Torre Serpentaria

Hal sonrió ante el asentimiento de la frivy. No estaba tan seguro de su habilidad para aprender a coser, pero esperaba que su amiga tuviera razón.

—Hmm, no, no tengo nada para coser —se pateó mentalmente al darse cuenta de aquello, ¿cómo no había recordado que coser no era algo que se hacía con el dedo? Y ni siquiera sabía dónde comprar materiales, por no hablar de que no tenía ni pizca de dinero. Tendría que intentar apañarse con magia hasta poder comprar algo. Mientras tanto usaría la caja de Twix, pero tenía claro que abusaría de ello lo menos posible.

Twix alzó el dedo índice, indicándole a Hal que esperara. Dejó el horrible libro a un lado y subió rápidamente a su dormitorio. Volvió unos segundos después con su costurero y algunos retales de diferentes telas. Se sentó en el sofá, cruzando las piernas y dio unos toquecitos con la palma de la mano en el hueco a su lado para que el demiurgo se sentase a su lado.

-No sé si lo sabes pero Saria y yo nos reunimos algunas tardes para coser aquí con quien quiera unirse. Lo digo porque esto no es algo que se aprenda en una tarde y es mejor practicar con gente que sepa, así puedes preguntar dudas en el momento.

No sabía si Hal no se había enterado de sus reuniones por haber estado desaparecido o las había evitado a propósito. Como fuera era su deber informarle.

-Bueno, vamos con lo básico, tipos de puntadas. A mi me pedían muestrarios cuando empezé, a lo mejor te viene bien hacerte el tuyo.

Sacó dos dedales, enseñandole a Hal donde ponérselo y enhebró una aguja. Le fue enseñando los tipos de puntada y como quedaban, para qué se usaba cada una y cómo podía reforzarlas para que la costura fuese más fuerte. También dejó caer algunos hechizos que ella usaba para coser y que le podrían venir bien.

-Elegir el tipo de hilo y la aguja también es importante, si usas una aguja muy fina con una tela fuerte te puedes cargar la aguja, pero creo que eso es sentido común... ¿Con qué materiales tienes pensado trabajar exactamente?

El demiurgo asintió a la veela, agradeciendo el dato sobre las sesiones de costura. Lo cierto es que no andaba seguro de qué haría, pues su timidez le dificultaba aquello, pero la opción le atraía. Tenía que dominar tantas posibles formas de crear criaturas como pudiera, eso lo tenía claro.

Atendió con todos sus sentidos a las instrucciones de Twix, sin escapar detalle. Estuvo tan concentrado en sus manos y en las de Twix que, por una vez, no tuvo el tiempo de sentir como crecían dudas acerca de su trabajo conforme lo hacía.

—Pues... no estoy muy seguro —admitió a su compañera de torreón—. Creo que quiero algo donde pueda usar colores. Elegidos por mí... O sea, que yo pueda pintar. Quizás predominancia del metal... Tampoco quiero encasillarme. Para las alas necesitaré algo como tela, y ahora mismo los ojos me saldrán más fácilmente con botones que con nada más.

Twixy's revisaba el trabajo de Hal con la aguja. No era algo muy complicado, solo laborioso, y podía resultar aburrido en un principio pero era necesario. Le señalaba fallos si cometía alguno, haciéndole deshacer la puntada y volver a empezar. Primero las bases; si no lo haces bien a la primera tienes que deshacer y empezar de nuevo. Luego ya le enseñaría el conjuro para corregir puntadas.

-¿En ese caso debería enseñarte cómo coser lentejuelas además de botones?- comentó, riendo- Si vas a usar metal a lo mejor necesitas pintura plástica o un aerógrafo. Yo traigo todos mis materiales de Frivo, puedo traerte cosas que a lo mejor en otros mundos no usan, como pegamento. Algunas cosas a lo mejor te sale más a cuenta pegarlas que ir cosiéndolas.

No pensaba dedicarse al contrabando de materiales frivys pero si era para un amigo no le importaba traer cosas distintas a ropa o cosméticos aprovechando sus viajes.

La oferta de su amiga le halagó, aunque también le dejó un poco azorado. Sus movimientos se hicieron una pizca más nerviosos, aunque intentó seguir atento a sus costuras.

—No hace falta que te molestes, en serio —se apresuró a aclarar, no sabiendo muy bien si era por no ser una molestia o por querer conseguirlo todo con su propio trabajo. Quizás ambas—. De todas formas voy a tardar en hacer algo realmente serio... La transformación da la capacidad de hacer criaturas vivas, pero no el automático dominio de las manualidades —aquella broma había sonado mejor en su cabeza, y por un momento frunció los labios, algo frustrado. Luego volvió a hablar, con una voz más serena—. ¿Y tú, qué planes tienes? No sé muy bien cómo os va o qué queréis el resto.

Su tono estaba teñido de arrepentimiento por el mes encerrado. Se sentía avergonzaod por su aislamiento, y decidido a no continuar así.

-Como quieras...

No iba a insistirle, cada cual tenía sus propias razones y métodos para hacer las cosas, aunque ella siempre estaría dispuesta a echarle un cable si lo necesitaba. Era de su grupo, de la familia. Se rió con la broma de Hal a pesar de que a él no le hubiera sonado tan bien.

-Bueno, aquí tenemos muuuuuuucho tiempo libre, puedes practicar todo lo que necesites.

Revisó las costuras del demiurgo y luego empezó a seleccionar distintos tipos de botón de una pequeña cajita de latón que había en su costurero.

-Quiero volver a dedicarme a lo mío. No obtuve reconocimiento por mi trabajo en mi mundo pero aquí prácticamente no tengo competencia. Quiero abrir una tienda, lo tengo claro.

Aún tenía que preocuparse por cosas como sobrevivir en la ciudad, pero le entusiasmaba poder elegir un trabajo normal, con quehaceres normales que no implicasen matar nada ni a nadie. Además la gente de esa ciudad iba muy mal vestida, y eso no lo podía permitir. Había leído cosas sobre el antiguo imperio de Rocavarancolia y no podía imaginarse como alguien pudiera salir por ahí a conquistar mundos vistiendo como un pordiosero. No, no, Twix le devolvería a la ciudad su antiguo esplendor... a su manera.

Hal escuchó en silencio, poniendo atención a su trabajo. Eso le hacía pensar en su propio futuro. Quería explorar mundos, sí... ¿Pero lo que quería era conocerlos? ¿O era esa actividad aquella a la que deseaba dedicar su vida? El carabés había sido joven en su mundo para decidirse por un futuro concreto, pero en Rocavarancolia ya no tenía por delante largos años de educación general.

—Yo no sé qué hacer —admitió, antes siquiera de darse cuenta, con una tranquilidad casi soñadora—. Me gustaría conocer los mundos vinculados... Pero no sé si quiero dedicar mi vida a ellos. Hay tantas posibilidades...

Another tiempo paralelo, a principios de la séptima cosecha.

Se encontraba de bastante buen humor aquellos días tras haber acudido al concierto de la taberna. Era una pequeña victoria el haber sido capaz de aguantar, aún a pesar de que a veces recordar a aquellos borrachos repulsivos le ponía los pelos de punta. No obstante, la idrina se sentía positiva y prefería centrarse en lo bueno, tratando de apartar los pensamientos desagradables. Esa tarde subió a la biblioteca de la torre dispuesta a buscar nuevos hechizos útiles que aprender, ya que consideraba que dominaba lo suficiente el puñado que había practicado con Rasqa más algún otro un poco más complejo.

Ya había alguien en la sala y, aunque el hecho de encontrarse a gente allí no era inesperado en absoluto, sí que hacía algo de tiempo que no coincidía con Kirés allí. De hecho, era acusable la ausencia de Krono Rádem, con quien mantenía una relación de cordialidad que se limitaba a saludarse mutuamente ya que el irrense parecía pasar más tiempo allí arriba que en su cuarto. Tal vez en otra ocasión hubiera aplicado la misma fórmula con el paladín: saludarle, buscar un libro adecuado a sus necesidades y llevárselo a su cuarto; pero consideró la situación como una oportunidad para aplicar aquello que le habían aconsejado: cultivar relaciones con sus compañeros. Tal vez el enderth no fuese de los más allegados, pero no era precisamente un desconocido, y además su presencia no le ponía tan tensa como la de otras personas.
—¿Qué tal, Kirés? —Saludó con una leve sonrisa, acercándose a él—. ¿Te molesto si te pregunto qué estás estudiando? Yo también he venido a buscar un grimorio —apuntó al leer la portada del libro que sostenía el ave.

Kirés:

No había perdido el tiempo, y nada más llegar había subido a la biblioteca a buscar algún grimorio con la información que le interesaba aprender. Llevó algo más de lo que esperaba encontrar lo que buscaba sin embargo, ya que lo que buscaba no eran hechizos concretos sino variantes de algunos que ya conocía. Tan centrado estaba en su tarea que no se fijó en que había llegado alguien más a la biblioteca hasta que la propia Irianna le saludó.

–Hola. –dijo sin más tras sacar sus ojos del grimorio y dirigirle la mirada. –Y no, en absoluto. Estoy intentando aprender una variante térmica del hechizo de niebla mágica. –añadió mientras le ofrecía el libro por si quería mirar. –También querría echarle un vistazo a los de camuflaje por si hubiera alguno interesante que no conozca, pero eso lo haré más adelante. He conseguido trabajo como cazador, y mis primeros objetivos están en mi mundo, de modo que me estoy preparando para ir.

Twix puso los distintos tipos de botones sobre la tela extendida del regazo y los fue cosiendo uno por uno sobre un retal. Le explicó a Hal como reforzarlos, y los posibles ojales que podía hacer para cada uno. Entre medias, escuchaba.

-Hay mucho que hacer- coincidió.

La ciudad era como un gigantesco proyecto desastroso y cutre y de pronto a ellos les habían encomendado arreglarlo. Además estaba ese nuevo poder que la Luna les había concedido, y la absoluta falta de normas y objetivos a la hora de enfocarlo. Ella ya tenía una vida planeada antes de dejar su mundo, sus metas estaban más que claras, pero Hal era apenas un cangrejillo.

- Tampoco hay tanta prisa. Se supone que somos la sangre nueva de la ciudad pero nadie nos ha venido a decir lo que tenemos que hacer, así que puedes aprovecharse de esa... ¿libertad? para tomártelo con calma. Ve a ver mundos, tienes un montón para elegir, yo misma quiero ir a ver algunos. A lo mejor mientras viajas se te ocurre a qué quieres dedicarte. Y siempre puedes cambiar de opinión.

Era algo que le desconcertaba y al mismo tiempo le atraía de Rocavarancolia: el cambio. Era algo totalmente distinto a las tendencias programadas de Frivo y las opiniones veleta de su naturaleza frívola, era un cambio desde el mismo núcleo, algo caótico y brutal que sin embargo nunca perdía su esencia.

La idrina se interesó por el hechizo del que hablaba Kirés, preguntándose qué aplicaciones prácticas tenía, pero le llamó más la atención lo que le explicó a continuación.
—Oh, enhorabuena —le felicitó con una sonrisa. Le había quedado claro que encontrar una ocupación cuanto antes era de suma importancia para el paladín, por lo que la idrina se alegraba de que lo hubiera conseguido tan pronto—. Espero que no te hayan pedido nada demasiado peligroso, tengo entendido que tu mundo es bastante hostil —comentó a continuación, desconociendo que ese había sido el empleo original del enderth antes de que lo llevasen a la ciudad—. A pesar de ello me gustaría visitarlo algún día, debe de ser totalmente diferente de Idris o Krabelin. ¿Hay niebla a menudo en Dryfus?

Kirés:

–Nada que no haya tenido que hacer antes –respondió a la idrina –y de aquella no tenía las habilidades que tengo ahora.
La pregunta sobre la niebla divirtió a kirés, pero procuró que no se le notara mucho. Había tenido alguna que otra experiencia con las nieblas de dryfus, y en general incluían a gente delirando.
–La hay, pero suele ser venenosa. Yo mantendría las distancias si fuera tu, aunque quizás con tu dominio no es tan peligroso. Estarías bien siempre que no la respires.
Luego se pensó lo otro que había mencionado.
–Hmmm... –Dudó un segundo si ofrecerle venirse con él o no, no conocía los detalles, pero sabía que la bruja se sentía incómoda a veces en compañía de la gente. Al final acabó por decidir que no perdía nada haciéndolo, siempre podría decirle que no.
–¿Te quieres venir? no va a ser exactamente un viaje de placer, pero mi trabajo requiere que viaje por varios sitios. Es una buena oportunidad si lo que quieres es ver el mundo.
Además aquello solía ser un trabajo solitario y el enderth siempre apreciaba tener compañía.

Por sus palabras se hizo obvio que Kirés ya estaba familiarizado con aquella clase de forma de ganarse la vida. No podía decir que le sorprendiera, pero como tampoco había mantenido conversaciones personales con el enderth apenas, no había pensado en ello. En cualquier caso, no hizo ninguna pregunta al respecto porque la mención a la niebla venenosa distrajo su atención a ese punto.
—¿Venenosa? Podría servirme como defensa si hubiese alguna forma de neutralizar su efecto en mí…
En su cabeza comenzaba a hacerse preguntas sobre cómo podría absorber una niebla potencialmente letal. También se planteó cómo de extraña sonaría aquella frase dicha en voz alta, fugazmente, pero ni siquiera tuvo tiempo para pensar si a Kirés le molestaría que disertase un poco sobre aquello, pues la propuesta del paladín llegó justo después. En esa ocasión sí que se sorprendió genuinamente, aunque enseguida se dio cuenta y adquirió un lenguaje corporal más neutro, no estaba segura de cómo podría interpretarlo y lo último que quería era que interpretase erróneamente su reacción.
>>Oh, pues… Si crees que no sería inconveniente me gustaría. He estado ayudado a la cosechadora de Kimbra, y a la propia Kimbra, en sus expediciones a Krabelin. Mi niebla resulta útil a veces… Y puedo compartir contigo hechizos que quizás aún no conozcas. ¿Hay alguno que sea de vital importancia que conozca para visitar tu mundo?
Aquella era la segunda vez que alguien la invitaba a un mundo vinculado en los últimos meses. Habiéndole asegurado dama Diurna que su dominio la había ayudado en Krabelin, siendo esta idea reforzada por la breve conversación que mantuvo con Vac en la taberna, se sentía un poco más confiada a la hora de aceptar una propuesta así al saber que no sería una completa carga.

Kirés:

–Quizás… –Dijo kirés sin más en respuesta comentario de Irianna sobre la niebla venenosa. Kirés no tenía ni idea de si una niebla venenosa podría ser absorbida por una bruja sin causar daños o no, aunque lo que realmente no sabía era que no importaba porque en realidad la niebla no era venenosa, lo era el aire de los lugares en los que esta salía, y como siempre coincidía los clinger habían asumido que la niebla era el problema.

–No es inconveniente, al contrario. De hecho hay uno de mis objetivos en el que tu niebla podría evitarnos muchos problemas.

No se le había pasado la sorpresa de la idrina ante su ofrecimiento, algo poco común viniendo de su raza y sus costumbres, pero lo ignoró: lo que realmente contaba para el enderth eran sus palabras, no sus gestos. Ahora que ya estaba decidido que le acompañaba le explicó los hechizos que estaba buscando: magia de camuflaje y una variante de la niebla mágica para rastrear animales de sangre fría entre otros. Su plan era dedicar el día entero para prepararse y ayudar a la idrina en lo que necesitara. Al día siguiente saldrían para dryfus. Había pasado ya casi un año desde que había sido cosechado, volver iba a ser una experiencia interesante.

Sigue en Dryfus.

Siguió asintiendo, aunque soltó una risita una de las cosas dichas por su amiga.

—A los carabeses no se nos da bien la libertad —admitió, resoplando—. Siempre hay horarios, objetivos y marcas que cumplir, y los recorridos que puedes seguir para conseguir un trabajo están bien establecidos —suspiró, sin saber bien cómo seguir—. Yo... Me confunde todo esto. ¿Qué hago si no me dedico a nada? No hay institutos ni universidades ni academias ni nada que se le parezca —el demiurgo suspiró, confuso acerca de su devenir—. Cómo hacer las cosas en esta ciudad sigue siendo demasiado caótico para mi gusto. Y no es algo que me ayude a tomar decisiones.

Veela y demiurgo charlaron un rato más, pero finalmente el día acabó apagándose. Y, con la ida de la Luna Roja cada vez más próxima, ambos se separaron. Hal intentó dormir lo mejor posible esa noche: tenía mucho que estudiar y preparar.


Habían sido dos semanas intensas, desde muchos puntos de vista. El primero había sido el emocional, pues Hal había estado especialmente inestable tanto por la desaparición de la Luna Roja del cielo de Rocavarancolia como por el temor a que al final el viaje quedara en nada. Sus típicos temores sociales le habían tocado mucho las narices, pero al final se había alegrado de comprobar que eran infundados. La llegada del mensajero fue uno de las mayores alegrías que había tenido nunca.

También había estado muy ajetreado. Deseaba ser útil si Virai necesitaba ayuda, y eso había supuesto dos semanas de entrenar a un ritmo casi demencial. Había optado por dos cosas principales: alas y ver a través de sus criaturas. El hechizo no había sido nada fácil, especialmente por ser de un nivel muy superior a lo que sabía hasta el momento, pero al final lo había conseguido. Más complicadas, muchísimo más, habían sido las alas: había habido infinitos prototipos completamente inútiles, había buscado en grimorios de magia de demiurgos cuantos hechizos le sirvieran para fortalecerlas, y también había usado no poco tiempo en leer la parte de la manualidad en sí, el cómo crearlas. También lo había conseguido, aunque no al nivel de excelencia que deseaba. Servirían para un apaño, pero las que había añadido a sus pruebas finales eran de todo menos estilizadas o bonitas. Eran funcionales y útiles, eso sí, y de momento servirían.

Cualquier otro entrenamiento había tenido que ser pospuesto, lo cual no dejaba de lamentar. El nuevo demiurgo tenía la sensación de que sus necesidades eran infinitas: tiempo para practicar magia, tiempo para practicar aquella parte de "manualidades", tiempo para practicar lo que era la demiurgia en sí... Tiempo, tiempo y más tiempo del que carecía. Había priorizado, y había sido útil, pero tenía claro que aquello solo valía para aquella vez. Apaños de un solo uso: cuando volviera a Rocavarancolia debería pulir muchas áreas.

El día que llegó el mensajero había acabado inmensamente cansado, pero aceptablemente satisfecho. Ya lo tenía todo. Solo quedaba descansar ese par de días, o correría el riesgo de dormirse durante la travesía.

Tenía ropa fina y ancha, y varios saquitos que había pedido prestado colgados de un cinturón, repletos de múltiples criaturas sin vida. Todas tenían, eso sí, anclado el hechizo para poder ver a través de ellas una vez les diera un poco de su propia esencia vital.

Bajó en cuanto se enteró de que el brujo estaba ya presente. En esta ocasión, por esperarlo, no se sintió tan asombrado por su estética, aunque sí se preguntó por su transformación. Otro punto que deseaba investigar, cuáles eran todas las posibilidades que daba la Luna Roja.

—Hola. Ya estoy listo.

Se encontraba nervioso y expectante, deseoso de comenzar por fin aquello para lo que había ido a Rocavarancolia: conocer otros mundos.