El Cuchitril (Archivo I)

Recuerdo del primer mensaje :

Observamos multitud de casas en la zona de la Plaza de los Colaespina y… lo cierto es que no resulta fácil encontrar un buen lugar, pues los edificios que sí cumplen con los requisitos que buscamos, después por dentro son inhabitables. Caso destacable aquel que parecía ser un candidato perfecto… hasta que me llevé un buen golpe en el culo en el suelto bajo el que pisaba. ¡Y las astillas tampoco perdonan! Y Gael se ríe… “¡No tiene gracia!”, pero no me oye en la burbuja que acaba de crear.

Me llama la atención un edificio grande que veo a un lado de la calle. No tardo nada en señalárselo y decirles de acercarnos a él, aunque algunos ya se habían fijado en él. Dentro del edificio, cuya puerta se conserva en un estado decente –aunque chirría como mil demonios–, encontramos un panorama que, de haber estado en mejor estado, podría jurar con las manos en el fuego que se trata de una posada. ¡Y eso significa muchas habitaciones! Además, es prácticamente toda de pierda. Mientras pienso esto, nos repartimos todos entre el salón, aunque yo no tardo en subir las escaleras para observar cómo está el piso de arriba. Este edificio está muy pero que muy bien, el suelo es mucho más resistente que el de otros edificios y los desperfectos que tiene se pueden arreglar. Las ocho habitaciones de las que consta el piso son más que suficiente para todos, aunque los muebles sí es necesario cambiarlos.

—¿¡Cómo va por ahí abajo?! –grito a los que se han quedado–. ¡Por aquí cumple con los requisitos mínimos de calidad, aunque mejor que por ahora ahuyentemos a los de sanidad!–observo mirando los insectos que recorren los muebles carcomidos.

Para cuando Wen gritó la buena noticia a los cuatro vientos, Giz se encontraba en su habitación, cuidando de las dos criaturas nuevas que habían salido de su laboratorio hacía escasos días: un par de tortuguillas laud de pocos centímetros que flotaban en el aire y piel blanca, cuyos caparazones se encontraban recubiertos de las mismas escamillas de colores que tenían insectos como las mariposas en las alas, dotándolos de colores vivos. De ser algo menos urgente, el asreniano habría dejado los animales a buen recaudo, pero en aquella ocasión apenas tuvo tiempo de hacerles un gesto para que le siguieran y se acercó tan rápido como pudo a la habitación. El despertar de Noel se había retrasado más de lo que le hubiera gustado a Giz y necesitaba confirmarlo por sí mismo.

Para cuando entró a la habitación, el resto de los cuchitrileros estaban ya allí y acabó considerando que no era plan de avasallarle de golpe entre todos. Asomado al marco de la puerta, al goliat se le humedecieron los ojos de la alegría al tiempo que el resto hacía preguntas parecidas a las que habría hecho él de haber llegado antes. Con una sonrisa de oreja a oreja en el rostro, de las que costaba ver en él, y haciendo un gran esfuerzo para no llorar se acercó a la cama en la que reposaba el draco.


—Ya era hora —le reprendió de broma, dándole una palmada en el hombro con excesivo cuidado—. Nos alegra que estés de vuelta.

Se echó para atrás para dejar espacio, ya que las tortugas permanecían tras él, y dirigió una mirada fugaz al resto de sus amigos. Las caras de felicidad que tenían todos le bastaron para que se le escapara una lagrimilla, que tuvo mucho cuidado de limpiarse sin que le vieran.

Wen se mantuvo al lado del draco, aunque ya no le abrazaba. Se veía desorientado y algo incomodo y molesto con su estado y la vouivre no quería agravar aquello. Además, el resto también tenía que tener oportunidad de abrazarlo. Ella calló mientras todos iban llegando, sonriendo en todo momento y mirando a todos, como queriendo confirmar que no eran imaginaciones suyas. Cuando Noel nombró a Barch, Wen reaccionó poniéndose seria.

- Sí, pero lo maté. Con tu hacha. Esta muerto. También está muerto.- dijo tranquilizadoramente, aunque más para ella que para el sueco. Tenía que recordarse que no era una inútil y aunque no había sido capaz de hacer nada en su estado si había podido vengarle.

Cuando Noel la miró ella volvió a sonreír y los oscuros pensamientos que pudieran haber acudido a su mente desaparecieron. En ese momento, el draco hizo alusión a su falta de pelo y a la británica le recorrió una sensación agridulce. Era un recuerdo desagradable, pero él estaba despierto y podía volver a reír.

- A mí no me mires.- dijo con una sonrisa-. Técnicamente se puede decir que te sobraban y que entonces yo me hice con un par.

El fuego fatuo esperó, expectante. No quería forzar demasiado al draco y admitió que tal vez con el abrazo repentino ya había sobrepasado los sobresaltos que podía darle. Debía estar confuso, desubicado, y necesitaría un tiempo tal vez para responder a todas esas preguntas. Lo miró un poco preocupado cuando admitió que tenía un problema de enfoque, pero trató de tranquilizarse «es normal, es algo normal». Esbozó una sonrisa tonta al ver a Toima tan alterado, temiendo tal vez por tocar a Noel. Todavía recordaba cómo se había enfadado con el gigantón, pero no había encontrado el momento de pedirle disculpas. Tal vez con el despertar de Noel todo aquello quedaría ya muy atrás, donde nadie querría recordarlo.

―Tranquilo por ahora… puedes tener algunas secuelas temporales ―respondió, tratando de sonar firme. Él, como varios más, se había dedicado a leer bastante sobre lo que podía pasarle a Noel en los días anteriores. Sin embargo lo mejor en ese momento sería llamar a Nia cuanto antes, que había salido hacía algunas horas. El fuego fatuo se fue apartando poco a poco según llegaba gente. También volvían recuerdos, y eso era muy buena señal.
―¡Voy a llamar a los demás! ―avisó con optimismo. Salió al pasillo y con el comunicador marcó a los ausentes en el cuchitril para decirles a todos a la vez―: ¡Noel se ha despertado! Nia, ven en cuanto puedas, por favor. Parece que está bien, pero por ejemplo no enfoca con un ojo.
Respondería a todo lo que le preguntasen los demás mediante el comunicador, pensando en volver a la habitación en cuanto terminase. La sonrisa no se le iba de la cara, sin embargo no se ensanchaba por momentos porque todavía quedaba una sombra de duda, le preocupaban esas secuelas.

—Tranquilo, que no me voy a romper —le aseguró a Giz cuando este tocó su hombro con mucha suavidad, tratando de imprimir su habitual sarcasmo al tono.
No sonrió, no obstante, porque el comentario que había hecho le recordó que seguía sin saber cuánto tiempo había transcurrido. Tenía la sensación de que evitaban decírselo a propósito y no le hacía ninguna gracia.

La respuesta de Wen a su pregunta sobre Barch, no obstante, le devolvió aquella tenue sonrisa a su rostro. Podría pasarse el día entero escuchándolo: no había nada más maravilloso en aquel momento que oír que estaban muertos. Cuando la vouivre mencionó el hacha también se preguntó fugazmente qué habría sido de sus armas, pero ni siquiera llegó a preguntarlo ya que su línea de pensamientos se desviaba con facilidad, todavía aturdido como estaba.

Mientras, Gael había salido del cuarto y el draco observó con su ojo izquierdo al resto de los presentes durante unos breves instantes, en silencio.
—Es mejor que sigáis su ejemplo —dijo de pronto, girando su rostro hacia una posición más cómoda y dirigiendo la vista al techo. Volvió a hablar al cabo de unos segundos empleando esta vez un tono jocoso mejor conseguido—. Salid. Solo se puede quedar ella. —Señaló a la británica con la cabeza—. Van a ocurrir cosas indecentes aquí dentro y no quiero voyeurs en el cuarto.

A continuación insistiría si hacía falta hasta que todos excepto Wen hubiesen abandonado la habitación y una vez se encontró a solas con ella, volvió a retirar la ropa de cama para tratar de incorporarse. La tarea se probó más complicada de lo que debería y el draco comenzaba a frustrarse. El tirón que sintió le recordó que no debería moverse mucho todavía.
—Quítamelo ya, por favor —le pidió mientras volvía a dejarse caer con resignación sobre el colchón.

Hasta que la vouivre no le libró de aquella molestia y pudo comenzar, esta vez sí, a salir de la cama y a deshacerse de los elementos que todavía le quedaban, evidencias del estado en el que había estado hasta aquel momento, no volvió a hablar. Cuando se quitó el camisón que le habían colocado dedicó unos instantes a examinarse con aquella mirada que denotaba cansancio.
—Creo que he adelgazado un poco —comentó al cabo de unos segundos dejando escapar un leve suspiro.

Pasó entonces a pedirle a su pareja que le ayudase a vestirse, ya que había tenido que desistir de colocarse él solo los calzoncillos y preguntó qué había sido de la ropa que llevaba vinculada a la runa de vestir. Al parecer se habían ocupado de limpiarla y de arreglar los desperfectos que pudiese tener, por lo que el sueco, quien tenía la mente demasiado embotada como para vincular ninguna otra cosa en aquel momento, activó su runa y volvió a aparecer vestido igual que aquella noche. Se quitó la gabardina, no obstante, tras realizar un hechizo de intangibilidad sobre ella con evidente dificultad. Sus movimientos eran lentos, torpes y pesados. Y cada vez se sentía más frustrado.
—Esto es una puta mierda —bufó cuando por fin consiguió quitarse la prenda.
A continuación trató de levantarse de la cama y caminar, teniendo como resultado que se produjese su primer reencuentro con el suelo, pues había intentado moverse con normalidad y, evidentemente, no había podido, perdiendo el equilibrio al ser incapaz de coordinarse.

Noel permaneció unos segundos tirado en el suelo hasta que resopló fuertemente y se puso de pie con torpeza.
—No fue un simple desmayo, ¿verdad? —interpeló entonces a Wen mientras volvía a sentarse en la cama y se pasaba las manos por la cara, visiblemente agobiado.
Resultaba evidente que no, pero tan solo podía hacer conjeturas. Conjeturas que no le gustaban en lo más mínimo.

Gael salió a avisar al resto de que Noel estaba despierto y el draco les pidió al resto que salieran para que, por lo que dedujo la vouivre de sus palabras, le quitara el tubo que tanto le molestaba. La británica intentó ayudarlo en todo lo que pudo y no dejó de insistirle para que no se moviera demasiado.

- Pues entonces habrá que volverte a engordar.- le sugirió la vouivre sujetando al draco. Aunque sabía que ella no podría fácilmente con él tenía miedo de que se cayera-. Y, teniendo en cuenta que vas a tener que estarte quieto algunos días dejando que te mime, eso va a ser fácil.

Wen ayudó a Noel en todo lo que le pidió e intento que se moviera lo menos posible, pero el draco era terco y se encontraba frustrado, lo que no ayudó demasiado al trabajo de la vouivre. Intentó disuadir al draco de que no anduviera, pero este no le hizo caso y acabó en el suelo. La vouivre se sintió apenada y ayudó a levantarse al draco, sin decir nada para evitar que la frustración del draco aumentara. Lo conocía lo suficiente como para saber por lo que estaba pasando.
Hizo una mueca cuando el draco comentó que no había sido un simple desmayo y se arrodilló frente a él cogiendo sus manos entre las suyas.

- Noel, no…- “No te hagas esto.” Quiso decir, pero la mirada del sueco finalmente la disuadió. Sabía que sería duro, pero era verdad que tenía derecho a saberlo-. 7 días. Hace 7 días que salió la luna.- En su rostro podía leerse lo sufrido durante esa semana.

Había dejado escapar una exhalación con cansancio cuando Wen le dijo que iba a tener que “estarse quieto” unos días. No quería estarse quieto, no quería resultar una carga para ella y sobre todo no quería sentirse aún más inútil de lo acostumbrado.

Miró significativamente a la vouivre cuando intentó eludir de nuevo la pregunta acerca de cuánto tiempo había permanecido en coma, pues ahora ya sabía con certeza que eso era lo que había pasado. Necesitaba saberlo, no podía pretender mantenerlo en la ignorancia por más tiempo. Y eso fue lo que le transmitió con su expresión hasta que, por fin, se lo dijo.

Siete días.

La noticia le sentó como un jarro de agua fría y durante un rato permaneció en el más absoluto silencio mientras miraba a la británica. La observó largamente, dándose cuenta por primera vez de hasta qué punto tenía mala cara. Torpemente sujetó con más firmeza las manos de Wen y tiró de ella hacia arriba para abrazarla. Al sueco le sobrevino una oleada de remordimientos al saberse el culpable del estado de su pareja, ya que si se ponía en su lugar… No, no quería pensarlo. No podía permitirse aumentar aún más su…

Noel se tensó de pronto. Había recuperado otro recuerdo de aquella noche, una sensación. La sensación agradable más repulsiva, estaba seguro, que podría sentir nunca. Le sobrevino una arcada mientras dedicaba una mirada de aprensión a Wen, a quien instintivamente apartó de él con cierta brusquedad. Lo hizo justo antes de vomitar, manchando el suelo y la cama a su alrededor. Se había acordado del momento en el que Verkan desvió su propio hechizo y ello provocó que la vouivre gritase de dolor.

El draco permaneció unos instantes jadeando, con la cabeza agachada sin ser capaz de desviar la vista de la asquerosa bilis que era lo único que había salido de su estómago en aquel momento.
—Lo siento… —Comenzó a balbucear con un ligero temblor en la voz—. No voy a ser capaz de limpiarlo, ocúpate tú… Lo siento…
Continuó repitiendo la disculpa en susurros cada vez más bajos, evitando mirar a Wen en todo momento. En realidad ni siquiera se disculpaba por el hecho de haberlo puesto todo perdido o por haberla apartado con brusquedad, al menos no exclusivamente. Aunque, en realidad, Noel no creía que existiese ninguna forma de disculparse por algo así y tal vez fuese preferible no intentarlo. Pero, desde luego, no quería tratar de hacer magia. Sus reservas, en aquel momento, se le antojaban repulsivamente llenas.

Se volvió a recostar en la cama, donde no estuviese sucia, dejando las piernas fuera de esta, y se tapaba su ojo derecho con el brazo, manteniendo el antebrazo flexionado sobre la frente. Cerró también el ojo izquierdo de todas formas mientras exhalaba de nuevo. No pensaba exponerlos en voz alta, pero al draco lo asaltaron pensamientos sombríos acerca de cuál hubiera sido un mejor resultado del suceso de aquella noche, hacía siete días.

Wen se arrepintió de hablar al instante, la cara de Noel hablaba por sí sola. Abrazó al draco firmemente y apoyó la cabeza en su hombro. Sentir los brazos del sueco rodeándola era una sensación fantástica. Nunca había valorado tanto un simple y tierno abrazo. De repente, Wen perdió el contacto con Noel, que la apartó con brusquedad y empezó a vomitar. La vouivre se alarmó. Cogió un vaso de agua de la mesilla y se lo ofreció al draco mientras ella limpiaba todo lo sucio con un rápido hechizo.

- No debí decírtelo, lo siento.- se disculpó la británica-. Pero da igual el tiempo, ahora estas despierto, estas aquí conmigo y podrás cumplir tu promesa de enseñarme a patinar.- dijo con una sonrisa triste intentando que él también sonriera-. Da igual lo que haya sucedido estos días o lo que sucediera ese día.- Wen se acercó a Noel y se echó a su costado abrazándose a su cintura y apoyando su cara en su pecho por debajo de sus brazos.- Estas aquí y no voy a dejar que te vayas. No otra vez. No sin mi.- susurró aunque sabía que él la oiría.

Nia y Toima

La ulterana llegó algo apresurada, con una bolsa de la compra bastante cargada y un maletín cogido por el pelo. Podia notarsele cierto aire de júbilo en ella. Parecia que el despertar de Noel no habia sido la única cosa buena que le habia pasado a la náyade aquel día. Cruzó por la puerta, con algo de prisa y expectación y preguntó a los presentes por Noel.

-Está arriba, con Wen y...-Toima compungió el rostro. Acababa de vomitar.-Si, está arriba. Con Wen.-repitió. Probablemente el draco no deseaba que supiesen los demás que acababa de vomitar.

Nia hizo rodar los ojos y, liberando una mano con cierta dificultad, cogió al argos de la camisa y tiró de él, escaleras arriba. Mientras el ulterano se quejaba, la náyade estaba más preocupada por algo muy diferente. No soltó al watahré hasta llegar al pasillo, en donde se giró, lejos de los oidos de los demás y le habló, entre susurros.
-¿Está desnudo?-le preguntó, sin más.
-¿Q-Qué?-fue lo que logró responder Toima, perplejo y algo confuso por la niña.
-Que si Noel está desnudo ahí dentro... ¿Qué no entiendes gran cabeza-hueca? No quiero interrumpir... Algo-dijo con dificultad.
El ulterano arqueó una ceja, si acaso, más confuso.
-¿Qu- ¿Por qué estamos hablando en susurros?-le susurró de vuelta.
-¡Tu simplemente contesta!-le gritó todo lo que pudo, manteniendo el susurro.
Toima se rascó el pecho, haciendose el distraido, antes de esbozar una mueca de confusión.
-No, no lo está.-
-Wen tampoco, por un casual, ¿verdad?-esbozó otra pregunta con nerviosismo.
-¿A que vienen las preguntas de desnud-
-¡Contesta, Toima, por todas las barbas!-
El ulterano frunció el ceño, como un gran niño que no es capaz de discutir con un adulto.
-No.-

La niña suspiró de alivio y, para cuando pareció volver al mundo de los vivos, se quedó mirando al ulterano, tan perpleja como lo estaba el otro.
-¿Qué haces que sigues aún aqui? ¡Venga! ¡Larguito ahora mismo!-le ordenó señalando las escaleras que conducian hacia abajo. El ulterano las tomó de buen gusto, dirigiendole una mirada tan reprobatoria como confusa a la niña mientras murmuraba algo entre dientes sobre brujas locas.

Habia tenido la suficientemente suerte de "perderse" la puesta en marcha de Noel. Y, de ser posible las "celebraciones de pareja", como asi lo llamaba la náyade. Ella debia ser más profesional, pero no sabia hasta que punto serlo cuando se trataban de sus amigos y conocidos.
Se acercó a la puerta y llamó dos veces. Wen abrió. Nia la saludó con una sonrisa, pasando.
-¿Como está el enfermito resurrecto?-le preguntó a Noel con voz cantarina, mientras dejaba una de las bolsas de la compra en una mesa cercana.

Escuchó a Wen en silencio, abriendo de nuevo su ojo izquierdo para mirarla. A pesar de que todavía se sentía agitado internamente, y no solo por haber vomitado, escuchar su voz lo tranquilizaba. Al fin y al cabo, aunque no lo recordase, no había hecho más que soñar que estaba muerta y que la voz que oía que parecía la suya era una mentira y algo en algún rincón de su mente reaccionaba al hecho con alivio. Bajó el brazo izquierdo para rodear el cuerpo de su pareja con él.

—No… Tenías que decírmelo —le aseguró. Ella, por supuesto, no sabía que la reacción que había tenido su cuerpo se debía principalmente a lo que había recordado—. Y no digas eso, ninguno de los dos va a ir a ninguna parte. Ellos ya no están, al fin y al cabo.
Sí, eso era lo que verdaderamente importaba en aquel momento. Tenía que aferrarse a aquella convicción, a lo verdaderamente positivo de todo lo que había sucedido y que, al final, era lo que realmente hacía que todo tuviese sentido. Desde el principio había estado dispuesto a morir si hubiese hecho falta y, de hecho, las cosas no habían acabado precisamente bien para él. Puede que el golpe final se lo hubiese dado Barch, pero el draco sabía perfectamente que él mismo había contribuido a su propio estado. Pero, ¿qué otra cosa iba a hacer? Todo lo que había hecho había sido necesario, tenía que hacer todo lo que estuviese en su mano para asegurarse de que el resultado era el que finalmente fue.
—Solo por eso, valió la pena… —añadió en voz más baja, casi sin pensar en lo que decía.

Un rato después Nia llamó a la puerta. El draco sabía que era ella antes de que lo hiciera, porque no había escuchado los pasos de nadie en el pasillo. En cuanto Wen le abrió la puerta, la náyade se acercó a él con un comentario despreocupado. Comprendió, mientras la ulterana se acercaba, que ella habría sido una de las que más se habría ocupado de él durante aquellos siete días en lo que al apartado médico se refería.
—Me gustaría responder algo parecido a “dichosos los ojos”, pero el ojo derecho me está dando demasiados problemas como para eso —respondió a su saludo con todo el humor que fue capaz de imprimir a su tono que, dado su desánimo y su debilidad, fue bastante menos notable que de costumbre—. ¿Es grave, doctora?

Aunque trataba de tomárselo con humor, el sueco temía que aquel problema fuese permanente. Sabía que para volver a moverse correctamente solo tenía que rehabilitarse durante un tiempo, ya que era normal que tuviese todo el cuerpo agarrotado después de siete días de inmovilidad, pero aquello le preocupaba más.

Nia

Se alegró internamente de que el draco estuviese lo suficientemente lúcido como para intentar bromear.
-Vamos a ver ese ojo, entonces.-le respondió, buscando en su maletín un oftalmoscopio plegable. Al sacarlo tenia una forma ovalada y, entonces, le dió una sacudida y la estructura se abrió, revelando el instrumento. Lo encendió y se puso al otro lado, iluminando y examinando el ojo con la lente. Ciertas runas y grabados mágicos sobre este le permitan un examen aún más preciso y concienzudo que el de un instrumento convencional de un hospital.
-Bien. Vamos a ver el otro... Solo para confirmar que no tienes nada... Y... Ya está.-dijo y apagó la luz del aparato.-Cuidado ahora, que bastante fiesta es una bombillita de nada para tu cerebro con lo que te ha pasado...-

Miró un instante a Wen, antes de exponer su diagnostico.
-Al mirarte, no te he visto nada en ambos. Asi que, se puede deducir con bastante certeza que esto es un efecto secundario de la operación.-dijo, dejando asimilar lo que suponia.-Son frecuentes, en este tipo de operaciones, estos... inconvenientes. Pueden ser temporales y, normalmente lo son, pero... Si la operación se complica o si los cirujanos no son lo suficientemente rápidos, el daño es posible que sea permanente.-

Resopló un segundo.
-Quisiera poner la mano en el fuego y decir que estoy segurisima de que será temporal. Pero, este tipo de operación... Es la primera vez que la he practicado en alguien, bueno, en un ser inteligente, vamos. Y por eso no las tengo todas conmigo. En un futuro quiero que no sea asi, pero... ¿Quien me diria que tendria que abrirle la cabeza a un amigo para salvarle la vida tan pronto?-bromeó un poco, pero pronto se le fueron las ganas. Nia se mordió el labio, por su inhabilidad para poder darles algo de tranquilidad a la pareja.-De todas formas, te revisaré de vez en cuando tus habilidades cerebrales y motrices, entre otras, para ver si cambia algo.-añadió, después.

Estaba en la Bodega, en el despacho, cuando escuché el comunicador. <<¡Vivo, vivo!>> En cuanto oí la noticia, me puse el hechizo, salí directamente por la ventana y eché a correr. Llegué, me limpié algún resto de sangre de los ojos aunque de forma torpe, llamé, crucé miradas y sonrisas con quien estuviera en el vestíbulo y subí a su dormitorio. Escuché a Nia en el interior, así que temí que estuvieran aún con temas médicos, así que me limité a llamar todo lo relajadamente que pude. Es más, tuve que tranquilizarme en la puerta a marchas forzadas. Y me abrieron.

—Nia, ya que vas a revisar sus habilidades cerebrales, aprovecha y comprueba si sigue igual de bromista de siempre o creeré que me habéis cambiado a mi amigo—bromeé mientras me acercaba, algo temblequeante, ¡estaba vivo!—. Me alegro de que estés despierto y entero... no sabes cuánto... ¡Bueno, seguramente sí! Pero se me entiende.

Estaba haciendo el tonto, y para colmo me tuve que volver a limpiar la maldita sangre con un pañuelo. Mira que no llorar cuando le creímos muerto y sí ahora que estaba con nosotros... Aunque tenía su lógica: era pura alegría. Quería darle un buen abrazo, pero entre que estaba convaleciente y Nia hablando y... yo qué sé, no parecía el momento...

Al carajo el momento.

—¿Hay que hacer cola para darle un buen abrazo al grandullón?—inquirí poco después de callarme antes, nervioso y con esa sonrisa de tonto.

Parpadeó varias veces y se frotó ligeramente los ojos mientras Nia hacía alusión a la molesta luz del aparato con el que le había examinado los ojos. En resumen, debía esperar para saber si aquello era o no permanente, aunque desde luego era mucho mejor que recibir una mala noticia con seguridad. No estaba seguro de si sabía de qué operación hablaba la náyade, ya que no comprendía en aquel momento por qué habían tenido que abrirle la cabeza ni cómo habían llevado a cabo el proceso, pero decidió dejar la pregunta para otro momento. Sentía que la cabeza le iba a estallar en cualquier momento y no tenía fuerzas para tratar de entender algo más.

—Has hecho mucho más de lo que se te podría exigir, estoy seguro —le aseguró a la ulterana—. Aún en caso de que fuese permanente… Podría ser peor. No son los dos ojos al fin y al cabo —dijo tratando de ser optimista. Conocía a más de una persona a la que le faltaba un ojo, después de todo, aunque él prefería conservar su visión intacta: no sabía cuánto le afectaría aquello a su puntería y no tenía muchas ganas de averiguarlo—. Siento haber dado tanto la lata. Ni estando inconsciente dejo de ser una molestia. Todo lo contrario, de hecho.
Suspiró mientras volvía a recostarse en la cama. Odiaba sentirse tan incapacitado para hacer nada, tan agotado y tan vulnerable. Por ello lo siguiente que pidió fue que se llevasen de su cuarto todos los elementos clínicos que todavía quedaban allí, recordándole el lamentable y deprimente estado en el que se había sumido durante toda una semana. Todavía le costaba creerlo.

Saludó a Jack torpemente con la mano libre cuando el vampiro entró en el cuarto y lo dejó hablar mientras esbozaba una leve sonrisa ante sus palabras.
—Acércate y deja de sangrar por los ojos, que no soy tan feo —le dijo al alemán por toda respuesta a su última pregunta y utilizando un tono adecuado para responder a su comentario anterior.
Se levantó tambaleándose ligeramente de la cama y abrió los brazos con torpeza para permitir que Jack le abrazase, ya que iniciar él aquel gesto se le hacía lento y pesado con sus movimientos descoordinados.

—Por cierto… ¿Qué es de Vac? —preguntaría de súbito poco después. Su hermano era el único al que había echado en falta tras la llegada del vampiro y por un instante le inquietó que le hubiera pasado algo y no le hubiesen dicho nada para no preocuparlo.

Me reí sin poder evitarlo ante sus palabras y me esforcé por hacerle caso. Ahora, la sonrisa tonta no me la quitaba nadie. Habría seguido la broma en otro momento, pero no era... eso, el momento. Me apresuré a acercarme hasta él y le abracé con suavidad y todo lo cálido que un vampiro pudiera ser.

—Erika se alegrará, si Vac no les ha avisado aún—comenté al separarme—. Y tu bro... pues estaría trabajando, imagino. Y yo ya... me alegra que estés bien, aunque creo que ya lo he dicho—bromeé—, y... Os dejo aire, espero que te recuperes pronto, y si necesitáis algo, decidlo, lo que sea. Hasta otro ratito.


Dicho eso, di media vuelta y salí. No creía que me fuese a quedar en el Cuchitril mucho más tiempo así que me despedí de los demás y salí a la calle.

Vac habría dejado de lado sus tareas en el mismo momento que recibió las buenas noticias del Cuchitril si hubiera estado en su mano, pero estaba trabajando y no podía marcharse sin concluirlas. Una parte de si mismo necesitaba comprobar con sus propios ojos que su hermano había despertado, pues se negaba a hacerse ilusiones, pero aun tardó unas horas en terminar, y para cuando lo hizo ya estaba anocheciendo.

El hado salió del burdel en cuanto se cambio de ropa, sustituyendo su atuendo por uno mas informal antes de partir hacia el mercado. Alguien había comentado por el comunicador que el draco tenía algunos problemas para enfocar con uno de sus ojos y, previsor, el griego había decidido llevarle un parche. No le costó demasiado encontrar uno sencillo de color negro, como sabía que lo preferiría el sueco. Lo compró por un par de monedas y se hizo ademas con un regalo para el convaleciente, que aseguró bajo su brazo antes de partir por fin hacia el Cuchitril.

Entró sin llamar, saludando casi sin ver a sus amigos presentes en el salón, y subió las escaleras de dos en dos, deteniéndose frente a la puerta de la habitación de Noel. Tomó aire antes de llamar a la puerta y, tras girar el picaporte, entró en la estancia con una media sonrisa pintada en el rostro.

El draco estaba despierto, estaba vivo, y ser consciente de ello despejó todas las dudas que le habían carcomido a lo largo de la semana. Se sentía aliviado, agradecido y completamente feliz.
—Buenos días hermanito —le saludó divertido, acercándose a su lecho—. No deberías remolonear tanto en la cama, ¿no crees? —bromeo, abrazándolo con toda la fuerza que se atrevió a emplear. No quería empeorar su estado.

Librarse de todo aquel temor que había sentido mientras el draco estaba en coma era como quitarse el peso de una montaña de encima, y por primera vez en muchos días el hado era capaz de respirar con normalidad, sin nada que le oprimiera el pecho. Sin muchas ceremonias le tendió el parche a su hermano, seguido inmediatamente después de la mejor botella de hidromiel que había podido encontrar.
—El primero es para que no andes todo el día con una mano en la cara mientras tu visión vuelve a la normalidad —rió—, pero la segunda tendrá que esperar a que te pongas bien del todo. Nos la beberemos para celebrar el fin de esos gilipollas cuando los médicos den luz verde, ¿de acuerdo?

Por suerte al parecer su hermano tan solo estaba trabajando y por eso todavía no había aparecido. Agradeció a Jack sus palabras y también a Nia por su examen médico. Cuando volvió a quedarse a solas con Wen, permaneció en silencio unos instantes antes de decidir que, si no iba a poder casi ni moverse durante aquel día, sería mejor quitarse las botas y cambiarse los pantalones por los del pijama, que serían más cómodos, para volver a tumbarse en la cama. Mientras se cambiaba de ropa, ayudado por la vouivre cuando necesitaba hacer algún hechizo, se escuchó un sonido de arañazos rascando la puerta.
—Ábrele la puerta al vástago de Satanás, antes de que la derribe. Parece pequeño e inofensivo, pero yo sé que es todo mentira. Como la tarta —le dijo a la vouivre sin dejar de mirar el techo y usando un tono neutro a pesar de que bromeaba. Ni siquiera se dio cuenta de que había hecho una referencia que la vouivre no entendería.

En cuanto el felino entró en el cuarto, correteó hacia la cama mientras el draco seguía sus movimientos con su único ojo hábil con expresión cansada. Odin subió de un salto al lecho y sobre el pecho de Noel. Draco y gato se observaron atentamente.
—¿Vienes a veng…?
Antes de que pudiese finalizar la frase, Odin se acercó a su cuello y comenzó a frotarse mientras ronroneaba, sorprendiendo a su dueño. El sueco sonrió levemente y llevó la garra izquierda al lomo de su mascota, para proceder a acariciarlo con cierta torpeza.
—Hoy se siente mimoso —comentó divertido—. ¿De verdad me has echado de menos, pequeño diablo? Claro, porque seguro que no te permitieron tocarme las narices todo lo que quisiste.

Una vez Odin se hubo hecho su propio hueco en la cama, aovillándose al lado del sueco, Noel le pidió a la vouivre que se acercase. La abrazó torpemente, aunque con todo el ímpetu que su estado le permitió y permaneció largo rato con la cabeza enterrada en el cuello de su pareja. La cercanía de Wen era lo único que lo reconfortaba de verdad en aquel momento y solo tenía ganas de olvidarse de todo durante un rato.

Vac llegó al cuchitril un rato después. Noel escuchó los pasos del hado en el pasillo antes de que llamase a la puerta. Esgrimió una sonrisa jocosa, aunque cansada, en cuanto el griego se acercó para darle un abrazo, incorporándose en la cama para facilitarlo.
—De vez en cuando tengo que ser irresponsable, para cumplir con mi papel de hermano pequeño —le replicó.

A continuación alargó la mano para recoger el parche que le tendía y, mientras intentaba colocárselo sin éxito, por lo que le pidió ayuda una vez más con la mirada a la británica, siguió escuchando lo que Vac le decía, tratando de esbozar una sonrisa sarcástica.
—Nada como cogerse una buena cogorza para resucitar por completo —opinó mientras terminaba de ajustarse el parche—. ¿Alguno puede acercarme un espejo? —pidió.

El hado sacó uno de los platillos de su batería e hizo un hechizo reflectante sobre él para después tendérselo al draco. Noel observó su reflejo durante largos segundos antes de empezar a echarse a reír con todas las ganas que su estado le permitieron. Se pasó lentamente una mano por la barba, que le había crecido considerablemente por todas partes, mientras observaba el aspecto que le confería la misma en conjunto con el parche.
—Tendría que verme Börje. Ahora sí que parezco Big Boss —comentó entre risas—. Creo que no me voy a afeitar.

El brazo de Noel la volvió a rodear y de nuevo su cuerpo se invadió en paz. Wen no necesitaba mucho más para que una sonrisa se dibujara en su cara. Cuando el draco dijo que había valido la pena ella le dio la razón silenciosamente. Para ella todo aquel sufrimiento había valido la pena por ese momento.

Minutos más tarde Nia llamó a la puerta y Wen estuvo a punto de gritarle que se largara para poder quedarse echada y abrazada al draco tanto tiempo como se pudiera, pero la vouivre sabía que necesitaba de un reconocimiento, además de que no podía monopolizar al sueco para sí misma eternamente, por mucho que quisiera. Wen abrió la puerta de la náyade y se mantuvo en un segundo plano mientras esta examinaba al draco. Escuchó su diagnostico atentamente e hizo una mueca cuando recordó el hecho de que le habían abierto la cabeza.

- No seas tonto, Noel. Nunca serías una molestia.- le reprendió la vouivre. Después de todo lo ocurrido, lo último que quería que saliera de su boca era que había sido una molestia.

Poco después abrió la puerta a Jack, que lloraba de emoción por la recuperación de Noel. Wen sonrió ante la reacción del vampiro contagiándose de ella. No era desconocido para ella que no había sido la única en alegrarse de la recuperación del draco, pero ver todas las demostraciones de apoyo de sus amigos le hacía sentirse muy agradecida.

No tardó en despedir a la ulterana y el alemán, ya que habían decidido irse para dejar descansar algo más al sueco. Wen ayudó al draco en todo lo que este le pidió. A la vouivre le gustaba, después de haber sido la culpable del horrible accidente de Noel, poder resultarle útil y ser de ayuda para su recuperación. Después de ayudarle a cambiarse, ambos oyeron arañazos en la puerta indicando que Odín también quería dar la bienvenida a su dueño al mundo de los vivos y la británica fue a abrirle. La reacción del gato sorprendió a los dos. Odín, en vez de arañar al draco como de costumbre, comenzó a acurrucarse a su lado y a ronronear.

- En realidad intentó que despertaras a su manera, pero al ver que no conseguía nada se puso triste.- le dijo la vouivre-. Creo que en realidad lo único que quiere es llamar tu atención y estoy segura de que te ha echado mucho de menos. Es imposible no hacerlo.- le piropeó con una sonrisa.

Noel tiró de ella y Wen se dejó caer a su lado abrazándolo de nuevo. Ni pensaba ni tenía intención de quejarse de aquello, aunque la felicidad del despertar de Noel había sido como un interruptor para ella y de repente sentía toda el hambre que no había sentido aquellos días. Prefería mil veces quedarse abrazando al draco que levantarse para ir a comer.

Wen volvió a refunfuñar al oír pasos en el pasillo. Sabía que probablemente sería Vac, ya que era el único que faltaba por ir a visitarle, y Wen sabía que tenía tanto o más derecho que ella a querer pasar un rato con su hermano recién salido del coma, pero la británica se encontraba en una situación tan idílica que hubiera preferido que nadie la molestara.

Wen se alejó del draco para que su hermano pudiera abrazarlo y luego lo ayudó a colocarse el regalo del hado.

- Estás muy guapo.- le dijo la vouivre dándole un beso en la mejilla mientras él se miraba en el platillo. Wen, aunque reticente, pensó que quizás debía dejar a los hermanos solos durante algún tiempo y decidió salir de la habitación-. Voy a dar de comer a Ornlu.- mintió ya que su verdadera intención era preparar la comida de Noel para que ambos pudieran disfrutar de una cena en compañía. Teniendo en cuenta que iba a ser la primera comida solida del draco en mucho tiempo, la británica pensó que lo mejor sería hacerle salmón al hinojo y crepes con mermelada de arándanos, ya que era comida típica de Suecia y sabía que al draco le encantaría-. Si te tortura, grita.- le dijo a Noel a modo de despedida y luego se dirigió hacia la puerta con Ornlu siguiéndole de cerca. Se paró unos segundos pensativa y luego se volvió de nuevo para mirar al hado.- Si te tortura, grita.- dijo finalmente y salió por la puerta.

Vac rió las palabras que su hermano dijo en cuanto se miro en el espejo improvisado, dándole la razón. Con aquella barba y el parche se parecía al soldado legendario, y tenía bastante gracia.
—La señorita tiene razón, estas hecho un galán —afirmó con una sonrisa.

Las palabras que les dedicó la británica antes de salir le hicieron reír de nuevo, aunque trató de moderar el volumen en deferencia a su hermano.
—¿Y darle el gusto? No sería un buen hermano mayor si lo hiciera, ¿no crees? —comentó con tono burlón. Se despidió de Wen con un gesto y le dedicó una larga mirada a su hermano, calibrando su estado. Se le notaba mas delgado, y el griego estaba seguro de que le frustraba sobremanera el estar atrapado en su cama.

Se parecían mucho, después de todo, y Vac sabía que de estar en su posición se habría sentido encerrado. Tampoco le gustaba mucho depender de los demás, y ser consciente de que era una preocupación no era agradable.
—¿Como estas, Noel? —preguntó. Había cambiado su tono de voz a uno mas serio y cercano, quería saber la verdad. No necesitaba suavizarsela.