Torre Serpentaria (Archivo I)

Recuerdo del primer mensaje :

Sepalian Xila se dirigió a los allí congregados y esperó a que se hiciera el silencio.
-Esta es la Torre Serpentaria, una de las más antiguas torres de hechicería de nuestra ciudad. Acogerá a magos, brujos y criaturas con mucha magia -decía desde su máscara sin rasgos pero con raíces cruzadas por todas partes-. Los hechiceros somos pocos pero podemos hacer muchas más cosas que otros. La magia no es sólo un arma que usar en la batalla sino que también puede ayudar a crear y conservar. Y no sólo eso, pues también puede torcer y engañar, ocultar y revelar, y puede hacer cosas para las cuales no existen verbos que las describan. Yo os animo, nuevos ciudadanos, no sólo a que bebáis de las maravillosas fuentes del conocimiento mágico, sino también a que contribuyáis a este noble saber capaz de elevar a quien lo comprende. Dentro de esta torre encontraréis todo lo básico para iniciar vuestro camino por la senda de la magia y estableceros en la ciudad y colaborar en vuestras investigaciones y aprendizajes -a Sepalian le estaba gustando su discurso. Le agradaba la imagen de importancia que debía estar proyectando sobre los recién transformados.
-Este es un lugar serio de trabajo, así que rogaré a los curiosos que os abstengáis de entrar. Por eso también os daré la contraseña para sortear el hechizo de la puerta.
Con un gesto de la mano del brujo, pequeños papiros salieron de un bolsillo de su túnica para ir a manos de los allí presentes.
"Por la puerta trasera he de entrar", podía leerse en ellos.
-¡Memorizadlos! ¡Ya! -exigió Sepalian. Y al momento, cerró la mano en un movimiento enérgico que acompañó de una sílaba distorsionada. Los papiros ardieron con un fogonazo que los hizo desaparecer sin quemar las manos de los hechiceros.
-Sed bienvenidos a la Torre Serpentaria -concluyó.

Unos gritos me despiertan. ¿Cuándo me he quedado dormida? Bueno, ayer estuve leyendo y... Un pensamiento cruza por mi mente. <<¿Dónde esta el libro?>> Me levanto de un salto. Busco el libro en el suelo, y al encontrarlo me tranquilizo. Continúo leyendo por dónde recuerdo haberlo dejado ayer. Suspiro. Prefiero la práctica a la teoría, así que dejo el libro. Aunque no sé que practicar, por lo que decido explorar la última planta... Subo todas las escaleras. Todavía no sé como entrar en la cuarta planta. ¿Con algún hechizo? Probablemente. Pero no conozco el hechizo. ¡Mierda! Parece que voy a tener que entrar levitando y haciéndome intangible. Ummm... ¿Cómo era el hechizo de intangibilidad? Solo lo he probado una vez, pero recuerdo vagamente el proceso. Hago el hechizo y pruebo que funcione intentando tocar la pared. Pierdo el equilibrio al atravesar la pared, pero no llego a caerme. <<Vale. Funciona.>> Ahora hago el hechizo de levitación. En poco tiempo estoy en la cuarta planta, por lo que paro ambos hechizos. La cuarta planta es tan extraña y maravillosa. Nunca me la habría imaginado así. Observo los libros que hay. Los veo demasiado complejos para mí. Al menos de momento. Necesito estudiar más si quiero llegar a poder hacer cosas como las que vienen en estos libros. Aun así, lo que más me llama la atención son las joyas que están en una vitrina. Hay tantas… Cogería una, pero no sé si debería. Ni siquiera estoy segura realmente de haber hecho bien en subir aquí. En fin… Voy a volver abajo a estudiar… Repito el hechizo de intangibilidad y bajo a una de las salas comunes. Me voy a sentar en una silla, pero la atravieso.
-¡Joder! –exclamo, algo cabreada.
Me levanto y miro que no esté atravesando nada ahora mismo. Al no estar tocando nada paro el hechizo. Ahora sí, me siento en la silla y sigo leyendo el mismo libro de antes.

Poseer los pollos a la vez es una tarea que se me hace cada vez más pesada, pero no desisto y sigo haciendo todo lo que me pide Siloco, por absurdo que parezca. Nada de lo que me ordena hacer parece tener el menor sentido, pero él parece satisfecho y entretenido. Al menos hasta que, de pronto y sin venir a cuento, le da por hacer un amago de reprimenda y le arranca una pata a uno de los pollos. Mi control sobre él se debilita considerablemente mientras noto como cae aparatosamente. Abandono el cuerpo cuando él me lo pide y después lo acerca al cochecito para dárselo de comer a los extraños fetos. Aparto la vista para no ver el espectáculo y solo me vuelvo cuando él se percata de que Nia nos está mirando. Mientras hacía bailar los pollos no me había enterado de que estaba allí. Es entonces cuando me dijo en el estado de sus manos, aunque creo que empiezo a acostumbrarme a que con este hombre nada es lo que parece.

Todo se cubre de humo a nuestro alrededor, impidiéndonos ver más allá, mientras Siloco le echa una reprimenda a la niña. Parece satisfecho cuando estamos solos de nuevo y continúa con la lección. Me dice que tengo que poseer el hueso del pollo, pero lo miro con escepticismo. Se supone que no puedo poseer algo así, pero aun así lo intento. Es como tratar de poseer una piedra, pero ni siquiera me frustro porque contaba con ello. Sin embargo Siloco sigue hablando en actitud confidencial, dándome a entender que tal vez sí se pueda... no ahora, pero en un futuro. Y eso y mucho más. Me quedo pensativo mientras explica algo sobre marionetas. No sé si estoy entiendo correctamente sus explicaciones, pero me impone preguntar, incluso aunque me haya dado permiso para hacerlo.

-Entonces... -empiezo con inseguridad- ¿podré crear marionetas? ¿A qué se refiere con eso? Utilizar huesos, y diferentes cadáveres... ¿podría hacer cadáveres de pedazos de otros cadáveres? Como Frank... -Me corto en mitad de la frase, él no tiene por qué ser de la tierra y conocer esa historia-. Es decir, pedazos unidos... como coger una garra de un animal y unirla a... por ejemplo, un cadáver humano. Por lo que sé ahora no podría usar eso como un solo cadáver, o eso creo, sino como dos, y no sé qué control tendría sobre eso. -Me rasco la cabeza, hecho un lío. Todas estas cosas son nuevas para mí, y aunque he leído los libros que encontré en la biblioteca, sigo sin tener demasiada idea sobre el tema. Eran introductorios, por lo que dice Siloco hay más, mucho más. Quizá vaya siendo hora de buscar otros libros más adecuados y menos teóricos.

Nia iba a decir algo cuando se apartó de la nube de humo negro. Aunque estaba intangible, no quería correr riesgos. Encendió un camino de luces por la cortina de humo para ver si podía ver algo pero tan solo una silueta espontanea se dejaba ver. Nia hizo un puchero y siguió mirando la inmensidad oscura. Nia comenzó a razonar consigo misma, como tantas veces había hecho con Harm.
<<¿Que motivos le traen para entrenar a Gael?>>
<<Ninguno bueno.>>
<<O bien piensa sacar provecho de él ahora...>>
<<...o más tarde.>>
Tomo asiento en el suelo y esperó. Ahora que le venia a la mente que quería volver a visitar la tumba de Harm, esperaba que los cosechados no la hicieran ningún mal o no habría ley de no intervención que les protegiera.

Escucho atentamete la explicación que me da, esta sin rodeos ni bromas, aunque al final se le escapa que sirve para bromear. Me río al escucharlo, un poco más relajado, y observo como recoge sus cosas, parece que ya tiene que irse de nuevo. Pero en el aire deja la promesa de una excursión para buscar cadáveres, y recibo la promesa con entusiasmo.
-¡De acuerdo! Muchas gracias por todo... -digo cuando se aleja empujando su carrito lleno de diminutas fieras.
La negrura ha desaparecido a nuestro alrededor y de nuevo todo vuelve a la normalidad. Sonrío satisfecho con los avances que he hecho, aun a pesar de que la clase haya sido rara. Me pregunto quién será este hombre y por qué viene a enseñarme esto. Tal vez sea una especie de maestro para los que nos alojamos en las residencias... así que las clases continúan, después de todo.
El estómago me ruje pidiendo comida a gritos, y no me queda más remedio que hacerle caso. Mientras me dirijo a una cesta con comida, Nia llega a mi lado, extrañamente callada. La saludo alegremente y paso un poco de carne en una sartén de hierro. Cuando termina de pasarse le ofrezco un poco y la repartimos. Le echo un poco de jugo de un cítrico similar a una lima y como rápidamente acompañando la carne con pan. Al terminar bostezo con cansancio y le doy las buenas noches a Nia para subir al cuarto de nuevo. Allí me esperaba todavía la mesita, que se asomó curiosa cuando abrí la puerta. Seguro que se preguntaba por qué me había ido de ese modo del cuarto. Dudo que pueda razonar algo así, pero antes me había parecido verla asustada, o algo parecido. Al pasar a su lado ella volvió a su puesto como si no se hubiera movido de allí, y le pongo la manta delante para que no se mueva de noche. Después, me voy a mi esquina para tratar de dormir, sin parar de pensar en cadáveres danzantes, fetos carnívoros y monstruos hechos de pedazos de carne cosidos.

Nia se quedó paralizada cuando escuchó la amenaza del nigromante. Esto ya era demasiado serio. Intentó girarse y contestar pero Siloco ya había abandonado la torre. Nia se quedó temblando y se derrumbó al suelo. Las manos le temblaban. No podía ser. Si no iba a saber que le pasaría a Gael, pero si iba, podía darse por muerta. Nia echó en falta el poder no ser localizada. Se revolvió el pelo y se fue a dormir tras pasar un rato con Gael, casi en completo silencio. Cuando se fue a dormir, tan solo pudo recordar con amargura su planeta, como muchas situaciones debían hacerse así, por conveniencia de unos pocos. Se asombró de escuchar las mismas palabras en su mente, como decía su hermano. Nia se quedó dormida entonces.

Nia despertó con hambre, salio del agua y se secó el pelo. Algo dormida aun, planeó la tarde. Pensaba aunque fuera por un instante, dejar unas flores nuevas en la tumba de Harm. Corría peligro que le vieran los cosechados así que decidió tomar precauciones. Salio de la torre con tan solo un hatillo con algunas cosas y su anillo que se había recargado durante la noche, y tras lanzar el hechizo de levitación sobre si misma y marchó a las inmediaciones del torreón, cubierta por un hechizo que la hacia invisible.

(Continua en Playa de los Naufragios)

Edita

Después de haber estado mucho tiempo seguido leyendo, parando solo para comer algo y practicar hechizos, decido subir a mi cuarto. La mesilla de noche se mueve, y la daga que estaba sobre ella acaba en el suelo. En fín, es lo que tiene vivir en una torre con muebles encantados. Acaricio al mueble mientras susurro que se calme. Me rio por la estupidez que acabo de hacer, aunque la mesilla ya no se mueva. Recogo la daga del suelo y la dejo en el escritorio. Me asomo a la ventana y miro al cielo. Empiezo a pensar en mi casa, la de la Tierra. ¿Qué tal estará mi hermano? ¿Se acordará de mí? Lo dudo. No se acordaba de mí cuando vivía con él, como para acordarse ahora. En realidad en Rocavarancolia siento que encajo realmente. Es como si hubiese nacido para vivir aquí, para aprender magia. Sacudo la cabeza, intentando alejar mis pensamientos. Ahora solo quiero ver el cielo sin estrellas de esta ciudad, sin pensar en nada. Casi incoscientemente, empiezo a cantar algo. No es que sea mi canción favorita, pero me gusta.

Después de despertarme y desayunar algo cogí mis libros y me fui a estudiar a la sala común con ellos. Llevo horas en ello, de hecho, y empiezo a estar entumecido. Hay muchos hechizos interesantes en los libros, y he practicado unos cuantos hoy, centrándome en fuegos mágicos básicos. El fuego mágico que prende bajo el agua lo practiqué dentro de una olla de cerámica en la cocina, hasta conseguir que me saliera cada vez mejor. Otro día lo practicaré en una superficie más grande de agua, para hacer un fuego mayor. También he probado a encender fuegos que no queman o que enfrían sobre diferentes superficies. Acerqué la mano con curiosidad al fuego frío, pero la retiré enseguida cuando la vaharada helada golpeó mi piel. Comprobé sus efectos en las superficies con curiosidad y seguí pasando páginas de los libros.
Al llegar la noche decido que es mejor hacerme algo de cenar y dejar esto por el momento. Voy a la habitación a dejar los libros sobre la cama y vuelvo a la cocina a prepararme algo. Me apetece un poco de verduras, llevo muchos días pasando carne y cosas sencillas de cocinar. Observo lo que hay pensativo, sacando unas cosas y volviendo a guardar algunas de ellas, para al final ponerme a trocear un pedazo de carne roja con pocas vetas de grasa. Ni idea de qué parte es, parece carne para guisar. Pongo los pedazos en una sartén untada de grasa a rehogar y mientras voy cortando verduras con buena pinta para ir echándolas encima, esperando que le den algo de sabor. En realidad creo que esto no se hace así, pero será mejor que nada. Tal vez debería pasarme por la biblioteca y coger un libro de cocina, creo que he visto de todo allí, incluído eso. Tal vez podría ir hasta ahora mismo. Miro por una ventana y veo noche al otro lado, pero ahora eso ya no me importa. Llevo demasiado tiempo en la torre y no me vendría mal una escapadita.
Termino de rehogar todo junto y lo sirvo en un plato, sin darme cuenta hasta el primer bocado de que me olvidé de salarlo. Tiene un sabor demasiado dulzón, y torciendo el gesto le añado un poco por encima, revolviendo después. Lo malo es que cada bocado es diferente. Uno está demasiado salado, el otro demasiado dulzón. Frustrado, me lo como de todas formas y dejo los utensilios al lado del barreño con agua. Recuerdo entonces el hechizo de limpieza y aunque he olvidado cómo se hacía voy a buscarlo en el libro de magia básica. Reviso las hojas pasándolas rápidamente y cuando lo encuentro sonrío satisfecho y trato de memorizarlo. Lo utilizo para limpiar los platos usados y los guardo de nuevo. Sin nada más que hacer me dirijo a la puerta con las manos en los bolsillos y vuelvo a las calles de Rocavarancolia, rumbo al norte.

(Sigue en la Biblioteca Mágica).

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Cansado de mi paseo nocturno llego por fin a la torre, alegrándome cuando veo su silueta en la oscuridad. Alcanzo la entrada con alivio y la atravieso dando la contraseña. Una vez dentro respiro agradecido por la temperatura templada del ambiente. Voy a la cocina y dejo el libro encima de la repisa, por si a alguien le interesa consultarlo. Solo espero que no desaparezca de aquí. Bostezo ruidosamente y decido comer algo antes de ir a dormir, aunque no me apetece ponerme a cocinar en este momento. Como un poco de pan y de una fruta cítrica seca y fibrosa, y me marcho a mi habitación frotándome los ojos con cansancio. Me ha sentado bien salir para poder irme a cama más agotado. En la habitación la mesita trata de acercarse a mi bruscamente en cuanto abro la puerta, pero me elevo más en el aire y esta frena en seco.
-¿Creías que ibas a pillarme con la guardia baja? -le digo forzando una risa-. Olvídalo.
Hago la improvisada barricada con la manta a su alrededor mientras le saco la lengua burlonamente y después me tumbo donde todas las noches y cierro los ojos esperando quedarme dormido... a pesar de los taconeos que hace la mesita de noche con sus patas para tratar de fastidiarme el sueño.

Nia entró cansada a la torre. El cuerpo le fallaba, tenia hambre y había sido un día largo y cansado. El cuerpo le dejó de responder y el anillo le pasó una mala jugada, absorbiendo la poca magia que le quedaba y haciéndola caer sonoramente contra el suelo de la torre. Nia se levantó, frotándose la espalada, dolorida y se arrastró hasta su cuarto. Cuando entró en el tanque de agua, sintió un alivio inmediato y, de paso, se acordó que tenia hambre, pero cansada y derrotada, se obligó a si misma a moverse hacia la cama y acostarse. Tenia mucho en lo que pensar, aparte del hambre. Y, en aquella noche, tardó mucho más de lo habitual en conciliar el sueño.

Me despierto algo tarde hoy. Supongo que el haber ido hasta la biblioteca anoche no fue tan buena idea. Pero a fin de cuentas tampoco tengo nada mejor que hacer en todo el día. Me estiro para desentumecerme y revoloteo alrededor de la habitación intentando espabilarme. Cojo el libro sobre ritos del pantano, que hacía más tiempo que no lo ojeaba y salgo hacia la cocina. Allí veo sobre la repisa el que había sacado anoche de la biblioteca y suelto el otro emocionado. Me apetece probar alguna receta nueva, o algo así. Investigo las alacenas para ver las existencias y luego abro el libro y hojeo buscando algo que me convenza. Por suerte veo que los ingredientes son rocavarancoleses, pero lo malo es que todavía no sé cómo se llaman muchas de las frutas y verduras que hay en este mundo. En la torre seguramente haya libros de botánica, ya que eso tiene más que ver con la magia, y pueda ver los nombres de las frutas y verduras. En las recetas mayormente no me entero mucho de qué cosas piden para echar, así que al final no me queda más remedio que ir a hurgar entre los libros de las plantas bajas. Cojo una fruta y voy dando buena cuenta de ella mientras rebusco, porque mi estómago insiste en quejarse y todavía tardaré un rato en hacer de comer.

Cuando vuelvo a la cocina lo hago con los ejemplares levitando detrás de mi. Uno habla sobre árboles frutales y el otro sobre hortalizas. Abro ambos encima de la mesa de la cocina y empiezo a buscar qué son los ingredientes que se pedían para acompañar un guiso de carne. Comparo las cosas que piden con las que tenemos en la alacena y veo que más o menos tengo lo necesario, a excepción de unas especias y una hortaliza con aspecto de vaina de judía. Todo lo demás lo corto y lo rehogo como pide el libro, añadiendo sal y especias. Por otro lado doro la carne en una sartén de hierro y la olfateo. Espero que este experimento salga medianamente bien. Junto todo en una olla y revuelvo antes de dejarla sola haciéndose con el hechizo térmico.

Me cruzo de brazos y observo la olla atentamnte. Sin haber pasado apenas dos minutos la abro y contemplo con pesar que lo que hay dentro está exactamente igual que antes. Vuelvo a cruzarme de brazos y contemplar la olla una y otra vez. Si sigo así se me hará eterno. Creo que por eso no me gustaba cocinar. Empiezo a dar vueltas alrededor de la mesa, disgustado. Hasta que se me escapa la vista a dos pollos descabezados y desplumados que seguían todavía esperando a que alguien los cocinase. Miro a un lado y a otro, percatándome del silencio que reinaba. Lo único que se podía escuchar era el borboteo de la comida haciéndose. Divertido los agarro por el cuello y los deposito sobre la mesa. Me froto las manos y poseo ambos a la vez. Pruebo sus articulaciones y hago moverse sus miembros a diferentes tiempos, comprobando mi dominio sobre su posesión. Después hago que ambos pollos empiecen a danzar en círculos, complicando cada vez más los pasos y sus movimientos. Todavía me queda mucho trabajo para perfeccionar la posesión, y no tengo tiempo que perder.

Nia se despertó y lo primero que vio fue el colgante flotando en el agua. La diosa había dicho que ese colgante haría como si estuvieran juntas para siempre. Nia inmediatamente se sonrojó. ¿Y si había balbuceado algo estúpido mientras dormía o había hecho algo vergonzoso? Ella lo sabría. Salio del agua y sintió la debilidad del anillo. El vicioso pulpo drenaba magia las veinticuatro horas del día, parándose solo unos minutos y eso hacia que Nia estuviera algo cansada al levantarse y, de pronto, algo la golpeo. Algo llamado hambre. ¡No había comido desde hace horas! La tripa se puso como loca. Tenia tanta hambre que pensaba que iba a desfallecerse. Lanzó el hechizo de levitación sobre si misma y bajó a la cocina, hambrienta. De fondo se oía ruido en la cocina y un olor invadió la nariz de Nia. No importaba lo que fuera, estaba hambrienta.
Cuando pasó por la puerta se encontró a Gael haciendo bailar a unos pollos. No habría asustado a Nia de no ser por la última amenaza de Siloco. Nia miró nerviosamente a todos lados, intentando localizar al mentor y suspiró aliviada, dejando los brazos caer sobre la cadera. El fulgor del colgante la animó un poco. Ella ahora también tenia quien velase por ella.
-Buenos días-le dijo a Gael y al instante un rugido salido de su estómago la hizo reírse nerviosamente.-¿Que preparas?-

Despierto. Desconozco el tiempo que he dormido, pero sé que tengo mucha hambre. Bajo a la cocina, y doy un bote al ver a Gael haciendo que dos pollos decapitados bailen. Veo a Nia, que parece más o menos tranquila. ¿Cómo puede alguien estar tranquilo cuando tiene enfrente suya a unos pollos bailando, aunque los controle un amigo?
-¡Joder! ¿Qué esta pasando aquí? -pregunto
Estupefacta por lo de los pollos bailarines, no me he dado cuenta de que hay comida haciéndose. Olfateo el aire como un perro intentando adivinar lo que es. ¿Algo con verduras y carne? Puede ser, pero no estoy segura. Miro a mis compañeros, aún sorprendida por los pollos. Me apoyo en el marco de la puerta.
-Vale...Que alguien me explique lo de los pollos, por favor. -pido.- Ah, y buenas tardes a ambos

Estoy tan ensimismado controlando los pollos que no me percato cuando unos pasos se acercan a la cocina. Escucho unos buenos días y mi baile se frena en seco. Una segunda voz aparece por detrás de la primera. Ya es bastante vergonzoso que me pillen bailoteando patéticamente, que encima han de hacerlo dos personas. La segunda voz es de Kaila, y parece asustada. Dejo la posesión de los pollos y me aparezco ante ellas con mi propio aspecto, con la vista gacha y sonrojado.
-Perdonad el espectáculo... Estaba practicando la posesión de cuerpos. Pensaba que no había nadie por la torre. -Miro a un lado y a otro, haciéndome el despistado, y trato de distraer a las chicas-. Lo de la olla es... un guiso, creo. -Remarco la palabra "creo", aunque tal vez no sea buena idea.
Me acerco a la olla, que empieza a oler a carne y verduras cocinadas, y pruebo la salsa con un cucharón. Al contrario de lo que pensé en un principio, no quema nada, pero el sabor... no es como me esperaba. Está ligeramente ácido, poco salado, y con un poco de exceso de grasa. Pero por otro lado, no es tan malo como las primeras veces. Miro a las chicas y me rasco la nuca con inseguridad.
-No está muy rico, lo siento... He probado con una receta del libro -digo señalándolo-. Lo traje anoche de la biblioteca, lo dejo ahí para que lo uséis cuando queráis... Si os hace falta. A mí si, es que soy un desastre -digo riendo por lo bajo a modo de disculpa.
Rebusco en las alacenas y saco tres platos y cubiertos para poner sobre la mesa. Coloco todo y añado los vasos y un utensilio de hierro para dejar la olla sobre la mesa. Cuando todo está listo hago un gesto a las chicas para que se sienten y se sirvan primero. Trago saliva, esperando que no les parezca demasiado vomitivo.

A Nia se le hizo la boca agua. No importaba el sabor. Tenia hambre y mucha. Se abalanzó sin piedad contra el guiso y, tras servirse un buen plato, comenzó a comer, casi al borde de las lágrimas.
-¡Esta muy bueno!-Aunque notaba que le faltaba práctica para la cocina, había puesto todo su esfuerzo en ello y no iba a ser ella quien le dijese algo malo. Seguro que algún día llegaría a ser un gran cocinero. Cuando terminó su plato, se recostó en la silla y se acaricio la barriga, satisfecha.
-Ayer casi no comí nada...-de pronto se acordó de una cosa pendiente.
-¿Puedo haceros una pregunta?...¿En la tierra tenéis dioses? Es que en mi planeta no teníamos ninguno y ayer me encontré uno...Por lo visto ahora soy una sacerdotisa.-dijo Nia como quien habla del tiempo.

Me siento a la mesa y me sirvo un plato del guiso. No está mal, se nota que Gael ha puesto todo su esfuerzo en hacerle, y no quiero decirle nada que le desanime. Además, he comido cosas peores.
-Sí, esta muy bueno -le digo con un tono amable y sonriendo.- Y buena idea traer el libro, viene bien saber alguna receta de estas tierras...Yo sé cocinar muy pocas cosas.
Escucho la pregunta de Nia
-En la Tierra sí había dioses. Depende de la religión hay un dios u otro, y en algunas hay varias deidades. Y podías creer o no en ellos. -resumo- ¿Te encontraste a un dios? ¿En serio? -pregunto sorprendida. Al no haber creído nunca en ningún dios, que alguien se encontraracon uno me parecía chocante.

Las chicas se sirven y mientras yo cojo sitio frente al último plato. Miro nervioso como prueban los primeros bocados mientras me sirvo. Estoy tan distraido que la primera cucharada cae sobre la mesa, a unos centímetros del plato.
-Ah... -balbuceo, pero me callo al instante. Paso la carne inmediatamente al plato tratando de que las chicas no se den cuenta y dejo caer una servilleta de tela sobre el estropicio, dejándola allí como de forma casual. Mientras termino de servirse escucho las primeras opiniones sobre el guiso, más favorables de lo que seguramente me merezco. Y lo compruebo al probarlo. Comestible... ser, es. Pero ahí se queda todo. Es tal y como pensé cuando probé la salsa. Pero lo como en silencio y ya está. De todas formas es mejor que lo que he estado cocinando otras veces.
-Gracias, pero podéis decir lo que pensáis... al lado de la comida de Vac o Cain esto es para tirarlo por el sumidero -digo riendo.
Seguimos comiendo hasta dar buena cuenta del guiso y al terminar Nia nos pregunta por los dioses, contando que es sacerdotisa de uno ahora como si nada. Me quedo tan sorprendido que aún no sé bien qué contestar, y agradezco mentalmente a Kaila que empiece a explicárselo ella.
-No creo que haya dioses -continúo mientras agito un tenedor-. ¿Estás segura de que no era una transformada con aires de grandeza? ¿Seguro que no te ha engañado? -pregunto, a sabiendas de la ingenuidad de la niña-. De todas formas... No sé, Nia. Se supone que lo de ser sacerdote no va así... Tienes que creer de verdad en ese dios, tener fe... Al menos en la tierra tener fe solo se puede si no ves a tu dios pero crees en él, o algo así nos explican. Y por eso no entiendo como has podido hacerte creyente de un día para otro. ¿Qué te ha dicho exactamnte?