Torre Serpentaria

Fleur no tardó en darse cuenta de que aquel hombre le creaba una sensación extraña, como si tuviera ante ella algo enorme que no pudiera abarcar o comprender. Se removió en su sitio algo incómoda, mientras continuaba desayunando con pudor.

—Mi nombre es Fleur —musitó de manera breve y solo por cortesía, ya que sus compañeros se estaban presentando. Por mucho que hubiera querido zafarse de una conversación a la que no pertenecía las palabras escogidas que se daban en ella provocaron un efecto inmediato. ¿Qué era un ominario? ¿Un sacerdote en la ciudad? ¿En Rocavarancolia existían iglesias o credos?. Miró a Maila de reojo, sin atreverse a interrumpir a Chromsa, quien parecía muy emocionado por el encuentro.

El ochrorio echó un vistazo general a los presentes en la sala. «Compañeros de criba… Por supuesto». Todos eran evidentemente nuevos en la Torre, pero más allá de eso Heraldo observó sus expresiones y se preguntó cuánto habrían cambiado en aquellos meses. Y, sin duda, cuánto cambiarían desde entonces. Pensó brevemente en su propia experiencia y en cómo sus amigos y él experimentaron aquella ciudad. Pero por los dioses que demostraron ser dignos, tal como aquellos que tenía delante.

—Padre Foresta, ¿eh? —No pudo evitar esbozar una muy ligera sonrisa en su rostro normalmente inmutable. Tenía claro a que clase de figura paternal se refería—. Parece que tú y yo tendríamos cosas de las que hablar, si te apetece en algún momento.

»No me importa usar cualquiera de tus nombres, ciertamente —puntualizó—. Y por favor, no es necesario que me trates de “usted”. Al fin y al cabo, todos somos iguales en la acromía.

Quería decirles algo a todos, pero no sabía el qué. Palabras de ánimo, de consuelo, de bienvenida. De perdón incluso. Nada le parecía apropiado. Además, seguía teniendo la impresión de haber interrumpido alguna conversación. Sin embargo, les dejó algo de tiempo por si querían decirle algo específico antes de retirarse.

Si ya la situación le había emocionado en cierto grado, la ligerísima sonrisa del ochrorio al decir su nuevo nombre lo animó aún más. Era cierto que apenas lo conocía, pero aun así intuía que no era una persona que sonriera por cualquier cosa. El resto de lo que dijo el sacerdote terminó de hacer que el nuevo nerviosismo de Chromsa saliera a flote aunque fuera momentaneamente. Se sintió algo avergonzado (lo que se reflejó tanto en él como en las hojas) por haber sido demasiado cortés, aunque la mención de la Acromía le hizo espabilar. -Muy cierto- comentó con una sonrisa en la que todavía quedaban restos de la vergüenza anterior. El brujo siguió hablando y volviendo a una compostura más tranquila: -Y perdona, es la costumbre. Todavía no conozco a demasiados ciudadanos, pero con todos estos meses aquí creo que es mejor ser más educado que de costumbre con los desconocidos por si acaso.-

Tras ello continuó algo animado: -Y claro, me encantaría hablar contigo. Al fin y al cabo hace mucho desde que nos encontramos y aun tengo algunas dudas con la ciudadanía. En principio suelo estar libre, así que podríamos hablar cuando te venga mejor. Ahora mismo no sabría decirte, la verdad es que he tenido un despertar algo brusco y no recuerdo si teníamos algún plan hoy...- Diciendo esto último miró a sus compañeros, por si alguno sabía darle una respuesta.

La propuesta de Heraldo Rocuo se le hizo lógica al ruso por ambas partes. Su pareja querría habla con quien le cosechó y con razón, además de que parecía una autoridad en la iglesia que venera a la Acromía. Por otro lado, si estuviese en el lugar de Heraldo, el ruso no dudaría en tener una charla con la persona que llevó a un mundo peligroso y entre ochrorios deben de entenderse bien.

—Ehh… Por planes yo no recuerdo nada en particular, ¿llegamos a acordar algo para hoy chicos? —preguntó mirando al resto y luego a Chromsa, encogiéndose de hombros.

Por su lado no iba a ser demasiado creativo invirtiendo su tiempo pues haría lo de todos los días.

Habían sido unos días jodidos. La maldita Luna le había dado una responsabilidad enorme que ella no había pedido. Si no había querido un perro por no tener que sacarlo a pasear, que le hacía creer al pedazo de piedra espacial ese que, de todas las cosas, quería un maldito pegaso. No solo es que tuviera que aprender a cuidarlo a base de manuales enrevesados y antiguos, es que además no tenía magia, por lo que había tenido que pedir que por favor anclasen hechizos de limpieza en su habitación, y alguno para quitar el olor a establo.

A pesar de sus frustraciones con la responsabilidad de tener un ser vivo al que cuidar, no podía quejarse al respecto de sus cambios. No tenía una transformación de riesgo, no había cambiado demasiado físicamente y, además, había notado una mejora en casi todo. Había sido más paulatina que los demás cambios, pero la fuerza, resistencia y velocidad que había ganado no eran justificables a los meses de entrenamiento en la criba. Aquello era cosa de la Luna, y eso sí lo agradecía. No es que el pegaso fuera inútil, pero sin saber montar ni luchar desde él ni compenetrarse con el animal, aquellos cambios eran mucho mejores en el corto plazo.

La preocupación por los compañeros de Maciel y por Reina, de los que no sabían nada, pendía sobre su cabeza, pero tampoco es que pudieran hacer mucho por ellos si no sabían donde estaban. Al menos con los de la Sede tenían contacto, así que si había noticias serían conscientes de ellas. Amira se había planteado mudarse allí, porque sin magia no pintaba nada en una torre de magos, pero había el suficiente espacio para entrenar y casi todos sus compañeros de torreón estaban allí, así que optó por no mudarse.

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Aquel día estaba arrebujada bajo las sábanas, disfrutando del calor que la otorgaban. Vaguear por las mañanas era un placer que se había podido permitir de nuevo muy recientemente, y no dudaba en disfrutarlo. Solo salió ante los bufidos del pegaso.
—Sí, ya voy, ya voy —gruño suavemente mientras se levantaba.  

Tenía por costumbre guardar algo de comida para el caballo en la habitación, simplemente porque bajar y subir escaleras todo el rato era horrible. Si encontraba una manera de automatizar el darle de comer, le pediría a alguien con magia que lo anclase también. «Jodida Luna, yo no te pedí esta responsabilidad». Le acarició las plumas de las alas con cariño y, tras dejarle algo de comer, decidió bajar a desayunar ella también. Optó por ponerse unos vaqueros de una tela oscura y una camiseta de tirantes blanca, que había sacado de otra habitación y se había agenciado para ella.

En la cocina parecía haber bastante gente, así que saludó con un gesto de la mano y un “buenos días”. No quería interrumpir la conversación, y esperaba pillar el suficiente contexto de esta mientras se preparaba un té caliente.

A su orgullo le alegró saber que no era la única intimidada por la presencia del tal Heraldo o al menos eso creía; porque exceptuando a Chromsa nadie parecía muy dispuesto a darle conversación al ominario. Incluso si bien Kradko había preguntado algo, no había vuelto a abrir la boca y la clinger solía ser bastante curiosa por lo general. Si no fuese porque el fauno les había hablado de la tal Acromía en diversas ocasiones apenas habría sido capaz de entender una sola palabra de lo que el veterano estaba diciendo, y aún con esas no pretendía fingir que entendiese… algo acerca de las extrañas creencias de sus compañeros. Tampoco se había molestado en hacerlo, pero es que aquellos temas le parecían tan superfluos  y solían provocarle tal confusión que había decidido simplemente respetarlos, ya que parecían importantes para sus amigos, pero nada más.
—Yo pienso salir a buscarles —respondió con un leve reproche en su tono a la pregunta de Adam.
No entendía cómo el humano y el brujo de las hojas se hiciesen siquiera aquella pregunta, pero en cualquier caso no quería dar muchos detalles delante de un desconocido, pero tanto el pegaso como el resto sabrían de sobra a qué se refería.

Agradeció la breve interrupción que supuso la llegada de Amira y se acercó a ella para seguir desayunando, aprovechando que la valkyria empezaba a hacer lo propio.

Desde la metamorfosis, pasaron unas semanas en ese nuevo refugio, la Torre Serpentaria, en la que no podemos hablar de adaptación a la ciudad porque el hijo de lunas pasó la mayor parte del tiempo leyendo y meditando. Apilaba libros y apuntes sobre el proceso de transformación gracias a la Luna, las supuestas divinidades de los mundos vinculados y Rocavarancolia incluida, y también reflexionaba sobre los sueños durante la cosecha y su teoría al respecto de los dones de la Luna. Había llegado a un punto en que no se sentía muy seguro al hablar de las lunas como divinidades y en su lugar se refería a ellas como focos de energía superior. Una suerte de faros en el cielo cuya energía no se trataba meramente de luz sino capaz de despertar la magia o la naturaleza oculta de cualquier cosechado, independientemente del tipo de metamorfosis que sufriera. Así, había ido aceptando que no había sido elegido por motivos religiosos por sus Lunas sino que tan solo era pura "genética mágica" o "genemagia" (juraría haber leído ese término en la Biblioteca). Le costaría asimilarlo y desmontar tantas creencias que se había traído del mundo que le vio nacer, pero estaba confiado en que ese era el camino a seguir. Además, le ayudaba conocer otras religiones o mitos de otros mundos vinculados para desarrollar la idea de que todo aquello de fundamentaba en la imposibilidad de interpretar o alcanzar otro conocimiento más certero. Sobre dioses y diosas aprendían de mayores y ancianos por tradición, mientras que sobre la Luna Roja y la energía superior había verdaderos tratados científico-mágicos (y algunos también llenos de misticismo). Y para más inri, su metamorfosis estaba estrechamente vinculada con el estudio de la energía superior, así que definitivamente estaba en un camino más que adecuado. Se preguntaba si de haber pensado u opinado de otra manera le habrían causado rechazo sus dones, pero había llegado a la conclusión de que negar su naturaleza recién descubierta le parecía algo erróneo. Y qué diantre, siempre había sido muy curioso y todo aquello era una nueva aventura en la que se sumergiría de lleno.

Hablando de sumergirse, así empezaba su rutina diaria. No había cambiado en ese aspecto más que en la manera de hidratarse, ya que en lugar de con un pozo y un cubo ahora podía ducharse. El agua caía desde lo alto de un soporte que colgaba de la pared y le maravillaba cómo podría funcionar, pero no le habían dejado desmontar ninguna ducha. Por mucho que se lo explicasen, le habría gustado verlo con sus propios ojos.

Y eso había hecho esa mañana, darse una buena ducha antes de bajar a desayunar. Escuchaba voces desde la escalera y eso le sacó una sonrisa. Siempre le alegraba el día el poder bajar y ver a unos u otros sin las malas noticias o la urgencia o los miedos de vivir en Sendar. Poder ver a sus compañeros sanos y salvos, creciendo, desarrollando sus metamorfosis, pasándolo bien... A menudo incluso le emocionaba, para qué negarlo. Y aunque no siempre participaba en las conversaciones, le encantaba poder escuchar tantas voces y experiencias nuevas (siempre y cuando no fuera algo privado).

Cuando llegó, les sorprendió hablando así que saludó en voz baja para no interrumpir. Su sonrisa se ensanchó al ver a las amistades de su grupo y al grupo del otro torreón. Aún no había tenido oportunidad de acercarse más a ellos por estar sumido en sus pensamientos, pero tenía muchas ganas de conocerles mejor.

Mientras se servía desayuno en el mayor silencio que podían permitirle sus dedos palmeados y su piel húmeda, pudo discernir que el ochrorio se había cambiado el nombre de cara a desconocidos y que aquel otro ochrorio era su cosechador. El encuentro fue bastante apacible y el hijo de Lunas tan solo interrumpió para presentarse como los demás. Estaba demasiado ensimismado en entender algo, lo que fuera, de las palabras del veterano, y también sobre sus nombres. Imposible dar más de sí y participar en la conversación. Por el tono, creía que estaban hablando en términos espirituales, y le causaba curiosidad la "acromía" por el significado que intuía. Y además, sus nombres. ¿"Rocuo"? ¿"Padre" de quién? Eran términos extraños para él, uno incluso desconocido, mas sin embargo conocía bastante bien la importancia de los nombres y el esfuerzo que habrían puesto en dar con el suyo. Era tradición cambiar el nombre al transformarse, era consciente, y él mismo tenía dudas al respecto del destino del suyo. Tanto, que ahora pensaba que quizás tendría que volver a presentarse ante el cosechador una segunda vez si se lo cambiaba.

La conversación siguió avanzando mientras se llenaban y vaciaban los cuencos y platos del desayuno hasta llegar a un punto en que Pefka sí quiso unirse a la conversación. Si iban a ir a buscarles, un par de manos extra podrían serles útiles.
—Si lo veis oportuno, me gustaría acompañaros.

Necesitaba estirar las piernas para algo más que ir a la biblioteca y echaba de menos ir a explorar, pero no lo hacía por eso. Aquello no tenía nada que ver con ir a ver bestias por la ciudad desde lejos a resguardo con magia, ni siquiera a descubrir zonas nuevas, sino que buscaban a personas, sus compañeros, que habían desaparecido en una ciudad repleta de peligros. No era un paseo por calles que se sabría de memoria en poco tiempo, y quizás podría resultar un estorbo al grupo que saliera, pero necesitaba salir y hacer algo o se convertiría en una rana de biblioteca.

Heraldo le comprendía perfectamente, pues él mismo fue el primero en pecar de ser excesivamente formulaico tanto como transformado como durante sus primeros meses de transformado. Aquello también podía suponer un problema a veces, pero había aprendido. No es que sintiera que hubiera experimentado un cambio radical, pero habían cambiado pequeñas cosas. Especialmente en como se adaptaba a distintas situaciones e individuos.

—Por supuesto, lo comprendo —le respondió con tono suave—. Pero parece que hoy vais a tener un día ocupado, así que no voy a reteneros más. Podemos conversar cualquier otro día.

»Espero que tengáis suerte en vuestra búsqueda —les deseó brevemente. Aunque conociendo aquella ciudad...

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Tras estas palabras el ligeramente inquietante sacerdote se retiró. A la clinger no le pareció que fuera amenazador ni nada por el estilo, simplemente le inquietaba. Pero igual solo era su impresión. Fuera como fuera, había cosas más importantes en las que centrarse.

—A mí me parece bien que vengas —respondió a Pefka—. Yo diría... Diría que cuantos más seamos, antes les encontraremos.

No quería ni plantearse la posibilidad de que no fueran a encontrarles. O, menos aún, que no estuvieran vivos.

Pensó un poco en lo que iba a hacer con respecto al día, tenía cosas que hacer en cuanto a sus apuntes, leer unos pocos libros y…

El obvio reproche de Lethe le golpeó como un tren, tardando un largo segundo pero al fin y al cabo se percató del terrible desliz en sus palabras. Claro, los del Torreón Maciel, hay que buscarlos. De mirar a la enderth con los ojos como platos sorprendido por su propia espesura pasó a cerrar los ojos con fuerza, avergonzado. La rutina y el sueño han jugado mala pasada en lo que antes dijo, no quería pensar en que se estaba acomodando demasiado en comenzar su nueva vida. Por supuesto, hay gente ahí fuera que quizás estén en peligro.

—Olvidad lo que dije, por supuesto que voy a colaborar en la búsqueda —dijo con la mirada enfocada un poco en Lethe, con la que le daba la razón en lo que antes dijo, y luego al resto, más espabilado y sobre todo más centrado en lo que el tema concierne. No pudo evitar chasquear la lengua para sí, ¿en qué diablos pensaba con que “no recordaba nada en particular”?

En un principio no parecía que hubiera nada en especial para esa mañana, aunque Lethe se encargó de dejar presente uno de los planes del día. Por supuesto, aunque el brusco despertar había influido algo, el ochrorio no había olvidado que saldrían a buscar a los macieleros, solo que después de haberlo intentado durante días ya lo había asimilado como parte de la rutina. Chromsa intentaba mantener la esperanza de que los encontrarían tarde o temprano y con suerte sin ningún daño, pero con cada salida en la que no encontraban ni una sola pista de su paradero se iba haciendo más difícil no ponerse en lo peor. -Sí, hay que seguir con ello. Y desde luego cualquier ayuda es bienvenida.- afirmó siguiendo a las palabras de la enderth y respaldando a Kradko en su respuesta a Pefka.

Se giró después algo más relajado hacia Heraldo Rocuo para responderle: -¡Ah, claro! Me encantaría, si tienes tiempo. por supuesto. Como y he dicho suelo estar libre y no es que me aleje demasiado del torreón de momento, así que no debería ser difícil encontrarnos.- Luego inclinó ligeramente en agradecimiento y añadió: -Muchas gracias, eso esperamos. Ojalá la Acromía esté de nuestra parte con esta búsqueda.- A aquellas alturas iban a necesitar su intervención si no querían seguir buscando sin éxito durante semanas.

Fleur continuó tomando su desayuno sin decir ni una palabra más y cuando acabó de ingerir su manzana se limpió la comisura de los labios con delicadeza. Los ojos celestes de la francesa se posaron con una calma fingida sobre los del desconocido, y luego su mirada se extendió como un sendero difuso sobre el resto de los presentes, girando de un lado a otro para terminar en Chromsa, a quien observó con mayor atención. Desconocía el significado de la acromía y qué relación mantenía el nuevo fauno con aquel hombre, pero le aliviaba intuir que no era la única que no se sentía cómoda del todo. Heraldo Rocuo suscitaba curiosidad en la joven, no podía negarlo ya que afirmaba ser sacerdote. Pero algo en su haber o su existir provocaban en ella una sensación extraña y demasiado profunda como para entenderla.

Si bien se le daba muy bien no entrometerse en conversaciones ajenas y guardar silencio (llevaba haciéndolo toda su vida) no por ello a Fleur le pasaba inadvertido lo que ocurría a su alrededor. Percibió el leve reproche en el tono de Lethe y sintió algo de lástima por Adam, pero le sirvió para que su cuerpo y su mente se activaran. La prueba no había terminado, no estaban todos y ni ella ni sus amigos tenían pensado descansar hasta encontrar a los que faltaban. Le agradaba sentir que el sentimiento parecía ser compartido.

Con un gesto de la mano saludó a Pefka y se levantó alisándose la ropa.
—Iré con vosotros —dijo sin levantar mucho la voz pero con firmeza, a la propia joven le sorprendió su propia determinación y el hecho de que a diferencia del hijo de lunas ella no había pedido permiso. Aunque no es que lo necesitase, había compartido hogar con los macieleros y moría de ansias por encontrar su paradero.

A pesar de que su lenguaje corporal denotaba que estaba lista y preparada aquel que la mirara a los ojos sentiría como el miedo que albergaba se proyectaba en ellos como una vil sombra de duda. Algo le decía que necesitarían más que la suerte que Heraldo Rocuo les había deseado, o que la Acromía estuviera de su parte. Tendría a los desaparecidos en sus oraciones, pero honestamente, cada vez que rezaba recordaba a Iemai, y no sabía si a su amiga le habría servido de algo.

No tardarían en descubrir que el fracaso les esperaba tras cada calle y esquina.

La horus alzó la cabeza hacia Heraldo Rocuo, quien a pesar de la sensación que transmitía no parecía ser mala persona, para agradecerle sus palabras y también se dirigió a Pefka cuando este preguntó si podía unirse a la búsqueda.
—Tal y como dice Kradko —añadió tras la niña.
Asintió a Adam y Chromsa con una expresión más neutral, queriendo suavizar un poco el tono con el que se había dirigido al pegaso.
Agradeció así mismo silenciosamente que más gente, como Fleur, decidiese unírseles, aunque se sorprendió un poco de lo resuelta que sonó la humana en comparación a lo tímida que le había parecido hasta ese momento. Lo cierto era que tampoco había tratado tanto con ella como para conocerla muy a fondo, por lo que no le dio mucho pensamiento.

Por desgracia, a pesar de que formaban un equipo numeroso y decidido, ese sería otro día que tendrían que regresar a la Torre con las garras vacías.

Los demás dieron su visto bueno a que el Hijo de Lunas se uniera a la partida de búsqueda y Pefka se esforzó en poner de su parte todo lo que pudiera. Pero ni con todo el esfuerzo y habilidades del grupo pudieron dar con el paradero de sus compañeros. ¿Por qué y a dónde se habrían ido? La ciudad parecía más peligrosa ahora que se habían transformado y que ninguna ley les protegía y, quizás por ello, les habían concedido dos refugios para desarrollar sus habilidades nuevas. ¿Y entonces? ¿Por qué irse así? ¿Les habría pasado algo? ¿Serviría de algo buscarles, podrían hacerlo mientras aprendían cada cual lo suyo? Él estaba deseando perderse en los libros de magia pero también quería ayudar aquí y allá y relacionarse con los demás... Mucho por hacer, mucho por organizar... Pero al menos ya no tendría que preocuparse por la comida y también podía descansar un poco de todos esos meses.

Los que le rodearon en ese momento parecían dispuestos a ayudar a buscar a los desaparecidos. La ciudad puede ser peligrosa y hay que estar seguros de que andan todos bien. Incluso la francesa se ofreció y Adam asintió y le sonrió por ello, no pudo negar de que formó una agradable amistad con ella hace poco y notó su firmeza en sus palabras. Se sorprendió a sí mismo estos últimos días por lo rápido que conoció a tanta gente en un corto periodo de tiempo.

Ahí se motivó bastante, el sueño al fin se fue y las crecientes energías lo ayudarían a colaborar con la búsqueda con todo lo que podía ofrecer, una búsqueda que no resultó en éxito por desgracia y para mala suerte del grupo.

Maila se presentaría ante aquel extraño hombre, pero no participaría demasiado en la conversación. Por lo visto era bastante religioso, al ser miembro de una iglesia, y la hawaiana pensó que quizás se llevaría bien con Fleur. Después frunció el ceño algo enfadada consigo misma por tener esas ideas, se suponía que debía estar molesta con su amiga todo el tiempo, pero a veces no podía evitar comportarse como si no hubiera pasado nada entre ellas. Y eso la frustraba aún más.

La chica agachó la cabeza contrariada, sabiendo que tenían una charla pendiente, pero negándose a ser ella la que diera el primer paso. Siempre había sido muy orgullosa y esta vez no iba a ser la excepción. Menos aún cuando sabía que merecía una disculpa en toda regla.

Cuando salió el tema de ir a buscar a los macieleros Maila levantó la cabeza con interés. Tenían que encontrarlos por todos los medios, no sabían dónde estaban ni qué les había pasado. Después de un tiempo viviendo juntos les había cogido cariño y estaba preocupada por todos ellos. Agradeció que Heraldo Rocuo les desease buena suerte, y esperaba con todas sus ansias que la tuvieran en su búsqueda. Después se levantó con energía de la silla, deseando salir cuanto antes.

La intervención tan resuelta de Fleur no le pasó desapercibida.<<Ha cambiado mucho desde que nos conocimos...>> Pensó con una pizca de nostalgia. Rocavarancolia no solo la había apartado de su familia, de alguna manera también de Fleur. Quería pensar que si nunca se hubieran ido de la Tierra no se habría deteriorado esa amistad que tenían. La hawaiana se obligó a dejar de lamentarse por algo que no podía cambiar y volvió al cauce de la conversación.

-Yo también me apunto.- Les dijo al resto con una leve sonrisa y poniendo los brazos en jarra. La hawaiana saldría con la expectativa de tener éxito en su búsqueda, sin embargo aquel día volverían sin ninguna noticia de los macieleros y Maila empezaría a dudar de encontrarlos alguna vez.

El grupo de neotransformados no tardó mucho más en despedirse de Heraldo Rocuo y salir en búsqueda de los macieleros. Para desgracia de todos, fue un día con tan poco éxito como todos los intentos hasta ahora. Las preocupaciones tanto del ochrorio como el resto empezaban a ser muy altas.

Los dos meses siguientes fueron muy ocupados para el brujo fauno, tanto para bien como para mal.
Por el lado positivo de las cosas, seguía aprendiendo sobre su nueva vida y sus capacidades. Estudiaba con mucha frecuencia hechizos variados y ayudaba al resto que estuviera interesado en ellos. En especial dedicó una parte en especial a algunos hechizos curativos que le interesaban a Adam. El ruso se estaba esforzando mucho por aprender medicina y su pareja quería ayudarle dentro de sus posibilidades. También estuvo aprendiendo a su vez a manejar sus hojas y darles más formas. Buscó libros tanto en el torreón como en la biblioteca que le ayudaran y, con esfuerzo, ya empezaba a manejar con cierta soltura figuras sencillas. Todavía le quedaba mucho para llegar al nivel de Dama Equinoccio, pero ya era un comienzo bastante decente.

Después de entender la revelación que le había hecho la Acromía, Chromsa estuvo pensando mucho sobre qué debía hacer como Padre Foresta. No tardó en llegar a dos conclusiones: tenía que dejar por escrito las verdades de la Acromía para llevarlas a su mundo y debía buscar algo que fuera más acorde con su misión. Gracias a algunos de los veteranos llegó hasta la Boutique de dama Isis y, después de que le dieran unas condiciones similares a las que Krono le hizo a Kahlo para su brazo nuevo, le hicieran unas ropas nuevas que demostraban su cambio. Con sus nuevas prendas, que desde entonces llevaba casi a diario, comenzó a idear el libro de la nueva fe. El ochrorio no hizo demasiados avances, aunque buscó opiniones de distintas personas para contrastar sus propias ideas y teorías.

Con su nueva identidad y como forma de ir calmando sus impulsos de presa, Chromsa visitó varios lugares de la ciudad y conoció a más transformados. Además de la Boutique y a sus trabajadores, con las distintas "misiones" de Erknest conoció mejor el mercado y algunas tabernas, conociendo por el camino a gente cada vez más pintoresca que la anterior. Uno de los lugares que más le gustó fue un sitio totalmente nuevo, la Torre Doce. El pregón al respecto llegó un poco después de la noticia de que se había coronado a una nueva reina, cosa que le dio curiosidad a Chromsa por saber cómo era la nueva monarca y qué decisiones tomaría. La nueva biblioteca contaba con unas instalaciones que le encantaron al brujo, que pasó más de una tarde estudiando y practicando entre sus muros. Además de todo ello, no descuidó la relación con sus amigos de Silente y aprovechó para conocer mejor a los que se quedaron de Sendar.

Por la parte negativa, las búsquedas que hacían regularmente para encontrar a los macieleros no estaban llevándoles a ninguna parte. Era algo que les preocupaba a todos y Chromsa estuvo buscando algún hechizo que pudiera proporcionarles una pista de su paradero, pero no tuvo suerte. La angustia aumentó mucho cuando a todos los desaparecidos se le sumó la noticia de que tanto Neariel como Kolja habían dejado los refugios un día y no se les había vuelto a ver. Las búsquedas se intensificaron y pidió varias veces ayuda a Erknest, pero nunca había resultados. ¿Había acaso alguien que iba a por todos ellos? Ese pensamiento y otros peores empezaban a atormentarlo, aunque siempre intentaba sacar esperanzas para la siguiente salida.

Aquella mañana se había despertado algo mejor que los últimos días. El peso de la ausencia de los desaparecidos se estaba diluyendo y, aunque seguían buscando preocupados, el sentimiento de angustia fue reduciéndose lo suficiente para que no fuera una presión constante. Abrió el armario y se vistió con las prendas nuevas: un tabardo de tonos marrones decorado con algunas filigranas hechas con hojas secas finas, que iba encima de una camisa que dependiendo del día era de manga larga o corta y una capa con capucha hecha con hojas que había ido sumando a su colección. Le encantaba como había quedado y estaba orgullos de lo bien que le quedaba. Le faltaba un bastón acorde y sería definitivamente el Padre Foresta que buscaba la Acromía. -(Si Chrille me viera así...)- pensó con añoranza esbozando una sonrisa. -(Solo un poco más. Cuando todo esté bien por aquí iré a veros por fin)-

En cuanto estuvo listo salió de la habitación seguido de sus hojas y bajó al comedor a desayunar. -Buenos días.- saludó a quienes ya hubieran llegado.

Tras el nulo resultado de la búsqueda, Adam se enfrentaría a lo que iban a ser un par de meses extraños. Por una parte estuvo muy enfocado en sus estudios, cosa que Foresta a veces le facilitaba en el lado de la magia curativa. Al parecer lo que le dijeron era cierto, ser un pegaso le daba una capacidad asombrosa de aprender hechizos que estarían muy lejos de su alcance mágico en condiciones normales. No dominaba ninguno al cien por cien pero ese pequeño paso lo motivaba mucho a seguir estudiando, quería hacer uso de ellos con cabeza y teniendo un conocimiento previo de la anatomía y la fisiología en general.

Su cabello ya lo tenia bastante largo, tanto que tomó la decision de cortarlo al fin. La sensación de tener de nuevo un pelo corto lo alivió mucho, nunca se lo había cortado tanto. La primera ducha fue muy extraña notando la nuca tan recortada.

En ocasiones daba sus paseos, que aprovechaba para recolectar hojas secas. Tuvo sus ocasiones de mirar al cielo, a toda esa superficie aerea que algún día podría surcar con libertad. El pésimo intento que hizo recién transformado no le motivaba demasiado, una caida podría ser mortal. Sin embargo eso no le impidió acompañar a Fleur a una prueba de vuelo que ella mismo propuso. Básicamente la acompañó para ayudarla en el caso de que se torciesen las cosas. Por desgracia así fue y la mujer cisne tuvo una caida bastante mala que la dejó magullada. El pegaso intentó curarla pero aun no sabía hechizos tan avanzados por su cuenta, sumados los nervios del momento. Cargando al cisne se fue corriendo en búsqueda de alguien que pudiese ayudarla. Intentó ir adonde Enredo pero en el camino se cruzó un pequeño hombre vestido con un ropaje similar a los médicos que ayudaron durante la peste negra. Se presentó a sí mismo como Vesalio, un alquimista que tambien es curandero y se ofreció a ayudar de urgencia al malherido cisne. Sus intenciones fueron buenas, llevando a Fleur a su pequeño hogar a curarla. Su actuar hacia las heridas era frívolo y despreocupado, como si no le importase demasiado, además de que dependía mas de ungüentos y lógica que de símplemente magia curativa, que casi no usó hechizos. Fleur parecía sumamente agradecida pero había algo, una parte de ese doctor no le gustaba un pelo a Adam tal y como se presentó. Incluso Vesalio se rió indirectamente del ruso por su sueño de ser un buen médico y ayudar a la gente, ¿qué le pasaba a ese tipo?

Adam estuvo enfocado más que nunca en su formación médica por rencor al tipo ese, le iba a demostrar que el querer ser un médico no tiene nada de gracioso. En una de las ocasiones el fauno le preguntó por lo sucedido y para animarlo le obsequió al ruso una pequeña figura hecha de hojas, cosa que funcionó bastante y se la quedó, adornando el estante de su habitación. En mitad de la conversación, elogió la ropa nueva que adquirió. Le daba estilo y pegaba con su nuevo nombre que a Adam le costaba horrores decir cuando se dirigía al fauno. A Foresta, sin embargo, no parecía molestarle escuchar su antiguo nombre.

Entre práctica y práctica tuvo una grata sorpresa de parte de Lethe: ella le dijo que su transformación también otorga afinidad hacia los hechizos curativos. Eso a Adam le atrajo un montón la atención, poniéndose ambos de acuerdo para practicar juntos de vez en cuando y mejorar sus habilidades cosa que al pegaso le ayudaría bastante por tener a un igual en especialidad de hechizos.

Erknest estuvo al día con Adam y Foresta, llevando a ambos a algunas pequeñas misiones que al pegaso no le terminaban de cuajar del todo por la escasez de seriedad algunas veces. En algunas de ellas iba tenso, demasiado, como si se lo llevasen a un peligro inminente que, por suerte, nunca llegaba. Al menos servían para conocer mejor todo el lugar, incluido el mercado con todos sus puestos variopintos. Más de una vez le echaba ojitos a las mascotas que vendían en una pequeña tienda, siendo algunas monísimas. Vieron también la Torre Doce después del pregón que anunciaba su apertura, junto a la coronación de la nueva reina. El sitio era fantástico, de principio a fin. Se convirtió en poco tiempo en su sitio favorito para estudiar, había material de sobra para sus investigaciones.

Como si de un duro golpe de realidad se tratase, de un momento a otro no volvieron a la torre el ángel y, para la angustia de Adam, Kolja. ¿Dónde diablos ha ido? El primer día de su desaparición no se alarmó tanto, si bien estaba preocupado, pero al pasar tantos dias sin señal alguna le hizo temer lo peor. No podía quedarse de brazos cruzados, debía encontrarlos y, sobre todo, a su mejor amigo. Se lamentó de dejar el aprendizaje junto a Enredo pero quería dedicar más tiempo a la búsqueda, demasiadas personas han desaparecido y quería invertir su valioso tiempo en ellos, en ser de utilidad. No pararon la búsqueda, siendo más frecuentes, incluso le preguntaron a Erknest. No hubo éxito.

No estuvo de un humor particularmente bueno pero conservaba esperanzas en su maestro y amigo, no haría ninguna locura y menos sin avisar. Esa mañana decidió no pensar en ello, levantándose y vistiéndose como siempre, arreglado como un pincel con su camisa azul de manga larga, pantalón y zapatos.

—Buenos días —el pegaso ya estaba desayunando y saludó al fauno quien recién llegó.