Torre Serpentaria

La respuesta de Kirés la dejó pensando, pero ella no lo veía de la misma manera. Lo que había sacado en claro de la forma de proceder de aquella ciudad era que no le importaban a nadie mientras no viesen la Luna y sus cuerpos se transformasen, momento en el que las personas al cargo les ofrecían refugio y comida gratuitamente. A Irianna le sonaba más a elitismo que a otra cosa: la ciudad seguía siendo igual de peligrosa a fin de cuentas, solo que ahora tenían muchos más medios para enfrentarse a ella, pero nadie garantizaba su seguridad en las calles de todas formas. No pretendía iniciar un debate al respecto de eso, por lo que decidió omitir la mayoría de sus pensamientos, pero sí optó por comentar uno de ellos en particular.
—Yo lo que todavía me pregunto es cómo han podido cambiar tanto las personas que hace menos de un año se encontraban en la misma situación que nosotros… —Sabía que Krono Rádem y Heraldo Rocuo, por ejemplo, se contaban entre los mencionados. Aunque tal vez aquellos dos no eran precisamente el mejor ejemplo, por otra parte, estaba claro que no eran malas personas—. Quiero decir, me parece imposible que nadie quisiera ayudarnos realmente. ¿Tanto cambia todo el mundo en apenas unos meses? Tengo la sensación de que hay algo más…
Recordaba lo que dama Poda había dicho acerca de que nadie les ayudaría, pero nunca mencionaría ese nombre delante de dos antiguos habitantes de Maciel. Aun así era la actitud lo que más le extrañaba. Como si todo el mundo estuviese completamente resignado a la imposibilidad ayudar a los recién llegados. Había demasiadas cosas que todavía no comprendía sobre aquella ciudad.

Irianna todavía no se había planteado buscar trabajo y la subsiguiente conversación la sorprendió. No tanto por la prisa que parecía tener Kirés, ya que acababa de dejar claro que se trataba de un choque cultural al respecto, sino porque incluso Eara parecía haber dedicado tiempo a pensar en ello.
—Yo no lo sé… Ni siquiera sé cómo se puede ganar uno la vida aquí —la nebulomante se apartó el pelo de un lado de la cara, pensativa—. Pero aunque la mayoría de edificios de la ciudad están en ruinas… Ha de haber algún lugar en donde los ciudadanos que no viven en estos refugios compren comida y ropa, ¿no?
Aunque la idrina se preguntaba, sobre todo, qué otra clase de servicios se consumían en un lugar como aquel. ¿Habría teatros, por ejemplo? ¿Se daban conciertos públicos? Y, sobre todo, ¿había algún lugar donde comprar libros?

Twix no esperaba visita. Había planeado buscar a Samika más tarde para tomar algo pero aún no había acordado nada con nadie. Estaba hecha un asco (según sus estándares) por lo que se puso en pié de un salto y convocó un conjuro de limpieza a la desesperada para al menos quitarse de encima el polvo de una mañana de organización. Se sacó un par de mechones de pelo del moño para colocárselos a un lado del rostro y escondió una pila de ropa y otras cosas debajo del escritorio de una patada.

-Holi- saludó al dullahan con una sonrisa. Su cara se iluminó cuando vió que llevaba puesto un conjunto frivy- ¡Estás divino que te rompes! ¡Te queda perfecto, pero de la total! A ver, da una vuelta- le pidió, arrastrándolo al interior de la habitación para poder estudiar bien el modelito. En frivo no se hacían prendas con piel, pero el vinilo le quedaba igualmente bien. -¿Te gusta entonces?

Mientras seguía comiendo desvió los ojos hacia Eara tras escuchar lo último que había dicho. Esta vez sí había notado que no parecía estar del todo bien, sin embargo el enderth era consciente de sus casi nulas capacidades sociales, por lo que decidió que si la Sinhadre no decidía sacar el tema tampoco lo haría él.
Sus ojos cambiaron de dirección para posarse en Irianna cuando ella también habló, y respondió con la información que conocía. –Lo hay, tiene que haberlo. Durante nuestra cosecha fuimos atacados por un transformado, y pasado cierto límite, se retiró de repente a pesar… –Su orgullo provocó que le costara continuar por un instante, pero lo mantuvo bajo control rápidamente y disfrazó aquella pausa como si le costara recordar aquello por ser algo de hace tiempo. –a pesar de que nos tenía en el bolsillo. 

Respecto a lo que él mismo había preguntado, nadie parecía saber mucho más. Aquello no desanimó al enderth, ya que era consciente de que no tenían por qué saberlo, pero eso no cambiaba que habría preferido obtener información de gente conocida. No había remedio, tendría que ponerse a buscar, y lo último que comentó Irianna le dió una buena idea de por dónde empezar. –Si hay trabajo hay comercio –asintió, –y si hay comercio hay un mercado. Puede ser un buen lugar para empezar a ver cómo funcionan las cosas aquí. Si, creo que empezaré por ir allí. –Aquello, claro estaba, implicaba averiguar dónde se encontraba primero, pero probablemente podría averiguarlo simplemente con preguntar a algún habitante de la propia torre. 
Y entonces recordó que entre las cosas que se había propuesto se encontraba el ser un poco más sociable. 
–Hmm ¿Queréis venir? Creo que lo apropiado ahora es invitar a la gente para que me acompañe… aunque no estoy seguro. En mi mundo mi trabajo me hacía pasar la mayor parte de mi vida a solas, así que socializar no es lo mío.

Eara no sabía qué decir al respecto de los transformados más veteranos. Ella no había conocido ninguno durante la criba, a diferencia de muchos de sus compañeros de torreón, aunque había escuchado las historias de primera mano. Lo de que no podían cambiar tan deprisa era cierto, sin embargo, y ella también había conocido a varios en aquella misma torre que no le parecían para nada malas personas.

Al final terminó por no intervenir, considerando que lo único que podía aportar al tema eran obviedades. Lo de la posibilidad de que existiese un mercado, compraventa en general, en la ciudad le llamó la atención. No lo había considerado antes. El hecho de que apareciese la comida en la torre cada día le hacía pensar que la gente generaba su propia comida con magia o la sacaba de algún sitio que desconocían y que, en cualquier caso, nadie se había molestado en mostrarles. «¿Por qué nadie se ha molestado en explicarnos nada aparte de que teníamos que cambiar de torreón para vivir? Cuesta creer que necesitasen traernos aquí para algo más que hacernos sufrir».

Ante la invitación de Kirés, automáticamente Eara concluyó que debía declinar. Pensó en Ayne aún durmiendo y en que tal vez no debía abandonar la torre sin avisarle, porque sabía que, de querer salir, él la acopañaría. Luego pensó en las salidas que él había hecho recientemente, sin decirle nada ni dejar una nota. Solía justificarlas diciendo que necesitaba pasear solo un rato para aclararse las ideas, y no solía ir muy lejos a juzgar por lo que tardaba, salvo en las dos últimas ocasiones. En cualquier caso, Eara se sentía aún más sola que antes, porque seguía sin salir a la ciudad, y Ayne estaba demasiado abstraído para prestarle atención. Cada transformado de su grupo tenía sus propias preocupaciones y estaba inmerso en desarrollar sus nuevas habilidades. Ella no tenía nada de eso.
—Te acompañaré, si no es molestia —decidió de pronto. Probablemente se sentiría mal por ello más adelante, e incluso le daba rabia por necesitar la escolta de otros para salir—. Y, Kirés, no tienes que preocuparte. Socializar no es algo que tengas que meditar cómo hacer. Di lo que creas que tengas que decir, hasta ahora lo has hecho muy bien.

Eara le dedicó una pequeña sonrisa al paladín. No quería que notase el nerviosismo que venía de la decisión que acababa de tomar y lo malinterpretase. Detrás de toda aquella preocupación, la sinhadre tenía unas ganas tremendas de pasear por el exterior, sin presiones. Y sin miedo, al ir entre transformados.

Si Twix estaba hecha un asco, Jace definitivamente no lo había notado. La chaqueta pareció encoger en el momento en el que vio a la veela, consiguiendo con dificultad no mandarle veinte piropos inconscientemente de golpe. Se pasó una mano por la nuca antes de saludarla con esta misma, soltando el humo de forma más rápida y constante.

«¿No molesto, ¿no?» —la frivy respondió a su pregunta en lo que tiró de él, a lo que el dullahan reaccionó con una carcajada—. «¡Joder, pues espero no romperme más!» —tal como le pidió, Jace dio una vuelta sobre si mismo para complacerla, haciendo una breve reverencia como toque bromista al acabar— «Te tengo que dar las gracias por la ropa. Tienes un ojo de puta madre, todo me queda genial, ¡incluso los calzoncillos eran de mi talla!»

Tomó asiento al borde de la cama, apartando cualquier cosa que hubiera quedado sobre esta para no sentarse encima.

«Si no estás muy ocupada me gustaría pedirte un favor.»  —se puso la cabeza en el regazo, señalándola con una mano—. «Es una gilipollez como una casa y va a sonar raro de la hostia, pero... ¿No tendrás tintes negros o algo así? Hace demasiado no me corto el pelo en condiciones y no me gusta el rubio, por muy despegada que tenga la cabeza del cuerpo. Me pone jodidamente nervioso verme así. Me preguntaba si podías ayudarme, necesito un servicio de peluquería urgente.»

Otra carcajada más. Esperaba no sonar demasiado descarado, por lo que se aseguró de dejarle claro de forma abstracta que, en caso de estar ocupada o simplemente no querer, el dullahan volvería en otro momento.

-No, no, para nada, ya estaba hartísima de la total de ordenar papeles- respondió.

Twixy's sonrió complacida, estaba encantada de que a Jace le hubiesen gustado sus regalos y se hinchó de orgullo por los cumplidos. Se apoyó en el borde del escritorio mientras el dullahan hablaba, repasándolo con la mirada sin mucho disimulo. No entendía por qué no le gustaba el rubio, le quedaba bien, pero no hizo ningún comentario al respecto.

-Ah, sí, traje algunos tintes por si alguien los necesitaba. A mi como ves ya no me hacen falta- se pasó los dedos por uno de los mechones que llevaba suelto y este cambió de verde a azul. Twixy's se felicitó mentalmente por haber logrado el truco con tanta elegancia.

Registró las bolsas que tenía repartidas por el cuarto, y al no encontrar nada salió del cuarto para buscar en la habitación que usaba de almacén. Volvió con tres tintes, cada uno de una tipo de negro distinto: negro azabache, uno más rojizo y uno con reflejos azul eléctrico.

-Elije.- dijo entregándole las tres cajas. Sacó de un cajón un neceser, y del interior de este un peine fino y unas tijeras.

La respuesta de Kirés, aunque ya conocía la escalofriante historia acerca de aquella calavera en llamas que habían visto tras la muerte de Ziack, le hizo pensar de nuevo en dama Poda y lo que les había dicho acerca de que “no podían intervenir”. No les había dado mucha más información que eso y por tanto no bastaba para entender a qué se refería exactamente. Una vez más no quiso mencionar el nombre de aquella bruja delante de ellos. Tampoco quiso hacer más preguntas acerca del incidente con el intruso en Maciel: era evidente que el ave no se sentía cómodo hablando de ello.

En cualquier caso, el enderth parecía estar de acuerdo con su suposición y expuso la posibilidad de salir en busca del supuesto mercado, cogiéndole por sorpresa en un principio lo repentino de la invitación. No guardaba mucha relación con el paladín, ni siquiera era especialmente cercana a Eara tampoco en realidad, y no estaba segura de si debería declinar lo que tal vez fuese una oferta por educación o realmente no les supondría una molestia que les acompañase. Lo cierto era que la nebulomante también tenía interés por encontrar ese mercado.

La inseguridad que manifestó Kirés al respecto, no obstante, la convencieron para aceptar, ya que consideró que lo más probable es que rechazar su invitación le haría pensar que había hecho algo malo al invitarles cuando no era cierto.
—Socializar con personas provenientes de sociedades tan dispares es complicado para cualquiera —dijo tras la sinhadre para tratar de hacer sentir más cómodo al enderth—. Pero Eara tiene razón: no debes tener miedo siempre y cuando no seas demasiado invasivo o… Bueno, es un tema demasiado denso y es muy probable que algunas de las cosas que yo diga no se apliquen a otros…  —La idrina se acordaba de las dificultades de Kimbra para comprender un sinfín de cosas que para el resto eran obvias. También empezaba a pensar que estaba hablando demasiado y trató de evitar que se notase que se estaba avergonzando—. Volviendo al tema principal, a mí también me gustaría acompañaros. Los mapas que he visto hasta ahora parecen todos muy desactualizados, pero tal vez podríamos preguntarle a alguno de los que estaban aquí antes que nosotros para que nos indique el camino.
Si nadie proponía otra cosa, la lacustre se ofrecería a ir a preguntarle a Krono Rádem. No le hacía especial gracia interrumpir a alguien que parecía siempre tan ocupado, pero Seon casi siempre estaba durmiendo y el irrense era la única otra persona con la que había interactuado lo suficiente como para atreverse a llamar a la puerta de su cuarto para preguntar.



Sigue en el Antiguo Mercado.

Por supuesto no pasaba por alto la forma en la que Twix le miraba, por mucho que se hiciera el sueco. Su humo sin embargo, le delataba.

«¡De puta madre!» —chocó ambas manos en gesto de victoria, quedando atolondrado con el truco que le enseñó. Por unos largos instantes dejó de pensar, y muy posiblemente la chica recibiría por descuido algún que otro piropo entre "joder como mola" a "que buena estás".
El momento en el que abandonó la habitación le vino perfecto para calmarse. Se arregló el cuello de la camiseta y la chaqueta de forma nerviosa, golpeando con suavidad el suelo en la espera. Cuando volvió y le mostró los tintes, pudo concentrarse en ellos y no en la veela por una vez.

«Este me mola.» —señaló el negro con reflejos azules, revolviéndose el pelo con la otra mano—. «¿Los conseguiste en tu mundo? Oí que estuviste de vuelta.»

-Perfecto.- dejó los tintes descartados sobre la cama y metió la caja elegida y algunas cosas que necesitaba en una cesta de baño- Sígueme.

Fueron a uno de los baños comunes de la torre. Twix dejó la cesta en el suelo, junto a una banqueta y le pidió a Jace su cabeza. Era realmente desconcertante llevar una cabeza cercenada en las manos, pesaba más de lo que había imaginado y desprendía cierto calor, no parecía una cabeza muerta. Le acarició los rasgos con curiosidad, luego el pelo. Al final la puso sobre su regazo cuando se sentó en la banqueta. Sacó los habíos del tinte y se puso a hacer la mezcla.

-¿Cómo que no sabes ponerte el tinte? ¿Ibas siempre a la peluquería a teñirte?- preguntó, mientras dejaba el tinte mezclándose con un hechizo se puso a aplicar aceite en la línea del cuero cabelludo de Jace.

Tiempo después Hal no sabría cómo definir su primer mes como transformado. Se lo pasó entero casi en Serpentaria o en la biblioteca. Tenía la suerte de que no había precisamente poca información sobre los demiurgos: todo lo contrario. Un punto de orgullo dentro de sí  mismo se encendió cuando comprendió el alcance y la importancia de la demiurgia. Hasta el propio Consejo de Rocavarancolia contaba con un puesto en exclusivo para un demiurgo, que siempre custodiaba Altabajatorre. De todo lo que había visto en Rocavarancolia aquello era lo que más cercano a Carabás se le antojaba: competición, rango (ranking), y a su mente no le costó asimilarlo. En alguna ocasión soñó con ser el demiurgo de Rocavarancolia y custodio de Altabajatorre, pero al instante se sintió avergonzado. Si alguna vez conseguía ocupar esos puestos (cosa que dudaba) sería después de muchas, muchísimas décadas en la ciudad.

Entre las primeras cosas que decidió hacer fue realizar algo que podría llamarse entrenamiento emocional. Las tensiones a las que le sometían los sentimientos y sensibilidades que le había regalado la Luna Roja amenazaban con desgarrarlo, o eso le parecía. Para colmo esos primeros días era mucho peor porque el torrente de poder puro que conllevaba la transformación lo inestabilizaba todavía más. Por ello practicó incansablemente técnicas de relajación y concentración. No volvió a ser el Hal hermético de antes de la transformación (nunca lo sería, comprendió), pero al menos podía hablar sin pasar en diez segundos de las carcajadas al llanto.

Otra de las tareas a las que se dedicó fue practicar con dar vida. No lo hizo en cantidades excesivas, dado que conocía el peligro que corría de volverse gris. Al final sería inevitable, claro, pero prefería retrasarlo todo lo posible. No obstante el entrenamiento le sirvió. Consiguió habituarse algo al dolor de dar vida y de sentirla morir, mucho peor. Se empapó de todo conocimiento de la demiurgia que pudo, descubriendo que también había vida permanente, no temporal, aunque moriría cuando a él mismo le llegase la hora. El hallazgo de la vida anclada, la capacidad de permitir a sus creaciones sobrevivir incluso cuando él mismo descansara para siempre, lo maravilló. Estuvo horas entrenando, hasta que consiguió hacerlo con su bufanda. El dolor fue atroz, mucho peor que los préstamos temporales, pero en su opinión valió la pena.

Otra cosa que practicó una y otra vez fueron las manualidades. Todavía estaba empezando, así que al final de ese mes todavía no había cosechado un gran avance. Solo hacía pequeñas figuras humanoides de madera, muy toscas, con unas pocas extremidades que pudieran mover. Los distintos trozos (antebrazos, brazos, torso, cabeza, muslos, pantorrillas y unas láminas gruesas que actuaban de pies) los unía clavándolos mediante algo parecido al alambre, así que la capacidad de movimiento era bastante alta. Hal tardaba horas y horas en hacer uno solo, y luego estaba el mismo tiempo asegurándose de que era movible a la par que resistente. Solo después de todo ese tiempo se atrevía a prestarle una corta vida. Poco a poco iba siendo capaz de establecer duraciones cortas y saber cuánto tiempo tardarían en volver a ser materia inerte.

En ese momento se preparaba para volver a la biblioteca. Iba a buscar un libro (otro más) de manualidades, esencialmente porque creía que iba siendo hora de aprender a hacer manos para sus muñecos. Le hacía cierta gracia pensar que una de las cosas más útiles que podía leer eran libros escolares sobre crear figuritas de madera y alambre.

Sigue en la biblioteca.

Las clases de vuelo con Rasqa habían mejorado bastante con el pasar de los días. Aparte de un cuestión de practica, resultaba también un cuestión de perder el miedo y para ello supo que aparte de saber alzarse del suelo, necesitaba también estar constantemente pendiente de lo que le rodeaba aunque no pudiera verlo.

Usar la eco-localización cada vez que sus pies se despegaban un distancia del suelo que podría ser dañina si caía, se volvió un necesidad, una costumbre con el tiempo. Con el uso de esta y el aprender a mover sus alas, fue avanzado a pasos agigantados, las membranas que cubrían cada milímetro de sus alas le ayudaba a saber el movimiento del aire, sus corrientes. Con la ecolocalizacion, sus oídos y el sentido del tacto, volar se volvió un juego. Maniobrar demasiado sin embargo aun le costaba, no por marearse que ya noto resultaba imposible, sino por un miedo natural a estar lejos de la seguridad del suelo haciendo cabriolas, algo que suponía se iría cuando se acostumbrase y volar fuese tan natural como el andar para ella.

Gracias al vuelo, saber los limites de sus alas fue fácil y pudo reiniciar con verdadera fuerza sus ejercicios, retomando su entrenamiento de judo. Su cuarto en Serpentaria se había adaptado a sus necesidades colocando un barrar horizontal en una zona descubierta de la habitación, colgada del techo, donde Samika se colgaba cabeza abajo, haciendo abdominales y estiramientos o realizando movimientos típicos de la gimnasia rítmica con el fin de mejorar la fuerza de sus brazos, hombros, abdomen, sus piernas y su flexibilidad. La ropa que Twixy's le proporciono en este punto fue la bendición para ella, usar ropa que sujetara bien el pecho, ante la falta de tirantes por las alas, se volvía dolorosos cuando entrenabas, así que la ropa que le regalo la frivy fue como regalo del cielo, adaptada a sus necesidades y a sus gustos.

Sus encuentros nocturnos con Eara y Ayne continuaron hasta descubrir finalmente como se realizaba la eliminación de magia. El que fuera mediante gritos tan agudos que no podía ser oído, lo recordó a los programas de animales y los ultrasonidos que usaban los murciélagos para dejar aturdidas a sus presas. Aunque cuando eso ocurría, normalmente de forma no intencionada, aparte de confusión y aturdimiento también causaba algún que otro enfado.

Poco mas de tres meses desde su luna transcurrieron mas rápido de lo esperado y con su vuelo ya bastante perfeccionado y su entrenamiento básico de sus habilidades en proceso, Samika decidió seguir con la segunda parte de su lista de cosas. Al contrario de sus amigos que debían buscar de usar todo el beneficio de su magia, ella no tenía que estudiar sobre ello estrictamente, por mas que le gustara estar al tanto de los hechizos que existían, por lo que tenía mas tiempo en ese aspecto.

Usando ese tiempo extra, la decisión de trabajar llego un día cuando escucho de que se buscaban empleados en el granero de la ciudad. Viviendo en Serpentaria aún, no le faltaba comida y gracias a Twixy's tampoco ropa, pero Samika era alguien de naturaleza inquieta y previsora, y aunque no sabia que haría en el futuro quería ahorrar para futuros intereses y cosas que fuese a ir necesitando por el camino, pues incluso contando con sus amigos, ellos también estaban aun aprendiendo. Sin contar, que lo que mas le urgía de forma inmediata era poder leer sin ayuda de nadie y para eso iba a necesitar dinero, bastante dinero. No sabia aun a ciencia cierta que método usaría y cual sería mas conveniente para ella, tenía que documentarse un poco mas para ello.

Encontrar el granero no le costó mucho y conseguir el trabajo tampoco. Trabajaba, conseguía dinero y al mismo tiempo entrenaba, no podía quejarse. Ademas, notar que no era la única de su cosecha presente, Varsai también trabajaba allí, fue también tranquilizador, al menos tendría alguien conocido, aunque conversar fuese algo complicado de realizar.

Siguen en el Granero

Para su alivio Kirés al fin pareció satisfecho con la información y, tras recibir las indicaciones acerca de dónde encontrar al cosechador de Eara, ambos grupos dieron por finalizada la conversación. La lacustre musitó un breve agradecimiento por mera educación justo después que el enderth y ya no volvió a hablar ni durante el camino de vuelta a la torre salvo que se le hiciese alguna pregunta. Al contrario que el paladín, ni siquiera se había planteado si acompañaría o no a la sinhadre cuando quisiese ir a visitar a aquel tal Jack. Tenía la cabeza demasiado ocupada con el encuentro que acababan de tener y se dio cuenta de que estaba desarrollando una leve jaqueca.

—Ha sido… —habló finalmente una vez en el interior de Serpentaria, suspirando internamente—. Bastante informativo. ¿Has… sacado algo en claro, Kirés? —Se interesó.
El enderth había sido el mayor interesado en conseguir información sobre empleo en la ciudad y el único que se podría decir que había realmente conversado con los cazarrecompensas. Esperaba que no estuviese enfadado, pues no parecía haber visto con buenos ojos sus únicas intervenciones en la conversación, o eso era lo que Irianna temía.

Kirés no tenía muy claro si debía disculparse inmediatamente después de la conversación o si sería mejor esperar a decirlo más adelante, y antes de que se diera cuenta sus dudas tomaron la decisión por él al ver que, casi sin percatarse de ello, ya habían vuelto a Serpentaria.

–Bastante. –Respondió a la pregunta de Irianna ya dentro del refugio. –Aún hay mucho que quiero saber, pero ya no tengo que empezar de cero y a partir de aquí puedo recabar información por mi cuenta. – Hizo una pausa y decidió que aquel era el mejor momento para la disculpa. –Irianna, respecto a la charla de antes con aquellos dos.... Lo cierto es que noté vuestra incomodidad y también me di cuenta de que querías poner fin a la conversación. No sabía cuando volvería a tener una oportunidad como aquella así que aun sabiéndolo decidí prolongar la conversación. –Dicho esto se llevó la mano derecha al hombro izquierdo e inclinó la cabeza. Un gesto clinger que se usa como saludo, o para mostrar respeto. –Mis disculpas.

Tras aquello pasó a dirigirse a Eara. –Por cierto, antes de que se me olvide: Imagino que Ayne irá contigo pero… si por alguna razón no fuera posible o quisieras seguridad extra puedo acompañarte a ver a tu cosechador cuando vayas.

Eara agradeció la información educadamente y se despidió del mismo modo. Resultó ser un alivio cuando por fin volvieron a quedarse solos los tres, pero sabía que todo aquello al menos había servido para algo. Y la visita al mercado y el paseo por la ciudad tampoco habían sido cosas sin importancia para ella. Se sentía secretamente orgullosa por haber ampliado su mundo un poco más por sí misma, solo que se sentía tan orgullosa como culpable.

Cuando, en respuesta a la pregunta de Irianna, el enderth empezó a disculparse, Eara sonrió para sus adentros. Kirés era más perceptivo y sensible de lo que él mismo parecía creer. Eara dudaba que fuese necesaria una disculpa tan seria, pero no era ella quien debía juzgar en aquel caso. En cuanto el paladín se dirigió a ella necesitó un momento para cambiar el hilo de sus pensamientos. No había vuelto a pensar realmente en Jack desde que había conseguido su localización, pero era cierto que todavía tenía que compartir aquella información con su edeel.
—Muchas gracias, Kirés, lo tendré en cuenta. Es posible que no haga falta. Quiero decir, que no sé siquiera si le iremos a ver. Pero lo tendré en cuenta —agradeció con una sonrisa.

Asintió ante la respuesta de Kirés y ya estaba pensando qué diría a continuación cuando el paladín la sorprendió con una disculpa. No sabiendo muy bien dónde meterse, le dirigió una mirada rápida a Eara cuando el enderth mencionó que había notado su incomodidad –al menos lo había dicho en plural- y se apartó el pelo de una de las orejas como único gesto nervioso que se permitió.
—N-no, no… Es normal que quisieras aprovechar la oportunidad ya que te encontraste con tu cosechador. No fue una conversación muy larga, además… Perdóname tú por haber hecho que notases mi incomodidad, supongo que todavía tengo mucho a lo que acostumbrarme en esta ciudad —añadió con una leve sonrisa cansada.
Aquello seguía siendo cierto, después de todo.

Cuando el paladín se ofreció a acompañar a Eara a ver a su cosechador, Irianna dudó. No le apetecía otro encuentro como el que acababan de tener, pero por otro lado la sinhadre también se había encontrado incómoda aquella tarde y aun así quería ir a verle. Enseguida decidió que no ofrecerse habría sido poco educado.
—Avísame a mí también si al final te decides y prefieres que te acompañemos varios —añadió después de que la edeel le respondiese al enderth—. Ahora… creo que subiré a mi cuarto, estoy algo cansada. Pero podéis llamar a mi puerta si necesitáis algo.
El último ofrecimiento había sido, una vez más, por educación, pero con el dolor de cabeza que se le estaba levantando prefería que no hubiese más asuntos que requiriesen su atención aquel día. Mientras subía las escaleras hacia el piso donde se encontraba si habitación la idrina no podía dejar de pensar en que por muy nebulomante que fuese seguía teniendo la sensación de esta totalmente indefensa en ciertas situaciones.

Sigue en la Bahía de los Naufragios.

Siguió la orden de la frivy casi por inercia. Curiosamente, el neoyorquino no había caido en cuenta de queahora que tenía la cabeza separada del cuerpo, habría podido teñirse y peinarse él mismo con suma facilidad. No era cuestión de que la presencia de Twixy le embotara los sentidos, sino más bien de pensar poco. Los que estuvieran cerca podrían escuchar su carcajada avergonzada.

«... Ay va la hostia, ahí me has dado. Sí sé teñirme, en la Tierra lo hacía yo... y a veces mi novia.» — se apoyó en la pared y metió ambas manos en los bolsillos, observando como la otra se entretenía con su pelo. No sentir las caricias seguía siendo extraño, y deseaba con fuerzas poder hacerlo en ese instante.— «Es solo... No sé, si quieres lo hago yo. No soy muy bueno cortando pelo, en eso si que necesito tu ayuda. No se me pasó por la cabeza que podía hacerlo yo solito, supongo que por la costumbre.»

Se acerco a la chica para observar más de cerca y si podía, echar una mano.

A Twixy's se le escapó una sonrisilla. Jace sabía teñirse y aún así se lo había pedido a ella. Aunque la mención de la novia le provocó un pequeño pinchazo en el estómago estaba contenta, ese gesto significaba que o bien el dullahan confiaba en ella o estaba buscando una excusa para acercarse.

-Oh, no me importa hacerlo- respondió- Y no quiero que te estropees la cara con un peinado feo, incluso si ya no la llevas puesta.

Se puso a extender el tinte en cuanto hubo separado el pelo en secciones, con movimientos fluidos, como si quisiera mantener su elegancia incluso en una tarea mundana como esa. Se detuvo solo un momento para colocarse una toalla en el regazo y evitar mancharse la ropa de tinte. En cuanto estuvo listo (no tardó mucho ya que no había tanto pelo por teñir) dejó la cabeza a un lado, asegurándose de que no iba a caerse. Se cruzó de piernas en su asiento, poniéndose cómoda, y miró de reojo a Jace con una intensidad peligrosa.

-¿Piensas volver a la Tierra a por tu chica?

Se avergonzó de sí misma en cuanto pronunció la pregunta. ¿Por qué le importaba? ¿Por qué había dejado ver que le importaba? Ocultó la mueca de frustración en la que se convirtió su rostro y de alguna forma logró mantener la sonrisa.