Fase 3, Ronda 1: Koval vs Giz

En la arena se presentaron cuatro criaturas. Una era la quimera alada* de Gael, la más reciente de las dos que tenía, y era la que venía poseyendo el chico. Tras él, levitando, llegaron un oso de los subterráneos, un dragón carroñero de la torre leprosa y un felino de hocico grotesco y esencialmente calvo. Todos ellos estaban muertos y se veía que eran recientes. Los soltó a su alrededor en la arena y salió de la quimera, dedicándole una sonrisa pilla. Aquellos cuerpos inútiles eran su forma de competir con las típicas escolopendras del asreniano. Además, no creía que fuese a funcionar con él cierto as en la manga que el propio Giz le había ayudado a preparar, algo tendría que hacer en compensación.
―No sé qué va a salir de aquí, Giz ―admitió con una risa nerviosa―. Al menos sé que me voy a alegrar gane quien gane. ¡Buena suerte!

Regresó a la quimera alada y se irguió esperando el gong. Su equipamento era el habitual, pero ya no llevaba la maza. No le había dado uso hasta el momento y con Giz era más inútil si cabía. En cuanto a armas solamente llevaba una espada corta y una daga, pues las armas pesadas no iban con aquel cuerpo. Giz, por su parte, había elegido un acompañante extremadamente adecuado para Gael, y eso le hizo preocuparse. No le veía mucho futuro a los cuerpos que había traído consigo.

Al sonar el gong ya había decidido que se arriesgaría a atacar antes que a proteger, ya que a fin de cuentas tenía cuerpos de sobra. Lanzó un hechizo de parálisis al draghoul y, si nada se lo impedía, a continuación echaría a volar anclándose una protección mágica reforzada en primer lugar.

*Nota: Quimera número 3.

La suerte había querido que a Giz le tocara de nuevo con otro de sus amigos. Sin embargo, en esta ocasión no le sorprendió tantísimo, solo por estadística: tres cuartos de los participantes actuales eran cuchitrileros. Entró a la arena seguido por tierra de uno de sus draghouls, un ave reptiliana de dos metros que compartía las características físicas de los ghouls. El resto de puestos vacantes los había ocupao con un par de escolopendras batería. Sabía lo que podía hacer Gael y el goliat acabó decidiendo que si traía demasiadas criaturas ofensivas, acabaría teniendo demasiados frentes que atender. Cuando el fuego fatuo salió, lo saludó con un gesto de manos y examinó su grupo de cadáveres con atención.

―Un representante del cuchitril en la final ―respondió Giz con media sonrisa asomando en sus labios. Eso es lo que saldría de este combate―. Yo también me quedaré contento salga lo que salga. Suerte, Gael.

El gong sonó y Giz no perdió el tiempo. Se parapetó tras su draghoul y, como al inicio de cada combate en esta categoría, abrió la gola para que las escolopendras comenzaran a emitir magia. Al mismo tiempo, comenzó con los pasos a seguir para alzar una barrera elemental, esférica, alrededor de él y sus tres animales. Para cuando acabó el hechizo, su gola ya le había advertido de que el draghoul había sido paralizado y de que Gael volaba con una protección mágica puesta.

Giz buscó con la mirada los cadáveres vacíos y enseguida tuvo claro cuál sería su próximo movimiento: petrificar al oso.

No recibió ningún ataque al alzar al vuelo, por lo que supo que Giz debía estar protegiéndose en primer lugar. Tras colocarse la defensa se dio cuenta de que había logrado paralizar al draghoul antes de que la de Giz irguiera la suya propia, y eso era un buen comienzo. No sabía con seguridad lo que podía durar en un animal de aquella talla, pero por el momento le daba margen de acción. Dio un quiebro y rodeó al draghoul para tener a Giz a tiro mientras empezaba a conjurar. Pero paró el hechizo de atracción que estaba preparando en seco, al darse cuenta de la naturaleza de la barrera escogida por Giz, cuando por fin vio su aspecto característico. Como se había puesto a tiro para nada, cambió rápidamente a una explosión de luz y dio un segundo quiebro para alejarse del goliat, volando más cerca del suelo.

Giz tuvo tiempo de conjurar un hechizo de petrificación sobre el cadáver felino antes de que la explosión de luz le estallara de lleno. Sabiéndose a salvo dentro de su esfera diamantina, parpadeó varias veces hasta que pudo ver a medias y, entre chiribitas, delimitó una barrera de inercia alrededor de su propia ubicación. El radio era aún mayor que el de su barrera elemental, para evitar que Gael se acercara volando con el cadáver que poseía o el dragón que le quedaba sin petrificar.

La gola del genemago estaba dando buena cuenta de las emisiones mágicas de sus dos miriápodos.

A no ser que Gael tratara de dañar la barrera, en cuyo caso Giz se decantaría por una táctica más ofensiva, lo siguiente que haría sería desparalizar al draghoul.

La defensa que había levantado Giz era algo a tener muy en cuenta. Sus acciones quedaban muy limitadas mientras siguiera en pie, y aunque trató de pensar otras alternativas, llevó a la conclusión de que solo podía tratar de tirarla abajo. Mientras volaba se había encargado de cubrir el apartado físico con un campo de fuerza anclado, y cuando se paró, aleteando, a varios metros de la cúpula visible, se decantó por conjurar una malla ácida que caería sobre esta. Se imaginaba que sería difícil tirar abajo aquel escudo y la malla necesitaría tiempo, por lo que se mantuvo en movimiento, volando en círculos alrededor de los límites de la arena, buscando no ser un blanco fácil y, si nada se lo impedía, ayudar a la malla con un lanzazo de magia o más.

Giz no tuvo tiempo de desparalizar al ghoul. Vio a Gael entretejer un hechizo y el goliat tuvo preparó un hechizo de desvío, con el que redirigió la malla ácida contra el cadáver de dragón que no había llegado a petrificar. Aquellos animales eran fáciles de reponer y Giz supo que no le estaba causando ningún daño grave al fuego fatuo.

Para evitar que pudiera apuntar hacia la barrera mientras volaba, el goliat convocó una racha de viento y la mantuvo a su merced. Provocó que esta chocara de frente contra la químera e hizo que se colara bajo su ala derecha. La ráfaga de aire empujara hacia arriba y hacia la izquierda, con la intención de desestabilizar a Gael y poner su químera bocabajo para hacerla caer.

Giz había estado rápido desviando la malla, por lo que Gael tuvo que hacerla desaparecer antes de que causase daños donde no debía. Se aseguraría de tratar de distraer al goliat cuando volviese a intentar algo semejante. El problema era que, entre la gola y aquella barrera, engañarlo no tenía claro ni si era posible.

Sintió entonces la ráfaga de viento que conjuró el goliat, que tiraba de su ala hacia arriba. Trató de equilibrarse batiendo el otro ala pero, al no ser útil, dio un giro en la misma dirección que llegaba el viento, dando un par de vueltas de campana en el aire mientras perdía altura y volviendo a abrir las alas de golpe para frenar la caída. Tomó tierra buscando un lugar donde la presencia del draghoul molestase la visibilidad de Giz. Sabía que el viento podía seguirlo, por lo que por el momento prefería estar en tierra. Atacó con lo más rápido que se le ocurrió, un lanzazo de magia con un extra de potencia, esperando que esta vez nada lo desviase de impactar con el sortilegio de defensa del goliat. Solo le quedaba hostigar a aquella barrera total poco a poco, y no podía perder el tiempo.

En cuanto Gael puso pies en tierra, Giz desparalizó al draghoul. El animal se sacudió, abrió las alas y bramó a tiempo que se erguía. El goliat ancló sobre él una protección mixta reforzada, ignorando la primera arremetida del fuego fatuo y, por precaución, acto seguido conjuró un campo de fuerza endeble, con protecciones mixtas alrededor de la barrera elemental.

Hecho esto, lanzaría un hechizo de impacto contra el cadáver del dragón carroñero, a modo de orden directa para que el draghoul avanzase a saltos hacia él. En cuanto abandonara la seguridad de la esfera diamantina, Giz anularía su barrera de inercia para que el dragón volara y se mantendría alerta para evitar que el animal quedara desprotegido.

Durante el lanzazo que logró tocar la barrera vio cómo el draghoul volvía a la vida. Una barrera detrás de otra fue lo siguiente por lo que optó Giz, y entre una y otra, el fuego fatuo trató de colar un segundo lanzazo, esta vez de fuerza estándar, antes de volver a ponerse en movimiento. No quería estar a tiro cuando Giz terminase con aquello, ni tampoco tan cerca de la bestia voladora. Poco se había elevado y apartado cuando el impacto golpeó a la que sería la primera víctima del draghoul. Este salió tras él, como un perro tras un hueso, y Gael ganó algún metro de altura más para caer sobre el dragón, desde su espalda, conjurando para intentar un ataque rápido, pues si no se equivocaba había un campo que había quedado descubierto en su defensa mixta. Lo que preparaba era un hechizo de recomposición, que lanzaría justo en el momento en que sobrevolase su lomo, frenando momentáneamente la caída con las alas, pero no el avance. Giraría su omóplato derecho  noventa grados, esperando ver marcada en la piel la nueva orientación del hueso. Debía de ser terriblemente doloroso, pero era muy sencillo recomponerlo y curar los tejidos una vez acabase el combate. Mientras tanto, eso supondría un impedimento tanto para su ala como para su garra delantera derechas.

Tras la torsión del hueso volvería a aletear para ganar altura y alejarse en vez de seguir la trayectoria del animal. No le importaba ceder el dragón carroñero recién cazado a cambio de aquel movimiento. De haber recibido daño sus defensas durante aquel ataque, primaría reconstruirlas antes que continuar la ofensiva.

Giz conjuró niebla mágica en cuanto el draghoul echó a volar a ras del suelo. Necesitaba tener una buena panorámica para asegurar la protección de su criatura. La niebla enfocó al animal justo cuando el cadáver de Gael descendía con un conjuro entre manos. Giz hizo lo propio, preparando un campo de fuerza mágico, esférico, al cual añadió la cláusula contra los hechizos regenerativos casi improvisadamente, tras ser informado por su gola del hechizo que estaba usando Gael. No evitó todo el grueso de la recomposición, pero se aseguró de que no fuera demasiado grave. Los daños provocaron que el animal acabara tocando tierra y el reptil no muerto simplemente se levantó y retomó su camino a base de saltos rápidos, haciendo gala de la resistencia natural de los ghouls frente al dolor. No tardaría en comenzar a comer y, por lo tanto, a regenerarse.

Ahora que había anulado la posibilidad de que el fuego fatuo arremetiera contra él metido en cuatro cuerpos a la vez, el goliat decidió dar paso a la ofensiva. Tenía protecciones de sobra y el caudal mágico a rebosar gracias a las escolopendras, así que decidió golpear con fuerza. Sus garras tejerían un hechizo destructivo que sería dirigido hacia Gael. Si este lo esquivaba, al menos se aseguraba de que sufriera la onda expansiva.

Su ataque fue en parte parado por el escudo levantado por Giz alrededor de donde se encontraban el draghoul y su presa, por lo que Gael, tras haber ganado algo de altura, dirigió un hechizo de impacto hacia el dragón carroñero de la torre leprosa. Pretendía que el draghoul lo siguiese, abandonando la protección extra que le daba la nueva esfera que lo rodeaba. Entre tanto, Giz había comenzado a hilar un hechizo, uno que parecía ser largo y logró reconocer por suerte antes de que le pusiera punto final. Conjuró intangibilidad para sí mismo e intentó volar más cerca del draghoul, para que la onda expansiva le afectase más si era posible, hubiese salido o no del campo mágico extra. Esperaba que de esta se salvase el oso petrificado precisamente gracias a su condición.

Otra cosa que esperaba que llegase a sufrir algo la onda expansiva eran las defensas de Giz. Por eso, durante los efectos del hechizo lanzado por el goliat, trató de alcanzar su barrera con un lanzazo respaldado. Si podía, recuperaría sus defensas físicas y su tangibilidad después de aquello, pero no si recibía un ataque.