Torre Serpentaria (Archivo I)

Recuerdo del primer mensaje :

Sepalian Xila se dirigió a los allí congregados y esperó a que se hiciera el silencio.
-Esta es la Torre Serpentaria, una de las más antiguas torres de hechicería de nuestra ciudad. Acogerá a magos, brujos y criaturas con mucha magia -decía desde su máscara sin rasgos pero con raíces cruzadas por todas partes-. Los hechiceros somos pocos pero podemos hacer muchas más cosas que otros. La magia no es sólo un arma que usar en la batalla sino que también puede ayudar a crear y conservar. Y no sólo eso, pues también puede torcer y engañar, ocultar y revelar, y puede hacer cosas para las cuales no existen verbos que las describan. Yo os animo, nuevos ciudadanos, no sólo a que bebáis de las maravillosas fuentes del conocimiento mágico, sino también a que contribuyáis a este noble saber capaz de elevar a quien lo comprende. Dentro de esta torre encontraréis todo lo básico para iniciar vuestro camino por la senda de la magia y estableceros en la ciudad y colaborar en vuestras investigaciones y aprendizajes -a Sepalian le estaba gustando su discurso. Le agradaba la imagen de importancia que debía estar proyectando sobre los recién transformados.
-Este es un lugar serio de trabajo, así que rogaré a los curiosos que os abstengáis de entrar. Por eso también os daré la contraseña para sortear el hechizo de la puerta.
Con un gesto de la mano del brujo, pequeños papiros salieron de un bolsillo de su túnica para ir a manos de los allí presentes.
"Por la puerta trasera he de entrar", podía leerse en ellos.
-¡Memorizadlos! ¡Ya! -exigió Sepalian. Y al momento, cerró la mano en un movimiento enérgico que acompañó de una sílaba distorsionada. Los papiros ardieron con un fogonazo que los hizo desaparecer sin quemar las manos de los hechiceros.
-Sed bienvenidos a la Torre Serpentaria -concluyó.

Apenas había leído un par de páginas cuando la cocina comenzó a llenarse. La primera en pasar, para sorpresa de Giz, fue Wen. La miró extrañado solo por unos instantes y luego le dio los buenos días.

-No sabía que habías dormido aquí-justificó su reación y luego supuso que lo de Merlín debía de ser algún detalle terrestre que se le escapaba-. Creo que no. No sé, no lo conozco. ¿Es de algún cuento de estos?-sin embargo, se respondió a sí mismo-. Vale, no, tampoco. He leído el índice y no había ningún Merlín-negó con la cabeza y volvió a enfrascarse en su lectura.

Cuando entraron Gael y Noel, Giz volvió a saludar y siguió leyendo en silencio La zorra y el gato. Había encontrado el libro de cuentos mientras buscaba algún manual de cuidados para gatos. Pero este era mucho mejor que cualquier manual, conseguía distraerle, que es lo que necesitaba hoy, además.


-Pobre zorra-comentó Giz en voz alta al acabar, casi sin ser consciente de que lo hacía-. Debería haberle pedido al gato que le enseñara lo poco que sabía en lugar de reírse de él-suspiró y cerró el libro-. Por cierto, a mí el olor a vainilla me gustaba-comentó alegre uno de los pocos retazos de conversación que había llegado a sus oídos-. Y lo de hijo de puta es algún tipo de expresión, ¿no? Dudo que la madre del mercader ese trabaje con Cain tampoco-ya le había pasado con el gusano y esto solo acababa de constatar su teoría. Las putas no debían de tener muy buena fama en la Tierra-. Bueno, sea como sea, quiero ir con vosotros-la idea de vengarse no le apasionaba mucho, no estaba seguro de si se sentiría mejor o no tras matar al asesino. Pero ese estafador seguro que tenía contactos o guardaespaldas o quién sabe qué y podrían necesitar la ayuda del asreniano. Eso y que un poco de ejercicio siempre es sano. Bastante pereza había gastado por hoy.

Wen acababa de encontrar el café y el té que buscaba, cuando entró Gael en la cocina. No le pasó por alto la sorpresa de su presencia, pero únicamente lo ignoró y saludo, como había hecho con Giz.

- Buenos días, Gael. - le saludó, negándose a su ayuda con un movimiento de mano.- Tranquilo, ya soy mayorcita, puedo sola. - Cuando entró Noel por la puerta, la británica esbozó una sutil sonrisa que, probablemente, solo pudo ver el draco.- Aprovecha, hoy me siento generosa, pero no siempre soy así. - espetó cuando Noel le dijo que no tenía por qué preparar el desayuno.

Mientras Gael enseñaba sus nuevos guantes y Giz hablaba del cuento que había estado leyendo, Wen puso a calentar agua y leche, y a tostar pan. Al oir lo que decía Noel sobre el plan de venganza, Wen se le quedó mirando. “Era su amiga y ese cabrón la engañó.” Pensó, justificando su acción. “Quizás no fueran las personas más amistosas del mundo, pero no se merecían morir engañadas por el sueño de no estar en continua separación y pelea.”

- Yo os puedo ayudar. - espetó mientras, con el agua y la leche ya calientes, preparaba el té y el café.- Para engañarle, digo. A vosotros puede que os haya visto alguna vez con Azura o Pyro, desconfiará de vuestras intenciones. De mi no. Puedo fingir querer hacer un negocio con él y quedar en un lugar apartado. Si no le ofrecemos algo bueno, será bastante difícil sacarlo del mercado. - propuso sirviendo, finalmente, el sencillo desayuno que había preparado.

Me guardo de nuevo los guantes y me acomodo a un lado de la mesa con las piernas cruzadas, meditabundo. Ya que Wen insistía en hacer el desayuno podría simplemente balancearme suavemente en el aire sin pensar en nada. Solo que no puedo llegar a buscar paz en este desayuno en compañía, porque el tema de Azura y Pyro no sale de la cabeza de nadie. Y es Noel quien se encarga de dar voz a ese runrún molesto que pide atención desde que recibimos la noticia anoche. Las palabras que dijo Yloh con los ojos rojos de tanto llorar resuenan de nuevo en mi cabeza y profiero un largo suspiro. Giz no estaba muy atento a lo que hablábamos, y me hubiera hecho sonreír de haber sido en otro momento, por ponerse a hablar del cuento que leía junto con todo lo demás. Lo que sí me sorprende es que decida unirse a algo como esto, pero no hago comentarios porque no es un reproche ni nada parecido. Y por su lado Wen no solo está de acuerdo sino que ofrece un plan que la incluye para colaborar. Cuando me quiero dar cuenta ya tengo el desayuno delante y solo falta mi respuesta. No sé en qué estaba pensando. Quizá, ahora en frío, calibraba mejor los pros y los contras de aquello. Pero la necesidad y urgencia seguían siendo casi tan grandes como anoche. Cabizbajo, me llevo la mano hasta la frente y termino por dejarla hundida en mi pelo. Me siento terriblemente cansado.

-No sé por qué tendría que saldar cuentas con Pyro, y no me importa. Lo que no voy a pasar por alto es que decidiera por su cuenta que las dos tenían que morir. -Doy un sorbo largo al café, sin disfrutarlo en absoluto-. Me parece bien, todo eso me parece bien. En cuanto Yloh nos diga quién es podemos preguntar a Vac qué sabe de él, los del burdel conocen mejor a los comerciantes del mercado. Será mejor ser precavidos.

«Se ha burlado de Azura de la forma más imperdonable posible. Un comerciante así no es trigo limpio» pienso justificándome. «El mundo está mejor sin basura de esa calaña. Si creía haberse salido con la suya, ha dado con la horma de su zapato».

Al oír las palabras de Giz tengo que reprimir una carcajada para limitarme a esbozar una sonrisa. << En su mundo, como siempre últimamente >>, pienso medio divertido medio suspirando.
-No te preocupes, Giz, ya te explicaré eso más tarde -le digo cuando escucho todo lo que tiene que decir y asiento cuando dice que quiere venir-. Serás de gran ayuda si vienes.
Mientras hablaba Giz, Odín entra en la cocina. Nada más verlo me levanto para darle de comer y, mientras le estoy echando un poco de leche en un plato, no tarda en arañarme el brazo.
-Gracias, yo también te deseo un buen día -le digo mirándolo con mala cara para después acariciarlo.

Mientras vuelvo a mi sitio escucho el ofrecimiento de Wen a ayudarnos, cosa que no me esperaba. Medito sus palabras un instante. Lo cierto es que no es mala idea para nada, pero tampoco me gustaba que se pusiera en peligro por nosotros, al fin y al cabo ella apenas conocía a las brujas escindidas y si se había ofrecido era para ayudarnos. << Bueno, ese desgraciado no va a salir vivo así que supongo que no pasa nada >>.
Finalmente y mientras empezamos a tomar el desayuno escucho lo que dice Gael y asiento lentamente, como pensativo a lo que dice.
-Supongo que podemos elaborar un plan a partir de aquí. Respecto a ofrecerle algo al mercader que capte su interés... Creo que tenemos aún más motivos para hablar con Vac.
No hacía falta que aclarase el por qué, estaba seguro. Cuando Gael había mencionado a mi hermano inmediatamente supe qué es lo que utilizaríamos para llamar la atención del malnacido que tenía los días contados.

Tras terminar el desayuno, durante el cual habían bajado Matt y Nia, nos vamos todos a los entrenamientos. No dijimos nada acerca de todo lo que planeábamos delante de ellos, habíamos decidido implicar al menor número de gente posible.

Sigue en la Bahía de los Naufragios.

Al entrar en Serpentaria abandono la quimera al ser consciente de que tenía la boca seca. Lo primero que necesito es beber. En la cocina todavía hay comida del mediodía, pero mi estómago la rechaza más que pedirla. Al volver a la sala común los demás aún están por allí e inconscientemente no los miro a la cara, sino que centro la vista en el suelo.
-Voy a llevar esto arriba -comento de pasada.
Vuelvo a poseer la quimera y subo con ella al cuarto, donde la dejo en su sitio y reviso que no se haya deteriorado además de limpiarla con un hechizo. Al quedarme sin saber que hacer miro alrededor, donde solo hay criaturas muertas. Abro la ventana de la habitación y me asomo al aire fresco de la noche, donde a lo lejos veo revolotear un grupo de murciélagos flamígeros. Sus piruetas aéreas me atraen y termino saliendo por la ventana, que queda arrimada, queriendo acercarme más para volver a tocar su piel tibia.

Sin embargo estos no son tan confiados como los de la última vez. Tal vez influye que ahora fui yo el que se acercó a ellos y no al revés. Estando solo y flotando en el aire vuelvo a la torre, pero en vez de entrar de nuevo asciendo hasta lo alto para sentarme allí y simplemente esperar. Abrazo las rodillas y hundo la cara entre los brazos para que la brisa, que agita mis llamas, no me haga tiritar. A lo lejos las llamas rojas revolotean en el aire. Parecen gotas de sangre saltando a la oscuridad, como las de las imágenes que mi mente se empeña en recordarme una y otra vez. Ahora que todo ha acabado puedo pensar mejor en lo que ha pasado. Tengo claro que me envalentoné de manera estúpida. La rabia puede volverte atrevido, pero está vacía. Los cadáveres no gritan, no. Y los chillidos de Valenz dudo que desaparezcan pronto de mis recuerdos.

Además por más vueltas que doy a todo nada tiene sentido. Especialmente lo que dijo el comerciante antes de morir. Poco sabíamos de lo que se traían las escindidas últimamente entre manos. Pero aun así… ¿qué podrían haber hecho que mereciera tal castigo? Aunque dado de forma tan sutil… tan sutil que, en realidad, en última instancia su muerte la provocaron ellas mismas. Y eso era, precisamente, en lo que no había querido pensar desde que decidí culpar únicamente a Valenz de su muerte.

Después de mi pequeña excursión al desierto llego a serpentaria algo cansado por el machaque del entrenamiento. Al entrar en la torre los chicos estaban todos bastante tristes y extraños y era para estarlo. En el tiempo que me había ausentado Azura había muerto. Algo dentro de mi se ha roto, pensaba que no volveríamos a tener que matarnos entre nosotros. El odio que se procesaban era evidente pero nunca pensé que pudieran llegar a matarse entre ellas. Según escuché un mercader le ha engañado y las ha matado. No se muy bien que decir. He llegado tarde incluso al entierro de las brujas. Me disculpo por no haber podido asistir al sepelio y les doy mi mas profundo pésame.

Al día siguiente me levanto tarde y me resulta raro ver como Wedn ha pasado la noche en la torre. Los chicos y yo nos preparamos como todas las mañanas para ir a la bahía a entrenarnos. Este día es algo extraño. No es como todo los días, cada uno esta en su mundo metido pero prefiero no preguntar. "La muerte de una amiga nunca es sencilla de asimilar." Recuerdo los meses pasados y las bajas que tuve que sufrir como cosechado.

Al volver a Serpentaria como rápidamente y me vuelvo a preparar para ir al desierto. Allí puedo practicar sin miedo y casi sin limitaciones. Me resulta muchísimo mas fácil controlar el flujo y cantidad de arena allí. Ademas cada vez que vuelvo de allí traigo arena para mi habitación que mas que parecer un cuarto ahora parece una pequeña representación a escala de un desierto.

Cuando llego del desierto los chicos aun no han vuelto por lo que dejo la arena que he recolectado esta vez en mi cuarto y bajo a la cocina para prepararme algo de comer. Escucho el movimiento de los demás arriba pero prefiero pasar del tema y terminar mi pequeño piscolabis.

Después de comer hasta reponerme subo a mi cuarto y continuo enredando con la arena. Los últimos entrenamientos he intentado crear mas formas que las esferas y los cubos. En el desierto había conseguido hacer una especie de disco e incluso en una ocasión he conseguido formar un muro bastante consistente. Mientras que formo de nuevo una especie de disco escucho como algo intenta abrir la puerta. "¿Quien coño será?" Pienso mientas me adelanto hacia la puerta para abrirla. Al abrir la puerta Odín entra lentamente ronroneando.

-Holaaa feo. ¿Que pasa? ¿Estas aburrido aquí solino no?- Digo mientras acaricio al gato.- Bueno... puedo tomarme un descansito.- Digo al incorporarme. Me giro hacia el foso y con un movimiento de muñeca la arena se arremolina formando un Puff donde me dejo caer y llamo al gato. - Odín ¡Hijo puta! Acércate a ver si eres capaz de cazarme este golpe.- Una esfera se eleva detrás del gato y con un movimiento de dedos sutil la esfera se coloca encima de la cabeza del gato y se deshace haciendo estornudar al gato.

Después de un buen rato jugando al pilla pilla con Odin comienzo a aburrirme por lo que decido dejar de jugar ya con él. La esfera se detiene en seco por lo que Odín se para y se prepara para saltar encima de ella. Como si de un depredador nato se tratase el gato arquea el cuerpo y se abalanza sobre la esfera desmenuzandola. -¡Muy bien enano! Venga ya seguimos jugando mas tarde. Lárgate un ratito- "Hemos mejorado bastante los dos. Mira que no me gustaron nunca los gatos.. pero le estoy cogiendo cariño a este desgraciado."

No se muy bien cuanto tiempo ha pasado pero escucho ruidos abajo por lo que bajo esperando encontrarme a todos los chicos de una pieza. En el fondo espero no tener que volver hoy de funeral. Al bajar a la cocina me alivia ver a los chicos bien. Pregunto por el día de hoy esperando alguna respuesta convincente que me hiciese tranquilizarme y despreocuparme de que les hubiese pasado algo malo.

Después de estar un rato con los chicos veo que están algo cansados por lo que decido retirarme y descansar hasta mañana.

El ambiente al llegar a Serpentaria no parece demasiado diferente al del camino hacia allí. Observo como Gael no levanta la vista del suelo mientras anuncia que se va a guardar su quimera. Sin saber qué hacer o decir me siento en la sala. No tengo ganas de comer aunque hoy no hemos cenado todavía. Saludo al brujo de la arena cuando se deja ver y trato de no parecer demasiado desanimado, prefiero evitar que haga preguntas.
-Te agradezco que hayas cuidado de Odin mientras no estaba, Matt. Buenas noches -le digo tras intercambiar algunas palabras con él cuando se despide para irse a dormir.

El Fuego Fatuo por su parte no había vuelto a bajar. ¿Qué debería hacer? ¿Deberíamos dejar las cosas así por ahora? Tras meditarlo durante unos minutos decido que no tiene sentido no hablar de ello. Además Wen había venido con nosotros, no era cuestión de quedarse callados por el resto de la noche. Últimanente había estado evitando demasiado hablar de lo que se me pasaba por la cabeza, no era propio de mí. Siempre me había sentido mucho mejor tras hablar con Gael, Giz o cualquier otro amigo cercano sobre lo que me preocupaba. ¿Qué me retenía esta vez? Tomo aire y me decido a hablar por fin, dirigiéndome a Giz y a Wen.
-Gael no baja... creo que deberíamos ir a hablar con él. Mejor dicho, que deberíamos hablar todos. Pienso que es lo mejor que podemos hacer ahora mismo, no podemos estar así eternamente...
Tras ponermos de acuerdo, subimos a la habitación de Gael. Al llamar no responde nadie. No escucho nada el interior tampoco. Tras dudar un instante decido abrir la puerta. El nigromante no está dentro. Me fijo en que la ventana está medio abierta y como por intuición me asomo por ella. El destello azul no tarda en entrar en mi campo de visión y miro hacia arriba. Hacia el tejado de la Torre. Ahí es donde está Gael. Se lo digo a los demás y decidimos subir para reunirnos con él.

Salgo volando por la ventana y aterrizo en el tejado, cerca del Fuego Fatuo, seguido por Giz y Wen. Me siento cerca de Gael y dejo que pasen unos segundos en los que tan sólo me centro en sentir el aire nocturno sobre mi rostro antes de comenzar a hablar.
-Buen sitio para una reunión, ¿no creeis? -digo a modo introductorio. Después me dirijo al Fuego Fatuo cambiando mi tono a uno mucho más serio-. Oye... ¿cómo estás? Yo... creo que tengo que disculparme por haberme dejado llevar por la situación de esa forma hoy... Fue... Lo siento... -finalizo de forma vacilante, dirigiéndome a todos.
Suspiro y me paso una mano por el pelo con nerviosismo. A pesar de que me había decidido a hablar, todavía me costaba encontrar las palabras.

Con la barbilla apoyada en los brazos miro hacia la negrura y los minutos pasan mientras pongo en orden las ideas. Había olvidado que no avisé a los demás de que no bajaría enseguida, y solo lo recuerdo al escuchar un aleteo que asciende por la fachada. Noel llega y se pone a mi lado, y Wen y Giz suben tras él. Levanto la cabeza para recibirlos y me pregunto qué habrán pensado al verme así. No es tanto lo que parece, yo… solo necesitaba pensar.

El draco empieza a hablar y lo miro fijamente, dándome cuenta de la inseguridad que siente… en su mirada, en sus gestos. Podría intentar sonreír y sencillamente decir que no pasa nada, como siempre. Y es cierto que no hay nada por lo que pedir perdón, pero sí pasa. Pasan muchas cosas.
–¿Por qué te disculpas? –empiezo, con la voz todavía algo ronca de tener la boca seca–. No has hecho nada fuera de los planes, ¿verdad?

Apoyo de nuevo la barbilla en los brazos y me mezo levemente. Oigo el viento silbar a lo lejos, pero nadie añade nada. Con la vista perdida en el baile de los murciélagos empiezo a hablar de nuevo, casi sin pensarlo, dándole voz a todo lo que había estado pensando.
–Supongo que os pasó lo mismo… No quería recordarlas así, quiero decir, que al final su muerte solo dependía de ellas. Si no hubiesen luchado para empezar nada de esto habría pasado, con o sin Valenz. Pero quise creer que él era el culpable, tan simple como eso. Odiarle era tan fácil, hacérselas pagar tan obvio… Pero pensarlo no es hacerlo. Después, allí, pensé «si Noel puede, yo también». Tenía curiosidad, quería experimentar la venganza. Muchas veces, cuando aún vivía en la tierra, quise saber lo que se siente al devolver los golpes que te dan. –Hago una pausa, dándome cuenta de que cada vez estaba hablando a más velocidad–. No es como imaginaba. Pero no voy a lamentarme ni a culpar a otros –digo mirando a Noel. Quiero que le quede claro de una vez que no tiene que comerse la cabeza por ser quien es–. Ni a juzgar a nadie. No sé cómo decirte que seas como eres sin preocuparte de lo que piensen los demás. –Suspiro y hundo una mano en el pelo mientras me miro fijamente los pies. Empiezo a hablar en tono quedo–. Lo que me ha traído de cabeza es pensar por qué me metí yo en medio sin sacar nada de ello. –Yo sí me he dejado llevar, pero no lo expreso en alto para no confundir a Noel–. Y después lo último que dijo. Y lo único a lo que llego es a lo injusto que es todo. Pero eso no es nada nuevo. Ni que fuéramos nuevos por aquí…

Remuevo fuertemente el pelo con nerviosismo y al retirar la mano doy un último tirón a un mechón.
–Perdón por ponerme a divagar –digo casi en un susurro–. Le he dado muchas vueltas porque a pesar de todo lo que me ha pasado desde que llegué a esta ciudad es la primera vez que me mancho las manos de verdad. Simplemente era algo que tenía que pasar.
«Tú y ellos también, atontado» me recuerdo sin saber cómo enmendar para incluirlos.

Lo primero que Giz hizo nada más subir fue sentarse en el suelo con las piernas flexionadas, encantar el poncho para que le diera algo de calor y cubrirse con él hasta los pies. El tejado de noche no era el mejor sitio para un lagarto de sangre fría. Se quedó en silencio y escuchó primero a Noel y luego a Gael.

-Era de esperar-fue todo lo que contestó en un susurro. Era de esperar que el mercader no fuera más que un mandado, que hubiera alguien más detrás de todo esto. Por alguna razón, le vinieron a la cabeza las palabras del discurso que les dieron hacía una eternidad, cuando todavía vivía en la incomodidad que acompañaba al desconocimiento de la magia-. Milagros y portentos-las repitió y el asreniano no tardó en perderse en las profundidades de su propia mente, si es que de verdad era profunda. Y es que la palabra milagro le pareció una suave forma de referirse a todos ellos. Milagros asesinos, milagros muertos, milagros torturadores. Sonaba irónico, pero quién sabía si no sería lo más natural. Quizá era eso lo que les pasaba y es que los portentos no estaban hechos para medias tintas.

Un tiritón lo hizo volver a poner los pies en la tierra. O en el tejado. Miró a sus amigos y, por un momento, en su cabeza apareció en luces de neón un solo adjetivo: gilipollas. Eso era lo que había estado siendo desde que se había abstraído. Sus amigos se abrían y Giz no solo no era capaz de prestar atención, sino que incluso prestándola, no se enteraba de nada. No era capaz de saber cómo etiquetaban ellos lo que había pasado hoy. ¿Había estado mal o había sido un acierto? Al principio entendió que lo primero, por cómo habían salido los ánimos de aquella casa en el barrio derruído, pero ahora no estaba seguro. Debía de ser el milagro más corto de pensamiento en toda la ciudad si no sabía qué era exactamente lo que había afectado tanto a sus amigos. ¿La tortura? ¿La impotencia por lo último que dijo?

-Entonces... ¿Ha sido un fallo?-preguntó, aún a riesgo de sonar idiota-. Quiero decir... lo de hoy, Valenz, la venganza-dejó unos instantes para dejar reposar la pregunta y enseguida retomó su empeño por descifrar el sentimiento general de hoy- ¿Y qué habría que hacer ahora? ¿Dejarlo estar? ¿Profundizar y llegar hasta quien quería a las Alic...-calló de golpe y dejó a medias la pregunta-. Bueno, ya sabéis, me entendéis, ¿no?-Giz sí que no lo hacía y cuanto más hablara, menos todavía-. Da igual, dejadlo-se apretujó aún más bajo el poncho, totalmente encogido, y volvió a hacer mutis. Era mejor así << Giz, ¿por qué narices hablas? >>.

Escucho en silencio las palabras de Gael. Su preocupación era comprensible, pero en realidad todos nos habíamos dejado llevar por la situación. Yo todavía no sabía que pensar acerca de mi propio comportamiento, a pesar de que no paraban de repetirme que no tenía que disculparme. Habían sido demasiados días sin dormir dándole vueltas a lo mismo y ahora pugnaba por volver a salir. Ante lo último que dice sobre la muerte de las Alicias tan sólo puedo asentir. Cuando finaliza explicando lo que se le pasa por la mente no puedo evitar sentirme identificado. A mí me había pasado lo mismo hacía ya un año, y tanto él como Giz lo sabían bien. Y Azura... ella lo sabía. Había hablado conmigo de ello, contándome también como eran las cosas para ella conviviendo con el odio innato hacia su otra mitad. Comprendía perfectamente ese instito que las movía a odiarse y ser antagónicas, pero no su obsesión con matarse la una a la otra. O eso creía. ¿Acaso no estaba haciendo yo algo parecido, dejando que la ira me inundase de pura frustración? Las situaciones que habían provocado que llegase a ese extremo no eran en absoluto fáciles de manejar, pero estaba claro que no era quien para reprocharles eso a Azura y Pyro.

Estaba a punto de comenzar a hablar cuando Giz se me adelanta.
-Yo también me pregunto qué deberíamos hacer, Giz -digo finalmente-. Ya no estoy seguro de nada... No sé qué es mejor. Tal vez deberíamos hablar con los demás sobre ello.
Suspiro y hago una pausa para ordenar mis ideas antes de exponer lo que tenía en mente.
-Gael... comprendo perfectamente como te sientes. Giz y tú sabéis mejor que nadie a que me refiero. No creo que haga falta que os recuerde mi estado de ánimo después de nuestra primera visita a los subterráneos -se me escapa un bufido de risa nerviosa-. Es cierto, no puedo evitar ser lo que soy. Ya hacía tiempo que no me preocupaba, en realidad. Es necesario, o al menos se siente como tal. Estoy seguro de que a Vac, Adara o Jack les pasa lo mismo... Una vez empiezas todo tiene sentido y no te paras a pensar en lo que estás haciendo realmente. Es satisfactorio y se convierte en algo natural, una necesidad más que hay que saciar de tanto en cuanto. Ninguno de vosotros lo ve mal, lo sé, pero yo al menos no puedo evitar preguntarme que es lo que pensaréis de mí... Creo que esa fue mi principal preoupación la primera vez y también lo es ahora. Sin embargo... ¿por qué es peor lo que hemos hecho hoy que masacrar a un montón de inocentes simplemente porque te apetece? -hago una pausa para mirarlos a los tres-. Puede que vosotros no tengáis el instito que sí tienen criaturas como yo, pero esta vez había un motivo. El resultado puede ser más o menos discutible, pero si las cosas se hcieron de esa manera es porque yo estaba allí. Y no me arrepiento de eso, sólo de no haber sido capaz de controlarme estando vosotros delante, eso es todo. Ya he ido varias veces tras la primera a los subterráneos para obtener poder mágico a costa de los hombres bestia. ¿Es peor lo que he hecho hoy que eso? Y yo todavía no he ido, pero Adara no es la primera vez que viaja a algún mundo vinculado para conseguir víctimas. Víctimas totalmente aleatorias y a las cuales no hay motivo alguno para matarlas o hacerles daño de algún modo. Sólo tu propia necesidad -vuelvo a callarme durante unos instantes en los que miro hacia el horizonte-. ¿Recuerdas lo que nos contó Elliot, Gael? -digo de pronto acordándome de nuestra visita a la Dulahan-. Ella hace este tipo de cosas como medio de vida y creo que nadie la ha juzgado por ello.

Al finalizar de hablar me siento un poco más aliviado, habiendo puesto en palabras muchas de las cosas que se me pasaban por la mente. Todavía tenía una maraña de pensamientos confusos que no sabía muy bien como encauzar, pero lo que había dicho lo pensaba de verdad.

El primero en hablar es Giz, aunque al principio solo dice algunas palabras inconexas y me pregunto a qué estará dando vueltas su cabeza. Pero después termina por explicarse mejor, aunque se lía un poco de tan inseguro que parece. No sé todavía muy bien qué contestar a lo segundo, pero lo primero lo tengo muy claro. Como Noel empieza a hablar le escucho y espero a que termine para dar mi opinión. Todo lo que dice es muy lógico y esto de acuerdo con ello, como le hago saber.

–Tampoco yo creo que haya sido un error. Además las vidas de inocentes valen más que la suya, la única diferencia es que se les respeta… no sé. Y… y quizá si hubiéramos dejado pasar algunos días ya no habríamos ido a por él. No creo que fuese agradable tampoco saber que aún andaba por ahí, que ni siquiera le importaba lo que había hecho.
»En cuanto a si nos hemos metido en un lío no sé… pero ya que se mencionó a Elliot, ella hace todo tipo de cosas y ahí sigue. Para quien tiene ese tipo de precios en la magia la verdad es que es un trabajo idóneo –añado suspirando–. Pero sobre lo de antes... también le he dado vueltas a lo de averiguar más o no. Lo único que sé es que hay mucho de esta ciudad que desconozco y me molesta. No salimos de nuestros sitios habituales y de nuestras torres, y pasan cosas que ignoramos. Y no me gusta no saber nada de los bajos fondos. Después de lo que pasó me pregunto si cualquiera no podría acabar en el punto de mira de alguien de nuevo… y ni siendo protegidos por el consejo en estos refugios estamos a salvo.

Apoyo la barbilla de nuevo en los brazos y frunzo el ceño. Todo lo que pasó desde la muerte de las escindidas… es como si me hubiera hecho despertar. Había olvidado que no estaba en un lugar como la Tierra, donde tu vida puede transcurrir tranquilamente sin inmiscuirte nunca en esos problemas que están ahí pero parece que no te atañen.
–Dan ganas de tirarse de cabeza a los problemas, al final el resultado es el mismo –gruño por lo bajo.

Escucho lo que dice Gael sin interrumpirle asintiendo de vez en cuando y reflexionando sobre el tema que nos ocupa. Comparto su inquietud acerca de nuestra relativa pasividad en la ciudad. Últimamente no paraba de darle vueltas al asunto, de hecho, que, aunque había comenzado como un quebradero de cabeza sobre si debería irme a vivir sólo, había desembocado en algo mucho más concreto tras darle muchas vueltas.
-A mí también me molesta -comienzo a decir-. Nuestra situación actual, digo. Antes no me había parado a pensar en ello, pero creo que empiezo a estar harto de vivir aquí sin hacer nada más que entrenar. No digo que esté mal, pero... empiezo a sentirme hastiado de la misma rutina. La mayor parte de los días volvemos de los entrenamientos y luego, ¿qué? Además no tenemos ni un duro. No podemos seguir endeudándonos a Vac de por vida como el otro día en la taberna -me echo a reír levemente, pero al mencionarlo otro pensamiento me asalta-. Y no es la primera vez que pienso en abandonar este lugar -la expresión de mi cara se vuelve seria-. Os contaré algo... Hace unos cuantos días me planteé seriamente si debería seguir viviendo con todos vosotros -evito mirar a nadie directamente según empiezo-. Después de lo que sucedió en la taberna le di muchas vueltas a lo que había pasado. Tenía miedo de descontrolarme de nuevo y de intentar haceros daño... -suspiro y me llevo la mano a las plumas de la barba con nerviosismo-. Y además me di cuenta de que soy un egoísta. Os tengo a todos pendientes de vuestras risas sólo porque estoy presente y soy consciente de que no debe resultar agradable la situación -hago una pausa antes de continuar y me decido a mirarlos por fin de nuevo a la cara, indicando con un gesto que me dejen continuar-. Sólo se lo había contado a Vac hasta ahora. Y cuando lo hice me di cuenta de algo. Me estaba amargando yo solo al pensar así, y ello agravaba el problema -sin previo aviso me echo a reír-. Es fascinante lo absurdo y contradictorio que puedo llegar a ser. Creo que ni yo mismo sé lo que quiero... Porque no, no quería abandonaros, pero al mismo tiempo pensaba que debería hacerlo. Ya sabía lo que me ibais a decir, que es más o menos lo que me ha dicho Vac, y por eso no llegué a contarlo. Pero no contándolo gané unas cuantas noches sin dormir, inteligente que soy -hago otra pausa para mirarlos con una media sonrisa-. Pero al menos saqué algo en claro de todo esto. No quiero abandonaros, pero sí irme de aquí. En esta Torre vive demasiada gente, creo que si nos fuéramos me sentiría mejor. Aún no estaba totalmente seguro, pero ahora sí. Después de lo sucedido y después de haber hablado con Elliot lo veo más claro. Creo que me gustaría ese tipo de vida. Además... ¿qué decías antes de tirarse de cabeza a los problemas, Gael? Tal vez deberíamos hacerlo nosotros ya que es evidente que Elliot no puede -finalizo de forma jocosa y sonriendo ampliamente.

Ahora sí que era como haberse quitado un enorme peso de encima. Necesitaba hablar con ellos del tema y probablemente se notase bien. Hacía bastante desde la última vez que había estado de un humor parecido salvando situaciones concretas.

Wen siguió al grupo hasta Serpentaria. Ella había aceptado ir con ellos por no quedarse sola, pero estuvo todo el camino en silencio, al igual que cuando llegaron a la torre, donde se limitó a sentarse en un sillón. La vouivre no tenía nada que decir ni pensaba en nada en concreto, tan solo divagaba por distintos recuerdos de su mente. Había reprimido el recuerdo de la muerte de Res, como tantas otras veces había hecho con ese y otros recuerdos, y en ese momento tan solo pensaba en lo ocurrido aquella tarde. “Se lo merecía, a pesar de todo, no hemos hecho mal.”

Noel parecía querer hablar, por lo que subieron a buscar a Gael, que era el único que faltaba. El susodicho, que se encontraba en el tejado, los recibió con un aire pensativo y una vaga mirada. Todos se sentaron junto a él, admirando la oscura noche, segundos antes de que Noel comenzara a hablar. Los tres chicos hablaron durante un rato mientras Wen dejaba la mirada perdida en la noche y atendía levemente.

Callada, con los brazos alrededor de las rodillas, Wen se mantuvo durante toda la conversación, hasta que las últimas palabras de Noel llamaron su atención. “¿Descontrolarse? ¿Egoísta? Parece mentira que un chico como él piense eso de sí mismo.” Se dijo la vouivre mirando al draco.

- Noel, ten por seguro que, si prefiriera que tú te fueras a aguantarme una risa, lo sabrías. - dijo seriamente, mirándole durante unos segundos fijamente hasta que desvió la mirada de nuevo al cielo.

-Digo lo que Wen, bueno... No estoy diciendo exactamente lo que ella, pero pienso igual. Sí, justo eso-añadió con torpeza-. Siempre me ha resultado más fácil hacer burbujas insonorizadas que amigos, incluso cuando no sabía hacer burbujas insonorizadas- comentó en un tono de broma poco usual en él y sin trabarse en mitad, para sorpresa del propio asreniano-. No lo digo mucho... Vale, no lo digo nunca-y era cierto, no solía decir nunca demasiadas cosas-, pero sabés que podéis contar conmigo para lo que haga falta, ¿no?

Un escalofrío le hizo refugiarse aún más bajo el poncho y Giz no acabó de estar seguro si se debía al frío o a su miedo ante este tipo de confesiones en voz alta. No era que no lo pensara, no era que no creyera de verdad que estaría dispuesto a hacer cualquier estupidez por sus amigos. Era ese paso, el que se daba al convertir lo que pensaba en decibelios, lo que le aterraba. Miedo a cagarla, miedo a no acertar o a no ser entendido. Lo que solía pasarle siempre que abría la boca. << La gente que se asusta de las mantícoras... Esos no saben nada >>.

Al escuchar a Noel poco a poco lo sucedido en los días anteriores va cobrando sentido. Las noches, sin dormir, las caras largas... poco tenían que ver con lo que me había contado de Wen aquella noche de insomnio. Con indignación meneo la cabeza mientras le escucho, pero no intervengo y le dejo acabar. Lo de irse a vivir a otro lado hace que me quede pensando en ello. También lo había pensado alguna vez, hace ya tiempo... pero no me atreví ni a hacer planes sobre ello por temor a irme solo. Y después aparecieron ellos, el tiempo había pasado volando y no me había dado cuenta de que no necesitábamos el refugio, igual que los del burdel, que se las habían arreglado solos desde el principio.

Cómo expresa Wen lo que opina de lo de Noel me parece muy acertado, y Giz... me sorprende lo que dice Giz a continuación, aunque puedo entenderle un poco. Me he sentido así muchas veces pero desde que llegué aquí... las cosas han cambiado bastante.
-No seas tonto, estas cosas no hace falta estarlas diciendo -le digo al asreniano con una sonrisa-. Decirlo no es demostrarlo, y tú lo demuestras constantemente. Como hoy...

Después me vuelvo hacia Noel, y lo miro reprobadoramente.
-Y tú, especie de... hereje -digo señalándolo y tratando de sonar serio sin conseguirlo en absoluto-, te merecías una colleja por lo menos. Llego a saberlo y te duermo a traición. No te librarás de nosotros tan fácilmente. Es como si no... yo que sé, no pudiésemos ver a Jack porque es mejor no sangrar en su presencia o... ejemplo tonto.. Er... os diesen asco mis cadáveres o... o estéis hartos de que lo requeme todo y llene de hollín. Porque no os molesta, ¿no? -pregunto de pronto pareciendo idiota. Meneo la cabeza e intento ser claro-. Pero bueno, que no. Que nos importa bien poco no poder reirnos, y ya está, ¿has visto que nos incomode alguna vez? Y, por todos los -hago una mueca exasperada diciendo cosas ininteligibles- ¿de verdad creías que ibas a llegar a hacernos daño? -Meneo la cabeza y suspiro, desdeñando con la mano-. Pero bueno, si ya pasó, tema aparcado. Me interesa lo que has dicho de ganarse la vida. -Sonrío maquinadoramente-. Llevo tres años haciendo casi lo mismo, me apuntaría a un cambio de aires sin pestañear. El tiempo pasó muy rápido, por mí hasta lo habría sugerido mucho antes. Pero ahora... lo cierto es que me parece hasta lo más lógico. Por lo que hicimos. No creo que importe demasiado pero si nos pillan dudo que podamos seguir siendo unos mantenidos y, bueno, por muchos otros motivos.
Pensativo, me arrebujo de nuevo en mis propias piernas y brazos y pienso en todas las posibilidades que abre el abandonar la torre y empezar a decidir cómo salir adelante y conseguirlo por nosotros mismos.

La primera en hablar fue Wen, quien se había mantenido en silencio durante el resto de la conversación. Le devuelvo la mirada sin saber que decir, pero por suerte Giz no tarda en hablar. Su comentario me arranca una carcajada y le doy una palmada en la espalda, mientras Gael le responde.
-Gael tiene razón. Pero es cierto que últimamente no te comunicas demasiado con nosotros. Y no sé por qué. No mordemos... de momento al menos -añado con una sonrisa maliciosa-. Pero descuida, que sí sabemos que podemos contar contigo. Sé que puedo contar con todos vosotros, de hecho.

Las palabras de Gael a continuación no me sorprenden. Me limito a escucharle de brazos cruzados devolviéndole la mirada reprobatoria, aunque termina por darme la risa.
-¿Una colleja y dormir a traición? Me temo que Vac se te ha adelantado un par de días -comento en tono jocoso-. En fin... Está bien, ya me ha quedado claro lo que pensáis. No hace falta que me fulmines con la mirada de esa forma -miro al Fuego Fatuo con expresión divertida.
A pesar de que no me parecían comparables los ejemplos que había puesto con mi caso, sabía que era mejor no meter el dedo en la llaga. Ahora ya esatba convencido de lo que quería hacer. Trataría de no sentirme demasiado culpable como había estado haciendo siempre. Al fin y al cabo eso era lo que hacía con mi forma de obtener magia. Si me parase apensar en lo que hago me volvería completamente loco. Por ello nunca me detenía a pensarlo. Lo había hecho en su día, pero ya no. Creo que voy a tener que empezar a aplicarlo también a todo este asunto. El problema era que por algún motivo me costaba mucho más adaptarme a ello que al hecho de haberme convertido en un ser sádico. <<Estoy como un cencerro>>, convengo finalmente, haciendo un esfuerzo por no exteriorizar la carcajada.

La conversación a continuación vuelve a versar sobre nuestros planes de abandonar el refugio.
-Tenemos que pensarlo bien, pero yo por mi parte estoy bastante decidido -digo en respuesta a Gael-. Mañana lo podemos comentar con los demás también en los entrenamientos, porque además seguro que necesitaremos ayuda al principio.
Permanezco pensativo y callado unos instantes. La idea me entusiasmaba y agradecía tener por fin algo diferente en lo que pensar. Últimamente mi cabeza no se había llenado más que de preocupaciones una tras otra. Observo a mis amigos y noto como Giz se arrebuja en su poncho, supongo que de frío.
-Creo que será mejor que entremos o el Capitán Lagartijo pasará de ser de sangre fría a criogenizada -bromeo mientras me levanto.

Una vez entramos en la Torre no tardamos en decidir que va siendo hora de irse a dormir. Se había hecho relativamente tarde entre unas cosas y otras. Le pregunto a Wen que va a hacer y dice que volverá al burdel. Estuve a punto de sugerir que podría quedarse aquí de nuevo, pero no era tan tarde como ayer y no había motivo para que no volviese. Tras despedirnos de ella, deseo buenas noches a Giz y Gael y me voy a mi habitación. Odin, que estaba subido a un sillón, me sigue. No tardo en meterme en cama, agotado por el cansancio que aún tengo acumulado por varios motivos. Parecía que por fin iba a poder dormir con normalidad de verdad, cosa que no habría pasado si no hubiese decidido hablar con todos hoy.

Giz sonrió más tranquilo al ver cómo respondían Gael y Noel a lo que dijo. Y ahora lo pensaba mejor y no sabía por qué le daba tanto miedo expresar estas cosas. Bueno, sí que lo sabía, pero no entendía como pudo llegar a padecerlo.

-No sé, supongo que pienso demasiado-se encogió de hombros en un gesto casi cómico, pues era innegable que solía ocurrirle eso de quedarse abstraído-. Pero bueno, intentaré vivir en este plano de la realidad y que no tengáis que tirarme de la lengua de aquí en adelante.

Inmediatamente tras decir eso, su cabeza se deshizo de sus preocupaciones momentáneamente para ponerse en marcha con el nuevo plan. A Giz también le hacía ilusión cambiar de aires. Siempre había sido un nómada y tanto tiempo en Serpentaria comenzaba a aburrirle. Era como leer, siempre el mismo libro podía acabar cansando. Y esta oportunidad era genial para todos. Sería como una nueva tribu. << Selección natural >> pensó divertido en un cruce de pensamientos. Sin darse cuenta, había vuelto a abstraerse pensano en qué cosas necesitarían, qué no, qué podría llevarse de aquí, qué tendrían que conseguir o a dónde podrían ir. Por suerte, Noel lo sacó de su ensimismamiento con un comentario bastante acertado sobre la temperatura corporal del asreniano. El hechizo térmico había dejado de funcionar hacía rato.

Una vez abajo, Giz dio las buenas noches a sus compañeros, buscó algo de cena tardía para sus animales y se fue a la cama.

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El día siguiente comenzó como solían ocurrir los días siguientes para Giz. Despertar temprano, desayuno para la cabra y los gatos, el libro de turno levitando tras él y sus pies moviéndose en acto reflejo hasta la cocina. Volaron tostadas, mermelada, un cuchillo y algo de azúcar mientras Giz se cuestionaba si habría llegado a existir algún rey rana en la ciudad. Apenas se despegó de los cuentos mientras comía y solo fue para saludar a Yloh silenciosamente y a continuación volver a meterse de lleno en las estrafalarias historias del libro.