Casa de Gar

Los roedores correteaban por todo el cuarto mientras emitían una sinfonía de estruendosos chillidos. Subían por las paredes, caminaban por el suelo y por encima de su amo. RR, a su vez, vibraba en medio de su habitación con la mirada perdida, la esclerótica enrojecida y la boca en constante movimiento. Recitaba una letanía apenas perceptible en medio del jaleo ratonil.
—Más, más, más, más, necesito más... Más, más, más...
Su rostro desquiciado permaneció inmutable mientras se llevaba una mano al bolsillo y sacaba un puñado de píldoras de varios colores, además de algunos de los miembros de su ejército de más pequeño tamaño que entraban y salían por los huecos de su ropa. El foner se llevó las pastillas a la boca de golpe y comenzó a masticarlas al verse incapaz de tragarlas y sin importarle la presencia del recubrimiento plastificado.
>>¡No es suficiente, joder!

Mientras trataba de añadir aún más píldoras a la mezcla explosiva que ya tenía en su boca, el foner cayó a plomo, aplastando a alguno de los roedores que no había podido apartarse a tiempo. Todavía con la mirada completamente ida y el rostro desencajado, comenzó a convulsionar. Le salió espuma por la boca, acompañada de sangre. Entre espasmos y sonidos completamente ahogados por los roedores, el brujo perdió el control de su dominio, a punto de culminar en muerte por sobredosis. Viéndose libres del yugo de su amo, los roedores se detuvieron repentinamente y, todos a una, se dirigieron hacia el casi cadáver del foner. Cada centímetro del cuerpo quedó sepultado bajo el amasijo de los que habían estado bajo sus órdenes hasta hacía tan solo un instante. Los ratones, hambrientos de venganza, dejarían el cadáver casi irreconocible de no ser por el característico cabello rojizo.

Wen frunció la nariz con desagrado en cuanto cruzó las puertas de aquel lugar. La vouivre fingía tranquilidad y control, pero la realidad es que aborrecía aquel edificio y no podía evitar estar tensa en su interior ya que no había olvidado la razón que le había llevado ahí la última vez. Aunque ahora entrada por otro motivo completamente diferente, no podía olvidar que los mercenarios de Gar habían vivido ahí, su nombre venía de ahí y ahí habían tenido a Saren encerrado durante días.

A Wen en realidad la esclavitud no le hacía ninguna gracia y no le había gustado terminar tomando esa decisión, pero ciertamente no podía empezar contratando a alguien en aquel momento por un motivo y luego contratar a otra persona por otro motivo cuando todo su dinero tendría que estar enfocado a la construcción de su nuevo negocio y necesitaba a alguien que estuviera ahí durante todo el proceso para que pudiera aprender e implicarse con ella y tanto como ella. Al final, la decisión de comprar un esclavo había sido lo más práctico y lógico. Además, si todo salía según sus planes, aquella persona dejaría de ser un esclavo pronto y al final al menos habría liberado a alguien de ello.

Con paso firme la británica se acercó a uno de los trabajadores que se encontraba en la entrada de la zona de esclavos.

- Estoy buscando a Lasca- le dijo con un tono claramente imperativo. Wen había oído hablar de él alguna vez y de que solía tener la mayor variedad de esclavos. También había oído que era un habitual de los bajos fondos más que de Gar, pero la vouivre prefería probar suerte antes en aquel lugar por si conseguía librarse de tener que bajar ahí.

- Dama Diurna- se presentó estoicamente la británica-. Efectivamente, estoy aquí para hablar de negocios. Busco algo muy concreto y según mis fuentes eres el más indicado para encontrar lo que busco.

Wen no había pasado por alto la mirada analítica de quebrantahuesos, pero no creía tener que preocuparse por ello. Para el negocio que les atenía no había necesidad de demostrar una moral clara y ella no pretendía estafarle o pagar un precio injusto por su petición. Había oído que, aunque esclavista, era un buen negociador por lo que esperaba justicia en el intercambio y beneficio mutuo.

Una vez Lasca asintió indicando que estaba dispuesto a escucharla, Wen comenzó a enumerar.

- Necesito alguien con buena presencia para un trabajo de cara al público. Serio, obediente, discreto, pero con un fuerte carácter propio, no quiero sumisos pero tampoco estoy interesada en rebeldes. También necesito que sea una persona trabajadora, perspicaz, a poder ser con algo de magia. No es necesario que este transformado, pero priorizo sin esencias con algo de nivel mágico. Necesito también que este predispuesto al trabajo físico activo y que sea versátil respecto a las tareas que tendrá que llevar a cabo. ¿Crees que puedes encontrarme alguien así?

Wen siguió a Lasca por las escaleras hasta llegar a las celdas donde estaban los esclavos a los que echó una mirada por encima antes de coger la carpeta que le tendía el esclavista. La vouivre no iba a juzgarles hasta que no los viera de cerca o supiera de ellos, así que asintió en dirección a Lasca como dándole a entender que primero echaría un vistazo. La vouivre comenzó a pasar entre las celdas en las que estaban los esclavos observándolos y revisando de vez en cuando los archivos que le había dado el esclavista. De los esclavos que ahí se encontraban, muchos la miraban desafiante, otros agacharon la cabeza intimidados y otros directamente la ignoraron. Solo uno de ellos le miraba de forma vacía de pretensiones y expectativas, simplemente se mantenía de pie observándola de forma estoica y seria, pero sin desafíos. Se trataba de una mujer joven de piel oscura, ojos pardos y pelo rizado rosa. Medía unos pocos centímetros menos que la propia Wen y era de contextura robusta. Llevaba una túnica blanca que había visto tiempos mejores, aunque claramente estaba limpia y aseada.

- ¿Cuál es tu nombre?- le preguntó la vouivre directamente.
- Virgo, Señora- contestó con voz suave y calmada.

Wen frunció el ceño por el sobrenombre, pero en seguida lo ignoró en pos de buscar la información específica de Virgo. Según su ficha, Virgo era una sin esencia pero con cierto nivel de magia. Llevaba muy poco tiempo en el mercado como muchos otros cuyos dueños habían muerto por culpa de las pesadillas, por lo que la británica pensó que esta era también su situación.

Tras haber leído toda la información disponible sobre ella y bastante satisfecha con ello, Wen echó un último vistazo a la humana antes de girarse de nuevo hacia Lasca.

- ¿Cuánto por ella?

Wen sonrió con ironía cuando Lasca le dijo que había elegido una mercancía valiosa. No es que la vouivre no creyera que Virgo lo era, pero aquella frase le pareció bastante cliché para esa situación. La británica entró en el juego del regateo de forma agresiva, incluso divirtiéndose. No tardaron en ponerse de acuerdo con el precio de manera que los dos salieron beneficiados con la transacción y poco después Virgo estuvo libre del grillete de su cuello.

- Lo mismo digo- contestó Wen cuando Lasca le dijo que había sido un placer hacer negocios con ella.

Con un gesto, la vouivre le indicó a su nueva esclava que la siguiera y, aunque comprobó de vez en cuando que no había dejado de seguirla, no le habló hasta que no hubieron dejado atrás la Casa de Gar.

- Puedes llamarme dama Diurna o Diurna simplemente, pero no Señora, por favor- le indicó frunciendo el ceño de nuevo ante la idea de ser llamada de esa manera-. Más adelante te explicaré claramente cuales serán tus funciones, pero por el momento hablaremos de dónde vas a vivir. Se llama El Cuchitril y somos varios viviendo en él, además de algunos animales. Te lo aviso por si tienes algún problema con las multitudes, los animales o los desconocidos para que me lo vayas diciendo e intentemos buscar una solución cuanto antes. No tienes por qué preocuparte por ellos, pero ya se sabe que estas cosas no tienen nada que ver con cómo son las personas, sino con el hecho de que son personas. Como trabajadora a mi cargo quiero que te sientas cómoda, así que cualquier cosa que necesites o cualquier opinión que tengas, házmelo saber. Por el momento tendremos que pensar en comprarte ropa y algunas cosas. Si no me equivoco lo que llevas puesto son tus únicas pertenencias, ¿no?

Virgo estaba bastante sorprendida con la mujer que se había presentado como dama Diurna. En la Casa de Gar le había parecido como cualquier otro habitante de la ciudad que buscaba mano de obra barata, alimento o alguna otra cosa igualmente perturbadora no viendo a los esclavos como personas sino como cosas. Virgo hacía tiempo que se había resignado a su negro destino a pesar del pequeño rayo de esperanza que la muerte de su profeta había abierto. Ya fuera divinizada como diosa o rebajada a esclava, ella jamás iba a tener capacidad de decisión sobre sí misma. Y por el contrario, en aquel momento Diurna, su nueva dueña, le estaba diciendo que su opinión sería escuchada y tenida en cuenta y que cualquier necesidad que tuviera sería cubierta o, al menos, considerada.

- Si es posible, me gustaría cambiar de forma permanente el color de mi pelo, dama Diurna- dijo de forma firme, pero demostrando nerviosismo al enrollar un dedo al rededor de un mechón rosa.

Su profeta había idolatrado el color de su cabello que, ella había descubierto, él mismo había modificado con magia. Virgo no podía evitar asociar ese color con su cautiverio forzado. Si era verdad que la dama quería que se sintiera cómoda, aceptaría su petición aparentemente frívola sin cuestionárselo. Si, por el contrario, se trataba de una farsa y Diurna se negaba a cumplir petición tan tonta, el pelo rosa seguiría estando ahí, simbolizando para ella la esclavitud.

A Wen le sorprendió bastante la petición. Nunca se hubiera esperado que el primer deseo de una esclava fuera algo tan estético e irrelevante, pero la vouivre supo identificar la importancia de la petición para Virgo y cómo su respuesta repercutiría sobre su relación con ella.

- Probablemente Giz pueda hacer algo con eso sin demasiado problema. O quizás Gael. De cualquier manera siempre puedo preguntar en el Burdel, seguro que saben cómo hacerlo. Puedes ir pensando en el color o los colores que quieres, entre hoy y mañana podrás empezar a lucirlos.

Sigue en El Cuchitril.