Luna Alta

Aquel aprendiz había sido, en pocas palabras, un muerto en vida. Realizaba bien su trabajo eso sí, como un autómata seguía al dedillo las ordenes, se notaba que ya sabía tratar con madera y aprendía rápido todo lo le enseñaba. En silencio, sin contestar ni preguntar, simplemente asintiendo con la cabeza y replicando lo que le había enseñado. Tratando con mimo la madera, mirando los resultados desde todos los ángulos posibles para elaborar el mejor producto del que fuera capaz cada vez.

Apenas hablaba lo justo y necesario.

Ese había sido Barael, durante las casi dos semanas que trabajaron juntos antes de la catástrofe.


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El rapiña llegó al taller de su maestro temprano en la mañana, algo propio de él, acompañado de dos muebles levitando a su espalda. Habían pasado un par de días desde el incidente y aún tenía muy reciente la fiesta en la bahía. Picó a la puerta, Isis le había dicho que había vuelto aunque podría no estar ahí.

-¡Maher, ¿estás?!

Tan solo en la tonalidad de su voz, en la nueva energía que imponía en esta el libense podría notar que algo había cambiado.

-¡Estoy! -respondió Maher simplemente desde el fondo del taller.

Estaba trabajando en el gigantesco cartel para la boutique de dama Isis. Según sus estándares iba con retraso, aunque el trabajo se veía bastante avanzado. Había pasado unos días en Libo para ver a su familia y recoger algunas cosas y los grandes felinos parecían haberse cograciado con él pues se había librado de un buen desastre. El día que llegó fue directamente a ver a su hermana y la encontró en un estado tan lamentable que aceptó pasar un par de días con ella en su palacete. Las noticias de muertes y sueños extraños le pusieron los pelos de punta, aunque no fue plenamente consciente de la suerte que había tenido hasta que acompañó a Mánia al desfile. A Maher no le gustaban los desfiles ni las muchedumbres pero vaya si había disfrutado de ese.

-¿Cómo estas? -se vio obligado a preguntar en cuanto el rapiña se acercó. Estaba vivo, era un comienzo.

Entró con ambos muebles siguiendole y su típico atuendo de trabajo, aquella gruesa gabardina, sombreo, pantalones de cuero antiguos y botas. Y en lo que antes hubiera sido una respuesta precisa y concisa y una mirada al frente se torno en que le mirara directamente a los ojos y le respondiera con expresividad.

-Pues me siento... bien. Ya tenía ganas de seguir aquí contigo. Pasear por la ciudad es reconfortante, y coser y construir estan bien pero prefiero el trabajo directo con la madera.

Había mucha más vida en el, no solo en sus ojos si no en como se movía y en el tono variante de su voz. Se quitó la gabardina revelando las consecuencias de su sueño. Sus antebrazos estaban ahora plagados de cicatrices de cortes visibles aún a través del pelaje pues aun faltaba mucho para que este volviera a cubrir bien la zona.

-¿Y tu? ¿Que tal por Libo? -Era la primera vez que el rapiña le preguntaba algo que no fuera sobre el trabajo.

Maher levantó ambas cejas, sorprendido. Nunca había visto al rapiña comportarse así, había dado por hecho que lo de estar muerto por dentro era parte de su personalidad, o de su transformación, o de su cultura. No se había parado a pensar mucho en ello, no solía hacerlo.

-Libo bien -respondió, mirando con muy poco disimulo las marcas de los brazos del rapiña. -Me traje algunas cosas que me había dejado cuando me fui. Y materiales nuevos. Los tienes ahí por si quieres echarles un vistazo. -Le señaló unas piezas de madera maciza cuidadosamente apiladas sobre una alfombra.

A Maher no le gustaba hablar sobre su familia, así que no lo hizo. Tampoco le gustaba hacer preguntas personales, pero el humor de su aprendiz era muy desconcertante si lo comparaba con el estado en el que había encontrado a su hermana al volver. La curiosidad le podía.

-¿Estuviste aquí cuando la pesadilla?

-Me alegro. -Contestó sin esperar más información. Se acercó a las piezas con curiosidad. -Me gusta su color y patrón.

Seguía inspeccionando su nueva materia prima mientras contestaba sin parecer que le importase esa pregunta. Y no lo hacía, encontraba normal la curiosidad tras lo sucedido.

-Si... los recién transformados no podemos salir del mundo así que lo sufrimos todos. Estas de aquí te lo pueden confirmar. -Levantó uno de los antebrazos para mostrar mejor aquel mar de cicatrices. -No te preocupes, no me han afectado para nada, había un montón de hechiceros curando para cuando empecé a recibir heridas y me las trataron rápido cuando me levanté.

-Celebro que te guste. Pronto me llegarán muestras de maderas de otros mundos, aunque la verdad me gustaría poder elegirlas yo pero no puedo salir de la ciudad hasta…

<< ...Hasta que Mánia se encuentre mejor.>> Maher no dijo eso último. Le parecía inapropiado hablar de la vulnerabilidad de su hermana sin su permiso, y más delante de alguien que él consideraba de un rango inferior.

No conocía la ley que impedía a los neotransformados dejar la ciudad pero sí que sabía que los sueños podían provocar heridas físicas. Envidiaba la facilidad de acceso de los rocavarancoleses a la medicina, sin asimilar todavía que él tenía ahora ese derecho también. Miró las cicatrices del nublino sin mostrar ninguna expresión en su rostro más allá de la atención.

-Te creo -dijo -Se te ve bien de ánimo.

No había reproche en su voz, aunque sí le intrigaba el criterio que podían seguir esas pesadillas para herir más a unos que a otros. O puede que esa experiencia traumática fuera lo que había empujado al rapiña a adoptar esa nueva actitud. Decidió dejar de pensar, no se le daba bien hacer conjeturas sobre la gente. Dejó sus herramientas a un lado, se levantó y se sacudió las virutas de los pantalones.

-Déjame ver qué traes ¿Qué ha pedido la señora Isis? -preguntó acercándose para ver mejor los muebles.

Llevó su mirada hasta Maher alzando una ceja, extrañado de que cortara su frase. Pero o le preguntó sobre ello. Si no quería decirlo no iba a ser él quien insistiera.

Cuando mencionó que estaba bien de ánimo de golpe fue terriblemente consciente de la imagen que debía haber estado dando antes de la pesadilla por lo que se llevó una mano a rascarse la cabeza y desvió la mirada avergonzado hasta que le preguntó por los muebles.

Dejó la gabardina a un lado y se acercó, echando a un lado su vergüenza, pues el trabajo iba primero siempre para él. -Tras darles el visto bueno dijo que quería que estos dos en conjunto formaran un gran expositor de accesorios escalonado aprovechando que son de distinta altura. La madera ya es oscura y ella quiere que le demos un acabado aún más negro y brillante. La decisión de si soldar los muebles o mantenerlos como piezas separadas es tuya así como el tono de negro final, la brillantez del barniz, los grabados que quieras quitar o añadirles pero manteniendo el estilo, y cambiar la forma de las patas ligeramente pero manteniendo su forma curvada. -Aquel pequeño discurso no era muy diferente a como solía hablar. El rapiña parecía tener notas mentales precisas sobre todo lo que se le decía. Sin embargo de nuevo su tono antiguo de autómata sin alma había cambiado por otro más energético, calmado eso si, pero al menos con algo de fuerza

-En cuanto a las condiciones de la madera, aparte de estar algo astillados por el tiempo tienen algunas marcas de uso y algún pequeño golpe que parece de uso cotidiano también. -Se acercó aún más y señalo varias de las zonas afectadas mientras hablaba. -Pero no hay ninguna parte carcomida, podrida o hinchada por humedad así que podemos aprovecharlos enteros.

Maher le echó un vistazo a las dos piezas. Las rodeó, fijándose en cada pequeño detalle mientras acariciaba la madera. Se miró la mano llena de polvo y suciedad.

-Sé el estilo que quiere. Creo que serán más prácticas si se mantienen como piezas separadas -La hechicera le había dado a entender que prefería que los expositores pudiese moverse fácilmente y cambiarse de sitio para adaptarse a cada colección -Por lo pronto vamos a darles un buen limpiado y a tratar la madera. No gastes magia, tenemos tiempo de sobra.

Maher reconocía lo útil que era la magia para muchas cosas, pero se había tomado en serio su papel de maestro y prefería que Arcan interiorizase los pasos de la manera tradicional, luego ya podría adaptarlas a la magia como quisiera.

Se llevó una de las piezas a la mesa grande de trabajo. Eran ligeras, mucho más sencillas y estilizadas que los muebles tradicionales libenses. Cogió un cepillo para madera y le lanzó otro a Arcan para que se pusiera con el otro mueble. Había espacio de sobra en la mesa para que trabajasen los dos, cada uno en un extremo.

El rapiña tenía razón con que la madera estaba en muy buen estado, era un pequeño milagro, hasta el momento la mayoría de muebles estaban en pésimas condiciones. El color de la madera era bonito, muy oscuro incluso debajo del barniz. Maher se preguntó de qué árbol sería.

-Creo que un remate dorado en las esquinas quedaría bien -comentó, como pensando en voz alta. Desde que le habían dicho que tenía permiso para usar oro Maher tenía la tentación de usarlo en todas sus piezas, y el estilo que le pedía la señora Isis le daba una excusa perfecta.

Asintió a las palabras de su maestro y cogió el cepillo en el aire sin dificultad alguna. Pese a que el uso de la magia le había fascinado, dentro suya seguía prefiriendo el tratado a mano. Quizás era la nostalgia o quizás su orgullo como artesano, pero no podía negar que disfrutaba de tratar la madera por sí mismo, sin añadidos. Al menos de momento.

-¿Manejas la orfebrería también? -Preguntó curioso sin cesar en su trabajo. Si era así sería perfecto, aún tenía la espina de no haber podido probar a trabajar el metal en Nubla.

Maher empezó a cepillar la madera con la soltura que le daba la experiencia. Lo consideraba un trabajo relajante, nada complicado, y había algo terapéutico en eliminar las miasmas y la suciedad de un mueble. Cuando Arcan le preguntó hizo una mueca.

-Poco, y para cosas muy concretas -reconoció. -Desde luego mucho menos de lo que me gustaría. Pero cuando termine este proyecto tengo intención de buscarme un maestro y en el futuro pienso contratar a alguien para mi taller.

Maher nunca había sido ambicioso, se había resignado a su vida en el pueblo y a cumplir las pocas expectativas que tenían puestas en él. Ahora todo era diferente, todas sus barreras externas habían desaparecido y tenía delante cientos de nuevas oportunidades. A veces se mareaba pensando en ello, otras, como esa, se podía ver cierto brillo en sus ojos.

-Entonces perfecto. Fui seleccionado antes de poder  quedarme en la capital de Nubla una temporada para poder probar el manejo del metal y siempre he tenido esa espina clavada durante la cosecha. Si no te molesta me gustaría observarte y aprender de ello también. -Había levantado su mirada para pedir aquello. Establecer contacto visual para algo importante, tal y como le habían enseñado. Y por ello notó ese algo en su mirada el cual tomó como entusiasmo anticipatorio a aprender más de ello a futuro. Algo en lo que se podía reflejar.

Maher sopló un resto de polvo de la superficie del mueble antes de mirar a Arcan con cierta curiosidad.

-¿La capital de tu mundo? ¿Tenéis mucha tradición orfebre? -preguntó. -Si pudieras darme el nombre de algún maestro orfebre de tu mundo sería genial.

Vivir en una ciudad como Rocavarancolia y limitarse a aprender técnicas de su propio mundo le parecía un desperdicio y una soberana estupidez. Tenía decenas de culturas para explorar y estudiar y aunque fuese una persona bastante sensata y tenía claro que iba a tener que tomárselo con calma ya había trazado varias listas de objetivos.

Dejó el cepillo a un lado y fue a por unas lijas para darle un repaso a la superficie de la madera, quitar los restos de pintura y dejar más a la vista los posibles desperfectos.

-Claro. Ulnael es considerada la mejor orfebre de Nubla aunque ya está bastante vieja. Ibrab y Gerul, su hija y el esposo de esta, han tomado el relevo para seguir con el taller y según tengo entendido no se quedan nada atrás. -Paró para  comprobar una hendidura en el mueble y asegurarse de que solo fuera eso y no un daño más grave hacia el interior. Nada de lo que preocuparse, por suerte.

-Llevamos intentando mejorar para impresionar a nuestros dioses, esta ciudad la Luna y sus habitantes, -dijo aclarando a que rezaban y alzando de nuevo su vista hacia el libense- siglos. Así que tradición diría que tenemos... pero nuestra tecnología es muy primitiva en comparación a la vuestra y nos hemos centrado en el trato a la madera y las telas pues como se suele decir. "En Nubla llueve tres de cada dos semanas"

-Lo malo es que yo no puedo llevarte allí hasta la fecha de la nueva cosecha. Si no te importa esperar sin problema. De otra manera podríamos pedirle a Isis que nos llevara o quizás se lo puedo pedir a mi maestra o a un par de conocidos. -Su mente voló hasta Sekk y Samika, sentía que sería genial ir con ellos aunque no los conocía mucho aún y sentía en parte que sería una molestia.

Maher trató de grabar el nombre de la artesana en su mente pero conociéndole seguro que se le olvidaría y tendría que preguntarle al rapiña de nuevo. Le llamó la atención que la maestra fuera una mujer, ya no quedaban muchas mujeres que se dedicasen a la artesanía, solían elegir trabajos más prestigiosos.

No hizo ningún comentario sobre el tema de los dioses, prefería no meterse en ese tipo de cuestiones.

-La tecnología de Libo no es nada en comparación con… muchos otros mundos, al parecer. Pero en todos estuvieron alguna vez en el punto en el que estamos nosotros ahora. -dijo. Había acabado de lijar uno de los lados y le dio la vuelta al mueble para continuar.

Maher sabía que la guerra había sido lo que había impulsado el avance de la tecnología en Libo y por lo poco que había oído de Nubla tenía pinta de ser un mundo pacífico. Arcan no tenía nada que envidiarle.

-También puedo pedirle a mi hermana que nos acompañe, o que envíe a alguien si está muy ocupada. Puede que ese mayordomo siniestro que tiene.

El libense recordaba bien la primera vez que había visto al íncubo. Su cuerpo no solía reaccionar así a menudo y eso le provocó tal expresión de desconcierto que el monstruo se rió de él aún bajo la amenaza de su ama. Era una criatura absurdamente hermosa, acicalado según los cánones de belleza de la Capital, y sin embargo había algo malvado en él que hacía que Maher se sintiese ligeramente incómodo con su presencia. Sopló la viruta de madera y frunció el deño al ver una muesca que iba a tener que rellenar.

-Es una opción sí. -Contestó a la propuesta de ir con su hermana o el mayordomo de esta. -Pero en serio, aunque Frivo, la Tierra e Irraria y Carabás destaquen sobre tecnología sobre el resto. Nubla se queda muy atrás. Aunque ciertamente no somos el mundo más "joven" en ese sentido ciertamente.

Al ver que no reaccionaba a lo de los dioses siguió sin más enfocado en su trabajo. Buscando más minuciosamente los desperfectos que habría que arreglar.

-Sabes... es un... em... ¿placer?¿honor? -No encontraba la palabra adecuada. -Trabajar para un artista. Como artesano es interesante ver trabajar a alguien de manera más... sutil y por la belleza de algo que no solo por su funcionamiento.

-Yo también soy un artesano -respondió Maher.

Agradecía los cumplidos que el rapiña intentaba dedicarle, pero no le gustaba como parecía despreciar sus propias habilidades o la tradición que había aprendido. Para él había algo infinitamente más valioso en cualquier creación que tuviera uso que en algo hecho solo para satisfacer el ego de las clases poderosas. Las piezas de artesanía tenian el alma de su artesano y el alma que le daba su uso.

Se alejó de la mesa de trabajo momentáneamente para ir a por la fórmula que usaba para rellenar las muescas de la madera y una paleta con la que aplicarla. Las palabras del rapiña le habían dejado pensando. Él había visto tapices nublinos en casa de su hermana, había visto las alfombras, los bordados, las cajas policromadas, la cerámica… No comprendía la constante comparación, estaba claro que venía de un mundo hermoso.

-¿Te avergüenzas de tus orígenes? -le preguntó. Era directo y su mirada clavada en los ojos del rapiña era intensa, pero su tono y la manera en que ladeaba ligeramente la cabeza indicaban curiosidad.

-Lo eres. -Respondió sin vacilar. -Sin duda. Una cosa no impide la otra. De hecho diría que van de la mano... El acto de crear... -El nublino pareció sumergirse en sus pensamientos por un momento mientras echaba un último vistazo final a la mesa. Solo para levantar su mirada y devolvérsela al libense sin titubear.

-No. -Fue una respuesta sin vacilación. -Me han hecho lo que soy. Todo lo que sabía y pude aplicar ayudándome a sobrevivir es lo que me llevó a aquí y ahora. Puede que haya rechazado cierta parte. Pero no, no me avergüenzo del lugar de donde vengo ni de lo que se me ha enseñado. -Se dio cuenta de que quizás se había sincerado demasiado y cortó el primero la conexión entre sus miradas, pero se acerco a él.

-Es simplemente que la brecha tecnológica es tan... abismal. Se siente abrumadora. Y sinceramente ni siquiera tengo ni idea de por dónde empezar a estudiar todo lo necesario. Me considero un artesano decente para mi corta edad en Nubla pero... -Cogió el tarro con la fórmula de relleno y lo miró con cierta melancolía, ni siquiera sabía que era aquello antes de empezar a trabajar allí. -No estoy seguro de serlo en ninguno de esos otros mundos, incluido el tuyo. -Y le tendió el tarro para que lo usase volviendo a mirarle a los ojos.