Torre Serpentaria

No tardó mucho en estar acompañada en la sala. El que había llegado era Kolja, que también parecía haber disfrutado del agua caliente ilimitada.
—Ah, hola. Pues… sobre monturas predestinadas y como cuidarlas y eso. Es la primera vez que voy a tener que cuidar de un animal, así que voy a tener que investigar bastante —sonrió, algo nerviosa. Fuera de lo mucho que molaba tener un animal que podía volar como compañero, la daba algo de ansiedad el poder cuidar de él. No parecía muy distinto de otros caballos, lo cual hubiese sido un consuelo de no ser por el pequeño detalle de que ella no sabía absolutamente nada sobre caballos.

»Y tú, ¿buscas algo concreto? Puedo ayudarte si es lo que necesitas. —se ofreció —Ah, ¿encontraste tu transformación? No sé si me enteré de lo que eres o lo que puedes hacer…

Habían encontrado la gran mayoría, y aunque no había leído en profundidad al respecto de ellas sabía un poco las cosas que sus amigos habían mencionado. Por un momento pensó en Luci, y en que él no quería compartir nada de la suya. Tal vez le pasase lo mismo a Kolja. «Agh, mierda. Espero que no sea eso».

Luci despertó de pronto con el sonido de un trueno. No podía saber cuánto había dormido, pues fuera el cielo seguía encapotado y la luz roja seguía llenándolo todo. Ya que nadie había ido a buscarle supuso que no mucho. Se desperezó. No se había quitado ni las botas antes de quedarse dormido. Lo hizo en el momento, y se quitó el gorro también de paso. No tenía valor para enfrentarse ni al libro de transformaciones ni al exterior, así que se puso a deshacer su escaso equipaje.

Dejó la taza de la suculenta en la mesa y su daga al lado. El lubricante, las zapatillas, que se puso inmediatamente, su pijama… Se sintió un poco ridículo viendo todos los botes de miel apilados sobre el escritorio. Ahora tenían una despensa llena con toda la miel y dulces que necesitaba, pero claro, ¿cómo iba a saber él eso cuando salieron del torreón? Decidió que se quedaría la miel en el cuarto para picotear, pero los botes de mermelada los repartiría entre sus compañeros. Ellos habían participado tanto como él preparándola, por lo que no le parecía correcto acapararla.

A continuación vació el baúl en parte para hacer sitio a su pijama en parte para deshechar la que no le gustaba. La ropa allí estaba en mejores condiciones, pero seguía siendo igual de fea. Tuvo una pequeña trifulca con el baúl a la hora de volver a guardar lo que había seleccionado, pues el mueble no paraba de cerrarse cada vez que metía una prenda. Cuando casi se cerró con la mano de Luci dentro, este perdió la paciencia.

-¡Estate quieto o voy a hacer leña contigo! -gritó. Estaba demasiado cansado para aguantar tonterías de un objeto inanimado, por muy mágico que fuese.

Al final el baúl y Luci llegaron a una tregua, y con el cuarto recogido el daeliciano decidió sacar la ropa rechazada y dejarla en alguna zona de almacenaje comunitaria para que la usase otra gente. De paso miraría si encontraba alguna prenda más que le gustase. La tarea lo mantuvo entretenido el tiempo suficiente como para que volviese a darle hambre, pero al parecer no para que sus compañeros regresasen de su excursión. A pesar de que sabía que no todos se habían ido no quería molestar al resto, y tampoco le apetecía vagabundear mucho por la torre así que acabó volviendo a su cuarto y atacando uno de los botes de miel. Esta vez sí se atrevió con el libro de transformaciones, y lo que leyó siguió sin gustarle un pelo. Aun con todo el desagrado que le causaba se empapó bien de la información. Le gustase o no, esa era su nueva forma, y conocerla bien iba a ser una cuestión de vida o muerte.

<< Voy a tener que buscar más libros >>

Habiendo dejando todo el mundo claro que debían tener cuidado con los dos pegasos, el ochrorio puso su atención en la varmana. Entendía sus dudas, al fin y al cabo su instinto le había estado dando problemas desde el minuto uno. Buscando las palabras tanto Lethe como Nea se adelantaron y Chromsa no pudo estar más de acuerdo con ambos. -Exacto. Llevamos muy poco tiempo con estos poderes, pero seguro que con práctica no tardarás nada en dominarlo.- añadió con su habitual amabilidad.

Siguieron en marcha hacia los torreones, aunque Lethe sugirió proteger a Adam sin que fuera muy evidente. El ochrorio no dudó en ponerse cerca del ruso, aunque con una pequeña distancia para mantener oculta la intención del grupo. Le reconfortaba ver el buen humor de su pareja después del miedo que tenía con su transformación.  Con suerte llegaría el día en que no tuvieran que preocuparse de que fueran a hacerle daño, o al menos que fuera muy poco probable.

Continuaron un trecho juntos hasta que Neariel se tuvo que despedir para volver a la Sede. -Hasta pronto. Y ten cuidado, aunque confío en que no te pasará nada.- se despidió del ángel con una sonrisa. Siguieron su camino y un rato después ya estaban frente a la Torre Serpentaria. El último tramo le había resultado raro al brujo. Estaba acostumbrado a Silente, por lo que ahora volver al nuevo torreón se le hacía extraño. Por supuesto nada que no pudiera solucionarse con un poco de tiempo, pero tras todo el tiempo allí...

Tras entrar, Chromsa no tardó en alzar la voz por si sus compañeros estaban por las plantas cercanas: -¡Ya hemos vuelto!- Estuvo tentado usar la ampliación de sonido formando un círculo con sus hojas, pero no era buena idea molestar a los demás habitantes del torreón.

-Hmm, tengo que admitir que yo tampoco he tenido nunca una mascota, cabalgar es un hobby muy común en el norte de Alemania y tenía varios compañeros de clase que tenían caballos propios, pero yo nunca llegué a interesarme por el tema, ya tenía mi tiempo completo con los combates medievales y la forja- contó mientras seguía mirando los libros en las estanterías.

-No busco nada concreto, no, simplemente razoné que en un mundo con poderes sobrenaturales como este deben de utilizarse diariamente, tanto en el hogar como el trabajo, y que si de verdad quería conseguir un curro tendría que empezar a familiarizarme con mi nueva magia y otras habilidades- respondió a la pregunta de la chica. -Así que eso, estaba buscando un libro de magia que me pareciera interesante.

Ante la siguiente pregunta de Amira se volteó extrañado.

-¿No la leiste? Dejé el libro en el que venía abierto por la página en la que estaba por si a alguien le interesaba leerla -admitió.- Pues al parecer la luna esa ha tomado el amor por mi oficio y lo ha plasmado en mis carnes, soy, literalmente, una forja humana- dijo con una media sonrisa sarcástica.- Al parecer tengo un nuevo organo que produce una ceniza de hierro y soplando puedo darle forma para crear armas y armaduras, más ligeras que si estuvieran hechas de hierro normal. Debe de ser un proceso que requiere tiempo y práctica, pero espero que mis conocimientos de forja me ayuden a dominarlo más rápido. -explicó.- Oh, y por lo que ponía en el libro el expulsar esa ceniza es lo que "recarga" mi magia, así que practicar tendrá algo de positivo con resultados inmediatos- añadió.- A parte de eso debo de ser también inmune a altas temperaturas, incluso a la del metal candente, algo muy útil la verdad.

-¿Y por tu parte? ¿Con que te ha bendecido la luna? -preguntó, con un tono ligeramente sarcástico al usar la palabra "bendecido".

—No, no, de verdad. No necesitas hacer más, con esto tengo más que suficiente y agradezco mucho tu… amabilidad Neariel —terminó por añadir Adam levantando sus palmas con tal de no hacer que el ángel no sienta que hizo poco por él, mas bien fue todo lo contrario.

Neariel hizo mención de que podrían volar y Adam no se sintió aparte de eso ni mucho menos. No dijo nada pero, en lo profundo, deseaba volar aunque quiso callar en ese momento. Le tenía tantas ganas a ello que tuvo que reprimirlo vaya a ser que se transforme en su otro yo sin querer. <<Soy humano y ahora lo soy. Soy humano y ahora lo soy. Soy humano y ahora lo soy…>>. No dejaba de repetir eso en su mente, intentando repeler esas ansias por querer tener su par de alas y aletear.

Ya tocaba separarse, Nea estaba por marchar y Adam no quería marchar sin despedirse.

—¡Ya nos veremos! —exclamó animado por la compañía que él les regaló.

El resto del camino de vuelta fue algo raro desde su perspectiva. Claramente lo estaban rodeando, lo estaban protegiendo, a él. No supo que decir por el camino, quitando algún que otro “gracias” o “no hace falta, chicos”. No quería preocupar a nadie y mucho menos a Chromsa quien no se despegaba de él pero se sentía querido por sus amigos y eso lo hizo sonreir.

Volver fue un alivio, estar de nuevo en zona segura, en casa. No se cansaba del acogedor ambiente del interior y ver a algunos dentro lo transportó a esos momentos cálidos en Silente.

—Parece ser que nos fue bien —añadió por encima de Chromsa, empapado de un buen humor. Suspiró, dejándose caer en uno de los sillones largos y abrazando la comodidad—. Buff, estoy molido… —y era verdad, ese mes sin tocar los entrenamientos le hizo bajar algo de rendimiento físico, pero rio entre dientes auspiciando lo que iba a decir—. Hemos… ¡Hemos visto de todo! ¡Gente! ¡Mucha gente de todo tipo!¡D-de.... muchas razas distintas! —se llevó la mano a la frente, siendo algo exagerado con sus gestos de emoción—. ¡Y-y había todo tipo de puestos y… mercaderes! ¡He visto una puta tostadora! ¡Y también un puto ventilador de techo! —eso ultimo lo dirigió a sus compañeros humanos, con sus ojos totalmente abiertos y una sonrisa de oreja a oreja por mencionar cosas de su mundo como lo que eran, rarezas completas—. No me lo puedo creer, jooooder...

Cuando despertó no sabía ni dónde se encontraba, ni cuánto tiempo había permanecido totalmente fuera de combate. Le costó unos segundos centrarse por completo, pero tras hacerlo miró al cielo por la ventana para intentar discernir cuánto tiempo había transcurrido desde que se acostó. No tardó en darse cuenta de que entre el brillo de la Luna y el clima saberlo no era realmente posible.

Dejó la ventana a su espalda, echó ahora sí un buen vistazo alrededor para familiarizarse con el cuarto. «Mi habitación…». Hacía mucho tiempo que no podía pensar en aquellos términos. No podía decir que fuera a vivir entre lujos, pero tras meses en un cuarto común aquella privacidad ya le parecía un lujo en sí mismo.

Se recolocó un poco las antenas y rascó algo… En su nuca. Seguramente un pedacito del capullo que se le había quedado pegado. Se deshizo de él echándolo por la ventana. «Debería mudar el caparazón pronto, con la transformación me he quedado que me doy asco a mí misma», pensó mientras salía del cuarto. Sin embargo, le daba también un poco de miedo hacerlo con las nuevas alas.

No tardó en oír las voces de sus amigos viniendo del piso inferior. Bajó despacio mientras se desperezaba. Por encima de todos, se oía a Adam exclamando sobre cosas qué había visto con tono excitado. Específicamente habló sobre una tostadora y algo de un ventilador. Lo que fuera todo eso. Bueno, en realidad creyó haber oído sobre las tostadoras antes. Seguramente alguno de los terrícolas había mencionado tales cosas

—’uenoss días —dijo a todos cuando llegó abajo—: O la hora qué sea. ¿Cuánto rato habéis estado fuera?

Alec tras volver de su experiencia casi cercana a la muerte decidió darse esta vez un buen baño ya que antes solo se había aseado un poco. Agradeció infinitamente el agua caliente corriendo por su cuerpo que casi tuvo que poner al máximo para poder sentir la presión. Por primera vez desde la Luna roja tocó su cuerpo sintiendo los huesos que sobresalían por todas partes, estaban recubiertos por metal aunque el escocés no sabría decir cual, tiró de uno y al hacer fuerza notó dolor. Parecía que sí tenían sensibilidad lo que tenía sentido en realidad pero era algo molesto, los huesos debían estar dentro de la carne para estar más protegidos aunque si estaban recubiertos de metal...

Se secó el cuerpo intentando que la toalla no acabase hecha jirones, se puso la ropa que llevaba antes y que estaba mucho más limpia y entera que con la que había llegado a la torre. Había dejado los libros en el salón de la torre donde sus amigos podrían verlos sin problema, se acercó por allí y cogió el que había traído para sí mismo.

Mientras lo hojeaba se movió a la cocina y buscó algo de comer. Pensaba que había comido lo suficiente pero no había tenido en cuenta su nuevo tamaño y las nuevas necesidades, no quería imaginarse cuando tuviera que ir al baño.

Volviendo al libro descubrió cosas muy interesantes acerca de sí mismo pero no de como funcionaba exactamente. Al parecer los tremores eran capaces de generar una fuerza explosiva demencial sumando todo su peso al golpe que daban lo que no era poco. Podían sentir las vibraciones por las plantas de manos y pies cosa que los convertía en radares de lo que había a su alrededor. Y además podían ejercer un efecto magnético sobre el metal, atrayendo cosas que pesaran menos que ellos pero ralentizándose en el proceso.
Ya había experimentado todo aquello en mayor o menos medida pero no sabía como provocar el proceso.

Pensando en que si los terremotos que causaba eran a causa del peso ejercido añadido ejercido en el suelo... si lo aplicaba sobre una persona con un golpe le destrozaría los huesos por la vibración. Debía tener cuidado con ello, no quería herir a nadie.

Ese fue el momento que eligió el resto para regresar del mercado así que se acercó a la entrada a recibirlos.

-Ey, ¿qué tal la visita al mercado ese? - preguntó de la que se acercaba, la información que daba Adam sonaba interesante.- Suena bien, tendré que pasarme un día. En la biblioteca todo bien, aunque Biblios es un cabrón integral hasta cuando pasamos por la Luna. A la vuelta casi me matan pero he traído libros para todos, espero que contengan algo de información que os ayude. Solo he ojeado el mío de todas formas.

Cuando Lethe se ofreció para ayudarla con sus nuevos poderes abrió los ojos como platos y negó con la cabeza varias veces.

—Oh, pero- ¡No quiero que termines olvidando como te llamas o algo por el estilo! —y rió suavemente, pues a pesar de los riesgos apreciaba que se ofreciera sin importar los riesgos—. En cuanto sepa que no es peligroso a largo plazo… entonces no te diré que no. Gracias.

Bien pensado podría ser útil, y aunque no quería hacerse muchas esperanzas las palabras de Chromsa la dejaron maquinando. Si conseguía dominarlo solo tenía que saber cuando usarlo para salirse con la suya para muchas cosas… Aquel don la había estado abstrayendo tanto que, ironicamente, casi olvida otro de los regalos de la luna: volar. Las alas de Lethe, Adam y Nea eran más cantosas, así que era fácil pensar en su suerte, claro que… sin verse a si misma y usándolas de capa era menos instantáneo pensar en ellas de la misma manera, incluso si con Kradko no le costaba nada siendo tan parecidas. Un rubor alegre calentó sus mejillas y, con cuidado para no destaparse mucho, movió un ala lo justo para notar la reacción de sus nervios. No, ¡no eran de tela!

Se despidió de Nea con una sonrisa y lo que parecía una reverencia de baile tirando de su falda con su única mano, le deseó suerte en su camino de vuelta y una promesa de verse pronto, y al poco les recibió el calor distintivo de un hogar habitado de verdad. Nada más que por la chimenea le iba a gustar aquella torre. La efusividad de Adam al describir la salida le hizo pensar en el peso de su bolsillo y todas las buenas noticias, consiguiendo que tuviera que taparse la boca por reirse hasta de sus malas formas.

—No sé que te han hecho esos pobres electrodomésticos —continuó— ¡Yo ya tengo para pagarle a Krono! —por desgracia la sonrisa se le congeló al oír a Alec decir que casi lo matan. Pestañeó robóticamente—. ¿Qué?
O sea, los libros estaban bien pero… ¿qué?

Lethe se encogió de hombros primero ante la respuesta de Kahlo. Hasta ese momento solo parecía que les hacía olvidar sucesos del mismo instante en el que liberaba las toxinas, pero tenía razón en que realmente no sabían si podía tener efectos más… peligrosos. Así que después de verlo con una mejor perspectiva, asintió.

La primera en recibirlos cuando llegaron fue Kradko, quien sin duda acababa de levantarse de la cama.
—No has perdido el tiempo probando tu nuevo cuarto, ¿eh? —le dijo a la clinger con un ligero tono de sorna. Solo bromeaba: no podía culpar a la pequeña por estar agotada después de la nochecita que habían tenido—. Ya es por la tarde: hemos estado algunas horas fuera —respondió a su pregunta.

Antes de que pudiera sopesar si quería añadir algo a lo que contaban sus compañeros, el tremor apareció para recibirlos también, sintiéndose aliviada de verlo sano y salvo. El alivio, no obstante, le duró poco. Podía notar como se le empezaba a calentar el cuerpo por el cabreo inminente que estaba tratando de controlar. ¿Acababa de soltar que casi le matan así como si tal cosa y ya? Los libros no podían importarle menos merluzos en ese momento.
—Explícate ahora mismo —exigió mirando al tremor con los brazos cruzados y mirada penetrante.

El grupo iba entrando al salón a la vez que, dado el aviso, los que se habían quedado empezaban a aparecer. Alec y Kradko fueron los primeros en bajar. Al ochrorio le alegraba ver que había vuelto sin problema al torreón, incluso parecía haber encontrado bastantes libros a juzgar por la nueva pila que había en la mesa de la estancia.

Entre el buen ánimo general, el alivio por Alec y la curiosa sensación de tranquilidad al regresar a su nuevo hogar, el ochrorio no pudo evitar contagiarse de aquella felicidad. Tras saludar a sus compañeros, se sumó a las noticias de Adam y Kahlo: -¡Sí, todo ha salido bien y el mercado tiene pinta de tener cosas muy interesantes! ¡Oh, y hemos conocido a alguien que puede ayudarnos a saber cómo funciona la ciudad!- Por supuesto, después se giró en concreto al tremor para preguntarle todavía conservando la emoción: -Y a ti, Alec, ¿cómo te ha ido por la biblioteca?-

Sin embargo, la respuesta hizo que entrara en tensión en cuanto le contesto y la sonrisa empezó a cambiar a la preocupación más absoluta. Tanta, que hasta las hojas que flotaban por la habitación cayeron por unos segundos. Al menos, hasta que Chromsa se acercó sin dudarlo y lo siguieron a la vez que el ochrorio empezó a girar a su alrededor a varias alturas (incluso se hizo levitar para ver las partes a las que no llegaba) buscando cualquier herida que no hubiera visto al entrar. -¿¡Có-Cómo que casi te matan!? ¿¡Pero estás bien, no!? ¿¡Te has hecho algo, necesitas que te cure, qué es lo que ha pasado...!?- vociferaba alarmado a la vez que buscaba heridas cada vez con más urgencia. De momento parecía que no tenía ningún rasguño, pero los nervios y la preocupación le estaban carcomiendo y no pararía hasta tener una explicación.

Luci volvía del servicio cuando oyó el trajín de sus compañeros en la entrada. Le había dado tiempo a darle un par de vueltas al libro y ver que, dentro de lo malo, podría haberle tocado algo peor. Bajó las escaleras con cuidado para no dar un traspiés, escuchando el resumen de Adam sobre lo que habían encontrado. Le alivió saber que venían contentos y que no había ocurrido ninguna desgracia. Una vez abajo saludó en silencio y se pegó a Kahlo para preguntarle en voz baja qué tal había ido su encuentro con el cambista. El ambiente parecía tenso. ¿Acababa de decir Alec que casi moría? ¿Y lo decía como si nada? Frunció el ceño.

-¿Te habías ido solo por ahí?

Más le valía que fuera una broma de mal gusto. ¿Es que no habían perdido bastantes compañeros en esa maldita ciudad?

El buen humor estaba en el ambiente. Kahlo se mostró muy contenta con todo el dinero que recibió y eso demostró que el paseo por el mercado mereció la pena. Los demás iban apareciendo conforme llegaron. Kradko le sacó otra sonrisa, parecía dormida y la niña bicho se le hizo muy tierna además de la interacción de Lethe con ella.

Pero lo que menos quiso escuchar apareció, una mala noticia. Como tal, Alec había conseguido libros que, con suerte, contendrán cosas útiles. Era de agradecer, por supuesto, pero… Adam se puso serio, mucho, y asustado. Estuvo blanco como una pared al oír del escocés de que casi lo matan. ¡¿A el?! Alec tuvo de los cambios más radicales y su cuerpo parecía resistente. No mostraba rasguños y Chromsa confirmó esto pero Adam se levantó, inexpresivo.

—Tío… ¿Qué ha pasado? —preguntó sílaba por sílaba. Estaba tanto intrigado como asustado al contemplar la posibilidad de tener otra amenaza encima.

—¡Por supuesto!— respondió a Lethe. Se rascó la nuca tras el añadido—Pues vaya, a ver quién va a dormir esta noche…

Poco más pudo oír del resto hasta que Alec remarcó que casi le mataban mientras volvía de la biblioteca. No tuvo espacio a reaccionar con palabras, pero la preocupación de la clinger se manifestó claramente en su lenguaje no verbal.

Alec deseó haberse mordido la lengua o que un hueso le hubiese crecido a lo largo de la noche anterior cuando el resto se alertaron. Lo había dicho sin darse cuenta ya que él ya había tenido tiempo de procesar las cosas.

-Relax por dios, estoy perfectamente. Ni un rasguño - explicó rápido antes de que Chromsa decidiese desnudarlo para comprobar que no había heridas.- No os alteréis que no hay problema.

>>A ver, estaba volviendo de la biblioteca, ya veía la torre y escuché un grito de advertencia que me avisaba de que tuviese cuidado, al girarme hacia mi lado ciego vi un león gigante con dos cabezas que me saltó encima. Una luz se interpuso entre el bicho y yo y parecía como si se hubiera chocado contra un muro, alguien se lanzó contra él. Llevaba una armadura ligera y usaba un estoque como arma - dirigió su mirada a Kahlo.- Joder, te habría encantado ver eso Kahlo, nunca había visto a nadie moverse de esa forma antes...
La cosa es que el tipo no estaba solo, había otro chico que se acercó a mi y se quedó mirando como su compañero acababa con el monstruo. Ambos parecían humanos, uno se presentó como un guerrero y el otro - sacó la tarjeta que le había dado Enredo de su bolsillo,- como médico y brujo, Enredo se llama - mostró la tarjeta al resto.

Hizo una pausa pasando su mirada por el resto, esbozó una sonrisa para tranquilizarlos.

-Así que estoy bien, el médico hasta me puso una barrera para que pudiera llegar bien a la torre. Parecían majos si os soy sincero - se rascó la cabeza pensativo.

Gracias a su transformación el susto cuajó por sus venas, poniendo rígidos sus músculos aunque Alec les dijera calma. Había sido una tontería dejar que fuera solo, estaba claro, pero no sabía a donde lanzar la culpa. Se intentó aliviar enseñándole el saco de monedas a Luci con una pequeña sonrisa a modo de respuesta, volviendo no obstante su atención pronto al humano de puro nervio. Tener cuerpos nuevos no implicaba ser inmunes al peligro, si bien les traía problemas nuevos, pensó, y aquel recordatorio era el último runrun que necesitaba. Con esas miró a Adam por el rabillo del ojo y suspiró, incapaz de entrar todo lo bien que le hubiera gustado en lo mágico y fortuito del relato del otro. Las raíces de todos los robles habían querido que al escocés lo salvasen dos tipos, gracias al veto levantado, pero la aparición no podía dejar de pensar en el "¿y si...?". No estaba segura de que tanto le habría encantado estar presente, pero estiró los labios en una sonrisa que desapareció tan pronto como llegó. No quería más emociones fuertes en los próximos doscientos treinta y nueve días. Como poco.

—Me alegro de que estés bien —masculló con poca energía, y presintiendo las posibles regañinas se movería fuera de escena con toda la discreción de la que tenía uso—. Si no os importa voy a asearme y tumbarme un rato —anunció para no desaparecer simplemente. Después de tantas emociones era su turno de bajona. En su ida tocaría cualquier superficie de madera por infundirse suerte, para ella y todos los allí presentes. Rezaba porque no se les hubiese gastado toda de golpe.

La enderth no daba crédito a sus oídos con cada palabra que salía de la boca del humano. Si alguien la miraba podría notar como se cruzaba de brazos con cada vez más fuerza, llegándose a hacerse una pequeña herida en un brazo con una de sus garras de tanto apretar, y como su ceño se volvía más y más pronunciado según avanzaba la sórdida historia. Cada gota del océano sabía el esfuerzo que estaba haciendo por no interrumpir al escocés y comenzar a soltarle lo que pensaba de su “increíble historia” (la cual no podía importarle menos percas) y, sobre todo, de que la desfachatez de pedirles que se calmasen como si estuviesen siendo ellos los insensatos. Fue como volver a los inicios de la criba con Kolja otra vez. No, en realidad no era la primera vez que ocurría algo semejante con aquel cachalote sísmico en particular. Y no tenía claro en qué ocasión le hubiesen estallado potencialmente más venas.

—Vamos a ver si lo he entendido: —inspiró con fuerza e hizo rechinar su pico para controlar tanto el volumen como el tono que le pedía el cuerpo en ese momento. Cuando exhaló, volvió a hablar fingiendo calma— ¿nos estás diciendo que de no ser por una total y absoluta casualidad ahora mismo podrías estar muerto y, no contento con eso, nos lo sueltas como quien habla sobre las oscilaciones de las mareas, mientras, al mismo tiempo, pretendes hacernos ver que todo ha sido completamente normal y que exageramos en nuestras reacciones?
Nadie iba a enterarse, ni siquiera la propia Lethe que no lo había hecho de forma consciente, porque, gracias a todos los lucios, Alec no estaba herido; pero la horus había clavado la mirada en el tremor con tanta saña que si se intentase curar en ese momento la maldición de sus ojos le hubiera reabierto cualquier herida.
>>¿Sí, verdad?  ¿Lo he entendido correctamente? No me he contagiado yo del merlucismo en el ambiente ni nada parecido —miró al resto de sus compañeros como buscando confirmación pero sin importarle cuáles fueran sus reacciones en realidad. En su irritación casi había pasado por alto que Luci también estaba allí ahora, pero el tiempo para saludar al daeliciano ya había caducado.

Se llevó las garras a la cara y ahogó un gruñido de frustración antes de volver a encararse al grupo. La primera en añadir algo más fue Kahlo, quien se disculpó enseguida para irse, adelantándose en lo que ella misma pensaba hacer, pero sin que ello le impidiera llevarlo a cabo.
—Y yo me voy a examinar mi cuarto un poco más a fondo. Avisadme si necesitáis algo que no sea escuchar una sarta de desvaríos.

No había vuelto a mirar a Alec a la cara y simplemente se dio la vuelta para subir las escaleras, fingiendo una tranquilidad que estaba lejos de sentir. Había logrado mantener su tono en una “neutralidad sarcástica” si es que era posible considerar el sarcasmo de tal forma, pero estaba ardiendo por dentro. Y lo peor es que no tenía nada claro de cuál era el motivo que más prendía la rabia en su interior: si la estúpida despreocupación con la que el tremor les había contado que podría haber muerto, la propia ciudad, o el obvio error que había cometido al dejarlo ir solo. Su razonamiento había sido que el mercado era un lugar desconocido mientras que la biblioteca sabían que era segura, pero había fallado al no preveer que algo, cualquier cosa, podría suceder a su regreso como había sido. Se decía que tendría que haber pensado en ir a buscarlo, o al menos en decirle que quedasen en algún punto intermedio, pero que también habían tenido otros motivos para tener la cabeza en otra parte. El encuentro con Nea, Chromsa y Adam metiéndose en un callejón con un desconocido, la preocupación posterior por mantener al pegaso protegido… No lo sabía. No sabía si eran solo excusas o de verdad su error estaba justificado hasta cierto punto. Lo que sí sabía era que seguía siendo un error, y encima uno que podría haberle costado la vida a uno de sus compañeros.

Lo cierto es que no se molestó en observar su cuarto como había dicho que haría, sino que fue directa a tumbarse en la que ahora era su cama y, tras propinar un par de puñetazos frustrados a la almohada tan solo se tumbó e intentó no pensar.

Asintió levemente. Se le olvidaba que Kolja ahora podía hacer magia. Seguro que en una torre pensada para magos había algo. Dudaba a veces de si ella realmente debía estar allí, pero sus amigos se quedaban y ella no pensaba irse sola. Ya se pasaría por la Sede a entrenar si hacía falta, pero vivir podía hacerlo allí.

—Qué va, no me ha dado tiempo. Creo que he estado dos horas en la ducha, menos mal que no se gasta el agua caliente —bromeaba, pero sí que había estado bajo el agua mucho más de lo necesario, precisamente porque llevaba mucho sin tener que hacerlo rápido para que el agua no se enfriase. Y luego estaba la transformación de Kolja. Era una explicación sencilla, pero eso no la hacía sonar menos interesante —Joder, ¡qué chulo! ¡Eres una forja andante!

»Yo soy una valkyria. Es…no viene mucho, pero a parte de tener un pegaso parece que tengo cierta resistencia a la magia. También pone algo de ser grandes guerreras, pero no sé si es exageración del libro o que voy a mejorar en ese aspecto por cosa de la Luna.

No mencionó lo de no tener magia, porque suponía que se intuía si era levemente resistente a ella. Le daba pena, pero para compensar tenía un caballo volador, que seguía siendo algo muy chulo, aunque viniera con responsabilidades incluidas.