Primer sueño de Taro

Taro parpadeó desorientado tratando de situarse, sin lograrlo. No le recordaba a ningún lugar conocido, y no se acordaba de cómo había llegado allí. "Qué mal rollo", pensó al mirar a su alrededor.
Un aroma dulzón y ferroso le llenaba las narinas, pero no le prestó atención hasta que desvió la mirada hacia el suelo. Sobresaltado retrocedió unos cuantos pasos, manchándose los zapatos de sangre. No se le ocurría ninguna explicación para lo que estaba viendo, y prefería no pararse a pensar ninguna. Todo aquello le daba muy mala espina.

Actuó por instinto, con la intención de salir de aquel lugar lo antes posible, y echó a caminar hacia ninguna parte a paso rápido. El chapoteo de sus zapatos sobre el suelo encharcado le hacía imaginarse acompañantes que no estaban allí realmente.
-¿Hay alguien ahí?- preguntó en voz alta, para luego volver a callarse. Perturbar aquel silencio le sobrecogía, como si al hacerlo tomase una decisión equivocada.

El escaso color que pudiera tener Taro huyó de su cara al instante al reconocer la voz.
"Me lo he imaginado", pensó, sintiendo el inicio del sudor frío. "No puede ser."
Pero podía. El carabés volvió a oír su nombre repetido entre los árboles, y en cierto punto se volvió tan enloquecedor que sintió el impulso de responder a la llamada, para darse cuenta entonces de que se había sugestionado y que estaba hablando solo. Rezó porque así fuera.

-No tiene gracia, Renen- espetó al final, con una agresividad que estaba lejos de ser real.
No tenía gracia porque le había visto abrirse la cabeza justamente un año antes.

Taro giró sobre sus talones, y se encontró cara a cara con su amigo. Vivo. Entero. El shock le impidió pronunciar palabra al principio, y volvió a sobresaltarse cuando Renen desapareció para luego volver a reaparecer a su espalda.

"Estás muerto", quiso decir, pero resultaba tan incongruente con lo que estaba pasando que no lo consiguió.
-Espera, ¿cómo has...?
Taro trató de vigilarle esta vez, sin éxito. Esta vez el destello de cabello cobrizo reapareció en lo alto de un árbol.
-¡No!- dijo frustrado-. Tienes que decirme de dónde has sa...

Gruñó rabioso al verlo escaparse. La sangre del suelo le haría resbalar, de modo que Taro apretó los dientes y trepó al primer árbol que vio accesible en lugar de perseguirle desde abajo. El cerco de ramas era tan tupido que formaban asideros seguros, así que el carabés se lanzó en su persecución. Quería respuestas.

Al principio Taro creyó que eran producto de su imaginación, pero pronto pudo ver rostros tanto conocidos como no en las ramas cercanas a aquellas en las que él circulaba. En el frenesí de la carrera registró las caras sin más, sin caer en qué era el denominador común que unía a las dos que reconocía: que estaban muertas, y que, como Renen, no deberían estar allí.

Bastó un momento de distracción para resbalar peligrosamente. Para cuando Taro pudo recuperarse del susto había perdido a su amigo de vista, y el carabés chasqueó la lengua y reanudó la carrera con más encono, buscándolo frenéticamente con la mirada. Si se le escapaba, al menos podría preguntar a todas aquellas personas cuál era la salida de aquel bosque.

Taro renunció a interactuar con las caras que le rodeaban, centrándose por completo en la carrera: no podía permitirse perder a Renen de vista otra vez. Apretó la persecución, pero éste volvió a adelantarle.

Por un instante Taro creyó que el claro era la salida. No obstante en cuanto divisó a su compañero apoyado contra un tronco se dejó caer al suelo de un salto, flexionando las rodillas para amortiguar la caída. Avanzó hacia su amigo, esquivando cuidadosamente los charcos de sangre al caminar.

-Vale, tú ganas- le interpeló, jadeando para recuperar el aliento. Se paró frente a él, mirándole fijamente, con cautela, como si fuese a evaporarse de un momento a otro si parpadeaba-. ¿Qué haces aquí? ¿Qué es este lugar?

La vaguedad de su respuesta le recordó a Nero. Se le estaba acabando la paciencia para las cosas que no comprendía.
-Todos nosotros- repitió. Extendió los brazos a los costados y los dejó caer con un resoplido exasperado-. Yo acabo de aparecerme aquí, y tres de las personas que he visto aquí están muertas- "Tú incluido", pensó, pero no se atrevió a decirlo-. ¿Qué estás intentando decirme, que he llegado por error al puto inframundo?

El llanto de la cría le petrificó al principio, no siendo capaz de creer lo que estaba viendo. Sin embargo el que éste se intensificara al morderla Renen tuvo el efecto de devolverle a la realidad, como una bofetada.
-¡¿Qué coño haces?!- la voz le salió aguda por la incredulidad, y el grito que pegó se oyó por todo el claro-. ¡¿No la estás viendo?!
Sin esperar a la respuesta trató de quitársela.