Primer sueño de Sox

El último parpadeo antes de caer dormido fue una transición fluida entre realidad y sueño. Sox no se percató de nada, y abrir los ojos a las luces fluorescentes fue a su vez una mezcla desconcertante entre algo familiar y extraño.

Se levantó de la cama poco a poco, desorientado. La lejana familiaridad a casa, a Carabás, que le habían inducido las luces artificiales se desvaneció enseguida al advertir que no reconocía nada en aquella aséptica habitación. Parpadeó y se frotó los ojos para borrarse aquellas manchas en la periferia de su visión, y frunció el ceño con cierta aprensión al notar que no desaparecían. Ahora que se paraba a mirarlas, sin embargo, las cifras destacaban con limpieza contra el blanco de las paredes, allá adonde mirara. ¿Cien? ¿Cien qué?

El pitido le hizo dar un respingo; por un fugaz momento le había transportado al comienzo de un examen. Y tal vez precisamente por eso, nada más sacudirse la sensación de encima, Sox se dirigió a la puerta con decisión. ¿Qué estaba pasando? Tenía que encontrar a alguien a quien preguntar.

Sox vaciló al ver la fila de puertas nada más salir, pero pensó que si no había ningún letrero en ellas era improbable que le llevasen a ningún lugar importante. Tenía más posibilidades de encontrar al responsable de su situación, o la salida, si seguía los pasillos.

Sí que se paró para leer la notificación cuando ésta apareció. Parecía que estaba en un complejo de edificios numerados: si encontraba el central o el número uno seguramente estuviera más cerca de respuestas. Ignoró el mal presentimiento que empezaba a sedimentar en él y prosiguió su camino, pero éste estaba desprovisto de distracciones y sus pensamientos se desviaron igualmente. ¿Podría ser "Rv" una abreviatura diferente a la que se le había venido inevitablemente a la cabeza? ¿Por qué estaba en una estación de prueba? ¿Era una segunda parte de la criba a la que les habían traído sin avisar?

Dio un respingo al oír la voz, irguiendo la postura sin darse cuenta. Examinados. Sí que era un examen. Estaba ahora mismo en mitad de una prueba, y concentró toda su atención en el anuncio.
Asomarse a las otras puertas en busca de sus compañeros era una tentación contra la que había estado luchando aquellos últimos minutos, y se giró con el corazón acelerado al oír abrirse una de ellas. Distraído aún por el anuncio que aún retumbaba desde las paredes, fue demasiado lento y una cuchillada de dolor le atravesó el costado. No fue hasta tambalearse y caer al suelo, desorientado y notando un dolor tan intenso que sentía náuseas, que la marea de sensaciones confusas se alineó y se dio cuenta de que le habían hundido una hoja afilada entre las costillas.

Sentía algo líquido y pastoso encharcarle los pulmones, ahogándole por dentro cada vez que respiraba. Quería gritar, pero en su lugar tosió y escupió negro sobre aquel suelo inmaculado.


Al recuperar la conciencia Sox se quedó medio minuto largo aún a medio incorporar sobre la cama, conmocionado. El sonido agitado de su respiración le confirmaba con paciencia que sus pulmones seguían intactos.

Buscó bajo la camisa una vez logró tranquilizarse, aun a sabiendas de que si no le dolía no encontraría nada. Debían de haberle curado la herida y le habían devuelto a la habitación. Divisó entonces su retrato proyectado en la pared y apretó los dientes con ira ante la sucinta anotación que había debajo. Sus sospechas anteriores ahora quedaban confirmadas hasta nuevo aviso: aquello tenía que ser obra de Rocavarancolia. Sólo una ciudad como aquélla podía convocar un examen donde podías morir si cometías un error.

"La recompensa valdrá todo lo que pase", se dijo, invocando rabia para conseguir convencerse de volver a salir ahí afuera, adonde alguien le había apuñalado sin mediar palabra. "He sobrevivido a la fase anterior y no voy a perder aquí. Me niego a hacerlo contra una rata que va apuñalándonos a los demás. Vamos."

Abandonó el camastro y la habitación con expresión sombría, vigilando ahora todas las puertas y con el oído aguzado.
Tenía que encontrar las instrucciones. Cuanto antes supiera qué sucedía, antes podría salir de ello.

Solo entonces se dio cuenta de que los números no eran los mismos que antes. Maldijo. Tenían que ser puntos, y los había perdido por haberse dejado apuñalar. Tendría que encontrar la manera de subirlos de nuevo, o de conseguir por todos los medios que no bajaran más.

Todas las puertas parecían iguales, y Sox procesó con retraso el sentimiento de repetición al ver salir de una de ellas al mismo niño de la primera vez. Una vez lo hizo se puso en guardia, la adrenalina bombeándole sangre a los tímpanos con un latido acelerado. Vigilaba el cuchillo con ojos entornados.
—Ni se te ocurra —el tono amenazante salió solo, la herida inexistente en el costado imbuyéndolo de rencor. Recordaba el filo frío en contacto con su carne y la sangre caliente empapándole la camiseta. Se dio cuenta con retraso de que el otro no podría entenderle.  

Parecía asustado. Ahora se largaba. Sox le observaba aún con los ojos entrecerrados, receloso, pero no hizo ademán de detenerle. Escasos segundos después lamentaría haber prestado tanta atención.

Verle pisar la baldosa fue otro instante fugaz de ser transportado al pasado. Un destello, un susto, pero en última instancia nada. En consecuencia, Sox no gritó al verla iluminarse.
Gritó después.

Su propia respiración, áspera e irregular contra la palma de su mano, fue lo primero que percibió cuando sus pensamientos volvieron a ponerse en marcha; a pasos forzados, como si la imagen que tenía delante raspase el interior de su cráneo hasta hacerlo sangrar en un intento de evitar que recuerdos posteriores se la llevaran. El carabés se había tapado la boca en algún momento, incapaz de apartar la mirada del fardo de carne que todavía sangraba en el suelo. El corazón le latía enloquecido todavía, golpeteando en su pecho.

Había visto a Nad, pero tarde y con aquel cuerpecillo inerte difuminado por la terrorífica noción de que ahí fuera alguien había matado a una niña. Eran aterradoramente similares y diferentes a la vez. A aquel cadáver le faltaba una pierna y no tenía nombre, pero la forma en la que los miembros le colgaban inertes era idéntica.

Notaba pegajosa parte de la cara, y al hacerlo se la frotó con tanto encono que empezó a picarle. Dos pensamientos compartían ahora espacio con el niño muerto en su mente. No quería enfrentarse a lo que hubiera delante estando indefenso. Y las escaleras estaban allí enfrente. ¿Serían las únicas?

Unos segundos más malgastados, irracionalmente esperando a que pasara algo. Comprender que no había nada más allí que la inestabilidad en sus piernas, y agacharse le hizo darse cuenta de que sus zapatos también estaban manchados de cian. No saber hasta qué punto estaba tocando a una cosa o a una persona le hacía temblar levemente de repulsión mientras movía el cadáver lo justo para recuperar el cuchillo que había quedado debajo.

La parte de él que aún era capaz de pensar en cómo iba a seguir adelante, la que había estado escuchando cuando el anuncio había dicho "la criba ha empezado", pensó que lo más lógico sería empujar al cadáver para comprobar que el camino frente a él era seguro. Pero Sox no podía soportar pensar en ello, ahora no. En si volcarlo sobre la siguiente fila de baldosas haría reventar el cadáver del todo y que le explotara de cerca.

Se saltó aquella fila de baldosas al pisar, pero era una precaución endeble. Sentía sudor frío y aferraba fuerte el puñal para asegurarse de que no lo dejaría caer, pero ya no estaba mareado. Al tragar saliva, le pareció no haberse limpiado bien la cara y que tragaba sangre.

Se restregó ahora los labios con la mano para quitarse de una vez por todas aquel asqueroso sabor dulzón. Estaba imaginándoselo, estaba seguro.

Los primeros escalones los bajó con cautela, pero en cuanto comprobó que ninguna mina iba a volarle las piernas aceleró el paso. El anuncio les había dicho que se dieran prisa. Si conseguía llegar al piso bajo lo antes posible...

El muchacho encaminaría sus pasos a cualquier bifurcación que le permitiese alejarse de la fuente del humo. Si algo se estaba quemando ahí dentro Sox no quería tener nada que ver con ello. Necesitaba las siguientes escaleras.

Escondió el puñal, y también procuraría mantenerse apartado de las dos figuras en movimiento más allá. Desconfiaba ya del resto de participantes en aquella prueba después de lo niño azul, y no quería problemas.

Empezaba a sentirse cada vez peor. Sox intentó comprobar si era náusea, pero el humo y la quemazón en la garganta no le permitían sacar nada en claro. Siguió avanzando en busca de las siguientes escaleras, pensando en que habría matado por un vaso de agua y esperando que no se tratase de nada peor.

Los rasgos de los dos chicos que le llamaban le eran familiares, aunque hacía tiempo que Eorlir e Inna se habían perdido. Sox vaciló un momento, el tiempo justo para que alguien chocara con él y se le viniera encima en aquella fracción de segundo un aterrador aluvión de recuerdos que apenas tenían minutos de edad, recuerdos de ser apuñalado de improviso.

Por fortuna solo le habían enviado contra la pared. El sudor frío se convirtió en furia, pero la imprecación que envió tras aquel anormal se quedó a medias en cuanto reconoció a la figura que había chocado con él y que ahora corría pasillo abajo.

La decisión ocupó apenas una fracción de segundo. Con Rad podía comunicarse, con los otros dos no. Era claro de dónde podía obtener respuestas sobre aquel lugar. Persiguió al carabés, intentando darle alcance a la carrera y pedirle explicaciones.

Aquella vez había tenido la bendición de desmayarse antes de que el dolor fuese a más. Sox despertó sobre el camastro más frustrado y cabreado que temblando como la primera vez. Había estado a punto de llegar, apenas le quedaban unos metros. Había fallado la misma prueba que Rad había superado sin problemas. Vio la anotación que había junto a su foto y se dio un puñetazo en la pierna antes de levantarse de un tirón. Era a la vez una descarga de rabia y un castigo por haber sido tan lerdo.

Tenía que darse prisa. Tenían que haberle envenenado: seguro que en aquella fuente estaba el antídoto. Intentaría encontrar la misma ruta por donde le había conducido Rad, para beber lo antes posible: maldijo no haber prestado atención en su momento. Cuando se tenía prisa, todos los pasillos parecían iguales.