El Cuchitril (Archivo I)

Recuerdo del primer mensaje :

Observamos multitud de casas en la zona de la Plaza de los Colaespina y… lo cierto es que no resulta fácil encontrar un buen lugar, pues los edificios que sí cumplen con los requisitos que buscamos, después por dentro son inhabitables. Caso destacable aquel que parecía ser un candidato perfecto… hasta que me llevé un buen golpe en el culo en el suelto bajo el que pisaba. ¡Y las astillas tampoco perdonan! Y Gael se ríe… “¡No tiene gracia!”, pero no me oye en la burbuja que acaba de crear.

Me llama la atención un edificio grande que veo a un lado de la calle. No tardo nada en señalárselo y decirles de acercarnos a él, aunque algunos ya se habían fijado en él. Dentro del edificio, cuya puerta se conserva en un estado decente –aunque chirría como mil demonios–, encontramos un panorama que, de haber estado en mejor estado, podría jurar con las manos en el fuego que se trata de una posada. ¡Y eso significa muchas habitaciones! Además, es prácticamente toda de pierda. Mientras pienso esto, nos repartimos todos entre el salón, aunque yo no tardo en subir las escaleras para observar cómo está el piso de arriba. Este edificio está muy pero que muy bien, el suelo es mucho más resistente que el de otros edificios y los desperfectos que tiene se pueden arreglar. Las ocho habitaciones de las que consta el piso son más que suficiente para todos, aunque los muebles sí es necesario cambiarlos.

—¿¡Cómo va por ahí abajo?! –grito a los que se han quedado–. ¡Por aquí cumple con los requisitos mínimos de calidad, aunque mejor que por ahora ahuyentemos a los de sanidad!–observo mirando los insectos que recorren los muebles carcomidos.

El griego escuchó las palabras de la nublina, consciente de que a la muchacha le costaba mirarle a la cara. Vac no estaba cómodo, pues odiaba ser el causante de las turbaciones de Tania, y aquella situación se le hacia cuesta arriba. Se levantó nervioso y sacó un cigarro de su bolsillo, prendiéndole con un gesto descuidado y volviendo la mirada hacia su interlocutora.
—¿Te incomoda mi presencia? —era una pregunta retórica, pues estaba bastante claro— Siento que sea así, no debe ser fácil para ti hablar conmigo después de lo de la otra noche... tampoco lo es para mi —añadió, apartando la mirada y echándose el pelo hacia atrás en un gesto inconsciente.

Creía que tenía las ideas muy claras cuando había aparecido por el Cuchitril buscando a la nublina, pero ahora no las tenía todas consigo. No sabía que decirle a Tania, no quería hacerle daño ni nada por el estilo, pero tampoco podía corresponder sus sentimientos. La apreciaba y la quería, pero como amiga y compañera, nunca había contemplado otra posibilidad. Era una chica increíble, aquello era innegable a sus ojos, pero su naturaleza de trasformado era demasiado compleja para ella; no estaba al corriente de todo lo que implicaba ser bendecido por el astro rojo, y a ojos del hado la comprensión mutua era un factor importante en una pareja.
—No quiero que tengas miedo de hablar conmigo, de verdad —volvió a hablar, sentándose de nuevo a su lado—. Quiero que aclaremos esto, y te adelanto que digas lo que digas no te voy a odiar, no me voy a alejar ni nada por el estilo, simplemente se sincera.

Tania

-No más de lo que me incomoda haberte hecho pasar por esto.-dijo, en un brote de sinceridad. Se ruborizó de nuevo. El griego se sumio unos instantes en sus pensamientos, cosa que hizo que la nublina hiciera lo mismo, examinandose a si misma, a como podia afrontarle, como podria abrirse con las demás cosas que no dijo durante la droga.
Sin embargo, él fue quien volvió a hablar. Aparentemente, fue para nada, pues la nublina se sumió en un incómodo silencio tras sus palabras. Habia seguido pensando, y pensando bien en que decir. Para que la única conclusión que tenia, era que no habia manera, estrategia o lógica para ponerlo en palabras y sonar coherente. Estúpida y creida es como deberia sonar y, por mucha verguenza que le diera tener que volver a sonar así, lo hizo.

-Vac... Yo...-arrancó, mientras peleó contra la necesidad de llorar. Se agarró firmemente a los plieges de la sudadera, tanto que sus nudillos se tornaron blancuzcos.-Poco más... puedo decirte... Salvo lo que ya te dije y... No recuerdo que respondieses.-

No era que necesitase en si saber lo que pensaba el griego sino que más bien necesitaba oirlo de sus últimas palabras, como la confirmación de la hora de la muerte de un médico. Era algo que era obvio para ella y que necesitaba, de una vez por todas, ser aclarado.
-V-Vac... Me has gustado d-desde... Mucho y yo...-lagrimas empezaron a caer por su rostro.-Q-Quizás es porque soy nublina o... o... porque... No pinto nada en esta ciudad... pero por un momento, m-me... Me hice a la idea de que podria llegar a tener algo asi. Algo que en Nubla no me podria ni empezar a imaginar, no por otro motivo que la soledad que tuve ahí... Y... Siento que debo disculparme c-contigo...-se enjugó las lágrimas torpemente, exhalando aire. Le temblaban las manos, así como todo el cuerpo.-P-Porque... He sido muy estúpida y... egoista... Y crei que...-no podia exponerlo con palabras. Ni aun al final, cuando se estaba desmoronando. No sabia de que fuerzas estaba tirando en aquellos instantes para no huir de aquella situación.
Estaba roja de pies a cabeza, llorando y terriblemente avergonzada de si misma y de sus acciones. Y, si algo le empujaba a continuar con aquello, era la promesa de un desenlace. La liberación de la incertidumbre que, como un cancer, le provocaba más dolor que cualquier otra cosa le hubiera afectado en la vida.

Las lágrimas empaparon el rostro de Tania a medida que esta hablaba, tratando de explicar algo que a ojos del griego no tenía explicación. El amor era algo caprichoso, algo voluble que podía hacerte feliz o desdichado, independientemente de lo que tuvieses preconcebido acerca del tema. La muchacha no tenía que pedir perdón por algo así, pues nadie tenía la culpa, pero a Vac tratar de hacerle comprender eso se le antojaba una tarea titánica.
—No te respondí en su momento porque sinceramente no me lo esperaba, me pillo un poco de sopetón —dijo en voz baja, observando la punta de su dedos—, y tampoco quería hablar contigo del tema si no eras dueña de ti misma —añadió—. No te voy a engañar, yo no había pensado en ti de esta forma, pero tampoco creía que yo pudiera provocarle esos sentimientos a nadie, Tania, no soy... recomendable, aunque no se si esta es la palabra que busco.

Alzó la mirada hacia el rostro de la nublina y, con cuidado, le retiro las lágrimas de las mejillas usando la manga de su camisa como pañuelo improvisado. Le dolía ser el causante del malestar de la chica, y verla llorar no hacía la situación mas llevadera.
—No llores, por favor, y no pidas perdón. No eres ni estúpida ni caprichosa, y de cualquier modo la culpa es mia por no haberme dado cuenta antes.
Quería abrazarla, pero se le antojaba un movimiento demasiado invasivo, y por el momento se contuvo.

Tania

Por fin lo oia,de sus palabras. No le correspondia. El cuerpo se sintió ligero. Pero no ligero como en una sensación positiva. Mejor dicho, se sentia vacia. Sentia que su mente dejaba su cuerpo por unos instantes y que su cuerpo se quedaba atrás, y que la mínima ráfaga de viento podría llevarsela lejor. Y en parte lo deseaba.

La nublina estaba completamente lívida, pero, poco a poco, el color de su piel volvió a la normalidad. Poco a poco fue recuperando la consciencia y, lo primero que hizo, fue reprimir gran parte de las emociones que el ser rechazada le causaba. Y siguió llorando. Solo que aquellas lágrimas eran de honesta pena.

Se le hizo un nudo en el estómago, pero pudo seguir dando la cara en la conversación. El hado le limpiaba las lágrimas mientras hablaba y, un gesto que, pudiera pasar por tierno o amable, en aquel momento se le antojó frío, como si se tratase de algún tipo de premio de consolación. La nublina le detuvo las manos al poco y, con suavidad las apartó de su cara.
-N-No digas eso.-fue lo que arrancó a decir.-Recomendable o no. Tú y tu hermano teneis una autoestima un tanto particular y-y... Aunque yo no sea quien para hablar... Estoy seguro de que n-no soy la ú-única que...-ahí calló.

Se quedó cabizbaja unos instantes y, muy discretamente, sorbio tristemente con la nariz. Volvió a alzar la cara, mientras nuevas lágrimas surgian de sus ojos.-Hagamos un trato. Deja de pensar mal de tí y yo haré conmigo lo mismo. ¿Qué te parece?-dijo, mientras dejaba escapar un pequeño resoplido, parecido a una risa.

Y escuchó su respuesta. Entonces, se forzó a sonreir, pues el hado parecia genuinamente consternado, cuando no tenia ni un ápice de culpa, aunque que se hubiera dado cuenta antes hubiese ayudado bastante.
-B-Bueno...-dijo entonces, tímidamente, mientras contenia las lágrimas, en pos de hacer un final de aquel tema, así como la situación en la que se encontraban.-... ¿A-Amigos?-le preguntó torpemente, tendiendole la mano para que se la estrechara.

Era posible que lo de la autoestima fuera cosa de familia, pues aunque no lo demostrara, Vac llegaba a comerse la cabeza tanto como Noel, pero no hizo ningun comentario al respecto. Notó cuando la muchacha le apartó las manos de su rostro, que aquel gesto le había incomodado, por eso la dejó espacio y escuchó atentamente sus palabras.
—De acuerdo —accedió, aunque sabía que no podría cumplirlo, era incapaz de dejar de pensar mal de si mismo siendo lo que era.

Las lágrimas pugnaban por brotar de nuevo del los ojos de Tania, pero la muchacha se mantuvo entera, y trato de finalizar aquella situación de forma diplomática.
—Amigos —confirmó el griego, estrechando su mano con suavidad y dedicándole una media sonrisa.
No había felicidad tras ella, era una mascara impecable destinada a concluir aquella conversación de la mejor forma posible, dejando así que la nublina pudiera alejarse de él. En aquel momento Vac se odiaba a si mismo, detestaba su persona y tenía tantas ganas como Tania de desaparecer de allí.
—Te acompaño de vuelta —se ofreció, poniéndose de pie y caminando junto a la muchacha de vuelta al Cuchitril.

No volvieron a hablar hasta que alcanzaron su destino, pues no había mucho que decir, y una vez en la puerta el griego rehusó entrar, ya que no tenia ganas hablar con nadie mas.
—Nos vemos pronto, Tania —se despidió en voz baja, dejando que las sombras ocultaran una sonrisa triste.

Se alejó sin rumbo fijo, absorto en sus pensamientos mientras se perdía en la noche.

La contestación de Noel hizo que Giz torciera levemente el labio y esperara a alguien más lanzado que él para preguntar a qué venía. No era la primera vez que malinterpretaba comentarios hechos a broma y quería asegurarse de que esa no era una de aquellas veces. Al final, decidió dar un margen a esos posibles lanzados hasta que llegaron al cuchitril.

Ayudó a sacar la comida que habían dejado preparada para la cena y él, en concreto, se sirvió un plato de guiso de carne y un pedazo de pan tierno para mojar en el caldo. Tras un debate interno sobre si preguntar o no, y cuándo hacerlo, el goliat se acabó lanzando, entre sopas y sopas de pan. El gesto aún serio del draco había sido el detonante.

—Oye, Noel, ¿a qué te referías antes, en el anfiteatro? —comenzó, alargando la pregunta en el tiempo para pensar en cómo seguir—. Deberías estar contento de haber ganado. Has pasado a la final  de cuerpo a cuerpo ya y además tienes el record de victorias en el torneo, con ocho rondas ganadas.

A Giz todo aquello le parecían motivos de felicidad absoluta y esperaba que a Noel también se lo parecieran. No se le ocurría nada negativo que extrapolar de todas esas victorias.

Noel habría hablado lo justo desde que salieron del anfiteatro, manteniendo en todo momento aquella expresión en su cara tan poco acorde con la situación. El draco ni siquiera se había parado a pensar en lo chocante que resultaría para el resto, aunque de haber sido así tampoco se encontraba en condiciones de fingir.

Comía en silencio y lentamente debido al cansancio cuando Giz lanzó la pregunta al aire. El sueco tragó el bocado que masticaba en ese momento para dirigirle una breve mirada al asreniano antes de volver a observar su plato. La respuesta a aquella pregunta era complicada, probablemente mucho más de lo que el goliat o cualquier otro de los presentes podría aventurar. Aquella simple frase removía pensamientos que nunca había expresado en voz alta, dudas que el draco lastraba desde hacía mucho tiempo y que le hacían cuestionarse a sí mismo constantemente. Aunque a aquellas alturas los cuchitrileros sin duda lo conocían en bastante profundidad, la única que sabía del alcance de lo que bullía habitualmente en su cabeza era Wen, porque había estado allí y lo había sentido. Pero Noel nunca se había sincerado hasta ese punto con nadie, nunca se había atrevido a expresar en voz alta toda aquella agobiante sucesión de lo que para él eran certezas y que temía que le confirmasen o, peor aún, que le negasen por compadecerse de él.

¿Pero qué iba a decir ahora? No se sentía con ganas de bromear, y eso era lo que hacía siempre que necesitaba evadir la cuestión. Era su forma de quitarle importancia, porque necesitaba hacerlo. Si no se la quitaba no podría continuar con el día a día como había hecho hasta entonces. Si no podía aceptarla con humor, ¿qué le quedaba?

Observó a todos uno a uno. A una buena parte de las personas que más le importaban, aquellos con los que compartía tantas cosas y que lo trataban mucho mejor de lo que podría haber pedido que hiciesen. ¿Qué iba a decirles ahora? Probablemente desde fuera su estado de ánimo se vería como un mal chiste o una pataleta ridícula sin fundamento. Porque al fin y al cabo, hasta aquel momento, había tenido un éxito rotundo en el torneo. ¿Qué pensaría Adara de él, que había tenido la mala suerte de tener que abandonar al completo en la primera ronda? Que era un egoísta, probablemente. Y a lo mejor lo era, a lo mejor simplemente debería alegrarse, dejar de pensar en lo que le carcomía por dentro y continuar haciéndolo bien.

Pero Noel nunca creía que lo hacía bien. Tener éxito en cualquier cosa se le hacía impropio, difícil de aceptar. Porque la visión que tenía de sí mismo se lo impedía, y le resultaba mucho más sencillo admitir el fracaso, aunque doliese, que el éxito.

Y ahora que lo estaba consiguiendo no podía sino preguntarse si realmente se lo merecía. Se preguntaba qué expectativas había generado, y también se preguntaba en qué momento las defraudaría todas. Porque el sueco estaba seguro de que terminaría fallando. Y cuando lo hiciese sería de forma estrepitosa, porque no podía ser de otra manera.

Por todo ello, la respuesta del draco se demoró un buen rato. Y a cada segundo que había pasado se había puesto cada vez más y más nervioso.
—Yo no… —articuló de forma titubeante—. Me cuesta asimilarlo —respondió finalmente mirando hacia el asreniano—. Y soy gilipollas por ello, porque en realidad eso era lo que quería —aseveró entonces, endureciendo su expresión. Volvió a callarse durante varios segundos—. No es fácil —dijo de repente. Cuando parecía que no iba a añadir nada más, volvió a hablar—. No es fácil saberse un continuo lastre. Saber que… siempre vas por detrás, que nunca haces lo suficiente... Que careces de importancia alguna —La voz se le había estrangulado al final de la frase y tragó saliva aparatosamente—. Y esto es una oportunidad… Una oportunidad de aportar algo que no sean… problemas o cagadas por una vez —Le costaba seguir hablando. Ya no miraba a nadie, no era capaz de ello. Una garra ligeramente temblorosa se cerró sobre su vaso y el draco bebió un largo trago de agua, incapaz de seguir con la sequedad que se le había formado en la garganta—. Por eso no puedo alegrarme, no antes de tiempo. No hasta que realmente me demuestre a mí mismo que puedo dejar de ser un inútil, un fracaso constante y… sentir que realmente tengo derecho a…

No pudo seguir hablando, la voz le fallaba y la respiración se le había agitado. Tampoco se atrevía a levantar la vista, no quería ver las expresiones de sus caras, le bastaba con notar todas las miradas clavadas en él. Ya estaba dicho. Lo que hacía mucho tiempo que pensaba y a menudo lo atormentaba, pero jamás se había atrevido a expresar. Sus inseguridades eran uno de los principales motivos por los que se despreciaba y odiaba tener que ponerlas en palabras porque le hacían sentirse débil e indefenso. Y aquella se había convertido en una de sus mayores inseguridades.

Adara fue la primera en hablar y Noel reunió valor para mirarla alternativamente mientras hablaba y la escuchó en silencio, aunque sin que ello hiciese descender un ápice su nivel de nerviosismo. El draco había acumulado todo aquel negativismo a lo largo de más de un año, siempre evitando tratar el tema de otras maneras que no fuesen disfrazándolo de bromas y comentarios jocosos. De vez en cuando había tomado la determinación de intentar ser menos negativo, alguna que otra conversación con Wen también le había ayudado a sobrellevarlo día a día, pero había llegado a un punto en el que tan solo podía comerse la cabeza cada vez más, circunstancia propiciada por el torneo y, sin duda, por la experiencia onírica que había compartido con la vouivre.

—Yo solo sé equivocarme —replicó a lo que había dicho la ángel negro al respecto—. Cada vez que intento hacer algo útil, tan solo la pifio irremediablemente… Nunca tomo las decisiones adecuadas ni… —Suspiró y negó con la cabeza. Le costaba articular las palabras—. Todos aportáis algo al grupo, en más de un sentido. Yo no, yo no tengo nada que aportar, al menos no nada que… otro haga mejor que yo. Por eso intento mejorar siempre pero… No es suficiente. Y no es… No sienta bien... Ser un lastre… Por eso no puedo alegrarme por algo que creo que... debería ser…
El sueco permanecía con la mirada fija sobre la mesa con expresión consternada. Volvió a ser incapaz de continuar hablando.

Tania

La nublina se despidió del griego en silencio, y con la mano. Una sonrisa de todo menos honesta en su cara mientras lo hacia. Cuando, el hado se marchó por fin, rompió en lágrimas. Lloró más de lo que habia llorado en cualquier otra ocasión y no era decir poco.
Lloró hasta quedarse sin lágrimas, y entonces lloró algo más bebiendo de sus penas y la agonia que le habia producido todo aquello y, sobretodo, se sintió estúpida. Una y otra vez se lo dijo a sí misma. Que lo habia sido. Poco podia corresponder la promesa que habia hecho con el hado. La evidencia era demasiado grande como para girar la cabeza y negar su existencia.

Y, entonces pasó numerosos dias aislada de la gente, algo solitaria y entristecida. Meditó sobre numerosas cosas y una vez lo hizo, volvió a empezar. Se replanteó algunas y se asentó en otras, pero aquello, por dolida que se encontrase, le ayudó a mejorar. Le dió experiencia. Pero eso era algo que no reconoceria, no por el momento. El dolor era demasiado e intenso como para ignorarlo.

Llegaron las semanas desde aquel incidente y Tania habia logrado volver a su ser habitual, o mejor dicho, volvió a ser ella misma, pero esta vez una versión mejorada. Toima, sin embargo no olvidaria la cantidad de dias que la habia visto llorando en el cuarto sola y completamente desgarrada. Y seguia sin entender porque, pero no se atrevió a decir nada ya que todos parecian entender que pasaba y él no queria quedar como un estúpido.

Finalmente en el torneo, Noel ganó gran cantidad, por no decir todos de sus enfrentamientos y, aunque el festivo Toima habia ido a celebrarlo con él, la reacción con la que se encontró, tan chocante, le hizo pensar que quizas no era el momento. Algo frustrado de nuevo, por cosas que no llegaba a comprender de gente de su alrededor que le importaba, anduvo hacia el cuchitril. Como cualquier otro dia, cenaron. Toima atacaba ferozmente su plato mientras más de una mirada se dirigia a Noel, todavia pasmado.

Toima habia empezado a destilar su propio alcohol que sabia a perro muerto. Habia perdonado a Nia hace tiempo ya que habia sido la ulterana misma quien le habia enseñado a hacer tal cosa, algo inconsciente, pues el ulterano no tenia concepto de medida propia y las bebidas que habia empezado a fabricar eran dosis casi letales de alcohol que además sabia a perro mojado. Pero el orgulloso Toima acababa hasta con la última gota de su destile, alegando que era lo mejor que habia probado en su vida.
Y ahi se encontraba, vaciando su tercera jarra en la noche de tan nociva bebida y escuchando a Noel. Un gran eructo del ulterano rompió la tensión que se habia generado con la comida. El ulterano se limpió la boca con la manga y, arqueando la cabeza, se dirigió a Noel.
-Pero, sin embargo, has ganado, ¿no? No creo que seas tan lastre como dices.-dijo mientras se ponia de pie, apoyandose en la mesa que se quejó.-Mira, piensalo asin, si ganas más veces, traeras dinero a nuestro techo y todos nos sentiremos muy orgullosos de ti. Aunque puede que yo me ria un poco de ti y te llame "Campeon" y otras chorradas.-eructó de nuevo al terminar el culin que quedaba en la jarra, riendo jocosamente.-¿Qué pasa si pierdes?-dijo pensativo, como cabilando, aunque sabia muy bien la respuesta.-Pues que estaremos jodidamente orgullosos de ti de todas formas, por haber llegado tan lejos. Bueno, he hablado por todos, pero yo creo que estare jodidamente orgulloso de todos vosotros si os veo pateandoles el culo a cualquier otro desgraciado en la ciudad.-miró su jarra con una mueca. Algo aun estaba vivo y habia estado bebiendo de la misma mientras aquello nadaba en tan toxico brebaje.
-Eso es todo. Ya basta de ponernos más carga de la que nos toca, joder.-volvió a la cocina, donde habia una enorme barrica pintarrajeada con algo que parecia escrito por un crío de parbulario. La barrica rezaba: "Halcol delh Troima" en la madera.
Tras vaciar los posos en la basura (y lo que fuera que estuviese vivo) hundió la jarra de nuevo y la sacó rellena. Volviendo al comedor dió un largo trago a la nueva jarra y habló.
-Coño, queramonos más ¿No?-hipó.- Qué somos todos tan superamigos ya ¿No?-dijo, esbozando una sonrisa que, si ya de por si no se notaba, podia leerse "Ebrio".
El ulterano, borracho como una cuba, se estiró entonces.
-Ala, a dormir.-

Y, con un estruendo enorme, se precipitó contra el suelo, k.o. por completo, posiblemente envenenado por su propia y malsana bebida casera. Si alguno de los cuchitrileros pudo llegar a preocuparse por su bienestar, pronto pudieron resolver sus preocupaciones al oirle roncar sonoramente por encima de la cara medio sumergida en un charco de aquella bebida del diablo.

De camino a casa la actitud de Noel no pareció ir a mejor. Había creído que la presión lo estaba haciendo añicos, ya que en su posición probablemente estaría más deseoso que nadie de permanecer imbatido. Aun así, eso era algo que no terminaba de encajar con aquella cara larga. Habían llegado lejos en el torneo y no había nada de que arrepentirse incluso si se quedaban fuera ahora, fastidiase o no. El propio Gael estaba convencido de aquello porque los rivales que le esperaban a partir de ese momento no eran moco de pavo.

Sin embargo, tras haber hablado con Noel después de la primera fase, no se podía decir que le hubiera quedado claro qué pasaba exactamente por su cabeza, al contrario. Se había marcado un “Vac”, como Gael lo llamaba desde que el hado ya no parecía querer confiarle lo que pensaba de verdad –nunca admitiría en voz alta que se durante su última conversación seria con él le había hecho sentir un crío con el que no se podía hablar de cosas importantes–. En realidad, estaba empezando a cansarse de preocuparse y de no poder hacer nada al respecto. Sabía que volvería a suceder lo mismo de volver a intentar hablarlo. Sin embargo, seguía manteniendo su actitud positiva, creyendo que eso ayudaba de alguna manera. Se equivocaba, y mucho. Eso había hecho durante el camino, mientras calentaba la cena, y cuando pusieron la mesa. Después, tras la pregunta de Giz, fue cuando se dio cuenta de que en realidad estaba tomando la vía fácil. Pero, pensó, tampoco le habían dado muchas otras opciones.

Se quedó literalmente mudo, congelado en el sitio, al escuchar aquella sarta de palabras incomprensibles, que parecían estar sacadas de una broma. No podía contestar ni aportar nada, porque sus pensamientos lo atraparon, empezando a moverse y cambiar de dirección continuamente, asimilando aquello, y recapitulando la evolución de Noel en los últimos meses. E, inevitablemente, también pensando en sí mismo y los demás.

Había notado cómo Noel se iba cerrando poco a poco a dar explicaciones de lo que le pasaba o a hablar sin tapujos de sus preocupaciones y, cuando lo hacía, Gael ya no tenía la sensación de que eso le hiciese sentir mejor. Aquello solo podía significar que siempre se callaba cosas. Pero eso era algo que ya sabía. En los últimos meses la actitud del draco le había llegado incluso a incomodar, pero había seguido como si nada pasara, por muchos motivos. Uno de ellos era un simple y llano «ya se encargará Wen de mejorarle el humor». Ahora sabía que se había equivocado al no enfrentarse de forma directa a aquello, aunque seguía teniendo la sensación de que él no podía haber hecho nada aunque lo hubise intentado.

Le parecía irónico. Noel era una persona que tenía problemas, mayormente a causa de su transformación, pero también era una persona que había encontrado muchísimo apoyo en aquella ciudad. Tenía a Wen, los tenía a ellos, a Vac –quien, precisamente, lograba hacer a Gael envidiarlo, puesto que su hermano tenía las atenciones que él ya no–. Gael creía firmemente que había muchísimos motivos por los que valorar a Noel, e incluso sentir envidia –sana–. No le entraba en la cabeza cómo podía desechar sus logros tan fácilmente. Le había visto aprender muchas cosas desde que se transformó, destacar en aquello en que se proponía. ¿Dónde estaba el fallo, entonces? No era capaz de enumerar siquiera la primera de esas “cagadas” de las que él hablaba, y eso le confundía enormemente.

Aquella conversación que estaba teniendo lugar surgió de forma repentina, pero el cambio del draco había sido gradual. Aunque se hubiera dado más o menos cuenta, eso no cambiaba que una persona por la que Gael sentía admiración acababa de admitir que se sentía inferior. Era una inversión difícil de asimilar. Había varias cosas que lo incomodaban en todo aquello, aparte de la evidencia de que Noel no estaba bien. Lo que sentía el draco por los demás no era algo parecido a la admiración, sino algo más bien negativo, envidia, o celos. La admiración y la envidia van de la mano, el fuego fatuo lo sabía bien, pero todo lo que había dicho sobre el torneo le producía una sensación desagradable: la sensación de que Noel necesitaba pisarlos para sentirse mejor. Supo que era una exageración usar semejante término, pero no sabía definirlo de otro modo. Y, para él, eso era un indicativo de que Noel se sentía pisado por ellos a su vez y por tanto había desarrollado aquella necesidad. Gael no sabía qué más podía necesitar demostrar el draco en lo que al torneo se refería. Nadie había obtenido un éxito tan rotundo como el suyo, y si aquello le parecía poca cosa a Noel, hacía que las victorias –y la derrota– del fuego fatuo fuesen insignificantes. Dejó de sentir que hubiese hecho algo bueno hasta el momento.

Esa cadena de pensamientos negativos lo llevó a sopesar qué aportaba exactamente él al cuchitril. ¿Quién hacía sentir así a Noel? Adara, tal vez, por aquellas bromas ya fuera de lugar de maestro y alumno. Giz, por su éxito fuera de los negocios cuchitrileros comunes. ¿Y él? ¿Toima? No, Toima destacaba en las pelea cuerpo a cuerpo y podían dar gracias a las dotes de su transformación. Quedaba él. No tenía éxito, no destacaba, ni era el único en nada que importase, y aunque alguna vez había pensado en ello, no había sentido que eso le hiciese un lastre. En cambio, que Noel lo viese de ese modo le hacía preguntarse si también a él le veía así. Sabía que no. Sabía que era algo completamente subjetivo. Sabía, incluso, que si Noel no lo había dicho hasta ahora, era porque él mismo era consciente de que no era cierto.

Se  había estado dejando llevar por los caminos más escabrosos y sus propias inseguridades habían emergido para compararse a las del draco. Cuando llegó a la ciudad, Gael tenía una autoestima realmente baja. La magia, la transformación le habían sentado estupendamente, dándole la confianza que le faltaba. También sus amigos. En cambio, Noel, tenía la sensación de que había recorrido el camino contrario, pero forzándose a perder más cuanto más ganaba.

Le llevó un poco darse cuenta, pero aquellos pensamientos negativos que había despertado en él la inseguridad de Noel no eran algo para darle tantas vueltas, puesto que el draco no estaba pensando aquello con perspectiva. No lo estaba viendo como era, simplemente se había dejado llevar por sus peores pensamientos hasta llegar a las conclusiones erróneas. Tan erróneas, que no hacía falta demasiado para demostrar que lo eran, pero no sabía si entrarían con tanta facilidad en la cabeza  del chico. Llegados a aquel punto, Gael empezó a pensar que, en realidad, el draco padecía una depresión. Básicamente eso tenía que ser.

Necesitó tiempo para poner sus pensamientos en orden, buscando la manera de tratar aquel asunto con la delicadeza que se merecía, incluso si no podía ocultarse a sí mismo que se sentía molesto. Había dejado de darle vueltas a tonterías fuera de lugar, pero el hecho primario de que Noel, precisamente Noel, estuviese diciendo cosas como aquellas le producía incomodidad. Había demostrado tantísimo en el torneo que no había ni por donde empezar, y no le parecía suficiente. Hacía tanto en el día a día por los demás cuchitrileros, se esforzaba, lograba aquello por lo que se esforzaba. Si quería más, con razón debía frustrarse, porque no había ese “más”. Pensó que, tal vez, Noel pretendía hacer tanto en vez de focalizarse en unas pocas cosas, que se sentía desbordado. No creía que fuese a ser fácil sonsacarle detalles, pero era una ocasión ideal para intentarlo.

La conversación había continuado, entre tanto, pero Gael no había aportado nada. Había estado demasiado ocupado separando ideas impulsivas de ideas con sentido, buscando por dónde abordar aquel asunto. Lo que lo sacó de forma repentina de sus pensamientos fue la caída de Toima. Se alzó un poco sobre la mesa, mirando a la mole ulterana con preocupación, pero roncaba como un bendito. Volvió a su posición anterior y jugueteó con la servilleta, todavía inseguro acerca de cómo hilar lo que quería decir.
―¿Quién vale más que quien? ¿Quién? En las misiones, todos rendimos. En la bahía... ―Eso ya lo habían dicho, estaba seguro. Y, según creía, Noel ya lo sabía. Como el problema era precisamente la parte que no lograba entender, creyó que era una buena ocasión para tratar de profundizar en ella―. En realidad me gustaría que explicases... que digas alguna de esas cagadas y meteduras de pata. O cuándo has sido un lastre exactamente. Por mucho que le doy vueltas, no se me viene nada a la cabeza. ―Consiguió mirarlo directamente al terminar de hablar, de forma que quizás podría identificarse como retadora, pero no era esa la intención del fuego fatuo. Se moría de frustración, total y absolutamente, porque tenía la certeza de que no iba a ser sencillo sacarle aquellas ideas a Noel.

No hubiese podido responder a la intervención de Toima aunque hubiese querido, porque el ulterano se quedó profundamente dormido inmediatamente. El draco le había mirado mientras soltaba su discurso de ebrio, aunque sin duda si se encontrase en condiciones de hacerlo habría sonreído y agradecido sus palabras, tan propias de alguien como él. Toda aquella situación le estaba dejando una sensación difícil de definir y comenzaba a percibir el ambiente a su alrededor como si lo único que se encontrase allí fuese su cuerpo y su mente estuviese muy lejos.

Noel se estaba agobiando cada vez más, había soltado todos aquellos pensamientos que lo oprimían desde hacía tanto tiempo y no se encontraba muy capacitado para razonar en aquel instante debido al estrés que le producía la situación. Es por ello que tan solo podía negar automáticamente todo lo que se le decía, en un reflejo externo de la auto anulación a la que había sometido desde… ¿Desde cuándo? Ni él mismo lo tenía muy claro. Siempre había tenido una clara tendencia a sentirse inferior, poco importante y poco útil, pero antes no era igual. Antes de transformarse, probablemente. A lo mejor ser un draco de Estínfalo le había amargado más de lo que estaba dispuesto a admitir, ya que siempre se había dicho que nunca caería en ello, que no se abandonaría a la autocompasión por aquellos detalles desagradables, que aceptaría por completo su naturaleza sin dejar de ser él mismo…

Aquella línea de pensamiento tampoco era capaz de continuarla en aquellos momentos. Cualquier intento de razonar se bloqueaba por el creciente agobio que sentía al escuchar lo que le decían. Alzó la vista hacia Gael y quiso decirle que el único que no valía era él mismo, pero no le salieron las palabras y el fuego fatuo continuó hablando. No fue capaz de sostenerle la mirada mucho rato. Se llevó las manos a las sienes, en un gesto que denotaba nerviosismo por completo.
—Siempre... Más de una vez os he causado problemas por no ser capaz de mantener a raya… —¿El temperamento? ¿La pérdida del control? ¿La locura? No fue capaz de poner en palabras aquellos conceptos. Al fin y al cabo aquello derivaba en unos derroteros que no creía estar preparado para compartir con ellos y tal vez ni siquiera debería hacerlo, mucho menos en aquel momento en el que apenas era capaz de articular una frase correctamente—. Me dejo llevar —dijo en sustitución al final—. Como cuando… Valenz... Y Virius… O el día que ellos atacaron a Wen por primera vez, o… —Volvió a hacer una pausa dejando la frase en el aire—. No sé manejar las situaciones. Como la última vez con… —miró brevemente y de soslayo a la nublina sin añadir nada más y dejó caer los brazos sobre la mesa—. Siempre que tomo una decisión es lo mismo. Ni siquiera sé por qué… por qué lo hago. Por qué tomo decisiones algunas. Por qué me empeño en manejar nada… Como si esperase conseguir algo con ello.
Negó con la cabeza frunciendo ligeramente el ceño, había hablado más bien para sí mismo, como si se estuviese reprendiendo, con la última parte de su respuesta y casi parecía ajeno a lo que lo rodeaba.

Giz se había quedado callado hasta ahora. Necesitaba tiempo para pensar qué decir y entre Gael y Adara habían conseguido tirar de la lengua a Noel para que se explicara un poco mejor. Cuanto más oía, el goliat lo comprendía menos. <<¿Cómo ha debido de interpretar todo para sacar unas conclusiones tan negativas?>>. Las bromas sobre sí mismo eran algo natural del draco, pero de ahí a tomarselas tan en serio...

—Creo que no llego a entender qué carril de pensamientos has tomado para llegar a la conclusión que has llegado —habló por fin—. Pero te equivocas de cabo a rabo. Problemas causamos todos y fallos también los tenemos todos, pero es algo normal y te aseguro que tú no tienes ningún record o mención de honor por ello. De hecho, yo no consideraría fallos tuyos ninguna de las cosas que mencionas.  Mira… —se quedó callado, sopesando si serviría destacarle cosas positivas suyas. Desde luego no parecía que las fuera a aceptar en ese momento, pero Giz esperaba que, en el mejor de los casos, hicieran mella para el futuro—. Mira, si has demostrado algo en el torneo es que eres versátil e imaginativo y de siempre has tenido madera de líder y la iniciativa que a mí, por ejemplo, me falta a veces.

>>Creo que si el negocio nos va bien y nos llevamos como nos llevamos es porque nos complementamos y conseguimos suplir nuestras carencias entre nosotros mismos. Ninguno de nosotros vale menos, o más —Giz no supo bien cómo continuar, estas cosas se le daban regular, y trató de soltar una pequeña broma entre tanta seriedad. Probablemente no le saliera bien—. Si es necesario, iremos detrás de ti y te daremos un aviso de cada decisión correcta que tomas, para que veas cuánto te equivocas.

A Noel le costaba asimilar todo lo que le estaban diciendo. Contradecía en más de un sentido la concepción de sí mismo que hacía tiempo se había ido forjando y grabándose en su mente. En ese momento no tenía la cabeza en condiciones de procesar y razonar porque, tratando un tema que era tan peliagudo y que estaban tan arraigado en su cabeza desde hacía tanto tiempo y sumando eso al agotamiento que tenía encima, no podía hacer mucho más salvo agobiarse.

Se había quedado mirando a Adara cuando esta habló sin ser capaz de responderle. En su mente algo le instaba a que lo negase todo. ¿Por qué no se daban cuenta de que se equivocaban? De que él siempre estaba por detrás, que nunca hacía suficiente y que era completamente prescindible.

No obstante, había habido algo dicho por Giz que le resultaba tan chocante con su visión personal, que incluso le hacía replantearse algunas cosas… Lo cual no había hecho sino aumentar su agobio, que poco a poco había ido convirtiéndose en un inicio de ansiedad.
—Giz… ¿Qué te hace pensar que tengo madera de líder? ¿Qué he hecho para qué digas eso? —se dirigió finalmente al asreniano.
La última pregunta tenía un significado diferente al que parecía. No quería que lo convenciese. Quería saber si estaba haciendo algo que no debería y la incertidumbre lo puso todavía más nervioso. Empezaba a sacar algunas conclusiones que no le gustaba nada, nada en absoluto.

Giz asintió ante la intervención de Adara, convencido de que la ángel negro llevaba toda la razón y miró sorpendido a Noel cuando retomó lo de su madera de líder. <<Espero que no me haya malinterpretado...>>. De ser así, acabaría por pensar que las ideas de Noel ahora mismo eran inexpugnables.

—Es algo que va en tu actitud, incluso me atrevería a decir que lo llevas inscrito en el ADN —explicó, esperando estar haciéndose entender correctamente—. Vendría a ser que a veces funcionas como un motor y nos activas cuando estamos parados, aunque está estrechamente ligado a tu humor y las palabras de ánimo que siempre tienes para todos nosotros, entre otras cosas... —Giz echó el freno, creyendo que se iba por las ramas—. ¿Me entiendes, no? Es una cualidad que algunas personas no tienen ni aunque lo intenten, porque le faltan alguno de los factores que cumples tú. Y es algo positivo —aclaró, por si las moscas.

La carga que se había echado Noel a sí mismo sobre los hombros tenía poco sentido. Pero, tras haber llegado a la conclusión de que no era algo a lo que había llegado de forma meramente lógica, no le extrañaba nada de lo que decía. Estaba de acuerdo con lo que añadieron Giz y Adara, él no lo podría haber dicho mejor, especialmente porque estaba de un humor extraño. Pero, precisamente en la cuestión sobre la que más se había quedado cavilando Gael fue en la que insistió Noel. Él hubiera agregado algo bastante menos halagüeño que Giz, precisamente porque este hablaba en presente. En opinión del fuego fatuo, eso era algo que el chico había ido perdiendo con el tiempo y, ahora que pensaba acerca de ello y sabía la verdad, por fin era consciente de ese hecho y del porqué.

Cuando conoció a Noel le había parecido un chico realmente carismático, que además era lanzado como él no, e inteligente. Esas características encajaban con lo que decía Giz, sin embargo, según se había empezado a sentir inferior, aquello había ido perdiéndose de forma gradual. Más recientemente ya no podía ver en Noel al tipo capaz de sacarles una sonrisa y sobreponerse a cualquier situación que siempre había sido. Nadie le había exigido nada, ni reprochado nada, y sin embargo todo lo que había logrado había sido insuficiente para él. Irónicamente, había perdido uno de sus puntos fuertes por considerar que no tenía ninguno, por buscar otros o tratar de equipararse a los ajenos. No sabía si se podía aplicar al caso de Noel, pero en muchas ocasiones uno no puede buscar superar a alguien que hace algo bien proyectando sus esfuerzos en ese mismo campo. Muchas veces, lo único que hace falta es ser capaz de ver y estar conforme con tus propios logros. Para Gael no había puntos fuertes mejores o peores, y esencialmente eso era lo que estaba ansioso por que entrase en la cabeza de Noel.
―¿No te parece que has estado dejando todo eso de lado, queriendo o no, por pretender hacer más de lo que humanamente puedes? Tómate un descanso, y deja de exigirte tanto. A veces cuanto más queremos lograr menos conseguimos. No, y precisamente, llevas meses esforzándote por conseguir cosas que has conseguido realmente, pero si te digo esto es porque prefiero un Noel alegre que pierde combates en el torneo que un Noel amargado teniendo un éxito rotundo. Creo que eso hace más por el grupo que el premio o la fama que puedas ganar.