Torreón Letargo (Archivo III)

Yrio miró a Serok de reojo desde los brazos de Seon. Ya hacían guardia por las noches desde lo del lagarto, y ahora sabían lo del puente así que no hacía falta ninguna medida más por el momento.

-Yo creo que con reducir las salidas e ir en grupos más grandes es suficiente... -dijo en voz un poco baja.

Seon fue a atender la puerta. Podía reconocer los chillidos estridentes y molestos que tanto odiaba, pero en parte se alegraba de escuchar. Allí estaban todos los desaparecidos; Pablo con Tap y Alder que por alguna razón había decidido volver antes de la fecha, aunque lo más seguro sería que Pablo le hubiese contado lo de Macak. Agradecía tenerla de vuelta, el torreón tenía un ambiente deprimente desde hacía días, siempre tristes o de mal humor. Todos. El incluído

-Mala hierba nunca muere, ¿eh?- comentó al pasar junto a Tap- Ya pensábamos que habían hecho ensalada contigo

No quiso preguntar a qué había salido Pablo y tampoco se atrevió a acercarse a Alder demasiado, pues Seon necesitaba a su mitad mucho más y prefería no entrometerse. Pero le dedicó una sonrisa algo triste y le saludó con un gesto.

-Bueno ya que estamos todos podríamos comer algo y que Alder nos cuente algo para subir los ánimos, que da pena vernos...

Llegamos corriendo al torreón y, cuando por fin entramos a sus protectores muros y el subidón de adrenalina se fue me caí de rodillas sobre el suelo boqueando, me faltaba el aire y me esforcé por recuperar un ritmo respiratorio normal.

Cuando por fin lo conseguí oí como algo chirriaba fuera, fui a ver y se trataba del puente levadizo, el cual ahora estaba arriba, vi volver a Serok y contar lo que había pasado, con pelos y señales.

Las palabras del ulterano trajeron a mi mente las escenas del cementerio y me asaltaron las nauseas, fui corriendo hasta una de las letrinas del patio y vomite sonoramente en ella. El olor a sangre me asalto y volví a vomitar. Por fin se fueron las nauseas y pude levantarme, aleje de mi aquellas imágenes y volví al salón.

En el que sorprendentemente ahora se encontraban Pablo, Tap y Alder, la llegada de esta ultima me sorprendió gratamente, la aparición del repoblador no tanto. Me senté sobre uno de los sillones y me pase la mano por el pelo fijándome en las vendas, si es que las podía llamar así, y me di cuenta de que o nadie se preguntaba que eran o directamente les daba igual. Tampoco me pare demasiado en este pensamiento, que no dijeran nada sobre ellas no dejaba de ser una ventaja para mi.

Tap estaba hablando y parecía a punto de decir algo bastante importante pero Pablo le dirigió una mirada envenenada para que estuviese callado, mire a Pablo con cara de pocos amigos y entonces Yrio sugirió algo bastante convincente.

-Es cierto Alder, ¿por que no nos cuentes algo divertido que haya sucedido por el otro torreón durante tu estancia en el?.- Dije corroborando las palabras de Yrio.- Así podremos despejar un tanto la mente.

Alder besó a Seon en los labios antes de separarse para cumplir con las peticiones del público.
- Algo divertido... - evidentemente no podía hablarles del desayuno. Traía chocolate para Seon y un par de pasteles más, pero no eran suficientes para todo un torreon. Ante el aspecto de Yrio, decidió compartir sus reservas con él también.- Nada poco habitual, lo siento. Aparecieron nuevos, de esos que siempre salen de debajo de las piedras, K le dio un buen uso a la furcia, y todo el mundo es feliz y RR nos quiere descuarizar a todos con un hacha, pero esta bien, porque nuestro encantador paranoico solo estaba hasta las cejas de drogas.- dijo en un tono muy animado.

-¿Qué?

- Ah, si, Karime y DL tuvieron un despertar divertido.

- No estaba preguntando por eso.

- Seon, no seas pervertida, no estaba delante, ¿que detalles quieres que te de? - Seon frunció el ceño. Sin embargo, que Alder hubiera decidido ser ella misma y estar de buen humor, estaba consiguiendo oscurecer un poco su animo y ya se sentía mejor.- Mirad, han sido unos días muy agradables, pero no se me ocurre ninguna anecdota que se pueda contar especialmente divertida ni larga. Que tal si en vez de eso, os cuento un par de historias de hace más tiempo? Teneis permiso para sentaros y aplaudir al final. Y tu Yrio puedes venir a recibir un abrazo, que tienes una cara horrible. Es mi premio de consolación porque yo he estado durmiendo con K y sus maravillosos pechos.

Alder se sentó y tiró de Seon para que ocupase un sitio a su lado.

- A ver, que tal si os hablo de mi encantador ex y su no tan encantador encuentro con mi hermano Verei? Es una historia relativamente reciente. Estaba saliendo con Keo entonces, que era un edeel algo mas mayor que yo. De Keo todo lo que puedo decir a favor de su inteligencia es que tenía un físico excelente y un par de ojos rosa preciosos. Y lo mismo va por su sentido de la orientación. Así que este chico, salió de mi cama un día, con la sabana como unica ropa, y se fue al baño medio dormido. Y regresó por el camino incorrecto. Verei duerme en una habitación cerca de mi, con su aurva Melibea y su novio en una cama muy grande, mientras busca una casa para él. No sé que les vería hacer, pero se que se despertó del todo y llegó a mi cama de vuelta con la cara roja como un tomate. - hizo una pausa.- Y al poco llaman a la puerta, y esta ahí Verei con su pijama a medio poner y... una sábana en la mano.- Seon soltó un ruido parecido a una risa sofocada a su lado.- Y me dice: Tu novio se ha olvidado esto en mi cuarto, Alder. Ha sido mas o menos cuando huía despues de interrumpir nuestras diversiones mañaneras. Ah Keo, no te sonrojes, dice Melibea...- Alder había ocmenzado a reirse de su propia historia en aquel momento, probablemente más que los presentes, y le costaba hilar las palabras- que... tienes... un pene precioso.

Alder estaba en medio de un ataque de risa, a pesar de que parecía estar disfrutando ella mas la historia que cualquier otra persona (quizás porque ella podía recordar la cara de Keo en ese momento). Tenía una risa muy contagiosa, y al poco Seon también empezó a reirse a rachas. Alder hizo una leve pausa para recuperar el aire y seguir.

- Y el pobre Keo... dice... "gracias" con una voz totalmente aguda, como si se hubiera tragado un bicho. Y sale por la puerta tal cual como si se fuese a ir a su casa, mientras mi hermano le persigue para intentar decirle que aun no ha cogido la sábana, (por no hablar de su ropa). Pobrecito... nunca mas supimos de él.

Y volvió a reirse durante un rato largo hasta calmarse.

La llegada al torreón fue rápida, sin complicaciones. Una vez dentro Serok subió el puente y relató lo que había sucedido mientras yo me derrumbaba en el sofá con la mirada perdida, intentando ignorar la parte de Macak. Luego llegaron Pablo, Thras y Alder para regocijo mío, de quien no quité ojo ni oido en todo lo que dijo e hizo.

Es más, me animó y mientras contaba la historia me puse a cocinar, para distraerme de paso. Me sacó un par de risas con los problemas de Keo y luego serví la mesa como un autómata aunque a Alder y Seon con una sonrisa y buenas palabras y gestos.

Después tomé un cuchillo, una daga y un trozo de madera para irme al sofá con el cubo (para las astillas) y empezar a tallar la estatuilla de Macak.

¿Y luego a dormir? Mejor un rato entrenando para agotarme y luego a dormir, pero cuando sea tarde... Cosa imposible pues caigo rendido en el cuarto de entrenamiento en cuanto anochece.

NfdR: Post resumen cutre porque ni estoy en casa ni tengo más tiempo u.u Luego lo corrijo/amplío.

No llevamos nada en el torreón y ya Tap a punto estuvo de contarles a todos lo del cementerio. Por suerte una mirada bastó para hacerlo callar, aunque no le hizo mucha gracia. Y hablando de miradas, no se me pasó la de Stefan.

Estaba pensando en hacer algo cuando Alder comenzó a... ehmm... alegrar el día.
Creo que cada uno reaccionó de forma diferente, pero tampoco podría asegurarlo ya que al único al que observé de reojo fue a Atol, quién se puso a cocinar mientras escuchaba.

¿Yo? Simplemente me quedé a cuadros, y dediqué la mayor parte del tiempo a intentar averiguar si la historia era auténtica o si se la estaba inventando sobre la marcha, debate mental que acabó sin tener un ganador claro.
También presté especial atención a algunos detalles del principio, concretamente a lo que había pasado con RR.
“¿Drogado y queriendo descuartizar a gente con un hacha?” Eso no era una buena noticia, pero me daba la razón que necesitaba para añadirlo a mi lista mental de amenazas potenciales de la ciudad.

-Acabas de llegar y estas decidida a demostrar que sigues siendo la alegría de la huerta ¿No?- le comenté la Alder cuando terminó. Aunque no me había divertido su historia tanto como a ella sí que me había puesto de buen humor.

Me acerqué a la cocina para ver si podía picotear algo. Por el camino me crucé con Stefan y, algo mosqueado por la mirada de antes, hice algo de lo que me arrepentiría después.

-Vaya, que vendas más curiosas- le dije mientras le agarraba un brazo y notando un amuleto bajo las telas. Acto seguido presioné hasta que pude ver un ligero resplandor, producido por el amuleto al encenderse por haberse incrustado en la piel. Casi al instante Stefan tapó la luz con una mano.

-¡Uy! cuidado, no vaya a ser que alguien lo vea-


Pasé el resto del día entrenando con el arco, hasta que estuve lo bastante cansado como para no poder seguir. Era raro, se supone que con el tiempo debería tardar más en agotarme, pudiendo practicar cada vez durante periodos más largos. Pero parecía estar pasando justo al revés. No podía asegurarlo, pero estaba bastante seguro que la última vez había aguantado más tiempo.

Contuve un bostezo. Me había entrado sueño con el entrenamiento, así que decidí poner fin al día y acostarme.

Su vuelta al torreón no fue muy movida. Ninguno de los gigantes le dedicó especial atención a Tap, salvo un comentario de Yrio que Tap interpretó como medianamente positivo, sobretodo teniendo en cuenta lo que el gigante podía llegar a decir a veces. Salvo eso, nadie dijo nada más, y el repoblador no sabía qué pensar. Su desaparición, tanto la parte verdadera como la fingida, había pasado casi inadvertida para buena parte del panal. Era cierto que lo de Macak había sido todo muy repentino, pero ella era débil y estaba enferma (y muerta); él había sobrevivido y, sin embargo, no parecía importarle a nadie. Ni siquiera parecía que se hubieran dado cuenta de la ausencia de su avispa y quizá eso fue lo que más le dolió a Tap. Estaban velando la muerte equivocada y, por unos instantes, Tap incluso sintió envidia de su propia víctima.

Sin embargo, enseguida se arrepintió. Negó con la cabeza y bajó a tierra firme de un par de saltos sobre Pablo. Estaba dándole vueltas a tonterías y debía olvidarlas antes de que fuera peor. Macak estaba muerta por su culpa y se merecía el desprecio de los gigantes solo por eso. Pero, de todas maneras, ¿qué importaba? Tap había sabido desde el principio que los habitantes de este panal tenían de colonia lo que de inteligentes. Entonces, ¿por qué esperar una bienvenida? <<No tiene sentido>>. Y aún así Tap no se sentía mejor.

Acabó en el huerto, dónde siempre acababa, pero esta vez no plantaba nada. Se dedicó a patear tallos y hojas y más tallos hasta que le volvieron a doler los pies y tuvo que enterrarlos en tierra. Conforme el escozor fue mermando, el repoblador fue aclarando sus ideas hasta que supo qué era lo que tanto le dolía. Era pequeño para sobrevivir solo, la ciudad era un reto que le quedaba grande, y ahora se había quedado atascado en un panal de mierda, lleno de estúpidos. Estúpidos de los que dependía totalmente porque a pesar de su minúsculo cerebro, tenían el tamaño perfecto para poder hacer cosas tan sencillas como abrir puertas o trasladar cubos de agua sin morir espachurrados. Lo que tanto le afectaba era que él los necesitaba a ellos, pero ellos no parecían necesitarlo a él.

Trepó por una de las plantas y se quedó un rato observando al grupo. Estaban casi todos reunidos alrededor de la Hembra Alfa. No sabía de qué hablaba, ni quería saberlo. Descendió hasta un tallo más enclenque, enrolló su cola en él y saltó. El tallo se dobló y Tap quedó boca abajo, a escasos milímetros del suelo. Era algo que solía hacer en el bosque para relajarse y no pensar en nada: el viento lo mecía y, con la mente en blanco, para Tap era como volar sin moverse. Obviamente estaba en Rocavarancolia y dentro de un panal, por lo que esta vez no había aire alguno. Pero el olvidarse de todo le resultaba algo lo suficientemente atractivo como para pasar por una vez ese detalle.

Perfectamente pudo estar así más de media hora y más de una, hasta que se sintió tan embotado que no le quedó más remedio que dejarse caer al suelo. Permaneció otro rato tumbado allí y, cuando por fin se sintió algo mejor, entró al edificio y rebuscó algo de comer en las cestas. Salió del panal sin haber intercambiado una sola palabra con nadie y no tardó en desaparecer entre las enredaderas. Con un poco de suerte, no volvería a cruzarse con los gigantes hasta mañana.

Al final Alder cede a las peticiones y nos cuenta una historia muy divertida con la que me reí y sonroje a partes iguales. Al final la historia sirvió para lo que era, que la gente olvidase momentáneamente la desgracia que habíamos tenido.

Me dirijo a la cocina para ver si Atol necesita alguna ayuda con la comida y me cruzo con Pablo, que me aprieta el brazo por encima de las vendas. La reacción no tarda en manifestarse, noto una presión sobre la piel y un dolor agudo a la vez que siento algo fluir, unos segundos después una luz muy tenue brilla a través de las vendas y me apresuro a taparla. El lanza una pulla a la cual respondo con una sonrisa fingida.

-No te preocupes, un accidente lo tiene cualquiera.- Había una amenaza velada, aunque la sonrisa era impecable y no dejaba traslucir nada mas.

Subí unos pisos mas arriba y me quite las vendas del brazo para descubrir que había dejado un cristal a medio cargar y ademas mal puesto. Con un esfuerzo tremendo conseguí cerrar la herida, ya que no podía concentrarme bien en las palabras y gestos. Esto no se iba a quedar así, planeaba devolverle la pelota de una forma u otra. Volví a poner las vendas, esta vez bien y asegurándome de que ningún cristal pudiera causarme daño alguno.

Baje para comer y luego mire hacia Yrio, recordando su malestar le pregunte:

-¿Que tal estas del estomago?, ¿mejor?. En mi mundo existen algunos remedios para eso, pero aquí no tengo nada de ello, así que no puedo ayudarte de ninguna manera. Si te sirve de consuelo, se lo mal que se pasa con esas cosas.

Espere su respuesta y dedique la tarde a descifrar el libro, en el cual ya iba teniendo mas soltura. También observe como Pablo y Erin disparaban a una diana, en ese momento se me ocurrió una maquiavélica idea para mi venganza. Sonreí con malicia y me dedique a otras cosas hasta que cayo la noche.

Esa noche volví a practicar magia y luego me acosté tarde.

Yrio corrió a sentarse cerca de Seon y Alder. Su cara fue la misma que la de la peliazul cuando Alder comentó lo del drogadicto asesino, y por un instante pensó que no había sido buena idea sugerirle que contase cómo le había ido en Maciel, pues no tenía por qué haber tenido buenas experiencias. Pero compensó con una historia de antes de la cosecha. Yrio se rió tanto como Alder, no tanto porque le hiciera gracia de verdad sino porque la risa de la chica era increíblemente contagiosa. Al final le acabaron doliendo las mejillas de reir. Su edeel no tenía hermanos, y su familia tampoco era la alegría de la huerta así que no tenía nada interesante que contar, a no ser que se pusiese a enumerar las peleas absurdas que había tenido con su parte oscura, cosa que posiblemente no sería buena idea.

Pasó un rato más hablando con sus compañeras y preguntando cosas, tratando de evitar temas inapropiados o deprimentes y centrándose en los avances que habian hecho con la magia, las cosas que habían encontrado en la playa y otras nimiedades. Al final acabó escurriéndose a la cocina para mirar como Atol cocinaba y picar algo mientras él no miraba. No lo consiguió, y el libense le hizo poner la mesa él solo para todo el mundo. Cenaron tranquilamente y cuando terminaron Yrio pensó en estudiar un rato antes de irse a dormir pero Erin le había quitado su sitio favorito en el sofá. Con un bufido se dispuso a subir al cuarto a leer cuando se le cruzó Stefan.

-Eh... Sí, estoy mucho mejor, ya puedo comer normal sin vomitar. Probablemente fuera...- se le hizo un nudo en la garganta- ...el susto

<< De todas formas en mi mundo también tenemos remedios para el estómago, no sé donde se habrá creido este que vivo...>> Le dio las buenas noches a Stefan ya los demás y subió al cuarto común. Allí se tiró en plancha en la cama con su libro en la mano con tal mala pata que no solo se dio un coscorrón contra la tapa del libro, sino que se clavó algo afilado que tenía escondido entre las sábanas.

-Jodeeeeeeeer- se quejó, sacándose la punta de flecha del brazo. Sangraba mucho y estaba poniendo las sábanas perdidas. Aún con el arma en la mano fue a conjurar un hechizo sanador para cerrar la herida. Le dio un chispazo- ¡Ay! - fue como un calambre, y dejó una picazón en la mano que había sujetado la cuchilla. Probó a hacer el hechizo sin ella cerca y funcionó normalmenmte.

<< ¿Qué cojones?>>

Cogió sus nuevas armas, rescatadas de la cicatriz, y junto con sus apuntes de magia subió al último piso, a la sala de entrenamiento que nadie usaba. Se enrolló la cuerda de la cuchilla en el brazo y probó con un hechizo. El mismo chispazo. Lo intentó con varios hechizos, no demasiado complicados, y fue al conjurar una llama cuando descubrió las propiedades de su nueva arma. El fuego mágico surgió de la punta de flecha, no de su mano. Hhizo recuento de los conjuros con los que funcionaba; la luz mágica, el fuego, y muchos de los hechizos físicos como de inmovilización o de impacto. Cuando se quedó sin energías se sentó en el suelo con las piernas cruzadas, mirando sus armas fijamente, pensando en las posibilidades. Tenia cientas, miles, pero estaba claro que eran artilugios difíciles de manejar. Hizo el esfuerzo de levantarse y probó a hacer girar una de las cuchillas. Se le desvió y se llevó un corte en la mejilla, y casi le salta un ojo. Ya no tenía más mágia para curarse, así que, derrotado, se tiró al suelo a pensar, a hacer planes. Pensó que esa noche tampoco dormiría, pero acabó cayendo en un sueño profundo en cuanto le pudo el cansancio.

Seon abrió los ojos adormilada y giró un poco la cara para comprobar que estaba amaneciendo. Emitió un sonido ahogado y enterró la cara en Alder como si pudiera olvidar así que se había despertado a una hora horrible. Le llegó una risilla apagada y un "¿Seon?" susurrado. "Sigo durmiendo" contestó con dulzura mientras se apretaba contra el calor de su pareja. Podría decirse que habían vuelto a la normalidad,- o al menos, a lo que ellos habían aprendido a llamar tal.- Alder había vuelto muy activa, y estaba volcandose en el entrenamiento físico. El resto del tiempo, paseaba con energía por el torreón. Bromeaba con Yrio, le robaba besos a Seon, cruzaba saludos fríos con Serokrai y se deshacia en elogios a la hora de la cena con Atol. Ella por su parte había dejado que la idea de que Macack había muerto se fuese asentando, igual que la horrible sensanción de tener parte de culpa en ello. Llevaba varios días sin hacer magia, no tanto por miedo como por desgana.
No iba a ser así por mucho tiempo, tenía cosas que hacer y pensaba, a pesar de todo, en la magia como una garantía de seguridad. Había pasado los días enfrascada en la lectura y relectura de lo que tenían en el torreón, consiguiendo que se planteara ir por nuevos libros. Había garabateado sin darse cuenta en las hojas de uno, cosa por la que se sintió tremendamente culpable después.
Seón notó besos bajando por su nuca, y a Alder deshaciendose de sus brazos para coger una posición más cómoda desde la que descender.
- ¿hmm?- Giró para quedar bocarriba, y Alder se sentó sobre ella.
- ¡Felices 17! - Se inclinó, hacia su boca, mientras sonreía. La blusa que usaba para dormir se ahuecaba y no tapaba nada en absoluto. Ninguna de las dos vestía mucho para dormir: ¿Hay algo que pueda hacer por ti?
Una parte de Seon hizo que le recorriera un escalofrío de pies a cabeza, anticipando algo placentero. La voz de Alder lo prometía. Y sin embargo, no pudo evitar pensar en otras cosas. Como en que su pareja, con la luz de ese modo, estaba preciosa. Que le gustaba como marcaba la forma de su cara, y el resalte de sombras. Que el pelo despeinado parecía todo un reto. Alder no había esperado respuesta y estaba en su clavícula, interfiriendo con sus pensamientos. Y sin embargo...
- ¿Posarías para mí?- preguntó con timidez.
-¿Hablas en serio?
Alder se había separado para mirarla con incredulidad. Sin embargo Seon estuvo de pronto muy segura.
- Sí, por favor.
- ¿Incluye esto desnudez o final feliz?
Seon se levantó para buscar materiales mientras le hacía un gesto de silencio y otro para que le siguiera a una habitación sin gente durmiendo.
- ¿No prefieres pintar con la lengua? Tengo un sitio que pide una obra de arte...
Seon preparó un sitio ligeramente oscuro con una luz mágica que ancló en el sitio que le pareció mas conveniente.
- Esperaba que me pidieras un regalo de Nacimiento en el que celebrasemos que estas viva y tienes apetito sexual.- dijo medio decepcionada pero sugestiva aun. Seon se rió. - Bueno, soy toda tuya. Incluso si es para estas cosas improductivas. Tu solo dime y me coloco.

Seon le pidió que se pusiera comoda, y Alder pidió lectura si iba para largo. Así que comenzó a dibujarla mientras leía apoyada en la pared. No le llevó mucho tiempo terminar un esbozo. Lo hacía rápido, y le resultaba agradable la sensación de facilidad. Trazó un par de cosas erroneas, que supo disimular con sombras, pero por lo demás no le llevo mas de unos minutos, mientras que otro día quizásle hubiera llevado una hora. Pero no dijo nada y siguió dibujando. En la siguiente hora, Seon acumuló un par de esbozos rápidos, y un primer plano de la cara de concentración de Alder: el ceño ligeramente fruncido, el labio mordido y los ojos entrecerrados mientras leía algo interesante.
La edeel levantó la vista del libro y la interrumpió mientras comenzaba un dibujo detallado del cuerpo entero.
- Seon, llevas un buen rato, y pareces estar empezando nuevas hojas de papel. ¿ Que estas haciendo exactamente?- Antes de que pudiera impedirlo, Alder se había situado a su espalda. - Alma, Seon, si soy yo.
La sorpresa de Alder la hizo reir.
- ¿ Y que se supone que creías que dibujaba, las losas del suelo?- dijo preparandose para hacerse la ofendida.
- Ya se que pintas bien.- dijo ofendiendose ella.- Llevas tres años encerrandote con mi madre en ese cuarto, imagino que para aprender algo. Y además te he visto dibujar muchas veces. Pero eras más lenta. Y este dibujo de mi cara es de los mejores que te he visto. - Hizo un silencio y las dos se quedaron mirando el dibujo.- Y no lo digo solo porque yo soy tremendamente atractiva, que eso siempre ayuda.
Se rieron las dos, y no se habló más del tema. Alder recordó que aun no le había dado los dulces (esperaba que siguieran con buen sabor) y la hizo regresar al dormitorio, donde a base de insistir despertó a susurros a Yrio.
-Hubiera pasado a tecnicas más drásticas de no despertarte. - dijo alegremente, sin dejar entrever si las "tecnicas drasticas" tenían que ver con morderle el cuello, chuparle la oreja o alguna otra cosa indecente, y colocandole bajo la nariz un trozo de chocolate. Había partido en tres todo, y entre susurros, dijo:- Por Seon!
Y brindó con su pastel de nata, consiguiendo una amplia sonrisa de su pareja, que parecía especialmente contenta de que hubiera incluido a Yrio en el brindis.

Tap estaba de nuevo en lo alto de las almenas cuando se hizo de día. Desde que había perdido a la avispa, ese lugar se estaba convirtiendo en su rincón preferido "dentro" del torreón. Las razones eran básicamente las vistas y el escaso aire que soplaba a veces, funcionando en conjunto como efecto placebo de lo que solía ser volar a lomos de su montura. Estar ahí arriba le hacía sentir bien y era un sitio perfecto para reflexionar, aunque Tap allí solía hacer justo lo contrario: olvidarse de todo.

A estas alturas, el repoblador sabía de sobra que le quedaba un largo camino para asimilar todo lo que ocurrió con la varmana. Sin embargo, había decidido no torturarse. Tenía que sobrevivir entre los gigantes y, por su propio bien, debía mantenerse cuerdo. Los recuerdos seguían ahí, conviviendo con él y, aunque a veces tenía pesadillas grotescas que involucraban a Macak, a su avispa y muchas vísceras esparcidas entre las flores, Tap parecía saber llevarlo.

Además había decidido intentar morderse la lengua de vez en cuando y trataba de disimular la irritación que los gigantes le producían. Seguían siendo unos patanes, pero eran los patanes que Tap necesitaba para poder seguir adelante con el huerto, entre otras cosas. Para evitar que le negaran su ayuda, también había intentado (con relativo éxito) hacer menos ruido y evitar emitir chirridos molestos de cualquier tipo. Como le pasaba en el panal con sus avispas, había que saber la manera correcta de pedir las cosas y estos gigantes, aunque se quejaran a veces, tenían un punto fácil de coger que los hacía relativamente dóciles. Sin embargo, el hecho de que fueran ligeramente más listos que el resto de los animales con los que había tratado, le procuraba sus buenos dolores de cabeza.

Volvió a asomarse al patio y, en cuanto vio a Erin entrenando con el arco, decidió que era un buen momento para pedirle ayuda. No se le pasó por la cabeza que la podría interrumpir ni nada por el estilo. Bajó un par de metros enredadera abajo y silbó a la muchacha.

-¡Ey, Erin!-se aprendió su nombre el día que habló con ella por primera vez y dejó de ser Invisible, aunque todavía desaparecía a ratos-. ¿Me ayudas a regar las plantas?-intentó que su pregunta no sonara como una orden, cosa que solo consiguió a medias.

El repoblador bajó hasta el suelo para luego trepar hasta el hombro de la muchacha. Desde ahí, le fue diciendo la cantidad de agua que tenía que echar a cada planta, hasta que Erin preguntó por la avispa y Tap se quedó trastocado. Enseguida volvieron los remordimientos y el malestar que le producía pensar en todo lo que le había pasado estos días. Tragó saliva antes de hablar.

-Pues, verás... Está-le falló la voz y tuvo que hacer una pausa para coger aire volver a empezar-. Está muerta. El día que me fui volando, llegué al mismo sitio al que fueron a enterrar ayer a Macak-hablaba bajito, en un susurro. Lo hacía así porque temía qué su explicación llegara a oídos de otros gigantes que le gustaban menos que Erin-. Había flores y me entusiasmé y apareció el gigante de los cuatro brazos...-volvió a atascarse, le costaba hablar de lo que ocurrió-. La partió en dos. Le arrancó las alas y las patas... Y por eso pude huir. Sino me habría comido también a mí.

Se quedó callado durante un rato, pensando si debería seguir por el camino que estaba tomando su discurso y al final decidió acabar lo que había empezado.

-¿Te puedo contar algo más? Lo de Macak también fue por mi culpa-no dio ningún detalle, simplemente esperó a ver la reacción de Erin.

Me desperté cansado, confuso y torpe. Tanto que casi me caigo de bruces al levantarme, pero me despejé relativamente rápido y salí del dormitorio.
Lo primero que hice fue bajar al estudio esperando encontrar lo que buscaba, y lo hice. Sobre la mesa pude ver dos flechas. En ambas podía verse dibujada una runa en la punta.

La idea se me había ocurrido unos días antes, al ojear los apuntes que hablaban sobre las runas. Pensé que grabarlas en las flechas podría ser útil si nos atacaba algo.

Lo problemático era que solo alguien que pudiera hacer magia podría grabarlas. Atol y Stefan fueron mis primeras ideas, pero no estaba seguro de que el primero accediera, y últimamente no confiaba en el segundo. También pensé en Seon, pero no parecía estar por la labor de hacer magia tras lo que había pasado la última vez.
Al final se lo pedí a Yrio, que aceptó el trabajo, a cambio de que le prometiera comerme sus verduras en las comidas. Y ahora tenía dos delante.

En las dos estaba grabado el mismo hechizo, el de parálisis, que se activaba por presión. En teoría las flechas paralizarían al objetivo contra el que impactaran. En teoría, porque aun no había podido probarlas. Después de todo nunca es fácil encontrar voluntarios dispuestos a recibir amablemente un flechazo.
Lo malo era que las flechas eran de un solo uso. El hechizo solo funcionaba una vez, así que podría decirse que eran flechas de usar y tirar.

Recogí las dos flechas y me dirigí a las escaleras para bajar al salón. Desayunaría algo y luego entrenaría en el patio, y quizás encontrara alguna forma de comprobar el funcionamiento de las flechas nuevas.

Casi había terminado de bajar las escaleras cuando el accidente del día decidió manifestarse. Me encontraba mirando a las flechas y pensando en las musarañas cuando pisé mal un escalón, perdí el equilibrio y solté las flechas, que cayeron escaleras abajo. Mientras tanto yo trataba de mantenerme en equilibrio como podía solo con un pie en el suelo y de una forma muy precaria. Al final la gravedad se impuso y caí yo también.
Instintivamente puse las manos delante para detener la caída cuando llegara al suelo, con la mala suerte de que una de las dos aterrizó justo sobre la punta de una de las flechas que estaba ahí tirada.

No creo que haga falta ser ningún experto para darse cuenta de que eso dolió, aunque el dolor fue lo de menos. El caso es que la presión ejercida sobre la punta en el impacto fue suficiente para activar la runa, y el hechizo. Me quedé ahí parado, paralizado en una postura un tanto extraña. No podía moverme de ninguna forma, ni siquiera podía mover los ojos.
Suspiré, mentalmente, porque suspirar tampoco podía. Pero mira por donde si que podía sentir dolor. Sentía la flecha parcialmente clavada en mi mano, y dolía, no exageradamente, pero dolía.

“Bueno, por lo menos ahora sé que funcionan. ¿ Y cuánto duraba esto?”

No me acordaba, media hora, o tal vez más.

“Espero que alguien me encuentre pronto, o me voy a aburrir mucho.”

Me desperté bastante temprano y muy descansado, pues a pesar de mi entrenamiento el día anterior había decidido dejarlo para poder dormir del tirón y levantarme para practicar con la espada. Y muy temprano no debía haberme levantado cuando ya había gente danzando por el torreón. <<¿Es que esta gente no descansa nunca?>>.

Salí al patio con mi arma y me puse a practicar largo rato, sin embargo antes de ponerme a practicar salude a Tap y Erin con un buenos días. Antes de empezar me quité la camiseta, cosa que fue una buena previsión pues acabe sudando bastante. <<Bueno, como algo para desayunar y luego veré si me puedo dar un baño o algo>>.

Me fui a la cocina y miré las reservas de comida detenidamente, apenas quedaba nada.

-Habrá que salir hoy a por más comida,- me dije a mi mismo.

En estos pensamientos estaba cuando un sonoro golpe me llegó desde las escaleras, fruncí el ceño y fui hacia ellas un tanto precavido por si acaso. Sin embargo lo que allí me encontré me dejó sin palabras, aun así hice un esfuerzo por hablar:

-Pablo, ¿no piensas levantarte nunca?, además, ¿como has llegado a esa posición?,-desde luego yo estaba perplejo, y sin duda alguna mi voz lo reflejaba. << Aquí hay algo raro...>>.

Miré a mi alrededor y me fijé en una flecha que había en el suelo, la agarré por el astil y la examiné cuidadosamente, <<Como no, sólo Pablo sería lo suficientemente patoso para clavarse una flecha con runa paralizante>>, había estado mirando el libro de runas los días pasados aunque no me había convencido aquel tipo de cosa.

Negando con la cabeza decidí llevarlo hasta el sofá pero antes le dejé claro diciéndoselo al oído que yo no podía eliminar aquel tipo de magia, así que ni se le pasara por la cabeza.

Pensé cual seria la mejor forma de trasladarlo, y decidí levantarlo. Ahora bien si lo levantaba estaba en un dilema ya que una de mis manos tendría que ir entre sus..... Resolví no pensar mucho en eso y pase mi mano derecha por entre sus brazos, y la mano izquierda en su entrepierna, teniendo mucho cuidado con no hacerle daño y pidiéndole perdón por si acaso.Me cuadré en el sitio y conseguí levantarlo, con un esfuerzo bastante grande lo levante, bastante sonrojado y algo excitado lo dejé sobre un sofá mirando hacia el techo. Mirándole a los ojos le dije:

-No debería hacer esto pero....- Y asegurándome de que no hubiese nadie mirando rompí el astil de la flecha, me saqué una de las dagas de la bota para sacar la punta y luego recité el hechizo de curación. Aunque ya lo había usado sobre mi mismo seguía maravillándome aquella forma de hacer desaparecer heridas como si nunca hubieran existido.- Espero que después de esto tengas una opinión de mi un poco mejor aunque sea.

Y dicho esto me senté en el sofá también, solo en ese momento recordando lo absurdo de la situación me eche a reír a carcajadas.

La canadiense dejó que Tap trepase por su hombro y comenzó a regar las plantas siguiendo con la mayor precisión posibles las instrucciones de él. Entonces, cuando Erin mencionó la avispa y vio que a este le costaba hablar sobre aquello se sintió algo mal. Tal vez no debería haber preguntado, tal vez no debería meterse en los asuntos de los demás y mucho menos si estos incluían un ser querido para su interlocutor. << Le encerré en un libro. Le encerré en un libro porque hacía ruido, aunque últimamente pareciese invisible >>, pensó, relacionando sin querer el sueño con la vida real. Lo tenía demasiado reciente en su memoria como para no hacerlo.


Escuchó a Tap con bastante atención, debido al tono tan bajo que usaba. Le costaba hablar y Erin lo entendía, no debía ser fácil hablar de la muerte de la avispa, solo había que darse cuenta de la bronca que le echó a Pablo aquel día por un error. Cuando Tap termino de hablar, Erin sintió ganas de abrazarle, pero se contuvo recordando que le aplastaría si lo hacía. –Lo siento. Sé que las palabras no pueden devolverte a tu avispa, Tap, pero cuenta conmigo para lo que sea –dijo. En verdad le resultaba más triste que nadie se hubiese dado cuenta de la ausencia de la avispa que cualquier otra cosa. Al fin y al cabo, era un ser vivo, como Macack.


No dijo nada más hasta que Tap volvió a hablar al cabo de un rato. Le sorprendió que hubiese sido culpa suya, pues la muerte había sido por el golpe en la cabeza con una piedra. Aún así, sonrió. –Hiciste bien, Tap. Los demás estaban ciegos y no veía que estaba sufriendo. Muerta está mucho mejor, al menos ahora no tiene que preocuparse por los fantasma ni porque los demás sean unos incompetentes y quieran arreglar lo imposible –dijo, en voz baja. No sabía por qué le había contado aquello, pero estaba segura de que si se enteraban los demás Tap acabaría bastante mal. El nuevo estaba entrenando con la espada en el patio de ellos, sin camisa, por lo que Erin evitó mirarle el mayor tiempo posible.


De pronto oyó un ruido, pero no le dio importancia. Seguramente alguien estaría haciendo el idiota, como siempre. Suspiró. Tap le había contado su secreto, y ahora ella debía de contarle uno suyo << Es el intercambio equivalente >>, pensó. Aunque no sabía exactamente qué contarle. Podría contarle el sueño, aunque no quería mencionar que lo había encerrado en un libro, no después de que le contase la historia de la avispa. Se subió el puente de las gafas y suspiró. -¿Sabes, Tap? Cuando vine aquí me prometieron una aventura. Y no he sido capaz de salir del torreón salvo para ir a la biblioteca una vez. Pero he visto un sitio en el mapa, la Casa Gamides, no muy lejos de aquí, y me gustaría ir esta tarde para estar sola un rato. ¿Prometes que no le dirás a nadie a dónde he ido si preguntan dónde estoy? -le preguntó, en un susurro, aunque el nuevo ya se hubiese ido.

Las respuestas de Erin consiguieron que Tap sonriera aliviado. Había hecho bien en contárselo y eso le alegraba y le tranquilizaba a partes iguales. La muchacha tenía razón, no había manera posible de traer de vuelta a la avispa, o a Macak, pero el repoblador agradecía sus palabras y su ofrecimiento. Se agachó y, estirando un par de caricias en su hombro, dibujó una cruz. Se usaba en su colonia para dar las gracias y, por un momento, esperó que la giganta lo entendiera. No tardó mucho en darse cuenta de que no sería así.

-Gracias, Erin-realmente no estaba seguro de hasta qué punto tenía razón en lo de la varmana. Él mismo se había repetido tantas veces que era lo mejor para Macak que había acabado perdiendo la fe en ese argumento. Aún así valoraba el gesto de Erin.

Lo que no le pareció tan bien fue lo que le dijo después. <<Otro gigante que quiere salir solo...>>. Su raza debía de tener unas tasas de suicidio bastante altas. Negó con la cabeza y acabó suspirando. Por una parte la entendía. Él había venido aquí a buscar poder, se lo había prometido el gigante de las flores. Poder para repoblar el mundo. <<Mentiroso follacardos>>. Ya ni siquiera tenía ganas de llevar a cabo ninguna hazaña heroica (ni de ningún otro tipo) para la Flora, le bastaba con sobrevivir como logro personal. Y eso era lo que quería también de Erin. Era de las pocas personas del panal con las que podía hablar sin acabar gritando o sintiéndose totalmente frustrado (Seon era otra, Pablo a ratos) y no quería que los pocos gigantes decentes se extinguieran.

-No deberías salir sola. Es peligroso-a pesar de eso, Tap sabía que su especie no era una que hiciera caso a los buenos consejos, así que decidió ayudarla de otra manera.

Saltó de su hombro al suelo y del suelo al carcaj de la muchacha, se encaramó con cuidado a una de las flechas y embadurnó la punta con su veneno paralizante. Seguidamente se perdió entre el huerto y volvió con una hoja larga y fina, que ató a la flecha para que la pudiera diferenciar del resto.

-No la chupes ni te cortes con ella o te quedarás completamente inmóvil en el sitio-le advirtió-. Si ves que no te da tiempo a tensar ese cacharro-señaló al arco-, la clavas directamente con la mano. No la confundas ni la desperdicies inutilmente, que no tengo mucho más veneno. Y más te vale-se le fue la voz en mitad de la frase. Carraspeó y tosió antes de volver a hablar-. Más te vale volver igual que vas a ir, evita pensar como un gigante si es necesario.

En cuanto acabó, se escabulló en silencio hacia el interior del panal. No había pasado por alto el ruido de antes y quería mirar que había ocurrido. Le pareció ver un par de gigantes en los tresillos y decidió acercarse. Su sorpresa no fue pequeña cuando vio a Pablo tieso en una postura estúpida mirando al techo.

-¿Pero qué capullo le ha pasado ahora a este?-a pesar de lo que pudiera parecer, Tap estaba preocupado por Pablo; sobretodo porque sabía que era el superlativo de torpe. Imaginó que no estaba muerto básicamente por la actitud de Stefan, que reía tranquilamente (quizá también de una manera algo inquietante) al lado. Le dirigió una mirada algo agria al Moscardón y esperó a que respondiera