Alta mar

La ballena continuó su flote y se alejó de la bahía, adentrándose en alta mar. Giz no fue consciente en un principio, estaba sorprendentemente distraído con todo lo que pasaba a su alrededor. A veces ni siquiera sabía qué se decía, pero las risas eran contagiosas. Durante unos segundos fue consciente de que esa era la primera luna tranquila que vivían. ¿Estaría Toima pegándose con alguien? La voz de Adara lo sacó de sus pensamientos.

—No nos entiende —le explicó a la ángel negro—. Aunque mi voz la reconoce y además responde a ciertas órdenes gracias a los hechizos de doma.

Le dio un trago a la botella de ron y la alzó en dirección al resto, como un brindis fantasma. Entre el alcohol y la música, se sentía como en la taberna. Concretamente, como en la taberna durante un día tranquilo, sin altercados, ni imbéciles que los pudieran provocar.

—Que se vayan acostumbrando —respondió al vampiro. Giz sonreía, henchido—. Esta no morirá tan pronto como la última que vieron.

Permaneció pensativo durante varios segundos, mirando al horizonte. El mar seguía siendo un lugar extraño para él, por mucho que visitara la bahía, y no sabía si alguna vez se había alejado tanto. Buscó la Luna Roja sobre sus cabezas durante unos instantes y luego se dirigió a sus compañeros.

—¿Sabéis lo que me apetece? —les dijo, más borracho de luna que de alcohol—. Saltar.

Y así fue. Giz echó a correr por el lomo del cetáceo, llegó hasta el morro y se tiró. Cerró la gola para evitar cualquier daño y extendió los brazos. El poncho se combó hacia arriba, dándole un aspecto similar al de una ardilla voladora. Un aspecto ridículo. El goliat disfrutó del aire y de la sensación vertiginosa que acompañaba a la caída durante varios segundos, antes de conjurar el hechizo de levitación. Aceleró, se acercó a la ballena, que había continuado su rumbo, y se mantuvo flotando a la altura de uno de sus ojos. La ballena lo seguía con la mirada, lo reconocía como el primer ser que vio nada más nacer, hacía apenas unos días. Giz sonrió, feliz como estaba, y la acarició. Cada vez más a menudo, le envolvía una sensación curiosa con las criaturas que creaba. El orgullo del trabajo bien hecho se mezclaba con una suerte de cariño que no tenía por ningún objeto. Estaba dando vida, jugando a ser dios, como diría más de un fiel, pero para él no era ningún juego (y poco le importaban los dioses), para él era el camino correcto, junto a los trabajos de mercenario.

Giz aulló, intentando imitar el canto de la ballena, y el animal le respondió tal y como había aprendido durante sus pocos días de vida. Tan cerca de la boca, el goliat tuvo que taparse los oídos ante tremendo rugido; tardó varios segundos en escucharse a sí mismo riendo a carcajada limpia. Todavía reía cuando volvió a la espalda del cetáceo, cerca de su cabeza, y solo paró para volver a aullar. El animal gritó de nuevo y Giz, definitivamente, supo que estaba donde debía.

―Oh, vaya ―respondo a Giz―. Yo pensaba que te había entendido cuando le dijiste que gritara, pero debe ser eso.

Pego otro buen trago a la botella. Está buena esta mierda, tengo que reconocerle que esta vez Jack se ha portado. Espera, reconozco eso, ¡es una referencia! Cómo era… Sí, eso, a ver si me sale el tonito de Vincent.

―Yeah, we happy. ―Bastante bien, creo. O igual he bebido un poco y me da igual. Bah―. Pues no sé, Jack que dé las órdenes el Capitán Lagartijo…

Espera, ¿qué? Si esas son las órdenes, mi capitán, ¡pienso cumplirlas! Vamos a ver, un poco de carrerilla y… Oh, míralo, ya salta. Y…

―¡COWABUNGAAAAAA!

Salto y grito cualquier cosa: incoherencias la mayoría, chorradas el resto. Me da igual, solo caigo y caigo y– Oh, Giz ya ha parado. Pero voy a seguir. ¡Abajo, más abajo! Postura de picado, el mar se acerca. Un poquito más y… ¡Extiendo las alas! Hacia arriba a toda velocidad, no es la primera vez que hago esto. Ola al frente, ¡mierda! Aghhh… ¡Hechizo de impacto! A tomar por culo.

Ya me he estabilizado un poco más. Vaya, ¡eso ha dado miedo! Bueno, no es como si me hubiera matado ni nada por el estilo ―llevo protecciones a rabiar―, pero menuda impresión encontrármela ahí de repente. Pero mira, es alta mar, Luna Roja… El mar está animado, cuanto menos. Como debe ser.

En fin, volvamos con el resto.

...

He perdido la botella. Mierda.

—Este Gael siempre con la costumbre de convertir cualquier bebida en flambeado —rió ante el “percance” del fuego fatuo.
De ataque de risa en ataque de risa al darse cuenta del desastre que había armado Adara con la botella cuando Jack lo hizo notar.
>>Cuando quieras —respondió entre carcajada y carcajada al vampiro acerca de la música.

La referencia no logró procesarla a tiempo y la ángel negro ya respondió debidamente, por lo que se limitó a responder a la pregunta retórica.
—Estamos contentos pero podemos estarlo más. Para muestra un lagarto —añadió cuando vio lo que se proponía Giz, sonriendo ampliamente al verlo tan eufórico—. ¡Esperadme, yo también quiero! —dijo asomándose al borde del cetáceo al ver a Adara seguir los pasos de Giz mientras dejaba el reproductor y la botella sobre la espalda del animal— ¿Me concedes este vuelo? —le preguntó a Wen con una gran sonrisa antes de recogerla en brazos y lanzarse por debajo de la ballena.
El sueco hizo varios quiebros en el aire junto a sus amigos, lanzo a la vouivre para recogerla en un par de ocasiones, y tras volar muy cerca de la superficie del mar, esquivando las olas, volvió a su sitio sin parar de reír.

Se habían internado en el mar sin darse cuenta, alcanzando tal distancia de la ciudad que las pocas luces que había en esta apenas eran visibles. La Luna, en cambio, la bañaba con su luz rojiza, dando la impresión de que se encontraban en un anochecer permanente. Desde aquella distancia la costa parecía aún más extraña. Gael no recordaba haberse internado tanto en el mar antes.

El fuego fatuo había aceptado la botella de Jack entre risas, lamentando que no se hubiese traído algunas pajitas, pero se olvidó enseguida de la bebida cuando Giz hizo algo tan inesperado como precipitarse por “la borda”. Gael fue testigo de lo que provocó la ocurrencia del goliat, y también se sintió decepcionado al darse cuenta de que no podía imitar a sus amigos. No en un arrebato, al no haberse traído ningún cuerpo consigo.
—¡Al cuerno! —se dijo, cuando ya hubieron saltado todos. Conjuró un hechizo de vuelo antes de que fuese demasiado tarde y se lanzó en picado a hacer cabriolas junto a sus amigos alrededor de la ballena. No era lo mismo, pero tampoco se quedaría atrás. Un buen vuelo en compañía siempre valía la pena, y aquella noche en especial. La risa se le escapaba mientras daba vueltas al animal. Cuando pasaba por debajo de ella a la distancia adecuada, se decía que Giz no podía haberle puesto un nombre mejor a la ballena.

Wen rió junto a Erika, contagiada por la diversión de todos y especialmente la efusividad de Adara. Estaba siendo una noche fantástica y se lo estaba pasando en grande. Cuando Giz se tiró de la ballena y luego retomó el vuelo con levitación a Wen le recordó aquella vez en la Tierra cuando ella misma se tiró del Big Ben para luego retomar el vuelo como serpiente, algo que había querido hacer desde hacía tiempo. Por desgracia, teniendo en cuenta lo mucho que seguro estaba llamando la atención la ballena, no podía hacer lo mismo en este momento, pero Noel le dió la solución rápidamente sin proponérselo al ofrecerle volar juntos.

- Por supuesto, caballero- le contestó sonriendo mientras se dejaba coger por el draco.

Si bien ella amaba volar por su cuenta, la experiencia de todas maneras siempre era gratificante y más en tan buena compañía. Wen incluso se animó a intentar hacer alguna postura graciosa las veces que Noel la lanzaba.

Las luces de la ciudad quedaban a sus espaldas, pero la Luna lo bañaba todo sobre sus cabezas. Su reflejo en el agua era espectacular. El vampiro sonreía como un niño con un libro de dinosaurios cuando veía sombras de tantos tamaños y formas distintas bajo la superficie. No sabía nada de ese mundo submarino y a menudo fantaseaba con que tuvieran sus propias normas no escritas y ciudades en la oscuridad. ¿Por qué no? ¿Qué impedía que pudiera haber criaturas inteligentes allá abajo? No lo descubriría nunca, le aterraba verse rodeado de tanta agua, sin escapatoria. Era quizás el medio que más claustrofobia le daba.

Pero no dudó en saltar al vacío con sus amigos.
—¡A la orden, capitán Lagartijo!

Cayó en picado. Hacía tiempo que no hacía algo así, que no sentía los brazos al aire, su cuerpo vibrar por la caída, el viento contra la cara. Tantas sensaciones que tenían lo justo de peligro, libertad y control. No dejó de gritar de emoción.

A mitad del trayecto empezó a difuminarse en humo, desde los pies hacia la cabeza, como si fuera una suerte de misil humano, hasta que perdió toda la consistencia. Y se elevó de vuelta. Rodeó a los que ascendían y encontró a Erika. La bruja había recubierto su pelo de burbujas de colorines que lo protegían del agua y los mechones danzaban al viento.

La bruja había saltado pero en lugar de caer, había creado un colchón de burbujas a sus pies y flotaba por el aire tumbada como si estuviera en la playa. Lo dirigió en picado unos metros hasta que frenó y volvió a subir. Cerca de la ballena, una cabeza rubia seguida de brazos y medio torso se agarró y asomó a su colchoneta, a su lado.
—¿A que soy una diva con mi colchón y mi pelazo al viento?
—Totalmente, mi señora. Divinísima —se sumó a sus risas.

Volvieron con los demás poco después. Se lo estaban pasando genial y sus gestos, risas y el brillo de los ojos daba testimonio de ello. Y aún quedaba Luna por delante.

Giz rio al ver el espectaculo que habían formado en un momento. Un puñado de personas adultas saltaban de lo alto de una ballena flotante sobre un mar embravecido por la presencia de la luna. Era una imagen curiosa incluso dentro de los límites de Rocavarancolia, al menos en cuanto a lo que Giz recordaba para comparar. El goliat se tumbó sobre la espalda de Eclipse y contempló el cielo, rememorando las veces que había hecho esto mismo con Nasher (quitando el detalle de la ballena). Entre toda la felicidad que le embargaba sintió una punzada de pena, pero se esforzó por sobreponerse mientras el resto llegaban.


Acabó por levantarse, se acercó al borde tanto como podía sin resbalarse y contempló el mar bajo ellos.

—¿Qué creéis que pasaría si seguimos volando sobre las corrientes? ¿Nos transportarían a otros mundos o necesitaríamos nadarlas para ello?

Las Uncidas eran uno de sus misterios preferidos y una parte de él quería saber sobre su funcionamiento. Sabía, sin embargo, que no sería él quien lo descubriera, Rocavarancolia era su hogar y no quería arriesgarse a perderlo por conocer las corrientes un poco mejor. Un poco de misterio no hacía daño a su vida.

—Quizás debamos dar la vuelta —añadió.

Dio la orden a la ballena flotante, que frenó ligeramente hasta encarar la bahía y luego volvió a acelerar. Giz permaneció de pie, disfrutando en silencio del aire, de la lluvia y del paisaje. Ojalá, pensó, hubiera más Lunas así.

Si bien Xalkoth desconocía lo que podía ser una ballena, tampoco era necesaria una gran cantidad de información como para deducir que sin duda tenía que ser aquella criatura gigante que volaba en el interior del océano. 
Siguiendo la sindicaciones de su amigo Krono, el insecto volador había alcanzado la zona de los mercados a tiempo para ver cómo el animal se alejaba mar adentro. Cómo aquella criatura era capaz de mantenerse a flote en el aire lo desconocía, pero habiéndose criado en un mundo llena de monstruos gigantescos, muchos capaces de volar, impedía al insecto clasificar aquello como fuera de toda posibilidad, incluso si no hubiera magia de por medio, aunque seguramente la habría.
En cualquier caso le encantaba que criaturas como aquella existieran. Le daban a la plaga infinidad de oportunidades para satisfacer su curiosidad y alegrarle la existencia.
Aquel extraño evento, unido a la presencia de la influencia de la luna convertían a Xalkoth en la felicidad hecha insecto. Sin pensárselo dos veces se adentró volando mar adentro hasta llegar al mamífero gigante, momento en el que se fijó en que había gente montada encima del animal.

–¡Hola a los de allí! –Saludó a los pasajeros del cetáceo mientras orbitaba alrededor de la criatura agitando los dos brazos. –¡Me comentaron que había una tal ballena volando por la ciudad y me acerqué a miraaar!– Explicó a gritos animados mientras seguía revoloteando alrededor –¿Es esta? ¿Es vuestra? ¿Puedo tocarla? –Continuó, haciendo una pregunta tras otra –¡En cualquier caso es geniaaal!

Xalkoth sin embargo nunca llegaría a oír las respuestas de aquella gente. Desde el punto de vista de los cuchitrileros el extraño insecto desaparecería de su vista tras la ballena en uno de sus muchos giros, para no volver a verlo ni oírlo tras eso. Si decidían buscarlo no encontrarían rastro alguno de la plaga, ni en el aire ni en el mar, pero dado dónde se encontraban tampoco tardarían en imaginarse lo que acababa de pasar.


En aquella noche de luna roja, las Uncidas se acababan de cobrar una víctima.


Sigue en ???

Se estaba riendo por el colchón improvisado de Erika cuando Giz le hizo notar que se habían adentrado mucho más de lo que se había dado cuenta.
—Esa es una buena pregunta: no tengo ni idea. Así que será mejor no arriesgarse —respondió al asreniano.

No pudo añadir nada más porque entonces fue cuando escuchó otra voz que no pertenecía a ninguno de ellos, pero que le resultaba conocida de todas formas.
—Coño, si es Xalk.
Se levantó para agitar los brazos devolviéndole el saludo, divertido por la repentina aparición y reacción de la plaga. Pero de pronto el clinger ya no estaba allí. Se encogió de hombros ante la pregunta de Adara.
>>Las veces que nos hemos cruzado con él solía desaparecer tan rápido como aparecía. Lástima: le iba a decir que se acercase, es un tipo divertido. Espero que no haya averiguado la respuesta a nuestra pregunta.
El draco se echó a reír. Lo decía completamente de broma y ni siquiera se le pasó por la cabeza que eso hubiera podido ser exactamente lo que había sucedido.

Cuando todo acabó Gael aún reía. Era una sensación maravillosa poder dejarse llevar por una noche, ser un poco vulnerables pero no por ello sentirse amenazados. Le dio un par de palmadas a Eclipse en el lomo, aunque probablemente ni las notaría, y fue entonces cuando Giz hizo notar que se habían alejado tal vez demasiado. Gael no sabía responder a su pregunta tampoco, ya que no tenía ni idea de cómo funcionaban exactamente las Uncidas. Ante la duda, también estuvo de acuerdo en dar la vuelta.

La noche, sin embargo, aún tenía una sorpresa más para ellos, aunque breve. El clinger que habían conocido ya hacía tiempo apareció volando a su lado. Al fuego fatuo le sorprendió un poco que se internase tanto en el mar solo para tener una conversación de ascensor con ellos que podría haber esperado a que volviesen a tierra. Gael gesticuló con las manos tratando de instarlo a acercarse. No podía escuchar muy bien sus preguntas en aquellas circunstancias, por lo tanto responderlas aún era más complicado. Sin embargo, no llegó a tener la ocasión de hablar con Xalkoth.
—¿Se ha… ido? ¿De verdad ha venido hasta aquí solo para eso?
Su desconcierto solo duró un par de segundos, tras los cuales rompió a reír. La sugerencia de Noel, en cambio, le hizo dejar de hacerlo poco después. Dudaba que fuese ese el caso, pero la idea era un poco preocupante. También querría decir que ellos mismos habrían estado a punto de comprobarlo.