Torreón Letargo (Archivo III)

Dentro del calcetín y aletargado, Tap apenas fue consciente de que era de día hasta que no había pasado buena parte de la mañana. Abandonó su particular cama y decidió echar un vistazo al panorama que había dejado el aluvión de monstruos de la noche anterior. De camino a la ventana, comprobó de buena mano que los gigantes estaban bastante perezosos. Se subió al alfeizar y dedicó unos minutos inútiles para acabar decidiendo que el patio se había quedado hecho una mierda. Las vísceras esparcidas del enorme ser que había parido el suelo ayer le daban la razón de una manera bastante asquerosa. <<No es problema mío...>> se dijo, recordando que tenían que abandonar el lugar por orden de gente más importante que ellos.

Aburrido, volvió hasta el lugar donde había dejado su peluche y lo poseyó. Para no malgastar energía a lo tonto, decidió caminar en lugar de hacerlo levitar, que le costaba más esfuerzo y lo controlaba peor todavía. Cuando llegó a las escaleras, simplemente empujó al muñeco y dejó que rodara hacia abajo. Ciertamente, vivir una caída aparatosa sin sufrir daño dejaba un sabor de boca raro, pero gratificante de alguna manera.

Repitió la caída hasta la armería y allí rebuscó hasta dar con una daga ligera. La poseyó y, con algo de esfuerzo, la hendió en la parte posterior de la cabeza del conejo, entre ambas orejas. La empuñadura asomaba, dando la ridicula sensación estética de que el peluche tenía un cuerno. Volvió de nuevo a poseerlo y subió las escaleras. Con el peso extra del arma, el cuerpo del conejo se bamboleaba, convirtiendo líneas rectas en recorridos erráticos.

Atol estaba en el salón, por lo que Tap decidió dejarle un mensaje antes de irse:

"Os dejo solos. No os marchitéis en mi ausencia".

Una vez escrito en uno de los huecos limpios de la pared, el repoblador volvió a su nuevo y mullido cuerpo y salió por la puerta. No tenía ganas de esperar a que los gigantes se fueran y el no depender de ellos resultaba increíblemente aliviador. Casi tanto como lo era el sentirse intocable. <<No puedo hablar, pero merece la pena>> pensó mientras obligaba al conejo a poner un pie tras otro en dirección a ninguna parte en concreto. Tenía una ciudad entera por delante.


Sigue en la Flora sabrá dónde.

Caminaba. El peso de sus pies despertaba ondas en el azul eterno y sin horizontes de su sueño. Y debajo, el mundo. Peces fosforescentes como manchas de fuego bajo el agua, un campo de algas entre las que corrían liebres, gente que nadaba y tenía escamas. Se dejó caer de rodillas, tan suave que la superficie apenas tembló unos segundos. De cerca, y sobre el paisaje, Seon observaba en silencio. Un joven de piel azulada y brillantes aletas plateadas se detuvo para sonreirle y saludar. Seon tendió la mano hacia su suelo cristalino, notando el agua entre los dedos unos segundos antes de que el brazo se hundiera, seguido de la soñadora. Y caía, mecida como una hoja, hasta posar sus pies en el primer escalon de una escalera. Los siguientes peldaños se creaban y desaparecían en el aire, mientras ella avanzaba hacia su destino. Aun no había decidido cual era este, pero el desafio de inventarse el trayecto le parecía suficiente motivo para continuar.

-Brina, estoy en casa.- dijo en alto. El paisaje era distinto ahora. Un bosque como aquel que había creado Melodes en su momento, de copas tupidas y ramas largas. Los árboles tejieron un techo del que colgaron lamparas pequeñas. Era de noche, había decidido. La muñeca la esperaba envuelta en un vestido lleno de florituras, con una falda abultada desparramada sobre la butaca. Había dos asientos libres, y en medio, una mesa de cristal bien provista de alimentos.
-Esperamos visita.- dijo la nublina de juguete toqueteando el colgante de su collar.

Alder caminaba nerviosa. Seon estaba profundamente dormida, apenas desde que había tocado la cama, pero ella no podía descansar por demasiados motivos. Se había acostado con la mente ocupada por la suerte que habrían corrido el resto de sus compañeros, incluidos sus amigos del otro torreón, de los que no sabía nada. Tenía el cuerpo magullado, cierta intranquilidad, y muchas malas ideas. Apenas había perdido la consciencia, le atacaron imagenes horribles. Las pesadillas se prolongaron cada vez que quiso retomar el sueño, y acabó desistiendo y paseandose por el torreón, quizas por ultima vez.

El tercer comensal no era ningun otro visitante de ultratumba, macabramente vestido ni le ofrecía corazones desnudos y sangrantes como había sucedido en su pesadilla. Por algunos rasgos, parecía sinhadre. La piel pálida, la carencia de orejas. Era alto, de ojos purpura rasgados como un felino. Tenía alas rojas, emplumadas y a juego con el cabello. Sus pies eran garras negras, y sus manos parecían manchadas de sangre seca. Supo que usaba un hacha,incluso si ahora no la llevaba.
-Creo que eres una mezcla de influencias.- dijo Seon pensativa, como saludo.- ¿posees cadaveres?
El joven lo-que-fuese parpadeo sin decir nada. Seon lo rodeó antes de sentarse en su propia butaca y hacerse con pasteles.
- ¿y como te llamo? -silencio- Debería darte una personalidad mas... chispeante.- suspiró y comió pensativa.- Alder lo hubiera hecho mejor.
-Te gusta demasiado hacer amigos imaginarios.-opinó la muñeca. El visitante se rió en su lugar. Seon alzó una mano como lo haría el propietario de un halcón, pero lo que fue volando hacia ella fue un pajaro pequeño y negro, con una mancha roja en el pecho.
-Azazel y yo nos vamos de aventura. ¿cuidas de la casa, Brina?- dijo Seon con dulzura, abandonando el lugar antes de oir una respuesta. El pajarito, que momentos antes había parecido un guerrero bastante intimidante, trinó y se subió a su cabeza.

Alder recibió a Atol por la mañana con una sonrisa cansada, ojeras marcadas y hambre canina. El pregón interrumpió su desayuno. Alder puso gesto de indignación fingida y preguntó:
-¿Y el torreon de descanso, dónde? Lo minimo que puedo hacer por Seon es buscarle una cama comoda. -"Y luego me ire a dormir y pediré no despertar. Ella parece más entretenida que yo". Alder se dejó caer sobre la mesa - Rumbo a otro edificio ruinoso para el resto de nuestras vidas. ¡Vayamos todos juntos pisoteando cadaveres! La aventura en cada esquina de esta maravillosa ciudad.- dijo con la barbilla aun apoyada sobre la madera, y una sonrisa sin alegría.- Al menos ya sabemos que Yrio sigue vivo. Haya hecho lo que haya hecho. Solo nos falta cargar con mi otra mitad.

Aviste el torreón a lo lejos tras cruzar la cicatriz, a la luz del día y sin ratón volador extra grande bloqueando el paso se veía distinta. Pase por el lugar sin mucha preocupación, ya que estaba mas preocupado por otra cosa que por aquel lugar en esos momentos.

Por fin alcance la altura del torreón y cuando me acerque a las flores sentí el impulso de abrazar al torreón, pero me contente con acariciar las flores y acercarme para olerlas, aquel perfume era embriagador.

Al fin reuní valor suficiente como para atreverme a entrar, pero el puente estaba bajado, y como no me apetecía mucho que me vieran decidí entrar ayudado por las plantas. <<Con un poco de suerte estarán dormidos y no se enterarán>>.

-Por favor, llevadme arriba del torreón y depositadme en el techo con suavidad,- dije después de estar pensando la orden durante unos segundos, asegurándome de que no dejaba ninguna fisura abierta. Si, si la dejaba, se me había olvidado mencionarles la velocidad con la que lo tenían que hacer, las enredaderas me sujetaron impidiendo que me cayera y a una velocidad de vértigo me subieron a la azotea. No me dio tiempo ni a soltar un grito, pero antes de que pudiese reaccionar ya estaba arriba, con el corazón tronándome en los oídos.

Suspire y me fui calmando poco a poco, tendría que aprender a controlar esto si no me quería llevar un día un disgusto, bajé por la trampilla y fui a pasar por el dormitorio con cuidado para no despertar a nadie, pero allí solo estaban Serok y Seon durmiendo, me acerque a la que era mi cama y deshice las vendas y deje caer los cristales en ella, también me quite los colgantes que al caer golpearon contra algo duro, rebusque un poco y vi el libro que había sacado de la biblioteca, quizás seria buena idea que lo devolviera a donde pertenecía. Metí el libro en la cesta y me dispuse a bajar, oí voces en el comedor, las identifique como Alder y Atol. <<Que raro, con mi suerte no me extraña que estén ahí, no podían estar dormiditos o en otra parte no>>. Despotricando mentalmente decidí que no tenia caso haber llegado tan lejos para nada, así que baje los últimos escalones y pase a toda velocidad hasta la armería, lugar donde deposite mis dagas.

<<Necesito una salida, el puente esta subido, subir hasta la azotea sería demasiado largo y podrían pillarme antes de salir, saliendo por el patio y usando las enredaderas también pueden decirme algo, aunque hay menos probabilidades, por cierto........ !SOY GILIPOLLAS¡, podría haber tirado las dagas por encima del muro. Bueno, a lo hecho pecho>>.

Subí rápidamente y me dispuse a salir por el patio, con una orden parecida a la de antes, salvo que esta decía de dejarme en el suelo al otro lado del muro. Cuando estuve de una pieza al otro lado mire la cesta y me acorde del libro. <<Tengo que entregarlo>>.

-Volveré por aquí para ver como estáis, y os regaré o algo la próxima vez, esta vez tengo prisa, lo siento.- les dije a las enredaderas, y sin mas dilación me dirigí a la biblioteca.

Sigue en la Biblioteca Mágica.

Entre tanto apareció Alder, quien no parecía haber despertado recientemente. La saludé con un buenos días mientras se preparaba el desayuno y volví al libro de magia, pero las conocidas voces de los anuncios me interrumpió. <<Así que esta es la forma de "echarnos". Tengo que dejar las cimitarras... Los cristales también...>> pensé mientras tanto, pero la noticia de que habría más y mejores en los torreones me alegró <<¿Torreones de batalla o torres de hechicería? "Sede de los Taumaturgos"... Me suena del mapa... Gratuito y formación... Ambos en la zona sur, más allá de la Cicatriz...>> Y de nuevo mis pensamientos se interrumpieron con otra voz, la de Alder en este caso.

-Seon... podríais ir a la de hechicería, ¿no? Yo, sin embargo... Creo que prefiero el torreón de batalla... Hago magia pero... soy más guerrero que mago... Y no dijeron nada de que un sitio u otro restrinjan el entrenamiento de la magia o la lucha... -y al verla desanimada, me levanto del sillón para luego sentarme frente a ella.-¿Estamos aquí, no? O nos adaptamos o se nos comerán las alimañas. Has sobrevivido todo este tiempo, no creo que una mudanza pueda contigo. Y sí, Yrio sigue vivo, irá a uno de los torreones y nos visitaremos de vez en cuando, estamos en la zona sur todos. Creo que esta ciudad tiene más que ruinas... Aquí vive gente, tiene que haber trabajos y algo que hacer, imagina la de posibilidades para vosotras...

De pronto me enervo pues alguien está bajando corriendo las escaleras. Mirando hacia estas veo a Stefan bajando a toda velocidad a la armería, para luego volver a subir y largarse a todo correr por el patio.

-Ese loco... Habrá venido a devolver las armas... Ojalá no coincidamos...-luego devuelvo la atención a Alder y sacudo la cabeza.-Pues lo dicho, estamos aquí y vamos a sobrevivir y a apañarnos. No habrás cambiado ni conseguido magia pero no eres la misma que cuando nos conocimos, eres mucho más fuerte y no solo físicamente, así que nada de pensar en lo de la otra vez, ¿vale?-vuelvo a mirar a la escalera y en tono más alegre, añado finalmente, riendo al final.-Y nuestra soñadora... Sería curioso que soñase con nosotros... ¿Piensa despertar alguna vez? Por ejemplo, Tap ya despertó y se marchó, ni idea de hace cuánto pero en fin.-remato señalando su mensaje de la pared.

"este mundo es lo que yo hago de él. Un libro, un cuadro."
-No he estado dibujando nada, Azazel. Solo dejando que la pintura escurra y manche como quiera.
Segun hablaba, un rio de oleo descendia y le manchaba los pies. La escena era negra, solo interrumpida por los brillantes colores que se acumulaban en el suelo. La ausencia de más detalles le dejaba pensar. Que había dejado correr las cosas no era del todo correcto. Incluso entonces, había cierto dominio. No era una espectadora, ni un peon de su subsconsciente. Lo que dejaba correr era su imaginación, y eso era muy diferente a estar realmente dormida. ¿y no estaba todo tranquilo, no había una ausencia de trama, de problemas? Seon se sentó en el charco multicolor, empapando su ropa blanca.

Alder se encogio de hombros ante las palabras de su amigo. "Donde ha quedado lo de regresar a casa...". Se dio cuenta de que echaba de menos Sinhdro, tanto como al principio, si no más, pero también del sorprendente hecho de que, aun así, estaba unida a esa ciudad, unida a lo que había conocido alli, bueno y malo. Por que tenía amigos, amigos que eran casi familia, en algunos casos. Y otros que eran solo como familia, parientes pesados o molestos por los que no sentía un aprecio especial, pero que eran parte de aquello también. "hablando de parientes pesados...". Vio a Stefan bajar a toda velocidad y se preguntó si estaba bien, si estaría bien, y si estaba cuerdo o había terminado de perder la cabeza tras aquel numerito. Si su pasado era tan malo como decía, su parte fatalista no le auguró nada mucho mejor, pero también deseó equivocarse. Ni le dijo nada, ni se movio apenas cuando se fue.
- Seguiría pidiendo descanso.- respondió. Echó un vistazo escaleras arriba, pensando en su pareja.- no termino de ver como un lirón sordo va a hacer uso de la hechicería fuera de su cabeza, pero es verdad que para ella será lo mejor. Antes intenté despertarla y no pude. Y creo que siempre va a ser así. Si lo nota, me ignora. La llevaré a cuestas, pero necesito ayuda.

Sonrío ante su respuesta y me levanto casi de un salto.
-Eso de soñar... Vale, es divertido manipular tus sueños y los ajenos pero... Puede llevar a confundir realidades, aunque para eso tiene a su amorcito en este mundo. Por muy divertido que sea soñar lo que quieras, yo de ser ella me quedaba contigo en esta realidad; las otras serían aburridas.-digo riendo, algo pícaro.-Pues te ayudo.

Acto seguido subo al dormitorio donde veo a Serok quejándose de tener que ir al castillo y tras saludarnos, se marcha definitivamente. Seon por su parte duerme plácidamente y, por unos segundos, me da hasta envidia que pueda estar pasándoselo de miedo indefinidamente. Por unos segundos. <<Hay que vivir el presente, no soñarlo>> Insisto, por unos segundos, los que tardo en acercarme a la cama y contemplar a la chica, de la que se averigua su silueta bajo la sábana allí donde esta tapa. Donde no... <<Casi como imaginaba>> "Casi" que me alegra por... ¡Sorpresa! Pero casi, de nuevo, sin pensar suelto de golpe:

-Normal que estéis juntas...

Pero en cuanto noto el sonrojo y el calor, entonces miro a Alder nervioso, cayendo en la cuenta de que...<<Joder, que son de otro mundo, que no sé cómo se tomará esto...>>
-Eh...

Conflicto. ¡De todo! <<¿Qué demonios digo ahora? Joder, ¿me gustan las dos?, ¿qué demonios hago ahora? Están juntas. Juntas. ¿Desde cuándo alguien... ¿Qué demonios? ¿Eso se puede? ¿No será mera atracción? Obvio, ¿no? ¿O no? Les tienes cariño, maldito seas...
Alder entonces dice algo de vestirla y me aparto turbado, sudando.
-No he dicho nada... A... ¿Serpentaria, no? Lle... ¿Llevas tú el mapa y yo a la chica? <<¿Me dejará después del numerito?>>

Para desgracia y alivio, no sé qué gana a qué en la balanza, me deja -tras vestirla- y la cojo en brazos. Había pensado en cogerla a caballito pero con la ciudad revuelta prefiero verla, además de que así es más práctico en caso de contratiempo. Lo malo es eso, verla. Y ver a Alder a la par en el camino a la torre de hechicería. Mentalmente, un caos. Por fuera, intento adoptar una cara seria y buscando peligros en el camino. Lo que más me preocupa es Alder y Seon y lo que puedan pensar. Y quieras que no, el hecho de separarnos, aunque solo hay unas calles en medio... <<¡Deja el maldiiiito tema! Joderrrrr...>>
Sigue en la Torre Serpentaria.

Alder no recordó que su pareja estaba desnuda hasta que la vio. Ambas se habían quitado la ropa, pero quizás porque ese era un hecho habitual cuando iban a dormir se había olvidado de ello. Claro que ella si se había puesto algo que sustituyera a la manchada de sangre y vísceras, mientras que Seon se había quedado dormida demasiado deprisa. Ahora vestía una sábana arrugada, que tapaba menos de lo que había tapado cuando la dejó, después de varias vueltas en el colchón buscando una postura cómoda. La chica clara respiraba suave y placido. El pelo, casi un palmo más largo que la primera vez que habían dormido en esa cama, caia desordenado a su alrededor, como un halo oscuro. Tenía un brazo medio fuera, y el otro sujetaba la sabana contra su pecho. Toda su silueta era fácilmente adivinable contra la tela, y una buena parte estaba descubierta. El comentario de Atol y su turbación más que evidente divirtieron muchísimo a Alder.

- Ya la visto yo, anda.- dijo sonriendo. Escogió sus viejas prendas, porque recordaba aquella parte del discurso en la que tenían que irse con lo puesto. Se echó sobre la cama y dio gracias por las prendas anchas; Seon era un peso muerto que no colaboraba precisamente. Una vez vestida la alzó como pudo. Consciente o inconscientemente, la joven aurva la rodeo con los brazos y hundió la cabeza en su cuello. <<mhmm khjsdjhsakdsk>>

Se la cedió a Atol riendo. Su calma y determinación habituales minadas por una chica dormida con la que llevaba meses viviendo... era divertido, lo mirase como lo mirase.

Echaría de menos todo aquello.

Sigue en Torre Serpentaria

Tap llegó hasta la puerta de Letargo metido dentro del peluche, arrastrando la bolsa que había conseguido en el mercado como si le fuera la vida en ello. Iba cargada de cosas que había pagado. O eso creía. Al menos había volcado varias carteras llenas de dineros (había descubierto que los redondeles se llamaban así) en cada puesto que asaltó. En la bolsa llevaba una cera de color rojom, que había robado de un puesto regentado por un tipo con aires místicos que hablaba de historias raras sobre magia y runas (y que parecía drogado, todo sea dicho); una bola de acero maciza que era la mitad de pequeña que él y que había cogido solo por lo divertido que era ir rodando y lo aún más divertido que debía de ser golpear a alguien con ella y, finalmente, un cubo con trompa y agujeros que, según había escuchado, servía para verter agua en las plantas. Había decidido que cuidaría de las plantas de Letargo y eso implicaba acercarse a regarlas de vez en cuando.

Para no haberse llevado nada demasiado interesante, lo cierto es que le había costado bastante hacerse con su botín. Mucha gente le perseguía repentinamente o trataba de frenar los objetos con hechizos, lo que le había obligado a salir de ellos y abandonarlos. Le dolía especialmente haber dejado en esa calle un broche con forma de hoja, sobretodo porque se había encargado de pagarlo bien antes. Incluso le había lanzado su moneda gris al gigante... y quizá le había dado en el ojo, pero eso era otra historia. Aún con todo, el hecho de que estuviera la mayoría de la gente ocupada limpiando le había favorecido enormemente. De no ser por eso, probablemente no se hubiera llevado nada.

Frente a la puerta de Letargo, metió su peluche dentro de la bolsa antes de poseerla e hizo acoplo de todas sus fuerzas para conseguir que esta levitara hasta la ventana. Enseguida se arrepintió de haber cargado con la bola de acero, la cual hizo que le costara horrores subir. Una vez tras la seguridad que le conferían las paredes del torreón, expuso su no-cuerpo al aire libre y recorrió el panal de arriba a abajo, asegurándose de si los escasos compañeros que todavía había antes dentro se habían ido ya. Por suerte había sido así.

Con la total tranquilidad de saberse el único habitante del torreón, depositó la cerbatana, los dardos y el cuchillo en la armería; se dio el gusto de desbaratar toda la habitación, desperdigando todas las armas y volvió de nuevo hasta sus pertenencias. El boquete que le había quedado en lo alto de la cabeza afeaba sobremanera al conejo, pero a cambio le sirvió para meter la tiza roja y el carboncillo negro dentro. Esto le vino bien también para deshacerse de la camisa que había estado usando por el bolsillo que llevaba.

Cuando estuvo listo, sacó la bolsa con la regadera y la bola a la calle y decidió dejar un detalle para los futuros habitantes del torreón. Se coló dentro de la cera roja y escribió alrededor de la puerta:

"Prohibido el paso a libenses y otras bestias".

Ahora solo tenía que llegar a su nuevo panal, del que solo sabía que era una sede y que era la estancia para los no-mágicos como él. <<Perfecto>>. No tenía ni idea de por donde empezar a buscar.

Sigue en otro sitio que no es la Sede.

Cuando distinguí el torreón en la distancia no pude evitar pensar en el ciempiés gigante que lo había atacado el día anterior. Después de todo lo que había pasado era sorprendente que la estructura todavía estuviera en pie.
Las calles todavía estaban hasta arriba de cadáveres, pero de momento nada vivo me había atacado. 

Cuando llegué a la entrada del torreón me percaté de que alguien había escrito algo alrededor de la puerta. 
"Prohibido el paso a libenses y otras bestias" 

No pude evitar reírme. “Ese tiene que haber sido Tap. Seguro” Seguramente había poseído una tiza o algo similar para escribirlo.

Cuando estuve dentro del torreón lo primero que hice fue bajar a la armería a dejar las armas. “Hecho. Ya no me pueden decir nada. Ahora a buscar el libro”
No recordaba donde lo había dejado, así que fui pasando por cada sala, echándole vistazos a todos los sitios, tomándome mi tiempo. Verlo todo tan vacío, tan en silencio... Parecía que hubiera pasado una eternidad desde la última vez que había estado allí, cuando seguramente no habían pasado ni veinticuatro horas. 

Localicé el bestiario en el estudio. “Vale, lo tengo. Ahora solo queda dejarlo en la biblioteca”
Antes de irme acabé por salir al patio a echarle un último vistazo. El estado en el que se encontraba era de destrucción total. Aunque la grieta ya había sido cerrada, poco de lo que quedaba seguía siendo reconocible, excepto el pozo, que por algún milagro del azar estaba totalmente intacto. El huerto en cambio estaba totalmente destrozado. "Conozco a cierto repoblador mudo al que esto no le va a gustar"

Al caer la noche me dirigí a la Sede a toda velocidad convertido en humo, dispuesto a aprovechar la noche en todo su esplendor. Sin embargo el chico no estaba allí, por lo que pensé en rastrearle con un hechizo de localización pero para ello necesitaba una prenda o algo suyo así que me dirigí a Letargo para rebuscar entre las ropas que hubiera usado.

Pero claro, lo que no esperaba era encontrarme al chico en mitad del torreón, en concreto en el patio. Descendí suavemente y me hice sólido sobre el muro de este, donde acabé de pie en perfecto equilibrio. A una reverencia le siguió un saludo divertido.

-Bueeenas noches. Fui a buscarte a la Sede, luego vine aquí a por ropa para rastrearte pero mira por donde resulta que estás aquí. Genial.-me río un rato. Luego salto al huerto y sigo.-Y disculpas por no decirte lo de que la luz del día te podía dañar hasta matarte... Podía porque hay un hechizo para eso y no debería suponerte mucho esfuerzo... En un futuro, vaya. La pega es que es de corta duración y tienes que ir acostumbrándote a reponerlo y no quedarte sin energías... De momento mejor sal sólo de noche y si encarta que tienes que salir de día, avísame.-según iba hablando iba caminando por el patio hasta que llegué al pozo, donde me apoyé de espaldas en el borde.-Y bueno, ¿cómo lo llevas? ¿Todo bien? ¿Quieres entrenar un rato, vuelo, magia, algo?

Escuché perfectamente al vampiro llegar. Tampoco se estaba escondiendo precisamente, es más, me atrevería a decir que se estaba luciendo. En cualquier caso no estaba en situación de quejarme. Hasta donde yo sabía él era el único que podía ayudarme con mis preguntas, y al venir me había ahorrado el trabajo de tener que buscarle, así que le devolví el saludo.

-No parece que tenga ningún daño permanente por eso, así que disculpado quedas- Le respondí a lo de la luz. Cuando escuché lo de que había un hechizo para poder salir de día tomé nota inmediatamente, pero por lo poco que averigüé, este estaba fuera de mi alcance. “Bueno, de momento lo más que he hecho ha sido hacer flotar una petaca, así que es normal”

-Si con bien te refieres a si conservo la mente fría sin ansias de asesinar a los que merodean entonces sí, lo llevo bien, por ahora-

Me extrañó en un principio que se ofreciera así por las buenas, hasta que me acordé. “Cierto, se supone que acepté lo de que fuera mi instructor. Que raro se me hace todo esto”

-Pues hay algo en lo que puedes ayudarme. ¿Tú como consigues sangre? Porque aunque ahora tengo no me va a durar para siempre, y no veo más medios de obtenerla aparte de exprimir a mis compañeros. Preferiría no tener que llegar a eso-

Con la mención de la sangre me despegué del pozo y me acerqué a la puerta del patio, donde me apoyé en el marco de piedra en actitud pensativa. Estaba pensando, realmente, aunque algo divertido, si podría aconsejarle lo que yo hice <<¿Me matará el trasgo si le mando a un novatillo? También están los mundos vinculados... ¡Podríamos ir de excursión a alguno incluso!>>

-Hay varias formas... Yo me las apañé trabajando a cambio de sangre en la Taberna del Mago Tuerto. Está cerca de Letargo y de donde vivo... Y también visitando mundos vinculados -de los que vinieron tus compañeros- para alimentarme y aprender a ocultarme con magia y las habilidades de la transformación. Lo malo es que, por ejemplo, estamos aliados con Libo y no es una buena idea. Yo solía ir a Nubla pero creo que de momento tampoco se puede. Pero quedan casi una decena de mundos con humanoides inteligentes que podrían servirnos, como Varmania o Idris.-y dicho eso me acerco al chaval, serio.-Ahora bien, son mundos de los que vinieron tus amigos o compañeros... Pero mejor eso que matarlos, ¿no? Y si decides ir de visita, siempre con discreción.-y finalmente le doy un suave codazo mientras digo, pícaro.-Además, si te echas pareja en la ciudad, tendrás diversión y sangre siempre, pero también un buen entrenamiento para no matar a tus amantes y quedar traumatizado después.

Dicho eso suelto una carcajada y vuelvo a sentarme en el murete del patio.
-Bueno, tú decides. Taberna, excursión, ¿algo?

Por fin conseguía la información que necesitaba. La idea de la taberna no me atraía pero era algo que podía hacer si hacía falta. Lo de los mundos me hizo pensar más, mucho más, y no por lo que fuera a hacer en ellos, sino porque hasta ahora ni se me había pasado por la mente la idea de salir a otros mundos. 
Sabía que existían, el hecho de que tuviera compañeros no humanos lo demostraba con creces, pero no había pensado que pudiera visitar dichos mundos. Esto traía muchas preguntas, ¿A cuales se podía ir para alimentarse y a cuales no? ¿Sería sensato hacer esto en mundos de compañeros a los que podría cabrearles?
“Sensato o no Jack tiene razón. Mejor eso que matarlos a ellos”

Me estaba tomando tan en serio todo lo que me decía, que al principio ni me dí cuenta del último comentario, y me quedé en blanco por un momento, hasta que comprendí de que iba todo. Luego me limité a mirarlo de reojo hasta que terminó.

-Preocúpate de tus propias amantes listillo. Y espero que cuando me dices lo de discreción esta no sea como la que mostraste para venir aquí, porque entonces es un milagro que no te conozca ya el universo entero. Te gusta lucirte ¿eh?- terminé de contestarle mientras le devolvía el codazo y me reía también.

-Así que yo decido ¿no? Creía que tal responsabilidad recaería en el maestro, con mas experiencia y eso. Aunque claro supongo que nunca está mal dejar estas tareas en manos más capaces- Le digo a modo de devolverle el golpe. -Pues ya que ahora estoy al mando veamos que sorpresas trae esa excursión de la que hablas-

No pude evitar una carcajada ante su respuesta de mi comentario pícaro y luego presté atención a lo que dijo al final.
-Hmm... Manos más capaces, ya... Podríamos ir a Asrena, que es un ardiente desierto y probar el hechizo de protección, pero como no soy tan capaz quizá no lo maneje y te conviertas en polvo para siempre, lo cual sería una lástima.-respondo, serio al principio pero riendo luego.-Sería divertido, nunca he visto a un vampiro morir. ¡Nah! Para quitar lo del hechizo, podríamos ir a Sinhdro ya que son nocturnos, pero sí podríamos practicar el vuelo y a pasar desapercibidos...-y al ver que está de acuerdo, añado.-Pero con la condición de que no se lo cuentes a las sinhadres de tu criba... Por ti y por mí.-digo riendo y luego desaparezco.

En forma de humo me dirijo al pozo y me subo en el mecanismo del cubo, donde aparezco sólido apoyado solo en un pie y la otra pierna cruzada.
-Y muy cierto, me gusta lucirme... Pero sé cuándo hacerlo y cuándo no, por algo sigo vivo. Y me gusta eso de "maestro", podría acostumbrarme... Pero... Seriamente...-vuelvo al suelo y me voy acercando al chico.-Seriamente, espero servirte para adaptarte y aprender lo que necesites. Sólo tendrás que soportar algunas bromas porque no puedo evitarlas.-remato riendo.-¿Vamos, pues?

Sigue en la incursión en Sinhdro.