Torreón Letargo (Archivo V)

El dolor no solo fue a peor sino que decidió que expandirse por todo el cuerpo era una buena idea. La piel del parqio se abría por toda la espalda, las articulaciones y el borde de las alas, además de la cabeza, y había iniciado un proceso de muda que distaba de todos los que había pasado el parqio antes. La piel muerta se le estaba cayendo a trozos junto a la que no estaba tan muerta y sentía cómo lo que parecían cientos de agujas incandescentes se abrían paso desde el interior de su cuerpo.

Incapaz de moverse, Rasqa se aovilló junto a una pared en la azotea y solo pudo gritar con cada ramalazo de dolor que su cuerpo le dedicaba. El parqio se sentía débil, febril, e intuía que no debía de quedarle mucho para morirse. Su conciencia iría y vendría y, no mucho más tarde, Rasqa abriría los ojos, todavía inmóvil y lleno de dolores, para ver sobre su cabeza al magnífico astro que había esperado con tantas ansias.

Rasqa lloró de nuevo, apretando la mandíbula con más fuerza de la que sabía que tenía. De existir, los dioses se estaban riendo de él en aquel momento. La frustración que le invadió habría dado para derribar toda la maldita ciudad si no estuviera en un estado tan lamentable. El calor cada vez era más fuerte, la sangre que manaba de sus heridas hervía y el humo ascendía para encontrarse con el astro. El parqio bufó dolorido y triste. La luna roja tan bella en el cielo y él, tan muriéndose, inútil y tembloroso; revolcado en agua de lluvia mezclada con su propia sangre y piel ardiendo.

La tormenta, sumada a la caricia de la niebla, le alivió ligeramente el dolor por las quemaduras y Rasqa cerró los ojos de nuevo.

Si hubiese tenido tiempo para pararse a pensar en lo vacuo de su intento por pretender imponer la calma se habría sentido terriblemente estúpida. Nada podría haberla preparado para el caos que se desató ante sus ojos en un instante. Justo cuando la luz rojiza comenzó a teñir el cielo, que por algún motivo se había empezado a oscurecer muchísimo más rápido de lo que esperaba. El astro rojo había llegado y con él, el inicio del cambio. Todo a su alrededor se convirtió en confusión y gritos. La idrina no sabía a donde mirar, pues cada uno de sus compañeros empezó a sufrir mutaciones cada cual más descabellada que la anterior. Se quedó completamente paralizada, sintiéndose inútil e impotente. Ella era la única que no estaba cambiando y la responsabilidad de tener que encargarse de todos a la vez la estaba abrumando a pasos agigantados. ¿Pero qué podía hacer ella, de todos modos, cuando ni siquiera conservaba los hechizos más potentes que había podido llevar a cabo en su momento?

¿Qué iba a hacer ella contra el hecho de que el pelo de Ruth comenzase a arder de repente? ¿Cómo podía detener el avance de lo que sea que estuviese cambiando a Devoss y Varsai? ¿Y Roaxen? ¿Qué era lo que le estaba pasando a él? Los balbuceos de Kimbra le hicieron desviar su expresión desencajada hacia ella, pero la lacustre estaba al borde de un ataque de pánico y apenas consiguió descifrar lo que había dicho. ¿Jace? ¿Qué pasaba con él? Ni siquiera estaba allí.
La idrina solo tenía ganas de gritar de pura frustración y su nivel de ansiedad iba en aumento a medida que el caos se mezclaba con la cada vez más creciente sensación de que tenía que salir fuera. Hiperventilaba y su vista se desplazaba frenéticamente de uno a otro, intentando en vano recordar cómo se usaba el hechizo de sanación superficial.

Fue en ese momento cuando la sensación se volvió aún más acuciante. Cuando la niebla comenzó a colarse hacia el interior del torreón la idrina tan solo pudo mantener la mirada fija en el implacable banco brumoso que amenazaba con cubrirlo todo con su espesura. La lacustre no sabía lo que hacía cuando dio un paso hacia aquella formación nebulosa, extendiendo su mano enguantada con un ligero temblor que le sacudía el brazo en su totalidad. Sentía que estaba a punto de suceder algo importante. Algo que había estado esperando desde que se despertó aquella misma tarde.

Irianna tocó la niebla y durante apenas unos segundos tan solo se dejó envolver por ella, completamente abstraída y sintiendo, de pronto, una calma completamente fuera de lugar. Por un instante no escuchaba los gritos de sus compañeros ni trataba de encontrar la forma de prestarles ayuda desesperadamente. En esos escasos segundos el tiempo y el espacio parecían haberse detenido y para la idrina no existía nada fuera de aquel banco de niebla.

El problema radicaba en que sí había algo dentro de él, presencias que notó mucho antes de que la niebla alcanzase a cualquiera de los presentes en el torreón aparte de ella. Irianna abrió mucho los ojos, volviendo a la realidad. No sabía cómo, pero notaba la presencia de Sekkeh. Tenía la sensación de que podría llegar hasta él si simplemente echaba a andar. Y el intara no estaba solo, también estaba Sigrún, muy cerca de él. La idrina no se fiaba del albino, pero no fue su presencia lo que más la alertó. Había muchas, muchas más presencias. Estas correspondían a seres de pequeño tamaño, pero en una cantidad alarmante. La mente de la idrina no podía pensar con toda la claridad que le hubiese gustado en aquel momento, pero se sentía como si estuviese a punto de revelársele algún secreto que se le hubiera resistido hasta entonces. En todo caso, había algo de lo que tenía una certeza casi abrumadora.
—Sekkeh está en peligro —anunció sin ni siquiera girarse—. Tengo que…
Y sin añadir nada más Irianna echó a andar hacia el exterior, perdiéndose su figura entre la niebla.

Sigue en la Avenida de las Casas Carnívoras.

El neoyorquino habría llorado, gritado e incluso reído de la impresión de haber podido. Cualquier cosa con tal de conseguir que el silencio no le pitara en los oídos que ya no tenía. Una mano apoyada en el pecho, asegurándose de que su corazón seguía latiendo (y además de forma vertiginosa debido al miedo) y la otra sobre el cuello. No se atrevía a colocarla encima de este, sino a pasarla deprisa por encima sin llegar a tocar el corte. Desconocía si podría tocarse la tráquea, pero prefería no averiguarlo. 
Así pues, con una mano en la nuca y otra en el corazón, esperó a haberse calmado lo suficiente antes de hacer cualquier otra cosa. Seguía vivo, eso seguro: notaba el frío de las baldosas, la humedad en el ambiente y en su piel, el corazón palpitándole en el estómago y las puntas de los dedos, así como sus pensamientos fluían cada vez más desordenados debido a su incapacidad de concentrarse. 

«No pasa nada, Jace. ¿Sigues vivo, no? Ciego, sordo, y mudo. Te han transformado en una estrella de mar. Ja-ja-ja...» 

Se perdió tanto imaginando como de aburrido tenía que ser vivir siendo una estrella de mar o si estas tampoco eran capaces de oír, que en el momento en el que un “pum” resonó en su caja torácica casi le da un paro cardíaco. Algo poco conveniente teniendo en cuenta que acababa de oír su propio corazón.
Se incorporó levemente, hundiendo con más fuerza la mano sobre su pecho tras unos segundos de duda. Lo escuchaba. Empezó a captar un sonido similar a voces, algo así como una psicofonía mala, y el murmullo de lluvia leve. El pitido que le producía el silencio se fue disipando, como si acabaran de quitarle unos tapones para los oídos. Seguido de esto, el olor característico de una tormenta le inundó los pulmones, así como el de su propia chaqueta de cuero que en algún momento se habría mojado a juzgar por el olor.

Aquello le dio fuerzas suficientes para levantarse, despacio, dando un pisotón con fuerza una vez tuvo las manos apoyadas en el borde de la bañera, complaciéndose a sí mismo con el sonido que su bota produjo contra el suelo. Los dioses debieron recompensarle en ese entonces, porque su visión empezó a esclarecerse. Como si la niebla negra se fuera disipando, los colores del baño fueron apareciendo ante él, primero como manchas indefinidas y luego como formas más reconocidas. En cuanto pudo enfocar más, se mareó otra vez. 

¿Eso que acababa de ver era su propia espalda?

Al mirar abajo, como quien va a mirarse los zapatos, se encontró a sí mismo viendo a su vez parte de los hombros y su espalda por detrás. Además del techo, visión de la parte izquierda y derecha... 
Se llevó una mano a donde estaría la boca por costumbre, pero solo logró tener más náuseas. 

«Vale... Vale, calma. Podría... P-Podría ser peor.» 

Volvió a colocar la mano sobre su corazón para comprobar que seguía latiendo, y en lo que estuvo medianamente familiarizado con el paisaje de 360º se soltó de su agarre al borde de la bañera. Detrás suya, en el agua, una especie de mancha de algas amarillas flotaba. Inclinó la espalda hacia atrás para ver mejor y al darse cuenta de que era su propia cabeza, no hizo nada mejor que gritar mentalmente. Y lo mejor de todo, envió el grito a sus compañeros sin darse cuenta. 

Agitó las manos como si una cucaracha le hubiera subido por ellas y en lo que pudo controlarse a sí mismo, estiró los brazos para agarrarla. Estaba despeinado (su cabeza, y técnicamente él), y parecía haberse quedado dormido... o haberse ahogado. No pasó demasiado tiempo observándola por la grima que le daba verse a sí mismo en ese estado, por lo que se la echó bajo el brazo y comenzó a caminar despacio, pisando su chaqueta al pasar y apoyándose en las paredes atolondrado por su nuevo campo de visión. A cada nuevo escenario, la vista se le nublaba y tardaba en verlo todo claramente, así que de escalón en escalón fue haciendo pequeñas pausas; pausas en las que se replanteaba si dejarse ver en el salón como si tal cosa era buena idea, ignorando que el resto estuviera sufriendo algo peor que él. Quizás eran sus propios compañeros quienes le mataban y le llamaban monstruo.

«E-Estoy apunto de aparecer... con la cabeza bajo el brazo. Y no puedo hablar. Te... tendré que escribir antes de que me apunten con algo...»

Oía voces, gritos y gruñidos. Cada vez le asustaba más la idea de estar en la planta baja, pero una vez puso el pie en último peldaño no había vuelta atrás. Lo que parecían las siluetas de sus compañeros (o al menos de seres vivos) eran... raras. Diferentes. Una mole naranja, otra blanca, algo violáceo retorciéndose en una esquina (¿Roaxen?) y cosas más o menos normales que aún no llegaba a ver. Alzó una mano como saludo, pero lo cierto es que temblaba como un niño con hipotermia.

«¿Ho... Hola?»

Una risa nerviosa inundó su cabeza, y sin quererlo, probablemente también la del resto. Al enfocar medianamente bien la estampa, casi tiró la cabeza al suelo.

???

De pronto, oscuridad. Cegado por aquellas insidiosas manchas negras el ulterano no podia ver nada. Palpó por el suelo, muy asustado hasta topar con su bastón, y una vez lo cogió intentó ponerse de pie, en balde, pues el dolor de la rabadilla habia explotado, casi literalmente, mientras notaba como algo duro y puntiagudo se habria paso en su espalda. Mientras, en su boca, dos largos y protuberantes dientes se asomaban hacia afuera y el xolnita poco podia hacer salvo quedarse en el sitio y sufrir mientras sus gritos de dolor iban en aumento.

Pero ya ni eso se le permitia, cuando la piel encima de la rabadilla se abultó horroriicamente y un reguero de sangre comenzó a salir a medida que un objeto puntiagudo se habria paso con el agujero que habia hecho en la piel. Un humillo de olor nauseabundo comenzó a llenar la sala a medida que aquella cosa negruzca se iba asomando y la piel, carne y huesos del ulterano se iban moldeando para hacer espacio a tan abrupta cosa. Arrastrandose del dolor mientras que con cada latigazo le seguia una quemadura y a su vez un llanto. Tan abovedadada que estaba su piel, que parecia tener un tumor considerable antes de que la piel se rasgara por multiples sitios y, en una acción casi de resorte, aquella gruesa y siniestra cola se diera a conocer, con el aguijón en ristre.

Jadeando, el ulterano se llevo su mano a la espalda, tocando un liquido caliente que supuso que era sangre. Poco a poco, su visión se aclaraba y, lo primero que hizo, fue crear un espejo en una superficie plana y lanzar un grito horrorizado, que pronto se vio seguido por otro cuando se giró sobre si y dio con su cola.
-¡N-no! ¡No puede ser... esto es... horrible!-gimio, mientras comenzaba a hiperventilarse.

Quizás por los nervios, la transformación o el dolor mismo, hiciera que le entrasen arcadas de nuevo. en un nuevo intento de contener el vomito, se llevo la mano a la boca, acto que resultaria futil pues el vomito se dio paso bordeando la mano y cayendo sobre su regazo. Aquel no era un vómito corriente. Iba mezclado con algo bastante más desagradable, de un color verde lima brillante, aquel vómito brillaba con luz propia y, lo que era más, habia comenzado a quemar su ropa.
Aun debilitado se cayó al suelo al notar como su ropa se desintegraba alla por donde el liquido habia tocado, rapidamente quitandose el guante, la chaqueta y los pantalones, los tiró al otro lado de la habitación mientras todavia estaban humeantes. Avergonzado se cubrió en su ropa interior.
-Ha sido...¿acaso eso ha sido ácido?-se limpió la boca con la muñeca y llego a ver parte de aquel liquido verde lima en su mano antes de desaparecer. Muchas dudas surgian en su mente, pero en aquel momento no tenia la cabeza para pensar sobre aquello. Un dolor de espinazo en la rabadilla le alerto de como su cola aun tenia que salir del todo.

-¿¡Cuando va a acabar esto!?-chillo, altamente dolorido.
Jadeante, miró a los demás, todos parecian estar pasando por lo mismo. O mejor dicho, cada uno con su cosa. Irianna se habia marchado. Lo sabia por logica, pero deseaba haberla podido detener. Más de una bestia se hallaba entonces con ellos, y el xolnita no tenia ni idea de quien era que, si es que acaso esos monstruos eran ellos.

-No...-gimoteaba, casi infantilmente. Dolia demasiado. Descargó un puñetazo contra el suelo.

Enredo:

El brujo observó cómo se desarrollaron las cosas dentro del torreón y siguió al detalle el proceso de transformación de todos.

-Ostras, tienen un berserker. Más vale que no le cabreen mucho - deseó, sabía que era inútil ya que entraban en furia por cualquier cosa al principio, pero aún así lo deseó.- Oh, muy bien - aplaudió la fuerza de voluntad del ulterano cuando lo vio saliendo del torreón.- Es la mejor opción - asintió convencido.- ¿Pero que hace ese idiota siguiendo a un berserker en pleno arrebato de ira? - prácticamente se levantó tirando a Wyck de su regazo.

El panda rojo soltó un chilido de indignación y trepó por las ropas del brujo hasta subir a su hombro, lugar donde empezó a tirarle del pelo exigiendo algún tipo de disculpa, el italiano por toda respuesta sacó una galleta de su cinturón y se la dio, el animal empezó a comer llenando de migas la ropa del brujo. Enredo iba a ir tras detrás del albino cuando recordó que la Luna aún no estaba en el cielo y que no podía intervenir. Volvió a sentarse y se obligó a observar al resto de cosechados.

-Dos licántropos - murmuró preguntándose que animal serían. Observó al resto pero aún no tenía clara la transformación de algunos y pocos minutos después llegó la niebla.- ¿Qué diablos? - desconcertado observó el interior del torreón y cómo la niebla se colaba dentro. A su vista la única sin cambios aparentes era la idrina, y la fue la que más mudó la expresión en cuanto entró en contacto con la niebla.- ¿Es posible que sea bruja? ¿Quizás de la condensación del agua? - no tenía respuesta para esa duda, tendría que abordar a la idrina más tarde, o en su defecto en Serpentaria si elegía vivir allí.

-Se va, ¿por qué? - el brujo entendía lo que era la llamada del dominio, las propias enredaderas de Letargo lo estaban llamando a gritos. La luz de la Luna lo iluminaba todo y el brujo sintió el subidón de poder que daba, lo demostró con una sonrisa que tenía un ligero deje de locura en ella. El brujo siguió a la idrina con la vista apartando su atención del torreón.

Varsai:

Varsai comenzaba a sentir los efectos de la Luna y su brillo, el pelaje se hacía más espeso y su mirada se agudizó cosa que la mareó de forma repentina. Se sentó en el suelo para que todo dejase de moverse a su alrededor.

La niebla llegó de forma repentina y tal como había llegado Irianna y la misma se fueron. La idrina parecía preocupada y Varsai decidió seguirla, fuera no era seguro. Sin embargo en cuanto dio el primer paso se oyó un desagradable chasquido, la niña cayó al suelo cuan larga era. El dolor la recorría en oleadas y su foco era su pierna derecha que estaba doblada en un ángulo extraño. Otro chasquido le dobló esta vez el brazo izquierdo en otra dirección.

Lágrimas de dolor y de impotencia caían por las mejillas de Varsai, notó algo raro en la rabadilla pero no se atrevía a mirar qué era. Su sentidos empezaron a fluctuar, su vista era más aguda y los colores eran más brillantes, los sonidos eran más claros, el olor de la sangre le revolvió el estómago. Todo eso de pronto se apagó para volver con más intensidad y esta vez quedarse. Sus pupilas quedaron reducidas a una rendija. Seguía oyendo chasquidos y dolía, pero pronto olvidó el dolor, otra cosa se estaba imponiendo, un instinto animal que hasta ahora nunca había tenido.

Una espesa niebla se cuela en el torreón, estoy confundido porque ni una sola cosa aquí tiene lógica. El miedo se apodera de mi, hemos tenido un año entero para prepararnos y aún así nos ha cogido por sorpresa. Me noto más encorvado, no duele pero siento cómo cada vez estoy menos erguido. La Luna me está afectando rápidamente, el pelo naranja avanza de forma veloz. Ni siquiera pruebo a decirles algo a mis compañeros. Es imposible, he perdido el habla.

Por las escaleras baja Jace. Doy un paso atrás al verlo, no tiene cabeza pero... está vivo. En mi mente se escucha un tartamudeante “Hola”. ¿En qué se ha convertido? ¿Cómo es posible que se mueva como si no pasara nada?

De repente Varsai se cae al suelo y  me acerco para averiguar que le pasa. <<Tenía razón, ella y yo tenemos algo en común>>. Acerco una mano para tocarla y soy testigo de algo espeluznante. Aúllo de dolor... pues  se me ha roto el brazo. Lo he visto, ha adoptado una forma anormal. Pero la tortura no acaba aquí. <<Claro que no.>>

Mis huesos están cambiando de sitio, rompiéndose, colocándose en otras zonas. Lloro de la agonía, estoy tirado en el suelo al lado de lo que cada vez se parece menos a Varsai. Supongo que yo tampoco tendré  el mismo aspecto. Cualquiera podría escuchar mis alaridos, debe  resonar por todo Letargo. Es un dolor indescriptible, un dolor que no se lo deseo a nadie, grito tanto que la garganta  me quema. <<Dios mío, que pare ya por favor>>.

Ni siquiera puedo  moverme, tengo las piernas destrozadas, joder, todo mi cuerpo está hecho un cristo. Y cada vez más pelo invade mi cuerpo. Pero estas no son las únicas anomalías, veo el mundo de otra forma, con una agudez que me marea. E incluso escucho los sonidos mucho mejor. Justo en este momento no puedo odiar más a Doce Punto. <<Voy a matarlo... no quedará nada de ese malnacido>>. Conforme pasan los minutos una sensación se aloja en mi.

Un instinto básico, rudimentario. Uno que ha existido incluso antes de que surgiera el mismísimo hombre. <<El instinto animal>> Esta sensación empieza a crecer, no puedo dejar de pensar en ella, es algo que capta toda mi atención. Es violenta, impulsiva y peligrosa. Ya no lloro de dolor... ni de miedo.

Lloro porque la Luna Roja me transformará en un engendro, en los monstruos en los que tanto he pensado y odiado. La ciudad me está volviendo rocavarancolés a la fuerza. Lo quiera o no es así, y lo peor de todo es que no puedo hacer nada para evitarlo. Va a suceder, ni siquiera la magia nos salvará de esta loca situación.

Ahora mismo estoy inmerso en el mundo del dolor, donde Rocavarancolia se mueve como pez en el agua. Está jugando con todos nosotros a ser Dios, somos sus creaciones y seremos lo que a ella le venga en gana. Casi es irónico y todo. Me despierto de un sueño en el que me devoran y acabo con los huesos rotos en la realidad. Ya me da igual todo, que pase lo que tenga que pasar, solo que acabe de una vez...

El holandés no se percata de ello, pero sus ojos se han vuelto como los de los felinos. Al igual que muy pronto lo será también su cuerpo.

<<Falta poco para que despierte la bestia>>...  

Agotada, exhausta, y sumergida en un muro de penumbra en la que me voy adentrando, es así cómo me encuentro, lo tengo muy claro, si voy a transformarme no voy a hacerlo delante de mis amigos, así que me despido de ellos con una mirada que expresa profunda tristeza, esa es la última vez que los voy a ver con sus antiguas formas, lo que representaban o algún día fueron puede dejar de existir, juro que es la última vez que los voy  a ver gritar, me encargaré personalmente de ello en el futuro,  así que cargándome de la fuerza necesaria aparto la mirada de aquellos que se consumen de dolor, no sin dejar caer varias lágrimas por mis mejillas, aquellas también son las últimas que van a ver en mi rostro. Y salgo al patio, dejándolos atrás.

Pasan minutos, o puede que horas, no lo sé pues he perdido la noción del tiempo. Allí tirada y sola empiezo a gemir de miedo, de frustración, de horror. Me encuentro sentada con la espalda apoyada en la pared, tapándome los oídos para no escuchar los alaridos de los demás, con las lágrimas evaporándose en mis labios a medida que voy aumentando de temperatura.

-Páralo- le musito a la Luna, con una débil voz desgarrada, un sonido temblón que a penas se podría decir que es mío, miro al gran astro rojo, y por primera vez no lo hago con furia o pánico, la contemplo con lo que menos pensaba que alguna vez haría hacia tal monstruosidad, con piedad, eso es lo que le exijo mientras mis pelo vuelve a prender de nuevo, ni siquiera me inmuto al ver que mis propias llamas arden a centímetros de mi cara- Mátalos, no les hagas esto, o mátame a mí, ya te has divertido bastante, puedes pararlo, creo que puedes, no, sé que puedes.- me levanto con el muro de piedra de soporte, apoyando mis dedos en la fría piedra y deslizándolos entre sus grietas despacio.- Hazlo, te lo ruego, no hay necesidad de esto- La Luna Roja se mantiene inerte, su luz roja me ciega- ¡Hazlo, maldita sea! ¿¡A qué esperas!? ¿¡No nos quieres muertos verdad?!, ¡Cabrona, no te quedes ahí mirándome!- y como si el astro tuviera vida propia me castiga, un latigazo en la rabadilla, en la parte inferior de la espalda, justo donde acaba la columna.

Bramo de furia, escupiendo al suelo, enseguida llegan las demás, punzadas de dolor desde dentro hacia fuera, como una navaja que se abre espacio entre mi piel, una sensación desgarradora, inquietante. Me caigo de lado, rozándome el codo con el suelo y provocándome una rozadura. Instintivamente me llevo las manos a la parte dolorida, allí en el patio pataleo en círculos, cerrando los puños por el sufrimiento y mordiéndome el labio con fuerza, un hilillo de sangre caliente se desliza por mi barbilla y desciende hasta el cuello, sudando araño la piedra con las uñas y vuelvo a caer. -¡Socorro!- aclamo entre llantos y desesperación, pero la fuerza con lo que  sea que fuera a salir no mengua, al contrario, lo aclama, lo necesita, se desliza por la piel y la desgarra, la abre.- ¡Duele!- es impresionante, nunca he llegado a experimentar nada igual, es extraño, con los dedos bajo la camiseta me palpo con dificultad la zona y noto un pequeño bulto, es algo puntiagudo, no más de tres centímetros. Continuo dándome golpe contra la pared y trastabillando cada vez que logro incorporarme algo.

Y en uno de esos momentos que jamás olvido para, el dolor cesa, para volverse más intenso aún si cabe, propago alaridos de dolor y casi estoy a punto de lanzarme yo misma al suelo cuando estoy de pie, me araño a mí misma por debajo de la camiseta y esta prende al cabo de unos segundos, por el contrario no siento nada cuando las llamas acarician mi piel, solo noto como si me tocaran la espalda con los nudillos, iban subiendo demasiado deprisa así que rápidamente me deshago de la prenda y la lanzo a dos metros de mí con energía. Me quedo en sujetador, y se empieza a notar como la piel va enrojeciendo, la de todo el cuerpo, al principio como cuando te expones demasiado al sol, y luego como si realmente fueran quemaduras. Tampoco duelen, aún así no le doy gracias a la Luna por la bendición.

La parte más dolorosa de la transformación se prolonga más, llega un momento en el que me duelen los nudillos de tanto apretar las manos, algo empieza a emerger en la rabadilla, algo rojizo que se desliza casi con vida propia, una extremidad más, de momento no más de medio veinte centímetros, lo sé porque noto como  puedo moverla. Y entonces llega el momento culmen, mis piernas no aguantan y mi cuerpo desfallece, casi con la vista emborronada me deslizo por el suelo, moviendo primero una mano y luego otra, lo mismo con las piernas.
-No puedo seguir- jadeo con la garganta rota, y de alguna forma el alma.
Me pongo encima de la ropa ardiendo, con el abdomen pegado al fuego y notando como las llamas me envuelven entre sus brazos, sigo padeciendo, arrojada como una muñeca de trapo y la vista pérdida en la Luna, sintiéndola cada vez más cerca, los espasmos se apoderan de mi cuerpo.

                                                                   _______

La Israelita se debatía en el suelo, algo de baba salía por su boca, su verdadera naturaleza pugnaba por salir, si lo mirabas de forma divertida la chica de algún modo...bailaba entre las llamas.

La krabelinense a esas alturas ni siquiera se percató de la salida de Irianna, ni de los cambios que sufrían sus compañeros, ni de sus gritos. Kimbra solo podía ser consciente de su propio sufrimiento. Apenas era capaz de reprimir sus propios gritos.

La Hija de Lunas podía sentir a la perfección como a medida que la coraza de su cabeza se resquebrajaba, la sangre iba brotando en mayor cantidad. Algo dentro a cada lado de su cabeza pugnaba por salir y presionaba fuertemente la coraza que la recubría. Las estrías que se iban formando por la presión cada ver eran más profundas y más largas, afectando así a toda la coraza craneal y consiguiendo, incluso, que trozos de un tamaño considerable se desprendieran y cayeran al suelo, abriendo un grandes boquetes en las zonas de su cabeza en las que aquello seguía incansable desgarrando su carne interna y presionando hacia el exterior. Kimbra, al ver fragmentos de su coraza, que aún conservaban mechones de pelo en el suelo, se alarmó olvidando levemente por unos segundos el agónico dolor que sufría y alargó la mano hacia ellos con la intención de comprobar que no eran alucinaciones producidas por el dolor.

En ese momento, vio sus manos.

La coraza que las recubría estaba tan resquebrajada por todas partes que parecía que en cualquier momento iba a estallar en mil pedazos dejando su carne interna desprotegida y débil. Alarmada, la engendro solo pudo quedarse mirándolas, aun con el dolor craneal punzándole, consiguiendo que la krabelinense deseara dentro de su enajenación que alguien acabara con su dolor de la forma más rápida y eficaz que conocía, cercenándole la cabeza.

En ese momento, un gritó invadió su mente y la krabelinense lanzó sus manos de nuevo a su cabeza y chilló con él. Aquel movimiento, como era de esperar, provocó la rotura final de la coraza de las manos, la cual se esparció por el suelo en pequeños fragmentos, dejando la carne tierna de la krabelinense expuesta y vulnerable. El dolor, la confusión, el sufrimiento, los mareos, las nauseas, la quemazón que sus manos sufrían,… aquel tumulto de sensaciones tormentosas habían conseguido que Kimbra por fin se viera incapaz de reprimir sus gritos de angustia y dolor, y que, posiblemente por primera vez en su vida, sus ojos comenzaran a llenarse de lagrimas.

De lo poco que era consciente en aquel momento la Hija de Lunas era que si aquello seguía así, pronto caería inconsciente del dolor y probablemente moriría al no poder proteger su carne expuesta.

Decidida, ya un poco más consciente y a pesar de todo el sufrimiento, a no morir, Kimbra se arrastró agonizante hacia la puerta, intentando no tocar nada con la carne tierna y expuesta de sus manos, aunque no sabía exactamente si la de salida al patio o la de acceso a las escaleras, en un vago intento de buscar algo o alguien que calmara su dolor, dejando tras de ella un camino de sangre y un gran número de pequeños trozos de coraza, algunos de ellos todavía con mechones de pelo.

La conciencia de Rasqa había continuado yendo y viniendo. De pronto la niebla se había esfumado, aunque la lluvia seguía cayendo. Rasqa había dejado de ser consciente del todo de dónde se encontraba, mucho menos de en qué momento concreto. Pensaba si no habrían pasado ya diez noches con sus diez lunas rojas desde que el dolor se había instaurado en su cuerpo. Totalmente aplastado contra el suelo, Rasqa tan solo veía de forma borrosa un par de puas puntiagudas que le crecían en el morro, ensagrentado y humeante.

Seguía rabiando, seguía sufriendo, creyendo que se moría (o que le habían castigado a vivir eternamente en el momento anterior a la muerte), pero había algo en el humo, en el olor de su carne churrascada. Algo en su propio cuerpo quemándose vivo le complacía y le perturbaba. Deseaba con todas sus fuerzas que hubiera sido otro el que ardiera desde dentro, para poder contemplarlo y experimentar esa sensación nueva sin dolor propio. Su olor ha quemado le estaba abriendo el apetito.

Aquél hambre repentino encendió una chispa en el interior del parqio de forma literal. Su cuerpo cambiante y destrozado vio su temperatura ascender. Las puntas de los pinchos que surgían de todo su cuerpo se encendieron, incluyendo la de aquellos que aún no habían tenido tiempo sufiiente para emerger. El dolor fue tal que Rasqa gritó hasta quedarse sin aire.

Y el aire no volvió a su cuerpo como él habría esperado. Una sensación de asfixia ocupó sus pulmones y el parqio moribundo comenzó a toser de forma violenta, expulsando sangre y humo por la boca. Su falta de aire era psicológica, pero no lo sabría hasta más tarde. Todo lo que pudo hacer mientras boqueaba por no ahogarse fue soltar una pequeña carcajada tan mal ejecutada, que resultaba indiferenciable de sollozos.

Qué irónico era soñar con convertirse en un gran dragón solo para morir como el feto abortado de uno.

Marsi sobrevolaba la ciudad a lomos de Cárabo. El grifo chillaba de felicidad, sintiendo la magia de la Luna Roja recorrerla igual que recorría a su ama. Era su primera Luna juntos, y la primera que Marsi podía disfrutar sin miedo, sin cambios dolorosos. El poder palpitaba en sus venas, nunca se había sentido tan viva.

Habían quedado en ir a ver Letargo, y en curiosear las transformaciones de los cachorros. Iban armados, por lo que pudiera pasar. La dullahan llevaba una armadura de cuero sobre un blusón verde y el escudo a la espalda. Su cabeza iba debajo del hombro, protegida con una capucha de la misma piel que su armadura, como si se la hubieran cercenado con ella puesta. Una sombra de Alice flotaba sobre su cuello, protegiendo la niebla de la lluvia. Sabía que la bruja iba detrás de ella.

Llegaron al torreón y mandó un mensaje telepático al resto indicando que entrarían por el patio. Aterrizaron allí. Marsi prefirió inspeccionar el terreno antes de bajarse de su montura. Incluso con el sonido de la tormenta podían oírse los gritos.

Los chasquidos continuaron y pronto la niña se encontró a cuatro patas. Ya ni sabía cómo se encontraba físicamente, el dolor había remitido sustituido por dolores más localizados pero más suaves. Su pelo se vio sustituido por una mata de pelaje blanco con manchas negras, sus orejas picudas por unas redondeadas en la parte superior de la cabeza y sus colmillos adquirieron un tamaño enorme.

De pronto lo olía y oía todo, su vista mejoró respecto a lo anterior. Varsai se sintió fuerte, poderosa, pero ya no era ella, su cuerpo había cambiado al de un felino de color blanco con manchas negras. Lo primero que notó fue la llamada del instinto, y aunque ésta era muy fuerte la varmana se sobrepuso cuando vio a sus compañeros.

Viéndolo todo desde más abajo Varsai empezó a moverse, al principio de forma lenta, pero cada vez con más confianza. Miró a Devoss que estaba terminando de completar su transformación y la niña se preguntó si ella era igual pero de color blanco. Observó a Kimbra y quiso ayudarla, poder hacer algo por ella, pero lo cierto era que no podía. No tenía manos ni podía hablar con ella así que la niña no sabía como reconfortarla. Entonces vio a Jace y fu al que se dirigió, el chico no tenía cabeza, bueno, mas concretamente no la tenía sobre los hombros.

La única forma que se le ocurrió de inquirir qué le había pasado fue golpeando suavemente su cabeza contra el cuerpo del chico. Oyó entonces algo proveniente de fuera y a la pantera se le erizó el lomo. Se agazapó junto a Jace dispuesta a saltar sobre lo que fuese que entrase por la puerta. Estaba dispuesta a proteger a sus amigos, y ahora sí se sentía capaz de luchar.

Poco podía imaginar peor que lo que estaba sucediendo. En cuanto su vista se adaptó, la escena que tenía ante los pies no le gustó en absoluto, y no pudo evitar sentirse imbécil por haber pensado que su problema era mayor que el del resto cuando aún estaba en el baño.

No sabía que tanto iba a mejorar que le viesen así, mas que para perturbar más si cabía aquella estampa. A parte de imbécil, se sentía inútil. De todas formas, ¿que cosa podía hacer él para ayudar? No sabía nada de magia, Irianna no estaba y sin poder hablar dudaba que nadie fuera a pararse a leer lo que escribía en un papel. Si aquello era lo que la Luna Roja deseaba, dudaba poder luchar contra el trabajo del astro.

A pesar de lo que les estuviera pasando y de en algunos casos ser irreconocibles, sabía que sus amigos y compañeros estaban allí, bajo los gritos, el ácido y las formas de retorcerse de dolor. Y él no era menos monstruo que ellos. Se llevó la mano libre al cuello, rascándolo con suavidad mientras se imaginaba como habría sido lo suyo de haberle dolido la transformación. Tan solo se había quedado sin sentidos unos minutos, pero nada tan horrible como la forma en la que los huesos de Devoss y Varsai se rompían. No era capaz, pero hizo ademán de tragar saliva.
¿Debía acercarse a ellos? El cuerpo se le había paralizado por los gritos.

Antes de poder reaccionar observó en obligatorio silencio como la varmana adoptaba una forma más familiar delante suya. Un leopardo de las nieves. Devoss, por su parte, era cada vez más similar a un tigre.
En vez de asustarse, cosa que habría hecho de aún tener la cabeza en su lugar, estiró la mano para acariciarla. Sorprendentemente, lo suave que era al tacto consiguió darle paz y amenizar la masacre.

«¿Varsai...? ¿Estás bien?»— Pensó, sin creer que pudiera oírle, ni ella ni nadie. Un ruido le hizo alzar el cuello y centrar su atención en la salida al patio. Dejó la cabeza en un escalón, haciendo de tripas corazón con la misma disposición de la ahora bestia, a defender a los suyos. — «Venga ya... ¿¡Quién va!? »

O más bien qué.

Sin llevar nada para protegerse y con la compañía de Varsai, salió al patio. Cualquiera diría que era un acto de locura, pero Jace no era consciente de que no iba armado, ni siquiera en tal situación, y llegados a ese punto le daba igual luchar contra hienas voladoras a puñetazos.

El valor del que se había cargado se desvaneció enviando otro grito de sorpresa como el proferido al ver su cabeza flotando en la bañera.

Una criatura enorme, similar a un ave nocturna mezclada con felino se había plantado en medio del patio junto con otra persona. El hecho de que no tuviera cabeza, como él, le hizo sentirse ridículo por asustarse, pero lo cierto es que sumado a la tormenta y el animal, la silueta intimidaba lo suyo. Al verlo en condiciones, se percató de que era una chica.

«¿Eh?... Espera Varsai...» —hizo un gesto a la leopardo para adelantarse e impedir que atacase, sin importarle el mojarse por la lluvia. Se llevó una mano al pecho y con la otra apuntó a la recién llegada y su animal. —«Tú, yo... ¿Son de paz? ¿Co-Compañeros sin cabeza?»

Según hablaba, Jace hacía gestos con las manos probablemente ofensivos para cualquiera que hablase en idioma de signos. No era consciente de que estaba enviando cada pensamiento a todos a su alrededor y que no estaba tan mudo como pensaba.

Un enorme felino, blanco y mullido, acudió a recibirle, aunque no parecía contento con su llegada. Junto al animal, que imaginó sería un licántropo, llegó... << Un dullahan>> Marsi no podía creérselo, el violinista le había dicho que no era una transformación tan frecuente. Pensamientos abstractos agradables se transmitieron a las personas más cercanas a ella, incluyendo los dos recién transformados. De un salto, bajó de su montura, que miraba fijamente al leopardo. Al fin y al cabo compartían cuartos traseros.

-<< Hola, soy dama Estribo>>- se presentó, tras dudar unos segundos.- << Esto... nosotros vivíamos aquí la cosecha anterior, así que vinimos a echar una ojeada.>>- con una mano acariciaba a Cárabo para mantenerlo en el sitio, pues la criatura estaba deseando curiosear. En un vistazo, Marsi se dio cuenta de algo, y preguntó a Jace alarmada- <<¿Dónde está tu cabeza? Debes tenerla cerca siempre, puede ser peligroso>>

???

La cizaña que era el ulterano se alzó del suelo. Notó aquella sensación, como un cosquilleo. Por supuesto, seguia doliendo, e incluso quemando, las heridas que habia causado aquella siniestra cola al salir, pero prono se acostumbró a aquella sensación. Sin embargo, no tuvo tiempo a aburrirse de ella, pues, como un viento, el xolnita notaba una serie de brisas acariciandole el rostro, algunas más placenteras que otras, las voces que sonaban en su cabeza de pronto cobraban más sentido.
Un último hechizo reflectante le regaló su apariencia, ya casi final, de su apariencia. Posaba, tranquilo, más tranquilo de lo que se esperaba. Parpadeó un par de veces. Sus nuevos ojos, eran tan horribles o peor de lo que habia visto la ultima vez, como un abismo negro que el ulterano cargaba por dentro. Lo consideraba irónico.
Se giró de medio lado y se concentró en la cola, para ver si podia moverla. Y asi lo hizo, al principio, se sacudió ligeramente y, pronto, todas las secciones de su cola se comenzaron a mover con lentitud, plegandose y desplegandose, como si tuviera una nueva mano y estuviera probando a cerrar el puño, lo repitió un par de veces.

No sentia tanto dolor ya, pero las brisas, las brisas seguian llegando, ligeramente agradables, se irradiaban de la confusión de los demás en aquel torreón, la confusión, el miedo, aquel susto que era la transormación, le agradaba. No podia jurarlo a ciencia cierta, pero sentia hasta placer, por poco que fuera. Como adormilado, se frotó la cara, para espabilarse y, finalmente, vio a dos desconocidos. Al estar casi desnudo, le dió algo así como un ataque de pánico y, con una sacudida en su larinje, vómito y ácido salieron volando en aquella dirección, el ácido viajando mucho más lejos para caer relativamente cerca de aquellos que se habian presentado, aunque, al menos aquella vez, no habia sido intencionado por el ulterano, que se escondió detrás de un mueble debido a su nudez.
Notaba la forma de su boca, el sabor de aquel ácido mezclado con el vómito y los jugos gastricos. Ya nada quedaba en el estómago del ulterano. Finalmente, su cuerpo aceptó el cambio y las nausas desaparecieron. Se limpió la boca con la mano. Aquel ácido, color verde lima no le quemaba en absoluto y desaparecia más rápido en su mano que una gota de agua regular.

Definitivamente podia escupir ácido. Habia ganado aquella horrorifica habilidad. De la punta del siniestro aguijón goteaba aquel liquido, o, al menos, uno del mismo color. Controlando su cola, la empujó con algo de dificultad contra la madera del mueble. Con la punta, comenzó a quemarle, hasta que se hizo un agujero y la totalidad del aguijón asomaba al otro lado del mueble.

-Interesante...-murmuró. Las brisas le peinaban, le relajaban, le hacian todo aquello más distante y, a la vez, mucho más cercano. Podia notar como variaban de persona a persona. Por ejemplo, los dos que habian entrado no conferian brisa alguna y aquello era decepcionante y, a la vez, por algun motivo, peligroso.
Alcanzó con la cola su ropa y tiró de ella para el, quemandola algo más. La cogió y con sus dedos, chupó el ácido que le la comia. Por suerte, todavia gran parte de ella se podia salvar. Reparó que sus uñas parecian más negras que nunca. Aquellos colores le desagradaban ampliamente.

Tras vestirse, se alzó, con ayuda del bastón cojeó hacia los dos que acababan de entrar. Un delgado hilo de ácido se deslizaba por sus labios y luego por su barbilla, goteando contra el suelo, dejando un caminito de circulitos humeantes.
-Si. Hola. ¿Una explicación científica de lo que acaba de pasar... o, para algunos, lo que todavia está pasando?-pidió, irritado, por el dolor, por el miedo que habia pasado, por como horrible se sentia y veia. Asi, era un monstruo por fuera y por dentro y no le gustaba. Queria razonarlo, queria razonar porque aquello tenia que pasarles, pero sobretodo, queria saber porque a el.-Y juró ante los antiguos que como la respuesta sea "magia", os escupio más de este ácido, que creo que por fin lo estoy empezando a controlar.-amenazo, aunque le faltaba la fuerza para ello, sentia que ya habia vaciado casi todo el ácido de su sistema, y, además, estaba demasiado agotado como para enemistarse con nadie en aquellos momentos.

Noto que la transformación toca a su fin, el dolor va remitiendo poco a poco. Lo veo todo más bajo y ni siquiera se que soy. Mis sentidos están mejorados, incluso me llega un olor a quemado... Y eso me da muchísimo miedo, porque sé que hemos perdido. Esta es mi verdadera forma...sea la que sea. Me resiento de los pequeños dolores que me dan cada pocos segundos. Nada comparado con la tortura de antes. No puedo evitar tener un poco de alegría, al menos ya no se me rompen los huesos...

Intento caminar, ahora entiendo porque lo veo todo diferente, estoy... a cuatro patas. Me miro lo que creía que eran manos y casi me da un infarto. <<Mierda... soy un maldito tigre. ¡Maldita sea>>. ¿Que va a pasar conmigo? ¿Voy a estar condenado a vivir bajo esta estúpida forma? Miro a Roaxen y algo despierta en mí. Algo que me revuelve el estómago.

Es como si mi instinto animal me hablara. <<ENEMIGO.COMIDA...VENGANZA>>Me quedo extrañado¿Que me está pasando? Entonces en mi interior despierta un gran apetito, me entran ganas de devorar al ulterano...<<¡NO! El nos ha tratado mal pero no se merece eso>> <<¿SEGURO? DESTRÚYELO, SE LO HA GANADO. SE LO BUSCÓ EL SOLITO...>>

En eso tiene razón, casi morimos por su estupidez. El tigre dio dos pasos hacia delante para luego retroceder bruscamente. <<¡Pero eso está mal, puede que lo odie mucho...pero aún así... nadie debe morir en este día..>> El tigre no se decidía, de vez en cuando gruñia por lo bajo y otras veces negaba con la cabeza, en su interior había una batalla mental. Los contrincantes, no eran ni más ni nada menos que la mente animal y la mente humana. Cada una luchando por sus propios motivos e intereses.

El ulterano se marchó, haciendo una muestra de su poder. Me quedo varios minutos dando vueltas por la habitación, luchando contra el instinto que me dice que le salte encima. ¿Así que seré esto? Una bestia... ¿Te has divertido ya Luna? ¿O quieres jugar un ratito más? De repente capto varios olores, pero uno predomina sobre el resto. Es el olor de Varsai, lo siento, sé que es ella. No sabría decir por qué, pero estoy muy seguro de que es la varmana. ¿Por qué? Porque huele como yo, ella ha tenido que transformarse en lo mismo...

Sigo el rastro, que desemboca en el patio,dónde se encuentran varias personas. Conocidos y... <<¿Desconocidos?>> El instinto vuelve otra vez. Y en esta ocasión viene fuerte. <<MÁTALOS, SON ENEMIGOS...¿NO LO VES? LA LEY DE NO INTERFERIR HA FINALIZADO...>>
<<No debo...no lo sabes bien...>>
<<Tu vida terminará dentro de poco si no actúas ya>>
<<No he sobrevivido tanto tiempo para convertirme en un asesino...>>
<<¡NO HAS SOBREVIVIDO TANTO TIEMPO PARA CONVERTIRTE EN CADÁVER! ¡RECUERDA TODOS ESOS MOMENTOS EN LOS QUE TE SALVASTE! ¿¡QUIERES MORIR AHORA!? HAY QUE DESTROZARLOS...QUE NO QUEDE NADA DE ELLOS...>>

La mente racional se calló, no tenía argumentos. La voz animal era muy fuerte, y lo era aún más con la Luna Roja... Había sido derrotado, el holandés había desaparecido. Cualquier valor moral que le inculcaron de pequeño se murió rápidamente. La Bestia había ganado el combate, ahora no era más que un rabioso tigre, dispuesto a acabar con todo. Tenía hambre y sobre todo odio. Empezó a gruñir muy bajo... Las garras se alargaron...

Y mientras sus compañeros hablaban, una mole naranja con rayas negras pasó a su lado corriendo. Rugió fuertemente...como en el sueño... Y se abalanzó sobre la Dullahan... La bestia reía por dentro... <<Set, juego y partido>>.

Casi debo estar inconsciente, tirada en el suelo y sin moverme, encima de mi propia camiseta ardiendo y percatándome de que el sujetador también está en llamas, solo tengo fuerzas para quitármelo, en otro momento me habría importado demasiado llevar los pechos al aire, ahora, no es más que la molestia que te puede dar una mosca comparada con la de algo rajando tu piel. Aún no ha parado, la nueva extremidad sigue abriéndose saliendo de su cascarón, a mi alrededor se va formando un pequeño charco de sangre que sale de la parte herida, el líquido rojo arde, al igual que lo hace mi pelo, aún no puedo controlarlo. >>¿Qué clase de criatura puede convertir sus cabellos en lenguas de fuego? ¿Qué clase de ser puede arrojarse encima de ropa quemada y no sentir más que caricias? ¿Qué es lo que soy?<<.

Continúo boca abajo con la mejilla pegada al suelo del patio, llorando, desviviéndome entre sollozos y súplicas, con punzadas esporádicas y prácticamente derrotada por el nuevo ser que va apartando a un lado con brusquedad a la humana que había en mí. El último tirón fue el peor de todos, solo había salido la mitad de lo que parece ser una cola y el resto lo hace a mayor rapidez, arrancándome un último grito desgarrador y salpicándome la espalda de sangre. Noto el peso, la muevo despacio de un lado a otro aún sintiendo algo al hacerlo.
-Escuece...escuece mucho.- logro decir, cuando intento levantarme no puedo evitar mirarme las manos y entonces entiendo que entre todo aquel concierto de sufrimiento ni siquiera me había dado cuenta de que mi piel se ha tornado de un rojo encendido, como si fuera una hija de la Luna Roja, no es solo aquello lo que se me ha pasado por alto, al mover los pies noto algo diferente, me miro los pies asustada, se han convertido en garras, garras de reptil, proclamo un grito más fuerte.- máta...mata...me, por favor- me deslizo por el suelo y consigo incorporarme del todo, por culpa del peso de la cola me voy hacia atrás y aterrizo de culo, aguantando las ganas de chillar.

Paseo la mirada desde donde me encuentro, y siento una horrible soledad, estoy... sola, completamente sola. No sabría decir cuanto tiempo ha pasado desde que la Luna ha empezado a actuar pero sé que había gente que comenzó a cambiar antes que yo, así que... ¿Dónde estarán ahora Varsai y Devoss?, ambos se parecían cuando les apareció pelo, ¿Y Roaxen? ¿A dónde demonios se fue Sekk y por qué tarda tanto en volver? ¿Irianna? ¿Dónde está cuando se le necesita?, tuve tiempo para ver cómo se marchaba con aquellos blancos de niebla, ¿Kimbra, nadie ha oído mis gritos ni los de los demás?, luego están aquellos a los que no he visto en todo el día, ¿Qué habrá sido de Jace, Sigrún y Rasqa?.

Mis dudas empiezan a ser resueltas solas, algo desciende desde el cielo, una sombra, tres en realidad, una más grande que las demás y dos encima. Enseguida sé que no son de aquí, que pertenecen a la ciudad, el resto de mis compañeros entran a tropel. Nadie parece percatarse de mí, ni siquiera con dos partes de la ropa ardiendo en el suelo y habiéndoles indicado dónde estaría antes, de todas formas no les digo nada. Permanezco en el suelo tapándome la boca para no gritar de miedo, paralizada, Roaxen tiene una cola de escorpión, a Jace... a Jace ¿Se le ha caído la cabeza?, y un leopardo blanco y un tigre entran también de forma agresiva. Yo me sigo haciendo más pequeña cada vez, mirando al suelo, apartando de mi mente lo que acabo de ver. Pero hay algo que me hace cambiar, una de las bestias, la naranja, la cual me suena a que es Devoss se abalanza sobre los visitantes, con un gran salto que podría ser mortal, sin embargo las enredaderas de Letargo hacen algo fascinante y se mueve, agarrando las extremidades del holandés y manteniéndole  en suspensión.

De nuevo me pongo en pie, sin importarme llevar los senos al aire, la furia que llega sobrepasa la vergüenza. No, yo digo que no a que nos ataquen en nuestra propia casa.
-Uy, -le digo a la mujer que se parece a Jace, y haciéndome presente desde el rincón del patio para aquellos que no me han visto- ¿Han abierto un zoológico nuevo? ¿Los antiguos transformados quieren echar una ojeada?, qué interesante...-conforme voy avanzando hacia ellos voy adornándome de mayor seguridad, me pongo al lado del tigre.- Voy a hacer una pregunta, ¿Desde cuándo somos monos de feria?, si queréis divertiros podéis salir por esa puerta, largo.- cierro los ojos con fuerza, respirando fuerte, para cuando vuelvo a abrirlos su color verde ha desaparecido, en su lugar, el color del fuego habita alrededor de las pupilas. Empiezo a suponer que debe de haber alguien más, ninguna de las dos mujeres han conjurado ningún hechizo para detener a Devoss en el aire- Tú- le digo al aire- bájalo ahora mismo, o te juro que yo misma quemaré las enredaderas- amenazo alzando la mano, a centímetros de la planta- te aseguro que puedo hacerlo- o al menos eso creo.