Torre Serpentaria

Twixy's caminó elegantemente entre las cajas, evitando volcar ninguna o pisar alguna de las pertenencias de Saria. Miraba todo con recatada curiosidad, intentando deducir más sobre la criaturilla a partir de la decoración de su cuarto. Los móviles de metal no le disgustaron, aunque le parecían demasiado infantiles.

Esperó a que la ordesa le diese permiso para arrodillarse a su lado y cotillear el contenido de la caja. Eran cosas bastante antiguas, en realidad, pero estaban en buen estado y nunca sobraban los alfileres y las agujas. Se llevó un par de carretes de hilo, un alfiletero bien colmado y seleccionó un par de botones que le llamaron la atención para hacerse alguna cosilla. También cogió unas tijeras doradas con forma de pájaro. Nunca había visto nada igual, las abrió y cerró varias veces, como en un juego.

-Gracias. Con suerte cuando vuelva de Frivo tendré mi máquina de coser, no tendré que tardar tantas horas en una sola prenda, es aburrido que te rompes. ¿Cuando te viene bien ir?

Tenía vlaro a grandes rasgos qué requisitos se necesitaban para ir al mundo. El idioma no sería un problema, ya había localizado el hechizo logomántico que le hacía falta, pero Saria seguramente tendría que ir camuflada.

Saria sonrió para sí misma al ver el talante con el que se movía Twixy's entre las cajas. Era un gusto contemplarla incluso después de haber pasado la sorpresa inicial, que claramente había sido fruto de alguna suerte de magia de la Luna. Sin embargo, lo que más le gustó a la ordesa fue escucharla hablar de "máquinas de coser".

—Nunca he visto una de esas máquinas —reconoció, dejando implícito en su frase que estaría fascinada cuando se encontrara con una en Frivowaldany—. Necesitaré unos días para agenciarme algo que disimule mi belleza no convencional en tu mundo —bromeó, aunque solo a medias—, pero no creo que muchos. Probablemente para pasado mañana haya encontrado ya algo a buen precio —Lara había estado ganando dinero para subsistir vendiendo algunas cosas de Fina, así como baratijas de su mundo robadas a gilipollas; pero desde que vivía en Serpentaria, comer y dormir era mucho más barato—. Si estás lista para entonces, ya tenemos fecha —sonrió de oreja a oreja.

Un par de días, tan solo un par de días y podría volver a Frivo. Si conociese la transformaciónde Saria Omen habría pensado en lo irónico de la suerte que había tenido encontrándose con ella.

-Ideal. Si necesitas ayuda con la ilusión o lo que sea no dudes en pedírmela. Y si no has visto una máquina de coser nunca, oh, las vas a amar. La mia era divina de la total.

Le explicó donde estaba su dormitorio por si necesitaba buscarla y se fue poniendo en pie.

- Ahora si no te importa tengo que terminar el top de Sami así que vuelvo abajo y.... me llevo esto- recogió un retal del suelo de una tela color borgoña con bordados. Podría hacer un bonito detalle con el.- Si te apetece acompañarme eres bienvenida de la total. Siempre que quieras.

Le dedicó a la ordesa una gran sonrisa. No cabía en sí de gozo.

La mala sombra se sorprendió de la buena suerte que había tenido aquel día por encontrarse con Twixy's. Agradeció en silencio a un Azar en el que hacía tiempo que no creía y sonrió a la muchacha tras su invitación a bajar con ella. Por desgracia no podía, no de momento.

—Me encantaría, palabrita, pero tengo cosas que hacer con estas cajas enormes —dijo con una pizca de pesar—. Aunque si acabo pronto con esto y aún sigues abajo, estaré encantada de unirme a charlar un rato.

Saria Omen acompañaría a la frivy hasta la puerta y se pondría a trabajar y, ahora que sabía que tenía un nuevo viaje cerca, ordenaría con el doble de ganas.


Sigue en Frivowaldany.

Salto de Alice

Querían ir a Varmania, eso estaba claro. Si fuera una sencilla incursión de unas horas, no haría falta tanta logística, tanto organizar, pero pretendían pasar varios días y encima no tenían una economía decente como para arreglarlo todo con dinero, así que tenían que ponerse las pilas y hacerlo todo por su cuenta. Lo había hablado con sus amistades y ella había decidido investigar la parte del lenguaje, ya que en la Tierra era capaz de hablar tres y esperaba poder desenvolverse bien de nuevo. Dhelian le acompañaría. Sura y Ozz, por su parte, se encargarían del camuflaje. Esa parte les afectaba bastante, de hecho, ya que eran dos criaturas mucho más distintas de los varmanos que los demás. Otro detalle a tener en cuenta, obviamente, era qué harían con la cabeza de Marsi, pero creían poder darle forma a una cabeza varmana ilusoria que imitara gestos de la cara... O algo que fuera convincente. O que Marsi fuera muda y se comunicara por lenguaje de signos, que fue la opción que cuajó más de todas las que barajaron. O matar a los del ejército, que no dejaban que Sura se escapara a Varmania con ellos y tendrían que aplazarlo. De todas formas, la bruja siguió con su plan. Los amuletos los necesitarían sí o sí, fueran cuando fueran.

Sabían de la existencia de amuletos tanto como sabía que sería caro conseguirlos, ya fueran de camuflaje o idiomas. Pero si existían era porque alguien los fabricaba, y si alguien lo hacía podían curiosear por ahí hasta que dieran con un nombre. Pues bien, el “Equipo Lingüístico” no solo consiguió eso sino que también descubrió que, además de amuletos, se podían aprender los lenguajes “directamente”, como si te abrieran la cabeza y te implantaran un chip o una runa con cien diccionarios sobre dicho idioma. De esto se enteró por medio del helión, quien le dirigió a Dama Puente. Les puso sobre aviso de que tanto los amuletos como aprender idiomas por la vía rápida eran cosas muy costosas, pero la bruja tenía un plan y a Dhelian le parecía bien. Intentarían convencerla para ser sus aprendices, ayudarle, hacer encargos... y con la práctica conseguir hacerse sus propios amuletos varmanos. Siempre podían hacerlo todo por su cuenta... pero tomaría como diez veces más tiempo y esfuerzo. En lo que respectaba a la onycemante, durante aquel tiempo previo a la cosecha tan solo se dedicó a los amuletos.

Al final lo consiguieron, no sin esfuerzo. Dama Puente aceptó el “contrato” y les cogió como aprendices, previa advertencia de que habría consecuencias si intentaban hacerle la competencia (aunque a Alice no le atraía la idea de pasarse la vida en ese oficio, aunque el entusiasmo con que contaba sus progresos a Marsi podría dar a entender que se dedicaría a aquello). Estuvieron con la bruja casi todo el tiempo que restaba para la nueva cosecha. Encargos, tareas, esto, aquello... y, entre tanto, adquirieron la técnica y conocimientos necesarios para fabricar sus propios amuletos... tras muchos, muchos intentos fallidos. Pero la bruja intentó tomárselo como un reto y buscarle su lado divertido, pues tenía motivación de sobra para no rendirse. Aquello se fundamentaba en algo que le hacía muchísima ilusión y, a la vez, aunaba dos de sus cosas favoritas: hechizos e idiomas, pero enfrentarse al método de Dama Puente fue costoso. No es que fuera una rama de la magia muy sencilla precisamente. Tanto que descubrieron rápidamente por qué era tan caro. Además, si aprendían lo suficiente quizá en otra ocasión podrían hacerse los suyos propios. Por ejemplo, para cuando fueran de turistas a la Tierra o a cualquier otro mundo.

Cuando Dhelian y ella consiguieron hacer la parte que le tocaba de los amuletos de idioma, al final de esa jornada, fueron a contarles las buenas noticias. Alice fue a Serpentaria y el brugho a la Sede. El contrato con Dama Puente seguiría unos días más, pero ya tenían lo que necesitaban.

La bruja entró en Serpentaria y luego fue derechita a la puerta de Ozz, a donde llamó con suavidad un par de veces. Llevaba una cajita de madera en la diestra.
—¡Soy el Equipo Lingüístico! ¡Traigo un paquete! —informó a medio reír.

No sabía como agradecerle a Saria que la acompañara, la incursión a Frivo había sido un éxito rotundo y ahora Twix tenía que enfrentarse a las consecuencias. Había cogido y cogido cosas sin tener en cuenta el tamaño de su habitación y el de su armario. La ropa delicada y que no debía arrugarse estaba pulcramente colgada, ya fuera en el armario o en percheros inexistentes a distintas alturas de la pared. Toda la demás se amontonaba en la cama o en cajas repartidas por el suelo de la habitación. Las telas y materiales de costura los había metido en la habitación contigua que por el momento no ocupaba nadie.

Ya había repartido los regalos de sus compañeros, en coquetos paquetitos dejados en las puertas de sus dormitorios. Tantos años en el mundo de la moda le habían desarrollado un buen ojo para las tallas de los demás, y aunque algunas cosas como los útiles de higiene personal y la mayoria de las prendas estaban elegidas a conciencia, había algunos detalles (generalmente ropa interior) que había elegido por las risas.

En ese momento anotaba en un cuaderno tareas pendientes. Conseguir muebles con más espacio era lo primordial, pero el cadáver de Surimy's envuelto en telas sobre su cómoda le recordaba que tenía que buscar un buen nigromante, y rápido. << Y buscar cómo demonios le pago...>> Para colmo era un día de pelo rebelde. Aunque de puertas para afuera controlaba a la perfección su divino pelo, a veces los colores le cambiaban, o se desviaban del tono que ella pedía. En esa ocasión se le había puesto de distintos tonos de verde cuando había intentado que fuese de un bonito azul aguamarina, y le había crecido de forma descontrolada hasta por debajo de la cadera, así que se lo había recogido en un moño alto para que no le molestase.

Era otra noche tranquila en la biblioteca de Serpentaria y Kirés estaba tomando apuntes sobre un libro en particular con el que llevaba ya unos días. Le gustaba aquel lugar, era silencioso, se veía el cielo y por lo general a esas horas no solía haber más gente salvo él allí y aquello le proporcionaba una paz que no había tenido desde sus tardes y noches en la azotea del torreón Maciel, antes de que las estigres lo expulsaran de allí por matar a uno de los suyos. Tomó una pausa de escribir y levantó la cabeza hacia el cielo que se veía a través de la cúpula de cristal. Aquella era la primera noche sin luna, pero las estrellas seguían aún en el firmamento y permanecerían en él durante bastante tiempo.


Había pasado solo un mes… pero durante aquel tiempo su vida había cambiado radicalmente desde su llegada a Rocavarancolia. El cambio más notable era que el grupo se había separado, y aunque todavía se podían ver siempre que quisieran y la mayoría compartían alojamiento en serpentaria… no era lo mismo. Ahora cada uno se manejaba por su cuenta y no estaban todos unidos para salidas y otras actividades. Naturalmente aquello al Enderth no le parecía mal, pero le daba un curioso aire nostálgico a la unidad que tenían en el pasado.
En cuanto al propio enderth, Instalarse en el torreón había llevado rápidamente a un cambio en sus actividades diarias. Ya no era necesario salir a por comida, y al haberse transformado ahora dedicaba el tiempo principalmente a explorar y entrenar sus nuevas capacidades. Pasaba las mañanas entrenándose en la sede de los taumaturgos, y las tardes hasta la noche en la biblioteca estudiando hechicería, aunque muchas noches simplemente aprovechaba también para relajarse.
En la sede, aparte de mantenerse en forma con sus armas convencionales había también empezado a entrenarse en el manejo de la espada, y planeaba añadir esta destreza a su lista de habilidades. En cuanto a la magia: había continuado sus estudios y dominado los hechizos que estaban al alcance de los cosechados, además de haber comenzado y avanzado en ramas algo más avanzadas. Avanzaba más lento de lo que le gustaría, pero se mantenía firme en su aprendizaje. Sabía de lo que su transformación le permitía ser capaz, era consciente de lo mucho que le quedaba por aprender, pero también de lo que había logrado y que aunque fuera despacio eso no significaba que no fuera a llegar hasta el final.
Lo único que no tenía claro de cara al futuro era cómo iba a mantenerse a sí mismo. De momento en la torre tenía acceso a todo lo que necesitaba. Pero aquel lugar no estaba pensado para que la gente se quedara allí para siempre. Necesitaría un trabajo, pero no tenía ni idea de por dónde empezar a buscarlo. Ni siquiera tenía muy claro qué tipos de trabajos había en la ciudad, y menos aún cuáles podrían dársele bien a él. Con aquellos pensamientos terminó los últimos apuntes que tenía previsto hacer durante aquel día, guardó los libros y recogió sus cosas para marcharse de vuelta a su cuarto y dormir.


Nada nuevo lo recibió a la mañana siguiente. Se levantó, lavó y preparó de forma rutinaria para luego bajar a desayunar. No era el único en la cocina, pero aquella mañana visualizó una cara conocida al encontrarse a Eara. La saludó, y tras prepararse un desayuno sencillo pero equilibrado y pedir permiso a la Sinhadre, se sentó con ella a desayunar.

Eara, en realidad, no estaba desayunando. Comía una fruta como tentempié, costumbre que había tomado al desayunar siempre mucho antes que sus compañeros. Mientras la pelaba pensaba en el tiempo que había pasado ya desde su desayuno, y en que Ayne seguía en cama. El día anterior había desaparecido durante varias horas sin decir nada, y había regresado a horas intempestivas. Eara apenas había podido pegar ojo, primero por la incertidumbre, y después por el silencio de su edeel. Le había dicho que estaba demasiado cansado y que ya le explicaría dónde había estado en otro momento. La intuición de la sinhadre le decía que le había pasado algo, pero no se había atrevido a insistir.

Eara había salido de la cama a su hora habitual, aunque estuviese agotada, porque se había cansado de dar vueltas entre las mantas. No le parecía que Ayne hubiese pegado ojo tampoco, y el silencio entre ambos la estaba poniendo de los nervios. Probablemente alguien perceptivo se daría cuenta de que la aurva había tenido una mala noche.
—Buenos días, Kirés —respondió al saludo del enderth. Pensó en ofrecerle ayuda, pero Kirés parecía tener ya muy claro que buscaba para desayunar. Más claro que ella qué hacer para comer. Le había dado vueltas a cualquier cosa menos a aquello—. No creo que quieras pensar en esto cuando aún estás desayunando, pero ¿qué te apetece que haga para el almuerzo? Se me había ocurrido hacer algo un poco diferente de lo habitual —improvisó. No tenía ningún problema en hacer algo diferente, y le parecía buena idea, pero ese no era el motivo por el que no tenía ni idea de qué cocinar.

La idrina llegó a la cocina poco después que Kirés. Exceptuando algunos días que se encontraba demasiado cansada, la idrina solía madrugar bastante. Lo hacía tanto por costumbre como porque a aquellas horas evitaba que hubiese mucha gente en la cocina. Los únicos que se levantaban antes que ella solían ser Ayne, Eara  y Kimbra, aunque a veces se encontraba a Krono Rádem comiendo silenciosamente en solitario, con quien no solía intercambiar más que un saludo ya que el irrense siempre parecía absorto en algún libro o en aquella extraña proyección que salía de su brazo metálico. La idrina todavía no había encontrado el momento de preguntarle qué era aquello y tenía mucha curiosidad, pero no se atrevía a interrumpirle.

En aquella ocasión se había demorado un poco más que de costumbre, pues al no planear abandonar la torre aquel día había preferido tomarse un baño y adecentar su pelo nada más levantarse. Por suerte para ella, tan solo había dos personas en la cocina y una de ellas era Eara. No tenía confianza con el paladín, pero su presencia no era precisamente de las que más malestar le causaban.
—Buenos días —saludó mientras se dirigía a la alacena, pensando qué le apetecía más desayunar aquella mañana.
Al cabo de unos instantes se sentó al lado de la sinhadre con un cuenco de leche de umbra y un bollo cuya procedencia desconocía pero que tenía un sabor dulce bastante agradable.

A la nebulomante no se le escapó la inquietud y el agotamiento de Eara, pero no quería preguntarle directamente: tal vez no quisiese hablar de ello. Por lo que decidió realizar una pregunta más neutral y dirigida a ambos, para que la chica se explayase si quería y sino evitase el tema.
—¿Qué tal os estáis adaptando al cambio de refugio? A mí todavía se me hace extraño disponer de tantas comodidades, pero sobre eso no me voy a quejar —bromeó con una leve sonrisa.

Sorprendido, el enderth desvió la atención de su plato hacia Eara cuando escuchó aquella pregunta, para luego desviarla hacia el techo con nerviosismo.
–Oh pues… un plato de… ehmm… ¿comida? –Su respuesta fue bastante ridícula, pero realmente el ave no tenía ni idea de qué responder. No era alguien que pusiera mucho pensamiento en lo que comía fuera de su valor nutricional. Había cosas que le gustaban más que otras, pero no le daba muchas más importancia. Dándose cuenta de que estaba haciendo el ridículo tomó y exhaló aire una vez para recuperar la compostura y arreglarlo. –Mis disculpas, el mundo culinario no se encuentra entre mis habilidades.

Por otra parte Irianna, quien había llegado y a quién Kirés le había devuelto el saludo anteriormente, hizo también una pregunta a la que sí pudo responder sin dificultades, y aprovechó la oportunidad para así también desviar la atención de su comportamiento de antes. –Mi postura es más o menos la misma. Aunque también me inquieta el cambio entre querer matarnos y darnos de todo sin pedir nada a cambio… –Hizo una ligera pausa mientras barajaba sus planes para aquel día y decidió que ya que había salido el tema podía usarlo –Y vivir gratis me incomoda, es muy opuesto a como se hacen las cosas en mi mundo. No me gusta sentir que no merezco lo que tengo, por eso estaba pensando en ir averiguando qué hace la gente en esta ciudad para ganarse la vida. ¿Vosotras sabéis algo?

Eara miró desconcertada al paladín, pero ya sabía que no estaba bromeando. De haber sido otro día, probablemente habría sonreído al escuchar su respuesta.
—No te preocupes —dijo, afable—, puedo preguntarle al próximo que vea si no se te ocurre nada. —A fin de cuentas, no era nada importante.

Entre tanto se les había unido Irianna. Era una compañía que le agradaba, aunque no fuesen precisamente cercanas.
—Buenos días —le dijo también. Solo respondió cuando Kirés terminó de hablar—. No sé mucho, pero he oído sobre algunos transformados con empleos… Tarde o temprano todos nosotros tenemos que empezar a buscar. Sigue pareciendo muy pronto, parece que acabásemos de llegar aquí, pero el tiempo no pasa en vano…
«Cuando nos queramos dar cuenta puede haber pasado ya mucho tiempo, y tal vez sigamos sin habernos acostumbrado a todo esto». Suspiró para sus adentros.

Su rutina en Serpentaria no había variado demasiado ese tiempo. A excepción de por las escapadas a cuentagotas, las clases de magia con Irianna y sus prácticas en solitario o con Sekk, Jace moría por poder mudarse de una vez a la Sede, motivo por el que no se había molestado en acomodarse al lugar. No iba a poder hacer magia hasta que cortase cabezas, y para ello necesitaría que alguien le enseñase como y donde hacerlo antes.
Al menos poco a poco su transformación le agradaba más. Si bien estaba teniendo un desarrollo lento, la tarde anterior había conseguido invocar su segundo objeto vinculado, respondiendo asimismo a una de sus preguntas más constantes. Con un bate no podía cortar cabezas, al menos no de forma limpia; con un kukri, sí.

El día mejoró al encontrarse en la entrada de su habitación un paquete que gritaba "TWIXY'S" a simple vista, el cual no tardó en abrir en lo que se sentó en su cama. No comentó nada sobre la ropa interior, ni porqué tenía que ser de ese color rojo intenso o como es que la joven se sabía su talla, mas no tardó en probarse lo demás. Recordó entonces que, a parte de darle las gracias cuanto antes, necesitaba pedirle un favor. Si bien era cierto que ahora su cabeza se la pasaba guardada en una mochila, el hecho de verse así mismo de rubio y con un peinado totalmente descontrolado le ponía de mal humor.
Aprovechó la mañana siguiente para, tras armarse de valor, asomarse por la habitación de la frivy estrenando conjunto nuevo. Los pantalones grises le sentaban como anillo al dedo y aunque le gustaba su vieja chaqueta, aquella nueva no estaba nada mal.
Tocó la puerta de su habitación, cabeza bajo el brazo, más nervioso de lo que aparentaba estar. La presencia de la veela y como reaccionaba a ella seguía siendo una asignatura pendiente.

«Ey Twix. Soy Jace, ¿estás por ahí?»

La respuesta de Kirés la dejó pensando, pero ella no lo veía de la misma manera. Lo que había sacado en claro de la forma de proceder de aquella ciudad era que no le importaban a nadie mientras no viesen la Luna y sus cuerpos se transformasen, momento en el que las personas al cargo les ofrecían refugio y comida gratuitamente. A Irianna le sonaba más a elitismo que a otra cosa: la ciudad seguía siendo igual de peligrosa a fin de cuentas, solo que ahora tenían muchos más medios para enfrentarse a ella, pero nadie garantizaba su seguridad en las calles de todas formas. No pretendía iniciar un debate al respecto de eso, por lo que decidió omitir la mayoría de sus pensamientos, pero sí optó por comentar uno de ellos en particular.
—Yo lo que todavía me pregunto es cómo han podido cambiar tanto las personas que hace menos de un año se encontraban en la misma situación que nosotros… —Sabía que Krono Rádem y Heraldo Rocuo, por ejemplo, se contaban entre los mencionados. Aunque tal vez aquellos dos no eran precisamente el mejor ejemplo, por otra parte, estaba claro que no eran malas personas—. Quiero decir, me parece imposible que nadie quisiera ayudarnos realmente. ¿Tanto cambia todo el mundo en apenas unos meses? Tengo la sensación de que hay algo más…
Recordaba lo que dama Poda había dicho acerca de que nadie les ayudaría, pero nunca mencionaría ese nombre delante de dos antiguos habitantes de Maciel. Aun así era la actitud lo que más le extrañaba. Como si todo el mundo estuviese completamente resignado a la imposibilidad ayudar a los recién llegados. Había demasiadas cosas que todavía no comprendía sobre aquella ciudad.

Irianna todavía no se había planteado buscar trabajo y la subsiguiente conversación la sorprendió. No tanto por la prisa que parecía tener Kirés, ya que acababa de dejar claro que se trataba de un choque cultural al respecto, sino porque incluso Eara parecía haber dedicado tiempo a pensar en ello.
—Yo no lo sé… Ni siquiera sé cómo se puede ganar uno la vida aquí —la nebulomante se apartó el pelo de un lado de la cara, pensativa—. Pero aunque la mayoría de edificios de la ciudad están en ruinas… Ha de haber algún lugar en donde los ciudadanos que no viven en estos refugios compren comida y ropa, ¿no?
Aunque la idrina se preguntaba, sobre todo, qué otra clase de servicios se consumían en un lugar como aquel. ¿Habría teatros, por ejemplo? ¿Se daban conciertos públicos? Y, sobre todo, ¿había algún lugar donde comprar libros?

Twix no esperaba visita. Había planeado buscar a Samika más tarde para tomar algo pero aún no había acordado nada con nadie. Estaba hecha un asco (según sus estándares) por lo que se puso en pié de un salto y convocó un conjuro de limpieza a la desesperada para al menos quitarse de encima el polvo de una mañana de organización. Se sacó un par de mechones de pelo del moño para colocárselos a un lado del rostro y escondió una pila de ropa y otras cosas debajo del escritorio de una patada.

-Holi- saludó al dullahan con una sonrisa. Su cara se iluminó cuando vió que llevaba puesto un conjunto frivy- ¡Estás divino que te rompes! ¡Te queda perfecto, pero de la total! A ver, da una vuelta- le pidió, arrastrándolo al interior de la habitación para poder estudiar bien el modelito. En frivo no se hacían prendas con piel, pero el vinilo le quedaba igualmente bien. -¿Te gusta entonces?

Mientras seguía comiendo desvió los ojos hacia Eara tras escuchar lo último que había dicho. Esta vez sí había notado que no parecía estar del todo bien, sin embargo el enderth era consciente de sus casi nulas capacidades sociales, por lo que decidió que si la Sinhadre no decidía sacar el tema tampoco lo haría él.
Sus ojos cambiaron de dirección para posarse en Irianna cuando ella también habló, y respondió con la información que conocía. –Lo hay, tiene que haberlo. Durante nuestra cosecha fuimos atacados por un transformado, y pasado cierto límite, se retiró de repente a pesar… –Su orgullo provocó que le costara continuar por un instante, pero lo mantuvo bajo control rápidamente y disfrazó aquella pausa como si le costara recordar aquello por ser algo de hace tiempo. –a pesar de que nos tenía en el bolsillo. 

Respecto a lo que él mismo había preguntado, nadie parecía saber mucho más. Aquello no desanimó al enderth, ya que era consciente de que no tenían por qué saberlo, pero eso no cambiaba que habría preferido obtener información de gente conocida. No había remedio, tendría que ponerse a buscar, y lo último que comentó Irianna le dió una buena idea de por dónde empezar. –Si hay trabajo hay comercio –asintió, –y si hay comercio hay un mercado. Puede ser un buen lugar para empezar a ver cómo funcionan las cosas aquí. Si, creo que empezaré por ir allí. –Aquello, claro estaba, implicaba averiguar dónde se encontraba primero, pero probablemente podría averiguarlo simplemente con preguntar a algún habitante de la propia torre. 
Y entonces recordó que entre las cosas que se había propuesto se encontraba el ser un poco más sociable. 
–Hmm ¿Queréis venir? Creo que lo apropiado ahora es invitar a la gente para que me acompañe… aunque no estoy seguro. En mi mundo mi trabajo me hacía pasar la mayor parte de mi vida a solas, así que socializar no es lo mío.

Eara no sabía qué decir al respecto de los transformados más veteranos. Ella no había conocido ninguno durante la criba, a diferencia de muchos de sus compañeros de torreón, aunque había escuchado las historias de primera mano. Lo de que no podían cambiar tan deprisa era cierto, sin embargo, y ella también había conocido a varios en aquella misma torre que no le parecían para nada malas personas.

Al final terminó por no intervenir, considerando que lo único que podía aportar al tema eran obviedades. Lo de la posibilidad de que existiese un mercado, compraventa en general, en la ciudad le llamó la atención. No lo había considerado antes. El hecho de que apareciese la comida en la torre cada día le hacía pensar que la gente generaba su propia comida con magia o la sacaba de algún sitio que desconocían y que, en cualquier caso, nadie se había molestado en mostrarles. «¿Por qué nadie se ha molestado en explicarnos nada aparte de que teníamos que cambiar de torreón para vivir? Cuesta creer que necesitasen traernos aquí para algo más que hacernos sufrir».

Ante la invitación de Kirés, automáticamente Eara concluyó que debía declinar. Pensó en Ayne aún durmiendo y en que tal vez no debía abandonar la torre sin avisarle, porque sabía que, de querer salir, él la acopañaría. Luego pensó en las salidas que él había hecho recientemente, sin decirle nada ni dejar una nota. Solía justificarlas diciendo que necesitaba pasear solo un rato para aclararse las ideas, y no solía ir muy lejos a juzgar por lo que tardaba, salvo en las dos últimas ocasiones. En cualquier caso, Eara se sentía aún más sola que antes, porque seguía sin salir a la ciudad, y Ayne estaba demasiado abstraído para prestarle atención. Cada transformado de su grupo tenía sus propias preocupaciones y estaba inmerso en desarrollar sus nuevas habilidades. Ella no tenía nada de eso.
—Te acompañaré, si no es molestia —decidió de pronto. Probablemente se sentiría mal por ello más adelante, e incluso le daba rabia por necesitar la escolta de otros para salir—. Y, Kirés, no tienes que preocuparte. Socializar no es algo que tengas que meditar cómo hacer. Di lo que creas que tengas que decir, hasta ahora lo has hecho muy bien.

Eara le dedicó una pequeña sonrisa al paladín. No quería que notase el nerviosismo que venía de la decisión que acababa de tomar y lo malinterpretase. Detrás de toda aquella preocupación, la sinhadre tenía unas ganas tremendas de pasear por el exterior, sin presiones. Y sin miedo, al ir entre transformados.

Si Twix estaba hecha un asco, Jace definitivamente no lo había notado. La chaqueta pareció encoger en el momento en el que vio a la veela, consiguiendo con dificultad no mandarle veinte piropos inconscientemente de golpe. Se pasó una mano por la nuca antes de saludarla con esta misma, soltando el humo de forma más rápida y constante.

«¿No molesto, ¿no?» —la frivy respondió a su pregunta en lo que tiró de él, a lo que el dullahan reaccionó con una carcajada—. «¡Joder, pues espero no romperme más!» —tal como le pidió, Jace dio una vuelta sobre si mismo para complacerla, haciendo una breve reverencia como toque bromista al acabar— «Te tengo que dar las gracias por la ropa. Tienes un ojo de puta madre, todo me queda genial, ¡incluso los calzoncillos eran de mi talla!»

Tomó asiento al borde de la cama, apartando cualquier cosa que hubiera quedado sobre esta para no sentarse encima.

«Si no estás muy ocupada me gustaría pedirte un favor.»  —se puso la cabeza en el regazo, señalándola con una mano—. «Es una gilipollez como una casa y va a sonar raro de la hostia, pero... ¿No tendrás tintes negros o algo así? Hace demasiado no me corto el pelo en condiciones y no me gusta el rubio, por muy despegada que tenga la cabeza del cuerpo. Me pone jodidamente nervioso verme así. Me preguntaba si podías ayudarme, necesito un servicio de peluquería urgente.»

Otra carcajada más. Esperaba no sonar demasiado descarado, por lo que se aseguró de dejarle claro de forma abstracta que, en caso de estar ocupada o simplemente no querer, el dullahan volvería en otro momento.