Clínica Luna Roja

Enredo estaba a punto de terminar la poción, sólo le faltaba unas hojas de una planta del jardín y salió a por ellas. Las estaba recogiendo cuando oyó los golpes contra la puerta delantera y por si no los hubiera oído una alarma mental saltó en su cabeza.

Apagando la alarma entró en la casa por su laboratorio, extendió una mano y su báculo acudió obediente a él. Pasó por la sala de operaciones, su despacho, la sala de espera y finalmente llegó al descansillo donde estaba la puerta principal. Abrió la puerta y se encontró cara a cara con un trasgo que traía a alguien al hombro.

El brujo hizo pasar al trasgo a la sala de espera y sin perder el tiempo le preguntó:

-¿Qué ha pasado? Cuanto más puedas decirme de su situación mejor podré ayudarle - apuntó con el báculo al cuerpo del varmano y apretó una runa del mismo disparando un hechizo de levitación.- Rápido, no podemos perder más tiempo.

Enredo observó por encima las heridas del varmano mientras anotaba mentalmente lo que le iba diciendo el trasgo. Su último comentario hizo que el brujo le dirigiera una mirada helada.

-Haré lo que pueda por él - respondió con frialdad.- Primero intentaré salvarle la vida, ya discutiremos el precio cuando su vida no corra peligro. Espera aquí - le dijo mientras transportaba el cuerpo por la puerta a su despacho y posteriormente al quirófano cerrando las puertas tras de si.

Depositó el cuerpo del muchacho en la cama metálica del centro de la habitación. Le tomó las constantes, eran muy bajas, apenas había latido. Sin perder el tiempo lanzó un hechizo de impulso débil sobre su corazón para que éste siguiese latiendo.

Retiró la ropa sin miramientos y limpió el cuerpo con magia para poder observarlo mejor. El resultado era un desastre, el chico estaba lleno de cicatrices que Enredo juzgó eran mordeduras de trasgo. Las implicaciones de aquello volaron inmediatamente a la mente del brujo, tenía claro lo que había pasado.

Sacó sus gafas y las activó para poder ver el interior del chico, lo que vio lo llenó de rabia. Las piezas encajaron en su mente como si de un puzzle se tratasen. El trasgo se había estado divirtiendo con el okae, había dejado que las heridas se infectaran y cuando las curó no hizo nada con la infección, se había limitado a cerrarlas para evitar que siguieran sangrando.

-Joder - gritó Enredo golpeando con un puño la mesa de metal. La sala insonorizada capturó todo el sonido. El brujo respiraba de forma agitada a la vez que temblaba ligeramente, aquello era una auténtica salvajada y, en el estado en que estaba el chico, Enredo no podía hacer nada por él.

-La infección está demasiado extendida, tendría que retirar demasiado tejido dañado, tu cuerpo está demasiado débil, no sobrevivirías a la operación - dijo en voz alta más para sí mismo que para el muchacho. Lo único que conseguiría si intentaba curar al chico era prolongar su sufrimiento.

Una débil tos lo sacó de sus pensamientos y le hizo girar el cuello, sus ojos se encontraron con los del varmano que lo miraba con una mezcla de súplica y puro terror.

-Má... mátame - consiguió pronunciar.- P...or fav... - le sobrevino un nuevo ataque de tos que lo dejó resollando.- Los otros... sálvalos... - dijo cuando por fin recuperó el aliento. Volvió a desmayarse

Enredo no sabía lo que quería decir el chico pero durante sus últimos momentos de vida el brujo estuvo a su lado. Tenía los ojos llenos de lágrimas de impotencia y rabia, no entendía como alguien podía hacerle aquello a otra persona. Era una atrocidad, no tenía otro nombre para aquello.

Cuando por fin se serenó se limpió las lágrimas y salió de la sala apoyado en el báculo.

-Lo lamento, ha muerto - le dijo al trasgo en la sala de espera.- Estaba demasiado avanzado, unos días atrás habría conseguido salvarlo. Me temo que no he podido hacer nada por él - Enredo se disculpaba más por convencionalismo social que porque realmente creyera que el trasgo sentía pena por el okae.

Enredo esbozó una sonrisa irónica, estaba claro que había sido un ingénuo al pensar que el trasgo podría preocuparse mínimamente por el varmano. <<Comida, no es más que eso. Maldita bestia>>.

Enredo lo miró con un odio mal disimulado y se interpuso en su camino.

-¿A dónde crees que vas? - inquirió poniendo entre los dos su báculo apoyado en el suelo.- Estoy de acuerdo con la falta de pago pero yo no te he permitido entrar en mi casa. Ésto es lo más lejos que irás, trasgo - prácticamente escupió esa última palabra.

Los nudillos de Enredo se pusieron blancos apretando el báculo.

-¿Eso? - repitió encolerizado.- Es una persona, no pertenece a nadie. No lo hacía en vida menos aún en la muerte - sentenció el brujo totalmente decidido.

Enredo no iba a tirar sus valores por la borda, por eso decidió preparse para el combate. Las runas del báculo se iluminaron en una fría advertencia, más pequeños fulgores se podían divisar entre las ropas del brujo. Éste apretó una runa del arma y el aire onduló cuando se creó un escudo entre ambos.

-Estoy de acuerdo, trasgo - coincidió con su voz destilando odio.- No te quiero en mi casa. Lárgate, no me obligues a mí a sacarte a rastras porque lo haré.

En cuanto pronunció esas palabras la casa entera empezó a temblar. Las enredaderas que protegían la casa por fuera comenzaron a moverse en respuesta a la furia del brujo, eso era lo que provocaba los temblores.

Tan rápido como comenzó el revuelo éste se desvaneció. Enredo dejó irse toda la magia que estaba sosteniendo y se relajó un tanto. El trasgo se había ido y todo volvía a estar en calma salvo las emociones del propio brujo.

Volvió a entrar en el quirófano y contempló el cadáver del varmano. <<Por desgracia pertenezco tanto a esta ciudad como tú>> pensó mientras se acercaba al cuerpo. Volvió a limpiarlo y limpió también sus ropas, las moldeó con magia e hizo desaparecer los rasgones. Pronto el varmano parecía dormido más que muerto, sólo su falta de respiración y la cadavérica palidez lo delataban.

-Te llevaré a casa, te lo prometo - dijo antes de ponerse a hacer el rito funerario de los varmanos. Le extrajo los ojos y los guardó en un bote con un líquido que los conservaría. Fue también a buscar uno de sus libros de magia para buscar un hechizo que conservase el cuerpo del varmano. Un vez lo encontró lo lanzó sobre éste.

La última amenaza del trasgo aún rondaba la mente del brujo perturbando sus pensamientos. Intranquilo Enredo salió de casa para reforzar las defensas de ésta, sólo por si acaso. Prefería pecar de precavido. Extrajo de su cinturón una serie de bolitas con semillas dentro. Fue diseminándolas alrededor de la casa por si necesitaba acceder a más enredaderas de las que había.

Por último miró una única esfera que llevaba a la derecha del todo del cinturón. No sabía si dejar aquella también.

Aquella solitaria esfera contenía la enredadera más letal del brujo de lejos. Poseía un veneno que atacaba los nervios de cualquiera que entrase en contacto con ella, la víctima no llegaba a morir de dolor si no que se quitaba la vida para dejar de sufrir. Aquella enredadera recibía el nombre de Muerte Agónica.

Con un estremecimiento el brujo volvió a guardar aquella esfera y entró en la casa. Tenía que continuar con un experimento.

Enredo no había podido conciliar el sueño, a la poción aún le quedaba fermentar y lo cierto era que el brujo prefería no dormir a volver a tener aquellas pesadillas, aunque eso lo pusiese irritable.

El cuerpo del varmano seguía en el quirófano y por supuesto no había dejado acercarse ni a Wyck ni a Sombra por allí, aunque nunca los dejaba en realidad.

Se encontraba leyendo un libro en la salita de arriba cuando oyó el estruendo, no sólo fue el golpe contra la puerta que se oyó en toda la casa, fueron todas las alarmas que saltaron en la mente del brujo. Algo había intentado entrar por la fuerza y eso había activado todos los sistemas de defensa. Una suerte de barreras tanto físicas como mágicas habían cubierto la casa en cuanto la puerta cedió manteniendo a los intrusos fuera.

Enredo no perdió tiempo e ignoró los chillidos del panda rojo mientras salía por la ventana levitando. Mandó una orden mental a las enredaderas de la casa de que atraparan al causante. Si conseguía atraparlo éste pasaría un mal rato, las enredaderas eran venenosas y paralizaban liberando el veneno de sus espinas. Y lo mejor de todo es que eran invisibles, sólo el brujo y DL sabían que estaban ahí.

Fue a la parte delantera y no se sorprendió de encontrar allí al trasgo. Vio que tenía compañía además.

-Además de una bestia eres un cobarde - le espetó el brujo desde las alturas.- No tienes lo que hay que tener para atacarme tú sólo. Si queréis pelea no os preocupéis, la habéis encontrado.

Fue lo último que habló antes de activar todas sus defensas. Apuntó con su báculo a la casa contigua que estaba en ruinas y disparó un hechizo de levitación sobre las rocas destrozadas que en su momento la compusieron. Acto seguido usó uno de impulso para mandarlas volando contra los atacantes provocando una verdadera lluvia de rocas.

No contento con eso apuntó al guerrero y apretó una runa liberando un hechizo de impacto de potencia considerable.

Las enredaderas se arrastraban por el suelo completamente silenciosas e invisibles buscando una oportunidad de atrapar a uno de los dos.

Enredo se rió del trasgo en su cara.

-¿Crees que me preocupa una puerta? - le dijo con sorna.- En vez de preocuparte por eso deberías empezar a preocuparte por tu vida - amenazó.

La luz ochroria lo pilló de sorpresa y lo cegó. Un gruñido de enfado se transformó en uno de satisfacción cuando sintió las enredaderas que atenazaban los pies del guerrero. Éstas comenzaron a trepar por su cuerpo a una velocidad vertiginosa clavando sus espinas por doquier.

Necesitaba recuperar la vista y gracias a su trabajo sabía como eliminar una ceguera pasajera como aquella. Trazó los signos de un hechizo que recubrió su mano de de una fantasmagórica luz verde, se tapó los ojos con la mano y al retirarla sobre ésta había dos esferitas negras. Enredo volvía a ver.

-Tendrás que intentarlo mejor que eso, trasgo -le soltó con desprecio.- Claramente me habéis subestimado - dijo apuntando al trasgo y disparando un hechizo de impacto tras otro en su dirección.

Más enredaderas iban en dirección al trasgo, unas completamente visibles y otras invisibles. Las visibles eran las nuevas que había plantado el brujo ese mismo día, las invisibles eran las defensas de la casa. La trampa era obvia.

Enredo estaba dominando la batalla y lo sabía, su superioridad tanto mágica como en número, gracias a las enredaderas, era abrumadora. Sintió también cómo su dominio se enroscaba en las piernas del trasgo y le ordenó trepar e inmovilizar a Estrago.

Antes de descender a ras de suelo sin dejar de levitar el brujo lanzó dos hechizos de constricción para sellar los movimientos de sus rivales, primero al trasgo ya que era el único que podía usar magia. Esperaría pacientemente a que el veneno de sus enredaderas hiciera efecto y luego liberaría la magia que los ataba.

-Habéis cometido tres errores esta noche - les dijo avanzando con tranquilidad hacia ellos.- El primero ha sido atacarme borrachos como estáis, el segundo es hacerlo en mi propia casa, y el tercero es no haberos informado de mi dominio.

Algunas enredaderas visibles se arremolinaron tras el brujo mientras hablaba.

-Permitid que os presente a mis niñas - sonrió con desprecio a Estrago.- Y, al igual que tú, trasgo, son venenosas. Pero, a diferencia de ti no son mortales, aunque sí que su veneno actúa con mucha más celeridad. A tu amigo le doy veinte segundos más antes de que le cueste moverse, un par de minutos antes de estar totalmente paralizado.

-Tú en cambio aguantarás más, eres más resistente pero no inmune - le explicó ya a un metro del trasgo,- tú pierdes - sentenció.- ¿Qué se siente al perder contra "un mierdas que llora a sin esencias"? - preguntó antes de apuntar con su báculo al pecho del trasgo y soltar otro impacto contra él.

Enredo miró con incredulidad al guerrero. No pensaba matar a ninguno de los dos, tenía otra cosa pensada, pero que el humano pensase que sobrevivirían al encuentro rayaba lo ridículo. El brujo sabía que cualquier otro los mataría sin pensárselo dos veces.

-Esta guerra no se ha empezado, te equivocas - le respondió con toda la calma de la que disponía.- Vais a morir aquí, tiraré vuestro cuerpo al abismo y si os buscan vuestro rastro llevará ahí. Todo el mundo pensará que os tirásteis en una noche de borrachera, no seríais los primeros y por eso nadie hará más preguntas - mintió esperando que la idea calase en ambos.- Y ya estoy harto de oíros rebuznar - dijo antes de ordenar a sus enredaderas que sirvieran como mordaza.

El brujo se hizo un asiento de plantas trepadoras y se sentó a la espera de que el veneno surtiese todo su efecto. Mientras se dedicó a romper sus defensas mágicas con la menor cantidad de magia posible. Una vez rotas Enredo compuso una sonrisa lo más aviesa que pudo, cualquiera de sus amigos se hubiese reído de que intentase dar miedo. Con esa sonrisa el brujo durmió a los asaltantes, sumiéndoles en un profundo sueño del que no despertarían hasta que él no lo quisiese.

Invocó un lacayo grotesco y lo mandó a buscar a Shizel a su residencia en el castillo. "Shiz, necesito tu ayuda, es urgente" ese era el mensaje que el ser llevaba consigo.

Enredo entró en su casa con los cuerpos de los borrachos levitando tras él, los dejó en la sala de camillas, los ató y luego esperó con paciencia en su despacho. Shiz encontraría la puerta de la entrada destrozada pero las defensas de la casa levantadas para que pasase.