Rua quiso levanta la vista para intentar calmar a Fleur, indicarle que estaba bien sin abrir aun los ojos, la sangre no le dejaba ve…<<¿Sangre…>>  no sentía la piel pegajosa, solo el cosquilleo de pelo largo y fino sobre su piel. La cabeza también se sentía pesada y extraña, quiso pensar que debido al extraño cuerno o hueso en espiral, que había salido de su frente, abrió los ojos con dificultad y sintió la necesidad imperiosa de cerrarlos, alterada. <<¿¡Que…que es eso??>> pensó confundida moviendo la cabeza, se sentía extraña, pesada, su boca rozo el suelo y la sintió extrañamente lejos de donde estaban sus ojos.

- ¡Ighhh…brrffrbrrb! (¿¡Qué está pasando!?) -una especie de sonido ininteligible salió de su boca en vez de palabras haciéndola quedarse paralizada. Levanto la cabeza rápidamente, confundida sintiendo como lo que parecia una larga melena cubría sus ojos.  Alterada y no queriendo aun abrir los ojos que de pronto parecía ver demasiado a su alrededor, intento incorporarse.  Pero allá donde se suponía estaba sus manos, unas patas golpearon nerviosamente el piso haciéndola acabar tumbada de nuevo.

Rua entonces abrió definitivamente los ojos, nerviosa ante el extraño comportamiento de su cuerpo. Y vio todo el salón en una amplitud tal que se sintió mareada, veía a Fleur delante suya la cual tenía una especie de corona de plumas sobre la cabeza. Pero también podía ver la puerta hacia el patio, dodne escuchaba los gritos de Toni, que estaba a su izquierda <<¿¡Que..!? ¿Cómo demo….? ¡No es posible que pueda verla!>> pensó nerviosa moviendo su cabeza, pero sintiendo que todo parecía confundirse ante sus ojos. Así que intento enfocarse en el frente y hacia el suelo. Su campo de visión periférico se había ampliado tanto de pronto que su cerebro no lograba procesarlo sin sentirse confusa.

Allá en el suelo, donde se suponía sus manos debían estar, había patas equinas acabadas en cascos de caballoc cubiertas de un pelaje largo y liso de un blanco puro. Movió la cabeza bruscamente sintiendo el desbalance del cuerno, porque ahora si podia entreve que era una especie de cuerno de color negro saliendole de todo el medio de la cabeza, y observo su cuerpo. Y sintió como si el edificio entero acabara de caérsele encima.

Donde debía estar su cuerpo curvilíneo, de tersa y cuidada piel blanca, de largas piernas y buen trasero y rellenos muslo…su precioso, querido, amado y muy cuidado cuerpo, con sus ropas especialmente escogidas para ese día; estaba el cuerpo de grandes curvas, de un color blanco perlado que prácticamente brillaba, de grandes muslos fuertes, gran trasero y largas patas…de una yegua. Un larga y espesa cola blanca descansaba en el suelo como un manto suave y tan blanco como toda ella, casi como si se burlase de ella. Una yegua...con un cuerno en la cabeza...solo tuvo que junta dos y dos, por absurdo que pareciera, en su absoluta incredulidad.

<< ¡NO ME JODAS QUE LA LUNA ME HA CONVERTIDO EN UNA YEGUA CON UN PUTO CUERNO EN LA CABEZA! Soy un jodido unicornio...¿en serio? ¿¡en serio!?...¡MI PRECIOSO CUERPO HUMANO!>> toda la incredulidad, histeria, furia,  frustracion y terror de Rua se trasmitió como pudo dando golpes en el suelo con sus cascos delanteros y con un fuerte relincho lleno de rabia. Todo lo pletórica, impresionantemente poderosa, fuerte y capaz que se sentía por la magia que parecía llenar su cuerpo, parecía haberse quedado momentáneamente a un lado ante el shock.

A Fleur le resultaba terriblemente difícil concentrarse en ayudar a Rúa con tanto alboroto, cuando sus miradas se cruzaron por un segundo y reconoció el pavor en sus ojos acompañado de un temblor quiso continuar diciéndole que todo estaría bien, que no comprendía qué le ocurría pero que así sería. Porque cuando una amiga estaba vomitando en el baño debías sujetarle el cabello. No sabía donde había escuchado esa frase pero es lo que suponía, nunca había tenido amigas. Y tampoco parecía poder serle de ayuda, pues Toni entró en pánico en medio de un ataque de ansiedad y la francesa se vio obligada a desviar la atención hacia él. Craso error.

La manera en la que el español hablaba solo conseguía ponerla más nerviosa, y cuando mencionó que a la sueca le podía estar saliendo un pene de la frente solo quiso desaparecer. La visión de tal imagen provocó que tuviera que agitar la cabeza para deshacerse de ese pensamiento. Luego se quedó algo muda mientras las lágrimas seguían cayendo por sus mejillas, no sabía si Toni pretendía de veras que le respondieran si a él le estaba brotando una protuberancia de ese calibre.
—Cálmate... por favor... silencio —musitó al borde de una crisis nerviosa.

Hubo un punto en que volvió a girarse, porque notó algo extraño, la mano de Rúa desapareció por completo de la suya y lo que Fleur encontró no era a su amiga envuelta en aquel brillo tan hermoso. En su lugar había un caballo espléndido y blanco, casi diría que puro, y de su frente pendía un cuerno tan negro como la noche. Cuando relinchó retrocedió a gatas en el suelo con un grito y bastante asustada.
—Santo Dios...—no sabía mucho de mitología, pero lo que tenía delante era efectivamente un Unicornio. La francesa se refugió bajo la mesa del salón, escapando de todos y en especial de los golpes que el equino daba en el suelo con los cascos delanteros—. Esto no puede estar pasando... esto no es...—la corona de plumas ya completa que presentaba su cabeza rozaba la madera de la mesa, como un recordatorio de que ella también había cambiado, o estaba haciéndolo—. ¿Rúa... eres tú? —no sabía que sería peor, que lo fuera, que su amiga desapareciera por arte de magia o que un Unicornio pudiera responderle. Al final hizo lo que mejor sabía hacer, se arrodilló juntando las manos, y rezó entre gritos, sangre en su vestido, tormenta y arena que entraba desde el patio—. Te lo ruego... y te pido perdón por recurrir a ti en un momento de necesidad cuando he estado distante estas semanas... pero por favor —otro temblor y otro rayo fuera, pegó un respingo, redoblándose su llanto—. Te necesito, necesito que estemos a salvo... he echado en falta tu guía... necesito saber que estás ahí, que no estoy sola, por favor te lo ruego... mándame una señal, lo que sea... —repetiría aquel salmo o mantra con los ojos cerrados en bucle, hasta que todo acabara, o algo nuevo la sobresaltara.

Pefka seguía cambiando. Si se palpase no notaría la dureza de la coraza ya por ninguna parte, pero estaba más atento al cambio de color que estaba apoderándose de su piel. ¡Se estaba volviendo azul! Y también tenía otro cosquilleo extraño en la lengua, donde además notaba calor y una especie de tirones musculares nada propios de lo que era, una lengua. Ese mismo calor y esos mismos tirones los sentía en los brazos y piernas, por cierto, pero asumía que se debían a la tensión del dolor. Y era irónico, porque el agarrotamiento de sus extremidades también le causaba molestias.

La aparición de Toni le sacó de su ensimismamiento y le miró de hito en hito, confuso por sus palabras y el aparente estado de enajenación del español. Los demás en el interior parecían tenerlo peor que el mismo nombrado con tanto grito, así que le negó con la cabeza e hizo un par de aspavientos. Allí fuera estaban bien, aunque tuvieran una tormenta encima. Es más, Toni parecía ileso en mitad de aquel caos. ¿Qué le estaría pasando al resto?
—¡No necesito nada, cuidadelosdemásdentro o intentatranquilizarte aquífuera! —consiguió decirle entre molestias mientras señalaba el interior del torreón.

Había pronunciado muy rápido sin querer algunas palabras que acababa de decir, pese al dolor en el cuello, pero no le dio mucha importancia. Lo sentía por gritar, si eso estaba poniendo nerviosos a los demás, pero por suerte las aberturas y las membranas parecían darle menos y menos molestias. Notaba los dedos tensos y las manos extrañas, pero se sonreía al ver los cambios tanto en su estructura como en el color. Por suerte la lluvia limpiaba cualquier mínimo rastro de sangre. También sentía escalofríos cuando las gotas entraban en contacto con las heridas del cuello. Pese a los dolores y los gestos de sufrimiento, en el fondo disfrutaba de cada descubrimiento con respecto a su nuevo cuerpo y cada experiencia que el proceso de cambio le otorgaba.
—Creo... ¡Creoquefaltapoco, noospreocupéispormí! —exclamó para ambos.

De nuevo las palabras le habían salido a trompicones, mucho más rápido de lo que había pretendido... Esta vez sí le dio más relevancia pues también percibía sensaciones raras en su boca, como si la lengua fuera más ligera... Probó a moverla con cuidado, y descubrió que un gesto cotidiano que antes habría sido a una velocidad normal... ahora era mucho más rápido. «Cuando acabe tengo que tomar nota de todo...» pensó. Sin embargo, tuvo que detener el experimento ya que la metamorfosis de su cuello aún dolía y aún le daba pinchazos. No quería morderse la lengua por accidente a causa de una oleada de dolor, así que dejaría las comprobaciones para después. Y también debía echar un vistazo a los demás, más aún desde que había empezado a escuchar golpes junto con los gritos, pero iría en cuanto pudiera moverse, no mientras estuviera en aquel estado. No sabía qué podrían esperar de él las Lunas, pero sabía que no podía ayudar a nadie mientras no fuera capaz de mantenerse en pie con sus nuevos dedos palmeados y su piel tan suave y resbaladiza con tanta agua... ¡Y azul, iba a ser azul...! ¡¿Con franjas ocres?! No lo veía tan claro en ese momento, pero necesitaría un espejo en cuanto pudiera andar, definitivamente.

-¡JODER!- Gritó la hawaiana algo enfadada al escuchar la respuesta de Toni, pero sobre todo por impotencia y estrés suyo más que por la reacción del español, algo que entendía en aquellas circunstancias. La hawaiana no podía verlo bien al estar tan sentada en suelo y tan rodeada de arena, pero creyó ver que desaparecía dentro del torreón para luego volver con algo entre las manos para Pefka. La Luna Roja provocaba en ella un subidón del cual se sentía algo culpable de sentir en momentos así, pero por encima de todo eso sentía miedo por sus compañeros y por sí misma. ¿Qué les estaría pasando a Fleur y los demás? ¿Cómo estaría Qwara? Lamentaba haberse ido de esa manera cuando le empezó a sangrar la frente. ¿Y los macieleros? Tantas preguntas y ninguna respuesta.

La tormenta personal de arena no cejaba en su intento de rodearla pero a pesar de todo era inofensiva. Maila extendió algo temerosa la mano para tocar aquel flujo de partículas y fue solo entonces cuando se dio cuenta que se había ampliado a su alrededor. Antes no le hacía falta estirarse para tocarla. ¿Cómo era posible que no le hiciera el menor daño y se moviera de aquella manera? Los ojos de la chica ya no reflejaban solo terror, sino también algo de curiosidad, aunque aún desde el respeto. Quizás debido a que había superado el shock inicial y podía empezar a pensar en alguna solución. Empezaba a aceptar que nadie iba a poder ayudarla de todas formas. <<¿Esto es lo que soy? En lo que la Luna Roja me ha convertido? ¿En el centro de...esto?>> Pensó observando la arena con respiración entrecortada y abrazada a sus propias rodillas.

Nuevos golpes y gritos se escucharon desde el interior aunque algo solapados por la lluvia y las tormentas.<<Fleur>> Fue su único pensamiento, incitado por la preocupación y el miedo de que aquellos ruidos provinieran de la francesa. Y como si la arena hubiera escuchado sus deseos más profundos de repente y sin previo aviso dejó de arremolinarse alrededor de Maila y cruzó el patio hasta el interior del torreón con la misma velocidad con la que la había estado envolviendo segundos antes. Maila se quedó congelada en el sitio, aún sin creerse que estuviera libre de la tormenta de arena. Sólo cuando fue consciente de lo aquello significaba se levantó con algo de esfuerzo y fue detrás de ella en dirección al salón.

Se apartó inspirando profundamente para calmarse ante la negativa.

—Algún día... —dijo con una sonrisa.
—Y sí, esta resquemando pero creo que ni siquiera lo siento ya tras... bueno, tras haber dado a luz a un par de alas —se encogió de hombros.

Se encontraba bastante calmado en la mayoría de los aspectos. Tras haber pasado por aquel infierno y haber tenido un momento de felicidad con la finlandesa miró el cuerpo de Sarah como si no pasara absolutamente nada. Sería algo de la Luna sin más.

Se agachó un poco para que bajara tranquila y por unos segundos estuvo tentado también de quedarse contemplando la Luna con ella. Pero la razón, la preocupación y la curiosidad sobre sus compañeros le ganaron el pulso. A parte quería ver si Ulmara estaba cerca o si se había ido.

—Casi tan hermosa como tú —le dijo acercándose por su espalda— pero los demás igual nos necesitan un poco. Además, va a quedarse aquí toda la noche y bastante más. Podemos y puedes subir a verla luego todo lo que quieras. Venga, luego volvemos.

Y con un pequeño beso en la coronilla y una palmadita en la espalda se giró para irse hacia abajo. Solo había un problema. No cogía por la puerta en ninguna de las direcciones así que tuvo que pasar agachado y de lado como un cangrejo. Incluso por los pasillos y con Sarah ya en cuello tenía que agachar la cabeza por los cuernos.

Al fijarse en que los dedos parecían estirársele, que estaba transformándose ella también, se despejaron sus preocupaciones sobre ella y el resto y bajo de manera calmada aunque escuchando algo de alboroto con los macieleros aceleró el paso.

Mientras que estos cruzaban el umbral la entrada hacia el piso superior comenzó a iluminarse en un blanco radiante cada vez más intenso. La primera en aparecer fue la jack frost bañada en aquella luz que se refleja en sus cuernos de cristal y aún se movía detrás suya. Entonces unas plumas de blanco puro la siguieron, y a estas el cuerpo agachado del frivy. Aprovechando la apertura del salón Nery´s se irguió al fin y dejó que sus alas se estirasen a su gusto. Sus cuernos eran dos haces de luz que formaban una aureola radiante y sus ojos les acompañaban con un fulgor nacido de sus pupilas que se entremezclaba con el azul de sus ojos. Sus alas eran enormes y bañado en su propia luz contemplaba la escena con mirada serena e inalterada, aunque se paro en la criatura que se parecía a lo primero que les atacó en la ciudad, pero mucho más elegante y hermosa. No parecía agresiva ni que hubiera atacado a nadie.

Al ver a la francesa escondida  le tendió Sarah a Kiki al son de "Ni se te ocurra escabullirte de esto. Luego lo que quieras." y se acercó a la francesa con cara preocupada.

—¿Estás bien? —le dijo hincando la rodilla para agacharse y extendiendo una mano con la palma levantada para que la tomara.

Cuando Pefka se negó a que Toni le ayudase, este bajó los brazos y se puso la manta sobre los hombros. No pensó en el movimiento, lo hizo tras la negativa sin ningún pensamiento entre el rechazo y el movimiento de brazo. La manta estaba mojada, se dio cuenta cuando entró de nuevo al salón haciendo caso a Maila.

– PERO SI ESTOY CALLADO, ¿HABLANDO? ¿QUIÉN ESTA HABLANDO? YO NO ESTOY HABLANDO - Toni estaba desbocado, le salían las palabras por la boca sin poder controlarlas. – PERO SI ESTOY TRANQUILISIMO NO ME VES. NUNCA HE ESTADO TAN TRANQUILO- respondió tanto a Fleur como a Rua.

Era evidente que tranquilo era lo único que no estaba. Notaba una euforia descontrolada, cada parte de su cuerpo a la perfección y cada bello erguido. Tenía el pelo mojado sobre la cara, el peso de la manta sobre los hombros que caían como un mantón. Toni cogió aire dándose cuenta de que no había respirado desde que se hizo la manzanilla. Aspiró con más fuerza al notar como sus pulmones se abrían nuevamente, cada uno de sus alveolos hinchándose sin fin. Se asustó al ver que no tenía limite y paró en seco de aspirar. Suspiró. Un fuerte viento le nació desde la garganta huyendo en dirección a Fleur y Rua. Cuando fue consciente de la fuerza del viento que producía su aliento, cerró rápidamente la boca poniendo sus manos sobre ella. Pero ya era tarde, el vendaval ya iba en busca de las dos humanas.

La sueca podía sentir como su cuerpo parecía nutrirse de magia, se llenaba se hinchaba y se sentía vigorizada por ello, podía sentirlo casi como erizándole su nueva piel. Se sentía bien, poderosa e increíble pero la frustración de que fuese un cuerpo de caballo mantenía una intensa frustración en ella que no le dejaba disfrutar de aquellas sensaciones, de sentirse pletórica e increíble. Se sentía viva, más viva e impresionante, pero sin ser capaz de liberar aquello de forma alguna, cuando ni siquiera podía moverse con su propio pie. Quería moverse, correr, pararse dignamente en medio de esa ciudad ruinosa y beber de ella, pero no podía hacer ninguna de esas cosas.

Por el lugar aparecieron corriendo los macieleros los cuales prácticamente vio sin siquiera girar del todo la cabeza, viéndolos correr hacia el exterior del torreón antes siquiera de que pudieran hacer nada, mas allá de relincharles como reclamo. ¿Hacer que de todos modos? ¡Su cuerpo era el de una maldita yegua! No podía hablar, ni tan siquiera podía levantarse con esas patitas que parecían mondadientes en comparación al cuerpo.

Rua quería gritar de frustración, pero solo bufidos salían de su nuevo hocico burlándose de su fastidio. ¿Iba a quedarse así en serio ¿Cómo un maldito unicornio que ni siquiera podía hablar con nadie? Intento emitir algún sonido coherente cuando vio a Fleur apartarse bajo una mesa, aterrada intentando rezar, pero nada más que extraños sonidos salieron de su boca. Intento moverse, pero no había demasiada coordinación con su cuerpo, esas patas parecían no ser suyas y al mismo tiempo si, como un recién nacido que apenas averigua que tiene manos y pies.

Rua intento mover su cuerpo y apoyar sus cascos delanteros, porque manos…ya no podía llamarles mano. Sus manos…sus uñas…su cuerpo. << No sé si los caballos lloran, pero aguanta Rua, aguanta >> pensó internamente intentando buscarle algún lado positivo y no encontrándoselo por ninguna parte. Hizo un intento para al menos acomodar su nuevo cuerpo y apoyar las patas delanteras con intención de ver como impulsarse y levantarse, ese cuerpo pesaba demasiado para lo que estaba acostumbrada. Un escalofrió pareció recorrer entonces su nueva forma equina y pudo ver como una enorme figura alada entraba al salón dese las escaleras, desconcentrándola de sus intentos.

Era Nerys, luciendo unas inmensas alas y un inmenso cuerpo que casi hacia que tuviera que pasar agachado por la salida de las escaleras. Las inmensas alas blancas, los cuernos. ¿Un demonio? ¿Un ángel? Era lo primero que se le paso por la cabeza la sueca y se sintió aún más molesta si cabía ante la imponente figura del frivy. La luna debía ser una perra de cuidado y jodidamente injusta dando su bendición…o maldición en su caso, porque no había nada jodidamente bendito en ser un caballo en esa ciudad. <<Unicornio, si bueno…que ¿más da? ¿Qué mierda voy a hacer con esta cosa? ¿Ensartar a alguien? Aquí la gente vuela, tiene armaduras de huesos, tiene magia y mil cosas>> vio a Nerys acercándose a Fleur no sin provocarlo cierta desconfianza que no comprendía. ¿Tal vez no la reconocerían? No había visto su cambio al fin de cuentas.

Y vio tras Nerys, a quien imaginaba era Kiki, de un color más azulado de piel y con una impresionante cornamenta de cristal, que tenía junto a ella el cuerpo de Sarah que tenía muy mala pinta, pero que a esa distancia era difícil saber que le pasaba. <<Pffff….Ni con cuernos puedo competir>> Rua se sintió aún más fastidiada por la situación. El terror y la incertidumbre de no saber si se quedaría con ese cuerpo para siempre le hacía sentirse horriblemente mezquina con sus amigos y sus nuevas apariencias, por más que no pudiera expresarlo más allá de sus pensamientos. Ninguno había perdido su cuerpo, si acaso habían obtenido impresionantes formas con la Luna, pero aún tenían sus cuerpos, sus voces, sus piernas, sus manos, sus malditas caras.

Ni siquiera envidiaba el hecho de poseer alas o cornamentas diferentes, ella ya era impresionante sin necesidad de la Luna o de tener nada de eso, envidiaba que tuvieran el cuerpo humano que ella había perdido y que no sabía si podría obtener de nuevo.

<<Joder, como sea, intentemos levantar esta mole al menos… SI voy a estar jodida de todos modos, al menos estarlo luciendo con algo más de dignidad que como un felpudo de piel en el suelo.>> pensó girando sea nuevo cabeza para observar su cuerpo, al momento que un repentino corriente de aire pareció entrar a la habitación con una fuerza brutal que hizo que tuviera que cerrar los ojos y agachar la cabeza rozando el hocico con el suelo, sintiendo como el golpe de viento lanzaba hacia a tras lo largas crines que caían por su cara y por parte de su cuello.

<< ¿¡Y AHORA QUE COJONES FUE ESO!? ¿Por qué ha entrado de pronto un vendaval y un tormenta de arena aquí dentro!? >> Rua parpadeo confundida entreabriendo los ojos, viendo a Toni entrar con expresión incrédula cubriéndose la boca, seguido d euna especie de nuvbe de arena y tras ella viniendo Miala, un comitiva surrealista cuanto poco. De Pefka aún no sabía nada. Ninguno de los dos parecía haber sufrido cambio alguno aun asi. Es más, los dos aún eran humanos.

Rua soltó una especie de pedorreta con la boca en dirección de ambos, mas parecido a un bufido, como una forma de expresar de cuanto sentía Rua que la vida, o la Luna, era una mierda injusta.