El Cuchitril (Archivo I)

Recuerdo del primer mensaje :

Observamos multitud de casas en la zona de la Plaza de los Colaespina y… lo cierto es que no resulta fácil encontrar un buen lugar, pues los edificios que sí cumplen con los requisitos que buscamos, después por dentro son inhabitables. Caso destacable aquel que parecía ser un candidato perfecto… hasta que me llevé un buen golpe en el culo en el suelto bajo el que pisaba. ¡Y las astillas tampoco perdonan! Y Gael se ríe… “¡No tiene gracia!”, pero no me oye en la burbuja que acaba de crear.

Me llama la atención un edificio grande que veo a un lado de la calle. No tardo nada en señalárselo y decirles de acercarnos a él, aunque algunos ya se habían fijado en él. Dentro del edificio, cuya puerta se conserva en un estado decente –aunque chirría como mil demonios–, encontramos un panorama que, de haber estado en mejor estado, podría jurar con las manos en el fuego que se trata de una posada. ¡Y eso significa muchas habitaciones! Además, es prácticamente toda de pierda. Mientras pienso esto, nos repartimos todos entre el salón, aunque yo no tardo en subir las escaleras para observar cómo está el piso de arriba. Este edificio está muy pero que muy bien, el suelo es mucho más resistente que el de otros edificios y los desperfectos que tiene se pueden arreglar. Las ocho habitaciones de las que consta el piso son más que suficiente para todos, aunque los muebles sí es necesario cambiarlos.

—¿¡Cómo va por ahí abajo?! –grito a los que se han quedado–. ¡Por aquí cumple con los requisitos mínimos de calidad, aunque mejor que por ahora ahuyentemos a los de sanidad!–observo mirando los insectos que recorren los muebles carcomidos.

Llegaron al cuchitril tarde en el mediodía. Gael estaba agotado, tanto que al llegar dejó el grimorio sobre la mesa del comedor, dejándolo caer pesadamente, y abandonó el cadáver para estirarse en el aire. Las caras de los demás le decían que todo se había arreglado, pero había algo más, Wen tenía por fin a su mascota. Se acercó curioso, identificando al animal. Era un ejemplar precioso, tanto que prácticamente se le cayó la baba al verlo.

Giz se le acercó para enseñarle el hechizo de teletranspote, y sonrió porque había hecho bien en evitar buscar sobre aquello en concreto. La sonrisa la perdió al ver el hechizo en cuestión, pero no le importaba trabajar con Giz en ello.
—No hay problema —respondió a Noel—, es un buen reto, a fin de cuentas. Yo he traído todo esto…
Se acercó al grimorio y sacó los folios que había guardado entre sus páginas, mostrándole a los demás todo lo que había recolectado y con lo que pensaba ponerse en serio también. Por último les enseñó el grimorio, aunque sospechó que por el momento tendría poco tiempo para aquello, si bien también podría ser útil de haber sido un nigromante más experimentado.

El último comentario de Noel le hizo ponerse los guantes y darle unas caricias rápidas al animal, pero después se puso serio de nuevo. Faltaba explicarles lo que había dicho Caín.
—Vac se quedó en el burdel, por cierto, y ya hablamos con Caín. Dice que tienes vacaciones —dijo mirando a la vouivre—, pero que alguien tiene que sustituirla. El burdel está bien protegido y dice que puede quedarse allí. También están poniéndose en marcha para buscar información. Deberíamos ir decidiendo eso... ¿quién suple a Wen?

Toima

Aprovechando un momento en el que el cuchitril estuviese silencioso, el ulterano se escurrió fuera de su habitación, sin hacer ni un solo ruido para despertar a la nublina. De puntillas se acercó a la escalera. Detrás de él comenzaron a repiquetear las garras de la lagarta que le habia seguido por el pasillo y ahora le miraba con una mirada que se debatia entre ser atenta y estar adormilada. Toima frunció el ceño y le dio una palmada en el lomo, acariciando su pelaje.
-¿Te apetece venirte conmigo?-le susurró.

La lagarta solo le pegó un lametón en toda su cara a modo de respuesta. El ulterano gruñió algo inteligible mientras se pasaba las manos por la cara en pos de limpiar las babas de esta.
-Me lo tomaré como un sí...-dijo, abriendo de nuevo la marcha.

Y juntos fueron al mercado, donde estuvieron paseando mucho más relajadamente entre los puestos y puestos, hasta que finalmente Toima encontró el tipo de puestos que buscaba. Detrás de él iba la lagarta, moviendo la cola ambos lados y estirando su cabeza por encima, curioseandolo todo. Rara vez tenia oportunidad de salir fuera del recinto del cuchitril. Toima la llevaba sujeta de una cadena fina conectada a un collar de un metal ligero que hacia las veces de collar. Por supuesto, aquello era poco más que una formalidad, ya que si la lagarta quisiera, romper sus ataduras, seria un mero tirón fuerte lo que le costaria o emplear sus dientes, que no tenian rival ante el débil metal.
Sin embargo, Toima estaba confiado en que no lo haria. Habia entrenado bien a aquel ejemplar de Basara, no tanto como se le habia enseñado de pequeño a domesticar animales salvajes, sino más bien poniendo parte de su propia persona y dejando su faceta amable florecer con el animal. Solo la tendria con cadena por periodos breves y siempre era por un buen motivo. La lagarta, lejos de resistirse que se le pusiera el collar, lo veia como una recompensa, puesto que significaba un paseo con bien su madre o padre. Y un paseo era siempre bien recibido.

Tras un par de horas en el mercado y una breve reyerta con uno de los comerciantes, un Toima con dientes de menos y parte de la cara hinchada por golpes, andaba de vuelta sujetando lo que parecia una panopila pequeña a su espalda, llevando varias armas de aspecto peligrosamente afilado. Detrás de él, marchaba la lagarta, arrastrando su correa. El ulterano habia estado tan absorto en sus negocios y peleas que se habia olvidado de la presencia de la lagarta. Cuando salió del mercado, pudo apreciar como le seguia y entonces se dio cuenta de que la habia ignorado mucho tiempo. Le soltó de la correa y le cogio de la cara, llevandola al mismo nivel que la suya.
-...-frunció el ceño. El iris rosado de la lagarta vagaba al principio, evitando establecer contacto visual (cosa ligeramente complicada) con el ulterano que parecia estar haciendo un esfuerzo sobreulterano para decir algo.-...Lo siento por haberte ignorado antes.-finalmente dijo.

Hubo un silencio incomodo entre los dos. Tan solo se rompió cuando la lagarta se cansó de que el ulterano sujetase su cabeza y, para zafarse volvio a lamer la cara del albino de cabo a rabo, haciendole retroceder. Una vez que se disculpó con la lagarta, se volvio a cargar la panopila a la espalda y andó alegremente, esta vez con la lagarta en su flanco izquierdo.

;-

Finalmente llegaron al cuchitril. Toima se moria de ganas de probar sus nuevos juguetes. Improvisó unos blancos con diferente basura y chatarra que sobraba y les puso a diferentes distancias, esparcidos por el patio del cuchitril. De las ocho kpingas que colgaban ahora de su cinto, el ulterano agarró dos y comenzó a practicar su tiro al blanco. Aunque la punteria del ulterano era excepcional, incluso para ser la primera vez que blandia semejante arma, no llegaba a golpear lo que creia que serian puntos vitales. Claramente, aquel arma habia sido usada para herir de gravedad e incluso matar a objetivos a media y corta distancia y solo podia blandirla alguien con una fuerza tan desmedida como punteria y, sobretodo, poco y nada de aprecio por su propia seguridad. La lagarta contemplaba al ulterano practicar mientras reposaba cómodamente al sol.

Mientras hacia florituras con las armas y comenzaba otra ronda de disparos rápidos, vio llegar a un pequeño grupo al cuchitril. No les dedicó una mirada abierta ni les saludó. Estaba muy centrado en lo que estaba haciendo en ese momento. O quizás no tanto. La hoja fálica del kpinga se clavó profundamente en su carne, concretamente en la nalga derecha y de la herida comenzó a manar sangre rápidamente. La lagarta alzó la cabeza cuando escuchó los gruñidos de dolor del ulterano pero al ver que se encontraba bien, o todo lo que podia, volvio a su reposo.
-J-joder... ¿A que tipo de persona se le ocurriria esta pedazo de hija puta?-maldijo, alzando el arma ahora bañada de su sangre para apreciar sus cinco diferntes filos con una sonrisa sádia.-Los humanos nunca dejan de sorprenderme...-

Durante el camino, la vouivre puso especial atención en cubrir y proteger al lobezno del clima, teniendo miedo a que enfermara. Era muy pequeñito y parecía bastante indefenso, pero el lobito se limitó a bostezar un par de veces más y a mirarla jadeando alegremente, dejando escapar su pequeña lengua entre sus diminutos dientes, como si se sintiera profundamente alegre de estar entre los brazos de la británica. Y así era.

Al llegar al Cuchitril, Wen vio a Odin acercarse a ella curioso y la británica se agachó con una sonrisa para presentarle a su nuevo compañero. El lobezno parecía entusiasmado con la posibilidad de un nuevo amigo peludo, porque si su dueña, a la que ya quería por encima de todo, trataba con tanto cariño a ese gato, no podía ser sino un nuevo amigo con el que poder jugar. El lobito ladró graciosamente y le dio un golpecito cariñoso al morro del gato como saludándolo. Cuando el felino le contestó con desagradables bufidos, el lobo se escondió en el pecho de la vouivre, asustado.

- ¡eh, Odin, basta! No te ha hecho nada malo.- le regañó la vouivre mientras acariciaba la cabecita del lobezno, que se relajó al instante.

La vouivre miró mal a Odin antes de servirle a su nueva mascota también un plato de leche como había hecho Noel. Acarició al animal mientras este se alimentaba y luego jugó con él poniéndole su collar de llaves al alcance y luego quitándoselo. “Tendremos que ponerte un nombre, amiguito.” Pensó. No prestó atención a los demás hasta que Gael se acercó a acariciarlo.

- Es precioso, ¿verdad?- le peguntó con una sonrisa.- Giz ha acertado en todos los colores. Soy yo en licántropa y cachorra.- sonrió, pero las palabras del fuego fatuo la tiraron de su nube de golpe. Estaba en peligro, todos lo estaban y había que hablar.-  Entiendo. No es la mejor escusa por la que me hubiera gustado coger vacaciones, pero no me quejo. Sí, creo que me quedaré en mi habitación. Voy a estar muchas horas entre cuatro paredes y necesitaría que dentro de ellas hubiera mucha agua y un poste. No os ofendáis, pero yo soy muy grande y aquí no me sentiría bastante apretujada.- comentó refiriéndose a su forma de serpiente. En cuanto Gael preguntó sobre su sustituto, Noel se ofreció voluntario.- Oh, ¿en serio? ¿Crees que serás capaz de hacer mi trabajo debidamente? Que sepas que no es solo fuerza, sino también modales y educación. Los británicos nos comportamos de esa manera de forma innata, pero no sé yo cómo se comporta un sueco en esas circunstancias.- bromeó la vouivre.- Tendré que conseguirte un uniforme y darte algunas instrucciones y clases de protocolo, pero por lo demás creo que lo harás perfectamente.- sonrió finalmente, complacida porque fuera él quien fuera a sustituirla.

La vouivre dejó al lobito en el suelo para que explorara por su cuenta y se acercó al gato blanco y negro para acariciarle la cabeza.

Atendió con interés a lo que el fuego fatuo tenía que decirles y cuando Wen dijo que finalmente sí se quedaría en el burdel, Noel no tuvo que pensárselo mucho.
—Yo ocuparé su puesto. Si le parece bien a Cain, claro —terminó por añadir, pensando que realmente desconocía si el invocador podría preferir a cualquier otro para aquel trabajo. Las palabras de la vouivre, sin embargo, le hicieron enarcar una ceja—. ¿Me estás llamando matón descerebrado? Creo que podré con ello, gracias por la "confianza" —finalizó con una leve carcajada.
Esperaba que el italiano accediese, de todas formas, porque de ese modo tendría una excusa para pasar más tiempo con la vouivre en el burdel. Le quitaría bastante tiempo de seguir planificando las medidas de protección extra que tendrían que tomar a partir de ahora, pero supuso que podría seguir trabajando en el asunto de las runas mientras no tuviera que atender a nadie.

Entre unas cosas y otras había llegado la hora de comer, cosa que el sueco notó en las constantes protestas de su estómago. Todavía estaba cansado después del trajín de la tarde anterior y sentía que debía reponer fuerzas. El draco y el fuego fatuo se pusieron manos a la obra y prepararon arroz con verduras y unos filetes del osogrifo que había cazado Adara la tarde anterior.

Una vez hubieron terminado de comer, se despidió de los demás cuchitrileros y les dijo que ya se verían mañana en los entrenamientos, con intención de pasar la noche con la vouivre en el burdel como acostumbraba a hacer en cada vez más numerosas ocasiones.
—Eso si no me echas de la habitación para estar a solas con tu lobo, claro —le soltó a la chica sonriendo sarcásticamente justo antes de salir por la puerta.

Sigue en el Burdel de Dama Espasmo.

Cuando llegamos al Cuchitril, detecté un nuevo olor. <<¿Qué es, qué es? ¡Un lobito! ¿Mascota de Wen?<<¿De dónde lo ha... Giz? ¡Qué monada! ¡Che! Mantén la compostura, que está Noel>> pensé conteniendo la risa mientras saludaba a los demás. Luego Gael contó y explicó lo que había encontrado y yo me quedé a curiosear, pero al ver que el hechizo no me era factible, me acerqué para ver el sistema de runas que Noel planeaba con Adara.

Al final se decidió que Wen se quedase en el Burdel y que Noel le sustituyera, lo cual era de lo más acertado. También se acercaba la hora de comer, por lo que me despedí y volví a casa. <<Verás tú cuando Erika vea al cachorro...>>

-Nos vemos.

Sigue en el Burdel de Dama Espasmo.

Le fastidió que la expresión de Wen cambiase de pronto, aguando la felicidad que le daba su nueva mascota. Por suerte las cosas no eran como el día anterior y las bromas y las sonrisas ya tenían cabida.
—Pues nada, así quedamos entonces —comentó para dar el visto bueno a las decisiones de sus amigos.

Tocó ponerse en marcha para hacer la comida. Se pusieron de acuerdo rápido porque el hambre apremiaba, y aunque le dijo a Jack si quería quedarse con ellos mientras comían, decidió irse antes de todos modos. Cuando llamaron a la mesa, Toima acudió hecho un guiñapo desde el patio, con heridas y sangre seca. Apenas había visto de refilón sus armas nuevas, pero estaba claro que estaba tomándose en serio el entrenamiento. Demasiado, quizá. Esperó a que terminasen de comer y se marchasen Noel y Wen, y tras despedirse, dándole también al lobezno unas caricias, le lanzó a traición al ulterano un hechizo de curación. Subió las escaleras escabulléndose, llevando el cadáver al piso superior, y se encargó de darle de comer a Pirita, que olisqueó sus guantes con curiosidad. Cuando volvió a reunirse con Giz la llevaba sobre los hombros, enganchada con las uñas.
—Habrá que ponerse al trabajo —le dijo a Giz con una sonrisa cansada. El goliat hacía rato que ya estaba enfrascado en el libro que había traído, y tomó asiento a su lado, expandiendo los folios por la mesa.

A poco más que aquello dedicaron la tarde, mientras Adara siguió revisando las runas sentada a su lado y Toima lanzando cuchillos hasta el anochecer. Se hizo raro cenar sin Noel, y después de recoger todo subieron a sus habitaciones. Gael sabía que necesitaba dormir, pero antes de quedarse traspuesto trató de leer el grimorio. Era complicado, vaya que sí, pero eso no hacía más que animarlo a dominar aquellos hechizos. Terminó cayéndose de agotamiento con el libro y la gata entre los brazos.

En el momento en el que Noel terminó de hablar Wen se puso en marcha: recogió sus armas, se lanzó los hechizos necesarios y se recogió el pelo.

- A por ellos. - proclamó la vouivre antes de salir por la puerta del burdel. No iban a engañarse, que alguien hubiera traspasado el cordel solo significaba una cosa: ellos habían entrado.

No tardaron mucho en llegar y lo que se encontraron no fue lo que se esperaban. Cuando Noel dijo que habían traspasado el cordel, Wen se esperaba encontrarlos dentro del cuchitril y comenzar una pelea, pero nunca se imaginaría lo que se encontró. La vouivre no vio el desorden ni los muebles rotos, la vouivre solo podía ver a Yloh, su amigo, empalado en la pared. No se lo podía creer. La británica se quedó estática, muda, no reaccionaba. Solo un pensamiento rondaba por su cabeza. “Es mi culpa.” Se decía una y otra vez. Y así es como lo sentía.

Pasó muy poco tiempo en el intervalo en el que el aviso de alarma llegó a la mente del draco y el tiempo que tardaron en alcanzar la puerta del cuchitril, pero la escena no habría cambiado aunque hubiese sido de otro modo. En cuanto vio la puerta destrozada y el silencio fue lo que lo recibió desde el interior, el draco se preparó para lo peor, aunque en su fuero interno mantenía una leve esperanza de encontrarse con algo ligeramente distinto.

Esperanza que fue completamente aplastada bajo el puño que golpeó directamente el estómago del draco, tras apartar costosamente la puerta cuasi arrancada de sus goznes y obtener una macabra panorámica de la escena que ahora adornaba el salón de su casa.

El sonido de las gotas de sangre golpeando el charco que se había formado bajo el cadáver de Yloh inundó los oídos del draco y, durante unos eternos segundos, fue lo único que pudo escuchar, completamente mudo y con una expresión de absoluta incredulidad. Su rostro fue cambiando poco a poco mientras el acceso de ira que ya había experimentado hacía menos de una semana volvía a apoderarse de él. En la expresiva cara de Noel se podía leer con claridad un ademán de crispación, furia e incredulidad a partes iguales. Apretó los dientes con fuerza al mismo tiempo que los puños mientras todo su ser empezaba a temblar.

Una silla que la tarde anterior había sido ocupada por el propio nublino mientras comían salió despedida hasta el otro lado de la habitación al ser la víctima de la impulsiva patada que acompañó a un breve pero notorio grito de rabia que emanó de la garganta del draco.

Solo entonces se fijó bien en el resto de la sala y trató de grabar en su memoria, a fuego, cada trozo de madera marcada por las garras, cada salpicadura de sangre que teñía los destrozados muebles y cada centímetro de pared jalonada. <<Un grito de dolor por cada desperfecto>>, fue lo único que cruzó por su mente en aquel instante.

Y cuando se giró para mirar a la vouivre, completamente inmóvil, con expresión anonada y probablemente culpándose por lo ocurrido, avanzó hacia ella para estrecharla entre sus brazos y completar sus pensamientos.
<<Otros cien por Yloh>>. <<Y otros tantos por Wen>>.

Cuando llegamos, un olor a muerte me asaltó. Rápidamente fui captando el rastro de sangre muerta para clasificarlo. Suspiré de alivio al descubrir que era el nublino Yloh en vez de alguno de mis amigos. Pero aun así, joder, habían entrado, arrasado con el salón y matado al muchacho que no... <<Es un maldito aviso, les daba igual quién fuese>> Pero aunque yo no le tuviera el mismo cariño que los cuchitrileros, no podía demostrarlo. No precisamente tras ver el estado del salón... <<La mesa de Vac, las paredes, el suelo ensangrentado... Ya podíais haber intentado robar la caja fuerte, escoria, y haber muerto de paso>>

<<¿Y decían que era seguro? Menos mal que decidió quedarse en el Burdel... Basta de pensar así, se han colado en su casa y han matado a un amigo suyo, míralos. ¿Y Wen? Creerá que, erróneamente, es culpa suya... Sólo imagina que hacen esto en casa y... No sé, ¿se cargan a Elunin?>> Pero ni así mostré enfado alguno. Si algo habían confirmado los días recordando con Erika, era que no era de enfadarme o preocuparme sino de actuar.

Por eso, mientras Noel abrazaba a la chica, salí a fuera. Por un lado, para esperar al resto de los cuchitrileros. Y por otro, por si aparecía alguno <<Puede ser un aviso trampa...>>

Espoleados por los acontecimientos recientes, los entrenamientos tanto físicos como mágicos se volvieron más duros. Conscientes de ello o no, era justo lo que necesitaban para sentirse mejor después de haber sido reducidos con tanta facilidad por los que iban tras la gema de Wen. Era un alivio al menos ver las sonrisas que el lobezno conseguía poner en la cara de la vouivre, como si mitigase en cierta medida los problemas en los que se había metido. Giz no podía habérselo dado en un momento mejor.

Habían pasado cuatro días de tranquilidad en los que las cosas, dentro de su nuevo orden, habían vuelto a su cauce. Entrenaban en la bahía como cada mañana, sin Noel y sin Yloh esa vez. Gael, fuera de los cadáveres que había dejado desperdigados sobre el manto de diminutos cristales, trataba de sostener la maza que utilizaba con las quimeras más grandes, haciendo burla de sí mismo por cómo se desequilibraba y perdía altura por el peso del arma. Hubiera vuelto al entrenamiento, con el que esperaba ganar agilidad y aprender a rechazar ataques de armas más ligeras, de no ser porque la alarma mágica avisó simultáneamente en las cabezas de los presentes. La sonrisa de Gael se borró enseguida. Bastaba eso para ponerlo de los nervios, aunque cupiese la posibilidad de que fuese un simple error, una visita inesperada. Pero estando las cosas como estaban, no podían pasarlo por alto y, de hecho, no necesitaron ni palabras ni una mirada para ponerse en camino. Simplemente echaron a correr, Gael con todos los cuerpos que tenía a la vez.

Cuando enfilaron la calle donde estaba la vieja posada, Toima empezó a acelerar, cosa que Gael no hizo hasta que vio con sus propios ojos cómo la puerta del cuchitril había desaparecido, arrancada de sus goznes. Ya en la entrada frenó en seco, derrapando sobre la grava con varios cuerpos a la vez. Pudo ver los pedazos de madera astillados que salpicaban el empedrado de la calle, y se ganaron su atención durante el largo segundo que tardó en dirigir la mirada al interior de la casa. Probablemente ese lapso de distracción no eran tal, sino una pausa para tomar aire, un presagio, simple y llano terror por lo que se iba a encontrar.

Clavó las garras en el marco de la puerta. El lagarto de dos metros escrutaba con su perpetua inexpresividad el interior, tenso, bloqueando la puerta. Todos los demás poseídos se desplomaron en mitad de la calle, como si su vida se hubiese apagado de golpe por segunda vez. Los globos oculares del lagarto recorrían la estancia, posándose intermitentemente en lugares al azar, temblorosos, inquietos, abarcándolo todo. Yloh, sangre, Noel, Wen, astillas, Yloh, Jack, loza, zarpazos, sangre. Yloh. El marco de la puerta cedió bajo la presión de sus garras, fragmentado como estaba tras haberle sido arrancadas las bisagras, y las astillas se clavaron en los dedos muertos.

Logró destensar el cuerpo prestado al cabo de unos instantes, avanzando a pasos cortos y temblorosos hacia el cadáver del que había sido su amigo durante año y medio. El chico silencioso pero leal que los seguía allá adonde hiciera falta, ahora empalado delante de él. Ni siquiera veía a los demás a su alrededor, ojos muertos mirando fijamente a otros ojos muertos y apagados. El rostro del chico, aun sin vida, reflejaba angustia y el dolor. Una arcada. Aquello no podía estar pasando, no tenía que estar pasando. «Pero pasa… pero pasa... pasa…». Le costaba hilar pensamientos con coherencia, se negaba a asimilar lo que tenía delante. El miedo que había causado el primer ataque de los mercenarios no se reavivó. Lo que creció en su interior fue una ira incontenible, explosiva, la clase de ira que quema en las entrañas. Siguió un movimiento brusco que terminó de destrozar un mueble que había vivido tiempos mejores, una estantería agujereada por la carcoma y pobremente barnizada. Lo pateó sin piedad, apartándolo de su camino y se lanzó escaleras arriba, protegido por su carcasa inmutable. Descubrió los cuartos impolutos, pero no le importó en lo más mínimo. No había diferencia alguna. La única diferencia la marcaba el maullido que le recibió al entrar en su habitación, donde encontró a Pirita agazapada tras un montoncito de ropa, asustada del aspecto que presentaba su dueño en aquel momento. La gata solo se relajó cuando el chico llameante de siempre salió de aquella criatura, con expresión crispada, confusa, dolida. Pirita se acercó lentamente al muchacho, que olvidando flotar acabó de rodillas en el suelo, con un puño tembloroso apoyado en el suelo y el otro en la boca. Lo mordía con saña, inconscientemente, ahogando los gritos de rabia para que no llegaran a nacer.

Pirita lo olisqueó, gesto que Gael aprovechó para atraerla hacia sí y, aunque se revolvió un poco, logró abrazarla. Entre todo aquel desastre allí seguía ella. Porque así lo habían querido. Estaban a su merced. La mano, deformada, cedió bajo sus dientes, y por fin la soltó con un sollozo. Después, temblorosa, enjuagó los surcos de lágrimas evaporadas. Así se quedó, esperando el regreso de la compostura y la entereza con las que poder enfrentarse a sus amigos y a la escena del piso inferior.

Giz sintió la rotura del cordón de alarma como un mal augurio. Le había pillado alimentando a sus falsos buitres junto a Miloslava, hablando de cosas poco trascendentes. El gesto que asomó en la cara de Giz fue lo suficientemente crudo como para que la científica no quisiera pedir explicaciones. Giz no era la persona más habladora y la científica ya se había acostumbrado a ese detalle, por eso tampoco le extrañó que echara a correr sin decir nada.

El goliat salió del castillo todo lo rápido que se pudo permitir mientras ponía su máquina de pensar en funcionamiento. Decir que estaba preocupado sería quedarse corto y, aunque en el fondo rezara porque fuera solo una falsa alarma, ya había empezado a descartar a aquellos de sus compañeros que no debían estar en el cuchitril ahora mismo. Noel y Wen estarían en el burdel, como ocurría desde hace poco, mientras que Gael y el resto estarían entrenando. Tardó varios minutos en caer en la lesión de Yloh y a partir de ahí, le bastó con hilar ideas para imaginarse lo que había podido ocurrir. Sin embargo, la sensación de saber que era lo que podía estar pasando no hizo sino angustiarle aún más.

Llegó hasta la calle del cuchitril y el desasosiego fue a más. Decidió parar la carrera y acabar el corto tramo que le quedaba andando; necesitaba coger aire y una serie de detalles, como el olor reciente de sus compañeros o la ausencia de ningún tipo de ruido, le hicieron saber que lo que fuera que hubiera roto la puerta ya no estaba ahí dentro. Sin embargo, la escasa información que le llego a través de la gola le hizo acelerar el paso de nuevo.

Nada más cruzar el umbral, la realidad le golpeó con tal dureza que su cuerpo se frenó en seco. <<Yloh...>> la sensación de haber acertado le dolió lo suficiente como para maldecirse a sí mismo por haber hecho las cábalas. No dedicó nada más que un vistazo a los desperfectos de la casa y su mirada acabó perdiéndose de nuevo en el único daño que no podrían reponer de todos: el nublino silencioso clavado a la pared. Quería evitarlo, pero su imaginación acabó volando e imaginándose las infinitas situaciones que podrían haberse dado en el instante que Yloh se daba cuenta de que estaba muerto. <<No tenía ninguna oportunidad...>>. Apretó los puños y maldijo al goliat y a todo su grupo en silencio.

Se aproximó a Gael, que se encontraba de rodillas en el suelo, y le puso la mano en el hombro, esperando que eso consolara un poco al fuego fatuo, que parecía ser quien se encontraba peor. No quiso decir nada, porque nunca se le había dado bien reconfortar a la gente y menos aún cuando él necesitaba las mismas palabras de ánimo que el resto de la sala. Mantuvo la mano lo suficiente como para que las llamas le lamieran la piel, pero el hechizo autorregulador de la temperatura que usaba para mantenerse activo evitó daños reseñables. Le dio un apretón suave; respiró hondo, esperando que con el aire entrara la fuerza de voluntad necesaria, y se acercó hasta el lugar en el que seguía colgado el cuerpo inerte de Yloh.

El goliat estaba temblando y sentía que sus gemelos se quejaban por el esfuerzo físico de la carrera y el psicológico con el que se estaba fraguando la poca firmeza con la que se sostenía, pero ver el estado de sus amigos y la lógica intercultural le hicieron decidirse a ser él quien quitara de la pared el aviso grotesco que los mercenarios les habían dejado en forma de cadáver.

Los asrenianos trataban con los cuerpos de sus muertos de una forma distinta a los humanos y, aunque Giz había dejado de comérselos hace mucho por respeto, sintió la necesidad de evitar el mal trago de lo que iba a hacer a sus amigos. Lo cual no quitaba que él no lo fuera a pasar igual. Lanzó un hechizo de levitación al cuerpo para evitar que se desplomara y desclavó la lanza. Giz dejó caer el arma e hizo descender con toda la suavidad que pudo el cadáver de su amigo hacia el suelo. Justo en ese momento, el goliat empezó a luchar contra las ganas de llorar al mismo tiempo que evitaba cruzar su mirada con las heridas mortales del que una vez fue su amigo.

-Esto no va a volver a pasar...-consiguió la entereza suficiente como para que su voz no se cortara con lo que no era una promesa, sino un hecho que Giz se encargaría de hacer obvio. <<De aquí en adelante hasta el aire nos va a pedir permiso para pasar a casa>> se dijo. Sus ojos acabaron perdiendo la guerra.

PD: Siento que el post sea tan cutrísimo, pero es lo mejor que me ha salido en el rato de descanso u.u Perdón de hentrepierna : (

Toima y Tania

En mitad de los entrenamientos, algunos se detuvieron. Parecia ser que algo malo estuviese pasando en el cuchitril. Y ese algo, debia ser claramente aquel grupo de mercenarios rival. Toima chasqueó con la lengua y recogió sus armas, listo para volver al cuchitril y darles una buena paliza.
Tania se acercó con la lagarta a su lado. Habian dejado de entrenar y estaban tomandose un descanso. Preguntó que habia pasado y Toima le contestó a donde iban.

-Esperad, voy con vosotros.-dijo entonces la nublina, dándose la vuelta para recoger su arco y carcaj.
Toima se detuvo, paralizado de pronto. Un gorgoteo corto surgió en su garganta.
-No.-soltó secamente.
-¿Qué?-preguntó la nublina extrañada, alzando una ceja.

-No vas a venir con nosotros.-respondió el ulterano.

La boca de Tania se despegó unos centímetros, incredula y el ulterano se dió media vuelta y echó a andar. La nublina, todavia sin creerselo, echó a correr detrás de él, seguida por la lagarta y se volvió a dirigir al albino, notablemente molesta.
-¿¡Se puede saber porque!?-dijo abiertamente indignada. El ulterano no hizo ademán de contestarla, ignorandola abiertamente.-¡Son los tipos que atacaron a Wen! ¡Los que casi os matan el otro día! ¡Puedo ayudar! ¡Eh! ¿Me estás escuchando?-terminó preguntandole, zarandeandole de un hombro. El ulterano se zafó y entonces acortó la distancia entre los dos y la miró cara a cara.

-¡Exacto! Por eso mismo no vas a venir.-empezó diciendo casi en un siseo, notablemente nervioso.-Cogerás a la lagarta y os ireis con la bruja.-dijo refiriendose a Nia.-Te iré a buscar cuando acabemos con ellos.-añadió, con tono de autoridad.

La nublina no podia contener su incredulidad y viendo como la habia tratado el ulterano y como se habia expresado, supo que no tendria ni voz ni voto en aquella decisión. La nublina se escurrió entre Toima y se despidió de él, con una exagerada reverencia.
-Como usted quiera, ¡oh, amo!-dijo para molestarle y le lanzó una mirada hiriente. Girando sobre sus talones, emprendió la marcha hacia la botica, escoltada por la lagarta.

Toima

-Tsk.-el ulterano escupió un lardo contra la cristalina arena y comenzó a andar con el grupo, con las hirientes palabras de Tania resonando en su cabeza.

Todos parecian bastante realizados en la idea de lo que iban a hacer al llegar. Toima habia estado practicando con su nuevo armamento y estaba listo para cortarle el gaznate a todos y cada uno de los mercenarios, en especial a la asreniana, por todas las veces que habia tenido que enfrentarse a ella y a su molesta espada.

A mitad de camino, el ulterano se detuvo en unos instantes. Habia visto algo dentro. No dijo nada. Tan solo se puso aún más tenso y avanzó con más presteza hacia la vieja posada que era el cuchitril. Para cuando hubo llegado, ya habian llegado los que estaban en el burdel. La escena, lejos de provocar algún tipo de reacción en él, interiorizó más su pequeña persona y su rostro acarreó una planeza de emociones como muchas veces habian visto. Giz habia descolgado el cadaver como bien habia podido. Aquello molestó a Toima de sobremanera, ya que su cadaver sin vida colgaba con la ayuda de la magia, como una estúpida marioneta.

Aquella vez, el resultado del desafio le habia molestado más que el desafio en si. Cuando las magas escindidas murieron por el veneno del mercante, se sintio soberanamente preocupado de que hubiera atentado contra alguien "de su grupo" aunque por suerte no hubiera compartido nada en especial con las escindidas, le quitaba importancia a la muerte.
Sin embargo, la muerte del nublino habia sido diferente. No habian hablado apenas, pero sabia que Tania y él tenian una buena relación, hablaban entre ellos de su Nubla y, probablemente, deberia ser algo parecido a lo que tenian la bruja y él. Parpadeó lentamente cuando el sonido silencioso del cadaver del chico tocó el suelo. No pudo aguantarlo más, aquella frialdad y su rostro se vió demacrado, por primera vez en su vida, por genuina pena.
Se acercó al cadaver de Yloh y lo recogió con los brazos. Era ligero como una pluma para él. Le sostuvo del cuello y de la cintura, examinó lo que fue el gesto de su rostro en sus últimos momentos. Nunca habia considerado la importancia de una vida, y sobretodo, que cada uno la atesoraba personalmente. Habiendo vivido una vida autodestructiva, el watahré tan solo habia empezado a vivir al conocer a los cuchitrileros y no queria ni imaginarse lo que seria perder a cualquiera de ellos.

Yloh habia sido, en esencia, una buena persona con ellos.

-¿Qué vamos a hacer?-soltó, con la voz entrecortada, pero no tardó en añadir más a su pregunta.-No hablo de los desgraciados estos. Esos se que están muertos, lo pagarán.-tragó saliva y parpadeó lentamente, meditando sus palabras. Sacudió suavemente el cadaver que sostenia entre sus brazos para señalar que se referia al nublino.-¿Qué vamos a hacer con Yloh? Se merece algo mucho mejor que esperar a que se pudra en el suelo.-su voz estaba aún más seca que de costumbre y casi parecia tomada de no ser por su frialdad habitual ante aquellas cosas.

Nia y Tania

Al poco tiempo, menos de un cuarto de hora, la nublina, acompañada por la lagarta y por Nia irrumpieron en el cuchitril, esperándose encontrar una batalla campal habiendo dado de lleno con el ambiente de un velatorio.
Fue Tania la primera en hablar.
-¿Que ha...-

El cadaver de Yloh entre los brazos de Toima no era cosa facil de obviar, pero la nublina habia estado muy ocupada examinandolos uno a uno, como grupo, antes de fijarse en lo inerte que se encontraba el nublino y, sobretodo, ensangrentado, como la pared.

Lágrimas afloraron en los ojos marrones de la chica.
-No... No puede ser...-
Su postura se debilitó. Se fue abriendo de rodillas hasta finalmente caer contra el suelo, sumida en un llanto silencioso, tan solo interrumpido por inconstantes gimoteos.
Nia fue a reconfortarla, severamente preocupada, pero la nublina la evadió y, echandose a un lado, andó a trompicones mientras su rostro se llenaba de lágrimas, acercándose al gigante albino.
-Yloh... Yloh ha muerto...-sorbió de sus lágrimas, que como si fuesen sus penas concentradas, tan solo la sumieron en la más absoluta miseria.-No...-soltó a continuación, con un deje, casi imperceptible de ira.-¡Lo han matado! ¡Esos cobardes!-
Alcanzó al nublino y vaciló en tocarle, como si aquella fuera la prueba definitva, ignorando la herida de su garganta y del estómago. El tocarle y descubrir su frialdad tenia que ser la última prueba, el último testimonio verídico del fallecimiento del que habia considerado uno de sus amigos.

Aunque se lo esperaba, la frialdad de su mejilla la sobresaltó por unos instantes previos a colapsarse del todo, encontrando el suelo por última vez. Toima quien, por su parte habia experienciado de primera mano el colapso total de la nublina en su dolor, no supo, no hizo nada. Se quedó quieto como una estatua. No habia planeado sostener el cadaver del nublino tanto tiempo. Su propia frialdad era contagiosa. Odiaba los cadaveres. Ahora y entonces. Era un ser que antes gozaba de vida, de sueños, de ideas, de memorias, y de pronto se convertia en una copia barata de la que antes habia sido su dueño, como una parodia, un traje sin dueño. Tania seguia llorando sendas lágrimas y estaba hecha un verdadero desastre.

Una pregunta de Nia sacó al ulterano de su ensimismamiento.
-¿Estais el resto bien?-aunque podia sonar cruel, la voz de la ulterana tenia un regusto de preocupación y sobretodo, consternación. Consternación por saber que cualquier dia, el cadáver de uno de sus amigos puede aparecer colgando sin vida de los brazos de otro de sus amigos. Toima asintió secamente y la náyade no dió cuartel, con otra pregunta.
-¿Qué pensais hacer?-soltó con los sollozos de Tania de fondo, como si no fuera lo suficiente obvio. Parecia que esperase otra respuesta que no fuera relacionada con la violencia, pero de bien seguro sabia que no la tendria.

Noel siguió abrazado a Wen durante un buen rato más. No solo la había abrazado por ella, sino porque él lo necesitaba tanto como la propia vouivre. Necesitaba serenarse, evitar que la ira fuese a más y volverse completamente irracional como solía sucederle entonces. Pero para cuando llegaron los demás, la británica ya se había deshecho de su contacto y el draco observó, en silencio y con el rostro completamente serio como pasaban por delante de él. Toima, Gael, Giz, Adara... ¿Dónde estaba Tania? Por suerte llegó poco después con Nia, eliminando el miedo irracional que había sentido al no contarla entre los presentes.

El sueco fue testigo sin apartar la mirada del mismo punto fijo como Gael subía, después Adara, como Giz descolgaba el cadáver y como Toima lo cogía en brazos. El agujero en la ensangrentada pared que ahora sustituía al nublino empalado en su campo de visión era como un blanco en la mente del draco. Era una advertencia, una amenaza que reclamaba su atención. Se imaginó a sí mismo colgando a cada uno de los mercenarios en aquel mismo punto de formas cada cual más grotescas. Pero también vio a Wen, desangrándose por la frente y muerta, justo allí, como si la sangre de Yloh fuese en realidad la suya. Su expresión se contrajo, temblaba otra vez y casi se podía intuir el inicio de las desquiciantes carcajadas que pugnaban por salir de lo más profundo de sus cuerdas vocales.

Los gritos de Tania lo devolvieron a la realidad y, tras dedicar unos instantes a observar a la nublina, su vista se posó inmediatamente de nuevo en Wen. No, no podía dejarse llevar de aquella forma por los rincones más sombríos de su mente, tenía que centrarse en los vivos y en la situación presente. Escuchó los murmullos balbuceantes que la, aún impactada, vouivre profería y se puso en movimiento de nuevo. De forma un tanto brusca, dada la situación, la agarró de los hombros para clavar sus ojos en los suyos. Le dirigió una mirada muda pero no carente de significado y volvió a abrazarla. Ella enterró la cara en su pecho y Noel no se movió del sitio, pero sí giró su rostro para mirar a los demás, al desasosiego que inundaba el irreconocible salón, y se fijó por primera vez en detalles como los acuosos regueros en las mejillas del goliat o la ángel negro.

<<Devolverles el daño multiplicado por mil>>, <<arrancarles los miembros uno a uno>>. La respuesta en voz alta a la pregunta de Nia, sin embargo, fue diferente.
—Por ahora, averiguar cómo entraron exactamente y, sobre todo, darle un final digno a Yloh —habló sin alterarse, ocultando el torrente de emociones que se habían sucedido desde que el aviso mágico había invadido su mente—. Sugiero que lo llevemos al mar, como hicimos con Azura. Estoy convencido de que es lo que él habría querido. Dadme... un momento —pidió mientras ya empezaba a caminar, llevándose a la vouivre consigo.
Subieron las escaleras en silencio y el draco condujo a Wen hasta su habitación. El sueco se permitió un breve suspiro interior de alivio al ver a Odin agazapado bajo la cama. No había tenido demasiado tiempo de pensar en él, pero su gato sí se había cruzado en sus pensamientos en algún momento.

En el estado en el que estaban, primero debían tranquilizarse ambos y el mejor sitio para eso no era en presencia de la dantesca escena que adornaba la planta baja, no cuando la británica no había vuelto a alzar la cabeza desde que la había abrazado.
—Tú no tienes la culpa —le dijo con firmeza—. No quiero que sigas torturándote de ese modo, no puedes culparte por existir o ser quién eres. No cuando tienes a tanta gente a tu alrededor que te quiere y te aprecia.

En un principio, Wen no se percató de que unos brazos la estrechaban. Estaba tan sumida en la escena que se presentaba ante ella y las mil representaciones de lo que había pasado que su mente imaginaba que no notaba el contacto del cuerpo de Noel. Ni siquiera se percató de la gente que había entrado. En cuanto se dio cuenta, empujó al draco con todas sus fuerzas, aunque estas estaban mermadas.

- ¡No! Ellos… Yloh… yo… no puedo… Ha sido… No… - balbuceó incomprensiblemente.

EL sueco la agarró bruscamente y le lanzó una mirada que hablaba por sí sola. Cuando volvió a abrazarla, ella no pudo hacer otra cosa que enterrarse en su pecho y sollozar. No acababa de creerse lo que había pasado. De alguna manera, los mercenarios habían entrado y habían matado a Yloh por el simple hecho de conocer a la vouivre. “¿Qué pensáis hacer?” oyó a lo lejos, en un lugar de su cabeza distante que prestaba atención a la conversación. “Irme.” Contestó la británica en su mente. “Irme y evitar que os maten a todos.”

Wen se obligó a caminar cuando Noel la arrastró. No quería mirar a nadie y que vieran la culpabilidad reflejada en su cara. Por mucho que ellos lo negaran, estaba segura de que en el fondo sabrían la verdad: si ella no hubiera llegado a sus vidas nada de esto hubiera pasado.

La británica se dejó caer más que se sentó en la cama. No quería levantar la cabeza y enfrentarse a Noel.

- No tengo la culpa por existir ni por ser quien soy. - habló por fin, aunque aun sin alzar la mirada.- Tengo la culpa por formar parte de vuestras vidas. Si no hubierais venido ese día al rio todo esto no habría pasado, no tendríais que ir todo el día mirando por la problemática de la serpiente y su… gema de los huevos de oro. - dijo desde el enfado y la impotencia.- Quizás ellos tuvieran razón. Como un aviso, desde el principio, “no os acerquéis a ella”.

Noel escuchó hablar a Wen con la incredulidad pintada en el rostro. Incluso aunque ya conocía de sobra a la vouivre, incluso si había adivinado como debía estar sintiéndose, sus palabras fueron un golpe muy difícil de encajar. Que la chica llegase a una conclusión como aquella le producía una mezcla entre miedo y rabia que amenazaba con desbordarle por completo. Cuando empezó a hablar, lo hizo con la voz medio quebrada, apretando los puños sobre su regazo con los brazos extendidos, en completa tensión, intentando no alterarse más de la cuenta.
—¿Cómo puedes decir eso? ¿Cómo puedes sugerir que hubiera sido mejor que no entrases en nuestras vidas? Y tal vez tenga que recordate que fuimos nosotros quienes quisimos incluírte a pesar de que lo sabíamos. Te acogieron en el burdel por su propia cuenta porque no querían dejarte a tu suerte —antes de continuar hablando, volvió a colocar las manos en sus hombros y le hizo girarse hacia él ya que había estado evitando su mirada todo el tiempo—. Si no hubiéramos ido en aquel momento al río nada de esto hubiera pasado, tienes razón. No te habría conocido y no estarías cuando te necesito, que tú tal vez no te des cuenta pero son muchas ocasiones en las que no me he derrumbado por completo gracias a ti. A lo mejor ni siquiera estaba aquí ahora, porque fuiste tú quien me alejó del abismo aquel día, ¿lo recuerdas? —dejó escapar un tenue pero largo suspiro a modo de pausa para seguir—. ¿Un aviso, dices? Ningún aviso me iba a convencer de querer separarme de ti, como si viene del propio rey. Y respecto a lo que está sucediendo, te aseguro que no tengo intención permitir que un hatajo de cobardes nos mortifiquen la existencia de esta manera. Acabaremos con esto sea como sea, como si tardamos años, pero las cosas no van a seguir el mismo rumbo. Pero para eso necesito que estés conmigo y que no te derrumbes, para así no derrumbarme yo.
Cuando terminó de hablar no quiso pensar en nada en el momento en el que volvió a abrazarla por tercera vez en aquella fatídica mañana.