Barrio Gigante

No fue del todo consciente de cuando había entrado en aquel lugar, pero cuando por fin se fijó con detalle no pudo sino quedarse pasmado. Abrir mucho los ojos no era posible porque carecía de párpados.
A rasgos generales parecía una calle normal, pero las proporciones eran tremendamente más grandes de lo que deberían, y de hecho se planteó seriamente que tal vez había encogido de forma temporal, para descartarlo después por “No ser posible salvo en las manzanas de las cestas”

-Hala….- Fue soltando en algún momento mientras seguía avanzando dando vueltas para abarcar tanto como pudiera. Finalmente acabó por elegir un edificio al azar y probar si podría entrar trepando hasta una ventana.

Estuvo escalofriantemente cerca de soltar un chillido de terror cuando sus ojos captaron al gecko en las proximidades, encima uno cuyo tamaño, aunque menor que el de los que había en el bosque de su mundo, todavía era alarmantemente grande. Desconocía si este también se haría invisible, pero no pensaba quedarse a averiguarlo, e improvisó un plan de retirada rápido. 

El insecto se impulsó de la pared inmediatamente, y se fue dejando caer a medida que se iba alejando por inercia del muro al que hace unos instantes se sujetaba. No usó sus alas hasta que estuvo cerca del suelo para evitar hacer el menor ruido posible, y tras amortiguar la caída con ellas y aterrizar echó a correr en silencio por donde había venido. Ya iba siendo hora de volver al torreón.

Casi todas las muestras que había extraido Giz de Dryfus tenían una cosa en común: pertenecían a seres de altitud superior a la distancia entre el suelo y el techo de su laboratorio. Esto llevó al asreniano a sopesar si debería modificar el tamaño antes de comenzar a criarlos o merecería la pena un laboratorio mayor. A final se acabó decantando por lo segundo y, como no podía ser de otra manera,  puso su punto de mira en el barrio gigante. Si quería un sitio amplio para su nueva sede genemágica, aquellos edificios y las dragoneras serían perfectos.

El asreniano había pedido algo de ayuda en el cuchitril y Gael y Noel habían acabado acompañándole. La primera impresión al llegar a aquel sitio fue probablemente la típica: sentirse fuera de lugar, como una cucaracha o incluso un mosquito. <<Menos mal que puedo hacerme intangible>> Giz acababa de ver la primera puerta y dudaba seriamente poder abrirla con el tradicional método de tirar del pomo.

—Por Nassandra...—dijo en voz baja, tras conjurar niebla mágica y echar un vistazo al interior de una de las casas—. Creo que podría crearme mi propio zoo en uno de estos.

Habían llegado a una zona con telarañas y Giz dio un pellizco mágico sobre estas, para llamar la atención de sus tejedoras.

El problema de espacio de Giz debido a la excursión a Dryfus le hizo gracia. No por el problema en sí, porque era una faena, pero se imaginaba sus laboratorios dando a luz a cientos de criaturas de armas tomar que podían acabar vagando libres por la ciudad.

Había visto las dragoneras muchas veces a lo lejos, pero poca experiencia tenía con aquel barrio abandonado. Allí parecía que el que había encogido era uno mismo, como si de repente se hubiese convertido en un juguete. El cuerpo que llevaba Gael era el primer varmano que había tenido, e iba caminando. Aparte de la ropa, solo llevaba una espada en el cinturón.
—Ya puestos tómate eso en serio. Cógete medio barrio, ponemos verjas electrificadas, y clonas a todos esos dinosaurios. Podrías montar un parque jurásico donde todas las instalaciones fallen… —mientras decía aquello su mirada se desvió hacia Noel, porque era imposible que el asreniano comprendiese la broma. Aun así, no estaba bien que se quedase excluído, por lo que rectificó—. No, no tiene mucho sentido aquí, pero se puede atraer a los cosechados poniendo gratis los días festivos. No es intervención si vinen por su propio pie —añadió encogiéndose de hombros con una sonrisa.

Noel nunca había estado en aquel barrio por lo que accedió de buena gana a acompañar a Giz en su "búsqueda de sucursales" mientras bromeaba que tenía suerte con no tener que pagar un alquiler para ello.

Su primera impresión sobre el barrio no varió en absoluto de las de sus amigos, era imposible no sentirse como Gulliver a la inversa en aquel lugar. El hecho de haber estado en mundos como Dryfus o el Macetero que contaban con su propio nivel de gigantismo no evitaba el efecto puesto que en este caso se trataban de construcciones habilitadas para seres del tamaño de Kniveth Edgar. El sueco caminaba con las manos en los bolsillos mientras se reía de los comentarios del fuego fatuo.
—Y con el despliegue jurásico de Dryfus tienes todo lo que necesitas para ello —añadió para el asreniano cuando el español sacó el tema—. Los cosechados precisamente pueden hacer el papel de los niños perseguidos por velociraptores. Es una gran idea, Gael. Yo te pagaría por permitirme instalarme en alguna terraza tamaño maxi para escuchar el agradable sonido de los cosechados siendo perseguidos y destrozados por tus adorables reptiles —bromeó sonriendo maliciosamente y dirigiéndose al goliat—. ¿Entramos en algún edificio? —propuso unos instantes después.

—No es mala idea —añadió en cuanto Gael le comentó el chiste sin las referencias terrestres—. Podríamos construirnos nuestra propia piscina en esa terraza. O nuestra propia laguna, vaya... Un sitio de recreo estupendo.

Giz examinó las construcciones a los alrededores y se acabó fijando en uno de los edificios con dragonera incorporada. No era el más alto de la zona, pero eso en aquel barrio significaba poco. Para un gigante de varios metros, probablemente solo sería una casa de tres o cuatro plantas y una caseta para la mascota. La niebla mágica le reveló el interior y el goliat esbozó media sonrisa.

—Me gusta ese —apuntó con el dedo, encaprichado—. Aunque nos va a tocar trabajar. Las plantas altas están llenas de murciélagos y otros bichos con alas que no acabo de identificar. También hay huevos y larvas enormes por el suelo. Quizás sean de especies que emergieron de los subterráneos durante la Luna —teorizó con entusiasmo.

A Giz no le importaba encargarse él mismo de todo lo que tuviera que ver con la mano de obra, pero la parte de reclamar el territorio siempre era más divertida en grupo. Conjuró intangibilidad sobre sí mismo y atravesó la pared. El interior le había gustado por dos razones: la mayoría de las habitaciones estaban vacías de mobiliario  y alguien se había esmerado en su momento en añadir escaleras a escala normal junto a las gigantes. <<¿Puede que alguna figura de la ciudad tuviera un dragón y adecuara el edificio por la dragonera?>>. Era su teoria más sólida.


El goliat se frotó las manos, calentando los músculos, y aceleró el paso hasta dar con la escalera. Lo primero que haría al subir sería paralizar a cada animal cuya especie desconociera, uno de cada como mínimo. El resto serían pasto para hechizos baratos.

Siguió al goliat al interior del edificio donde se había metido y miró alrededor silbando con admiración.
—Aquí hay más espacio que en un zoo, y a cubierto —comentó riendo.
Al ver cómo procedía Giz con los animales que se iba encontrando lo paró para decirle que le ayudarían.
—Sigue paralizando a los que quieras y nosotros vamos detrás cargándonos la morralla —ofreció, sacando la espada de su vaina.
Después pasaría a recolectar magia de las pequeñas alimañanas según las mataba, ya fuese con el arma o con un hechizo. Al cabo de unos minutos trató de pegarle un susto a Noel lanzándole un gusano gordo a la espalda, que estaba siendo controlado por él mismo en ese preciso momento. Se aguantaba la risa desde el varmano mientras la larva trataba de colarse por el cuello de su camisa.

Noel entró tras el fuego fatuo en el interior de aquella gigantesca edificación llena de escombros a juego. Siguió a Giz mientras despejaba el camino lanzando plumas a las alimañas más pequeñas para matarlas y usando el hacha con las más grandes. Hasta que notó como algo le reptaba entre las alas.
—¿Qué diablos tengo en la espalda? —preguntó con el ceño fruncido mientras echaba la mano derecha por encima del hombro para tratar de agarrarlo.
Apartó instintivamente la cabeza hacia un lado cuando la cosa se acercó a su cuello, pero de ahí no pasó. Su garra se cernió sobre la criatura que había tratado de colársele en la camiseta y observó a aquella larva del tamaño aproximado de su antebrazo. Aunque desde luego no era aquello lo más significativo del invertebrado en cuestión. Enseguida miró hacia el cuerpo del varmano esbozando una mueca de reproche pero con un evidente deje de diversión asomando en ella.
—Muy divertido, llama oxigenada —le dijo en tono sarcástico—. Pero tal vez deberías darte cuenta de que eso de intentar colarte en ropa ajena te convierte en un pervertido —añadió jocosamente para después lanzar al gusano en dirección al cadáver que ya vestía inicialmente.

—Perfecto —al goliat le pareció buena idea la del fuego fatuo.

Enfrascado en recoger muestras de piel, Giz vio como se pasaban el gusano y una conjetura invadió sus ideas. <<Si Vac hubiera nacido hado infernal, probablemente hubiese tenido el aspecto de una larva sus primeros años de vida>>. No consideró que fuera necesaria exponerla en voz alta, por lo que se guardó aquella pequeña tontería y continuó con su trabajo.

En las siguientes plantas encontraron un batiburrillo de criaturas: murciélagos flamígeros durmiendo, escarabajos de un tamaño considerable, polillas, aves, algún roedor... Giz procuró espantar una buena parte para que salieran por las ventanas, aunque no se le escapó lo cómico que habría sido realizar una barrera de inercia y ver caer a todas aquellas criaturas de golpe. Una de las razones que le echaron para atrás era que la limpieza correría de su cuenta más tarde.

Unas horas más tarde, el edificio había quedado vacío, dragonera incluída. El goliat dio un repaso extra al lugar con la gola, para asegurarse de que no había nada de lo que preocuparse, y evacuaron el lugar. Desde la entrada, Giz realizó un hechizo de niebla mágica para poder enfocar el perímetro de lo que sería su nueva sede genemágica y dejó una gran parte de sus reservas mágicas en rodearlo con un hechizo de guardia que solo él mismo podría traspasar.