Torre Serpentaria

La idrina era consciente de lo poco que sabía sobre los antiguos habitantes de Maciel, pero se hizo más patente al mencionar la otra chica los horarios que tenía la pareja, diferentes al resto. Recordaba vagamente que los sinhadres hacían vida noctura y, aunque Eara y Ayne se habían habituado considerablemente al ritmo de vida inverso, parecía que todavía conservaban algo de sus antiguos horarios.
—De acuerdo, entonces prepararé mi desayuno —concedió mientras se apartaba el pelo tras una oreja y se dirigía hacia la alacena para decidir qué le apetecía más.

Irianna no tardó en decidirse por alguna pieza de fruta varmana, a la que se había aficionado durante la criba, y un poco de queso de umbra. Los distintos quesos provenientes de otros mundos llamaban su atención, pues algunos parecían realmente apetitosos, y lamentaba que su cuerpo no pudiese tolerarlos por algún motivo. La casualidad quiso que la propuesta culinaria de la sinhadre le supusiese el mismo problema y alzó la vista hacia ella con cierta sorpresa contenida.
—Oh, estoy segura de que te lo agradecerían. Me temo que yo no podría comerlo salvo que estuviese hecho con leche de umbra, procedente de Idris. Creo que soy la única con este problema, pero no puedo consumir leche ni productos derivados de la misma si no son de umbra —le informó—. Puedo ayudarte a prepararlo, estoy acostumbrada a cocinar en compañía —añadió con una leve sonrisa—. Pero entenderé si prefieres no usar leche de umbra para hacerlo, seguramente el sabor varíe… Al menos eso creo por lo poco que pude probar  del queso que tomáis los demás antes de arrepentirme.
Dejó escapar una breve risa contenida en un bufido al acordarse de lo accidentado de su primer desayuno en la ciudad.

Empezó a verter el azúcar en una sartén para hacer el caramelo mientras la idrina escogía su desayuno. Se volvió para mirarla mientras le explicaba que tenía problemas para tomar leche normal, y la aurva se avergonzó un poco de no haberlo sabido antes, porque Irianna nunca debía de haber podido comer muchos de los dulces que dejaba en la cocina para quien los quisiese probar.
—No tenía ni idea, lo siento. Dime qué leche es, seguro que podemos adaptar la receta para que tú también puedas comer.

El líquido en cuestión ya lo conocía de antes. Lo había visto muchas veces entre el contenido de las cestas y lo había usado para cocinar o solo. Tenía un sabor un poco diferente de otras leches que venían en las cestas, pero no iba a estropear los flanes en absoluto.
—No sabía que esta leche se llamaba así. Había tantas cosas en las cestas que nadie sabía de dónde venían… —dijo con una pequeña sonrisa—. Pero el flan también saldrá bien con esta, aunque sepa algo diferente. — Estaba empeñada en no discriminar a nadie en la invitación al postre, y menos a alguien que se había ofrecido a ayudar a cambio de nada. Mientras el azúcar empezaba a fundirse, pensó que era un buen momento para preguntarle lo que se le había pasado antes por la cabeza. Otras transformaciones habían sido más obvias y no importaba si las habían anunciado o no; la idrina, en cambio, había pasado un poco desapercibida—. Por cierto, Irianna, aunque parece que ya está solucionado, nunca llegué a preguntarte acerca de la niebla. ¿Cómo te deshiciste de ella? ¿Es un dominio? —Los brujos habían sido una de sus líneas de investigación durante el tiempo que había buscado posibles transformaciones para sí misma, pero cuando todo había quedado aclarado no había vuelto a leer más libros acerca del tema.

—De acuerdo, entonces —accedió ante las palabras de Eara—. Nos pondremos manos a la obra en cuanto termine.
La idrina se sentó a la mesa con lo que había cogido de la alacena y comenzó a desayunar. Estaba bastante hambrienta, pero ante la perspectiva de un buen postre tras la comida prefirió hacer hueco en su estómago. Mientras tanto la sinhadre se interesó por su niebla y la idrina asintió mientras tragaba ante su última pregunta, algo sorprendida porque su interlocutora supiese lo que era un dominio aunque no tardaría en suponer por qué.
>>Sí, soy nebulomante —confirmó sin poder evitar que asomase una leve sonrisa en la comisura de sus labios—. He absorbido la niebla y ahora está en el interior de mi cuerpo. Sé que debe sonar extraño, pero en realidad fue un proceso muy sencillo y que desde el primer momento parecía adecuado. Es difícil de explicar… Pero lo importante es que puedo usarla cuando quiera sin tener que avergonzarme por molestar a los demás —añadió con una leve risa. La situación le había llegado a incomodar considerablemente, pero ahora que había quedado atrás podía tomárselo con humor—. De esta forma también se conserva durante más tiempo, aunque tengo que aprender cómo preservarla mediante hechizos y cosas así. Por lo que he podido averiguar, en cuanto la Luna vuelva a desaparecer en poco más de un mes no volverá a haber niebla en Rocavarancolia hasta dentro de diez meses. No es difícil de creer teniendo en cuenta que hasta que no se aproximó la llegada de la Luna Roja el clima de esta ciudad parecía congelado en una perpetua monotonía otoñal. —La figura literaria, utilizada por ella misma no hacía mucho en uno de sus escritos, le había salido sola—. Ah, pero tampoco quiero aburrirte con mis cosas.

La lacustre volvió a apartarse el pelo con cierta indecisión sobre si debía preguntar o no, aunque la sinhadre se había interesado por su transformación, desconocía si lo que había ocurrido con la pareja era un tema con el que su interlocutora se sintiese cómoda. A fin de cuentas los cambios de Ayne habían sido bastante radicales, al estilo de los de Jace. Recordar la filosofía con la que el humano se había tomado el desprendimiento de su cabeza, no obstante, le hizo decidirse. Además creía que lo correcto era corresponder a su interés, siempre podía disculparse si notaba incomodidad en la aurva.
—¿Qué tal lo lleva Ayne? No sé mucho sobre sus cambios, pero supongo que no debe de ser sencillo…

Todo lo que le explicó Irianna le pareció muy interesante. Tener un dominio parecía una experiencia tranquila y nada problemática. Aunque la sinhadre no podía imaginarse siquiera las verdaderas utilidades de la niebla, ya consideraba aquella una transformación de su agrado. Era una lástima que conseguir niebla en Rocavarancolia no fuese fácil, pero quedaban los mundos, a los que Eara sabía que había forma de ir, pero no los detalles todavía.
—Ah, no, no me aburres para nada —respondió la aurva con una sonrisa tímida. Todo lo que había contado le parecía interesante. Que no se hubiese transformado no quería decir que no quisiese conocer todas las criaturas que podían encontrarse en la ciudad—. Seguro que encontrarás la manera de tener siempre a mano la niebla —dijo, aun insegura.

Cuando Irianna le preguntó acerca de Ayne, la sinhadre intentó recordar si en algún momento había dicho delante de ella que no se había transformado. No era capaz de recordarlo, pero lo cierto era que era cualquier cosa menos un secreto, así que asumió que ya lo sabía.
—No está siendo fácil… —«Ni siquiera para mí» quería añadir. No encontraba muchas ocasiones para hablar de ello, de cómo los cambios en Ayne también repercutían en la propia Eara, pero no quería hacerlo parecer una queja, ni tampoco salirse por la tangente respecto a lo que la idrina le había preguntado—. No lo está siendo para nadie, pero para los que tienen precios inmorales… —Suspiró—. He leído un poco sobre ello. No sabría decir quiénes tienen más o menos suerte que otros, pero ahora… Nadie lo ha elegido, ni puede volver a ser como era, y si no somos comprensivos con ellos va a ser todavía más difícil de llevar, ¿verdad? —Eara tampoco sabía con mucho detalle cómo estaban tomándose sus cambios los inmorales del grupo de letargo, pero suponía que lo que ella aplicaba a Ayne podía aplicarse a todos los demás—. Ayne ha llevado mal lo de su aspecto, pero también el precio. Algunos ya nos han dicho que como precio es bastante fácil porque no requiere —la siguiente palabra pareció resistirse a salir de su boca, seguía sin acostumbrarse a hablar de aquellas cosas con tanta normalidad— matar, pero para nosotros, los sinhadres, las almas son sagradas.

—¿Hablando de mí a mis espaldas?
Eara se disponía a preguntarle a la idrina cuál era su opinión al respecto para luego interesarse por varios de sus compañeros de los que sabía poco o nada, cuando Ayne las había interrumpido apareciendo en la entrada de la cocina. Las miró con una sonrisa de medio lado a la vez que bromeaba y luego avanzó hacia el mesado, donde se apoyó, a poca distancia de Eara.
—Hablábamos de transformaciones.
—Y hacíais… ¿flan? —preguntó dirigiendo sus cuencas a la sartén con el caramelo.
—Sí.
—Eara, no creo que se me pueda seguir considerando sinhadre a estas alturas. —Ella lo miró con el ceño levemente fruncido, no esperaba tampoco que fuese a recuperar el tema de conversación donde se había quedado—. No me mires así. Ni siquiera puedo volver a casa. —Su voz ya no dejaba entrever tanto dolor ni resignación como durante sus primeros días como transformado al decir aquello. Lentamente parecía haberse convertido de nuevo en algo parecido al Ayne de los últimos meses de la criba. El edeel suspiró casi imperceptiblemente, para después centrar su atención el Irianna—. ¿Qué hay de ti y Kimbra? ¿Os seguís entendiendo? —El anima no sabía cómo estaba llevando Kimbra su transformación, pero veía un paralelismo entre él y su aurva y Kimbra e Irianna, compartiendo habitación y enfrentándose a los cambios ineludibles.

Se sintió aliviada al comprobar que a Eara no parecía haberle molestado la pregunta, aunque la respuesta, a pesar de no resultar sorprendente, no era demasiado alentadora. Asintió con seriedad cuando la sinhadre le habló de comprensión, teniendo en mente en todo momento a Kimbra al escuchar sus palabras, aunque sin olvidarse también de Jace. El dilema sobre las almas y lo que esto suponía para los sinhadres no le era del todo conocido a la idrina, pero tampoco era tan difícil empatizar con ello. El alma siempre había sido una noción abstracta, difusa para la idrina y que lo había creído algo más simbólico y abstracto que un componente real de una persona y por ello como concepto no tenía mayor trascendencia para ella. Pero al parecer existía de forma física, de alguna manera, y que te la quitasen, aunque fuese parcialmente, no podía ser algo inocuo de ninguna manera.
—Tener que quitar vidas es más… drástico, pero no creo que cualquier otro tipo de… Ya sabes —se apartó el pelo en un gesto nervioso, no sabiendo encontrar las palabras adecuadas—. No creo que sea fácil en ningún caso, quiero decir. Siento que…

La voz de Ayne la interrumpió por completo, incluido el hilo de sus pensamientos. Se tensó por inercia al descubrir su presencia, tanto por el hecho de que estaban hablando de él, tal y como el propio anima había mencionado, como por su presencia en sí misma. La lacustre dedicó un instante a pensar en lo ¿irónico? que podía ser si se pensaba fríamente el hecho de que lo que le daba miedo de la presencia de Ayne no era precisamente su capacidad para absorber almas. Atendió con cierta rigidez, que trató de relajar poco a poco aunque esperaba que pasase simplemente por incomodidad ante la conversación ajena a ella que se estaba llevando a cabo mientras trataba de concentrarse en la tarea que tenía entre manos; pues cuando el anima había irrumpido en la cocina la lacustre ya había terminado de recoger los restos de su desayuno y ya había comenzado a ayudar a la aurva. No se sentía con derecho ninguno a dar su opinión, fuese cual fuese pues no estaba segura de tener una, respecto a lo que Ayne le reprochaba a Eara y por tanto esperó a que le hablasen directamente. Ello no tardó demasiado en producirse.

—Kimbra… A ella le resulta sencillo —respondió de forma distraída, evitando mirar a Ayne a las cuencas vacías de sus ojos. ¿Era de mala educación no mirar a un anima a su falta de ojos mientras hablabas con él?—. No ve ningún problema en lo que tiene que hacer y solamente está preocupada por la forma más eficiente de llevarlo a cabo. Yo… no creo que sea quien para cuestionarla. Venimos de sociedades radicalmente diferentes y es normal que la brecha moral entre ambas sea amplia. Para mí no es tan fácil, pero lo cierto es que he preferido no pensar demasiado en ello. No sé si estoy siendo hipócrita o huyendo de lo que no me gusta, pero… No creo que dar vueltas en círculo vaya a solucionar nada tampoco. Como ya he dicho no voy a intentar persuadir a Kimbra para convencerla de lo que está bien o está mal —expuso finalmente con total sinceridad.

A Ayne no le llamaba siquiera la atención que la nebulomante no le mirase a la cara al hablar, porque creía entender mejor que nadie lo desagradable que resultaba. Lo que explicó sobre Kimbra lo dejó pensativo. Por un momento deseó poder ser como ella, que las cosas resultasen más sencillas y que sus mayores preocupaciones fuesen cómo cumplir su precio de forma más  eficaz. A fin de cuentas, sabía que una parte de él lo estaba deseando.

La situación de Irianna, por otra parte, era tal como esperaba. Al igual que Eara, comprendía que habían cambiado. Tal vez ayudaba que, aunque de una manera diferente, también lo había experimentarlo de primera mano. En el fondo, el anima se alegraba tanto como le sorprendía que Eara, sin entender el efecto que tenía en todos ellos la Luna, hubiese aceptado que producía cambios más allá del físico. Realmente había leído más libros que él al respecto.
—No creo que estés huyendo de nada mientras sigas estando con ella. Kimbra tiene suerte, desde luego. Quiero decir, por tener apoyo y por no estar pasándolo mal con todo esto.
Eara pudo notar que lo que su edeel quería decir era que tenía envidia de la rakshasa. Por no tener conflictos morales. Cuando decía aquellas cosas, a Eara le preocupaba que Ayne estuviese tratando de deshacerse de los suyos propios. Cuando pensaba en eso, también le preocupaban muchas cosas más de cara al futuro. ¿Cuánto podía llegar a cambiar? Le habría gustado compartir sus preocupaciones con Irianna, pero estando Ayne delante no quería mencionarlo.
—Ojalá las cosas hubiesen sido fáciles para todos —se lamentó, por decir algo.
—¿No transformarse cuenta como fácil o difícil? —preguntó Ayne, inclinándose hacia su aurva con genuina curiosidad.
—No lo sé. Fácil no me parece, pero para algunos quizá no es justo que lo diga —admitió, cohibida. Creía que su edeel pertenecía a ese grupo.

No tenía muy claro lo que detectaba en Ayne cuando le dijo que Kimbra tenía suerte porque la falta de ojos en su rostro significaba la pérdida de un signo importante en lo que a lenguaje corporal se refería, pero tampoco era muy difícil suponer qué clase de cosas podían pasársele por la cabeza.
—Supongo que sí… —Le respondió sin pensarlo demasiado, sin saber qué otra cosa decir.
En el subsiguiente intercambio de la pareja la idrina volvió a sumirse en sus pensamientos mientras atendía a lo que decían. No hablaban con ella directamente, pero decidió que si no tenían reparo en que les escuchase es que no debería sentirse como si estuviera espiando una conversación privada. Probablemente si se mantenía en silencio la situación se volvería más incómoda y no al contrario, por ello decidió intervenir aportando su propio punto de vista al respecto.
>>No creo que debas preocuparte por eso, Eara. Yo a veces también tengo esa misma sensación. Quiero decir, mis cambios no han tenido ninguna consecuencia desagradable para nadie salvando una molesta leve durante las primeras horas. A mi alrededor todo el mundo sufría, cambiaba… o se le caía literalmente la cabeza. No lo hemos elegido y no es nuestra responsabilidad en ningún caso, incluso aun si es injusto. —Irianna se mordió el labio inferior, concentrada en lo que trataba de decir mientras batía unos huevos—. Es comprensible que te puedas sentir frustrada por no haber cambiado igual que los demás, a fin de cuentas eso hace que tenga aún menos sentido el que te hayan traído aquí. En cualquier caso, Eara, tú también tienes derecho a quejarte si lo necesitas —concluyó con cierta inseguridad, pues ya no sabía si estaba animando a la sinhadre o haciendo todo lo contrario.

Mientras Irianna hablaba, Eara la observaba, olvidándose momentáneamente de la sartén. Se sentía aliviada de algún modo al saber que había alguien que estaba en una situación semejante a ella y la entendía. Intentó sonreírle, agradecida.
—Gracias. Sé que de haberlo sabido habría acompañado a Ayne de todas formas, así que no es algo que deba lamentar.
A su lado, el aludido alargó una mano hacia el mango de la sartén.
—Se te está pasando el caramelo.

Apartó ella misma aquel mejunje del fuego, soltando una exclamación por lo bajo. No quería que se pusiese amargo. Entre tanto Ayne aprovechó para dirigir a la idrina la pregunta que acababa de venírsele a la cabeza a cuenta de todo aquello.
—¿Y qué hay de ti? Con tu aspecto podrías volver a tu casa, ¿has pensado en ello?

Dedicó una sonrisa a Eara antes de que Ayne interviniese para advertir a su aurva sobre el estado del caramelo y volvió a centrarse en la tarea que tenía entre manos hasta que el anima volvió a hablarle. La cuestión que le planteó le hizo detenerse por completo durante unos breves instantes, los justos hasta que se dio cuenta de cómo había reaccionado y relajó su postura por completo. Aun así permaneció unos segundos en silencio antes de responderle: sin saberlo, el edeel había removido en el cenagal más turbio de su consciencia.
—Lo cierto es que no —dijo por fin, sin necesidad de ocultar nada en su lenguaje corporal pues estaba siendo completamente sincera—. Porque no tengo interés en volver. Además, Miseria Nombre borró los recuerdos sobre mí de todos los que me conocían. Ya no hay nadie esperando por mí en Idris.
<<Gracias al Reflejo>> añadió para sí.
Lo único que no dijo fue que había aceptado ir a aquella ciudad de forma completamente consciente y voluntaria. No quería que nadie hurgase en aquel tema, y sabía de sobra que las sutilezas para indicar que no deseaba hablar sobre algo no solían funcionar con sus compañeros de otros mundos. E Irianna no quería tener que dar ninguna explicación al respecto, porque comportaría decir medias verdades que tal vez no sonasen del todo convincentes o coherentes.
>>¿A vosotros no os dijeron lo mismo, por cierto? —Se le ocurrió de repente—. El cosechador, quiero decir. ¿No mencionó nada sobre borrar recuerdos?

A ambos sinhadres les cogió un poco por sorpresa lo rotunda que sonaba Irianna afirmando que no deseaba volver a Idris, pero esa sorpresa quedó un poco de lado en cuanto mencionó que nadie podía recordarla. Se preguntaron prácticamente a la vez si era igual en su caso. Sin embargo, de los dos, solo Ayne se descubrió pensando que aquello podía ser más bueno que malo.
—No… No mencionó nada de eso. Dijo que podríamos volver, solamente omitió que para entonces a lo mejor no iba a ser posible. Me pregunto si a nosotros también nos han olvidado… —Eara parecía un tanto alicaída de pronto. Por un lado sabía que si no los echaban de menos no habrían estado preocupados por su desaparición, pero que todo su pasado se hubiese borrado sin más era algo realmente triste.
—Podemos preguntarle a esa aurva del pelo enmarañado… La que nos saludó el primer día. No se la ve mucho, pero se supone que vive aquí.
—¿Lo sabrá?
—Probablemente. Ha tenido tiempo de sobra para informarse. Por lo que nos han contado el protocolo de cada cosechador depende del mundo, ¿no?
Eara asintió, aunque dubitativa. Luego devolvió su atención a Irianna.
—¿No es muy cruel hacer que todos te olviden? Es como dejar de existir… No sé, me parece muy triste. —Eara no pensaba siquiera en que la idrina tal vez había aceptado ir a Rocavarancolia ya sabiendo ese detalle. Se había puesto melancólica al reflexionar sobre las consecuencias de ser olvidado en el propio hogar, y se notaba. Ayne, en cambio, pensaba que para que echar de menos a un monstruo casi era mejor no echar de menos nada. Era preferible ser olvidado, no ser una espina clavada en la conciencia de sus padres, aunque no le hacía gracia que Jack pudiese haber jugado con las cabezas de sus allegados.

Al parecer el cosechador de la pareja no había mencionado nada al respecto. La idrina a aquellas alturas estaba segura de que cada uno decía lo que más le convenía, por lo que era probable que hubiese omitido aquel detalle con alguien que, al contrario que ella, no querría eso bajo ningún concepto. Notó como el estado de ánimo de la aurva se vio afectado ante la perspectiva de nadie pudiese acordarse de ella en su mundo de origen. La idrina podía comprenderlo: si su situación no se parecía a la suya aquella reacción era la más lógica en cualquier persona normal. Sobre Ayne no estaba segura, resultaba difícil leerle, pero, además de que era obvio, la pregunta que le había hecho implicaba que sabía de sobra que él no podría volver aunque quisiera.

Los sinhadres mencionaron la diferencia de protocolos entre mundos, detalle que la lacustre había notado pero desconocía hasta qué punto podían ser diferentes los métodos de cosechar a la gente. Además, lo había achacado en un principio a algo más individualista, al fin y al cabo no creía que el resto de idrinos hubiera aceptado acompañar al cosechador tal y como lo había hecho ella. Nada de todo esto podía compartir, no obstante, por lo que se limitó a tratar de mostrar optimismo para Eara.
—Sí, preguntadle. A lo mejor vuestro caso es diferente al mío.

La aurva, no obstante, volvió a dirigirse a ella con una pregunta que no sabía cómo debería responder. Se permitió dejar escapar una risa muy leve que sin duda había sonado triste.
—Supongo que sí. Pero yo no echo demasiado en falta lo que dejé atrás. Digamos que la relación con mis padres no era la mejor. Ellos tenían sus propios planes para mí, sin tener en cuenta lo que yo quería y… bueno. —Se apartó el pelo con nerviosismo. La frase inacabada incluía el factor principal por el que, incluso si lo que contaba sobre sus padres no fuese cierto, habría aceptado las condiciones de Miseria Nombre de todas formas—. En los últimos años estaba muy centrada en mis estudios y en mejorar como escritora así que tampoco tenía demasiados amigos… A lo mejor sueno demasiado fría, pero no es tan malo en mi caso —concluyó esperando que no tratasen de indagar más en aquello, tratando de enfatizar el hecho de que eso era todo lo que iba a decir al respecto a pesar de que sabía que no lo iban a captar.

Era cierto que había dejado de tener amigos, aunque no fuesen los que había mencionado los motivos de peso. En aquellos momentos trataba de sacar de su cabeza a toda costa un nombre y un rostro que, aunque hacía casi un año desde que lo había tenido cerca, continuaba acechando en sus recuerdos más amargos y en sus peores pesadillas.

Lo que contó Irianna no ayudó a Eara a sentirse un poco más optimista. Se sintió mal por lo que contó la chica, y se imaginó que debía ser bastante doloroso tener una familia a la que no querrías volver. La propia Eara no había tenido hasta hacía poco una familia como tal, pero había tenido algunas amistades, y le gustaba pasar tiempo con Hela y Baen. Con los demás tampoco se llevaba mal, pero aunque no todo fuese perfecto, había estado bien en aquella casa.
—Tienes suerte. En realidad tienes suerte —dijo Ayne, completamente sincero—. Al menos estás bien con lo que tienes ahora.
—Supongo que sí… —tuvo que admitir Eara, aunque apenas se la escuchó.

Una vez se terminó lo necesario para el flan, Eara sacó la carne y miró a la idrina.
—¿Queréis compartir comida hoy? Solo es añadir un poco más y podemos juntarnos todos para comer. —Quedaba implícito que se refería a antiguos macieleros y letarguinos—. ¿Les parecerá bien a los demás?
—Si comemos todos a la vez va a parecer un día de fiesta —bromeó Ayne. Pero ni siquiera él estaba en contra de la idea. Tanto le daba. Pero Eara pensaba que juntarse más a menudo sería bueno para ambos grupos.

Les dirigió una mirada pensativa a ambos antes de finalmente responderles con una leve sonrisa. Quería quitarle importancia a aquello y que el tema muriese por sí solo.
—No creo tener nada que lamentar, así que supongo que podría decirse que sí.
Aunque, en su fuero interno, no era capaz de considerarse tan afortunada como había sugerido Ayne que era, pero poco tenía que ver con el cambio que había sufrido, en el que había salido demasiado bien parada si lo comparaba con lo que le había tocado al propio edeel.

Por suerte para ella la atención volvió por completo a la elaboración de la comida y asintió con genuino interés ante la propuesta de Eara. Todavía le costaba estar rodeada de tanta gente, especialmente porque el grupo incluía a demasiados hombres, pero se había decidido y no había vuelta atrás: tenía que empezar a perder el miedo. Veril ya no estaba allí y nadie más tenía por qué ocupar su lugar. Sabía que era irracional y que le suponía un lastre en demasiadas cosas, incluyendo lo cotidiano.
—Yo creo que les gustará la idea. Puedo avisar yo misma a Kimbra, Sekkeh y Jace —se ofreció mientras dejaba los utensilios que tenía entre las manos en ese momento sobre la encimera. Y, tras vacilar unos instantes, se giró hacia Ayne antes de dirigirse hacia las escaleras—. Delego en ti mi responsabilidad de ayudar a Eara durante mi ausencia.
Y, tras atreverse con aquella pequeña broma, salió del cuarto tratando de ignorar el brote de nervios.

Fue apenas un par de horas después de despedirse de Sura y otros compañeros de la Sede, que volvió a vestirse para salir. No era la primera vez que lo hacía, tras decidir con Alice que llevarían su relación en secreto al principio, la noche se había convertido en el mejor momento del día para encontrarse a solas, y evitar preguntas. No es que les preocupase en absoluto lo que pudieran decir sus amigos al respecto, pero se había convertido en costumbre, y una muy divertida, la de escabullisre en mitad de la noche fuera de sus refugios.

Marsi llevaba una sudadera con capucha hechizada, para evitar que el viento del vuelo esparciese su niebla, y sobre esta una chaqueta de cuero. Cárabo volaba en completo silencio, como habían ensayado, y aún así feliz por el paseo nocturno.

Se acercaron a la fachada de Serpentaria, a la ventana de Alice que ya conocían, protegidos por las ónyces. La dullahan envió un aviso telepático, solo para ella.

A Onyx le encantaba escaquearse a escondidas. No había más motivo que el hecho de que era divertido por tener que organizarlo sin que nadie les pillara y que exploraban la ciudad de noche. Un juego, sin más, pero un juego con el bueno de Cárabo, las onyces... y Marsi. Y hoy le tocaba a ella venir a buscarle, así que se sentó a esperar tras la ventana después de arreglarse. Llevaba unos vaqueros con algunos agujeros, sus botas, una camiseta negra larga a la que le había dado varios tijeretazos en los bajos y una chaqueta del mismo color. Una mochililla con algo para picar y beber (que ya calentaría luego) cerraba el conjunto. Llevaría el pelo suelto mientras volaban, pero llevaba el coletero para después junto a sus pulseras.

Las onyces, por su parte, se iban acostumbrando a aquellas escapadas, y de hecho ayudaban a ocultar a Marsi y Cárabo a la vista, o distraer a las estirges. La bruja pensaba que ojalá acabasen llevándose bien todos, pero no le daba importancia normalmente. Y menos las noches como aquella.

Cuando recibió el aviso, abrió la ventana y saludó con la mano, una sonrisa y por telepatía:

—<<¡Buenas noches!>> Pasó a la ventana y se sentó detrás de la varmana. Le palmeó el lomo con suavidad al grandullón— <<¿Qué tal, Cárabo?>> —y luego se abrazó a Marsi por detrás—<<¿Todo bien? Nadie os ha visto; podéis raptarme e ir a donde queramos>> —bromeó.

Cárabo ululó feliz al ver a Alice aparecer y se separó de la fachada de la torre en cuanto se subió a su lomo. Se alejaron rápidamente, no fuera que el entusiasmo del grifo les traicionara.

Marsi saludó a la bruja acariciándole el brazo, y entrelazando sus dedos con los de ella.

-<< Pues un secuestro marchando.>>- respondió entre risas. -<< Tengo un sitio pensado>>

Cuando hubieron ascendido lo bastante, Cárabo se dejó caer en picado, desplejando las alas a mitad de la caida para hacer una pirueta. Marsi le regañó, pero su tono no era duro en absoluto.

-<<Espero que te guste>>

Sigue en el bosque fantasma

La redecoración del cuarto de Twixy's avanzaba... bueno, avanzaba. Había tardado casi una semana solo en preparar el hechizo del armario, que aun no tenía con qué llenar. Además de los pocos materiales que tenía para adecentar el resto de muebles. Necesitaba telas, urgentemente, pero todavía no había encontrado a ningún veterano que quisiera acompañarla a Frivo.

¿Qué le pasaba a esa gente con su mundo? Cada vez que lo mencionaba la respuesta más frecuente era una mueca de desagrado o una mirada incómoda. Twixy's sabía que iba a encontrar mucha gente vulgar y sin gusto en esa ciudad, pero no imaginaba que habría tanta, y en mejor posición que ella. Se sentía indignada.

Esa tarde había decidido dejar a un lado la reparación de muebles y adelantar el trabajo que tenía para arreglar la ropa de Samika. Su amiga le había insistido en que no había prisa, pero la frivy no podía permitir que alguien de su grupo fuese por ahí mal vestida, no iba a permitirlo. Así que se puso algo cómodo y se apoltronó en uno de los sofás con el costurero a un lado, un top sobre el regazo y los los cascos puestos, ya que había aprendido a recargar su reproductor de música con magia.