Barrio Gigante

¿Qué era un cachorro? ¿Por qué tenía que decirle qué cosas no podría hacer jamás y amargarle el día? La miró serio, perdiendo toda la emoción a cada palabra que oía. No iba a arruinarle ni el día ni la vida, si es lo que pretendía. Era plenamente consciente de muchas cosas que ahora le serían imposibles, pero si tenía la eternidad por delante prefería no amargarse por ello. Se adaptaría a su nuevo estado y sobreviviría. <<Nada de perder la cabeza como dice>>

—Entiendo... Bueno, eso de que no puedan matarnos es bueno. Puedo vengarme de los que me odiaban sin que puedan hacerme nada... Más que bueno, de hecho... Y oh, gracias, pero no es necesario que se preocupe por mí, tengo esto —se toqueteó la cabeza con un dedo varias veces— bastante bien amueblado para que todo eso que dice no ocurra jamás. En el peor de los casos, cuando ocurra será como morir de viejo en mi cama así que tampoco me preocupo tanto.

Y normalmente no habría indagado en cierto tema, pero como tenían la eternidad entera a sus pies, podía curiosear todo lo que Dama Serena (que, por cierto, al fin un deseo coherente) le permitiera. Así que hizo su pregunta:

—¿Y por qué, si me permite la curiosidad, iban a querer llegar a ese extremo con usted, Dama Serena?

No solo podía dedicarse a satisfacer su curiosidad sino también a recuperar cierta costumbre roquense de comunicarse respetuosamente. Algo totalmente negado a herejes, por supuesto. Sin embargo, la fantasma le superaba quizá en siglos de edad y como estaba muerta, la cuestión de la religión quedaba relegada a la dimensión irrelevante, por lo que le trataría con decoro.

Lo que Dama Serena le dijo sobre que el tiempo le pondría a prueba solo hizo que el roquense pensara en ello con más ahínco. No iba a ser un fantasma demente más del montón. O eso creía.

La siguió hasta una torre en la que creyó ver las huellas del fuego en la piedra y automáticamente pensó en los hechizos de fuego que había visto poco después de aprender magia. Eso lo iba a echar de menos, pero se regodeaba en que ni Hal ni ninguno de esos herejes serían capaces de tener tanto poder como para destruir las torres del lugar en que estaban. Quizá él lo hubiera sido, pero pensar en eso ahora no merecía la pena así que pasó del asunto rápidamente. Siguió a la fantasma más allá y la observó curioso cuando se "sentó". Le chocó el gesto. Que él lo hiciera por costumbre era comprensible, pero alguien que llevaba tanto tiempo como decía... ¿Por qué lo haría? <<Quizá no se quitó la costumbre o ha mentido y lleva poco tiempo como fantasma...>> No le imitó sino que se le quedó mirando de pie, y esperó a que hablara pues parecía a punto de decir algo. Y lo hizo.

Tesón escuchó todo lo que le estuvo explicando con atención. No le hizo ninguna gracia que no pudiera "intervenir", pudieran o no matarle por hacerlo. ¿Por qué no podían considerarle una alimaña y dejarle matar lentamente a los macieleros? La idea era decidir él mismo si merecían su odio o su colaboración, no que un Consejo que acababa de conocer se lo impusiera. Y, de paso, ¿por qué iba a ser un ciudadano más si no podía hacer otra cosa más que explorar? Le cabreó todo lo que dijo. ¡Para colmo no podía volver a su mundo!

—¿Y entonces qué esperan que haga? Que vague eternamente huyendo de esa locura que dices? Si soy un ciudadano más, algo de valor tendré. No puedo hacer esto y lo otro porque si no me harán daño, ¿pero qué puedo hacer entonces? Preferiría que me consideraran una alimaña, a ellas nadie las "castiga" —le espetó, malhumorado.

También escuchó lo otro, y aunque ya había perdido la curiosidad que le empujó a preguntar aquello, respondió pues tenía interés en otro detalle:

—Pues menuda faena...—masculló y a continuación se sentó a la altura de la fantasma, pero levitando en el aire—. Perdón por mi exabrupto anterior... esto no está saliendo como planeaba. ¿Y qué ha hecho en todo este tiempo? Al menos conozco a una fantasma, ¿a quién mejor preguntarle? Alguna utilidad tenemos que tener, si podemos atravesar paredes y gente y no podemos morir... ¿no?

Seguía creyendo en la tarea sagrada que la Voz le había dado. Quizá aún tenía esperanza y sí que podía llevarla a cabo. Aunque no tenía ni idea del cómo, lo importante era que ahora era un fantasma y tenía todo el tiempo del mundo para hacerlo.

Dama Serena alzó una ceja ante la rabieta del roquense. ¿Aún no se había dado cuenta de donde estaba?

-Las cosas no siempre salen como planeamos. De hecho rara vez salen como planeamos. Al Consejo le importa bien poco lo que hagas o dejes de hacer mientras cumplas la Ley de No Intervención. Y bueno, que no puedas intearctuar de la misma forma con tus compañeros no significa que no puedas hacerlo... en cierto modo. O conocer al resto de ciudadanos.

A la ex consejera casi se le escapó un suspiro hastiado. No tenía ganas de narrarle su vida a un novato.

-Fui miembro del Consejo bastante tiempo, colaborando en el resurgir de nuestra ciudad. No tengo por qué contarte nada más.- respondió secamente- Y ahora, si no tienes ninguna otra pregunta, debería irme.

No tenía nada más que decir. Aguardó con bien disimulada impaciencia la respuesta de Tesón.

<<Así que la susodicha ley tiene lagunas... tengo que conocerla bien>>

—Pues ya está. Iré a ese Consejo a enterarme al detalle de esa ley, a ver cómo es... Eh, antes de irse... ¿dice que trabajó... y en el Consejo ni más ni menos... como fantasma? ¡Entonces puedo trabajar como fantasma! —exclamó a la par que se "levantaba" de un salto. Tuvo que volver al nivel de Dama Serena, eso sí, antes de seguir hablando—. Gracias por el aviso y por la conversación y... perdón si mis formas le incomodaron. Gracias y hasta otra —se despidió con una inclinación de cabeza y apartándose un poco.

<<¿Y ahora a dónde voy? ¿Dónde estará ese Consejo?>>

—Ehm... ¿Dónde puedo encontrar al Consejo o para informarme sobre la ley? —preguntó de sopetón antes de darle tiempo a marcharse. Estaba en su derecho de no responderle, más aún después de haberse despedido.

Nada más llegar Eriel se quedó mudo. "¡Este lugar es enorme!" fue el primer pensamiento que cruzó su mente. No tardó en recuperar el habla sin embargo.

-Mirad que casas más grandes - le dijo al grupo.- Imaginaos el tamaño de la gente que vive aquí - se resistió a decir dioses por no iniciar una discusión, pero estaba implícito que si había personas de ese tamaño no eran meros mortales. Se preguntó si la Luna podría darte más estatura, estaría bien no seguir siendo el pequeño del grupo.

No, Eriel no contaba Nad, Sinceridad y a Sakrilt. No sabía cuánto crecería la niña pero ésta iba a superarle, y no tenía muy claro si la pájara y la insecto iban a crecer más.

-¿Entramos en una casa y miramos por dentro? Si hay comida así de grande no nos vamos a tener que mover a por las cestas en unas cuantas semanas - afirmó riéndose pero en el fondo esperaba encontrar comida gigante.

La roquense no pudo esperar a estar cerca y, nada más ver la altura de los edificios a los que se aproximaban, levantó el vuelo para verlos mejor. En efecto, toda aquella zona estaba construida a lo grande... y aquello no le hizo mucha gracia. Una de dos, o construyeron así aquella zona para presumir de sus Constructores desplumados... O estaban adaptadas a criaturas de ese tamaño. Es más, aquel sitio empezaba a agobiarle. Las calles eran bastante amplias, pero los colosos en ruinas que se erigían a ambos lados le resultaban opresivos si descendía de vuelta al suelo. De hecho, cuando lo hizo para reunirse con el grupo, le dio la impresión de que los que tenían a su alrededor se amontonaban y curvaban desde lo alto hacia ellos, como si fueran dedos de piedra. No le gustaría estar debajo si su visión se hacía realidad, y ni pensar en que aquello fuera siquiera posible. Nunca había visto cosas tan... Edificios tan altos. ¿Montañas? Claro. Podía sobrevolarlas y descender planeando con cuidado de las corrientes de aire. ¿Pero ese sitio? Mal asunto. <<Y que estén también en ruinas... ¿Qué le ha pasado a este sitio, qué lo golpeó con tanto ímpetu?>> Alguna guerra, seguro. Pero aquello solo oscurecía más su visión de la ciudad. No había conocido guerras como tales, sabía lo que eran, había oído y leído historias sobre algunas del pasado en su mundo, y de hecho algunas voces pedían a gritos algo así para librarse del Coro. Sinceridad, no. Si por ella fuera, al coro lo eliminarían poco a poco, en silencio. Pero no con semejante conflicto. Hasta la palabra "guerra" le parecía fea, no sonaba a algo positivo. Las temía como quien teme que el cielo se desmorone. Y si alguna guerra había azotado aquella ciudad... Le había dado vueltas antes. Debía haber sido catatrófica, si lo que decían los nublinos sobre sus "dioses" era cierto. No lo de que fueran dioses, que menudo desperdicio de saliva ir diciendo aquellas cosas, sino que la gente que había vivido allí tenía fama de poderosa. Fama exagerada, eso seguro, pero la fama sería por algo. <<Miedo y fanatismo no son buena mezcla... Y esta gente son monstruos y tienen magia... Y acceso a mundos. Tiene sentido... Sea como sea, más razón para estar el menor tiempo posible en la calle. Y si nos alejamos de aquí, mejor>>

No llegó a aterrizar. Ni se acercó a ninguno de los edificios. Se quedaría sobre la calle. A no ser que algo le diera motivos de largarse, como la otra vez con aquella serpiente rara.

—No me gustaría encontrarme con lo que sea que vive en semejantes edificios... —luego miró al nublino. No entraría en esas ruinas—. Hmm... Parecen deshabitadas, ¿no? Nunca hemos encontrado comida, no creo que la encontremos ahora. Entrad si queréis, yo me puedo quedar haciendo guardia fuera. No perdáis de vista las ventanas, intentaré seguiros.

Remató aquello con una serie de aleteos potentes que la elevaron un poco más, y preparó el arco por si acaso. A pesar de no haber tenido que usarlo en las salidas, siempre lo preparaba y confiaba en mantener la puntería de los entrenamientos y de Tierra Bruja.

Aquel día Dafne pensaba que sería un buen día para descubrir nuevas cosas, aquellas que aguardaba la ciudad en silencio. No quería encontrarse con algo peligroso y terrible, lógicamente, pero aún así si se topaba con ello siempre estaría preparada para cualquier instante.

Mientras permanecía junto a su compañero belga esta lo escuchó atentamente y al cabo de unos segundo asintió.

-Sí, tienes razón yo buscaba aventura pero aunque yo la buscase, nunca me atrevía a encontrarla, por posibles peligros, como esta ciudad nos puede presentar, por eso digo que tu la despertaste porque... Quizás si no hubiese sido por ti no hubiera salido de las mazmorras o del Torreón para inspeccionar la ciudad, y aunque el peligro sea en cierto modo malo, me gustaría enfrentarme a ello, ya que supongo que si estamos aquí es para eso, y con la buena compañía que tengo pues me da igual enfrentarme a cualquier cosa, sabiendo que estoy segura.-Terminó mostrándole una pequeña sonrisa.

Cuando salió del Torreón agradeció volver estirar las piernas y ver un poco la claridad que presentaba aquel cielo grisáceo. Decidieron dirigirse hacia una dirección que antes no había tomado, eso a la noruega le entusiasmaba aunque también le asustaba un poco ante las criaturas que podrían presentarse, aunque en grupo todo era más ameno y seguro. Llegaron a un lugar donde los edificios parecían que al llegar a la terraza desaparecían entre las nubes del cielo, inmensos rascacielos se extendían hacia arriba y sobre el suelo. Le parecía curioso e interesante el lugar pero por otra parte tampoco imaginaba todo lo que podría haber dentro de aquellas edificaciones. A pesar de todo decidió seguir adelante y esconder sus miedos más internos...

Tay la contempló casi perdido en sus grandes ojos al tiempo que la noruega se explicaba, tuvo que concentrarse seriamente para no perder el hilo de lo que la chica le decía. No la interrumpió en ningún momento y cuando acabó sintió ganas de abrazarla, aún así consiguió reprimirlas en el último segundo antes de achucharla entre sus brazos.
-Supongo que ha sido cosa de los dos -aceptó- pero para que lo sepas – le dijo orgulloso- yo no te he enseñado a querer enfrentarte a lo que venga, eso es cosa tuya, y... respecto al grupo– el belga echó una lenta y discreta mirada a sus compañeros para volver a girarse hacia ella con seguridad- son buena gente, no sé si estamos seguros como acabas de decir, pero son de la clase de personas con la que te gusta estar.

Con su lanza y su pequeña navaja se lanzaron hacia las calles, no se decantó por las hachas de doble filo pues aún no estaba preparado para manejarlas en una situación real, de momento el regalo de Barael le serviría.
Tay suspiró sorprendido cuando descomunales edificios le recibieron en el Barrio Gigante, eran demasiado altos y el muchacho, se dijo para sí mismo, que aquel lugar destacaba con diferencia sobre el resto.
-Esto... esto es sencillamente la hostia, vaya... -perplejo continuó observando las construcciones que allí se habían hecho, obviamente pensadas para personas de otro tamaño- al lado de esto nuestro torreón se queda un poco atrás, ¿No os parece bien abandonarlo para instalarnos aquí?- preguntó con un tono que evidenciaba la broma, aunque en realidad Tayron pensaba que si no fuese porque desconocían la seguridad de cada rincón de Rocavarancolia aquella sería una buena idea.

Dudó con la propuesta de Eriel. Era exactamente eso lo que le fastidiaba a raudales de la ciudad, que no sabían que podían encontrar, esa constante presión de que no estaban seguros fuera de las puertas de Maciel.
-No sé yo- musitó- ¿Qué os parece al resto?.- preguntó a sabiendas de que si solo uno más de sus compañeros decidía entrar él le seguiría sin pensarlo dos veces.

Mónica contuvo sus ganas de provocarse las arcadas al escuchar a T-fichas y Lerdafne y su colección de moñadas, así que se levantó del sillón y, conteniendo las ganas de poner los ojos en blanco y gritarles un “¡IROS A UN HOTEL!”, marchó al piso superior en busca de una chancla que meter en la cinturilla de su pantalón. Una vez hecho se recogió el pelo y respiró hondo. “Va, puedo hacerlo. Soy una chica grande. Puedo salir y darlo todo. Súper fiestorro que me voy a montar cuando encuentre a Doce Punto” se repitió mientras bajaba las escaleras y se dirigía con sus compañeros al mundo que les esperaba fuera.


-Eeeeh…- Mon dio una vuelta sobre sí misma echando la cabeza hacia atrás para abarcar más con la vista. –Esto es enorme, ¿no? Me siento como una muñequita- la chica bajó la cabeza y compuso una mueca de asco. –Nunca me han gustado las muñecas, demasiado indefensas- masculló, lo suficientemente alto como para que la escucharan, dando otra vuelta.

Mónica se giró hacia Cenizo cuando este habló, con un poco de aprehensión, pero asintió y sonrió levemente, tanto a él como a Doña Plumitas, mostrando su acuerdo. No habían ido allí a simplemente admirar las fachadas. Sin embargo…

-No veis un edificio que sea alto y bajo a la vez aquí, ¿no?

“La esperanza es lo último que se pierde”.

Los motes:

Todo empezaba a volverse rutinario poco a poco, cosas como observar que sus armas y armaduras estuviesen en buen estado, colocarse bien la armadura, salir cada día... incluso el olor de la torre pútrida empezaba a ser nada más que una familiar esencia. Aquel día había estado a punto de llevarse con él una lanza en vez de su espada, pero le resultaba incómoda, pesada, decidió que la usaría en otra ocasión, cuando supiera manejarla mejor y estuviese más acostumbrado a andar con ella. En cambio sí que llevaba una cesta con suministros varios, barritas, agua y comida ya hecha en general.

Esperaba con esta salida volver a rellenar un buen trozo del mapa aunque este propósito se le olvidó por completo en cuanto vislumbró el primero de aquellos edificios. Sus ojos se perdieron por las enormes estructuras que tenia ante él, captando cada detalle e imaginando como sería sin aquella estampa ruinosa que imperaba a lo largo y ancho de la ciudad.

Los rencores eran inútiles ahora mismo, estaban ahí con un objetivo común y si quería llegar a rey tendría que aprender a simpatizar y unir a la gente.

-A no ser que puedas ver a través del suelo no creo que lo topes así. Una torre subterránea o con un sótano que se extienda en profundidad  es lo único que encajaría si quisieras darle sentido al nombre Mon. -Aparte de la comodidad, quería probar si el uso de un diminutivo y el tratar un tema que ella quisiese acortaría distancias y si de paso podía hacer algo por su hermano mejor, aunque solo como último recurso.

-Por mi daría primero una vuelta y luego me adentraría en alguno que destacase pero como queráis, tenemos todo el día por delante. En todo caso si cosas de este tamaño a proporción siguen viviendo por aquí lo mejor será ir con cuidado, es decir, como siempre. <<Siempre que no te pongas a vacilarle a alguien que obviamente te puede matar sin esfuerzo, claro está.>>

Eriel miró al resto y luego dirigió su atención a Barael. Su hermano acababa de decir lo que él había pensado hacía tan sólo unos segundos.

-Sal de mi mente hermano - le reprochó.- Yo había pensado eso mismo, sólo te me has adelantado a decirlo - explicó.- Tiene sentido, una torre puede ser alta y baja a la vez sólo si es alta hacia abajo. Pero seguimos sin saber dónde puede ubicarse. Lo fácil sería preguntarle a un habitante pero... - no completó la frase, sólo se encogió de hombros.

Miró a su alrededor y seleccionó una casa, no parecía estar tan destrozada como el resto y se dirigió a ella. La puerta estaba entreabierta y podían pasar por allí.

-¿Venís? - le preguntó al resto. Echó un vistazo dentro y se encontró con cosas que debía haber en todas las casas pero a tamaño gigante.

"Como mi hermano piense en llevarse un libro estamos apañados, a ver quién lo carga."

El belga clavó su atención aún más en los edificios, intentando imaginar los creadores de tales obras, que en su opinión, eran obras de arte que toda persona debería visitar alguna vez. El barrio era enorme y el muchacho se descubrió sintiéndose como una  hormiga a la que podrían pisar en cualquier momento, le resultaba algo divertido que fueran tan pequeños en proporción con todo lo que les rodeaba. En seguida recordó a su grupo de amigos y advirtió echándole una ojeada de nuevo al lugar que fliparían con la ciudad. Amber se desmayaría, de eso estaba seguro, y Dekka...Dekka ya no estaría allí, seguramente ya estaría investigando alguna de las casas.

Como si la energía de la chica le diese fuerzas desde Bélgica el muchacho despertó de sus pensamientos y siguió a Eriel hasta una casa (o más bien casota) para internarse segundos más tardes en ella, atravesó el umbral de la puerta y enseguida se llevó las manos a la cabeza.
-Ciudad de milagros y portentos- recordó las palabras que usó Doce para convencerle de abandonar su pueblo natal- ya lo creo- aquel sitio se extendía a lo grande y ancho como si no tuviera límites- esto es épico -recalcó-muy épico, ¿Qué clase de truños tiene que soltar esa gente cuando caga?.

-Pero es probable que nos mande a enjabonar madera, por decirlo agradable. -Dijo completando la frase de su hermano.

Lejos de escucharle Eriel escogió una casa en buen estado y se dispuso a adentrarse por lo que como buen hermano mayor no demoró un segundo en aparecer detrás de él. Miró a Tay con su cara inexpresiva habitual, con la diferencia de una ceja alzada que indicaba una contra-pregunta. "¿Qué tipo de pregunta es esa?"

-Se ve tan normal como el resto de las que entramos, ya sabéis, ignorando el hecho de que haría falta que te subieras tu a Lorenzo para que pudiésemos alcanzar la silla. -Dijo refiriéndose a Tay. -Podríamos intentar escalar a la mesa para tener mejor visión, aunque sería mejor que Sinceridad entrase... pero lo dudo.

A pesar de haber dicho que era normal él seguía absorbiéndolo con la mirada. <<¿Qué tipo de arboles tuvieron que usar para la silla?, ¿y para los cubiertos?, ¿cuánto metal hizo falta? Las preguntas eran muchas, pero entonces recordaba las historias de mundos enteros sumidos a sus pies y todo cobraba sentido. Tenían un acceso a recursos enorme, nada de esto debía ser sorpresa.

Las moras no le interesaban demasiado, a saber si estarían en condición de ser comidas, era mucho esfuerzo para simplemente subir a una mesa de cocina. Se dispuso a andar alrededor pero todo le superaba en altura demasiado como para ver algo que no estuviera viendo ya así que se acabó por asomar en la parte baja de las escaleras para observar que hubiera.