Torre Serpentaria (Archivo I)

Recuerdo del primer mensaje :

Sepalian Xila se dirigió a los allí congregados y esperó a que se hiciera el silencio.
-Esta es la Torre Serpentaria, una de las más antiguas torres de hechicería de nuestra ciudad. Acogerá a magos, brujos y criaturas con mucha magia -decía desde su máscara sin rasgos pero con raíces cruzadas por todas partes-. Los hechiceros somos pocos pero podemos hacer muchas más cosas que otros. La magia no es sólo un arma que usar en la batalla sino que también puede ayudar a crear y conservar. Y no sólo eso, pues también puede torcer y engañar, ocultar y revelar, y puede hacer cosas para las cuales no existen verbos que las describan. Yo os animo, nuevos ciudadanos, no sólo a que bebáis de las maravillosas fuentes del conocimiento mágico, sino también a que contribuyáis a este noble saber capaz de elevar a quien lo comprende. Dentro de esta torre encontraréis todo lo básico para iniciar vuestro camino por la senda de la magia y estableceros en la ciudad y colaborar en vuestras investigaciones y aprendizajes -a Sepalian le estaba gustando su discurso. Le agradaba la imagen de importancia que debía estar proyectando sobre los recién transformados.
-Este es un lugar serio de trabajo, así que rogaré a los curiosos que os abstengáis de entrar. Por eso también os daré la contraseña para sortear el hechizo de la puerta.
Con un gesto de la mano del brujo, pequeños papiros salieron de un bolsillo de su túnica para ir a manos de los allí presentes.
"Por la puerta trasera he de entrar", podía leerse en ellos.
-¡Memorizadlos! ¡Ya! -exigió Sepalian. Y al momento, cerró la mano en un movimiento enérgico que acompañó de una sílaba distorsionada. Los papiros ardieron con un fogonazo que los hizo desaparecer sin quemar las manos de los hechiceros.
-Sed bienvenidos a la Torre Serpentaria -concluyó.

Nia miró a otro lado mientras Gael le hizo prometer esas cosas. No es que fuera a hacer algo estúpido pero, estaba preocupada por el chico, nada más. Nia enterró entonces su cabeza entre sus brazos. El chico se acercó y le acaricio la mejilla mientras intentaba eliminar el hechizo tan molesto. Pero no consiguió nada y, sin saber porque, le plantó un beso en la mejilla. Nia se quedo deseando que hubiera caído en sus labios pero el calor de la mejilla le hizo darse cuenta de el porque no había sido. El chico se fue y Nia se despidió algo distraída. Apoyó la barbilla en la barandilla y, tras estar un buen rato pensando, se revolvió el pelo y se fue a dormir. No volvería a pasar...

Me despierto a media tarde, aturdido por tantas horas de sueño. La luz fuera declina y me pregunto cómo he podido dormir tantísimas horas. Sin perder un momento me pongo en pie y aparto la manta de la mesita para dejarla tranquila mientras no estoy en la habitación. El torreón está vacío a esta hora. Voy a la cocina y muerdo una fruta sin mirar muy bien a cuál. Sabe dulce... y amarga. La luz crepuscular que entra por la ventana me atrae por algún motivo hacia el exterior. El color anaranjado es bonito, intenso. Me dirijo a la entrada pero antes de salir retrocedo para dejar una nota sobre la mesa que explica que me marcho a dar una vuelta, escrita con hollín sobre un pedazo sucio de pergamino. Al salir miro el cielo, que se cubre de nubes que arrastra letamente el viento. Nubarrones grises que parecen augurar lluvia... aunque todavía no había visto llover aquí más que una vez desde que llegué. Me meto las manos en los bolsillos y avanzo por el aire sin dirección determinada. Aunque estoy yendo hacia el norte, tal vez por costumbre. ¿Una visita al burdel? Tal vez sea la mejor idea, todo sea por salir a tomar el aire, volver a ver a los demás... Jack se había ido demasiado rápido y todavía tenía que hablar con él, creo que no sabe ni donde vivo ahora. Me fui muy repentinamente la otra noche, pero me gustaría volver a verlos, verlos más a menudo... y contarles cosas del refugio, de lo que están haciendo los demás, de mi extraño autoproclamado maestro...
Cuando ya estoy llegando a la extraña brecha que atraviesa la ciudad escucho un trueno retumbar. Extrañado levanto la cabeza para buscar la procedencia pero como es lógico ya no veo nada. Ha sonado muy lejos, pero puede que se acerque... y yo tan lejos de la torre. Será mejor que apriete el paso, no vaya a ser acertada mi impresión de que va a empezar a llover.

(Sigue en la Taberna del Mago Tuerto).

Nia se despertó y, rápidamente, se llevó las manos a los labios. Ya podía volver a hablar. Suspiró y luego cerró el puño de ira. Se levantó ofuscada y salio del tanque, sentada en el bordillo mientras seguía peinando su pelo una y otra vez, como solía hacer, mientras pensaba. Hoy le gustaría entrar al cuarto piso, algo que le recordaba que tenia que seguir aplicándose. Pero cambio de idea cuando oyó el repiqueteo de la lluvia afuera. Ni se molestó en lanzar el hechizo de levitación y acudió rápidamente a la ventana. Ahí fuera llovía. Nia sonrió feliz, le encantaba la lluvia y lo mejor era que se podría mover libremente. Nia no esperó más cogió su hatillo vacio y salio por la puerta a la calle. Entró en contacto con el agua, la lluvia, las gotas, todo estaba mojado y Nia no podía evitar tener una sonrisa en su cara por ello. Se deslizaba velozmente entre los charcos que se estaban formando. Podia llegar a avanzar increíblemente rápido en aquel ambiente.
Decidió que seria el día perfecto para dar un paseo así que, mientras su luz brillaba a toda potencia, como un faro en la oscuridad, Nia danzó bajo la lluvia y jugó en los alerededores del torreón. Hacia carreras contrarreloj, luchaba con enemigos imaginarios y reia, reia todo el rato. En uno de sus juegos se subio a una pila enorme de escombros que bien podia haber sido una estatua y, con las manos alzadas a la tormenta gritó.
-¡Soy la Dama del Diluvio~!-y aulló a la tormenta, feliz. Un trueno retumbó entonces y Nia oteo el horizonte. Si no se equivocaba, allí, en la plaza de la fuente, habia un grupo de chicos y chicas humanos. Nia no les habia visto nunca parecian...parecian...
-Cosechados...-murmuró, incredula y entonces, la joven Náyade puso su reloj interno a funcionar y se dio cuenta de que habia pasado un año. Un año en aquella ciudad. Un año sin ver a su familia, y, mientras la lluvia le salpicaba en el rostro. Si bien Nia no quiso pensar en ello, volvió a entrar en la torre y miró la nota de Gael.
-Con esta lluvia debe de estar atrapado en algún sitio...-
Escribió en el dorso lo mismo, pero usando una pluma y salio a pasear, al amparo de la lluvia.
-Me gustaría echar un vistazo de cerca a los cosechados... Quizás...haya algún Ulterano...Pero no puedo...Los brutos del consejo me harían daño...No me dejarían advertirles sobre el peligro, sobre la ciudad, sobre la Luna.-Nia elevó la mirada al cielo y partió, sin rumbo fijo.

(continua en al plaza de los cola espina)

Llegamos a la torre ya cansados, con los ánimos conseguidos en la fiesta ya olvidados, vencidos por el agotamiento. Ante la puerta decimos la contraseña y entramos a la calidez del hogar. Después de haber llovido el aire era frío y húmedo, y se agradecía la temperatura más agradable del interior de la torre. Como a pesar de venir de la taberna no había comido nada, mi estómago ruge de hambre, y decido comer algo rápidamente antes de irme a dormir. Le ofrezco pan y queso a Nia y los dos comemos un poco en silencio. Cojo la nota de la mesa, leyendo primero lo que ha escrito Nia en ella y arrugándola e incinerándola después.
-Bueno... me voy a dormir ya -digo reprimiendo un bostezo-. Buenas noches, Nia.
Le sonrío y desaparezco escaleras arriba hacia mi habitación. Cierro la puerta y veo como la mesita se revuelve sin llegar a acercarse a mí. Al pasar a su lado alargo la mano y le doy un toquecito, asustándola. Me río al verla retroceder y entonces echo la manta a sus pies, sin cubrirla.
-Sé buena y no te muevas de ahí -le digo con voz cansada-. Buenas noches.
Me acurruco en mi esquina y cierro los ojos, relajando mi mente y dejando que el sueño me lleve poco a poco.

Llego a la torre. Pronuncio la contraseña ante la puerta y entro. Hogar, dulce y calentito hogar. En toda la noche no he comido nada, y ahora tengo hambre. Voy a la cocina y cojo algo de comer. Engullo con avidez, prácticamente sin saborear la comida. Aún no quiero subir a mi cuarto, por lo que entro en una de las salas comunes. Cojo uno de los libros de magia que están en las estanterías y me pongo a leerle. Tampoco me entero mucho de lo que estoy leyendo, porque tengo la cabeza en otra parte. Intento centrarme en la lectura, pues llevo leyendo el mismo párrafo varias veces sin enterarme de nada. Un ruido hace que levante la vista del libro. Una de las estanterías se mueve haciendo ruidos. La acaricio con una mano, esperando que se calme. Sonrío y sigo leyendo el libro.

Nia se despertó con energías. De un salto salio de la cama y lanzó el hechizo de levitación. Pasó a planificar lo que iba a hacer en el día y decidió encontrar definitivamente, la manera de subir a la cuarta planta. Nia bajó por las escaleras, a la cocina y, como de costumbre cogió carne para la bañera y para ella. Tras desayunar con el mueble subió al tercer piso y se puso donde la otra vez, concentrada y con el libro abierto. Esta vez lo iba a lograr. Recitó el hechizo y Nia no notó nada raro, salvo el hormigueo de la magia en acción. Al tercer intento, hubo un ligero cambio en como se sentía. Se apresuró a intentar coger el libro pero ya no podía, su mano lo atravesaba sin esfuerzo alguno. Nia río, al fin comprendía y dominó el hechizo de intangibilidad. Nia entonces miró el techo, por donde había entrado Gael la otra vez. Y, con una sonrisa confiada, se apresuró a atravesar el suelo de una vez.

Nia atravesó la materia y llegó, al final a la última planta. Ahí todo era distinto. Nia se quedó asombrada al comprobar la cantidad de libros y objetos de diversa índole. Ahí, en una pequeña elevación, detrás de unas estanterías polvorientas había un atril hecho de huesos. Nia se acercó a inspeccionarlo. Parecía haber sostenido un libro y había un cuadro de polvo en él. Nia se encogió de hombros y siguió paseándose por la habitación. Libros de todos los tipos. Libros de magia, de ciencia, de historia. Todos ellos imponentes y transmitían una sensación que no lo hacían los de abajo. Nia cogió uno de los libros y lo abrió. Se titulaba "Ingeniería Demiurgica" No entendía nada, pero con tan solo echar un vistazo podía apreciar lo complicado que era. Otro hablaba sobre tratados comerciales en la ciudad. Otro era de recetas para pociones complicadas. Nia siguió fascinada pasando su mano por los lomos de los libros y, al final, recostado contra la pared, había una vitrina abierta que exponía una cantidad de joyas increíbles. Nia se quedó con la vista perdida. Eran colgantes y anillos, gargantillas y pulseras. Nia comprobó las de oro, con algo de miedo y pasmo, puesto que el oro solo estaba reservado para la nobleza en Ulterania. Miró a ambos lados y se atrevió a coger un colgante cuya cadena recordaba a hilos de telaraña bañados en oro bruñido, rematados con una cabeza de araña, con los quilíceros amenazantes, también de oro bruñido, Nia se lo pasó por el cuelo y, en cuanto lo dejó caer sintió un torrente de emociones.
Primero, el frío tacto metálico de la joya. Lo segundo, fue un intenso dolor, un dolor cuyo punto de origen era el interior de la niña y que se extendía por todo su cuerpo. Nia luchó contra el colgante y cayó de espaldas al suelo. Tras un forcejeo con la joya, que se había hecho increíblemente pesada, logró lanzarla por la habitación. Nia jadeó y se llevó las manos a la garganta. Una sucesión de heridas le recorría el cuello y el pecho, lugar donde había tocado el colgante. Nia se puso en pie y miró a todas las joyas. A sus ojos, todas parecían peligrosas. Todas, salvo una. Un anillo de oro brillante que tenia la forma de un pulpo con dos tentáculos haciendo el cierre y los otros seis tentáculos levantados al aire, como planeando. Nia se acercó al abalorio, sin saber porque. El anillo brilló en su estante. Le estaba llamando, y, atentando contra la lógica, Nia vio como extendía la mano y alargaba el brazo para cogerlo, sin poder controlar su cuerpo.
Cuando quedaba poco espacio entre el anillo y la mano de la chica, este saltó hacia la Náyade y se aferró con sus ocho tentáculos al dedo corazón de la niña. Nia dio un grito al ver, con sorpresa, como el anillo se había adaptado perfectamente a su pequeño dedo y ahora podía ver, con sorpresa. su dedo corazón embutido en oro. Una sensación afloró dentro de Nia. Aquel anillo estaba drenando a la pequeña de su magia, lentamente, la almacenaba en sus tentáculos. Nia se sintió más y más cansada y tuvo que sentarse en el suelo. Una ligera somnolencia se apoderaba de ella mientras el artefacto la drenaba de magia.
De pronto Nia oyó un ruido y unas voces abajo. Podía jurar que sabia quien era.
-Siloco.-murmuró con resentimiento e intentó ponerse de pie pero cayó torpemente al suelo, exhausta. No podía hacer nada por Gael, no sin al menos recuperar su magia pero el anillo no había terminado de drenarla así que, si conseguía quitárselo, a lo mejor podría ir con el chico. Forcejeo, tiró y lo intentó, pero nada de lo que hizo la chica pudo evitar que el anillo siguiera firmemente sujeto a su dedo. Una idea macabra se pasó por su cabeza mientras contemplaba su dedo aprisionado. La niña abrió la boca lentamente, descubriendo sus colmillos serrados...

Duermo plácidamente todavía, después de haber estado el día anterior revisando los libros de la biblioteca, que había quedado esparcidos sobre la cama y dos de ellos incluso estaban abiertos todavía. Tal vez estaba soñando, pero si así era, al despertar se me olvidó todo. Lo primero que sentí fue como algo se enganchaba a mí y después profería un agudo chillido. Con el susto me desperté gritando a su vez y luego busqué qué era aquello que había entrado en la habitación sin que yo me diera cuenta. Por algún motivo miro a la mesia primero, esperando que sea una trastada suya, sin pensar siquiera que las mesitas no gritan. Mientras, apalpo la piel donde antes sentí algo enganchándose, y mis dedos dan con un pequeño cuerpecillo frío con alas membranosas. ¿Qué es esto? Cuando voy a mirar todo empieza a moverse. Solo veo una macha negra mientras soy arrastrado hacia el pasillo. La habitación pasa ante mis ojos y solo me da tiempo a ver la mesita dando un paso atrás con cautela. La cosa que tira de mí me hace daño, y empiezo a quejarme y tratar de soltarme. Pero cuando me quiero dar cuenta el viaje se ha acabado y estoy en la silla de la cocina, con el maestro excéntrico del otro día, el que creía que se llamaba Siloco. Parpadeo confuso mientras me saluda sonriente y tartamudeo tratando de darle a él también los buenos días en un murmullo. A su lado hay un carrito para bebés rodeado de murciélagos aleteando. Lo miro perplejo y después poso los ojos en hombre de nuevo.
-¿Q... qué lleva ahí? -pregunto con timidez.

Cuando me responde, aparta las mantitas del carrito para mostrarme lo que hay en el interior e inmediatamente me quedo paralizado mirando las criaturas de su interior con los ojos casi desorbitados. ¿Gatitos? Ha dicho... ¿gatitos? Lo único que veo son fetos de una criatura que ni logro ni espero identificar. Tuerzo el gesto con asco al verlos reptar por el interior del carrito, apenas consigo relacionar sus rasgos con los de algún animal existente, en cualquier caso podrían ser híbridos... de algo. Y otra cosa sorprendente era que varios de ellos tenían accesorios como si fuesen mascotas normales y corrientes. hubiera apartado la mirada, pero entonces él metió un dedo en el interior y mis ojos se quedaron clavados en él mientras uno de ellos lo mordía y despedazaba. Intento preguntarle si está bien, pero él se aparta y continúa como si nada hubiese pasado. Enseguida me planta delante tres pollos, con sombrero y bastón incluídos. Se supone que tengo que poder mover tres a la vez, e incluso más, pero nunca lo he intentado todavía. Mientras me hago a la idea de eso, Siloco empieza a divagar, demostrando que aún espera mucho más de mí... cosas irealizables. Titubeo tratando de replicar, pero creo que no me está haciendo caso. No sé tocar ningún instrumento, ni sé hacer coreografías. Es más, por saber no sé ni bailar. Pero no me queda más remedio que obedecer por ahora. Ya le explicaré, si puedo, que eso no entra dentro de mis posibilidades.
Me encaro a los pollos y me centro como suelo hacer. Poseo el del medio y lo hago moverse, pero los otros dos siguen quietos. Me centro en el de mi derecha y paso a él... pero el que había poseído en primer lugar está ahora quieto y no tengo ningún control sobre él. Tengo que de alguna manera entrar en los tres a la vez y lograr moverlos. Me muevo de uno a otro de los tres pollos provocando espasmos en cada uno de ellos a mi paso, pero tengo que perfeccionar sus movimientos. Tengo que lograr desdoblarme, fundirme un poco con cada uno de ellos... Relajo la mente y trato de sentir los tres cadáveres a la vez, hacerlos moverse a la vez, acompasados, algo que parece más fácil que moverlos a cada uno de diferente modo. Los tres pollos dan un paso a la vez. Me siento confuso, pero interiormente canto victoria. Noto la mente embotada, pero saco fuerzas de flaqueza y hago danzar a los pollos al compás, aunque sin ritmo alguno. El espectáculo de zancadas sin ninguna dirección concreta y aleteos poco tiene que ver con un baile, parece más un espectáculo grotesco, pero espero que Siloco se muestre medianamente satisfecho. No tengo ni la menor idea de cómo se baila, y todavía menos de cómo hacerlo siendo un pollo.

Nia vaciló unos instantes. El anillo estaba saciado y cargado de la magia de la Náyade. Nia estaba exhausta, sobre el suelo, jadeando y sin fuerzas ni estómago para lo que había pensado hacer. Sentía el poder del anillo. Quizás... Quizás... Quizás fuera como los cristales que usaba, que almacenaban magia. Pero Nia no encontraba la manera de usar la magia que contenía el anillo. Estaba atrapada en la cuarta planta de la torre. Nia sintió que se iba a quedar atrapada ahí para siempre, aunque su magia volvería en poco tiempo. Forcejeo con el anillo una vez más e intentar quitárselo. Milagrosamente, una de sus patas se retiró del abrazó que formaba el anillo y Nia sintió un torrente de poder que la invadía. Era su propio poder mágico, solo que amplificado. Lanzó el hechizo de intangibilidad y atravesó la pared. En ese mismo instante el anillo se vació de poder y Nia también. Todo ese instante de carga para unos pocos segundos. Por suerte, el hechizo de intangibilidad seguía activo y lo iba a necesitar si quería estar a salvo de algún maleficio que le pudiera lanzar aquel loco. Localizó a los dos, maestro y aprendiz en la cocina, otra vez con pollos y esta vez Nia no hizo nada por esconderse y se quedó mirando fieramente a Siloco y al carrito extraño.

Unos gritos me despiertan. ¿Cuándo me he quedado dormida? Bueno, ayer estuve leyendo y... Un pensamiento cruza por mi mente. <<¿Dónde esta el libro?>> Me levanto de un salto. Busco el libro en el suelo, y al encontrarlo me tranquilizo. Continúo leyendo por dónde recuerdo haberlo dejado ayer. Suspiro. Prefiero la práctica a la teoría, así que dejo el libro. Aunque no sé que practicar, por lo que decido explorar la última planta... Subo todas las escaleras. Todavía no sé como entrar en la cuarta planta. ¿Con algún hechizo? Probablemente. Pero no conozco el hechizo. ¡Mierda! Parece que voy a tener que entrar levitando y haciéndome intangible. Ummm... ¿Cómo era el hechizo de intangibilidad? Solo lo he probado una vez, pero recuerdo vagamente el proceso. Hago el hechizo y pruebo que funcione intentando tocar la pared. Pierdo el equilibrio al atravesar la pared, pero no llego a caerme. <<Vale. Funciona.>> Ahora hago el hechizo de levitación. En poco tiempo estoy en la cuarta planta, por lo que paro ambos hechizos. La cuarta planta es tan extraña y maravillosa. Nunca me la habría imaginado así. Observo los libros que hay. Los veo demasiado complejos para mí. Al menos de momento. Necesito estudiar más si quiero llegar a poder hacer cosas como las que vienen en estos libros. Aun así, lo que más me llama la atención son las joyas que están en una vitrina. Hay tantas… Cogería una, pero no sé si debería. Ni siquiera estoy segura realmente de haber hecho bien en subir aquí. En fin… Voy a volver abajo a estudiar… Repito el hechizo de intangibilidad y bajo a una de las salas comunes. Me voy a sentar en una silla, pero la atravieso.
-¡Joder! –exclamo, algo cabreada.
Me levanto y miro que no esté atravesando nada ahora mismo. Al no estar tocando nada paro el hechizo. Ahora sí, me siento en la silla y sigo leyendo el mismo libro de antes.

Poseer los pollos a la vez es una tarea que se me hace cada vez más pesada, pero no desisto y sigo haciendo todo lo que me pide Siloco, por absurdo que parezca. Nada de lo que me ordena hacer parece tener el menor sentido, pero él parece satisfecho y entretenido. Al menos hasta que, de pronto y sin venir a cuento, le da por hacer un amago de reprimenda y le arranca una pata a uno de los pollos. Mi control sobre él se debilita considerablemente mientras noto como cae aparatosamente. Abandono el cuerpo cuando él me lo pide y después lo acerca al cochecito para dárselo de comer a los extraños fetos. Aparto la vista para no ver el espectáculo y solo me vuelvo cuando él se percata de que Nia nos está mirando. Mientras hacía bailar los pollos no me había enterado de que estaba allí. Es entonces cuando me dijo en el estado de sus manos, aunque creo que empiezo a acostumbrarme a que con este hombre nada es lo que parece.

Todo se cubre de humo a nuestro alrededor, impidiéndonos ver más allá, mientras Siloco le echa una reprimenda a la niña. Parece satisfecho cuando estamos solos de nuevo y continúa con la lección. Me dice que tengo que poseer el hueso del pollo, pero lo miro con escepticismo. Se supone que no puedo poseer algo así, pero aun así lo intento. Es como tratar de poseer una piedra, pero ni siquiera me frustro porque contaba con ello. Sin embargo Siloco sigue hablando en actitud confidencial, dándome a entender que tal vez sí se pueda... no ahora, pero en un futuro. Y eso y mucho más. Me quedo pensativo mientras explica algo sobre marionetas. No sé si estoy entiendo correctamente sus explicaciones, pero me impone preguntar, incluso aunque me haya dado permiso para hacerlo.

-Entonces... -empiezo con inseguridad- ¿podré crear marionetas? ¿A qué se refiere con eso? Utilizar huesos, y diferentes cadáveres... ¿podría hacer cadáveres de pedazos de otros cadáveres? Como Frank... -Me corto en mitad de la frase, él no tiene por qué ser de la tierra y conocer esa historia-. Es decir, pedazos unidos... como coger una garra de un animal y unirla a... por ejemplo, un cadáver humano. Por lo que sé ahora no podría usar eso como un solo cadáver, o eso creo, sino como dos, y no sé qué control tendría sobre eso. -Me rasco la cabeza, hecho un lío. Todas estas cosas son nuevas para mí, y aunque he leído los libros que encontré en la biblioteca, sigo sin tener demasiada idea sobre el tema. Eran introductorios, por lo que dice Siloco hay más, mucho más. Quizá vaya siendo hora de buscar otros libros más adecuados y menos teóricos.

Nia iba a decir algo cuando se apartó de la nube de humo negro. Aunque estaba intangible, no quería correr riesgos. Encendió un camino de luces por la cortina de humo para ver si podía ver algo pero tan solo una silueta espontanea se dejaba ver. Nia hizo un puchero y siguió mirando la inmensidad oscura. Nia comenzó a razonar consigo misma, como tantas veces había hecho con Harm.
<<¿Que motivos le traen para entrenar a Gael?>>
<<Ninguno bueno.>>
<<O bien piensa sacar provecho de él ahora...>>
<<...o más tarde.>>
Tomo asiento en el suelo y esperó. Ahora que le venia a la mente que quería volver a visitar la tumba de Harm, esperaba que los cosechados no la hicieran ningún mal o no habría ley de no intervención que les protegiera.