Torreón Sendar

Recuerdo del primer mensaje :

Magia:

La divisaron a lo lejos. Una enorme cueva vertical se alzaba desde la tierra, colosal, majestuosa e imponente sobre la calle, y con una vista espléndida sobre esta. Aceleró el paso por curiosidad y esperanza, porque que algo estuviera en mejor estado que las calles que habían atravesado... ya era mucho. Además, no quería seguir hablando de los Hijos de Bakaiar allí, fuera, al descubierto, como si pensar en ellos o mencionarles pudiera atraer al de antes.

Cuando llegaron, sonrió al reconocer un foso, porque le era familiar del hogar, y se maravilló aún más al ver la enorme superficie de madera que lo atravesaba y que conectaba con el edificio.
—No sé si esto es lo que buscábamos, pero tiene buena pinta.

No esperó a los demás. Se había fijado en unos inventos nuevos que sujetaban la madera del foso y que se introducían en la cueva, y quería investigar tanto eso, como el interior como todo lo que pudiera. Se adelantó al grupo y caminó por la lámina de madera con toda la curiosidad del mundo, hasta llegar a la lámina vertical. La reconoció, parecida a las de esa cueva donde despertaron, así que empujó con el hombro hasta que se movió. Y... una vez dentro, se quedó parado en la puerta. ¡Era enorme! ¡Y había un sinfín de cosas sin determinar!  
—¡Esto es alucinante! —exclamó mientras liberaba el camino para entrar.

Le temblaba la pierna derecha, pero de anticipación por querer explorarlo y entenderlo todo. Su mirada saltaba de un artefacto a otro, de una pared a otra, de un punto a otro. Y aún tenía que investigar los hierros que entraban y salían de la cueva y se anclaban a la lámina de madera del exterior. Necesitaba nombres para aquellas cosas nuevas. Ahora sería él quien preguntara a los demás.

Los siguientes días fueron una rutina, que no había variado demasiado de los días anteriores. A excepcion de las guardias y la investigacion de zonas cercanas. Aun no daban con los chicos del otro grupo, caso normal cuando intentaban no alejarse demasiado, siendo prudentes especialmente ahora que a veces veían los dragones en el cielo, ella mismo llego a verlos, o cuando atisbaban cuando iba por las cestas lo que debían ser ciudadanos a la ciudad a lo lejos.

Nunca se acercaron a ellos, desde luego y agradeció que nadie pensase en hacerlo tampoco. Rua no podía confiar tan fácilmente en nadie mas allá de aquellos muros, no después de como algo o alguien los había sacado del torreón con magia. Esa que parecía aun estar tan lejos del alcance de todos ellos, pues seguían sin tener ni idea de dónde o como dar con ella. Más que paranoia le podía más la prudencia.

Incluso si los días pasaban sin demasiados cambios, siempre estaba ahí las dudas y seguridad de que no estaban 100% seguros ni siquiera detrás de esos muros. Rua no se dejaba vencer por el miedo, o lo intentaba al menos, aunque a veces costaba. ¿Cuánto llevaban en la ciudad? ¿Un mes? ¿Más de un mes? No estaba segura pero se le estaba haciendo eterno. ¿Qué estaría pensando su familia de su ausencia? ¿Qué creían que había pasado con ella? A veces aquellos pensamientos inundaban su mente cuando dormía o la veces que le tocaba vigilia nocturna. Era en aquellos momentos que dejaba de ser la Rua sonriente, descarada y arrogante, malhablado y maliciosa, que usualmente era vista durante todo el día y se permitía acurrucarse sobre si misma.

Fantaseando con que una mañana despertaría hundida en sus comodo colchón rodeada de sus cojines, con el aroma de las flores que poblaba cada una de las macetas de la casa, que al levantarse perezosamente le esperaría un chocolate caliente preparado por su mama Ebba, los llamados de mama Nora intentando despertar a Isak, cuyas sabanas se le pegaban toda y cada uno de los días.

Por supuesto, aquello nunca ocurría. Se había hecho a la idea ya tras ese tiempo que estaba lejos de volver a tener esos días de rutina, pero fantasear con una cierta normalidad, con su cotidianidad entre tanto incomodidad y ansiedad, le traía cierta paz.

~~~~~~

Aquella mañana su despertar fue uno de los más abruptos en algo de tiempo. Un pitido le hizo medio despabilarse despeinada y confusa. Pero fueron finalmente las voces asustadas y apresuradas las que sacaron totalmente a Rua del mundo de los sueños.

Con ojos muy abiertos y algo sobresaltada, se levantó, sintiendo como el estómago se le encogida. ¿Quién estaba de guardia ese día? <<Iemai>> Rua se acercó notando los nervios patentes en algunos, no tardando en dar con la cercana que aprecia haber visto algo en la ventana, que estaba siendo rodeada con preguntas de aquellos que ya habían despertado. Rua se mordió el labio inferior, escuchando las palabras de Kiki pidiendo que se unieran y bajaran.

Pero sus ojos estaban sobre Iemai que apretaba con fuerza el silbato de Pefka, su atencion mayorment epuesta en aquella ventana. Había visto algo, no había maldita forma que dudase que había visto algo. ¿Con todo lo que había ocurrido? Joder que no lo hacía. Pero también todos estaban poniéndose excesivamente nerviosos.

-Iemai, respira hondo…intenta tranquilizante, por favor ¿crees que pudiera ser un murciélago de esos de fuego? A veces pasan muy cerca de las ventanas, son escalofriantes.– dijo antes de posar su mano en su hombro sano intentando que la prestase un poco de atención a ella y no tanto a la ventana, parecia realmente alterada. Ella también sentía los nervios bajo la piel, pero estaba intentando por todos los medios que no cundiera el pánico incluso en ella. Eso nunca traía nada bueno. Hasta ella alguna noche medio se había sobresaltado al ver a una de esas cosas volando demasiado cerca de la ventana, así que no sería ella quien juzgaría a la cercana si se había alterado por algo así.

- Intentemos hacer lo que dice Kiki, así nos quitamos de dudas si os parece, ver que puede ser. Pero tomad las armas…solo por si acaso. - añadió tragando. Esperaba de verdad solo fuese un murciélago.

Los días pasaron entre salidas y guardias. Ulmara cada vez veía mejor de día, dentro de lo posible, y acabó por incorporarse a la mayoría de las excursiones: a por comida, para hacer perímetro, para conocer el sitio de la trampa… Salía siempre que podía, ya que a veces las guardias nocturnas la cansaban demasiado. Tenían de fondo la idea de buscar a los del otro grupo, pero no habría sido prudente arriesgarse tan rápido. Por suerte, no volvió a ocurrir nada en ni una sola noche, transcurría todo con normalidad relativa. La normalidad extraña de unos chavales secuestrados.

Ella no lo sabía, porque no se trataba de un cambio consciente, pero su paciencia se acortaba gotita a gotita. A veces se le olvidaba rezar a los dioses, o zapateaba esperando la comida; cuestionaba comportamientos en lugar de excusarlos por motivos interculturales o le daba por acelerar el paso en la calle porque le abrumaba refrenarse para mantener el ritmo de otros más lentos que ella. Pequeños detalles sin importancia, difíciles de captar para quienes no sabían lo que ocurría en Rocavarancolia.

Por suerte, las relaciones entre todos, aunque todavía algo enrarecidas, también mejoraban gotita a gotita. Ulmara los empezaba a conocer mejor, igual que ellos a la cercana. Se dieron charlas interesantes, pizzas compartidas y consejos de ida y vuelta durante los entrenamientos; cosas que, unidas, le hacían sentir un poco mejor con el encierro. Uno de los consejos se lo dio a Nery’s, para que no se plantara en la calle con un escudo y una alabarda,sugiriéndole pillar una de las lanzas más cortas, mucho más manejables para usar con escudo.


Ulmara no sabía si estaba soñando cuando sonó el silbato, se incorporó inmediatamente en la cama, aturdida, miró a todas partes, y reveló el cuchillo que escondía bajo la almohada. Iemai estaba de guardia, con el silbato de Pefka en la mano, y la otra señalando a la ventana. Parecía muerta de miedo y Ulmara no la culpaba. Por suerte, hubo gente más cercana a la ventana que se asomó.

Enarboló el cuchillo con ambas manos y apretó con fuerza los dedos para disimular un leve temblor incipiente. Estaba asustada, era innegable, y aún así le faltó tiempo para ofrecerse. Ser cercana favorecía los actos suicidas.

—Voy abajo —dijo con seriedad absoluta.

Agradeció en silencio que el frivy se le uniera con lanza y escudo (<<Y yo que me siento paranoica por guardar la daga bajo el cojín>>), y le dejó liderar la marcha, pues ella no tenía con lo que protegerse. Por su parte, ella encendió una vela para alumbrar el camino. No vieron nada por las escaleras, ni en la planta baja, ni en el patio. Ulmara era consciente de que sus ojos se adaptaban mejor a la oscuridad de la noche y prestó tanta atención como pudo, en vano.  Tampoco vio nada en el sótano.

—¿Vamos a la azotea? Por si acaso… —estaban en la planta baja cuando sugirió eso. La cercana ya se sentía algo más relajada y, de hecho, no pensó en el miedo que sentía el frivy a las alturas.

Ese día se acabó por ir a la cama sin entrenar, con una punzante sensación en el pecho y en el estomago recordándole que quizás no debería haber dejado de tomar las pastillas. Pero los días pasaron y todos estaban bien, confirmado por el anuncio de Kiki, aunque noto a Pefka algo preocupado con su... ¿piel? Debía preguntarle sobre aquello.

Una vez calmados planearon como explorar y se aventuraron poco a poco en las calles. Aquellas opresivas ruinas se volvían incluso más imponentes cuando iban sin rumbo fijo. Las enormes catedrales y los portentos derruidos que otrora debían haber sido una vista magnifica ahora le acosaban con la mirada de sus ventanales. Por ello algo tan simple como las paredes y el techo limitando el espacio se volvió un santuario incluso a sabiendas de que podía ser traspasado con facilidad. Por ello aquellos viajes a la costa a por comida se le hacían cada vez más agradables. El espacio abierto y la costa le permitían ignorar aunque fuera un poco la opresiva mirada de la ciudad y el camino ya les era muy conocido.

A veces cuando volvía de explorar simplemente se iba directamente a la cama o a los brazos de Kiki, buscando calma, buscando librarse del agobio. Estar con ella siempre le relajaba, aquella caótica personalidad le hacía sentir que todo iba bien, que no necesitaba preocuparse tanto.

Su otro gran problema era el tiempo vacio. Tras las dos primeras semanas de descanso el no tener nada que hacer, ni reuniones que atender, ni documentos que revisar, ni fiestas cada noche le dejaban un casi doloroso tiempo libre muerto. Era demasiado extraño, el simple hecho de poder sentarse y no tener que hacer nada era algo con lo que no había lidiado en años y ahora, sin internet ni tan siquiera libros, aquellas horas muertas se le aparecían sin remedio dejándole una sensación frustrante.

Empezó a interesarse aún más por la cocina, a preguntar sobre las armas y herramientas de la armería, a afinar su voz cantando... incluso a acostumbrarse a las alturas del ático, pero todos aquí leyendo sabéis a que se debe eso último. Por supuesto siguió bailando con Pefka e incluso le enseñaría de vuelta sus bailes si el krabelinense quería.

Pero en general... era feliz. Incluso con la opresión de las ruinas y las horas vacías. Por fin podía relajarse, podía charlar de cualquier cosa con sus nuevos compañeros incluso con los roces y la casi hiperactiva humana que se había hecho como quien no quiere la cosa un hueco tan grande en su vida le hacía sonreír al despertar cada mañana.

Por su puesto no esta "mañana". El silbato lo despertó y la confusión pasó a una mezcla angustiosa de miedo y urgencia obligándose a separarse de Kiki y tomar su escudo del lado de la cama y lanza pese al entumecimiento de acabar de despertar, arma que había sustituido a la alabarda aunque le gustase más, porque Ulmara le había dicho que no era inútil llevarla así a una mano con el escudo. Pero antes de que pudiera moverse mucho ella se acercó a él para ir pegados, cosa que le pareció lógica.

-¿Ultraestáis todos bien? -Preguntó para confirmar que no le hubiera pasado nada a nadie. Él estaba como siempre dormía, sin pantalones y con algo ligero en la parte superior pero con su lanza y escudo bien sujetos e imponentes, listos para lo que fuera.

Pero una vez vio que no le había pasado a nadie no dudó en acompañar a Ulmara.

-Hipervoy contigo. -Le respondió sin una pizca de duda pese al miedo.

-Supervamos a echar una primera ojeada. Megareparaos bien los demás con las armas que subimos aquí para seguirnos. Mi sable ultraestá a la derecha de nuestra cama. -Dijo refiriéndose a la cama donde dormían juntos él y la finlandesa. Y sin más bajó con Ulmara.

Avanzó en formación con la cercana, con sudor frio bajándole por la frente y el corazón bombeando lo más rápido que podía debido a la alerta. Pero nada. No encontraron nada.

-Si... superavisemoles primero para que bajen. Pero hiperasomemonos solo un poco ahí arriba. Ultrano hay techo ni muros que nos resguarde de las cosas que pueden volar ahí. -Se había acostumbrado lo suficiente a la azotea como para ni pensar en el borde con el miedo que sentía ahora mismo.

Maila agradeció que Rua y Nery´s entendieran su postura, y tras gesticular una sonrisa culpable al ver la expresión que Fleur le echaba decidió sentarse a comer con el resto. A pesar de todo lo que había pasado se mmoría de hambre, y comió vorazmente meintars escuchaba de fondo la conversación del grupo. Preguntándose si le habría molestado demasiado a la francesa su intervención. Aquella misma noche se se empezaron a hacer las guardias nocturnas, y una parte de la hawaiana durmió más tranquila tras ello.

El resto de los días los pasó como una cuenta atrás. Cada día era uno menos para buscar al otro grupo, y aunque eso la ponía nerviosa y asustada también anhelaba aquel encuentro. Necesitaba que fueran avisados al menos de lo ocurrido, y con ese objetivo en mente siguió entrenando con el machete. Poco a poco le resultaba más fácil de manejar, no pesaba mucho y cada vez se cansaba menos entrenando con él. Tampoco se le escapó los avances de Fleur tanto con el arco como con su timidez, para Maila era como si un interruptor se hubiera activado en su cabeza. <<Es el interruptor de la supervivencia>>. Pensaba la chica a menudo.

A la par mantuvo conversaciones con sus compañeros, para dar su opinión sobre temas importantes o simplemente para conversar. Si le hubieran dicho meses antes que iba a estar en otro mundo hablando con gente a su vez de otros planetas se habría partido el culo. Ahora no veía la gracia de aquel asunto, desde luego.

Por si fuera poco tenían que estar pendientes por si sentían algo extraño tras el pinchazo que tenían, y por el momento y exceptuando una ocasión en la que Fleur le tocó el hombro y creyó que tenía fiebre no había pasado nada raro. Los dían que salían a explorar o a por comida fueron tranquilos, a pesar de encontrarse con gente que desaparecían nada más verlos. Para Maila fue una sorpresa que no hicieran algo más violento como cargar contra ellos hasta matarlos o algo por el estilo, pero estaba claro que no se quejaba.

La noche en la que Iemai los despertó con el silbato la chica abrió los ojos sobresaltada, y tras casi caerse de la cama por intentar levantarse rápido cogió uno de los cuchillos que había en la habitación.

-¿P-pero qué...?- Dijo todavía algo atontada. -¿Qué has visto?- Preguntó alertada mientras se acercaba urgentemente a Fleur y le ponía una mano en el hombro. No le gustaba que tanto Ulmara como Nery´s hubieran bajado solos, pero en ese momento poco se podía hacer y aún estaba algo desorientada como para procesar la situación como era debido.

Maila se giró con recelo hacia la ventana con temor a lo que pudiera haber visto e imaginándose cientas de diferentes abominaciones en el exterior. Lo peor de aquella maldita ciudad es que nunca sabías que nuevo peligro podrías encontrarte.

-Si, tenemos que bajar.- Secundó la hawaiana.- Creo que tendríamos que estar todos juntos-. Comentó din dejar de mirar la ventana, con un deje de temblor y miedo en la voz.

En algunas ocasiones, sin venir a cuento y la mayoría de las veces durante la noche, el corazón le latía a una velocidad preocupante. Estaba tranquilo, descansado, pero su corazón latía con fuerza.

Durante días las guardias, pasaban sin pena ni gloria, una tras otra, hasta que se convirtió en una rutina. Todas hasta que Iemai toco el silbato.
- ¿Pero a ver qué es lo que has visto exactamente?- Todavía le costaba hablar con soltura, seguía dormido, cuando le puso una mano a Iemai en el hombro.

Ulmara y Nerys fueron a investigar, Toni quería ir a buscar con ellos pero sería estorbar. Prefirió quedarse junto a Iemai e intentar que estuviera bien, que se tranquilizase para que les contara que era lo que había visto exactamente.

Se acercó a Maila y le puso la mano en el hombro- Te diría que estamos seguros aquí, pero sabemos que no, sí, quizas mejor que estemos abajo- terminó la frase volviendo junto a Iemai.

Iemai temblaba, incluso cuando un montón de figuras comenzaron a rodearla y, por tanto, escudarla de alguna manera. Sus compañeros habían salido rápidamente de sus camas al oír la alarma, y el barullo de voces comenzó a resultar caótico. Iemai a duras penas diferenciaba unas palabras de otras debido a su ataque de ansiedad.
—Hay algo… algo fuera… de verdad que lo he visto. Se movió —decía, sin poder precisar qué era lo que creía haber visto. La mano de Rua se posó en su hombro pero sus palabras sonaban vacías al pedirle que se calmase—. Si fueran murciélagos se verían brillar —llegó a responderle antes de quedarse callada durante un buen rato.

Desde que Rua la había tocado comenzó a sentirse aturdida, su mente no era capaz de procesar lo que estaba sucediendo, pero lo cierto era que aquello le ayudó a aplacar parte de su ansiedad. Poco a poco fue volviendo en sí, dándose cuenta de que algunos habían salido a comprobar si realmente había algo o alguien al otro lado de las murallas, y que algunos todavía intentaban hablar con ella. Iemai era la única que había llegado a ver aquel movimiento, pero como todos dormían cuando había sucedido ya no tenía modo de demostrar nada, a pesar de que estaba segurísima de lo que había percibido.

—No lo sé —le respondió a Toni, apartando la mirada—. Me asusté al ver algo moviéndose ahí fuera. Juro que vi algo. Si ya no está ahí… si ya no está pues mejor, pero ahí hubo algo.
Iemai se abrazó a sus rodillas y hundió la cabeza en estas. Estaba demasiado asustada aún y no quería pensar en la posibilidad de que nadie la creyese.

Cuando vio que Iemai se derrumbaba ocultando su cara entre sus rodillas.
- Tranquila, no dudo que hayas visto algo, esto es Rocavarancolia, lo raro es que no vieses nada. - dijo Toni alejándose un poco para que Iemais pudiera respirar.

Cuando kiki se abalanzó nerviosa a revisar a Iemai, Toni se puso nervioso. - A ver despacio que está mal, vamos a dejarla respirar un poco y que se tranquilice. Todos te creemos, por eso no te preocupes.- Antes de terminar la frase Kiki cayó en redondo al tocar a Rua.

- ¡¡¡Rua!!!- Toni lo decía mientras se acercaba corriendo para intentar quitarle de encima a Kiki.

En un momento prácticamente todo el mundo estaba despierto y en movimiento, ya fuese intentando calmar a Iemai o dirigiéndose hacia la planta baja armados para ver que ocurría. Rua esperaba que Ulmara y Nery’s no les dieran otro susto más, pero en esos momentos le preocupaba más el estado ansioso de la cercana.

Esta llego a responder la pregunta de todos antes de por fin lograr calmarse un poco. Rua suspiro, aun incomoda y tensa. <<Tiene razón en eso >> pensó mordiéndose el labio inferior ante su explicación de que no podrían haber sido los murciélagos. No dudaba que hubiera visto algo, ¿pero el que?

- No desconfiamos de ti Iemai, si dijiste que viste algo, te creemos –aseguró Rua. Iemail estaba demasiado alterada hacia unos momentos como para desconfiar de eso. Sin contar que al cercana era además nocturna, veía en la oscuridad, no sería tan sensible a las sombras imaginarias que aquellos con poca visión en la noche tendrían de normal. O al menos eso quería creer.

¿Podría ser alguien observándolos para intentar secuestrarlos de nuevo? Sintió une escalofrío, viendo como Kiki se acercaba rápidamente a Iemai totalmente nerviosa para examinarla. No habían tenido ningún sobresalto en todo ese tiempo con los pinchazos, todo había estado normal, pero la incomodidad de que en algún momento alguien había hecho algo con ellos y no saber el que o el por qué, seguía en el fondo de su mente.

-¿Qué? ¿Yo? -estaba sumergida en aquellos pensamientos cuando la repentina mención de Kiki la descentro- Ah, si yo estoy bien – respondió aun así dejando que le agarrase y revisara, estaba segura que no se iba a quedar tranquila hasta comprobarlo.  - ¡Ey, oye! ¡Kiki! – exclamo sorprendida, al notar como de pronto la finlandesa parecia marearse o asi, haciendo que Rua la sustuviera torpemente, no viendose venir aquello.

-Oye ¿estas bien? Como me preguntas si soy yo la que estoy bien cuando de repente te derrumbas. -exclamo sorprendida, no esperando e verdad que ella le fuese a responder agarrándola de los brazos torpemente, no estaba para nada estabilizada para que de pronto alguien se dejara caer sobre ella de la nada. Vio Toni acercándose tras haberse sorprendido también con un grito, para ayudarle a estabilizar a la finlandesa- Gracias...vamos a hacer que se siente, debe haberse mareado por los nervios u algo – dijo Rua intentando sonar tranquila pero igual un poco apurada, agarrando a la chica con ayuda de Toni para sentarla en la cama más cercana.

Ulmara estaba en tensión, asustada pero firme; quizás también algo excitada, tras comprobar que no había nadie abajo y permitir que el miedo se rebajara un poco; aunque no lo reconocería en aquel momento. Asintió a las palabras del frivy y emprendieron, él delante y ella detrás, el camino de vuelta hasta la habitación donde dormían todos desde el incidente.

Se asomó por la rendija de la puerta y se encontró una estampa que bien podría formar parte de algún cuadro caro: Iemai hecha un ovillo de congoja, mientras que Rua y Toni sujetaban a una Kiki que… ¿Se había desmayado del susto? <<Dioses…>>. Ella no estaba en posición de juzgar, pero era mucho más fácil hacerlo de dentro a fuera que de dentro a más adentro. No fue a conciencia, por eso no se planteó que, quizás, hace un mes habría intentado comprender lo que veía en lugar de resoplar para adentro.

—¿Estáis bien? —preguntó. Pero era una mera formalidad—. Podéis bajar si queréis, no hemos encontrado nada. Ahora vamos a mirar en la azotea por si acaso, ¿vale?

La cercana le hizo un gesto al frivy para que avanzara y desapareció del umbral de la puerta. Buscaron en el resto de habitaciones y tomaron las escaleras. La cercana se había despistado, no recordaba que Nery’s tenía miedo a las alturas, en parte porque… ¿lo había visto subir hace unos días? Probablemente. La azotea les esperaba inhabitada. La luz de la vela y las alas brillantes de los murciélagos flamígeros eran lo único que iluminaban la noche opaca de Rocavarancolia, Ulmara se sintió pequeña.

Buscó bajo aquella cúpula de negro y fuego algo destacable, oteó (buscando) el horizonte. Le valía cualquier señal: una sombra más clara, algo que se moviera bajo las luces vivas de los mamíferos o la llama insuficiente de su vela… Nada llamó su atención, sin embargo.

—Pues parece que solo fue un susto —le dijo al frivy, y resopló, abortando una carcajada de tranquilidad.

Aflojó el agarre del cuchillo y contempló durante unos instantes los destellos que reflejaba la hoja.

Incluso sin ver nada no se había relajado, podía escuchar su propio corazón latiendo como si lo tuviera en sus oidos, por ello subió tenso cada peldaño a la espera de que pasase cualquier cosa.

No se esperaba la escena dentro de la habitación grupal y la preocupación por ella le empujó a acercarse y hacer esperar un poco a Ulmara. Disipó la preocupación y la tensión de su voz para sonar calmado.

-Está todo bien, no pasa nada ahí abajo. -Sonaba dulce y tranquilizador mientras se dirigía claramente a la finlandesa. Además la falta de pantalones hacía la escena menos seria. Antes de girarse dio una mirada de complicidad y agradecimiento a Rua y Toni por haberla sujetado.

-¿Qué tal si encendéis la cocina? Algo caliente seguro que nos ayuda. -Miró a Qwara y a Maila esta vez. Confiaba en ellas para que hicieran algo que animara al grupo. -Ahora bajamos.

Había sonado hasta alegre, cosa totalmente falsa. Ulmara lo sabría al instante por su cambio de expresión a una mucho más sería en cuanto los dejaron atrás.

Abrió la puerta a la azotéa con sumo cuidado, escudo por delante, solo para que la oscuridad se lo tragara como hacía con toda la ciudad por las noches. Era una visión que perturbaba siempre enormemente al frivy, más aún allí arriba donde no podía llegar a ver los bordes.

La luz de la vela a él apenas le servía allá arriba a la intemperie y esperaba que Ulmara dijera algo, aunque cuando lo hizo no fue capaz de relajarse. Ni siquiera con su carcajada.

-¿Megacrees que superha sido el sueño o algo así? -La miró a los ojos sin una pizca de relajación en ellos. Aquella figura seria con la lanza y el escudo era imponente. Nery´s hacía un mes ni siquiera quería golpear al muñeco de entrenamiento usando todas sus fuerzas. Ahora lo sacaba volando de una carga con el escudo.

Poco a poco la alarma se fue extendiendo entre sus compañeros conforme se despertaban. Pero ninguno de ellos pareció ver nada extraño así que decidieron que Ulmara y Nery´s descendieran a comprobar la planta baja y también la azotea. Por su parte Fleur permaneció inmóvil y aunque la mano de Maila en su hombro lograba calmarla negó con la cabeza, no debían separarse demasiado.

Mirando fijamente a Tony la española asintió de acuerdo con él, no quería que en caso de ser solo un susto Iemai se sintiera mal, y además al frivy y la cercana tras anunciar que no había nadie en la primera planta aún les quedaba revisar la parte superior del torreón.
-No hace falta que lo jures, te creemos -le aseguró con una voz más calmada, más valía remediar que curar. Luego se acercó con urgencia cuando Kiki pareció perder el equilibrio a causa de un posible mareo. Fleur parpadeó rápido mientras miraba a los presentes asombrada y más preocupada ahora- ¿estás bien? ¿necesitas que te abanique? -preguntó en cambio desde una distancia prudencial, no quería atosigarla, de ser posible en aquella circunstancia habría ido a por un vaso o un paño frío para refrescarle la nuca a la finlandesa. >>Menos mal que Rúa la ha sostenido a tiempo<<

Maila escuchó con atención las palabras de Iemai, palabras que la chica creía totalmente. La cercana estaba asustada y nerviosa, la clase de miedo que uno solo sentía cuando había visto algo espeluznante. A su vez la hawaiana no paraba de mirar a la ventana, preguntándose muy a su pesar que criatura  podría haberse asomado. La chica sacudió la cabeza en un intento de quitarse esos pensamientos de la cabeza. <<No hagas eso, tonta. Te vas a volver loca>> Se reprendió a sí misma.

Por desgracia la situación fue a peor cuando Kiki, aparentemente sin ningún motivo, se derrumbó hacia Rua. Maila hizo el amago de cogerla, pero la había pillado desprevenida y estaba más lejos. Por suerte la sueca reaccionó a tiempo y junto con Toni lograron que se sentara en el suelo.

-¿Qué te pasa? ¿Estás bien?- Preguntó alarmada la hawaiana mientras miraba al resto de sus compañeros. La chica se agachó un poco para estar a la altura de la finlandesa, que estaba en el suelo cuando llegaron Ulmara y Nery´s. <<Algo es algo>> Pensó cuando la cercana y el frivy dijeron que abajo no había nada. Aún así no le pareció buena idea bajar a la cocina a preparar algo, entendía lo que quería decir el chico pero la verdad era que aún tenía bastante miedo. ¿ Y si cuando ellos subieran a la azotea lo que fuera que hubiera visto Iemai entraba por el patio? Prefería no arriesgarse hasta que no estuvieran todos juntos.

Por otro lado Maila quería acompañarles, pero tenía miedo de estar separada de Fleur por si pasaba algo y confiaba en que Nery´s y  Ulmara sabrían desenvolverse lo suficiente para al menos alertarlos rápidamente si encontraban lo que fuera. La hawaiana agarró aún con más fuerza el mango del cuchillo un poco preparada por si tenía que salir en su ayuda.

-Tranquila Kiki, abajo no hay nada. Y seguro que arriba tampoco.- Intentó consolarla sin ser consciente del verdadero motivo del casi  desmayo de la finlandesa. Sus palabras fueron dirigidas en parte hacia ella misma también. Quería creer que el torreón era lo suficientemente seguro como para que ningún monstruo los molestara si estaban haciendo guardias.

Iemai sintió a Kiki acercarse diciendo su nombre. Entre su aturdimiento, el barullo y su forma habitual de hablar no caló en ella todo lo que le dijo, solamente el hecho de que estaba muy preocupada. Sin que la cercana entendiense muy bien por qué, se puso a revisarle el brazo donde los habían picado a todos.

No respondió nada porque no sabía bien qué decir, simplemente observó cómo Kiki se dirigía a su próximo objetivo, que era Rua, para luego perder las fuerzas de repente. Iemai se sobresaltó al verla caer, pero aunque se incorporó no podía llegar a tiempo para ayudar. Se mareó ligeramente al incorporarse de golpe, pero se acercó a la chica y a quienes la estaban sujetando, aunque dejándole algo de espacio, para ver qué le había sucedido.

Llegaron también las buenas noticias del exterior en ese momento, y es que no parecía haber nada fuera de lugar allí afuera. Iemai no sabía si sentirse aliviada o no hacerlo, porque cuando se trataba de aquella ciudad uno sencillamente no podía relajarse. Ella estaba segura de lo que había visto, pero necesitaba poner en orden sus pensamientos.
—Siéntate, Kiki —sugirió con suavidad, señalando a la cama más cercana a la humana y mirando a los que la ayudaban a sostenerse. Iemai esperaba que solo fuese un mareo por haberse despertado de golpe y con el susto. Ella misma no se acababa de encontrar bien por lo mismo.

A Ulmara no se le pasó por alto que el frivy había vuelto a cambiar de registro. Si no hubiera cortado la risa antes de tiempo, se le habría acabado ahí, de todas formas. Aquel detalle era una de las cosas que impedía que la cercana hiciera click con él. A cada día que pasaba, le costaba más ignorarlo, ni excusarlo en su falta de conocimiento sobre Frivowaldanny. Suspiró y se encogió de hombros.

—No lo sé, podría ser cualquier cosa. Un mal sueño; un caretí volador; una criatura extraplanar inofensiva de las que vienen y van; una de las damas que nos han traído hasta aquí, mal camuflada… —Se le ensombreció el rostro levemente, en parte ayudado por las fluctuaciones de la llama que protegía con su mano del aire que se movía en las alturas—. Da un poco igual. Iemai se ha llevado el susto, pero por lo demás estamos todos bien.

Seguían enteros, sin muestras de pinchazos nuevos; sin secuestros menores dentro del secuestro primigenio al que se enfrentaban todos los días. Se acercó hasta las almenas y miró hacia abajo, el fresco nocturno y las alturas le hicieron echar de menos su torre vigía durante unos instantes.

Entonces, sin consultarlo ni a sus dioses ni a sus propios procesos mentales, se volvió de nuevo hacia el frivy y decidió disparar:

—¿A qué se deben tus cambios de registro? Cuando hablas —especificó—. Dan muy mal rollo.

Habría estado bien un “¿Te puedo hacer una pregunta?” primero, pero en ese momento ni se le ocurrió.