Primer sueño de Yrio

Yrio se tapa los ojos y suelta un quejido molesto << ¿Quien ha dejado entrar al sooooool?>> piensa rodando sobre sí mismo para evitar la luz, pero ve que pronto sus ojos se acostumbran a la claridad. No esta en el torreón, está en una torre blanca, un lugar desconocido.... Se tensa de inmediato y se pone en pie de un salto.

-¿Hola?- pregunta al aire tímidamente.

No hay ventanas, y lo unico que parece conectarlo con el exterior es el inexistente techo, y las interminables escaleras. Yrio duda si subir a comprobar en qué lugar de la ciudad está, pero de alguna forma aquello le parece una versión bonita de su llegada a Rocavarancolia, así que mira de reojo a su segunda opción... La puerta.

Una puerta de aspecto inofensivo, y aun así Yrio desconfía. Se acerca con cautela y posa la mano sobre el pomo con miedo y duda. Y tira de él.

Yrio gritó con toda la fuerza de sus pulmones al caer, pero no por mucho tiempo, pues se acabó estampando contra una baldosa. Sintió el corazón latiendo en su garganta y con la cara mucho más pálida que de costumbre, incluso se podría decir que tenía un ligero tono verdoso. << Yrio eres idiota, ¿quien te manda salir por una puerta antes de mirar?>> pensó. Pudo oir voces familiares en la distancia, pero hasta que no las tuvo bien cerca no se atrevió siquiera a levantar la cabeza de la baldosa, manteniendose en la misma posición en la que había caído.

Alder y Seon saltaban de baldosa en baldosa con soltura. Estaba claro que seguían en Rocavarancolia, tal vez habían salido a explorar y habían acabado allí, pero no lograba recordar para qué. Su estómago dio un bote cuando las chicas chocan, aterrado por la idea de que cayesen. Pero no caen, sino que le animan a seguirlas.

-¿Pero por qué tenemos que subir?- preguntó con voz chillona por el miedo.

Se puso en pie lentamente, pues las piernas le temblaban descontroladamente, y miró la baldosa a la que tenía que pasar. Luego a la puerta por donde había salido. Se mordió el labio. Tras mucho dudar, saltó con los ojos cerrados y sintió la baldosa bajo sus pies. Suelo seguro.

-¡Ja!- gritó triunfal, y con una amplia sonrisa buscó con la mirada la siguiente baldosa.

Yrio iba cogiendo confianza conforme subia. Su característica torpeza no le retrasaba esta vez, y parecía que las propias baldosas ponían de su parte, aunque Yrio prefiriese pensar que no era más que su imaginación, pues igual que se acercaban para ayudarle podrían alejarse.

El paisaje iba cambiando y el chico se iba olvidando poco a poco del miedo que tenía y de sus preguntas. ¿Qué más daba lo que hubiesen ido a hacr allí? Se estaba volviendo incluso divertido. Pechote apareció precedido del zumbiodo de su avispa y estaba claro que no le estaba resultando nada sencillo seguir el ritmo de los demás.

-Si es una carrera ve saltando como los demás en lugar de ir en tu avispa- le respondió, sin amedrentarse por su tono de súplica- Volar es hacer trampas- le acusó.

Yrio sube cada vez más rápido, riendo por lo bajo al oir las quejas y maldiciones de los otros dos. Pero el tintineo que les persigue es molesto. Se gira para ver de donde viene y su rostro pierde todo rastro de color al darse cuenta de como van desapareciendo las baldosas. Se queda paralizado en el sitio, y atiende impotente a como sus compañeros se ven incapaces de avanzar. Yrio vuelve sobre sus pasos, hacia ellos. Y Pablo cae.

-¡No!- grita, desesperado.

Aparta rápidamente la mirada para no ver al otro caer, pero agarra a Tap y vuelve a saltar de baldosa en baldosa. No se lo carga al hombro, sino que lo lleva colgando de una mano, bamboleándose mientras su portador trata de avanzar.

La cabeza de Yyrio da vueltas, así como su estómago. Algo había en aquellas baldosas que había empezado a desorientarle, y la presión del tintineo tras sus pasos solo hacía aumentar su angustia. Algo estaba aplastanto a Tap, lo mismo que ralentizaba su marcha, era como un viento que te viene de frente. Yrio se detiene y se limpia la gota de agua de la mejilla, Tap le pide que le suelte, que le deje caer, aquel amasijo verde y grotesco que antes fue su compañero.

-No puedo- le dijo angustiado- no puedo dejarte caer...

Era un lastre, era una molestia, le odiaba y había planeado su asesinato muchas veces, pero siempre en tono jocoso, nunca se había planteado seriamente el matar a alguien, a sangre fría, con conciencia, aunque fuese por petición del otro. Un grito le hizo girar la cabeza bruscamente, parecía Alder. Miró al ser grotesco en el que se había convertido Tap.

-Voy a lanzarte ¿vale? Intentaré lanzarte hacia la siguente baldosa y luego ya tu te apañas. Si te quieres caer te tiras, pero eso ya es cosa tuya- le dijo aceleradamente

A continuación, lanzó al repoblador con todas sus fuerzas hacia una baldosa más arriba y siguió él su camino, saltando a la siguiente, buscando a Alder con la mirada.