Bajos Fondos
+13
Lops
Giniroryu
Naeryan
Jack
alpeca
Alicia
Yber
Reifon
Bellota
Dal
Zarket
Aes
Rocavarancolia Rol
17 participantes
- Rocavarancolia Rol
Bajos Fondos
25/08/16, 06:36 pm
Entramado de galerías subterráneas que discurre por toda la ciudad. Los trapicheos más perturbadores y los negocios más turbios se pueden encontrar aquí. Debido a la falta de legislación que caracteriza a la ciudad, nacieron más por cuestiones de conveniencia que otros motivos. Entre los comerciantes y la clientela habitual se encuentra lo peor de lo peor, y los incidentes violentos son muy frecuentes en las calles y negocios. Así mismo es habitual que aquellos que tienen puesto precio a su cabeza por diversos motivos se oculten en alguna de sus innumerables galerías. Las entradas principales son dos: una se encuentra en la Casa de Gar y la otra en la Calle de las trampas. Se rumorea que hay otras entradas más secretas y protegidas mediante hechizos, que llevan a lugares de otra manera innacesibles. Aunque no son los mismos túneles que los que conforman los subterráneos existen galerías que comunican con ellos; protegidas también mediante magia para evitar que las alimañas se cuelen a placer.
- Aes
Ficha de cosechado
Nombre: Aniol
Especie: Humano
Habilidades: habilidad manual, automotivación, olfato fino.
Personajes : ●Ruth: Humana (Israel)
Demonio de Fuego
●Tayron: Humano (Bélgica)
Lémur
●Fleur: Humana (Francia)
Siwani
●Aniol: Humano (Polonia)
Unidades mágicas : 03/12
Síntomas : Querrá salir más del torreón. En ocasiones, aparecerán destellos de luz a su alrededor que duran un instante.
Status : KANON VOY A POR TI
Humor : Me meo ;D
Re: Bajos Fondos
06/11/16, 11:56 am
Junto con el grupo Tayron se dedicaba a mirar por los agujeros no solo por curiosidad, ya era cuestión de supervivencia. El edificio mostraba telarañas y polvo, pasillos largos y muebles envejecidos. Pensó que aquello no podía ser lo único que la ciudad ofrecía, debía de haber cosas espléndidas y aún así por mucho que le gustara no paraba de encontrarse casas en mal estado, ruina por todas partes, se atrevería a decir que muerte, pero el cadáver de Nad era el único que había visto hasta ahora.
El muchacho se cruzó de brazos y contempló el escenario que se le abría al paso con mayor detenemiento, las oquedades eran considerables, probablemente producto de una batalla porque dudaba que esa estatua que atrevasaba buena parte de la estancia hubiese acabado allí por casualidad. No parecía un lugar seguro, era lo que sentía en aquel momento y no se molestó en quitarle la razón a algunos de sus compañeros, tampoco les dio coba a crearse paranoias. Él ya tenía claro que podía merecer la pena.
En seguida se dio cuenta de que se había formado una idea equivocada de Mónica con respecto a su estado mental, los lagrimones que rodaron por sus mejillas confirmaban que la española se encontraba mucho más inestable de lo que Tayron creía, no era para menos, aquella chica estaba afectada por la muerte de la pequeña, la que más sin duda, y a Tayron se le revolvía el estómago con Eriel, no era tan difícil tener cuidado y más cuando exploras con una persona con la que había que tener especial tacto. No le riñó, pero lo fulminó con la mirada. Por supuesto que él también sentía la necesidad de toquetearlo todo, era algo que tenía muy presente, quería desvíarse del grupo continuamente, explorar más casas de las que se permitían, y un largo listado que llevaría a cabo si estuviera en su pueblo. Lograba mantenerlo a raya, y aquel nublino tan desquiciante a veces le recordaba exactamente por qué no debía hacerlo, era lo único que podía agradecerle de su imprudencia.
Tayron apartó esos pensamientos negativos de su mente, no eran propios de él pero cada vez eran más habituales, la ciudad le obligaba a pensar, algo que nunca le gustó hacer por demasiado tiempo.
Como si el destino le escuchara Rocavarancolia hizo de las suyas.
-¿Cómo que qué es lo que viene?- preguntó ante las palabras de Sox con el corazón encogido, pues no se enteró bien del aviso de Siete- puta mierda... eso no suena nada bien- dijo cuando aquel traqueteo hizo eco en sus oídos.
Decidieron entrar, o no lo contaban. Sinceridad se ofreció para distraer a la criatura, el origen de los ruidos. Según las breves pero concisas descripciones de la roquense la bestia encajaba con un carnero, o algo parecido, solo que no tendría nada de parecido. Tampoco se pararía a averiguarlo.
Con el leve temblor el belga ya no sabía si subir o no, si trepar o quedarse abajo, lo cual podía ser mucho peor. El suelo no era estable y tenía que pensar en una solución rápido. El corazón le latía con fuerza mientras Eriel, Mónica y gente que no le dio tiempo a ver trepaba sin dificultades.
-¡Vamos vamos! Deprisa a donde sea que vayamos- les urgió, contemplando varias posibilidades a la vez, cuando por fin se decantó por subir ya era demasiado tarde. Tayron fue a apoyar la mano en las rocas para ascender cuando se dio cuenta de que en un instante ya no tenía suelo donde pisar ni lugar al que agarrarse. No se quedó colgado de ningún lugar ni se aferró a nadie, si no que la fuerza de la precipitación lo arrastró con violencia hacia el fondo. Tayron cayó, con todo lo que la casa albergaba en ella.
Sus abuelos solían decir que en momentos de peligro mortal todo ocurre más lento e incluso la vida pasa por tus ojos como una película de cine.
Sus abuelos se equivocaban, no fue un momento interminable, fue destructivo, brusco, repentino.
Lo primero que sintió fue un golpe seco en el pecho al impactar en plancha contra el suelo, lo segundo fue como choques de numerosas direcciones lo zarandeaban como si fuera un muñeco desmadejado. En medio de aquel caos varios cristales estuvieron a nada de hundirse en su piel y contempló como baldosas y armarios reventaban a pocos metros de él mientras se hundía más y más. Al poco todo fue silencio, uno muy aterrador.
Tayron yacía en el suelo, roto, boca abajo, con un dolor intenso en el pecho que le impedía respirar y los codos raspados hasta el punto de que parecía tener metal incandescente unido a la piel. Tosió, una, dos y tres veces, pudieron ser minutos o segundos, se ahogaba, luchaba pero se ahogaba, y escupió sangre que descendió por el cuello, ¿La escupía o salía de su boca? porque sabía que se había dado con algo en el labio, lo tenía reventado, probablemente, al pasarse la lengua por ella notó sabor a acero y algún cristal enganchado en la carne.
El belga no se movía, porque no podía, dio bocanadas de aire pero solo encontró polvo, pidió ayuda pero solo salió un quejido seco, un dolor profundo le advertía de que no podría mover la muñeca para ayudarse a incorporarse, no lo hizo de todas formas aunque le asustara esa mancha roja que bajaba por su cuello. No sabía dónde estaba, y lo peor de todo es que desconocía el paradero de sus amigos, algo que de lo que dependía si quería seguir con vida. De momento el aullido de sus pulmones le mantenía consciente.
El muchacho se cruzó de brazos y contempló el escenario que se le abría al paso con mayor detenemiento, las oquedades eran considerables, probablemente producto de una batalla porque dudaba que esa estatua que atrevasaba buena parte de la estancia hubiese acabado allí por casualidad. No parecía un lugar seguro, era lo que sentía en aquel momento y no se molestó en quitarle la razón a algunos de sus compañeros, tampoco les dio coba a crearse paranoias. Él ya tenía claro que podía merecer la pena.
En seguida se dio cuenta de que se había formado una idea equivocada de Mónica con respecto a su estado mental, los lagrimones que rodaron por sus mejillas confirmaban que la española se encontraba mucho más inestable de lo que Tayron creía, no era para menos, aquella chica estaba afectada por la muerte de la pequeña, la que más sin duda, y a Tayron se le revolvía el estómago con Eriel, no era tan difícil tener cuidado y más cuando exploras con una persona con la que había que tener especial tacto. No le riñó, pero lo fulminó con la mirada. Por supuesto que él también sentía la necesidad de toquetearlo todo, era algo que tenía muy presente, quería desvíarse del grupo continuamente, explorar más casas de las que se permitían, y un largo listado que llevaría a cabo si estuviera en su pueblo. Lograba mantenerlo a raya, y aquel nublino tan desquiciante a veces le recordaba exactamente por qué no debía hacerlo, era lo único que podía agradecerle de su imprudencia.
Tayron apartó esos pensamientos negativos de su mente, no eran propios de él pero cada vez eran más habituales, la ciudad le obligaba a pensar, algo que nunca le gustó hacer por demasiado tiempo.
Como si el destino le escuchara Rocavarancolia hizo de las suyas.
-¿Cómo que qué es lo que viene?- preguntó ante las palabras de Sox con el corazón encogido, pues no se enteró bien del aviso de Siete- puta mierda... eso no suena nada bien- dijo cuando aquel traqueteo hizo eco en sus oídos.
Decidieron entrar, o no lo contaban. Sinceridad se ofreció para distraer a la criatura, el origen de los ruidos. Según las breves pero concisas descripciones de la roquense la bestia encajaba con un carnero, o algo parecido, solo que no tendría nada de parecido. Tampoco se pararía a averiguarlo.
Con el leve temblor el belga ya no sabía si subir o no, si trepar o quedarse abajo, lo cual podía ser mucho peor. El suelo no era estable y tenía que pensar en una solución rápido. El corazón le latía con fuerza mientras Eriel, Mónica y gente que no le dio tiempo a ver trepaba sin dificultades.
-¡Vamos vamos! Deprisa a donde sea que vayamos- les urgió, contemplando varias posibilidades a la vez, cuando por fin se decantó por subir ya era demasiado tarde. Tayron fue a apoyar la mano en las rocas para ascender cuando se dio cuenta de que en un instante ya no tenía suelo donde pisar ni lugar al que agarrarse. No se quedó colgado de ningún lugar ni se aferró a nadie, si no que la fuerza de la precipitación lo arrastró con violencia hacia el fondo. Tayron cayó, con todo lo que la casa albergaba en ella.
Sus abuelos solían decir que en momentos de peligro mortal todo ocurre más lento e incluso la vida pasa por tus ojos como una película de cine.
Sus abuelos se equivocaban, no fue un momento interminable, fue destructivo, brusco, repentino.
Lo primero que sintió fue un golpe seco en el pecho al impactar en plancha contra el suelo, lo segundo fue como choques de numerosas direcciones lo zarandeaban como si fuera un muñeco desmadejado. En medio de aquel caos varios cristales estuvieron a nada de hundirse en su piel y contempló como baldosas y armarios reventaban a pocos metros de él mientras se hundía más y más. Al poco todo fue silencio, uno muy aterrador.
Tayron yacía en el suelo, roto, boca abajo, con un dolor intenso en el pecho que le impedía respirar y los codos raspados hasta el punto de que parecía tener metal incandescente unido a la piel. Tosió, una, dos y tres veces, pudieron ser minutos o segundos, se ahogaba, luchaba pero se ahogaba, y escupió sangre que descendió por el cuello, ¿La escupía o salía de su boca? porque sabía que se había dado con algo en el labio, lo tenía reventado, probablemente, al pasarse la lengua por ella notó sabor a acero y algún cristal enganchado en la carne.
El belga no se movía, porque no podía, dio bocanadas de aire pero solo encontró polvo, pidió ayuda pero solo salió un quejido seco, un dolor profundo le advertía de que no podría mover la muñeca para ayudarse a incorporarse, no lo hizo de todas formas aunque le asustara esa mancha roja que bajaba por su cuello. No sabía dónde estaba, y lo peor de todo es que desconocía el paradero de sus amigos, algo que de lo que dependía si quería seguir con vida. De momento el aullido de sus pulmones le mantenía consciente.
"Ya No Hay Fuego, Pero Sigue Quemando."
"Son Un Sentimiento Suspendido En El Tiempo, A Veces Un Evento Terrible Condenado A Repetirse."
"Deja Que Tu Fe Sea Más Grande Que Tus Miedos."
"¡Se Lo Diré Al Señor Santa!"
- Zarket
Ficha de cosechado
Nombre: Rádar
Especie: Carabés
Habilidades: Resistencia, velocidad natatoria, nociones de luchaPersonajes :
- Spoiler:
- ●Bastel (antes Bran/Branniel): Trasgo de Ewa sexto sacerdote de la Secta, sádico, aficionado a matanzas y luchador en los bajos fondos. No tocarle los cojoncios, que muerde.
●Lanor Gris: demiurgo procedente de Carabás. Tímido, llorica y buena gente.
●Rádar (o Rad): astrario carabés tsundere hacia la magia, mandón, brusco y estricto. Fashion victim. Reloj andante.
●Galiard syl: mago rabiosamente rocavarancolés, despiadado antihéroe brutalmente pragmático y compasivo antivillano bienintencionado.
Armas :- Spoiler:
- ●Bastel (antes Bran): magia, garras, dientes y una espada de longitud media a larga. O lo que haga falta.
●Lanor Gris: magia y sus criaturas.
●Rádar (o Rad): espada de longitud media. Sus habilidades de desviación de hechizos.
●Galiard Syl: magia y, si hace falta, una espada de longitud corta a media.
Status : Jinete del apocalipsis (¡ahora con extra de torpeza social!)
Humor : En muerte cerebral.
Re: Bajos Fondos
06/11/16, 05:00 pm
El grito de Mónica le heló la sangre, y el motivo de tal grito no tardó en enfurecerle. Rad apretó los labios de pura frustración, fulminando al nublino con la mirada. Aun así, en su opinión, la humana no había actuado mucho mejor: aquel grito podía haber alertado a cualquiera. No tuvo tiempo de pensar o decir nada, porque rápidamente hubo peligro fuera. Maldiciendo entre dientes, el carabés siguió a los demás. Nunca había trepado, por lo que el único resbalón que dio fue culpa de eso.
El temblor le puso los pelos de punta. «Mierda, mierda, mierda». Apenas tuvo tiempo a asentir tras Siete cuando ocurrió lo inevitable. El suelo cedió y todos cayeron habia abajo. El brazo izquierdo de Rad, extendido por puro azar, chocó de lleno contra el suelo. El cúbito y radio se rompieron con un chasquido limpio ahogado por el tremendo alarido que soltó el carabés, que a su vez fue ahogado por la montaña de madera, piedra y humo. Los escombros que caían debajo, a los lados y encima le magullaron, cortaron y desgarraron la carne. En su frente se formó una herida profunda de la que comenzó a manar sangre que pronto tiñeron su visión de un color oscuro. Dos manchas sangrientas aparecieron en su pecho y en la parte derecha de su espalda, cerca del hombro. Un tablón se clavó casi tres centímetros en su pantorrilla derecha, que rápidamente se convirtió en otra fuente de sangre.
Rad no se percató de nada de eso, por supuesto. O no con esa exactitud. En cuando el suelo cedió el mundo se convirtió en caos, en caída y en dolor. Lo primero que sintió fue la rotura de sus huesos, pero después el sufrimiento se exponenció demasiado como para poder discernir cada una de sus heridas. Lo único que sabía a ciencia cierta era que la frente sangraba, y que aquella cascada, a la que había que sumar las lágrimas, le cegaba los ojos.
Más allá de eso el mundo era dolor. La agonía no nacía exclusivamente en su brazo o en su frente, tampoco en su pecho o en su pierna. Todo su cuerpo gritaba ante el suplicio al que había sido sometido. Cada fibra y célula mandaba quejas en tal cantidad que durante un momento, un solo momento, no existió nada más. Ni sus compañeros, ni Rocavarancolia, ni Carabás, ni las estatuas. Ni siquiera la caída, el edificio o el propio Rad. Durante un solo segundo el mundo estuvo compuesto tan solo de dolor y sufrimiento en todos sus confines.
El rugido le puso en guardia, pero todo su cuerpo volvió a quejarse ante el tormento de un movimiento que ni siquiera llegó a salir de su cerebro. Cuando la nube se fue el carabés medio alzó la cabeza. A través de un velo de lágrimas y sangre contempló a aquel ser desconocido, aunque, en principio, y según parecía, racional. Rad había resultado tumbado sobre el lado izquierdo, el mismo lado al que pertenecían los huesos que gritaban en agonía. Intentó apoyarse en el brazo derecho para levantarse, pero aquel mínimo movimiento volvió a enviar un latigazo a su cerebro. Se tumbó y miró su pierna derecha, descubriendo el tablón clavado en ella.
Un acceso de tos le hizo escupir sangre, junto con tres dientes desprendidos por los golpes. El joven tipo E apoyó la cabeza en los escombros. Estaba roto. No podía respirar sin que un hilillo grumoso resonara en su pecho, no podía moverse y ni tan siquiera estar quieto sin sentir una terrible agonía en cada fibra de su ser, una tortura que le impedía actuar de cualquier forma. Además de las graves heridas que tenía se había llevado pequeñas magulladuras y moratones en todo el cuerpo.
Su escudo y su espada habían salido volando en medio de la caída y desconocía por completo dónde podían estar. Lo único que podía agradecer es que, al menos, su arma había estado envainada en aquel momento.
El temblor le puso los pelos de punta. «Mierda, mierda, mierda». Apenas tuvo tiempo a asentir tras Siete cuando ocurrió lo inevitable. El suelo cedió y todos cayeron habia abajo. El brazo izquierdo de Rad, extendido por puro azar, chocó de lleno contra el suelo. El cúbito y radio se rompieron con un chasquido limpio ahogado por el tremendo alarido que soltó el carabés, que a su vez fue ahogado por la montaña de madera, piedra y humo. Los escombros que caían debajo, a los lados y encima le magullaron, cortaron y desgarraron la carne. En su frente se formó una herida profunda de la que comenzó a manar sangre que pronto tiñeron su visión de un color oscuro. Dos manchas sangrientas aparecieron en su pecho y en la parte derecha de su espalda, cerca del hombro. Un tablón se clavó casi tres centímetros en su pantorrilla derecha, que rápidamente se convirtió en otra fuente de sangre.
Rad no se percató de nada de eso, por supuesto. O no con esa exactitud. En cuando el suelo cedió el mundo se convirtió en caos, en caída y en dolor. Lo primero que sintió fue la rotura de sus huesos, pero después el sufrimiento se exponenció demasiado como para poder discernir cada una de sus heridas. Lo único que sabía a ciencia cierta era que la frente sangraba, y que aquella cascada, a la que había que sumar las lágrimas, le cegaba los ojos.
Más allá de eso el mundo era dolor. La agonía no nacía exclusivamente en su brazo o en su frente, tampoco en su pecho o en su pierna. Todo su cuerpo gritaba ante el suplicio al que había sido sometido. Cada fibra y célula mandaba quejas en tal cantidad que durante un momento, un solo momento, no existió nada más. Ni sus compañeros, ni Rocavarancolia, ni Carabás, ni las estatuas. Ni siquiera la caída, el edificio o el propio Rad. Durante un solo segundo el mundo estuvo compuesto tan solo de dolor y sufrimiento en todos sus confines.
El rugido le puso en guardia, pero todo su cuerpo volvió a quejarse ante el tormento de un movimiento que ni siquiera llegó a salir de su cerebro. Cuando la nube se fue el carabés medio alzó la cabeza. A través de un velo de lágrimas y sangre contempló a aquel ser desconocido, aunque, en principio, y según parecía, racional. Rad había resultado tumbado sobre el lado izquierdo, el mismo lado al que pertenecían los huesos que gritaban en agonía. Intentó apoyarse en el brazo derecho para levantarse, pero aquel mínimo movimiento volvió a enviar un latigazo a su cerebro. Se tumbó y miró su pierna derecha, descubriendo el tablón clavado en ella.
Un acceso de tos le hizo escupir sangre, junto con tres dientes desprendidos por los golpes. El joven tipo E apoyó la cabeza en los escombros. Estaba roto. No podía respirar sin que un hilillo grumoso resonara en su pecho, no podía moverse y ni tan siquiera estar quieto sin sentir una terrible agonía en cada fibra de su ser, una tortura que le impedía actuar de cualquier forma. Además de las graves heridas que tenía se había llevado pequeñas magulladuras y moratones en todo el cuerpo.
Su escudo y su espada habían salido volando en medio de la caída y desconocía por completo dónde podían estar. Lo único que podía agradecer es que, al menos, su arma había estado envainada en aquel momento.
- Dal
Ficha de cosechado
Nombre: Alec (Alasdair)
Especie: Humano; Escocés.
Habilidades: Fuerza bruta, nociones de lucha y resistencia.Personajes :- Enredo : Humano Brujo de las Enredaderas.
- Surásara : Ulterana Naga.
- Varsai : Varmana Licántropo leopardo de las nieves.
- Eriel : Nublino.
Heridas/enfermedades : Finas cicatrices por todo el cuerpo.
Status : Perdido en la ciudad de los milagros y los portentos.
Re: Bajos Fondos
06/11/16, 06:13 pm
Eriel pensaba ayudar a la gente a subir y luego buscar una ventana que le diera un tiro claro a la criatura. No llegó a hacer ninguna de las dos cosas, el primer temblor llegó pronto y antes si quiera de que pudiera darle la razón a Siete notó como el suelo cedía bajo él.
Sintió un tirón en el estómago cuando la gravedad lo reclamó. Miró hacia arriba y vio el cielo, recordó ese momento de su sueño en que lo llamaban "hijo del cielo". Alargó la mano intentando en vano que sucediera un milagro pero la Luna Roja no estaba en el cielo, aún no era momento de milagros. Lo que sí consiguió a cambio fue que una roca lo golpease en el hombro dislocándoselo.
No fue su última herida, para cuando llegó al suelo tenía varias cortes por todo el cuerpo, una fractura en una pierna y un tablón clavado en el brazo izquierdo. Lo peor de todo sin embargo fue el golpe contra el suelo, Eriel cayó de espaldas evitando por poco sufrir fracturas en la columna. El golpe lo había dejado sin aliento y en su lucha por respirar sufrió el peor dolor de su vida. El sólo intentar aquello le dolía más de lo que podía imaginar, ni siquiera llegó a pensar en moverse. Notaba la sangre gotear de sus múltiples heridas y al respirar, por fin, le sobrevino una tos que recorrió su cuerpo provocando espasmos de dolor.
Eriel dejó escapar un gruñido y abrió los ojos a la luz. Ver el cielo allí arriba le parecía una broma de mal gusto igual que su sueño en ese momento.
Pronto entró en su campo de visión algo grande con alas. <<Qué suerte, seguro que él no sufre muchas caídas>> fue lo primero racional que llegó a pensar. Con un esfuerzo titánico movió la cabeza en aquella dirección y contempló a aquél dios y lo vio demasiado cerca de Siete. <<No por favor, otra vez no. No otra muerte>>.
Eriel quería ayudar a su compañero que parecía inconsciente pero apenas era capaz de moverse. Una voz desesperada llegó a sus oídos haciéndose eco en sus pensamientos. <<¿He vuelto a matar a alguien?>>.
Los ojos de Eriel se llenaron de lágrimas, tanto por el dolor como por la perspectiva de ser el causante de otra muerte que habría sido fácilmente evitable. Mentalmente deseó que no fuese ni Mónica ni su hermano. Quiso preguntar cómo se encontraban todos pero no encontró fuerzas para ello. La respuesta a esa pregunta le provocaba miedo.
Sintió un tirón en el estómago cuando la gravedad lo reclamó. Miró hacia arriba y vio el cielo, recordó ese momento de su sueño en que lo llamaban "hijo del cielo". Alargó la mano intentando en vano que sucediera un milagro pero la Luna Roja no estaba en el cielo, aún no era momento de milagros. Lo que sí consiguió a cambio fue que una roca lo golpease en el hombro dislocándoselo.
No fue su última herida, para cuando llegó al suelo tenía varias cortes por todo el cuerpo, una fractura en una pierna y un tablón clavado en el brazo izquierdo. Lo peor de todo sin embargo fue el golpe contra el suelo, Eriel cayó de espaldas evitando por poco sufrir fracturas en la columna. El golpe lo había dejado sin aliento y en su lucha por respirar sufrió el peor dolor de su vida. El sólo intentar aquello le dolía más de lo que podía imaginar, ni siquiera llegó a pensar en moverse. Notaba la sangre gotear de sus múltiples heridas y al respirar, por fin, le sobrevino una tos que recorrió su cuerpo provocando espasmos de dolor.
Eriel dejó escapar un gruñido y abrió los ojos a la luz. Ver el cielo allí arriba le parecía una broma de mal gusto igual que su sueño en ese momento.
Pronto entró en su campo de visión algo grande con alas. <<Qué suerte, seguro que él no sufre muchas caídas>> fue lo primero racional que llegó a pensar. Con un esfuerzo titánico movió la cabeza en aquella dirección y contempló a aquél dios y lo vio demasiado cerca de Siete. <<No por favor, otra vez no. No otra muerte>>.
Eriel quería ayudar a su compañero que parecía inconsciente pero apenas era capaz de moverse. Una voz desesperada llegó a sus oídos haciéndose eco en sus pensamientos. <<¿He vuelto a matar a alguien?>>.
Los ojos de Eriel se llenaron de lágrimas, tanto por el dolor como por la perspectiva de ser el causante de otra muerte que habría sido fácilmente evitable. Mentalmente deseó que no fuese ni Mónica ni su hermano. Quiso preguntar cómo se encontraban todos pero no encontró fuerzas para ello. La respuesta a esa pregunta le provocaba miedo.
Soy Dal, hijo del Estío y el Crepúsculo. Señor del Vacío y Amo del Infinito. Destructor de Mundos y Artífice de Infiernos. Conde de la Nada y Duque de los Océanos. Rey del Purgatorio y Terror del Cielo. Marqués del Inframundo y Barón de la Muerte. Por todos estos titulos, Invitado, reclamo tu vida para mí .
- Bellota
Ficha de cosechado
Nombre: Mónica Gutiérrez.
Especie: Humana (Española, madrileña de las afueras).
Habilidades: Espontaneidad, automotivación, imaginación.
Personajes : ● Mónica: Bruja de los espejos. Terrícola.
Heridas/enfermedades : ● Mónica: Pequeñas cicatrices por el cuerpo.
Manos heridas, chichón en la cabeza.
Armas : ●Mónica: Bolsito de pompones rosa multiusos.
Cuchillo del pan.
Espejos.
Status : «En busca de 12.: el romance».
Humor : No.
Re: Bajos Fondos
06/11/16, 07:06 pm
Cuando comenzó a escuchar los ruidos por un momento Mon pensó que por fin Rocavarancolia había cumplido su tarea y ya se estaba volviendo loca. Sin embargo, con las exclamaciones de sus compañeros, se convenció de que no era sólo ella: algo pasaba. Ya estaba nerviosa desde que Cenizo había cogido el plato, pero su nerviosismo se elevó exponencialmente según sus compañeros también se sobresaltaban. Su cerebro dejó de funcionar correctamente y simplemente siguió a la masa trepando lo más rápidamente posible tras el resto, resbalando un par de veces por lo mucho que estaba temblando.
“No puedo morir así: no hay un monstruo cantando como Nad en mi sueño” pensó dramáticamente mientras seguía buscando asideros. No vio nada. Ni siquiera se dio cuenta de lo que pasaba antes de que el suelo desapareciera bajo sus pies. Mónica cayó con un grito y el golpe le robó el aire de los pulmones, que salió en un gemido ahogado: por unos segundos la madrileña perdió el conocimiento, viéndolo todo negro, notando cómo el dolor explotaba en ella.
No tardó en despertar, por desgracia, notando el estruendo de la sangre en sus oídos y todavía tumbada en un ángulo extraño. Mon trató de elevar la mano izquierda para tocarse la cabeza y averiguar con miedo qué era ese reguero cálido que le corría por la cara metiéndosele en el ojo, pero tuvo que desistir con un quejido ahogado que mostraba más sufrimiento que un grito a pleno pulmón: lo más probable es que estuviera rota. Al revolverse, otro quejido. El tobillo, posiblemente torcido; en la pierna algo se le clavaba produciéndole un dolor insoportable. Cortes más o menos grandes por los brazos, la espalda, la tripa; uno en la cabeza, el que sangraba y le manchaba la cara, otro en la mejilla, peligrosamente cerca del ojo, que comenzaba a hincharse. Polvo, suciedad encima de la sangre creando churretones de pesadilla. Un chichón de tamaño considerable en su frente, donde algo le había golpeado con fuerza. Los moratones comenzaron a hacer acto de presencia lentamente.
Un grito que no era de ninguno de los de su grupo sobresaltó a la chica. “Mis compañeros” se dijo, notando cómo el miedo se unía al dolor. “Que no hayan muerto, por favor”. Mónica apretó los dientes y se incorporó lentamente tratando de no toser para evitarse la tortura, sin conseguirlo. Tosió y gimió al tiempo. Le dolía todo. Con la vista todavía borrosa por la sangre que se escurría de su cuero cabelludo miró.
-Un dragón. Un dragón de hueso -susurró con un hilo de voz, atontada.
“No puedo morir así: no hay un monstruo cantando como Nad en mi sueño” pensó dramáticamente mientras seguía buscando asideros. No vio nada. Ni siquiera se dio cuenta de lo que pasaba antes de que el suelo desapareciera bajo sus pies. Mónica cayó con un grito y el golpe le robó el aire de los pulmones, que salió en un gemido ahogado: por unos segundos la madrileña perdió el conocimiento, viéndolo todo negro, notando cómo el dolor explotaba en ella.
No tardó en despertar, por desgracia, notando el estruendo de la sangre en sus oídos y todavía tumbada en un ángulo extraño. Mon trató de elevar la mano izquierda para tocarse la cabeza y averiguar con miedo qué era ese reguero cálido que le corría por la cara metiéndosele en el ojo, pero tuvo que desistir con un quejido ahogado que mostraba más sufrimiento que un grito a pleno pulmón: lo más probable es que estuviera rota. Al revolverse, otro quejido. El tobillo, posiblemente torcido; en la pierna algo se le clavaba produciéndole un dolor insoportable. Cortes más o menos grandes por los brazos, la espalda, la tripa; uno en la cabeza, el que sangraba y le manchaba la cara, otro en la mejilla, peligrosamente cerca del ojo, que comenzaba a hincharse. Polvo, suciedad encima de la sangre creando churretones de pesadilla. Un chichón de tamaño considerable en su frente, donde algo le había golpeado con fuerza. Los moratones comenzaron a hacer acto de presencia lentamente.
Un grito que no era de ninguno de los de su grupo sobresaltó a la chica. “Mis compañeros” se dijo, notando cómo el miedo se unía al dolor. “Que no hayan muerto, por favor”. Mónica apretó los dientes y se incorporó lentamente tratando de no toser para evitarse la tortura, sin conseguirlo. Tosió y gimió al tiempo. Le dolía todo. Con la vista todavía borrosa por la sangre que se escurría de su cuero cabelludo miró.
-Un dragón. Un dragón de hueso -susurró con un hilo de voz, atontada.
- Los motes:
Por ahora aquí están los motes que Mónica ha ido poniendo a la gente, aún quedan algunos personajes por tener el suyo. (A ver si se le ocurren pronto, leches).
-Barael: Roño.
-Daerhien: Gominola.
-Dafne: Lerdafne.
-Eorlir: Picasso
-Eriel: Cenizo.
-Innadriel: ¿?
-Lorenzo: Íñigo Montoya.
-Nad: Zanahoria/Zana.
-Rádar: Mandón.
-Sakrilt: Krit.
-Siete: Tritón.
-Sinceridad: Doña Plumitas.
-Sox: Vampy.
-Fahran Xaorhalan: ¿Rapunzel?
-Tayron: T-fichas.
- Reifon
Ficha de cosechado
Nombre: Nery´s
Especie: Frivy
Habilidades: Velocidad, agilidad, resistencia.Personajes :- Spoiler:
Armas :- Spoiler:
- Arcan Rel: Cuchillos de caza, espada de mano y media, hacha cazahombres.
- Dama Abrazos: Mandobles y manguales gigantes duales, balas cañon.
- Nery´s: Beyesha infinita. Esto que no sabe ni que es.
- Arcan Rel: Cuchillos de caza, espada de mano y media, hacha cazahombres.
Status : Cazador de la luna de sangre.
Humor : JAJAJAJAJA *se marcha riéndose*
Re: Bajos Fondos
06/11/16, 11:34 pm
Actuaba rápido, que fuera un animal al menos les daba oportunidades. No tenían tiempo para pararse y permitir que la distracción de Sinceridad fuera para nada. Avanzó hasta la estatua de los primeros en una carrera para posicionarse y ayudar al resto dejando la lanza a su izquierda, no podía dejar nadie atrás vendido y que su hermano se entristeciera por ello.
-<<Vamos, vamos, vamos.>> Repetía en su cabeza para darse prisa a sí mismo.
El pulso acelerado le hacía difícil oír a sus compañeros, todos sus sentidos estaban enfocados en impedir que alguien cayera y en reaccionar al momento si algo pasaba. Todo parecía ir bien, en cuantos todos hubieran subido él le pasaría la lanza a alguien de arriba y escalaría en nada la estatua debido a que podía levantarse a sí mismo de sobra y si no llegaba a poder se las valdría solo ahí abajo sin tener que preocuparse de los demás. Era un plan sin agujeros, con todos los riesgos bien medidos.
Entonces la casa tembló acompañada del estruendo de la piedra estallando. Barael volvió a abrir los ojos como platos.
-No es estable. -Declaró más para sí mismo. -¡Tiene razón! -Gritó tras oír a Siete. -¡Esto va a ceder, tenemos que salir de aquí, no ag- Otro temblor acompañó sus palabras, y a Barael se le cayó el alma a los pies cuando por un instante vio enfrente suya el segundo piso cayendo. -<<No...>> -Fue lo último que pudo pensar con claridad antes de que todo se volcara al caos mientras amagó una avance para tratar de alcanzar a su hermano, tropezando con una baldosa que se hacía al vacío junto a su pierna y todo su ser.
La caída apenas fueron dos segundos y solo vio claro que uno de los tablones partidos estaba apuntando a su pecho. Su brazo armado se interpuso mientras el otro trató inútilmente de amortiguar la caída.
Y todo se volvió negro por un segundo, pero no por quedar inconsciente, sino por la oleada tras oleada de dolor que recorrió su cuerpo. Ni siquiera pudo gritar, entre todo aquel polvo y escombros su cara estaba torcida en una mueca de dolor. Debería haberse desmayado en aquel instante, pero algo impidió que su consciencia se fuera, un impulso primario e indescriptible que tiró de él con algo mucho mayor que su propia voluntad, incluso mayor que aquella locura que conformaba el apego a su hermano. Volvió en sí y por fin pudo interpretar de donde venía el dolor.
Lo primero que sintió fuel el pitido en sus oídos incesante, había girado la cara en el último momento y el lado izquierdo de su cara golpeo el suelo de manera súbita, algo caliente salía de su oído. Lo siguiente fue peor. El sabor de la sangre y la madera se entremezclaban en su boca debido a uno de los tablones que le estaba perforando la mejilla izquierda llenándole la boca de sangre que se escurría hacia afuera por el desgarro. Su brazo derecho había aplastado el tablón y evitado su muerte pero la madera había abollado la armadura que ahora se clavaba en su carne y el impacto en aquella postura había provocado que su hombro derecho se dislocara y su codo quedara muy resentido, la caída sobre su propio brazo le dejaría un enorme moratón en el pecho y una de sus costillas rota por la presión. Su mano izquierda fue lo primero en topetar con el suelo y se le clavaron en la palma varias piedrecillas pero nada importante, en general su brazo izquierdo a quedado cubierto de arañazos y moratones incluyendo una rasgadura grande de piel en el antebrazo por la que sangra más. Más moratones y tajos recubren el resto de Barael, pero lo último notable es su pie derecho, cuyo tobillo ha sido aplastado por uno de los escombros y se encuentra totalmente roto bajo estos.
Necesitaba levantarse, aquella pulsión se lo obligaba desde los más profundo de su ser opacando todo lo demás, lo único que aún se resistía era la necesidad de ayudar a su hermano a la par que sus pulmones ardían por el polvo y sus costillas le chillaban que dejase de respirar. Entonces apoyó firme su mano izquierda y gritó.
Gritó mientras a separaba la cabeza del suelo desgarrando parte de su mejilla para sacarse aquello y gritó por el dolor de todo su cuerpo mientras aquel impulso le daba las fuerzas para lograr ponerse de rodillas a toda costa.
Miró un momento el panorama con aquel pitido taladrándole el cerebro, pero no atendió mucho, tenía que moverse hasta el impulso. Por mucho que su mente y su razón le gritó que aquello no tenía ningún sentido el no podía resistirlo. Y giró la cabeza hacia la humana muerta y el dragón.
-<<Debe ser la solución.>> -Se decía. -<<Ella tiene que tener la clave, ella podría ayudarnos.>> -Trataba de auto-convencerse de que aquello no era una locura, que aquella necesidad primaria sí que tenía sentido.
Respiró todo lo hondo que pudo y se sujeto el antebrazo derecho, sabía la teoría más que de sobra y lo había hecho a otros, pero no a él mismo, aún así no estaba en situación de replicar. Tiró y movió el hombro, pero la costilla le ardió en el pecho y no fue capaz de hacer fuerza para ello. Las lágrimas se le mezclaron con su sangre en la cara.
Entre quejidos se quitó la armadura lo más rápido que pudo para librarse de la presión sacándose el metal clavado en su antebrazo que empezó a sangrar con el resto de sus heridas, sacó su bastarda con la zurda y empezó a levantarse como pudo apoyándose en ella sacando el pie de los escombros e hizo lo único que le permitía su cuerpo, avanzar mientras arrastraba un pié hacia aquella mujer.
-<<Vamos, vamos, vamos.>> Repetía en su cabeza para darse prisa a sí mismo.
El pulso acelerado le hacía difícil oír a sus compañeros, todos sus sentidos estaban enfocados en impedir que alguien cayera y en reaccionar al momento si algo pasaba. Todo parecía ir bien, en cuantos todos hubieran subido él le pasaría la lanza a alguien de arriba y escalaría en nada la estatua debido a que podía levantarse a sí mismo de sobra y si no llegaba a poder se las valdría solo ahí abajo sin tener que preocuparse de los demás. Era un plan sin agujeros, con todos los riesgos bien medidos.
Entonces la casa tembló acompañada del estruendo de la piedra estallando. Barael volvió a abrir los ojos como platos.
-No es estable. -Declaró más para sí mismo. -¡Tiene razón! -Gritó tras oír a Siete. -¡Esto va a ceder, tenemos que salir de aquí, no ag- Otro temblor acompañó sus palabras, y a Barael se le cayó el alma a los pies cuando por un instante vio enfrente suya el segundo piso cayendo. -<<No...>> -Fue lo último que pudo pensar con claridad antes de que todo se volcara al caos mientras amagó una avance para tratar de alcanzar a su hermano, tropezando con una baldosa que se hacía al vacío junto a su pierna y todo su ser.
La caída apenas fueron dos segundos y solo vio claro que uno de los tablones partidos estaba apuntando a su pecho. Su brazo armado se interpuso mientras el otro trató inútilmente de amortiguar la caída.
Y todo se volvió negro por un segundo, pero no por quedar inconsciente, sino por la oleada tras oleada de dolor que recorrió su cuerpo. Ni siquiera pudo gritar, entre todo aquel polvo y escombros su cara estaba torcida en una mueca de dolor. Debería haberse desmayado en aquel instante, pero algo impidió que su consciencia se fuera, un impulso primario e indescriptible que tiró de él con algo mucho mayor que su propia voluntad, incluso mayor que aquella locura que conformaba el apego a su hermano. Volvió en sí y por fin pudo interpretar de donde venía el dolor.
Lo primero que sintió fuel el pitido en sus oídos incesante, había girado la cara en el último momento y el lado izquierdo de su cara golpeo el suelo de manera súbita, algo caliente salía de su oído. Lo siguiente fue peor. El sabor de la sangre y la madera se entremezclaban en su boca debido a uno de los tablones que le estaba perforando la mejilla izquierda llenándole la boca de sangre que se escurría hacia afuera por el desgarro. Su brazo derecho había aplastado el tablón y evitado su muerte pero la madera había abollado la armadura que ahora se clavaba en su carne y el impacto en aquella postura había provocado que su hombro derecho se dislocara y su codo quedara muy resentido, la caída sobre su propio brazo le dejaría un enorme moratón en el pecho y una de sus costillas rota por la presión. Su mano izquierda fue lo primero en topetar con el suelo y se le clavaron en la palma varias piedrecillas pero nada importante, en general su brazo izquierdo a quedado cubierto de arañazos y moratones incluyendo una rasgadura grande de piel en el antebrazo por la que sangra más. Más moratones y tajos recubren el resto de Barael, pero lo último notable es su pie derecho, cuyo tobillo ha sido aplastado por uno de los escombros y se encuentra totalmente roto bajo estos.
Necesitaba levantarse, aquella pulsión se lo obligaba desde los más profundo de su ser opacando todo lo demás, lo único que aún se resistía era la necesidad de ayudar a su hermano a la par que sus pulmones ardían por el polvo y sus costillas le chillaban que dejase de respirar. Entonces apoyó firme su mano izquierda y gritó.
Gritó mientras a separaba la cabeza del suelo desgarrando parte de su mejilla para sacarse aquello y gritó por el dolor de todo su cuerpo mientras aquel impulso le daba las fuerzas para lograr ponerse de rodillas a toda costa.
Miró un momento el panorama con aquel pitido taladrándole el cerebro, pero no atendió mucho, tenía que moverse hasta el impulso. Por mucho que su mente y su razón le gritó que aquello no tenía ningún sentido el no podía resistirlo. Y giró la cabeza hacia la humana muerta y el dragón.
-<<Debe ser la solución.>> -Se decía. -<<Ella tiene que tener la clave, ella podría ayudarnos.>> -Trataba de auto-convencerse de que aquello no era una locura, que aquella necesidad primaria sí que tenía sentido.
Respiró todo lo hondo que pudo y se sujeto el antebrazo derecho, sabía la teoría más que de sobra y lo había hecho a otros, pero no a él mismo, aún así no estaba en situación de replicar. Tiró y movió el hombro, pero la costilla le ardió en el pecho y no fue capaz de hacer fuerza para ello. Las lágrimas se le mezclaron con su sangre en la cara.
Entre quejidos se quitó la armadura lo más rápido que pudo para librarse de la presión sacándose el metal clavado en su antebrazo que empezó a sangrar con el resto de sus heridas, sacó su bastarda con la zurda y empezó a levantarse como pudo apoyándose en ella sacando el pie de los escombros e hizo lo único que le permitía su cuerpo, avanzar mientras arrastraba un pié hacia aquella mujer.
- Equilibrio:
Un blanco mas oscuro que el negro.
Un negro mas claro que el blanco.
El gris se desborda en mil tonos.
Y el arcoiris se hunde en monotonia.
Vivimos caminando el sendero dejado por los muertos.
Mientras brindamos nueva muerte a nuestro paso para extenderlo.
- Naeryan
Ficha de cosechado
Nombre:
Especie:
Habilidades:
Personajes :- CLICK:
- ● Shizel/Desidia: idrino transformado en skrýmir, albino y de ojos azules. Tiene buenas dotes sociales y una gran pasión por la magia; es embajador para el castillo.
● Taro: cosechado carabés, cabello negro y ojos amarillos. Practicante de parkour y siempre con unos discretos auriculares, le encanta la música y suele dudar de sus capacidades.
● Sox: (imagen pre-Luna) ángel negro carabés, rubio y de apariencia llamativa. Competitivo y racional, aspira siempre al rendimiento más alto y posee mucha determinación.
Unidades mágicas : DENIED
Armas :- CLICK:
- ● Shizel/Desidia: magia y esgrima idrina, con amplia preferencia por la primera.
● Sox: según la salida, ballesta simple con torno o sable. Al cinto siempre un puñal.
Status : Traumaturga
Humor : Productivo (lo intento)
Re: Bajos Fondos
07/11/16, 07:08 pm
Por un momento creyó que Since había calculado mal y que aquel salto iba a terminar en una colisión horrible. El leve temblor del suelo le hizo dar un respingo, pero vio la oportunidad en cuanto recuperó pie estable y volvió a localizar al carnero. Estaba en el suelo, intentando levantarse. Un blanco estático.
Sox levantó la ballesta y apuntó, pero la urgencia en la voz de Siete le impidió apretar el gatillo. Girar la cabeza a mirar le costó caro. Vaciló, y el siguiente temblor hizo que el suelo desapareciera bajo sus pies. Apretó el gatillo por reflejo y el virote se perdió en dirección al cielo.
Podría no haber caído nunca hasta ese momento, si atendía al horrible vuelco que le dio el estómago. La caída fue corta pero durante aquel fugaz lapso de tiempo la gravedad hizo presa de cada una de las células de su cerebro, gritándole irracionalmente que iba a morir. Le zumbaron los oídos hasta dolerle con todos los gritos de sus compañeros a la vez, el chirrido de la madera al hacerse astillas, piedra derrumbándose y cristal haciéndose añicos. Él había estado conteniendo el aliento para disparar, y no le salió nada: no hasta que dio de costado contra la cima de una montaña de escombros y el golpe le hizo rodar a un lado. Un grito corto de dolor, aspirar aire y exhalarlo de vuelta como un quejido, intentando controlarlo. No procesaba aún su posición en el espacio y los siguientes segundos fueron para el carabés completa confusión, mientras creía imposiblemente que seguían cayendo porque los alaridos de sus compañeros seguían en el aire, cargados de un dolor tan vibrante que se le erizó el vello.
Parpadeó de vuelta a una penumbra desconocida. Estaba apoyado contra una montaña de rebordes picudos que se le hundían en la carne allá donde apoyaba peso sobre ellos. Tenía las manos desocupadas; la ballesta había acabado quién sabe dónde. Siseó entre dientes al apoyarse sobre la muñeca izquierda, y retrocedió sobre aquel movimiento con un respingo. Intentar moverla le hizo lagrimear. ¿La tenía torcida?
Maniobró con cuidado hasta terminar a cuatro patas. Tosió, la humareda de polvo del derrumbe hostigándole la garganta y los ojos.
—Puto edificio... —un hilo de voz, interrumpido por un nuevo acceso de tos—... de mierda. Ciudad de mierda. ¡Joder! —el siseo de frustración fue un intento de hacer su voz más fuerte, una ilusión de control. Fingir que tener el corazón a la altura de la garganta era por enfado en lugar de miedo.
Frotarse los ojos y la cara le hizo darse cuenta de un dolor sordo en los antebrazos. La sudadera que había traído de Carabás se había enganchado a partes astilladas de la madera, cerámica y cristales que de otra manera se le habrían clavado directamente en la carne. Aún así tenía cortes superficiales por todas partes, e hizo una mueca de grima al remangarse y notar cómo se desplazaban los fragmentos que sí habían logrado traspasar la tela y hundirse en piel. Le sangraban los dedos, despellejados a medias al haberse aferrado a los escombros tras la caída, pero podía moverlos bien.
Los pantalones también estaban hechos una pena, también rotos a parches y manchados de negro térreo allá donde escombros y choque habían abierto sangre. Tenía las rodillas raspadas hasta llegar a carne viva, y Sox notó sangre caliente resbalándole cuando hizo el amago de incorporarse. Todo su cuerpo era una magulladura. La polvareda se disipaba y también su aturdimiento; el carabés fue libre para ver cuerpos siniestramente inmóviles, y lo que había más allá.
Un vistazo bastó para comprobar que era el único que podía moverse con libertad. Tayron estaba boca abajo, solo el agitar de los hombros y el ruido mientras tosía indicativo de que seguía con vida. Le parecía haber oído la voz de Eriel en algún momento, pero bien podría haber sido una ilusión. Siete no se movía en absoluto. El hilo de voz de Mónica, aun confirmando que estaba viva, de alguna forma hizo la escena aún más tenebrosa. Barael se arrastraba por el suelo un poco más allá.
La escena que tenía lugar frente a ellos le heló la sangre. Si el propietario de la casa gigante se había creído con derecho a responder a una intrusión con un ballestazo la reptil de hueso les remataría; y no tendría más que aplastarles uno a uno, en el suelo como estaban, para conseguirlo. Un pisotón, un coletazo, más huesos rotos, una cabeza abierta.
No podían haber estado todo aquel tiempo teniendo cuidado, todo aquel tiempo poniéndose de acuerdo sobre cómo sobrevivir después de lo de Nad, para que ahora murieran miserablemente en un derrumbe de mierda en una ciudad de mierda, anónimamente, estúpidamente. La injusticia, la ira y el miedo ante aquella situación sin salida se mezclaban de formas confusas. No pudo sacar nada claro de ellas. Sólo energía para levantarse, por fin.
La rodilla derecha le dio un chispazo de advertencia cuando apoyó peso en ella. De habérsela torcido no habría podido ni levantarse del suelo, pero Sox arrastraba cierta cojera cuando descendió como pudo del montículo de escombros, levantando polvo a su paso.
—Eh. ¿Alguno más puede moverse?— la urgencia en su voz, aun susurrada, tenía un deje desesperado. Aun si salían de aquella, no tenía ni idea de cómo iban a salir de allí si solo él podía caminar. Tenía demasiados latidos en los oídos y sangre atronándole las venas para pensar con claridad.
—¿Estás loco? Ya le traigo yo —chistó a Barael a toda prisa al cruzarse con él por el camino, miradas relámpago a la dragona, comprobando si se había dado cuenta por fin de su presencia. Creyó que el nublino se estaba moviendo para ir hacia Siete.
Adelantó a Barael y se dirigió hacia el idrino. Intentaría levantarlo como pudiera del suelo para desplazarlo de vuelta junto al grueso del grupo, cerca del agujero por donde habían caído. Al fondo de su cabeza susurraba una vaga noción de oídas de que no había que mover a la gente inconsciente. Sin embargo a Sox le daba más ansiedad no moverle, y que la dragona decidiera pagar la muerte de la humana con la vida de alguien más. Ojo por ojo. El concepto de justicia no le había dado nunca miedo al carabés hasta entonces.
Sox levantó la ballesta y apuntó, pero la urgencia en la voz de Siete le impidió apretar el gatillo. Girar la cabeza a mirar le costó caro. Vaciló, y el siguiente temblor hizo que el suelo desapareciera bajo sus pies. Apretó el gatillo por reflejo y el virote se perdió en dirección al cielo.
Podría no haber caído nunca hasta ese momento, si atendía al horrible vuelco que le dio el estómago. La caída fue corta pero durante aquel fugaz lapso de tiempo la gravedad hizo presa de cada una de las células de su cerebro, gritándole irracionalmente que iba a morir. Le zumbaron los oídos hasta dolerle con todos los gritos de sus compañeros a la vez, el chirrido de la madera al hacerse astillas, piedra derrumbándose y cristal haciéndose añicos. Él había estado conteniendo el aliento para disparar, y no le salió nada: no hasta que dio de costado contra la cima de una montaña de escombros y el golpe le hizo rodar a un lado. Un grito corto de dolor, aspirar aire y exhalarlo de vuelta como un quejido, intentando controlarlo. No procesaba aún su posición en el espacio y los siguientes segundos fueron para el carabés completa confusión, mientras creía imposiblemente que seguían cayendo porque los alaridos de sus compañeros seguían en el aire, cargados de un dolor tan vibrante que se le erizó el vello.
Parpadeó de vuelta a una penumbra desconocida. Estaba apoyado contra una montaña de rebordes picudos que se le hundían en la carne allá donde apoyaba peso sobre ellos. Tenía las manos desocupadas; la ballesta había acabado quién sabe dónde. Siseó entre dientes al apoyarse sobre la muñeca izquierda, y retrocedió sobre aquel movimiento con un respingo. Intentar moverla le hizo lagrimear. ¿La tenía torcida?
Maniobró con cuidado hasta terminar a cuatro patas. Tosió, la humareda de polvo del derrumbe hostigándole la garganta y los ojos.
—Puto edificio... —un hilo de voz, interrumpido por un nuevo acceso de tos—... de mierda. Ciudad de mierda. ¡Joder! —el siseo de frustración fue un intento de hacer su voz más fuerte, una ilusión de control. Fingir que tener el corazón a la altura de la garganta era por enfado en lugar de miedo.
Frotarse los ojos y la cara le hizo darse cuenta de un dolor sordo en los antebrazos. La sudadera que había traído de Carabás se había enganchado a partes astilladas de la madera, cerámica y cristales que de otra manera se le habrían clavado directamente en la carne. Aún así tenía cortes superficiales por todas partes, e hizo una mueca de grima al remangarse y notar cómo se desplazaban los fragmentos que sí habían logrado traspasar la tela y hundirse en piel. Le sangraban los dedos, despellejados a medias al haberse aferrado a los escombros tras la caída, pero podía moverlos bien.
Los pantalones también estaban hechos una pena, también rotos a parches y manchados de negro térreo allá donde escombros y choque habían abierto sangre. Tenía las rodillas raspadas hasta llegar a carne viva, y Sox notó sangre caliente resbalándole cuando hizo el amago de incorporarse. Todo su cuerpo era una magulladura. La polvareda se disipaba y también su aturdimiento; el carabés fue libre para ver cuerpos siniestramente inmóviles, y lo que había más allá.
Un vistazo bastó para comprobar que era el único que podía moverse con libertad. Tayron estaba boca abajo, solo el agitar de los hombros y el ruido mientras tosía indicativo de que seguía con vida. Le parecía haber oído la voz de Eriel en algún momento, pero bien podría haber sido una ilusión. Siete no se movía en absoluto. El hilo de voz de Mónica, aun confirmando que estaba viva, de alguna forma hizo la escena aún más tenebrosa. Barael se arrastraba por el suelo un poco más allá.
La escena que tenía lugar frente a ellos le heló la sangre. Si el propietario de la casa gigante se había creído con derecho a responder a una intrusión con un ballestazo la reptil de hueso les remataría; y no tendría más que aplastarles uno a uno, en el suelo como estaban, para conseguirlo. Un pisotón, un coletazo, más huesos rotos, una cabeza abierta.
No podían haber estado todo aquel tiempo teniendo cuidado, todo aquel tiempo poniéndose de acuerdo sobre cómo sobrevivir después de lo de Nad, para que ahora murieran miserablemente en un derrumbe de mierda en una ciudad de mierda, anónimamente, estúpidamente. La injusticia, la ira y el miedo ante aquella situación sin salida se mezclaban de formas confusas. No pudo sacar nada claro de ellas. Sólo energía para levantarse, por fin.
La rodilla derecha le dio un chispazo de advertencia cuando apoyó peso en ella. De habérsela torcido no habría podido ni levantarse del suelo, pero Sox arrastraba cierta cojera cuando descendió como pudo del montículo de escombros, levantando polvo a su paso.
—Eh. ¿Alguno más puede moverse?— la urgencia en su voz, aun susurrada, tenía un deje desesperado. Aun si salían de aquella, no tenía ni idea de cómo iban a salir de allí si solo él podía caminar. Tenía demasiados latidos en los oídos y sangre atronándole las venas para pensar con claridad.
—¿Estás loco? Ya le traigo yo —chistó a Barael a toda prisa al cruzarse con él por el camino, miradas relámpago a la dragona, comprobando si se había dado cuenta por fin de su presencia. Creyó que el nublino se estaba moviendo para ir hacia Siete.
Adelantó a Barael y se dirigió hacia el idrino. Intentaría levantarlo como pudiera del suelo para desplazarlo de vuelta junto al grueso del grupo, cerca del agujero por donde habían caído. Al fondo de su cabeza susurraba una vaga noción de oídas de que no había que mover a la gente inconsciente. Sin embargo a Sox le daba más ansiedad no moverle, y que la dragona decidiera pagar la muerte de la humana con la vida de alguien más. Ojo por ojo. El concepto de justicia no le había dado nunca miedo al carabés hasta entonces.
"And if you gaze long enough into an abyss, the abyss will gaze back into you."
- Al veros conspirar... (CLICK):
- Al poner un evento... (CLICK):
- Durante el transcurso del evento... (CLICK):
- YberGM
Ficha de cosechado
Nombre: Ulmara.
Especie: cercana alaí.
Habilidades: Velocidad, nociones de lucha y resistencia.Personajes :
● Dirke/Ramas.
● Giz.
● Tap/Malahierba.
●Lara 37/Saria Omen.
● Rasqa: parqio transformado en moloch.
● Eitne.
Heridas/enfermedades : Eitne: le falta la pierna derecha de rodilla para abajo.
Status : Es complicado.
Humor : La gracia de dios.
Re: Bajos Fondos
07/11/16, 07:35 pm
Una vez asimilado lo ocurrido, Tuétano abandona a Dana y presta por fin atención al entorno. Con el ceño fruncido, la parqia examina a los que acaban de matar a su compañera y acaba llegando a la horrible conclusión de que Dana acaba de morir por culpa de unos malditos cosechados. Conocía a la bruja maldita desde que llegaron a Rocavarancolia el año pasado y su transformación se había convertido en una bendición para ambas. Tuétano no se puede creer aún lo que ha ocurrido. Mira que le había dicho que usara protecciones, a pesar de todo. Que no se expusiera...
Sin embargo, ya no le queda otra cosa que descargar su furia.
—Acordaos de mí, desgraciados —les grita. Las paredes de la caverna hacen reverberar su voz grave. La bestia abre sus alas de hueso en un gesto intimidante. Las membranas de estas, transparentes, dejan ver un mar de venas sobre la dragona—. Acordaos de mí, porque el día que salga la Luna Roja, si no estáis muertos para entonces, volveréis a verme. Y os juro por el cuerpo de Dana que haré harina con vuestros huesos con tanto esmero y tan lentamente, que acabaréis suplicándome que os mate. Cabrones...
La quebrantahuesos se acerca a Siete, a quien intuye muerto, y coloca una de sus enormes patas sobre sus piernas, sin ejercer presión apenas. Tan solo quiere frenar a Sox para acercar su morro a él, quien más sano de todos parece estar, quien más receptivo. Tuétano espira sobre la cara del carabés y le da un tope con el morro en la frente.
—Quédate con mi cara, niño aceituna —le escupe en el tono más despectivo posible—, porque os estaré vigilando.
----
El impulso de Barael, se sienta como se sienta, le impele a acercarse al cuerpo de Dana en ultima instancia. La bruja es una humana de catorce años recién besada por la luna. Pelo moreno, corto, liso. Algo gorda. Muerta del todo. Viste una túnica verde oscuro y llevaba un bolso de gran capacidad en el que guarda amuletos, comida y varios apuntes. En uno de sus dedos, uno de los que no han quedado sepultados bajo la estatua, descansa un anillo de plata vieja y aro fino. Una estrellita de cristal lo corona y emite un resplandor muy tenue. La sangre lo mancha todo.
----
Siete despierta.
Sin embargo, ya no le queda otra cosa que descargar su furia.
—Acordaos de mí, desgraciados —les grita. Las paredes de la caverna hacen reverberar su voz grave. La bestia abre sus alas de hueso en un gesto intimidante. Las membranas de estas, transparentes, dejan ver un mar de venas sobre la dragona—. Acordaos de mí, porque el día que salga la Luna Roja, si no estáis muertos para entonces, volveréis a verme. Y os juro por el cuerpo de Dana que haré harina con vuestros huesos con tanto esmero y tan lentamente, que acabaréis suplicándome que os mate. Cabrones...
La quebrantahuesos se acerca a Siete, a quien intuye muerto, y coloca una de sus enormes patas sobre sus piernas, sin ejercer presión apenas. Tan solo quiere frenar a Sox para acercar su morro a él, quien más sano de todos parece estar, quien más receptivo. Tuétano espira sobre la cara del carabés y le da un tope con el morro en la frente.
—Quédate con mi cara, niño aceituna —le escupe en el tono más despectivo posible—, porque os estaré vigilando.
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El impulso de Barael, se sienta como se sienta, le impele a acercarse al cuerpo de Dana en ultima instancia. La bruja es una humana de catorce años recién besada por la luna. Pelo moreno, corto, liso. Algo gorda. Muerta del todo. Viste una túnica verde oscuro y llevaba un bolso de gran capacidad en el que guarda amuletos, comida y varios apuntes. En uno de sus dedos, uno de los que no han quedado sepultados bajo la estatua, descansa un anillo de plata vieja y aro fino. Una estrellita de cristal lo corona y emite un resplandor muy tenue. La sangre lo mancha todo.
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Siete despierta.
No llores por no poder ver tu pierna,
las lágrimas te impedirán ver los cadáveres de tus amigos.
las lágrimas te impedirán ver los cadáveres de tus amigos.
- Zarket
Ficha de cosechado
Nombre: Rádar
Especie: Carabés
Habilidades: Resistencia, velocidad natatoria, nociones de luchaPersonajes :
- Spoiler:
- ●Bastel (antes Bran/Branniel): Trasgo de Ewa sexto sacerdote de la Secta, sádico, aficionado a matanzas y luchador en los bajos fondos. No tocarle los cojoncios, que muerde.
●Lanor Gris: demiurgo procedente de Carabás. Tímido, llorica y buena gente.
●Rádar (o Rad): astrario carabés tsundere hacia la magia, mandón, brusco y estricto. Fashion victim. Reloj andante.
●Galiard syl: mago rabiosamente rocavarancolés, despiadado antihéroe brutalmente pragmático y compasivo antivillano bienintencionado.
Armas :- Spoiler:
- ●Bastel (antes Bran): magia, garras, dientes y una espada de longitud media a larga. O lo que haga falta.
●Lanor Gris: magia y sus criaturas.
●Rádar (o Rad): espada de longitud media. Sus habilidades de desviación de hechizos.
●Galiard Syl: magia y, si hace falta, una espada de longitud corta a media.
Status : Jinete del apocalipsis (¡ahora con extra de torpeza social!)
Humor : En muerte cerebral.
Re: Bajos Fondos
07/11/16, 08:37 pm
Por primera vez desde que había llegado a Rocavarancolia se alegró de verdad de oír la voz de Sox. Al menos otro estaba vivo. Con suerte, mejor que él.
—Yo no —su voz estaba ronca, rota. La sangre que brotaba de las heridas que los dientes habían dejado en sus encías fue a parar a la garganta, ahogándole. Un ataque de tos se impuso, un ataque que no podía controlar a pesar de la tortura que supuso a sus innumerables heridas y lesiones.
Su orgullo había quedado momentáneamente desactivado. Su independencia había saltado en pedazos con la misma precisión que sus huesos y su cuerpo. Intentó moverse, y todas sus terminaciones nerviosas, sin excepción, volvieron a quejarse. El carabés gimió, cerrando la boca con fuerza. Una vez más se atragantó con su propia sangre. Una vez más espasmos de tos provocaron que un sufrimiento indecible se hiciera dueño de su cuerpo.
La amenaza de la dragona de huesos no le amedrentó mucho. Suficiente tenía con que no lo hubieran matado en aquel momento. Intentó girarse mínimamente, para intentar ver al resto, pero nuevos espasmos de pura tortura lo recorrieron, dejándolo jadeando. Volvió a escupir sangre. El sabor metálico de la misma había dejado ya un regusto en la boca que tardaría en quitarse.
Consiguió ver en la distancia una forma humana, no sabía si Mónica o Tayron. Abajo, al lado de donde estaba la dragona, creyó reconocer la figura inmóvil de Siete. También abajo, aunque no tanto como el idrino, veía una figura gris, uno de los nublinos, por el rabillo del ojo. Vio a su compatriota descender para ir a por el idrino, y ver que podía moverse lo volvió a aliviar. Al instante llegó el miedo, cuando la parqia se acercó a decirle algo. Por un instanté pensó que lo iba a matar, y luego morirían los demás.
Un latir sordo llegaba de su pantorrilla derecha, envuelta en jirones de sangre, tela y madera. Fue a levantar el brazo derecho para quitarse la sangre, las lágrimas y la mugre que empañaban su visión, pero un tremendo latigazo en la zona de la espalda más cercana al mismo le hizo parar. Tenía una herida justo encima de los músculos que movían el brazo y lo unían al torso, y Rad lo descubrió de la forma más dolorosa posible.
—Control de daños —dijo, lo más alto que pudo, con aquella voz que estaba tan rota como su cuerpo. Un rictus de agonía cruzó su rostro ante el esfuerzo de su caja torácica al hacer eso—. Brazo izquierdo roto —cada palabra, cada sílaba, cada sonido, cada inspiración y espiración estaba acompañado de punzadas de sufrimiento en su caja torácica, que se sumaban a la tortura incesante que llegaba del resto de su cuerpo—. Creo que costilla... También. Tablón clavado en... pantorrilla derecha. Brecha en frente —ahí se le rompió la voz una vez más. El carabés no podía continuar, el fuego del dolor era demasiado extenso y potente. Y, aun así, lo hizo—. Heridas. Muchas. Varias... creo que graves.
Ahí su voz se rompió otra vez, y ya no habló más. La esperanza de que el resto no estuviera tan mal o de que pudieran salir de allí con vida eran casi nulas. Solo podía imaginar a sus compañeros tan rotos como él, cuando no directamente muertos.
«Vamos a morir» pensó. No se le ocurría ningún otro desenlace. Una risita sangrienta salió de sus labios, tan baja que solo la escucharía alguien que estuviera justo al lado. «Aquí acaba la prueba». En ese momento creía sinceramente que de aquella excursión solo saldrían Sinceridad y, con mucha suerte, Sox.
Ni siquiera intentaría enterarse de cómo estaban los demás: estaba claro que él precisamente iba a poder hacer poco por ellos. Todo su esfuerzo se dirigió a soportar el dolor, a seguir respirando, a sobrevivir.
Si alguien se acercaba al carabés, además de las heridas visibles en aquel momento, vería dos manchas oscuras cada vez más extensas mojando la camiseta en la espalda y el pecho.
—Yo no —su voz estaba ronca, rota. La sangre que brotaba de las heridas que los dientes habían dejado en sus encías fue a parar a la garganta, ahogándole. Un ataque de tos se impuso, un ataque que no podía controlar a pesar de la tortura que supuso a sus innumerables heridas y lesiones.
Su orgullo había quedado momentáneamente desactivado. Su independencia había saltado en pedazos con la misma precisión que sus huesos y su cuerpo. Intentó moverse, y todas sus terminaciones nerviosas, sin excepción, volvieron a quejarse. El carabés gimió, cerrando la boca con fuerza. Una vez más se atragantó con su propia sangre. Una vez más espasmos de tos provocaron que un sufrimiento indecible se hiciera dueño de su cuerpo.
La amenaza de la dragona de huesos no le amedrentó mucho. Suficiente tenía con que no lo hubieran matado en aquel momento. Intentó girarse mínimamente, para intentar ver al resto, pero nuevos espasmos de pura tortura lo recorrieron, dejándolo jadeando. Volvió a escupir sangre. El sabor metálico de la misma había dejado ya un regusto en la boca que tardaría en quitarse.
Consiguió ver en la distancia una forma humana, no sabía si Mónica o Tayron. Abajo, al lado de donde estaba la dragona, creyó reconocer la figura inmóvil de Siete. También abajo, aunque no tanto como el idrino, veía una figura gris, uno de los nublinos, por el rabillo del ojo. Vio a su compatriota descender para ir a por el idrino, y ver que podía moverse lo volvió a aliviar. Al instante llegó el miedo, cuando la parqia se acercó a decirle algo. Por un instanté pensó que lo iba a matar, y luego morirían los demás.
Un latir sordo llegaba de su pantorrilla derecha, envuelta en jirones de sangre, tela y madera. Fue a levantar el brazo derecho para quitarse la sangre, las lágrimas y la mugre que empañaban su visión, pero un tremendo latigazo en la zona de la espalda más cercana al mismo le hizo parar. Tenía una herida justo encima de los músculos que movían el brazo y lo unían al torso, y Rad lo descubrió de la forma más dolorosa posible.
—Control de daños —dijo, lo más alto que pudo, con aquella voz que estaba tan rota como su cuerpo. Un rictus de agonía cruzó su rostro ante el esfuerzo de su caja torácica al hacer eso—. Brazo izquierdo roto —cada palabra, cada sílaba, cada sonido, cada inspiración y espiración estaba acompañado de punzadas de sufrimiento en su caja torácica, que se sumaban a la tortura incesante que llegaba del resto de su cuerpo—. Creo que costilla... También. Tablón clavado en... pantorrilla derecha. Brecha en frente —ahí se le rompió la voz una vez más. El carabés no podía continuar, el fuego del dolor era demasiado extenso y potente. Y, aun así, lo hizo—. Heridas. Muchas. Varias... creo que graves.
Ahí su voz se rompió otra vez, y ya no habló más. La esperanza de que el resto no estuviera tan mal o de que pudieran salir de allí con vida eran casi nulas. Solo podía imaginar a sus compañeros tan rotos como él, cuando no directamente muertos.
«Vamos a morir» pensó. No se le ocurría ningún otro desenlace. Una risita sangrienta salió de sus labios, tan baja que solo la escucharía alguien que estuviera justo al lado. «Aquí acaba la prueba». En ese momento creía sinceramente que de aquella excursión solo saldrían Sinceridad y, con mucha suerte, Sox.
Ni siquiera intentaría enterarse de cómo estaban los demás: estaba claro que él precisamente iba a poder hacer poco por ellos. Todo su esfuerzo se dirigió a soportar el dolor, a seguir respirando, a sobrevivir.
Si alguien se acercaba al carabés, además de las heridas visibles en aquel momento, vería dos manchas oscuras cada vez más extensas mojando la camiseta en la espalda y el pecho.
- Reifon
Ficha de cosechado
Nombre: Nery´s
Especie: Frivy
Habilidades: Velocidad, agilidad, resistencia.Personajes :- Spoiler:
Armas :- Spoiler:
- Arcan Rel: Cuchillos de caza, espada de mano y media, hacha cazahombres.
- Dama Abrazos: Mandobles y manguales gigantes duales, balas cañon.
- Nery´s: Beyesha infinita. Esto que no sabe ni que es.
- Arcan Rel: Cuchillos de caza, espada de mano y media, hacha cazahombres.
Status : Cazador de la luna de sangre.
Humor : JAJAJAJAJA *se marcha riéndose*
Re: Bajos Fondos
07/11/16, 09:51 pm
El pitido le parecía estar amortiguando todos sus otros pensamientos, toda la poca consciencia y lucidez que aún mantenía estaba centrada en acercarse a aquel cadáver y los sonidos a su alrededor se le antojaban poco más que ecos lejanos. Ni siquiera se percató muy bien de que Sox pasaba a su lado hasta que logró procesar mínimamente sus palabras, pero eso no cambiaba nada. Debía alcanzar a aquella humana.
Alzar la espada. Adelantarla. Dejarse caer hacia ella. Apoyarse. Paso con la izquierda. Alzar la espada. Adelantarla...
Cada vez que la levantaba y la adelantaba sus músculos gritaban. Cuando se apoyaba en ella con su peso su pecho comenzaba a arder hasta que aquella costilla parecía estar volcando lava en su pecho. Y cuando daba cada paso con la izquierda, la diestra aplastada era arrastrada por el suelo dejando una estela de polvo y sangre, con un dolor que le recordaba al de cristales rotos penetrando sus músculos sin piedad.
Tropezó cayendo al suelo, causándose más moratones, y con una voluntad enfermiza provocada por aquel impulso y la necesidad imperativa de socorrer a su hermano de cualquier método posible se volvió a levantar.
Se dio cuenta entonces al alzar la vista que aquel dragón se había posado encima de Siete y estaba dirigiéndose a Sox, pero una vez más, aquello poco importaba.
Logro alcanzarla y prácticamente se desplomo de rodillas a su lado, teniendo que apoyarse con su izquierda para no darse otro cabezazo contra el suelo y se puso a investigarla.
Buscó sin pudor. Tenía que haber algo, cualquier cosa que los ayudara entre la comida y los papeles y los amuletos, o mismamente en ella. Entonces vio el resplandor de aquel anillo y se dispuso a tocarlo para intentar averiguar algo.
Alzar la espada. Adelantarla. Dejarse caer hacia ella. Apoyarse. Paso con la izquierda. Alzar la espada. Adelantarla...
Cada vez que la levantaba y la adelantaba sus músculos gritaban. Cuando se apoyaba en ella con su peso su pecho comenzaba a arder hasta que aquella costilla parecía estar volcando lava en su pecho. Y cuando daba cada paso con la izquierda, la diestra aplastada era arrastrada por el suelo dejando una estela de polvo y sangre, con un dolor que le recordaba al de cristales rotos penetrando sus músculos sin piedad.
Tropezó cayendo al suelo, causándose más moratones, y con una voluntad enfermiza provocada por aquel impulso y la necesidad imperativa de socorrer a su hermano de cualquier método posible se volvió a levantar.
Se dio cuenta entonces al alzar la vista que aquel dragón se había posado encima de Siete y estaba dirigiéndose a Sox, pero una vez más, aquello poco importaba.
Logro alcanzarla y prácticamente se desplomo de rodillas a su lado, teniendo que apoyarse con su izquierda para no darse otro cabezazo contra el suelo y se puso a investigarla.
Buscó sin pudor. Tenía que haber algo, cualquier cosa que los ayudara entre la comida y los papeles y los amuletos, o mismamente en ella. Entonces vio el resplandor de aquel anillo y se dispuso a tocarlo para intentar averiguar algo.
- Equilibrio:
Un blanco mas oscuro que el negro.
Un negro mas claro que el blanco.
El gris se desborda en mil tonos.
Y el arcoiris se hunde en monotonia.
Vivimos caminando el sendero dejado por los muertos.
Mientras brindamos nueva muerte a nuestro paso para extenderlo.
- YberGM
Ficha de cosechado
Nombre: Ulmara.
Especie: cercana alaí.
Habilidades: Velocidad, nociones de lucha y resistencia.Personajes :
● Dirke/Ramas.
● Giz.
● Tap/Malahierba.
●Lara 37/Saria Omen.
● Rasqa: parqio transformado en moloch.
● Eitne.
Heridas/enfermedades : Eitne: le falta la pierna derecha de rodilla para abajo.
Status : Es complicado.
Humor : La gracia de dios.
Re: Bajos Fondos
07/11/16, 10:11 pm
Dana apenas llevaba unos meses transformada en el momento que la han matado los macieleros, pero como buena buena bruja de su propio dolor, su cadáver está equipado de sobra. En cuanto Barael toca el anillo, activa un sortilegio sanador que se encuentra anclado. Los huesos vuelven a su sitio, las heridas sanan de dentro a fuera y se cierran, expulsando cualquier cuerpo intruso dentro del de Barael. Sin embargo, el hechizo que trata sus heridas no es uno estándar, es una versión del hechizo que provoca un dolor extremo mientras la sanación dura. Y el proceso es lento, muy lento.
Al anillo le quedan dos usos más antes de descargarse por completo.
Al anillo le quedan dos usos más antes de descargarse por completo.
No llores por no poder ver tu pierna,
las lágrimas te impedirán ver los cadáveres de tus amigos.
las lágrimas te impedirán ver los cadáveres de tus amigos.
- Alicia
Ficha de cosechado
Nombre: Siete
Especie: Idris
Habilidades: oido musical, orientación, reflejosPersonajes :- Seon: aurva soñadora, 20 años. 163 cm
- Ri:Tengu. Aurva albina, 18 años. 170 cm
- Nero:Sin esencia, edeel. 18 años, 175 cm.
- Siete: idrino cosechado. 18 años. 172 cm.
Heridas/enfermedades : Cicatrices desiguales con forma de arañazo en los gemelos, que se extienden hacia la parte frontal de la pierna. Más anchas y verticales en la pierna derecha.
Status : So. FLUFFY.- Seon: aurva soñadora, 20 años. 163 cm
Re: Bajos Fondos
07/11/16, 11:37 pm
Fue un segundo de pánico en el que no procesó lo que sucedía. El mundo se apagó en un chasquido.
Lo primero en atravesar la consciencia de Siete fue dolor. La agonía se hizo paso como una nota musical que desgarrara gargantas; largo, alto, el aullido le vació los pulmones antes de que empezara a jadear y a toser. Una mezcla de sangre y lágrimas le obligaban a mantener los ojos cerrados. Algo le había aplastado el hombro. Piedra, no demasiado grande, pero cuyo peso valía para insistir en el dolor que se extendía desde su hombro hasta la cabeza, como si quisiera hacersela estallar. Luego estaba las agujas en sus brazos, en la pierna. Miles de hierros candentes que se le metieran por la piel, sangre caliente que empezaba a resbalarle por la boca, desde la nariz rota.
Siete estaba desmadejado en el suelo, parte de el sobre los escombros de lo que había considerado un descenso a la seguridad. Una roca le había partido la mano. Su cuerpo había intentado tensarse para protegerse, pero no consiguió mover un solo dedo para cerrarla. Quiso vomitar pero una arcada fue suficiente para paralizarlo y arrancarle otra tos, más debil. Parpadeó con dificultad, tratando de limpiar la vista. Ahí tuvo un primer destello de pensamiento racional: sangraba.
Tenía astillas en los brazos, pedazos de escombros y maderas le había llenado las piernas de arañazos profundos. Pero todo lo que estaba a su alcance eran los goterones que salían de su nariz. Había caido de bruces, y tenía la cara a medias contra el suelo y la piedra rota. El brazo izquiero estaba recogido cerca de su cuerpo, con la mano inerte al final. El derecho se extendía de forma antinatural en cruz, con el hombro dislocado aun aplastado bajo roca y parte del antebrazo apoyado en una madera, que forzaba el codo a doblarse.
Oía voces, y gimió. Hubiera suplicado, de tener voz. Los intentos de respirar y el dolor se mezclaron en una especie de resuellos intermitentes que acababan agudos, y que evolucionaron a un llanto irregular.
Lo primero en atravesar la consciencia de Siete fue dolor. La agonía se hizo paso como una nota musical que desgarrara gargantas; largo, alto, el aullido le vació los pulmones antes de que empezara a jadear y a toser. Una mezcla de sangre y lágrimas le obligaban a mantener los ojos cerrados. Algo le había aplastado el hombro. Piedra, no demasiado grande, pero cuyo peso valía para insistir en el dolor que se extendía desde su hombro hasta la cabeza, como si quisiera hacersela estallar. Luego estaba las agujas en sus brazos, en la pierna. Miles de hierros candentes que se le metieran por la piel, sangre caliente que empezaba a resbalarle por la boca, desde la nariz rota.
Siete estaba desmadejado en el suelo, parte de el sobre los escombros de lo que había considerado un descenso a la seguridad. Una roca le había partido la mano. Su cuerpo había intentado tensarse para protegerse, pero no consiguió mover un solo dedo para cerrarla. Quiso vomitar pero una arcada fue suficiente para paralizarlo y arrancarle otra tos, más debil. Parpadeó con dificultad, tratando de limpiar la vista. Ahí tuvo un primer destello de pensamiento racional: sangraba.
Tenía astillas en los brazos, pedazos de escombros y maderas le había llenado las piernas de arañazos profundos. Pero todo lo que estaba a su alcance eran los goterones que salían de su nariz. Había caido de bruces, y tenía la cara a medias contra el suelo y la piedra rota. El brazo izquiero estaba recogido cerca de su cuerpo, con la mano inerte al final. El derecho se extendía de forma antinatural en cruz, con el hombro dislocado aun aplastado bajo roca y parte del antebrazo apoyado en una madera, que forzaba el codo a doblarse.
Oía voces, y gimió. Hubiera suplicado, de tener voz. Los intentos de respirar y el dolor se mezclaron en una especie de resuellos intermitentes que acababan agudos, y que evolucionaron a un llanto irregular.
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