Torreón Letargo (Archivo VI)

Recuerdo del primer mensaje :

La chica a la cual le había dado el martillo utilizó éste para arrancar, de uno de los edificios en ruinas, una puerta un tanto podrida y así utilizarla de escudo <<no era el uso que esperaba que le diera>>. Una vez tuvo la puerta le devolvió el martillo.

  Milo inició la carga contra las bestias avanzando seguros y a un paso ligero. Una de las ratas tiró una primera espina causando el sobresalto de Hyung. Si podían disparar nada les paraba de acribillarles a todos ellos. Claramente les superaban las ratas en número. Hyung se asombró, sus compañeros seguían avanzando, no se esperaba semejante envalentonamiento. Los que se habían quedado detrás empezaron a lanzar huesos y piedras que cogían del suelo << ¿¡Pero que hacen!? ¿¡Quieren que nos disparen a nosotros!?>>. Hyung se aparto del grupo alarmado esperando una lluvia de espinas hacia ellos. La mirada hacia él de una de las ratas al apartarse un poco le provoco un sobresalto. Sin embargo poco le importó a la bestia  Hyung pues se giró de nuevo hacia los que se dirigían a las cestas. La estrategia de distracción había hecho poco pues todos ellos seguían sin haber recibido un disparó y las ratas se centraban en Milo, Rox y Rena. Finalmente llegaron y empezaron a agarrar las cestas, Rox perdió una debido a una espina que quedó cerca de darle en la mano. Consiguieron cinco y tiraron el resto distrayendo a unas cuantas ratas.

  Tocaba huir, Los niños empezaron a correr Hyung aceleró << ¡no puedo quedarme atrás!>>. Hyung fue todo lo rápido que pudo dejando atrás a los demás. Frenó una vez una vez oyó el grito eufórico de Rox; estaban a salvo. La celebración de la victoria de Rox le provoco una risa tímida y bajita a Hyung. Era contagiosa su felicidad y por muy poco que hubiera hecho Hyung él también consideraba eso su victoria. El grupo se tomo un rato para recuperar el aliento y decidirse en que iban a hacer ahora. La atención de varios se dirigió a una especie de torre no muy lejos de allí. Finalmente se decidieron por avanzar hacía ésta para verla mejor.

  Llegaron a la torre fácilmente. Menos mal no tuvieron problemas al continuar su camino hacia ésta. Hyung se paró ante ella y echó un vistazo largo. Aquel edificio de gran tamaño debía de tener un total de al menos tres plantas de bastante altura. Se encontraba rodeado de una franja de tierra y cubierto de enredaderas escondiendo lo que parecía la puerta, identificada como tal debido a que ésta daba a un puente levadizo que conectaba el torreón con la calle.

-Eso debe de ser la puerta. Aunque no estoy muy seguro.- dijo en un tono bajo. - Si queréis entrar ir vosotros primeros, pero tener en cuenta que allí podría haber cualquier cosa.

Los dias pasaban lentos. El recuerdo constante de la muerte de Drúsar y de la pierna faltante de Eitne le martilleaban la cabeza constantemente a la sinhadre. Cada día dormía menos, fruto de horribles pesadillas en las que ella misma perdía un brazo, o una pierna, o directamente se moría. Además, los ánimos durante el día no parecían mejorar, y ella no tenía la moral suficiente para tratar siquiera de animar a Eorlir.

A medida que pasaba el tiempo todo mejoraba, y distraerse con los entrenamientos, las salidas, o cualquier cosa ayudaba a mantener la mente ocupada y olvidarse de lo que había pasado. Los ánimos renovados de Eitne le dieron a la niña más fuerza para mejorar su propio estado de ánimo. También decidió cambiar de peinado y cortarse un poco el pelo.



Aquella mañana despertó pronto por culpa de una pesadilla. Bajó las escaleras con el corazón latiéndole a mil por hora y respirando lentamente para intentar calmarlo. Saludó a los que estaban en la cocina y se hizo un poco de driv mientras escuchaba la conversación de pasada. —¿Peor? Yo no he notado nada distinto…

Cuando Adru le preguntó por lo que le había pasado en la cara, Neil no pudo evitar llevar la mano a esa zona comprobando que efectivamente la marca de las sabanas seguía ahí.

- Es raro, ¿verdad? No se me va la marca de la sabana- contestó frunciendo el ceño, pero en seguida se distrajo cuando el grupo comenzó a hablar de la comida.

Neil también había empezado a notar hacía un tiempo que la comida sabía rara y por esa razón había empezado a cocinarla con más cuidado y a catarla mientras la preparaba y al final, hiciera lo que hiciera, siempre sabía rara. Él no entendía muy bien qué hacía mal, por lo que su ánimo decayó cuando sus compañeros empezaron a resaltar el sabor raro de la comida.

- No, no he cambiado nada. Al menos no lo cambié cuando empezó a saberme mal a mí también- contestó-. En realidad, intenté arreglarlo de alguna manera, pero no lo consigo. Lo que es raro, porque mientras la estoy cocinando sabe perfectamente, pero en cuanto la sirvo empieza a saber mal. ¿Creéis que les pasa algo a los platos? ¿O quizás al cazo de servir?

Normalmente, Eitne no solía desayunar con todos. Su horario de sueño comenzaba a mitad de la noche y acababa para antes de comer, por lo que su desayuno solía ser un entrante para la comida. Sin embargo, en esta ocasión le habían despertado antes y el misterioso juguete nuevo había llamado su atención. Mientras el resto iba bajando, el daeliciano los recibía con un buenos días y remoloneaba un poco más en la cama.

Escuchó la conversación que mantenían en la cocina desde la comodidad de su colchón, tumbado, y finalmente optó por levantarse. El niño se incorporó en la cama, se aferró a su muleta y tomó impulso para ponerse de pie, algo que ahora le costaba bastante más. Suspiró, como siempre que lo hacía, y avanzó a pasos lentos hacia la cocina.

—A mí a veces me sabe mal hasta la miel —explicó, exculpando a Neil. La miel no tenía que cocinarse de ninguna manera, iba directamente del tarro al plato (o a la boca)—. Y suele saber mejor durante la merienda —dijo, sin ser consciente de que su explicación podría carecer de sentido.

Avanzó a la pata coja hasta la silla más próxima, se apoyó en la muleta para poder sacarla de debajo de la mesa y se sentó con torpeza. Eitne nisiquiera tenía hambre, pero quería estar allí para escuchar.

—A lo mejor es magia mala... —comentó, más para sí que para el resto.

En su aldea contaban historias de hechizos prohibidos que le robaban los sentidos a los niños malos o que le rompían la lengua a los leñadores como castigo por deteriorar la estética de los bosques. Hacía varios años que Eitne ya no creía que fueran reales, pero desde su llegada a Rocavarancolia, todo era posible.

Corrio a ponerse a la mesa para desayunar teniendo su nuevo amigo el cuco cerca mientras desayunaba. Tenían razón los que decian que la últimamente la comida sabia rara incluso un poco mala, los platos de Neil siempre estaban de rechupete pero estos dias no le convencían del todo.

- Yo tengo un truco, lo tienes que dejar el plato un rato mientras lo miras mal, pero un buen rato, a veces hace falta dejar que los demas acaben para que el plato se confíe y....- movió rápidamente el cubierto- te lo comes y sabe mejor- siguió hablando de fondo mientras los demas hablaban.

Solo cuando Zobriel comenzo a hablarle paro incluso se sintió mas débil, debio de ser por no haber desayunado, por estar haciendo tonterías.

-¿Entonces no es un cuco? Es un "Eeavea"? Pues parece un cuco.

Adru escuchó los comentarios de todos con expresión pensativa y dándose golpecitos con el puño en la mejilla. Era muy extraño, aunque quizás no tanto como “la solución” de Guille que, como de costumbre, le arrancó una carcajada. Ella sabía que no era posible que su aurva de pronto cocinase peor, por eso había preguntado por los condimentos, y estaba dispuesta a defenderlo si alguien sugería lo contrario. Aunque, como cabía esperar, sus amigos pensaban igual que ella y todo apuntaba a que la culpable era la propia comida… ¿O la magia? La explicación de Zob le produjo mucha curiosidad, y la posibilidad que ofreció Eitne le hizo tener una súbita idea.
—¿Y si alguien que no es de aquí nos está gastando bromas? Como lo de las puertas…
Aunque ya habían descartado la posibilidad de la broma pesada dado que estaba claro que nadie del torreón era culpable de aquello no habían contemplado la posibilidad de que se tratase de una persona ajena.
>>Si tuviera que apostar, apostaría por los encapuchados. A lo mejor lo hicieron antes de que Ina y Eorlir llegasen y por eso a ella le sabe bien la comida… ¿Puede la magia mala tardar en hacer efecto? —Dirigió su última pregunta tanto a Eitne como a Pam, que eran quienes más conocimiento teórico tenían acerca de la magia.
Se cruzó de brazos con expresión ceñuda. Hacía tiempo que no pensaba en aquellos malvados: habían pasado a un segundo plano al no haber vuelto a dejarse ver y ya sabía, demasiado bien, que había peligros mucho peores en la ciudad. Pero precisamente por eso decidió señalarlos como culpables de algo relativamente inofensivo. Al menos creía que sería mejor no sacar a relucir la posibilidad de una venganza del Huésped delante de los niños, pero se le había pasado por la cabeza.

Rox ya estaba cortando la fruta cuando más gente empezó a llenar la planta baja. Sin pensárselo mucho, se llevó un trozo de manzana picada a la boca para, segundos después, arrugar la nariz.

— Sí. Yo pensé que vendrían a poco de caducar. Sabe rancio, no tanto por mal cocinado sino por mal producto, asi que tampoco le he dado muchas vueltas. Pero... —agarró una de las frutas aún por trocear y la examinó, buscando cualquier muesca o señal de podrido—. Es raro. No tienen mala pinta.

Dejó sus que haceres a un lado mientras escuchaba al resto aportar y sopesaba las opciones. El detalle de Eitne, sin embargo, le pareció curioso suficiente como para resaltarlo.
— Es verdad. Y a veces por las mañanas tampoco sabe mal. Es sobre todo en almuerzo y cena. Vamos, hasta ahora la fruta no me ha sabido mal, y cuando picoteo cosas entre entrenamientos está todo normal.

Honestamente, todas las opciones parecían viables, aunque no fuera algo que le hubiera quitado el sueño hasta entonces. El comentario de Zob sobre la cercanía de la Luna, eso sí, puso en funcionamiento otras cuestiones para luego.

— A ver, también sea dicho... es comida que pillamos de la calle, que a saber de que planetas viene, dentro de una bañera voladora mientras un espantapájaros grita que hay ojos y gusanos dentro. —se rio—. Lo que no es normal es que hasta ahora supiera bien. A saber quien se ha bañado en ella. A lo mejor el espantapájaros remoja los pies. O los rataspinas.

Se encogió de hombros y añadió.
— O a lo mejor Guille ha cabreado a la comida después de tanto mirarla mal. —alzó las cejas al dirigirse al español, apoyando las manos en la mesa—. Es una venganza... Y la gallina, patopinguino, aeva-... como sea, ¡el pollo ese! es una señal. A lo mejor dentro de poco la carne sabrá a madera...

Miro con los ojos muy abierto a Rox, a lo mejor tenía razón.

-No, no... Perdón perdón comida, no queria que te pusieras triste- dijo cogiendo el plato- yo no pensaba que.. a sido sin querer... Mira te como te como- dijo mientras se metía comida en la boca- veessgg..estoyyggg comiendoooggg..- atragantandose mientras hablaba- Rox la comida no me ha perdonado sigue sabiendo mal, ¿se va a convertir en madera?- se quedo dándole vueltas en la mesa

-Pues ya no cómo- y se levantó de la silla- me voy a jugar con el pato pingüino "eaveaa"- se fue alado del sofa.

Milo siguió la conversación a medias a pesar de haberla iniciado él, pues estaba algo adormilado, pero cuando la cocina empezó a llenarse y comenzaron a volar las teorías se espabiló un poco.
—Tal vez sea cosa de magia, si —apoyó la idea inicial de Eitne—, y desde luego eso suena mucho mejor que pensar que es por los pies mohosos de un espantapájaros —comentó, fingiendo una arcada mientras le daba un leve empujón a Rox—. En cualquier caso seguro que no es culpa tuya, Neil, así que no te martirices por ello. —añadió con una leve sonrisa mientras le revolvía el pelo al aurva.

Tras decir todo esto respiró hondo una vez y se terminó su desayuno de unos cuantos bocados rápidos sigouiendo el ejemplo de Guille, sin pensárselo demasiado. Muy mala tendría que estar la comida para que el irrense dejara de comérsela y pasara hambre voluntariamente.
—Espero que al menos tu la estés disfrutando en condiciones, Ina. —le comento a la sinhadre riendo mientras recogía su plato y se disponía a fregarlo.

Que la muchacha fuera la única que no notaba aquel sabor extraño era bastante raro. Quizás Adru tenía razón y era cosa de los encapuchados, pero Milo empezaba a creer que la aurva tenía las papilas gustativas algo atrofiadas y eso se le antojaba mucho peor que la primera opción.
—Y tu, enano —le increpó al español cuando este se dirigía hacia el salón—, no puedes dejar de comer aunque la comida sepa rara. Si lo haces te quedaras plano, te llevará el viento y luego no sabremos donde buscarte —comentó con tono serio—. Seguro que acabas siendo el marcapáginas de algún gigante corto de vista, atrapado para siempre entre las páginas polvorientas de algún libro tamaño niño. —apostó con su mejor voz de profeta agorero.

Los nervios no abandonaron fácilmente a Pam durante aquella noche, pese al apoyo que sus compañeros mostraron y a la simple realidad de que lo hecho no podía ser cambiado, no por sus manos, no actualmente. Solo quedaba creer que la suerte los acompañaría en el camino y que algún día encontrarse formas de ir al mundo de Rena y Milo o alguna magia que le devolviera la pierna a Eitne.

Fueron días incomodo para la mona del queso, que no podía evitar sentir cierta responsabilidad por lo de Eitne, tal vez ilógico, pero ahí estaba. Los acompaño cuanto pudo, contribuyo a que se sintiera algo mas acomodo que pudiera y se empecino aun mas, si aquello era posible en  traducir los hechizos faltantes y transcribir para el resto, los entregados por el repoblador de Sendar hasta que todos estos fueron traducido escritos y mostrados al resto. La mente de Pam era un ir y venir contante, no podía dejarla libre de pensamientos, no podía estar desocupada pues se llenaba de pensamientos sobre la sangre de Eitne manchando las sabanas de su cama o de lo últimos instantes de Drusar antes de caer al vació con el lagartijo camaleonico.

Para ello se mantuvo ocupada en cosas, en coser y remendar bolsas donde pudieran llevar comida y piedras. Rebusco en armería durante días buscando algo que le sirviera, aunque estuviese roto e inutilizable, para fabricarse una lanzadera en miniatura, una honda, pues arco y ballestas estaban fuera de su alcance. Cuando no estaba charlando con Eitne y los niños, se iba a lo alto del torreón, rodeada de pieles, tiras elásticas rescatadas de antiguos ropajes y remendadas para fortalecerlas, tocones de madera y puntas de metal de pequeñas dagas ya rotas, sus agujas, su cuchillo. Se pasaba allí las horas muertas, llevandose comida a su pequeña guarida donde incluso no prestaba atención si alguien subía o no.

No se desintereso del resto, de hacerse visible, conversar, trabajar pero si que usaba aquellas horas que antes invertía en los hechizos, y que ya estaba traducidos, en fabricarse su nueva arma hasta que la luz se lo permitía. Donde, cansada y con los ojos agotados volvía a cenar con sus compañeros, creyendo que su mirada le jugaba malaspasadas, pues era imposible que con el pasar de los días puntos de luz apareciera en un cielo negro hasta el momento, visibles como fantasmas desde las ventanas del ultimo piso.

Fue aun así un alivio para ella ver que Eitne estaba tomando bien las cosas, o todo lo bien que podía da su situación, no todos seguíais igual desde luego, pero buscar interiorizar en el sufrimiento de cada uno y en los pesares que pasaban por sus mentes, era algo que Pam nos e atrevía a hacer por el momento. Mucho menos si ellos no querían. Durante aquellas semanas la cosa se mantuvo estable y Pam lo agradeció, estaba harta de sobresaltos y muertes repentinas ¿era mucho pedir llegar a esa dichosa luna de la que le había hablado Zobriel, sin mas sobresaltos? Seguro era mucho pedir.

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Aquel día Pam se levanto relativamente temprano, pues le quedaba poco para terminar su honda artesanal,realizada con el mango de una antigua daga con el filo roto, donde había incrustado un toco de madera que se separaba en en dos ramajes, tallados durante días, uniendo el extremo mas ancho del tocón con el mago para que se mantuviera sujeto y. En lo dos extremos de la U, solo le quedaba colocar al tira elástica, donde en la zona central había amarrado a su vez una pequeña placa de metal como soporte para las piedras. No era un trabajo de 100% pero aun quedaba ver el resultado final y ver su funcionaba.

Por ello tras terminar de atacar la tira elástica se la guardo en el bolsillo de su vestido, antes un camisa y ya calzada con lo zapatos que logro adaptar tiempoa tra,s bajo de la ultima planta ala sala, viendo que todos estaban ya comiedno lo preparado por Neil,y que al parecer no tenia buen sabor. Pam alzo una ceja ante eso, extrañada por eso, pues Neil siempre cocinaba delicioso, pero dado que lo preparado no era de su gusto, se dirigió ala cesta para coger algunas ramitas y reunirse con el resto. Al primer mordisco y que sus papilas gustativas saborearan, Pam casi escupió ante el sabor que embargo su lengua.

-¿Que narices...? ¿aun pasa esto con la comida?- confundida miro la ramita que debería saber bueno...a madera. Y sin embargo sabia como si estuviera comiendo un trozo de madera carbonizada completamente amarga y rancia- Tch...ya ni comer en paz podemos- suspiro pellizcándose el puente de la nariz y con ligero mal humor siguió comiéndose la asquerosa ramita, escuchando atentamente lo que se cocía entre sus compañeros.

Eitne esbozó una sonrisa ante las palabras del coreano y, finalmente, soltó un par de carcajadas al escuchar a Guille pedir perdón por la comida. Al contrario que la miel, desde que había perdido la pierna, reír sí que le sabía mejor. Su ánimo recuperaba las chispas tanto como podía en una situación así.

—Pam come madera —respondió a Rox y Guille, a la vez que señalaba a la mona del queso—. A lo mejor no está tan m... —entonces Pam comenzó a farfullar y Eitne volvió a reírse—. Da igual.

Mientras Guille se peleaba con la comida, Eitne escuchó a Milo y a Adru hablar y se giró a esta última para responderle.

—La magia puede tardar mucho, sí. Tal vez los encapuchados nos han echado una magia muy lenta... —guardó silencio unos instantes, pensativo— ¿Y si nos han lanzado más? —preguntó a la sinhadre, a la vez que se llevaba las manos a la boca en expresión asustada—. ¿Y si después nos atacan al olfato o a la vista? ¿Y si nos vuelven daltónicos? Qué miedo, Adru...

Por su forma de expresarse, cabía la posibilidad de que lo interpretaran como parte de un juego del niño, pero los temores que expresaba Eitne eran reales. Ya había perdido la simetría y su gusto funcionaba raro, si le quitaban los olores, o los colores... Prefería ni pensarlo.

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