Torreón Letargo (Archivo VI)

Recuerdo del primer mensaje :

La chica a la cual le había dado el martillo utilizó éste para arrancar, de uno de los edificios en ruinas, una puerta un tanto podrida y así utilizarla de escudo <<no era el uso que esperaba que le diera>>. Una vez tuvo la puerta le devolvió el martillo.

  Milo inició la carga contra las bestias avanzando seguros y a un paso ligero. Una de las ratas tiró una primera espina causando el sobresalto de Hyung. Si podían disparar nada les paraba de acribillarles a todos ellos. Claramente les superaban las ratas en número. Hyung se asombró, sus compañeros seguían avanzando, no se esperaba semejante envalentonamiento. Los que se habían quedado detrás empezaron a lanzar huesos y piedras que cogían del suelo << ¿¡Pero que hacen!? ¿¡Quieren que nos disparen a nosotros!?>>. Hyung se aparto del grupo alarmado esperando una lluvia de espinas hacia ellos. La mirada hacia él de una de las ratas al apartarse un poco le provoco un sobresalto. Sin embargo poco le importó a la bestia  Hyung pues se giró de nuevo hacia los que se dirigían a las cestas. La estrategia de distracción había hecho poco pues todos ellos seguían sin haber recibido un disparó y las ratas se centraban en Milo, Rox y Rena. Finalmente llegaron y empezaron a agarrar las cestas, Rox perdió una debido a una espina que quedó cerca de darle en la mano. Consiguieron cinco y tiraron el resto distrayendo a unas cuantas ratas.

  Tocaba huir, Los niños empezaron a correr Hyung aceleró << ¡no puedo quedarme atrás!>>. Hyung fue todo lo rápido que pudo dejando atrás a los demás. Frenó una vez una vez oyó el grito eufórico de Rox; estaban a salvo. La celebración de la victoria de Rox le provoco una risa tímida y bajita a Hyung. Era contagiosa su felicidad y por muy poco que hubiera hecho Hyung él también consideraba eso su victoria. El grupo se tomo un rato para recuperar el aliento y decidirse en que iban a hacer ahora. La atención de varios se dirigió a una especie de torre no muy lejos de allí. Finalmente se decidieron por avanzar hacía ésta para verla mejor.

  Llegaron a la torre fácilmente. Menos mal no tuvieron problemas al continuar su camino hacia ésta. Hyung se paró ante ella y echó un vistazo largo. Aquel edificio de gran tamaño debía de tener un total de al menos tres plantas de bastante altura. Se encontraba rodeado de una franja de tierra y cubierto de enredaderas escondiendo lo que parecía la puerta, identificada como tal debido a que ésta daba a un puente levadizo que conectaba el torreón con la calle.

-Eso debe de ser la puerta. Aunque no estoy muy seguro.- dijo en un tono bajo. - Si queréis entrar ir vosotros primeros, pero tener en cuenta que allí podría haber cualquier cosa.

Nime estaba comiendo pan mientras escuchaba a los demás hablar, con apariencia bastante despreocupada, aunque esa no fuese toda la verdad. En algún momento paró para toquetearse  un diente, pero no intervino. No hasta el incidente con el brazo de Rena, al menos. El poco tiempo en que la imagen fue visible, la niña pegó los ojos al holograma, con un bocado a medio masticar en la boca. La huida de Rena fue seguida por una carcajada de la libense, que ni siquiera entendía por qué la otra se había dado a la fuga de forma tan precipitada. Ya tenía una idea de las cosas increíbles que podían hacer aquellos brazos y aquel, como un uso más, ni siquiera le sorprendió tanto una vez pensó en ello.
—¡Qué cara llevaba! —exclamó mientras reía. No era realmente agradable hurgar en las cosas privadas de otro, pero tampoco era un episodio que fuese a escandalizar mucho a Nime. Riendo era fácil olvidarse de lo incómodo de la situación.

Escuchó la definición que aportó Pelusa, y asintió al encontrarle perfecto sentido. Los dibujos no eran algo infrecuente, lo novedoso había sido verlo en vídeo. Y lo que le sorprendió realmente fue la respuesta de Adru. Se tomó literalmente la afirmación de que no comprendía nada de aquello pero pensó que sería un poco extraño que tuviese que explicárselo alguien menor que ella, de modo que no dijo nada.

Ni siquiera se dio cuenta de que los demás habían cambiado de tema por la incomodidad, supuso que preferían evitar hablar de Rena a sus espaldas. Pero el nuevo tema también había logrado desviar la atención de Nime, y es que le apetecía salir. Se había forzado a perder el miedo, o buena parte de él, se había recordado cuántas cosas había allí fuera para ver, y se había armado de valor para no dejar de salir a la ciudad.
—¡Yo, yo busco! —exclamó la libense tras la petición de Eitne—. Pero solo si también me dejas pintar —añadió con una sonrisa que enseñaba todos sus dientes. Ya había querido pintar cosas con el carbón de la cocina, pero era realmente sucio para el único lienzo posible, el torreón.

Tras dar su explicación Pam no vio necesidad de insistir en el tema, no había dado una definición del porno con el fin de burlarse de Rena, de comentar el acontecimiento o que comenzar a una charla al respecto, lo había explicado como mero dato. No era un tema con el quisiera extenderse, existían otros mucho mejores, como el que se planteo seguidamente cuando se mencionó la posibilidad de otra salida.

A Pam aquella le aprecia una buena idea, tras todos las pesadilla de la noche anterior, despejarse con algo mas era mas conveniente que darle vueltas al asunto cuando no iban a recibir respuestas por ello. La mona del queso seguía intuyendo que parte de esos sueños había sido influenciados por la magia de la ciudad y una porción de esa magia estaba escrita en esa hoja que debía terminar de traducir.

No solo eso, aun tenia pendiente terminar de adaptar uno zapatos viejos del torreón a su tamaño y de ponerse con el tallado de su arma, ahora que tenia munición suficiente. Su lista de cosas crecía y aunque no le molestaba que esta lo hiciera, pues era incapaz de mantenerse desocupada, la tentación de salir y ver que mas cosas podrían ver y descubrir allí afuera, la llamaban.

-Me gustaría salir también, pero creo que por esta vez le cederé el lugar a otro, quiero terminar de traducir el hechizo de pergamino ahora que tengo las ideas frescas -termino por decir Pam decidiendo sus prioridades en aquel momento, no pasaba nada por que no saliera un día. Tras decir eso, se levanto de su asiento, tras haber terminado de comer, para ir a la cocinar para empezar fregar lo que habían usado.

—No ha sido nada, enserio, no hace falta que me des las gracias —dijo, restándole importancia a lo que había hecho con un gesto de la mano y prestando atención a su petición—. Deja que le eche un vistazo… —murmuró, sujetándole el brazo por la muñeca y navegando por la pantalla—. El idioma no va a cambiar, eso si, pero puedo renombrarlas de tal manera que se distingan unas de otras. O mejor aún: enseñarte. Hay que repasar el contenido para clasificarlas y supongo que no quieres que husmee en tus archivos. —comentó con una ligera sonrisa.

Mientras la muchacha le comentaba que era extraño que nunca hubieran mantenido una conversación a solas, el hacker probó a cambiar el nombre de una carpeta al azar para comprobar que no era complicado. Sopesó las palabras de Rena durante unos segundos en cuanto acabo, coincidiendo en que aquello era extraño. Tenía fácil solución, sin embargo, y en cuanto le explicó como cambiar los nombres a las carpetas así se lo hizo saber.
—Ahora es un momento tan bueno como otro cualquiera para hablar, ¿no te parece? —preguntó riendo—. La verdad es que yo ya se algunas cosas de ti por el saludo que intercambiamos cuando nos vimos por primera vez… —comentó haciendo referencia al día que habían llegado a Rocavarancolia—. Fue un intercambio de información injusto, la verdad, y aprovecho para disculparme por ello como es debido: lo siento mucho. Supongo que mereces una compensación, así que tienes vía libre para preguntarme lo que quieras. —ofreció con una sonrisa, acomodándose contra la pared.

Rena repasó lo que le había enseñado Milo y probó a hacerlo ella. Mientras toqueteaba la pantalla pensaba.

-Estaría bien saber de donde eres. Si es verdad que eres un hacker y no algo peor y por qué lo eres.- Rena había oído tanto cosas malas como buenas de los hacker, y al no haber ahondado en el tema ni haber conocido a ninguno no tenía una opinión formada al respecto. - Y saber qué te hizo venir aquí. Ya si luego quieres añadir tu comida favorita o si te gusta bailar me da igual- dijo riendo.

Había más preguntas: <<¿Por qué no has hablado conmigo en todo este tiempo pero si con Rox, que ni siquiera es del mismo mundo? ¿Por qué me siento incómoda en tu presencia cuando no debería ser así?>> Pero no pronunció ninguna de ellas.

Las palabras de Zobriel le provocaron un escalofrío poco disimulado, más aún con el aparente visto bueno de la mayoría. En aquellos instantes Rox parecía una liebre en tensión, por mucho que trataba de relajarse.
—Sa-... Salir. —resopló e hizo un mohín, pronto interrumpido por una sonrisa apenada—. Lo siento, yo creo que también me quedo. Estoy muert-... muerto de sueño, y no sé si podría ser útil fuera hoy ¿Y si me duermo en el camino?

Juntó ambas manos y las pegó a la cabeza, inclinándola e imitando un ronquido según cerraba los ojos. Le sabía mal quedarse en caso de que finalmente salieran, después de todo sería la primera vez que faltaba en una "excursión", pero poco podía hacer en su situación más que estorbar. Tampoco es que le hiciera especial gracia quedarse a solas con Pam o Drusar en concreto, pero tenía bien presente que los riesgos de fuera eran más reales que los de un puñado de sueños, y que no estaba en condiciones de defenderse de nada.

—Quizás sea mejor idea darnos un día de descanso. No sé. —se encogió de hombros mientras tomaba asiento, estirándose ruidosamente a posteriori—. Si alguno de los de arriba quiere salir también, genial... Espero que me perdonéis por hoy. Prometo ayudar a buscar pinturas a la próxima, ¿va?
Echó medio cuerpo sobre la mesa y ocultó el rostro, estirando los brazos al máximo a modo de exagerar lo cansada que se sentía con tal de hacerlo cómico.

Milo se revolvió en su sitio pensativo, dándole vueltas a las preguntas de su compatriota mientras trataba de decidir si debía ahorrarse algunos detalles de su historia. No creía estar tentando a su suerte al airear aquellos asuntos, pues el propio sistema que tanto detestaba le había elevado al estatus de intocable al convertirse en un elegido de la prodigiosa ciudad de Rocavarancolia y ya no podían capturarle, pero a pesar de todo no se sentía cómodo revelándole todo su pasado a alguien que conocía tan poco.
—Soy de un pueblo minero, como tu —empezó, observando fijamente la punta de sus dedos—, pero mi hogar esta muy al norte… —añadió, dejando la frase en el aire para que la muchacha tuviera tiempo de comprender lo que significaba aquello. La supervivencia en las colonias más septentrionales de Irraria no era fácil, y la mayoría de sus habitantes no se asentaban en ellas por voluntad propia—. Mi padre era minero, mi madre es doctora y, para desgracia de ambos, yo era un gamberro juvenil. No voy a aburrirte con los detalles, pero con la edad terminé madurando, y aunque según a quien preguntes no escogí el buen camino, la verdad es que no me arrepiento de nada. Si, soy un hacker, y según el SGR no hay nada peor que eso… a fin de cuentas mi nombre está en la lista de los antisistemas más buscados —comentó, riendo sin demasiado humor—. La razón es simple: no me gusta el sistema de gobierno. No voy a darte la chapa con este asunto, cada uno es libre de pensar lo que quiera, pero básicamente considero que el reparto de recursos es bastante injusto, y las condiciones de vida se vuelven lamentables cuanto más te alejas de los núcleos de población de las grandes capitales —resumió a grandes rasgos—. Soy un delincuente, si, y uno de mis crímenes más horribles es alterar el manifiesto de carga de un tren de suministros para enviar más comida a las comunidades norteñas. —sentenció, dejando entrever tintes amargos en su, por lo habitual, calmado tono de voz.

Después de decir aquello guardó silencio durante unos instantes, sumido en sus pensamientos. Los dedos de su mano derecha tamborileaban con ligereza sobre su antebrazo metálico, no muy seguro de que añadir a su discurso, pero al final se decantó por responder a sus otras preguntas.
—No podría escoger un plato favorito, me gusta demasiado comer, pero creo que la comida picante está deliciosa —afirmó—. Y en cuanto al baile… bueno, no es por darme aires, pero soy claramente del montón. —añadió con una sonrisa de suficiencia fingida.

Hyung se apoyó en la pared según se fue uniendo a la conversación general. Le incomodó que Nime quisiera participar en dibujar los ojos. Era egoísta por su parte, pero se lo imaginaba como una cosa solo entre él y Eitne. Esto también le pasaba cuando su hermano Baek quería salir con él y Hye. La diferencia es que, tras pasadas experencias, esta vez no diría nada. Ya le había reñido su madre sobre eso varias veces. Aunque no se reservó el resoplar, solo lo retrasó de forma que no se relacionara con lo que la niña había dicho. Y lo repitió en bajito al oír hablar a la mona del hechizo, todavía recordaba la noche anterior. Rox también se quedaría <<¿Se disculpa? Yo aún sigo sin haber salido.>> Pensó para sí con cierta vergüenza. De cualquier manera tras todos los sucesos de la noche anterior, esa idea de un día tranquilo de descanso se le hacía apetitosa. Entonces se le vino una idea a la cabeza para matar parte del tiempo.

- Podriamos jugar al gonggi* un rato.- Apartó el tema de salir asumiéndolo por terminado. Ese juego lo jugaba de muy pequeño con su abuela y no le parecía mal plan y quizás hasta se divertirían.

- Rox si quieres me ayudas a buscar piedras en el patio- También tenía cierta intención de desahogarse con Rox sobre lo del hechizo. Eitne no le había dado la razón, y aunque se la hubiera dado, buscaría compasión también en Rox, el otro único con el que se llevaba.

La coreana ladeó la cabeza al escuchar la propuesta de Hyung, emitiendo un bostezo ruidoso sin pretenderlo. Se tapó como pudo la boca con el brazo, incorporándose despacio en su asiento. Conocía el juego al que se refería solamente de oído: al haber crecido en Australia sus conocimientos sobre juegos infantiles coreanos era más bien escaso. De hecho, de no haber sido por el detalle de las piedras probablemente no tuviera ni la más remota idea de cual se trataba. Sin importarle aquello se volvió a poner en pie, siguiendo de cerca a su compatriota. Alejarse del grueso del grupo un rato le vendría bien.

—Por mi vale. Era parecido al jacks, ¿no? —miró al moreno con gesto de duda. El frío matutino del exterior le hizo frotarse los brazos y resoplar, procediendo a buscar guijarros en el suelo distraidamente. Se agachó para recoger uno, examinándolo con detenimiento antes de guardárselo en un bolsillo—. No he jugado nunca al gonggi. Espero que no te rías mucho de mi si lo hago mal.

Le dedicó una sonrisa bromista desde el suelo antes de echar un segundo vistazo a su alrededor.

Rena silbó con admiración al oir que Milo estaba entre los delincuentes más buscados. No se esperaba tanto, el chaval tenía poca pinta de delincuente a sus ojos. << Si al principio parecía un pringao>> Se echó a reir con su último comentario.

-Buah, a mi me sienta como un tiro la comida picante pero no me disgusta.

Hubo un corto silencio en el que Rena intentó adivinar lo que ocurría abajo por los sonidos, pero no es que sus compañeros estuvieran haciendo mucho ruido.

-¿Por qué viniste?- preguntó de pronto. Tal vez Milo había esquivado su pregunta a propósito, o tal vez solo se le hubiese pasado.

El final de aquel cuento fue como una gran bofetada en toda la cara. Neil había tenido miedo durante todo el relato, pero a pesar de todos los monstruos y peligros a los que se enfrentaban esos valientes cosechados parecían salir de las situaciones victoriosos siempre, por lo que no se esperaba un final tan repentino y crudo. El aurva comenzó mientras su mente solo podía pensar “Vamos a morir. Ni los valientes sobreviven. Ellos podían contra todo y murieron. Nosotros no tenemos ninguna oportunidad”. Y aunque la mayoría parecía dispuesto a quitarle importancia diciendo que no eran más que cuentos infantiles para asustar a los niños o que el dueño había cambiado el final, Neil sabía que no era cierto, que detrás de la luz siempre se encontraban monstruos terribles dispuestos a comerte.

Poco le importó aquella noche al aurva que Eitne no parara de moverse mientras dormía ya que el sinhadre ni siquiera había podido caer dormido, sollozando en silencio aterrado por el miedo. “Quiero salir de aquí. Quiero irme. No quiero estar aquí.” Suplicaba el aurva a la nada, enterrando su cara en la almohada e intentando que los espasmos del llanto no despertaran a sus compañeros de cama.

Ya muy entrada la noche y totalmente agotado Neil consiguió dormir, pero lo hizo por poco tiempo, ya que Eitne despertó gritando y llorando de su pesadilla. El aurva despertó sobresaltando por los gritos y el movimiento y se apresuró a situarse junto a Eitne y a frotarle la espalda intentando calmarle y distraerse a su vez de su propio miedo, el cual aumentaba con los llantos y palabras del daeliciano. Por suerte para el sinhadre, no era capaz de ver la ventana desde su posición así que se ahorró la mala experiencia de ver en persona aquello que había aterrado a su amigo, pero ni aun así pudo evitar temblar como una hoja.

Hasta el momento en el que decidieron volver a acostarse, esta vez en colchones en el suelo, Neil se limitó a seguir a su edeel en todo lo que esta le ofrecía a Eitne para consolarlo, asustado por la posibilidad de que, al alejarse de ella, lo que había aterrorizado a Eitne volviera a por él.

La siguiente vez que despertó fue por la insistencia de Adru. Al parecer, era el único que permanecía dormido o, al menos, la mayoría ya habían despertado. El aurva despertó soñoliento debido a lo poco que había dormido y sus ojos estaban cubiertos de legañas y picaban. Sin decir nada, Neil salió de la habitación hacia la habitación de la bañera donde sabía que había quedado algo de agua de la pasada noche con la que poder limpiarse los ojos y refrescarse la cara.

Neil se encontraba bastante conmocionado y asustado por todo lo ocurrido. A diferencia de sus compañeros, él no había tenido ninguna pesadilla, pero soñó toda la noche en negro, que si bien no le hacía despertar entre gritos, le asustaba incluso más que la más espantosa de las pesadillas. Neil se lanzó agua a la cara y se apoyó contra el borde de la bañera. De un momento a otro, el aurva comenzó a temblar y no fue precisamente por el agua fría.

“No vamos a volver. Vamos a morir aquí, en este espantoso lugar. Solos. Sin nadie que nos ayude. Nunca volveré a Sinhdro. No volveré a ver a Nora, a Yaiza ni a Yrdel. Nadie volverá a tocar para mí mientras tallo. No volveré a nuestra casa, a nuestro huerto. No volveré a jugar con Adru por el bosque. No volveremos a casa”.

Neil había comenzado a llorar sin control acurrucado en el suelo. Lloraba por su familia, por su casa y por su mundo. Lloraba por Rocavarancolia, por el miedo y por la luz. Lloraba por sus compañeros, niños como él mismo. Y lloraba por Adru. Porque sabía que iban a morir y nada le aterraba más en el mundo que tener la certeza de que su edeel no iba a estar en él.

Tras un tiempo consiguió serenarse. En cualquier momento podría entrar uno de sus compañeros y encontrarlo llorando. Él no tenía derecho a llorar cuando habían sido otros los que habían tenido aquellas horribles pesadillas. Todos estaban asustados. Todos tenían miedo. Todos habían sido separados de sus familias. Él tenía a Adru. Todavía tenía a Adru. No tenía derecho a llorar cuando era el más afortunado de todos ellos. Con determinación, el aurva se levantó sacudiéndose la ropa, se recolocó su cinturón, sus muñequeras y su bufanda; se dio agua en la cara para limpiarse las ultimas lágrimas y se atusó el pelo asegurándose de que las plumas estuvieran bien sujetas. Tras rogar al alma que nadie se percatara de sus ojos rojos, salió de la habitación y bajó a la cocina, donde procedió a pelar algo de fruta para su desayuno. Todos parecían haber desayunado ya y las manos de su edeel no tenían cortes, por lo que alguien la habría ayudado. Podía estar tranquilo.

El cerebro sensato de Zobriel le decía que aquella salida estaba fuera de sus manos. Si Milo o Rena no salían saben los dioses quien controlaría a Adru, pero por otro lado, no quería quedarse rebotando en el torreón y dejar que los recuerdos sombríos de su sueño lo acecharan.
Tal vez Drusar quisiera ir, y de todos modos no quería alejarse mucho. Solo lo justo para complacer la petición de Eitne y buscar alguna planta por allí.

- Quiza debamos esperar a Drusar... – comento lo mas serio que pudo - podría querer salir y...después de todo tal vez no debamos alejarnos mucho, solo por...por si acaso.

La verdad era que necesitaba salir a ver el cielo, no solo por las excusas que había pensado, sino más bien por superar el temor que estaba atenazado en su estómago desde esa mañana. En su sueño solo había  gimoteado y no había podido hacer mucho más, y eso era indudablemente, nada digno. Zob  trataba de sobreponerse más a si mismo que a las cosas de la mañana, así q se dirigió a la puerta.

-estare afuera un momento, y...bueno si no salimos tampoco sería tan malo. ¿Verdad?

Si, tenía miedo. Pero de todas maneras  saldría si alguien más lo hacía, mientras tanto, el cielo al menos no parecía dibujado, aunque, como siempre en aquella ciudad, si un poco pesadillesco.

Hyung movió la cabeza hacia el patio indicando al rubio que le acompañara. Abrió lentamente la puerta dejando entrar suavemente la gris luz de rocavarancolia. Dandose un rato para salir trás Rox a buscar piedrecillas.

"Jacks" susurró para sí. Le sonaba, pero le era desconocido el juego.

- Imagino.- respondió mientras medía unas cuantas piedras.

- Yo jugaba al Gonggi con mi abuela y mi hermana.- Le comentó al coreano. Y dejó pasar unos segundos antes de cambiar de tema.

- Esta siendo un día muy raro. Entre lo de anoche y lo otro...-  dijó con la manga en la nariz, limpiándose, incapaz de evitar moquear.

- Yo no creo que el cuento tenga nada que ver con las pesadillas...- Comentó mientras se apollaba en el muro enseñando en las palmas de sus manos diez guijarros. Ya había cogido suficientes para dos personas.-Uno simplemente las tiene... Pero lo de Eitne... Me da mucho mal rollo.

Rox echó un vistazo rápido a Hyung para ver cuantas piedras iba cogiendo, echándose en el bolsillo más o menos el mismo número que él. Lanzó la última al aire como si fuera una moneda antes de guardarla con el resto, asimismo guardando el silencio.

—Y que lo digas. Parece que lo raro es el plato habitual en este sitio. Es imposible acostumbrarse. —mantuvo las distancias con su compañero, pateando con suavidad el suelo de forma desinteresada. Sus pensamientos se vieron pronto sumidos en el tema de la relación "cuento-pesadillas", pero no tenía especiales ganas de seguir hablando de ello, y mucho menos de volver a contar su reciente experiencia—. Ya. Yo tampoco lo creo. Estoy seguro de que es cosa de la ciudad. Pero... de nada sirve darle vueltas y recrearnos en el miedo.
Sonrió con pesar al chico, apartándose el pelo de la frente.

—¿Cómo has dormido tú? Espero que no hayas tenido ninguna pesadilla...

- Estar aquí se hace más difícil cada día. - Dijo en bajito. Mantuvo la cabeza bajada, mientras en su mano jugueteaba con las piedrecitas que había recogido. El miedo siempre lo había sufrido pero la desesperación era lo que más daño le hacía. El deseo de irse, dejar esa ciudad de pesadilla, de volver a su casa, de abandonar el condenado torreón y a los de los hocicos, a la calva, al lagarto... Sin embargo allí estaba, incapaz de salir de aquel edificio. Cuando Rox apartó la conversación de ese tema, el coreano lo aprovechó para acercarse a lo que quizás le daría cierta satisfacción: quejarse.  

- No, no he tenido pesadillas.- Se volvió a pasar la manga por la nariz antes de seguir.- De hecho dormí mejor de lo esperado. Me metí en la cama muy nervioso y pensando que no lograría dormirme. Y en cambio no solo me dormí, si no que encima pasé la noche limpia. Sin pesadillas ni despertándome.- Le diera o no pie su compañero Hyung continuaría con el tema.

-Aunque al despertarme me han vuelto los nervios. Me quedé...- El coreano bajaría la velocidad y el tono según siguiera la frase.- Me quedé con mal rollo con lo de la magia. Lo que dije no era ninguna locura, solo estaba siendo realista y...- <<la enana calva>>- Pam y todos me miraron como si fuera el malo.- De fondo todavía recordaba lo que Eitne le había dicho. Pero con Rox tenía cierta confianza. Y quería un directo "tienes razón" aunque del coreano fuera posible que tampoco lo lograra.

Milo se había centrado tanto en resumir su pasado que prácticamente había olvidado una de las preguntas que le había hecho Rena, y cuando la irrense se la recordó no pudo evitar esbozar una sonrisa de circunstancias.
—Lo cierto es que no tuve elección —respondió con una mueca, rememorando el momento de su cosecha—. Yo estaba en un andén muy concurrido, pasando desapercibido entre la multitud y todo eso, cuando sin venir a cuento se me acercó la cosechadora y me dijo que en Rocavarancolia había un sitio para mi. ¿Te lo puedes creer? Yo nunca había querido venir aquí, estaba convencido de que debía resolver asuntos más importantes en Irraria, pero ahora que estoy en la ciudad "milagrosa" ya no estoy tan seguro de nada... —añadió, sus pensamientos momentáneamente muy lejos de allí—. En cualquier caso en ese momento la única opción posible era aceptar la propuesta de la rocavarancolesa, porque en apenas un minuto perdí el anonimato y pase a ser el centro de atención con todas las consecuencias que eso acarreaba. —concluyó, señalando con un gesto su falta de chip de identificación.

Se puso en pie en cuanto terminó de hablar, estirándose para desentumecerse mientras reprimía un bostezo. Su compatriota parecía haberse tranquilizado en gran medida, por lo que era un buen momento para regresar con el resto.
—¿Bajamos a la cocina? —inquirió—. No se tu, pero yo vuelvo a tener hambre... —comentó con una sonrisa, frotándose el estómago para enfatizar sus palabras. Si aceptaba le ofrecería la mano para ayudarla a levantarse y enfilaría las escaleras conversando con ella sobre cualquier cosa.

Para Rox no era más difícil por sobrevivir; quizás más tedioso, sí, pero lo que realmente se le hacía cuesta arriba (e iba a más) era el tener que fingir estar bien. Acostumbraba a poner toda su voluntad en disimular, pero nunca durante tanto tiempo y tan seguido. El agotamiento físico era soportable, pero el psicológico... era otro cantar.

—Menos mal. Has tenido suerte. —se frotó los ojos, como si el hablar de descansar le aumentase las ojeras.

La medio australiana frunció el ceño, confusa. Aún tenía los recuerdos de lo sucedido antes de las pesadillas muy borrosos. Se veían demasiado distantes.

—¿Lo de la magia? Ah... —dio un golpecito al suelo con la planta del pie al caer en que se refería—. Bueno... a mi lo que me sorprendió fue que lo dijeras con tanta soltura. Son niños. E independientemente de eso, tenemos que aferrarnos a cualquier esperanza, y el poder hacer magia significaría mucho. En el fondo yo también soy realista... no me parece ridículo lo que dijiste. De hecho, dudo que pueda hacer magia. Solo somos humanos normales y corrientes. Si no la hemos hecho antes...

Tomó aire y miró al cielo, ordenando sus palabras mentalmente.
—No te preocupes por eso, Hyung. No eres el único que lo cree. —se acercó a él para darle una palmadita en el hombro. Suavizó su tono de voz para que no sonase a regañina u obligación—. Lo importante es tener un poco de tacto. A veces es mejor guardarse para uno según que cosas...

<< No vino por voluntad propia...>> Rena trató de procesar lo que eso significaba. Había visto que los rocavarancoleses les habían engañado en muchos detalles sobre la ciudad, pero había dado por hecho que, como ella, todos sus compañeros habían ido por decision propia y con un objetivo. En esas circunstancias era estúpido preguntarle a Milo nada sobre magia.

Dejó que la ayudase a levantarse y coincidió en lo de tener hambre. Ni siquiera había podido terminar de desayunar, y en la cocina probablemente aún estaría el medio bollo que se había dejado al salir corriendo.

Bajando las escaleras le preguntó a Milo si tenía alguna idea de final de cuento para los críos, solo por tener una conversación en la que pensar que le quitase los restos de nervios. Al llegar a la cocina recuperó su bollo y añadió umbra y una barrita energética.

-Bueno, qué, ¿vamos a salir?- preguntó como si no hubiese pasado nada.