Torre Serpentaria

La noticia sorprendió a la mayoría y Chromsa lo notó enseguida. Por supuesto esperaba preguntas, pero a medida que cada uno de sus compañeros hacía una distinta a continuación de la anterior lo desestabilizó un poco y los nervios volvieron contraatacaron a la solemnidad que había conseguido unos segundos atrás.

-¡Ah! Eh, gracias.- contestó a los halagos intentando no dejarse llevar por el nerviosismo. Con una postura más "relajada" y gesticulando más que al revelar su otro nombre, empezó a responder a las dudas enlazando la explicación de todas y mirando en el momento de su respuesta a quien había formulado cada una: -Veréis, lo del nombre es justo como ha dicho Fleur. Alguna vez me ha parecido escuchar que en otros mundos pasa algo similar, pero en Ochroria a los miembros de la Iglesia normalmente se les suele hablar con otra palabra que denote su cargo en vez de su nombre. Por ejemplo, a un sacerdote normalmente se le trata de "Padre". No es porque sea padre de nadie en principio, es algo más... figurado, sí.- Dudó un momento al buscar la palabra exacta, momento en el que bajó la guardia y casi comenzó a caminar de más por el salón. Por suerte, lo pudo controlar a tiempo y continuó: -Y claro, por supuesto que podéis seguir llamándome Chromsa. Quiero decir, es mi nombre y nunca voy a quitármelo. Padre Foresta es solo mi... eh... nombre religioso, por así decirlo. Prefiero que me conozcan por él el resto de habitantes con los que no hayamos tenido trato, nos podría ahorrar algunos problemas por si acaso.-

Habiendo terminado la mayor parte de la explicación, se acercó a la mesa pero sin llegar a sentarse por si tenían alguna duda más. Centrando la mirada en Adam (cosa que le ayudó a calmarse), les habló de su sueño: -Sobre el sueño... Era de un día antes de que llegara a la ciudad. Estaba paseando por el bosque con mi hermana Chrille y me preguntó por qué solo crecían árboles cerca del río. Al principio le di la explicación correcta, aunque como la vi un tanto decepcionada se me ocurrió una historia algo más fantasiosa. Le dije que un miembro de la Iglesia muy antiguo llamado Padre Foresta protegió un bosque de un gran incendio y los dioses le dieron poderes para que siguiera cuidando de ellos. Hasta ahora solo era un cuento que se me había ocurrido en el momento, pero después de que saliera la Luna y ver mis nuevas capacidades... estoy seguro de que era una señal de la Acromía. Aún no lo sabía, pero me estaba mostrando lo que me deparaba el futuro.. Durante ese rato las hojas se le habían acercado e, inconscientemente, se habían juntado creando lo que podría parecer un manto a medio formar.

El propio Adam pensó que lo mismo hizo demasiadas preguntas pero sumado al resto formuladas por sus compañeros y la ligera perdida de compostura de Chromsa hicieron que el pegaso sonriese a pesar de sus dudas con el cambio abrupto en el nombre de su pareja y el cansancio. Quizás el fauno no estaba acostumbrado a tanta atención y se le notaba por breves momentos nervioso.

De todas las preguntas esperó con ganas la respuesta de la de Lethe y Fleur. Esta última, de hecho, era bastante lógica dada la religión inculcada en el fauno y todo lo que rodea a Ochroria. Quizás su pareja haya dado algunos pasos con respecto a sus dudas pertenecientes a la Acromía. Pero lo que más le tenía intrigado era si tenía que llamarle “Padre” todo el rato. En el caso de que sí a Adam no le importaría respetar la opinión de su pareja pero si hay alternativa… sería mejor para su propio gusto.

Escuchó la respuesta y, de mientras, le dio vueltas a cambiarse su propio nombre. ¿Se daría el caso? No sabría decir que clase de nombre se pondría pero puede que sea un paso más a cambiar, ser alguien nuevo. La ciudad lo cambió mucho por dentro y por fuera, y además contaba con muchos amigos, una familia como tal e incluso alguien a quien amar. ¿Quizás sería un tostón para el resto? Ya sus propios pensamientos sobre el lio de llamar a su pareja “Foresta” o “Padre Foresta” lo impulsaron a pensar así. Ellos conocen a un chaval llamado Adam… al menos lo suficiente.

Lo del nombre se quedó en un “título” o algo similar. Quiere que lo conozcan a partir de ahora el resto de desconocidos por su nuevo nombre y Adam asintió a ello, de acuerdo con lo que el ochrorio dijo.

Finalmente Chromsa o ya el recién nombrado Foresta se impulsó a hablar de su sueño. Mientras hablaba Chromsa miró a Adam el último le devolvió la mirada, sereno, buscando trasmitir en él que podía hablar sin el peso del nerviosismo. Su sonrisa se dibujó aun más cuando mencionó a su hermana y la ligó a una historia que el denominó fantástica. No podía ser de otra manera, se puso el nombre de un miembro eclesiástico que se inventó. Lo relacionó a una revelación de la Acromía pero Adam lo interpretó como algo muy tierno por el detalle de su hermana y la historia que se le ocurrió.

—Eso es mucha casualidad, desde luego —aderezó Adam sonriendo con calidez, con las mejillas algo encendidas por lo que pensó antes y la mirada constante de su pareja—. Verás lo contenta que se pone Chrille cuando sepa de lo que eres capaz. ¿Y no tienes muchas hojas encima a todo esto? —señaló las hojas que se posaban en su cabeza y hombros, no sabiendo si lo hacía a consciencia o no.

Heraldo Rocuo casi nunca descuidaba sus rutinas mañaneras.

Conocía naturalmente que podía reemplazar muchas de sus actividades con el don y este sin duda le facilitaba la vida en múltiples ocasiones. Sin embargo, siempre había valorado el mantenerse en buena forma física. Por ello, en aquel momento se hallaba corriendo, como hacía cada mañana. Una actividad que a esas alturas necesitaba más mentalmente por puro hábito. Además, le suponía una oportunidad excelente para organizar sus pensamientos y prepararse para el resto del día.

Aquella mañana en específico se hallaba pensando en la que potencialmente fuera a ser su futura vivienda. Entre las múltiples edificaciones abandonadas de la ciudad, encontró una que satisfacía sus expectativas. La casa era extremadamente sencilla, como si intentara activamente no destacar al lado de un jardín que se encontraba ya completamente asalvajado. Este último era realmente lo que le importaba. Tenía planes.

Sus pensamientos se vieron interrumpidos cuando iba a entrar en Serpentaria. Oía voces desconocidas procediendo de uno de los salones, las cuales dedujo que debían pertenecer de los nuevos bendecidos. La ropa deportiva con la que vestía en aquel momento no era cómo prefería presentarse, pero tampoco encontraba ningún motivo para evitar el encuentro. Entró justo cuando una clinger hablaba al resto.

—Ualaaa… ¿Qué sueño más raro, no? —sus alas no eran claramente las habituales en un clinger. Parte de sus cambios, supuso.

El ochrorio no pudo evitar notar que el ochrorio que cosechó se encontraba en el salón. Se alegraba, pero también era consciente de que la situación podría tensarse. También tenía la sensación de haber llegado en medio de algo. Aunque, por otro lado, ya era tarde para volverse atrás. Aun así, prefirió preguntar.

—¿Interrumpo algo?

Incluso para alguien poco perceptivo como la enderth era evidente que Chromsa estaba nervioso. Probablemente porque ya estaba acostumbrada a los manierismos de sus compañeros y ya no le costaba tanto leer el lenguaje corporal de otras especies tan distintas. El comentario de Fleur le hizo fruncir el ceño para sí. Si la humana creía que se trataba de una pregunta pertinente, había una probabilidad bastante alta de que sí se tratase de algo relacionado con las creencias del ochrorio. Si no fuese porque no tenía forma de asociar el término “padre” con nada más que el único significado que conocía, de hecho posiblemente ella misma lo hubiera supuesto. A Lethe le levantaba dolor de cabeza intentar comprender las diversas movidas religiosas de sus compañeros, pero había aprendido que para algunos eran realmente importantes y simplemente había optado por no opinar al respecto. Más raro que el extraño apego que parecían sentir algunos por los cadáveres no podía ser, en cualquier caso.

<<En qué percales se meten estos mamíferos>> no pudo evitar pensar, no obstante, al escuchar la explicación del fauno acerca del significado de su nombre. Le alivió saber que podía seguir llamándole Chromsa y realmente era lo único que le importaba: si el brujo era feliz con su “revelación”, era asunto suyo. El tema del sueño le resultó, irónicamente, más fácil de comprender, pues ella misma había tenido un sueño que había predicho cosas. Por ese motivo miró brevemente a Maila de forma un tanto disimulada, antes de volver a centrar su atención en su compañero.
—Está bien, lo comprendo —dijo únicamente una vez finalizó su explicación—. Prometo tratar de no olvidarme de emplear tu nuevo nombre ante desconocidos.

Pero entonces, como si de una invocación se tratase, un habitante de la torre al que apenas había visto irrumpió en la cocina. Se le podía reconocer como ochrorio, pero su rostro y su voz eran extraños. Producía, además, una sensación difícil de describir para la horus y por ello nunca se había acercado a él las pocas ocasiones que lo había avistado de lejos. Estaba segura de que si se hubiese topado con él antes de ser convertida por la Luna habría salido corriendo en dirección opuesta con las plumas erizadas y escalofríos por todo el cuerpo.
—Eh… Creo que… ¿no? —respondió a su pregunta con un interrogante, mirando en dirección a Chromsa.

Fleur asintió, complacida. En efecto, tal y como decía el ochrorio en otros mundos la palabra "Padre" denotaba un cargo superior de carácter religioso. Sin ir más lejos el suyo propio, aún recordaba al cura de su convento o la formalidad y sumisión con la que debía dirigirse a la madre superiora. El hecho de que Chromsa hubiera incluido algo así dentro de su nombre le resultó pretencioso a la par que agradable, probablemente por la nostalgia de recordar a aquella chica tan devota y pura que la ciudad se había encargado de matar lentamente, como un veneno.

Con escucha activa y mirada atenta la francesa prestó atención al sueño del brujo, el cual parecía profetizar algo de lo que un día sería su don. Aquello le hizo reflexionar. ¿Había algo de su transformación antes de salir de la cáscara? Bueno, lo cierto es que nunca había tenido ganas de volar por muy acostumbrada a los aviones y vuelos que debía coger por su familia. Lo que sí se encargó su entorno de hacerla sentir era atrapada, pero la ciudad le gritó durante meses a los cuatro vientos que ella no pertenecía a ningún sitio. Tampoco a Rocavarancolia, ni Francia o Lyon. Ella sería de donde quisiera ser, era libre. Solo tenía que encontrar a qué lugar quería pertenecer.

Sí, Fleur Camus había muerto, la mató Akeyo Kau con promesas de un mundo mejor. ¿Por qué llevar el nombre de un cadáver, entonces?

Mientras sus pensamientos divagaban por las callejuelas más oscuras de su mente un desconocido irrumpió la conversación, tenía un aspecto muy extraño y en ella surgió una sensación desconcertante. Un picor leve acarició su nuca, recordándole el recelo que sentiría siempre ante cualquiera que no hubiera compartido criba. Se quedó en silencio, tras las palabras de Lethe. Únicamente se recordó que si se dirigía a Chromsa en presencia del hombre debía ser como Padre Foresta.

Maila escuchó muy interesada el sueño de Chromsa y su motivo para escoger aquel nuevo nombre. A la hawaiana le pareció una historia muy bonita, no el hecho de que el Padre Foresta ayudara al bosque, sino que fuera un cuento que se hubiera inventado para su hermana. Parecía cosa del destino que después se hubiera transformado en un brujo de las hojas, aunque ella no creía en cosas como tal.

La chica hizo una mueca algo nostálgica, al recordarse contándole cuentos a sus hermanos por la noche. Puede que Api no se las creyera por ser un poco más grande, e incluso que refunfuñara con tener que escucharla, pero a Maila le encantaba ver las expresiones de Mana y Arthur asintiendo con fuerza a cada una de sus frases. Sus ojos se iluminaban, llenos de emoción e inocencia, y aunque solo durara unos minutos eran instantes que para ellos dos la magia era real. Como le había pasado a ella misma de pequeña, al oír los mitos que relataba su madre.

Esas historias eran el legado que les había dejado a sus hijos antes de que se marchara en aquel terrible accidente. O al menos así era como lo había querido interpretar Maila. En aquellos instantes solo sabía que los echaba mucho de menos y que tenía que volver a casa lo antes posible. Tan rápido como pudiera. Se lo debía a ellos por haberles fallado y abandonarlos.

Cuando entró aquel desconocido la hawaiana estaba algo ausente, con la mirada perdida y su mente en otra parte. En otro mundo. Pero fue suficiente para sacarla de su trance y prestar atención a lo que acontecía en aquel momento. No dijo nada, ya que era decisión de Chromsa si quería seguir hablando de ese tema en presencia del extraño. En cambio se irguió un poco en su silla, expectante.

Después de haber explicado sus razones para haber tomado aquella decisión, se alegró de que sus amigos lo entendieran y aceptaran. El ochrorio sabía que podía ser un cambio complicado después de tanto tiempo, incluso consideraba que a él mismo le costaría presentarse así ante gente nueva, pero aquello ya era un primer paso. Sobre todo los comentarios de Adam y Kradko le hicieron sacar una sonrisilla y se justificó quitándole peso al asunto mientras se rascaba ligeramente la cabeza: -Bueno, tampoco es demasiado raro, creo. Más que un sueño era un recuerdo, aunque sí que lo de que fuera una señal llama la atención.-

Cuando su pareja mencionó a su hermana no pudo evitar pensar en ella. Desde luego iba a ser curioso aparecer por casa y decirle a Chrille que ahora su hermano era el personaje del cuento que le contó. Se la imaginaba emocionadísima por toda la casa, repitiendo con entusiasmo una y otra vez a sus padres que su hermano era el Padre Foresta... Aunque claro, todavía estaba el detalle de lo que pensarían de sus cambios físicos. Chromsa se ensombreció un poco cuando llegó a ese pensamiento, aunque por suerte lo siguiente que dijo el ruso le sacó el tema de la cabeza. -¿Cómo dices?- preguntó para acto seguido mirarse los hombros y girarse para ver. Llego a notar como las hojas se movían cerca de él, pero cuando se giró ya se habían dispersado. ¿Por qué habrían hecho eso? -Eso parecía, aunque no se el motivo. Normalmente se quedan dan...- comenzó a responderle hasta que escuchó algo.

Estaba sumido en sus pensamientos cuando escuchó la puerta abrirse, aunque no le dio demasiada importancia. Sin embargo, esa voz le resultaba muy familiar. O mejor dicho, voces. Chromsa no tardó en mirar hacia la figura que estaba cerca de la entrada. No se esperaba para nada esa ropa y juraría que la cara no era la misma, pero era ochrorio y esa voz se parecía demasiado para que fuera coincidencia. Con los ojos como platos preguntó: -U-un momento. ¿E-eres... Heraldo Rocuo?- Se acercó un par de pasos y lo miró rápidamente de arriba a abajo por si encontraba algún detalle más que le asegurase su identidad. -Se que fue hace bastante cuando lo vi, pero su voz... ¿Es usted de verdad?- volvió a preguntar esta vez retomando la cortesía. No lo tenía claro, pero en su interior esta cada vez más convencido de que era él y, si de verdad lo era, había llegado justo en el mejor momento. La Acromía le sonreía de nuevo.

Chromsa como tal pareció no haberse percatado de la extraña capa que se estaba formando en sus hombros y fue girarse el ochrorio y todas aquellas hojas decidieron dispersarse. Adam puso cara de impaciencia, por nada no vio ese fenómeno y al propio pegaso le estaba gustando y todo como le estaba quedando.

El sonido de la puerta le llamó la atención, esperando a que bajase alguien más que conociese pero para su sorpresa era otro ochrorio aparentemente normal. El desconocido se presentó pero Adam se quedó analítico con los párpados abiertos. No era como Erknest que siquiera tenía un aire a la forma de la especie de Chromsa, ese hombre era un ochrorio, ochrorio. El ruso prefirió no contestar a lo que preguntó, mirando de reojo a Chromsa y justificando su silencio por no decir nada fuera de lugar. Ahí estaba el hombre que trajo su pareja a la tierra que tenía bajo sus pies.

Por supuesto, el chico le había reconocido. Por mucho que su rostro y sus ropajes fueran distintos, su habla era inconfundible. De primeras, no le pareció detectar animosidad alguna en el que fuera campesino. De hecho, incluso se le acercó a inspeccionarle.

—Estas en lo cierto. —Aprovechó para presentarse también al resto—. Soy Heraldo Rocuo, sacerdote de la Iglesia Espiritual y ominario.

Se preguntó si les habría hablado de él. Estaba claro que lo recordaba bien, así que probablemente había hablado a sus compañeros de torreón sobre él.

—¡Ajá! —Exclamó de repente la clinger de las alas de lepidoptera. Parecía que, en efecto, había oído sobre él. —Tu eres el que trajo a Chroms…eeeh… Padre For…¿tesa? ¡Foresta! ¡Tú le habías traído a la ciudad!

—Sí. —La miró confuso un instante hasta que creyó entender el repentino cambio en el nombre—. Eso es correcto.

El ochrorio observó con cautela las reacciones del resto. Sabía que se encontraba en una situación que podría ponerse de incómoda a desagradable en cualquier momento. No le resultaría extraño que alguno de los recién transformados guardase algo de rencor a los que les habían convencido para ir a Rocavarancolia. A pesar de que, al fin y al cabo, esta ciudad era tan parte de su destino como la misma Acromía.

Estaba claro que no era la única que notaba algo extraño respecto a aquel otro ochrorio, pues solo el propio Chromsa abrió la boca durante un buen rato. Aunque tampoco era extraño: al parecer aquel había sido el hombre que lo convenció para ir a la ciudad, así se lo confirmó a Kradko. No pudo evitar recordar al mamífero emplumado. ¿Viviría en el otro refugio? En la Torre Serpentaria desde luego no creía que estuviese: le parecía muy improbable que ni siquiera lo hubiese visto de lejos con lo grande que recordaba que era, al igual que ya se había cruzado con el tal Heraldo Rocuo. <<Vaya nombrecitos se ponen estos ochrorios…>>, no pudo evitar pensar. ¿Y qué era eso de “ominario”? Teniendo en cuenta de que se trataba de un palabro que jamás había oído, suponía que era el nombre de su transformación, aunque bien podía ser también parte de la movida religiosa que había añadido de la cual tampoco entendía un cachalote.

El hombre parecía igual de poco hablador que de malrrollero, respondiendo escuetamente a lo que se le había dicho y amplificando aquella sensación. Aunque tampoco estaba segura de que más palabras le hubiesen ayudado a quitarse aquella sensación, pues había algo decididamente extraño en la forma en la que hablaba. Aunque al mismo tiempo… no sabía cómo definirlo exactamente, pero parecía como la persona perfecta para dar un discurso, por muy paradójico que sonase. Como mínimo sería difícil dejar de prestarle atención.

—Ehm… Yo soy Lethe. Todos somos compañeros de criba de Chr…Padre Foresta —consiguió articular finalmente.
Había aprendido sobre el término “criba” hacía poco. Al parecer a alguien le gustaba regodearse con los términos que indicaban que no eran más que indefensos peces que tenían que ingeniárselas para escapar de la red… Normalmente por pura suerte.

La respuesta del visitante caló en el ochrorio rápidamente. Allí justo delante estaba Heraldo Rocuo, la persona que lo trajo a aquel lugar. Tenía mucho que decirle, pero... ¿Qué exactamente? Tenía tantos motivos para agradecerle lo que había hecho como para recriminárselo y no sabía decidir qué pesaba más. De momento se limitó a exclamar: -¡Dichosa sea la Acromía! No sabía si volvería a verle.-

Sus amigos también se unieron a la conversación y, aunque les costó, se refirieron a él con el nuevo nombre. Realmente conocía al ochrorio, aunque entendía la reacción del resto. Con todo ello, Chromsa hizo varios apuntes en un tono cortés pero acogedor: -Exacto, somos los nuevos ciudadanos. La mayoría estamos aquí, el resto se han quedado en la Sede. Y, como ha podido comprobar por mis compañeros, he cambiado de nombre. Justo de eso estábamos hablando ahora cuando ha llegado, de hecho. En principio es un nombre solo para hablar con desconocidos, así que si recuerda mi otro nombre no tengo problemas en que lo use- No tenía claro de si se acordaría o no, pero teniendo en cuenta que fue el primer rocavarancolés que conoció no le importaba que usara su nombre de siempre.

Aquel que se presentó como Heraldo Rocuo confirmó su estatus como parte de una Iglesia Espiritual. El pegaso no estaba demasiado puesto en detalles sobre la estructura eclesiástica de Ochroria por lo que se centró en la parte de que se introdujo como un “ominario”. ¿Sería una transformación más que no conocía? A simple vista no había nada raro pero le llamó la atención que Chromsa no lo reconociese de pirmeras. No estaba tan oscuro ni tampoco pensaba que su pareja tuviese la vista lo suficientemente borrosa como para no visualizarlo bien, el fauno tendría que recordarlo por fuerza.

Adam se quedó mirando al fauno mientras hacía de mediador, al mismo tiempo que miraba a Heraldo Rocuo medio vigilándolo por acercarse a Chromsa para observarlo.

—Esto… Yo me llamo Adam, un gusto conocerlo —siguiendo el ejemplo de la Horus se presentó con calma buscando un hueco en la conversación para ello, alzando su palma y levantando sus comisuras. Su pelo y postura sentado eran un desastre, estaba parpadeando demasiado producto del sueño y, al menos, tuvo la decencia de tapar su boca en mitad de otro bostezo, maldiciendo su suerte por tener el peor despertar de su vida ante una persona importante para su pareja.

Fleur no tardó en darse cuenta de que aquel hombre le creaba una sensación extraña, como si tuviera ante ella algo enorme que no pudiera abarcar o comprender. Se removió en su sitio algo incómoda, mientras continuaba desayunando con pudor.

—Mi nombre es Fleur —musitó de manera breve y solo por cortesía, ya que sus compañeros se estaban presentando. Por mucho que hubiera querido zafarse de una conversación a la que no pertenecía las palabras escogidas que se daban en ella provocaron un efecto inmediato. ¿Qué era un ominario? ¿Un sacerdote en la ciudad? ¿En Rocavarancolia existían iglesias o credos?. Miró a Maila de reojo, sin atreverse a interrumpir a Chromsa, quien parecía muy emocionado por el encuentro.

El ochrorio echó un vistazo general a los presentes en la sala. «Compañeros de criba… Por supuesto». Todos eran evidentemente nuevos en la Torre, pero más allá de eso Heraldo observó sus expresiones y se preguntó cuánto habrían cambiado en aquellos meses. Y, sin duda, cuánto cambiarían desde entonces. Pensó brevemente en su propia experiencia y en cómo sus amigos y él experimentaron aquella ciudad. Pero por los dioses que demostraron ser dignos, tal como aquellos que tenía delante.

—Padre Foresta, ¿eh? —No pudo evitar esbozar una muy ligera sonrisa en su rostro normalmente inmutable. Tenía claro a que clase de figura paternal se refería—. Parece que tú y yo tendríamos cosas de las que hablar, si te apetece en algún momento.

»No me importa usar cualquiera de tus nombres, ciertamente —puntualizó—. Y por favor, no es necesario que me trates de “usted”. Al fin y al cabo, todos somos iguales en la acromía.

Quería decirles algo a todos, pero no sabía el qué. Palabras de ánimo, de consuelo, de bienvenida. De perdón incluso. Nada le parecía apropiado. Además, seguía teniendo la impresión de haber interrumpido alguna conversación. Sin embargo, les dejó algo de tiempo por si querían decirle algo específico antes de retirarse.

Si ya la situación le había emocionado en cierto grado, la ligerísima sonrisa del ochrorio al decir su nuevo nombre lo animó aún más. Era cierto que apenas lo conocía, pero aun así intuía que no era una persona que sonriera por cualquier cosa. El resto de lo que dijo el sacerdote terminó de hacer que el nuevo nerviosismo de Chromsa saliera a flote aunque fuera momentaneamente. Se sintió algo avergonzado (lo que se reflejó tanto en él como en las hojas) por haber sido demasiado cortés, aunque la mención de la Acromía le hizo espabilar. -Muy cierto- comentó con una sonrisa en la que todavía quedaban restos de la vergüenza anterior. El brujo siguió hablando y volviendo a una compostura más tranquila: -Y perdona, es la costumbre. Todavía no conozco a demasiados ciudadanos, pero con todos estos meses aquí creo que es mejor ser más educado que de costumbre con los desconocidos por si acaso.-

Tras ello continuó algo animado: -Y claro, me encantaría hablar contigo. Al fin y al cabo hace mucho desde que nos encontramos y aun tengo algunas dudas con la ciudadanía. En principio suelo estar libre, así que podríamos hablar cuando te venga mejor. Ahora mismo no sabría decirte, la verdad es que he tenido un despertar algo brusco y no recuerdo si teníamos algún plan hoy...- Diciendo esto último miró a sus compañeros, por si alguno sabía darle una respuesta.

La propuesta de Heraldo Rocuo se le hizo lógica al ruso por ambas partes. Su pareja querría habla con quien le cosechó y con razón, además de que parecía una autoridad en la iglesia que venera a la Acromía. Por otro lado, si estuviese en el lugar de Heraldo, el ruso no dudaría en tener una charla con la persona que llevó a un mundo peligroso y entre ochrorios deben de entenderse bien.

—Ehh… Por planes yo no recuerdo nada en particular, ¿llegamos a acordar algo para hoy chicos? —preguntó mirando al resto y luego a Chromsa, encogiéndose de hombros.

Por su lado no iba a ser demasiado creativo invirtiendo su tiempo pues haría lo de todos los días.

Habían sido unos días jodidos. La maldita Luna le había dado una responsabilidad enorme que ella no había pedido. Si no había querido un perro por no tener que sacarlo a pasear, que le hacía creer al pedazo de piedra espacial ese que, de todas las cosas, quería un maldito pegaso. No solo es que tuviera que aprender a cuidarlo a base de manuales enrevesados y antiguos, es que además no tenía magia, por lo que había tenido que pedir que por favor anclasen hechizos de limpieza en su habitación, y alguno para quitar el olor a establo.

A pesar de sus frustraciones con la responsabilidad de tener un ser vivo al que cuidar, no podía quejarse al respecto de sus cambios. No tenía una transformación de riesgo, no había cambiado demasiado físicamente y, además, había notado una mejora en casi todo. Había sido más paulatina que los demás cambios, pero la fuerza, resistencia y velocidad que había ganado no eran justificables a los meses de entrenamiento en la criba. Aquello era cosa de la Luna, y eso sí lo agradecía. No es que el pegaso fuera inútil, pero sin saber montar ni luchar desde él ni compenetrarse con el animal, aquellos cambios eran mucho mejores en el corto plazo.

La preocupación por los compañeros de Maciel y por Reina, de los que no sabían nada, pendía sobre su cabeza, pero tampoco es que pudieran hacer mucho por ellos si no sabían donde estaban. Al menos con los de la Sede tenían contacto, así que si había noticias serían conscientes de ellas. Amira se había planteado mudarse allí, porque sin magia no pintaba nada en una torre de magos, pero había el suficiente espacio para entrenar y casi todos sus compañeros de torreón estaban allí, así que optó por no mudarse.

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Aquel día estaba arrebujada bajo las sábanas, disfrutando del calor que la otorgaban. Vaguear por las mañanas era un placer que se había podido permitir de nuevo muy recientemente, y no dudaba en disfrutarlo. Solo salió ante los bufidos del pegaso.
—Sí, ya voy, ya voy —gruño suavemente mientras se levantaba.  

Tenía por costumbre guardar algo de comida para el caballo en la habitación, simplemente porque bajar y subir escaleras todo el rato era horrible. Si encontraba una manera de automatizar el darle de comer, le pediría a alguien con magia que lo anclase también. «Jodida Luna, yo no te pedí esta responsabilidad». Le acarició las plumas de las alas con cariño y, tras dejarle algo de comer, decidió bajar a desayunar ella también. Optó por ponerse unos vaqueros de una tela oscura y una camiseta de tirantes blanca, que había sacado de otra habitación y se había agenciado para ella.

En la cocina parecía haber bastante gente, así que saludó con un gesto de la mano y un “buenos días”. No quería interrumpir la conversación, y esperaba pillar el suficiente contexto de esta mientras se preparaba un té caliente.