Fase 2, Ronda 1: Koval vs Karime

Fue particularmente escurridiza, y los cortes no eran tan seguidos como si los hubiese hecho personalmente con la espada, por lo que le costó acertar en el objetivo. Tardó lo que duró el segundo campo en pie. No tenía muy claro por qué optar a continuación, y aún no había podido decantarse por algo cuando tuvo a Karime colgada de la pierna. Consecuentemente, perdieron bastante altura, pero trató de estabilizarse y no seguir descendiendo.
«Lo siento, pero tengo otros planes» pensó, antes de realizar un hechizo de dislocación que dirigió al hombro derecho de la licántropa, buscando inutilizar el brazo. La tenía tan cerca que era difícil errar. Esperaba, como mínimo, lograr que se soltara, por las buenas o por las malas. Si errase sin lograr que Karime lo soltase y tuviera la oportunidad, haría un hechizo de confusión aprovechando el contacto con ella y volvería a intentarlo.

Karime intentó escalar por el cuerpo del fuego fatuo, pero un hechizo de dislocación impactó en su hombro derecho y, aunque no le dolía, le impedía avanzar. Ante ese imprevisto, la licántropa se aferró con uñas y dientes, literalmente, al cuerpo del español. Quizás tuviera una mano inutilizada, pero todavía tenía tres zarpas más y unos poderosos colmillos. La loba era consciente de que Koval podía deshacerse de su peso extra con algún otro hechizo, por lo que su intención era destrozarle lo máximo posible su vestimenta de carne.

El siguiente hechizo llegó y la loba no pudo hacer otra cosa que caer. Llegó al suelo flexionando las patas traseras para no dañarse demasiado y seguidamente se tiró al suelo contra el que golpeó su hombro para recolocarlo en su sitio. Una vez recompuesta, sacó sus espadas gemelas. No subiría a por él de nuevo, esperaría a que él bajara.

El hechizo acertó, pero no logró que la licántropa soltase su agarre. Zarpas y dientes apresaron su mitad inferior, buscando hacer daño de paso. Por suerte tenía las manos libres, y pudo confundir a Karime como había pensado. En el tiempo que ella utilizó para recomponese, él evaluaba los daños de sus piernas, mientras ganaba la altura perdida de forma inconsciente. No sabía cuánto comprometerían sus movimientos aquellos destrozos, pero por suerte para él estaba flotando y no tenía que preocuparse por mantenerse en pie.

Intercambió una mirada con Karime, que había desenvainado sus espadas, pero no trataba de saltar de nuevo. Gael tuvo un momento de duda. Enfrentarse a ella de forma directa en las condiciones en que estaba el cuerpo no era buena idea. Desde el principio ella era muy superior físicamente. Pero dudaba, porque limitarse a enviar chispitas desde aquella posición privilegiada no era algo que diera precisamente un buen espectáculo, como había dicho al principio del combate. Miró a Karime de arriba abajo una vez más y entonces comenzó a recitar un hechizo. Pronto una serie de nubes cubrirían el campo, comenzando a descargar sobre la arena la humedad ambiental. Entre tanto, Gael se movió por el campo, manteniendo la altura, mientras lanzaba algunos hechizos de impulso moderados hacia donde se moviera la licántropa.

En el momento de duda del fuego fatuo, la libense sonrió pícaramente.

- Koval~~.- canturreó.- ¿No vienes a jugar conmigo? ¿o es que soy demasiada mujer para ti?

Karime movió sus caderas intentando llamar su atención. Puede que fuera un juego sucio, pero era divertido. El español lanzó un hechizo y, de la nada, comenzó a llover.

- ¿Es tu manera sutil de decirme que huelo mal o eres de esos a los que les pone el olor a perro mojado?- preguntó socarronamente.- A mi no me importa, ¿eh? Que sobre gustos no hay nada escrito, pero si no bajas no podré cumplir tus fantasías más morbosas.

El fuego fatuo comenzó a lanzarle hechizos que, aunque no la hirieron, al confundieron bastante. No parecía que el chico fuera a bajar y ella se había quedado sin arco. Algo se iluminó en su mente y pensó que no tenía por qué estar imposibilitada para el ataque a distancia sin su arco. Cogió una flecha de su espalda y la calibró entre sus dedos. La forma era muchísimo más alargada, equilibrada y ligera, pero si hacía algunos ajustes en su forma de tirar, perfectamente podían pasar por dardos. Una tras otra, Karime fue lanzando las flechas como si fueran dardos, sujetando a su vez en su mano izquierda su daga, ya que había guardado las espadas gemelas.

Agradeció –como empezaba a ser demasiado habitual– que no corriera sangre por las venas de su quimera, porque la falta de respuesta a las pullas sería mucho más ridícula si encima se ponía colorado. No tenía nada para replicarle y, por otra parte, estaba demasiado ocupado pensando. Los hechizos de impulso pretendían mantener ocupada a la libense durante un tiempo, lo que tardase el campo en humedecerse y formar algún que otro pequeño charco. Pero eso era bastante, y Karime encontró otra forma de hacerle daño. No pudo parar la primera flecha, que llegó justo tras uno de sus hechizos de impulso. No se clavó con tanta fuerza como si hubiera sido tirada con el arco, y podía caerse en cualquier momento, pero como no comprometía sus movimientos en el aire, la dejó donde estaba, simplemente para evitar que la licántropa la recogiera y volviera a lanzarla. Mientras su boca y sus manos se pudieran mover, lo demás daba igual. Dejó el ataque de lado y a cambio levantó un campo de fuerza, pero este tan solo era una cúpula que cubría la mitad superior de su cuerpo, e iba anclado a ella. La intención del fuego fatuo era dejar las piernas libres para recibir y retener consigo las flechas que no fueran rechazadas por el campo.

Poco después las nubes comenzaron a desaparecer, dejando el campo húmedo y encharcado. Se permitió entonces perder altura rápidamente, a cierta distancia de la licántropa, con el único propósito de reducir el coste del sortilegio que estaba preparando, pues dirigir el hechizo imán lejos de sí requería una cantidad de energía extra. Había elegido aquel por su potencia moderada, y el suelo se encargaría de extender el efecto a prácticamente toda la arena. Si Karime necesitaba ponerse las botas, dejaría de ser tan rápida, y eso era lo que Gael buscaba usando aquella descarga como advertencia. Tras realizar el hechizo, una vez cerca del suelo, su intención era volver a subir a una altura prudencial.

Karime siguió lanzando flechas cambiando en todo momento de objetivo. Al ver que Koval descendía corrió a su encuentro, aunque se encontró con algunos percances, como una descarga tras otra. A pesar de aquello, la licántropa no iba a dejar que el fuego fatuo se escapara una vez más, y, ignorando como podía los ataques que le venían del suelo, se abalanzó sobre el español en cuanto lo tuvo al alcance. Se subió a él de un salto, colocó las piernas rodeando su cintura y cruzó los pies tras de él. Sosteniéndose de esa manera tenía las manos libres para atacar con sus espadas.

- Koval, ¿tienes una daga en el bolsillo o te alegras mucho de verme?- le preguntó picarona y comenzó a atacar. Esperaba que el fuego fatuo no le tuviera mucho cariño a ese cadáver, pues su idea era cortarle las manos.

Una descarga no era suficiente para parar a un libense, eso lo sabía, pero esperaba que quizá aquello sirviera como amenaza. Debería haber sabido que Karime era más bien del tipo temerario. No había descendido sin un plan en mente, por otro lado, por si las cosas no salían como quería. La baja altitud a la que lo alcanzó le permitió aferrarlo sin problemas, mientras Gael, viéndola venir, trató de seguir ganando altitud con el peso extra. La barrera que había levantado en torno a la parte del cuerpo que más necesitaba no sabía en que estado estaría, pero dado que el toque del gong estaba cerca, tenía una opción mejor. Que Karime se hubiera aferrado tan firmemente ayudaba bastante.

Se encontraban a unos tres metros sobre el suelo cuando el fuego fatuo abandonó la posesión, materializándose sobre la cabeza del reptil y continuando con su ascenso avivando sus llamas, ganando casi un metro más. Lo hizo durante el comentario de Karime, al que tampoco llegó a responder. Los hechizos que operaban sobre aquel cuerpo fueron retirados al instante, y ya sin defensas ni levitación, caería a plomo. Gael no perdió tiempo en levantar un campo de fuerza alrededor de donde se encontraba, ya que estaba totalmente desprotegido. Sus manos ya se habían empezado a mover según salió del cadáver, y paró su ascenso allí donde terminó de conjurar el hechizo.

De repente, Karime notó como el cuerpo de Koval perdía altura y poco tardó en percatarse del por qué. Con un rápido movimiento en el aire, colocó el cadáver bajo ella para que amortiguara la caída y se transformó en loba para que eso también ayudara con ello. Cuando por fin estuvo en el suelo volvió a transformarse en libense, esta vez por completo, y miró desde el suelo al fuego fatuo maldiciendo. Le molestaba mucho que se mantuviera en el cielo todo el rato.

- ¿Qué pasa llamita, es que no te gusto?- le preguntó indignada y, con todo el descaro del que solía hacer gala, le enseñó un pecho mientras le sacaba la lengua.- Pues tú te lo pierdes.- dijo volviéndose a tapar y dándose la vuelta como si aquello no fuera con ella.

Al segundo paso, se dio la vuelta lo más rápido que pudo mientras desenvainaba una de sus espadas y se la lanzaba al español, confiando en que su actuación anterior lo hubiera confundido lo suficiente. Fue a sacar la segunda para realizar el mismo movimiento y entonces el gong sonó.

- ¿Ya ha terminado?- se quejó.- ¡Pero si todavía estaba calentando!- reclamó haciendo un mohín.

Sentía vergüenza, y sus llamas se avivaban de forma inconsciente por el rubor. No era solo por las tretas de Karime, sino en parte porque no le faltaba razón. Quedarse allí arriba no le beneficiaba en absoluto, pero físicamente no podía competir con ella, y así habían resultado las cosas al final. Tras el sonido del gong se había acercado a la licántropa y le tendió una mano, ligeramente cabizbajo para que no se diera cuenta de su incomodidad.
―Lo siento, créeme que no tenía nada contra ti, pero mis cuerpos resecos tienen bastante "en contra" de tus facultades físicas ―dijo riendo, aun así. «Lo mismo esto de los torneos no es para mí». Gustándole más el juego sucio que las verdaderas peleas, el fuego fatuo estaba más cómodo en las misiones reales.