Torreón Sendar
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Rocavarancolia Rol
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- Rocavarancolia Rol
Torreón Sendar
19/09/12, 10:54 pm
Recuerdo del primer mensaje :
Ya antes de la Batalla de Rocavarancolia éste era uno de los mayores torreones de la ciudad. Quedó destruido por un explosivo que le arrancó sus cuatro plantas superiores, dejando tan sólo dos, aunque más tarde se reformó convirtiéndose en un torreón de cuatro plantas. Su base es circular y está protegido por un foso frente a la puerta, mientras que en la parte trasera hay un risco de varios metros de profundidad.
Tiene un patio empedrado muy pequeño acoplado a la parte trasera, con sitio para que una o dos personas entrenen. Una estatua pegada al muro representa una figura envuelta en túnicas cuya nariz y barbilla sobresalen de entre los pliegues. Alguien le pintó un bigote ridículo y una perilla garabateada con carbocillo mezclado con grasa.
La planta baja es un salón circular dividido en una gran sala central con cocina y salón y tres dormitorios pequeños que la rodean. Las escaleras, que están tras una puerta, llevan al resto de plantas del torreón. En el sótano hay una armería con mazmorras, en la primera planta hay cinco habitaciones medianas y dos baños, y en la segunda hay tres dormitorios grandes. La última planta no contiene nada salvo unas escaleras que llevan a la azotea, delimitada por un muro simple de escasa altura.
Tiene un patio empedrado muy pequeño acoplado a la parte trasera, con sitio para que una o dos personas entrenen. Una estatua pegada al muro representa una figura envuelta en túnicas cuya nariz y barbilla sobresalen de entre los pliegues. Alguien le pintó un bigote ridículo y una perilla garabateada con carbocillo mezclado con grasa.
La planta baja es un salón circular dividido en una gran sala central con cocina y salón y tres dormitorios pequeños que la rodean. Las escaleras, que están tras una puerta, llevan al resto de plantas del torreón. En el sótano hay una armería con mazmorras, en la primera planta hay cinco habitaciones medianas y dos baños, y en la segunda hay tres dormitorios grandes. La última planta no contiene nada salvo unas escaleras que llevan a la azotea, delimitada por un muro simple de escasa altura.
- Recetario integral de Persilia Sukaldaria:
- RECETARIO INTEGRAL DE PERSILIA SUKALDARIA
Libro de unas 150 páginas encuadernado en cuero. El título está escrito con letras cursivas y enrevesadas y un poco de relieve que ocupan toda la cubierta, donde no hay ninguna ilustración. En la parte trasera hay una sinopsis escrita en un recuadro decorado.
Sinopsis
¿Aburrido de cocinar siempre lo mismo? Adéntrate en mi recetario integral, donde he volcado años de experimentación combinando las delicias de todos los mundos conocidos. Entrantes, picoteo, postres y todo tipo de platos tradicionales con una vuelta de tuerca… ¡las mezclas de sabores nunca vistas conquistarán tu paladar y el de tus comensales!
Más de 100 increíbles recetas.
¡Incluye un anexo de venenos que se camuflarán perfectamente en tus platos y un grimorio de cocina con los hechizos imprescindibles para cualquier chef!
Anexo
LOS VENENOS MÁS DISCRETOS
Tanto si quieres provocar una diarrea como si tienes más interés en matar a comensales indeseados (…) este anexo imprescindible en cualquier recetario que se precie (…).
(La página está rota y, el resto de este anexo, arrancado).
GRIMORIO DE COCINA DE PERSILIA SUKALDARIA
Todo cocinero debe dominar estos hechizos, a los que he hecho referencia a lo largo del recetario. Descubre conmigo cómo realizarlos si todavía no los conocías.- Leyenda de colores y niveles:
- Mago
Brujo alto
Brujo bajo
• ¿Tienes carnes difíciles de cortar y despiezar? Prueba con el hechizo de corte.- Instrucciones:
- Corte: invoca un diminuto filo invisible de ondas que hace un corte en la superficie señalada. Hay muchas variaciones de este hechizo que, a altos niveles, permiten hacer cortes enormes o en profundidad. Un brujo bajo suele ser capaz de hacer rasguños en carne desprotegida o tallar madera. Un brujo medio podría cortar madera, arañar metal o hacer cortes superficiales en carne desprotegida. Mientras que un cosechado nivel mago podría hacer arañazos más profundos en el metal o tajos sobre carne.
Como hechizo físico que es, sus efectos dependen de la dureza y resistencia del material objetivo.
Lanzamiento a ojo, los gestos de la mano delimitando la dirección de los cortes. Conjuración rápida.
• ¡Con el hechizo de homogeneización no vuelvas a dejarte los brazos batiendo!- Instrucciones:
- Hechizo de homogeneización (*): hechizo que acelera la homogeneización de un líquido, suele aparecer un pequeño torbellino. En su defecto, implica que el líquido dé vueltas.
Lanzamiento a ojo. Conjuración rápida.
• No encontrarás nada más rápido para encender el fuego que esto: hechizo de invocar llamas.- Instrucciones:
- Invocar llamas (**): Un brujo bajo puede hacer algunos chispazos y llamas de vela (*). Un brujo alto puede invocar llamas ligeramente más grandes que las de vela que, si es hábil o controla bien el hechizo, puede manejar con las manos sin que le quemen (**). Un mago puede encender hogueras pequeñas en poco tiempo e invocar fuegos de antorcha (***).
Importante: Estas llamas no pueden arrojarse como proyectiles ya que necesitan sustentarse o bien en la magia de quien las invoca o bien en un combustible (madera, grasa...) y si se alejan demasiado del invocador y carecen de combustible, se apagan. Sin embargo pueden usarse como arma de corta distancia.
Lanzamiento por voluntad. Conjuración rápida.
• También es importante conocer estas soluciones para medir la temperatura, la concentración de sal, la presión dentro de la olla, la densidad de un líquido o el tiempo hasta que esté listo tu plato:- Instrucciones:
- Hechizos medidores de magnitudes sencillas: forman una pequeña esfera fantasma que cambia de color según la intensidad de la magnitud a medir. Son diferentes variedades de un mismo hechizo que permiten medir la temperatura, la presión, la densidad de un material, el tiempo (para lo que hacen falta conocimientos adicionales y nivel de brujo alto para configurar el medidor), o la concentración de un determinado soluto (posible a niveles a partir de brujo alto).
Si una esfera no está configurada, ésta tenderá a habituarse a la cantidad de magnitud a la que esté expuesta y la establecerá como su nuevo punto de equilibrio, asociándola con el color intermedio.
Lanzamiento por voluntad. Conjuración rápida-media.
• La solución más rápida para calentar o enfriar tus platos rápidamente es, sin duda, el hechizo térmico.- Instrucciones:
- Térmico: aumenta o disminuye notablemente la temperatura de un objeto de tamaño pequeño (*). Con práctica pueden limitarse esos cambios a una dirección controlada por el mago (chorros de calor, [**]). Puede anclarse a una sala concreta, creando una cámara frigorífica (***): no obstante es necesario repetir varias veces el hechizo si se quiere usar una habitación como congelador ya que este hechizo supone solamente un descenso térmico. Van de fuera a dentro.
Lanzamiento a ojo. Conjuración rápida-media.
• ¿Quieres catar la comida solo con el aroma? ¿Estás en otra habitación y necesitas saber que no se te esté pasando la comida? El hechizo de amplificación sensorial del olfato es un aliado imprescindible.- Instrucciones:
- Amplificación sensorial olfativa:(**) magnifica los impulsos que llegan al cerebro por parte de receptores nasales. Los nervios se vuelven hipersensibles a la transmisión de percepciones, pero ello no significa que éstas lleguen más rápido.
• O, si quieres disfrutar de la comida como nunca, prueba esta otra variante: el hechizo de amplificación sensorial del gusto.- Instrucciones:
- Amplificación sensorial gustativa:(**) magnifica los impulsos que llegan al cerebro por parte de receptores del gusto. Los nervios se vuelven hipersensibles a la transmisión de percepciones, pero ello no significa que éstas lleguen más rápido.
• ¿Te ha quedado muy aguada la comida? ¿Has echado demasiada agua a esa sopa? No te preocupes, ¡hay solución! ¡El hechizo de drenaje!- Instrucciones:
- Hechizo de drenaje: deseca superficies húmedas, evaporándolas o más comúnmente trasladando dicha humedad a otro recipiente deseado succionándola. Es un hechizo simple en su formulación pero con amplia variabilidad de potencia: puede secar desde un dedal de agua a un lago según la energía que aportes. (disponible a cosechados hasta el límite de sus fuerzas).
Lanzamiento por área. Conjuración rápida.
• ¿El aspecto de tu comida no es el que esperabas? ¿Quieres un resultado digno de reyes? Emplata como un profesional con el moldeado de materia orgánica.- Instrucciones:
- Moldear materia orgánica (**): el hechizo reblandece la materia al contacto con la piel del usuario, dejándola así por un tiempo. Sin embargo no altera su naturaleza, lo que moldees seguirá siendo lo que era aunque cambie de forma.
Lanzamiento por contacto, a ojo en el caso de hechiceros más experimentados. Conjuración rápida-media.
• Si el anterior era una maravilla infravalorada, este es una verdadera joya infravalorada. ¡Olvídate de desastres y queda bien siempre con tus invitados con el Nudo de Cerática!- Instrucciones:
- Nudo de Cerática (*): ¿harto de que se le desmoronen los sándwiches de más de dos pisos? ¿Cansado de que, al cortar una tarta, la mitad de la nata que la rellena se salga por los lados? ¡No se preocupe más! El Nudo de Cerática tiene la solución. Con este simple hechizo, podrá hacer una hamburguesa de diez pisos, luego cortarla en rodajas perfectas, ¡y hacerse un bocadillo de hamburguesa! El Nudo de Cerática lo mantiene todo en su sitio perfectamente. ¿Los sanjacobos le estallan llenándole el plato de queso? ¿Teme morder un taco por miedo a llenarse el regazo de salsa picante? ¡Se acabó, gracias al Nudo de Cerática! ¡No me puedo creer que no sea una variación del hechizo tapón!
El Nudo de Cerática se anula al cortar rodajas o mordiscos lo suficientemente finos, o con los ácidos gástricos. Cuesta más cuanto más endeble, complejo y líquido sea su sándwich.
Lanzamiento a ojo. Conjuración rápida.
• ¿A tu comida le falta esa chispa de color que hace que se coma con los ojos? ¿O quieres darle un toque exótico? Si no tienes colorantes alimentarios a mano, el hechizo de cambio de color será tu mejor aliado.- Instrucciones:
- Cambio de color: hechizo que sirve para colorear materia. No se limita a aplicar una capa de color externa o modificar el color de la superficie, sino que cambia el propio color que posee un material, dejando una pequeña huella mágica reconocible mediante hechizos específicos. Se puede graduar: aplicar colores diferentes (en todos los sentidos), hacerlo uniforme, solo en cierta parte del material, etc.
- Los brujos altos pueden cambiar el matiz del color original, manteniéndolo uniforme y sin controlar los matices y gradaciones que surjan de la mezcla entre el nuevo tono y el antiguo. Cuesta (***) para objetos pequeños y (****) para objetos medianos.
- Los cosechados nivel mago pueden modificar completamente el tono (aunque todavía quedará algún matiz del antiguo). Con esfuerzo puede aprender a aplicar leves matices y gradaciones no muy extremas. Necesitan (*****) para objetos grandes.
- A partir del nivel moderado bajo se pueden aplicar colores y gradaciones sin límite en cualquier objeto, costando más energía y concentración cuanto mayor sea el tamaño de la cosa en cuestión y cuandos más colores y matices quieran usarse.
Lanzamiento a ojo. Conjuración media a larga (dependiendo de las cláusulas que tenga). - Los brujos altos pueden cambiar el matiz del color original, manteniéndolo uniforme y sin controlar los matices y gradaciones que surjan de la mezcla entre el nuevo tono y el antiguo. Cuesta (***) para objetos pequeños y (****) para objetos medianos.
• ¿Le falta aroma a tu plato? ¿O tienes algún ingrediente que ocultar a tus comensales? Mejora o altera las propiedades organolépticas de la comida con el hechizo de olor falso.- Instrucciones:
- Hechizo de olor falso (*): El hechicero que lo realice puede hacer que aquello que toque desprenda un olor que tiene que ser muy familiar para aquel que realiza el hechizo. El coste aumenta a medida que aumenta el área afectada por el hechizo. El olor se va de golpe a los tres días. Más convincente será el engaño cuanto con más detalle lo recuerde el mago, aunque hay que tener en cuenta que el olor resultante puede verse afectado por la subjetividad del que realice el hechizo, al basarse en sus recuerdos al fin y al cabo.
Lanzamiento por anclaje. Conjuración media.
• ¿Harto de que se te derramen líquidos en la cocina? Hechiza tus recipientes con la maravilla infravalorada que es el hechizo tapón.- Instrucciones:
- Hechizo tapón (*): hechizo que impide que un líquido se derrame de su recipiente.
Lanzamiento por área, aplicado generalmente a la boca del recipiente. Conjuración muy rápida.
• ¿Tienes las manos de mantequilla? Literal, o figuradamente. ¡Endurece tus tarros de cristal con la protección contra ruptura!- Instrucciones:
- Protección contra ruptura (**): aplicado a objetos frágiles, evita que se rompan con tanta facilidad. A más resistencia que se quiera incrementar y mayor la superficie del objeto encantado, más energía requiere.
Lanzamiento por anclaje. Conjuración rápida-media.
• ¿Te has manchado cocinando? El hechizo de limpieza de ropas es la solución.- Instrucciones:
- Limpieza de ropas (**): elimina manchas, arrugas y limpia en general las prendas de ropa que desee el mago (es un agregado de varios hechizos unificados en uno solo).
Lanzamiento por anclaje. Conjuración muy rápida.
• O también, si sueles quemarte cocinando (a ti, o tus pertenencias), también tienes solución con el hechizo ignífugo.- Instrucciones:
- Hechizo ignífugo (**): encanta prendas de ropa, personas u objetos para que sean inmunes a fuego normal.
Lanzamiento por anclaje. Conjuración media.
- Grimorio para principiantes de Platero:
- Barrera de inercia:
- -Barrera de inercia: (***) de nombre engañoso (no es una barrera en absoluto) en el área delimitada impide que cualquier objeto o persona desprotegidos sean levantados del suelo, y que los atrae irremediablemente hacia el suelo si ya están en el aire. No obstante, también impide cualquier acción voluntaria que implique levantar ambos pies del suelo a la vez, como saltar o emprender el vuelo (se puede correr pero con más torpeza). Si se invoca mientras el objetivo está en el aire, al caer lo hará infaliblemente pies por delante.
Físico. Lanzamiento por área. No es inversible, lo que quiere decir que incluso el lanzador, si está en el área delimitada, se verá afectado. Conjuración media.
- Campo de fuerza:
- -Campo de fuerza (** el espacio para una persona, una campana grande ***, el espacio equivalente a una habitación ****): en forma de media esfera (con una especificación puede formar una esfera completa) bloquea proyectiles de tamaño considerable como si éstos hubieran chocado ante una barrera invisible, en un radio variable según la destreza del mago.
Físico. Inversible. Lanzamiento por área. Conjuración rápida-media.
- Curación nívea:
- -Curación nívea: (****) (utilizable cerca de la Luna Roja). Combate venenos que cursan con fiebre y repara quemaduras; actúa a modo de incentivo para que el organismo siga funcionando y reparándose a sí mismo. Evita que la sangre se coagule y que los órganos se colapsen, además de ejercer un efecto refrescante sobre el organismo en general. No obstante no puede mantener indefinidamente con vida a un moribundo: el organismo depende cada vez más de ese impulso artificial y usarlo en demasía puede provocar que si se le deja a solas empeore considerablemente.
Lanzamiento por área: se hace un barrido con la mano que abarca al área quemada o a la persona envenenada. Es necesario que se aplique sucesivas veces y con regularidad, del mismo modo que se debe renovar una cataplasma o emplasto.
Conjuración media-larga.
- Desvío:
- -Desvío (**, pero variable a más según la potencia de lo desviado): Interfiere en la trayectoria de un hechizo que ya haya sido lanzado. Requiere gestos intuitivos para desviar el encantamiento en una dirección u otra. Siempre requiere menos energía que bloquearlo o disolverlo, pero también reflejos. Si el hechizo es demasiado potente, probablemente no se podrá desviar lo suficiente o hacerlo requerirá demasiada energía. (El coste orientativo indicado arriba es el que ofrecerán unos hechizos ofensivos de potencia moderada en términos de cosechado: se han obviado los más débiles porque normalmente ésos no suelen constituir una verdadera amenaza, y los que les sean lanzados con verdaderas intenciones de daño les costarán más) Si se desvía a demasiada poca distancia el coste será prácticamente el mismo que el de bloquearlo: si se hace a distancia cercana pero prudencial (la típica en duelos de magia) una unidad menos, si se tiene cuidado de poner distancia de unos cuantos metros llegará a dos unidades menos.
Lanzamiento a ojo. Conjuración rápida.
- Hechizo de impacto:
- -Hechizo de impacto: potente golpe mágico que actúa como una bola de demolición (***). Puede gradarse hacia abajo para actuar a modo de empujón de moderado (*) a potente (**).
Lanzamiento por disparo de alcance largo. Conjuración media.
- Levitación:
- -Levitación: un hechizo exigente mentalmente, cansa más de lo acostumbrado. Cuando una persona levita lo más normal es caminar sobre el aire; uno puede dejarse arrastrar simplemente por el hechizo sin moverse, pero la sensación de indefensión es mayor.
Lanzamiento a ojo. Conjuración rápida.- Brujos bajos: objetos ligeros (por ejemplo una manzana)(*) con poca práctica, un baúl (**) con práctica.
- Brujos altos: Un baúl con poca práctica, una persona (***) con práctica.
- Magos: Una persona con algo de práctica, objetos muy pesados (****)con mucha práctica.
Si el objeto que levantado es un puñado de botones (los cuales entran en la categoría de objeto ligero) contarían como un solo asterisco. Lo que cuesta más es la concentración necesaria para mantener tantos objetos distintos en el aire a la vez. - Brujos bajos: objetos ligeros (por ejemplo una manzana)(*) con poca práctica, un baúl (**) con práctica.
- Parálisis:
- -Parálisis (***): envuelve al objetivo en un aura azulada al lanzarlo. Sus efectos duran cerca de una hora si se aplica a una única persona. Inmoviliza por completo, y su coste aumenta proporcionalmente a lo voluminoso del objetivo.
Lanzamiento por disparo de alcance corto, por contacto o por área a varios objetivos. Conjuración media.
- Traspaso de energía:
- -Traspaso de energía: no un hechizo en sí, aunque necesita de un chispazo de magia para arrancar. No obstante la energía puede tomarse de alguien no mágico (los efectos se detallan en el post de Sistema de magia). El proceso es perceptible para ambas partes y puede gradarse a voluntad: no obstante si el traspaso de energía es excesivo por parte de la parte emisora y ésta se desmaya o pierde el conocimiento, el enlace entre ambas personas se rompe y el traspaso se interrumpe. Es el mecanismo de funcionamiento de muchos amuletos.
Lanzamiento por contacto. Conjuración muy rápida.
Notas:
-Este grimorio también contiene varios de los hechizos que también venían en el libro de cocina (corte, térmico...).
-También pueden aprender de él cómo anclar hechizos.
-A lo largo de los meses se irán traduciendo más hechizos y añadiéndolos a esta lista.
- Ver mensajes archivados:
- LEC
Ficha de cosechado
Nombre: Kalna, hija de Mánide
Especie: libense, del imperio
Habilidades: Automotivación, nociones de lucha, valor.
Re: Torreón Sendar
31/08/23, 10:42 am
Dejó que Rägjynn y Tawar curasen sus heridas sin decir nada, perdida en sus pensamientos. Quería haber hablado con Serena, pero esta se había encerrado en el cuarto, y a más pensaba en su actitud más le enfadaba toda ella. Era como un niño pequeño, sin razonar, sin querer afrontar consecuencias. Iba a tener que hacerlo antes o después, claramente, pero no veía que retrasarlo fuera una opción.
La cena le recordó demasiado a su casa. Los silencios tensos eran la norma entre ella y su hermana muchas veces, y cuando su Madre hablaba era con hechos a los que no hacía falta responder. Comer en silencio era algo tan normal que casi no parecía que estuviera con un montón de lo que eran prácticamente desconocidos en otro mundo. De hecho, si cruzaba de casualidad la mirada con la de Nohlem, podía hasta fingir que era su hermana ofendida por algún comentario que ella misma hubiera hecho. Incluso la comida sabía a casa. Era mucho menos lujosa que la que habrían hecho sus cocineros, pero los guisos eran una comida normal en Libo, y aunque alguno de los ingredientes fuera totalmente nuevo para ella, no estaba nada mal.
Tras la comida se fue pronto al cuarto, ignorando por ahora el libro de magia. No iba a irse a ningún lado, y lo más útil sería que los que ya sabían algo les enseñaran a leer las instrucciones antes de probar a hacer nada. Lo más probable era que no funcionara sin saber hacerlo bien, de todas maneras. La cama seguía siendo igual de incómoda que la noche anterior, pero el cansancio acumulado hizo que aquel día se durmiera mucho más fácilmente.
La cena le recordó demasiado a su casa. Los silencios tensos eran la norma entre ella y su hermana muchas veces, y cuando su Madre hablaba era con hechos a los que no hacía falta responder. Comer en silencio era algo tan normal que casi no parecía que estuviera con un montón de lo que eran prácticamente desconocidos en otro mundo. De hecho, si cruzaba de casualidad la mirada con la de Nohlem, podía hasta fingir que era su hermana ofendida por algún comentario que ella misma hubiera hecho. Incluso la comida sabía a casa. Era mucho menos lujosa que la que habrían hecho sus cocineros, pero los guisos eran una comida normal en Libo, y aunque alguno de los ingredientes fuera totalmente nuevo para ella, no estaba nada mal.
Tras la comida se fue pronto al cuarto, ignorando por ahora el libro de magia. No iba a irse a ningún lado, y lo más útil sería que los que ya sabían algo les enseñaran a leer las instrucciones antes de probar a hacer nada. Lo más probable era que no funcionara sin saber hacerlo bien, de todas maneras. La cama seguía siendo igual de incómoda que la noche anterior, pero el cansancio acumulado hizo que aquel día se durmiera mucho más fácilmente.
- GiniroryuGM
Ficha de cosechado
Nombre: Rägjynn
Especie: mjörní
Habilidades: memoria, buen oído y don de lenguas
Re: Torreón Sendar
31/08/23, 01:13 pm
El ambiente era extraño. Al mjörní lo único que no le extrañaba de todo aquello era que estuviesen enfadados con Serena, pues él también lo estaba y le había molestado de nuevo el que la chica se hubiese encerrado como si fuese una niña pequeña en lugar de pedir disculpas por su comportamiento tan cuestionable. Lo demás… No lo entendía. La tensión que se palpaba en el ambiente le ponía demasiado incómodo, pero no quería simplemente quitarse del medio. Cuando Ethan se ofreció a cocinar, él a su vez se ofreció a ayudar en lo que pudiera. La cocina no era su punto fuerte y quería saber qué tipo de dieta tenían sus compañeros, ya que al parecer para la mayoría los insectos no formaban parte de esta e incluso alguno había expresado un desagrado considerable hacia ellos. Un par de preguntas le confirmaron que así era: casi ningún humano o libense comía insectos y para los allí presentes parecía comparable a comer algo asqueroso. Aunque resultase raro para un mjörní, siendo estos la base de su dieta, sabía que no todos los animales comían insectos, así que tampoco le pareció algo descabellado. Solo se preguntaba por qué les resultaban tan desagradables.
Le hubiese gustado hacer muchas más preguntas, pero estando la tensión que si se golpeaba el aire con un hilo vibraría, no se atrevió a hacer demasiadas. Aun así se quedó con cierta información valiosa sobre las dietas de los humanos en particular, ya que estaba cocinando Ethan, pero también había hecho pregunta a otros presentes al respecto.
Y el momento de sentarse a comer… el plato desprendía un aroma realmente agradable, Rägjynn salivaba con anticipación y su estómago protestaba todavía más fuerte… Pero el contraste con el ambiente lo hacía resultar muy extraño. Aquella también fue la comida más incómoda de su vida para el mjörní, acostumbrado a comer con mucha gente en un gran comedor junto a los otros huérfanos, rodeado de charlas ligeras o acerca de las clases… El casi perpetuo silencio a pesar de estar rodeado de gente parecía irreal. Podría decir que de otro mundo, pero eso era cierto al fin y al cabo. Sabía que además no se debía precisamente a ningún tipo de diferencia cultural. Bueno, tal vez en parte sí, si pensaba en la causa. No se atrevía a preguntar nada e iba a tener que dejar de pensar en ello por el momento, porque no llegaba a ninguna conclusión.
A pesar de todo, la comida estaba deliciosa incluso si no había ningún tipo de proteína de insecto en ella. Alguna vez había comido un plato similar, pero era muy infrecuente que sus comidas no llevasen ningún insecto en absoluto. Por supuesto se sumó a los comentarios positivos hacia el sabor de esta, intentando ser lo más agradable posible sin que pareciese que lo hacía por compromiso, porque el ambiente que había le hacía ser demasiado autoconsciente de lo que hacía o decía. Una parte de él hubiese querido comer rápido e irse en busca de otra tarea que hacer: estaba muy hambriento y ahora que todos estaban a salvo el nudo en el estómago había desaparecido en buena medida, pero sabía que no era buena idea después de llevar tantas horas sin comer nada.
Una vez la gente empezó a dispersarse, el mjörní ayudó a recoger la mesa y lavar los utensilios de cocina. Al ver a Damian levantarse de la mesa para irse, cruzó una mirada con Airi y entre ambos lo detuvieron: el niño necesitaba bañarse de nuevo y así se lo dijeron, porque aparte de la suciedad tenía varias heridas que vendría bien lavarlas mejor. Una vez con la positiva de Damian, lo siguiente que haría sería preguntar a Rick, Abel y Kalna si les importaba si le echaba un vistazo al libro de hechizos. No iba a intentar hacer ninguno: con el cansancio que tenía acumulado sabía que si efectivamente le salía alguno podía ser muy peligroso para su salud, pero al menos quería comprobar hasta qué punto se parecía la magia de Rocavarancolia a la de Mjörne y empezar a comprender la teoría.
Antes de eso, no obstante, tocaba volver a bañar a Damian. Airi dijo que se quería bañar primero, por lo que le avisaron para aprovechar su agua en cuanto le chique hubiese terminado. El niño se dejó sin problema como el día anterior, pero se le notaba raro. No le parecía extraño, ya que había sido uno de los principales afectados por el arrebato de Serena y sin duda fue un baño mucho más incómodo que el de la noche anterior.
Una vez terminasen con Damian, Rägjynn también decidió lavarse a sí mismo (aunque todavía no necesitase meterse en el barreño) y su ropa, poniéndose de nuevo un camisón para dormir una vez limpio. Se lamentaría de los agujeros que se habían producido sobre todo en las mangas de su haori, aunque había alguno más. De hecho aún tuvo que quitar alguna espina que no había visto hasta ese momento y que no se le había clavado ni a él ni a nadie de milagro. Las recogió y dejó en una esquina cerca de la puerta de fuera, con la intención de tirarlas al foso en cuanto fuese posible para que nadie se hiciese daño con ellas. Tras poner sus ropas a secar observó los agujeros con tristeza: no quería que el atuendo que le había regalado Skjë se estropease de aquella forma y lamentaba no saber remendar aquello sin el uso de magia… una vez más. Por el momento tan solo decidió que las guardaría cuidadosamente y no las volvería a usar para salir fuera. Tendría que buscar bien al día siguiente ropa que pudiese usar de entre la que había en los arcones y tal vez en algún momento preguntar si alguien sabía cómo coser.
Mientras empezaba a ojear el libro de hechizos de cocina se le ocurrió algo, pues a pesar de que habían comido hacía unas horas su estómago seguía protestando. Sería una lástima que se echasen a perder todos los insectos que venían en las cestas, por lo que preguntó a Airi y Tawar, quienes sabía que también los comían y en ese momento sentía que con elles si podía tratar de forma normal, si se apuntaban a un pequeño tentempié nocturno, explicándoles su razonamiento al respecto. Mientras les tres comían y Räg ojeaba los hechizos, Airi se mostró interesade por la teoría de aquel tipo de magia. El mjörní también tenía curiosidad por cómo sería lo que conocía le chique para resultarle tan extraño lo que para él era tan familiar. Así pues, acordaron que al día siguiente hablarían al respecto. Aquel día ya había sido muy largo y a pesar de sus intenciones, Rägjynn apenas logró leer un par de páginas antes de sentir cómo el cansancio empezaba a hacer verdadera mella en él.
Se fue a dormir dejando el libro en una mesita del cuarto y con una sensación muy amarga. Se sentía frustrado e inútil a partes iguales: no había podido hacer nada para mediar en ninguna discusión porque no comprendía muy bien cómo habían reaccionado la mayoría de los involucrados, y a pesar de tener un libro de magia ahí mismo (el cual observaba entre pesados parpadeos), seguía sin poder emplearla para curar heridas, y estaba por ver si para… algo. Si no fuera por lo exhausto que estaba, aquella habría sido otra noche sin dormir, pero el cuerpo tenía un límite y el mjörní en esa ocasión concilió el sueño casi de inmediato. Por lo menos en el cuarto estaban Airi y Szczenyak, con quienes se sentía completamente cómodo y ayudó a no pensar mucho en el mal ambiente del día. Volvería a tener sueños agitados de los que no recordaría nada a la mañana siguiente.
Le hubiese gustado hacer muchas más preguntas, pero estando la tensión que si se golpeaba el aire con un hilo vibraría, no se atrevió a hacer demasiadas. Aun así se quedó con cierta información valiosa sobre las dietas de los humanos en particular, ya que estaba cocinando Ethan, pero también había hecho pregunta a otros presentes al respecto.
Y el momento de sentarse a comer… el plato desprendía un aroma realmente agradable, Rägjynn salivaba con anticipación y su estómago protestaba todavía más fuerte… Pero el contraste con el ambiente lo hacía resultar muy extraño. Aquella también fue la comida más incómoda de su vida para el mjörní, acostumbrado a comer con mucha gente en un gran comedor junto a los otros huérfanos, rodeado de charlas ligeras o acerca de las clases… El casi perpetuo silencio a pesar de estar rodeado de gente parecía irreal. Podría decir que de otro mundo, pero eso era cierto al fin y al cabo. Sabía que además no se debía precisamente a ningún tipo de diferencia cultural. Bueno, tal vez en parte sí, si pensaba en la causa. No se atrevía a preguntar nada e iba a tener que dejar de pensar en ello por el momento, porque no llegaba a ninguna conclusión.
A pesar de todo, la comida estaba deliciosa incluso si no había ningún tipo de proteína de insecto en ella. Alguna vez había comido un plato similar, pero era muy infrecuente que sus comidas no llevasen ningún insecto en absoluto. Por supuesto se sumó a los comentarios positivos hacia el sabor de esta, intentando ser lo más agradable posible sin que pareciese que lo hacía por compromiso, porque el ambiente que había le hacía ser demasiado autoconsciente de lo que hacía o decía. Una parte de él hubiese querido comer rápido e irse en busca de otra tarea que hacer: estaba muy hambriento y ahora que todos estaban a salvo el nudo en el estómago había desaparecido en buena medida, pero sabía que no era buena idea después de llevar tantas horas sin comer nada.
Una vez la gente empezó a dispersarse, el mjörní ayudó a recoger la mesa y lavar los utensilios de cocina. Al ver a Damian levantarse de la mesa para irse, cruzó una mirada con Airi y entre ambos lo detuvieron: el niño necesitaba bañarse de nuevo y así se lo dijeron, porque aparte de la suciedad tenía varias heridas que vendría bien lavarlas mejor. Una vez con la positiva de Damian, lo siguiente que haría sería preguntar a Rick, Abel y Kalna si les importaba si le echaba un vistazo al libro de hechizos. No iba a intentar hacer ninguno: con el cansancio que tenía acumulado sabía que si efectivamente le salía alguno podía ser muy peligroso para su salud, pero al menos quería comprobar hasta qué punto se parecía la magia de Rocavarancolia a la de Mjörne y empezar a comprender la teoría.
Antes de eso, no obstante, tocaba volver a bañar a Damian. Airi dijo que se quería bañar primero, por lo que le avisaron para aprovechar su agua en cuanto le chique hubiese terminado. El niño se dejó sin problema como el día anterior, pero se le notaba raro. No le parecía extraño, ya que había sido uno de los principales afectados por el arrebato de Serena y sin duda fue un baño mucho más incómodo que el de la noche anterior.
Una vez terminasen con Damian, Rägjynn también decidió lavarse a sí mismo (aunque todavía no necesitase meterse en el barreño) y su ropa, poniéndose de nuevo un camisón para dormir una vez limpio. Se lamentaría de los agujeros que se habían producido sobre todo en las mangas de su haori, aunque había alguno más. De hecho aún tuvo que quitar alguna espina que no había visto hasta ese momento y que no se le había clavado ni a él ni a nadie de milagro. Las recogió y dejó en una esquina cerca de la puerta de fuera, con la intención de tirarlas al foso en cuanto fuese posible para que nadie se hiciese daño con ellas. Tras poner sus ropas a secar observó los agujeros con tristeza: no quería que el atuendo que le había regalado Skjë se estropease de aquella forma y lamentaba no saber remendar aquello sin el uso de magia… una vez más. Por el momento tan solo decidió que las guardaría cuidadosamente y no las volvería a usar para salir fuera. Tendría que buscar bien al día siguiente ropa que pudiese usar de entre la que había en los arcones y tal vez en algún momento preguntar si alguien sabía cómo coser.
Mientras empezaba a ojear el libro de hechizos de cocina se le ocurrió algo, pues a pesar de que habían comido hacía unas horas su estómago seguía protestando. Sería una lástima que se echasen a perder todos los insectos que venían en las cestas, por lo que preguntó a Airi y Tawar, quienes sabía que también los comían y en ese momento sentía que con elles si podía tratar de forma normal, si se apuntaban a un pequeño tentempié nocturno, explicándoles su razonamiento al respecto. Mientras les tres comían y Räg ojeaba los hechizos, Airi se mostró interesade por la teoría de aquel tipo de magia. El mjörní también tenía curiosidad por cómo sería lo que conocía le chique para resultarle tan extraño lo que para él era tan familiar. Así pues, acordaron que al día siguiente hablarían al respecto. Aquel día ya había sido muy largo y a pesar de sus intenciones, Rägjynn apenas logró leer un par de páginas antes de sentir cómo el cansancio empezaba a hacer verdadera mella en él.
Se fue a dormir dejando el libro en una mesita del cuarto y con una sensación muy amarga. Se sentía frustrado e inútil a partes iguales: no había podido hacer nada para mediar en ninguna discusión porque no comprendía muy bien cómo habían reaccionado la mayoría de los involucrados, y a pesar de tener un libro de magia ahí mismo (el cual observaba entre pesados parpadeos), seguía sin poder emplearla para curar heridas, y estaba por ver si para… algo. Si no fuera por lo exhausto que estaba, aquella habría sido otra noche sin dormir, pero el cuerpo tenía un límite y el mjörní en esa ocasión concilió el sueño casi de inmediato. Por lo menos en el cuarto estaban Airi y Szczenyak, con quienes se sentía completamente cómodo y ayudó a no pensar mucho en el mal ambiente del día. Volvería a tener sueños agitados de los que no recordaría nada a la mañana siguiente.
- Aes
Ficha de cosechado
Nombre: Aniol
Especie: Humano
Habilidades: habilidad manual, automotivación, olfato fino.
Re: Torreón Sendar
31/08/23, 01:42 pm
Damian le siguió el juego al instante. Puede que no cesara de repetir lo mucho que deseaba ser un hombre, pero a la hora de la verdad se mostraba tal y como era, solo un niño. Aquello agradó a Aniol que acompañado de risas y algún que otro salto no podía estar más contento por poder tener alguien de su edad a su lado con quien mostrarse mucho más infantil. Aún así, la presencia de Ethan y Nohlem fue reparadora para el pequeño pues en esos instantes necesitaba personas a su alrededor. Quizá para ellos se trataba de un respiro pero sin saberlo aguantaban las paredes de aquel frágil castillo que era Aniol.
El consuelo se transformó en otra cosa cuando bajaron las escaleras al encuentro de comer algo rico. Se alegró de ver que Serena se había recluido en su habitación, un gesto que el polaco traducía como darle la razón de que la pelirroja era muy inmadura. Su ausencia no evitó que los alimentos aunque deliciosos, le supieron amargos. El silencio resultó abrumador para alguien como él que acostumbraba a estar en la mesa con sus seis hermanas y sus padres provocando el mayor escándalo posible. Además la barriga le dolía un poco a cada bocado y tuvo que parar varias veces para que el estofado no le sentara mal. No fue hasta más tarde que recuperó la fruta que Abel había troceado que comió con más ahínco y energías renovadas.
Tras asegurarse de que los recién llegados estaban más o menos bien decidió aislarse con el italiano para jugar un rato y permitir que aquel embotamiento de haber llorado tanto lo abandonara poco a poco. Al caer la noche ni siquiera tuvo remordimientos por no haber intentado practicar un hechizo. Aquel día fue fatídico y en caso de no conseguirlo sumaría una decepción más en su lista. En su lugar estrenó el fuerte charlando sobre cosas cotidianas hasta que cayó dormido profundamente sobre el pecho de Ethan. Estar tan apretadito solo ayudó a sentirse lo suficientemente cómodo como para que no le diera vergüenza adoptar una postura fetal.
El consuelo se transformó en otra cosa cuando bajaron las escaleras al encuentro de comer algo rico. Se alegró de ver que Serena se había recluido en su habitación, un gesto que el polaco traducía como darle la razón de que la pelirroja era muy inmadura. Su ausencia no evitó que los alimentos aunque deliciosos, le supieron amargos. El silencio resultó abrumador para alguien como él que acostumbraba a estar en la mesa con sus seis hermanas y sus padres provocando el mayor escándalo posible. Además la barriga le dolía un poco a cada bocado y tuvo que parar varias veces para que el estofado no le sentara mal. No fue hasta más tarde que recuperó la fruta que Abel había troceado que comió con más ahínco y energías renovadas.
Tras asegurarse de que los recién llegados estaban más o menos bien decidió aislarse con el italiano para jugar un rato y permitir que aquel embotamiento de haber llorado tanto lo abandonara poco a poco. Al caer la noche ni siquiera tuvo remordimientos por no haber intentado practicar un hechizo. Aquel día fue fatídico y en caso de no conseguirlo sumaría una decepción más en su lista. En su lugar estrenó el fuerte charlando sobre cosas cotidianas hasta que cayó dormido profundamente sobre el pecho de Ethan. Estar tan apretadito solo ayudó a sentirse lo suficientemente cómodo como para que no le diera vergüenza adoptar una postura fetal.
- Kanyum
Ficha de cosechado
Nombre: Nohlem
Especie: Varmano granta
Habilidades: Puntería, intuición, carisma
Re: Torreón Sendar
01/09/23, 01:07 am
La pérdida de las comodidades de una vida llena de lujos no se hacía fácil con el tiempo, más bien más notoria. No tener electricidad ni agua corriente, bañarse con cubos de agua que con suerte estaba templada después de largos minutos al fuego, las bajas temperaturas fuera día o noche, la humedad del ladrillo, llevar ropa sosa en el mejor de los casos… Dicho mal y pronto, era una absoluta mierda. Echaba de menos la radio, el color que brindaban las plantas a su casa, el sonido amortiguado de la moqueta bajo sus pies, mirarse a un espejo, la luz de un sol candente… Porque por tener ese mundo no tenía ni lunas ni estrellas.
Como era de esperar la tensión tardó en abandonarle los consecuentes días. Serena se negaba a salir de su habitación, y si le preguntaban a Nohlem era la idea más sensata que había tenido la chica hasta entonces, considerando que no tenía la madurez suficiente para lidiar con los problemas que ella misma había causado. Si no quería mejorar, que menos que tampoco molestara con su presencia. No la conocía de nada ni motivos tenía para preocuparse por ella si, tal como seguía demostrando, ella no lo hacía por los demás.
Tras tamaños jarros de agua fría -literales y metafóricos-, tal como se había jurado a las puertas de la muerte el joven fue más proactivo con las tareas del torreón. Odiaba particularmente mojarse las manos pero le tenía demasiado aprecio a su ropa para no encargarse de ella, así que siguiendo consejos e indicaciones hizo la colada por primera vez en su vida. Quitarse los anillos y dejar de sentir los dedos por el agua helada valía la pena si así no veía su traje tenerse en pie por la mugre. Tampoco le importó lavar lo que tuviera el resto, mojado el gato que importaba empaparlo más. Aunque no fuera particularmente bueno en nada llevaba mejor el ayudar en cocina y trabajar en seco, pero por supuesto salir de su burbuja de privilegios no sería cuestión de unos pocos días. Una mezcla de presión de grupo, no tener otra cosa mejor en la que quemar el tiempo y el peso con el que caía su consciencia eran buen incentivo, aunque su capacidad de concentración era la que había sido toda su vida y eso no cambiaría, pues aún con toda su buena fe sabía que esos trabajos le pertenecían a un sirviente, no a él.
Por el contrario algo que hacía con gusto y sí se le daba bien era el tiro con arco, lo que fue su único pasatiempo más allá de relacionarse con aquellos con los que no estaba de malas. Schecheniak (no había manera de quedarse con su nombre) y Airi fueron sus principales acompañantes, y estuvo igual de interesado por aprender a manejar la ballesta con el lobo (al cual le hizo mucha ilusión ser llamado así) como de hacer de profesor para ellos. Muy distinto fue el caso de Rick, ya que en cuanto le vio aparecer con la intención de ser enseñado Nohlem recogió sus cosas y marchó sin decir nada. Como si el carácter distante del varmano no fuera suficiente indicativo de que no quería hablar con él.
Esa fue posiblemente la peor parte de la semana. Nohlem venía de una familia con poder, demasiado, donde las relaciones se tejían con tela de araña. Con el grosor suficiente esta podría parar un tren a toda velocidad, y sin embargo quebrarla con una mano era francamente sencillo. Las relaciones para alguien de su status eran tan importantes como superfluas, y es que si un hombre te ofendía y dejaba de beneficiarte, no hablabas con él para arreglar las cosas: lo reemplazabas. Su familia era orgullosa y el perdón era algo que concedían, no que buscaban. De ahí que el granta gestionase su molestia de una de las dos formas que le habían enseñado en casa: ignorando la existencia de aquellos que no merecían su atención. La otra opción era la pasivo-agresividad, así que hasta estaba siendo clemente. Sus acciones eran aún más notables cuando con la mayoría estaba de buen humor, y es que el vacío pesaba más al aparecer después de una sonrisa que no te estaba siendo dedicada.
Pero claro, Nohlem no era ni su madre ni su hermana. Si bien se sabía con toda la razón del mundo (y obviamente habían sido unos cabeza hueca), no era fácil mantener el malestar coexistiendo a toda hora con aquellos que lo provocaron en primer lugar. Que decir que fueran reemplazables, más bien estaban horriblemente limitados. Así pues Nohlem fue rebajando sus niveles de hostilidad hacia aquellos que no eran Serena, especialmente cuando Ethan se dispuso a hablar con Connor. Exceptuando la principal culpable ninguno le había caído mal y, Santos, que alivio era no tensarse como un arco cada vez que alguno entraba donde él estuviera. Las redencillas se solventaron como las heridas leves, con tiempo y reposo, por lo que para finales de semana aún sin haber hablado explícitamente sobre ello (y mejor, porque el varmano podía ser extremadamente mordaz), Nohlem recuperó el relacionarse con todos. Todos menos Serena y Abel. La primera por lo obvio, el segundo porque apenas se dejaba ver y parecía tener una relación demasiado estrecha con la pelirroja, algo que le hacía arrugar el morro. Además el varmano no era tonto, y para falsos él tenía ganado el oro. Intuía que no caía bien al humano.
Con quienes sí estuvo muy a gusto fueron Ethan y los niños. El primero se había convertido en una suerte de voz de la razón y compañero de penas, algo inevitable cuando los dos opinaban parecido respecto a lo sucedido y compartían habitación y "cama" (colchones en el piso) incluso cuando los pequeños no les acompañaban, y los segundos… Bueno. Eran niños. El varmano tenía algo de experiencia con su primo menor y realmente le gustaban los niños, contar y escuchar historias, jugar con ellos, aprender de ese tal Santa Claus… pero Santos, es verdad que tenían bastante más energía que él. Aún así no le importaba acabar con la cabeza hecha un bombo y con su potentísima batería social totalmente agotada con tal de que no se sintieran una carga en ningún momento. Además era un debilucho, pero la inquietud de Damian le recordaba a una versión mucho más joven de sí mismo y ante eso no podía quejarse. Volver al cuarto con Rick y Connor fue cosa de los últimos días, cuando el silencio dejó de ser incómodo de verdad, pero puede que el granta empezase a preferir dormir con Damian pegado al cogote antes que con un Connor irascible por falta de tabaco.
Por lo demás la semana pasó sin pena ni gloria. Se apuntó a las clases de artes marciales de Räg y ni siquiera su flexibilidad varmana le salvó de morder el polvo, una experiencia que no quiso repetir. Las clases de Kalna fueron menos intento aún, la paliza que le había dado su hermana años atrás con un florete aún vivía libre de impuestos en su cabeza, y las armas que tenían (así empezaran con palos) era bastante más espeluznantes que un estoque blandito como para tontear con ellas. No le dedicó más de una sola vuelta al libro de magia no-mágica y evitó a toda costa la habitación donde dormía Aria, la chica enferma, fuera a ser contagioso lo que tuviese. También se apuntó a la salida a por comida puesto que, aunque ya bastante era con lo que había visto desde la seguridad del torreón, tampoco había experimentado la ciudad como tal y no sería justo que se la jugasen siempre los mismos. En parte pesaba el morbo, pero sobre todo el miedo a que alguien se quejara de su cobardía.
No tenía ningún semanario como Aniol pero se sumó a apuntar el paso de los días con papel y lápiz, por saber cuan lejos estaban de los 420 que tenían que cumplir. No era lo más alentador, no cuando la primera semana había sido casi más difícil que la totalidad de sus 17 años, pero más desesperante sería no tener medida alguna.
Nohlem despertó jurando haber oído su nombre en la radio. Una mujer presentaba una canción junto con otro locutor, pero su conversación no era más que un murmullo sin significado que se vio pronto reemplazado por un dueto a violín y piano que transmitía la calma que sigue a la hora del almuerzo. El diván no era tan cómodo como su cama, pero que los Santos afirmasen como de bien había caído rendido.
El cantar de las cigarras y la luz tenue que se colaba por las rendijas de la celosía hacían difícil discernir que hora era (¿mañana? ¿tarde?) pero a Nohlem tampoco le preocupaba averiguarlo. Se quedó ahí, con un codo apoyado en el diván a medio levantar, observando la bonita combinación de colores que ofrecían los lomos de los libros de la biblioteca. Solo se incorporó cuando el crujir de la madera se acentuó en su dirección, instándole a guardar una mejor postura.
—Oh. ¿Molesto?
Su padre había entrado prácticamente a hurtadillas y por sus ojos muy abiertos era obvio que no esperaba encontrarle ahí. Llevaba su saxofón consigo.
—No.
—Jaja, bien, ¡bien! —su alegría era más bigote que sonrisa, aunque se le notaba alicaído. Como siempre, en realidad. Cerró detrás suya—. Tu madre me ha echado del salón. Así que subo a hacer ruido a la biblioteca. Buen sitio, ¿eh? Uno toca y el otro duerme. Pero nadie lee.
Nohlem le sonrió, deslizando una risa entre sus dientes mientras miraba abajo, a sus zapatos. Culpable.
—Estaba cansado.
—¿De qué, muchacho?
¿De qué? No lo sabía. Había estado haciendo algo agotador, pero no se le venía a la mente con exactitud el qué. No sería tan agotador entonces. Se encogió de hombros.
—Bueno, a mi también me cansa existir a veces. Y más con el carácter de tu madre por casa.
El hombre se rió suavemente, su hijo no supo si hacerlo. Sabía que no debía, asi que se limitó a sonreír. El mayor hizo una escala para comprobar que el instrumento estaba afinado y apagó la radio para repetirlo con mejor oído.
—¿Y qué tal con el chico de cocina?
Nohlem se puso recto en el sitio, su respiración se realentizó y sus ojos se abrieron de par en par, reacciones que trató de disimular tan rápido como empezó a experimentarlas. Tuvo margen, ya que su padre le daba la espalda.
—¿Hm? ¿Qué chico?
—El de cocina —un "tuut" agudo salió de su saxofón al tiempo que se giraba sin prisa a él. Sus ojos no se despegaban del instrumento—. El jovencito que es como de tu edad, que tiene el pelo así rizado, largo como por aquí...
—No sé —Olvan, 18 años, tenía tres lunares en el hombro que formaban un triangulo perfecto—. No sé de quien me habla, padre.
—¿No? —le miró—. Válgame, yo te hacía más listo. Es bastante guapo. Me recuerda a una crossandra. ¿No te recuerda a una crossandra?
Y con total casualidad tocó una melodía ante un Nohlem cuyo pecho se removía en inquietudes. Entre ellas una felicidad dudosa al no saber si aquello era una trampa. Conocía a su padre, pero pillarle tan suelto no era lo habitual. Mucho menos que hablasen de esas cosas, al menos cuando involucraban a gente de clases sociales más bajas.
—Bueno, sí. No está mal. Es simpático.
La canción se vio interrumpida por una risita victoriosa del mayor.
—¿Simpático? Ah, no, muy mal. Yo a tu edad ya habría actuado. Si me dices que no lo has hecho estaré bastante decepcionado, pero no creo que me equivoque. ¿Me equivoco, Nohlem?
—Eh... no. No señor.
—¡Si ya sabía yo! —se rió—. ¿Y con Rick qué tal? ¿Habéis hecho las paces? Tiene unos ojos preciosos. Sabes, la primera vez que yo vi unos ojos asi fue en mi viaje a Montevivo. Era un hombre con la piel tan oscura que parecía azul marino, no te exagero. Después veías sus ojos... impresionante. Uno gris y otro azul. Tu madre y yo nos quedamos maravillados. El hombre más atractivo que he visto nunca, sinceramente.
—Vaya —contestó con una risita y un ligero rubor, aprovechando lo metido que estaba en la historia para no contestar a su pregunta—. Así cuesta elegir un ojo al que mirar.
—Pero de tus amiguitos Connor no me gusta, ese no —continuó—. Serena tampoco —le miró con los ojos bien abiertos—. Hazme caso, Serena no. Kalna me recuerda a... —dejó la frase al aire, pero ambos sabían la respuesta—. Ethan sí. Ese chico tiene el consentimiento de tu padre.
Nohlem se rió con ánimo, y le habría contestado de no ser por la lágrima que cruzó su rostro. No el "suyo" sino el real. La humedad le hizo ser consciente de la almohada, del peso de Aniol a un lado del colchón y del camino que abría una segunda lágrima por su mejilla hasta mojar su morro; consciente entonces de que su padre le había estado hablando de gente que no conocía. Se aferró a aquella ilusión, luchando por mantener los ojos cerrados y quedarse en la biblioteca. La voz de su hermana en algún punto inconexo de su mente, tan nítida como si nunca la hubiera olvidado, fue lo último que pudo arañar.
Esa mañana Nohlem despertó dos veces.
Como era de esperar la tensión tardó en abandonarle los consecuentes días. Serena se negaba a salir de su habitación, y si le preguntaban a Nohlem era la idea más sensata que había tenido la chica hasta entonces, considerando que no tenía la madurez suficiente para lidiar con los problemas que ella misma había causado. Si no quería mejorar, que menos que tampoco molestara con su presencia. No la conocía de nada ni motivos tenía para preocuparse por ella si, tal como seguía demostrando, ella no lo hacía por los demás.
Tras tamaños jarros de agua fría -literales y metafóricos-, tal como se había jurado a las puertas de la muerte el joven fue más proactivo con las tareas del torreón. Odiaba particularmente mojarse las manos pero le tenía demasiado aprecio a su ropa para no encargarse de ella, así que siguiendo consejos e indicaciones hizo la colada por primera vez en su vida. Quitarse los anillos y dejar de sentir los dedos por el agua helada valía la pena si así no veía su traje tenerse en pie por la mugre. Tampoco le importó lavar lo que tuviera el resto, mojado el gato que importaba empaparlo más. Aunque no fuera particularmente bueno en nada llevaba mejor el ayudar en cocina y trabajar en seco, pero por supuesto salir de su burbuja de privilegios no sería cuestión de unos pocos días. Una mezcla de presión de grupo, no tener otra cosa mejor en la que quemar el tiempo y el peso con el que caía su consciencia eran buen incentivo, aunque su capacidad de concentración era la que había sido toda su vida y eso no cambiaría, pues aún con toda su buena fe sabía que esos trabajos le pertenecían a un sirviente, no a él.
Por el contrario algo que hacía con gusto y sí se le daba bien era el tiro con arco, lo que fue su único pasatiempo más allá de relacionarse con aquellos con los que no estaba de malas. Schecheniak (no había manera de quedarse con su nombre) y Airi fueron sus principales acompañantes, y estuvo igual de interesado por aprender a manejar la ballesta con el lobo (al cual le hizo mucha ilusión ser llamado así) como de hacer de profesor para ellos. Muy distinto fue el caso de Rick, ya que en cuanto le vio aparecer con la intención de ser enseñado Nohlem recogió sus cosas y marchó sin decir nada. Como si el carácter distante del varmano no fuera suficiente indicativo de que no quería hablar con él.
Esa fue posiblemente la peor parte de la semana. Nohlem venía de una familia con poder, demasiado, donde las relaciones se tejían con tela de araña. Con el grosor suficiente esta podría parar un tren a toda velocidad, y sin embargo quebrarla con una mano era francamente sencillo. Las relaciones para alguien de su status eran tan importantes como superfluas, y es que si un hombre te ofendía y dejaba de beneficiarte, no hablabas con él para arreglar las cosas: lo reemplazabas. Su familia era orgullosa y el perdón era algo que concedían, no que buscaban. De ahí que el granta gestionase su molestia de una de las dos formas que le habían enseñado en casa: ignorando la existencia de aquellos que no merecían su atención. La otra opción era la pasivo-agresividad, así que hasta estaba siendo clemente. Sus acciones eran aún más notables cuando con la mayoría estaba de buen humor, y es que el vacío pesaba más al aparecer después de una sonrisa que no te estaba siendo dedicada.
Pero claro, Nohlem no era ni su madre ni su hermana. Si bien se sabía con toda la razón del mundo (y obviamente habían sido unos cabeza hueca), no era fácil mantener el malestar coexistiendo a toda hora con aquellos que lo provocaron en primer lugar. Que decir que fueran reemplazables, más bien estaban horriblemente limitados. Así pues Nohlem fue rebajando sus niveles de hostilidad hacia aquellos que no eran Serena, especialmente cuando Ethan se dispuso a hablar con Connor. Exceptuando la principal culpable ninguno le había caído mal y, Santos, que alivio era no tensarse como un arco cada vez que alguno entraba donde él estuviera. Las redencillas se solventaron como las heridas leves, con tiempo y reposo, por lo que para finales de semana aún sin haber hablado explícitamente sobre ello (y mejor, porque el varmano podía ser extremadamente mordaz), Nohlem recuperó el relacionarse con todos. Todos menos Serena y Abel. La primera por lo obvio, el segundo porque apenas se dejaba ver y parecía tener una relación demasiado estrecha con la pelirroja, algo que le hacía arrugar el morro. Además el varmano no era tonto, y para falsos él tenía ganado el oro. Intuía que no caía bien al humano.
Con quienes sí estuvo muy a gusto fueron Ethan y los niños. El primero se había convertido en una suerte de voz de la razón y compañero de penas, algo inevitable cuando los dos opinaban parecido respecto a lo sucedido y compartían habitación y "cama" (colchones en el piso) incluso cuando los pequeños no les acompañaban, y los segundos… Bueno. Eran niños. El varmano tenía algo de experiencia con su primo menor y realmente le gustaban los niños, contar y escuchar historias, jugar con ellos, aprender de ese tal Santa Claus… pero Santos, es verdad que tenían bastante más energía que él. Aún así no le importaba acabar con la cabeza hecha un bombo y con su potentísima batería social totalmente agotada con tal de que no se sintieran una carga en ningún momento. Además era un debilucho, pero la inquietud de Damian le recordaba a una versión mucho más joven de sí mismo y ante eso no podía quejarse. Volver al cuarto con Rick y Connor fue cosa de los últimos días, cuando el silencio dejó de ser incómodo de verdad, pero puede que el granta empezase a preferir dormir con Damian pegado al cogote antes que con un Connor irascible por falta de tabaco.
Por lo demás la semana pasó sin pena ni gloria. Se apuntó a las clases de artes marciales de Räg y ni siquiera su flexibilidad varmana le salvó de morder el polvo, una experiencia que no quiso repetir. Las clases de Kalna fueron menos intento aún, la paliza que le había dado su hermana años atrás con un florete aún vivía libre de impuestos en su cabeza, y las armas que tenían (así empezaran con palos) era bastante más espeluznantes que un estoque blandito como para tontear con ellas. No le dedicó más de una sola vuelta al libro de magia no-mágica y evitó a toda costa la habitación donde dormía Aria, la chica enferma, fuera a ser contagioso lo que tuviese. También se apuntó a la salida a por comida puesto que, aunque ya bastante era con lo que había visto desde la seguridad del torreón, tampoco había experimentado la ciudad como tal y no sería justo que se la jugasen siempre los mismos. En parte pesaba el morbo, pero sobre todo el miedo a que alguien se quejara de su cobardía.
No tenía ningún semanario como Aniol pero se sumó a apuntar el paso de los días con papel y lápiz, por saber cuan lejos estaban de los 420 que tenían que cumplir. No era lo más alentador, no cuando la primera semana había sido casi más difícil que la totalidad de sus 17 años, pero más desesperante sería no tener medida alguna.
—
Nohlem despertó jurando haber oído su nombre en la radio. Una mujer presentaba una canción junto con otro locutor, pero su conversación no era más que un murmullo sin significado que se vio pronto reemplazado por un dueto a violín y piano que transmitía la calma que sigue a la hora del almuerzo. El diván no era tan cómodo como su cama, pero que los Santos afirmasen como de bien había caído rendido.
El cantar de las cigarras y la luz tenue que se colaba por las rendijas de la celosía hacían difícil discernir que hora era (¿mañana? ¿tarde?) pero a Nohlem tampoco le preocupaba averiguarlo. Se quedó ahí, con un codo apoyado en el diván a medio levantar, observando la bonita combinación de colores que ofrecían los lomos de los libros de la biblioteca. Solo se incorporó cuando el crujir de la madera se acentuó en su dirección, instándole a guardar una mejor postura.
—Oh. ¿Molesto?
Su padre había entrado prácticamente a hurtadillas y por sus ojos muy abiertos era obvio que no esperaba encontrarle ahí. Llevaba su saxofón consigo.
—No.
—Jaja, bien, ¡bien! —su alegría era más bigote que sonrisa, aunque se le notaba alicaído. Como siempre, en realidad. Cerró detrás suya—. Tu madre me ha echado del salón. Así que subo a hacer ruido a la biblioteca. Buen sitio, ¿eh? Uno toca y el otro duerme. Pero nadie lee.
Nohlem le sonrió, deslizando una risa entre sus dientes mientras miraba abajo, a sus zapatos. Culpable.
—Estaba cansado.
—¿De qué, muchacho?
¿De qué? No lo sabía. Había estado haciendo algo agotador, pero no se le venía a la mente con exactitud el qué. No sería tan agotador entonces. Se encogió de hombros.
—Bueno, a mi también me cansa existir a veces. Y más con el carácter de tu madre por casa.
El hombre se rió suavemente, su hijo no supo si hacerlo. Sabía que no debía, asi que se limitó a sonreír. El mayor hizo una escala para comprobar que el instrumento estaba afinado y apagó la radio para repetirlo con mejor oído.
—¿Y qué tal con el chico de cocina?
Nohlem se puso recto en el sitio, su respiración se realentizó y sus ojos se abrieron de par en par, reacciones que trató de disimular tan rápido como empezó a experimentarlas. Tuvo margen, ya que su padre le daba la espalda.
—¿Hm? ¿Qué chico?
—El de cocina —un "tuut" agudo salió de su saxofón al tiempo que se giraba sin prisa a él. Sus ojos no se despegaban del instrumento—. El jovencito que es como de tu edad, que tiene el pelo así rizado, largo como por aquí...
—No sé —Olvan, 18 años, tenía tres lunares en el hombro que formaban un triangulo perfecto—. No sé de quien me habla, padre.
—¿No? —le miró—. Válgame, yo te hacía más listo. Es bastante guapo. Me recuerda a una crossandra. ¿No te recuerda a una crossandra?
Y con total casualidad tocó una melodía ante un Nohlem cuyo pecho se removía en inquietudes. Entre ellas una felicidad dudosa al no saber si aquello era una trampa. Conocía a su padre, pero pillarle tan suelto no era lo habitual. Mucho menos que hablasen de esas cosas, al menos cuando involucraban a gente de clases sociales más bajas.
—Bueno, sí. No está mal. Es simpático.
La canción se vio interrumpida por una risita victoriosa del mayor.
—¿Simpático? Ah, no, muy mal. Yo a tu edad ya habría actuado. Si me dices que no lo has hecho estaré bastante decepcionado, pero no creo que me equivoque. ¿Me equivoco, Nohlem?
—Eh... no. No señor.
—¡Si ya sabía yo! —se rió—. ¿Y con Rick qué tal? ¿Habéis hecho las paces? Tiene unos ojos preciosos. Sabes, la primera vez que yo vi unos ojos asi fue en mi viaje a Montevivo. Era un hombre con la piel tan oscura que parecía azul marino, no te exagero. Después veías sus ojos... impresionante. Uno gris y otro azul. Tu madre y yo nos quedamos maravillados. El hombre más atractivo que he visto nunca, sinceramente.
—Vaya —contestó con una risita y un ligero rubor, aprovechando lo metido que estaba en la historia para no contestar a su pregunta—. Así cuesta elegir un ojo al que mirar.
—Pero de tus amiguitos Connor no me gusta, ese no —continuó—. Serena tampoco —le miró con los ojos bien abiertos—. Hazme caso, Serena no. Kalna me recuerda a... —dejó la frase al aire, pero ambos sabían la respuesta—. Ethan sí. Ese chico tiene el consentimiento de tu padre.
Nohlem se rió con ánimo, y le habría contestado de no ser por la lágrima que cruzó su rostro. No el "suyo" sino el real. La humedad le hizo ser consciente de la almohada, del peso de Aniol a un lado del colchón y del camino que abría una segunda lágrima por su mejilla hasta mojar su morro; consciente entonces de que su padre le había estado hablando de gente que no conocía. Se aferró a aquella ilusión, luchando por mantener los ojos cerrados y quedarse en la biblioteca. La voz de su hermana en algún punto inconexo de su mente, tan nítida como si nunca la hubiera olvidado, fue lo último que pudo arañar.
Esa mañana Nohlem despertó dos veces.
- Aes
Ficha de cosechado
Nombre: Aniol
Especie: Humano
Habilidades: habilidad manual, automotivación, olfato fino.
Re: Torreón Sendar
01/09/23, 11:11 am
A las horas le sucedieron los días, y a los días una semana. Lo que en principio identificó como una situación temporal se estaba alargando lo suficiente como para pensar que aquello no se trataba de ninguna broma. A veces la idea de haber caído en un mundo de fantasía paralelo cobraba fuerza en su mente quizás para convencerse así mismo de que no estaba generando ningún tipo de dolor a la gente que más amaba. Si se trataba de algo como las Crónicas de Narnia solo le bastaría un instante para regresar a su ciudad natal como si nada hubiera pasado.
Otras veces… en cambio… un cariz mucho más realista y maduro comenzaba a anidar ciertos recovecos y le susurraba una verdad tan terrible que si se detenía demasiado en ella le provocaba náuseas: la corazonada de que era un niño desaparecido. Robado. Raptado. Niños como los de la tele, con sus sonrisas de infante en una foto a blanco y negro que ya amenazaba a sus padres con la promesa de que no volverían a ver jamás a sus criaturas. Sus hermanas debían estar devastadas, al cerrar los ojos con pesar se las imaginaba batiendo las calles y el bosque ayudadas de policías, perros de búsqueda y sus prendas favoritas para localizarle. Seguro que Cometa también le estaba buscando y rasgaba la puerta de su habitación con tristeza para que saliera a jugar.
Nelka estaría ocupándose de todo. Era la mayor y tenía la manía de cargar con el peso de los problemas en su espalda. La echaba mucho de menos, sobre todo la manera en que siempre parecía tener una respuesta adecuada para él. Las echaba de menos a todas. Estar rodeado de tantas personas en el torreón era un efecto placebo, a veces lograba calmarse tras un efecto reparador pero no era lo mismo. Si sus hermanas estuvieran allí… todo sería diferente. Añoraba a Jassia y cómo trenzaba su cabello con mimo mientras discutían lo mono que era el hijo del carnicero. Anhelaba ver películas Disney con Crina y Larisa, o jugar a hacer muñecos de nieve con Luiza, incluso que Tabitha se metiera tanto con él por lo blandengue que resultaba a veces.
Pero a quien más extrañó fue a sus padres. Su madre trataría de manejar la situación con la entereza que la caracterizaba para más tarde refugiarse en sus cartas y sus posos de té intentando no aceptar los designios del destino. Pasaría noches en vela tocando su bombo con el lamento de que el nuevo churumbel en la familia jamás llegaría a conocerle. Sin embargo su padre… Oh… su padre. Detenerse demasiado en él causaba que sus ojos color miel se aguaran como una mañana de rocío y lo dibujara cerrando el negocio por faltarle uno de sus mayores tesoros. A su lado las cosas parecían menos importantes, más vivas y honestas. Ni siquiera la experiencia de Rocavarancolia podría evitar apagar la sonrisa del pequeño cuando el hombre lo levantaba con sus brazos fuertes para recibirle cuando llegaba de la escuela, o que los temores de su corazón se mitigaran cuando besaba sus mejillas con su espesa barba haciéndole cosquillas.
Pero ninguno de ellos estaba allí.
Absolutamente ninguno.
Aquel hecho era tan poderoso que en ocasiones su mente titilaba cual estrella, como una tele a la que no le llegaba la señal y estaba a punto de fundirse en negro. ¿Cuánto eran siete días? Siete días era lo que tardaba una nevada generosa en cubrir el tejado y su jardín de un blanco hermoso. Cada siete días visitaba la carnicería en pos de encontrarse con Michal para preguntarle si quería salir con él a jugar a las bodas y los casamientos con el resto de niñas del vecindario. En menos de siete días un tallito podía brotar de uno de los envases de yogur que formaba parte de las tareas de su colegio.
Cuatro días. Cinco. Seis. Siete días. ¿Cuánto se tardaba en olvidar a un amigo? ¿A un hermano? ¿A un hijo?
Se negaba a encontrar una respuesta. Así que no tuvo más remedio que hacer todo lo posible por distraerse. Y por suerte encontró motivos de sobra para hacerlo en algunos de sus compañeros. Ayudar a las tareas del hogar no le resultó difícil, especialmente compartir ratos en la cocina imaginando múltiples combinaciones de los alimentos que portaban las cestas. Se apuntó a las clases de Räg sin recrearse mucho, lo que creyó erróneamente como un juego resultó ser un arte marcial con disciplina así que tuvo que tomárselo más en serio los días siguientes. Le gustaba. Le emocionaba sentirse útil y por eso su compañía se basó en Ethan y Damian. El primero siempre le hacía sentir que todo marchaba bien, que no era un estorbo. Empezó a hallar consuelo en sus ojos oscuros y rasgados cuando algo de aquella ciudad ruinosa le daba miedo. Y le buscó en la oscuridad de la noche para refugiarse de esa negrura abrasadora y ese silencio permanente que parecían augurar malos presagios. Damian fue todo un descubrimiento. Debajo de esa máscara revoltosa y caótica se alojaba un buen corazón. Era molesto y chillón. Sí. Y Räg y Airi tenían que ir detrás de él varias veces para que se duchara. Pero el italiano hacía de sus días cada vez uno nuevo y distinto, quebrando la monotonía con la fuerza de su energía deslumbrante. Además, nunca se había encontrado con alguien que se conformara con tan poco, la única presencia del polaco a su alrededor parecía hacerle feliz.
No como Serena. A quien evitó a toda costa. El pequeño olvidó pronto las rencillas que pudiera tener con Abel o Rick. Connor seguía inspirando miedo, así que se alejó de él, pero al menos no le odiaba. Incluso Kalna se acercó y le pidió que le hiciera trenzas en el pelo. Pero Serena… no se disculpó. Y se refugió en su habitación como una princesa mártir recluida en su torre. Normalmente no tenía problemas en arreglar las cosas con las personas con las que creía haber actuado mal, pero temía encontrarse a una bruja gélida y cruel en su lugar. Era como Elsa en la parte de la película en la que arrojaba un gigante de hielo a sus propios amigos.
La magia tampoco parecía real en un mundo repleto de ella. O al menos no estaba destinada para ser usada por el grupo. El niño lo intentó, como la mayoría. Pero solo sintió un no se qué, que qué sé yo morir en la punta de los dedos, como una palabra a punto de pronunciarse. No le desanimó demasiado por la sencilla razón de desestimar ese viejo libro como una blasfemia a la magia de la que sería capaz de realizar el Señor Santa, a quien presentó a todo el que tuviera ocasión. Pero por más que hubiera tenido oportunidad de decepcionarse, el pequeño recibió algo que le hizo matar el tiempo en sus horas más bajas.
Una nota. O bueno, un cuento. Varios de esos días independientemente de en qué habitación despertara recibió una nota a su nombre. El niño la abrió con recelo pero al ir viendo su contenido no pudo evitar engancharse. Contenía una historia fragmentada a capítulos titulada “Tristán y la Princesa Cebolla”. Un relato adecuado para su edad y bien escrito que deleitó sus ojos con esperanza de recibir una nueva parte al día siguiente.
Y así sucesivamente entre pinto y valdemoro, con el nuevo objetivo de descubrir la identidad del escritor misterioso, logró mantener la mayor parte de su estabilidad mental a flote para ver amanecer el nuevo día que aconteció.
El suspiro de Aniol fue eclipsado por el pecho de Ethan cuando un movimiento a su alrededor consiguió arrancarle de los brazos de Morfeo. Se levantó con lentitud sin querer despertar al medio japonés y parpadeó repetidas veces para salir de su aletargamiento. Las sábanas que hacían de cortinas opacaban la mayor parte de luz que entraba por las ventanas pero aún así supo a ciencia cierta que un nuevo día los recibía a todos. La ilusión de esperar a que Ethan se despertara para saber qué nuevo animalito de papel le haría hoy era poderosa. Pero algo a su alrededor iba mal.
Nohlem yacía a su lado, y sus ojos despedían sendas lágrimas por su rostro surcado de pecas. No parecía un llanto desatado, pero no por eso le pareció menos afligido. Tragó saliva, torciendo la boca hacia un lado por la sensación que le creaba ver al varmano en ese estado. El elfito era una de las personas que poco a poco habían ido cobrando más importancia para él casi sin darse cuenta. No solo había mostrado más interés que los demás con respecto a la Navidad y la llegada del Señor Santa colmándolos de regalos. También se le daba muy bien hacerles reír a él y Damián, creando que ambos estuvieran siempre tan suya de él cuando se aburrían.
—Nohlem… —musitó, con la voz tomada de haber estado durmiendo tan profundamente. Su mano se acercó con timidez hasta acariciar la muñeca del chico en un gesto de profesaba afecto, pero no avasallamiento—. ¿Estas mal? ¿Te pusiste triste?
Otras veces… en cambio… un cariz mucho más realista y maduro comenzaba a anidar ciertos recovecos y le susurraba una verdad tan terrible que si se detenía demasiado en ella le provocaba náuseas: la corazonada de que era un niño desaparecido. Robado. Raptado. Niños como los de la tele, con sus sonrisas de infante en una foto a blanco y negro que ya amenazaba a sus padres con la promesa de que no volverían a ver jamás a sus criaturas. Sus hermanas debían estar devastadas, al cerrar los ojos con pesar se las imaginaba batiendo las calles y el bosque ayudadas de policías, perros de búsqueda y sus prendas favoritas para localizarle. Seguro que Cometa también le estaba buscando y rasgaba la puerta de su habitación con tristeza para que saliera a jugar.
Nelka estaría ocupándose de todo. Era la mayor y tenía la manía de cargar con el peso de los problemas en su espalda. La echaba mucho de menos, sobre todo la manera en que siempre parecía tener una respuesta adecuada para él. Las echaba de menos a todas. Estar rodeado de tantas personas en el torreón era un efecto placebo, a veces lograba calmarse tras un efecto reparador pero no era lo mismo. Si sus hermanas estuvieran allí… todo sería diferente. Añoraba a Jassia y cómo trenzaba su cabello con mimo mientras discutían lo mono que era el hijo del carnicero. Anhelaba ver películas Disney con Crina y Larisa, o jugar a hacer muñecos de nieve con Luiza, incluso que Tabitha se metiera tanto con él por lo blandengue que resultaba a veces.
Pero a quien más extrañó fue a sus padres. Su madre trataría de manejar la situación con la entereza que la caracterizaba para más tarde refugiarse en sus cartas y sus posos de té intentando no aceptar los designios del destino. Pasaría noches en vela tocando su bombo con el lamento de que el nuevo churumbel en la familia jamás llegaría a conocerle. Sin embargo su padre… Oh… su padre. Detenerse demasiado en él causaba que sus ojos color miel se aguaran como una mañana de rocío y lo dibujara cerrando el negocio por faltarle uno de sus mayores tesoros. A su lado las cosas parecían menos importantes, más vivas y honestas. Ni siquiera la experiencia de Rocavarancolia podría evitar apagar la sonrisa del pequeño cuando el hombre lo levantaba con sus brazos fuertes para recibirle cuando llegaba de la escuela, o que los temores de su corazón se mitigaran cuando besaba sus mejillas con su espesa barba haciéndole cosquillas.
Pero ninguno de ellos estaba allí.
Absolutamente ninguno.
Aquel hecho era tan poderoso que en ocasiones su mente titilaba cual estrella, como una tele a la que no le llegaba la señal y estaba a punto de fundirse en negro. ¿Cuánto eran siete días? Siete días era lo que tardaba una nevada generosa en cubrir el tejado y su jardín de un blanco hermoso. Cada siete días visitaba la carnicería en pos de encontrarse con Michal para preguntarle si quería salir con él a jugar a las bodas y los casamientos con el resto de niñas del vecindario. En menos de siete días un tallito podía brotar de uno de los envases de yogur que formaba parte de las tareas de su colegio.
Cuatro días. Cinco. Seis. Siete días. ¿Cuánto se tardaba en olvidar a un amigo? ¿A un hermano? ¿A un hijo?
Se negaba a encontrar una respuesta. Así que no tuvo más remedio que hacer todo lo posible por distraerse. Y por suerte encontró motivos de sobra para hacerlo en algunos de sus compañeros. Ayudar a las tareas del hogar no le resultó difícil, especialmente compartir ratos en la cocina imaginando múltiples combinaciones de los alimentos que portaban las cestas. Se apuntó a las clases de Räg sin recrearse mucho, lo que creyó erróneamente como un juego resultó ser un arte marcial con disciplina así que tuvo que tomárselo más en serio los días siguientes. Le gustaba. Le emocionaba sentirse útil y por eso su compañía se basó en Ethan y Damian. El primero siempre le hacía sentir que todo marchaba bien, que no era un estorbo. Empezó a hallar consuelo en sus ojos oscuros y rasgados cuando algo de aquella ciudad ruinosa le daba miedo. Y le buscó en la oscuridad de la noche para refugiarse de esa negrura abrasadora y ese silencio permanente que parecían augurar malos presagios. Damian fue todo un descubrimiento. Debajo de esa máscara revoltosa y caótica se alojaba un buen corazón. Era molesto y chillón. Sí. Y Räg y Airi tenían que ir detrás de él varias veces para que se duchara. Pero el italiano hacía de sus días cada vez uno nuevo y distinto, quebrando la monotonía con la fuerza de su energía deslumbrante. Además, nunca se había encontrado con alguien que se conformara con tan poco, la única presencia del polaco a su alrededor parecía hacerle feliz.
No como Serena. A quien evitó a toda costa. El pequeño olvidó pronto las rencillas que pudiera tener con Abel o Rick. Connor seguía inspirando miedo, así que se alejó de él, pero al menos no le odiaba. Incluso Kalna se acercó y le pidió que le hiciera trenzas en el pelo. Pero Serena… no se disculpó. Y se refugió en su habitación como una princesa mártir recluida en su torre. Normalmente no tenía problemas en arreglar las cosas con las personas con las que creía haber actuado mal, pero temía encontrarse a una bruja gélida y cruel en su lugar. Era como Elsa en la parte de la película en la que arrojaba un gigante de hielo a sus propios amigos.
La magia tampoco parecía real en un mundo repleto de ella. O al menos no estaba destinada para ser usada por el grupo. El niño lo intentó, como la mayoría. Pero solo sintió un no se qué, que qué sé yo morir en la punta de los dedos, como una palabra a punto de pronunciarse. No le desanimó demasiado por la sencilla razón de desestimar ese viejo libro como una blasfemia a la magia de la que sería capaz de realizar el Señor Santa, a quien presentó a todo el que tuviera ocasión. Pero por más que hubiera tenido oportunidad de decepcionarse, el pequeño recibió algo que le hizo matar el tiempo en sus horas más bajas.
Una nota. O bueno, un cuento. Varios de esos días independientemente de en qué habitación despertara recibió una nota a su nombre. El niño la abrió con recelo pero al ir viendo su contenido no pudo evitar engancharse. Contenía una historia fragmentada a capítulos titulada “Tristán y la Princesa Cebolla”. Un relato adecuado para su edad y bien escrito que deleitó sus ojos con esperanza de recibir una nueva parte al día siguiente.
Y así sucesivamente entre pinto y valdemoro, con el nuevo objetivo de descubrir la identidad del escritor misterioso, logró mantener la mayor parte de su estabilidad mental a flote para ver amanecer el nuevo día que aconteció.
—
El suspiro de Aniol fue eclipsado por el pecho de Ethan cuando un movimiento a su alrededor consiguió arrancarle de los brazos de Morfeo. Se levantó con lentitud sin querer despertar al medio japonés y parpadeó repetidas veces para salir de su aletargamiento. Las sábanas que hacían de cortinas opacaban la mayor parte de luz que entraba por las ventanas pero aún así supo a ciencia cierta que un nuevo día los recibía a todos. La ilusión de esperar a que Ethan se despertara para saber qué nuevo animalito de papel le haría hoy era poderosa. Pero algo a su alrededor iba mal.
Nohlem yacía a su lado, y sus ojos despedían sendas lágrimas por su rostro surcado de pecas. No parecía un llanto desatado, pero no por eso le pareció menos afligido. Tragó saliva, torciendo la boca hacia un lado por la sensación que le creaba ver al varmano en ese estado. El elfito era una de las personas que poco a poco habían ido cobrando más importancia para él casi sin darse cuenta. No solo había mostrado más interés que los demás con respecto a la Navidad y la llegada del Señor Santa colmándolos de regalos. También se le daba muy bien hacerles reír a él y Damián, creando que ambos estuvieran siempre tan suya de él cuando se aburrían.
—Nohlem… —musitó, con la voz tomada de haber estado durmiendo tan profundamente. Su mano se acercó con timidez hasta acariciar la muñeca del chico en un gesto de profesaba afecto, pero no avasallamiento—. ¿Estas mal? ¿Te pusiste triste?
- Jack
Ficha de cosechado
Nombre: Tawar
Especie: Repobladore de la montaña
Habilidades: Artesanía, habilidad manual y resistencia
Personajes :
● Jack: Vampiro de humo terrícola.
● Atol/Skarog: Helión libense.
● Alice/Onyx: Onycemante terrícola.
● Tesón/Eterno: fantasma roquense, sin magia.
● Sinceridad: Argos magnético roquense de Tierra Bruja.
● Pefka: Lenguaraz hijo de Luna Kepryna.
● Tawar: Repobladore de la montaña
Unidades mágicas : 12/12
Síntomas : Pérdida gradual del miedo a salir al exterior. Al regresar de algunas salidas tendrá jaquecas, que aumentarán en intensidad cuanto más tiempo haya pasado fuera.
Armas : Jack: dos espadas. Magia.
Atol: lanza, espada y escudo. Magia.
Alice: magia y onyces. Espada o arco.
Sinceridad: arco, jabalinas, espada/lanza y escudo.
Pefka: lo que pille, normalmente machete y arco
Humor : Os falta bosque, gigantes
Re: Torreón Sendar
02/09/23, 02:05 pm
La pizca de confianza que ganó para sí misme aquel segundo día le vendría bien para los días venideros. Podía ser útil con cosas pequeñas... no, pequeñas no; cosas de su tamaño. Igual que fue capaz de ayudar con las heridas de Kalna, solo necesitaba acercarse a los Gigantes cuando se curasen entre sí para aprender y poder hacerlo por su cuenta. Rezaba a la Flora para que no tuvieran que ayudarle nunca con sus manazas enormes, y para que no les pasara nunca nada realmente grave cuando salieran a por provisiones. Así, decidió recibirles de ahora en adelante en la entrada del torreón y saltarles encima, uno por uno, a comprobar que vinieran en buen estado.
Por suerte, en aquellos días venideros no tuvieron ningún encontronazo en el exterior. Tan solo hubo una salida y fue todo bien... excepto un extraño fenómeno que habitaba en la nueva zona que habían descubierto. No era más que un barrio en ruinas ennegrecido, cubierto de ceniza, prueba inequívoca de que lo hubiera asolado un gran incendio. Sin embargo, y para desgracia suya, aún era posible escuchar los gritos de sufrimiento de sus anteriores moradores. Como si Tawar no tuviera suficiente con imaginar esos edificios colosales (desde su perspectiva) en llamas... también tendría que enfrentarse a escuchar esos quejidos y gemidos lastimeros. Quería salir y no quería lidiar con bestias como los roedores gigantes, pero no se imaginaba cómo debía ser atravesar aquellas calles ennegrecidas. No quería ni pensarlo hasta que no estuviera al borde de ello.
La fortuna tampoco les sonrió del todo en el interior. Lo que en un momento le habían parecido inútil, los hechizos, más tarde había aprendido que se trataban de dones de la Flora (aunque sus Gigantes no creyeran en ella). Por supuesto, se había negado intentar nada de lo que viniera en el libro ya que... si la Flora no le había regalado sus dones en la colonia, ¿por qué iba a creer que ahora, días después de dejar su hogar, sí iba a ser capaz? Había pasado muchos ciclos solares en los bosques sin ser une Dotade, así que no tenía sentido. Sus amigues tampoco fueron capaces, así que, acostumbrade como estaba a ser de la plebe, no le dio más vueltas. Les habrían venido como agua de lluvia aquellos dones, pero no les había bendecido la Flora con la capacidad de obrar sus milagros. Les consolaba después de sus intentos sin frutos, pero en su fuero interno sabía que no tenía sentido seguir. Debían sobrevivir de otra manera.
A la vieja usanza, quizás. La que conocían les Guerreres de sus bosques, o de la Telaraña. El mismo camino que conocía tan bien Kalna y aparentemente Connor. El camino de las armas. El primer día de lecciones no pudo unirse, no de otra manera que no fuera verles actuar. Les acompañó en todo momento para mentalizarse, pero no se despegó de las paredes o los muebles desde los que observara. Seguía temiendo la aparición de la Criatura del segundo día y le horrorizaba que hubiera seres capaces de atravesar paredes o de herir sin hacer daño, pero habían descubierto por Kalna que podían defenderse de los depredadores y resistir. Nunca se había planteado el derramamiento de sangre en sus bosques, siempre había huido. Sus vecines Guerreres sí que se enfrentaban a los animales que les amenazaran con sus cerbatanas y venenos sin apuros éticos. La Flora les había dado una vida que compartir pero sencillamente algunos debían cazar y otres sobrevivir... Y sin embargo, no las tenía todas consigo. Si aprendían a usar las armas, ¿sería para darles caza y alimentarse? ¿Para defenderse? ¿Para defenderse, matarles y dejarles ahí en medio? Les Guerreres repobladores no tenían problema en atacar para ahuyentarles de las colonias, pero una cosa era defenderse y otra muy diferente acabar con sus vidas. Así que por el momento, intentaría convencerse de lo imprescindible de ahuyentar a los depredadores. Ahuyentar. No quería ni pensar en matar a nada con vida. Y por suerte para elle, las armas de su tamaño no servían para esto así que le fue más fácil unirse a las lecciones. Dado su tamaño, su "portabilidad" y las diferencias con respecto a sus Gigantes, estaba claro que era más útil si cargaba con algo a distancia y iba en lo alto de alguien. La puntería, más bien nula, escasa, inexistente, era otra cosa a mejorar con el tiempo. En esos días le bastaba con mentalizarse para poder defenderse.
En fin. Dilemas aparte, y también aparte de dudas sobre la magia, las armas, cómo lidiar con los depredadores y su propia supervivencia y la del grupo, y por supuesto preguntas sobre la ciudad y su futuro... Al menos sus Gigantes parecían formar un buen grupo. Tenían sus diferencias y aún seguían heridas las relaciones por la crisis del segundo día, y lo notaba en cómo se miraban algunos y cómo se trataban otros, pero la tribu de Tawar seguía unida y sería con estos con quienes tendría más cercanía en esos momentos. Con Serena en cambio pasaría con miedo por delante de su puerta, ya que no salía nunca y no quería cruzarse con ella cuando fuera a hacer sus necesidades, y con Aria mostraría estupefacción ante su forma de ser y su actitud ante la ciudad. Si hubiera estado de mejor ánimo en los primeros días, habría intentado ayudado a sanar las relaciones entre los demás, como si de un jardín enfermo se tratase. No tuvo que hacerlo ya que las cosas fueron suavizándose con el paso del tiempo. Y menos mal, porque si ya fue una semana bastante intensa para le repobladore, ¡estaba Tawar como para añadirle la labor de entender a sus Gigantes a esa profundidad y hablar con cada uno de ellos para ver qué podían hacer! Su humor fue mejorando con el avance de los días, de su aprendizaje y de conocerles mejor, y volvía a irse a dormir con optimismo de lo que les brindaría el nuevo amanecer.
Cuando fue abriendo los ojillos al nuevo día, agarró la ropa que le cubría medio cuerpo y terminó de taparse la cabeza. Tan solo asomaba la cola, que se movía lentamente de lado a lado. Quería hacer cosas, un montón, pero se había despertado con mucha pereza, cosa rara en une repobladore. Pero bueno, podía permitirse remolonear un poco, al menos hasta que sus compañeros de dormitorio se despertaran.
Por suerte, en aquellos días venideros no tuvieron ningún encontronazo en el exterior. Tan solo hubo una salida y fue todo bien... excepto un extraño fenómeno que habitaba en la nueva zona que habían descubierto. No era más que un barrio en ruinas ennegrecido, cubierto de ceniza, prueba inequívoca de que lo hubiera asolado un gran incendio. Sin embargo, y para desgracia suya, aún era posible escuchar los gritos de sufrimiento de sus anteriores moradores. Como si Tawar no tuviera suficiente con imaginar esos edificios colosales (desde su perspectiva) en llamas... también tendría que enfrentarse a escuchar esos quejidos y gemidos lastimeros. Quería salir y no quería lidiar con bestias como los roedores gigantes, pero no se imaginaba cómo debía ser atravesar aquellas calles ennegrecidas. No quería ni pensarlo hasta que no estuviera al borde de ello.
La fortuna tampoco les sonrió del todo en el interior. Lo que en un momento le habían parecido inútil, los hechizos, más tarde había aprendido que se trataban de dones de la Flora (aunque sus Gigantes no creyeran en ella). Por supuesto, se había negado intentar nada de lo que viniera en el libro ya que... si la Flora no le había regalado sus dones en la colonia, ¿por qué iba a creer que ahora, días después de dejar su hogar, sí iba a ser capaz? Había pasado muchos ciclos solares en los bosques sin ser une Dotade, así que no tenía sentido. Sus amigues tampoco fueron capaces, así que, acostumbrade como estaba a ser de la plebe, no le dio más vueltas. Les habrían venido como agua de lluvia aquellos dones, pero no les había bendecido la Flora con la capacidad de obrar sus milagros. Les consolaba después de sus intentos sin frutos, pero en su fuero interno sabía que no tenía sentido seguir. Debían sobrevivir de otra manera.
A la vieja usanza, quizás. La que conocían les Guerreres de sus bosques, o de la Telaraña. El mismo camino que conocía tan bien Kalna y aparentemente Connor. El camino de las armas. El primer día de lecciones no pudo unirse, no de otra manera que no fuera verles actuar. Les acompañó en todo momento para mentalizarse, pero no se despegó de las paredes o los muebles desde los que observara. Seguía temiendo la aparición de la Criatura del segundo día y le horrorizaba que hubiera seres capaces de atravesar paredes o de herir sin hacer daño, pero habían descubierto por Kalna que podían defenderse de los depredadores y resistir. Nunca se había planteado el derramamiento de sangre en sus bosques, siempre había huido. Sus vecines Guerreres sí que se enfrentaban a los animales que les amenazaran con sus cerbatanas y venenos sin apuros éticos. La Flora les había dado una vida que compartir pero sencillamente algunos debían cazar y otres sobrevivir... Y sin embargo, no las tenía todas consigo. Si aprendían a usar las armas, ¿sería para darles caza y alimentarse? ¿Para defenderse? ¿Para defenderse, matarles y dejarles ahí en medio? Les Guerreres repobladores no tenían problema en atacar para ahuyentarles de las colonias, pero una cosa era defenderse y otra muy diferente acabar con sus vidas. Así que por el momento, intentaría convencerse de lo imprescindible de ahuyentar a los depredadores. Ahuyentar. No quería ni pensar en matar a nada con vida. Y por suerte para elle, las armas de su tamaño no servían para esto así que le fue más fácil unirse a las lecciones. Dado su tamaño, su "portabilidad" y las diferencias con respecto a sus Gigantes, estaba claro que era más útil si cargaba con algo a distancia y iba en lo alto de alguien. La puntería, más bien nula, escasa, inexistente, era otra cosa a mejorar con el tiempo. En esos días le bastaba con mentalizarse para poder defenderse.
En fin. Dilemas aparte, y también aparte de dudas sobre la magia, las armas, cómo lidiar con los depredadores y su propia supervivencia y la del grupo, y por supuesto preguntas sobre la ciudad y su futuro... Al menos sus Gigantes parecían formar un buen grupo. Tenían sus diferencias y aún seguían heridas las relaciones por la crisis del segundo día, y lo notaba en cómo se miraban algunos y cómo se trataban otros, pero la tribu de Tawar seguía unida y sería con estos con quienes tendría más cercanía en esos momentos. Con Serena en cambio pasaría con miedo por delante de su puerta, ya que no salía nunca y no quería cruzarse con ella cuando fuera a hacer sus necesidades, y con Aria mostraría estupefacción ante su forma de ser y su actitud ante la ciudad. Si hubiera estado de mejor ánimo en los primeros días, habría intentado ayudado a sanar las relaciones entre los demás, como si de un jardín enfermo se tratase. No tuvo que hacerlo ya que las cosas fueron suavizándose con el paso del tiempo. Y menos mal, porque si ya fue una semana bastante intensa para le repobladore, ¡estaba Tawar como para añadirle la labor de entender a sus Gigantes a esa profundidad y hablar con cada uno de ellos para ver qué podían hacer! Su humor fue mejorando con el avance de los días, de su aprendizaje y de conocerles mejor, y volvía a irse a dormir con optimismo de lo que les brindaría el nuevo amanecer.
Cuando fue abriendo los ojillos al nuevo día, agarró la ropa que le cubría medio cuerpo y terminó de taparse la cabeza. Tan solo asomaba la cola, que se movía lentamente de lado a lado. Quería hacer cosas, un montón, pero se había despertado con mucha pereza, cosa rara en une repobladore. Pero bueno, podía permitirse remolonear un poco, al menos hasta que sus compañeros de dormitorio se despertaran.
No Hope. No Dreams. No Love.
My Only Escape Is Underground
My Only Escape Is Underground
- Raven
Ficha de cosechado
Nombre: Ethan
Especie: Humano
Habilidades: Buen oído, valor y motivaciónPersonajes : Ethan: Humano, Ingles/Japonés 1.75
Síntomas : En ocasiones, se le desenfocará brevemente la vista. El amuleto curativo se carga el doble de rápido a su contacto y además es más eficaz si lo usa sobre sí mismo.
Armas : Ethan Lanza partesana y una daga
Status : Ciego y cojo, el chiste se cuenta solo.
Re: Torreón Sendar
02/09/23, 03:55 pm
Ethan no tenía costumbre de soñar a lo grande, eso fue una de las tantas cosas que el accidente le arrebató. Muchas noches eran meramente oscuras, un duermevela en el que despertaba al menor ruido. El estrés encontraba su hogar en una tranquilidad silenciosa y ni en sus memorias le dejaba reposar, pues Jasper ya no tenía hueco en ellas, convertido en meras imágenes: Fotos nostálgicas, cementerios abandonados y cuartos vacíos. No había en sus sueños un cálido hermano dedicando sonrisas o regalando abrazos, solo ruido estático en un piso que ya no se sentía como un hogar. Por ello, cuando sus párpados se abrían, encontraba consuelo en la compañía con la que compartía cama. No era fácil eliminar el peso de la soledad, pero el sentir la presión de Aniol sobre su pecho era un buen remedio para que las largas horas nocturnas se volvieran livianas, al menos hasta que los primeros rayos de sol grisáceos se colaban tímidos por la tela y Ethan decidía que levantarse era mejor opción que seguir vagando en esa espesura emocional.
La mayoría de días si Damian no estaba ya abajo se lo encontraba desperezándose. Aún no compartiendo el entusiasmo matutino, la alegría contagiada hacía que preparar el desayuno tuviera un matiz más energético. Era en esos ratos privados, donde su mente estaba ocupada colocando cubertería y pelando fruta donde no le importaba bailar en el sitio al ritmo de una música tarareada en bajo. Una acción que pararía al entrar cualquier persona al lugar, como un secreto vergonzoso que no buscaba precisamente compartir. Al joven le encantaba gastar sus mañanas en tareas sencillas, era su consuelo personal, una forma de placar el sentirse tan irremediablemente inútil el resto del día.
Pues cuando llegaba el turno a actividades importantes, la realidad le golpeaba como un frío torrente de agua. No era bueno con armas, no era bueno con magia, no era bueno, como concepto. Ethan estaba acostumbrado a prestar atención, a memorizar y a coordinarse acorde a las enseñanzas. La dureza de sus padres con los estudios, su favoritismo por los deportes y su afición por el baile era una combinación que en cualquier otro contexto le hubiera ayudado, pero que ante una pierna mala y un ánimo que pesaba tanto como un ancla volvía de cualquier fallo una excusa para hundirse en la espesura de un mar de dudas. Solo necesitaba un movimiento agresivo, pisar un poco fuerte o tener una mala colocación, un sutil desliz en el tobillo y el malestar regresaba como un boomerang. El resto de la clase tanto con Räg como con Kalna se convertía en un infierno, incapaz de seguir el ritmo con una cojera que solo iba en incremento por el sobreesfuerzo, cojera que le animaba a desistir frustrado ante una situación de la que no tenía control alguno. Desapareciendo a mitad de clase con unas disculpas o quedándose rezagado, sentado en una esquina mientras observaba con envidia como era no tener impedimentos, como era poder cansarse antes de tener que sucumbir a un dolor estúpido.
Con la magia no fue mejor. El medio asiático no se había animado a participar, prestando atención desde la seguridad que le brindaba una ignorancia autoimpuesta. Ocultaba tras un recelo propio de un adolescente que no quería creer en Papá Noel por miedo a que sí existía ese poder, él no fuera merecedor del mismo. Por ello, aunque la curiosidad y una pizca de esperanza le mantenía absorto en las pequeñas lecciones, nunca se permitía verse impresionado por las mismas. Ninguno de sus compañeros había logrado hacer un solo hechizo, pero escucharles compartir tanto el cansancio como ese extraño cosquilleo recorrer la punta de sus manos le llevó a querer intentarlo a horas intempestivas, cuando ninguna estrella decoraba el cielo y el libro quedaba lejos de miradas indiscretas. Probó una de esas noches donde los niños no descansaban con ellos, salió al patio y para su horrenda sorpresa, dio igual cuánto de bien hubiera memorizado los consejos del lagarto. No había nada, ni el mínimo indicativo.
Nada.
La idea de que Akeyo se había equivocado cada día era más real.
No tenía la fuerza de Connor o Kalna, ni el conocimiento de Räg o Airi, estaba lejos de saber usar cualquier arma y a diferencia de otros la magia parecía renegar de él. No podía transmitir la alegría inocente de los niños, ni contaba con suficiente astucia para hipotetizar sobre las circunstancias. Era alguien tan normal, que le asustaba darse cuenta de ello en cada acto desesperado por demostrar valía. Por ello se agarraba con fuerza a esos intentos donde buscaba que otros estuvieran bien, ya que él no podía estarlo. A ayudar cuanto pudiera, a regalar una parte de su suerte a otros, a animar a los pequeños a desentenderse del tétrico ambiente y a buscar distracciones hasta en las más ínfimas charlas. Encontró la forma de atar ese puzle desparejo en las sonrisas de Aniol y las charlas nocturnas con Nohlem. Airi, Räg, Colmillo y Damian no se quedaron lejos a medida que iba ganando cariño y afinidad con ellos, pero los otros eran un tema más delicado…
El cabreo turbulento y emocional no le había arrancado su educación. Así que la molestia lejos de ser tensa se convirtió en un desinterés por buscar acercamiento. Ethan seguía hablándoles con normalidad, preparando la comida y en el caso de Kalna atendiendo sus heridas. Era en los pequeños detalles donde se encontraba la distinción, donde una pregunta para ver cómo iban no esperaba crear una conversación y donde en sus ratos libres no buscaba su compañía. El joven cortaba cualquier intento de charla con educación y se distraía lejos de su cercanía. Sabía que su conflicto emocional aún teniendo parte de lógica no tenía arreglo directo, pero la frustración no era fácil de mitigar y la herida estaba demasiado abierta como para fingir que no existía. Con el pasar de los días mitigaría sus pensamientos con Abel y Kalna, pues el primero daba cierta lástima y la segunda había actuado en consecuencia entendiendo el conflicto con Serena. Ahora bien, la sorpresa con sus compañeros fue más dura y difícil de lidiar, pues cuando uno creaba expectativas más dolía ver como estas se rompían tras una capa de violencia innecesaria o una ignorancia selectiva.
Connor le caía bien, y los sentimientos atados a un primer día donde su compañía fue indispensable hacía de su enfado uno voluble. Fue gracias a ese apoyo en tiempos desesperados lo que volvió su propia distancia un arma de doble filo pues si bien sus actos le seguían pareciendo dudosamente éticos, echaba en falta poderse desahogar con alguien sin el temor del qué dirán. Alguien tenía que tratar el tema pues no podía repetirse algo así y entre su egoísmo por recuperar ese contacto y la necesidad de dejarlo resuelto sería él quien primero cedería a hablar.
Con Rick en cambio se dio al revés. La contradicción en sus convicciones respecto a sus actos volvió la imagen de un adulto responsable en la de un caballero ficticio y ante la incertidumbre de no saber muy bien si era real el chico que conoció en una pijamada o aquel que decidió resolver un conflicto de la peor forma posible Ethan optó por el camino fácil de no gastar esfuerzos en averiguarlo. La incertidumbre y en parte el rencor hizo una barrera entre ambos, dejando abierta una puerta invisible que si bien no sería él esta vez quien abriese, estaba disponible para su compañero.
No estaba siendo del todo justo, lo sabía, pero las emociones nunca lo eran.
Y eso era algo que conocía bien pues ni aún llenando la semana de amistad, fraternidad y cariño bastaba para que una vez llegada la noche su ánimo empezará a deteriorarse tan rápido como la oscuridad invadía el lugar. Ethan no se dejaba ver afectado, la sonrisa era una parte natural de su encanto y una maldición que arrastraba desde hacía años. Mostrarse vulnerable no era una debilidad, era una inconveniencia, un peso que no quería colocar sobre nadie y que por ello acumulaba en su interior, creyendo de alguna manera que así no sería una molestia. Siempre se bañaba a esas horas, tras cenar, apenas llenaba la tina con un poco de agua para enjabonarse como buenamente podía, perdiendo el tiempo en una acción cotidiana como una mera excusa pues así al salir tenía la privacidad de un torreón que iniciaba sus horas de sueño.
Solo entonces, asegurándose de que su única compañía era el frío y los extraños murciélagos antorcha se encaminaba hacía el patio. El primer intento de escapada había sido tormentoso por culpa de esos animales y el susto inverosímil que le habían regalado, pero tras ver cómo uno se apoyaba torpemente contra el torreón para comerse un bicho poco espabilado la bola de fuego se había convertido en un adorable murciélago. Desde entonces Ethan salía con papeles en una mano y un cuenquito con insectos en la otra (No pensaba cogerlos de otra manera). No sabía si era el mismo pero aquella costumbre llevó a que al menos una de aquellas criaturas viniera por costumbre a comer indiferente de su presencia. Él lo observaba apoyado en uno de los costados del pozo mientras trenzaba una nueva grulla de origami, a veces le hablaba, expresando en bajos secretos que ni loco le diría a una criatura dotada de inteligencia. La pena se quedaba escondida entre el animal inmóvil de sus manos y el que se alimentaba ruidosamente a su lado, un momento tan absurdo que de vez en cuando lograba sacarle una amarga sonrisa.
Pues la verdad de aquella salida era librarse de unas cadenas que se había traído consigo desde la tierra. No había cementerio al que llorar, ni tumba a la que hablar, el lugar diferente le había obligado a improvisar y mientras el murciélago hacía de respuesta silenciosa los alrededores del pozo se convirtieron en un santuario al que decorar cada noche con un nuevo pajarito. Era duro comenzar la cuenta desde cero, mantener esa promesa le daba toda la ansiedad que el trabajo a papel lograba quitarle pues mientras una acción le relajaba, recordar el fin de la misma hacía su corazón achicarse ante una culpabilidad que crecía como un agujero negro en su interior.
-Tendrías que haber venido tú, sé que habrías hecho todo mucho mejor. Yo, no se como ayudarles, no se ni como ayudarme a mí mismo así que imagínate… Sí quiera te puedo conseguir nada mejor que esta mierda de lugar y sí quiera se si tiene sentido pero aquí sigo, hablando con un m… contigo.
Esa mañana las sábanas le habían abrazado como una suave cuna, adormecido ante una semana cuyo cansancio acumulado le estaba haciendo mella. El despertar de Damian le había arrancado de flotar en una absoluta nada, pero a diferencia de otros días su cuerpo agotado estaba exigiendo calma, ignorando el desayuno para permitirse volver a caer en un subconsciente tranquilo y libre de responsabilidades. No fue hasta que sintió como su brazo perdía fuelle y se encontró abrazando el aire que empezó a pestañear un tanto confuso.
Se desperezó en el sitio con la inocencia de quien desconocía lo que estaba sucediendo, sentándose con cierta pesadez pues aún pasando varios días regresar a esa realidad seguía siendo extraña, como si al despertar en verdad estuviera en un sueño lúcido propio de una mente creativa. Saludo a Aniol antes de enfocar bien la vista y para cuando lo hizo la sutil sonrisa provocada por el sueño se transformó en una mueca preocupada. ¿Qué estaba ocurriendo? ¿Le pasaba algo a Nohlem?
Sus preguntas fueron respondidas nada más agacharse al lado del pequeño, el gato estaba llorando. Una pesadilla razonó en silencio, dedicándole una mirada de comprensión al polaco antes de indicarle con un dedo que guardara momentáneamente silencio. Su gesto no era autoritario, más bien le pedía ayuda pues ya bastante incómodo sería despertar así para el pelirrojo como para encima tener que dar explicaciones demás. Tomó una parte de su camiseta y con el cuidado de quien está usando un pañuelo fue a secarle las lágrimas que decoraban su rostro para evitarle, ni que fuera, el mal despertar con ellas encima.
La mayoría de días si Damian no estaba ya abajo se lo encontraba desperezándose. Aún no compartiendo el entusiasmo matutino, la alegría contagiada hacía que preparar el desayuno tuviera un matiz más energético. Era en esos ratos privados, donde su mente estaba ocupada colocando cubertería y pelando fruta donde no le importaba bailar en el sitio al ritmo de una música tarareada en bajo. Una acción que pararía al entrar cualquier persona al lugar, como un secreto vergonzoso que no buscaba precisamente compartir. Al joven le encantaba gastar sus mañanas en tareas sencillas, era su consuelo personal, una forma de placar el sentirse tan irremediablemente inútil el resto del día.
Pues cuando llegaba el turno a actividades importantes, la realidad le golpeaba como un frío torrente de agua. No era bueno con armas, no era bueno con magia, no era bueno, como concepto. Ethan estaba acostumbrado a prestar atención, a memorizar y a coordinarse acorde a las enseñanzas. La dureza de sus padres con los estudios, su favoritismo por los deportes y su afición por el baile era una combinación que en cualquier otro contexto le hubiera ayudado, pero que ante una pierna mala y un ánimo que pesaba tanto como un ancla volvía de cualquier fallo una excusa para hundirse en la espesura de un mar de dudas. Solo necesitaba un movimiento agresivo, pisar un poco fuerte o tener una mala colocación, un sutil desliz en el tobillo y el malestar regresaba como un boomerang. El resto de la clase tanto con Räg como con Kalna se convertía en un infierno, incapaz de seguir el ritmo con una cojera que solo iba en incremento por el sobreesfuerzo, cojera que le animaba a desistir frustrado ante una situación de la que no tenía control alguno. Desapareciendo a mitad de clase con unas disculpas o quedándose rezagado, sentado en una esquina mientras observaba con envidia como era no tener impedimentos, como era poder cansarse antes de tener que sucumbir a un dolor estúpido.
Con la magia no fue mejor. El medio asiático no se había animado a participar, prestando atención desde la seguridad que le brindaba una ignorancia autoimpuesta. Ocultaba tras un recelo propio de un adolescente que no quería creer en Papá Noel por miedo a que sí existía ese poder, él no fuera merecedor del mismo. Por ello, aunque la curiosidad y una pizca de esperanza le mantenía absorto en las pequeñas lecciones, nunca se permitía verse impresionado por las mismas. Ninguno de sus compañeros había logrado hacer un solo hechizo, pero escucharles compartir tanto el cansancio como ese extraño cosquilleo recorrer la punta de sus manos le llevó a querer intentarlo a horas intempestivas, cuando ninguna estrella decoraba el cielo y el libro quedaba lejos de miradas indiscretas. Probó una de esas noches donde los niños no descansaban con ellos, salió al patio y para su horrenda sorpresa, dio igual cuánto de bien hubiera memorizado los consejos del lagarto. No había nada, ni el mínimo indicativo.
Nada.
La idea de que Akeyo se había equivocado cada día era más real.
No tenía la fuerza de Connor o Kalna, ni el conocimiento de Räg o Airi, estaba lejos de saber usar cualquier arma y a diferencia de otros la magia parecía renegar de él. No podía transmitir la alegría inocente de los niños, ni contaba con suficiente astucia para hipotetizar sobre las circunstancias. Era alguien tan normal, que le asustaba darse cuenta de ello en cada acto desesperado por demostrar valía. Por ello se agarraba con fuerza a esos intentos donde buscaba que otros estuvieran bien, ya que él no podía estarlo. A ayudar cuanto pudiera, a regalar una parte de su suerte a otros, a animar a los pequeños a desentenderse del tétrico ambiente y a buscar distracciones hasta en las más ínfimas charlas. Encontró la forma de atar ese puzle desparejo en las sonrisas de Aniol y las charlas nocturnas con Nohlem. Airi, Räg, Colmillo y Damian no se quedaron lejos a medida que iba ganando cariño y afinidad con ellos, pero los otros eran un tema más delicado…
El cabreo turbulento y emocional no le había arrancado su educación. Así que la molestia lejos de ser tensa se convirtió en un desinterés por buscar acercamiento. Ethan seguía hablándoles con normalidad, preparando la comida y en el caso de Kalna atendiendo sus heridas. Era en los pequeños detalles donde se encontraba la distinción, donde una pregunta para ver cómo iban no esperaba crear una conversación y donde en sus ratos libres no buscaba su compañía. El joven cortaba cualquier intento de charla con educación y se distraía lejos de su cercanía. Sabía que su conflicto emocional aún teniendo parte de lógica no tenía arreglo directo, pero la frustración no era fácil de mitigar y la herida estaba demasiado abierta como para fingir que no existía. Con el pasar de los días mitigaría sus pensamientos con Abel y Kalna, pues el primero daba cierta lástima y la segunda había actuado en consecuencia entendiendo el conflicto con Serena. Ahora bien, la sorpresa con sus compañeros fue más dura y difícil de lidiar, pues cuando uno creaba expectativas más dolía ver como estas se rompían tras una capa de violencia innecesaria o una ignorancia selectiva.
Connor le caía bien, y los sentimientos atados a un primer día donde su compañía fue indispensable hacía de su enfado uno voluble. Fue gracias a ese apoyo en tiempos desesperados lo que volvió su propia distancia un arma de doble filo pues si bien sus actos le seguían pareciendo dudosamente éticos, echaba en falta poderse desahogar con alguien sin el temor del qué dirán. Alguien tenía que tratar el tema pues no podía repetirse algo así y entre su egoísmo por recuperar ese contacto y la necesidad de dejarlo resuelto sería él quien primero cedería a hablar.
Con Rick en cambio se dio al revés. La contradicción en sus convicciones respecto a sus actos volvió la imagen de un adulto responsable en la de un caballero ficticio y ante la incertidumbre de no saber muy bien si era real el chico que conoció en una pijamada o aquel que decidió resolver un conflicto de la peor forma posible Ethan optó por el camino fácil de no gastar esfuerzos en averiguarlo. La incertidumbre y en parte el rencor hizo una barrera entre ambos, dejando abierta una puerta invisible que si bien no sería él esta vez quien abriese, estaba disponible para su compañero.
No estaba siendo del todo justo, lo sabía, pero las emociones nunca lo eran.
Y eso era algo que conocía bien pues ni aún llenando la semana de amistad, fraternidad y cariño bastaba para que una vez llegada la noche su ánimo empezará a deteriorarse tan rápido como la oscuridad invadía el lugar. Ethan no se dejaba ver afectado, la sonrisa era una parte natural de su encanto y una maldición que arrastraba desde hacía años. Mostrarse vulnerable no era una debilidad, era una inconveniencia, un peso que no quería colocar sobre nadie y que por ello acumulaba en su interior, creyendo de alguna manera que así no sería una molestia. Siempre se bañaba a esas horas, tras cenar, apenas llenaba la tina con un poco de agua para enjabonarse como buenamente podía, perdiendo el tiempo en una acción cotidiana como una mera excusa pues así al salir tenía la privacidad de un torreón que iniciaba sus horas de sueño.
Solo entonces, asegurándose de que su única compañía era el frío y los extraños murciélagos antorcha se encaminaba hacía el patio. El primer intento de escapada había sido tormentoso por culpa de esos animales y el susto inverosímil que le habían regalado, pero tras ver cómo uno se apoyaba torpemente contra el torreón para comerse un bicho poco espabilado la bola de fuego se había convertido en un adorable murciélago. Desde entonces Ethan salía con papeles en una mano y un cuenquito con insectos en la otra (No pensaba cogerlos de otra manera). No sabía si era el mismo pero aquella costumbre llevó a que al menos una de aquellas criaturas viniera por costumbre a comer indiferente de su presencia. Él lo observaba apoyado en uno de los costados del pozo mientras trenzaba una nueva grulla de origami, a veces le hablaba, expresando en bajos secretos que ni loco le diría a una criatura dotada de inteligencia. La pena se quedaba escondida entre el animal inmóvil de sus manos y el que se alimentaba ruidosamente a su lado, un momento tan absurdo que de vez en cuando lograba sacarle una amarga sonrisa.
Pues la verdad de aquella salida era librarse de unas cadenas que se había traído consigo desde la tierra. No había cementerio al que llorar, ni tumba a la que hablar, el lugar diferente le había obligado a improvisar y mientras el murciélago hacía de respuesta silenciosa los alrededores del pozo se convirtieron en un santuario al que decorar cada noche con un nuevo pajarito. Era duro comenzar la cuenta desde cero, mantener esa promesa le daba toda la ansiedad que el trabajo a papel lograba quitarle pues mientras una acción le relajaba, recordar el fin de la misma hacía su corazón achicarse ante una culpabilidad que crecía como un agujero negro en su interior.
-Tendrías que haber venido tú, sé que habrías hecho todo mucho mejor. Yo, no se como ayudarles, no se ni como ayudarme a mí mismo así que imagínate… Sí quiera te puedo conseguir nada mejor que esta mierda de lugar y sí quiera se si tiene sentido pero aquí sigo, hablando con un m… contigo.
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Esa mañana las sábanas le habían abrazado como una suave cuna, adormecido ante una semana cuyo cansancio acumulado le estaba haciendo mella. El despertar de Damian le había arrancado de flotar en una absoluta nada, pero a diferencia de otros días su cuerpo agotado estaba exigiendo calma, ignorando el desayuno para permitirse volver a caer en un subconsciente tranquilo y libre de responsabilidades. No fue hasta que sintió como su brazo perdía fuelle y se encontró abrazando el aire que empezó a pestañear un tanto confuso.
Se desperezó en el sitio con la inocencia de quien desconocía lo que estaba sucediendo, sentándose con cierta pesadez pues aún pasando varios días regresar a esa realidad seguía siendo extraña, como si al despertar en verdad estuviera en un sueño lúcido propio de una mente creativa. Saludo a Aniol antes de enfocar bien la vista y para cuando lo hizo la sutil sonrisa provocada por el sueño se transformó en una mueca preocupada. ¿Qué estaba ocurriendo? ¿Le pasaba algo a Nohlem?
Sus preguntas fueron respondidas nada más agacharse al lado del pequeño, el gato estaba llorando. Una pesadilla razonó en silencio, dedicándole una mirada de comprensión al polaco antes de indicarle con un dedo que guardara momentáneamente silencio. Su gesto no era autoritario, más bien le pedía ayuda pues ya bastante incómodo sería despertar así para el pelirrojo como para encima tener que dar explicaciones demás. Tomó una parte de su camiseta y con el cuidado de quien está usando un pañuelo fue a secarle las lágrimas que decoraban su rostro para evitarle, ni que fuera, el mal despertar con ellas encima.
- TakGM
Ficha de cosechado
Nombre: Airi
Especie: Sanaí
Habilidades: Habilidad manual, memoria, imaginación.
Personajes :
● Gael/Koval: fuego fatuo terrícola.
● Kin: demonio raigaurum irrense.
● Ayne: anima sinhadre.
● Eara: sinhadre sin esencia.
● Nime: demonio mineral libense.
● Iemai: cercana, fallecida.
● Airi: sanaí.
Unidades mágicas : 8/8
Síntomas : Tendencia a alargar sus baños. Tiene episodios de disociación esporádicos cuando sale al patio.
Armas :
● Gael/Koval: espadas rectas, maza y quimeras.
● Kin: alfanje y guan dao.
● Ayne: sable.
● Eara: ballesta de repetición.
● Nime: dagas.
● Airi: vara y arco.
Status : (ノ☉ヮ⚆)ノ ⌒*:・゚✧
Re: Torreón Sendar
02/09/23, 10:10 pm
Las esperanzas de Airi se volatilizaron en cuanto pudo ver que el libro recuperado no era más que un recetario. No perdió el interés en él porque, de cocina o no, contenía las instrucciones para hacer hechizos, y era algo que necesitaban más que nunca tras ese día de locos. Pero no era lo prioritario, así que le sanaí pospuso su lectura. Por el momento lo importante era asegurarse de que todos estuviesen bien.
Una consecuencia lógica de todo lo que pasó fue la incomodidad que se respiró en lo que quedaba de día. Airi deseaba hacer un esfuerzo por catalizar conversaciones, pero a la hora de la verdad sentía tanto agotamiento e inquietud como cualquiera. Tenía demasiado que procesar para lidiar con problemas más allá de los que residían en su cabeza y dejó pasar las horas, colaborando con la comida y en lo que pudo. Al ver que ni sentados a la mesa se lograba romper el hielo, sació por fin su estómago con la comida, felicitó al cocinero, y pasó el resto del día encerrade en sí misme.
Cuando ya caía la noche quiso asearse. Como también había que ayudar con ello a Damian no se sintió mal al gastar tanta agua, algo que rara vez se podía permitir en su antiguo hogar, y llenó la bañera con ayuda de Rägjynn. Se aseó primero con un barreño y toallas, pero pidió meterse unos minutos en el agua mientras aún estaba cálida. Solo necesitaba eso, unos minutos de calma antes de llamar al niño, porque no quería que se le enfriase el baño. Y aunque duró poco, la calidez del agua le sentó bien. Caló en sus huesos, mitigando el dolor y despejando su mente.
El aseo de Damian fue más silencioso que el del día anterior, pero le hizo recuperar un poco la sensación de normalidad. Al menos esa noche Airi pudo tener una conversación agradable con Rägjynn y Tawar mientras comían los saltamontes de las cestas. La mayoría sentían profundo asco hacia ellos, por lo que podían comer sin remordimientos. No estaban tan buenos ni le urgían tanto a su barriga como la comida anterior, pero pudo disfrutarla más gracias al ambiente relajado. No se mencionó nada desagradable, solamente el libro de magia, que decidieron investigar bien al día siguiente, cuando volviesen a contar con luz natural.
Al acostarse lamentó sentir la habitación tan vacía, pero sabía que los niños estaban en buenas manos y no quería entrometerse. Para alguien acostumbrado a oír respiraciones a su alrededor todas las noches, que Szczenyak apareciera más tarde pidiendo una cama era todo lo contrario a un problema, pero ni toda la compañía de su familia podría haberle librado de la noche que le esperaba. Si logró conciliar el sueño fue de puro agotamiento, y descubrió por las malas que ese día había conocido una criatura capaz de poblar sus peores pesadillas.
Le sanaí intentó hablar con Serena una única vez al día siguiente. Pretendía tenderle una mano, mediar con problemas que nadie le había pedido pese a que la chica le hacía sentir un torbellino de emociones negativas. Ese torbellino no hizo sino crecer al descubrir que la humana no estaba dispuesta a responderle siquiera. Airi de verdad creía sus propias palabras respecto a que todos podían aportar algo a la tribu, o hacerse un hueco en esta. Creía que Serena podía redimirse si ella quisiera, pero si lo pensaba fríamente no la veía tragándose su orgullo. Por eso decidió no pensar más en un problema que le venía grande y no era suyo, hasta que la chica decidiese dar el primer paso por su cuenta.
El otro problema de convivencia con el que no sabía cómo lidiar era el ambiente enrarecido del torreón, que le hacía más daño de lo que querría admitir. Habría hecho algo de saber cómo ayudar, por lo que se pasó casi una semana pensando en ello, observando a sus compañeros y tratando de entenderlos. Cuánto echaba de menos a su tribu, la tranquilidad de lo conocido, y aquello con lo que ya sabía manejarse. Parecía quedar tan lejos como otra vida, y apenas habían pasado un puñado de días.
Lo que ayudaba a Airi a sobrellevar aquella situación era la costumbre. Pasar meses separada de personas que le importaban formaba ya parte de su vida, aunque era la primera vez que se alejaba de las ancianas que la criaron o de los niños de la tribu. La soledad y miedo a lo desconocido resultaban en una combinación terrible, pero al mismo tiempo eran lo que le mantenía en movimiento y le ayudaba a buscar y encontrar familiaridad en sus nuevos compañeros.
Le sanaí se sorprendió echando en falta otra cosa de su hogar: la presencia de amuletos protectores. Las figuritas que conectaban a los caminantes de Sanai con los espíritus para que estos cuidasen de ellos siempre habían formado parte del mobiliario y decoración, y aunque Airi no se tomase tan en serio la necesidad de rezarles, ese símbolo de respeto hacia ellos le daba cierta tranquilidad. Tal vez sobre la cocina debería haber una placa metálica con un Sol esculpido vigilando que nadie se quemase. Al borde del pozo podían tener una concha de caracol acuático que alejase las sequías. Y, en la entrada, podría haber incrustada una figura de madera de un aarko que protegiese el torreón del colapso.
Airi carecía de la habilidad de crear arte con sus manos y se daba cuenta de que no podía forzar a los demás a participar en sus creencias, por lo que no dijo nada. Le habría gustado tener una habilidad como la de Ethan para crear animales con algo tan sencillo como el papel. Le había encantado descubrir que las figuritas en torno al pozo no dejaban de crecer en número y, en su mente, se convirtieron en amuletos protectores de otro mundo, ya que su representación y elemento no encajaban en absoluto. Fue una gran sorpresa que el humano le regalase su propia figura poco después, un roedor de cola larga que agradeció efusivamente y atesoró a partir de ese día.
Aparte de participar en las tareas del hogar, hubo otras dos cosas en las que Airi decidió ocupar su mente. Una fueron las prácticas de tiro con arco. No tenía ninguna certeza de poder dominarlo, pero de repente las inseguridades y la necesidad de ser útil habían vuelto con la fuerza de un vendaval. Aunque Lihkos le instruyó en la teoría y le prestaba su arco para practicar y que se entretuviera, las matriarcas consideraban que era una pérdida de tiempo invertir ese esfuerzo en Airi, por lo que terminaron por alejarle de practicar más. No se le había pasado por la cabeza que algún día lo necesitaría para sobrevivir, pero allí estaba, preguntándose si era posible recuperar el tiempo perdido antes de que algún monstruo rocavarancolés volviese a amenazar sus vidas… contando con que una flecha pudiese detenerlo. Las primeras clases fueron torpeza pura, sumando que aún le dolían los brazos a la falta de práctica, pero al menos sus compañeros no se burlaban de elle. Eso le ayudó a darse cuenta que lo mejor era limitarse al arco y centrarse en desarrollar una sola habilidad, porque al observar las clases que dieron Rägjynn y Kalna le quedó claro que no estaban a su alcance.
La otra cosa que ocupó su mente era la magia. El apéndice del libro de cocina se convirtió en una nueva obsesión, como cuando vio hacer cristales efectores por primera vez y empezó a admirar a Rased. Tal vez, esta vez sí, su obsesión podría convertirse en su destino. Parecía difícil, y muchos de sus compañeros estaban frustrados por la incapacidad de seguir las instrucciones del libro de forma eficaz, pero Airi se negaba a perder la fe e incluso tenía palabras de ánimo para todos. Era igual que la fe estúpida pero inquebrantable que tenía en que Rased acabaría aceptándole como discípulo algún día. Porque puede que estuviesen cometiendo algún error, pero había algo. Una chispa, un pequeño calambre, algo que se encendía en su interior cada vez que intentaba hacer un hechizo. Tenían que estar haciendo algo mal, sí, pero no era imposible. Rägjynn había asegurado que aquel tipo de magia existía, así que tarde o temprano tenían que conseguirlo. Cuando practicaba hechizos, los repetía una y otra vez hasta que un profundo cansancio le impedía continuar.
Varios días pasaron sin incidentes, e incluso los problemas de convivencia que traían a le sanaí de cabeza parecieron ir solventándose. La actitud de sus compañeros era menos distante, salvando el auto aislamiento de Abel y de Serena. Solo esperaba que Connor terminase de acostumbrarse pronto a no tener aquella sustancia extraña y maloliente que fumaba. Encontrar un nuevo punto de abastecimiento de comida fue de ayuda para calmar la ansiedad, pero por lo que habían dicho sus compañeros estaba demasiado lejos. Todavía estaba por ver si realmente las cosas estaban mejorando para ellos.
Airi se despertó tras una noche de sueño intermitente e incómodo. Al abrir los ojos recordó de inmediato lo que le había obsesionado la tarde anterior, cuando descubrió un baúl lleno de cristales en el sótano mientras buscaba flechas. Nadie les había dado importancia hasta ese momento, pero le sanaí se quedó prendada al ver tantos cristales artificiales. Para elle nada gritaba magia más que aquello, aun si su forma indicaba que no provenían de su mundo. ¿Qué sentido tenía que estuviesen allí, si no servían ningún propósito? Pero como ya estaba atardeciendo, decidió dejar el examen para el día siguiente. Y vaya si le había dado una motivación para salir de la cama.
Se incorporó, sentándose sobre el colchón con un pie ya tocando el suelo, e improvisó un moño rápido con su coletero para no comerse su propio pelo. No quería despertar a nadie, así que miró a su alrededor buscando ojos abiertos para saber cuánto cuidado tenía que tener en su camino hacia las escaleras.
Una consecuencia lógica de todo lo que pasó fue la incomodidad que se respiró en lo que quedaba de día. Airi deseaba hacer un esfuerzo por catalizar conversaciones, pero a la hora de la verdad sentía tanto agotamiento e inquietud como cualquiera. Tenía demasiado que procesar para lidiar con problemas más allá de los que residían en su cabeza y dejó pasar las horas, colaborando con la comida y en lo que pudo. Al ver que ni sentados a la mesa se lograba romper el hielo, sació por fin su estómago con la comida, felicitó al cocinero, y pasó el resto del día encerrade en sí misme.
Cuando ya caía la noche quiso asearse. Como también había que ayudar con ello a Damian no se sintió mal al gastar tanta agua, algo que rara vez se podía permitir en su antiguo hogar, y llenó la bañera con ayuda de Rägjynn. Se aseó primero con un barreño y toallas, pero pidió meterse unos minutos en el agua mientras aún estaba cálida. Solo necesitaba eso, unos minutos de calma antes de llamar al niño, porque no quería que se le enfriase el baño. Y aunque duró poco, la calidez del agua le sentó bien. Caló en sus huesos, mitigando el dolor y despejando su mente.
El aseo de Damian fue más silencioso que el del día anterior, pero le hizo recuperar un poco la sensación de normalidad. Al menos esa noche Airi pudo tener una conversación agradable con Rägjynn y Tawar mientras comían los saltamontes de las cestas. La mayoría sentían profundo asco hacia ellos, por lo que podían comer sin remordimientos. No estaban tan buenos ni le urgían tanto a su barriga como la comida anterior, pero pudo disfrutarla más gracias al ambiente relajado. No se mencionó nada desagradable, solamente el libro de magia, que decidieron investigar bien al día siguiente, cuando volviesen a contar con luz natural.
Al acostarse lamentó sentir la habitación tan vacía, pero sabía que los niños estaban en buenas manos y no quería entrometerse. Para alguien acostumbrado a oír respiraciones a su alrededor todas las noches, que Szczenyak apareciera más tarde pidiendo una cama era todo lo contrario a un problema, pero ni toda la compañía de su familia podría haberle librado de la noche que le esperaba. Si logró conciliar el sueño fue de puro agotamiento, y descubrió por las malas que ese día había conocido una criatura capaz de poblar sus peores pesadillas.
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Le sanaí intentó hablar con Serena una única vez al día siguiente. Pretendía tenderle una mano, mediar con problemas que nadie le había pedido pese a que la chica le hacía sentir un torbellino de emociones negativas. Ese torbellino no hizo sino crecer al descubrir que la humana no estaba dispuesta a responderle siquiera. Airi de verdad creía sus propias palabras respecto a que todos podían aportar algo a la tribu, o hacerse un hueco en esta. Creía que Serena podía redimirse si ella quisiera, pero si lo pensaba fríamente no la veía tragándose su orgullo. Por eso decidió no pensar más en un problema que le venía grande y no era suyo, hasta que la chica decidiese dar el primer paso por su cuenta.
El otro problema de convivencia con el que no sabía cómo lidiar era el ambiente enrarecido del torreón, que le hacía más daño de lo que querría admitir. Habría hecho algo de saber cómo ayudar, por lo que se pasó casi una semana pensando en ello, observando a sus compañeros y tratando de entenderlos. Cuánto echaba de menos a su tribu, la tranquilidad de lo conocido, y aquello con lo que ya sabía manejarse. Parecía quedar tan lejos como otra vida, y apenas habían pasado un puñado de días.
Lo que ayudaba a Airi a sobrellevar aquella situación era la costumbre. Pasar meses separada de personas que le importaban formaba ya parte de su vida, aunque era la primera vez que se alejaba de las ancianas que la criaron o de los niños de la tribu. La soledad y miedo a lo desconocido resultaban en una combinación terrible, pero al mismo tiempo eran lo que le mantenía en movimiento y le ayudaba a buscar y encontrar familiaridad en sus nuevos compañeros.
Le sanaí se sorprendió echando en falta otra cosa de su hogar: la presencia de amuletos protectores. Las figuritas que conectaban a los caminantes de Sanai con los espíritus para que estos cuidasen de ellos siempre habían formado parte del mobiliario y decoración, y aunque Airi no se tomase tan en serio la necesidad de rezarles, ese símbolo de respeto hacia ellos le daba cierta tranquilidad. Tal vez sobre la cocina debería haber una placa metálica con un Sol esculpido vigilando que nadie se quemase. Al borde del pozo podían tener una concha de caracol acuático que alejase las sequías. Y, en la entrada, podría haber incrustada una figura de madera de un aarko que protegiese el torreón del colapso.
Airi carecía de la habilidad de crear arte con sus manos y se daba cuenta de que no podía forzar a los demás a participar en sus creencias, por lo que no dijo nada. Le habría gustado tener una habilidad como la de Ethan para crear animales con algo tan sencillo como el papel. Le había encantado descubrir que las figuritas en torno al pozo no dejaban de crecer en número y, en su mente, se convirtieron en amuletos protectores de otro mundo, ya que su representación y elemento no encajaban en absoluto. Fue una gran sorpresa que el humano le regalase su propia figura poco después, un roedor de cola larga que agradeció efusivamente y atesoró a partir de ese día.
Aparte de participar en las tareas del hogar, hubo otras dos cosas en las que Airi decidió ocupar su mente. Una fueron las prácticas de tiro con arco. No tenía ninguna certeza de poder dominarlo, pero de repente las inseguridades y la necesidad de ser útil habían vuelto con la fuerza de un vendaval. Aunque Lihkos le instruyó en la teoría y le prestaba su arco para practicar y que se entretuviera, las matriarcas consideraban que era una pérdida de tiempo invertir ese esfuerzo en Airi, por lo que terminaron por alejarle de practicar más. No se le había pasado por la cabeza que algún día lo necesitaría para sobrevivir, pero allí estaba, preguntándose si era posible recuperar el tiempo perdido antes de que algún monstruo rocavarancolés volviese a amenazar sus vidas… contando con que una flecha pudiese detenerlo. Las primeras clases fueron torpeza pura, sumando que aún le dolían los brazos a la falta de práctica, pero al menos sus compañeros no se burlaban de elle. Eso le ayudó a darse cuenta que lo mejor era limitarse al arco y centrarse en desarrollar una sola habilidad, porque al observar las clases que dieron Rägjynn y Kalna le quedó claro que no estaban a su alcance.
La otra cosa que ocupó su mente era la magia. El apéndice del libro de cocina se convirtió en una nueva obsesión, como cuando vio hacer cristales efectores por primera vez y empezó a admirar a Rased. Tal vez, esta vez sí, su obsesión podría convertirse en su destino. Parecía difícil, y muchos de sus compañeros estaban frustrados por la incapacidad de seguir las instrucciones del libro de forma eficaz, pero Airi se negaba a perder la fe e incluso tenía palabras de ánimo para todos. Era igual que la fe estúpida pero inquebrantable que tenía en que Rased acabaría aceptándole como discípulo algún día. Porque puede que estuviesen cometiendo algún error, pero había algo. Una chispa, un pequeño calambre, algo que se encendía en su interior cada vez que intentaba hacer un hechizo. Tenían que estar haciendo algo mal, sí, pero no era imposible. Rägjynn había asegurado que aquel tipo de magia existía, así que tarde o temprano tenían que conseguirlo. Cuando practicaba hechizos, los repetía una y otra vez hasta que un profundo cansancio le impedía continuar.
Varios días pasaron sin incidentes, e incluso los problemas de convivencia que traían a le sanaí de cabeza parecieron ir solventándose. La actitud de sus compañeros era menos distante, salvando el auto aislamiento de Abel y de Serena. Solo esperaba que Connor terminase de acostumbrarse pronto a no tener aquella sustancia extraña y maloliente que fumaba. Encontrar un nuevo punto de abastecimiento de comida fue de ayuda para calmar la ansiedad, pero por lo que habían dicho sus compañeros estaba demasiado lejos. Todavía estaba por ver si realmente las cosas estaban mejorando para ellos.
------------------------------------
Airi se despertó tras una noche de sueño intermitente e incómodo. Al abrir los ojos recordó de inmediato lo que le había obsesionado la tarde anterior, cuando descubrió un baúl lleno de cristales en el sótano mientras buscaba flechas. Nadie les había dado importancia hasta ese momento, pero le sanaí se quedó prendada al ver tantos cristales artificiales. Para elle nada gritaba magia más que aquello, aun si su forma indicaba que no provenían de su mundo. ¿Qué sentido tenía que estuviesen allí, si no servían ningún propósito? Pero como ya estaba atardeciendo, decidió dejar el examen para el día siguiente. Y vaya si le había dado una motivación para salir de la cama.
Se incorporó, sentándose sobre el colchón con un pie ya tocando el suelo, e improvisó un moño rápido con su coletero para no comerse su propio pelo. No quería despertar a nadie, así que miró a su alrededor buscando ojos abiertos para saber cuánto cuidado tenía que tener en su camino hacia las escaleras.
- Isma
Ficha de cosechado
Nombre: Damian
Especie: Humano itaiano
Habilidades: Agilidad, dibujo, espontaneidadPersonajes :- Adam Petrov: Humano ruso (1.85m)/Pegaso (Cuarto de Milla)
- Damian: Humano italiano (1.35m)
Síntomas : En ocasiones se desconcentra con más facilidad. Sufrirá de vez en cuando migrañas con aura.
Armas :- Adam: Cimitarra y cuerpo de caballo. La incomodidad
- Damian: Dientes
Daga
Status : muñonesmuñonesmuñonesmuñonesmuñonesmuñonesmuñonesmuñonesmuñonesmuñonesmuñonesmuñonesmuñones
Humor : ajjaj- Adam Petrov: Humano ruso (1.85m)/Pegaso (Cuarto de Milla)
Re: Torreón Sendar
02/09/23, 10:24 pm
Era curioso que la mente de Damian, la mentalidad propia de un niño criado en sus circunstancias, haya optado por encerrar en una muy resistente burbuja la mayoría de sus preocupaciones con respecto al circo. Todo lo relacionado con el tiempo fuera, si siquiera su familia lo echaría de menos en un largo lapsus temporal, no lo pensaba. Era así de sencillo, tal y como lo era enteramente Damian. Era todo tan nuevo, tanto que explorar, aprender y absorber que estaba genuinamente a gusto. Tuvo sus primeras amistades, libertad para hacer lo que quisiera dentro de unos límites. Diantres, ni siquiera tenía que esconderse de nada y comía bien.
De igual manera pensaba diariamente en su madre, tenía un objetivo en mente: traer a ella y al resto a Rocaviva. Quería que ellos viviesen todos los lujos que el chiquillo tenía a mano. Tenía una casa, unos amigos geniales, dos tipos duros que servirían para mantener a raya los peligros… Confiaba en su circo, ellos sabrían que hacer con todas aquellas molestias fuera. Su madre sobre todo, ella era fuerte como un roble y lo suficientemente valiente como para tratar enormes animales como mascotas.
Aunque no pensó en que ellos lo echarían de menos a él, Damian cuando lo pensaba sí que los echaba de menos. Eran su todo, su familia.
Por ello, entrenar su ya curtido cuerpo en sus doce años por las mañanas, cerca del pozo cada vez más adornado de figuras, lo tomaba como su meditación matutina. Era relajante hacer ejercicios de equilibrio, estiramientos y calistenia. Cada esfuerzo, cada suspiro, cada gota de sudor producto del esfuerzo, cada capa de dureza en sus manos ayudaba a escapar de todo lo que abrumaba a Damian: el nuevo entorno. Aun estaba en fase de aprendizaje, ignoraba muchas cosas para la edad que tenía y su curiosidad famélica había que alimentarla. Por eso, cuando eso le generaba ansiedades hacer ejercicio solitario y muy temprano le ayudaba a enfocarse en mejorar, en cumplir su sueño de ser una estrella del entretenimiento. ¿Podría montar un espectáculo en Rocavañamo? ¿Quién sería el público? ¿Quizás sus nuevos amigos lo serían? Mientras hacía el pino, sonreía él solo feliz y emocionado por ello.
Y aunque ya estuviese motivado con el entrenamiento de por sí, duplicó sus esfuerzos al ver que no salía magia de sus manos con esos puñeteros hechizos de ese puñetero libro cagado. Intentaba una y otra vez pero no salía nada de nada. Vale que el resto tampoco podía pero Akeyo sí pudo. ¿Algo andaba mal? Damian entrenó mas duro, pensando que así conseguiría hacer trucos mágicos de una vez por todas.
Que bueno que en esos altibajos siempre tenía a sus amigos, que eran muchos. Estaba orgulloso de tener otro como él a su lado, Aniol. Era un chico que no le seguía mucho el ritmo pero en otras cosas superaba a Damian. Sentía que podía aprender mucho de él, sobre todo su capacidad de caer bien a todos por eso casi siempre lo tenía al lado para jugar, comer e incluso dormir. Ethan y Nohlem, desde que dormía con ellos estrechó un tremendo vínculo. Veía en el primero a un adulto comprensivo y cariñoso y en el segundo una confianza y una cercanía curiosas a la par que curiosas. Acostumbraba a dormir al lado del pelirrojo, admirando más de una vez el hocico que tenía por nariz. ¿Acaso algunos americanos tenían narices así? No recordaba ver nada parecido en Rambo o quizás se le pasó. Sus pecas le recordaban a Stefano quien también las tenía, eso le generaba un sentimiento hasta familiar.
Rag y Airi también estuvieron ahí, siendo amigos con los que podía confiar. Ellos lo ayudaban en su higiene personal y aún hacía preguntas indiscretas sobre los cuernos de la segunda. El lagarto y Damian tuvieron una pequeña charla que ayudo a curar en una gran medida los celos del chico, un sentimiento generado por temer perder a Rag, un amigo que más que un amigo le recordaba a su mamá pero sin ser… mamá pues era un chico o al menos eso entendió de primeras Damian. Después de aquello quiso participar en sus clases de artes marciales chungas y su flexibilidad y agilidad que ya traía desde casa ayudaban bastante a seguir el ritmo, aunque se le hacían movimientos nuevos y raros.
Otras personas que terminaron por caerle guay fueron Kalna y Connor, sobre todo el segundo quien seguía siendo una imagen poderosa de referencia para el chico. Quería esa presencia y esos músculos del mastodonte tatuado y admiraba su fuerza. Kalna, aunque fue una de las que salió detrás de la pelirroja, acabó por admirar su fuerza, hasta el punto que con ella tuvo la valentía de pedir un poco de tutela en cuanto a las dos espadas chiquititas que andaba meneando cuando “entrenaba” con ellas para defenderse. La de ojos amarillos enseñó un poco de sus conocimientos al circense y el chico, aunque un poco impaciente, estaba dispuesto a aprender para matar alguna rata gigante si volvían a molestarlo e interponerse entre él y la comida.
En cuanto al resto, estaba un poco ni fu ni fa con Tawar quien, a pesar de poder hablar como cualquier otro y participar en las conversaciones, su estatura diminuta no entraba en el molde de lo que Damian consideraba “humano”. Disociaba con el bichito, viéndolo con condescendencia incluso al tratarlo más como un animalillo muy listo e inofensivo que como una persona.
Los que salieron, bueno, pudo dar alguna que otra oportunidad a Rick y Abel. A ojos de Damian solo hicieron una tontería persiguiendo a la tonta de Serena quien acabó por ganarse la cruz del italiano. No solo lo insultó sino que se piró corriendo con una maldita cesta, eso acabó en Damián aborreciéndola prácticamente.
Otra que no podía ver era Aria, postrada en cama. No quería verla ni visitarla ni nada. Ella no hizo nada, solo atraer al monstruo que casi fue a por ellos. Deseaba desentenderse, pasar de su culo, hasta se alegraba por dentro que no se moviese de ahí, así no habría posiblidades de que ella fuese amiguita de sus amigos, al fin y al cabo Damian no quería que ellos se llevasen bien con esa rarita que traería unicamente problemas.
Aquella mañana Damian, como todas las mañanas, se dispuso a madrugar bastante y hacer bastantes ejercicios. Se adaptó un pequeño rinconcito donde, con ayuda de unas sillas, hacía calistenia bastante bien. La entrada del torreón le daba un buen agarre para hacer dominadas y colgarse como si el chico hubiese elegido involucionar.
—Dieciooooocho… Diecinueeeeeeeve... —el italiano seguía forzando su espalda, subiendo y bajando de lo mas alto de la puerta y teniendo abajo una silla desde la que pudo llegar. El agarre, aunque fuerte, aun lo sentía en sus duros dedos apretando los dientes para mantenerse así.
Los que fuesen levantándose lo verían a su bola, haciendo sonidos de esfuerzo.
De igual manera pensaba diariamente en su madre, tenía un objetivo en mente: traer a ella y al resto a Rocaviva. Quería que ellos viviesen todos los lujos que el chiquillo tenía a mano. Tenía una casa, unos amigos geniales, dos tipos duros que servirían para mantener a raya los peligros… Confiaba en su circo, ellos sabrían que hacer con todas aquellas molestias fuera. Su madre sobre todo, ella era fuerte como un roble y lo suficientemente valiente como para tratar enormes animales como mascotas.
Aunque no pensó en que ellos lo echarían de menos a él, Damian cuando lo pensaba sí que los echaba de menos. Eran su todo, su familia.
Por ello, entrenar su ya curtido cuerpo en sus doce años por las mañanas, cerca del pozo cada vez más adornado de figuras, lo tomaba como su meditación matutina. Era relajante hacer ejercicios de equilibrio, estiramientos y calistenia. Cada esfuerzo, cada suspiro, cada gota de sudor producto del esfuerzo, cada capa de dureza en sus manos ayudaba a escapar de todo lo que abrumaba a Damian: el nuevo entorno. Aun estaba en fase de aprendizaje, ignoraba muchas cosas para la edad que tenía y su curiosidad famélica había que alimentarla. Por eso, cuando eso le generaba ansiedades hacer ejercicio solitario y muy temprano le ayudaba a enfocarse en mejorar, en cumplir su sueño de ser una estrella del entretenimiento. ¿Podría montar un espectáculo en Rocavañamo? ¿Quién sería el público? ¿Quizás sus nuevos amigos lo serían? Mientras hacía el pino, sonreía él solo feliz y emocionado por ello.
Y aunque ya estuviese motivado con el entrenamiento de por sí, duplicó sus esfuerzos al ver que no salía magia de sus manos con esos puñeteros hechizos de ese puñetero libro cagado. Intentaba una y otra vez pero no salía nada de nada. Vale que el resto tampoco podía pero Akeyo sí pudo. ¿Algo andaba mal? Damian entrenó mas duro, pensando que así conseguiría hacer trucos mágicos de una vez por todas.
Que bueno que en esos altibajos siempre tenía a sus amigos, que eran muchos. Estaba orgulloso de tener otro como él a su lado, Aniol. Era un chico que no le seguía mucho el ritmo pero en otras cosas superaba a Damian. Sentía que podía aprender mucho de él, sobre todo su capacidad de caer bien a todos por eso casi siempre lo tenía al lado para jugar, comer e incluso dormir. Ethan y Nohlem, desde que dormía con ellos estrechó un tremendo vínculo. Veía en el primero a un adulto comprensivo y cariñoso y en el segundo una confianza y una cercanía curiosas a la par que curiosas. Acostumbraba a dormir al lado del pelirrojo, admirando más de una vez el hocico que tenía por nariz. ¿Acaso algunos americanos tenían narices así? No recordaba ver nada parecido en Rambo o quizás se le pasó. Sus pecas le recordaban a Stefano quien también las tenía, eso le generaba un sentimiento hasta familiar.
Rag y Airi también estuvieron ahí, siendo amigos con los que podía confiar. Ellos lo ayudaban en su higiene personal y aún hacía preguntas indiscretas sobre los cuernos de la segunda. El lagarto y Damian tuvieron una pequeña charla que ayudo a curar en una gran medida los celos del chico, un sentimiento generado por temer perder a Rag, un amigo que más que un amigo le recordaba a su mamá pero sin ser… mamá pues era un chico o al menos eso entendió de primeras Damian. Después de aquello quiso participar en sus clases de artes marciales chungas y su flexibilidad y agilidad que ya traía desde casa ayudaban bastante a seguir el ritmo, aunque se le hacían movimientos nuevos y raros.
Otras personas que terminaron por caerle guay fueron Kalna y Connor, sobre todo el segundo quien seguía siendo una imagen poderosa de referencia para el chico. Quería esa presencia y esos músculos del mastodonte tatuado y admiraba su fuerza. Kalna, aunque fue una de las que salió detrás de la pelirroja, acabó por admirar su fuerza, hasta el punto que con ella tuvo la valentía de pedir un poco de tutela en cuanto a las dos espadas chiquititas que andaba meneando cuando “entrenaba” con ellas para defenderse. La de ojos amarillos enseñó un poco de sus conocimientos al circense y el chico, aunque un poco impaciente, estaba dispuesto a aprender para matar alguna rata gigante si volvían a molestarlo e interponerse entre él y la comida.
En cuanto al resto, estaba un poco ni fu ni fa con Tawar quien, a pesar de poder hablar como cualquier otro y participar en las conversaciones, su estatura diminuta no entraba en el molde de lo que Damian consideraba “humano”. Disociaba con el bichito, viéndolo con condescendencia incluso al tratarlo más como un animalillo muy listo e inofensivo que como una persona.
Los que salieron, bueno, pudo dar alguna que otra oportunidad a Rick y Abel. A ojos de Damian solo hicieron una tontería persiguiendo a la tonta de Serena quien acabó por ganarse la cruz del italiano. No solo lo insultó sino que se piró corriendo con una maldita cesta, eso acabó en Damián aborreciéndola prácticamente.
Otra que no podía ver era Aria, postrada en cama. No quería verla ni visitarla ni nada. Ella no hizo nada, solo atraer al monstruo que casi fue a por ellos. Deseaba desentenderse, pasar de su culo, hasta se alegraba por dentro que no se moviese de ahí, así no habría posiblidades de que ella fuese amiguita de sus amigos, al fin y al cabo Damian no quería que ellos se llevasen bien con esa rarita que traería unicamente problemas.
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Aquella mañana Damian, como todas las mañanas, se dispuso a madrugar bastante y hacer bastantes ejercicios. Se adaptó un pequeño rinconcito donde, con ayuda de unas sillas, hacía calistenia bastante bien. La entrada del torreón le daba un buen agarre para hacer dominadas y colgarse como si el chico hubiese elegido involucionar.
—Dieciooooocho… Diecinueeeeeeeve... —el italiano seguía forzando su espalda, subiendo y bajando de lo mas alto de la puerta y teniendo abajo una silla desde la que pudo llegar. El agarre, aunque fuerte, aun lo sentía en sus duros dedos apretando los dientes para mantenerse así.
Los que fuesen levantándose lo verían a su bola, haciendo sonidos de esfuerzo.
- GiniroryuGM
Ficha de cosechado
Nombre: Rägjynn
Especie: mjörní
Habilidades: memoria, buen oído y don de lenguas
Personajes :
● Noel: Draco de Estínfalo de origen sueco.
● Archime/Krono Rádem: Kairós irrense.
● Irianna/Dama Enigma: Nebulomante idrina lacustre.
● Adrune: Gamusino sinhadre, edeel.
● Lethe: Horus, enderth.
● Rägjynn: mjörní.
● Naeleth: Bruja del Hielo, nublina.
Unidades mágicas : 8/8
Síntomas : Aumenta su resistencia progresivamente. El sangrado de sus ojos se detonará con más frecuencia.
Armas :
● Noel: hacha de dos manos y espada bastarda.
● Archime/Krono Rádem: sus monólogos sobre biomecánica avanzada.
● Irianna: arco y estoque.
● Adrune: lanza, espadas cortas y arco.
● Lethe: arco y lanza.
● Rägjynn: jō.
● Naeleth: arco, sai y báculo.
Status : Gin: do the windy thing.
Humor : REALLY NOT FEELIN' UP TO IT RIGHT NOW. SORRY.
Re: Torreón Sendar
03/09/23, 01:08 pm
Aquellos fueron unos días muy largos para Rägjynn. Casi todo a su alrededor era frustrante: el ambiente tenso no parecía relajarse y el mjörní no sabía cómo podía ayudar a ello, habiendo tantas personas de mundos y culturas diferentes y ni siquiera comprendiendo bien la raíz de algunos de los conflictos. El que entendía a la perfección, aunque desde luego no la actitud de la causante, era el que había provocado Serena, y como Airi también intentó hablar con ella sin ningún resultado. Las escasas veces que veían a la pelirroja fuera de su cuarto, la tensión era todavía más palpable. A pesar del hermetismo de la chica, al menos hacia los últimos días comenzaron a limarse algunas de las asperezas y dio gracias a la Sanación por ello: sentía que en cualquier momento iba a ahogarse de tener un constante nudo en la garganta. Él mismo tuvo una charla con Damian en la que arreglaron un malentendido, y ver el cambio de actitud hacia él en el niño también le ayudó.
No todo era malo respecto a las relaciones con sus compañeros, por supuesto, y en realidad el mjörní podía mantener una charla con cualquiera salvo Serena sin mucha dificultad, al menos si no coincidían otras personas concretas en el mismo cuarto. Pasó tiempo sobre todo con los que ahora eran sus compañeros de dormitorio permanentes, aunque en general se dedicó a intentar socializar con todos para conocerles un poco mejor, aunque estaba siendo particularmente difícil con Abel, quien se encerró casi tanto como Serena. Se enteró mejor de dónde procedía cada uno y, aunque le costó, logró aprenderse las “nacionalidades” de sus compañeros humanos, así como saber que el mundo de Airi se llamaba Sanai y Zemlya el del zawodny (otro término que había aprendido acerca de su nuevo amigo). También ayudaba a cuidar de Aria cuando era necesario, ya que la irlandesa parecía tener una salud muy frágil.
Además de eso, al ver que se empezaron a ofrecer clases de entrenamiento como las de tiro con arco de Nohlem o las de Kalna, Räg no tardó en ofrecer también el aprendizaje de su arte marcial. La verdad es que hubiera practicado incluso solo, pues no era capaz de tocar ningún arma real y se limitaba a observar las clases de los demás, y echaba de menos el ejercicio. Aceptó con gusto a los que quisieron aprender con él, aunque desgraciadamente algunos como el varmano duraron solo una clase. No sabía si simplemente no se sentían a gusto, si estaba siendo mal profesor o el motivo era otro, pero le apenaba cada vez que alguien decidía no continuar.
Intentó trasmitir lo mejor que pudo a los que sí se quedaron, alegrándose de tener de alumnos a Aniol y Damian, pues cuanto más pequeños empezasen a practicar el arte, mejor sería. Connor también era un habitual, y resultaba un reto entrenar con alguien de tanta altura, pero Rägjynn se lo tomó justamente como tal para ponerse a prueba. Respecto a tamaños, no obstante, era aún más complicado adaptar cualquier ejercicio a la anatomía de Tawar, pero siempre que le repobladore quisiese, Räg se esforzaría en intentar enseñarle algo. Aunque no había pasado tanto tiempo desde su última clase en el orfanato se sentía muy oxidado al principio, pero pronto pudo sentir que volvía a recuperar el ritmo. Que Rick se uniese a las clases fue una suerte, pues no era tan enorme como Connor y con él si podía practicar más fácilmente. Se planteó si tal vez debería incluir más armas de madera, pues sabía que alumnos más avanzados utilizaban espadas también, pero la única persona con la que podría pedir ayuda para mejorar con eso era Kalna y ella utilizaba armas de filo…
El día que finalmente bajó a la armería fue tras concienciarse mucho y decidir que, ya que estaba ahí abajo aprendiendo el manejo del puente levadizo, debería dejar de retrasar lo inevitable. La visión de tantas armas, por mucho que estuvieran en mal estado en su mayoría, le mareaba. Se tuvo que obligar a entrar, ignorar casi todo y buscar un buen jō, porque hasta entonces había pedido que le subieran uno y prefería elegirlo el mismo. Salió de allí sujetando con fuerza su arma, de una madera rojiza, con taquicardias e intentando controlar su respiración. Con la prisa que tenía por salir no se fijó en que había otras cosas allí además de las armas.
De hecho, no sabía que allí estaba la clave en el otro asunto que lo seguía frustrando sobremanera: los hechizos del libro. Efectivamente comprendía cómo se realizaba la magia y venía bien explicado, con la pronunciación en aquel nuevo idioma que ahora ocupaba sus mentes y los gestos que debían realizar. Notaba, y no era el único, la chispa mágica pugnando por salir, y notaba el cansancio propio de haber realizado varios hechizos cuando esto ocurría. Pero no pasaba nada. Eso era todo. Rägjynn leyó y releyó el libro y lo intentó una y otra vez, agotándose considerablemente en ocasiones. Llegó a la conclusión de que faltaba algo. ¿Un catalizador? Él podía hacer hechizos sencillos mjörnís sin emplearlos, pero tal vez aquellos hechizos consumirían más. Eso podría explicar las sensaciones y el cansancio. El problema es que no se especificaba en ningún momento nada acerca de ello y no había visto ningún objeto en el torreón que pudiese ser un catalizador mágico. Acabó por dejar de intentarlo de pura frustración.
Al menos había cosas por las que mejorar el humor: habían podido salir de nuevo a por comida, siguiendo a otra bañera esta vez, sin incidentes. Aunque el lugar le había provocado escalofríos, pues se oían unos lamentos extraños en el viento, nada malo había sucedido ni les había atacado ninguna criatura extraña. A pesar de encontrarse más lejos, era más seguro abastecerse allí, lejos de los colaespina.
Otra razón para mantener su moral un poco más alta eran las simples tareas domésticas que aprovechaba para charlar con sus compañeros y, además, la decoración de figuritas de papel que no dejaban de aumentar en el patio. No tardó en comunicarle a Ethan lo bonitas que le parecían, y un día el británico le sorprendió regalándole personalmente una de estas. Aunque veía que era una especie de pez (o como supo luego, mamífero acuático) le tuvo que preguntar al artista de qué se trataba en concreto. Al parecer, era un delfín, y le hizo preguntas con mucha curiosidad acerca de aquellos animales, aparte de agradecérselo mucho. Comparó también con la figurita que le había dado a le sanaí, preguntando también por el animal que había recibido elle.
Otra cosa con la que pasaba tiempo con el medio japonés era en la cocina, principalmente aprendiendo y ayudando. Quería mejorar y aprender los platos que podía cocinar para todos y poder llegar a ser él también el principal cocinero para turnarse con Ethan y que no cayese siempre la responsabilidad sobre él. En algún momento se atrevería con algún plato sencillo, pero se sentía torpe a su lado. Como los insectos seguían siendo ignorados por la mayoría, se sentía libre de coger alguno cuando notaba más hambre, como después de los entrenamientos o al haberse agotado intentando hacer hechizos.
---
Abrió los ojos con cierta pesadez, parpadeando ante el halo de luz que entraba por una de las troneras. Por lo menos, en los últimos días había estado descansando mejor y en buena medida se debía a que el ambiente había mejorado. Se incorporó en la cama y echó un vistazo rápido: Szczenyak seguía durmiendo aparentemente, lo cual no era extraño dados sus hábitos más nocturnos que los del resto, Airi parecía haberse despertado ya, y ese día Tawar también había dormido con ellos, pero no estaba seguro de si seguía dormide o no. Se empezó a incorporar con cuidado en la cama y ofreció un buenos días en voz baja para evitar despertar a los posibles durmientes.
No todo era malo respecto a las relaciones con sus compañeros, por supuesto, y en realidad el mjörní podía mantener una charla con cualquiera salvo Serena sin mucha dificultad, al menos si no coincidían otras personas concretas en el mismo cuarto. Pasó tiempo sobre todo con los que ahora eran sus compañeros de dormitorio permanentes, aunque en general se dedicó a intentar socializar con todos para conocerles un poco mejor, aunque estaba siendo particularmente difícil con Abel, quien se encerró casi tanto como Serena. Se enteró mejor de dónde procedía cada uno y, aunque le costó, logró aprenderse las “nacionalidades” de sus compañeros humanos, así como saber que el mundo de Airi se llamaba Sanai y Zemlya el del zawodny (otro término que había aprendido acerca de su nuevo amigo). También ayudaba a cuidar de Aria cuando era necesario, ya que la irlandesa parecía tener una salud muy frágil.
Además de eso, al ver que se empezaron a ofrecer clases de entrenamiento como las de tiro con arco de Nohlem o las de Kalna, Räg no tardó en ofrecer también el aprendizaje de su arte marcial. La verdad es que hubiera practicado incluso solo, pues no era capaz de tocar ningún arma real y se limitaba a observar las clases de los demás, y echaba de menos el ejercicio. Aceptó con gusto a los que quisieron aprender con él, aunque desgraciadamente algunos como el varmano duraron solo una clase. No sabía si simplemente no se sentían a gusto, si estaba siendo mal profesor o el motivo era otro, pero le apenaba cada vez que alguien decidía no continuar.
Intentó trasmitir lo mejor que pudo a los que sí se quedaron, alegrándose de tener de alumnos a Aniol y Damian, pues cuanto más pequeños empezasen a practicar el arte, mejor sería. Connor también era un habitual, y resultaba un reto entrenar con alguien de tanta altura, pero Rägjynn se lo tomó justamente como tal para ponerse a prueba. Respecto a tamaños, no obstante, era aún más complicado adaptar cualquier ejercicio a la anatomía de Tawar, pero siempre que le repobladore quisiese, Räg se esforzaría en intentar enseñarle algo. Aunque no había pasado tanto tiempo desde su última clase en el orfanato se sentía muy oxidado al principio, pero pronto pudo sentir que volvía a recuperar el ritmo. Que Rick se uniese a las clases fue una suerte, pues no era tan enorme como Connor y con él si podía practicar más fácilmente. Se planteó si tal vez debería incluir más armas de madera, pues sabía que alumnos más avanzados utilizaban espadas también, pero la única persona con la que podría pedir ayuda para mejorar con eso era Kalna y ella utilizaba armas de filo…
El día que finalmente bajó a la armería fue tras concienciarse mucho y decidir que, ya que estaba ahí abajo aprendiendo el manejo del puente levadizo, debería dejar de retrasar lo inevitable. La visión de tantas armas, por mucho que estuvieran en mal estado en su mayoría, le mareaba. Se tuvo que obligar a entrar, ignorar casi todo y buscar un buen jō, porque hasta entonces había pedido que le subieran uno y prefería elegirlo el mismo. Salió de allí sujetando con fuerza su arma, de una madera rojiza, con taquicardias e intentando controlar su respiración. Con la prisa que tenía por salir no se fijó en que había otras cosas allí además de las armas.
De hecho, no sabía que allí estaba la clave en el otro asunto que lo seguía frustrando sobremanera: los hechizos del libro. Efectivamente comprendía cómo se realizaba la magia y venía bien explicado, con la pronunciación en aquel nuevo idioma que ahora ocupaba sus mentes y los gestos que debían realizar. Notaba, y no era el único, la chispa mágica pugnando por salir, y notaba el cansancio propio de haber realizado varios hechizos cuando esto ocurría. Pero no pasaba nada. Eso era todo. Rägjynn leyó y releyó el libro y lo intentó una y otra vez, agotándose considerablemente en ocasiones. Llegó a la conclusión de que faltaba algo. ¿Un catalizador? Él podía hacer hechizos sencillos mjörnís sin emplearlos, pero tal vez aquellos hechizos consumirían más. Eso podría explicar las sensaciones y el cansancio. El problema es que no se especificaba en ningún momento nada acerca de ello y no había visto ningún objeto en el torreón que pudiese ser un catalizador mágico. Acabó por dejar de intentarlo de pura frustración.
Al menos había cosas por las que mejorar el humor: habían podido salir de nuevo a por comida, siguiendo a otra bañera esta vez, sin incidentes. Aunque el lugar le había provocado escalofríos, pues se oían unos lamentos extraños en el viento, nada malo había sucedido ni les había atacado ninguna criatura extraña. A pesar de encontrarse más lejos, era más seguro abastecerse allí, lejos de los colaespina.
Otra razón para mantener su moral un poco más alta eran las simples tareas domésticas que aprovechaba para charlar con sus compañeros y, además, la decoración de figuritas de papel que no dejaban de aumentar en el patio. No tardó en comunicarle a Ethan lo bonitas que le parecían, y un día el británico le sorprendió regalándole personalmente una de estas. Aunque veía que era una especie de pez (o como supo luego, mamífero acuático) le tuvo que preguntar al artista de qué se trataba en concreto. Al parecer, era un delfín, y le hizo preguntas con mucha curiosidad acerca de aquellos animales, aparte de agradecérselo mucho. Comparó también con la figurita que le había dado a le sanaí, preguntando también por el animal que había recibido elle.
Otra cosa con la que pasaba tiempo con el medio japonés era en la cocina, principalmente aprendiendo y ayudando. Quería mejorar y aprender los platos que podía cocinar para todos y poder llegar a ser él también el principal cocinero para turnarse con Ethan y que no cayese siempre la responsabilidad sobre él. En algún momento se atrevería con algún plato sencillo, pero se sentía torpe a su lado. Como los insectos seguían siendo ignorados por la mayoría, se sentía libre de coger alguno cuando notaba más hambre, como después de los entrenamientos o al haberse agotado intentando hacer hechizos.
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Abrió los ojos con cierta pesadez, parpadeando ante el halo de luz que entraba por una de las troneras. Por lo menos, en los últimos días había estado descansando mejor y en buena medida se debía a que el ambiente había mejorado. Se incorporó en la cama y echó un vistazo rápido: Szczenyak seguía durmiendo aparentemente, lo cual no era extraño dados sus hábitos más nocturnos que los del resto, Airi parecía haberse despertado ya, y ese día Tawar también había dormido con ellos, pero no estaba seguro de si seguía dormide o no. Se empezó a incorporar con cuidado en la cama y ofreció un buenos días en voz baja para evitar despertar a los posibles durmientes.
- Seth
Ficha de cosechado
Nombre: Connor
Especie: Humano
Habilidades: Fuerza bruta, inmutabilidad, rapidez mentalPersonajes :
● Devoss: Humano (Países Bajos) Licántropo Tigre
● Maila: Humana (Hawaii) Bruja de la Arena
●Connor: Humano (Canadá)
Unidades mágicas : 8/8
Síntomas : Sufre episodios de insomnio. Tendrá episodios de vértigo postural, más frecuentes al levantarse tras dormir, que pueden durar desde minutos a varias horas.
Re: Torreón Sendar
03/09/23, 01:50 pm
Los días pasaron en aquella siniestra ciudad, ajena al pesar y la desolación que podrían estar pasando sus nuevos habitantes. Aunque era una situación muy diferente, en realidad al motero se le hacía similar. De alguna manera era como una especie de deja vú retorcido y macabro. Y como con todas las cosas, empezaba por el principio.
Connor había estado mucho tiempo de su infancia solo en la Tierra, o al menos así se había sentido aunque estuviera rodeado de gente. No recordaba casi nada de sus padres, pero sí que sabía lo que los trabajadores del orfanato le decían para hacerle daño... y joder, funcionaba muy bien. "A tus padres solo les importaba la droga, mocoso" Decían siempre. "Si se les hubiera pasado por la cabeza seguro que te habrían vendido por otro chute, ¿verdad, eh?" Decían también. "Vuelve a desobedecer y acabarás como tus padres, mierdecilla... en una caja de pino". Decían cuando habían tenido un mal día o les tocaba turno doble. Sí, el orfanato no había sido el mejor de los lugares para crecer. Y sin darse cuenta, Connor maduró en aquel ambiente hostil. Todos aquellos años los pasó con miedo, pero también se volvió valiente y se forzaba a no dejarse amedrentar. Ni siquiera sabía por qué lo hacía, porque desde luego le caían más golpes que al resto de niños... Nunca fue acogido, y aunque una parte de él deseaba ser elegido la suerte jamás estuvo de su lado.
Con el paso del tiempo fue consciente de que no sería la primera opción de nadie, y aquel fue el momento justo donde se rompió por primera vez. Aunque no sería la última. Se convirtió en un niño roto, sin esperanzas de ser salvado. Y en una de esas noches solitarias en su viejo catre y rodeado de otros niños huérfanos, hacinados como sardinas, dijo: Basta. Solo tenía diez años cuando decidió que no esperaría más una salvación que nunca llegaría. Bajo una tormentosa lluvia el pequeño Connor logró escaparse, y nunca jamás volvió al centro.
Vivir en las calles le salvó de los golpes que solía recibir en el orfanato. Pero trajo otros problemas como el hambre y el frío. En aquellos ocho largos meses Connor siguió madurando, robando comida en los supermercados, escondiéndose de la policía que quería devolverlo al centro, ajenos a los abusos que tenían lugar en su interior. Connor siguió sufriendo. Siguió rompiéndose. Cuando Eva lo encontró, el pequeño sin techo sol era una mera sombra de lo que en realidad nunca había sido. Porque jamás tuvo oportunidad de ser un niño normal. La jefa de los Wyverns se encontró con alguien que emanaba desconfianza, soledad y una dureza impropia de alguien de su edad. Tenía el cuerpo de un crío de once años, pero la mirada de un superviviente, aunque a duras penas. Tras una charla de lo más inusual para Connor, al final aceptó su ayuda y Eva se lo llevó lejos de Canadá. Lejos del frío y la hambruna. Lo que vino a continuación fue lo que terminó de forjar al Connor que se encontraba ahora en Rocavarancolia.
Aquella banda lo acogería si se convertía en uno de los suyos, y vaya sí lo hizo. Le enseñaron muchas cosas, la mayoría de ellas estaban lejos de ser legales, pero lo que caló de verdad en Connor fue el ambiente alegre y cálido de los Wyverns. Cada uno de ellos tenía su propia historia y todos habían sufrido, pero juntos eran un grupo unido. Tal y cómo decía Eva, "todos eran unos cachorros descarriados" necesitados de la cercanía humana, necesitados de una familia. Con el paso del tiempo Connor se fue convirtiendo en uno más, mientras iba asimilando como una esponja los valores del club: Obediencia. Hermandad. Libertad. Se cuidaban los unos a los otros, ¿pero y el resto del mundo? Podían irse a la mierda. Y ese era un dogma con el que Connor estaba muy de acuerdo. Si, encajó bien. El cachorro descarriado pasó a lobo, y cuando se puso el chaleco por primera vez... de lobo a Wyvern.
En aquellos años violentos le hizo muchas cosas terribles a mucha gente ajena. Y de forma casi irónica también aprendió a amar de verdad a la gente que le importaba, a darlo todo por sus seres queridos y a no ceder nunca con tal de protegerlos. Pero no siempre tuvo éxito. Yasser, Rhona... Cuando murieron fue la última vez que se rompió, y sin dudas de por medio mató no una vez, sino dos veces: Markus y Roderick. Connor terminó de quebrarse por dentro. Se volvió un monstruo, uno terrible, porque sabía lo que era y le daba igual. Aún así seguía teniendo a su familia de monstruos que lo apoyaba, ¿verdad?
-------------------------------------------------------------
No.
Akeyo le había quitado eso cuando se lo llevó. Ahora estaba solo de nuevo, como nunca lo había estado en diez años, y la calidez del club ahora quedaba bien lejos. Se sentía como si volviera a ser un crío impotente. Había sentido hambre, frío y desolación. Había sentido el miedo. Si, era un perfecto deja vú de todo lo que ya había experimentado en su infancia. Incapaz de saber cómo sentirse respecto a ello Connor se evadió de sí mismo y de todos como pudo. Hablaría con quien se dirigiera a él, pero podría vérsele absorto. Sus compañeros podrían verlo observar su chaleco o tatuajes cuando creía estar solo, con aire meditabundo y el ceño fruncido. Y desde luego no fue una semana fácil, cuando se obligó a dosificar el número de cigarrillos al día. Lo que ocasionó que estuviera nervioso y muy irritable, aunque se disculparía cuando tuviera malos modos por ello. Connor evitaría a gente como Abel y Serena, los cuáles le parecían unos gilipollas que no entendían lo mal que lo habían pasado los críos. También pasó de Aria, la cuál parecía estar siempre en delirios y frases raras. Con el resto mantuvo una relación más cordial, cuando era necesario hablar, ayudar en alguna tarea del hogar o salir a por las cestas (sin incidentes por suerte), aunque empezó a hacer migas con Damian tras una conversación que tuvieron. Decidió entrenar en las clases de artes marciales o armas, no siendo el mejor pero notándose que tenía cierta práctica en algunas cosas. Pero ni siquiera se planteó intentar el tiro con arco porque sabía que acabaría disparándose en el pie. Por otro lado pasó por completo de la magia. Veía que sus compañeros sentían "algo", pero joder, no hacían nada. Así que Connor se mostró escéptico y llegó a pensar que esa "chispa" no era más que una sugestión conjunta que se habían creado entre todos. Porque la magia les daba esperanzas.
El problema real de la semana fue que algunos de ellos habían optado por evitarle. Y aunque le doliera un poco en el orgullo y le tocara los cojones, tampoco podía pretender que no entendía el por qué. Sabía el motivo de aquello. Independientemente de lo que creyeran de él, se había encargado de presentarse como era cuando amenazó a Serena tras la discusión. Connor seguía creyendo que había hecho lo correcto, pero veía en esos compañeros a gente que no estaba acostumbrada a una violencia que para él era tan natural como respirar. Sí, sus reacciones eran típicas y le recordaba a cómo algunas personas evitaban a los Wyverns en Texas porque sabían lo cabrones que eran. El problema estaba en que en aquella ciudad no podía permitirse ser evitado, odiado o que le tuvieran miedo. Los necesitaba si quería sobrevivir, y en aquellos días donde lo evitaban de varias formas podía imaginarse un escenario en su cabeza: él herido y necesitado de ayuda, y ellos abandonándolo porque era mejor que muriera a convivir con él. Si, pensaba que Serena se lo merecía... pero quizás tendría que haberla amenazado cuando estuvieran solos. No delatándose como un jodido novato de mierda. No sabía qué hacer para cambiar la situación, así que optó por no hacer nada y seguir pensando en ello.
Aún así tampoco se engañaba. No era solo una cuestión estratégica. Aquella primera noche con Rick, Ethan y Nohlem se sintió algo calmado cuando habló con ellos. Quizás incluso optimista. Y aunque el primero parecía seguir bien con él, de hecho seguían durmiendo en la misma habitación, el británico y el felino se habían alejado de él. Con Nohlem seguía siendo una cuestión más estratégica, al fin y al cabo tampoco habían hablado mucho más allá de esa noche, aunque le había caído bien y le hacía pensar más que en otros. Pero con Ethan si se sintió algo diferente al resto, había sido la primera persona con la que se encontró en aquella ciudad y de alguna manera se había convertido en poco tiempo en un apoyo. Finalmente fue el propio Ethan quien quiso hablar del tema con él tras unos días, resolviéndose por esa parte el conflicto y volviendo a hablar entre ellos. Otros como Räg y Nohlem también dejaron de ser distantes con el paso de los días o al final de la semana, y desaparecieron los silencios incómodos.
Sin embargo, lo peor de todo era ver cómo Aniol lo evitaba siempre que podía. Lo entendía, era solo un puto crío y había tenido que escuchar sus amenazas. Y aunque no lo quisiera reconocer de alguna manera le dolía verlo así. Porque ver aquellos ojos llenos de miedo le hacían transportarse al pasado, cuando él era el crío asustado y un adulto más grande le inspiraba terror. Solo que ahora se sentía en la otra cara de la moneda y él era el miserable trabajador del orfanato. Connor sabía que era un cabrón después de todas las cosas que había hecho, y nunca le había importado. Antes joder que ser jodido. Pero tras ver de esa forma al pequeño polaco, empezaba a preguntarse por primera vez si había obrado bien en aquel tema. Lo había hecho para defender a los críos, pero ahora uno de ellos intentaba esconderse de él siempre que podía. Y no tenía ni puñetera idea de qué hacer al respecto.
Tras una semana completa, Connor abrió los ojos cansado. Hizo amago de coger uno de sus cigarrillos, pero recordó que se le gastaron el día anterior y suspiró con una mala hostia creciente. La abstinencia no le dejaba dormir muy bien, y tenía un poco de ojeras. Pero lo peor de todo era la certeza de que aquella mierda en la que estaban metidos iba a ser muy dura y real. <<Solo llevamos una puta semana...>> Pensó mientras se incorporaba y se frotaba el rostro con ambas manos, miró hacia Rick para ver si ya estaba despierto.
Connor había estado mucho tiempo de su infancia solo en la Tierra, o al menos así se había sentido aunque estuviera rodeado de gente. No recordaba casi nada de sus padres, pero sí que sabía lo que los trabajadores del orfanato le decían para hacerle daño... y joder, funcionaba muy bien. "A tus padres solo les importaba la droga, mocoso" Decían siempre. "Si se les hubiera pasado por la cabeza seguro que te habrían vendido por otro chute, ¿verdad, eh?" Decían también. "Vuelve a desobedecer y acabarás como tus padres, mierdecilla... en una caja de pino". Decían cuando habían tenido un mal día o les tocaba turno doble. Sí, el orfanato no había sido el mejor de los lugares para crecer. Y sin darse cuenta, Connor maduró en aquel ambiente hostil. Todos aquellos años los pasó con miedo, pero también se volvió valiente y se forzaba a no dejarse amedrentar. Ni siquiera sabía por qué lo hacía, porque desde luego le caían más golpes que al resto de niños... Nunca fue acogido, y aunque una parte de él deseaba ser elegido la suerte jamás estuvo de su lado.
Con el paso del tiempo fue consciente de que no sería la primera opción de nadie, y aquel fue el momento justo donde se rompió por primera vez. Aunque no sería la última. Se convirtió en un niño roto, sin esperanzas de ser salvado. Y en una de esas noches solitarias en su viejo catre y rodeado de otros niños huérfanos, hacinados como sardinas, dijo: Basta. Solo tenía diez años cuando decidió que no esperaría más una salvación que nunca llegaría. Bajo una tormentosa lluvia el pequeño Connor logró escaparse, y nunca jamás volvió al centro.
Vivir en las calles le salvó de los golpes que solía recibir en el orfanato. Pero trajo otros problemas como el hambre y el frío. En aquellos ocho largos meses Connor siguió madurando, robando comida en los supermercados, escondiéndose de la policía que quería devolverlo al centro, ajenos a los abusos que tenían lugar en su interior. Connor siguió sufriendo. Siguió rompiéndose. Cuando Eva lo encontró, el pequeño sin techo sol era una mera sombra de lo que en realidad nunca había sido. Porque jamás tuvo oportunidad de ser un niño normal. La jefa de los Wyverns se encontró con alguien que emanaba desconfianza, soledad y una dureza impropia de alguien de su edad. Tenía el cuerpo de un crío de once años, pero la mirada de un superviviente, aunque a duras penas. Tras una charla de lo más inusual para Connor, al final aceptó su ayuda y Eva se lo llevó lejos de Canadá. Lejos del frío y la hambruna. Lo que vino a continuación fue lo que terminó de forjar al Connor que se encontraba ahora en Rocavarancolia.
Aquella banda lo acogería si se convertía en uno de los suyos, y vaya sí lo hizo. Le enseñaron muchas cosas, la mayoría de ellas estaban lejos de ser legales, pero lo que caló de verdad en Connor fue el ambiente alegre y cálido de los Wyverns. Cada uno de ellos tenía su propia historia y todos habían sufrido, pero juntos eran un grupo unido. Tal y cómo decía Eva, "todos eran unos cachorros descarriados" necesitados de la cercanía humana, necesitados de una familia. Con el paso del tiempo Connor se fue convirtiendo en uno más, mientras iba asimilando como una esponja los valores del club: Obediencia. Hermandad. Libertad. Se cuidaban los unos a los otros, ¿pero y el resto del mundo? Podían irse a la mierda. Y ese era un dogma con el que Connor estaba muy de acuerdo. Si, encajó bien. El cachorro descarriado pasó a lobo, y cuando se puso el chaleco por primera vez... de lobo a Wyvern.
En aquellos años violentos le hizo muchas cosas terribles a mucha gente ajena. Y de forma casi irónica también aprendió a amar de verdad a la gente que le importaba, a darlo todo por sus seres queridos y a no ceder nunca con tal de protegerlos. Pero no siempre tuvo éxito. Yasser, Rhona... Cuando murieron fue la última vez que se rompió, y sin dudas de por medio mató no una vez, sino dos veces: Markus y Roderick. Connor terminó de quebrarse por dentro. Se volvió un monstruo, uno terrible, porque sabía lo que era y le daba igual. Aún así seguía teniendo a su familia de monstruos que lo apoyaba, ¿verdad?
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No.
Akeyo le había quitado eso cuando se lo llevó. Ahora estaba solo de nuevo, como nunca lo había estado en diez años, y la calidez del club ahora quedaba bien lejos. Se sentía como si volviera a ser un crío impotente. Había sentido hambre, frío y desolación. Había sentido el miedo. Si, era un perfecto deja vú de todo lo que ya había experimentado en su infancia. Incapaz de saber cómo sentirse respecto a ello Connor se evadió de sí mismo y de todos como pudo. Hablaría con quien se dirigiera a él, pero podría vérsele absorto. Sus compañeros podrían verlo observar su chaleco o tatuajes cuando creía estar solo, con aire meditabundo y el ceño fruncido. Y desde luego no fue una semana fácil, cuando se obligó a dosificar el número de cigarrillos al día. Lo que ocasionó que estuviera nervioso y muy irritable, aunque se disculparía cuando tuviera malos modos por ello. Connor evitaría a gente como Abel y Serena, los cuáles le parecían unos gilipollas que no entendían lo mal que lo habían pasado los críos. También pasó de Aria, la cuál parecía estar siempre en delirios y frases raras. Con el resto mantuvo una relación más cordial, cuando era necesario hablar, ayudar en alguna tarea del hogar o salir a por las cestas (sin incidentes por suerte), aunque empezó a hacer migas con Damian tras una conversación que tuvieron. Decidió entrenar en las clases de artes marciales o armas, no siendo el mejor pero notándose que tenía cierta práctica en algunas cosas. Pero ni siquiera se planteó intentar el tiro con arco porque sabía que acabaría disparándose en el pie. Por otro lado pasó por completo de la magia. Veía que sus compañeros sentían "algo", pero joder, no hacían nada. Así que Connor se mostró escéptico y llegó a pensar que esa "chispa" no era más que una sugestión conjunta que se habían creado entre todos. Porque la magia les daba esperanzas.
El problema real de la semana fue que algunos de ellos habían optado por evitarle. Y aunque le doliera un poco en el orgullo y le tocara los cojones, tampoco podía pretender que no entendía el por qué. Sabía el motivo de aquello. Independientemente de lo que creyeran de él, se había encargado de presentarse como era cuando amenazó a Serena tras la discusión. Connor seguía creyendo que había hecho lo correcto, pero veía en esos compañeros a gente que no estaba acostumbrada a una violencia que para él era tan natural como respirar. Sí, sus reacciones eran típicas y le recordaba a cómo algunas personas evitaban a los Wyverns en Texas porque sabían lo cabrones que eran. El problema estaba en que en aquella ciudad no podía permitirse ser evitado, odiado o que le tuvieran miedo. Los necesitaba si quería sobrevivir, y en aquellos días donde lo evitaban de varias formas podía imaginarse un escenario en su cabeza: él herido y necesitado de ayuda, y ellos abandonándolo porque era mejor que muriera a convivir con él. Si, pensaba que Serena se lo merecía... pero quizás tendría que haberla amenazado cuando estuvieran solos. No delatándose como un jodido novato de mierda. No sabía qué hacer para cambiar la situación, así que optó por no hacer nada y seguir pensando en ello.
Aún así tampoco se engañaba. No era solo una cuestión estratégica. Aquella primera noche con Rick, Ethan y Nohlem se sintió algo calmado cuando habló con ellos. Quizás incluso optimista. Y aunque el primero parecía seguir bien con él, de hecho seguían durmiendo en la misma habitación, el británico y el felino se habían alejado de él. Con Nohlem seguía siendo una cuestión más estratégica, al fin y al cabo tampoco habían hablado mucho más allá de esa noche, aunque le había caído bien y le hacía pensar más que en otros. Pero con Ethan si se sintió algo diferente al resto, había sido la primera persona con la que se encontró en aquella ciudad y de alguna manera se había convertido en poco tiempo en un apoyo. Finalmente fue el propio Ethan quien quiso hablar del tema con él tras unos días, resolviéndose por esa parte el conflicto y volviendo a hablar entre ellos. Otros como Räg y Nohlem también dejaron de ser distantes con el paso de los días o al final de la semana, y desaparecieron los silencios incómodos.
Sin embargo, lo peor de todo era ver cómo Aniol lo evitaba siempre que podía. Lo entendía, era solo un puto crío y había tenido que escuchar sus amenazas. Y aunque no lo quisiera reconocer de alguna manera le dolía verlo así. Porque ver aquellos ojos llenos de miedo le hacían transportarse al pasado, cuando él era el crío asustado y un adulto más grande le inspiraba terror. Solo que ahora se sentía en la otra cara de la moneda y él era el miserable trabajador del orfanato. Connor sabía que era un cabrón después de todas las cosas que había hecho, y nunca le había importado. Antes joder que ser jodido. Pero tras ver de esa forma al pequeño polaco, empezaba a preguntarse por primera vez si había obrado bien en aquel tema. Lo había hecho para defender a los críos, pero ahora uno de ellos intentaba esconderse de él siempre que podía. Y no tenía ni puñetera idea de qué hacer al respecto.
Tras una semana completa, Connor abrió los ojos cansado. Hizo amago de coger uno de sus cigarrillos, pero recordó que se le gastaron el día anterior y suspiró con una mala hostia creciente. La abstinencia no le dejaba dormir muy bien, y tenía un poco de ojeras. Pero lo peor de todo era la certeza de que aquella mierda en la que estaban metidos iba a ser muy dura y real. <<Solo llevamos una puta semana...>> Pensó mientras se incorporaba y se frotaba el rostro con ambas manos, miró hacia Rick para ver si ya estaba despierto.
- Kanyum
Ficha de cosechado
Nombre: Nohlem
Especie: Varmano granta
Habilidades: Puntería, intuición, carisma
Personajes :
● Jace: Dullahan, humano americano. 1’73m (con cabeza 1’93m)
● Rox: Cambiante, humano australiano/surcoreano. 1’75m
● Kahlo: Aparición nocturna varmana granta. 1’62m
● Nohlem: varmano granta. 1’69m
● Xiao Taozi: Fuzanglong carabés. 1’55m
Unidades mágicas : 5/5
Síntomas : Mayor interés por acumular conocimiento. A veces, durante un par de segundos, aparecerán brillos de distintos colores a su alrededor.
Status : Prrrr prrrrr
Re: Torreón Sendar
04/09/23, 06:15 pm
No registró que Aniol llamara su nombre, sí las palabras de después y un tacto distinto al de las sábanas contra su mejilla y su muñeca. Incluso antes de abrir los ojos se llevó la misma mano al rostro, apartando las lágrimas del lado que aún notaba mojado. El menor e Ethan estaban cerca suya, como era de esperar por dormir juntos, y aunque la vergüenza bajaba poco a poco como aguardiente por su garganta Nohlem no hizo ademán alguno de apartarse, intruso en una realidad que hacía escasos segundos no era suya. Sus pupilas eran dos botones negros y sus mofletes oscurecidos brillaban por la humedad. La pequeña tregua que implicaba el despertar se vio pronto interrumpida por la lucha entre el bochorno y una tristeza renovada que apresaba su pecho.
—Perdón —se secó con el dorso de la mano lo que ya estaba seco, un gesto inútil cuando otra lágrima escapó después—. Perdón, no… —se obligó a reír, el suspiro de una carcajada que no hizo otra cosa que empeorar el nudo en su garganta. Se tapó los ojos con la excusa de limpiarlos y sorbió brevemente por la nariz, apretando el labio hacia dentro para hacer acopio de fuerzas y reintentar una sonrisa—. Buenos días.
No había hueco para pensar en lo mucho que echaba de menos a su padre en ese mismo instante, pues que le hubieran visto llorando, así fuera sin fuerza ni consciencia, era mucho más apremiante. Puso una mano sobre la cabeza de Aniol, peinándole superficialmente. A Ethan evitó mirarlo.
—Ha sido un sueño, no pasa nada… —se incorporó hasta quedar sentado, recogiendo las piernas—. Ni siquiera era uno triste, en serio. No sé que me ha dado —sorbió otra vez, arreglándose el pelo y la camisa que usaba para dormir con sutil nerviosismo—. ¿Habéis dormido bien?
Se frotó la cara una vez más, profiriendo una risa más sincera (pero no por ello más animada) al sentir una rasposidad a la que en Varmania nunca habría dejado ver la luz del sol.
—Santos, ya estoy pinchando.
—Perdón —se secó con el dorso de la mano lo que ya estaba seco, un gesto inútil cuando otra lágrima escapó después—. Perdón, no… —se obligó a reír, el suspiro de una carcajada que no hizo otra cosa que empeorar el nudo en su garganta. Se tapó los ojos con la excusa de limpiarlos y sorbió brevemente por la nariz, apretando el labio hacia dentro para hacer acopio de fuerzas y reintentar una sonrisa—. Buenos días.
No había hueco para pensar en lo mucho que echaba de menos a su padre en ese mismo instante, pues que le hubieran visto llorando, así fuera sin fuerza ni consciencia, era mucho más apremiante. Puso una mano sobre la cabeza de Aniol, peinándole superficialmente. A Ethan evitó mirarlo.
—Ha sido un sueño, no pasa nada… —se incorporó hasta quedar sentado, recogiendo las piernas—. Ni siquiera era uno triste, en serio. No sé que me ha dado —sorbió otra vez, arreglándose el pelo y la camisa que usaba para dormir con sutil nerviosismo—. ¿Habéis dormido bien?
Se frotó la cara una vez más, profiriendo una risa más sincera (pero no por ello más animada) al sentir una rasposidad a la que en Varmania nunca habría dejado ver la luz del sol.
—Santos, ya estoy pinchando.
- ♪♫♬:
- Harek
Ficha de cosechado
Nombre: Rick
Especie: Humano
Habilidades: Puntería, habilidad mental y carisma
Personajes :- Chromsa/Padre Foresta: campesino ochrorio Brujo de las hojas marchitas/Fauno cabra
- Rick: humano, neoyorquino
- Erknest: humano, italiano/inglés Kamaitachi
Síntomas : A veces tendrá ataques de claustrofobia. Sus irises dejan de ser círculos perfectos, y en ocasiones sus ojos serán brevemente fosforescentes en la oscuridad.
Armas :- Rick: Sable y arco
- Erknest: "Espada legendaria" y cuchillas de aire
Status : The journey never ends
Humor : Cualquier cosa me vale.
- Chromsa/Padre Foresta: campesino ochrorio Brujo de las hojas marchitas/Fauno cabra
Re: Torreón Sendar
04/09/23, 08:34 pm
Una semana. Una semana pasó desde que acabaron en esa maldita ciudad en algún rincón perdido del universo. Y a Rick se le estaba haciendo eterna por distintos motivos. La preocupación por Bob y todos los amigos que había dejado en Nueva York seguía presente en todo momento, pero teniendo en cuenta que allí tenían que luchar por sobrevivir, los problemas de que le estuvieran buscando quedaban en segundo plano. -(Ya habrá tiempo para explicaciones cuando vuelva. Espero que no se enfaden demasiado)- se repetía de vez en cuando, imaginándose con una mezcla de añoranza y culpabilidad lo mal que lo estaría pasando Bob sin saber noticias de él. Tenía muchos por los que volver, no tenía intención de morir allí. Además, todavía tenía que averiguar que había sido de sus padres...
El chico tenía claro que iban a necesitar prepararse para lo inesperado y, probablemente, saber más de Rocavarancolia les ayudaría a ello. Con ese objetivo en mente, el detective se puso manos a la obra. Cumplir con el plan no sería sencillo, pero tenía que intentarlo por el bien del grupo. Así, por una parte, empezó a buscar información por todas partes. Preguntó a la mayoría sobre algunos detalles que se le hubieran podido escapar sobre cómo los habían traído, qué promesas les hicieron o cualquier cosa que supieran de aquel lugar. Fue por eso mismo que se interesó un poco más en los testimonios de Räg y Kalna. El primero había mencionado que tal vez los habitantes de la ciudad habían atacado su mundo hacía mucho, que aunque no fuera seguro ya era algo más que el desconocimiento casi general, y la segunda directamente había demostrado ser la que más sabía al respecto. También investigó el torreón por completo, para comprobar si contaban con más cosas que les facilitaran la estancia. Tanto uno como otro no terminaron de darle nada fuera de lo que ya sabían, pero nunca estaba de más recordarlo por si acaso. Al menos le sirvió para terminar de familiarizarse con su nuevo hogar.
Por otra parte, se decidió a entrenar con algunas de las armas de la armería. En realidad Rick prefería evitar cualquier situación peligrosa y cualquier cosa o animal que pudiera hacerles daño, pero si el sigilo o el ingenio fallaban más le valía poder defenderse con soltura. Siguiendo esa lógica, se centró en aprender a manejar el arco. Su buena puntería era una ventaja inicial, pero aquello difería mucho de las pistolas con las que tenía un poco más de práctica. Los primeros intentos fueron un tanto desastrosos, pero no perdió la motivación. Agradeció que en las clases pudieran complementarse con lo que sabían, pues mientras algunos tenían más experiencia con el manejo, él podía dar consejos (dentro de lo posible dadas las diferencias entre las armas) para mejorar la puntería. Las heridas, sobre todo la del brazo, le dificultaban los entrenamientos, pero se esforzaba en la medida de lo posible. Aparte del arma a distancia, se sumó a las clases de esgrima con el sable que había escogido y, aunque al principio solo miraba por curiosidad, terminó por aceptar unirse a las artes marciales del mjörní. La asistencia del neoyorquino a éstas no era tan frecuente como a las otras dos, pero lo interesante de aprender algo de otro mundo era muy tentador. Además, nunca estaba de más saber algo de defensa personal sin armas.
Luego estaba el asunto de la magia. Además de escuchar con atención los fundamentos de cómo funcionaba de mano de los que la conocían, durante esos días intentaron probar en serio a realizar los conjuros del recetario. Rick, por más que lo intentara, no conseguía nada. Nadie podía, pero algunos hablaban de un algo, un cosquilleo cuando repetían las palabras y movimientos adecuados. El neoyorquino no llegaba a notarlo en absoluto. No podía negar que aquello lo frustraba un poco, pero el malestar fue alejado bastante rápido por la búsqueda de entender el por qué. -(¿Por qué solo algunos sienten esa chispa? ¿Y por qué está fallando todo si se está haciendo bien? ¿Hay algo que falta?)- se preguntaba. Si en algo no podía decir que había mentido Akeyo es que desde que había llegado allí se había encontrado con más misterios que en todo el tiempo que llevaba abierta su agencia. Y mucho más interesantes, la verdad.
Con lo que iba aprendiendo para defenderse y defender, también buscó la manera de usar el terreno y el conocimiento a su favor. Como tal él solo tenía cierta astucia para ello, pero tal vez podía pedirle consejo a alguien con más idea del tema. Era toda una suerte que la libense fuera militar, así que no perdió la oportunidad de preguntarle en algún rato libre o después de los entrenamientos. En ningún momento buscaba ser un líder ni mucho menos, pero si podía analizar las situaciones y plantear una estrategia que pudiera ayudarles no dudaría en proponerla. La prueba de fuego para poner en práctica lo que estaba aprendiendo llegó cuando tuvieron que salir a reabastecerse. Con lo que había pasado la última vez, estaba de acuerdo en seguir otra de las bañeras. Por el camino iría con cuidado y poniendo atención a su alrededor, aunque por suerte no ocurrió nada aquel día. El sitio estaba algo lejos y los llantos que venían de alguna parte le daban mal rollo, pero tenían comida y sin que nada les atacase. A la vuelta al torreón, tranquilo y satisfecho con el día, solo había una duda que flotaba en su cabeza. Alguna vez había visto desde el patio hojas movidas por el viento, pero todavía no había visto ni un solo árbol en sus salidas. ¿Debía de haber vegetación allí, no? En alguna recóndita parte al menos, suponía.
Aún con lo ocupado que estaba en buscar la forma de proteger la seguridad del grupo, si algo hizo que la semana fuera dura fue la convivencia. Realmente, si hacía un balance siendo justos, no era horrible. Rick seguía manteniendo (cuando no estaba demasiado saturado) su buen rollo y hablaba con todos sus compañeros con ánimo mientras colaboraba con la limpieza del torreón, en los ratos libre o en las distintas prácticas, conociéndolos mejor poco a poco. Pero algunos roces le pesaban mucho. Desde que volvieron tras la huida de Serena, la tensión que tenía con Ethan, Nohlem y la propia escocesa se había estado manteniendo y el neoyorquino andaba tan preocupado como confuso. El pequeño voto de confianza que le había dado a la chica parecía que se había muerto en el momento en que se aisló en su habitación. Que no saliera era mala señal, que hubiera días que ni siquiera comiera era incluso peor. Los pocos ruidos que venían de dentro que llegaba a escuchar al pasar cerca solo aumentaban su pesar y, en cierto modo, su enfado porque Serena no se diera cuenta de la situación. Lo único que hizo, pues hablar con ella era muy complicado, fue pasar en algún momento que los alrededores estuvieran despejados una nota con un mensaje corto con el que esperaba que de una vez por todas sirviera para que se enfrentara a sus problemas: Todavía no es tarde para arreglar todo esto. Puede que no sea fácil, pero estoy seguro de que puede hacerse. Solo tienes que dar el paso. Confío en tí, R.- Era una última baza. Si aquello no la hacía recapacitar simplemente tendría que dejarlo estar hasta que se dignase a actuar. Abel estaba haciendo un esfuerzo aunque fuera pequeño, ¿por qué ella no iba a poder?
Por cercanía, aunque fuera solo de un día antes, el ambiente con el británico y el varmano eran los que más dolían. Ethan era sutil, y aunque en ningún momento perdía su cortesía ni le negaba la palabra, los detalles no pasaban desapercibidos para el neoyorquino. Nohlem, por el contrario, no dejaba dudas a que había tensión entre los dos y, si no lo ignoraba, cabía la posibilidad de que simplemente se marchara al verlo aparecer. Ese gesto le amargó una de las prácticas de arco y para evitarse el mal trago a posteriori Rick simplemente decidió esperar a que el varmano no estuviera entrenando para hacerlo él. No comprendía todos los motivos para que se ganase aquello y con el pasar de los días no tuvo muy claro si podía arreglarse, andaba algo frustrado. Había que intentarlo. Decidió hablarlo con Ethan para intentar solucionarlo, parecía el más dispuesto de los dos a escucharle. Con Nohlem... las asperezas siguieron un poco más hasta que de forma natural la indiferencia dio paso a algunos comentarios, luego a algunas frases y finalmente a conversaciones como el primer día. Ambos le caían bien y lo que menos quería era tener un mal ambiente con nadie. Ya lo tenían demasiado complicado fuera como para tener problemas también dentro. Era todo un gusto ver que las cosas volvían a estar mejor. Para final de la semana, quitando los momentos donde Connor se pasaba de irritable por la falta de cigarrillos y alguna que otra cosa más, Rick podía respirar mucho más tranquilo. El grupo iría poco a poco entendiéndose y sobrevivirían unidos. Era su esperanza. Veía en las crecientes figuritas de papel a los pies del pozo o las luces de, lo que había visto con bastante asombro, los murciélagos en llamas en la completa oscuridad de la noche aquel mensaje. Había peligros muy reales allí afuera, pero confiaba en que podían superarlos si no les pillaban desprevenidos.
En cuanto notó que los leves rayos del sol de aquel mundo le daban en la cara Rick se despertó, desperezándose mientras se incorporaba en la cama extendiendo los brazos hacia arriba. Aquella noche se había acostado un poco más tarde apuntando en su libreta algunos detalles de sus investigaciones. Eso, y pensando por milésima vez si tendrían algo para coser ropa. No había encontrado otra gabardina en los armarios y la suya necesitaba unas reparaciones urgentes.
En cuanto vio que Connor también se había despertado a la vez, lo saludó con un movimiento de la cabeza. -Hey, buenos días- dijo de buen humor.
El chico tenía claro que iban a necesitar prepararse para lo inesperado y, probablemente, saber más de Rocavarancolia les ayudaría a ello. Con ese objetivo en mente, el detective se puso manos a la obra. Cumplir con el plan no sería sencillo, pero tenía que intentarlo por el bien del grupo. Así, por una parte, empezó a buscar información por todas partes. Preguntó a la mayoría sobre algunos detalles que se le hubieran podido escapar sobre cómo los habían traído, qué promesas les hicieron o cualquier cosa que supieran de aquel lugar. Fue por eso mismo que se interesó un poco más en los testimonios de Räg y Kalna. El primero había mencionado que tal vez los habitantes de la ciudad habían atacado su mundo hacía mucho, que aunque no fuera seguro ya era algo más que el desconocimiento casi general, y la segunda directamente había demostrado ser la que más sabía al respecto. También investigó el torreón por completo, para comprobar si contaban con más cosas que les facilitaran la estancia. Tanto uno como otro no terminaron de darle nada fuera de lo que ya sabían, pero nunca estaba de más recordarlo por si acaso. Al menos le sirvió para terminar de familiarizarse con su nuevo hogar.
Por otra parte, se decidió a entrenar con algunas de las armas de la armería. En realidad Rick prefería evitar cualquier situación peligrosa y cualquier cosa o animal que pudiera hacerles daño, pero si el sigilo o el ingenio fallaban más le valía poder defenderse con soltura. Siguiendo esa lógica, se centró en aprender a manejar el arco. Su buena puntería era una ventaja inicial, pero aquello difería mucho de las pistolas con las que tenía un poco más de práctica. Los primeros intentos fueron un tanto desastrosos, pero no perdió la motivación. Agradeció que en las clases pudieran complementarse con lo que sabían, pues mientras algunos tenían más experiencia con el manejo, él podía dar consejos (dentro de lo posible dadas las diferencias entre las armas) para mejorar la puntería. Las heridas, sobre todo la del brazo, le dificultaban los entrenamientos, pero se esforzaba en la medida de lo posible. Aparte del arma a distancia, se sumó a las clases de esgrima con el sable que había escogido y, aunque al principio solo miraba por curiosidad, terminó por aceptar unirse a las artes marciales del mjörní. La asistencia del neoyorquino a éstas no era tan frecuente como a las otras dos, pero lo interesante de aprender algo de otro mundo era muy tentador. Además, nunca estaba de más saber algo de defensa personal sin armas.
Luego estaba el asunto de la magia. Además de escuchar con atención los fundamentos de cómo funcionaba de mano de los que la conocían, durante esos días intentaron probar en serio a realizar los conjuros del recetario. Rick, por más que lo intentara, no conseguía nada. Nadie podía, pero algunos hablaban de un algo, un cosquilleo cuando repetían las palabras y movimientos adecuados. El neoyorquino no llegaba a notarlo en absoluto. No podía negar que aquello lo frustraba un poco, pero el malestar fue alejado bastante rápido por la búsqueda de entender el por qué. -(¿Por qué solo algunos sienten esa chispa? ¿Y por qué está fallando todo si se está haciendo bien? ¿Hay algo que falta?)- se preguntaba. Si en algo no podía decir que había mentido Akeyo es que desde que había llegado allí se había encontrado con más misterios que en todo el tiempo que llevaba abierta su agencia. Y mucho más interesantes, la verdad.
Con lo que iba aprendiendo para defenderse y defender, también buscó la manera de usar el terreno y el conocimiento a su favor. Como tal él solo tenía cierta astucia para ello, pero tal vez podía pedirle consejo a alguien con más idea del tema. Era toda una suerte que la libense fuera militar, así que no perdió la oportunidad de preguntarle en algún rato libre o después de los entrenamientos. En ningún momento buscaba ser un líder ni mucho menos, pero si podía analizar las situaciones y plantear una estrategia que pudiera ayudarles no dudaría en proponerla. La prueba de fuego para poner en práctica lo que estaba aprendiendo llegó cuando tuvieron que salir a reabastecerse. Con lo que había pasado la última vez, estaba de acuerdo en seguir otra de las bañeras. Por el camino iría con cuidado y poniendo atención a su alrededor, aunque por suerte no ocurrió nada aquel día. El sitio estaba algo lejos y los llantos que venían de alguna parte le daban mal rollo, pero tenían comida y sin que nada les atacase. A la vuelta al torreón, tranquilo y satisfecho con el día, solo había una duda que flotaba en su cabeza. Alguna vez había visto desde el patio hojas movidas por el viento, pero todavía no había visto ni un solo árbol en sus salidas. ¿Debía de haber vegetación allí, no? En alguna recóndita parte al menos, suponía.
Aún con lo ocupado que estaba en buscar la forma de proteger la seguridad del grupo, si algo hizo que la semana fuera dura fue la convivencia. Realmente, si hacía un balance siendo justos, no era horrible. Rick seguía manteniendo (cuando no estaba demasiado saturado) su buen rollo y hablaba con todos sus compañeros con ánimo mientras colaboraba con la limpieza del torreón, en los ratos libre o en las distintas prácticas, conociéndolos mejor poco a poco. Pero algunos roces le pesaban mucho. Desde que volvieron tras la huida de Serena, la tensión que tenía con Ethan, Nohlem y la propia escocesa se había estado manteniendo y el neoyorquino andaba tan preocupado como confuso. El pequeño voto de confianza que le había dado a la chica parecía que se había muerto en el momento en que se aisló en su habitación. Que no saliera era mala señal, que hubiera días que ni siquiera comiera era incluso peor. Los pocos ruidos que venían de dentro que llegaba a escuchar al pasar cerca solo aumentaban su pesar y, en cierto modo, su enfado porque Serena no se diera cuenta de la situación. Lo único que hizo, pues hablar con ella era muy complicado, fue pasar en algún momento que los alrededores estuvieran despejados una nota con un mensaje corto con el que esperaba que de una vez por todas sirviera para que se enfrentara a sus problemas: Todavía no es tarde para arreglar todo esto. Puede que no sea fácil, pero estoy seguro de que puede hacerse. Solo tienes que dar el paso. Confío en tí, R.- Era una última baza. Si aquello no la hacía recapacitar simplemente tendría que dejarlo estar hasta que se dignase a actuar. Abel estaba haciendo un esfuerzo aunque fuera pequeño, ¿por qué ella no iba a poder?
Por cercanía, aunque fuera solo de un día antes, el ambiente con el británico y el varmano eran los que más dolían. Ethan era sutil, y aunque en ningún momento perdía su cortesía ni le negaba la palabra, los detalles no pasaban desapercibidos para el neoyorquino. Nohlem, por el contrario, no dejaba dudas a que había tensión entre los dos y, si no lo ignoraba, cabía la posibilidad de que simplemente se marchara al verlo aparecer. Ese gesto le amargó una de las prácticas de arco y para evitarse el mal trago a posteriori Rick simplemente decidió esperar a que el varmano no estuviera entrenando para hacerlo él. No comprendía todos los motivos para que se ganase aquello y con el pasar de los días no tuvo muy claro si podía arreglarse, andaba algo frustrado. Había que intentarlo. Decidió hablarlo con Ethan para intentar solucionarlo, parecía el más dispuesto de los dos a escucharle. Con Nohlem... las asperezas siguieron un poco más hasta que de forma natural la indiferencia dio paso a algunos comentarios, luego a algunas frases y finalmente a conversaciones como el primer día. Ambos le caían bien y lo que menos quería era tener un mal ambiente con nadie. Ya lo tenían demasiado complicado fuera como para tener problemas también dentro. Era todo un gusto ver que las cosas volvían a estar mejor. Para final de la semana, quitando los momentos donde Connor se pasaba de irritable por la falta de cigarrillos y alguna que otra cosa más, Rick podía respirar mucho más tranquilo. El grupo iría poco a poco entendiéndose y sobrevivirían unidos. Era su esperanza. Veía en las crecientes figuritas de papel a los pies del pozo o las luces de, lo que había visto con bastante asombro, los murciélagos en llamas en la completa oscuridad de la noche aquel mensaje. Había peligros muy reales allí afuera, pero confiaba en que podían superarlos si no les pillaban desprevenidos.
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En cuanto notó que los leves rayos del sol de aquel mundo le daban en la cara Rick se despertó, desperezándose mientras se incorporaba en la cama extendiendo los brazos hacia arriba. Aquella noche se había acostado un poco más tarde apuntando en su libreta algunos detalles de sus investigaciones. Eso, y pensando por milésima vez si tendrían algo para coser ropa. No había encontrado otra gabardina en los armarios y la suya necesitaba unas reparaciones urgentes.
En cuanto vio que Connor también se había despertado a la vez, lo saludó con un movimiento de la cabeza. -Hey, buenos días- dijo de buen humor.
- LEC
Ficha de cosechado
Nombre: Kalna, hija de Mánide
Especie: libense, del imperio
Habilidades: Automotivación, nociones de lucha, valor.Personajes :
● Dama Puente/Kaila: Maga logomante austriaca (1.60).
● Kaethe/Dama Sobras: Ghoul nublina (1.46).
● Yttria: Bruja percusionista canadiense (1.53).
● Amira/Cálamo : Valkyria francesa (1.63).
● Kalna : Libense, del Imperio (1.78).
● Nefer : Ammut hijo de luna Levyna. (1.85)
Síntomas : Su sangre adquiere un tono anaranjado y se espesa un poco. Es capaz de intuir con mayor facilidad cómo se van a comportar los animales con los que se encuentre.
Armas :
● Dama Puente/Kaila: Magia, báculo
● Kaethe/Dama Sobras: Daga, fuerza bruta
● Yttria: Arco, hacha, magia, mala leche, cucharillas y otros objetos metálicos.
● Amira/Cálamo: Espada corta, pegaso (shire)
● Kalna : Espada bastarda; lanza y escudo
● Nefer : Lanza, venenos
Status : One flesh, one end
Humor : Permanent resting bitch face
Re: Torreón Sendar
05/09/23, 11:33 am
Kalna conocía bien aquel tipo de silencio. Era el mismo que su hermana mantenía cada vez que la muy sensible se ofendía por algo, aunque en esta ocasión entendía perfectamente las motivaciones de los que lo mantenían; Serena y su comportamiento era algo por lo que ella misma sentía cierto cabreo, aunque quería hablar con la pelirroja sin la presencia de los demás. Lo que quería decirle era mejor hacerlo en privado, pero Serena no respondía. Los ruidos que provenían de su habitación dejaban claro que en verdad era una inmadura, y aquello terminó por echar para atrás a la libense en su insistencia de hablar con ella. Ya lo haría cuando la otra demostrase un mínimo de madurez.
Con los que las relaciones estaban más tensas, optó por la misma estrategia que seguía con Velia siempre: dejar espacio. No iba a empezar conversaciones incómodas, pero respondería con la cortesía habitual. En un par de días, cuando el enfado empezase a disminuir, o hubieran tenido tiempo para pensar en ello por su cuenta, empezaría a mantener conversaciones más fluidas, buscando que las pocas relaciones que había establecido volviesen a su cauce habitual. No es que hubiera ido allí buscando hacer amigos, pero la convivencia se había probado necesaria de sobra, así que tampoco quería que conviviesen en una tensión insostenible y que acabase estallando. «Quién me diría que me ibas a preparar para esto, Velia».
El resto de compañeros de torreón, sin embargo, sí parecía dispuesto a hablar, así que con ellos intentó mejorar sus relaciones durante toda la semana. Szczenyak se había preocupado por sus heridas, y ella le había quitado importancia aunque por dentro supiera que debía tener cuidado o se infectarían y el dedo podría curar mal. Ethan se preocupaba también, por supuesto, y no se olvidaba de agradecérselo cada vez que le vigilaba que todo fuera bien. Abel se aisló casi tanto como Serena, y aunque comprendía su actitud aún menos que la de ella (al fin y al cabo, con todos enfadados con ella, salir del cuarto podía conllevar otra discusión) su percepción de él había mejorado. Podía ser un cobarde, pero había salido tras Serena cuando les acababan de atacar, y eso era algo. Con Rick pasaba parecido, y es que abrirse a los que habían salido se hacía un poco más fácil que con el resto. Incluso se había acercado algo más a los niños. Estaba claro que no estaba acostumbrada a tratar con gente de su edad, pero al menos podía intentarlo. Aniol era agradable, siempre tan educado, y le había pedido ayuda con las trenzas. Y Damian… seguía siendo Damian, pero a veces le veía hacer ejercicio por las mañanas, y el esfuerzo que ponía en todo, y aquello mejoró su visión sobre él.
Si algo le molestaba a Kalna del dedo roto era deber tener cuidado. Quería entrenar con las armas cuando pudiese, y unirse a las clases de artes marciales que daba Rägjynn, pues le llamaba mucho la atención aprender cómo eran en otros mundos, pero estaba haciendo todo eso con mucho más cuidado del que le gustaría. Pocos esfuerzos para lo que estaba acostumbrada, y debía repetirse que no podía hacer otra cosa. Forzarlo podía tener consecuencias peores, aunque no dejaba de sentirse una vaga por no darlo todo como hacía siempre. No había esperado que a sus entrenamientos se uniesen algunas personas, aunque se lo hubiera ofrecido a Serena el primer día. Ella no era instructora de nada, pero tampoco iba a negarle ayuda a nadie que quisiera. Después de la primera salida a por comida, estaba claro que iban a necesitar aprender a usar armas, y si ella podía enseñarles aunque fuera lo más básico se daba por satisfecha. Incluso se sentía orgullosa de que Damian pusiera tanto empeño en aprender.
Fue, por otros motivos, una semana larga. La cama no se hacía sola, el polvo no se limpiaba solo, la colada y la comida tampoco se hacían solas, y no había servicio que lo hiciera. Y, aunque su percepción de la temperatura estuviera tan disminuida como la del dolor e importase mucho menos, el agua no estaba caliente. Muchos de sus compañeros hacían las tareas domésticas, sí, pero no era ni de lejos lo mismo. Estaba acostumbrada a que todo estuviera pulcro, sin una mota del polvo, y aquello se probaba casi imposible. Hasta hacía un par de días, las tareas domésticas habían sido para Kalna tan alienígenas como lo eran Airi, Rägjynn, Tawar, Szczenyak o los humanos, y al igual que ahora tenía que convivir con ellos, también tenía que convivir con hacerlas. Si incluso Nohlem, que además de noble tenía rasgos que le marcaban casi como un semidios, colaboraba en las tareas, ella tendría que hacerlo también. Barrer, limpiar el polvo, cosas sencillas que aún así tendrían que enseñarle, pero que empezaría a hacer cuando tocaba sin que le tuvieran que insistir. A la cocina sí que no pensaba acercarse, y es que no se veía capaz de cocinar nada sin que acabase todo en llamas.
A lo mejor cuando pudieran hacer magia se acercaría a probar a cocinar algo con esos hechizos, pero ninguno parecía capaz. Se había interesado mucho por lo que tenía que enseñar Rägjynn, y había probado un poco, pero no notaba tampoco aquella “chispa” de la que hablaban algunos. No sabía qué fallaba en la ecuación, pero en cuanto lo descubrieran probaría de nuevo. Tenía muchas ganas de practicar, de que le saliese la magia que le habían prometido. No sabía si la tal Akeyo que había cosechado a los humanos les había mentido o no, pero dudaba que en Libo, donde conocían Rocavarancolia, les engañasen.
La siguiente salida a por comida fue más tranquila. Había sustituido su espada por un escudo grande, para cubrirse, y porque no iba a usar una espada con el dedo partido, pero ni siquiera hizo falta. El sitio donde dejaban la comida estaba mucho más lejos que la plaza donde la habían recogido el primer día, pero no parecía haber demasiados peligros en la zona, por mucho que aquellos gritos fantasma le pusieran mal cuerpo. No parecían venir de ningún lado, y aquello le llevaba al ser que atravesaba paredes y cantaba, aunque no pareciera estar por allí.
Llevaban una semana allí, y no por ello el torreón dejaba de antojársele menos feo y soso. Las figuritas de papel que había visto hacer a Ethan alguna que otra vez y que ahora decoraban el pozo eran un detalle que al menos mejoraba aquello. Podía ser papel, que era un material soso como él solo (y el único que tenían), pero Kalna podía valorar lo bien hechas que estaban. De donde venía se estilaban las decoraciones en todos lados, y aunque no soliesen ser animales, aquello al menos cumplía la función de ser bonito que necesitaba para que su cerebro al menos pudiera fijarse en ello y no en el gris de la ciudad de vez en cuando. En algún momento de la semana, cuando le estuviera revisando las heridas, le comentaría a Ethan lo bonitas que eran.
---
Al menos había conseguido poderse dormir de manera consistente en aquella maldita cama. Tener un cuarto para ella sola ayudaba, aunque estuviera lejos de ser su cuarto. Despertaba bien y descansada, igual que aquella mañana. Rebuscó entre la ropa una falda negra y una camisa de un color malva. Había querido evitar a toda costa los colores claros, pero viendo que las blusas y camisas blancas eran unas cuantas, se conformaba con evitar aquel color. Su ropa agujereada se quedaría en el baúl, y es que aunque tuviera muchas más prendas similares en casa, tampoco quería destrozarla más, pues era la única cosa de buena calidad que había allí.
Salió del cuarto para encontrarse a Damian entrenando. No sabía de donde sacaba la energía tan temprano, pero ella hasta que no desayunase algo no le veía ganas a empezar a moverse.
—Buenos días —le saludó.
Con los que las relaciones estaban más tensas, optó por la misma estrategia que seguía con Velia siempre: dejar espacio. No iba a empezar conversaciones incómodas, pero respondería con la cortesía habitual. En un par de días, cuando el enfado empezase a disminuir, o hubieran tenido tiempo para pensar en ello por su cuenta, empezaría a mantener conversaciones más fluidas, buscando que las pocas relaciones que había establecido volviesen a su cauce habitual. No es que hubiera ido allí buscando hacer amigos, pero la convivencia se había probado necesaria de sobra, así que tampoco quería que conviviesen en una tensión insostenible y que acabase estallando. «Quién me diría que me ibas a preparar para esto, Velia».
El resto de compañeros de torreón, sin embargo, sí parecía dispuesto a hablar, así que con ellos intentó mejorar sus relaciones durante toda la semana. Szczenyak se había preocupado por sus heridas, y ella le había quitado importancia aunque por dentro supiera que debía tener cuidado o se infectarían y el dedo podría curar mal. Ethan se preocupaba también, por supuesto, y no se olvidaba de agradecérselo cada vez que le vigilaba que todo fuera bien. Abel se aisló casi tanto como Serena, y aunque comprendía su actitud aún menos que la de ella (al fin y al cabo, con todos enfadados con ella, salir del cuarto podía conllevar otra discusión) su percepción de él había mejorado. Podía ser un cobarde, pero había salido tras Serena cuando les acababan de atacar, y eso era algo. Con Rick pasaba parecido, y es que abrirse a los que habían salido se hacía un poco más fácil que con el resto. Incluso se había acercado algo más a los niños. Estaba claro que no estaba acostumbrada a tratar con gente de su edad, pero al menos podía intentarlo. Aniol era agradable, siempre tan educado, y le había pedido ayuda con las trenzas. Y Damian… seguía siendo Damian, pero a veces le veía hacer ejercicio por las mañanas, y el esfuerzo que ponía en todo, y aquello mejoró su visión sobre él.
Si algo le molestaba a Kalna del dedo roto era deber tener cuidado. Quería entrenar con las armas cuando pudiese, y unirse a las clases de artes marciales que daba Rägjynn, pues le llamaba mucho la atención aprender cómo eran en otros mundos, pero estaba haciendo todo eso con mucho más cuidado del que le gustaría. Pocos esfuerzos para lo que estaba acostumbrada, y debía repetirse que no podía hacer otra cosa. Forzarlo podía tener consecuencias peores, aunque no dejaba de sentirse una vaga por no darlo todo como hacía siempre. No había esperado que a sus entrenamientos se uniesen algunas personas, aunque se lo hubiera ofrecido a Serena el primer día. Ella no era instructora de nada, pero tampoco iba a negarle ayuda a nadie que quisiera. Después de la primera salida a por comida, estaba claro que iban a necesitar aprender a usar armas, y si ella podía enseñarles aunque fuera lo más básico se daba por satisfecha. Incluso se sentía orgullosa de que Damian pusiera tanto empeño en aprender.
Fue, por otros motivos, una semana larga. La cama no se hacía sola, el polvo no se limpiaba solo, la colada y la comida tampoco se hacían solas, y no había servicio que lo hiciera. Y, aunque su percepción de la temperatura estuviera tan disminuida como la del dolor e importase mucho menos, el agua no estaba caliente. Muchos de sus compañeros hacían las tareas domésticas, sí, pero no era ni de lejos lo mismo. Estaba acostumbrada a que todo estuviera pulcro, sin una mota del polvo, y aquello se probaba casi imposible. Hasta hacía un par de días, las tareas domésticas habían sido para Kalna tan alienígenas como lo eran Airi, Rägjynn, Tawar, Szczenyak o los humanos, y al igual que ahora tenía que convivir con ellos, también tenía que convivir con hacerlas. Si incluso Nohlem, que además de noble tenía rasgos que le marcaban casi como un semidios, colaboraba en las tareas, ella tendría que hacerlo también. Barrer, limpiar el polvo, cosas sencillas que aún así tendrían que enseñarle, pero que empezaría a hacer cuando tocaba sin que le tuvieran que insistir. A la cocina sí que no pensaba acercarse, y es que no se veía capaz de cocinar nada sin que acabase todo en llamas.
A lo mejor cuando pudieran hacer magia se acercaría a probar a cocinar algo con esos hechizos, pero ninguno parecía capaz. Se había interesado mucho por lo que tenía que enseñar Rägjynn, y había probado un poco, pero no notaba tampoco aquella “chispa” de la que hablaban algunos. No sabía qué fallaba en la ecuación, pero en cuanto lo descubrieran probaría de nuevo. Tenía muchas ganas de practicar, de que le saliese la magia que le habían prometido. No sabía si la tal Akeyo que había cosechado a los humanos les había mentido o no, pero dudaba que en Libo, donde conocían Rocavarancolia, les engañasen.
La siguiente salida a por comida fue más tranquila. Había sustituido su espada por un escudo grande, para cubrirse, y porque no iba a usar una espada con el dedo partido, pero ni siquiera hizo falta. El sitio donde dejaban la comida estaba mucho más lejos que la plaza donde la habían recogido el primer día, pero no parecía haber demasiados peligros en la zona, por mucho que aquellos gritos fantasma le pusieran mal cuerpo. No parecían venir de ningún lado, y aquello le llevaba al ser que atravesaba paredes y cantaba, aunque no pareciera estar por allí.
Llevaban una semana allí, y no por ello el torreón dejaba de antojársele menos feo y soso. Las figuritas de papel que había visto hacer a Ethan alguna que otra vez y que ahora decoraban el pozo eran un detalle que al menos mejoraba aquello. Podía ser papel, que era un material soso como él solo (y el único que tenían), pero Kalna podía valorar lo bien hechas que estaban. De donde venía se estilaban las decoraciones en todos lados, y aunque no soliesen ser animales, aquello al menos cumplía la función de ser bonito que necesitaba para que su cerebro al menos pudiera fijarse en ello y no en el gris de la ciudad de vez en cuando. En algún momento de la semana, cuando le estuviera revisando las heridas, le comentaría a Ethan lo bonitas que eran.
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Al menos había conseguido poderse dormir de manera consistente en aquella maldita cama. Tener un cuarto para ella sola ayudaba, aunque estuviera lejos de ser su cuarto. Despertaba bien y descansada, igual que aquella mañana. Rebuscó entre la ropa una falda negra y una camisa de un color malva. Había querido evitar a toda costa los colores claros, pero viendo que las blusas y camisas blancas eran unas cuantas, se conformaba con evitar aquel color. Su ropa agujereada se quedaría en el baúl, y es que aunque tuviera muchas más prendas similares en casa, tampoco quería destrozarla más, pues era la única cosa de buena calidad que había allí.
Salió del cuarto para encontrarse a Damian entrenando. No sabía de donde sacaba la energía tan temprano, pero ella hasta que no desayunase algo no le veía ganas a empezar a moverse.
—Buenos días —le saludó.
Regocijaos, pues ahora sois parte de la leyenda de Kalna, hija de Mánide
- Aes
Ficha de cosechado
Nombre: Aniol
Especie: Humano
Habilidades: habilidad manual, automotivación, olfato fino.Personajes : ●Ruth: Humana (Israel)
Demonio de Fuego
●Tayron: Humano (Bélgica)
Lémur
●Fleur: Humana (Francia)
Siwani
●Aniol: Humano (Polonia)
Unidades mágicas : 03/12
Síntomas : Querrá salir más del torreón. En ocasiones, aparecerán destellos de luz a su alrededor que duran un instante.
Status : KANON VOY A POR TI
Humor : Me meo ;D
Re: Torreón Sendar
05/09/23, 12:42 pm
Aniol se alegró de ver que Ethan ya se encontraba desperezándose a su lado, su presencia le daba fuerzas para afrontar una situación hasta entonces desconocida para él. Le saludó con una media sonrisa, apenado y confuso a partes iguales por el estado del varmano que aún yacía en aquella suerte de cabaña improvisada.
Las personas de su alrededor siempre consolaban sus llantos con una sonrisa en el rostro, y el elfito era uno de los compañeros que más le hacía reír y olvidar sus pensamientos más oscuros. Sin embargo… ahora los roles estaban invertidos… ¿Qué podía hacer él para comprenderlo?
Ante el gesto del medio japonés el niño guardó silencio, entendiendo a la perfección qué es lo que el muchacho pretendía realizar con la manga de su camiseta. Permaneció inmóvil, deseando con algo de culpabilidad que Nohlem siguiera aún profundamente dormido y no hubiera sido él quien lo expulsara de su descanso. Pero su voluntad no fue escuchada por nadie y el chico se incorporó con una voz raspada que solo daba justificaciones vacías. No entendía por qué les estaba pidiendo perdón.
—Buenos días… —le respondió el niño, sin quitar sus ojos color miel de aquella amalgama desordenada propia de alguien que se despierta de un mal sueño. No fue capaz de contestar a si él había dormido bien o no porque era evidente que el elfito había pasado un mal rato y continuaba preocupado. Su mirada se dirigió a Ethan, interrogando con la mirada para saber qué es lo que deberían hacer. Desde luego Nohlem no parecía tener muchas ganas de hablar.
Al final Aniol solo apoyó una de las manos en la rodilla del varmano dándole un golpecito antes y fingiendo que estaba lo suficiente adormilado como para procesar una respuesta adecuada. Su atención en realidad se encontraba dividida entre la sombra anaranjada que mostraba el rostro del chico cuando la luz se filtraba por las sábanas y en aquellas lágrimas que aunque borradas por el dorso de su mano, eran difíciles de olvidar.
Las personas de su alrededor siempre consolaban sus llantos con una sonrisa en el rostro, y el elfito era uno de los compañeros que más le hacía reír y olvidar sus pensamientos más oscuros. Sin embargo… ahora los roles estaban invertidos… ¿Qué podía hacer él para comprenderlo?
Ante el gesto del medio japonés el niño guardó silencio, entendiendo a la perfección qué es lo que el muchacho pretendía realizar con la manga de su camiseta. Permaneció inmóvil, deseando con algo de culpabilidad que Nohlem siguiera aún profundamente dormido y no hubiera sido él quien lo expulsara de su descanso. Pero su voluntad no fue escuchada por nadie y el chico se incorporó con una voz raspada que solo daba justificaciones vacías. No entendía por qué les estaba pidiendo perdón.
—Buenos días… —le respondió el niño, sin quitar sus ojos color miel de aquella amalgama desordenada propia de alguien que se despierta de un mal sueño. No fue capaz de contestar a si él había dormido bien o no porque era evidente que el elfito había pasado un mal rato y continuaba preocupado. Su mirada se dirigió a Ethan, interrogando con la mirada para saber qué es lo que deberían hacer. Desde luego Nohlem no parecía tener muchas ganas de hablar.
Al final Aniol solo apoyó una de las manos en la rodilla del varmano dándole un golpecito antes y fingiendo que estaba lo suficiente adormilado como para procesar una respuesta adecuada. Su atención en realidad se encontraba dividida entre la sombra anaranjada que mostraba el rostro del chico cuando la luz se filtraba por las sábanas y en aquellas lágrimas que aunque borradas por el dorso de su mano, eran difíciles de olvidar.
"Ya No Hay Fuego, Pero Sigue Quemando."
"Son Un Sentimiento Suspendido En El Tiempo, A Veces Un Evento Terrible Condenado A Repetirse."
"Deja Que Tu Fe Sea Más Grande Que Tus Miedos."
"¡Se Lo Diré Al Señor Santa!"
- Raven
Ficha de cosechado
Nombre: Ethan
Especie: Humano
Habilidades: Buen oído, valor y motivaciónPersonajes : Ethan: Humano, Ingles/Japonés 1.75
Síntomas : En ocasiones, se le desenfocará brevemente la vista. El amuleto curativo se carga el doble de rápido a su contacto y además es más eficaz si lo usa sobre sí mismo.
Armas : Ethan Lanza partesana y una daga
Status : Ciego y cojo, el chiste se cuenta solo.
Re: Torreón Sendar
05/09/23, 03:00 pm
No había que ser muy espabilado para entender el problema, no era la primera vez que veía a un mayor comportarse así y el cómo evitaba mirarle solo le traía recuerdos ajenos. Jasper actuaba igual cuando era más pequeño, se escondía para llorar tras una discusión o intentaba restarle importancia cuando inevitablemente le acaba encontrando. Era un rasgo que si bien había heredado no iba a asumir como propio pero que si podía buscarle cierta similitud con la situación actual.
-Hmm hmm, dormí como un angelito o con un angelito, aún no estoy seguro. -Respondió queriendo desviar el tema para que Nohlem no se sintiera tan observado. Le regalo una sutil caricia sobre el hombro al pequeño, camuflando el gesto de apoyo como una mera muestra de afecto y se giró a ordenar la cama. No disimulaba mucho que estaba haciendo eso para darle cierto espacio al felino, pero con el escaso margen de maniobra que tenía no se le ocurría otra. Terminado ese lado se incorporó abriendo la seda que les separaba del exterior para ir saliendo al mismo, no sin antes girarse hacía Aniol dedicando una sonrisa que si bien intentaba ser tranquilizadora, no era más que el rostro estándar del joven, estaba igual de perdido que él ante la nula comunicación de su compañero. Quería ayudar, pero no avasallar y ante el desconocimiento opto por ofrecer alternativas más sutiles.
-Diré que aún es temprano, podéis seguir descansando todo lo que necesitéis. -Remarcó la última palabra lanzando una mirada significativa y corta a Nohlem. -Y os subo el desayuno para estar los 3 tranquilos oooo podemos bajar e intentar despejarnos por que es un nuevo día y el sol está que arde!
No, los rayos que alcanzaban a iluminar la habitación eran tan grises y apagados como los del resto de semana, si quiera tenía que asomarse para imaginarse la brisa que corría. Era una mañana triste, pero o intentaba empezar a autoconvencerse de que esa sería la norma o no iban a llegar a buen puerto. Ethan se apoyó en el marco de la puerta, paciente a que Nohlem les dijera que prefería. Si no podía atajar el problema directamente, solo se le ocurría jugar a las indirectas.
-Hmm hmm, dormí como un angelito o con un angelito, aún no estoy seguro. -Respondió queriendo desviar el tema para que Nohlem no se sintiera tan observado. Le regalo una sutil caricia sobre el hombro al pequeño, camuflando el gesto de apoyo como una mera muestra de afecto y se giró a ordenar la cama. No disimulaba mucho que estaba haciendo eso para darle cierto espacio al felino, pero con el escaso margen de maniobra que tenía no se le ocurría otra. Terminado ese lado se incorporó abriendo la seda que les separaba del exterior para ir saliendo al mismo, no sin antes girarse hacía Aniol dedicando una sonrisa que si bien intentaba ser tranquilizadora, no era más que el rostro estándar del joven, estaba igual de perdido que él ante la nula comunicación de su compañero. Quería ayudar, pero no avasallar y ante el desconocimiento opto por ofrecer alternativas más sutiles.
-Diré que aún es temprano, podéis seguir descansando todo lo que necesitéis. -Remarcó la última palabra lanzando una mirada significativa y corta a Nohlem. -Y os subo el desayuno para estar los 3 tranquilos oooo podemos bajar e intentar despejarnos por que es un nuevo día y el sol está que arde!
No, los rayos que alcanzaban a iluminar la habitación eran tan grises y apagados como los del resto de semana, si quiera tenía que asomarse para imaginarse la brisa que corría. Era una mañana triste, pero o intentaba empezar a autoconvencerse de que esa sería la norma o no iban a llegar a buen puerto. Ethan se apoyó en el marco de la puerta, paciente a que Nohlem les dijera que prefería. Si no podía atajar el problema directamente, solo se le ocurría jugar a las indirectas.
- Jack
Ficha de cosechado
Nombre: Tawar
Especie: Repobladore de la montaña
Habilidades: Artesanía, habilidad manual y resistencia
Personajes :
● Jack: Vampiro de humo terrícola.
● Atol/Skarog: Helión libense.
● Alice/Onyx: Onycemante terrícola.
● Tesón/Eterno: fantasma roquense, sin magia.
● Sinceridad: Argos magnético roquense de Tierra Bruja.
● Pefka: Lenguaraz hijo de Luna Kepryna.
● Tawar: Repobladore de la montaña
Unidades mágicas : 12/12
Síntomas : Pérdida gradual del miedo a salir al exterior. Al regresar de algunas salidas tendrá jaquecas, que aumentarán en intensidad cuanto más tiempo haya pasado fuera.
Armas : Jack: dos espadas. Magia.
Atol: lanza, espada y escudo. Magia.
Alice: magia y onyces. Espada o arco.
Sinceridad: arco, jabalinas, espada/lanza y escudo.
Pefka: lo que pille, normalmente machete y arco
Humor : Os falta bosque, gigantes
Re: Torreón Sendar
05/09/23, 07:15 pm
Tawar remoloneaba dando pequeñas vueltas bajo la ropa. Pese a todo lo que iba consiguiendo, no dejaba de sentir que la misión de la Flora se le venía grande, que la ciudad le aplastaría en cualquier momento. La voz de Räg y los ruidos del torreón despertando le sacarían una sonrisa, no obstante, pues con sus Gigantes tendría muchas más opciones tanto de mejorar y de apañarse un poco por su cuenta, como de sobrevivir a largo plazo. Por eso intentó asomarse desde la maraña de tela en que había convertido su nido. No pudo hacerlo con elegancia sino que se hizo una bola, demasiado literalmente, y entre quejidos, pisotones y gruñidos acabó rodando hasta darse de bruces contra el suelo. Allí se liberó antes de que nadie pudiera socorrerle. Si alguien se le acercaba le vería dando aspavientos con sus cuatro brazos hasta liberarse por completo de la camiseta vieja en la que cabrían al menos cinco o seis repobladores.
—¡Estoy bien, estoy bien! Lechugas podridas, así ya no me hace falta ni echarme agua para desperezarme. Deberíais probarlo —se rió. No se había hecho nada, más allá de herir su dignidad. Airi también estaba en pie ya así que debían haberle visto ambos. Dejó la prenda en el suelo y trepó de nuevo a lo alto de la mesita para hablarles mejor—. Buenos días, por cierto. ¿Qué tal habéis dormido?
—¡Estoy bien, estoy bien! Lechugas podridas, así ya no me hace falta ni echarme agua para desperezarme. Deberíais probarlo —se rió. No se había hecho nada, más allá de herir su dignidad. Airi también estaba en pie ya así que debían haberle visto ambos. Dejó la prenda en el suelo y trepó de nuevo a lo alto de la mesita para hablarles mejor—. Buenos días, por cierto. ¿Qué tal habéis dormido?
No Hope. No Dreams. No Love.
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