Torreta Matakrakens
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Isma
Giniroryu
Seth
Aes
Kanyum
Rocavarancolia Rol
10 participantes
- Rocavarancolia Rol
Torreta Matakrakens
10/03/19, 06:50 pm
Recuerdo del primer mensaje :
Única superviviente de las doce torretas que protegieron los acantilados de posibles ataques desde el mar antes del ataque de la Alianza de Mundos. La fachada occidental del edificio todavía está oscurecida por las llamas de Umbra Gala, el dragón de Basa que murió defendiendo esta posición. Su nombre se debe a que esta torreta fue esencial para repeler el ataque de una criatura marina de proporciones gigantescas traída por las corrientes uncidas. En la azotea todavía se hallan restos del nido donde vivieron la arpía dama Moreda y la cabeza del traidor inmortal Alastor Borodín: un pedestal en el centro y una techumbre medio derruida de tablones y alfombras.
- Isma
Ficha de cosechado
Nombre: Damian
Especie: Humano itaiano
Habilidades: Agilidad, dibujo, espontaneidad
Re: Torreta Matakrakens
21/10/24, 07:49 pm
Su mano no tardó en percibir el contacto de la de Aniol, un hábito amistoso que transformaron en un traspaso de poder. Damian intentó concentrarse, dejando ir con un suspiro involuntario toda la energía que tuviese disponible para su mejor amigo, notando que se estuvo quedando sin algo en concreto, una munición para la cual el polaco haría buen uso ya que esa arma no la tuvo en ningún momento el italiano.
Que tomase las balas que quisiera era prioridad, pero el proceso se le hacía siempre agotador. Soltaron las manos, Damian jadeó un poco por aquel nuevo cansancio que lo invadió. No fue horrible pero sí pudo sentirlo, le pesaban algo más los brazos, las piernas, meneó su cuello y osciló sus hombros para acostumbrarse a aquel pequeño malestar. No era nada, estaba perfecto y no era momento para quejarse por ello.
Y con aquel nuevo cargador, Aniol estuvo listo para hacer un conjuro. Una barrera se fue extendiendo a su alrededor, lo suficientemente grande para que, al menos, la mayoría pudiese estar bajo su protección. Tenían un escudo de gran tamaño, podían salir de esa y Damian se mordió el labio, tenso. ¿Dónde estaba el peligro? ¿Donde? Su mirada iba por todos lados teniendo de fondo los gritos de Connor bajo la trinchera mágica.
Su mirada se tensó cuando mencionaron de nuevo a ellos dos. Un nudo en la garganta se le formó, temiendo por ellos y por lo que podría estar pasando por aquel lugar. ¿Qué podían hacer, huir?
—Joder, joder, joder… —exhaló entre dientes, entre respiraciones agitadas que contuvieron confusión, miedo y preocupación. Sintió el peso del polaco sobre su rodilla, aportando su mano sobre el hombro del agotado mago—. ¿Estas… bien?
Formuló una pregunta en voz queda que ya tenía respuesta con solo observarlo, estaría reventado de hacer ese gran escudo para protegerlos pero iba más que a solo eso. A Aniol se le veía asustado y Damian fue presa del mismo miedo, a que se hayan salido las cosas de control y la vulnerabilidad que pudo sentir bajo un ataque desconocido.
Un posible fuego enemigo por el cual Rag quiso cruzar para llegar a Nohlem y Ethan. Los ojos negros de Damian se agitaron ante esta propuesta, mientras su amigo lagarto solicitó el colgante de protección que el italiano estuvo portando en su cuello. Su mano se acercó, con intenciones de reclamar el aparato mágico pero el chico no pudo más, agarrando la cadena que lo sujetaba y a la defensiva, negando con la cabeza y proyectando un instinto de supervivencia hacia quien tuvo delante.
—No… ¡No, tio, NO! —la decisión del colgante, al final, fue suya y eso le sirvió como puerta de salida a negarse por completo a esa loca idea. Miró a Rick con confusión y a Airi con miedo, mezclados entre uno y otro. Su gesto se torció, oponiéndose por segunda vez a la opinión de los adultos, con la voz temblorosa y, sin embargo, le ganó la preocupación a corto plazo—. ¡No quiero que vayas, te-te puede pasar algo chungo es que no lo ves! —tampoco supo qué hacer exactamente con los que se quedaron atrás—. ¡Joder yo quiero ver si están bien pero...! Pero… ¡Pero no quiero que te hagan daño tío!
A ese punto sus ojos le brillaron, sus cejas arqueadas llevadas por la congoja. No quería más movidas, ni más flechazos en los hombros ni más veneno. Miró a Rag con un enfado llevado por la preocupación, la sangre caliente producto del miedo le hizo no solo mirarlo a él, sino a Rick, a Airi, a Connor y hasta a Aniol en búsqueda de aprobación.
—¡Ellos estarán bien! Ellos… nos han dicho de irnos y-y nos tenemos que ir, ¡nos tenemos que ir coño! —una súplica llevada por aquellas palabras, aquella petición que formularon sus dos amigos la tomó con fuerza como una vía de escape desesperada y ni siquiera estuvo pensando en cobardía, no sabía tampoco si podían apañárselas estando solos. Sus lágrimas llenas de impotencia brotaron por sus mejillas, agarrado a la túnica de Rag y con una voz que se desmoronaba entre gallos sufridos—. Vámonos… ¡yo confío que estarán bien, se las apañarán y estoy seguro AL CIEN POR CIEN! ¡VÁMONOS RAG POR FAVOR!
Ni él se estuvo creyendo sus propias palabras pero quería vivir, quería que su amigo viviera. No quería mas lastimados ni más cosas raras por aquellos malditos cabrones que lo querían muerto a él y a sus amigos.
No le salía hacerse el valiente.
Que tomase las balas que quisiera era prioridad, pero el proceso se le hacía siempre agotador. Soltaron las manos, Damian jadeó un poco por aquel nuevo cansancio que lo invadió. No fue horrible pero sí pudo sentirlo, le pesaban algo más los brazos, las piernas, meneó su cuello y osciló sus hombros para acostumbrarse a aquel pequeño malestar. No era nada, estaba perfecto y no era momento para quejarse por ello.
Y con aquel nuevo cargador, Aniol estuvo listo para hacer un conjuro. Una barrera se fue extendiendo a su alrededor, lo suficientemente grande para que, al menos, la mayoría pudiese estar bajo su protección. Tenían un escudo de gran tamaño, podían salir de esa y Damian se mordió el labio, tenso. ¿Dónde estaba el peligro? ¿Donde? Su mirada iba por todos lados teniendo de fondo los gritos de Connor bajo la trinchera mágica.
Su mirada se tensó cuando mencionaron de nuevo a ellos dos. Un nudo en la garganta se le formó, temiendo por ellos y por lo que podría estar pasando por aquel lugar. ¿Qué podían hacer, huir?
—Joder, joder, joder… —exhaló entre dientes, entre respiraciones agitadas que contuvieron confusión, miedo y preocupación. Sintió el peso del polaco sobre su rodilla, aportando su mano sobre el hombro del agotado mago—. ¿Estas… bien?
Formuló una pregunta en voz queda que ya tenía respuesta con solo observarlo, estaría reventado de hacer ese gran escudo para protegerlos pero iba más que a solo eso. A Aniol se le veía asustado y Damian fue presa del mismo miedo, a que se hayan salido las cosas de control y la vulnerabilidad que pudo sentir bajo un ataque desconocido.
Un posible fuego enemigo por el cual Rag quiso cruzar para llegar a Nohlem y Ethan. Los ojos negros de Damian se agitaron ante esta propuesta, mientras su amigo lagarto solicitó el colgante de protección que el italiano estuvo portando en su cuello. Su mano se acercó, con intenciones de reclamar el aparato mágico pero el chico no pudo más, agarrando la cadena que lo sujetaba y a la defensiva, negando con la cabeza y proyectando un instinto de supervivencia hacia quien tuvo delante.
—No… ¡No, tio, NO! —la decisión del colgante, al final, fue suya y eso le sirvió como puerta de salida a negarse por completo a esa loca idea. Miró a Rick con confusión y a Airi con miedo, mezclados entre uno y otro. Su gesto se torció, oponiéndose por segunda vez a la opinión de los adultos, con la voz temblorosa y, sin embargo, le ganó la preocupación a corto plazo—. ¡No quiero que vayas, te-te puede pasar algo chungo es que no lo ves! —tampoco supo qué hacer exactamente con los que se quedaron atrás—. ¡Joder yo quiero ver si están bien pero...! Pero… ¡Pero no quiero que te hagan daño tío!
A ese punto sus ojos le brillaron, sus cejas arqueadas llevadas por la congoja. No quería más movidas, ni más flechazos en los hombros ni más veneno. Miró a Rag con un enfado llevado por la preocupación, la sangre caliente producto del miedo le hizo no solo mirarlo a él, sino a Rick, a Airi, a Connor y hasta a Aniol en búsqueda de aprobación.
—¡Ellos estarán bien! Ellos… nos han dicho de irnos y-y nos tenemos que ir, ¡nos tenemos que ir coño! —una súplica llevada por aquellas palabras, aquella petición que formularon sus dos amigos la tomó con fuerza como una vía de escape desesperada y ni siquiera estuvo pensando en cobardía, no sabía tampoco si podían apañárselas estando solos. Sus lágrimas llenas de impotencia brotaron por sus mejillas, agarrado a la túnica de Rag y con una voz que se desmoronaba entre gallos sufridos—. Vámonos… ¡yo confío que estarán bien, se las apañarán y estoy seguro AL CIEN POR CIEN! ¡VÁMONOS RAG POR FAVOR!
Ni él se estuvo creyendo sus propias palabras pero quería vivir, quería que su amigo viviera. No quería mas lastimados ni más cosas raras por aquellos malditos cabrones que lo querían muerto a él y a sus amigos.
No le salía hacerse el valiente.
- Aes
Ficha de cosechado
Nombre: Aniol
Especie: Humano
Habilidades: habilidad manual, automotivación, olfato fino.
Re: Torreta Matakrakens
22/10/24, 12:53 pm
La barrera protectora se extendió más allá de su propio centro con un brillo reconocible, al principio creció como una medusa uniforme y débil que nada por el océano sin ton ni son, luego adoptó la forma de una campana mística que los protegería de futuros proyectiles.
No pareció ser el caso, pero aún de serlo y continuar estando bajo fuego enemigo, Aniol no habría podido evitar echarse al suelo de rodillas para recuperar el aliento. Desde allí las cosas le parecían igual de horribles o peor. La humareda al fondo de la calle llegaba hasta su posición como un suspiro tras un gran estruendo. El niño se preguntaba si Ethan y Nohlem se encontraban a salvo del derrumbe y sus cascotes o si por el contrario los rostros de preocupación y debates que se daban a su alrededor se encontraban completamente justificados.
¿Estas... bien?
La pregunta de Damian sonó ajena a su propio cuerpo y muy lejana. Era curioso debido a que lo tenía al lado, en realidad.
¿Lo estaba? ¿Cómo podía explicarle a su mejor amigo que se encontraba aterrado? ¿Qué necesitaba esconderse en una madriguera calentita y no salir hasta que el olor a churritos de su padre impregnara la cocina? Si sus hermanas vieran ahora de lo que era capaz se llevarían las manos a la cabeza. ¿Podía decir que estaban orgullosos de él y que hacía todo lo posible por volver a Polonia? O para regresar precisamente... ¿debía fingir que no era el mismo niño que necesitaba dormir siempre con alguien para no hacerse pis encima?.
Pero no era solo eso, sabía que el italiano se preocupaba por su estado físico, algo que sí tenía arreglo, aunque no en esas circunstancias.
—Nu —se sinceró, percibiendo la mano del circense consolar su espalda. El polaco se esforzó para no pedirle un abrazo y llorar como una presa que excede los litros de agua que puede aguantar. Nunca había rozado tanto el límite de sus poderes mágicos como hasta ahora. Y lo peor de todo es que si pudiera volvería a hacerlo. Pero su mente no daba para más, las náuseas lo sacudían como un terremoto, su visión se empañaba de vez en cuando, cerca del desmayo, y su disociación era tal que le costaba entender las opciones que planteaba su grupo reducido.
A penas entendió los consejos que Rick y Räg le dieron para que cesara en su intento de ayudar. Y si no fuera por lo tremendamente alto y claro que habló Damian, también se habría perdido las intenciones del mjorní en el camino. Aniol alzó la cabeza en su dirección, visiblemente mareado y observando también el arco alzado de le sanaí. Parecían estar a salvo, incluso Connor, quien también deseaba volver sobre sus pasos para buscar a los dos miembros ausentes de aquella comitiva suicida.
Los gallos desesperados de Damian, en cambio, afianzaron su postura y provocaron que se restregara los puños por los ojos con una mueca de agotamiento y desesperación sin igual. No tenía fuerzas para alzar los brazos y tirar de la túnica de Räg, así que solo negó con la cabeza con su melena destartalada y despeinada mientras percibía como sus dedos temblaban a la par de sus peores pensamientos.
—Nu... nunu... por favur... por favor... —la súplica eran cuchillos en la garganta. No podían permitirlo. No podían quedarse solos, no iba a perder a uno de sus amigos. El solo hecho de imaginar que el reptil desaparecía de sus vidas amenazaba con dejarle sin oxígeno—. No te vayas... ¡No nos dejes! ¡Rag! Tengo... te-tengo... miedo... —la cara hinchada del churumbel ya era una respuesta de por sí. Sentía un pavor terrible por su elfito y su angelito de la guarda. Pero si el mjorní se marchaba serían más débiles de lo que ya eran. Solo contaban con Rick y Airi, y le parecían muy pocos si una criatura como el oso les sorprendía por la esquina. O si los amigos de la hormiga les atacaban en tropel.
Además... ¿Qué podía hacer Räg solo con su bastón si Letargo explotaba el suelo bajo sus pies? Aniol se moriría si le viera desaparecer y esfumarse ante sus ojos. Räg no era Serena ni Aria, con quienes la distancia le había ayudado a superar sus pérdidas. Era uno de sus pilares, el señor lagarto que con tanta calma y templanza cuidaba de todos.
—¡Rick! —le rogó, voz temblorosa y ojos color miel en busca de apoyos. Estaba incluso dispuesto a pelear por el colgante que Damian aún poseía. Si quería marcharse iban a tener que quitárselo de las manos a los dos niños. Una tarea que probablemente no les resultaría muy difícil, debido a su fragilidad—. ¡Díselo! ¡No dejes que se vaya! Rick... por favor... —su garganta se abrió de manera exagerada para que una tos lo acogiera a traición, pero no lo suficiente como para que no le agarrara la mano al neoyorquino. Ninguna de aquellas cosas estaba bien. Echó un último vistazo al motero, que flotaba como un globo triste y azul. Si Connor pudiera acompañarle las cosas serían bien distintas—. ¡RÄG ESTAS BOBO! ¡Y tonto! ¡ERES BOBO! —el enfado también era nuevo, e injusto, y débil y pusilánime a esas alturas. Si finalmente se largaba, no se lo perdonaría.
La contradicción sería notable. Tampoco pedía volver a Sendar tan abiertamente como sí hacía su mejor amigo. Si fuera por él se quedarían con el culo pegado al cemento todo el día hasta que las figuras del medio japonés y el varmano se recortaran en la distancia.
No pareció ser el caso, pero aún de serlo y continuar estando bajo fuego enemigo, Aniol no habría podido evitar echarse al suelo de rodillas para recuperar el aliento. Desde allí las cosas le parecían igual de horribles o peor. La humareda al fondo de la calle llegaba hasta su posición como un suspiro tras un gran estruendo. El niño se preguntaba si Ethan y Nohlem se encontraban a salvo del derrumbe y sus cascotes o si por el contrario los rostros de preocupación y debates que se daban a su alrededor se encontraban completamente justificados.
¿Estas... bien?
La pregunta de Damian sonó ajena a su propio cuerpo y muy lejana. Era curioso debido a que lo tenía al lado, en realidad.
¿Lo estaba? ¿Cómo podía explicarle a su mejor amigo que se encontraba aterrado? ¿Qué necesitaba esconderse en una madriguera calentita y no salir hasta que el olor a churritos de su padre impregnara la cocina? Si sus hermanas vieran ahora de lo que era capaz se llevarían las manos a la cabeza. ¿Podía decir que estaban orgullosos de él y que hacía todo lo posible por volver a Polonia? O para regresar precisamente... ¿debía fingir que no era el mismo niño que necesitaba dormir siempre con alguien para no hacerse pis encima?.
Pero no era solo eso, sabía que el italiano se preocupaba por su estado físico, algo que sí tenía arreglo, aunque no en esas circunstancias.
—Nu —se sinceró, percibiendo la mano del circense consolar su espalda. El polaco se esforzó para no pedirle un abrazo y llorar como una presa que excede los litros de agua que puede aguantar. Nunca había rozado tanto el límite de sus poderes mágicos como hasta ahora. Y lo peor de todo es que si pudiera volvería a hacerlo. Pero su mente no daba para más, las náuseas lo sacudían como un terremoto, su visión se empañaba de vez en cuando, cerca del desmayo, y su disociación era tal que le costaba entender las opciones que planteaba su grupo reducido.
A penas entendió los consejos que Rick y Räg le dieron para que cesara en su intento de ayudar. Y si no fuera por lo tremendamente alto y claro que habló Damian, también se habría perdido las intenciones del mjorní en el camino. Aniol alzó la cabeza en su dirección, visiblemente mareado y observando también el arco alzado de le sanaí. Parecían estar a salvo, incluso Connor, quien también deseaba volver sobre sus pasos para buscar a los dos miembros ausentes de aquella comitiva suicida.
Los gallos desesperados de Damian, en cambio, afianzaron su postura y provocaron que se restregara los puños por los ojos con una mueca de agotamiento y desesperación sin igual. No tenía fuerzas para alzar los brazos y tirar de la túnica de Räg, así que solo negó con la cabeza con su melena destartalada y despeinada mientras percibía como sus dedos temblaban a la par de sus peores pensamientos.
—Nu... nunu... por favur... por favor... —la súplica eran cuchillos en la garganta. No podían permitirlo. No podían quedarse solos, no iba a perder a uno de sus amigos. El solo hecho de imaginar que el reptil desaparecía de sus vidas amenazaba con dejarle sin oxígeno—. No te vayas... ¡No nos dejes! ¡Rag! Tengo... te-tengo... miedo... —la cara hinchada del churumbel ya era una respuesta de por sí. Sentía un pavor terrible por su elfito y su angelito de la guarda. Pero si el mjorní se marchaba serían más débiles de lo que ya eran. Solo contaban con Rick y Airi, y le parecían muy pocos si una criatura como el oso les sorprendía por la esquina. O si los amigos de la hormiga les atacaban en tropel.
Además... ¿Qué podía hacer Räg solo con su bastón si Letargo explotaba el suelo bajo sus pies? Aniol se moriría si le viera desaparecer y esfumarse ante sus ojos. Räg no era Serena ni Aria, con quienes la distancia le había ayudado a superar sus pérdidas. Era uno de sus pilares, el señor lagarto que con tanta calma y templanza cuidaba de todos.
—¡Rick! —le rogó, voz temblorosa y ojos color miel en busca de apoyos. Estaba incluso dispuesto a pelear por el colgante que Damian aún poseía. Si quería marcharse iban a tener que quitárselo de las manos a los dos niños. Una tarea que probablemente no les resultaría muy difícil, debido a su fragilidad—. ¡Díselo! ¡No dejes que se vaya! Rick... por favor... —su garganta se abrió de manera exagerada para que una tos lo acogiera a traición, pero no lo suficiente como para que no le agarrara la mano al neoyorquino. Ninguna de aquellas cosas estaba bien. Echó un último vistazo al motero, que flotaba como un globo triste y azul. Si Connor pudiera acompañarle las cosas serían bien distintas—. ¡RÄG ESTAS BOBO! ¡Y tonto! ¡ERES BOBO! —el enfado también era nuevo, e injusto, y débil y pusilánime a esas alturas. Si finalmente se largaba, no se lo perdonaría.
La contradicción sería notable. Tampoco pedía volver a Sendar tan abiertamente como sí hacía su mejor amigo. Si fuera por él se quedarían con el culo pegado al cemento todo el día hasta que las figuras del medio japonés y el varmano se recortaran en la distancia.
- TakGM
Ficha de cosechado
Nombre: Airi
Especie: Sanaí
Habilidades: Habilidad manual, memoria, imaginación.
Re: Torreta Matakrakens
24/10/24, 01:32 pm
Airi no se atrevía a bajar el arco, a bajar la guardia. La angustia se había alojado en el fondo de su mente como un parásito, sumándose al cansancio mágico para embotarla por completo. Aun así, escuchaba a sus compañeros, incapaz de no preocuparse más todavía por ellos. Una parte de sí quería dejar el maldito arco y arrodillarse al lado de Aniol, pero temía que perder de vista las calles fuese aún peor. La calma que había seguido a aquel ataque repentino era desconcertante. Por si fuera poco, todavía faltaba tomar decisiones difíciles.
Al escuchar a Räg ofrecerse a ir solo su corazón dio un salto. No era eso lo que pretendía cuando había dicho que tenían que volver. Todos juntos, hacia el torreón o hacia la costa, pero juntos siempre. Aunque enseguida había entendido por qué volver en grupo no era una buena elección tampoco.
No fue quien abrió la boca primero al respecto. Estaba a punto de objetar, sin mirarles, cuando primero Damian y después Aniol suplicaron por miedo a la seguridad de Räg, rompiéndole el corazón más si cabía. Pero ese dolor fue lo que le hizo poner los pies en el suelo. Claramente, ni Ethan ni Nohlem estarían contentos de verlos volver, y ni siquiera por la discusión que acababa de tener lugar. Connor era un blanco fácil y no necesitaba que lo paseasen más por la ciudad, los niños estaban agotados y dejar solo a Räg podía salir tan bien como mal.
Le sanaí aflojó su agarre sobre el arco, solo un momento, ante el silencio que reinaba ahora en las calles. Apenas se giró para mirarlos de reojo.
—Volvamos al torreón. Recuerda que Nohlem aún tiene el papel que le diste antes —añadió para Räg—. Podemos ir deprisa y… volver después. Los que podamos.
Solo tenían que dejar a Connor, Aniol y Damian y volver a salir los tres. Tal vez Szczenyak podía pasarles algo de carga mágica; elle desde luego lo necesitaría.
»Si hacemos eso será mejor que nos demos prisa —añadió. Las calles estaban tranquilas, pero no sabían por cuánto tiempo.
Airi no tenía ni idea de cómo estaba logrando mantener la compostura cuando sus piernas amenazaban con ceder de puro miedo.
Al escuchar a Räg ofrecerse a ir solo su corazón dio un salto. No era eso lo que pretendía cuando había dicho que tenían que volver. Todos juntos, hacia el torreón o hacia la costa, pero juntos siempre. Aunque enseguida había entendido por qué volver en grupo no era una buena elección tampoco.
No fue quien abrió la boca primero al respecto. Estaba a punto de objetar, sin mirarles, cuando primero Damian y después Aniol suplicaron por miedo a la seguridad de Räg, rompiéndole el corazón más si cabía. Pero ese dolor fue lo que le hizo poner los pies en el suelo. Claramente, ni Ethan ni Nohlem estarían contentos de verlos volver, y ni siquiera por la discusión que acababa de tener lugar. Connor era un blanco fácil y no necesitaba que lo paseasen más por la ciudad, los niños estaban agotados y dejar solo a Räg podía salir tan bien como mal.
Le sanaí aflojó su agarre sobre el arco, solo un momento, ante el silencio que reinaba ahora en las calles. Apenas se giró para mirarlos de reojo.
—Volvamos al torreón. Recuerda que Nohlem aún tiene el papel que le diste antes —añadió para Räg—. Podemos ir deprisa y… volver después. Los que podamos.
Solo tenían que dejar a Connor, Aniol y Damian y volver a salir los tres. Tal vez Szczenyak podía pasarles algo de carga mágica; elle desde luego lo necesitaría.
»Si hacemos eso será mejor que nos demos prisa —añadió. Las calles estaban tranquilas, pero no sabían por cuánto tiempo.
Airi no tenía ni idea de cómo estaba logrando mantener la compostura cuando sus piernas amenazaban con ceder de puro miedo.
- Raven
Ficha de cosechado
Nombre: Ethan
Especie: Humano
Habilidades: Buen oído, valor y motivación
Re: Torreta Matakrakens
25/10/24, 09:35 pm
Ethan luchaba por tomar aire entre el polvo y la tierra levantada. Costaba, pues como si de un globo pinchado se tratase, a cada nueva respiración la toma se perdía a medio camino, entre suspiros rotos y un temblor que acompañaba al resto de su cuerpo. Cuando el tejado terminó por desprenderse no pudo moverse del sitio, en parte, como si estuviera esperando quedar sepultado bajo los escombros para poder volverse uno más del escenario. La garganta le ardía intoxicada por el dolor, el pésame y el olor visceral a hierro pantanoso. No tenía que estar cerca para que el brotar de esa sustancia gelatinosa le hiciera desviar parcialmente la mirada, asqueado y aterrado a partes iguales.
Y estaba, lo habían hecho. El silencio que acompañó la muerte se volvió pronto tan pesado como lo era un sepulcro, como el vacío que poblaba los cementerios y la soledad que despedía cada nombre grabado en sus tumbas. Si sus compañeros le habían respondido poco importaba pues sus rostros quedaban difuminados ante un cuadro más desolador. Insecto o no, lo que yacía sobre la pared era un ser vivo. Uno cuya cuerda de vida se había roto ante la suavidad de una hoja ajena, uno cuya existencia quedaba olvidada, escondida en una ciudad que parecía alimentarse de los últimos estertores de quienes tenían la desdicha de acabar allí. Aquel chico no tenía nombre, pero en sus ojos apagados podía ver reflejados los suyos propios, podía verse allí, postrado, con la vida borboteando por su cuello, con su último aliento regalado a unos desconocidos. No eran tan distantes, esa realidad era la más dura de todas. Podía haber sido cualquiera, y nada habría cambiado.
Levantó la mirada para enfocar momentáneamente la vista en los casquetes caídos de una casa destruida, donde piedra, madera y losa se mezclaban en un sin sentido. Y se preguntó para sí, incapaz de atreverse a romper esa inusitada calma, si las últimas palabras del insecto lejos de ser un consejo, eran una advertencia. Si la luna roja ganaba ese matiz al alimentarse de su dolor y las calles cobraban vida cuando eran sus gritos los que reverberaban. Ethan quiso vomitar, dejarse la voz en el intento e incluso golpear lo primero que se le cruzase, pero al contrario, no hizo nada. Permaneció inmovil, como un tinte más de entre tantos grises, sintiéndose más que nunca, parte de un juego en el que nunca había querido participar.
-Nohlem… -Murmuró, y tan pronto su voz salió se arrepintió de ello.
Fue lo único capaz de darle a su compañero. Sus piernas tardaron en reaccionar, congeladas como lo estaba todo su ser, tan frías como las lágrimas que le limpiaban el polvo de las mejillas, pero cuando arrancaron, como un engranaje oxidado, logró recortar distancias con el lienzo tan surrealista que tenía frente a sí. No encontró palabras para continuar hablando, pues había aprendido que dedicárselas a los muertos era solo malgastarlas.
En vez de eso, se arrodilló con duda, dejando que la arenisca de sus manos terminará por manchar su camisa en un torpe intento de desabrocharsela. La maniobra fue lenta, incluso tortuosa, pues el temblor de sus dedos no facilitaba la tarea, pero cuando por fin lo consiguió la uso como una suave tela con la que proteger el rostro sin nombre del chico. Desconocía su historia, su pasado o siquiera su nombre, pero aún siendo el verdugo de su cuento, no era tan desalmado para no querer dar una despedida humana. Un intento insulso por sentir que aquel lugar no le había arrebatado hasta la última pizca de su alma.
-Voy a llevarlo con Serena.
Sentenció igual de bajo e igual de dudoso. No se atrevía a pedirle que le acompañase pues después de aquel acto, era egoísta hacerlo. Enterrarlo era su decisión, al igual que la de Nohlem había sido despedirle. Sabía que cada uno había escogido su última cena en el corredor de la muerte, cuando no había más escapatoria que al menos contentarte con una alegría final. Recogió a Raki con todo el cuidado del mundo, dejando que sus brazos le estuvieran acunando en su pecho, como si solo descansase en la seguridad de un abrazo. La manta improvisada de su ropa ahora quedaba como un suave velo con el que uno decía adiós a su familiar, tan lejano e insípido como sentir el cristal frío que os separaba, tan punzante como el saber que no había vuelta atrás una vez la tierra se volviera uno con él.
Respiró hondo y dejó que el aire llenase por primera vez lo suficiente su pecho como para tragarse el nuevo bombeo de lágrimas. Su pierna, malherida, le advirtió con un cosquilleo que de nada serviría ese último trayecto, pero Ethan, incoloro y gris, simplemente avanzó, un paso y luego otro, dejando que la cojera volviera de esa caminata una fúnebre. Ese era su adiós, el único que podría dar en aquella ciudad.
Rocavarancolia les había recordado que allí no había ningún vencedor más que ella.
Y estaba, lo habían hecho. El silencio que acompañó la muerte se volvió pronto tan pesado como lo era un sepulcro, como el vacío que poblaba los cementerios y la soledad que despedía cada nombre grabado en sus tumbas. Si sus compañeros le habían respondido poco importaba pues sus rostros quedaban difuminados ante un cuadro más desolador. Insecto o no, lo que yacía sobre la pared era un ser vivo. Uno cuya cuerda de vida se había roto ante la suavidad de una hoja ajena, uno cuya existencia quedaba olvidada, escondida en una ciudad que parecía alimentarse de los últimos estertores de quienes tenían la desdicha de acabar allí. Aquel chico no tenía nombre, pero en sus ojos apagados podía ver reflejados los suyos propios, podía verse allí, postrado, con la vida borboteando por su cuello, con su último aliento regalado a unos desconocidos. No eran tan distantes, esa realidad era la más dura de todas. Podía haber sido cualquiera, y nada habría cambiado.
Levantó la mirada para enfocar momentáneamente la vista en los casquetes caídos de una casa destruida, donde piedra, madera y losa se mezclaban en un sin sentido. Y se preguntó para sí, incapaz de atreverse a romper esa inusitada calma, si las últimas palabras del insecto lejos de ser un consejo, eran una advertencia. Si la luna roja ganaba ese matiz al alimentarse de su dolor y las calles cobraban vida cuando eran sus gritos los que reverberaban. Ethan quiso vomitar, dejarse la voz en el intento e incluso golpear lo primero que se le cruzase, pero al contrario, no hizo nada. Permaneció inmovil, como un tinte más de entre tantos grises, sintiéndose más que nunca, parte de un juego en el que nunca había querido participar.
-Nohlem… -Murmuró, y tan pronto su voz salió se arrepintió de ello.
Fue lo único capaz de darle a su compañero. Sus piernas tardaron en reaccionar, congeladas como lo estaba todo su ser, tan frías como las lágrimas que le limpiaban el polvo de las mejillas, pero cuando arrancaron, como un engranaje oxidado, logró recortar distancias con el lienzo tan surrealista que tenía frente a sí. No encontró palabras para continuar hablando, pues había aprendido que dedicárselas a los muertos era solo malgastarlas.
En vez de eso, se arrodilló con duda, dejando que la arenisca de sus manos terminará por manchar su camisa en un torpe intento de desabrocharsela. La maniobra fue lenta, incluso tortuosa, pues el temblor de sus dedos no facilitaba la tarea, pero cuando por fin lo consiguió la uso como una suave tela con la que proteger el rostro sin nombre del chico. Desconocía su historia, su pasado o siquiera su nombre, pero aún siendo el verdugo de su cuento, no era tan desalmado para no querer dar una despedida humana. Un intento insulso por sentir que aquel lugar no le había arrebatado hasta la última pizca de su alma.
-Voy a llevarlo con Serena.
Sentenció igual de bajo e igual de dudoso. No se atrevía a pedirle que le acompañase pues después de aquel acto, era egoísta hacerlo. Enterrarlo era su decisión, al igual que la de Nohlem había sido despedirle. Sabía que cada uno había escogido su última cena en el corredor de la muerte, cuando no había más escapatoria que al menos contentarte con una alegría final. Recogió a Raki con todo el cuidado del mundo, dejando que sus brazos le estuvieran acunando en su pecho, como si solo descansase en la seguridad de un abrazo. La manta improvisada de su ropa ahora quedaba como un suave velo con el que uno decía adiós a su familiar, tan lejano e insípido como sentir el cristal frío que os separaba, tan punzante como el saber que no había vuelta atrás una vez la tierra se volviera uno con él.
Respiró hondo y dejó que el aire llenase por primera vez lo suficiente su pecho como para tragarse el nuevo bombeo de lágrimas. Su pierna, malherida, le advirtió con un cosquilleo que de nada serviría ese último trayecto, pero Ethan, incoloro y gris, simplemente avanzó, un paso y luego otro, dejando que la cojera volviera de esa caminata una fúnebre. Ese era su adiós, el único que podría dar en aquella ciudad.
Rocavarancolia les había recordado que allí no había ningún vencedor más que ella.
- GiniroryuGM
Ficha de cosechado
Nombre: Rägjynn
Especie: mjörní
Habilidades: memoria, buen oído y don de lenguas
Re: Torreta Matakrakens
26/10/24, 12:30 am
El callejón ya había empezado a tener huecos por los que reptar fuera de él con la simple pregunta de Rick. ¿Estaba seguro? No. Hubiese querido decirle que no, pero simplemente no dijo nada. Se aferró de nuevo a que no había ninguna otra salida cuando le dijo que tuviera cuidado, recordando la petición de Connor… Pero entonces otras voces mucho más insistentes derrumbaron por completo las paredes que él mismo había construido para sentir que estaba tratando de hacer lo correcto.
Ni siquiera hubiese hecho falta el enfoque más pragmático de Airi, al que asentiría después. Simplemente, la forma en la que Damian y Aniol se negaron en rotundo a su idea. Sus desesperadas peticiones de que no cometiese la temeridad que sabía que era lo que había propuesto. Uno al borde del llanto pidiéndole a Rick que lo convenciera, el otro aferrándose a él mismo con las lágrimas ya desbordando sus ojos. Como decían cosas que probablemente ni siquiera sentían (el italiano asegurando que Ethan y Nohlem iban a estar bien sin importar lo que pasase, o el polaco en su desesperado intento por ¿enfadarlo? lanzándole suaves improperios)… Rägjynn se derrumbó por completo, y si no lo hizo literalmente era porque todavía tenían que hacer lo que había dicho le sanaí.
Alzó ligeramente las manos, en una llamada a la calma, para intentar intervenir antes de que continuasen intentando convencerlo de lo que ya no era necesario. Pasó un brazo por un costado del italiano a modo de consuelo. El niño no era el único que lo necesitaba.
—¡Está bien, está bien! —dijo alzando la voz más de lo que pretendía y corrigiéndose de inmediato—. Tenéis razón: no es buena idea. No voy a ir. Tenemos que volver al torreón todos juntos y después… Después nos aseguraremos de que ellos están bien.
Una parte de él no había querido volver al torreón porque sentía que si lo hacía no sería capaz de volver a salir, aferrándose a las diversas excusas que lo atarían a aquel lugar seguro. Pero con la declaración de intenciones de Airi aquello cambiaba un poco. Desde luego, no iba a dejar que volviese a salir sole, o no sole pero tampoco solo Rick y elle. En el torreón, los niños estarían junto a Szczenyak y Connor debería poder empezar a moverse dentro de unos minutos, suponía… El tiempo se había distorsionado por completo para él y no sabía cuánto había transcurrido.
Sus oídos no estaban detectando nada. Tras el derrumbe, no había oído las voces del varmano o el medio japonés. Estaba seguro de que si hubiesen gritado sí lo habría hecho, o si hubiese comenzado alguna otra clase de refriega habrían notado algo… Miró en la dirección en la que los habían abandonado. ¿Podría ser que aquellos que se habían acercado a dispararles una flecha no supieran que estaban allí? Tal vez era un pensamiento demasiado ingenuo por su parte, pero no quería pensar en ninguna otra posibilidad.
Ni siquiera hubiese hecho falta el enfoque más pragmático de Airi, al que asentiría después. Simplemente, la forma en la que Damian y Aniol se negaron en rotundo a su idea. Sus desesperadas peticiones de que no cometiese la temeridad que sabía que era lo que había propuesto. Uno al borde del llanto pidiéndole a Rick que lo convenciera, el otro aferrándose a él mismo con las lágrimas ya desbordando sus ojos. Como decían cosas que probablemente ni siquiera sentían (el italiano asegurando que Ethan y Nohlem iban a estar bien sin importar lo que pasase, o el polaco en su desesperado intento por ¿enfadarlo? lanzándole suaves improperios)… Rägjynn se derrumbó por completo, y si no lo hizo literalmente era porque todavía tenían que hacer lo que había dicho le sanaí.
Alzó ligeramente las manos, en una llamada a la calma, para intentar intervenir antes de que continuasen intentando convencerlo de lo que ya no era necesario. Pasó un brazo por un costado del italiano a modo de consuelo. El niño no era el único que lo necesitaba.
—¡Está bien, está bien! —dijo alzando la voz más de lo que pretendía y corrigiéndose de inmediato—. Tenéis razón: no es buena idea. No voy a ir. Tenemos que volver al torreón todos juntos y después… Después nos aseguraremos de que ellos están bien.
Una parte de él no había querido volver al torreón porque sentía que si lo hacía no sería capaz de volver a salir, aferrándose a las diversas excusas que lo atarían a aquel lugar seguro. Pero con la declaración de intenciones de Airi aquello cambiaba un poco. Desde luego, no iba a dejar que volviese a salir sole, o no sole pero tampoco solo Rick y elle. En el torreón, los niños estarían junto a Szczenyak y Connor debería poder empezar a moverse dentro de unos minutos, suponía… El tiempo se había distorsionado por completo para él y no sabía cuánto había transcurrido.
Sus oídos no estaban detectando nada. Tras el derrumbe, no había oído las voces del varmano o el medio japonés. Estaba seguro de que si hubiesen gritado sí lo habría hecho, o si hubiese comenzado alguna otra clase de refriega habrían notado algo… Miró en la dirección en la que los habían abandonado. ¿Podría ser que aquellos que se habían acercado a dispararles una flecha no supieran que estaban allí? Tal vez era un pensamiento demasiado ingenuo por su parte, pero no quería pensar en ninguna otra posibilidad.
- Kanyum
Ficha de cosechado
Nombre: Nohlem
Especie: Varmano granta
Habilidades: Puntería, intuición, carisma
Personajes :
● Jace: Dullahan, humano americano. 1’73m (con cabeza 1’93m)
● Rox: Cambiante, humano australiano/surcoreano. 1’75m
● Kahlo: Aparición nocturna varmana granta. 1’62m
● Nohlem: varmano granta. 1’69m
● Xiao Taozi: Fuzanglong carabés. 1’55m
Unidades mágicas : 5/5
Síntomas : Mayor interés por acumular conocimiento. A veces, durante un par de segundos, aparecerán brillos de distintos colores a su alrededor.
Status : Prrrr prrrrr
Re: Torreta Matakrakens
26/10/24, 01:55 am
Esperó en silencio durante eternos segundos, con el cuchillo empañado y a escasos centímetros del cuello del insecto, congelado en frente del mismo. No fue necesario un tercer golpe.
Solo era un insecto- solo era un bicho. Entonces- ¿por qué se sentía tan mal?
Pensó en el crío que fue una vez, el que se llenaba de pena cada vez que por error pisaba un caracol en un día de lluvia. No había maldad alguna, solo ley natural y descuido, y aún así todas las veces que pasaba el pequeño granta se había sentido feo. Podría simplificarse como algo similar, pero lo cierto es que apenas se trataba de un mecanismo de afrontamiento.
No era un caracol, no había sido despiste y él ya no era un crío. Muerto, ahora haciendo honra a su nombre, de repente no se le antojaba ni tan repugnante ni tan asesino como era. Ahí, sin habla ni reflejo en los ocelos, era fácil verlo como un invertebrado de los grandes, del montón, igual de irracional e inocente que un animal, pero en el fondo, lejos para no tocarlo, Nohlem sabía que se evadía detrás de un cuadro. Y ya no era menos asesino que él. No se arrepentía, porque era necesario, porque Airi casi muere por su culpa, porque realmente todos casi lo hacen, y sin embargo… Sutileza, la bestia de las cuevas…, habían sido una amenaza y ellos una enjambre: reaccionaban y picaban. En esta ocasión, no obstante, habían buscado y cazado.
Ah. Ojalá pudiera llorar, pero alguien había bajado todos sus interruptores. “Hueco” era irónicamente la palabra que lo llenaba.
Igual que la casa, algo se derrumbaba también en su escenario interior. La estructura se vino abajo a unos metros de ellos, sobrantes como para no suponerles ningún peligro, pero eso no impidió que Nohlem se irguiese sobresaltado por el ruido y la intensa polvareda, empuñando aún el cuchillo a tensos centímetros de su cuerpo. Era algo totalmente irracional, pero si su piel o ropa tocaba la sangre al guardarlo estaría admitiendo -firmando- haberse manchado las manos, y todavía no podía lidiar con aquello. Que la sangre no fuera roja la alejaba de su pudor, mas no lo suficiente para tener las entrañas de querer el arma.
Escuchó la voz de Ethan como un quejido tras múltiples paredes, y aunque mentalmente estaba lejos de allí, engullido en la polvareda, fue capaz de apartar los ojos de la hemolinfa en pos del chico, no sin cierto miedo a crítica. Era la primera vez que miraba a alguien en lo que parecía una eternidad, y… El londinense estaba llorando. O a lo mejor llevaba ya un rato haciéndolo. Se humedeció los labios para saborear el polvo tontamente, ya que fue incapaz de devolver palabra. Lo observó hacer, tan ajeno al mundo como si fuera espectador de un sueño, reconectando con una chispa de vida y alarma únicamente cuando este comenzó a toquetear el cuerpo. Su ceño se frunció ligerísimamente en confusión cuando mencionó a Serena, porque por desubicado que Nohlem se encontrase tenía cien por cien claro que uno de los monstruos no merecía estar con ella. Sin embargo la humildad le hizo tragarse todo reproche antes de que pudiera salir a la luz.
El cuchillo, a fin de cuentas, seguía en sus manos.
Tragando aire siguió a Ethan en silencio, unos pasos por detrás como cierre de la marcha fúnebre, sin queja ni gloria. Volvía a ser el niño impresionable que una vez había sido, el que no se quitaba de encima la muerte accidental de un pobre caracolito, porque asumir ese papel era mucho más fácil que lo que realmente era.
Sigue en la Cicatriz de Arax
Solo era un insecto- solo era un bicho. Entonces- ¿por qué se sentía tan mal?
Pensó en el crío que fue una vez, el que se llenaba de pena cada vez que por error pisaba un caracol en un día de lluvia. No había maldad alguna, solo ley natural y descuido, y aún así todas las veces que pasaba el pequeño granta se había sentido feo. Podría simplificarse como algo similar, pero lo cierto es que apenas se trataba de un mecanismo de afrontamiento.
No era un caracol, no había sido despiste y él ya no era un crío. Muerto, ahora haciendo honra a su nombre, de repente no se le antojaba ni tan repugnante ni tan asesino como era. Ahí, sin habla ni reflejo en los ocelos, era fácil verlo como un invertebrado de los grandes, del montón, igual de irracional e inocente que un animal, pero en el fondo, lejos para no tocarlo, Nohlem sabía que se evadía detrás de un cuadro. Y ya no era menos asesino que él. No se arrepentía, porque era necesario, porque Airi casi muere por su culpa, porque realmente todos casi lo hacen, y sin embargo… Sutileza, la bestia de las cuevas…, habían sido una amenaza y ellos una enjambre: reaccionaban y picaban. En esta ocasión, no obstante, habían buscado y cazado.
Ah. Ojalá pudiera llorar, pero alguien había bajado todos sus interruptores. “Hueco” era irónicamente la palabra que lo llenaba.
Igual que la casa, algo se derrumbaba también en su escenario interior. La estructura se vino abajo a unos metros de ellos, sobrantes como para no suponerles ningún peligro, pero eso no impidió que Nohlem se irguiese sobresaltado por el ruido y la intensa polvareda, empuñando aún el cuchillo a tensos centímetros de su cuerpo. Era algo totalmente irracional, pero si su piel o ropa tocaba la sangre al guardarlo estaría admitiendo -firmando- haberse manchado las manos, y todavía no podía lidiar con aquello. Que la sangre no fuera roja la alejaba de su pudor, mas no lo suficiente para tener las entrañas de querer el arma.
Escuchó la voz de Ethan como un quejido tras múltiples paredes, y aunque mentalmente estaba lejos de allí, engullido en la polvareda, fue capaz de apartar los ojos de la hemolinfa en pos del chico, no sin cierto miedo a crítica. Era la primera vez que miraba a alguien en lo que parecía una eternidad, y… El londinense estaba llorando. O a lo mejor llevaba ya un rato haciéndolo. Se humedeció los labios para saborear el polvo tontamente, ya que fue incapaz de devolver palabra. Lo observó hacer, tan ajeno al mundo como si fuera espectador de un sueño, reconectando con una chispa de vida y alarma únicamente cuando este comenzó a toquetear el cuerpo. Su ceño se frunció ligerísimamente en confusión cuando mencionó a Serena, porque por desubicado que Nohlem se encontrase tenía cien por cien claro que uno de los monstruos no merecía estar con ella. Sin embargo la humildad le hizo tragarse todo reproche antes de que pudiera salir a la luz.
El cuchillo, a fin de cuentas, seguía en sus manos.
Tragando aire siguió a Ethan en silencio, unos pasos por detrás como cierre de la marcha fúnebre, sin queja ni gloria. Volvía a ser el niño impresionable que una vez había sido, el que no se quitaba de encima la muerte accidental de un pobre caracolito, porque asumir ese papel era mucho más fácil que lo que realmente era.
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- ♪♫♬:
- Harek
Ficha de cosechado
Nombre: Rick
Especie: Humano
Habilidades: Puntería, habilidad mental y carisma
Personajes :- Chromsa/Padre Foresta: campesino ochrorio Brujo de las hojas marchitas/Fauno cabra
- Rick: humano, neoyorquino
- Erknest: humano, italiano/inglés Kamaitachi
Síntomas : A veces tendrá ataques de claustrofobia. Sus irises dejan de ser círculos perfectos, y en ocasiones sus ojos serán brevemente fosforescentes en la oscuridad.
Armas :- Rick: Sable y arco
- Erknest: "Espada legendaria" y cuchillas de aire
Status : The journey never ends
Humor : Cualquier cosa me vale.
- Chromsa/Padre Foresta: campesino ochrorio Brujo de las hojas marchitas/Fauno cabra
Re: Torreta Matakrakens
27/10/24, 11:05 am
Era una decisión complicada, una que no le terminaba de gustar pero que tras el cansancio con tantas emociones empezaba a ver como posible. O al menos eso sentía el chico hasta que el resto empezó a hacerle ver lo contrario. El silencio del mjörní no auguraba nada bueno, pero fueron las caras del resto y lo que llegó después lo que le hizo replantearse con cabeza todo rápidamente.
Se giró al instante hacia las súplicas y gritos de los niños, con la boca ligeramente entreabierta mientras sus palabras y miradas calaban con fuerza en él, entrecortándole la respiración. Aún sabiendo que ellos tampoco tenían claro cómo hacerles ver aquello, ¿cómo no iba a entenderles si compartía las mismas dudas? Rägjynn era uno de sus mejores amigos por allí y no dudaba que era uno de los pilares por los que no se había dado por vencido a la desesperación desde hacía tiempo. Era innegable que Ethan y Nohlem siendo dos tenían más posibilidades de defenderse que uno solo, pero con todos los peligros con los que se habían encontrado sabía que nunca sobraban los compañeros ahí fuera. Nadie merecía quedarse atrás, pero por supuesto le aterrorizaba que al mjörní le pudiera pasar algo antes de llegar a donde habían estado.
La mano de Aniol selló aún más su idea, con cierto amargor por ver a los pequeños tan preocupados, y asintió al polaco. Airi también se sumó a convencer a su amigo, proponiendo un plan mucho menos arriesgado. -Es la mejor opción, sí- afianzó la propuesta de le sanaí. Al fin y al cabo tampoco estaban tan lejos del torreón, mientras se dieran prisa no tardarían demasiado en estar de vuelta en esas calles. Para suerte de todos, Räg accedió también a marcharse, lo cual le sacó una pequeñísima sonrisa de alivio al neoyorquino.
-Hay que ponerse en marcha entonces- declaró volviendo al frente del grupo para retomar el camino con el arco preparado. -Y habrá que tener cuidado con los alrededores- añadió un poco más serio echando un último vistazo desde donde estaba a las calles cercanas. Esperaba que no les estuvieran siguiendo o que hubiera más de ellos esperando, pero ambas opciones por desgracia eran más plausibles de lo que le gustaría. Por lo mismo se había guardado la esperanza de que, tal vez, Nohlem y Ethan llegarían poco después que ellos y no tendrían ni que salir. Ponerse en lo peor era demasiado fácil en esa ciudad.
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Se giró al instante hacia las súplicas y gritos de los niños, con la boca ligeramente entreabierta mientras sus palabras y miradas calaban con fuerza en él, entrecortándole la respiración. Aún sabiendo que ellos tampoco tenían claro cómo hacerles ver aquello, ¿cómo no iba a entenderles si compartía las mismas dudas? Rägjynn era uno de sus mejores amigos por allí y no dudaba que era uno de los pilares por los que no se había dado por vencido a la desesperación desde hacía tiempo. Era innegable que Ethan y Nohlem siendo dos tenían más posibilidades de defenderse que uno solo, pero con todos los peligros con los que se habían encontrado sabía que nunca sobraban los compañeros ahí fuera. Nadie merecía quedarse atrás, pero por supuesto le aterrorizaba que al mjörní le pudiera pasar algo antes de llegar a donde habían estado.
La mano de Aniol selló aún más su idea, con cierto amargor por ver a los pequeños tan preocupados, y asintió al polaco. Airi también se sumó a convencer a su amigo, proponiendo un plan mucho menos arriesgado. -Es la mejor opción, sí- afianzó la propuesta de le sanaí. Al fin y al cabo tampoco estaban tan lejos del torreón, mientras se dieran prisa no tardarían demasiado en estar de vuelta en esas calles. Para suerte de todos, Räg accedió también a marcharse, lo cual le sacó una pequeñísima sonrisa de alivio al neoyorquino.
-Hay que ponerse en marcha entonces- declaró volviendo al frente del grupo para retomar el camino con el arco preparado. -Y habrá que tener cuidado con los alrededores- añadió un poco más serio echando un último vistazo desde donde estaba a las calles cercanas. Esperaba que no les estuvieran siguiendo o que hubiera más de ellos esperando, pero ambas opciones por desgracia eran más plausibles de lo que le gustaría. Por lo mismo se había guardado la esperanza de que, tal vez, Nohlem y Ethan llegarían poco después que ellos y no tendrían ni que salir. Ponerse en lo peor era demasiado fácil en esa ciudad.
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