Torreón Maciel (Archivo VI)

Recuerdo del primer mensaje :

Archime no pudo hacer otra cosa que dejarse arrastrar hasta Maciel una vez más. Como aquella ocasión en la bahía. En realidad había más paralelismos de los que parecía a simple vista, pues en aquella ocasión también habían rescatado a Taro -aunque no solo a él- y el biomecánico también había agotado sus energías. El camino transcurrió si que el biomecánico fuese apenas consciente de lo que lo rodeaba, centrado en todo momento en controlar su respiración. No había llegado a darle un ataque de asma, pero si se sobreesforzaba sin duda le ocurriría.

Se aposentó en el sillón de siempre, todavía recuperando el aliento y habló tras Anriel.
—Debemos... curarlo... —musitó con la respiración agitada para después intentar llevar a cabo un hechizo de restauración.
No pudo. Probablemente todavía conservaba cierta reserva de energía mágica, pero el cansancio del uso continuado de hechizos exigentes fue superior a él. Se agitó ligeramente cuando recibió la palmada de Shaco y dejó en sus manos la tarea de curar al carabés mientras se recostaba en el sillón completamente agotado. Posiblemente debían repetir los sortilegios sanadores durante los próximos días para que Taro se recuperase correctamente, pero Archime les dio su visto bueno internamente a los que aplicó el humano a modo de primeros auxilios, dejando de preocuparse por aquel asunto en concreto.

—No deberías realizar... movimientos bruscos. Es preferible que... pidas ayuda para lo que necesites, por ahora —advirtió al carabés poco después cuando este hizo ademán de moverse.

Se fiaba con reservas de aquel tipo, por eso su aportación fue estar a favor de dejarle salir. Pero lo único que quería era que hablase de una vez, le daba igual si era desde dentro o desde fuera. No le hizo ninguna gracia presenciar lo que parecía la vuelta de Jack. Por un momento pensó que habían perdido lo que fuese a decir el “detective”, pero regresó. O eso decía. Costaba mucho seguir lo que sucedía en la cabeza del humano, y su transtorno empezaba a cobrar tintes surrealistas. Ignoró las ironías del detective, escuchando solo lo interesante por el propio bien de aquel tipejo. Sin embargo, volvió a perder la consciencia sin dar tiempo a preguntas, y le hubiera gustado que llegase a ser más específico en vez de rellenar su discurso con tonterías. Lo que pedía no era imposible, pero sí un riesgo considerable. ¿De verdad podía haber escondido algo en las casas a propósito?

Estaba pensándose la respuesta a lo que había dicho Keiria. No sabía cuántos querrían ir allí, y él no podía ayudar sin magia, pero probablemente acabaría yendo. El chico empezó a moverse una vez más. Cío se preguntó quién sería esta vez, si acaso eso era todo y por lo que se había metido en la mazmorra. «Pero parece que volvió en sí».
―Creo que será mejor salir mañana. Y os acompaño. ―respondió al aprendiz. Se había hecho evidente ante el agotamiento generalizado que ese día no debía haber más salidas.
El aprendiz, que parecía poco animado, se puso a trastear con su videoconsola. Entre tanto, Cío se apoyó en los barrotes a esperar a que terminara todo aquello de una vez. No se esperaba que al cabo de un rato empezase a sonar la voz del humano a través de su cacharro, y se hizo el silencio entre los presentes. Giró la cabeza en cuanto la grabación hizo mención a imágenes, pero todo lo que podía ver era la parte trasera del aparato. Siguió a Lara con la mirada cuando se aproximó ante la mención de sus hijos. Miró también al aprendiz, y se preguntó si le importaría que estuviesen todos delante. No entendía con qué propósito podía haber grabado aquello, estando además el riesgo de que no pudiese haber recordado la contraseña. No le dio demasiadas vueltas más porque terminó por quedarse ensimismado por las palabras que surgían de los altavoces, por la visión optimista del que había sido “Shaco” para ellos. Solo decía cosas buenas de sus compañeros, solo. Siempre había sido así. Y básicamente por eso lo tenía en alta estima, independientemente del gran porcentaje de payasadas que hacía cada día. Cuando llegó a su parte –no era difícil recordar los motes estúpidos que usaba hacía dos meses con cada uno de ellos– negó con la cabeza con una media sonrisa, pero miraba al suelo. Aunque era un gesto burlón, el discurso le había llegado, tal vez porque nunca había visto una muestra de afecto tan sincera como aquella, dirigida encima a un grupo tan dispar como aquel.

―Si no hay prisa puedes terminar de verlo cuando puedas cargarlo. Tarde o temprano. ―dijo al final, girando la cabeza para sonreírle al humano.
«Pero, ¿cómo podía prever que volvería a perder la memoria?» se preguntaba. No era el momento idóneo para decirlo en voz alta pero, por otra parte, el chico podía seguir sin acordarse.

Lara se retractó entonces de su insistencia por retenerlo entre rejas, sin poder evitar empezar a llorar mientras lo decía. No solo eso, también ofreció su ayuda con lo que restaba, sorprendiendo, al menos, a Cío. Después la vieron desaparecer escaleras arriba, y el irrense se preguntó si ver aquel video había hecho algo por ella o, simplemente, había cambiado de opinión acerca del aprendiz

Asistió a todo lo dicho por el detective, con el añadido de lo que pareció ser intervención de Jack y permaneció en el sitio aun cuando el humano perdió el conocimiento. El biomecánico estaba dispuesto a ayudarle y hablaría en su favor si fuese necesario, pero Keiria ya se había puesto en marcha alegando haber visto aquel computador anticuado que el aprendiz llamaba “consola”.
Acerca de la visita a las casas carnívoras, el irrense explicó que solo él parecía tener la capacidad de emplear la niebla mágica y otros hechizos de importancia para una exploración en aquel lugar como la intangibilidad, por lo que era imprescindible que esperasen a que se recobrase de su fatiga mágica y pudiese acompañarles o de otro modo se trataría de una exploración de suma peligrosidad.
—No es posible —respondió a Anriel mientras la ulterana ya había ascendido en busca del aparato—. En primera instancia, para poder llevar acabo lo que sugieres, debería ser posible conectar mi ordenador al dispositivo del aprendiz, pero la tecnología es diferente y por tanto incompatible en todos los aspectos.


En cuanto la pelirroja regresó con el mencionado ordenador, no obstante, el aprendiz no pareció tener problemas en recordar su contraseña aunque el biomecánico dedujo que el indicador parpadeante quería decir que la batería se estaba agotando y por tanto le quedaría poca autonomía a aquel aparato. No obstante, el humano pudo reproducir aquel vídeo, al que el irrense atendió en completo silencio, tan solo escuchándolo ya que no cruzaría por su mente el acercarse a verlo sin que el humano lo hubiese solicitado. El audio, sin embargo, resultó bastante esclarecedor acerca del contenido de la grabación y, desde el silencio, el ingeniero aprobó la idea que había tenido el pelinaranja al haber previsto su posterior amnesia. Había alzado la vista hacia el humano, quien se encontraba completamente atento a la pantalla, parpadeando varias veces cuando escuchó la parte en la que hablaba sobre él, preguntándose a qué se refería con algunos términos que había empleado. No obstante, eso no era todo lo que le había dejado aquella reproducción. Una extraña sensación, similar a otras que había experimentado anteriormente desde que había llegado a Rocavarancolia y que todavía no conseguía identificar correctamente, lo invadió cuando la batería del aparato se agotó por completo y se hizo de nuevo el silencio. Cío se le adelantó en la respuesta al humano que estaba a punto de ofrecer, por lo que no añadió nada. Se llevó su mano izquierda a la nuca y se la rascó distraídamente, tratando de comprender todavía que era aquello que sentía y preguntándose si guardaría relación con el llanto en el que se había sumido Lara al término del vídeo.

Keiria se acomodó en la entrada de la celda mientras el aprendiz reproducía el vídeo sin hacer ademan de acercarse, respetando su espacio personal. Escuchó ensimismada la voz del humano, atenta al recordatorio que se había dejado a si mismo en previsión de lo que había ocurrido, cada vez mas confusa con lo que sentía a medida que el mensaje avanzaba. Aquel era el chico que habían conocido, el estúpido y encantador tarado que les había dado mas de un quebradero de cabeza, el mismo que siempre les arrancaba una sonrisa. ¿Por qué había tenido que perder la memoria?

Una leve sonrisa se extendió por el rostro de la ulterana cuando el vídeo llegó a la parte en la que el chico la mencionaba, pero le duro poco, y para cuando se acabo la batería de la consola, la chica procedió a escabullirse tras Lara.
—Yo voy a ponerme con la cena, me va a llevar un rato prepararla —anunció sin caer en la redundancia—. Os veo arriba —dijo con una sonrisa de ánimo para el pelinaranja, perdiéndose después escaleras arriba.

Una vez lejos de la mirada de sus compañeros, la muchacha se restregó los ojos con fuerza, tratando de detener las lágrimas que habían empezado a empapar su rostro. No sabía porque estaba llorando, y tampoco entendía porque lo hacía si no se sentía especialmente mal, pero allí estaba ella, comportándose como una panoli. Logro controlarse, y para cuando llegó a la cocina ya había recuperado la compostura y pudo empezar a preparar la cena con cierta tranquilidad.

Agradecería compañía pronto, sin embargo, pues sus alucinaciones parecían haberse alterado, y la fanfarria que había dentro de su cabeza empezaba a asustarla.

Ri apretó los labios. Cada uno por sus motivos, ninguno de los dos sinhadres se acercó a la consola del humano. No iba a ponerse a llorar, como había hecho Lara, ni sonrió, como otros. El golpe emocional se lo llevó por dentro y lo encajó como pudo. Se desbordaba. No sabía cómo manejar la suma de tensiones, miedos y afectos a la que le sometía aquel lugar, sobrepasaba el número de emociones que solía tener que esconder del resto del mundo. Se le había negado también la posibilidad de lidiar a solas con sus problemas y eso lo echaba de menos, más que el Qin, más que Ari, más que el paisaje tranquilo de luces nocturnas y los horarios correctos. Se moría por un pedazo de soledad.

No sabía que más podía hacer en ese momento, o siquiera si había algo que hacer. Lo suyo no era consolar, prefería evitar incomodar al aprendiz en cambio. Pronto estaría como siempre de nuevo, y salvo que eso no sucediese, no había mucho más que hacer al respecto. Se separó de los barrotes y terminó por volver arriba al cabo de un rato. Escuchó que alguien más subía tras él, pero no se detuvo a mirar de quién se trataba. Solo se dio cuenta de que era Archi cuando ya había llegado a la cocina. Sobre la mesa estaban olvidados el plato y el cuchillo sucios que no había llegado a recoger para cuando llegaron los excursionistas, y como Keiria estaba cocinando lo recordó y fue a quitarlos de en medio. Notó que la ulterana estaba nerviosa, pero ahora que ya había pasado todo no había motivos para seguir angustiados. No más que habitualmente, al menos. Llamó su atención con la mirada antes de hablar.
―No tienes muy buena cara. ¿Te encuentras bien? ―Podía aventurar montones de motivos de peso para preocuparse, pero Keiria no era de las que tendiesen a amilanarse. Comenzó a recordar todo lo que habían hablado con Lara pero, aunque quisiese comprobar por primera vez la sombra de la chica, apenas podía verla en el interior. Tampoco era el momento más indicado para ponserse a mirar sombras.

La voz de Cío saco a la ulterana de su ensimismamiento, devolviéndola a la realidad. Archi y él habían entrado a la cocina, y por la pregunta que había hecho el chico ella debía estar en las nubes.
—Si,si... estoy bien —respondió con una sonrisa insegura, desviando rápidamente la conversación a temas mas intrascendentes. Les pregunto que opinaban del vídeo del aprendiz, y se aseguró de dirigirse al biomecánico directamente para que no se quedara fuera del debate, pues al chico le costaba participar en aquellas tertulias distendidas.

Aun con todo seguía nerviosa y distraída mientras vigilaba los fogones y hablaba con los irrenses. Era complicado para ella no prestar atención a todo aquello que solo ella podía ver, y mas cuando aquellas visiones se esforzaban en llamar su atención, llamándola con voces ininteligibles o tratando de tirar de los pliegues de su ropa. Todo estaba en su cabeza, lo sabía, pero parecía tan real que asustaba, y cada vez era peor. En un momento dado, cuando la pelirroja alargaba la mano hacia el bote de las especias, una figura diminuta trató de colgarse de sus dedos. Al sentir de forma tan repentina el tacto frío y viscoso de lo que parecía un duende deforme, la muchacha dio un bote y apartó el brazo con un gesto brusco, dándole la espalda a su alucinación mientras esta se desvanecía en el aire riendo.

La ibolense había dado un par de pasos para alejarse de la encimera y se había apoyado en la mesa tratando de tranquilizarse, evitando el contacto visual con los dos muchachos. Estaba muy avergonzada, de haberse sobresaltado después de tanto tiempo controlándose y de que la hubieran visto sus amigos. Mantenerse alerta las 24 horas del día era agotador y le estaba pasando factura, quebrando cada vez mas su cordura, necesitaba hablarlo con alguien. Dirigió una mirada de soslayo a los dos irrenses antes de volver a fijarse en sus dedos, como si los encontrara muy interesantes.
—No, no estoy bien —dijo tras asegurarse de que no había nadie mas en las inmediaciones, respondiendo con sinceridad a la pregunta que Cío le había hecho antes—. Cada vez estoy peor, y posiblemente me este volviendo loca... Yo, bueno, es complicado. A veces... no, realmente a todas horas. Al principio solo eran cosas esporádicas, pero ahora es de forma continua, y cada vez me es mas difícil distinguir que es real de lo que veo —le costaba hablar, y a medida que avanzaba su respiración se iba agitando—. No se si debería molestaros con esto, seguro que pensáis que es una chorrada... pero parece tan real. Se que no lo es, vosotros no veías nada de esto, es cosa de mi cabeza, y lo he sobrellevado todo este tiempo autoconvenciéndome de ello, pero cuando estoy a solas no tengo referencias y...

Se estaba liando, y posiblemente no la estuvieran siguiendo, debía parecer estúpida. Se restregó los ojos con un gesto brusco, enfada consigo misma por llorar por segunda vez en un día.
—Lo siento —masculló con voz cansada—. Mi problema en resumidas cuentas es que estoy para que me encierren, y el motivo es que podría ilustrar un libro de relatos de terror con todos los seres que veo ahora mismo arrastrarse por la cocina.
No fue capaz de mirar a los chicos a la cara mientras regresaba junto al fuego para apartar una de las ollas y evitar que se quemara su contenido.

Aprendiz

El chico se enjugó las lágrimas con la manga.
-No me traje el cargador, a decir verdad.-dijo entonces el ruso, rascandose la nuca nerviosamente y dejando una última risilla en el ambiente.
Al parecer aquella proyección; aquel video que habia sido destinado solo para él en el solo caso de que se olvidase de los demás, acabó llegando a más de uno, conmoviendoles. Los sentimientos del chico se vieron enfrentados. Por una parte odiaba haberles hecho sufrir por aquello, odiaba que probablemente estuviese causandoles problemas y dilemas morales, viendose en algunos de una manera más obvia que en otros como en el caso de Lara. Queria hacer por entenderlos y ayudarles en lo que fuera, pero poco podia hacer en su estado.
Por otra parte, era obvio como "echaban de menos" a como habia sido al principio de la cosecha, fuera como fuese. Apenas podia recordar eventos en los que saliese más de una persona. No recordaba a gente fuera de Maciel salvo de su propio pasado, siempre tan borroso y escurridizo que apenas podia construir un orden cronológico para su vida.
Pero en el presente, en aquel momento, el chico se sintió indigno, a falta de otra palabra. Uno a uno se habian ido llendo de las mazmorras y en su soledad, el ruso tomó la decisión. No solo iba a recuperar su memoria para saber más de si mismo, desmentir si habia estado apunto de matar a aquella gente o si de verdad lo habia hecho directamente. De saber que sus crímenes eran reales, iba a construir una nueva vida, un nuevo ser, ignorando su pasado y empezando desde nuevos cimientos a convertirse en la persona que deseaba ser, no la que habia sido.

Se levantó entonces, resoluto y empezó a recoger sus cosas.

Lo haria por ellos.

Ellos que le habian aguantado. Ellos que se habian preocupado. Hallaria sus memorias. Hallaria la verdad. Y le pondria fin a la locura que le llevaba atormentando años, escondiendose en un pasado lleno de lagunas y borrones inconsistentes.
Se puso el colgante con la mano de mono por el cuello y salió de las mazmorras. Desenfundó el bõ y se sumió en un intenso entrenamientos. Del patio podian oirse golpes de voz, caidas contra el suelo y risotadas mientras el aprendiz entrenaba hasta el borde del desmayo.

>> Mañana.

Archime había subido tras Cío debido a que tenía intención de recordarle que ese día debían realizar un nuevo mantenimiento de los implantes. El retraso producido por la mayor lentitud del biomecánico al caminar y, sobre todo, subir las escaleras, hizo que para cuando llegase a la cocina el otro irrense hubiese iniciado una conversación con Keiria y el ingeniero no quiso interrumpirla Se sentó en una silla, esperando al momento adecuado para hablar con Cío mientras atendía a lo que se decía. La ulterana lo apeló directamente durante el transcurso de la conversación subsiguiente y el irrense respondió como pudo a lo que se le preguntaba.

Cuando parecía que se había aparcado el tema de conversación, Archime esperó prudencialmente durante el momento en el que se hizo el silencio por lo que, para cuando se había decidido a hablar, la pelirroja volvió a hacerlo y el biomecánico dirigió la mirada en su dirección, que hasta ese momento había estado sobre el otro irrense. Las palabras de Keiria lo desconcertaron y el biomecánico compuso un leve ceño fruncido mientras las escuchaba. Dedujo, aunque no era una certeza debido a lo impreciso de sus declaraciones, que la ulterana padecía alucinaciones y al instante se preguntó si aquella condición podría tener que ver de alguna manera con lo que había hablado con Lara hacía escasamente una hora sobre lo de su sombra. La teoría de que Keiria pudiese padecer alguna enfermedad mágica cobraba fuerza ahora, aunque tampoco podía descartar que se tratase de dos circunstancias inconexas.

—¿Quieres decir que sufres alucinaciones, no es así? —Quiso constatar primero tras unos segundos de silencio—. Tal vez hayas contraído alguna enfermedad propia de este planeta. O quizás se trate de algún truco mágico que por algún motivo solo tú puedes ver —opinó tratando de enumerar las posibles explicaciones que se le ocurrían. Fuera de que tuviese aquellas visiones, la ulterana le parecía una persona perfectamente cuerda—. Keiria… Pensaba realizar más comprobaciones antes, pero debido a que podría tratarse de algo relacionado con lo que acabas de mencionar veo necesario advertirte de que al menos Lara y yo hemos sido testigos de que en ocasiones sucede algo extraño con tu sombra. En realidad yo lo advertí hoy por primera vez, pero Lara me ha dicho que observó dicho fenómeno en más de una ocasión. Sucede durante un instante muy breve, pero en ese momento la forma de tu sombra no se corresponde con lo que debería mostrar. Se desfigura, como si lo que la estuviese proyectando no fueses tú.
El irrense finalizó su discurso subiéndose las gafas y todavía observando a la ibolense. Aquella información podría resultar chocante, eso lo sabía, pero el biomecánico no había visto motivos para esconderla. Al fin y al cabo si Keiria tenía alguna clase de problema, cuanto más supiera más probabilidades habría de solucionarlo.

No la creyó al respecto de que estaba bien pero pensó que, tal vez, simplemente no era algo importante o prefería no decirlo. Se dejó llevar por la conversación posterior y le preguntó a la ulterana si necesitaba ayuda para algo en la cocina. Cuando Keiria se sobresaltó se giró de sopetón para ver qué la había asustado, pero no vio nada por ningún lado. Miró brevemente a Archi con extrañeza y luego a la chica, a punto de preguntar qué había pasado. Ella empezó a hablar antes, y como si toda la conversación anterior no hubiera existido contestó a su pregunta. Empezó a entender muchas cosas, pero otras, en cambio, se complicaban. Las peores teorías de Lara se le venían a la cabeza, como si la ulterana fuese a estar maldita o algo peor. Desde luego algún tipo de maldición o enfermedad quería acabar con su cordura, pero sorprendentemente por lo general lograba que no se notase. Fuera lo que fuera, no parecía tratar de afectar a nadie más. ¿O tal vez ver moverse su sombra era el principio de las alucinaciones?

Cío no sabía qué responder de inmediato, por suerte Archi sí. No quería que Keiria pensase que estaba loca de atar o que era un error contar lo que le pasaba, pero estaba demasiado ensimismado pensando dándole vueltas al problema de la ulterana.
―Tiene que haber algún motivo lógico… ―insistió, tras Archi―. Estoy seguro de que es alguna putada de la ciudad y no que estés loca. Solo son visiones, por lo que dices, no locura… Algo de esta ciudad te ha hecho eso, y seguro que podemos encontrar la forma de quitártelo de encima ―Era una afirmación demasiado optimista, pero prefería expresarlo así―. Seguro que podemos hacer algo por ti, como mínimo ayudarte a diferenciar lo real de lo que no lo es. ¿Cuándo empezó?

Para sorpresa de la ulterana no solo la entendieron, si no que además trataron de buscarle una explicación lógica. Que no la tacharan de loca de buenas a primeras era refrescante, pues ella misma había empezado a perder la fe en su cordura. La pelirroja escuchó con atención sus palabras, mirando sorprendida su sombra cuando Archi la menciono. Había visto muchas cosas desde que todo aquello había empezado, pero no recordaba haber percibido nada raro en ella. No entendía que implicaba aquel nuevo dato, pero apenas le sorprendía, después de lo que había visto pocas cosas le podían extrañar.

Parecía lógico que fuera alguna clase de maldición o putada mágica al tener en cuenta en que ciudad estaban, pero no recordaba haber hecho nada ni haber estado en ningun lugar sin sus compañeros, y a ninguno le pesaba lo que a ella, mas allá de que vieran su sombra moverse. Todo era muy confuso, pero la ibolense agradecía la preocupación de sus amigos, y contar con ellos le hizo sentirse mejor con respecto a aquel asunto.
—Alucinaciones, si —confirmó la pregunta que había efectuado Archi al principio—, y no se cuando empezaron exactamente. Recuerdo que la primera cosa rara que vi fue a mi padre, no se si recordáis la vez en la que casi me caigo a la Cicatriz. Creí verle al otro lado de la pasarela y por eso perdí pie, no debía estar ahí y eso me confundió. A raíz de aquello empeoro, supongo, pero no me empece a dar cuenta hasta justo después de un sueño particularmente horrible que tuve... Era muy real, y a día de hoy aun me da dolor de cabeza recordarlo —comentó, frotándose las sienes—. Os le puedo contar si queréis, pero el caso es que después de aquello un elemento del sueño apareció cuando me estaba dando un baño, y desde entonces soy consciente de cosas que nadie mas es capaz de ver.

Atendió y analizó la aportación de Cío y la respuesta de Keiria que señaló un día que el biomecánico recordaba, pues la chica había corrido peligro de caerse a la cicatriz entonces, como el inicio de las alucinaciones.
—Podría haber sucedido algo durante ese trayecto que te produjese los problemas que ahora tienes. ¿Recuerdas haber examinado ese día algún manuscrito de aspecto extraño en la biblioteca? Hay libros encantados como aquel que trajo Lara y que perseguía a Xalkoth. Claro que pudo haber sucedido durante el trayecto también… —El biomecánico se subió el puente de las gafas—. Ahora mismo solo se me ocurre visitar la biblioteca en busca de información acerca de dolencias de origen mágico. —Además para el irrense, cualquier excusa era buena para volver allí—. Respecto a expriencias oníricas vívidas… Yo he tenido una. Y Lara también. A lo mejor algún factor ambiental provoca esos sueños —aventuró, pensativo.

No había estado en la salida que mencionaba Keiria, pero había escuchado lo que había pasado sin recordar demasiados detalles, solo que casi se cayó del puente improvisado sobre aquel cementerio de huesos.
―Yo también tuve sueños demasiado vívidos, uno hace poco ―añadió tras Archi. Recordar aquella tortura lo hizo volver a sentir aquel agobio durante unos momentos―. Pero no creo que tengan que ver con esto, ¿no? Las pesadillas vienen de regalo con los monstruos de la ciudad…―Miró específicamente a Keiria entonces―. Quizá en tu caso sí tenga relación, pero no es más que otra alucinación. ¿Has visto estando despierta más cosas sacadas de sueños? ¿O solo de ese?
A rasgos generales estaba de acuerdo con lo que había dicho Archi. Lo único que podían hacer era averiguar un poco más y tratar de buscar información entre páginas polvorientas.
―No deberías habértelo guardado tanto tiempo ―terminó por añadir, preocupado.

Al parecer ellos también habían tenido sueños demasiado reales, y la chica no sabía que penar al respecto. Solo le había contado su experiencia onírica a Ri, pero no había sacado nada claro en aquella conversación. Saber que no era la única que había tenido sueños raros era tranquilizador a la par que inquietante.
—Si, ir a la biblioteca tal vez sea buena idea —secundó, para ella también era buena cualquier excusa para visitar aquel lugar, aunque dicha excusa fuese algo tan preocupante—. No recuerdo haberme topado con nada mas raro de lo habitual aquel día, la verdad, ni libros extrambóticos en las estanterías, ni piedras fuera de lugar de camino al torreón, pero no se. Tampoco he visto nada sacado de otros sueños paseándose por ahí, mas bien al contrario: suelo volver a encontrarme todas estas cosas tan bizarras que veo a lo largo del día cuando voy a dormir, por eso no descanso bien últimamente.

Solía lucir unas ojeras generosas, pero suplía el descanso mental que aportaba el sueño con la meditación, y lograba permanecer despierta mas de lo recomendable manteniéndose ocupada.
—Ya lo se —respondió a la última afirmación—, pero es complicado... No soy muy buena para estas cosas, crecí sin amigos y todo eso, encerrada en casa sin poder tratar con nadie mas que mi padre y la gente del servicio. No quiero molestaros con mis problemas, por eso me lo he guardado hasta ahora, pero cada vez es mas difícil sobrellevarlo, distinguir entre real e irreal. Al final he hablado con vosotros porque me resulta mas fácil que hacerlo con el resto, la verdad, y por eso os agradezco que no hayáis pensado que estoy loca de entrada —era un poco patosa para aquellas cosas, pero se sentía cómoda hablando con los dos irrenses.

La nueva información que aportó Keiria sobre sus alucinaciones no añadían datos que pudieran servir para averiguar cuál era el problema, pero parecían indicar que los sueños no encajaban con el posible cuadro clínico ya que además Cío también afirmó haberlo experimentado.

El biomecánico podía sentirse perfectamente identificado en la afirmación de la ulterana acerca de que no sabía cómo tratar adecuadamente con los amigos y asintió levemente sin apenas darse cuenta cuando la chica lo mencionó.
—Resulta evidente que no estás loca —replicó enseguida—. Tu forma de actuar es completamente normal ante cualquier situación —constató. Para el ingeniero no hacía falta añadir nada más, aquello era más que evidencia suficiente para darse cuenta de que la pelirroja no padecía ningún trastorno comportamental. Aquello, además, le había hecho recordar algo—. Yo también padezco una alucinación, siempre la misma —confesó a continuación—. Se trata de algo mucho más esporádico que los episodios que has descrito, pero a veces escucho el sonido típico del mecanismo de un reloj como si tuviese uno cerca del oído. Lo he escuchado varias veces a diferentes horas y en diferentes lugares, incluso fuera del torreón, por lo que no creo que provenga de un reloj real. —Calló unos instantes, pensativo—. En realidad no es lo único extraño que me sucede…

Tal y como le había explicado al sinhadre y al carabés en aquella ocasión, el ingeniero les relató entonces como había amanecido donde no correspondía reiteradas veces, sin olvidar de hablarles de la mañana que se despertó sumergido en agua en el baño.
—Sospecho que se trata de sonambulismo, pero he tratado de comprobarlo mediante el uso de la magia y no ha servido en absoluto… Nunca me lo había planteado como una posibilidad, pero tal vez yo también haya contraído alguna enfermedad mágica o sea víctima de algún elemento similar al que pueda provocarte esas alucinaciones y la distorsión de tu sombra —concluyó dirigiéndose a la ibolense.

―Aquí o estamos todos locos o no lo está ninguno ―soltó con una suerte de sonrisa cansada, pasándose la mano por la nuca. Lo último que había dicho Keiria lo habría llevado a rebatirle que fuese algún tipo de molestia mencionar un problema de salud, o lo que fuera aquello, pero pensó que no era un buen momento para salir con esas. En cambio se centró el escuchar lo que empezaba a decir Archi, pensando que a lo mejor había estado más acertado de lo que creía con su frase anterior.
―No parece que sea lo mismo lo que os pasa, pero a lo mejor tiene el mismo origen ―dijo pensativo. Supuso que Archi ya habría comprobado que no hubiera ninguna irregularidad en sus implantes auditivos para lo primero, así que no lo preguntó siquiera―. ¿Qué tal si vamos mañana a la biblioteca antes que a las casas? ¿O mejor en otra ocasión? Supongo que llevará bastante tiempo ―Frunció el ceño―. Buscar algo ahí es un dolor.

»Puede que le esté pasando a más gente de este torreón o de otros, o puede que la causa esté aquí mismo y terminemos por tener alucinaciones todos. Debe ser algo mágico porque si fuese de ambiente debería afectar de la misma manera a los de la misma especie, ¿no?

—Por mi bien, podemos ir mañana si nos sobra el tiempo —respondió a Cío—, y si no en otro momento. Me doy por satisfecha con que al menos vosotros dos estéis al corriente, así podre preguntaros si dudo sobre algo que vea.
Lo que les contó Archi también era extraño, y la pelirroja no dudo en ofrecerse a echarle un vistazo alguna noche, alegando que durmiendo poco no sería un problema.

La conversación volvió a temas menos trascendentes mientras la ulterana seguía cocinando, y un rato mas tarde, cuando estuvo todo listo, llamó a los macieleros a cenar. Comió en silencio, y cuando hubo terminado se dedico a recoger, dejándolo todo en orden. Archi le dijo a Cío que era un buen momento para poner a punto sus implantes, y al oírlo, Keiria pregunto si podía estar presente. Sentía curiosidad, y los irrenses no parecieron tener problemas con que los acompañara.

Mientras el biomecánico bajaba a las mazmorras a por algunas herramientas, la pelirroja acompaño a Cío al estudio, donde esperaron al otro irrense.
—Hmm, si no es indiscreción... ¿como perdiste el otro brazo? —le pregunto al chico algo titubeante, no sabiendo si se estaba metiendo donde no le llamaban. Estaba al corriente de que los irrenses sustituían uno de sus brazos al llegar a cierta edad, pero el caso de Cío era distinto, y aquel misterio llamaba la atención de la ibolense.

—Es probable que no podamos acudir a la biblioteca mañana debido a que la recuperación de recuerdos para el aprendiz suele resultar en una conmoción —opinó sobre el asunto.

>>Teniendo en cuenta que hablamos de alucinaciones o efectos ópticos es posible que se trate de algo que afecte a nuestro cerebro, en cuyo caso no creo que la especie sea relevante —respondió a lo último dicho por Cío—. Es difícil determinar si todos los hechos mencionados están relacionados o no —añadió rascándose la nunca.

La conversación se dio por concluida, finalmente, y tras haber esperado un tiempo prudencial para asegurarse de que no interrumpía, el biomecánico le comentó por fin al otro irrense que tocaba realizar el mantenimiento ese día.

Así pues, más tarde Archime anunció que bajaría a buscar el instrumental necesario que mantenía guardado en la celda de las mazmorras que empleaba como taller improvisado y quedaron en que iría directamente al estudio cuando subiese. Mientras el ingeniero descendía al sótano, no podía imaginarse el problema que se iba a encontrar.