Luna Alta

La discusión que acababa de surgir sobre si tocar o no el timbre rozaba el ridículo. Daba igual que la persona de dentro fuese Ghandi, si lo molestaban corrían el peligro de morir absolutamente todos. Lo irónico era que Kolja parecía haber aprendido por fin la lección.

Alec no tenía claro si reír a carcajadas por el enfrentamiento entre Luci y Kolja. Entendía el punto de vista del niño, era el deseo de que hubiera alguien bueno que les ayudase. El escocés supuso que tendría que mediar antes de que la cosa fuese a más, pero antes de que le diese tiempo a intervenir oyó un timbrazo.

A quién encontró no fue otra que Kradko. Ya poco arreglo tenía aquello. Alec suplicó a un Dios en el que no creía que por favor no hubiese nadie en casa.

-Kradko... por favor, no vuelvas a hacerlo - le pidió.- Creo que sería mejor que nos vayamos, o al menos que nos alejemos de la entrada.

La enderth estuvo a punto de intervenir al principio, pero pronto se le hizo evidente que le convenía más apartarse y dejar a los mamíferos a lo suyo. Se cruzó de brazos y se acercó a Qirra, que tampoco estaba siendo partícipe de aquel choque de opiniones. Le sorprendió enormemente estar del lado de Kolja, aunque no tanto como el hecho en sí de que el humano estuviese siendo sensato. Definitivamente los últimos eventos habían hecho mella por fin en su dura cocorota y empezaba a colarse un poco de sentido común. Ello no quería decir que no comprendiese la frustración de Luci, pues incluso cuando tenía razón Kolja no sabía argumentar adecuadamente. Por suerte había otros más razonables, como Reina, que también compartían su propia opinión no expresada. No podía negar que existían pros aparte de los contras, pero su posición no había cambiado con ninguno de los argumentos. No por como había sido su experiencia hasta aquel momento. Se había adelantado, resoplando, para finalmente decir lo que pensaba de todo aquello (que iba a consistir en “haced lo que os plazca pero yo me largo en cuanto que oiga la puerta abriéndose”), cuando el sonido del timbre resonó en la calle, haciendo que la pescadora se sobresaltase y se girase en dirección a la casa, donde Kradko acababa de pasar a la acción.

Se llevó las manos a los ojos, frotándoselos con cansancio y suspirando una vez se disipó la tensión inicial: si había alguien allí dentro no parecía estar dispuesto a recibirles.
—Me vais a matar entre todos —comentó sin alzar mucho la voz, ya que Alec se había encargado de reprender a Kradko. Ya ni en la clinger podía confiar para que no cometiese imprudencias—. Yo creo que el plan de Alec es un buen plan. ¿Nadie más lo cree? Porque yo sí —se repitió a sabiendas mientras ya empezaba a caminar.

Como mencionado previamente Kahlo bien estaba dispuesta a oír las distintas opiniones y obedecer su resultado, pero fueron los escazos modales de Kolja los que hicieron querer imponer sus ideales con más fuerza todavía, llevar la contraria. Entendía perfectamente el punto, y seguro que de haber sido entregado de otras formas la granta no habría ni chistado, pero fue la expresión de ridículo asombro del simio la que le molestó. ¿Acaso les tomaba por tontos? Sus pupilas se dilataban y contraían a cada voz que se unía al debate, y agradeció encarecidamente la aportación de Chromsa.

—¡Exacto! ¿Qué clase de monstruo cultiva lombardas y tulipanes, por el amor a todo? —defendió rápidamente, señalando con la palma abierta el huerto—. ¡Además, hasta donde entendimos la historia, el hombre esqueleto te paralizó a ti porque se te ocurrió faltarle el respeto!

De poco valdría la discusión puesto que alguien se tomó la decisión por su mano. El pitido del timbre resonó y las miradas de los allí reunidos se volvieron hacia Kradko con el silencio consecuente. La varmana pestañeó varias veces, incrédula, experimentando un cóctel de victoria y arrepentimiento a la vez. Se quedó en el sitio, lista para saltar como un resorte si la situación lo requería, atenta a la puerta y lo que sucediera en los próximos segundos. No hubo movimiento alguno.

—Parece que no hay nadie —se atrevió a decir. Fuera cual fuera el resultado de aquello (gente buena en casa o no) ahora desde luego no lo sabrían.
Se mantuvo en el sitio unos instantes más antes de dar media vuelta, siguiendo el consejo de Alec. Los comentarios de Lethe le hicieron bufar por lo bajo.

«Cierra el pico» pensó, molesta.

Luci seguía cruzado de brazos con expresión ceñuda. Seguía sin estar de acuerdo con lo que decían sus compañeros. No entendía cómo nadie pudiera disgustarse porque alguien que necesita ayuda llame a su puerta. Desde su experiencia bien podían ser las tres de la mañana que si se quedaba sin cacao en casa podía llamar al vecino para pedirle una taza, ¡y ellos estaban en una situación muchísimo más urgente! Pero le superaban en número así que no le quedaba más remedio que aceptar y respetar la decisión. Fue a lanzarle una mirada de pena a Kahlo, la única que había estado de acuerdo con él, cuando el sonido de un timbre chirriante le hizo girar la cabeza en dirección contraria.

Kradko había decidido llamar por su cuenta a pesar de las palabras de los demás. Una parte egoísta de Luci estaba contenta por salirse con la suya pero el resto estaba en pánico por las posibles consecuencias. Escrutó las caras de sus compañeros una por una con miedo a las reacciones y luego la puerta de la casa, con el corazón latiéndole con fuerza dentro del pecho.

No ocurrió nada.

Nadie abrió la puerta. O bien estaban echando la siesta o habían salido a hacer recados, quién podía saberlo, pero todos se habían quedado sin respuesta a sus dudas, fueran cuales fueran. No reprendieron mucho a Kradko, lo cual le hizo pensar en que la próxima vez podría simplemente llamar él mismo sin pedir permiso a los demás. Decidieron alejarse cuanto antes. Luci corrió a pegarse a Alec en cuanto comprobó que la pequeña clinger se alejaba de la cancela y les seguía, no sin antes mirar una última vez a la puerta de la casa.

Kolja no se lo podía creer. Pensaba que con su última explicación, más calmada, todos se darían cuenta de que no era buena idea tocar a ese timbre, pero seguían discutiendo. Aunque la discursión no llego mucho más lejos puesto que la niña bicho, ignorando todo lo que se había dicho y se estaba diciendo, decidió llamar al timbre por si misma. Kolja se llevó las manos a la cabeza, oyendo las pulsaciones de su corazón retumbar en sus oidos mientras un enfado de mastodonte empezaba a crecer en su pecho. Me van a causar un derrame. Estos críos me van a hacer explotar el cerebro. La verdad, ojala salga alguien por esta puerta, los paralice a todos y les deje el culo como un tomate maduro, dios sabe que lo haría yo ahora mismo si pudiese pensó.
Pero nadie salió a ver quien había llamado. Tras unos tensos instantes en los que nadie pudo apartar los ojos de la puerta, Alec propuso seguir andando y largarse de allí. Kolja no respondió a nada en ningún momento, sabiendo que si habría la boca no podría contenerse. Simplemente volvió al final de la cola. Si alguien le miraba podría verlo con una expresión que no había visto nunca hasta el momento, las cejas fruncidas, la boca una fina linea blanca, las aletas de la nariz abiertas y la vista muy fija, sin mirar a nada pero no moviendo los ojos de un punto exacto. Estaba furioso.

«Buuuh. Aburridos.» Pensó al ver que algunos le echaban una pequeña bronca que no entendía. Solo había llamado al timbre, nadie había salido… La reacción del gigantón le hizo gracia, por eso. Aunque no sabía leerla muy bien porque aún no estaba muy acostumbrada a los mamíferos, hubiera apostado que este se había enfadado.

—Bueno, no ha pasado nada y habéis dejado de discutir por una tontería. ¡Vamos!

Empezó a caminar con paso vivo sin esperar a que el resto tomara la decisión contraria. Tenían que encontrar la madera para su tambor, al fin y al cabo. Esta era una tarea de suma importancia, máxima prioridad para la clinger. Puesto que ahora estaba bien alimentada y no temía más porque esta pudiera faltar, el nuevo tambor que creía seguro que iba a tener era lo que ocupaba buena parte de su cabeza. Los edificios de esa parte de la ciudad no se prestaban a ser trepados a menos que entrara en alguna parcela. Hasta ella supo ver que aquello no era una opción recomendable… Hasta que vio un edificio que sin duda resaltaba sobre el resto. Era de piedra gris y le pareció inmenso.

—¡Ualaa! —Gritó de repente— ¡Esa casa es muuuy grande! ¿Es algo importante?

No hacía falta que Chromsa se girara para saber que el resto del grupo estaba mirando hacia Kradko y la casa para saber qué iba a pasar ahora. El timbre había enmudecido la discusión al instante. -(Bueno, lo hecho hecho está. Espero que Kolja y Reina no tengan razón con el posible ser que viva ahí, por el bien del grupo)- pensó. La tensión duró más bien poco cuando se vio que nadie salía.

Alec fue el primero en romper el silencio planteando que se fueran de allí. El ochrorio seguía teniendo curiosidad por quién el era el dueño de aquel huerto, pero desde luego sabía que no era una buena idea quedarse en la calle esperando. -No nos queda otra. Mejor seguir investigando por nuestra cuenta.- le respondió. Tras algunas palabras más el grupo prosiguió su marcha. Chromsa, en una última esperanza, miró hacia la cancela. No cambió nada, aunque por ello pudo fijarse que Kolja no tenía buena cara. Con cierto repelús, volvió a mirar al frente y le comentó a Kradko en un tono sosegado y lo suficientemente bajo para que solo lo escuchara ella: -Por mi parte creo que aunque un pelín arriesgado era lo mejor que podías haber hecho por todos, pero la próxima vez deberías esperar. No se lo han tomado muy bien, pero en el fondo es porque se preocupan por todos. O al menos eso creo-

Tras un rato pasando por calles con casas en buen estado, Chromsa se paró en cuanto escuchó a Kradko. Se fijó en el edificio al que se refería y, al igual que ella, se sorprendió. Era grande, de piedra y con una forma bastante diferente a las casas que habían visto hasta ahora. Lo que más le llamó la atención fue algo en el tejado, tal vez una cúpula, ya que veía ciertos tonos verdes que contrastaban con el color gris de su estructura. -La verdad es que tiene pinta de serlo. Si alguien vive ahí tiene que ser un alto mando seguramente. En el caso de que sea una casa, claro. Me parece que tiene que ser otra cosa.-

De haber sido otra la situación, habría propuesto acercarse. Por el momento el ochrorio se limitó a esperar a la reacción del resto.

oofNada, no pasó nada. Algunos regañaron un poco a Kradko y luego propusieron dar media vuelta e irse de allí. Kolja puso cara rara, algo indescifrable aún para Qirra, pero no le prestó demasiada atención.
oofYa en el camino de vuelta, se fijó en una de las construcciones de piedra, y no fue la única. Aquella cosa era un verdadero mastodonte en comparación con las demás, más aún desde la perspectiva de Qirra. Se preguntó para qué serviría aquello. Quizá allí vivía mucha gente, como en el torreón. Iba a entablar conversación con el grupo cuando un ser alado y peludo, de nariz achatada, se avalanzó sobre ellos desde entre las sombras de un edificio al otro lado de la calle. Cabe destacar que tenía 2 o 3 veces el tamaño de Qirra y, por lo que la parqia podía intuir, no parecía tener muy buenas intenciones.
oofRápidamente aplicó el plan de Lethe. Sabía que no sería capaz de superarlo en velocidad de vuelo, pero quizá un espacio cerrado podría ayudarla a limitar la movilidad de aquella cosa. Sin pensarlo dos veces, decidió entrar en el edificio de piedra que tenían en frente volando todo lo rápido que sus alas le permitían. Una vez dentro ya pensaría en como despistarle, pero lo principal ahora era salvar el pellejo.

Alec respiró aliviado de que el resto lo siguiese, le dirigió una sonrisa de ánimo a Luci y siguieron andando por aquel barrio tan bien cuidado. Desde luego parecía en bastante mejor estado que el resto de la ciudad. No tenía claro si vivía gente allí porque estaba bien cuidado o estaba bien cuidado porque vivía allí gente.

El edificio al que señaló Qirra era ciertamente enorme. Un palacio en toda regla, su casa cabría varias veces en aquella construcción. Entonces Qirra echó a correr hacia el edificio y Alec no tardó en entender por qué. Un murciélago gigante los sobrevoló y Alec echó a correr detrás de la pequeña dragona.

Chocó contra las puertas del palacio abriéndolas, tiró el martillo dentro y se giró para mirar al resto.

-¡Corred, corred, corred, corred! - los instó mientras el ser se volvía a cernir sobre ellos. Cuando todos estuvieron dentro el escocés cerró las puertas con un fuerte golpe que le sonó como la tapa de un ataúd al cerrarse.

Sigue en el Palacete.


En el jardín de una casa cercana un chico vio todo lo que pasaba en la calle. Entró a la casa un poco nervioso.

-A los cosechados les perseguía un monstruo.
-Una pena que no podamos hacer nada por ellos. Espero que sobrevivan.

Maher se había negado en rotundo a vivir en la Embajada con su hermana. Había aceptado quedarse con ella los primeros días, pero quería su independencia. Mánia había conseguido adecentarle una pequeña casita a las afueras de Luna Alta con la condición de que le dejase ponerle protecciones tanto a él como al edificio.

La casa era sobria, con tejado a dos aguas. Había montado su taller en la planta baja y tenía la casa propiamente dicha en el piso superior. Se había llevado todas sus pertenencias, incluídas sus herramientas y todas las piezas terminadas y a medio terminar que tenía en su antiguo taller, ya que Mánia le había convencido de que en Rocavarancolia las vendería mejor. También le había convencido para que buscase aprendices. La ciudad necesitaba nuevos artesanos urgentemente y más allá de su vínculo de sangre, su talento era la principal razón por la que había ido a buscarlo. Maher estaba secretamente orgulloso de ello.

Él mismo redactó un anuncio que su hermana se encargaría de poner en los refugios de los novatos y para su sorpresa tuvo una respuesta temprana: Una mujer tan hermosa que Maher se olvidaba de cómo hablar cuando estaba cerca de ella. No iba como aprendiz si no como clienta, pero le puso un aprendiz a su cargo. Lejos de lo que podía esperarse a Maher le hacía gracia el aspecto de Arcan. Le recordaba a las hienas de pastoreo de su tío y casi le daban ganas de darle palmaditas en la cabeza.

Aquel aprendiz había sido, en pocas palabras, un muerto en vida. Realizaba bien su trabajo eso sí, como un autómata seguía al dedillo las ordenes, se notaba que ya sabía tratar con madera y aprendía rápido todo lo le enseñaba. En silencio, sin contestar ni preguntar, simplemente asintiendo con la cabeza y replicando lo que le había enseñado. Tratando con mimo la madera, mirando los resultados desde todos los ángulos posibles para elaborar el mejor producto del que fuera capaz cada vez.

Apenas hablaba lo justo y necesario.

Ese había sido Barael, durante las casi dos semanas que trabajaron juntos antes de la catástrofe.


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El rapiña llegó al taller de su maestro temprano en la mañana, algo propio de él, acompañado de dos muebles levitando a su espalda. Habían pasado un par de días desde el incidente y aún tenía muy reciente la fiesta en la bahía. Picó a la puerta, Isis le había dicho que había vuelto aunque podría no estar ahí.

-¡Maher, ¿estás?!

Tan solo en la tonalidad de su voz, en la nueva energía que imponía en esta el libense podría notar que algo había cambiado.

-¡Estoy! -respondió Maher simplemente desde el fondo del taller.

Estaba trabajando en el gigantesco cartel para la boutique de dama Isis. Según sus estándares iba con retraso, aunque el trabajo se veía bastante avanzado. Había pasado unos días en Libo para ver a su familia y recoger algunas cosas y los grandes felinos parecían haberse cograciado con él pues se había librado de un buen desastre. El día que llegó fue directamente a ver a su hermana y la encontró en un estado tan lamentable que aceptó pasar un par de días con ella en su palacete. Las noticias de muertes y sueños extraños le pusieron los pelos de punta, aunque no fue plenamente consciente de la suerte que había tenido hasta que acompañó a Mánia al desfile. A Maher no le gustaban los desfiles ni las muchedumbres pero vaya si había disfrutado de ese.

-¿Cómo estas? -se vio obligado a preguntar en cuanto el rapiña se acercó. Estaba vivo, era un comienzo.

Entró con ambos muebles siguiendole y su típico atuendo de trabajo, aquella gruesa gabardina, sombreo, pantalones de cuero antiguos y botas. Y en lo que antes hubiera sido una respuesta precisa y concisa y una mirada al frente se torno en que le mirara directamente a los ojos y le respondiera con expresividad.

-Pues me siento... bien. Ya tenía ganas de seguir aquí contigo. Pasear por la ciudad es reconfortante, y coser y construir estan bien pero prefiero el trabajo directo con la madera.

Había mucha más vida en el, no solo en sus ojos si no en como se movía y en el tono variante de su voz. Se quitó la gabardina revelando las consecuencias de su sueño. Sus antebrazos estaban ahora plagados de cicatrices de cortes visibles aún a través del pelaje pues aun faltaba mucho para que este volviera a cubrir bien la zona.

-¿Y tu? ¿Que tal por Libo? -Era la primera vez que el rapiña le preguntaba algo que no fuera sobre el trabajo.

Maher levantó ambas cejas, sorprendido. Nunca había visto al rapiña comportarse así, había dado por hecho que lo de estar muerto por dentro era parte de su personalidad, o de su transformación, o de su cultura. No se había parado a pensar mucho en ello, no solía hacerlo.

-Libo bien -respondió, mirando con muy poco disimulo las marcas de los brazos del rapiña. -Me traje algunas cosas que me había dejado cuando me fui. Y materiales nuevos. Los tienes ahí por si quieres echarles un vistazo. -Le señaló unas piezas de madera maciza cuidadosamente apiladas sobre una alfombra.

A Maher no le gustaba hablar sobre su familia, así que no lo hizo. Tampoco le gustaba hacer preguntas personales, pero el humor de su aprendiz era muy desconcertante si lo comparaba con el estado en el que había encontrado a su hermana al volver. La curiosidad le podía.

-¿Estuviste aquí cuando la pesadilla?

-Me alegro. -Contestó sin esperar más información. Se acercó a las piezas con curiosidad. -Me gusta su color y patrón.

Seguía inspeccionando su nueva materia prima mientras contestaba sin parecer que le importase esa pregunta. Y no lo hacía, encontraba normal la curiosidad tras lo sucedido.

-Si... los recién transformados no podemos salir del mundo así que lo sufrimos todos. Estas de aquí te lo pueden confirmar. -Levantó uno de los antebrazos para mostrar mejor aquel mar de cicatrices. -No te preocupes, no me han afectado para nada, había un montón de hechiceros curando para cuando empecé a recibir heridas y me las trataron rápido cuando me levanté.