Torreón Maciel (Archivo VI)

Recuerdo del primer mensaje :

Archime no pudo hacer otra cosa que dejarse arrastrar hasta Maciel una vez más. Como aquella ocasión en la bahía. En realidad había más paralelismos de los que parecía a simple vista, pues en aquella ocasión también habían rescatado a Taro -aunque no solo a él- y el biomecánico también había agotado sus energías. El camino transcurrió si que el biomecánico fuese apenas consciente de lo que lo rodeaba, centrado en todo momento en controlar su respiración. No había llegado a darle un ataque de asma, pero si se sobreesforzaba sin duda le ocurriría.

Se aposentó en el sillón de siempre, todavía recuperando el aliento y habló tras Anriel.
—Debemos... curarlo... —musitó con la respiración agitada para después intentar llevar a cabo un hechizo de restauración.
No pudo. Probablemente todavía conservaba cierta reserva de energía mágica, pero el cansancio del uso continuado de hechizos exigentes fue superior a él. Se agitó ligeramente cuando recibió la palmada de Shaco y dejó en sus manos la tarea de curar al carabés mientras se recostaba en el sillón completamente agotado. Posiblemente debían repetir los sortilegios sanadores durante los próximos días para que Taro se recuperase correctamente, pero Archime les dio su visto bueno internamente a los que aplicó el humano a modo de primeros auxilios, dejando de preocuparse por aquel asunto en concreto.

—No deberías realizar... movimientos bruscos. Es preferible que... pidas ayuda para lo que necesites, por ahora —advirtió al carabés poco después cuando este hizo ademán de moverse.

Ambos le dijeron que no y Lara sintió como sus esperanzas se desmenuzaban.

—Es que... Su sombra... —titubeó y sintió que le entraban ganas de llorar. Respiró hondo y se acabó pasando las manos por la cara para estrujarse los ojos con una pizca de disimulo. Probablemente no funcionó demasiado bien—. Es solo que... Creo que... —cogió aire por segunda vez. Se mordió el labio unos instantes y confesó a grandes rasgos—. No estoy bien.

Enterró la cabeza entonces entre las rodillas y se aferró con las manos a las puntas de sus orejas, tirando de ellas hacia abajo. Contuvo un grito y, de nuevo, el llanto <<Tranquilízate, Lara>>. Se dijo tal y como le habría dicho su madre, de haber estado con ella. <<No des un espectáculo delante de tus hijos>>. Alzó la cabeza levemente y la apoyó en sus manos. Clavó la mirada en el suelo y trató de calmarse.

Taro estaba atento a la olla y casi no captó lo que preguntó Lara. De espaldas a las otros dos, frunció el ceño. Si Cío, que había pasado más tiempo con la ulterana, no había notado nada, desde luego él tampoco.
-Pues yo... tampoco, la verdad. Tampoco es que la ande vigilando- alzó un pedazo de requesón ordés con aire crítico, preguntándose si sería oportuno añadirlo a la pasta para darle sabor. Un rápido vistazo para asegurarse de que Lara no le veía desperdiciar la comida de sus niños y éste desapareció sin miramientos en el interior de la cazuela.

Se giró cuando la ordesa respondió con dificultad, e intercambió una mirada impotente con Cío. De todas las personas que podía haber elegido Lara para confesar que creía "no estar bien", había elegido, al menos por su parte, a alguien que no tenía ni idea de cómo coger aquello. Taro no servía para psicólogo.
-¿Su sombra qué?- preguntó con cautela. Lo único que se le ocurría era enfocar la conversación en aquel asunto más concreto de Keiria, porque darle la razón a Lara y decirle que el comportamiento que había mostrado las últimas semanas, efectivamente, "no estaba bien" bien la terminaría de hundir o bien haría que el carabés tuviera que enfrentarse a un arrebato de ira materna. NInguna de las dos alternativas le parecía deseable.

Lara lamentó haberla mencionado. En esos instantes no sabía muy bien que hacer. <<¿Y si se lo cuento y luego la ven con sus propios ojos?>>. Que aquello fuera una opción era casi alentador en aquellos momentos. Por otro lado no tenía mucho que perder. Si de verdad estaba loca... ¿No lo sabrían ya ellos, a estas alturas? ¿Qué más daba un punto más de locura en aquellos momentos?

—Su sombra... Hace cosas raras a veces. Llevo vigilándola desde hace días y hay algo raro en ella. A veces titila o se emborrona o se retuerce... Sin... imitar los movimientos de Keiria. Como si estuviera viva o poseída por algún encantamiento. Y no sé hasta qué punto puede ser peligrosa una cosa así, pero me preocupa y...—calló de repente y pasó la mirada de Cío a Taro y de Taro a Cío. Había empezado a hablar como quien se preocupaba de la subida del precio del pan, pero lo que estaba explicánoles rayaba lo ilógico o, como mínimo, lo mágico—. ¿Me creeis? —preguntó insegura.

La respuesta de Lara fue tremendamente confusa. Cuando dijo que no estaba bien sabía que no se refería a lo evidente, que tenía que referirse a algo más por fuerza, pero no terminaba de entenderlo. Miró a Taro sin saber qué hacer ante la angustia de la ordesa. Ya hacía un tiempo que no quería dar muestras de debilidad, pero era evidente que el cambio radical que había sufrido era algo forzado por sí misma y las circunstancias, que por tener aquella nueva actitud la debilidad no iba a desaparecer de un plumazo. Nadie allí era inmune a ella.

Se acercó con inseguridad a la silla que ocupaba Lara, dudando si darle un toquecito de apoyo en el hombro, hasta que volvió a emerger su cara de la bola peluda en que se había convertido. Tomó, en cambio, asiento a su lado, y aunque tenía la fruta y un cuchillo en la mano, no empezó a cortarla todavía. Quería preguntar «¿qué te pasa?», pero dadas las circunstancias no sabía si era una pregunta estúpida. La de Taro, al menos, evitaba caer en obviedades.

La revelación sobre la sombra de la ulterana lo dejó al principio escéptico, pero evitó que se reflejase en su cara mientras meditaba sobre ello. Había muchas posibilidades, dado el sitio en el que estaban. Empezaron a venírsele a la cabeza ideas deslavazadas variadas, pero no por ello menos inquietantes.
―¿Te has fijado en si, por casualidad, hacen lo mismo… todas? ―preguntó con curiosidad―. No es que haya motivos para no creerte. Pero habrá que comprobarlo. Puede ser…
No dijo nada más «preocupante… No sabemos realmente dónde estamos, y aquí lo imposible puede ser», ¿podía haber algo escondido en su sombra? O, por el contrario ¿estaría empezando Lara a ver lo que no había? Se creía que ella veía lo que decía, otra cosa era que fuese cierto.

Curiosamente la explicación de Lara le quitó un peso enorme de encima a Taro. Sí, claro que podía suceder y claro que lo había visto, aunque no en la ulterana concretamente. Pero en las residencias cosas como aquélla eran el pan de cada día. Era inofensivo, realmente: las novatadas peores se hacían cuando uno accedía a los estudios superiores y volvía a cambiar de residencia, porque entonces los trucos a los que los bromistas tenían acceso no eran tan simples.

-Pues claro. El hechizo lumínico más tonto puede hacerlo- repuso, sentándose a la mesa y empezando a comer su parte sin ninguna ceremonia-. Los efectos que dices ni siquiera son difíciles, o eso dicen. Las imágenes ya son más chungas.

Mientras masticaba pensó un poco.
-Podría ser cualquiera de los de aquí que se apañe un poco con la magia- dijo encogiéndose de hombros-. Pero la verdad, no veo a Archi haciendo eso. La siguiente que más la usa eres tú, y el otro es el aprendiz, pero...- dudó un poco. Su amigo era bromista, pero no lo veía como el sospechoso principal- creo que ya tiene bastante con lo que tiene encima ahora mismo. Yo apostaría por Ippon o Xalk. El primero es un crío, con algo se tendrá que divertir, y el segundo... ya sabéis cómo es.

Lara resopló aliviada. <<Me creen>> se dijo con asombro.

―Apenas dura un parpadeo, resulta difícil comprobar si fallan varias sombras a la vez ―continuó explicando―. Pero en ningún momento me ha ocurrido con otra que la de Keiria, Cío, si es a lo que te refieres... ―La aclaración de Taro la alivió un poco más, aunque también la hizo sentir algo estúpida. <<¿Me estoy preocupando de algo tan simple, entonces?>>. Aún así, todavía le quedaba una duda―: La cosa es... que ese tipo de hechizo bromista no me suena. ¿Vale cualquiera que emita luz?


La ordesa todavía no descartaba que fuera algo completamente diferente a un hechizo de coña, pero la idea de que solo era un juego mágico le parecía demasiado bonita como para descartarla. Sonaba mucho mejor que pensar en moradores de sombras o parásitos chinescos.

Taro se encogió de hombros, como diciendo "a mí que me registren".
-No sé los detalles de cuáles pueden y cuáles no, no he mirado los de aquí- dijo llanamente-. Sería cuestión de revisar los hechizos que haya en el manual que tengan que ver con la luz, y alguno habrá que pueda hacerlo. No es el mismo sistema que en Carabás, así que tú sabrías distinguirlo mejor que yo, que para eso has estado trabajando con él- le dijo a la ordesa.

―Hmm... Entonces... ―comenzó a pensar Lara en voz alta, tras escuchar a Taro―. Que nosotros hayamos traducido existen cuatro.  Uno solo está al alcance de Archi y dudo que se pueda utilizar con ese propósito ―mucho menos que Archi hubiera decidido usarlo así―. Los otros los conozco yo misma... ―dudó sobre lo que iba a preguntar―. ¿Os importa que utilice vuestras sombras como conejillos de indias? Prometo que no os haré nada que duela lo más mínimo... Solo verter un poco de luz sobre el asunto ―bromeó.

En cuanto le dieron permiso, Lara saltó de la mesa con una nueva y repentina motivación: desentrañar el misterio que había tras aquella sombra. Quería saber hasta qué punto era necesario temer a Keiria (o hasta qué punto era una tontería). La madre sacó un bol viejo de uno de los cajones y ancló una llama luminosa en el interior, la parte cóncava, para poder enfocar la luz en una dirección concreta. Con ayuda de aquella pequeña maña, apuntó la luz hacia una y otra sombra, moviendo el hociquillo de un lado a otro al ritmo del runrún de sus ideas. La ordesa se encargó de cambiar de ángulo para ver cómo funcionaban las sombras. Había algo que no le cuadraba y lo descubrió al alejar el foco de Taro y Cío.

―¿Sabéis? Creo que la sombra de Keiria sí podría haberse movido de la misma forma que las vuestras al cambiar la dirección de la luz, pero... Yo en ningún momento noté cambios de luminosidad y, si alejo demasiado el cuenco para que el rayo no sea apreciable, tampoco se aprecia apenas un cambio en las sombras ―tras unos segundos de reflexión, llegó a una conclusión―. Me da en la nariz que este no es. ¿Qué pensáis vosotros?

La respuesta de Taro al enigma le proporcionó un alivio que no fue duradero. Cuanto más pensó en ello menos motivos encontraba para que ninguno de los tres pudiese dedicarse a molestar a Lara, ni siquiera Xalk haría eso a la ordesa. Sin embargo calló, porque si por el momento servía para tranquilizar a Lara ya estaba bien.

Le preocupaba que pudieran encontrar que efectivamente no servía ningún hechizo de los que disponían –aunque quedaba la posibilidad de haberlo aprendido en una visita a la biblioteca–, pero accedió, también por curiosidad, a las pruebas que quiso hacer. Mientras ella trasteaba, trató de pensar en otras posibilidades lógicas, descartando anomalías en el sol y otras cosas incoherentes que se le ocurrían.
―No sé… ¿a lo mejor solo sale en unas circunstancias concretas? A una hora del día o en unos sitios concretos ―aventuró. No estaba seguro de creer que tuviera sentido, pero sonaba mejor que descartarlo completamente. A pesar de que seguía sin poder señalar a un culpable. Lo que no creía era que fuese culpa de Keiria, fuese lo que fuese. Tal vez lo mejor era preguntarle a ella misma si había notado algo raro alguna vez. «Creo que no voy poder evitar fijarme más en las sombras de todos a partir de hoy».

-Puede ser otro, sí- Taro se encogió de hombros-. Hechizos lumínicos hay a patadas, estuvimos un trimestre entero en Física estudiándolos.
"Y qué pestiño fue", recordó mirando fijamente el cuenco que albergaba el foco luminoso. Había sentido cierto placer secreto todos aquellos meses al ver circular por el torreón un libro de magia y saber que no tenía que estudiarlo.
-¿Y no sería más rápido preguntarle directamente a Ippon?- se le ocurrió entonces-. Así vamos descartando. No somos Keiria y si ha sido él a lo mejor confiesa. Y contigo se sincera más, Lara- Xalk también estaba disponible para salir, aunque Taro tampoco confiaba mucho en que confesase de buenas a primeras si había sido él, pero de todas formas veía más probable que hubiese sido el niño.

Curiosamente, y a pesar de ser el primero en ser conciente de la existencia de la magia, o precisamente a causa de eso, a Taro no se le pasaba por la cabeza asociar el fenómeno de la sombra a algo sobrenatural.

Lara se rascó la barbilla, sopesando lo que había dicho Cío. Si había algún hechizo que se comportara así, no lo conocía tampoco.

―Dudo que sea eso, aunque tampoco lo descarto completamente ―el carril de pensamientos de Lara iba por otros derroteros. Le dedicó una breve mirada curiosa a Taro cuando descubrió que tenían una asignatura solo para hechizos de luz. Le daba mucha envidia y le costaba entender qué le habría llevado a aceptar venir teniendo algo así en su propio planeta. Si ella hubiera tenido un colegio de magia en el Pezón no habría venido ni loca―. Los hechizos al alcance de Ippon son aún menos que los míos y el propio Ippon no es de ese tipo de niños. ―Lara permaneció unos segundos mirando la pared, casi ausente. Pensaba aún en la enseñanza carabesa cuando una nueva pregunta se le apareció entonces―. En vuestros mundos... ¿Existen historias de algún ser que viva dentro de sombras?

>>Mientras pensais la respuesta, cerrad los ojos y tapáoslos.

Lara cubrió la cesta con un trapo, para que sus bebés no se vieran afectados por la explosión de luz que conjuraría a su espalda. Tras el fogonazo, se quedó mirando las sombras, meneando el hocico de nuevo, pensativa.

―Podemos descartar este también. Que misterioso es todo esto, ¿no os parece?―en su voz se leyó un ligero temor de nuevo, mal ocultado. Lara se había aferrado a la esperanza de que todo estuviera relacionado con algún hechizo, pero lo veía demasiado imposible en aquellos momentos―. Si queréis puedo preguntarle a Ip, pero ya os digo: no va a ser él.

En esos momentos tenía la corazonada de que lo que ocurría con la sombra de Keiria escapaba a su comprensión y los miedos empezaban a asolarla de nuevo. Sin embargo en esta ocasión Lara estaba consiguiendo mantenerse serena. De alguna manera, todo el teatro detectivesco, el meterse en un papel, le recordaba a sus buenas partidas de rol y, en general, a los buenos tiempos. <<Qué diferente es todo ahora...>>. No pudo evitar dirigir una mirada triste a la cesta con los bebés.

Esa era una de las posibilidades más inquietantes, aquella en la que Lara los obligó a pensar mientras les pedía que cerrasen los ojos. Sin embargo, prefería creer que estaban liando demasiado la cosa y no era nada importante. Al fin y al cabo a Keiria no le pasaba nada, y esconderse en una sombra era algo un poco… peliagudo, por no decir imposible. Y no tenía sentido si ese “algo” se limitaba a asustar a la gente. Algo tendría que ser, algo lógico y que se les pasaba por alto.
―¿Y una trampa mágica de poca monta? Que la haya tocado ella o que esté aquí, en el torreón… pero evidentemente una trampa para críos, no como las que hay por ahí fuera. Yo qué sé… La verdad, no creo que debamos preocuparnos demasiado, seguro que hay un motivo lógico detrás del tema ―terminó, encogiéndose de hombros―. No creo que haya montruos así, la verdad ―añadió con todo el aplomo posible―. Aunque, de preguntar, creo que sería mejor meter a todo el mundo en el ajo directamente, pero como veáis.

Volvió a sentarse a la mesa, recogiendo la fruta que no había comenzado a comerse y empezando a quitarle la piel con el cuchillo. Un gorjeo de uno de los niños le hizo levantar un poco el trapo y asomar el hocico. Taz le estornudó en plena cara al hacer eso.
―¿Dónde están tus modales, enano? ―le dijo, terminando por dedicarle una mueca exagerada hinchando los mofletes―. Esta te la guardo.

Aprendiz

A medida que se fueron acercando al torreón, el aprendiz se sentia más y más molesto con la situación: Que nadie dijese nada. Pero, que otra parte, estuviesen pensando sobre lo que habia hecho. Que le juzgasen. Un paranoico ruso se soltó bruscamente del sinhadre y caminó vacilantemente los últimos pasos que quedaban para entrar al torreón.
En cuanto lo hicieron, escondió la cara a los demás y se dirigió a las mazmorras de abajo. Dejó su bõ apoyado fuera junto a otros objetos personales y se quedó tan solo con la ropa puesta. Entró en una celda y, desde dentro, la cerró con llave, para luego arrojar la llave a lo lejos de la mazmorra, perdiendose en la penumbra.
Entonces, con el gesto agotado, se arrojó al camastro.

>> Así no podré hacerle daño a nadie.

>> E̸̲ͨ̈̆͞n̯̞͍̲̘̟͍̩̉ͭ͑͗̀͝ ̸͖̬ͯͧ̂̄͐̈́̚͞n̢̢̟͖̲ͥͣ̿ͤű̷̧̡̥̠̺̜͚̌̚e̸͙͎͚͓̺̦̽͂͐̃̇́͜͡s̀͛̊ͯ̔҉҉̢̼̱ṫ͆͒̐ͤ͛͜҉̯̞͔̜̲̙̼̩͜r̺̮̫̳̪̼̟̈́͊ͥ̀͢ò̶̢̙̣͎̠͔͌̑̉̉̽ ̸̯̮̱̹͙̝̖͕̠̊͊̇ͯ̏̌͒ǫ̷̬͍̰͕̱͎ͪͫ͞r̻̦͖̱̬̜̳̒̊̏͆ͦͯ̐ͅi̼̭̹̤͇ͤ̉̍̈́̾ͬ́̚g̋͒ͭ͗̔̽̕҉̞͓̞̘͙͈̗̭ͅē͖̘̼̭̩̭͙̈́͆͌̒͝n̝̹̬̩͒̌ͧͬ͒͢ ̩̜̰̎̏̏ͥ͌̈́ͯ͛͘͢f̣̮͇̯̦̖̰̠̍̒͌̽͋ư̸̯̠̟̗͕͆̌́̓͋̚͞į͉̱ͯ͛ͭ͒m̨͖̬̖͑̽ͥ̉̇͑ͤo͍͈̥̟̝̗̹̅̽͑́ͩ͘s̹̯̣ͨͧ̋ͦͤ̄ͩ̎̔̕ ̢̛̻̭͎͓͇̖͍̉͋͞ͅư̷̧̭͔̝͖ͧ̓͂̂̄̓ͫ͒̄n͈͕̫͐̔̇̓̏o͚̹͇̰̪̯̗͆̐̑ͣ̇͟.̢̩͔̫̼̗͓͕̱̍͑̾̍̀͗̊̎̈ͅ ̧͍̳̙͛A̴̧̦͈͓͚̺̣̩̘͕ͥ͋̐ͨ̓̚ḧ̹̜̪͔̙̝̱̕o͕̖̤̞͋ͤ̇͋r̸̯̲̉a̍͛̐ͥ̀҉̫͖̦̠̠̫̣̣ ̶̜̥̠̘̭͕͉̆ͦ͡t̓̆̇̚̚҉͔̖ò̝̘̬̻ͯ̽̋͊͛d̨͈͈͎͆̋͌̐͞o̸͇̺̭̠̰̲ͪ͆ͤ̃͒̊͞͞š̩̤͂͢͟ ̫̬̜͍͉̣̄̊s̲͔͓̖ͪ́o̴ͮ́̄̄̀ͯ͒͏͎̯̗̘͚̦̩m̛̦̙͈̥̲̣̭̘̝̌ͪ̽͂o̘͙̗͓̣͈ͧ͞s̡͍̮̺ͨ̄͊̄͞ ̰̲͉͕̭̟͓͉ͪ͛ͪ͗͢e̴̥̜ͩͯ̅́͌́ͯ͋l̸̲͈̹̞͍̠͌̒͋̅͋ ̴̸͙͇̳ͤ͆̂́̑͑ͥ̍ͥm̥̺̺̩̤̮̩̰ͨͩ̒ͨ̾̀̄ͣ͟ï͙͈̳̹̘ͫ̐ͧͧ͗̿s̶̔̉ͮͤ̆ͩ͏̞ṁ̴͔̩̘̉̿ͨ̔ͨ̎oͬ̇ͤͦ͠҉̤ ̴͕̳ͫ̎͆̆͗͐͑̚͜d̷̲̠̫̜̩̗̯̤͆̄͒̒̈̑̇̇̀e̻͕̅ͦͮ͌ ͕̺̋̀ͣ̾̅͌́͢͝ņ͓̟̜͉̹̪̠̝̞̐̒̎̅ͧͦ͘͠ü̹͖͇̰̋ͫ̏͐ͣͦ͒͌͢͡͡e͕̺̟̅̒̈́͘v͓ͫͤ̀͆̍́o̸̡̳̫̣̘̤͒͂ͥͯ̅̎.̹̤̔̀̔͗̓̋͟

Una vez el hechizo de intangibilidad se hubo acabado, Keiria ayudo a caminar a Archi durante el resto del trayecto hasta Maciel, pues la energía del biomecánico estaba en los mínimos. Nero hizo lo propio con el aprendiz, y de esta guisa llegaron al torreón. No hubo incidentes durante el camino, y para cuando avistaron el puente, el pelinaranja se había recuperado lo suficiente como para caminar por su propia cuenta.

La ulterana ayudo al irrense a sentarse en un sillón para que recuperara el aliento, y después de dejar su equipo junto a la puerta que daba a la mazmorra,  se acercó a la cocina y le sirvió un vaso de agua a Archi. Prefirió dejar el resumen de la salida a sus compañeros, y mientras estos hablaban, ella se distrajo preparando algo de comer.

Desde que había entrado en Maciel, a ojos de la pelirroja las paredes del salón se retorcían y bullían, dando la impresión de que habían ido a entrar en el interior de algo vivo, e ignorar aquel fenómeno requería buena parte de su concentración. Si hubiera visto aquel tipo de cosas un par de meses antes habría salido corriendo, pero a fuerza de voluntad había aprendido a sobreponerse, y por muy perturbador que resultara siempre, Keiria nunca dejaba entrever nada de aquello a sus compañeros.

Cuando sus alucinaciones no parecían tan descabelladas, sin embargo, le costaba distinguir entre lo real y lo imaginario, y aquello podía suponerle muchos problemas.

Ri  soltó un grito involuntario ante la primera lluvia de espinas, cubriendose con  los brazos, pero el daño nunca llegó y la segunda oleada los atravesó limpiamente.Fue entonces cuando el aprendiz dejó de ser tal. Después de perder las fuerzas por gastar magia estupidamente, no fue la albina quien se acercó a cargar con él hasta el torreón. Lo llevó Nero, a falta de manos disponibles aunque lo arrastraba con poca delicadeza y a su aurva le daba igual.

Ya en maciel, Ri sintió el impulso de marcharse a una habitación. Es lo que hubiera hecho de no suponer quedarse a solas. Mientras decidía entre la opción de quedarse oyendo hablar sobre el tarado al que había cogido cariño y soportar una presencia imaginaria, las conversaciones sucedieron a su alrededor. Shaco estaba terminando con las últimas reservas de confianza de la albina. Y era doloroso y anestesiante al mismo tiempo. Según las grietas en su buena disposición se alargaban y crecían en el pecho - casi podía sentir las esquirlas clavarse en la garganta y los lágrimales-  se iba distanciando de lo que le rodeaba. Construía un muro, estaba preparando el terreno.  
Solo faltaba un gesto, un nuevo cambio, para perderla para siempre. Y eso el chico ni lo sabía, ni se lo iba a advertir.

Taro abrió y cerró la boca varias veces ante la pregunta de Lara, siempre a punto de responder pero luego pensándoselo mejor. Había muchas, muchísimas historias de miedo en Carabás que podían coincidir con lo que Lara decía, pero no dejaban de ser leyendas urbanas o cuentos de viejas. No creía que le hiciera ningún bien a la ordesa que fuese sincero. Y no dejaban de ser solo eso, supersticiones; cosas que se les enseñaba a mirar con desdén desde muy pequeños. La magia no tenía nada de sobrenatural o de amenazador. Sólo era un poder que explotar, y lo mismo podía decirse de todo lo derivado de ella.

"Pero yo no creía en los monstruos antes de venir aquí", irrumpió el pensamiento en su mente, sin permiso, y Taro lo empujó frenéticamente de nuevo al fondo de ésta. No quería pararse a pensar nada, porque por una vez mirar las cosas con lógica, exactamente como le estaba pasando a Lara, traía más inquietud que tranquilidad.

Con el interrogatorio a Xalk e Ippon pendiente aparcaron el tema, Taro comentando solamente como aportación a lo ya dicho por Cío que sí, que iba a ser mejor preguntarle a la ulterana directamente, y la tarde avanzó hasta que de los exploradores llamaron a la puerta. Estaban todos más ilesos que la última vez, pero al contrario que entonces el carabés intuyó al abrir que había sucedido algo más grave. Se apartó para dejarlos pasar y como siempre procuró estorbar lo menos posible mientras que los demás se ocupaban de los primeros auxilios con magia. Un vistazo a Archi le bastó para reconocer los síntomas del cansancio mágico, y vio confirmada su suposición en cuanto Nero empezó a narrar lo ocurrido, con aportaciones ocasionales de Keiria.

Se percató entonces de que nada más entrar el aprendiz se había abierto camino hasta las mazmorras, pero que aún no le habían visto subir. Taro había visto a más de un gallito apurar al máximo sus reservas y luego desmayarse mientras intentaba aparentar normalidad, y decidió bajar a comprobar si no se había desnucado en las escaleras. Con discreción, ya que no se le requería en ninguna de las conversaciones circulantes, fue a las mazmorras.
-Eh- llamó a medio camino escaleras abajo-. ¿Estás bien?

Pudo comerse por fin el tentempié antes de que llegase el grupo que había salido. Cuando lo hicieron, fue evidente que habían tenido que hacer frente a algo, aunque hubiesen salido ilesos, porque Archi regresó agotado una vez más. Escuchó la historia apoyado en el respaldo de un sofá y se quedó un sorprendido por la parte que atañía al aprendiz, pero tampoco le dio demasiada importancia por no haberlo visto personalmente. Se lo tomó más como un arranque de agresividad contra los monstruos que tanto les daban por saco que ninguna otra cosa. Lo que sí era cierto era que estaba tardando demasiado en subir, pero tal vez no quería participar en el relato de lo ocurrido.

No se animó a bajar hasta que Taro lo hizo, pues había pasado bastante rato ya. Siguió al carabés cuando ya había enfilado las escaleras, aunque sabía que su presencia no era necesaria. Quizá era más por demostrar que daba igual aquella tontería suya con los monstruos que otra cosa, a fin de cuentas mucha gente todavía lo evitaba un poco. Al llegar abajo vería a sus pertenencias en el suelo antes que a él.