Torre Serpentaria (Archivo I)

Recuerdo del primer mensaje :

Sepalian Xila se dirigió a los allí congregados y esperó a que se hiciera el silencio.
-Esta es la Torre Serpentaria, una de las más antiguas torres de hechicería de nuestra ciudad. Acogerá a magos, brujos y criaturas con mucha magia -decía desde su máscara sin rasgos pero con raíces cruzadas por todas partes-. Los hechiceros somos pocos pero podemos hacer muchas más cosas que otros. La magia no es sólo un arma que usar en la batalla sino que también puede ayudar a crear y conservar. Y no sólo eso, pues también puede torcer y engañar, ocultar y revelar, y puede hacer cosas para las cuales no existen verbos que las describan. Yo os animo, nuevos ciudadanos, no sólo a que bebáis de las maravillosas fuentes del conocimiento mágico, sino también a que contribuyáis a este noble saber capaz de elevar a quien lo comprende. Dentro de esta torre encontraréis todo lo básico para iniciar vuestro camino por la senda de la magia y estableceros en la ciudad y colaborar en vuestras investigaciones y aprendizajes -a Sepalian le estaba gustando su discurso. Le agradaba la imagen de importancia que debía estar proyectando sobre los recién transformados.
-Este es un lugar serio de trabajo, así que rogaré a los curiosos que os abstengáis de entrar. Por eso también os daré la contraseña para sortear el hechizo de la puerta.
Con un gesto de la mano del brujo, pequeños papiros salieron de un bolsillo de su túnica para ir a manos de los allí presentes.
"Por la puerta trasera he de entrar", podía leerse en ellos.
-¡Memorizadlos! ¡Ya! -exigió Sepalian. Y al momento, cerró la mano en un movimiento enérgico que acompañó de una sílaba distorsionada. Los papiros ardieron con un fogonazo que los hizo desaparecer sin quemar las manos de los hechiceros.
-Sed bienvenidos a la Torre Serpentaria -concluyó.

-No, no hablemos aquí, esto va para largo, mejor un asiento cómodo,- dije con un suspiro,- llévate cosas para comer.

Me levante y comencé a andar y salí por la puerta, cuando casi me di de bruces contra una pared me di cuenta de que me había metido en la despensa y no el salón. Sacudí la cabeza y me centre en llegar hasta un asiento en el salón. Cuando salí de la despensa Shiz me miraba con una mirada de incredulidad que me hizo menear la cabeza.

-No preguntes.

Al fin llegue al salón sin volver a perderme y me senté en un sillón y espere a que Shiz tomara asiento antes de comenzar a hablar.

-Bueno, no se muy bien por donde empezar, así que empezare por el principio y así me ahorro dejarme cosas. Verás...- Comencé a narrar la historia de mi vida en la tierra, la muerte de mis padres, las burlas de mis compañeros, los maltratos físicos y psicológicos, lo pasado en rocavarancolia y lo pasado en el día de hoy. No se cuanto tiempo estuve hablando, solo que tirando hacia el final me dolía la garganta.- Y bueno, el problema que tengo ahora es que quiero cambiar, quitarme de encima esta... timidez que me limita, pero no sé como. Estoy como...... roto, divido entre lo que soy y lo que quiero llegar a ser pero sin saber como hacerlo. Y el tratar de encontrar una respuesta ocupa toda mi mente. Tu.... ¿que opinas?- si el idrino se había aburrido durante la historia no lo había advertido, lo que ahora necesitaba era una opinión que me ayudase de alguna forma, por nimia que fuese la ayuda.

-Enredo.... que nombre tan estúpido, me lo cambie por que no quería ser el mismo desde la luna, y aquí me tienes. Soy el mismo inútil, llorón, tímido, indeciso Stefan de siempre, el que no sabe solucionar sus problemas y ha de recurrir al resto. No he cambiado en nada.- y el nada sonó como una sentencia inevitable e ineludible.

Shizel se amparó en un meditabundo silencio mientras escuchaba toda la historia que Enredo estaba contándole, interrumpiéndole únicamente cuando alguna explicación de un aspecto de la cultura terrestre le resultaba imprescindible para entender el resto. Desde la noche de la luna notaba mayor tendencia a analizar las cosas, y su cerebro se entretenía en desmenuzar aquello a partes.

La mayor parte de su mente estaba ocupada procesando la información. Otra parcela, la más idrina, aún se sorprendía de que el italiano le estuviera contando su vida entera sin cortapisas, sin eufemismos. Sin embargo una porción importante de su cerebro se la estaba reservando para albergar un creciente enojo hacia DL. Saltaba a la vista que el brujo estaba confuso y que era vulnerable, ¿qué necesidad había de liarle más?

Ahora le tocaba a él deshacer el entuerto. La sucesión de palos que había recibido Enredo -burlas, jerarquías, rechazos-... Shizel siempre había estado en el lado opuesto de todo eso: en el lado de los ganadores. No participando activamente ni dándole aprobación, sino simplemente... nunca se había fijado mucho en los de abajo.
"¿Y ahora qué digo?"

-Primero quítate de la cabeza la mitad de lo que te ha dicho DL- dijo, aún rumiando el mosqueo con el cambiante-. Uno no cambia a base de besar al primero que pilla. DL es así pero tú no, así que imitarle no te va a funcionar. "Y si él sigue con esa costumbre un día de éstos alguien le va a responder con un buen puñetazo."
Se frotó la frente con el dorso de la mano, albergando la sensación de que lo que Enredo necesitaba que le dijeran era algo muy simple, sólo que él era incapaz de encontrar las palabras adecuadas. Quedarse sin palabras no era algo que le sucediese a menudo al idrino, y le frustraba enormemente.

-Mira...- buscó dónde empezar-. De un día para otro no puedes cambiar de golpe a lo que deberías ser. No es tan fácil. Pero si te fuerzas es peor, ¿entiendes? Acabas interpretando un papel- las palabras le salieron con un regusto amargo. Lo ignoró-. Primero cambias por dentro y luego pasas a manifestarlo fuera. Es como tiene que hacerse algo así, y no al revés- resopló y miró hacia otro lado.

-Mi consejo es que hagas borrón y cuenta nueva. Decide qué quieres ser y trabaja para serlo, no tiene más misterio, y el que te hayan traído aquí es una oportunidad de oro. A menos que quieras volver a vivir a la Tierra, nada de lo que hayas dejado atrás allí es importante- Shizel se encogió de hombros-. Nada de eso va a venir a perseguirte aquí, y nadie tiene que saber nada de tu pasado a menos que tú se lo cuentes. Olvídate de todo eso. Allí eras Stefan, aquí eres Enredo. ¿Por qué te crees que la costumbre aquí es precisamente cambiarse de nombre?
El brujo decía que se sentía roto en dos, y Shizel le daba la razón. El problema residía en que había insistido arrastrar a su nueva identidad los pedazos de la otra y trataba de pegarlos de manera distinta esperando, de alguna forma, que formasen una imagen diferente.

-¿Y qué importa lo de Atol cuando tienes toda Rocavarancolia por delante?- continuó-. Se acabó la cosecha, y la diferencia es que ya no estás obligado a juntarte con quien te haya tocado, y tampoco bailar al son de los jefecillos del grupo. Puedes convertirte en lo que te dé la gana. Aquí solo cuenta lo que hagas a partir de ahora, y aunque le dé por contárselo a alguien, ¿a quién le va a importar lo que te dijo si tú te has convertido mientras tanto en un mago del Consejo?
Puede que Shizel no estuviese dando todo el paso que merecía al destrozo emocional que acarreaba Enredo a raíz de ese incidente. Últimamente tendía a olvidar tener en cuenta esos aspectos a la hora de hablar.

-No creo ser el más indicado para dar consejos de éstos- finalizó sacudiendo la cabeza, dándose cuenta de que quizá lo había juzgado todo demasiado fríamente-. En el fondo quien va a darle vueltas eres tú y no yo.
Era un consejo simplista hasta el punto de la hipocresía, pero incluso antes de la transformación a Shizel siempre se le había dado bien darle la espalda a los problemas y hacer como si no existieran hasta que, tarde o temprano, desaparecían.

Me quede callado mientras Shiz desplegaba su elocuencia y me daba una respuesta. Escuche atentamente su respuesta y cuando acabó de hablar todavía me hallaba pensativo,

-Tienes razón,- dije por fin,- Tengo que pensarlo, tengo que pensarlo bien. Llegaré a ser merecedor de ese nombre que yo mismo me he puesto, y eso es una promesa.

Muchas cosas tenía que pensar, muchas cosas que aclarar, y aunque el consejo de Shiz me ayudó a ir en la dirección correcta aun tenía mucho camino por delante.

-Shiz, eres un buen amigo, gracias por estos consejos.- dije con una sonrisa tímida y un tanto insegura.

Unos minutos después oí golpes en la puerta.

-¿Quién demonios será a estas horas?,- pregunte extrañado por lo tarde que se estaba haciendo.

Me iba a levantar a abrir pero vi a Tsusu ir volando así que le deje hacer a el.

No me había estrellado tan lejos de Serpentaria como había creído en un principio, por lo que alcanzar el torreón no nos llevó mucho. Estuve tentado de preguntar unas cuantas cosas a Branniel, pero decidí no hacerlo. En su lugar me limité a mantener una conversación normalita. Pregunté por su relación con Daha, pero no me contó demasiado.

Me sabía la contraseña, y de no haber ido con el trasgo seguramente habría entrado sin llamar, pero ya que iba acompañado mejor seguir las formalidades. 
Nos abrió el repoblador alado, Tsusu creo que se llamaba. Tenía cierta tendencia a desconfiar de los repobladores, cortesía de Tap, pero me la guardé para mí.

-Daha estaba arriba, en el pasillo de la derecha. El resto podrían estar en cualquier sitio, búscalos o pídele indicaciones a él- Dije señalando a al repoblador -Oh hablando de indicaciones ¿Donde tenéis la biblioteca?-

Tras dejar a Branniel acompañé al Drake hasta la entrada. “Un cacho pared, que original” 
Me llevó unos segundos de concentración recordar los hechizos. Realizar los dos hechizos necesarios a la vez requería más concentración que hacerlos por separado, pero una vez hecho ya estaba intangible y atravesando la “entrada”. 
Lo primero que no me gustó del lugar fue enterarme de que no podría llevarme ningún libro, así que tendría que tomar apuntes de todo lo que quisiera. “Por lo menos me he traído la libreta, y hay material para escribir por lo que veo” Quitando eso el lugar era agradable, y los libros mejores que los que había podido tener en mis manos hasta ahora.

Pasé bastante tiempo ocupado buscando libros que trataran de lo que me interesaba, y mientras iba apuntando cosas también me daba cuanta de que tendría que modificar o reescribir completamente muchos de los diseños que había hecho hasta el momento, pero no me importaba. Ahora ya tenía material e información para poder empezar a hacer cosas, y pensaba aprovecharlo.

Cuando terminé abandoné la biblioteca y torre por mi cuenta. No había visto a nadie conocido, e ignoraba si Branniel seguiría por allí, pero el trasgo podía apañárselas.

Sigue en la Sede de los Taumaturgos.

Estuve bastante distraído por el camino, sin hablar demasiado, aunque respondiendo a las preguntas de Pablo e interesándome por los propios compañeros de Dahannei, aunque la respuesta a esa pregunta no me gustó demasiado. No revelé nada del sueño por ser algo demasiado ilógico, extraño y personal como para hacerlo sin preguntar siquiera a Dahannei, además de que recordar esa parte en concreto del sueño me confundía demasiado. Me pregunté si la vampira se lo había dicho a alguien, ya que Brina había muerto antes de eso, pero me lo quité de la cabeza con rapidez. Lo último que necesitaba era confundirme más por ello, por esa noche ya tenía suficientes cosas en la cabeza como para añadir otra.

Era la primera vez que visitaba Serpentaria (bueno, cualquier refugio en realidad) por lo que lo observé con curiosidad, tanto por fuera como por dentro, una vez nos abrieron y me dieron la contraseña. Asentí cuando Pablo dijo dónde estaba la daeliciana, sin saber muy bien si visitarla o (más bien) qué decir al verla. «¿Qué le digo? Oh, hola, soy el nublino al que le robásteis la comida hace dos meses y con el que soñaste y compartiste tus más profundos pensamientos cuando se fusionaron nuestras mentes en una pesadilla». Sonaba bastante ridículo en mi cabeza y estuve a punto de soltar una carcajana sin pizca de humor de lo absurdo que era. Incluso podría ser que la información solo hubiera ido en un sentido y ella no hubiese obtenido recuerdos de mí. «Pero nuestras mentes se mezclaron, eso sería absurdo». Decidiendo que estaba demasiado confuso con eso (y que en esos mismos momentos no tenía ganas de soportar a Per, que según Pablo estaba arriba) preferí ir al salón, donde el repoblador había dicho que estaban Stefan y Shizel.

No me había dado cuenta de que había estado preocupado (irracionalmente) de que mis compañeros realmente pensasen igual que los que habían estado en mi pesadilla, y fue un alivio ver que Shizel no me miraba ni con la desaprobación ni con la burla de la que hacía gala su versión onírica. Que ambos compartiesen su opinión sobre mí no sonaba descabellado en ese momento, al fin y al cabo yo compartía la opinión de mí mismo con mi yo del sueño. O, al menos, con mi yo nublino.

—Hola, veo que os habéis agenciado una torre bien equipada, biblioteca propia y todo —dije antes de intentar sentarme en una silla. Por desgracia, esta parecía tener vida propia y saltó hacia atrás, lo que provocó que acabse cayendo al suelo—. Aunque algunas cosas son bastante distintas a lo que yo me esperaría de una torre para magos estudiosos —dije entre divertido y molesto.

Shizel se limitó a asentir, incómodo aunque no lo demostrara.  Tenía muy inculcado que preocupaciones importantes sólo se comentaban a personas con las que guardabas confianza desde hacía años, y cosas como las que le había contado Enredo simplemente no se comentaban jamás. Al parecer fuera de Idris no era así.
Esperaba que no le surgieran esa clase de confesiones por sorpresa muy a menudo, porque le ponían en un brete. Al menos de momento nadie se había echado a llorar delante de él.

La figura que emergió del pasillo le despejó aquellas preocupaciones de la mente.
-Buenas, Bran- saludó gratamente sorprendido-. Si quieres intentar sentarte te recomiendo un sillón. No se apartan tan rápido.

Una vez el nublino logró tomar asiento Shizel le miró inquisitivamente. Había estado a punto de preguntar por cortesía si quería algo de comer, pero se acordó justo a tiempo de que era una pregunta peliaguda.
-¿Alguna vez vas a decirnos dónde te alojas, o tengo que mandar a un lacayo a seguirte cuando te vayas?- preguntó en su lugar, acodándose en el sillón con una sonrisa de diversión-. Me han preguntado varios por ti y resulta un poco embarazoso tener que responder siempre que apareces de la nada. Es como si fueras un amigo imaginario.

Bran apareció por la puerta, aun no acababa de encajar bien la transformación del nublino, el chico había pasado de pequeño a mastodonte en cuestión de días, por no hablar de los dientes los cuernos y la cola que lo hacían parecer un demonio. Por no hablar de su método de alimentación cosa que me parecía un tanto.... repugnante, pero mejor era no decírselo a la cara si no quería ganarme un puñetazo, y con los puños que tenia no creo que le hubiese costado mucho romperme un par de costillas.

No me reí cuando el trasgo se cayo al suelo al apartarse la silla.

-No te preocupes, muchos de los muebles de esta torre están encantados, y les encanta gastar a bromas a los no residentes, al menos eso es lo que he observado.- dije con cara pensativa.

No es que la visita no me agradase, pero me preguntaba como había encontrado el nublino la torre, si nunca se le dijo el lugar. A parte de eso mi mente aun tenía una parte solventando el problema que había hablado con Shiz antes de la llegada del trasgo, así que cualquiera que me observase vería que estaba a medias atento a la conversación.

Siguiendo los consejos del idrino acabé decidiendo que iba a ser mejor un sillón, aunque esta vez me aseguré de que se quedaba quieto antes de sentarme. O, al menos, de que no se moviese demasiado rápido. No me apetecía volver a caerme de forma tan ridícula.

—Ya me había dado cuenta —contesté a Stefan mientras escuchaba a Shizel—. ¿Y es que hoy es el día de pedirme la dirección de mi casa? —pregunté con tono de curiosidad, aunque no sabía muy bien cómo responder a eso. Por lo que me había dicho Lah Donna la noche de la Luna era evidente que la Secta era reconocida en toda Rocavarancolia, además de que no estaba seguro de cómo se tomarían mis compañeros de criba que viviese en un lugar llamado Templo de los suicidas abnegados—. No sé si os gustaría visitarme. Tiene un aire un tanto... Lúgubre —confesé tras un momento de titubeo, recordando con desagrado el techo de huesos de la sala de entrenamiento y las pinturas y cadáveres colgantes que me recibieron el día que entré allí—. ¿Y dónde han acabado los demás? ¿Quiénes más viven aquí? —pregunté, no solo para quitar de la conversación el lugar donde vivía, sino también quitarlo de mi propia mente. Vivir sin salir de aquel lugar no le hacía mucho bien a mi mente, y salir era una buena forma de librarme del agobio y presión que provocaba aquel lugar en conjunto con la transformación. Muchas cosas del Templo y de mi propia habitación me recordaban a lo que menos me gustaba de lo que realmente era, especialmente dado que pocas cosas hacía que necesitasen suficiente concentración como para evitar pensar en lo que me había pasado desde la Luna. Sentía que, si no era capaz de librarme de aquello al menos por unas horas, acabaría volviéndome loco.

La reticencia del nublino resultaba ya sospechosa, pero Shizel sacudió la cabeza y no insistió más por educación.
"Si te necesitamos para algo no te quejes si te tengo que rastrear hasta la puerta, en lugar de mandar a un lacayo a avisar como las personas", pensó encogiéndose de hombros en su fuero interno. Recogió el testigo cuando Branniel cambió de tema y le reseñó brevemente quiénes ocupaban cada refugio. La conversación derivó hacia temas más banales, y Shizel le refirió los entrenamientos diarios que tenían lugar en el anfiteatro. Quisiese apuntarse o solo para acompañarlos, estaba invitado.

Cuando se instaló de nuevo el silencio en el salón el idrino sacó una canica de su bolsillo y empezó a juguetear con ella, por una vez sin hacerla levitar ni nada parecido. Los viejos hábitos eran difíciles de borrar, y a pesar de tener acceso a la magia de verdad le seguía gustando hacer trucos de salón.
-¿Qué os parece si nos tomamos un día libre?- propuso perezosamente-. Llevamos una semana levantándonos temprano para practicar, esto no es vivir. Podemos ir avisando a la gente estos días, y quedar todos juntos en la bahía a hacer el vago. Se está muy bien allí.

Shizel seguía acudiendo todos los días allí para nadar, algo de lo que no les había hablado a sus compañeros, pero hacía tiempo que el sentimiento de novedad se había esfumado. Quedar a la orilla del lago con sus amigos a dejar pasar las horas antes de ir a otro lugar era algo que hacía con mucha frecuencia en Idris, y lo echaba de menos.

Escuche la conversación que se desarrollo sin mucho interés, en parte por que realmente no me importaba mucho donde viviese el nublino, y en mayor medida por que seguía liado con mis cosas. Conteste cuando era necesario o cuando tenia algo que decir acerca de lo que hablaban, aunque las cosas que siguieron fueron mas bien banales.

Lo que me sacó de mi letargo pensativo fueron unas palabras que pronuncio Shizel, al principio no me interesaron, por que el día libre ya me lo había tomado hoy, pero cuando menciono la bahía mi mente olvido momentáneamente el problema, o si no lo hizo lo recluyo a un nivel en el que en ese momento no molestase. Y todo eso por que bahía quería decir playa y llevaba sin pisar una playa mucho tiempo, ya no digamos bañarme en una. Mis ojos brillaron como los de un niño el día de navidad.

-¿Playa? ¿Un día en la playa? ¿Cuando?- pregunté ansioso por que se fijase la fecha, de pronto tenia unas ganas mortales de nadar en el mar.- Y por cierto, no hay por que ir a avisarles uno por uno, tenemos eso de ahí,- dije señalando el portal que había puesto Atol tiempo atrás.

Comencé a pensar ilusionado en las posibilidades que había allí, podía preparar mucha comida y llevar para la hora de comer y de cenar si nos quedábamos de noche. Mi felicidad en ese momento era absoluta, solo me quedaba dar botes en el asiento. Pero una pequeña parte de mi mente se encargaría de recordarme el problema que tenia un poco mas tarde.

-!Eh Bran, ¿vendrás no?¡ Ven, cuantos más seamos mejor lo pasaremos.

Seguimos charlando durante un rato, manteniendo la conversación lejos de cualquier cosa que pudiese recordarme al Templo, mi nueva fuente de alimentación y las pesadillas que me asaltaban desde que había ido con Nihil a la casa de los dulces. Lo de los entrenamientos me fue lo que más me interesó, especialmente por el casi nulo avance que había tenido en mis propias prácticas mágicas los días anteriores. Quizás era porque nunca antes había hecho magia, porque su precio era algo que todavía me era difícil de cumplir o por practicar solo, pero el casi inexistente avance en el campo de la magia era algo que me mosqueaba, así que decidí apuntarme mentalmente esos entrenamientos. «Quizás si me uno pueda mejorar con más rapidez» medité, aunque no muy tranquilo al recordar que, si practicaba magia, tendría que comer más para reponerla.

Las siguientes palabras del idrino sonaban tentadoras, especialmente teniendo en cuenta cual había sido la última vez que podía haber estado completamente relajado. «Desde Nubla...» pensé distraidamente, dándome cuenta de en Rocavarancolia no había vivido un día sin problemas en mente. Quizás iría bien un día en la playa, aunque sabía que había al menos dos problemas. No solo estaba el hecho del hambre que tendría si me iba un día entero a algún lugar dode no pudiese comer, sino que también estaba el hecho de que pronto sería mi presentación como sacerdote. Era un tema que me intranquilizaba bastante, así que procuraba no pensar demasiado en ello. Y ya quedaba poco, lo que significaba que para comenzar a cumplir mis obligaciones también quedaba poco, lo cual limitaría mi horario. Solo podía esperar que mi presentación fuese después de la playa.

—Sí, os acompañaré —respondí al humano con una media sonrisa, aunque todavía algo dubitativo. No estaba seguro de que pudiese estar el día entero, pero esperaba que sí Me había alejado demasiado de mis compañeros en unos días, y quería solucionarlo.

Shizel no pudo sino soltar una carcajada al ver el entusiasmo de Enredo. Captó la sonrisa algo vacilante de Branniel, pero se alegró de que no declinase ninguna de las dos ofertas.
-Estupendo -dijo levantándose del sofá con decisión para ir a por papel y pluma-. Vayamos avisando a la gente.

Tras unos cuantos toma y daca respecto al día y hora, los tres se pusieron de acuerdo en que cuatro días después por la mañana era una buena fecha para convocar a la gente. Lo bastante cerca como para que no se olvidara, pero también lo bastante alejada como para no pillar por sorpresa a nadie y para cambiar cualquier detalle si a alguien le venía mal. Shizel lo anotó diligentemente en la nota que posteriormente envió al portal gemelo de la Sede. En ella incluía una posdata, a petición de Enredo, que insistía en que no hacía falta llevarse nada de comer, y también establecía la propia entrada de la bahía como punto de encuentro. La nota no incluía una lista exacta de quiénes estaban invitados y quiénes no, pero una sutil mención de pasada por parte de Shizel dejaba claro que en la playa había suficiente espacio para ignorarse unos a otros si querían. Lo que menos le apetecía era un día de malos rollos.

Después de pasar un tiempo más comentando entre los tres los detalles, Branniel se despidió indicando que tenía asuntos que tratar con otros habitantes de la torre. Shizel alzó una ceja pero no preguntó nada, y también dio la jornada por finalizada despidiéndose de Enredo. Al salir del salón le dio al brujo una breve palmadita en el hombro, algo poco común, como muestra de ánimo después de la conversación que habían tenido esa tarde. Acto seguido y sin hacer ningún comentario al respecto subió a su habitación.

No había visto a Seon y Alder por la torre ese día, así que suponía que estaban fuera. De todas formas era tarde incluso para avisar a RR y Ariv, por lo que se propuso hacerlo la mañana siguiente. Con dama Yttria no tenía mucho trato y tácitamente le dejó a Enredo la tarea de invitarla si quería.

Esbozó una sonrisa algo desganada al dejarse caer de espaldas en la cama. Pasar el día con ellos de esa manera sería una buena despedida, aunque sólo él fuese consciente de ello.

Estuvimos discutiendo un rato sobre la fecha del día en la playa, hasta que al final nos pusimos de acuerdo en una. Era antes de mi presentación y comienzo de obligaciones, cosa que me tranquilizaba, aunque todavía me preocupaba la comida. O, más bien, la posibilidad de descontrolarme si pasaba hambre. Independientemente del resultado, jamás me perdonaría atacar a mis amigos, y una parte de mí estaba segura de que, si lo hacía, su opinión acerca de mí sería la que tenían sus contrapartes del sueño.

Cuando ya nos habíamos puesto de acuerdo en casi todos los detalles me despedí, diciendo que tenía cosas de las que hablar con otras personas que también vivían allí. Esperaba poder ayudar a Dahannei con aquel asunto, aunque teniendo en cuenta mi propia forma de llevarlo quizás no era el más indicado. Pero algo me decía que tenía que ir a verla y, de ser posible, ayudarla. «Quizás sean los recuerdos que obtuve de ella».

Me llevé una sorpresa cuando resultó que se había ido. Ni Per ni Flanbly's me dijeron mucho, y desde luego parecía imposible encontrarla (al menos si ella no quería). Me despedí de ellos con mucha rapidez, al ver que no podían (o no querían) decirme nada que pudiese ayudarme a encontrarla, y después me fui de la torre al ver que Pablo no aparecía por ninguna parte. Esperaba que no le hubiese pasado nada, aunque comprendía su actuación de alejarse de sus compañeros, al fin y al cabo era lo que yo mismo había hecho. Pero eso no quitaba que no me preocupase lo que pudiera pasarle. Además, ahora que estaba lejos de cualquier persona, mis pensamientos no podían evitar volver una y otra vez a la pesadilla que llevaba sufriendo los últimos días, lo que solo provocaba que mi humor estuviese empeorando con demasiada rapidez.

Sigue en el Templo de los suicidas abnegados.

Bran acepto venir con nosotros y comenzamos a planear cuando sería, estuvimos un buen rato para decidirnos, pero al final todo se resolvió sin el menor conflicto. Shiz escribió la nota pero antes de que la mandase le dije:

-Pon que no hace falta que lleven comida, de eso me ocuparé yo.

Aún después de eso nos quedamos un rato hablando. Al final se comenzó a hacer tarde y nos retiramos a las habitaciones, me sorprendí levemente ante la acción de animo del idrino a la que respondí con una sonrisa que llevaba implícito un "no te preocupes".

Al entrar en la habitación ya sin compañía y con la perspectiva de la playa un tanto lejos la ansiedad de mi problema volvió a flote haciéndome pensar largo y tendido.
Después de mucho pensarlo todo se reducía a dos preguntas: ¿Quien soy? y ¿Quien quiero llegar a ser?.

<<Soy Enredo. No, no es cierto, soy Stefan, Enredo es quien quiero llegar a ser. Pero lo primero ha de ser el cambio de nombre, para terminar el cambio debe ser la desaparición de Stefan tal y como era. Pero.... ¿Me atrevo a dar ese paso? Aún recuerdo aquel sueño, y si bien es tentador sucumbir a fingir ese papel Shiz tiene razón, ese no seria yo, tan solo una sombra de mi yo real. No, nunca seré como él. Cambiaré a mi manera. Acabaré siendo Enredo>>. En mis ojos aunque solo mis enredaderas podían verlo brilló la determinación.

Delirios de grandeza:

Me desperté bruscamente y por poco me caigo de la cama. Aun no había salido el sol y yo tenia muchas cosas que hacer, deseché el sueño y decidí que ya pensaría en el en otro momento. Salte de la cama con una sonrisa, era día de playa.

Baje a la cocina y me puse manos a la obra. Varias horas después el resultado era de: dos empanadas, una de carne y otra de pescado; una tortilla; carne rebozada; unas cuantas brochetas de carne y verdura para hacer allí; unos trozos de queso y mucho pan por si la gente se quería hacer bocadillos. También había una macedonia enorme, y fruta a secas y caramelo que había hecho y metido dentro de un bote por si la gente quería algo dulce, también puse botellas de syv y de agua dentro de unas cestas que me había encontrado por ahí. De milagro entró todo.

Cuando acabé de hacer aquello hice algo de desayunar y se lo subí a Shizel a su habitación, golpeando antes de entrar.

-Venga, despierta, que es día de playa, hay que darse prisa, seguro que el resto ya esta allí.- dije alegremente mientras dejaba la bandeja sobre su escritorio.

Shizel tuvo en qué ocupar los días que siguieron. Pasó alguna noche más en la habitación de Alder, pero sus horas diurnas trataban asuntos muy diferentes.

Se había informado lo suficiente para saber que existía una política de secretismo respecto a la mayoría de mundos vinculados, pero no excesivamente restrictiva. Dados los recursos de los que disponía Rocavarancolia era imposible que pudiesen controlar qué hacía la gente una vez cruzase el portal, pero Shizel tampoco planeaba tocarles las narices al respecto. Solo pretendía regresar a su vida anterior y apañárselas para hacer visitas esporádicas a la ciudad para reponer su magia a espaldas de sus conocidos, lo cual no suponía ningún problema dado que el portal permanecía permanentemente abierto. Revelar la existencia de la ciudad en su mundo natal sólo le traería problemas, por muy atrayente que resultase. Significaba también que no podría hacer alarde de sus poderes mágicos abiertamente, pero Rocavarancolia le saciaba a ese respecto.

Fue por aquel entonces cuando el skrýmir empezó a planificar seriamente la división de aquel regreso a su mundo natal en más de una fase, marcándose con claridad planes y fechas para no dejarse puntos por cubrir. Podía disimular con facilidad sus escasos cambios físicos y era idrino de nacimiento: las restricciones de camuflaje aplicadas a buena parte de los transformados no se le aplicaban. Los dos pilares principales que tenía que solucionar antes de su regreso definitivo eran el idioma y la tapadera que explicase su ausencia de un año. Era consciente de que iba a necesitar dos viajes, con un lapso considerable de tiempo entre ambos, para solventarlo.

Tsusu le había hablado de una logomante, dama Puente, que hasta hacía poco había estado viviendo en Serpentaria. Sin embargo había acabado mudándose, y también, por tanto, cobrando por sus servicios. Shizel sabía que le bastaba con aprender el esqueleto del idioma para hacerse entender por todo Idris, ya que se veía capaz de completar por tanteo buena parte de los patrones gestuales, pero a los efectos aquello era indiferente: necesitaba dinero rocavarancolés y en esos momentos no disponía de él.

De igual forma insertar una compleja mentira en la mente de todos sus conocidos según la cual él nunca había abandonado su hogar estaba por encima de sus capacidades; ni siquiera tenía las nociones más básicas de mentalismo. Cuando tuviese los conocimientos necesarios Shizel planeaba hacer un borrado selectivo, y rellenar ese hueco con mentiras de su propia cosecha: un viaje por estudios a otra parte de Idris.

Fuese como fuese aquella clase de planes incluían necesidad de dinero, y de eso pensaba encargarse Shizel en su primera visita. Procuraba pasarse a menudo por el mercado, comprobando qué productos idrinos gozaban de mayor demanda y localizando grimorios que le interesasen.

En ningún momento le comentó a nadie sus planes, por muy a largo plazo que fueran. Las mañanas en que se ausentó de los entrenamientos apenas dio detalles de adónde iba, y no le pesó demasiado en la conciencia teniendo en cuenta que cada vez eran más personas.


Había preferido pasar la última noche antes de la salida a la playa durmiendo de un tirón, contrariamente a la mala costumbre que había adquirido de trasnochar para leer. Así pues cuando Enredo llamó a la puerta de su habitación Shizel ya estaba listo y descansado. Le vendría bien despejar la cabeza un poco, y bajó con el brujo después de dar cuenta del desayuno.

Se había apuntado bastante gente a la salida, pero Shizel era consciente de cómo funcionaba la mecánica de aquellas cosas y sabía que este tipo de reuniones tendían a fragmentarse en pequeños grupos. A juzgar por los nombres que habían llegado iban a reunirse varios que no se podían ni ver, pero al idrino no le importaba. Aquella vez le resultaba indiferente que algunos ajenos a su círculo se peleasen, ya que no lo estarían haciendo en la cocina de su casa. Aún así esperaba que no pasara: aunque no resultaba tan sorpresivo como antes, aquello no significaba que a ojos de un idrino aquellas peleas tan rocambolescas no diesen mucha vergüenza ajena. De todas formas simplemente le bastaba irse a la otra punta de la playa para ignorarlos de darse el caso.

Una vez bajaron también Alder y Seon los cuatro se pusieron en marcha en dirección a la bahía, con un margen de tiempo que Shizel consideraba bastante amplio. El idrino planeaba llegar pronto para disfrutar un poco del mar por su cuenta.

Sigue en la Bahía de los Naufragios.

Pasaron parte de la noche en la Sede en el cuarto de Ka charlando, entre otras cosas, de la noche que Alder había pasado con Shizel. Se marcharon al día siguiente a mediodía y pasaron los restantes sin mucha actividad. Seon volvió a su rutina de dormir, aunque aseguró que se dejaría de “puertas” por el momento. No quería hacerlo hasta confirmar que podía aceptar las partes desagradables en la mente de la gente.

“Y tengo que hacerlo, Brina” había dicho mientras se columpiaba con la ciudad a sus pies. Recordaba la vista aérea de Rocavarancolia de un sueño ajeno. La muñeca nublina estaba sentada justo a su lado, agitando los pies hacia delante y hacia detrás. “Soy soñadora, y las pesadillas son también sueños.”

Alder desterró la rutina alternando entre su pareja y las visitas de Shiz a su cama, con lo que estuvo de notable buen humor todo el tiempo. El día de la playa, ambas se reunieron abajo con sus compañeros, listas para salir.

RR se mantuvo durante unas semanas encerrado en su cuarto, rodeado de libros, papel, pluma y queso, con sus ratas como única compañía. Había decidido acabar de una vez por todas con la barrera que separaba su nivel de magia de sus compañeros, pues era consciente del trabajo que le llevaban de ventaja aquellos más dotados que él en la criba. Pero no sólo se dedicó a ahondar en sus conocimientos mágicos, sino a familiarizarse con su dominio, también sabedor de la trascendental relevancia de conocer a la perfección su manejo. Por ello, se dedicó a cuidar de sus ratas con sumo cuidado, además de retirar varias camadas de hembras preñadas de sus madres tan pronto como se volvieron independientes, intentando criarlas desde cero y obtener especímenes más afines a él y más sumisas a las órdenes que pudiera suministrarle.

Entre tanto, también se dedicó a plasmar sus nuevos proyectos y diseños en documentos varios, así como a recopilar información que, aunque a primera vista pudiera resultar dispar, conformaban las múltiples facetas de un plan fundamental.Había por allí diseminados datos sobre ciencias naturales, de historia y de mecánica en forma de documentos de cuyas páginas RR iba extrayendo información para luego insertarla en sus propios documentos.

Entre sus apuntes, se encontraban los bien organizados trazos de una pequeña obra que, aunque hubiera comenzado ahora, llevaba cavilando varios meses, antes incluso de la llegada de la Luna Roja, y a la que ya había comenzado a dar forma en su mente. Sus páginas se encontraban cubiertas por gráficos y planos explicativos que aquí y allá salpicaban el mar de texto que las llenaban. En la cubierta, que con cierto esmero había confeccionado, se podía leer con grafía clara y comprensible las siguientes palabras:

GUÍA DEL COSECHADO INSATISFECHO
o
Como dejar Rocavarancolia peor de cómo la encontraste
RR

Aquella simpática guía consistía, a grandes rasgos, en un compendio de todos los conocimientos de supervivencia que había acumulado y de los que había adquirido en la ciudad, los datos de armamentística básica y de confección de explosivos que poseía y la explicación detallada de los pasos que se debían seguir para adquirir los componentes en la ciudad, además de datos sobre trampería y estrategias útiles. Como aderezo, añadía cierta propaganda ideológica y una serie de detalladísimos motivos por los cuales el cosechado medio debía de sentirse muy disgustado con sus supuestos “benefactores” por traerlos hasta aquel desolado paraje para que sobrevivieran en un siniestro espectáculo circense. Todo el contenido estaba escrupulosamente separado en secciones y, cuando en una de ellas se hacía referencia a datos procedentes de otro capítulo o fracción, se especificaba a pie de página la localización de la información requerida.

Pero, además de aquella obra propagandística, RR estaba recopilando todo aquel conocimiento para otros motivos, pues pretendía antes o después independizarse y adquirir una residencia distinta a la torre de Serpentaria. Todo aquel material teórico sería indispensable para la correcta consecución de su plan.

Además, tomó las precauciones debidas en el interior de su habitación para evitar que ningún indeseable se colara en sus aposentos y tomara sin permiso sus efectos personales. Dispuso un par de trampas rúnicas, enlazadas a alarmas y a detectores varios, así como una runa de vigilancia con la que tuvo que hacer varias pruebas con el objetivo de que su uso no le dispensara una terrible jaqueca. De esta manera, se encargó de cubrir de forma escrupulosa y metódica todo su habitáculo de sistemas de runas ocultas hasta convertirla en un bunker inaccesible a cualquiera que no fuera él.

Finalmente, uno de aquellos días, cuando de buena mañana terminó de hacer unas pruebas mágicas y de desayunar junto con sus roedores, decidió que ya iba siendo hora de avanzar en sus trabajos a través de una incursión al exterior. Más le valía saber cual era la situación en el exterior por sus propios ojos, y no sólo a través de los informes de sus ratas. Además, había llegado a un punto en sus estudios en los que requería de material que sólo podría procurarse a través de su búsqueda activa en el exterior. En resumidas cuentas, que ya era hora de hacer un poco de trabajo de campo.

Por ello, se cargó de sus pertrechos habituales y salió de la residencia en compañía de sus inseparables camaradas peludos.

Sigue en la Bahía de los Naufragios.