Bajos Fondos

Lasca esperaba que el grupo mostrase más modales de los que había mostrado hasta el momento. ¿Presentarse? No iba con ellos. Directos, sin modales. Estaba claro que asumían su culpabilidad desde el primer momento. Especialmente no le gustó la forma de expresarse de la ángel negro. Nada raro en los de su clase, pero eso no quería decir que no fuese a ofenderle. No le quitó los ojos de encima mientras hablaba, con una ceja levemente enarcada.
—Enarbolando un nombre medianamente conocido no me vais a convertir en menos inocente. —Había perdido interés en los nombres individuales. No sería difícil sacarlos con las descripciones, de ser necesario, ahora que sabía quiénes eran. Y les conocía de oídas lo suficiente como para saber que no mentían—. Para empezar, ¿podríais decirme de quién se trataba?

Gael había escuchado con un poco de temor la forma en que Adara había reaccionado a las palabras de aquel tipo. No era ofenderle lo que le preocupaba, sino causar un conflicto antes de llegar a obtener algo de información que fuese mínimamente reveladora. Fuese teatro o no, era evidente que el quebrantahuesos se había ofendido por la acusación repentina.
—Tsusu. Transformado en drake. Solía comerciar en el mercado, ¿le conocías? —preguntó tratando de sonar apaciguador, aunque probablemente en vano.

—No me suena —respondió Lasca—. Ya os he dicho que no conozco a muchos. —Suspiró, sin ocultar demasiado que empezaba a desquiciarse, y añadió entre dientes—: Alguien debe de querer incriminarme.

El sacerdote dudó un momento cuando el grupo decidió dirigirse hacia el quebrantahuesos. Recordaba con cierto agrado a aquellos mercenarios, al menos porque habían intentado ayudarles sin pedir nada en su primera Luna Roja. El altruismo, ciertamente, era una forma extraña de actuar en Rocavarancolia, aunque fuera meramente para entretenerse. Sin embargo no dejaban de ser desconocidos: podían haber perdido a alguien, pero ese asunto no le incumbía. Lo que les pasara si investigaban donde no debían le traía sin cuidado.

Luego recordó a la dullahan, y al sectario asesinado, además de a Ariv. La duda dudó un momento: si ellos encontraban alguna pista acerca no de su asesinato sino del que Bastel investigaba quería estar allí para tenerla él también.

Al fin y al cabo habían sido altruistas una vez con él. Quizás no lo fueran una segunda, y prefería no pagar por información si era posible.

Atendió sin hablar a los primeros intercambios entre el grupo de mercenarios y aquel quebrantahuesos. Las palabras de la ángel negro le obligaron a ocultar una sonrisa, pero también provocaron un ceño fruncido. El trasgo sabía qué clase de gente había por allí, y la forma de actuar de los ángeles negros no era la mejor si quería obtener información. Tampoco la que él mismo solía tener, pero con suerte aplacaría a aquel mastodonte.

—Si me disculpáis un momento —«y si no también»— le haré mi propia pregunta a Lasca, ya luego seguís si queréis —imaginaba que los mercenarios agradecerían aquel aviso, aunque fuera para no encontrarse de repente fuera de la investigación sobre su muerto—. Aunque les estaba acompañando yo no vengo realmente por la misma muerte que ellos —se había girado hacia Lasca, manteniendo un tono cordial, como el que preguntaba una dirección en un mundo civilizado—. Tampoco he oído nada que me haga sospechar de ti, lo que me... interesa realmente es el lugar por el que te mueves —hizo un gesto parco señalando a su alrededor: los Bajos Fondos, quizás el lugar de Rocavarancolia donde, simultáneamente, había más y menos secretos—. Es fácil escuchar muchas cosas aquí, así que me pregunto si habrás oído tú algo. O si conoces a alguien que pueda haber oído algo que... responda mis dudas.

Adara tomó la palabra y, aunque no le preocupaba la falta de sutileza por razón de posibles conflictos, sí lo hacía el que pudiera ofenderse lo suficiente como para dar por terminada la conversación empleándolo como excusa. Por suerte el tipo parecía más interesado en conocer quién había estado difamándolo que otra cosa y, aunque no era precisamente la alegría de la huerta, al menos estaba cooperando si es que decía la verdad.
—No pretendemos eso, créeme —intervino cuando Lasca hizo alusión a su acusación indirecta—. Tan solo estábamos buscando un hilo del que empezar a tirar y tu nombre surgió durante nuestra investigación. —El draco no veía motivos para ocultar nada de aquello y en caso de que al quebrantahuesos se le diese por preguntar en el mercado sobre ellos no encontraría ninguna contradicción—. Lo más probable es que se tratase de un simple rumor debido al estado en el que al parecer se encontraba el cadáver. Aunque si tienes razón y alguien trataba de incriminarte… —<<Si tiene motivos para afirmar eso es que por narices hay alguien a quien no le cae precisamente bien. A lo mejor esa otra persona guardaba rencor a Tsusu además de a este tipo>> añadió telepáticamente para aclarar sus intenciones al resto—. ¿Quién crees que podría haber sido? No tenemos muchas pistas, así que nos contentamos con cualquier información que puedas ofrecernos al respecto.

Iba a añadir algo más, pero Bastel quiso hacer una pregunta a Lasca antes de que continuasen. Suponía que sus asuntos no interesaban demasiado el trasgo y estaría deseando irse a atender los suyos propios, por lo que podía entender la interrupción.

—El asesinato de una lémur con la liberación de sus fantasmas como única pista —una vez más comenzaba a explicar aquella historia. Una vez más a Bastel se le erizaba el pelo con que un asesinato cercano a él pudiera ser tan perfecto—. Sin cuerpo, sin sangre, sin rastros de ningún tipo, imposible de rastrear mediante cualquier método mágico que hayamos probado, sin ninguna huella de la más mínima violencia en la casa de la susodicha o cerca de donde vivía. Se llamaba dama Espíritu, y antes de su primera Luna Roja se llamaba Ariv. Cualquier información o nombre de alguien que pueda tener información sería muy de agradecer.

El sacerdote dejaría a Lasca elegir si el agradecimiento en cuestión sería no mezclarse nunca con él, dinero o algún favor personal. Bastel tenía claro cuál prefería, desde luego.

—Todo recurso es bienvenido en un caso así, especialmente porque parece que ni un vidente parece mínimamente capaz de saber nada —su réplica fue un poco insidiosa, en especial porque quería acabar con aquel rumbo en la conversación. No había mentido en ningún momento, pero estaba razonablemente seguro de que Lasca creía que aquello era asunto de la Secta, no de un puñado de transformados de hacía pocas lunas—. Dudo que hiciera algo así, honestamente: era lo suficientemente inteligente como para no dejar un escenario que cualquiera investigaría, como es el aparente crimen perfecto.

El trasgo asintió, esperando que aquel nombre pudiera ayudarle de alguna forma. Fuera como fuera tenía claro que tras hablar con él tocaría poner al día a sus amigos, y esperaba de verdad tener el más mínimo hilo que seguir.

—Entiendo —hizo un gesto hacia los mercenarios, recordando por un momento la primera vez que los había visto. Cuánto había cambiado el mundo desde entonces—. Suerte con vuestra investigación, también.

Ay, hasta yo me doy cuenta que la he cagado un poco. Debería cerrar un poco la bocaza esta que tengo de tanto en cuanto, aunque más de una vez me ha venido hasta bien. En fin, lo hecho, hecho está. Al menos no nos ha mandado a la mierda, aunque tampoco creo que se vea con muchas opciones. ¿Sabes, Adarita la bocazas? En parte creo que nos viene bien que se vea rodeado y no nos conozca.

―Mmm… No parecía que nadie en concreto apuntara hacia ti ―respondo a la pregunta de Lasca. Necesito unos segundos para reformular mis palabras―: quiero decir, no es que oyéramos a alguien concreto soltando tu nombre porque sí. Solo pasa que hoy este asesinato es la comidilla del mercado y tu nombre se comentaba por parecer obra de un quebrantahuesos. Si alguien concreto ha querido hacerte la guarrada de meterte a propósito, el rumor ya está demasiado extendido como para encontrar una fuente.

Tal y como era de esperar, el quebrantahuesos no tenía mucha información que ofrecer a Bastel. Se despidieron del trasgo después de que Lasca le ofreciese un nombre qué buscar y, aunque trató de tomar nota mental de ello, dudaba que fuese a servirles de utilidad en su propia investigación.
—Suerte también, espero que podamos intercambiar información otro día —le dijo antes de que se alejase.

Solo quedaban ellos con Lasca y al draco aquel tipo cada vez le parecía menos sospechoso del asesinato de Tsusu, aunque no de ser alguien con quien no querría tener más trato de lo estrictamente necesario. Aun así no se fiaba por completo de él, desde luego, y prefería mantener el tono de la conversación en un terreno neutral. De todos modos nada de lo que le habían dicho, ni siquiera lo cortante de Adara, creía que pudiera usarlo en su contra salvo que buscase meterse en líos con un grupo potencialmente peligroso. A aquellas alturas dudaba que los habituales de los bajos fondos no hubiesen oído hablar de ellos, como poco, ya que su notoriedad entre la calaña se había catapultado desde el “incidente” con los mercenarios de Gar.

En cualquier caso, no tenía nada que añadir a la explicación ofreció la ángel negro a la pregunta del quebrantahuesos, quien enseguida llegó a la misma conclusión que hubiese expuesto él mismo de no haber sido así.
—Estoy de acuerdo en que podemos ayudarnos: nosotros obtenemos nuevas pistas y tú puedes tratar de encontrar a quien esté tratando de echarte el muerto. Podemos incluso ocuparnos de esa persona si es preciso —añadió.
Sin duda si las sospechas de Lasca eran ciertas y alguien en común con ambos había asesinado a Tsusu, el quebrantahuesos pronto tendría un enemigo menos del que preocuparse.

—Me parece bien —respondió Lasca—. Imagino que ya sabéis que frecuento esta galería, por si necesitáis hablar conmigo. Por mi parte, si descubro algo, iré a buscaros a la posada de la Brecha, ¿no es así como la llaman?
»Pero, aunque evidentemente no os voy a ir a dar explicaciones si descubro que quien me quiso perjudicar no tiene nada que ver con el asesinato —prosiguió—, sí me gustaría estar al tanto de cuándo dejo de estar bajo sospecha.

Gael se preguntaba cómo deberían proceder a continuación. El quebrantahuesos había dicho él mismo que estaba dispuesto a colaborar, pero podía jugársela desapareciendo más tarde. Por el momento, sin embargo, decidió que su versión resultaba convincente. Al fin y al cabo la pista que los había llevado a él no era para nada determinante.
—Estaremos en contacto, sin problema. Con suerte pronto encontraremos nuevas pistas, esta solo ha sido la primera parada.

—Desafortunada para mí. Pero no hay mucho que hacer si van corriendo esos rumores por…
Alguien se había acercado por detrás al quebrantahuesos  le había dado un toque en el hombro. Este se giró para ver allí al tipo con el que había estado hablando hasta que la llegada del grupo los había interrumpido.
—Oye, que se te ha escapado el nublino. Cuando me quise dar cuenta ya no estaba detrás de ti —le dijo.
Lasca miró a su alrededor durante unos segundos. No había ni rastro del chico.
—No va a ir muy lejos él solo —respondió finalmente mientras reía entre dientes—. Disculpadme —dijo, mirando ahora a los de la Brecha—. Parece que me ha surgido un imprevisto, así que tal vez sería mejor seguir conversando cuando tengamos información que intercambiar. —Luego miró a su compañero y añadió—: Espero que no me lo hayan desgraciado ya.

Se disponía a irse si nadie lo interrumpía para añadir algo más.

Sin Nombre

Con un sobresalto, el ulterano levantó la cabeza del escritorio. La mano, pegajosa con sangre reseca se frotó sobre la cara subsconcientemente, queriendose frotar el párpado. Demasiado tarde notó la viscosidad y mostró una mueca de desagrado al contemplar con la mirada borrosa el desastre. Sobre el escritorio habia una serie de pastilleros, jeringuillas y botellines vacios.
Unas hojas de bisturi romas yacian despreocupadamente en un escupidero de agua mezcladas con sangre, flotando etereamente como corrientes rosadas. El tintineo de cristales lo siguio mientras que sus sentidos intentaban poner orden a sus inmediaciones. Un pitido se habia apoderado de su oido derecho y, con un gruñido disconforme se frotó el trago de la oreja. No se iba. Aquel ruido habia estado persiguiendole desde la celebracion del día anterior. Y no parecia querer dejarle de momento.

Empujando la silla hacia atrás con sus botas, la madera protestando y, con un caraspeo el xolnita se sostuvo en pie. A un metro escaso de la mesa algo se sacudió, casi por impulso. Una serie de gimoteos lo siguieron, gimoteos enmudecidos. La habitación le daba vueltas aun, no llegaba a recolectar que habia hecho en la celebración exactamente la noche anterior, pero sin duda el exceso y el hedonismo habian ido de la mano. La sangre, suya no era. Los bisturies... Demasiadas cosas de las que pensar tan pronto tan recien levantado. Deberia ser criminal el despertarse así.

Lo cual le recordó. Le habia despertado una de las alarmas. La de la nueva vivienda de Fahran. Justo para esas cosas estaban instaladas. El xolnita habia visto venir algo parecido desde hace un tiempo, pero, la verdad, le importaba bien poco que pudiera salir en claro de ella. Si moria, moria. Tampoco es que pudiera rescatarla de peligros. La sombra opresiva del gobierno local amenazaba con eliminarle el momento que actuase fuera de lugar. Lo sabia. Y, sin embargo, le excitaba.

Tal proposición tan peligrosa, tanto bueno por cosechar de ella. Pensó que, sin duda, podia ser útil empezar el condicionamiento con la xolnita desteñida. Todo fuera para que, por si acaso, la Luna le transformase en algo menos manejable. Aunque, por otra parte, aquello podria tener su encanto. Adoraba la idea de poder quebrar el espíritu de un vampiro, someterlo a su voluntad y servicio, sobretodo recien transformado que era cuando estaban más sedientos.

Tiempo al tiempo. No queria anticiparse a sucesos que bien no podrian ocurrir en la proximidad temporal. Sin duda alguna, le encontraria un uso a la chica. Si bien para descargar sus frustraciones, o, como mínimo, de leal reposapies. Palpitante excitación le hizo conjurar la niebla para ver de quien se trataba que habia saltado el perímetro a una hora tan extraña.

Era ella. De todas las personas que hoy habian decidido acabar evisceradas, ella habia tenido la brillantisima idea de salir. Estaba horrible. Su pelo horriblemente mutilado. Costras circulaban el vello de la chica y una expresión a partes iguales de asustada como de perdida corria por su rostro. Se mordió el labio hasta saborear el familiar icor que era su sangre.
-Niña insensata...- musitó, girandose hacia la puerta.

Del giro tan brusco, casi se dió de bruces contra el suelo, agarrandose a una lámpara como único soporte en el último apoyo, accidentalmente encendiendola. Con el parpadeo de una luciernaga moribunda, la lampara arrojó luz sobre el cuarto oscurecido. Aparte de las manchas de sangre, semen, bilis y claras quemaduras de su ácido, aquel piso franco que se habia alquilado apenas tenia material. Un camastro roido, un armario que se caia a pedazos y un escritorio apuntalado al suelo con rivetas de cobre. Sin embargo, el no se habia decidido a hospedarse temporalmente en aquel lugar por ninguna de esas cosas. Eso, sin duda, se debia a la enorme cruz suspendida que colgaba entorno a un aro de la pared.

Los gimoteos se extremaron cuando la luz bañó el cuarto, revelando la marchtada figura de una mujer nublina desnuda, sus ojos vendados con cinta americana, su boca llenada con su propia ropa interior forciblemente sujeta a esta con más cinta americana, espumones denso escapandose por debajo de su mordaza derramandose por su cuerpo, igual de maltratado, con cortes decorando su cetrina piel, con especial malevolencia en su sexo y senos, donde la crueldad del ulterano se habia ensañado especialmente. Lo más escalofriante, sin embargo, eran sus brazos y piernas sujetos por grilletes a la cruz y la piel de estos, desde los codos y rodillas hasta la punta de los dedos, macabramente despellejada. Como un par de calcetines y guantes viejos, la piel despellejada se encontraba arrebujada en el suelo, tintada por la sangre que se derramaba por la pared, encharcando el suelo y comiendose la madera.
En los tobillos y muñecas, las heridas eran especialmente graves, y no por su accion, sabia el ulterano. La infeliz habia intentado escaparse durante toda la noche, intentando escurir manos y pies a través de los grilletes. Lo que no sabia es que aquellos grilletes estaban especialmente diseñados para apretar cuanto más se intentaba librar uno de ellos y, como resultado, en su pie y mano izquiera, se habia despellejado ella misma hasta revelar el hueso, tintado de carmín, por supuesto. Habia perdido bastante sangre.

Los gimoteos se silenciaron cuando se acercó a ella. Chistandole, el xolnita le puso su mano sobre el rostro. El contacto de piel con piel la chica la dejó paralizada, como el de un cervatillo al que le acababan de dar con las largas cruzando por una carretera. Un titiriteo se apodero de su maltrecho cuerpo. Habia perdido tanta sangre ya. No le quedaba mucho más que perder.
-Cuando termine con este pequeño problema volveré a por tí, no te preocupes.-

La ráfaga de terror que se apoderó del cuerpo de la muchacha le indundó de gloria destilada. Podia saborear su estado fatal, su condición de muerta viviente, su humillación, su sentimiento de traición, desesperación y pura rabia. Entremezcladas hacian de un buen aperitivo. Sin embargo el aspiraba a bocados más suculentos.
-Nos vemos.- se despidió, conjurando un hechizo de limpieza sobre sí mismo. Ya antes de salir por la puerta pudo oir el precipite de aguas humillantes escapandose de un ser que ya se habia rendido a su destino.

Por un breve instante, el Cizaña no se sintó entumecido, sino exultante.

La ángel negro no podía engañarlos hasta ese punto, pero no parecía querer dejarse ayudar y posiblemente insistirle solo iba a acabar con enfados y gritos. Nadie quería eso, por lo que decidieron adoptar otra estrategia. Una más directa de encarar el problema pero que posiblemente Adara aceptaría sin pensarlo. Algo simple: trabajo. Habían decidido pasearse por los bajos fondos con el pretexto de captar posibles empleadores, cosa que era cierta en realidad, y ya les habían surgido algunos encargos menores, pero no todavía lo que estaban buscando. El draco se paseaba junto al goliat y el fuego fatuo por una de las galerías famosas por ser transitadas por algunos de los ciudadanos del “underground” de más influencia y menos escrúpulos.

—Creo que hemos dado con nuestro próximo cliente —les dijo sin alzar mucho la voz, tras haber cruzado brevemente la mirada con un daeliciano que sin duda les estaba observando desde hacía un rato, tratando de ser discreto pero no lo suficiente como para que le pasase desapercibido.