Torreón Maciel (Archivo VI)

Recuerdo del primer mensaje :

Archime no pudo hacer otra cosa que dejarse arrastrar hasta Maciel una vez más. Como aquella ocasión en la bahía. En realidad había más paralelismos de los que parecía a simple vista, pues en aquella ocasión también habían rescatado a Taro -aunque no solo a él- y el biomecánico también había agotado sus energías. El camino transcurrió si que el biomecánico fuese apenas consciente de lo que lo rodeaba, centrado en todo momento en controlar su respiración. No había llegado a darle un ataque de asma, pero si se sobreesforzaba sin duda le ocurriría.

Se aposentó en el sillón de siempre, todavía recuperando el aliento y habló tras Anriel.
—Debemos... curarlo... —musitó con la respiración agitada para después intentar llevar a cabo un hechizo de restauración.
No pudo. Probablemente todavía conservaba cierta reserva de energía mágica, pero el cansancio del uso continuado de hechizos exigentes fue superior a él. Se agitó ligeramente cuando recibió la palmada de Shaco y dejó en sus manos la tarea de curar al carabés mientras se recostaba en el sillón completamente agotado. Posiblemente debían repetir los sortilegios sanadores durante los próximos días para que Taro se recuperase correctamente, pero Archime les dio su visto bueno internamente a los que aplicó el humano a modo de primeros auxilios, dejando de preocuparse por aquel asunto en concreto.

—No deberías realizar... movimientos bruscos. Es preferible que... pidas ayuda para lo que necesites, por ahora —advirtió al carabés poco después cuando este hizo ademán de moverse.

Aprendiz

A medida que se fueron acercando al torreón, el aprendiz se sentia más y más molesto con la situación: Que nadie dijese nada. Pero, que otra parte, estuviesen pensando sobre lo que habia hecho. Que le juzgasen. Un paranoico ruso se soltó bruscamente del sinhadre y caminó vacilantemente los últimos pasos que quedaban para entrar al torreón.
En cuanto lo hicieron, escondió la cara a los demás y se dirigió a las mazmorras de abajo. Dejó su bõ apoyado fuera junto a otros objetos personales y se quedó tan solo con la ropa puesta. Entró en una celda y, desde dentro, la cerró con llave, para luego arrojar la llave a lo lejos de la mazmorra, perdiendose en la penumbra.
Entonces, con el gesto agotado, se arrojó al camastro.

>> Así no podré hacerle daño a nadie.

>> E̸̲ͨ̈̆͞n̯̞͍̲̘̟͍̩̉ͭ͑͗̀͝ ̸͖̬ͯͧ̂̄͐̈́̚͞n̢̢̟͖̲ͥͣ̿ͤű̷̧̡̥̠̺̜͚̌̚e̸͙͎͚͓̺̦̽͂͐̃̇́͜͡s̀͛̊ͯ̔҉҉̢̼̱ṫ͆͒̐ͤ͛͜҉̯̞͔̜̲̙̼̩͜r̺̮̫̳̪̼̟̈́͊ͥ̀͢ò̶̢̙̣͎̠͔͌̑̉̉̽ ̸̯̮̱̹͙̝̖͕̠̊͊̇ͯ̏̌͒ǫ̷̬͍̰͕̱͎ͪͫ͞r̻̦͖̱̬̜̳̒̊̏͆ͦͯ̐ͅi̼̭̹̤͇ͤ̉̍̈́̾ͬ́̚g̋͒ͭ͗̔̽̕҉̞͓̞̘͙͈̗̭ͅē͖̘̼̭̩̭͙̈́͆͌̒͝n̝̹̬̩͒̌ͧͬ͒͢ ̩̜̰̎̏̏ͥ͌̈́ͯ͛͘͢f̣̮͇̯̦̖̰̠̍̒͌̽͋ư̸̯̠̟̗͕͆̌́̓͋̚͞į͉̱ͯ͛ͭ͒m̨͖̬̖͑̽ͥ̉̇͑ͤo͍͈̥̟̝̗̹̅̽͑́ͩ͘s̹̯̣ͨͧ̋ͦͤ̄ͩ̎̔̕ ̢̛̻̭͎͓͇̖͍̉͋͞ͅư̷̧̭͔̝͖ͧ̓͂̂̄̓ͫ͒̄n͈͕̫͐̔̇̓̏o͚̹͇̰̪̯̗͆̐̑ͣ̇͟.̢̩͔̫̼̗͓͕̱̍͑̾̍̀͗̊̎̈ͅ ̧͍̳̙͛A̴̧̦͈͓͚̺̣̩̘͕ͥ͋̐ͨ̓̚ḧ̹̜̪͔̙̝̱̕o͕̖̤̞͋ͤ̇͋r̸̯̲̉a̍͛̐ͥ̀҉̫͖̦̠̠̫̣̣ ̶̜̥̠̘̭͕͉̆ͦ͡t̓̆̇̚̚҉͔̖ò̝̘̬̻ͯ̽̋͊͛d̨͈͈͎͆̋͌̐͞o̸͇̺̭̠̰̲ͪ͆ͤ̃͒̊͞͞š̩̤͂͢͟ ̫̬̜͍͉̣̄̊s̲͔͓̖ͪ́o̴ͮ́̄̄̀ͯ͒͏͎̯̗̘͚̦̩m̛̦̙͈̥̲̣̭̘̝̌ͪ̽͂o̘͙̗͓̣͈ͧ͞s̡͍̮̺ͨ̄͊̄͞ ̰̲͉͕̭̟͓͉ͪ͛ͪ͗͢e̴̥̜ͩͯ̅́͌́ͯ͋l̸̲͈̹̞͍̠͌̒͋̅͋ ̴̸͙͇̳ͤ͆̂́̑͑ͥ̍ͥm̥̺̺̩̤̮̩̰ͨͩ̒ͨ̾̀̄ͣ͟ï͙͈̳̹̘ͫ̐ͧͧ͗̿s̶̔̉ͮͤ̆ͩ͏̞ṁ̴͔̩̘̉̿ͨ̔ͨ̎oͬ̇ͤͦ͠҉̤ ̴͕̳ͫ̎͆̆͗͐͑̚͜d̷̲̠̫̜̩̗̯̤͆̄͒̒̈̑̇̇̀e̻͕̅ͦͮ͌ ͕̺̋̀ͣ̾̅͌́͢͝ņ͓̟̜͉̹̪̠̝̞̐̒̎̅ͧͦ͘͠ü̹͖͇̰̋ͫ̏͐ͣͦ͒͌͢͡͡e͕̺̟̅̒̈́͘v͓ͫͤ̀͆̍́o̸̡̳̫̣̘̤͒͂ͥͯ̅̎.̹̤̔̀̔͗̓̋͟

Una vez el hechizo de intangibilidad se hubo acabado, Keiria ayudo a caminar a Archi durante el resto del trayecto hasta Maciel, pues la energía del biomecánico estaba en los mínimos. Nero hizo lo propio con el aprendiz, y de esta guisa llegaron al torreón. No hubo incidentes durante el camino, y para cuando avistaron el puente, el pelinaranja se había recuperado lo suficiente como para caminar por su propia cuenta.

La ulterana ayudo al irrense a sentarse en un sillón para que recuperara el aliento, y después de dejar su equipo junto a la puerta que daba a la mazmorra,  se acercó a la cocina y le sirvió un vaso de agua a Archi. Prefirió dejar el resumen de la salida a sus compañeros, y mientras estos hablaban, ella se distrajo preparando algo de comer.

Desde que había entrado en Maciel, a ojos de la pelirroja las paredes del salón se retorcían y bullían, dando la impresión de que habían ido a entrar en el interior de algo vivo, e ignorar aquel fenómeno requería buena parte de su concentración. Si hubiera visto aquel tipo de cosas un par de meses antes habría salido corriendo, pero a fuerza de voluntad había aprendido a sobreponerse, y por muy perturbador que resultara siempre, Keiria nunca dejaba entrever nada de aquello a sus compañeros.

Cuando sus alucinaciones no parecían tan descabelladas, sin embargo, le costaba distinguir entre lo real y lo imaginario, y aquello podía suponerle muchos problemas.

Ri  soltó un grito involuntario ante la primera lluvia de espinas, cubriendose con  los brazos, pero el daño nunca llegó y la segunda oleada los atravesó limpiamente.Fue entonces cuando el aprendiz dejó de ser tal. Después de perder las fuerzas por gastar magia estupidamente, no fue la albina quien se acercó a cargar con él hasta el torreón. Lo llevó Nero, a falta de manos disponibles aunque lo arrastraba con poca delicadeza y a su aurva le daba igual.

Ya en maciel, Ri sintió el impulso de marcharse a una habitación. Es lo que hubiera hecho de no suponer quedarse a solas. Mientras decidía entre la opción de quedarse oyendo hablar sobre el tarado al que había cogido cariño y soportar una presencia imaginaria, las conversaciones sucedieron a su alrededor. Shaco estaba terminando con las últimas reservas de confianza de la albina. Y era doloroso y anestesiante al mismo tiempo. Según las grietas en su buena disposición se alargaban y crecían en el pecho - casi podía sentir las esquirlas clavarse en la garganta y los lágrimales-  se iba distanciando de lo que le rodeaba. Construía un muro, estaba preparando el terreno.  
Solo faltaba un gesto, un nuevo cambio, para perderla para siempre. Y eso el chico ni lo sabía, ni se lo iba a advertir.

Taro abrió y cerró la boca varias veces ante la pregunta de Lara, siempre a punto de responder pero luego pensándoselo mejor. Había muchas, muchísimas historias de miedo en Carabás que podían coincidir con lo que Lara decía, pero no dejaban de ser leyendas urbanas o cuentos de viejas. No creía que le hiciera ningún bien a la ordesa que fuese sincero. Y no dejaban de ser solo eso, supersticiones; cosas que se les enseñaba a mirar con desdén desde muy pequeños. La magia no tenía nada de sobrenatural o de amenazador. Sólo era un poder que explotar, y lo mismo podía decirse de todo lo derivado de ella.

"Pero yo no creía en los monstruos antes de venir aquí", irrumpió el pensamiento en su mente, sin permiso, y Taro lo empujó frenéticamente de nuevo al fondo de ésta. No quería pararse a pensar nada, porque por una vez mirar las cosas con lógica, exactamente como le estaba pasando a Lara, traía más inquietud que tranquilidad.

Con el interrogatorio a Xalk e Ippon pendiente aparcaron el tema, Taro comentando solamente como aportación a lo ya dicho por Cío que sí, que iba a ser mejor preguntarle a la ulterana directamente, y la tarde avanzó hasta que de los exploradores llamaron a la puerta. Estaban todos más ilesos que la última vez, pero al contrario que entonces el carabés intuyó al abrir que había sucedido algo más grave. Se apartó para dejarlos pasar y como siempre procuró estorbar lo menos posible mientras que los demás se ocupaban de los primeros auxilios con magia. Un vistazo a Archi le bastó para reconocer los síntomas del cansancio mágico, y vio confirmada su suposición en cuanto Nero empezó a narrar lo ocurrido, con aportaciones ocasionales de Keiria.

Se percató entonces de que nada más entrar el aprendiz se había abierto camino hasta las mazmorras, pero que aún no le habían visto subir. Taro había visto a más de un gallito apurar al máximo sus reservas y luego desmayarse mientras intentaba aparentar normalidad, y decidió bajar a comprobar si no se había desnucado en las escaleras. Con discreción, ya que no se le requería en ninguna de las conversaciones circulantes, fue a las mazmorras.
-Eh- llamó a medio camino escaleras abajo-. ¿Estás bien?

Pudo comerse por fin el tentempié antes de que llegase el grupo que había salido. Cuando lo hicieron, fue evidente que habían tenido que hacer frente a algo, aunque hubiesen salido ilesos, porque Archi regresó agotado una vez más. Escuchó la historia apoyado en el respaldo de un sofá y se quedó un sorprendido por la parte que atañía al aprendiz, pero tampoco le dio demasiada importancia por no haberlo visto personalmente. Se lo tomó más como un arranque de agresividad contra los monstruos que tanto les daban por saco que ninguna otra cosa. Lo que sí era cierto era que estaba tardando demasiado en subir, pero tal vez no quería participar en el relato de lo ocurrido.

No se animó a bajar hasta que Taro lo hizo, pues había pasado bastante rato ya. Siguió al carabés cuando ya había enfilado las escaleras, aunque sabía que su presencia no era necesaria. Quizá era más por demostrar que daba igual aquella tontería suya con los monstruos que otra cosa, a fin de cuentas mucha gente todavía lo evitaba un poco. Al llegar abajo vería a sus pertenencias en el suelo antes que a él.

Aprendiz

El ruso estaba tumbado sobre el camastro cuando escuchó los pasos de alguien bajando las escaleras. Pronto se le unieron otro par. El chico chasqueó con la lengua y se dió la vuelta, enfrentandose a la pared, dandoles la espalda a los que habian bajado.

La única voz que escuchó fue la de Taro, pues la otra persona no habló. No tenia ganas de darse la vuelta, así que habló así.
-¿Estais bien?-repitió con la voz de Taro.-No. No lo estoy. Un espíritu oscuro se ha apropiado de mi cuerpo: ¡Estoy loco! ¡Eso es lo que todos piensan! ¡Y tienen razón! ¡La tienen!-exclamó, fingiendo una risa.-V-voy a volver a cambiar dentro de poco. Voy a perder la razón de nuevo y voy a olvidarlo todo otra vez. Lo se. Por eso me he encerrado. He tirado la llave por ahí.-dijo señalando vagamente la zona por la que la habia lanzado, todavia sin darse la vuelta.-Iros y llevaosla con vosotros.-les dijo directo, casi sonando como una orden más que una petición.

Adoptó entonces una posición fetal y se abrazó a sus piernas. Era raro, pero el camastro era notablemente más cómodo que en la cama en la que habia estado durmiendo hasta ahora.

>> N͎͍o̫̺̰̗̳̕ ̧̖͙̮e͉̺̰͖̭̻͓͘r̤̗͓̟̞͕̤e̛͚̬̱̬͕̻̜s͍ ̘m̡͙á̹̖̳s̢̻̩̳͇͖ ̻̰͈̺q͎͈̪͈̞̦ͅu̲̱͎͓̪̭ę̤̥̭ ͈̦ę̫̹̮̱̠͓͍l̛̩̣̣͖ ̷͍͖c̜͉̙͉̦͈͢a̤̩͖͔̭̳͠o̤͎͉͖͙t̹̕ic͔͎͝o̗̹͇͙͖̦̩ ̛̲ẕ̸̲̼̻á͓̙̹͟ṉ̦͜g҉̰a̡͎͈̬͙̠͚n͏͍̱̻̰̱o͇̝̜̺ͅ ̨̘̠̬͎̙̟d̷̜̫̗e̸̯̩̫c̴͇̫̫̤̼̲a̤̖̺̱̮d͕̰͝e̯̦̞̫̞̼n͏̝̜̰̟̱͍t̵͈̦̤͓̺e͏̙̼̰͓̻ͅ ͕͈͉͇̞̱d̢̯͇͎͙̲̙͇e̳ ͍̻̙̠ù̠̙̻̼ͅn̼̞̫̱͉̠̩͝a͠ ̧̯̥̗͉m͚̩̬̙͟ent̜͓ḛ͈̙͠ ͓̳̦͔̮e̱͙̮̲̫͙̕ń̥̫̫̣f͜e̼͖r͉͚m͏̼̻̻̠̠͚̦a̻̟̫̝̤̣̺ ͔̖͍͘.̘̼̤͘

Taro creyó por un segundo que había eco en la mazmorra. Se le pasó la perplejidad justo a tiempo para procesar las siguientes palabras del ruso. Resopló y bajó el tramo de escaleras que le quedaba.
-Quédate, que una hostia con brazo mecánico debe quitar la tontería el doble de bien- le pidió a Cío en voz baja. No lo decía realmente en serio, pero sí que se sentía un poco mal por el aprendiz. No había caído en cómo tenía que sentarle a alguien el que la gente pusiese constantemente en duda su cordura o la veracidad de su personalidad.

Se acercó a la celda. Ah, ahora lo veía, en el camastro.
-No seas imbécil- le dijo sin tapujos-. ¿Y qué vas a hacer, pudrirte aquí abajo? ¿Se acabó?
Aferraba uno de los barrotes, en tensión, porque realmente nada les garantizaba que, efectivamente, el aprendiz no podía volver a perder la memoria en cualquier momento. A él tampoco le gustaba pararse a pensarlo.
-Suenas igual que si dijeras "me voy a morir de todas formas un día de estos, así que me voy a suicidar hoy por si acaso"- dijo a continuación-. No tiene sentido.

Era inquietante la habilidad que tenía aquel tipo para imitar voces, casi creyó que Taro había hablado por segunda vez. Sin embargo eso dejó de tener importancia cuando llegó la verdadera respuesta, una respuesta de la que no supo qué pensar, pero no lo dejó indiferente. Asintió ante lo que le dijo Taro, pero no estaba procesando exactamente la broma del carabés.

Mientras Taro se acercó a la celda a hablar, el irrense encontró la llave de la que había hablado el aprendiz, un poco más allá de sus pertenencias. Cerró la mano con fuerza en torno a la llave y se acercó a los otros. No podía estar más de acuerdo con el carabés.
―Hasta ahora nunca nos has intentado matar, so capullo, así que sal de ahí y deja el drama. Ya te meteremos nosotros si vuelves a pedirlo a gritos. ―Aquello le parecía simplemente ridículo―. Las otras veces no sabías que iba a pasarte, ¿por qué ahora sí? Tampoco perdías la memoria cada vez que cambiabas, al menos una… no, dos veces, creo, antes de la última. Y demás, si cambias puedes salir de ahí con magia, así que no me jodas. Lo único que te está reteniendo ahí dentro es ser el de siempre.
Le había preocupado y cabreado a partes iguales, porque una cosa llevaba a la otra, pero no sabía qué hacer al respecto. ¿Acaso la búsqueda de sus recuerdos estaba perjudicándolo más que ayudándolo?

Aprendiz

>> Ĺ̟̭o͕̜͇̖̦͞ͅͅ ̣q̗u̻̱̘̩͍̫̠e̥̼̱̟̞̩͜ ̮̜̕e̸s̨̘̣͔̪̦̲͙t̢̬̙ạ̜̜̱̮̗ ̴̳̜̹̥͎̞mu̮̮̦̖͓̱̹͟e̥͖̗ŗ̹t̡̼o̷͉̘̮ ̬͖͓̣̮͟p̵̰͇̜̻̜u̘̫̩̰̤͞e̹̠̟̗̟̰̟d͞e̟̳̤̹̤͘ͅ ̦͓̭̳͎͚̫q͇̭̪̥͔ù̙̻͇e̩̼̝ ̢̘͚͍̗̦no̡̩̹̭͍̝̣ ̖v̵̝̤̝ͅu͕͔͍e̺̹̜͈͉͖̬l̸̟̱̮̪̤͓v̧̬͉̥ͅa̧̜̺̮̹ ̲̲n̬͠ṳ̢̜ņ̟̥̦͕̣̜̗c̝̜̤̩̪̱̥a҉̭.̛̟̩


Habia empezado a llorar. Y a entrar en pánico. Notaba algo burbujear dentro de su cabeza. Era como si sus sesos fueran a estallar. Se agarró la misma, en la posición que se encontraba, escondiendola y haciendose siquiera un ovillo aún más pequeño y tembloroso.

-N-No entendeis... Cada vez que... Pierdo mis recuerdos... Es como si muriera... N-No quiero morir... E-Esta vez... Es d-diferente... N-No quiero haceros daño... No q-quiero...-

Solo entonces la voz se comenzó a afilar, a mover su ficha. Sonaba igual de extraña pero a la vez era como un cuchillo helado que se clavaba en su pecho y se deslizaba por este, pasando por su garganta para finalmente arraigarse en su sien. De este miedo y frio, el aprendiz no podia hacer otra cosa salvo temblar.

>>  V͍̘̖͇̩͎̀a̙s̭͓̳͜t̸͇̗͎̭o̶̹̙̬ ̡̤͎̖͓͈e̵͙̜s ̼̳̗e̸͚̰l҉̺̖̞ ͈͖̩̖̣̯m̪͚̜u͕̥n̬̫̖͍̣̖ͅdo̮.̪̬͖̜͈͍͠ͅ

-...-

>> O̶̦̥̦̜̥͕ͅs͎̫͔̣c҉͔̦u̗̭͔̤̹r̠̪̫o͡ ̪̼̤e̻̙̫s̩͈̼̩͘ ̲͖ͅe͉̯͝l͉̝̜ ͎͔̱͕̮̮c̲̜͎͘o̫ͅr̷̭̫̹̰͎̻a͎̹̯̗̼̠͢z̨̻ó̮͙͞n̲̣̙͍͇͘ ͉̯͝d́e̜̩̰ ͍̯̟͍̪̭u̡͍͔͓͙͉̯̭n͏ ̭̰ḩ͓͖̱ͅo̸͍͚͉m̰b̮̲͕̘̣͠r̼̤͈͖ͅͅę̬̖.̴̮̟͇̹̣̼͓

>> Cállate.

>> S̡͈u̩̬͉̗̦̯s̬̯̭̩̣ ̢m̥͇͇̻̱a̢͕͚̯n̪̪͇̣o̸͙̭͙͙ş̹̦͈̲̳̺ m̘̠͍̺̗a̸̭͉̖̣͚n̹̖̪̞͎͉c̪̻͙̺̮̮h͕̤͈̪͞a̯̟̤̰d̷̞̼͕̫̯͉ͅa̲̙̞͈sͅ d̫̗͕̟̫ȩ͙̼͍ ̴̟̰̙s͚̹̻̮͔͎a̰̖̮͎͖̬n̝̭̹̥̯͔̮g͖̺̜͠r̴̪̯̞̫ę̝.̣̘̺̥̬̬

-...cállate...-

>> L̞̼͔̣̦͉̠a̹̺̟͉s̮̳ ̫ͅe̛̮̦͚n̩̪͕͖̳͟t̹̣̹̹r̞̗̩á̘̩̣ñ̶̦̗͎̲͈͎as̸ ̵͚̲͕̞̣͍̯d̫̺̼̼͍e̩͍̠̮̝͎̺ ̵l̳̩̪͎͇͠o͈͇̻ a̮̜͍͖̭m̼a̴̫̠͚d̢̤o͉̜͔,̡̭̹̱ͅ ͓͚̙d̥͈̭͍̮͞e͉̪̗͈̗̫s̹p̸̟e͏̣̲̺̜r̶̼̹͖̱̫͔͈d̲̭̜i̴̼̝̘̝͍g͓̪̭a̴̝̱̲̟d͚͢a̘̯̹̹̩͙̺s̼̠̫̭ ̲͔̕so̢̪̼̬͕̰b͟r̫ͅe̩͉̫̺̻͔͞ ͎͇͖̼̬͇ḙ͚̟ĺ͙̲ ̰͚̞͚̟͍͉́s̡̜u̻̮el̝̺͓̲̟̤͢o̶̬.͍

-Cállate...-

>> E̘͓͎̻͜l̹̰͍̲̤ͅͅ ͟p̷̤ȩq̸̤u̡̖̰̪̗̤e̖͉̱͓ñ̻̙̦̥̗͞ͅo̠̹̭̪̫͘ ̲̦̥̩͈͖̖a͖̹v̱̗̰̫̮̹̼e͘n͎̳̮̼̻̮t̬͟u̝͔̺̳̹̞̹͢r̛̥̬̘̻̼̥ͅḛ̳͇̮̼r̳͕o̠̣͈̳̜̲͝ ̛͔͈e҉̺n̶̮̙c̀u̼̫̮̞̱͖̲͡e̱͓͉̜͕ṉ̱͈t̳͞ṛ̷a͚ ̞̤̱͠su͕͘ ̩̲͝h̭͝o̶̭̲r͔̳̼̘̯r̵̙̩̭̭͚̥i̴̹̙͙͉̤͍b͍̟͇̩le̫̭̗̲ ̝͖̮̳̯f̸̻̼̳i̱̻̬n̬a̙͍͕l̤̹̣̟ ̸̙a̠̞̩̯͞ ͙̗̼̞̤̕ma̦̯̱̟̹̻͓n̴̲̞̤͔o̜̖̭̱͘ș̥̲ ̨̤̭̟d̬̫̘̦͈̺é̘̗ ̨̪̝̘̹̻̳ͅa̪̮qu̯̫͍͇͔̪͎ḙḻ̪l̮͓͖̖̯͟ͅo̠̰̯̻͈͝s̳̳̯ ̩q̙͕̥̗͓̘͙u̫̼̻͞ie̛͖̲̘̝̲̠̙n ̼̥m͇͞á̸̯̳s͖̞͚̯̳ ̠͠c̞r̪͇̬̻͝e͚̹̫̖͡ͅi̬͔̩̹a͓͍̬͜ c̭͉͕̰͙͠ǫn̘̫͖͙͚ͅf͍̣i͙̲̹̠̗̙͈a̙͈͈͖̠ͅr̯̱̞͎͈. ̖̫̗͍̞̭́S͍̪͕̘̲͡o͓͚̠̣lo ̱̲̯̱͍͇d͔e̟͇s̱c̜̝̭͕͜a͓͉r̡̟̻̠͕̗̮̹t̳̹̬a̸̳͖n̯͔̝̫͇d̝̻̗̞o̥̲̪ͅ ̖̮s̰͖͎͡u͏ ̶̯d҉̗e͘b̗̼̯i̵͓̙̹ͅl͈̟̪͈̟̘i̖͚̘̲̩͢da͓͖d̛̪̰̟͔͙,͔͍̣̭̱̤̭͢ ͙̪̜̻͔͕͚ṕu̢̩̲e̻̤̤̫d̯͖̞̲͔̺͡ḛ̛̭̮͇͕͉̭ ͚̼̩e̞̞̙̟̦̥l͞ ̻̖ṕ̭̱̫̼e̥̘̥͈̩̤̘q͇̻̫̪̣͖u̝̱ͅe̞̺͚̳̙͠ño̦̯̳̬͇̱ ̲͔̺͓͚̥͘a͚͚̱͞v̭̠͞e̫ń̝t̬̬͚̩u͈͈̦r͍̫̜̪̩̥e̜̣r̩̘o̯͓̫͚̹̬͔ ̨p̙̼͇͈͙r̫͔̗̲̳̩͞o̧̫̦̩͍s̰̠͝e͏͙̦͓̣g͙̼̹̰̘̝u̘i͇̻r̵̞̞̼;̸̫͈ ̤̞͠ha̸c̮̥̹e͇̰̪̻͉r̼̟͡se̡͇̩̱̜͇͕͎ ̺̱̲͕͜m͇̞͖̙á̳̮͉̗͙̦s͈͉ ̜̻̜͎̤̥ͅf̲̳͢u̼̮͢ͅe̡̱̖̦̱͕r̘͘te̠̥̕.̨͇̜̺


-¡¡CÁLLATE!!-gritó, saltando del camastro y abalanzandose contra los barrotes como una bestia salvaje. Resoplaba y se retorcia como uno tambien.

Solo al cabo de unos segundos, se detuvo. Con un llanto, la agresiva figura en la que se habia transformado el aprendiz fue cambiando de nuevo a la anterior, una mucho más débil, temblorosa y asustadiza. Se llevó las manos a la cara y se derrumbó en el suelo, llorando.

-N-No lo entendeis... Ya ha empezado...-dijo llorando.

Asintió a su vez ante lo que dijo Cío, esperando que fuese suficiente, y volvió a sentirse mal consigo mismo por haber evitado al aprendiz los primeros días de su "vuelta a la vida". Intercambió una mirada alarmada con el irrense al ver que el ruso empezaba a mostrar los obvios signos de un ataque de pánico, y no vio necesario urgirle a que abriese la puerta. Sin embargo la iniciativa quedó frustrada cuando el aprendiz se les echó encima al otro lado de los barrotes, como un animal salvaje. Taro retrocedió alarmado, con el corazón en la garganta. Sin embargo su amigo volvió a derrumbarse, y el carabés ya no sabía qué hacer. Era demasiado en tan pocos minutos.

-¡Ábrela!- le apremió, esta vez sí, a Cío. Una vez este se avino a hacerlo, Taro pasó adentro a toda mecha y se agachó junto al aprendiz, dandole palmadas en la espalda y en la cara para que volviese en sí, sin saber qué otra cosa hacer.
-Eh, eh, tranquilo, que sigues con nosotros- llamó, hecho un manojo de nervios-. No te vas a ir a ninguna parte, ¿vale? ¿Quieres que llamemos a alguien de los que están arriba? ¿Te ayudaría?
Pensaba en Ri, de la que sabía a ciencia cierta que el aprendiz le había confesado cierto número de cosas personales en su momento, y en Keiria, a la que parecía dársele especialmente bien tratar con él.
Solo con efecto retardado se le ocurrió preguntar:
-¿Qué sientes ahora mismo?
"¿Y cómo se puede parar?"

Aprendiz

El ruso estaba fuera de si. Pálido por el cansancio y el choque que habia recibido, la situación no le mejoraba mucho la cara. Habia empezado a boquear aire, como un pez fuera del agua y manoteaba confuso su alrededor. Las palabras de Taro llegaron a él algo distorsionadas.
-F-Frio...-logró musitar. Mirando con ojos desorbitados a los otros dos chicos, habló, cambiando de opinion.-C-Calor... Me asfixia...-y comenzó a agarrarse la garganta, haciendo esfuerzo por respirar.
-I-Iros... V-Voy... a... camb...-apenas tenia fuerzas para decir algo más.

>> L̤̼͎̬̩a̡̗̪̖̻̠͇ ̪̙̥m̵͔̟̘͖u̱̘͖e͖͉͍̩̬̗r̠̙̟t̺ȩ̪͖̫̹̗̭ ̠̯͇̜̩̝e͍͚͓͓͙s̟̠̝̗̻ ̯͚͕̻m̖̗͈̟̗̯i̴̞̪̠̠ ̫a̪l̜̣̠̪i͢m̶̰͉e̦n̷̳̻͖̤͕ṭ̫̩̪̹o͚̲̲̠̙̭̯ ̕a̜̜͍̟s̴̟̟̙̠̻̱i͕̖̤̩̫͙ ̠c̡̥̞o͍m̻̦̪̳o͉͘ ͎̫͇̬͈e̮l͍͈ ̹̫t͔̮͚̼e̬̦̖r̩̤̲̙͎̹͞r̜̘͖̞̖o̳͕ṟ̸̞͍͕͕̭̺ ̳̩́m̵̖̼̱i̥͚͖̦̻ ͚͍̪̺͕̗̝v̵͓͖͖i̼̰̯͚͙̱̕ͅn̗̜͕̙o̹͕̙͢ͅ.̭̙̩̣̰

Se quedó completamente callado, alucinando preocupado. Aquella actitud no era normal. Cuando gritó de repente incluso lo asustó, haciéndole retroceder un paso. Apretó la llave con más fuerza, y vio cómo volvía a hacerse un ovillo. Había estado a punto de intentar abrir la puerta, pero volvía a dudar. No obstante, al verlo así, iba a intentarlo de nuevo, y espabiló al escuchar a Taro decir que lo hiciera. No sabía cómo actuar ante el ataque de pánico del aprendiz, suerte que Taro estaba allí. Se acuclilló a su lado, y miró intermitentemente a Taro y al aprendiz, con el ceño fruncido de preocupación.
―¿Qué… le pasa? Esto no es normal. ¡Joder! ―Se levantó de golpe y se acercó al hueco de las escaleras, para gritarle a los demás―. ¡Bajad aquí! ¡No sabemos qué le pasa! ―No quería alejarse demasiado porque aquellos arranques violentos no le daban muy buena espina―. ¡Que venga alguien con magia, que lo duerma! ―terminó por decir. Sería la forma más rápida de atajar su ataque de pánico. Lo que pasase una vez despertase… ya se vería.

No participó en la conversación subsiguiente a la llegada, tras haber sido depositado por Keiria en el sillón de siempre, centrándose en recuperar el aliento. No había llegado a darle un ataque de asma pero el agotamiento mágico sumado a la caminata lo habían dejado completamente exhausto.

Después de que Cío y Taro hubiesen bajado a las mazmorras, Lara se acercó al biomecánico para comentarle algo acerca de distorsiones lumínicas. El irrense le explicó que con lo que sabían solo se podría llevar a cabo con alguno de los hechizos lumínicos o el reflectante y la ordesa entonces pasó a contarle la conversación que había mantenido con el carabés y el otro irrense, así como de las pruebas que llevó a cabo. El ingeniero había alzado la vista hacia la madre, parpadeando con cierta perplejidad cuando le habló del fenómeno que afirmaba ver en la sombra de la ulterana. El irrense había creído firmemente que lo que había visto durante la vuelta al torreón había sido producto de un efecto óptico provocado por algún factor externo o su propio agotamiento mental, pero Lara afirmaba haber sido testigo de distorsiones similares en más de una ocasión en la sombra de la pelirroja. Le contó pues, lo que había visto mientras Keiria le ayudaba a caminar y la ordesa había procedido a explicarle sus diversas teorías. El biomecánico no podía descartar ninguna realmente, dado la naturaleza del lugar en el que se encontraban, y le explicó a Lara que había una forma de saber si había algún hechizo teniendo lugar en el momento en el que la distorsión sucediese. Afirmó que se fijaría más en la sombra de Keiria y que, si volvía a asistir a un fenómeno similar al que ya había sido testigo, haría uso de la chispa de intuición mágica con el fin de comprobar lo mencionado.

La conversación entre ambos fue interrumpida por los gritos de Cío, provenientes de la mazmorra, urgiéndolos a descender debido a que había ocurrido algo referido, probablemente, al aprendiz. El irrense le dijo a Lara que a él no le quedaba ni una gota de magia y que debería encargarse ella de lo que fuese necesario y, teniendo que ser ayudado una vez más por alguno de los que se hubiesen acercado para bajar, descendió a las mazmorras.

El humano parecía encontrarse en mitad de una crisis de pánico y Archime casi sintió el impulso de comenzar a entonar el hechizo de inducción al sueño, deteniéndose inmediatamente sabedor de su fatiga mágica. Se encargó la ordesa, quien aplicó al humano el hechizo.
—¿Qué ha ocurrido? —Preguntó, rompiendo el silencio y alzando la vista hacia los que habían estado presentes desde el principio, varios segundos después de que el aprendiz se hubiese sumido en el sueño inducido por el sortilegio de Lara.

Nada servía, y Taro ya no sabía qué hacer. Oyó la voz de Cío escaleras arriba, y lo agradeció. Eso era, necesitaban un mago. Un chute tranquilizante a base de magia, y aquel ataque de histeria desaparecería. Mañana el aprendiz estaría como nuevo.

Eso quería creer el carabés cuando se apartó para que la ordesa hiciera su trabajo. La pregunta de Archi le hizo dar un respingo y volver a poner su cerebro en marcha. Una tarea concreta que realizar siempre surtía ese efecto.
-Bajamos a ver qué tal estaba y...- relató a continuación todo lo que había pasado-. No sé si la otra vez también fue consciente de que cambiaba, pero esta vez estaba muerto de miedo. Espero que despierte como antes- añadió en voz más baja.
Era la primera vez que veía a su amigo en ese estado. Todos los demás desconcertantes cambios de personalidad, Jack aparte, solo los conocía de oídas.

Sintió alivio al ver que se dormía. Tal vez solo se estaba retrasando el cambio, o quizá se despertase siendo otra persona o siendo él, pero por el momento al menos podían ganar tiempo para pensar qué hacer.
―Se encerró él solo en la celda, por eso no subía ―añadió a lo dicho por Taro―. Me preocupa por qué llegó a eso, creo que va a ser mejor dejarlo aquí mientras duerme. A lo mejor era otra personalidad... una aún peor. Nunca había hecho esto antes. ―Aquello lo dijo por Taro, añadiendo un poco más de explicación―. No es seguro porque nunca la vimos cambiar exactamente, pero era muy espontáneo. Nadie notaba nada y al día siguiente era otro tipo.

Tras acordar que sí era mejor dejarlo en la celda por el momento, Cío se acercó al humano y lo aupó con cuidado por las axilas, mientras otro lo cogía por los pies, para volver a dejarlo en el camastro improvisado, con cuidado de no despertarlo. Después se habló de quién se podía quedar con él, y Cío se ofreció, en parte porque de subir también se habría sentado a dejar pasar el tiempo. Entre Lara y Taro decidieron que se quedara ella, ya que Archi estaba seco de magia, y él cuidaría mientras de las crías. Si tardaba en despertar, Cío supuso que acabarían cambiando puestos con otros.

Se sentó con Lara cerca de la celda, que estaba cerrada de nuevo, y la ordesa empezó a explicarle sus conversaciones con Archi y con Ippon. Que Ippon no sabría nada no le extrañó en absoluto, pero que Archi tampoco conociese a qué podía deberse era preocupante. Si alguien se había mirado los libros de arriba abajo, incluyendo otros en la biblioteca, era él. Prefería seguir aferrándose a su teoría de que tenía que ser algo lógico que se les había pasado por alto.
―Bueno, te falta preguntarle a Xalk todavía ―le decía a la ordesa―. Y bueno, a… ―señaló con el pulgar hacia el chico dormido dentro de la celda. «Pero eso igual no es tan fácil».

???

Lenta, muy lentamente, el chaval abrió los ojos. La oscuridad le abrazó unos instantes y el sonido de las voces le sonsacó de su pereza, incorporandose tambien muy lentamente en el acto. Le dió un escalofrío entonces, esbozando una mueca de asco. Entonces, se metió la mano en el cuello de la camisa y sacó el colgante con la mano de mono. Repitiendo el gesto, dejó caer el mismo contra el suelo con cierta frialdad. Se revolvió el pelo entonces, suspirando y se echó el flequillo hacia atrás, peinandose a consciencia.
Cuando terminó, anduvo de nuevo, lentamente hacia la puerta de la celda.
Agarró uno de los barrotes e intentó abrirla, deseperezandose. Al ver que no cedia la puerta, la sacudió violentamente unos instantes.

Chasqueó con la lengua cuando volvió a no servir.
-¿Va a abrirme alguien o tengo que salir por mi cuenta?-preguntó. Su tono de voz era bastante neutro, pero tenia cierto toque de arrogancia.

El aprendiz se incorporó en aquel punto de la conversación. Ambos callaron, se pusieron de pie, y observaron cómo se desperezaba. En cuanto tiró la mano de mono de aquella manera fue como si confirmase que no era el aprendiz. Cío deseaba que al menos no fuera Jack, y trató de tragarse la furia que le producía que estuviesen de nuevo con esas. Estaba harto, auténticamente harto, de que no pudiesen aguantar un puñado de semanas viviendo con normalidad.

La personalidad de ahora tenía un aire impertinente, pero no sabría decir quién era, si es que lo conocía. Podría ser Jack, pero le recordaba más al tipo que se había empeñado en salir por la fuerza del torreón. Miró a Lara brevemente y volvió a mirar al humano.
―Antes de nada, di quién eres. ―Dio un paso adelante mientras decía aquello, totalmente serio―. No tenemos intención de hacer las cosas por las malas, así que haz lo propio. ¿Recuerdas quiénes somos?